Población Centenario, cien años de historias y vida de barrio Santiago de Chile, 2017 SEREMI Región Metropolitana, Ministerio de Vivienda y Urbanismo Programa de Recuperación de Barrios “Quiero mi Barrio” Balmaceda - Centenario Ilustre Municipalidad de Santiago ISBN : 978-956-9432-83-5 Coordinador de investigación y textos: Dein Portela Asistentes de investigación: Javiera Aliste, Magdalena Claude y Javier Vera Edición y diagramación: Brian Gray Diseño: Suilan Hau / Logo “Centenario”: Proyecto Jóvenes por el Patrimonio INJUV _ CMN 2015 Equipo Programa de Recuperación de Barrios: Marcela Zuleta y Suilan Hau Contraparte Técnica Municipal: Xenia Barraza
Este libro contiene información recabada entre los años 2015 y 2017 en colaboración con vecinos y vecinas de la Población Centenario, y es parte del proyecto “Historia de Barrio” del Programa de Recuperación de Barrios “Quiero mi Barrio” del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, implementado por la Ilustre Municipalidad de Santiago.
cien años de historias y vida de barrio
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Índice Reconocimientos
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Prólogo
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Introducción
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Metodología
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Capítulo I - Los inicios (1900-1929)
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Capítulo II - Un barrio residencial en el centro de la ciudad (1930 - 1959)
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Capítulo III - El barrio y un país que se moviliza (1960 - 1979)
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Capítulo IV - Un barrio que se reinventa (1980 - 1989)
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Capítulo V - Los 90 y los cimientos del mundo contemporáneo
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Capítulo VI - Del 2000 hasta el presente
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Capítulo VII - El aporte del “Quiero mi Barrio” en la Población Centenario
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Capítulo VIII - La materialidad del paisaje
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Capítulo IX - Mirando hacia el futuro
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Agradecimientos
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Bibliografía
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Anexo: mapa Ruta Postales del Barrio Centenario
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Reconocimientos Si bien esta publicación es parte de la implementación del Programa “Quiero mi Barrio” en cada uno de los lugares donde éste se ejecuta, en el caso de la Población Centenario no habría sido posible sin la participación de un gran grupo de personas y habitantes de la misma, que accedieron a la invitación para re-construir conjuntamente el devenir de este territorio de más de cien años. A continuación, reconocemos como parte del grupo comunitario de investigación sobre la historia del barrio, a quienes, de diferentes maneras y a través de una o más instancias, compartieron parte de sus recuerdos y experiencias de vida en el territorio. Es a partir de sus aportes que este libro sobre la historia de la Población Centenario ha podido elaborarse. Amelia Rodríguez, Sonia Carroza, Hilda Contreras, Hilda Arrué, Nieves Tapia, Jorge Torres, Ana María Mella, Mafalda Salinas, Graciela Millán, Olga Rojas, Ernesto Mosqueira, Mireya Vásquez, Víctor Solar, Ana Torres, Héctor Crisóstomo, Hugo Ortega, Elba Huenchul, Cristina Díaz, Jaime Jara, Alba Barros, Sara Requena, Nancy Figueroa, Cristhian Pino, Patricio Vergara, Edith Muñoz, María Bravo, Elizabeth Stormezan, Guillermina Alvarado, Marcela Heredia, Carolina Gárate, Alba Barros, Miriam Chipana, Nicole Mellado, Elba Villanueva, María José Lagos, Alejandro Aróstica, Víctor Zúñiga, Sergio Cofré, Soledad Vásquez, Esmeralda Corro, Francisco Candelari, Lily Orellana, Lorena Flores, Enrique Espinoza, Delia Ortíz, Patricia Escudero, Francisco Giaconni, Héctor Medina, Victoria Santibáñez, Nicolás Medina, Patricia Velásquez, Gloria Muñoz, Fernando Moya, María Guzmán, Alberto Medel, Nancy Miranda, Nancy López, Alejandro Rebolledo, Ester Levinsky, entre otros. Reconocemos también la participación de niños y niñas en los talleres realizados, pues su “mirada” sobre el barrio es parte importante del presente y del futuro: Carolina Toro, Bianca Vera, Gabriela Torres, Araceli Jara, Antonia Arenas, Leonel Bañados, Alexander Bañados, Felipe Farías, Cristián Briceño, Colomba Angulo, Antonia Arenas, Maximiliano Pérez, Vicente Gumucio, Lucas Romero, Matías Guajardo, Pablo Guajardo, Roberto Mendoza y Florencia Mendoza, entre otros.
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Archivo “Quiero Mi Barrio” Pasaje adornado para festividades de fin de año 2017 en Pasaje San Nicolás.
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Prólogo La historia de la Población Centenario (1906) nos traslada de manera conmovedora a la historia de un Santiago que, hoy en día, nos cuesta siquiera imaginar. El libro que aquí se nos presenta, dibuja esta historia desde la memoria y la cotidianeidad de sus habitantes. Desde estas voces y prácticas, el barrio se nos aparece como un relato no sólo urbano, sino sobre todo, un relato político donde la condición urbana nace como un aliado indispensable para un proyecto de nación. El origen corporativo de este barrio, de la mano de la llamada “cuestión social”, es quizás una de las piezas claves de esta historia. La vivienda y el barrio no fueron pensados sólo como un programa de habitaciones más o menos eficientes para resolver las necesidades de quienes las ocuparían. El origen corporativo definió también la forma de ese habitar, un cierto sello identitario que permanecerá en el tiempo. Un habitar que se construirá de la mano de un oficio, primero el de aquellos asalariados de la central eléctrica de tranvías y posteriormente el de carabineros; hasta hoy, donde la multiculturalidad de los oficios y prácticas se impone. La Población Centenario nace de la mano de los derechos que las personas adquieren al ser miembros de una asociación corporativa. A diferencia de nuestros actuales conjuntos de viviendas sociales, las poblaciones obreras surgen de este espíritu de identidad de clase, y por tanto sus calles y sus viviendas, van de la mano de ciertas reivindicaciones sociales. No es el Estado que “da” y “reconoce”, son los habitantes los que afirman en este gesto de pertenencia a sociedades y mutuales, el derecho a un lugar en la ciudad. Los esfuerzos corporativistas tienen como marco de referencia los tiempos de la llamada Cuestión Social. La promulgación de la Ley 1838 en 1906 sentará las bases para la creación del Consejo de Habitaciones para Obreros y la construcción de viviendas populares en los límites de la ciudad. La Población Centenario y sus 475 viviendas, nacen de este espíritu de transformación social. La vivienda no es concebida como una unidad a cargo únicamente del grupo familiar. Por el contrario, la administración estará bajo la responsabilidad de la Sociedad de Habitaciones Higiénicas Parque Centenario y la Sociedad de Socorros Mutuos Unión Nacional velará por el cuidado físico e intelectual de sus miembros. La población nace de la mano de una infraestructura que completaba el diseño urbano poblacional como la parroquia, los colegios, el Stadium Policial de Santiago (1922), el Club Social y Deportivo Ricardo Cumming (1934) o el Club Crescente Errázuriz (1938). Uno de los aspectos más interesantes de esta historia poblacional, es su carácter colectivo y público que impregna y configura la cotidianeidad del lugar. A través del entrelazamiento local del trabajo y del ocio, la población adquiere una vida más allá de sus estrechos márgenes. No es la vida al 9
interior de la vivienda lo que se recuerda, sino los juegos y la sociabilidad que transcurría en calles, veredas, esquinas y plazas. Vida de vecindad que transcurría natural y regularmente puertas afuera. El juego y el baile en los espacios públicos se instalan espontáneamente como si no pudiera ser de otra forma; en ellos se consolidaba un modo de construir una sociedad urbana. Los campeonatos y espectáculos construían a su vez, una conectividad espacial y social entre poblaciones cercanas e incluso con localidades de regiones. Eran instituciones que congregaban a niños, a jóvenes y a adultos en el deporte, el básquetbol, el ping-pong, el fútbol y también el baile. Cómo en muchas poblaciones de esos tiempos, para las fiestas de fin de año, las calles se cerraban. La música sonaba fuerte y estaban todos invitados. Una fiesta que podía prolongarse desde la primavera hasta fin de año; y a la que se sumaba la parrillada, la rayuela, la brisca y el dominó. Ocupar el espacio público era excepcional, pero también algo común en días de celebraciones; se sacaban mesas y sillas a la calle, y ésta se transformaba en un gran salón de baile. Eran los tiempos de los malones. Muchos recuerdan que hasta los años 70 la población “giraba en torno al fútbol”. “Jugábamos mucho a la pelota, jugábamos incluso de noche. Competíamos contra al pasaje San Nicolás, Castillo y Yungay. En verano no hacíamos otra cosa más que jugar, además no pasaba la locomoción, entonces ocupábamos toda la calle. Pero no apostábamos plata, competíamos por una sandía o un melón, el que ganaba se lo llevaba. Al final igual lo comíamos entre todos”1 . Ciertamente ésta era una ciudad donde los resabios de la provincia y la vida pueblerina aun podían reconocerse. Para el año 72 sin embargo, algo se resquebraja en esta fiesta de vecindad, y comienzan a sentirse los efectos del desabastecimiento de alimentos como en todo Chile. La polarización entre vecinos no tardará en llegar. Después del Golpe Militar, los festejos y los vínculos con otras comunas comenzaron a perderse. Y también la práctica colectiva del deporte; muchos clubes poblacionales desaparecieron. El 73, nadie celebró, “todos tenían miedo, nadie quería salir y así se vivió uno de los dieciocho de septiembre más tristes de los que se tenga recuerdo” . El Golpe lo cambió todo. Pero como en muchas otras poblaciones, duramente golpeadas por la represión, la iglesia servirá de refugio y la Parroquia Andacollo acogerá a las familias más duramente perseguidas. Los vecinos recuerdan que en los años 90 la especulación inmobiliaria se instala en el entorno del barrio. Muchos de los terrenos que rodeaban la población son comprados para la construcción de torres, provocando así, una ruptura en el paisaje urbano de viviendas bajas. Hoy el barrio sufre un fuerte deterioro, los viejos vecinos han partido y sus viviendas se dejan al abandono. Sin embargo, nuevos vecinos llegan, son los inmigrantes latinoamericanos. Las antiguas prácticas cotidianas y las confianzas, deberán reconfigurarse, repensarse, para que la vida barrial sea aún posible. Para algunos se ha perdido lo que significaba vivir en un pasaje, en un barrio. Para otros sin embargo, la vida cotidiana y sus gestos, se imponen para construir pequeños vínculos de mutua reciprocidad. Porque lo cotidiano pareciera portar una evidencia incontestable, ella se nos impone: abrir la puerta, 1
Sergio Cofré, edad 90 años.
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cerrarla, caminar por el pasaje, prender la luz, sentarse a tomar el sol, cargar un cesto, tocar una guitarra sentado en el vano de la ventana ... son gestos que, provengan de quien provengan, dan al barrio un cierto carácter de vecindad y familiaridad. Ciertamente que hoy día la fiesta y el encuentro no son evidentes, pero en Barrio Centenario, el vecino aún se siente en casa. “Al vecino de al lado siempre se le queda la llave, entonces golpea acá y nosotros le prestamos la escalera para que entre por la ventana. Y eso ya es tradición ... Ya van tantos años de hacer eso, entonces se hizo cotidiano. La vecina de aquí al lado también, a veces no puede abrir la puerta, entonces nosotros le prestamos los destornilladores o lo que necesite.” 2 Son las prácticas rutinarias y recíprocas que nos recuerdan que la invención de lo cotidiano se hace justamente en la rutina de sus prácticas. En este barrio, como en tantos otros, aún se reconoce un cierto “arte de hacer”, en los términos de Michel De Certeau. Y es que en los intersticios de la ciudad neoliberal aún habita un espacio de realización, una poética oculta y diseminada en las maneras de hacer la vida de vecindad. En un contexto de especulación inmobiliaria y desconfianzas mutuas, los vecinos responden con un saber- hacer astuto, creativo y casi invisible: “El centro de madres funciona en la junta de vecinos. Yo voy los martes ... Va mucha gente. Queda pasadito Maturana. En mi grupo somos veintiuno y el día viernes son como cuarenta. Puros viejitos y viejitas que conversan y juegan al Loto.” 3 Si bien es cierto que en nuestras ciudades se extienden e imponen los mecanismos de “vigilancia”, también es cierto que las historias de barrios como Centenario, nos convocan a descubrir cómo estas prácticas de vecindad (minúsculas y cotidianas) juegan y “trampean” con los mecanismos que organizan el orden sociopolítico. Lo interesante es que en este saber hacer de lo cotidiano, el espacio de la vereda sigue siendo un espacio de realización, y no es de extrañar que para los vecinos de Barrio Centenario, siga siendo un espacio a proteger: “Hace ya un tiempo, cuando conversamos sobre los trabajos que podríamos realizar en el comité, surgió desde el diagnóstico la urgencia de rescatar, limpiar, proteger, mejorar y comprometer a los vecinos con el espacio público, que presentaba abandono, suciedad y despreocupación en su entorno.”4 En estos términos, las veredas como espacio de intermediación entre lo público y lo privado, se configuran como espacios para una práctica urbana creativa y emancipadora. La lección que nos deja este libro del Barrio Centenario, es que en las pequeñas tácticas de defensa de lo propio, la vida urbana siempre se piensa a sí misma. La imaginación y el saber- hacer de este vecindario, como actos éticos y poéticos, nos permiten entonces celebrar y anticipar la posibilidad de una mejor condición urbana para todos. Francisca Márquez, antropóloga. 2 3 4
Bianca Vera, edad 15 años. Ana María Mella, edad 61 años. Sara Requena, edad 59 años.
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Introducción EL PROGRAMA DE RECUPERACIÓN DE BARRIOS “QUIERO MI BARRIO” EN EL BARRIO BALMACEDA- CENTENARIO
El Programa “Quiero mi Barrio” del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, a través de la Municipalidad de Santiago, llegó al Barrio Centenario en el año 2014 para iniciar junto a la comunidad un trabajo de mejoramiento de los espacios públicos y de fortalecimiento de las relaciones vecinales, a partir de un proceso de participación ciudadana que invitó a vecinos, vecinas y organizaciones a involucrarse de manera activa en la definición de proyectos con impacto material y social. Cada uno de estos proyectos ha formado parte del Plan Maestro que ha guiado el trabajo del Programa en el territorio. Por dar solo un ejemplo en lo que tiene que ver con los espacios habitables y de uso cotidiano, los vecinos y vecinas que participaron del proceso definieron como prioridad el mejoramiento de las veredas y de los accesos a los pasajes. Después se incorporó la calle Franciscano Bardeci, que fue identificada por los vecinos como la calle central por haber sido escenario de acciones colectivas y lugar de encuentro social, la arteria más utilizada y la que más destacaba en la historia del barrio. Allí se implementarán mejoras en el alumbrado público peatonal, veredas y jardines. En el plano de la gestión comunitaria, fueron dos áreas las que se realzaron: el cuidado del medioambiente y de los espacios públicos, y la puesta en valor de la identidad y del patrimonio cultural local. En relación al tema medioambiental, el problema de la basura y de cómo ésta deteriora la imagen del barrio se instaló como tema clave del trabajo con la comunidad, y a raíz de ello se generaron diversas iniciativas para mejorar la calidad de vida en los espacios compartidos: campañas de sensibilización, promoción del reciclaje y talleres educativos, las que a su vez buscaron contribuir a fortalecer las relaciones vecinales y sirvieron para conectar el barrio con su entorno más próximo, específicamente a los vecinos del condominio Parque de los Reyes II, quienes fueron invitados a participar por el comité “Todoambiente” que forma parte del Consejo Vecinal de Desarrollo. Por otra parte, dentro de la línea de trabajo Identidad y Patrimonio surgió el proyecto “Historia de Barrio”, que invitó a los vecinos y vecinas a redescubrir la historia de su territorio, a identificar las transformaciones que ha vivido a lo largo del tiempo y a ubicarlas dentro de un relato. Esto posibilitó estrenar la primera ruta guiada que permitió recorrer algunos de los lugares más representativos
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del barrio con motivo de la celebración del Día del Patrimonio en el año 2017. De esta forma, se ha contribuido a poner en valor el paisaje arquitectónico y cultural de un territorio con más de cien años de historia. Este libro profundiza en esta misma línea de trabajo y se presenta como un relato que describe los principales hitos en la evolución social y material del Barrio Balmaceda-Centenario. Personas de todas las edades se integraron a diferentes instancias participativas que hoy nos permiten compilar recuerdos y sociabilizar un tipo de información que sirve para potenciar el sentido de pertenencia y para generar un imaginario identitario compartido.
