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El reto de la equidad en el deporte
Aún existe la disyuntiva en torno a la participación de las deportistas transgénero en las competencias femeninas
Laura Hern Ndez Villegas
Durante años, las actividades deportivas han estado determinadas por los estereotipos de género, donde la participación de las mujeres y los hombres en las distintas disciplinas, van en función de sus características físicas como la fuerza, dinamismo, ritmo, agresividad, entre otras. En este sentido, es común escuchar que las mujeres tienen mayores habilidades para destacar en el patinaje o la gimnasia, mientras que los hombres ‘están hechos’ para los deportes ‘más rudos’.
Afortunadamente, el ámbito deportivo se ha transformado y cada vez es más común ver al género femenino participando en actividades que antes eran consideradas como exclusivas para los varones.
Y lo mismo sucede con las personas transgénero, que han encontrado un lugar en las actividades deportivas. No obstante, pese a que cada vez se visibiliza más la participación de las mujeres trans en las distintas disciplinas, y competencias de alto rendimiento, todavía se enfrentan con el rechazo, la falta de empatía, intolerancia y discriminación por parte de otras atletas, así como de los entrenadores físicos y diversas organizaciones deportivas, que se oponen a que participen en las competencias femeninas, argumentando que sus condiciones biológicas (haber nacido hombres) les da ventaja sobre las deportistas que nacieron mujeres; incluso llevan a cabo campañas para impedir que las atletas transgénero sean admitidas en las categorías femeninas.
Entre los argumentos que estas organizaciones utilizan para invalidar la participación de las deportistas trans, expresan que atletas ‘hombres’ que se identifican como mujeres, compiten de manera tramposa en las disciplinas de mujeres, ya que diversos estudios avalan que, aún después de un año de tratamiento de supresión hormonal para cambiar de sexo, las mujeres transgénero siguen manteniendo la fuerza muscular propia del sexo masculino.
Refieren que, de acuerdo con un estudio publicado por la Sociedad Europea de Endocrinología, los hombres superan a las mujeres en fuerza y densidad ósea entre un 10 y hasta más del 50% dependiendo del deporte que practiquen.
Es importante mencionar que, en el 2003, el Comité Olímpico Internacional (COI) logró un importante avance en el tema de inclusión y diversidad, al permitir la participación de los deportistas transgénero en los Juegos Olímpicos de Verano celebrados en Atenas.
En su momento, el comité médico emitió una serie de lineamientos, en los que estipulaba que sólo los atletas transgénero que se habían sometido a una cirugía de reasignación de sexo antes de la pubertad, serían admitidos en las competencias. Mientras que el resto debía contar con un reconocimiento legal de su sexo, emitido en su país de origen; haber vivido por un mínimo de dos años con su nuevo género, y demostrar que la terapia hormonal era administrada por personal médico para minimizar las ventajas relacionadas con el sexo, en las competencias.
En el 2015, el mismo comité hizo nuevas recomendaciones para que las deportistas transgénero pudieran participar en las competencias, para lo cual tenían que declarar ser mujeres y no modificar esta condición por motivos deportivos durante cuatro años; además de mantener sus niveles de testosterona por debajo de 10 nanomoles por litro (nm/l), durante los doce meses previos a la competencia y en el tiempo que durara la misma, de lo contario, serían suspendidas.
En el 2020, la organización Save Women’s Sports (SWS) envió una solicitud al Comité Olímpico Internacional, para que suspendiera las normas establecidas en el 2015, con el propósito de evitar que las mujeres transgénero continúen participando en las categorías femeninas.
La misma organización sustenta sus argumentos en que “reducir los niveles de testosterona durante un año previo a la competencia, no anula las ventajas masculinas que tienen las deportistas transgénero sobre las atletas femeninas”; por ello, éstas deben participar en las categorías masculinas.
Asimismo, destacan que existen diversos casos de deportistas transgénero que al participar en las categorías masculinas han tenido un bajo desempeño, no obstante, cuando compiten en las categorías de mujeres, consiguen importantes récords, situación que resulta inequitativa para las otras oponentes femeninas.
Cabe mencionar que el año pasado, el mundo del deporte puso los ojos en la nadadora transgénero, de origen estadounidense, Lia Thomas, quien en el 2019 se sometió a un tratamiento de inhibición de testosterona para iniciar el proceso de cambio de sexo; y un año después, se le permitió participar en competencias femeninas de la liga universitaria, donde superó los records impuestos por otras nadadoras de género biológico femenino, mostrando un mayor rendimiento físico que las otras competidoras.
Especialistas en medicina del deporte señalan que al incluir a una mujer transgénero en las competencias femeninas, pone en desventaja a las deportistas que nacieron mujeres, además de que las excluye de clasificar, y, por ende, impide que puedan acceder a becas o patrocinios que son fundamentales para seguir impulsando su carrera en el deporte.
Si bien, actualmente, cada federación deportiva fija sus propios lineamientos para que las deportistas transgénero puedan o no participar en las categorías femeninas, considerando su identificación sexual y los niveles de testosterona; los especialistas del deporte, argumentan que estos aspectos siguen siendo contradictorios y no establecen cuál de los dos debe ser prioritario al momento de definir la participación de las atletas.
Por otro lado, un estudio realizado en Estados Unidos, evidenció que más allá de las atletas, los entrenadores técnicos, preparadores físicos o médicos del deporte; los aficionados de las distintas prácticas deportivas son quienes ponen mayor resistencia para que las personas transgénero participen en las competencias, en función de su identidad.
Dicha investigación señala que sólo el 23% de los aficionados hombres están de acuerdo en que los deportistas trans se muestren en los deportes, frente al 36% de las mujeres que tienen mayor apertura para que esto suceda.
No obstante, las deportistas transgénero buscan hacer valer su derecho a competir como mujeres, y señalan que, al ser obligadas a mantener niveles bajos de testosterona, además de poner en riesgo su salud, representa un acto de discriminación y exclusión.
Esta situación está generando gran controversia, por lo que resulta necesario seguir avanzando en una reglamentación inclusiva que garantice los derechos tanto de las mujeres biológicas como de las transgénero, para participar en las competencias deportivas en igualdad de condiciones, con respeto, y salvaguardando su integridad como seres humanos.