Murtuus in Anima Curam Gero Cutis Revista. Año 1. Numero 1. Diciembre 2012. Director: Gabriela Córdoba. Edición/ Redacción: Mme. Eglantine, Gabriela Córdoba. Paginación: Hayden Coffin. Strigoi Publicaciones. Arcadia, Parterre bucólico. info@strigoi.com.ar http://strigoi.com.ar/ Murtuus in Anima Curam Gero Cutis Revista es una publicación bimensual de Strigoi. Registro Nº 1209112322232 SafeCreative. Todos los derechos reservados. Prohibido reproducir total o parcialmente el material publicado en este número. Los artículos y colaboraciones son responsabilidad del autor y no reflejan el punto de vista de Murtuus in Anima Curam Gero Cutis Revista.
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TABLA DE CONTENIDOS PARA EL No. 1., DICIEMBRE 2012.
PÁGINA
MIACGC REVISTA CONVOCATORIA Esta revista tiene la complacencia de invitar a todos sus suscriptores a formar parte de la Primer Publicación referida a Vampiros en Castellano. Los interesados, podrán participar haciéndonos llegar sus poemas, cuentos, dibujos o fotografías con el único requisito de conservación de la temática que exponemos. Los archivos recibidos serán sometidos a un escrutinio previo realizado por los integrantes del staff editor, y, posteriormente se le hará saber al preferido, mediante el envío de un correo electrónico, el resultado y la fecha de publicación de su obra. Consultas y especificidades de la convocatoria remitir su correo electrónico a:
ANUNCIOS ............................................................... 34 ARTE .................................................................. 11 - 12 HISTORIA ........................................................ 29 - 31 LIBROS Y REVISTAS (RESEÑAS)....................................................... 32 - 33 LITERATURA .................................................. 5 - 10
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TEATRO ............................................................ 13 - 28 A NUESTROS LECTORES .................................... 4
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A NUESTROS LECTORES
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UE con regularidad, costumbre en antiguos Gazettes, Journals y Magazines literarios, históricos y sobre bellas artes, dirigir algunas palabras hacia los Lectores, en especial si de un cierre de año se trataba. Quienes confeccionamos MURTUUS IN ANIMA CURAM GERO CUTIS REVISTA, valiéndonos de dichos modelos, aprovechamos esta ocasión para agradecer cordialmente a cada uno de nuestros amigos por respaldar la constitución ideológica de esta publicación. No nos cabe la menor duda de que con sus lecturas avalan el proyecto que iniciamos hace algunos años atrás: aproximarnos a los aspectos vampirológicos sin colapsar en formulismos ininteligibles o en demasía caricaturescos. La prudencia con que otros interesados, en habla hispana, han comenzado a abordar el tema, es verificación consciente de la expansión de nuestra tenacidad y otro comprobante que revalida la buena elección en las formas.
Hemos pretendido colaborar con la ramificación de trabajos artísticos que no han poseído un merecido reconocimiento, a través de la afabilidad en la recepción pública que recibimos y, sin las presunciones comunes que pueda conllevar el disparate, continuaremos bogando por la proliferación de cualquier estética que adopte, para su asunto, a vampiros. Independencia, Imparcialidad y Verdad son los principios con los cuales componemos esta labor y resulta propio retribuir a nuestros Lectores la gentileza por la atención dispensada. Una nueva revolución alrededor del eje terrenal productiva y que el auténtico empeño no desista, deseamos para los tiempos venideros a todos ustedes. El equipo de Strigoi Publicaciones.
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LITERATURA Si cabe destacar uno de sus mayores portentos –nunca la enumeración ha repercutido con tamaña calumnia puesto que al adentrarse en su obra, manan polifacéticos–, es, precisamente, la pericia con la que frecuenta el dualismo sexual implícito en cualquier naturaleza, incluso la humana. Como es bien sabido, las habilidades deben sortear abundantes manuales de entrenamiento, obstáculo que Valentine Penrose deshizo al flanco de la hueste surrealista. Cuando Roland Penrose estudiaba arquitectura en Cambridge, ambos escritores luego de conocerse, se casaron (durante 1925, en ocasión de un viaje del aún estudiante a Grecia). Tres años más tarde, alquilaron un departamento en París uniéndose a las filas de Max Ernst, Mario Prassinos, Paul Éluard, Leonor Fini y Louis Aragon, entre cientos de espíritus soberanos. Collages, escritura automática, metalenguaje onírico y cadavre esquís fueron los procedimientos artísticos utilizados para hacer manifiesto el dominio de la razón. Los esposos Penrose tanto ahondaron en el ejercicio de estos métodos que también fueron incluidos en la publicación de Éditions Gallimard, La Révolution Surréaliste. Sin embargo, Valentine no vio su carrera totalmente afianzada hasta después de la separación de Roland, y esto se debió a un viaje realizado por ella a India (1932), donde la filosofía oriental caló tan profundo en su talante, que al regreso a la ciudad francesa su cónyuge afirmaba que no podía encontrar a la joven que un día había conocido:
VALENTINE PENROSE: BREVIARIO DE LA SANGUINOLENTA MAGNA MATER MELANCÓLICA S. Qu’est-ce que le jour? B. Une femme qui se baigne nue à la tombée de la nuit.
La Révolution Surréaliste (1928)
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N 1935, como prefacio a Herbe à la lune, Paul Éluard destacaba su destreza para escoger entre las palabras accesibles o rebeldes. Éstas no dudaban en aparecer, a lo largo de los mecanismos que las desprendían desde Valentine Penrose, para, de modo contiguo, borrar al vocablo precedente. Pueden argüir los imprudentes que siempre estuvo a la sombra de su esposo, Roland Penrose, británico activista del movimiento surrealista francés, pero lo cierto es que por propia determinación ella logró alcanzar su total emancipación literaria sin por ello haberse valido de almidonados cuestionamientos de género. La condesa Erzébet Bathóry, de quien habla en su nada encasillable prosa poéticanovela-biografía ficcional-ensayo (¿cuántos géneros pueden estar dispuestos para los derrames del fluir mental?), es duplicado femenino indubitable del macabro Gilles de Rais. Múltiples veces, Penrose la deja ver accedida por una brutalidad varonil desmedida, confundido este atributo con los intereses femíneos más banales:
Again, the underlying cause was our deep disagreement after returning from India about the degree to which one should be involved in life or should withdraw from it? (Renée Riese Hubert,1994).
En las habitaciones de «El Hombre Salvaje», durante las estancias de Erzsébet, había siempre mucho trajín con la preparación de las fiestas: telas, encajes, tijeras, costureras y espejos; aquí la Condesa no llevaba ya la vida rústica de Csejthe, sino que se acostaba con las primeras luces y permanecía, lánguida, en su lecho de aparato del que no se levantaba sino para tomar complicados baños perfumados o para probarse ropa. (M.ª Teresa Gallego; M.ª Isabel Reverte, 2001).
Herbe à la lune, su primer poemario, data de
1935 y está coronado, como ya se mencionó, por un breve prefacio de Éluard. En éste, los elementos incineran o salpican a las representaciones en su paraíso siniestro. Fuego, agua, masculinidad, femineidad, ofician 5
como constituyentes prolongadores del éxtasis Retornemos a nuestra primigenia mártir saníntimo que, aunque siempre se halle sumido en guinaria. En las primeras líneas de su libro, tormentos, acaba transmutado gracias a la Valentine Penrose, enfatiza haber creado al sinecura del lenguaje jamás indulgente. equivalente femenino de Gilles de Rais, que no Confrontada a su poesía, Erzsébet Báthory la es más que una figurada confrontación consigo Comtesse sanglante (1962), porta también simimisma. Erzébet es lesbiana; Saturno –planlar osadía. Tal es el embrujo que desprende el etarum altissimus, cuerpo celeste que encarna relato documentado sobre la noble húngara que la animadversión masculina–, encona su ánimo otra gran réproba se ve subyugada. Alejandra hasta hacerla enajenarse exánime tras raptos Pizarnik lee la edición liberada por Mercure histéricos; rituales, talismanes y la comde France a pocos días de haberse publicado pañía de serviciales nigrománticas secundan por primera vez. las querencias Seísmo estético y de la aristócrata fascinación la empor Mutilación y bargan al punto Muerte, en su inde copiar-traducirtento por encontrar reedificar la obra asibles vehículos original de Penrose. que desaparezcan Alejada de juicios otredades en las prosaicos desescuales ella no se tabilizadores (si identifique. Perpuede permitírseme sonaje y autora una sobria opinestán perdidas, ión), creo en el uso despojadas a perde la intertextupetuidad de sus realidad que muchos spectivas mónadas críticos desvisten constitutivas. Los en ambos textos, espejos les depero como bien vuelven una conhan asentado las cavidad desprovisantiguas teorías ta, tacaño patrón literarias renacende unidad fragtistas, considero mentada que revque la interpreela el extravío per tación antecede se. Ambas intena la imitación tan reflejarse en cuando ésta se el mismo cristal vuelve equivalente indócil en el que a la invención en el domeñan su miratripartito inventioda los vampiros, dispositio-elocutio. sólo acertando Me valgo del posen dicho conato tulado de Pinciano refractivo más en procura de dis- Valentine Penrose por Rogi André (1935). © Centre Pompidou, frustración. pensarme mayor George Bataille MNAM-CCI, Dist. RMN-Grand Palais. asidero: puede participar en el desarrollo de Y porque este vocablo imitar podría poner esta idea. Si podemos llegar a reconocer que alguna oscuridad, digo que imitar, remedar en ambos retratos –tanto el de la condey contrahacer es una misma cosa, y que la sa aludida como el que enmarca a la artista dicha imitación, remedamiento y contrahebritánico-francesa– una subrepticia operación chura es derramada en las obras de natude sacrificio de lo real está llevándose a cabo, raleza y de arte. (López Pinciano, 1953.) podremos notar que sucede, al mismo tiempo, en objeto y sujeto sin anular por esto a la 6
Erzsébet Báthory, aguafuerte por István Csók (Sáregres, 1865 - Budapest, 1961).