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Archivo “Quiero mi Barrio” - Taller Línea de Tiempo, Proyecto Historia de Barrio. Febrero 2017
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Metodología: El proyecto “Historia de Barrio”, utilizó una metodología llamada Investigación Acción Participativa, la cual considera al actor social como protagonista. Aplicado este concepto al Barrio Balmaceda Centenario, el diseño de los instrumentos y la validación de la información recabada por el equipo investigador contó con el acompañamiento y guía del Consejo Vecinal de Desarrollo y la Junta de Vecinos, además de otras organizaciones locales como El Club Deportivo Ricardo Cumming y el Club Social Crescente Errázuriz, así como también de vecinos y vecinas no afiliados a organizaciones que quisieron hacerse parte en este proyecto. Todos ellos contribuyeron a la hora de aportar información, analizarla y acordar criterios de sentido. A su vez, fueron los vecinos y vecinas quienes a partir de un trabajo de reflexión colectivo, decidieron en qué fragmentos del relato histórico los puntos de vista convergen o se diferencian, ya que en toda comunidad de personas los significados que se atribuyen a los hechos son diversos y no se puede esperar alcanzar una única versión y enfoque sobre el pasado. Para recoger y analizar la información se utilizaron distintas técnicas dirigidas a actores clave, especialmente entrevistas y relatos de vida. Sin embargo, también se realizaron instancias grupales donde vecinas y vecinos pudieron intercambiar recuerdos y conocimientos sobre el territorio. Se conversó sobre el valor del propio saber, y al mismo tiempo se dejó atrás la visión tradicional de la historia como patrimonio de los grandes personajes y las familias ilustres. El punto de partida para el trabajo, en consecuencia, fue éste: reconocer que todos hacemos la historia, hombres, mujeres, niños y niñas, todos somos por igual agentes del devenir.
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Fuente: Memoriachilena.cl - Sergio Livingstone jugando en el Estadio Policial
CapĂtulo I 16
Los inicios (1900 - 1929) LA EXPLOSIÓN DEMOGRÁFICA Y EL CINTURÓN FERROVIARIO Si tuviéramos que fijar un año para el nacimiento del Barrio Centenario1, este sería 1906, aunque los antecedentes que posibilitaron su construcción se remontan a finales del siglo XIX en el marco de lo que se conoce como “La Cuestión Social”. En esos días Chile era un país que recién comenzaba a potenciar su proceso interno de industrialización amparado en políticas económicas especialmente diseñadas para ese fin. Se iniciaba el período presidencial de Pedro Montt y la sociedad en su conjunto vivía grandes transformaciones. Las nuevas industrias requerían nuevos trabajadores y esto atraía a la población rural hacia los núcleos urbanos, especialmente a Santiago. Los migrantes internos pasaron a formar parte de una emergente clase social: el proletariado. Fuente: Memoria Chilena - Rieles en Avda. Mapocho
1 De aquí en adelante utilizaremos la denominación “barrio” dentro del relato histórico, aunque en las citas textuales de los vecinos también se hable de “población”. Ambas denominaciones, “Barrio Centenario” y “Población Centenario” son válidas y para efectos prácticos no representan mayor diferencia.
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Sin embargo, el país no se había modernizado al ritmo que requería este cambio demográfico, no todos los que llegaban a la ciudad podían ser absorbidos como trabajadores en las industrias. Por otra parte, el problema no se reducía solo a los puestos de trabajo disponibles, sino también de viviendas para acoger a las nuevas familias de obreros. Por estas y otras razones, en muy poco tiempo surgieron asentamientos precarios en toda la periferia de Santiago. Convengamos que a principios del Siglo XX, Santiago de Chile era una ciudad muy distinta a la que conocemos hoy en día, y lo que llamamos “periferia” actualmente corresponde a un sector que puede ser considerado central. De hecho, la periferia se acotaba a un cinturón ferroviario en cuyos límites se asentaban las industrias, y a su vez este entramado de vías y rieles conectaba a Santiago con el puerto de Valparaíso, ya fuera para traer o enviar suministros, mercancías y materias primas o para transportar pasajeros2. Hacia fines del Siglo XIX, la vivienda social se había convertido en un problema urgente dentro de la agenda política de Chile, no solo por cuestiones de altruismo, sino también por fenómenos derivados que comenzaban a salirse de control, como por ejemplo las pestes y epidemias que asolaron a la ciudad de Santiago en 1880 y los brotes de cólera que comenzaban a difundirse desde Argentina. En ese contexto se promulgó la “Ley 1838” en el año 1905 por la Cámara de Diputados y fue aprobada bajo el gobierno del presidente Pedro Montt en febrero de 1906. Esta ley sentaba las bases para la creación del “Consejo de Habitaciones para Obreros” y fue un instrumento legal que agilizó la solución a la creciente demanda de viviendas populares en los límites de la ciudad y al problema de la insalubridad en asentamientos precarios3.
LA SOCIEDAD HIGIENISTA Y SOCORROS MUTUOS Así fue como el Barrio Centenario se convirtió en uno de los primeros barrios obreros de Santiago hacia el sur de la ribera del río Mapocho, sector vinculado a la central de generación eléctrica para tranvías ubicada en Almirante Barroso esquina Mapocho, la cual estaba asociada a la actividad ferroviaria de la Estación Central. Las más de 450 casas del conjunto habitacional “Parque Centenario” pertenecieron y fueron administradas por la Sociedad Constructora de Habitaciones Higiénicas, o simplemente “Sociedad Higienista” hasta 1926. 2 Anillo Interior de Santiago: Una nueva forma de hacer ciudad. Ministerio de Vivienda, Urbanismo y Bienes Nacionales. Santiago, 2003. 3 Hidalgo, Rodrigo. Vivienda social y espacio urbano en Santiago de Chile. Una mirada retrospectiva a la acción del Estado en las primeras décadas del Siglo XX. Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Pontificia Universidad Católica. Santiago, 2005.
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En el año 1912 se construyó la Parroquia Nuestra Señora del Rosario de Andacollo4, de la cual dependía el Colegio Andacollo, en el costado oriente del Barrio Centenario (desde Balmaceda hasta San Pablo) y desde su fundación pasó a ser el referente con mayor significado para los vecinos del sector, muchos de los cuales realizaron sus sacramentos en ese templo, o se educaron en las aulas del colegio. Durante este período temprano surgió la primera organización barrial, la Sociedad de Socorros Mutuos Unión Nacional, fundada en 1907 y cuya misión era financiar gastos para enfermedades, así como también construir un mausoleo para sus socios. Este hito da cuenta de una primera cristalización en la identidad barrial, pues la necesidad de organizarse colectivamente para alcanzar una meta común hizo que los vecinos se reconocieran mutuamente como pertenecientes a un mismo territorio. Fuente: Memoria Chilena - Casa en vereda sur de Avda. Mapocho.
4 Pilar de la identidad barrial. Muchos de los vecinos comparten el haberse vinculado en algún momento de sus vidas y por distintas razones a la Parroquia o al Colegio Andacollo. Para más detalles dirigirse a la ficha dedicada a esta institución en el capítulo tercero.
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La Unión Nacional puede ser definida como una clásica sociedad mutualista, y como otras de su tipo, estaba compuesta por personas cuyo principal objetivo era la protección recíproca. A menudo estas mutuales funcionaban también como clubes sociales que ofrecían a sus afiliados distintas actividades para el desarrollo físico e intelectual. La sede de esta sociedad mutual estaba ubicada en la calle Franciscano Bardeci 2040, en el mismo inmueble que años después albergaría al Club Social Crescente Errázuriz5.
EL CUERPO DE POLICÍA En el año 1926 las casas de la Población Parque Centenario pasaron a ser administradas por la Caja de Asistencia, Previsión y Bienestar del Cuerpo de Policía6. Es necesario poner en contexto este tránsito, ya que Carabineros de Chile será por muchos años pieza esencial en la identidad del Barrio Centenario. A inicios de la década del 20 el presidente de Chile era Arturo Alessandri Palma, y su política orientada al mejoramiento de las condiciones de vida de la clase obrera constantemente se veía obstaculizada por el Congreso, institución con mucho poder y autonomía que estaba principalmente compuesta por parlamentarios que representaban a la oligarquía y a los sectores conservadores. Ante la creciente escalada de tensión al interior de la clase política, presionada por el ejército, los cuerpos de policía y los gremios, se produjo lo que se conoce como el “Ruido de Sables”, un episodio histórico en el que un grupo de oficiales del ejército le torció la mano al parlamento y lo obligó a aprobar una serie de leyes que había puesto en agenda el presidente Alessandri, todas ellas de corte social, incluida la que unificaba a los cuerpos de policía y le daba una estructura a la previsión de esta nueva institución en materia de salud, jubilación y vivienda7. En este contexto socio político fueron cedidas las casas de la Población Centenario a los funcionarios de esta nueva policía unifica y a sus familias. Algunos de los actuales vecinos y vecinas del barrio aún recuerdan aspectos relacionados con esta institución y la distribución de las casas. “Mi tía era dueña de la casa, mi tío político era parte de Carabineros. Esta era la Población Centenario de Carabineros. Todos los que vivían acá eran familiares de carabineros. Los que tenían familias más numerosas tenían las casas más grandes ubicadas en las esquinas.” (Alba Barros, 86 años). Según recuerdan los vecinos, el tipo de casa asignada no solo dependía del tamaño de la familia, sino también del rango y de la antigüedad que tuviera el funcionario. Existían tres tipos de casas en función de sus dimensiones: unas de cuarenta metros cuadrados que originalmente contaban 5 Ver Capítulo II. 6 Su homólogo actual es DIPRECA. 7 Miranda Becerra, Diego. La Policía y Carabineros: Ensayos Históricos y Biográficos. Mutualidad de Carabineros. Santiago, 2004.
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solo con dos ambientes y no tenían ventana en la fachada; otras de sesenta metros cuadrados construidos, con pasillo lateral, dos ambientes y una ventana en la fachada; y finalmente las que tenían entre cien y ciento veinte metros cuadrados construidos, con tres a cuatro habitaciones y pasillo central. Todos los tipos de casa tenían patio y punto de agua al fondo del terreno. En estos patios algunos vecinos instalaron hornos de barro e incluso criaban gallinas. “Yo nací en 1927 y ese año mi papá entró a la policía. Había una comisaría de tránsito que estaba en Catedral con García Reyes. Ahí salían los carabineros de blanco con cascos. Nosotros llegamos acá porque eran casas para policías, algunos jubilados y otros en servicio activo.” (Sergio Cofré, 90 años) Fuente: Archivo Dirección de Obras Municipales I.M.Santiago Plano de loteo N° 272 Población Parque Centenario, fechado 1912
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En 1922 ya habían comenzado en el barrio las obras para la construcción de un estadio, el célebre Stadium Policial de Santiago8. Algunos de los vecinos entrevistados recuerdan distintos episodios que dan cuenta del modo de vida en esos años. La construcción del estadio dio unidad al barrio y diversificó su vida social. Ya existía la parroquia y el colegio, donde los vecinos podían practicar la religión y educarse. Ahora se sumaba un lugar apto para el esparcimiento, los juegos y el deporte. Muchas cosas acontecían en ese lugar que congregaba a los miembros de la policía y a sus familias. Para el año 1936 el Estadio de Carabineros era uno de los campos deportivos más prestigiosos del país. No obstante, la Dirección General recibió una notificación judicial que establecía que el terreno en el que se emplazaba el recinto pertenecía al Arzobispado de Santiago. Las partes llegaron a un acuerdo, la Caja de Previsión Social de Carabineros fue la que finalmente desembolsó el dinero de la compra. No obstante, con los años el estadio comenzó a decaer, fue abandonado y posteriormente fue vendido. El cierre definitivo del estadio se decretó en 1945, en 1947 fue demolido y sobre sus ruinas se construyó una plazoleta que existe hasta el día de hoy. En el año 1927 se fusionaron los cuerpos de policía. Anteriormente existían las policías fiscales (incluida la Sección de Pesquisas, antecedente de la PDI), municipales y el Cuerpo de Carabineros, que era un regimiento del Ejército de Chile al cual se le habían asignado tareas de seguridad pública. El presidente Carlos Ibáñez del Campo estaba iniciando su primer mandato y no alcanzaba a imaginar la crisis económica que se avecinaba en el mundo, la famosa “Gran Depresión”, que impactó fuertemente en la industria minera del salitre y provocó grandes oleadas migratorias desde el norte de Chile hacia la capital. La crisis económica se tradujo también en escasez de alimentos, y ya que Ibáñez del Campo carecía de respaldo político en los partidos de la época, no pudo resistir la presión que recibió desde distintos flancos, especialmente desde los gremios y las federaciones de estudiantes de la Universidad de Chile y la Universidad Católica. Se vivía mucha agitación en las calles de Santiago, lo que se buscaba era derrocar al gobierno. “Mi mamá decía que en la esquina se agrupaban los carabineros y los bomberos, y que los manifestantes querían quitarles el armamento. Esto fue para la caída de Ibáñez del Campo. (...) Eran años difíciles y todo se hacía a pulso. Las calles y pasajes no estaban pavimentados ni tampoco contaban con vereda. Hasta que los vecinos, por iniciativa propia, se organizaron para realizar estas obras. “Aquí se pagó para que pavimentaran, no lo hizo la municipalidad porque esto era privado, de carabineros. Se pagaba por el metro de baldosa” (Elba Villanueva, 77 años). 8 Si bien este era el nombre oficial, luego sería conocido coloquialmente como el Estadio de Carabineros. Nota del Editor.
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RUTA POSTALES DEL BARRIO CENTENARIO
1 ) Estadio de Carabineros Las obras de construcción del estadio se iniciaron en 1922 y fue inaugurado en julio de 1923 por el presidente Arturo Alessandri. Se ubicaba en lo que actualmente es el Parque de Los Reyes, específicamente en la intersección de Bulnes con Balmaceda, y abarcaba hasta la altura de Ricardo Cumming. Originalmente denominado Stadium Policial de Santiago, fue la sede del Club Atlético Brigada Central del Cuerpo de Policía, aunque después terminó acogiendo a todos los equipos de la capital, ya que era el único estadio profesional que existía en Santiago. Tenía capacidad para albergar a doce mil personas y el campo de juego estaba rodeado de un empalizado que lo separaba del público, el que se ubicaba en las tribunas y galerías dotadas de una cubierta rústica. El complejo deportivo además tenía pistas de atletismo, tenis, baloncesto, un casino y un teatro al aire libre. Contaba con una piscina olímpica de cincuenta metros de largo, veinticinco de ancho y una profundidad aproximada de dos metros. “En esta orilla del Río Mapocho había un estadio con piscina y canódromo. Primero fue de Carabineros, luego lo compró Colo-colo. Había mucha vida social, sobre todo los fines de semana, había muchos eventos. También tenía unas piscinas enormes donde se organizaban competencias de natación”. Sergio Cofré, 90 años.
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Por esos años convulsionados llegó el servicio de electricidad al barrio, la unidad generadora de corriente continua se ubicaba en Mapocho con Almirante Barroso, y abastecía a una zona densamente poblada que iba desde San Pablo hasta la Alameda a través de la calle Ricardo Cumming9. Esto revolucionó la vida diaria, no solo porque los vecinos pudieron acceder a la luz eléctrica, sino también porque pudieron adquirir artefactos tecnológicos como la radio, a través de los cuales podían enterarse de lo que sucedía en Chile y el mundo, y también entretenerse con las radio novelas. Con el paso del tiempo las familias de carabineros se fueron agrandando, el espacio se les hacía insuficiente y muchos decidieron vender o arrendar sus casas para migrar a otras comunas. Este fue el principal motivo por el cual Centenario dejó de ser un barrio policial y pasó a ser un barrio de clase media trabajadora.
