Strigoi Supplément nº1

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Strigoi Supplément, suplemento de MIACGC Revista. Número 1. Enero 2014. Director: Gabriela Córdoba. Edición/ Redacción: Mme. Eglantine, Gabriela Córdoba. Paginación: Hayden Coffin. Strigoi Publicaciones. Arcadia, Parterre bucólico. info@strigoi.com.ar http://strigoi.com.ar/ Murtuus in Anima Curam Gero Cutis Revista y su suplemento Strigoi son publicaciones de Strigoi. Registros Nº 1209112322232 y 1312309707092, respectivamente, en SafeCreative. Todos los derechos reservados. Prohibido reproducir total o parcialmente el material publicado en este número. Los artículos y colaboraciones son responsabilidad del autor y no reflejan el punto de vista de Murtuus in Anima Curam Gero Cutis Revista.


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Valentine Penrose: Breviario de la Sanguinolenta Magna Mater Melancólica

Tres imágenes. Fotografía de Rogi André; Pintura de Félicien Rops y Aguafuerte de István Csók. Couverture en couleurs, spécialement exécutée pour ce numéro par S. Angoisser, sur une photographie de Auguste Belloc (1855).

Tous droits de reproduction, de traduction et d’adaptation réservés pour tous pays.

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STRIGOI PUBLICACIONES 9. Bd. Corelli, Arcadia SOCIÉTÉ DES ARTISTES MORTES 3. BOULEVARD DES DECHÚS

L’administratéur-gérant: G. CÓRDOBA.


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S. Qu’est-ce que le jour? B. Une femme qui se baigne nue à la tombée de la nuit.

La Révolution Surréaliste (1928) N 1935, como prefacio a Herbe à la lune, Paul Éluard destacaba su destreza para escoger entre la palabra accesible o rebelde. Éstas no dudaban en aparecer, a lo largo de los mecanismos que las desprendían desde Valentine Penrose, para, de modo contiguo, borrar al vocablo precedente.

En las habitaciones de «El Hombre Salvaje», durante las estancias de Erzsébet, había siempre mucho trajín con la preparación de las fiestas: telas, encajes, tijeras, costureras y espejos; aquí la Condesa no llevaba ya la vida rústica de Csejthe, sino que se acostaba con las primeras luces y permanecía, lánguida, en su lecho de aparato del que no se levantaba sino para tomar complicados baños perfumados o para probarse ropa. (M.ª Teresa Gallego; M.ª Isabel Reverte, 2001).

Pueden argüir los imprudentes que siempre estuvo a la sombra de su esposo, Roland Penrose, británico activista del movimiento surrealista francés, pero lo cierto es que por propia determinación ella logró alcanzar su total emancipación literaria sin por ello haberse valido de almidonados cuestionamientos de género. La condesa Erzébet Bathóry, de quien habla en su nada encasillable prosa poética-novelabiografía ficcional-ensayo (¿cuántos géneros pueden estar dispuestos para los derrames del fluir mental?), es duplicado femenino indubitable del macabro Gilles de Rais. Múltiples veces, Penrose la deja ver accedida por una brutalidad varonil desmedida, confundido este atributo con los intereses femíneos más banales:

Si cabe destacar uno de sus mayores portentos –nunca la enumeración ha repercutido con tamaña calumnia puesto que al adentrarse en su obra, manan polifacéticos–, es, precisamente, la pericia con la que frecuenta el dualismo sexual (macho-hembra) implícito en cualquier naturaleza, incluso la humana. Como es bien sabido, las habilidades deben sortear abundantes manuales de entrenamiento, obstáculo que Valentine Penrose deshizo al flanco de la hueste surrealista. Cuando Roland Penrose estudiaba arquitectura en Cambridge, ambos escritores se conocieron

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VALENTINE PENROSE POR ROGI ANDRÉ (1935). © CENTRE POMPIDOU, MNAM-CCI, DIST. RMN-GRAND PALAIS.