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víctima verídica. De este modo, es únicamente a través de formas tormentosas (expresiones espurias, violencia tangible, excitación mental irreprimible y un postrer abatimiento algo tardío) que las dos mujeres conciertan cierta calma con el sentimiento patente de pérdida de referente. Tumultuosas entre ellas mismas, son reflejo cuarteado devuelto desde un espejo, las únicas asistentes de aquella ausencia abstraída. Desde esa asimilación del duelo que se está produciendo en el fuero interno, especie de reciente aprehensión del fantasmal alcance que acarrean tales duplicaciones erróneas para el universo de las representaciones, que es, por tanto, engañosa mimesis del referente, sólo podrán arrojarse al maremágnum de la melancolía. A este respecto, en La Comtesse sanglante, Valentine anota:
como tampoco los deseos violentos de los que es presa. Saturno, astro rector por antonomasia de la pena, puede causar peligrosas influencias y el tedium vitae, al fin, lacerar la más mesurada de las composturas. Las anteriores nociones todavía tutelan el desempeño médico, porque, en definitiva, la comprobable concepción de los humores demuestra que todo individuo alguna vez ha sido afectado por las reacciones químicas que tienen lugar en su organismo. Otra vez fijemos nuestra atención en Valentine Penrose y en su Condesa Sangrienta. En relación al espacio femenino y las repercusiones melancólicas que puedan afectarlo, en
The Gendering of Melancholia Feminism, Psychoanalysis, and the Symbolics of Loss in Renaissance Literature de Juliana Schiesari,
se examinan las conclusiones que hace Luce Irigaray al respecto de los síntomas que debe afrontar una niña durante el transcurso de su fase edípica, indicios también descritos por Freud como melancólicos. Por lo general, al descubrir la pequeña su entrada en el mundo simbólico y, con esta experiencia, su devalúo (y el de su madre, primer referente femenino al cual le es posible acceder), su condición de castrada, experimenta profundo dolor, desánimo e intentos frecuentes por derogar su interés en el universo exterior (sí, también señales melancólicas). A diferencia del niño, sigue la filósofa, la niña toma a su madre como primer objeto de amor y la privilegia como referente identificatorio de su ego. Durante este ejercicio, es menor el horror que le provoca la falta anatómica del falo si se la compara con el descubrimiento de haber sido designada carente. Esta personal traslación que sigue, avala lo ya formulado:
La melancolía fue el mal, la atmósfera misma del siglo XVI; Erzsébet la respiraba mezclada con el resto de la barbarie carolingia de la Hungría de la época, con la crueldad de los turcos, con la brutalidad feudal. (M.ª Teresa Gallego; M.ª Isabel Reverte, 2001). Diversos estudios antropológicos revisados con motivo de este informe indican que, en efecto, esta propensión anímica se registra en muchos seres geniales de manera natural (preciso es diferenciarla de la melancolía como enfermedad, o su sinónimo psicológico postmoderno: depresión). Aficionados al Siglo de Oro de las letras observan en el Quijote a un caballero melancólico incurable, si citamos uno de los ejemplos más reconocidos. Según la teoría médica de Galeno, sintetizada más tarde por Hipócrates de Cos, mente y cuerpo en el Hombre se ven determinados por cuatro fluidos básicos, que a su vez, soportan la intervención de las cuatro estaciones, los cuatro grupos de signos zodiacales o las cuatro horas del día. Estos elementos corporales (humores) son sangre, pituita, bilis amarilla y bilis negra. Es la última secreción la que nos interesa. Cualquier paradigma de homo melancholicus (Erzsébet, Valentine, Alejandra, aparte usted a la que prefiera…), transporta en sí la semilla del pesimismo. Las cualidades que lo componen son frío y seco, y agrega la etiología docta que, por causa de la bilis que le ataca, el melancólico no tolera la compostura insensible de la vida,
Su función es ser un agujero (hueco, hoyo) en la elaboración de la imaginería y el proceso simbólico. Pero esta falta, esta deficiencia, este “agujero”, inevitablemente da a la mujer algunas figuraciones, imágenes o representaciones por las cuales se representa a sí misma. (Luce Irigaray, 1985). Es ese deseo narcisista original el que particulariza la melancolía femenina. Herida abierta la nombra Freud; Lacan se inclina por constreñir la sensación de privación de objetos primarios de todo el género con la nomenclatura castración simbólica. Valentine Penrose 8
le otorga un rostro perforado con el título nobiliario de una de las casas ilustres más recordadas de Europa:
(1978-1928). Ambos concluyen redefiniendo el malestar como un estado mental irreductible, en el cual es característica la revolución que se produce entre el sujeto y el mundo moral que éste construye, mismo que se torna plano, libre de cualquier amenaza delirante. A tal estado le urge una seducción recíproca con los objetos, lo que explica la sugestión (o contra sugestión) que inflinge en la práctica médica. Alejadas de la enfermedad (ni Pizarnik, ni Valentine; mucho menos la húngara), ninguna ha visto disminuir sus funciones: las que escribían lo continúan haciendo, tal vez con mayor frenesí, y quien sacrificaba (a sí misma, empero) persiste en su empeño de expiación eterna hasta el final de sus días. Rasgos notables, los anteriores, de la comprensión íntima que aflora al ser revelada.
Recorriendo las tristes estancias, acudiendo a sus espejos, buscándose en su retrato, bella pero no deseada, incapaz de amar y, no obstante, inmutablemente hecha para agradar, Erzsébet volvía una y otra vez al dominio profundo en que siempre se sigue siendo rey de la propia fantasía. Con desesperación, se lanzaba hacia la fuente de las cosas, puesto que las propias cosas no querían nada de ella. (M.ª Teresa Gallego; M.ª Isabel Reverte, 2001). Trastornada por carencia de afectividad endógena (melancolía) y simultáneamente embelezada por auto contemplación ( n a r c i s i s m o), disociada durante extensos periodos por los arrebatos que le provocan usuales
estados culares
L’ h y s t é r i e n’est pas un phénomène pa tholog ique et peut, a tous égards, être considérée comme un moyen suprême d’ex pression . (Aragon; Breton, 1928).
crepus-
(histeria), Erzébet Bathóry acaba erigiéndose como un personaje intimidatorio, dominante y desalmado. Posponer la opacidad que conlleva la vejez se ha transformado en su obcecación y no dudará en recurrir a los métodos más cruentos para alcanzar ese objetivo, si con la lupa de la psiquiatría moderna inspeccionamos tal proceder. Ahora bien, no sería incorrecto, como necesaria costumbre de quien indaga, cotejar, a su vez, los análisis de la agrupación surrealista acerca de los comportamientos desviados. Aragon y Breton elaboran para uno de los números de La Révolution Surréaliste un artículo con motivo del cincuentenario de la histeria
Finalizando este precario recorrido, preciso es apuntar que quizá los fundamentos auténticos que promueven las existencias de estas tres mujeres difícilmente puedan ser develados íntegros. Real es que, antes de que Valentine Penrose se reconociera deslumbrada por la historia de una de las féminas más despiadadas de Occidente e ilustrara su vida entre los conflictos armados de los que fue testigo como voluntaria (en 1936 se unió a la milicia obrera española y participó de la Resistencia Francesa durante la Segunda Guerra Mundial), 9
Bataille ya había mencionado a la prestigiosa húngara en su poema Larmes d’Eros (1961), hecho que nomina a Penrose como entusiasta intérprete-imitadora. Similarmente, debe tenerse en cuenta la germinación fructuosa actual de corrientes revisionistas literarias, las cuales señalan que la figura de la Erzébet Báthory histórica sufrió una de las mayores mistificaciones de todos los tiempos, en mayor parte aumentada por escritores que aggiornaron su nombre a través de la ligazón establecida con la belleza fantástica. Al examinar el trabajo de José Luis González, Valentine Penrose y la Alimaña de Csejthe (2004), resurgen concretas explicaciones. La dinastía Habsburgo veía en la heredera de los Nádasdy una amenaza para su poderío. Erzébet poseía el feudo más ubérrimo de toda la región, sus relaciones protocolares y fraternales con el linaje real transilvano se hallaban sustanciosamente fortalecidas por tratados y como viuda de uno de los militares autónomos más celebrados de Hungría (quien combatía los avances turcos), había hecho visible su elección por la fe calvinista. Se convertía en demanda irrebatible extirpar la notoriedad que la mujer iba adquiriendo entre súbditos y pares palaciegos… ¿qué mejor si el artilugio concentra en consentir el desprestigio de las murmuraciones? Por último, la intención ha sido recobrar la lumbrera Valentine Penrose, silueta nutricia de diversas representaciones de opuestos que validan, sin sumir en imposibilidades. Sangre es fluido que abunda en las tres mujeres descritas con anterioridad, meta-vampirismo aplican a su propia escasez referencial. Sea tal vez que, una mujer liberta no se consuma hasta abismarse en su mismo desconcierto.
BIBLIOGRAFÍA . ÉLUARD, Paul. El poeta y su sombra. Fragmentos para un arte poético. Icaria Editorial, Barcelona. 1981. . HUBERT, Renée Riese. «Lesbianism & Matriachy: Valentine & Roland Penrose». En Woman, Surrealism, & Partnership p. 87-111. University of Nebraska Press, USA.1994. . SCHIESARI, Juliana. The Gendering of Melancholia Feminism, Psychoanalysis, and the Symbolics of Loss in Renaissance Literature. Cornell University Press, USA. 1992. . PENROSE, Valentine. La condesa sangrienta. Traducción de M.ª Teresa Gallego y M.ª Isabel Reverte. Ediciones Siruela, Madrid. 2001. . ARAGON, Louis; BRETON, André. «Le cinquantenaire de l’hysterie». La Révolution Surréaliste. Núm. 11 (marzo de 1928). p. 20-22. . PENROSE Film Productions. “Roland Penrose (en línea).” Disponible en: h t t p : //w w w. r o l a n d p e n r o s e .c o .u k /m a i n . aspx
La noche de la antevíspera es la de Lilith, la gran noche negra del caos, de donde ha salido éste para que se hagan los mundos. En el acre humo de las yerbas, que embriaga y procura el trance, se abre el reino de la noche, de la gran noche, la noche del tiempo, la noche que lo ha embrujado todo. El sol está entonces en el punto extremo de su declive; y la tierra hace brotar sus encantamientos. Es el solsticio de la tierra, apagada, moteada, parda. Es el solsticio femenino. (M.ª Teresa Gallego; M.ª Isabel Reverte, 2001). Gabriela Córdoba 10
ARTE PINTURA
su muerte, el 5 de diciembre de 1952, la sociedad londinense lo declaró miembro honorable de la Unión Internacional de Artistas.