9 Chilectra (Chile). 75 años Chilectra S.A., Dept. de Relaciones Públicas, Chilectra S. A., Santiago, 1996.
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“Cuando yo vivía acá en Yungay no había luz eléctrica. Así que nos arreglábamos a chonchones de carburo o con lámparas de parafina con mecha. Cuando llegó la corriente en 1930, andaban todos comprando radios y todo el mundo escuchaba las comedias. Transmitían unas novelas muy buenas, relacionadas con la guerra. Los hombres llegaban del trabajo desesperados y se pegaban a la radio para escucharlas.” Serio Cofré, 90 años, vecino de calle Gral. Baquedano
Fuente: Memoria Chilena Der. Avda. Mapocho esquina Avda. Brasil / izq. - Afiche Central eléctrica Avda. Mapocho
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Gentileza: Esmeralda Corro - Margarita y Esmeralda con su madre en los aĂąos 40
CapĂtulo II 26
Un barrio residencial en el centro de la ciudad (1930 – 1959) EL ROL DE LAS ORGANIZACIONES EN LA ARTICULACIÓN DE LA VIDA SOCIAL Para los que viven hoy en el barrio o para los que transitan por esa zona de Santiago, puede ser difícil imaginarse cómo era el Barrio Centenario a mediados de la década del 30. El paisaje urbano y social tenía otra configuración, también eran distintos los objetos utilizados en el cotidiano, así como también las tecnologías que estaban disponibles. Por ejemplo, en el caso del transporte público, el tren era muy importante y estaba muy presente en la vida diaria, más aún con la Estación Mapocho tan cerca de los hogares: “El tren pasaba por la calle, a un costado del estadio. No eran eléctricos, eran a carbón, así que dejaban tremenda humareda. Y si te acercabas mucho cuando pasaba te podían saltar las chispas a la cara. Iba o venía de la Estación Mapocho y paraba en la antigua Estación Yungay, en Balmaceda con Esperanza. Tanto el tren como el tranvía pasaban por la calle, había que tener cuidado al cruzar.” (Sergio Cofré, 90 años). En 1931 el presidente Ibáñez del Campo renunció a su cargo y se exilió en la República Argentina. En Chile se sucederían por decreto diferentes personalidades en el cargo de presidente, luego surgiría el corto gobierno democrático de Juan Esteban Montero que en pocos meses sería derrocado por una Junta de Gobierno, la que prontamente sería también vencida, sumiendo al país en lo que se conoce como el período de la “Anarquía”. Hasta que en 1932 asumió Arturo Alessandri Palma, quien trajo un poco de estabilidad al país hasta 1938. Mientras, la vida en el Barrio Centenario continuaba y no podía ser de otra manera: las personas debían trabajar, estudiar, criar a los hijos, cultivar la fe (en el caso de los creyentes) y por supuesto, dedicarle tiempo al ocio y a las amistades. Fue en la década del 30 que surgieron algunas de las organizaciones más emblemáticas del barrio, como el Club Social y Deportivo Ricardo Cumming y el Club Crescente Errázuriz. Desde su fundación, el Club Social y Deportivo Ricardo Cumming, se convirtió en un motor de la vida social vecinal. La institución congregaba a niños, jóvenes y adultos que compartían la pasión por el deporte en diversas ramas, principalmente básquetbol, ping-pong y fútbol. Por añadidura reunía a las familias del barrio que apoyaban a su equipo en cada competencia. El club no descansaba,
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2) Club Social y Deportivo Ricardo Cumming Fue fundado el catorce de diciembre de 1934 y cuenta hasta el día de hoy con una sede ubicada en Ricardo Cumming 1291, casi en la intersección con el pasaje San Nicolás. En su interior se reúnen los miembros del club y se exhiben todo tipo de recuerdos como fotografías, trofeos ganados y medallas. También se conservan los viejos libros de asistencia y de socios. Todos los vecinos reconocen la importancia de este club, pues es una entidad emblemática en el barrio y cuenta con una larga trayectoria que atraviesa la vida de varias generaciones. En el Barrio Centenario hubo al menos cuatro clubes deportivos debidamente inscritos, pero el más importante y el único que ha perdurado en el tiempo es el Ricardo Cumming, y por ello es una institución tan representativa para el barrio. Además, al ser una organización con trayectoria, ha trascendido las fronteras del fútbol amateur al ver nacer a figuras que luego jugaron en las ligas mayores.
“Han salido varios jugadores profesionales de acá. Don Genaro Leiva es el primer jugador profesional que tuvo el Cumming. Jugó en Santiago Morning el año 40. El último fue Claudio Molina, que jugó en Colo-Colo” Víctor Zúñiga, actual Presidente C S. y D. R. Cumming 28
Gentileza Víctor Zúñiga - Club Social y Deportivo Ricardo Cumming
tenía partidos todas las semanas y publicitaba sus eventos con anuncios en los diarios. Por otra parte, en sus primeras décadas de existencia fue una organización auto financiada que dependía completamente del aporte de sus socios. Si bien desde sus inicios estuvo vinculado al deporte, el club también fue un promotor de celebraciones, como la Fiesta de la Primavera, la Navidad y los años nuevos. La Fiesta de la Primavera incluso contemplaba la elección de una reina, certamen que llenaba de ilusión a los vecinos del barrio. “El Club Deportivo Cumming fue bien significativo porque organizaba bailes en la calle para todos. Para Navidad se cerraban las calles Cumming y Castillo, toda la parte que bordea el club, allí se hacía la fiesta. Sacaban los parlantes y la gente iba a bailar para la Fiesta de la Primavera, Navidad y Año Nuevo.” (Alba Barros, 86 años). Según cuentan los vecinos, la sede fue comprada por ex jugadores profesionales que comenzaron jugando en el Cumming y que luego emigraron a Audax Italiano y Santiago Morning. Estos jugadores decidieron comprar el inmueble y cedérselo al club, con la condición de que si algún día desaparecía, se respete una cláusula de los estatutos que establece que el inmueble pasará a ser propiedad de Santiago Morning. 29
El club Ricardo Cumming llegó a tener tres equipos infantiles, tres equipos adultos y un equipo senior entre el año 75 y el 82. Esto se traducía en siete divisiones que jugaban los sábados y domingos en diferentes comunas de la Región Metropolitana dentro de la Asociación de fútbol amateur Santiago Norte. “Todo giraba en torno al fútbol en este barrio, así fue hasta los años 70. Nosotros tenemos actas desde el 14 de diciembre del 34 hasta el año 70. Después, con el tema del Golpe Militar, se perdió la continuidad, estuvo mucho tiempo cerrado el club. Ya después del Golpe empezó a cambiar el tema del deporte, se fueron perdiendo muchas cosas.” (Víctor Zúñiga, 52 años). Después del Golpe Militar, los vínculos que se mantenían con otras comunas comenzaron a perderse, pues muchos clubes barriales desaparecieron. Actualmente el club, solo participa en fútbol con tres categorías senior. Tiene aproximadamente cuarenta y cinco socios que participan activamente todas las semanas con sus familias, llegando a movilizar entre sesenta y setenta adherentes por actividad deportiva realizada.
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“Yo salí campeón en Santiago Norte con el Ricardo Cumming a los dieciocho años en la división juvenil. Era un campeonato anual, igual que los profesionales. Eran como 35 fechas y se jugaban en distintas partes, dos de visita y dos de local. Ganamos con mucha ventaja, faltaban cinco fechas y nosotros salimos campeones jugando contra Chilectra.” Víctor Zúñiga, actual Presidente C S. y D. R. Cumming
Gentileza Víctor Zúñiga - Jóvenes del Club Deportivo Ricardo Cumming
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3) Club Social Crescente Errázuriz y su Club de Rayuela
El Crescente Errázuriz es de los clubes sociales más antiguos del barrio. Ubicado en calle Franciscano Bardeci 2040, fue fundado en 1938 y funciona hasta el día de hoy. En sus comienzos reunía a vecinos que jugaban rayuela y a socios que iban a comer y a beber. En su personalidad jurídica aún figura como “sociedad mutualista”, probablemente por haber heredado los estatutos de la antigua Sociedad de Socorros Mutuos Unión Nacional. Actualmente, funciona como bar y restaurant y, en ocasiones especiales, como sede de congregación vecinal. La puesta en funcionamiento del comedor tuvo como fin específico la captación de recursos para mantener en funcionamiento el club. Es una agrupación sin fines de lucro que desde siempre se ha manejado con un directorio, el cual licita y elige al concesionario del bar restaurant. “En algunos lugares la rayuela tiene mala fama, porque se dice que los jugadores son buenos para el trago. Pero eso no es así, el trago es solo una excusa para compartir. Alberto Medel, 60 años 32
Gentileza Club Crescente Errázuriz - Insignia del club de rayuela Crescente Errázuriz
“Mi abuelo fue concesionario. Esa fue una época muy bonita en el Crescente Errázuriz, se hacían parrilladas con orquestas bailables. Eso tiene que haber sido en el 71. Y los gallos se desafiaban, decían “ya, juguemos una pichanga y el que pierde paga” o “ya, juguemos una pata de brisca y una pata de dominó”.(Víctor Zúñiga, 52 años). Era un lugar de reunión donde las personas podían conocerse a través del juego y la conversación Un lugar de encuentro donde se producían relaciones de confianza, las que contribuyeron a construir poco a poco el sentimiento de vivir en un barrio. “Era un lugar para distraerse después del trabajo. En la tarde jugábamos a la brisca, al dominó y a la rayuela. También había mesas de pool. Los viejos jugaban rayuela por botellas de vino. Se armaban dos parejas y los que perdían compraban la botella de vino a los ganadores. Los sándwiches, las pichangas, qué buena comida se servía.” (Víctor Zúñiga, 52 años)
Gentileza Club Social Crescente Errázuriz - Invitación 45vo aniversario
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VIDA COTIDIANA Y ESPACIO PÚBLICO La mayoría de los propietarios de las casas eran padres y madres jóvenes, y como podría esperarse de todo barrio en formación, estaba repleto de niños. Influenciados por el fervor deportivo de esos años, muchos niños jugaban al fútbol en los pasajes y armaban sus propias competiciones improvisadas. “Jugábamos mucho a la pelota. Jugábamos incluso de noche. Competíamos contra al pasaje San Nicolás, Castillo y Yungay. En verano no hacíamos otra cosa más que jugar, además no pasaba la locomoción, entonces ocupábamos toda la calle. Pero no apostábamos plata, competíamos por una sandía o un melón, el que ganaba se lo llevaba. Al final igual lo comíamos entre todos.” (Sergio Cofré, 90 años). El fútbol, al igual que hoy, era el deporte más popular, y además de competencia y actividad física, era un medio a través del cual se estructuraban las relaciones sociales a nivel local e intercomunal. “En un momento llegaron a ser más de cincuenta clubes en el sector que abarcaba entre la Alameda, Panamericana, Balmaceda y Matucana. Estaba el Club Deportivo Antonio Cabello que era de Martínez de Rosas, pasado Bulnes, el Casa Estadio que también era del mismo sector, estaba el Talleres Gráficos Rodríguez, el Presidente Errázuriz, el Club Deportivo Libertad, el Club San Pablo, eran muchísimos. Todos jugaban en la liga llamada Santiago Norte de Fútbol Amateur y abarcaba a Providencia, Independencia y Recoleta. Era una asociación de fútbol de 3ra o 4ta división, y ahí participábamos nosotros como Ricardo Cumming” (Víctor Zúñiga, 52 años). Algunos entrevistados recuerdan la primera mitad de la década del 40 como los “años dorados” de la vida social en el Barrio Centenario. Por una parte estaba el entusiasmo generalizado a raíz de las competencias deportivas, el Club Crescente Errázuriz recibía a delegaciones provinciales que venían a jugar en los campeonatos de rayuela, el Estadio de Carabineros era un centro recreativo en pleno apogeo a solo metros de las casas, los vecinos de los distintos pasajes se organizaban para adornar sus pasajes en Fiestas Patrias, Navidad y Año Nuevo. En fin, era una época de mucha actividad y alegría, y eso se grafica en los testimonios de los vecinos que disfrutaron de una niñez entrañable. Pero no solo los niños disfrutaban de las cualidades del barrio, también los padres se divertían con actividades de gente adulta: “Existían los malones antiguamente, donde ellos (los papás) se vestían de terno, corbata o vestidos para ir a las fiestas. Eran fiestas que terminaban a las cuatro, cinco de la mañana. Entonces toda la semana los adultos trabajaban, el fin de semana iban a los malones y hacían deporte. El domingo, iba toda la familia a ver los partidos al estadio.” (Víctor Zúñiga, 52 años).
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A fines de la década del 40 y principios de los 50, el barrio ya contaba con dos o incluso tres generaciones de habitantes. Se respiraba un aire familiar, los adultos organizaban fiestas en cada fecha importante, los niños y niñas forjaban su amistad y algunos jóvenes se enamoraban, algunos de los cuales con el tiempo formaron familia. Muchos vecinos hablan de lo mismo, y es que al parecer ocupar el espacio público era algo muy común en esos años. A tal punto que en las festividades la gente sacaba sus muebles, como si la calle fuera una extensión de sus hogares. Se servía la mesa con el mismo esmero y cariño que se hacía en el living de la casa. Se preparaban los platos especiales de las festividades y se tomaban tragos preparados típicos de cada ocasión: vino y chicha para los dieciocho de septiembre, cola de mono y champagne con helado de piña en año nuevo. “Para el dieciocho de septiembre se embanderaba la calle y se organizaba una fiesta para los niños. Lo mismo para la pascua y el año nuevo. Se compartía, la gente era solidaria, nos conocíamos todos los vecinos.” (Héctor Crisóstomo, 78 años)
Gentileza Club Social Crescente Errázuriz - Antiguos miembros del club
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DE PERIFERIA A CENTRO: CONFIGURACIÓN DE UNA ZONA COMERCIAL Paralelamente al desarrollo de estos sucesos, el Barrio Centenario se encaminaba hacia una condición distinta a aquella que le había visto surgir. Si bien a principios del Siglo XX aquellos terrenos eran considerados “periféricos”, lo cierto es que para los años 40 la ciudad ya había crecido y la periferia se había desplazado. Los alrededores del barrio comenzaron a ser atractivos para distintas empresas y comercios que se fueron instalando poco a poco. Fue así que a través de los años, pasó de ser un conjunto habitacional periférico a un barrio céntrico y estratégicamente ubicado. “Lo bueno era que teníamos todo cerca, no había que caminar más de dos cuadras para comprar comida, o para ir al zapatero, o al colegio. A veces teníamos que ir a hacer algún trámite a Yungay, otras veces teníamos que caminar hasta la Alameda, pero en general estaba todo cerca.” (Víctor Zúñiga, 52 años). En la década del 40 una de las primeras empresas que se instaló en el barrio fue la Compañía Frutera Sudamericana, y su llegada afectó positivamente la vida de los vecinos y vecinas, ya que muchos de ellos comenzaron a trabajar en este lugar. Efectivamente, los alrededores del barrio estaban transitando desde una zona residencial a una comercial. El auge de las empresas y el comercio estuvo muy relacionado con el modelo desarrollista que impulsó el presidente Juan Antonio Ríos. En esos años complejos una importante porción del planeta se desangraba en el campo de guerra y Chile vivió la crisis a pesar de estar lejos de ese escenario, pues como país exportador e importador dependía de sus socios comerciales en el norte y al otro lado del Atlántico. Por esta razón el presidente privilegió un modelo desarrollista de empresas, potenció la figura de CORFO y se preocupó de mantener controlado el tema del abastecimiento para el mercado interno. “Llegaban camiones todo el día para descargar y también para llevar fruta a otros lados. Los camiones venían de todos lados, del norte y del sur. Todo eso sumado al ajetreo en el salón de ventas. Allí (en la Compañía) trabajaba mucha gente del barrio y hacían todo tipo de labores, desde los que limpiaban la fruta, pasando por los vendedores, hasta los que hacían el trabajo pesado de descargar y acarrear la fruta de los camiones. También había oficinas y administrativos, choferes, de todo.” (Taller de línea de tiempo1). 1 Más adelante se reiteran citas referenciadas a partir del taller en el que surgieron. La gran mayoría de estas citas emergen dentro de conversaciones grupales, a veces superpuestas con otras opiniones expresadas simultáneamente. Es por esta razón que solo se indica la instancia y/o actividad de participación colectiva. De todas maneras, todos quienes asistieron a estos talleres aparecen debidamente mencionados en la sección “Reconocimientos” al inicio de este libro.