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longadores del éxtasis íntimo que, aunque siempre se halle sumido en tormentos, acaba transmutado gracias a la sinecura del lenguaje jamás indulgente.

y se casaron (durante 1925, en ocasión de un viaje del aún estudiante a Grecia). Tres años más tarde, alquilaron un departamento en París uniéndose a las filas de Max Ernst, Mario Prassinos, Paul Éluard, Leonor Fini y Louis Aragon, entre cientos de espíritus soberanos.

Confrontada a su poesía, Erzsébet Báthory la Comtesse sanglante (1962), porta también similar

osadía. Tal es el embrujo que desprende el relato documentado sobre la noble húngara que otra gran réproba se ve subyugada. Alejandra Pizarnik lee la edición liberada por Mercure de France a pocos días de haberse publicado por primera vez. Seísmo estético y fascinación la embargan al punto de copiar-traducir-reedificar la obra original de Penrose. Alejada de juicios prosaicos desestabilizadores (si puede permitírseme una sobria opinión), creo en el uso de la intertextualidad que muchos críticos desvisten en ambos textos, pero como bien han asentado las antiguas teorías literarias renacentistas, considero que la interpretación antecede a la imitación cuando ésta se vuelve equivalente a la invención en el tripartito inventio-dispositio-elocutio. Me valgo del postulado de Pinciano en procura de dispensarme mayor asidero:

Collages, escritura automática, metalenguaje onírico y cadavre esquís fueron los procedimientos artísticos utilizados para hacer manifiesto el dominio de la razón. Los esposos Penrose tanto ahondaron en el ejercicio de estos métodos que también fueron incluidos en la publicación de Éditions Gallimard, La Révolution Surréaliste. Sin embargo, Valentine no vio su carrera totalmente afianzada hasta después de la separación de Roland, y esto se debió a un viaje realizado por ella a India (1932), donde la filosofía oriental caló tan profundo en su talante, que al regreso a la ciudad francesa su cónyuge afirmaba que no podía encontrar a la joven que un día había conocido: Again, the underlying cause was our deep disagreement after returning from India about the degree to which one should be involved in life or should withdraw from it? (Renée Riese Hubert,1994).

Herbe à la lune, su primer po-

EN 2005, LA BIBLIOTECA DELL’EROS UTILIZÓ PARA LA CUBIERTA DE LA EDICIÓN ITALIANA DEL LIBRO DE VALENTINE PENROSE, LA OBRA L’INITIATION SENTIMENTALE (1887), DE FÉLICIEN ROPS. LA PINTURA HABÍA SIDO REALIZADA CON CRAYÓN Y ACUARELAS SOBRE PAPEL. © RMN-GRAND PALAIS (MUSÉE D’ORSAY)/ MICHÈLE BELLOT.

Y porque este vocablo imitar podría poner alguna oscuridad, digo que imitar, remedar y contrahacer es una misma cosa, y que la dicha imitación, remedamiento y contrahechura es derramada en las obras de naturaleza y de arte. (López Pinciano, 1953.)

emario, data de 1935 y está coronado, como ya se mencionó, por un breve prefacio de Éluard. En éste, los elementos incineran o salpican a las representaciones en su paraíso siniestro. Fuego, agua, masculinidad, femineidad, ofician como constituyentes pro-

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Retornemos a nuestra primigenia mártir san-


chos seres geniales de manera natural (preciso es diferenciarla de la melancolía como enfermedad, o su sinónimo psicológico postmoderno: depresión). Aficionados al Siglo de Oro de las letras observan en el Quijote a un caballero melancólico incurable, si citamos uno de los ejemplos más reconocidos.