OTTO MARCUS
LA OBRA
O
TTO Marcus (1863-1952), fue pintor, ilustrador y caricaturista. Nació en Alemania, el 15 de Octubre de 1863 al cuidado de una de las familias judías más importantes de la región de Malchi, en Pomerania. A la edad de 16 años, viajó a Viena con el fin de perfeccionar sus habilidades artísticas. Así fue como se matriculó en la Academia de Bellas Artes. Alumno consecuente de esa institución, entró en contacto con la obra del artista clásico Anselm Feuerbach, y esta atracción ejerció grande influencia formativa en él, permaneciendo intacta durante toda su vida. Además, recorrió París y perfeccionó su interés en la técnica fotográfica de la mano de Paul Nadar y Charles Reutlinger. Este último, si especificamos, fue el fundador de uno de los establecimientos fotográficos más importantes del siglo decimonónico francés, que estaba ubicado en el Boulevard Montmartre, desde donde, con todo esplendor, gran parte de la ciudad podía leer la enorme cartelería que anunciaba “Reutlinger Photographie d’ Art”. Con posterioridad a esta temporada en Francia, Otto Marcus residió en Italia, Inglaterra y Estados Unidos y en varias oportunidades participó con sus ilustraciones en periódicos regionales. Desde 1901 hasta 1927, en el último país, se desempeñó dando clases de dibujo en el Institute of Decorative Arts y en escuelas de artes aplicadas. Marcus joven había sido partidario de los primeros movimientos socialistas democráticos que estaban emergiendo en Alemania, razón por la cual cuando el III Reich creó la Cámara de Cultura del Reich (nefasta institución que controló toda expresión artística basándose en el mandamiento el cual pregonaba que el arte moderno era fraguado por hombres indeseables y degenerados), no halló mejor opción que exiliarse con su familia en Londres. A pesar de que gran parte de las obras que realizó no ha sido catalogada todavía, luego de
El grabado que se exhibe en estas páginas formó parte de la revista satírica hamburguesa Der Wahrer Jacob (publicación con aparición intermitente desde 1879 hasta 1933), uno de los semanarios predilectos del Partido Socialdemócrata alemán. Bajo la dirección de Wilhelm Blos, primer editor, se permitía a los colaboradores mantener normas de estilo dúctiles sin que por ello quebrantaran el tono moderado de la revista, pauta que la mantuvo alejada de los enjuiciamientos que por esos días sufrían otras publicaciones con tono socialista. En ese marco, Otto Marcus encontró amparo para ilustrar al vampiro imperialista. No obstante, cuando Adolf Hitler asumió la presidencia de Alemania, la revista fue prohibida debido al contenido crítico que presentaban sus artículos y caricaturas.
The Working Man and His Vampire (But is the Vampire Rightly Labelled?) –El trabajador
y su vampiro (pero es el vampiro verdaderamente.........-, es una estampa realizada con técnica mixta que incluye lápiz, tinta y pintura. Como reproducción para Chicago to-day or The labour war in America de W. T. Stead, libro publicado en 1894, la escena permite ver a un ángel guardián que sostiene en su mano izquierda el manual de investigación y enseñanza llamado Wissen Schaft. El término, de origen alemán “Wissenschaft”, alude a la noción que advierte: el conocimiento que se obtiene mediante aprendizaje, implica un proceso dinámico que será descubierto por quien lo emprenda, sin necesidad de que exista alguien que lo dicte. Del lado siniestro en la ilustración, aparece un hombre sentado que ha apoyado su cabeza, como signo de la aflicción que lo embarga, por encima de la mesa. Con prendas rudimentarias –su camisa arremangada es distintivo básico del proletariado–, puede arriesgarse que re11
cientemente abandonó las tareas. Vencido, sobre la espalda soporta el peso de un vampiro aberrante que le clava las garras, mientras succiona la poca energía que aún conserva el cuerpo. Los criterios de examinación pueden ser amplios, aunque principalmente aceptamos que se
trata de la imagen de los hombres de trabajo que, con toda probabilidad, serán explotados si no mantienen una convicción férrea en la necesidad de perfeccionamiento de sus capacidades. Análisis por Mme. Eglantine.
The Working Man and His Vampire (But is the Vampire Rightly Labelled?) por Otto Marcus (1894). 12
TEATRO EL VAMPIRO COMEDIA EN UN ACTO ESCRITA EN FRANCÉS POR M. SCRIBE, Y TRADUCIDA AL CASTELLANO POR DON ANTONIO GARCÍA GUTIÉRREZ PERSONAS EL MARISCAL, conde de Walter.
GUILLERMO, conserge del castillo. PETERS, su ahijado. CARLOS, criado del conde. UN NOTARIO. CRIADOS, CONVIDADOS A LA BODA.
Adolfo de Valber, su sobrino.
EL BARON DE LURDOF. HERMANANCIA DE MANFRED. LUCIA, su hermana.
La escena es en Ungría. El teatro representa una sala de un castillo gótico: á la derecha habrá un gabinete. ESCENA PRIMERA.
avergonzarte… contraer á tu edad un matrimonio por razon de estado… HERMANCIA. No tienes razon, Lucia, tú sabes los motivos que me han inducido á contraer este enlace. Somos huérfanas, de una familia noble, es verdad, pero sin bienes de fortuna. Me ofrece su mano un hombre rico, joven aun, el baron de Ludorf, de una de las familias mas distinguidas de Alemania, debia rehusarla? LUCIA. Sí, seguramente. Qué diferencia entre él y el conde Adolfo; tan bueno, tan amable, y lo que es mas, á quien habias jurado un amor eterno. HERMANCIA. Es cierto, pero nuestra unión hubiera causado su ruina; su familia, que es muy rica, y su tio el conde de Valber se oponian á nuestra union y nos aborrecian aun sin habernos visto jamas. Seis meses hace que murió Adolfo: tú has sido testigo del pesar que me ha causado su pérdida, pero no creo sea un motivo para que no deba amar… LUCIA. Si lo es: tú no debias haber entregado á otro
HERMANCIA, LUCIA. (1) Si, Hermancia.
LUCIA
HERMANCIA Ya veo que no te agrada la Ungría, y sin embargo, qué has visto mas hermoso? Esas cavernas de hilo, esas montañas de nieve, esos precipicios espantosos, la sencillez de sus habitantes, sobre todo su honradez… LUCIA. Ciertamente. HERMANCIA. Te confieso, sin embargo, que son en estremo supersticiosos, que dan crédito á las apariciones de vampiros y fantasmas; en fin, que creen todas las fábulas que les han transmitido sus mayores, y aun mi esposo mismo… LUCIA. No me recuerdes á tu esposo; y tú, tú que debias (1) Se dificulta la apreciación del primer diálogo debido a la superposición de papel. 13
ninguno tu corazon. Confiésame que nunca le has amado con aquella vehemencia… tú le recibias algunas veces con una frialdad, una indiferencia que yo no podia concebir, de manera que tenia que contentarle casi siempre que se apartaba de tu lado. Cómo envidiaba yo tu suerte! El estaba cerca de ti, para ti eran sus suspiros, él te imploraba, y tú, tú nada le respondias. Dios mio! Yo le hubiera amado; era esto tan difícil. “Tú á su afecto eras cruel, y yo en tu amor me abrasaba: él á tus plantas estaba yo suspiraba por él. aun constante vive aquí su memoria desgraciada, y la eterna fé jurada que guardarle prometí. HERMANCIA. Lucia! Por qué me habias ocultado tus sentimientos? Si fuera posible… yo deseo tu felicidad: calla, otra vez hablaremos. Quién viene? LUCIA. Es tu esposo y un estrangero.
Voy mi general.
LURDOF. Y decid á Guillermo, mí conserge, que venga. (Vase Carlos.) pero mí general, cuál puede ser el motivo de una partida tan precipitada? LURDOF. Y decid á Guillermo, mí conserge, que venga. (Vase Carlos.) pero mí general, cuál puede ser el motivo de una partida tan precipitada? CONDE. Tengo motivos muy poderosos. (2) Bien que haceros algunas preguntas sobre un acontecimiento de que habeis sido testigo. Yo tenia un sobrino que era el orgullo de la familia, la gloria de su patria; Adolfo de Valber, de quien habreis oido hablar tal vez. (A Hermancia y Lucia.) HERMANCIA, bajando los ojos. Sí, sí señor. CONDE. Hace tiempo que deseaba casarle en Viena con la hija de un ministro: escribo á Adolfo, y rehusa mis proposiciones. Me aseguraron que estaba enamorado de una linda joven, cuyo nombre ignoro, y quien, según parece, no podia ofrecerle otro dote que su hermosura. Insensato! Viéndome desobedecido solicité y obtuve del ministro una orden para arrestarle en la ciudadela de Temisvar. Pues bien, el dichoso sobrino que habia jurado acabarme á pesadumbres, se acuerda de ponerse malo: acaba de declararse la guerra, yo me hallaba en el ejército y no podía ir á verle. Os envio, Lurdof, con el encargo de informaros de su salud, porque sospechaba que esta enfermedad repentina no fuese alguna estratagema. LURDOF. Ojala! el pobre muchacho, apenas le mandé decir que estaba alli Lurdof de parte de su tio. Ah! CONDE. Y bien, amigo mio, eso es cabalmente lo que quiero preguntaros. Decidme francamente: estais seguro de que mi sobrino… LURDOF. Cómo si estoy seguro? Yo le vi por mis propios ojos, y al otro dia asisti á su entierro. CONDE. Puede ser: habrá sido ilusion mia. Tal vez… pero yo mismo… en un combate desarmado y
ESCENA II.