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“Era el año 45 o 47, yo era cabrita. Me acuerdo que con los niños del barrio jugábamos al pillarse, íbamos de casa en casa preguntando por el viejo pascuero. Todos los niños nos juntábamos en Mapocho, y cuando llegábamos ahí se suponía que el viejo pascuero ya había pasado por tu casa. Eso era súper lindo, daba emoción, uno se ilusionaba. Después salíamos los vecinos a la calle y nos dábamos un abrazo. Uno iba a las casas de la gente conocida para año nuevo, todos se saludaban, y te convidaban una cucharada de lentejas, por tradición.” Hilda Arrué, 74 años. Gentileza: Hilda Arrué - Eduardo Bown, Humberto Cabrera y otros mecánicos en Avda. Mapocho
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En 1975 cerró debido a un incendio. Muchos recuerdan ese acontecimiento ya que se trató de un desastre de proporciones, y tanto la policía como los bomberos debieron evacuar a los vecinos del barrio por precaución. En 1981 y ad portas de una fuerte recesión, la Compañía Frutera Sudamericana (que a pesar de ser transnacional siempre fue una mediana empresa) se declaró en quiebra, cesó oficialmente sus actividades y fue adquirida por Castle and Cooke, otra transnacional con casa matriz en Estados Unidos (Larrea, Espinosa y Sylva editores, 1987). Otro lugar que se recuerda con cariño es el Teatro O’Higgins. Aparece reiteradas veces en los relatos de los vecinos cuando nos acercamos a la reconstrucción de los años 50. Funcionaba como cine y ofrecía sus funciones para niños, niñas y jóvenes a la matiné, de once a dieciocho horas, y luego venía el rotativo, una película que podía verse las veces que uno quisiera hasta las doce de la noche. “Ahí se iban a pololear los papás. Mi papá y mi mamá pololeaban allá. El cine era solo una excusa.” (Sergio Cofré, 90 años). Pero el teatro ya funcionaba en las inmediaciones desde muchísimo antes. Este lugar fue fundado en 1924, pero en la reconstrucción histórica los vecinos no lo nombran sino hasta llegar a los años 50. En sus primeros años se usaba principalmente para la puesta en escena de obras teatrales y revistas2 de primer nivel, orientado a las clases más acomodadas de Santiago y de la burguesía que por esos años habitaba los actuales barrios Brasil y Yungay. Ubicado en calle San Pablo 2281, fue construido por una sociedad presidida por el empresario Aurelio Valenzuela Basterrica, quien era dueño de otros cines-teatro como el Brasil, Carrera, Septiembre, Chacabuco y Esmeralda. La construcción de fachada neoclásica y esculturas de moldura tenía capacidad para albergar a dos mil quinientos espectadores. En sus inicios dio tribuna a las más grandes obras del espectáculo, tanto del cine como del teatro y también de la música. Al masificarse el cine sonoro, y luego con la llegada de la televisión, el Teatro O’Higgins fue perdiendo sus aires de glamour y se convirtió en un espacio de entretenimiento popular. Es entonces cuando comienzan las sesiones rotativas y las matinés a las cuales asistía toda la familia, especialmente los días domingo. A mediados de los años 50 y principios de los 60, las clases acomodadas del centro comienzan a trasladarse al sector oriente de la capital y el teatro se vuelca comercialmente hacia el público popular del sector Mapocho. Más adelante también comenzó a ser alquilado como centro de eventos, bailes y fiestas. “Ahí se hacían competencias de rock & roll y cha cha cha. Mi mamá con su primo ganaron un concurso de rock & roll. Cuando mi mamá celebró sus setenta años, fue toda la familia al teatro y bailaron rock & roll otra vez.” (Taller de línea de tiempo).
2 Espectáculos picarescos que solían contar con la presencia de humoristas, orquestas o bandas, y vedettes.
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4) Compañía Frutera Sudamericana Era una empresa multinacional con casa matriz en Santiago que explotaba campos fruteros en Ecuador para luego exportar los productos a Chile (Striffler, 2002). Se instaló en el barrio en el año 1945. Su acceso principal estaba en Franciscano Bardeci, pero ocupaba toda la manzana que comprendía Brasil, Balmaceda, F. Bardeci y Gral. Baquedano. Su salón de ventas miraba hacia Brasil y allí se comerciaban productos al por mayor y al detalle. Muchos comerciantes de la ciudad iban hasta allá buscando los mejores precios, pero así también los vecinos y vecinas iban y compraban lo que necesitaban para el día o la semana. Era un lugar muy concurrido. “Era una frutera que importaba la mejor fruta a medida de su bolsillo. Si usted tenía plata podía comprar la mejor fruta, pero también había de otros precios y calidades. Para el 73 se formaban colas inmensas porque no había qué comer en otros lados.” Hilda Arrué, 74 años.
Fuente: Archivo “ Quiero Mi Barrio ” Taller de Barrio y Memoria Colectiva (mayo 2016)
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Dentro del barrio también se formaban parejas y llegado el momento se casaban en la Parroquia de Andacollo. Luego los hijos de esas parejas eran bautizados en el mismo lugar. El barrio seguía creciendo y transformándose. En 1953 se fundó la Empresa de Transportes Colectivos del Estado, cuya estación y oficinas se ubicaban en la calle Cueto. Desde ahí partía una locomotora que hacía el trayecto Santiago - Valparaíso - Viña del Mar. Esto hizo que circulara aún más gente por el barrio, el cual poco a poco iba creciendo en importancia en términos de ubicación, transporte y actividad comercial. Todo esto sucedía durante el segundo gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, quien gobernó hasta 1958. Al término de su mandato le sucedió en el cargo Jorge Alessandri, un presidente de derecha con un enfoque claramente gerencial, cuyos mayores objetivos fueron controlar la inflación y ajustar el gasto público. También incentivó la compra de viviendas para las clases medias y acomodadas, así como para los sectores populares. Fue en este período que se vivió uno de los terremotos más poderosos de los que se tenga registro en la historia de Chile: el terremoto de 1960 con epicentro en Valdivia, y que destruyó gran parte de la zona sur del país.
Gentileza: Hilda Arrué - Generación de 1938 en colegio Andacollo
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5) La Parroquia y el Colegio Nuestra Señora de Andacollo En 1912 se construye la Parroquia Nuestra Señora del Rosario de Andacollo, nombrándose cura y capellán al Presbítero Ladislao Godoy, conocido después como el “Cura de Andacollo”1. La parroquia y el colegio de Nuestra Señora de Andacollo, ubicada en Mapocho, entre Cumming y Cautín, en el límite sur poniente de la Población Centenario, forman parte de la memoria histórica y de la vida cotidiana actual de los vecinos y vecinas del barrio. Gran parte de la comunidad del barrio se han educado o han efectuado sus sacramentos ahí: bautizos, matrimonios. Igualmente, las personas mayores la distinguen como un lugar relevante, pues en torno a ella no sólo se practicaba la fe, sino que se generaban vínculos amistosos, de pareja y se construía comunidad. El escritor Nicómedes Guzmán, en su novela “La sangre y la esperanza” (1943), menciona al río Mapocho, los canales y la parroquia Andacollo, como parte del relato:
“Las campanas de Andacollo, al golpe del viento, bien podrían estar riendo lagrimosamente como novias en el goce de la primera posesión, o bien podían estar llorando por quizá que ausencia de tiempos pecadores”.
Una placa ubicada en la fachada del templo, recuerda que San Alberto Hurtado desarrolló actividades pastorales en esta institución, siendo además Director de la biblioteca del colegio Nuestra Señora de Andacollo. 1
Historia del colegio Nuestra Señora de Andacollo, www.cnsa.cl
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Gentileza Sergio Cofré Matrimonio de Sergio Cofré y Ana Luisa Muñoz en Parroquia Andacollo
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“Cuando había un matrimonio o un bautizo en la parroquia Andacollo y, en cuanto salían los festejados de la Iglesia, corríamos todos los niños del barrio a recoger las monedas o golosinas que tiraban los padrinos. Era una tradición y era una fiesta para todos. Gritábamos: ¡Padrinito cacho, tírate un pesito huacho!” Ana María Mella, 61 años.
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Gentileza Hilda Arrué - Niños jugando en pasaje de Población Centenario
Capítulo III 44
El barrio y un país que se moviliza (1960-1979) LA DÉCADA DEL 60 A raíz del cataclismo natural, muchas familias del sur que lo perdieron todo emigraron hacia Santiago y llegaron a la capital con lo puesto. Los vecinos y vecinas del Barrio Centenario recuerdan que muchas de estas familias venidas de Valdivia se instalaron en un asentamiento precario, una toma de terrenos ubicada a un costado del Río Mapocho conocida como Población Colo-Colo. Esta toma ocupaba los terrenos aledaños a la línea del tren que iba paralela a la calle Balmaceda. “Hubo un evento importante después del terremoto del 60. Llegó gente y se instaló donde antiguamente estaba la línea del tren, ahí en Balmaceda. Esa línea llegaba hasta la estación Mapocho. Se formó un campamento de pura gente sin hogar que venía de Valdivia. La población Colo-Colo existía de antes y estaba en ese sector donde ahora están los silos.” (Taller de línea de tiempo). Paralelamente a este sentido de lo foráneo o de lo distinto, los vecinos y vecinas del Barrio Centenario consolidaban su identidad territorial con fiestas y encuentros comunitarios que daban cuenta de toda una vida juntos. Hermosear los pasajes con banderines y otros objetos de cotillón ya se había hecho costumbre en las fechas importantes e implicaba una organización y un trabajo colectivo, lo que de paso reforzaba los lazos de amistad y solidaridad entre vecinos. Los padres de familia conocían a los niños que jugaban en los pasajes, y estos tenían edades parecidas y jugaban tardes enteras en la calle, hasta que se hacía de noche y se les llamaba para que entraran a sus casas. La calle era el patio de juegos colectivo, y esto se dio así en parte por el reducido tamaño de las viviendas. Más aún en verano, no se podía estar adentro por el calor, así que la gente aprovechaba para sacar las sillas a la calle, tomar un poco de sol y con un poco de suerte refrescarse con el viento. “En esa época pasaba el caballero del mote con huesillo y el carrito con los chupetes de helado. Todos compraban porque tenían sed y calor. La gente se sentaba con sillas de playa afuera de las casas.” (María José Lagos, 39 años). El rock & roll se había vuelto una moda mundial, y Chile no era la excepción. La Nueva Ola ya contaba con muchas estrellas, y a nivel local existían algunas bandas musicales compuestas por jóvenes, como “The Clown” y “Los Jet”, que en una ocasión actuaron en Maturana con pasaje Clentaru y juntaron a muchas personas que comenzaron a bailar en plena calle.
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En el año 62 se realizó el Mundial de Fútbol de la FIFA con sede en Chile y coincidió con la consolidación de la televisión como medio de comunicación masivo. Pero muy pocos chilenos tenían un aparato en sus casas, y por esto ver televisión casi siempre se volvía un suceso colectivo. “Había una sola señora en el pasaje que tenía tele, y nos cobraba diez pesos para ver una hora. Todos los niños íbamos a su casa.” (María Bravo, 57 años). En el año 63 se transmitió el primer discurso presidencial por cadena nacional, y en el año 64 los chilenos vieron por primera vez una parada militar desde sus hogares. La forma de construir y experimentar la realidad se había transformado gracias al impacto de los medios de comunicación.
Gentileza: Enrique Espinoza - Jóvenes en la Población Centenario a principios de los 60
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Gentileza: Enrique Espinoza - Primos en pasaje Clentaru a principios de los 60
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Gentileza: Ana MarĂa Mella - CocinerĂa en Terminal Pesquero y (abajo) gerente Terminal Pesquero
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LA IMPORTANCIA DEL TERMINAL PESQUERO En 1967 se instaló en el barrio el Terminal Pesquero y con su llegada se crearon directa o indirectamente nuevos puestos de trabajo para los residentes del barrio. La actividad del Terminal Pesquero modificó en parte la estructura social del barrio, que por mucho tiempo se vio absorbida en la órbita de este importante comercio. Como algunos vecinos y vecinas recuerdan, los comerciantes que venían de muy lejos no partían inmediatamente a sus hogares, sino que se daban unos días para concretar y finiquitar sus negocios, y para ello arrendaban habitaciones en las casas más pequeñas del barrio. “Había gente que venía de Ancud y tenían que arrendar, estaban un par de días acá, hacían sus ventas y cobranzas, se quedaban en esas casitas chicas. Nosotros le arrendábamos a unos pesqueros y pagaban súper bien.” (Taller de recorrido comentado). Como es sabido, la temporada fuerte del comercio de los productos del mar, era y es Semana Santa. En esos días el Terminal Pesquero era visitado por miles de personas y los angostos pasajes del barrio colapsaban por el tránsito vehicular, los puestos ambulantes y los visitantes de a pie. Algunos vecinos y vecinas recuerdan que en esas jornadas extenuantes se mezclaba la algarabía con el trabajo, se vivía una verdadera fiesta popular. “Acá se llenaba en Semana Santa. ¡Tres días de fiesta! Cerraban la calle y no podías entrar ni por Brasil ni por ninguna parte. Era pura gente buena, los comerciantes eran solidarios entre ellos. Si se enfermaba uno, los demás hacían una “cucha” para juntar plata y ayudarlo. Si a alguno se le quemaba la casa también. Todos solidarios”. (Taller línea de tiempo). Una parte importante de los locatarios y empleados del terminal tenían filiación política. Según cuentan los vecinos, predominaba la presencia del Partido Socialista y también funcionaba un sindicato de trabajadores. “Mi abuelo fue administrador de la pesquera desde el año 70 hasta el Golpe. Después del Golpe tomaron control del terminal los militares. Mi abuelo se fue preso y estuvo tres meses en el estadio. Pertenecía al Partido Socialista.” (Víctor Zúñiga, 52 años). El Terminal Pesquero funcionó hasta 1996, año en el que fue trasladado a la Comuna de Lo Espejo. El terreno fue vendido a la sociedad inmobiliaria Habitacoop. Las razones para este traslado fueron múltiples, pero muchos vecinos de Santiago y otros locatarios ajenos a la actividad pesquera se quejaban continuamente con la municipalidad de los atolladeros interminables y del mal olor que se esparcía en los alrededores. 49
RUTA POSTALES DEL BARRIO CENTENARIO
6) El antiguo Terminal Pesquero de Santiago El terminal abarcaba toda la cuadra de R. Cumming, Yungay y Presidente Balmaceda. Funcionaba de martes a domingo desde la madrugada hasta las dos de la tarde. Antes de ser terminal pesquero, el inmueble funcionaba como fábrica de alimento para aves. Varios vecinos y vecinas trabajaron en él, algunos fueron empleados, otros locatarios, otros eran comerciantes ambulantes y otros iban y compraban al por mayor para sus pescaderías en las ferias. Los empleados y administrativos empezaban a trabajar a las tres y media de la mañana y se quedaban hasta el mediodía. El terminal tenía dos hangares, por uno ingresaban los camiones y en el otro se instalaban los puestos comerciales. La entrada de camiones estaba en la calle Yungay. Éstos llegaban desde las diez de la noche y venían cargados de productos marinos procedentes de la zona sur del país, así como también de San Antonio y Coquimbo. Existía un casino de almuerzos, también cocinerías más pequeñas y una licorería. “Las cocinerías eran abiertas al público. Mi suegra abría a las tres de la mañana. A esa hora entraban los regalones. El “caldo de pata” era el plato fuerte. A mi suegra le decían la “reina del caldo de patas” y yo era la princesa. También estaba el “Palacio de las Moscas”, como se le decía a la botillería. Allí compraban las bebidas alcohólicas algunos trabajadores del terminal. Le llamaban el Palacio de las Moscas porque los cargadores entraban sopeados de sudor (por el esfuerzo físico que hacían), se tomaban un copete y se iban a trabajar de vuelta. Entonces estaba todo lleno de moscas por el olor. Los trabajadores tomaban así, rápido, para resistir el frío”. Ana María Mella, ex secretaria del Terminal Pesquero de Santiago 50
“Llegaban camiones desde las diez de la noche y tomaban posición para la descarga. Los primeros venían desde Puerto Montt y traían los mariscos. Los que llegaban más tarde traían el pescado y venían de San Antonio (...) Había tres andenes y la mayoría de los funcionarios administrativos eran hombres. Doce hombres y yo la única mujer. Yo era “la sirenita”. Los feriantes llegaban temprano para comprar. Algunos hacían trueque. Por ejemplo alguien traía mariscos del norte, de Coquimbo, intercambiaba y se llevaba otras cosas del sur. A las siete de la mañana se ponían a vender mariscos.” Ana María Mella, 61 años.