guinaria. En las primeras líneas de su libro, Valentine Penrose, enfatiza haber creado al equivalente femenino de Gilles de Rais, que no es más que una figurada confrontación consigo misma. Erzébet es lesbiana; Saturno –planetarum altissimus, cuerpo celeste que encarna la animadversión masculina–, encona su ánimo hasta hacerla enajenarse exánime tras raptos histéricos; rituales, talismanes y la compañía de serviciales nigrománticas secundan las querencias de la aristócrata por Mutilación y Muerte, en su intento por encontrar asibles vehículos que desaparezcan otredades en las cuales ella no se identifique. Personaje y autora están perdidas, despojadas a perpetuidad de sus respectivas mónadas constitutivas. Los espejos les devuelven una concavidad desprovista, tacaño patrón de unidad fragmentada que revela el extravío per se. Ambas intentan reflejarse en el mismo cristal indócil en el que domeñan su mirada los vampiros, sólo acertando en dicho conato refractivo más frustración.

Según la teoría médica de Galeno, sintetizada más tarde por Hipócrates de Cos, mente y cuerpo en el Hombre se ven determinados por cuatro fluidos básicos, que a su vez, soportan la intervención de las cuatro estaciones, los cuatro grupos de signos zodiacales o las cuatro horas del día. Estos elementos corporales (humores) son sangre, pituita, bilis amarilla y bilis negra. Es la última secreción la que nos interesa. Cualquier paradigma de homo melancholicus (Erzsébet, Valentine, Alejandra, aparte usted a la que prefiera…), transporta en sí la semilla del pesimismo. Las cualidades que lo componen son frío y seco, y agrega la etiología docta que, por causa de la bilis que le ataca, el melancólico no tolera la compostura insensible de la vida, como tampoco los deseos violentos de los que es presa. Saturno, astro rector por antonomasia de la pena, puede causar peligrosas influencias y el tedium vitae, al fin, lacerar la más mesurada de las composturas.

George Bataille puede participar en el desarrollo de esta idea. Si podemos llegar a reconocer que en ambos retratos –tanto el de la condesa aludida como el que enmarca a la artista británico-francesa– una subrepticia operación de sacrificio de lo real está llevándose a cabo, podremos notar que sucede, al mismo tiempo, en objeto y sujeto sin anular por esto a la víctima verídica. De este modo, es únicamente a través de formas tormentosas (expresiones espurias, violencia tangible, excitación mental irreprimible y un postrer abatimiento algo tardío) que las dos mujeres conciertan cierta calma con el sentimiento patente de pérdida de referente. Tumultuosas entre ellas mismas, son reflejo cuarteado devuelto desde un espejo, las únicas asistentes de aquella ausencia abstraída. Desde esa asimilación del duelo que se está produciendo en el fuero interno, especie de reciente aprehensión del fantasmal alcance que acarrean tales duplicaciones erróneas para el universo de las representaciones, que es, por tanto, engañosa mimesis del referente, sólo podrán arrojarse al maremágnum de la melancolía. A este respecto, en La Comtesse sanglante, Valentine anota:

Las anteriores nociones todavía tutelan el desempeño médico, porque, en definitiva, la comprobable concepción de los humores demuestra que todo individuo alguna vez ha sido afectado por las reacciones químicas que tienen lugar en su organismo. Otra vez fijemos nuestra atención en Valentine Penrose y en su Condesa Sangrienta. En relación al espacio femenino y las repercusiones melancólicas que puedan afectarlo, en The Gendering of Melancholia Feminism,

Psychoanalysis, and the Symbolics of Loss in Renaissance Literature de Juliana Schiesari, se examinan las

conclusiones que hace Luce Irigaray al respecto de los síntomas que debe afrontar una niña durante el transcurso de su fase edípica, indicios también descritos por Freud como melancólicos. Por lo general, al descubrir la pequeña su entrada en el mundo simbólico y, con esta experiencia, su devalúo (y el de su madre, primer referente femenino al cual le es posible acceder), su condición de castrada, experimenta profundo dolor, desánimo e intentos frecuentes por derogar su interés en el universo exterior (sí, también señales melancólicas). A diferencia del niño, sigue la filósofa, la niña toma a su madre como primer objeto de amor y la privilegia como referente identificatorio de su ego. Durante este ejercicio, es menor el horror que le provoca la falta anatómica del falo si se la compara con el descubrimiento de haber sido designada carente. Esta