Dichas, LURDOF y el conde Valber y CARLOS. LURDOF. No, mi general, no puedo permitir que paseis por mi castillo sin que os digneis honrarle; y cabalmente en el mismo dia de mi boda. No asistireis à ella? Aquí teneis à mi esposa madama de Lurdof. Señoritas, tengo el honor de presentaros al mariscal, conde de Valber, mi protector. CONDE. Decid mas bien vuestro amigo. HERMANCIA. Este es el tio de Adolfo. (A Lucia.) LUCIA. Ya lo sé. HERMANCIA. Aquel tio tan severo. LUCIA. Ya le he visto. CONDE. Quisiera complaceros, baron, pero asuntos de la mayor importancia… Carlos, pedid los caballos. CARLOS.
(2) En este caso, la ausencia total del extremo inferior derecho de la hoja, imposibilita la lectura de la conclusión del parlamento del conde. 14
sin defensa, cerca de perecer, oidme: si un soldado húsar que lanzándose entre mis enemigos, logró salvarme de una muerte indudable. “Yo vi su acero brillar como el rayo en la tormenta agitado sin cesar; ni la muerte le amedrenta ni el estruendo militar. todo á sus pies es trofeo, sobre á mis pasos camino, el rostro vuelve, le veo, y ara, ó mintió mi deseo, el rostro de mi sobrino. LUCIA, con interes. Cómo! Estais seguro? LURDOF. Va! no puede ser. CONDE. Pero ved aun lo que mas me sorprende. Con la esperanza de hallarle, tomo la posta y recorro la Alemania, llego á Presburgo, donde me detuve unos dias, y cuando menos lo esperaba recibo una carta del general en gefe, avisándome que en la última retirada del ejército austriaco, el desgraciado Adolfo de Valber, mi sobrino, habia muerto á la cabeza de un regimiento de úngaros. LURDOF. Cómo! por segunda vez! LUCIA, vivamente. Y estais cierto de que el general en gefe… CONDE. Le conocia como yo mismo. LURDOF. Os digo que es imposible. CONDE. Imposible! caro Lurdof, qué diriais si supieseis lo que me han asegurado esta mañana? Por lo que sea, quiero convencerme por mis propios ojos, y no debo perder tiempo. Ah! Este sobrino ha de acabar conmigo, permitidme que marche inmediatamente.
Mejor hariais, señor conde, en no partir hasta mañana. CONDE. No, no: quiero ganas las seis leguas que nos restan para llegar á… GUILLERMO. Ah, señor! Yo os aconsejo que no os pongais en camino, especialmente á estas horas. Hace viente años que soy conserge del castillo, y conozco el pais y… CONDE. Y qué, es mal camino? GUILLERMO. Oh! no señor, lo que es el camino es magnifico; pero… CONDE. Hay ladrones? GUILLERMO. No señor, ni ellos se atreverian á venir por no encontrarse cara á cara con… CONDE. Con quien? GUILLERMO. AH, señor mio, hace algun tiempo que han aparecido en el canton… Se habla de un prusiano llamado el Mayor Varzen y á quien ahorcaron habrá ocho meses en Barzoba. Oh! es un señor muy estirado de cuello. Parece que el bendito Mayor se habrá equivocado en unos cuantos florines que no le pertenecian, y se levanta todas las noches sin duda con la intencion de restituirlos. En fin, ya me comprendeis es un… LURDOF, sobresaltado. Un qué? Acaba. GUILLERMO. Un vampiro. TODOS. Un vampiro! CONDE. Y no es mas que eso? Vamos. GUILLERMO. Pero, señor conde, debeis considerar que no está solo, porque como son tantos en el dia los ahorcados!... Se dice que últimamente han atacado á algunos viajeros hácia la Boconia. CONDE. Es cierto: yo debia acordarme que estaba en este pais. Solamente en la Ungria y en la Bohemia he oido hablar de esos señores. GUILLERMO, á Lurdof. Y mi ahijado Peters, á quien habeis enviado dos leguas de aquí á buscar el notario, y hace cuatro horas que salió… Ay! Si el pobre muchacho que no es nada valiente, se ha encontrado con
ESCENA III
Dichos CARLOS y GUILLERMO. CARLOS. Mi general, la silla está lista y el postillón á caballo; pero la noche está endiablada, y me temo que tendremos tempestad. LUCIA. 15
el vampiro y se ha dejado… ham! LUCIA. Guillermo, y qué cosa es un vampiro? GUILLERMO. Un vampiro, señorita, es, es… un vampiro y está dicho todo: es un muerto que anda, que se levanta á ciertas horas callandito para chuparnos la sangre de que se mantienen, especialmente la de la novia que le gusta mucho, y luego se vuelve callandito y se entierran otra vez como si nada hubieran hecho. Ah! Yo no quisiera decirlo por no dar que sentir al señor conde; pero hay quien asegura que su sobrino el conde de Valber es tambien vampiro. LURDOF. Calla mentecato. (A Hermancia y Lucia.) Todas estas son fábulas, mis queridas… si en otro tiempo venian esos señores… ya, ya no. Seguramente… no es esto… mi general? CONDE. En todo caso, yo y Carlos el antiguo criado de mi sobrino, nos hallamos en estado de recibirle, es verdad? CARLOS. Podeis contar conmigo, mi general. CONDE. Bien; pues vamos.
LURDOF. Y bien, Peters, nos trae el notario? PETERS, agitado. Sí señor; pronto vendrá en su pequeña tartana. Yo me he adelantado por medio de la selva. LURDOF. Pero qué tienes? Estás pálido y descompuesto. PETERS. No es nada, no es nada, padrino mio; yo quisiera hablaros á solas. GUILLERMO. Y por qué? Puedes decir lo que quieras: yo no tengo secretos para el señor baron. PETERS, en voz baja. Pues bien, habeis de saber, padrino mio, que yo… ahora mismo… acabo de ver… uno… GUILLERMO. Cómo uno?.. LURDOF, con terror. Qué, qué has visto? PETERS. Que si le he visto? Cara á cara. Os acordais de aquel prusiano, de aquel Mayor Varzen que encontré en Presburgo, y me preguntó todas las novedades del país? GUILLERMO. Sí: ahora hablábamos de él. PETERS. Pues bien, ese diablo de prusiano que fue… ya lo sabeis, atravesaba la selva con un landó cuando yo venia para acá, tal como yo le vi en Presburgo, alegre como un rey, y por cierto no tenia mas traza de ahorcado que yo. Sin embargo me asusté y me dió un desmayo. GUILLERMO. Dios mio! PETERS. Camarada, me dijo, camarada, quereis mostrarme el camino de Zemplin? LURDOF. Cómo! de Zemplin? Viene hácia acá? PETERS. Cabalmente: yo no perdí, sin embargo, la cabeza, y le indiqué con la mano un camino todo al contrario; aquel camino que se estiende á la frontera, todo lleno de rocas y precipicios. LURDOF. Cómo! le has ido á mostrar un camino tan peligroso, donde tantos viajeros han perecido. El camino del infierno? PETERS. Sí, para que vuelva mas pronto á su casa. Yo temblaba á todo esto, porque me miraba con unos ojos… Dios mio, qué ojazos! Yo creo que te
Se van por un lado, y Hermancia y Lucia por otro.
ESCENA IV. LURDOF y GUILLERMO. LURDOF. Sabes, Guillermo que todo lo que nos ha contado el general es muy extraordinario; sobre todo, para mi que estoy bien seguro de haber visto á Adolfo. PETERS, dentro. Padrino, padrino. LURDOF. Eh!.. aquí tienes á tu ahijado: no ves como nada le ha sucedido?
ESCENA V
Dichos, y PETERS.
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he visto otra vez en Presburgo, me dijo: ya veis si me conocia. GUILLERMO. Si estos muertos desvelados tienen una memoria infernal. PETERS. Cuidado, añadió, con decirle á nadie que me has visto aquí, adios. Oigo caer una bolsa á mis pies, se deja oir la tempestad, y en el momento mismo desapareció la berlina como si el diablo la llevara. GUILLERMO. Y no te moriste de miedo? PETERS. Yo no tuve valor sino para agacharme á coger la bolsa. Vedla. GUILLERMO. Quita allá! Eh! Pero estás tú seguro de que es una bolsa fisica, porque… sin embargo, pudiera suceder… dádmela acá: no huele mal: debe ser el señor mayor un muerto muy aseado. LURDOF, aparte. Será posible! No: no habitaré yo mucho tiempo en este pais supersticioso! Ah! Para morir de sustos siempre está uno á tiempo. (alto) Y supuesto que le has visto, podrás darnos señas de él? PETERS. Seguramente: tiene una figura muy agradable, talle airoso, fisonomia interesante, y unos ojos soberbios… que brillan… ya os podeis figurar; como brillan los ojos de esa gente. LURDOF. Y cómo es de suponer que un joven tan bello, tan elegante, que tiene caballos y berlina, y que derrama el oro á manos llenas, sea el mismo á quien ahorcaron en la semana última por una docena de florines? PETERS. Nada tiene de particular; por un capricho, por adiestrarse, ó por haberse equivocado la justicia, que no será la primera vez. LURDOF. Vamos, callad: ya es tiempo de reunir la familia y los convidados. Toma esa luz y acompáñame. PETERS. Sí, señor baron, voy… Dios mio! cada vez que me acuerdo… LURDOF. Pusilánime… ti-tiemblas todavía? PETERS. No, no, señor baron… no… yendo vos delante… LURDOF. Y vos, Guillermo, si viene alguno de los convi-
dados le conducireis vos mismo; y haced preparar esta sala que es donde debe firmarse el contrato matrimonial.
ESCENA VI GUILLERMO, solo. Sí, sí, los convidados; los convidados: si el señor baron cree que han de venir con el agua que cae, me parece que se engaña. Sin embargo, creo que ha parado un coche en la puerta del patio: sin duda será alguno de los convidados, ó alguna linda señorita que viene á bailar en la boda.