Gentileza: Ana María Mella - Trabajadores del Terminal Pesquero de Santiago
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EL INICIO DE UNA DÉCADA CONVULSIONADA En los años 70 la ubicación del barrio se había vuelto estratégica, estaba cerca de todo. Tenía mucha actividad comercial, proveedores de todo tipo y productos a precios convenientes que atraían a consumidores de otras comunas. Uno de los locales comerciales más recordados de ese tiempo es la Panadería Anexa los Andes, famosa por su exquisito pan, ya fuera marraqueta o hallulla, recién hecho y calientito. El año 71 es memorable por varias razones. El 24 de mayo por la tarde, la tranquilidad del Barrio Centenario se vio interrumpida por el ruido de disparos. Una unidad revolucionaria que se había separado del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, el VOP1, asaltó un camión de seguridad que retiraba dinero desde el supermercado Montemar. En su escape los asaltantes dieron muerte a tiros a un carabinero que cumplía servicios de vigilancia. En esos años Salvador Allende ya era presidente de Chile e intentaba consolidar el programa de la Unidad Popular. El MIR ya no era perseguido, había salido de la clandestinidad y se había convertido en un partido político opositor al gobierno, pues se alineaba con la izquierda radical y promovía el empoderamiento de las organizaciones de base. De todas formas aceptaba las reglas del juego de la política partidista. En tanto, algunos miembros del MIR no estaban de acuerdo con llevar a cabo adelante la revolución socialista de forma pacífica y se negaban a abandonar la vía armada como forma de lucha contra la oligarquía. En ese contexto se enmarca el asalto al camión de valores en el supermercado Montemar: si bien, la Unidad Popular había ganado en las urnas, no todos los sectores de la izquierda se habían alineado con Allende, a quien se le consideraba un reformista, un moderado de la vía legal e institucional. El 71 se vivió además un invierno inusual, ya que una nevazón cubrió de blanco las calles y techos del barrio, un espectáculo muy raro de ver en el centro de Santiago. Para el año 72 comenzaron a sentirse los efectos negativos del desabastecimiento de alimentos en todo Chile, incluido el Barrio Centenario. Esto hizo que la vecindad se polarizara entre quienes apoyaban al gobierno de Salvador Allende y los que estaban en contra de la Unidad Popular. La administración de Allende creó ese mismo año, a través de la Dirección de Industria y Comercio, las Juntas de Abastecimiento y Precios con el fin de controlar de forma centralizada la logística y la distribución de los alimentos en el territorio nacional. Se conformaban a partir de comités locales presididos por vecinos que ya formaban parte de organizaciones de base afines a la Unidad Popular2. 1 Vanguardia Organizada del Pueblo 2 Centro de Estudios Enríquez, Miguel. Dirección de Industria y Comercio, 1973, en Orientaciones para el trabajo de las JAP. Santiago, 2011.
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“En tiempos de la UP el barrio estaba dividido. Todos nos conocíamos aquí, sabíamos quién era de izquierda y quien era de derecha, y también había mucha gente de la democracia cristiana. En los almacenes había abastecimiento porque había vecinos que eran dirigentes de la JAP, la Junta de Abastecimiento Popular. El centro de abastecimiento era grande y estaba en Balmaceda. La gente llegaba de madrugada y se formaban filas enormes. Todos estos negocios de acá abastecían, llegaban los camiones de noche y descargaban los alimentos”. Sergio Cofré, 90 años
Gentileza: Francisco Giaconni - Nevazón del 71 en pasaje Tracción (ex-Pasaje Andacollo)
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EL GOLPE Como decíamos anteriormente, muchos de los vecinos y vecinas que trabajaban en la Compañía Frutera, el Terminal Pesquero, o la Empresa de Transportes Públicos estaban afiliados a algún sindicato con cierta ideología política. El Terminal Pesquero tenía una marcada orientación socialista y se vio inmediatamente intervenido por los militares después del Golpe Militar de 1973. Varios de sus dirigentes fueron detenidos y el barrio completo se sumió en el desconcierto y la incertidumbre. La Junta Militar decretó toque de queda y los primeros días después del derrocamiento de Allende ningún vecino podía salir de su casa. “Para el Golpe estuvimos tres días aquí encerrados sin salir a la calle, si los niños salían a la calle tenían que correr a esconderse cuando veían a los militares. Al tercer día fuimos al centro y pasamos por La Moneda. Los autos estaban aplastados y no había gente en las calles. La gente estaba guardada adentro de sus casas” (Taller de línea de tiempo). “Mi papá estuvo acuartelado. Nosotros no lo vimos hasta el día quince. Nosotros sufríamos aquí, porque en ese tiempo el barrio estaba dividido entre izquierda y derecha, era muy marcado. Fue un momento muy difícil por los ruidos, las bombas, y eso, nosotros colocamos colchones en las ventanas, estábamos aterrorizados.” (Taller der línea de tiempo). En vista de los sucesos del año 73, la camaradería en el barrio declinó, y la organización de las tradicionales fiestas en las fechas importantes fueron espontáneamente suspendidas. Ese año no se celebraron las fechas importantes, todos tenían miedo, nadie quería salir y así se vivió uno de los dieciocho de septiembre más tristes de los que se tenga recuerdo. “Yo jugaba en la calle desde los seis años, pero con el tema del Golpe la gente tomó miedo, y se terminaron los campeonatos bruscamente. Entonces no podías salir a la calle, había toque de queda. Siempre hubo temor después del 73, se transformó en una cosa constante. Este era un barrio muy deportivo, pero el Golpe lo cambió todo.” (Víctor Zúñiga, 52 años). Luego los vecinos intentaron seguir con sus vidas y se esforzaron por mantener la moral en alto. Especialmente importante para ellos fue la Parroquia Andacollo, institución en la que muchos encontraron consuelo, y no solo en términos de fe o espiritualidad: La Parroquia Andacollo tenía una orientación política de izquierda y los sacerdotes que la administraban habían sido formados en la doctrina social de la iglesia. Era, por lo tanto, una parroquia involucrada con su comunidad de feligreses, y esto no era bien visto por las nuevas autoridades militares.
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RUTA POSTALES DEL BARRIO CENTENARIO
7) Panadería Anexa Los Andes En la esquina de Maturana con Franciscano Bardeci se encontraba la panadería Anexa Los Andes. Era la principal panadería y abastecía a todo el barrio. Todos se encontraban ahí en algún momento de la semana. “Pan, pasteles, tortas, empanadas, fabricaban de todo. Mucha gente del sur llegó a trabajar aquí. Abasteció a los restaurantes que se encontraban dentro del terminal pesquero. Acá todos se encontraban, tanto en la mañana como la hora de once. La gente se ponía a conversar, era un lugar que congregaba. Era un negocio familiar. Al morir los dueños, los herederos no quisieron seguir en el rubro y decidieron vender la panadería y dividir la ganancia, por eso cerró. A nosotros nos hacían el primer pan, el que iba para las cocinerías. Por eso cuando se fueron sufrimos, porque entonces tuvimos que ir a buscar el pan a la San Pedro. Ahí nadie nos regaloneaba.” (Taller de recorrido comentado). Su declive comenzó en 1975 y en el año 1980 finalmente cerró sus puertas.
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“La Parroquia Andacollo siempre apoyaba a la gente. Después del Golpe llegaron helicópteros porque decían que los curas eran comunistas, solo porque ayudaban a la gente más necesitada. El año 73 llegó el padre Joan Alsina y lo mataron ese mismo año en el puente Bulnes. Dicen que cuando estaban por dispararle él les dijo a los soldados ‘mírenme de frente para poder darles el perdón’, pero lo mataron por la espalda. Era apenas un jovencito.” (Hilda Arrué. 74 años). “El padre Gerardo Papen era amigo de Joan Alsina y una vez contó que era a él y a Joan a quienes buscaban. Además la Parroquia Andacollo era controlada por la orden de Santa Cruz, los mismos del colegio Saint George. El colegio Saint George y la Parroquia Andacollo siempre abrieron sus puertas a la gente de escasos recursos.” (Taller editorial). Entre 1919 y 1973 el colegio sufrió un permanente déficit económico y de matrícula, razón por la cual estuvo a punto de cerrar en varias ocasiones. Después del Golpe de 1973, la administración parroquial fue traspasada a los sacerdotes capuchinos y también comenzaron a colaborar algunas monjas carmelitas, a pesar de que en los años anteriores los que venían haciéndose cargo de los servicios parroquiales y de la administración del colegio eran sobre todo laicos. Los problemas económicos no habían desaparecido, muy por el contrario, se agudizaban año tras año y en repetidas ocasiones se solicitó la intervención del Cardenal Silva Henríquez para cerrar el establecimiento. Hasta que en 1975, ya en dictadura, los Padres James D’Autremont y Charles Delaney, del Saint George’s College, visitaron el colegio recomendados por el Cardenal, quien les había pedido que hicieran algo para sacar adelante a ese colegio que tanto significaba para el Arzobispado de Santiago. Fue entonces que se hizo cargo tanto de la parroquia como del colegio la Orden de Santa Cruz, originaria de Estados Unidos. La orden realizó modificaciones estructurales, construyó una biblioteca y una sala de estudios, profesionalizó el ejercicio docente e incorporó a las niñas al colegio, que hasta ese entonces era solo de varones. En 1976 asumió la rectoría el padre norteamericano Roberto Simon. En este período se incorporó el sistema de becas para alumnos de buen rendimiento, y muchos de los beneficiarios pudieron acceder a la educación superior. Muchas de las familias de vecinos del barrio Centenario sienten un especial aprecio por el colegio, ya que más de una generación se formó en él. “Ahí se formaron todos los niños. Incluido mi marido estudió en el colegio Andacollo, egresó de ahí.” (Ana María Mella, 61 años). Hasta el día de hoy la Parroquia y el Colegio Andacollo son consideradas las instituciones más significativas del barrio. Gran parte de los vecinos y vecinas se han educado en el colegio o han efectuado sus sacramentos en la parroquia. Si bien la historia del colegio no estuvo exenta de problemas económicos y quiebres internos por razones políticas, la comunidad educativa y los vecinos históricamente colaboraron para que el colegio no cerrara y siguiera funcionando. De hecho algunos ex alumnos, residentes del Barrio Centenario, dieron clases ad honorem en esa institución
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como un gesto de agradecimiento y una forma de retribuir la formación recibida. Actualmente el párroco es Joseph Tomei, quien es muy cercano a las y los vecinos del barrio, y con quien el Programa Quiero Mi Barrio ha establecido un vínculo cercano, siendo la parroquia un espacio importante para la realización de actividades comunitarias que fueron fundamentales a la hora de relevar información, como por ejemplo talleres y reuniones. El “Padre Pepe”, como es llamado con cariño por sus feligreses, vino a Chile en 1985 para dar clases en el Colegio Andacollo y trabajó ahí hasta 1992. Luego regresó como párroco en febrero de 2015 y sigue en ese cargo hasta el día de hoy.
Gentileza: Padre Joseph Tomei - Padre Pepe y alumnos del Colegio Andacollo a principios de los 80
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Gentileza Fernando Moya - Cumpleaños en pasaje Clentaru, años 80
Capítulo IV 58
Un barrio que se reinventa (1980 – 1989) LOS MERCADOS PERSAS En los años que siguieron al Golpe Militar se sucedieron nuevas transformaciones que afectaron la vida diaria de los vecinos. El centro de Santiago se caracterizaba por contar con mucho patrimonio histórico y al mismo tiempo por tener calles e inmuebles muy deteriorados, así como también casas abandonadas. Los censos demostraban que la población había disminuido en la comuna1 y el Barrio Centenario acentuaba aún más su carácter comercial con la inauguración del Persa Ferretero de Balmaceda, el cual luego fue trasladado al galpón que actualmente alberga a los anticuarios. Con el traslado del persa cambió el rubro de los comerciantes, quienes se abocaron principalmente a la venta minorista de ropa a precios muy convenientes para la época. Fue tal el éxito de este centro comercial, que muchos locatarios comenzaron a instalarse en la vía pública porque el espacio asignado al persa no daba abasto, y según relatan algunos vecinos y vecinas, las calles del barrio se abarrotaban de consumidores venidos de todos los rincones de la capital, sobre todo los fines de semana. Este fenómeno da cuenta de una transformación de la sociedad chilena en su conjunto, lenta, paulatina, pero irreversible. El gobierno de Pinochet tenía claras sus metas en materia económica. Si bien se trataba de un gobierno de facto y autoritario, su misión a largo plazo era instaurar el libre mercado, privatizar las instituciones del Estado, fomentar las importaciones e impulsar el consumo con crédito en las capas medias de la sociedad. En ese contexto se entiende el surgimiento de los persas, como la antesala de los actuales malls. “Venían de todas partes a comprar porque no existían los malls. El persa era el mall.” (María Bravo, 57 años). No debemos olvidar que Chile recién intentaba recuperarse de una fuerte recesión. El aumento en los índices de consumo no tenía que ver específicamente con un alza en los sueldos, sino más bien con la entrada al país de mercancías baratas que competían con la industria nacional. Así fueron los mercados persas, pequeños locales comerciales agrupados dentro de galpones y también instalados en stands desmontables en los alrededores. 1 Rojas, Eduardo. Volver al centro. La recuperación de áreas centrales urbanas. Banco Interamericano de Desarrollo. Nueva York, 2004.
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“Se remodelaron varios sectores del parque e hicieron espacio para que se instalaran los persas. Fue el boom de los persas en los años 80, eran gigantes y se llenaba de personas el fin de semana. Yo le compraba mi ropa ahí a mi hija, había de todo y era barato.” (Ana María Mella, 61 años). Pinochet seguía en el poder, pero con los años el miedo se fue atenuando, la gente volvió a retomar la vida barrial, se hizo habitual ver a los vecinos reunidos en el espacio público, incluso jugando a las cartas con sillas y mesas dispuestas en la vereda, como sucedía en calle Brasil. Del mismo modo, resurgieron las clásicas celebraciones en los pasajes, aquellas que le daban notoriedad al Barrio Centenario. Cumpleaños, santos, aniversarios, despedidas, pascuas, navidades, años nuevos, todas las excusas eran buenas para armar una gran mesa familiar y para colgar guirnaldas y banderines. Lo mismo sucedía con el dieciocho de septiembre: aquellos que no querían ir hasta el Parque O’Higgins a celebrar, podían disfrutar del pequeño escenario familiar que se armaba en la cercana Plaza Panamá, en Maturana y Martínez de Rosas. “En los 80 aquí se juntaba plata para comprar juguetes para los niños en Navidad, y se hacía cola de mono en año nuevo, se compraba pan de pascua, salían todas las mamás a la calle, nosotros bailábamos y compartíamos la comida.” (Elba Villanueva, 77 años). En esos años también se instaló en el sector el Laboratorio Squibb Brystol-Myres, una farmacéutica transnacional cuya casa matriz se encuentra en Nueva York. Algunos vecinos recuerdan los años 80 como la época dorada del baby fútbol. A diferencia del fútbol tradicional, en el baby se juega con equipos de cinco personas en canchas de quince por veintiocho metros donde lo principal es el toque (los pases) y la rapidez en el juego. Aledaña al barrio Centenario existía una vieja maestranza en desuso, la de los tranvías de la CEC, y ahí se instaló una cancha para jugar. A diferencia del fútbol federado del Club Deportivo Cumming, estos partidos se organizaban informalmente y no convocaban a equipos de otras comunas, sino solo a los del sector. Luego, con los años, el terreno en el que se ubicaba la cancha fue vendido y se instaló lo que actualmente se conoce como el Galpón de los Anticuarios, famoso por sus muebles restaurados y otras antigüedades. “Lo que pasa es que antes eran puras murallas no más, estaba vacío. Había pozos, allí se metían y trabajaban los mecánicos. En otro pequeño sector había oficinas. Pero más allá de eso no había nada.” (Taller línea de tiempo). Hacia fines del siglo XIX comenzó la electrificación del tranvía, tanto de Santiago como de otras ciudades y pueblos de Chile. Éstos fueron nacionalizados y estatizados, se creó la Empresa Nacional de Transporte Eléctrico (1945-1953) que luego pasó a denominarse Empresa de Transportes Colectivos del Estado, más conocida como la ETC (1953-1959). A fines de la década de 1940 aparecen los trolebuses que, con los microbuses, se impusieron al tranvía por la velocidad de viaje, agregando 60
a ello el explosivo aumento del parque automotriz chileno. El tranvía fue retirado de Santiago en 1957. Antes de convertirse en lo que es hoy, los terrenos fueron adquiridos por una asociación gremial que instaló un negocio de compra venta de automóviles. “El Persa Brasil, hoy en día Galpón de Antigüedades, antes era una compra venta de autos. A ese mercado llega mucha gente con dinero a comprar muebles, no solo chilenos, también extranjeros.” (Taller línea de tiempo). “En la década del 80 más o menos se construyó. Fue realmente un boom comercial, el día sábado y domingo era un mar de gente que se venía.” (Taller línea de tiempo)”.
Archivo “Quiero mi Barrio”- Casas en Maturana con Clentaru donde se implementó el Subsidio de Mejoramiento de Viviendas PPPF MINVU año 2016.