La melancolía fue el mal, la atmósfera misma del siglo XVI; Erzsébet la respiraba mezclada con el resto de la barbarie carolingia de la Hungría de la época, con la crueldad de los turcos, con la brutalidad feudal. (M.ª Teresa Gallego; M.ª Isabel Reverte, 2001). Diversos estudios antropológicos revisados con motivo de este informe indican que, en efecto, esta propensión anímica se registra en mu77


ERZSÉBET BÁTHORY, AGUAFUERTE POR ISTVÁN CSÓK (SÁREGRES, 1865 - BUDAPEST, 1961).

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ni Valentine; mucho menos la húngara), ninguna ha visto disminuir sus funciones: las que escribían lo continúan haciendo, tal vez con mayor frenesí, y quien sacrificaba (a sí misma, empero) persiste en su empeño de expiación eterna hasta el final de sus días. Rasgos notables, los anteriores, de la comprensión íntima que aflora al ser revelada.

personal traslación que sigue, avala lo ya formulado: Su función es ser un agujero (hueco, hoyo) en la elaboración de la imaginería y el proceso simbólico. Pero esta falta, esta deficiencia, este “agujero”, inevitablemente da a la mujer algunas figuraciones, imágenes o representaciones por las cuales se representa a sí misma. (Luce Irigaray, 1985).

L’hystérie n’est pas un phénomène pathologique et peut, a tous égards, être considérée comme un moyen suprême d’expression. (Aragon; Breton, 1928).

Es ese deseo narcisista original el que particulariza la melancolía femenina. Herida abierta la nombra Freud; Lacan se inclina por constreñir la sensación de privación de objetos primarios de todo el género con la nomenclatura castración simbólica. Valentine Penrose le otorga un rostro perforado con el título nobiliario de una de las casas ilustres más recordadas de Europa:

Finalizando este precario recorrido, preciso es apuntar que quizá los fundamentos auténticos que promueven las existencias de estas tres mujeres difícilmente puedan ser develados íntegros. Real es que, antes de que Valentine Penrose se reconociera deslumbrada por la historia de una de las féminas más despiadadas de Occidente e ilustrara su vida entre los conflictos armados de los que fue testigo como voluntaria (en 1936 se unió a la milicia obrera española y participó de la Resistencia Francesa durante la Segunda Guerra Mundial), Bataille ya había mencionado a la prestigiosa húngara en su poema Larmes d’Eros (1961), hecho que nomina a Penrose como entusiasta intérprete-imitadora.

Recorriendo las tristes estancias, acudiendo a sus espejos, buscándose en su retrato, bella pero no deseada, incapaz de amar y, no obstante, inmutablemente hecha para agradar, Erzsébet volvía una y otra vez al dominio profundo en que siempre se sigue siendo rey de la propia fantasía. Con desesperación, se lanzaba hacia la fuente de las cosas, puesto que las propias cosas no querían nada de ella. (M.ª Teresa Gallego; M.ª Isabel Reverte, 2001).

Similarmente, debe tenerse en cuenta la germinación fructuosa actual de corrientes revisionistas literarias, las cuales señalan que la figura de la Erzébet Báthory histórica sufrió una de las mayores mistificaciones de todos los tiempos, en mayor parte aumentada por escritores que aggiornaron su nombre a través de la ligazón establecida con la belleza fantástica. Al examinar el trabajo de José Luis González, Valentine Penrose y la Alimaña de Csejthe (2004), resurgen concretas explicaciones.