ESCENA VII. Dicho y ADOLFO. GUILLERMO. Pues no, no es señorita. ADOLFO, mirando adentro. Milagro ha sido: deja donde puedas la berlina: me importa poco que se moje con tal que yo encuentre un asilo para mi. GUILLERMO, haciendo muchas cortesías. Sereis sin duda algun pariente ó convidado á la boda. ADOLFO. A la boda! Hay aquí boda? no, no soy convidado, pero… GUILLERMO. Cómo! no sois de los convidados? ADOLFO. No, pero no importa: yo me convidaré. GUILLERMO. Oh! No es lo mismo. ADOLFO. Me ha cogido la noche en la selva; mi postillón se ha perdido en esos vericuetos ó mas bien le han engañado. Nos hemos metido en un camino endiablado; la lluvia, que caia á cántaros, los precipicios… que se yo. Mis caballos estan estropeados y mi berlina toda mojada. En fin, vengo á pedir la hospitalidad al dueño de este castillo; y no creo que me la niegue, especialmente en el dia de su boda. GUILLERMO. La hospitalidad, la hospitalidad! Sí señor, la hospitalidad es una cosa muy santa, pero en 17
calidad de conserge no puedo absolutamente recibir á ningun desconocido, principalmente á estas horas, y con los rumores que corren… Dios me defienda!.. ADOLFO. Con que necesitaré para que me reciban presentar un fiador? GUILLERMO. Cabalmente: un fiador, un fiador liso, lego, y abonado. ADOLFO, paseándose y Guillermo siguiéndole. Pero dónde diablos quereis que vaya á buscarle? Si supierais de donde vengo… GUILLERMO. Señor mio, vamos, tendreis la bondad… ADOLFO. Dónde está vuestro dueño? GUILLERMO. Pues como os decia, yo no puedo sin faltar á mis deberes… ADOLFO. Quiero hablarle. GUILLERMO. Es escusado, señor; creedme: mas facil es que os marcheis. ADOLFO. No podrá negarse. GUILLERMO, enfadado y aparte. Nada, no me entiende: yo se lo diré de modo que no le quede duda. (Alto.) En ese caso… Señor mio, no podeis estar aquí: mas claro; os podeis marchar. ADOLFO. Pues bien, yo no quiero. GUILLERMO. Ya, eso es otra cosa; si vos no quereis… pero… ADOLFO. No haya mas peros: aquí me quedo, decídselo á vuestro amo. GUILLERMO. No, el señorito no es corto de ingenio.
Yo? ay!
PETERS.
GUILLERMO. Qué tienes? PETERS, aparte a Guillermo. Yo soy perdido; sí, es el prusiano, el ahorcado. GUILLERMO. Dios mio! el ahorcado! Per… perdonadme… si… yo… se-señor… sentaos (ofreciéndole una silla.) yo me tengo por muy dichoso en recibiros aquí. ADOLFO. Lo que vale un fiador! Os aseguro que no os arrepentiréis de haberme acogido en vuestro castillo. PETERS. Cielo! he de ser yo fiador de un ahorcado? ADOLFO. Bueno es tener amigos en todas partes. GUILLERMO. Ve á buscar socorro. PETERS. No, yo no voy solo. GUILLERMO. Grita, llama á todo el mundo, alborota el castillo. PETERS. No puedo, me está mirando: id vos. (Adolfo pasa entre los dos y ellos huyen.) LOS DOS. Uf!!! ADOLFO. Con que decis que tenemos boda: y bien, se casan á gusto? PETERS. Sí señor. ADOLFO. Es un casamiento por amor, eh? PETERS, temblando. Sí señor. ADOLFO. La novia es bonita? PETERS. Sí señor. GUILLERMO, aparte. (Lo dicho: viene por la sangre de la novia). ADOLFO. Y cómo se llama? PETERS. Sí señor. ADOLFO. Os pregunto, que cómo se llama la novia? PETERS, agarrándose á su casaca. Hablad, padrino, hablad, que yo no puedo mas. GUILLERMO.
ESCENA VIII.
Dichos. y PETERS, trae una torta en un plato. PETERS. Dios mio! qué fiesta, qué cena se prepara! qué boda! ha! qué veo!.. padrino, padrino. ADOLFO. Qué encuentro!.. tu figura me es conocida: ah! tu responderas de mi. Aquí teneis mi fiador. 18
Pues… se… lla… ADOLFO, á Peters. Cómo se llama? PETERS. Hermancia de Manfred. ADOLFO. Hermancia… Hermancia… desgraciado! GUILLERMO. Si digo yo que esta gente no puede estar mucho tiempo en razon. ADOLFO. Con qué es Hermancia la que se casa? PETERS. Sí, no… yo no sé… (ambos se arrodillan) Ah! Señor, por piedad no me hagais mal! GUILLERMO. Sí, por piedad… ADOLFO. Vamos, es imposible: quiero verlo yo mismo. Gente viene; cuidado con decir una palabra… ó voto á!
Oigamos. Soy ingles. Vuestro nombre? El lord Ruben.
ADOLFO. LURDOF. ADOLFO.
PETERS. Pues… Todos los dias un nombre nuevo, un nuevo pais… ADOLFO. Hace tiempo que deseaba ver la Ungria. LURDOF. Ah! No habeis estado en ella nunca? ADOLFO. Jamas. LURDOF. Entonces… (Aparte.) Sí, me parece que no es la misma fisonomia. (Alto) Me favoreceis en hospedaros en mi castillo, Milord. (Aparte) Yo estoy seguro en que aquel era mas alto. GUILLERMO, aparte. Oh! lo que es éste, muy alto se ha visto dias pasados. ADOLFO. Me han dicho que os casais. LURDOF. Sí, Milord. (aparte) Sin embargo, aquellos ojos. ADOLFO. Y cuál es vuestra esposa? (por Lucia.) La señorita tal vez? LURDOF. No, no señor. ADOLFO. Cual es pues? HERMANCIA. Mi… Milord… (aparte) ha! Ya no puedo hablar. LURDOF. Milord, es esta señorita. (aparte) Yo no puedo acostumbrarme á esta figura. ADOLFO, á Hermancia. Os doy la enhorabuena: tiembla vuestra mano… (Se la ha tomado) si… que… mi vista os amedrenta? por qué os asustais asi? PETERS, aparte. Su mano toma… qué intenta? HERMANCIA, aparte. Yo no sé que siento en mi! ADOLFO, á Lurdof. Oh! quién la dicha gozára de ser amado cual vos! mas mi suerte tan avara… LURDOF. No amasteis? ADOLFO.
ESCENA IX
Dichos, LURDOF, HERMANCIA, LUCIA y convidados. LURDOF. Dadnos sillas. (A Guillermo y Peters que señalan á Adolfo.) Qué teneis? Quién es ese forastero? PETERS. Es… es un señor que pide hospitalidad. LURDOF. Sea bien venido: ciertamente es un deber mio… (le reconoce) ah! Dios! qué significa esto? PETERS, aparte á él. Lo veis, padrino? El que se hacia tan valiente? LURDOF, á Hermancia. Si hubieseis conocido cierta persona, os preguntaria si encontrabais una perfecta semejanza… HERMANCIA. Qué veo! LUCIA. Hermana mia! Será posible? No nos ha conocido. LURDOF, se adelanta hácia Adolfo, el cual saluda friamente. Voy á hablarle: pero no os separeis de mí. Si me es permitido preguntaros á quien tengo el honor de hospedar en mi castillo?.. LUCIA. 19
Pluguiese á Dios! ojala que nunca amara. HERMANCIA. Lucia, yo no sé lo que siento; yo no puedo estar aquí mas tiempo… este hombre…
pronto á partir dejo á mi fiel Hermancia este anillo que debia reunirnos. Hermancia, (conmovida) vos sola habeis sido el objeto de mi amor, no os olvideis de mí.” LURDOF. Qué oigo! HERMANCIA. Lucia, continua, yo no puedo mas. LUCIA, lee. A lucia que me fue tan querida y á quien deseo una suerte mas feliz, dejo todos mis bienes para que pueda elegir un esposo: Lucia sed feliz con él, pero acordaos de mí.” Sus bienes! ah! no los deseo, no los quiero: yo nada necesito: pues que Adolfo no existe yo renuncio al mundo. Ah! hermana mia, cambiemos, dame su anillo que él llevó tanto tiempo: no se apartará de mí y yo creeré tenerlo de su mano. Yo te lo suplico. ADOLFO, enternecido. Pobre Lucia! LURDOF. Vamos, vamos: qué diablos! no nos enternezcamos… Ahora os acordais de traernos testamentos? GUILLERMO. Pues por Dios que para alegrar una boda… NOTARIO. [Pues] bien para distraernos, firmemos [pro]nto, y vámonos á la mesa. Ah! ah! (3) LURDOF. Bien, muy bien: el contrato, la cena, el baile… no es cierto mi querida hermanita? (á Lucia.) Vamos á firmar. LUCIA. Firmar! Asistir à la fiesta cuando acabo de recibir una noticia tan cruel, cuando aquel que vivia en mi corazon… no, no; yo no puedo permanecer aqui mas tiempo, adios hermana, adios Milord.
ESCENA X.
Dichos y NOTARIO. NOTARIO. Perdonadme si os he hecho esperar tanto tiempo; pero habiendo sabido que estaba aquí el general, tuve que volver atrás para recoger ciertos papeles concernientes á su sobrino. LUCIA. Cómo! Hay noticias de él? LURDOF, mirando á Adolfo. Ha vuelto á aparecer? NOTARIO. Qué! muy al contrario: traigo su testamento. Ah! ah! LURDOF. Su testamento! No es posible, hace mas de seis meses que murió en Temisvar y desde entonces no se sabe que hubiese hecho testamento alguno. NOTARIO. Pues es raro! la fecha de este es de tres meses en el campo de Molvita. Ah! ah! vedlo. (Le saca.) LURDOF. No, no me es permitido, el general ha marchado, y asi es inútil. NOTARIO. No es tan inútil, porque creo que contiene un artículo especial para las señoritas de Manfred. HERMANCIA. Para nosotras? NOTARIO. Seguramente. LURDOF. Cómo! Le conocias particularmente? HERMANCIA. Sí señor. LUCIA, aparte. Con que no se ha olvidado de mí, leedlo (á Lurdof.) LURDOF. Pudiera ser reservado. Leedlo vos. (á Hermancia.) HERMANCIA, lee. “Esperando ausentarme por largo tiempo, y
ESCENA XI.
Dichos menos LUCIA. Qué le ha dado?
NOTARIO.