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Gentileza Enrique Espinoza - Juego de cartas en calle Brasil
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Gentileza Asociación de Anticuarios Galpón de Los Reyes El Galpón de antiguaedades hoy (Arriba) (abajo) https://galpondelosreyes.weebly.com/blog Fotografía de época, aparcamiento de los trolebuses.
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RUTA POSTALES DEL BARRIO CENTENARIO
8) “Galpón de Antigüedades Parque de los Reyes” En Av. Brasil con Presidente Balmaceda, en el llamado “Galpón de los Reyes”, funciona uno de los mercados de antigüedades más importantes del país. En este lugar, 227 locatarios1 se dedican a la recolección, restauración y venta de antigüedades, así como también a la fabricación de muebles de diversos estilos. “El Galpón”- declarado Inmueble de Conservación Histórica por el Plano Regulador Comunal- fue construido a comienzos del s. XX, en el marco de un proyecto integral para dotar de electricidad y transporte público2 a la capital, albergando a la maestranza de tranvías pertenecientes a la “Chilean Electric Tramway and Light Company Ltda”. “En este lugar se ubicó el Patio de Operaciones y la Maestranza del sistema de tranvías. Al mismo tiempo, en sus inmediaciones, se construyó la Planta de Fuerza Eléctrica, también en funcionamiento hasta hoy. El primer tranvía salió del Galpón de los Reyes en septiembre de 1900 y el último a comienzos de la década de 1950. Todo el proyecto estuvo a cargo de capitales ingleses y posteriormente pasó a mano de empresarios alemanes. El 1947 pasó a manos del Estado”. 2 Con la notable disminución de la actividad tranviaria en Santiago, los galpones pasaron a manos del Estado que los usó como bodega de los tranvías y trolebuses. “En 1978, la Empresa de Transportes de Chile, ETC, fue privatizada y las instalaciones se remataron”3. 1 Stgo de Todos. Periódico de la Municipalidad de Santiago. Edición n° 4, 2017 2 Información facilitada por la Asociación de Anticuarios del Galpón de los Reyes, sistematizada por el historiador y arquitecto Marcelo Mardones. 3 Ibídem.
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LA NATURALEZA SE HACE SENTIR En el sector del actual Parque de los Reyes, se situaba la población Nueva Colo-Colo, que surgió de una toma de terrenos que se produjo alrededor del año 1948. Se ubicaba entre Ricardo Cumming y Avenida Brasil donde anteriormente estaba un canódromo que organizaba carreras de galgos. La Población Colo-Colo, se caracterizaba por sus construcciones hechas con retazos de madera y planchas de fonola y zinc. Era un conjunto de viviendas extremadamente pobre que no contaba con ningún servicio básico (agua potable, luz, alcantarillado, gas). Para cocinar y calefaccionar los ranchos se usaban chonchones de parafina2 y por eso el interior de las viviendas sin ventilación estaban tiznadas de hollín. Para superar esta precariedad y la constante necesidad surgió en la población un comité de vecinos entre 1954 y 1956, el que consiguió alumbrado domiciliario. Después este comité se constituyó como una organización de socorros mutuos, y más tarde adquirió la figura legal de cooperativa para la vivienda. Esta cooperativa reunía a ochenta familias que abrieron libretas de ahorro en el Banco del Estado, y posteriormente fueron beneficiadas por la CORVI, que les asignó viviendas en el sector de Lo Valledor En los 80 se erradicó definitivamente a la población Colo Colo del terreno que luego se usaría para construir el Parque de Los Reyes. Debemos tener en cuenta que en esta década Chile vivía un proceso de transformación radical en el plano económico, pero que solo se materializaría a partir de los 90. El país buscaba abrirse internacionalmente y generar vínculos de libre mercado, ya fuera para potenciar las exportaciones como para incentivar la inversión extranjera. En ese sentido se enmarcan una serie de políticas habitacionales que buscaron erradicar campamentos y asignar viviendas sociales en Chile desde mediados de los 80 y que luego continuarían con los gobiernos de la Concertación. Pero por sobre todas las cosas, los 80 fueron años en los que la naturaleza se hizo sentir, principalmente en los sectores céntricos y antiguos de la capital. En el 82 se produjo el recordado desborde del río Mapocho. “Fue tremendo, una lluvia que no paraba nunca. El agua pasaba por encima del Puente Bulnes. Se desbordó el Mapocho, el caudal se llevó autos. Yo estaba embarazada y tuve mucho susto, veía desde mi ventana como corría el agua y el barro. Todo el barrio se conmocionó.” (Taller de línea de tiempo). Años más tarde toda la zona central del país se vería afectada por el terremoto del 85, con epicentro en San Antonio. Ciudades y pueblos enteros se vinieron abajo. Del mismo modo, el centro de Santiago sufrió daños estructurales, como por ejemplo en el barrio Brasil y Yungay. No sucedió así con las 2
Un tipo de lámpara con mecha a base de combustible.
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casas de la Población Centenario, éstas resistieron el sismo porque fueron construidas con paredes de tabique rellenos y fachadas de ladrillo cocido. La solidaridad entre los vecinos y vecinas en la catástrofe del terremoto, que se manifestó en la prestación de albergue y donación de ropa y alimentos, fue un acto que marcó la vida comunitaria en términos de unión y solidaridad. “A la parroquia se le cayó la cruz y quedó enterrada frente al canal. Quedó como fundida en la tierra, porque estaba el canal y esa tierra estaba blanda. Cayó con el armazón de la cúpula y todo. Se te paraban los pelos al ver la cruz enterrada en el suelo, era una cosa muy impresionante.” (Ana María Mella, 61 años). Gentileza Padre Joseph Tomei - Fachada del Templo de la Parroquia Andacollo con daños posteriores al terremoto de 1985
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Archivo Programa “Quiero mi Barrio” - Edificios en el horizonte pasaje San Nicolás
Capítulo V 68
Los 90 y los cimientos del mundo contemporáneo VUELTA A LA DEMOCRACIA Y RENOVACIÓN URBANA Chile salía de una dictadura y entraba nuevamente en una era democrática. El antecedente de esta transición fueron las campañas del Sí y el No, la antesala de la década que estaba por comenzar. “Nosotros somos de familia política. Mi abuelo fue fundador del partido Socialista y toda la familia completa trabajó para la campaña del No. Pero yo empecé a trabajar en CORPORA, que era de los Ibáñez, todos de derecha. A mí me obligaron a ser vocal de mesa, pero por la derecha. Y las instrucciones eran que peleáramos todos los votos, querían que quedaran todos los votos. Entonces si veía un voto por el No, tenía que decir que era nulo. Tuve que vivir las dos caras de la moneda. Por trabajo tenía que estar con el Sí y por la familia con el No.” (Taller editorial). Finalmente ganó “el No” por un estrecho margen. Chile vivía el inicio de una transición histórica. En 1989 se realizaron las primeras elecciones abiertas después de diecisiete años. En las urnas se impuso Patricio Aylwin, y del mismo modo cabe recordar que en esos primeros años de democracia fueron elegidos los nuevos alcaldes de las distintas comunas. A finales de la década se incentivaron las políticas de “Renovación Urbana” que buscaban contribuir al repoblamiento de Santiago, que por mucho tiempo había visto como disminuía sistemáticamente su población residente. Se favoreció así un diseño urbano de edificación en altura en el centro de la capital dirigido por la nueva municipalidad, cuyo fin era, por una parte, frenar el deterioro de los barrios antiguos (entre ellos todo el sector norponiente aledaño al río Mapocho, donde está la Población Centenario) y por otro revalorizar una zona residencial con ventajas en términos de ubicación y patrimonio histórico. El sector se circunscribía dentro del antiguo trazado del ferrocarril y tranvía, una zona productiva e industrial que con el paso de las décadas fue quedando sin actividad por diversas razones de tipo económico, tecnológico, sociales y medioambientales. La obsolescencia de ciertas formas de producir, las restricciones en la emisión de contaminantes y el traslado de los centros empresariales hacia los sectores de la nueva periferia de la ciudad, dieron paso al abandono de estos terrenos. Los vecinos reconocen que en los años 90 comenzaron a construirse edificios alrededor de la Población Centenario, todos sitúan en ésta década la transformación del paisaje urbano. Este proceso se explica por un plan y una voluntad política de parte de las autoridades gubernamentales
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y comunales de esa época, no se trata de un cambio espontáneo o un simple “avance del progreso”. Muchos de los terrenos que rodeaban a la Población Centenario eran propiedad fiscal (o de la municipalidad) y fueron vendidos a empresas inmobiliarias1. Esta confianza en el sector privado se combinó con remodelaciones del espacio público llevadas a cabo por la propia municipalidad. La iniciativa de este tipo más significativa para los vecinos de la Población Centenario fue la construcción en 1992 del Parque de Los Reyes, que es hoy en día el área verde más cercana a sus hogares y que como se indicó anteriormente, en aquél sector se situaba la población Colo-Colo. Para ejemplificar este proceso de renovación urbana podemos citar el caso de Habitacoop. En 1996 se cerró el Terminal Pesquero, el terreno fue vendido a esta empresa inmobiliaria y en 1998 se construyó la primera torre de edificios en el sector. “Hasta el 98 funcionó el terminal. Cuando se fue apareció el primer edificio, después que se fue la platanera hicieron otras dos torres más grandes.” (Taller Línea de tiempo). La transformación del paisaje urbano en el centro de Santiago no estuvo exenta de roces y asperezas, ya que, como era de esperarse, no todos estuvieron de acuerdo con el fomento a las construcciones 1 Anillo Interior de Santiago: Una nueva forma de hacer ciudad. Ministerio de Vivienda, Urbanismo y Bienes Nacionales. Santiago, 2003.
Autora: Bianca Vera - Foto realizada en Taller de Fotografía para niños(as) “Imágenes de Mi Barrio”, Parque de los Reyes
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RUTA POSTALES DEL BARRIO CENTENARIO
9) Parque de los Reyes Financiado por los Reyes de España en conmemoración de los quinientos años del “Descubrimiento de América”, el Parque de Los Reyes fue construido en los terrenos de las líneas del tren en desuso, del tramo que conectaba las estaciones Mapocho y Yungay (activas hasta el año 1987) y que después se había convertido en un vertedero ilegal. El parque fue inaugurado en 1992 por el presidente Patricio Aylwin. Integra la red de parques de la ribera sur del Río Mapocho, mide dos kilómetros de largo y limita al este con el Parque Forestal y al oeste con el Parque Renato Poblete. Dentro del parque existe una laguna artificial (Fuente España), también está el Centro Deportivo Parque de Los Reyes, que posee un skate park de dos mil metros cuadrados, y el Persa Parque de Los Reyes, que data de 19301, pero que tuvo su punto álgido en la década de los 80, la época dorada de los mercados persas. “Originalmente estaba aquí (del lado de Balmaceda). Después la tiraron para el otro lado del río, bordeando la costanera. Ahí es cuando construyeron casitas. Los fueron desplazando de a poco. Siempre se llamó población Colo-Colo. Después se fue al parque Padre Renato Poblete” (Taller de línea de tiempo). “La princesa Sofía, que ahora es la reina de España, vino a inaugurar el parque. Por eso le pusieron Parque de Los Reyes. Yo diría que el barrio está más bonito ahora, se han hecho más jardines, más parques. El mismo Parque Los Reyes, que antes era un basural y un foco de delincuencia, todo eso fue erradicado y el barrio ha ido de menos a más.” Nancy Figueroa, 63 años. 1 El Mercado Persa original se ubicaba en San Martín esquina Balmaceda. Luego fue trasladado al actual Parque de Los Reyes.
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en altura. Por una parte los edificios impactan en el acceso de los antiguos residentes a la luz solar, y por otra parte se produce un quiebre en la forma tradicional de las relaciones sociales barriales, pues existen contrastes evidentes en las escalas de un barrio que es resultado de una mixtura entre casas bajas y edificios de departamentos. Actualmente la horizontalidad y la verticalidad conviven diariamente, y esta constatación fue asumida como un desafío por el equipo del Programa Quiero mi Barrio, quienes son conscientes de lo necesario que es formar vínculos entre los habitantes de un barrio histórico, como lo es Balmaceda Centenario, y los nuevos vecinos que viven en los condominios aledaños. Concretamente, el Programa hizo de facilitador a la hora de juntar los esfuerzos del comité de administración del Condominio Parque de Los Reyes II y del Consejo Vecinal de Desarrollo, para llevar a cabo un proyecto de reciclaje de residuos orgánicos y producción de compost. Todo ello con una finalidad ulterior: contribuir en la formación de una nueva identidad barrial, diversa e inclusiva y que combine tanto el pasado como el presente en un territorio humano que debe saber dialogar para construir futuro.
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Archivo “Quiero mi Barrio” Foto Reciclaniversario, mayo 2017
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Archivo Programa “Quiero mi Barrio” Niños jugando en pasaje Clentaru (Autor: Luis Hidalgo)
Capítulo VI 74
Del 2000 hasta el presente En la primera década del nuevo milenio, el proceso de construcción en altura se aceleró aún más, y el contraste del Santiago antiguo con el nuevo se hizo evidente. No solo en términos arquitectónicos, sino también demográficos. A los edificios nuevos llegaban a vivir familias jóvenes, estudiantes o personas solteras atraídas por la cercanía de los servicios que ofrece el centro de Santiago y la proximidad con los lugares de trabajo. Sin duda es a partir del año 2000 que el Barrio Centenario comenzó a transformarse a un ritmo nunca antes visto, y tal vez solo comparable a sus inicios. Así como en un momento la población fue asignada a Carabineros, muchos policías que formaron familia luego eligieron cambiar de casa por falta de espacio. Otros vecinos, los que heredaron esas casas, actualmente las arriendan o las han vendido, y eso ha posibilitado que se instalen nuevas familias que no conocen necesariamente la historia del barrio. Muchas de ellas vienen de otros países, son migrantes que buscan en Chile mejores oportunidades de vida. En términos arquitectónicos (sin considerar los alrededores) es un escenario bastante similar al de hace cien años, solo que algunas casas tienen refacciones o ampliaciones y las calles están pavimentadas. Lo que ha cambiado es la dimensión humana, y no solo en términos generacionales. Cuando un territorio habitado ve pasar el tiempo y se renueva generacionalmente, los vecinos comparten una memoria que ha sido construida colectivamente. Hay relaciones de camaradería entre vecinos y vecinas que se heredan, confianzas mutuas que se traspasan, cosas que se saben aunque no se hayan vivido en primera persona, pero que todos escucharon cuando fueron contadas por los mayores de cada familia. No obstante, a partir del año 2000 y sobre todo en los últimos años, el sentimiento de familiaridad se ha ido perdiendo, la población residente ha ido cambiando y no todos se conocen. Por ello es comprensible detectar sentimientos de nostalgia en el relato de algunos vecinos. En sus palabras adquiere significado aquel dicho según el cual “todo tiempo pasado fue mejor”. “(Antes) se compartía más, la gente era más solidaria, nos conocíamos los vecinos. Ahora no, cada uno en su casa. Además ha ido cambiando la gente del barrio, a la gente nueva uno no la conoce, no nos relacionamos.” (Alba Barros, 86 años). Con estos testimonios podemos evidenciar una desintegración parcial de los vínculos de confianza entre vecinos y vecinas, y muchos son los elementos que inciden en esta transformación. Por una parte la gente envejece, algunos se mudan e inevitablemente llegan nuevos vecinos y vecinas al barrio, de la misma forma que los carabineros llegaron a la Población Centenario cuando ya estaba 75
habitada por obreros. “Antes la gente era unida, y si le pasaba algo a uno, usted lo apoyaba. Ahora cada uno vive su mundo. Hay gente que uno no conoce. Yo siempre saludo a todos, también a los inmigrantes. Algunos devuelven el saludo y otros no. Van quedando pocos de los antiguos.” (Hilda Arrúe, 74 años). Muchos de estos nuevos vecinos son migrantes, en su mayoría provenientes de países como Perú, Colombia y Haití. No todos los miembros de estas comunidades han logrado integrarse a la vida social de los residentes históricos del barrio, y paralelamente muchos residentes históricos no saben cómo abordar la presencia cercana y cotidiana de nuevas formas de ser y hacer, y a las que quizá no están acostumbrados. Todo esto da cuenta de un choque cultural que deber ser visto no como un problema, sino más bien como un desafío y una oportunidad, ya que un barrio es una unidad socio territorial inserta en un contexto cambiante, y por ello mismo también se transforma en el tiempo. Más allá de la idealización del pasado y la apertura hacia los migrantes, algunos vecinos y vecinas perciben la desintegración gradual de un tejido social que se construyó lentamente a través de los años a partir de relaciones cara a cara. El “conocerse”, ubicarse de vista, saludarse y todos esos pequeños rituales de la vida diaria que, más allá de un significado, tienen una función vital: en primer lugar, evitar la confrontación y ahuyentar la sensación de inseguridad para poder tener una vida tranquila, y en segundo lugar, cultivar la solidaridad y la reciprocidad, saber que se puede contar con el vecino en caso de cualquier eventualidad. A pesar de la nostalgia de algunos, la voluntad de mantener una dinámica barrial persiste hasta el día de hoy, y eso demuestra que también existe la esperanza y el deseo de vivir así: en buenas relaciones con los vecinos y vecinas, tranquilos y sin miedo. Quizás ha menguado un poco la cantidad y la intensidad de los vínculos, pero esto no quiere decir que hayan desaparecido. A modo de ejemplo podemos mencionar a las organizaciones barriales activas actualmente, como por ejemplo los centros de madres. “El centro de madres funciona en la junta de vecinos. Yo voy los martes. Desde hace cuatro años que soy presidenta. Va mucha gente. Queda pasadito Maturana. En mi grupo somos veintiuno y el día viernes son como cuarenta. Puros viejitos y viejitas que conversan y juegan al Loto. Nosotras hacemos actividades y somos solo mujeres. Participamos en fondos concursables y hace poco ganamos uno, y así hacemos cosas durante el año. Lo rico es que somos viajeras, hace poco fuimos a Bariloche, hemos ido a Córdoba, Mendoza, Mar del Plata. Juntamos lucas y viajamos, y somos todas del barrio.” (Ana María Mella, 61 años). “La junta de vecinos funciona bien. Le da regalos a los niños para Navidad y útiles escolares en 76
“Ahora último hemos organizado baby shower para las vecinas que están embarazadas. También hacemos actividades para Navidad, día del niño, de la madre, este año incluimos el día del padre, se hizo un show en ambos casos. Se han organizado bingos para ayudar a vecinos que están enfermos. También juntamos plata cuando alguien fallece, colaboramos para el dieciocho de septiembre, postulamos a proyectos para protegernos de los incendios.” (María José Lagos, 39 años).