Trastornada por carencia de afectividad endógena (melancolía) y simultáneamente embelezada por su auto contemplación (narcisismo), disociada durante extensos periodos por los arrebatos que le provocan usuales estados crepusculares (histeria), Erzébet Bathóry acaba erigiéndose como un personaje intimidatorio, dominante y desalmado. Posponer la opacidad que conlleva la vejez se ha transformado en su obcecación y no dudará en recurrir a los métodos más cruentos para alcanzar ese objetivo, si con la lupa de la psiquiatría moderna inspeccionamos tal proceder. Ahora bien, no sería incorrecto, como necesaria costumbre de quien indaga, cotejar, a su vez, los análisis de la agrupación surrealista acerca de los comportamientos desviados. Aragon y Breton elaboran para uno de los números de La Révolution Surréaliste un artículo con motivo del cincuentenario de la histeria (1978-1928). Ambos concluyen redefiniendo el malestar como un estado mental irreductible, en el cual es característica la revolución que se produce entre el sujeto y el mundo moral que éste construye, mismo que se torna plano, libre de cualquier amenaza delirante. A tal estado le urge una seducción recíproca con los objetos, lo que explica la sugestión (o contra sugestión) que inflinge en la práctica médica.

La dinastía Habsburgo veía en la heredera de los Nádasdy una amenaza para su poderío. Erzébet poseía el feudo más ubérrimo de toda la región, sus relaciones protocolares y fraternales con el linaje real transilvano se hallaban sustanciosamente fortalecidas por tratados y como viuda de uno de los militares autónomos más celebrados de Hungría (quien combatía los avances turcos), había hecho visible su elección por la fe calvinista. Se convertía en demanda irrebatible extirpar la notoriedad que la mujer iba adquiriendo entre súbditos y pares palaciegos… ¿qué mejor si el artilugio concentra en consentir el desprestigio de las murmuraciones? Por último, la intención ha sido recobrar la lumbrera Valentine Penrose, silueta nutricia de diversas representaciones de opuestos que validan,

Alejadas de la enfermedad (ni Pizarnik, 99


Bibliografía. . ÉLUARD, Paul. El poeta y su sombra. Fragmentos para un arte poético. Icaria Editorial, Barcelona. 1981. . HUBERT, Renée Riese. «Lesbianism & Matriachy: Valentine & Roland Penrose». En Woman, Surrealism, & Partnership (87-111). University of Nebraska Press, USA.1994. . SCHIESARI, Juliana. The Gendering of Melancholia Feminism, Psychoanalysis, and the Symbolics of Loss in Renaissance Literature. Cornell University Press, USA. 1992. . PENROSE, Valentine. La condesa sangrienta. Traducción de M.ª Teresa Gallego y M.ª Isabel Reverte. Ediciones Siruela, Madrid. 2001. . ARAGON, Louis; BRETON, André. «Le cinquantenaire de l’hysterie». La Révolution Surréaliste. Núm. 11 (marzo de 1928). p. 20-22. . PENROSE Film Productions. “Roland Penrose (en línea).” Disponible en: http:// www.rolandpenrose.co.uk/main.aspx

sin sumir en imposibilidades. Sangre es fluido que abunda en las tres mujeres descritas con anterioridad, meta-vampirismo aplican a su propia escasez referencial. Sea tal vez que, una mujer liberta no se consuma hasta abismarse en su mismo desconcierto. La noche de la antevíspera es la de Lilith, la gran noche negra del caos, de donde ha salido éste para que se hagan los mundos. En el acre humo de las yerbas, que embriaga y procura el trance, se abre el reino de la noche, de la gran noche, la noche del tiempo, la noche que lo ha embrujado todo. El sol está entonces en el punto extremo de su declive; y la tierra hace brotar sus encantamientos. Es el solsticio de la tierra, apagada, moteada, parda. Es el solsticio femenino. (M.ª Teresa Gallego; M.ª Isabel Reverte, 2001). Gabriela Córdoba

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