(3) Esta línea ofrece algunas dificultades sorteables, porque si bien el texto ha desaparecido debido a la rasgadura que presenta el papel, pueden arriesgarse algunas suposiciones con relación a las palabras que siguen en el diálogo. 20
Portada del vaudeville original de M. Scribe (1820). 21
LURDOF, firma. No importa, ya volverá cuando se la pase. Yo he firmado, madama, á vos toca. ADOLFO, firma Hermencia. Se atreverá todavía. LURDOF. Creo que no falta ninguna firma? ADOLFO. Sí, la mia. LURDOF, firma y vuelve á su sitio. Con mucho gusto, Milord, vos me honrais. NOTARIO, recorre rápidamente el contrato y lee. Bien está, bien. (Aparte) Dios mio! qué veo!... Adolfo Valber… (alto) sois vos… perdonadme señor Baron… Milord… pues… luego volveré: esto está concluido… señorita… perdonadme no puedo… (Vase corriendo.) LURDOF. Pero qué? GUILLERMO. Qué mosca le ha picado al señor Notario? LURDOF. Yo no comprendo… PETERS. Ola! tambien el señor Notario… (se acerca y ve los papeles) Calle! aquí el convenio matrimonial… y no se ha dejado… Ay! ay! señor baron no es Milord Ruben… tomad… LURDOF. Qué veo! es él, no hay duda. ADOLFO. El es, el Vampiro. Huid. (Huye con el mayor desorden.)
Tu has roto ya los lazos que en tiempo nos unian, no importa, ya en mi pecho arde otro amor que mi esperanza anima. Quién viene. Es mi amada Lucia. Que agitada está. (Se aparta a un lado.)
ESCENA XIII. Dichos y LUCIA. LUCIA. Si yo me voy para siempre de este sitio: me volveré al convento para no salir de él jamas. No, no presenciaré yo esta boda, Ah! sois vos Milord? (que se va acercando.) (Aparte) Como se le parece! ADOLFO. Al fin, hermosa Lucia, nos abandonais? LUCIA. Sí señor: quiero irme: aqui nada hay ya que me interese. ADOLFO. Nada, Lucia, nada! Y decidme, ese Adolfo que todos olvidan menos vos, os amaba con la misma ternura?.. LUCIA. Oh! no, él nunca supo apreciar el corazon de la inocente Lucia, y solo amaba á mi hermana. Yo le amé sin decirselo, pero ahora que mi hermana le olvida, y se casa con otro, bien puedo entregarme á este afecto que se nutrió en mi pecho desde mis tiernos años. Su muerte no es obstáculo como mi hermana pretende para dejar de amarle. Es verdad, Milord? ADOLFO. Sí bella Lucia, y no dudeis que si Adolfo hubiese penetrado el secreto de vuestro corazon… LUCIA, aparte. Como me llega esta voz al alma! (alto.) Decidme, y vos estais seguro de ser el Lord Ruben? ADOLFO. Y que importa quien pueda yo ser si tengo la dicha de recordaros ese Adolfo á quien vos quereis, y que sin duda os ama menos que yo? Sí Lucia… miradme como si fuera él mismo. LUCIA. No, yo no puedo. Cómo si fuera él mismo! Cerca de él era yo dichosa, y cerca de vos tiemblo, y no sé lo que me sucede. ADOLFO.
ESCENA XII. ADOLFO, solo. Estoy vengado: La infiel! La he perdido para siempre. Ay! cuando yo esperaba después de mis desdichas, en su regazo amante el fin hallar de las desgracias mias! Te encuentro en otros brazos burlando fementida la fé que me juraste y mi esperanza en que feliz vivia. No mas, ya te ofrezco; qué importan tus caricias á aquel que desdichado víctima fue de tu fatal pérfidia? 22
Acabad.
No señor, no os ireis de ningun modo: ademas de que es imposible. Vuestro tio en este momento está ocupado en tomar todas las avenidas del castillo. ADOLFO. Qué he de hacer? Carlos, Lucia, puedo contar con vuestro silencio? LUCIA. Sí, yo callaré, pero prometedme que sereis siempre Adolfo; me lo ofreceis? ADOLFO. Bien, Lucia, no os niego que soy Adolfo: lo seré siempre pues es vuestro gusto: pero es preciso ver el modo de frustrar la vigilancia de mi tio. Si encontrase donde ocultarme… en este gabinete… CARLOS. Os encontrará de todos modos. ADOLFO. En este caso acudiremos á mi recurso ordinario: es ya preciso. LUCIA. Dios mio! Qué quereis hacer? ADOLFO. No temais nada. Carlos, es preciso que al momento… (Le habla en secreto.) CARLOS. Qué!.. pretendeis aun?.. ADOLFO. Y bien: no soy todavía tu amo? te has olvidado de que yo exijo de los que me sirven una completa sumision? CARLOS. Yo no puedo obedeceros: esto es cruel: vuestro pobre tio… ADOLFO. (4) cien florines, ó no vuelves á entrar en mi servicio. CARLOS. Obedezco, señor, pero es un cargo de conciencia… ADOLFO. Cuenta que estoy en el gabinete, y oiré todo cuanto digas. CARLOS. Ya vienen, pronto. ADOLFO. Lucia, silencio. Encerrémonos en este gabinete y sostengamos el asalto. (Se encierra: Carlos se va.)
LUCIA. No sé que inquieta emocion siento estando á vuestro lado, que de gozo enagenado me palpita el corazon. Cerca de vos mi pasion que el tierno pecho maltrata, siente alivio y se dilata… (Adolfo se arrodilla á sus pies.) Ah! Milord, Milord, qué haceis? ADOLFO. Pedir solo que me ameis. LUCIA. Levantad… no soy yo ingrata. ADOLFO. Lucia! Si yo estuviese encargado de entregaros este anillo que Adolfo destinaba á vuestra hermana, y de que solo vos sois digna… LUCIA. Sí, yo le reconozco… por piedad, no os goceis en mi dolor. Quien sois? ADOLFO. No puedo decíroslo aun.
ESCENA XIV. Dichos. CARLOS. CARLOS. Amo mio, querido amo. ADOLFO. Calla imprudente. CARLOS. Ya no os escapareis, vuestro tio el conde de Valber me sigue. LUCIA. El es! ADOLFO. Qué dices? CARLOS. Sí señor, venimos ahora de la última posada en que parasteis: vuestro tio encontró casualmente un papel del posadero en que habiais escrito algunas palabras: nos dieron señas de vos y de vuestra berlina, y nos volvimos inmediatamente atras, cuando al entrar en el castillo, el primer objeto que se nos ofreció, fue la berlina cuyas señas nos habian dado. ADOLFO. Adios, no hay que perder tiempo. CARLOS.
(4) Sentencia ilegible. Se ha perdido el extremo inferior izquierdo de la hoja completamente. 23
ESCENA XV.
CONDE. Abrid la por fuerza. GUILLERMO. Señor conde, creo que aunque la abrais no podreis pillarlo. CONDE. Por qué? GUILLERMO. Porque se habrá evaporado. CONDE. Ea, amigos, entremos inmediatamente.
LUCIA: EL CONDE PETERS: despues LURDOF, HERMANCIA, GUILLERMO y criados. CONDE. Asi, asi: tomado todas las puertas: yo os aseguro que está aqui. Voto á… yo le encontraré. LURDOF. Qué es esto? Tenemos aun al vampiro?.. CONDE. Ya le vereis, amigo Lurdof. GUILLERMO, siguiéndole por que no le hace caso. Mi general, mi general, mi general? Tenia que deciros, ó mas bien que suplicaros que no os espongais temerariamente, porque el que hemos visto aqui no es vuestro sobrino. CONDE. Pues quién? GUILLERMO. Segun el dice, el lord Ruben, y segun yo digo el muerto andante que trae asustando el canton. CONDE. Teneis miedo? GUILLERMO. No señor, cosa de miedo no: apego á la vida. CONDE. Yo os aseguro que el lord Ruben y mi sobrino son uno mismo. LURDOF. Demasiado lo sabemos: y no hace una hora que nos ha alborotado el castillo. CONDE. Y no le habeis pillado? PETERS. Ya, ya; si fuera eso tan facil! CONDE. Dónde está? Por dónde se ha ido? PETERS. Todo lo que puedo deciros es, que no hace mucho estaba en esta sala. CONDE, á Lucia. Y bien, señorita, vos le habeis visto, le habeis hablado? LUCIA. Yo, es cierto, pero… no sé… estaba tan turbada… por piedad no me pregunteis nada. CONDE. Voto á… todos han perdido la cabeza; pero Adolfo no debe estar lejos. No puede haberse escondido sino aqui: entremos en este gabinete. PETERS. Está cerrada la puerta.
ESCENA XVI. Dichos y CARLOS, apresurado. CONDE. Pero, Carlos, qué noticias nos traes de mi sobrino? CARLOS. Mi general… (Aparte.) Nunca he tenido tanto valor. CONDE. Qué tienes, tambien tú… estoy por creer que estan todos embrujados. CARLOS, Señor, acabo de ser testigo de la muerte de vuestro sobrino. PETERS, aparte. Otra vez! Estos vampiros tienen una ventaja! Cuando se ven apurados, puf! CONDE. Qué! por evitar mi cólera… Le has visto tú? CARLOS. Nosotros le perseguimos hasta la roca que llaman el puente de Barzova. Esperad, gritó: si uno de vosotros da un paso mas, me precipito: un imprudente se adelanta… CONDE. Y qué? CARLOS. Se arrojó al agua. PETERS. Del puente de Barzova? No hay que temer que se haya ahogado, porque yo le paso todos los dias á pie enjuto. CARLOS, aparte. Maldito! CONDE. Cómo! qué dices? PETERS. Sí señor: es un riachuelo de agua dulce que los 24
dias de gran tempestad como hoy me mojo las rodillas: pero sin duda las gentes del otro mundo deben tener privilegio para poderse ahogar en un vaso de agua. CONDE. Estás seguro de que se ha ahogado? CARLOS. Yo… Sí señor… Seguro… al menos que no me haya equivocado en el sitio… CONDE. Lo has visto? CARLOS. Señor… ciertamente… yo no me atreveria sino… pero… CONDE, aparte. Nada ha visto: respiro. Adolfo se ha avistado sin duda con él y le ha seducido: si puedo creer mis presentimientos, está en aquel gabinete; pero yo le haré salir. (Alto.) Carlos, yo creo todo lo que me dices, he perdido á mi sobrino, mi único consuelo, el apoyo de mi vejez. Ah! que no he podido verle una vez siquiera! No sabe el ingrato las penas que me ha hecho sufrir… no sabe que cuando me anunciaron su muerte estuve mil veces próximo á seguirle… Ahí está. (Se oye abrir la puerta del gabinete.) LUCIA. Señor… CONDE. Hija mia, yo soy muy desgraciado. LUCIA. Sí, vos debeis serlo como yo lo era no hace mucho. (Aparte.) Estoy por descubrirle. CONDE. Si al menos estuviese seguro de su cariño… pero no, él no me amaba, no sabia que le quedaba en mí un segundo padre; y qué instante de mi vida no le he consagrado á su felicidad? He marchado á Viena, he obtenido una plaza de coronel para el mismo que ahora es la causa de mis pesares: él me creia irritado, y debia estarlo. Si yo hubiese tenido la dicha de volverle á encontrar, el placer de estrecharle entre mis brazos, yo lo hubiera olvidado todo, todo, hasta mi cólera… (Se abre la puerta.) yo le hubiera dicho: seis meses ha que soy desgraciado, y tú has sido la causa. Pues bien, yo soy quien implora tu perdon. Vuelve á cobrar tu nombre y tu libertad, dispon de tu mano y de tu corazon; pero vuélveme á mi sobrino.