Archivo Programa “Quiero mi Barrio”-Fiestas de fin de año en pasaje Clentaru (Autor: Luis Hidalgo)
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marzo. También tiene muchos talleres para adultos.” (María Bravo, 57 años). Las percepciones no son unívocas, sino diversas. Hay vecinos que hasta el día de hoy sienten que el barrio, entendido como estructura de relaciones de confianza y solidaridad dentro de un territorio urbano habitado, es una realidad patente. “Quiero mucho a mi barrio. Yo voy a la feria y me encuentro con las vecinas y eso es rico. Voy a mi zapatero, a mi centro de madres, allá está mi amiga la Mafalda, lo tengo todo acá.” (...) No sé si conociste a la Elbita, pero ella llevaba los exámenes de sus vecinos al doctor. Siempre se preocupada, y yo creo que eso también es vida de barrio.”(Ana María Mella, 61 años). Por lo tanto, hay quienes todavía consideran que Centenario es un barrio donde la gente se ayuda y se conoce, en oposición a la condición de anonimato, individualismo e indiferencia que caracteriza a muchos en las ciudades contemporáneas. “Se hacen reuniones en los pasajes, se organizan bingos. Ahora en el pasaje San Nicolás hay un almuerzo a beneficio de un enfermo. La parroquia también, siempre junta a la gente, tiene a los scouts y ayudan a los inmigrantes.” (Hilda Arrué, 74 años). Aunque basta con echar una mirada para apreciar esa unión de la que hablan los vecinos y vecinas. Los pasajes, como antaño, siguen adornados y es el resultado de una organización colectiva. En el pasado los banderines y guirnaldas eran confeccionados por los propios vecinos. Luego, se hizo tradición ir a comprarlos al Barrio Meiggs, y actualmente estos adornos de fabricación industrial se combinan con otros que han hecho los propios niños y niñas del barrio junto a sus familias con materiales reciclados. Así, no solo se reactualiza una tradición (la de embellecer los pasajes), sino también se inculca el valor y el cuidado del medioambiente, tan vigente en nuestros días. En este punto del relato tal vez sea necesario destacar el papel que cumplen los niños y niñas a la hora de pensar en la identidad de un territorio. Como pudo apreciarse en las jornadas de investigación, así como también en el taller de fotografía “imagen de mi barrio”, los niños no hacen diferencias con los de su misma edad a la hora de jugar. El juego los congrega alrededor de una fantasía o una serie de reglas que todos construyen y comparten. Y si nos detenemos a pensar, esos niños y niñas que juegan en los pasajes o en Franciscano Bardeci, están creciendo juntos y en el futuro la historia compartida los unirá del mismo modo que se sienten ligados los vecinos y vecinas de otras generaciones. Después de todo, la identidad barrial se construye en el día a día. Los más pequeños son el vivo ejemplo de ello.
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“En el pasaje celebramos todas la fiestas, incluso el día de la madre y del niño. Cada año, en nuestro pasaje, nos ponemos de acuerdo, ponemos un aporte y adornamos el pasaje.” (Delia Ortiz, 57 años).
Archivo Programa “Quiero mi Barrio” - Vecinos de pasaje Clentaru en vísperas de las fiestas de fin de año 2015 (Autor: Luis Hidalgo)
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Archivo Programa “Quiero mi Barrio”Equipo TodoAmbiente del CVD, en Escuelita Participativa Balmaceda - Autor:Joaquín Cacciuttolo
Capítulo VII 80
El aporte del Quiero Mi Barrio en la Población Centenario Como ya mencionamos en el inicio, el Programa llegó al barrio en el año 2014, y su objetivo se desplegó en dos dimensiones. Por una parte se enfocó en el mejoramiento de los espacios públicos, y por otra en el fortalecimiento de las relaciones vecinales. Ambas dimensiones fueron complementarias y se ejecutaron a partir de un método participativo que facilitó la interacción entre vecinos en pos de un interés común. El mejoramiento de las viviendas se realizó gracias al Subsidio de Protección del Patrimonio Familiar (PPPF), que corresponde a un instrumento del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, y que fue dirigido por el equipo del Quiero Mi Barrio. Este subsidio sirvió para mejorar la habitabilidad y seguridad de las viviendas. Concretamente se arreglaron las techumbres, se instalaron cortafuegos y se pintaron las fachadas. Paralelamente se iniciaron las obras de mejoramiento en pasajes y veredas. Todas estas obras materiales involucraron al Consejo Vecinal de Desarrollo, y es a partir de la configuración de esta entidad que podemos reflexionar sobre los primeros impactos del programa. “Para mí, el Quiero Mi Barrio ha servido para conocer a la gente. He vivido tantos años acá. A la Lisa la conozco porque vivimos en la misma cuadra. Pero a la Tere, a lo mejor la ubicaba de vista, pero no sabía cómo se llamaba. Entonces he conocido a mucha gente en los talleres. Eso enriquece las relaciones humanas.” (Taller editorial). “Hubo interés (de parte de la comunidad) y los cabros chicos quedaron con la boca abierta cuando vieron cómo nosotros jugábamos sin nada de pantalla. Se ha generado una participación parecida a la de antes. He tenido más relaciones con la gente, algunos a los que jamás vi. Por ejemplo, la señora María me ubicaba y yo no a ella. Esto nos ha acercado más, nos ha ayudado a conocernos, incluso algunos nos hemos organizado para Navidad. Se ha retomado un poco esa iniciativa de hacer cosas. La señora Delia ha hecho varias cosas en su pasaje, ella hace actividades para fiestas patrias y Navidad. Ella mantiene el sentido.” (Ana María Mella, 61 años). Si bien las actividades de mejoramiento del espacio público, incluido el “Proyecto de Cuidado del Medioambiente y de los Espacios Públicos del Barrio” y el “Proyecto Historia de Barrio” tenían metas concretas, el medio a través del cual se ejecutaron estas actividades tenía una finalidad implícita y valiosa en sí misma, pues las reuniones y talleres que buscaban un bien común generaron lazos de confianza y solidaridad que trascienden los objetivos inmediatos. Así mismo, la restauración de una vereda, el acondicionamiento de un jardín o la pavimentación de un pasaje, no solo mejoran la
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calidad de vida de las personas, sino que embellecen el escenario donde se desarrolla la vida diaria y comunitaria. “Yo creo que lo que el programa ha logrado es que retomemos la vida de barrio. Porque efectivamente, cuando yo era niño había vida de barrio. Nuestros papás se conocían con los vecinos. Toda la cuadra éramos amigos y nos visitábamos en las casas. Después, en nuestra juventud, eso se empezó a perder, y en la actualidad se está volviendo a retomar. Con la llegada del programa nos involucramos en reuniones y empezamos a vernos. Ahí nos dimos cuenta de quienes eran los vecinos que veíamos cuando íbamos a comprar a la esquina o a la feria, o que esperaban la micro en el paradero”. (Taller editorial). No olvidemos que el Programa se despliega a partir de una intervención participativa que facilita la emergencia de un sentimiento comunitario y de colaboración mutua, y es ahí a donde apuntamos: cuando una comunidad de personas es capaz de imaginar un futuro compartido y los medios para alcanzarlo, surge también la necesidad de cooperar, el respeto y la identificación con el otro. “Hace ya un tiempo, cuando conversamos sobre los trabajos que podríamos realizar en el comité, surgió desde el diagnóstico la urgencia de rescatar, limpiar, proteger, mejorar y comprometer a los vecinos con el espacio público, que presentaba abandono, suciedad y despreocupación en su entorno. Así nació nuestro proyecto “reciclaje orgánico”. (Sara Requena, 59 años).
Archivo Programa “Quiero mi Barrio” Equipo TodoAmbiente Consejo Vecinal de Desarrollo Población Centenario , 2016
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RUTA POSTALES DEL BARRIO CENTENARIO
10) El Equipo TodoAmbiente del Consejo Vecinal de Desarrollo El Equipo TodoAmbiente del CVD, se conformó en marzo del 2016 y desde esa fecha ha liderado diversas acciones de cuidado medioambiental, entre las que destaca el proyecto de Reciclaje Orgánico, gestionado en conjunto con la Subdirección de Medioambiente de la I. Municipalidad de Santiago. Quienes lideran este equipo son cuatro vecinas, habitantes tanto de las antiguas casas como de los condominios del barrio. Ellas realizan una labor fundamental para que esta iniciativa sea sostenible. Soledad Vásquez, Sara Requena, Nancy Figueroa y Carolina Romero trabajan cada semana para organizar los turnos de recepción de restos orgánicos que cada sábado las familias recicladoras traen a la explana de Cumming con Yungay. Sin embargo, además de reciclar, este proyecto ha promovido relaciones vecinales más estrechas y cercanas: “Porque en el camino nos dimos cuenta que esta acción de recolectar basura nos permitió a los vecinos del barrio mirarnos a los ojos, saludarnos al fin por nuestros nombres, compartir nuestras vidas escuchando el importante esfuerzo que realizaron nuestros adultos mayores (nuestros tesoros vivos) donde varios de ellos aún viven acá en el barrio, para así poder convivir de mejor forma el día a día, empoderándonos de la belleza de visualizar un barrio digno y justo para todas y todos, sin ningún tipo de distinción” Soledad Vásquez, Coordinadora del Equipo TodoAmbiente del CVD, distinguida como “Dirigenta Medioambiental 2017” por la I. Municipalidad de Santiago en el año 2017. (Discurso ReciclaAniversario) 83
La mejor manera de ejemplificar esto es mencionando al equipo TodoAmbiente del Consejo Vecinal de Desarrollo del Barrio Centenario, comité que se conformó en el mes de marzo de 2016. Desde entonces, en conjunto con la Subdirección de Medioambiente del Municipio de Santiago y el Programa Quiero mi Barrio, lleva a cabo un trabajo orientado al cuidado del medioambiente y a la limpieza de los espacios públicos del barrio. Sin duda, el proyecto emblemático de este equipo fue el reciclaje orgánico que hoy se realiza en dos lugares. Por una parte en el Condominio Parque de los Reyes II y en el espacio público. Vecinos y vecinas llevan cada sábado sus “lecheritos” con restos orgánicos y reciben compost fruto de su propio reciclaje. Otra actividad que se desarrolló en el marco de la intervención colaborativa del Programa y que contribuyó a generar un sentido de pertenencia e identidad fueron los Talleres de Mosaico Comunitario. Estos talleres invitaron a la comunidad interesada a plasmar elementos representativos de la Población Centenario en el espacio público, específicamente en dos paraderos de locomoción colectiva, ubicados en dos puntos: Brasil esquina Mapocho y Ricardo Cumming esquina Balmaceda. El propósito de esta actividad fue sintetizar y componer imágenes que expresaran aspectos de la historia de la Población Centenario reconocidos por sus habitantes, y luego insertar estas imágenes (a partir de la técnica y el formato del mosaico) en el espacio público, para así apropiarlo y dotarlo de significado. El primero de estos mosaicos lleva por título “La Población Centenario desde la mirada de los niños y niñas”, cuyo diseño se basa en los dibujos de niños y niñas del barrio y del jardín infantil Arturo Baeza Goñi. A quienes integraron el grupo creativo se les pidió que representaran el barrio en un dibujo. Se eligieron elementos de cada uno de ellos y se realizó un diseño integral. Fue trabajado por mujeres, niños y niñas durante los meses de septiembre y octubre de 2016. El segundo mosaico, correspondiente al paradero de Cumming con Balmaceda, lleva por nombre “Antiguo Terminal Pesquero de Santiago”, y conmemora a esta institución tan importante, presente en el barrio por casi treinta años y que se ubicaba donde hoy existe una torre de edificios. Justo al frente se instaló el mosaico. La diseñadora se basó en relatos de una vecina que trabajó en el terminal. Fue instalado en el mes de enero de 2017. Por último, no podemos dejar de mencionar lo concerniente a la iniciativa que buscó destacar el valor patrimonial del paisaje urbano en el Barrio Centenario, proyecto más conocido como “Ruta Postales del Barrio Centenario”. El objetivo de la ruta fue recorrer distintos lugares (del barrio y su entorno) considerados emblemáticos por la comunidad y compartir relatos sobre su valor histórico. Se incluyeron lugares que actualmente existen como también otros que han desaparecido. En cada estación o lugar emblemático, un miembro de la comunidad barrial asumió el rol de guía y explicó frente a un grupo de personas por qué era importante, o bien, qué es lo que allí había
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sucedido en el pasado y que era pertinente recordar. Los criterios que sirvieron para designar si un sitio era valioso surgieron del mismo grupo que se conformó para elaborar la ruta y, en términos generales, podemos decir que se eligieron hitos con valor emocional, social e histórico. Estos hitos fueron: el Terminal Pesquero, la sede del Club Deportivo Cumming, el Club Social Crescente Errázuriz, el Colegio y Parroquia Nuestra Señora de Andacollo, los Pasajes del Barrio Centenario y los Jardines de las calles Franciscano Bardeci, Yungay, Maturana y General Baquedano.
Archivo Programa “Quiero mi Barrio” Ruta “Postales del Barrio Centenario” Mayo 2017
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Archivo Programa “Quiero mi Barrio” Arriba: Elaboración Mosaico Comunitario “La Población Centenario, desde la mirada de los niños” (septiembtre- octubre 2016) Abajo: Elaboración Mosaico Comunitario “El antiguo Terminal Pesquero de Santiago” (enero 2017).