Dichos y ADOLFO. ADOLFO, sale precipitadamente, y se arrodilla
a los pies del tio. Los demas se apartan asustados.
Tio mio! aquí le teneis á vuestros pies. GUILLERMO. Ay! por dónde habrá venido este condenado otra vez. CONDE. Sobrino mio: Caro Adolfo! amigos mios, venid, no temais: este es mi sobrino. ADOLFO. Sí, llegad, estoy vivo. LURDOF. Me basta vuestra palabra. GUILLERMO, aparte. A mí no: las gentes del otro mundo no tienen palabra. LURDOF. Y quién era el infeliz cuyo entierro acompañé yo en Temisvar? ADOLFO. Yo… era una estratagema. CONDE. Y el valiente soldado herido mortalmente en Molvitz? ADOLFO. Tambien yo. PETERS. Y aquel á quien yo hablé en Presburgo? ADOLFO. Yo tambien. GUILLERMO. Y el que por una pequeña equivocación le hicieron la gracia de… ADOLFO. No: ese no era yo, era un criado mio: un truhán que tomó mi nombre y rango, para cobrar cierta letra de cambio, y á quien después ahorcaron por otras travesuras de este género. No pudiendo llevar este nombre, tomé el de lord Ruben &c… PETERS. De modo que ya no volvereis á morir y resucitar?.. ADOLFO. No, ya no. PETERS. Qué lastima! ADOLFO. Como lástima? PETERS. Sí, porque se nos acabará la fiesta.
ESCENA XVII. 25
Grabado para la Escena XVII, en la traducción de Don Antonio García Gutiérrez.
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CONDE. Solo me resta saber quién era aquel húsar que con tanto valor me libró la vida. ADOLFO. Ah! tio mio! Sin ese dichoso acontecimiento no me hubiera atrevido á presentarme ante vos. CONDE. Bien: yo te debo la vida: no nos separaremos mas: cásate á tu gusto; la que tú escojas por esposa esa será mi hija. ADOLFO. Lucia, amada Lucia, con que al fin puedo ser tuyo?.. LUCIA. Dios mio! no esperaba tanta dicha? CONDE. Cómo! Es Lucia tu esposa! Sí, tio mio: sí, caro Lurdof, cada uno hemos encontrado la esposa que nos convenia, y seremos dichosos. GUILLERMO, á Lucia. Señorita, os deseo una completa felicidad, y… Aunque diz que los chiquillos ya ninguno los desea, plegue á Dios que pronto os vea con cuatro ó seis vampirillos. LUCIA, al público. Este vampiro inocente que no murió ciertamente, ni en la horca ni en el rio, enmedio de tanta gente teme morirse: de frio. No pagueis de tal manera sus desvelos y cuidados: dadle un aplauso siquiera, y… quedaremos premiados con que esta noche no muera.
DETALLES ACERCA DE LA DIGITALIZACIÓN DEL ORIGINAL.
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as trece páginas escaneadas desde su original, recogen un primer folio signado con el título de la obra, al parecer en la hoja de guarda de tapa. El papel, en general, presenta buen aspecto y es de color crudo; asimismo, en todas las páginas se observan los laterales inferiores en demasía deteriorados, estrago que no dificulta una comprensión total. Los casos en que este inconveniente ha impedido determinar una lectura correcta, son consignados. Se han respetado para esta traslación arcaísmos y reglas ortográficas de época. ESCUETA OBSERVACIÓN SOBRE EL TEXTO TEATRAL
Le Vampire o Le Vampire Amoureux fue escrita por el dramaturgo Augustin Eugène Scribe en colaboración con Anne-Honoré-Joseph Duveyrier (mejor conocido en el campo escénico por su seudónimo Mélesville), compositor y libretista. Ambos autores, de procedencia francesa, estrenaron esta comedia-vaudeville en el Théatre du Vaudeville (sala de espectáculos en la actualidad desaparecida, que se ubicaba en la calle parisina Chartres St. Honoré), el 15 de junio de 1820. Los biógrafos de Scribe apuntan que, en especial esta obra, marca un punto de inflexión en la carrera del comediógrafo, puesto que se había propuesto modificar la apariencia envejecida del vaudeville, apartándolo de la tradición bucólica que había adoptado, para que adquiriese los usos idiomáticos y las costumbres presentes en la sociedad de la Restauración. A principios del 1800, cuando este texto espectacular fue llevado al escenario, a Augustin Scribe ya se lo reconocía como uno de los más populares proveedores de “gaiety” ligera (arcaísmo para el vocablo actual gaieté; alegría) francesa. Bajo la estructura de farsa, consta de un acto con diecisiete escenas, e incluye segmentos de aproximadamente veinte canciones populares, que repiten gran parte de la jerga utilizada por los pueblerinos. La acción transcurre en Hungría, dentro de un castillo con arquitectura gótica. Adolfo de Val-
FIN
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ber, noble sobrino del conde de Walter, es el personaje más dinámico del argumento y alrededor de quien giran los sucesos. Muere y vuelve a reanimarse varias veces durante la duración de la obra, mientras va estipulando conflictos (externos e interno), en torno a la relación afectiva que mantiene con las hermanas Lucía y Hermanancia. Para la traducción al castellano, deben recono-
cérsele las debidas consideraciones a Don Antonio García Gutierrez. En el Teatro de la Cruz, el 10 de Octubre de 1834 y ejecutada por una compañía de actores madrileños, se estrenó El Vampiro. Un periódico de avisos de Madrid, con fecha 29 de octubre de 1834, asienta que el vaudeville estaba en cartelera por esos días, si nos remitimos a pruebas escritas.
Si bien algunas rectificaciones a la lengua castellana fueron elaboradas por García Gutierrez en 1839, ésas no fueron las definitivas. Existe otra versión, aunque más tardía, con autoría de D. Vicente Lalama, que data del año 1853. La obra teatral transcripta por García Gutierrez es de dominio público en la actualidad y fue digitalizada por Internet Archive, desde donde puede descargarse gratuitamente. Igualmente, una copia de tal, se halla en nues-
tra Biblioteca de MIACGC en Scribd, la que puede ser hojeada online o también guardarse. Desde esta publicación, adjuntamos el vínculo: ht tp://es.scribd .com/doc/117970815/El-Vampiro-comedia-en-un-acto-1820
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HISTORIA HEREJÍA Y VAMPIRISMO ESTUDIO COMPARATIVO ENTRE CATOLICISMO Y CRISTIANISMO GRECOORTODOXO
XIX, las tenciones dogmáticas aumentaron al pretender establecer el catolicismo el primado universal del papa, cuestión inadmisible para la ortodoxia. Si bien las causas de incompatibilidad pueden establecerse desde perspectivas culturales, PRIMERA PARTE políticas o teológicas, lo cierto es que la diferencia central radica en la desvinculación a exposición que acometo encarar en las que demuestra el Vaticano para con la vida subsiguientes líneas debe su hechura al espiritual de Oriente. Al mismo tiempo, la trabajo de Felix J. Oinas, catedrático de la Reforma ProtesUniversidad de tante, cooperó en Indiana (Estados debilitar la suUnidos). Heretics premacía del credo as vampires and italiano, incluso en demons in Russia los países en el que se ha convertido éste predominaba. en uno de los enAsimismo, uno sayos más cabales de los puntos de al cual recurrir, si encuentro entre las lo que se pretende dos convicciones es ahondar en los sagradas surge intersticios del cuando repasamos dogma Cristiano las especulaciones Gre co - Or todoxo, sobre escatoloen referencia a gismo , concepción vampiros. A que está ligada, su vez, como las i ndud ablemente , sugerencias al a la perduración Catolicismo endespués de la tintan gran parte Baba Yagá, bruja del folclore eslavo, presente en relatos muerte. Miguel de del texto, discurro infantiles rusos. Aquí lucha contra un cocodrilo infernal. Unamuno claraque no sería descaLubok del siglo XVII. mente ha descrito bellado reunir los tres dogmas mundialmente dominantes, elementos semejantes –o inconexos– entre amcuando señala que todas las religiones poseen bas doctrinas mediante una lectura comparatiun único problema real, que es desentrañar los va, para, tal vez, intentar una dilucidación más misterios de ultratumba. De la Iglesia protescercana a la imagen idealizada del mito. tante, el catolicismo y la ortodoxia oriental, es A partir del oficio del Concilio de Calcedonia en los cánones litúrgicos de ésta última donde (451 d.C.), cuando muchas de las iglesias orienmejor pueden apreciarse los resguardos estales participantes rechazaron los dictámenes catológicos (1). sobre la fe y el Patriarca de Alejandría resolvió
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separarse del seno de la Iglesia, hasta el suceso determinante en el cual el Gran Cisma de Oriente sacramentó las desavenencias entre catolicismo romano y ortodoxia bizantina, ambas doctrinas jamás se reconciliaron totalmente. Más tarde, hacia finales del siglo
(1) Sobre la idea filosófica de destino y la preocupación al respecto de la pervivencia después de la conclusión de vida, es fundamental la obra del escritor español. Esta sentencia lo confirma: Pero ha sido menester convertir a la 29
Grabado sobre madera que demuestra los enjuiciamientos en Inglaterra por herejĂa, descubierto en un libro que data de 1655. En la escena estĂĄn identificados los participantes: (A) es el verdugo, (B) el pregonero, (C) el sheriff y (D) el magistrado.