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RUTA POSTALES DEL BARRIO CENTENARIO
11) Mosaicos comunitarios en el Barrio Centenario El trabajo de mosaico permitió plasmar características identitarias del paisaje del barrio en sus espacios públicos: elementos arquitectónicos, jardines, lugares históricos o significativos. “Este año al cumplir los 60 dije, ya empiezo en la etapa de la vida en que una se pregunta ¿qué me va a doler hoy? y, efectivamente, así fue. Pero en el centro de madres al que pertenezco me enteré del proyecto de Mosaicos del Programa Quiero mi Barrio y de inmediato me interesé. Desde inicio me di cuenta del entusiasmo de todas las participantes, todas mujeres, algunas con sus hijitas(os). Conclusión, ¡si somos mujeres esto va a resultar! Felizmente se sumó más gente y estamos contentas trabajando y, ¿cómo no?, ¡si nos dirige una artista en el tema! Es muy grato ver el entusiasmo de los niños y el de las que no somos tan jóvenes, el compartir, conocernos, en fin; hacer un trabajo entre todas(os) para nuestra Población Centenario, el que esperamos perdure por muchos años. Será un orgullo para cada una de nosotras, el dejar huellas y por qué no, una obra hecha por nuestras manos. Quiero decirles que quiero mucho mi barrio al que llegué a los 19 años por amor, donde he sido muy feliz, donde nació y creció mi hija. Este programa es grandioso y ya no hay tiempos para dolores, estoy muy motivada con el taller de mosaicos.” Testimonio de Ana María Mella, participante de talleres de “Mosaicos Comunitarios” en la Población Centenario. Al igual que en un mosaico, donde cada trozo de cerámica adquiere sentido en su relación con los demás, la historia de la Población Centenario se construye a partir de la relación entre fragmentos de recuerdos, relatos, percepciones y deseos que se ponen en común formando parte de una construcción colectiva. 87
Gentileza Graciela MillĂĄn - Filomena tomando el sol en pasaje Castillo
CapĂtulo VIII 88
La materialidad del paisaje Este capítulo debería comenzar con una pregunta, y el lector puede intentar responderla en su cabeza antes de leer la cita que se encuentra inmediatamente después. La pregunta en cuestión es ¿Por qué el Barrio Centenario fue llamado “población”? Veamos lo que nos puede decir una de las vecinas entrevistadas. “Yo recuerdo que siempre se hablaba de la Población Centenario, y se trataba de una forma despectiva de hablar. Antes vivía en una villa y yo le preguntaba a mi papá cuál era la diferencia entre una villa y una población. Y él me decía que era el tamaño de las casas y de los patios, así como también de las áreas verdes en el sector. Y me parece que sí, porque el área verde, la planta, la vida que surge de la naturaleza, como que le da más categoría al entorno. Si te fijas en las casas del barrio alto, mientras más terreno, más vegetación tienen.”(Nancy Figueroa, 63 años) A principios del Siglo XX, las poblaciones eran las viviendas de los obreros y/o empleados, es decir, de todos aquellos que trabajaban de forma asalariada para el Estado o las empresas, ya fuera desarrollando labores extractivas, cadenas de producción en fábricas o brindando servicios. Por lo general, estos conjuntos habitacionales estaban estructurados a partir de pequeñas pero significativas estratificaciones propias del rango y el estatus del trabajo realizado por el empleado. Eso explica que existieran tres tipos de casa distintas en la Población Centenario: pequeñas sin ventana en la fachada, medianas con una ventana en la fachada, y grandes con fachada más amplia, dos ventanas, tres habitaciones, patio y ciento veinte metros cuadrados de terreno. Estas casas más grandes, que suelen estar en las esquinas, además presentan una pared tipo ochava1. Todas las casas tienen techos altos y fueron construidas con los mismos materiales: las fachadas y algunos muros interiores2 están hechos con albañilería de ladrillo cocido, mientras que los interiores de las casas están hechos en base a una estructura de madera sismo resistente rellena de tierra. Arquitectónicamente hablando, el barrio no ha vivido grandes transformaciones desde su fundación, salvo las calles, que ahora están pavimentadas (hace sesenta años no era así) y algunas ampliaciones en altura y redistribuciones de los espacios interiores que han efectuado los propietarios. Por ejemplo, algunos vecinos en vez de ampliar sus casas, han preferido bajar la altura de los techos para lograr que el interior se calefaccione con mayor facilidad. 1 Ochava o chaflán. Es una pared oblicua que une dos manzanas, por lo tanto solo puede ubicarse en una esquina. 2 En promedio, cada cuatro casas hay una que tiene un muro interior construido en base a albañilería de ladrillo cocido.
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“Las casas son las mismas, excepto en el caso de aquellas que se han ampliado. Nosotros acá quisimos hacer arreglos porque, ¿dónde íbamos a caber cinco personas? Mi marido, yo y tres hijos. Tuvimos que adaptarnos e hicimos estos arreglos arriba. Pero antiguamente las familias vivían amontonadas.” (Alba Barros, 86 años). “Cuando llegué me sorprendí, no podía entender la estructura de la casa. El cielo, tan alto, tan poco práctico, muchísimo espacio sin utilizar.” (Nancy Figueroa, 63 años). Se trata de casas con fachada continua de ladrillo expuesto, e intermitentemente se aprecian fachadas revocadas y pintadas. En cuanto a la estructura que conecta a las viviendas, los vecinos y vecinas reconocen dos aspectos que con el tiempo se han ido convirtiendo en un problema. Por una parte, el alcantarillado, al ser antiguo, se daña o se tapa regularmente. Por otra parte, los pasajes del barrio no fueron pensados para el tránsito de vehículos, por lo que hoy en día se generan problemas con la circulación y los estacionamientos, no solo con los vehículos de los residentes, sino también con otros automóviles e incluso camiones que usan las vías del barrio para cortar camino entre avenidas. “Esta población no fue pensada para el tránsito de vehículos. Ese es un problema actualmente, porque muchos autos y camiones usan los pasajes para ir de un lado a otro, o los dejan estacionados.” (Nancy Figueroa, 63 años). “Los pasajes me impresionaban, cuando conocí la población dije ‘¡oh, quiero entrar!’ Me parecía un laberinto interminable, esos pasillos tan angostos y las casitas chicas. Todo funcionaba bien hace cuarenta años porque no había tantos autos.” (Ana María Mella, 61 años). Otros aspectos de la población que tampoco fueron proyectados al momento de construir, se convirtieron en cambio en características positivas. Por ejemplo, su emplazamiento en la ciudad. Muchos de los vecinos y vecinas reconocen que una de las ventajas del barrio es su ubicación central, lo que significa un privilegio a la hora de acceder al comercio, los servicios públicos y el transporte. “Tiene buena ubicación porque está cerca del centro. Cerca hay hospitales, carabineros, supermercados, universidades y colegios. Se puede ir caminando a cualquier parte. Está el Parque de Los Reyes, el Galpón de Antigüedades, que es un lujo. Hay quiosqueros y zapateros que uno conoce desde hace años. También hay picadas, lugares que están buenos para ir a comer.” (María José Lagos, 39 años). A las características positivas del barrio debemos sumar la cercanía del Parque de Los Reyes, que es sin duda el área verde más grande en las inmediaciones. Éste fue remodelado en el año 2007 y actualmente cuenta con un anfiteatro, una laguna artificial, juegos infantiles, senderos y zonas de
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Archivo “Quiero Mi Barrio” - Vecinas y vecinos en pasaje adornado para festividades del 18 de septiembre año 2015, pasaje Tracción, entre R. Cumming y Maturana - Autor: Javier Muñoz Valenzuela
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descanso, además del primer skate park en Chile y modernas canchas de asfalto y pasto sintético. Los vecinos y vecinas valoran mucho este espacio. “El parque es importante para los niños y jóvenes. Allá van a andar en bicicleta, van a jugar a la pelota, mis hijos van a andar en skate. Uno puede hacer varias cosas ahí.” (María José Lagos, 39 años). Situando las cosas en perspectiva histórica, la construcción del Parque de Los Reyes fue toda una revolución para los vecinos y vecinas, principalmente para los niños y jóvenes que son los que más necesitan espacios para la recreación. Algunos vecinos recuerdan que la misma estructura de las casas los obligaba a apropiarse de los espacios públicos, ya que ninguna podía contener a los grupos de niños y niñas jugando. “Todos nos criamos en la calle. Podías dejar las bicicletas, los monopatines, nadie robaba.” (María Bravo, 57 años). Hoy en día también puede verse a los niños jugando afuera de sus casas, y sobre todo en verano cuando hace calor. No es raro ver entonces piscinas armables instaladas en la vereda, o también parrillas en fiestas patrias. Los pasajes siguen siendo una extensión del hogar. Finalmente el espacio condiciona la experiencia. Haber crecido, por ejemplo, en un pasaje como Clentaru, Castillo, Tracción o San Nicolás, no es lo mismo que haber crecido en el octavo piso de un edificio. Los juegos de la niñez se imprimen en la memoria a partir el contexto espacial que los envuelve y que los hace únicos. Aunque la primera imagen que se nos viene a la mente a la hora de caracterizar visualmente al Barrio Centenario son los angostos pasajes y sus antiguas casas, es importante destacar que dentro de su perímetro también hay calles. En éstas también encontramos intervenciones de los vecinos y vecinas que dan cuenta de un espacio apropiado, como por ejemplo la banquita que se encuentra en General Baquedano, donde se sientan los adultos mayores para conversar tranquilamente mientras ven pasar la tarde. En las calles también hay porciones de tierra en las que crece la vegetación. Pequeños jardines floridos que son cultivados por los propios vecinos en platabandas3 delimitadas por piedras, cemento o cercos de madera que se encuentran en las calles Yungay, General Baquedano, Maturana y los más grandes están en Franciscano Bardeci. La historia cuenta4 que los jardines surgieron por iniciativa de las dueñas de casa, quienes sembraban plantas y hierbas de consumo doméstico, por lo que era frecuente encontrar en las veredas el tradicional atado compuesto de menta, paico, cilantro, perejil y mantos de era. Estas hierbas eran intercambiadas entre vecinas y vecinos, y quienes 3 En agricultura se le llama platabanda a una porción rectangular de tierra, en llano, destinada al cultivo de plantas y flores. En espacios urbanos por lo general se encuentran delimitadas por pastelones, baldosas, cunetas, ladrillos o veredas de concreto. 4 Alumnos Programa Puentes UC, año 2015.
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Archivo “Quiero Mi Barrio” - Don Sergio y su jardín en calle Gral Baquedano.
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pasaban frente a uno de estos pequeños huertos, sacaban una ramita de aquella planta medicinal que necesitasen para preparar una infusión. Actualmente muchos vecinos y vecinas se preocupan del cuidado de las flores, plantas y hierbas que dan vida y embellecen el barrio. Otro elemento imposible de obviar en el paisaje es La Parroquia Nuestra Señora del Rosario de Andacollo. Ubicada en el límite sur poniente del Barrio Centenario, forma parte de la memoria histórica y de la vida cotidiana de los vecinos y vecinas del barrio. Las personas mayores la distinguen como un lugar relevante, pues en torno a ella no sólo se practica la fe, sino que también se generan vínculos sociales que dan forma a la comunidad barrial. “Apenas llegamos al barrio la parroquia nos abrió sus puertas. Fue ahí donde comencé a distinguir las caras de mis vecinos, ahí conocí a la gente de mi barrio.” (Taller editorial). Además de la parroquia, pueden considerarse lugares comunes de encuentro a los comercios de los alrededores. Si bien se trata de una arquitectura efímera y desmontable, sin duda la feria libre es la que más atrae por sus precios, calidad y diversidad de productos. La feria del barrio se monta los días miércoles y sábados por la mañana hasta las tres de la tarde aproximadamente, al costado de la plaza Panamá, en la Calle Martínez de Rozas, entre R. Cumming y Brasil. Es una feria multicultural donde se ofrecen productos de origen chileno y peruano, todo tipo de frutas y verduras, e incluso comidas preparadas y jugos tropicales. Es una feria grande, muy concurrida, con gran variedad de productos. Los vecinos del barrio en su mayoría asisten a ella, y ya es ususal, que en el camino pasen a dejar el reciclaje orgánico que es recepcionado por el Equipo TodoAmbiente.
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Archivo “Quiero Mi Barrio” Casa reparada con Subdsidio para el Mejoramiento de Viviendas PPPF MINVU, en calle F. Bardeci.
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“Niños jugando en pasaje San Nicolás” Foto realizada en Taller de Fotografía para niños(as) “Imágenes de Mi Barrio”
Capítulo IX 96
Mirando hacia el futuro El último capítulo de este libro está dedicado a los niños y niñas del Barrio Centenario, pues son quienes construirán el futuro sobre las bases que heredarán de sus mayores. En el universo de la niñez lo más importante es el juego, es a través del juego que se pone en práctica la imaginación y se ensayan los códigos de las relaciones sociales adultas. “Jugábamos a la pinta y a la escondida. También tenía un amigo que creaba historias y nosotros éramos los personajes de ellas. Él nos hacía creer que había un monstruo por aquí o un súper héroe por allá. Otro juego era el “caballero negro”, los niños que estaban jugando tenían que pasarlo sin que los atrapara. Si el caballero negro atrapaba a alguien, ese se quedaba con él pillando al resto, y el que quedaba último ganaba.” (Carolina Toro, 13 años) Los niños y niñas son muy conscientes de que lo que sucede en el medio que los rodea, “no se les escapa nada”, como se dice popularmente. Por eso es importante enseñarles con el ejemplo nociones de cooperación y solidaridad. Como nos cuenta esta pequeña sobre lo que ve en su propio hogar: “Al vecino de al lado siempre se le queda la llave, entonces golpea acá y nosotros le prestamos la escalera para que entre por la ventana. Y eso ya es tradición. O sea, golpean y es como “allá está la escalera”. Ya van tantos años de hacer eso, entonces se hizo cotidiano. La vecina de aquí al lado también, a veces no puede abrir la puerta, entonces nosotros le prestamos los destornilladores, o lo que necesite.” (Bianca Vera, 15 años) Para ahondar un poco más en la subjetividad infantil, desarrollamos un taller de fotografía experimental, donde fueron ellos los protagonistas y también los intérpretes. Con cámara en mano, hicieron encuadre y registraron a aquellas personas y lugares que consideraron significativos, para luego explicarnos con sus palabras el sentido de cada fotografía. Lo que sigue a continuación son extractos de estos relatos, los que vale la pena leer sin interpretaciones de por medio. Creemos que esta es la mejor manera de cerrar este capítulo, que por cierto no será el último, ya que los niños y niñas del Barrio Centenario seguirán escribiendo la historia. “Cuando yo era chica nos sentábamos en esa bajada con mis primos, siempre nos sentábamos en ese árbol y nos sacábamos fotos. Somos ocho primos. Nos sentábamos en esa bajada y jugábamos a rodar.” . “En ese condominio vive mi mejor amiga, en el edificio frente al Parque de Los Reyes. He tenido muchas mejores amigas, pero esta ella fue diferente. Yo era muy tímida, no hablaba con nadie. Pero ella me agarró y me sacó personalidad, me hizo hablar. Esa amiga me marcó mucho, y por eso siempre que paso por ahí digo ¡Oh, ahí vive la Natalia!” (Bianca Vera, 15 años)
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“Esta foto la tomé porque se ve el pasaje, y a mí me gusta mi pasaje. Estas casas son viejitas y son bonitas.” “Esa es Manchita, era de mi tía. Todos la cuidamos y queremos.” Antonia Arenas, 11 años “En esta foto se ve el negocio de don Valentín. El falleció hace como un año. El me conocía desde que yo era guagüita, y a mis papás también los conocía desde hace tiempo. Me trae bonitos recuerdos.” “Todos estos grafitis que están acá estaban desde que yo era chica. Ahora pintaron encima con otros grafitis. Me gustaban bastante. Había uno muy bueno de un caracol y una rana toro, pero lo borraron. Me gustan los grafitis que tienen un fin artístico y no son solo líneas.” Carolina Toro, 13 años
Me gusta esa esquina, sus casas, los árboles, cómo pega la luz del sol y también las sombras que se forman.” “Esa foto la tomé porque vi a los gatos en la ventana. Me gustan los gatos y hay muchos en el barrio.” Gabriela Torres, 11 años 98
Autora: Bianca Vera - Foto realizada en Taller de Fotografía para niños(as) “Imágenes de Mi Barrio” Vecino del barrio
“Es un abuelito, él está aquí desde que yo llegué al barrio, y siempre ha sido muy cortés, saluda a todos y conversa con la gente. Siempre que uno pasa por ahí a la tarde, él está afuera con su pareja tomando un poco de sol. Entonces es como normal verlo ahí. Cuando no está uno dice “¡Oh, no está el abuelito! Para mí él es un elemento fundamental del barrio.” Bianca Vera, 15 años.
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Archivo “Quiero mi Barrio” - Parque de los Reyes
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Agradecimientos Queremos expresar nuestra más sincera gratitud a todas las personas que colaboraron en esta publicación, también a aquellas organizaciones e instituciones que abrieron sus puertas para poder desarrollar las diferentes instancias participativas para investigar la historia del barrio Centenario, entre ellas: Consejo Vecinal de Desarrollo y su Equipo TodoAmbiente, Junta de Vecinos Población Centenario, Club Social Crescente Errázuriz, Club Social y Deportivo Ricardo Cumming, Escuelitas Participativas Barrio Balmaceda, Jardín Infantil Dr. Arturo Baeza Goñi, Parroquia Nuestra Señora del Rosario de Andacollo y a su párroco Joseph Tomei, Condominio Parque de los Reyes II y Asociación de Anticuarios Galpón de los Reyes.
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RUTA POSTALES DEL BARRIO CENTENARIO 105