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Concentrándonos otra vez en el sondeo de Oinas, nos conducimos a comentar el acto de negación de dogmas de fe, que tanto Catolicismo como Cristianismo greco-ortodoxo denominaron herejía. Con este fin, nos separaremos lo preciso de dicho trabajo, originalmente escrito en inglés, para adoptar la acepción castellana que nos corresponde según nuestra lengua materna, y puntualizaremos la etimología de procedencia provenzal (eretge) para la palabra primitiva hereje. Persona que rechaza dogmas religiosos es la definición primera que anota el diccionario de la Real Academia Española. Pero la proposición actual no armoniza enteramente con la que manejaban los primeros tribunales sacerdotales en tiempos pasados. En Occidente, los heresiarcas fueron perseguidos desde la temprana Edad Media o finales de la Antigüedad tardía. Quien cometía herejía, según los preceptos helenísticos firmemente vigentes entonces, ejercía la acción de tomar, llevaba a cabo una elección o preferencia por vía particular y separatista. Los padres de la Iglesia escribían que el hereje no sólo era culpable si cometía errores sino también cuando se obstinaba en la repetición del hecho. Por consiguiente, si cotejamos la anterior definición con los libros de normas religiosas canónicas rusas, observamos que comparten parte de la noción occidental, aunque agrega algunas palabras que divergen, tan sólo, en número y género, como eretík, eretnik, eretica, eretnica y erestun, en especial entre los pueblos aldeanos del norte de Rusia, y no en la acepción que las unifica, la cual especifica que este acto es cometido por un grupo heterogéneo de personas, entre los que hay brujas, hechiceros y vampiros. Algunos autores orientales, incluso, caracterizan a estos personajes mediante su vinculación irrenunciable con demonios, y la presencia en sus cuerpos de colas, iconografía que no se halla demasiado
alejada de los cuerpos monstruosos de mujeres y hombres híbridos que también figuran en la iconografía satánica católica. Preciso deriva, a esta altura, referir algunas ilaciones históricas aclaratorias, antes de pasar, en específico, a establecer los paralelismos entre ambas doctrinas. En primera instancia, como esta comparativa tomará los casos concretos de herejías cátara, albigense y valdense, las que estuvieron bajo la jurisdicción del Tribunal de la Santa Inquisición, en lo que al cristianismo occidental incumbe, y los brazos seculares, por este aceptados, para acometer la expiación final, debemos contextualizar la atmósfera e implicancia de su desarrollo. Para el Catolicismo medieval, la herejía se tipificó en las normativas que dictaban papas, emperadores y reyes. Los reos cometían un crimen de lesa majestad al practicar herejía. Esta falta grave era sancionada a través de un juicio sumarísimo. Mientras la Iglesia se encargó de juzgar estos delitos contra los símbolos de fe, el dogma nuclear, y los derechos eclesiásticos, algunos rebeldes obtuvieron indulgencia. No olvidemos que el primordial objetivo de la Santa Sede era retornar a su seno a las almas erradas. Pero cuando los intereses de conducción sobre el rebaño, a fin de que alcanzara el perfeccionamiento espiritual, fueron rebasados por el afán de conducción de la sociedad a través de una institucionalización que auspiciara la obtención de poder temporal, fue cuando Estado y clero empalmaron. El Santo Oficio se convirtió en el encargado de establecer y promulgar las reglas que dirigirían el comportamiento de la sociedad, y la nobleza era responsable de velar por el cumplimiento de esos estatutos. Así es como el Cristianismo transmutó en una superestructura sustentadora de poder, a la vez que guarecía su permanencia en la estratificación de la comunidad. De este modo, los tribunales seculares, a cargo ahora de infligir las penas, terminaron perpetrando múltiples torturas y asesinatos entre hombres y mujeres (mayor es el número) de buena fe.
religión, a beneficio del orden social, en policía, y de ahí el infierno. El cristianismo oriental o griego es predominantemente escatológico, predominantemente ético el protestantismo, y el catolicismo, un compromiso entre ambas cosas, aunque con predominancia de lo primero. (122). Miguel Unamuno. «Del sentimiento trágico de la vida. La agonía del cristianismo» La esencia del Catolicismo. Akal, Madrid, 1983.
CONTINUARÁ EN EL PRÓXIMO NÚMERO.
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LIBROS Y REVISTAS RESEÑAS THE VAMPIRE IN EUROPE MONTAGUE SUMMERS
entonces transfigura el tratamiento excéntrico del autor y su, durante años defendida, integridad como el más importante académico que hablaba sobre vampiros. Asimismo, debe exculpársele el valor radical que posee su arqueo: dominamos (aunque sea grosso modo) el ideario europeo antiguo acerca de no-muertos, gracias a los apuntes propalados en The Vampire: His Kith and Kin (1928) y The Vampire in Europe. Útil aportación.
Estudio folclórico. 256 páginas. The Vampire in Europe Montague Summers Editorial y año: Routledge, 2005. Idioma: inglés. Alphonsus Joseph-Mary Augustus Montague Summers, confeccionó en 1929 un copioso registro en el cual incluía anécdotas y e x p lo r a c i o n e s folclóricas concernientes a vampiros. Éstas habían sido obtenidas entre los pobladores de Grecia, Roma, Inglaterra, Irlanda y varios de los países ubicados hacia el este europeo.
ENCYCLOPEDIA OF THE VAMPIRE: THE LIVING DEAD IN MYTH, LEGEND AND POPULAR CULTURE. VARIOS AUTORES. Enciclopedia. 453 páginas. Encyclopedia of the Vampire: The Living Dead in Myth, Legend and Popular Culture. Varios autores. Editor y año: S. T. Joshi, 2010. Idioma: ingles. No siempre las obras de consulta reúnen la totalidad de indagaciones sobre vampiros.
Encyclopedia of the Vampire… no
The Vampire in Europe fue
está exenta de esta limitación. Como enciclopedia general, pretende abarcar la enorme complejidad del universo vampírico mediante la reunión de disciplinas tan heterogéneas como cine, literatura o sociología. Asimismo, no alcanzan los diversos artículos enciclopédicos correctamente narrados para
reverenciado durante gran parte del siglo XX como uno de los pilares de referencia por vampirólogos, quienes no advertían que, si bien la recopilación cumplía con una presentación esquemática de los preceptos canónicos que debe detentar todo recuento de las tradiciones, a su vez adolecía de observaciones ecuánimes que no estaban teñidas con los dogmas religiosos heredados, desde el Medioevo, por la cristiandad. Pasajes en latín, alemán o francés, además, dificultan el acercamiento del lector hasta las crónicas orales de los campesinos y un sinnúmero de enlaces con trabajos ficcionales concluyen desorientando cualquier probidad pretendida por Summers. Patente y cuestionable 32
ufanar una alcurnia apta en la materia, que desmerezca –como los editores intentan– recopilaciones anteriores. Este manual no es más que un refrito rocambolesco (otro de tantos) que basa su composición en el hipotético auge que le dio al vampiro la saga Twilight, justificación un tanto constreñida, si se piensa que el mito jamás rebasó los límites del olvido. Lectura beneficiosa sólo para un primer acercamiento. Desarrollo por demás sintetizado para cada entrada.
Bernet (superfluamente tachadas como “poco innovadoras” y de “corte anticuado setentista”) aparecen como proporcionadas láminas del encuentro entre la voluptuosa y el renacido Ivan Lorenzo.
LES HISTÒRIES NATURALS JUAN PERUCHO Novela. 284 páginas. Les històries naturals (catalán). Las historias naturales (castellano). Juan Perucho. Editorial y año: EDHASA, 2003. Idioma: castellano.
LE CRI DU VAMPIRE JORDI BERNET Y CARLOS TRILLO Bande dessinée. 56 páginas. Le Cri du Vampire Jordi Bernet (Dibujos) y Carlos Trillo (Guión). Editor y año: Albin Michel, 2001. Idioma: francés.
Opus magnum del escritor barcelonés, Las his-
torias naturales acaba siendo, por su congruente rigor literario, comparable a
Ningún psiquiatra en la tierra podrá hacerle entender a Ludmila que no fue atacada por un vampiro hace doscientos años y mucho menos que su corazón quedó prendado del victimario. La esbelta donna insiste en que Ivan Piire ha vuelto para reencontra r se (aunque con otro nombre y en distinto cuerpo) con ella y no se detendrá en la pesquisa por hallar a su amor inmortal. Esta razón es la que hace que contrate a un fotógrafo para que persiga y cace a cuanto hombre merodee por las noches parisinas. A pesar de algunas insidiosas críticas, la trama resulta consistente tanto que implícita en la orbe en que se desentraña (Trillo con anterioridad ya había tratado la historieta fantástica adosándole tintes sarcásticos a cada atmósfera oscura en la que ocurrían los asesinatos de Je suis un vampire), y las ilustraciones de
Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, si en
la hechura argentina nos centramos, o también posible de equiparar (sin dejos aleatorios de extremosidad) con I vis-
conte dimezzato cuando se avista la producción del
bohemio italiano. Esta novela posee una formulación intertextual riquísima encargada de patrocinar los nexos entre las intervenciones del narrador general y su memoria parlante. De esta suerte, es como el protagonista Antonio de Montpalau, naturalista obseso, emprende su marcha para intentar descubrir las genuinas características de la avutarda géminis. Las contiendas carlistas no facilitarán su tarea y los escenarios enrarecidos en los cuales debe transitar, se tornarán más inseguros cuando conozca al noble vampiro, Onofre de Dip. Indispensable en los estantes de cualquier enamorado lector de relatos vampirescos.
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