Revista VENENO (1983-2016) Francisco Aliseda [1]
Egidio Huerga, Secundino Naves, FranIldefonso Rodríguez, Javier Casares, Ángel cisco Aliseda, Santiago Martín Provedo, Juan García, Rosa Fraile, José-Miguel Ullán, Soledad Panadero, Gregorio Antolín, Alfonso Aguado, Medina, María Sanjurjo, Concha Aragón, Luis Francisco Sanz, Jesús Álvarez, Alfonso Serra, González Gallego, Juan Martín Ortega, ChrisJulián Alonso, Manuel Sierra, Ramón García, tine Monot, Javier Codesal, Luis Pita, Elías Miguel Casado, Juan Riancho, José Criado, Mas Serra, Clará Janés, Josu Montero, Gustavo Pilar Rubio, José Ramón López Rodríguez, Martín Garzo, Gerardo Diego, Honorio de Luis Ángel Lobato, Adolfo García Ortega, Juan Serrano, Antonio Gómez, Menchu Gutiérrez, Carlos Valle, Francisco Pino, José Luis Murcia, Justo Alejo, José María Lizarralde, Juan Crego, Mar Samos, Luis Díaz Viana, José Noriega, José Luis Campal, Robert Walser, Carl Walser, José Manuel Regalado, Mercedes Ocio Rojo, Gonzalo Santonja, Nel Amaro, Dionisio Marco Temprano, Severo Sarduy, Nieves Salcedo, Rodolfo López Franco, Javier Aguirre Casquete, Gregorio Esteban Antón, Ramón Gandarias, Felicidad Pérez Perea, Ezequías García Mateos, Javier Suárez, Luis Santana, Sir Blanco, Gabi Fernández, Tomás Sanchez SanBreaking Glass, Alfonso Serra, Luis G. Pastiago, Marino Zaro, Ana Sanz, Carmen Velasco, quau, Jorge Vidal, Federico García Lorca, Nikos “Acción El Escorial”, Txaro Sierra, Domingo J. Marcos, Marisa Martín, Domingo J. Santos, Santos Y Beatriz Silva, José Luis Reina Palazón, Enrique Echevarría, Carlos Ortega, Fernando [3] Tomás Salvador González, Teresa Merino Martín, “Acción Colectiva”, Miquel Martí i Pol, Guereñu, Antonio Gamoneda, Ferrero, MaEmilio Rosales, Paco Barrera, José Ordóñez, nuel Portela, Robert Ashley, Eduardo Apodaca, José Miguel Isla, Ramón Irigoyen, Juan José Rodrigo Sáinz Bezanilla, Jorge G. Aranguren, Téllez, José Iniesta, Pedro L. Alonso, Cristina Txuso Juaristi, Javier Ángel Marigómez, Pepe Rodríguez Aguilar, Emma Alonso, Eduardo Rodríguez, Dante Gabriel Rossetti, Olga Fraile Valles, Pilar Marco Tello, Miguel Suárez, Jimeno, Remedios Díaz, J.M. Calleja, Juan Teresa Cortés, Esperanza Ortega, Koldo, Stolle, Ignacio Collado, José Blanco, Jon FerMiguel Ángel Vergaz, Er Luí, Tomás Salvador nández, Arantzazu Flores, Ana Santos, Hilario González, Luis Marigómez, Alfonso Martín, Mozo, Manuel Moya, José María Castrillón, Fernando Palenzuela, Roberto San Geroteo, Jordi Doce, Hermes González, Fernando M. [2] Ramón Abril, Felix Cuadrado Lomas, Eduardo Sánchez, Jaime Priede, P. Gómez Casademont, Almau, Sonia Almau, Rigoberto Paredes, RoCorpá, Marisa Gutiérrez Cabriada, Emilio que Dalton, Modesto Silva, Alfonso Quijados Paolo Taormina, Carlos Vitale, Fausto Grossi, Urías, Américo Cienfuegos, Miryam Anllo, Juan Carlos Suñén, Concha García, Moisés Jean Marie Le Sidaner, Roberto San Geroteo, Mori, Joaquín Gómez, José Luis Cancho, Ted Esmeralda Hurtado, Juan Carlos Valle, Luis Hugues, Jordi Doce, Victor M. Díez, Marcos del Álamo, Federico Seisdedos, Rosa Chacel, Canteli, Antonio Méndez Rubio, Eduardo Gabino Gaona, Manuel Bores, Olvido García Milán, Gerardo Déniz, Lourdes de la Cal, Valdés, Roberto Casanova, Luis Javier MoreAlfonso Hernández Lasa, Hermilia Ruiz, Luis no, José Luis Puerto, Ángeles Morgade, Raúl Aliseda, Guillermo Fernández Rojano, BernarRodríguez, Jesús Blanco, Teresa José Redondo, do Atxaga, Ricardo Toja, Karl-Friedich Hacker, Casa de Oficios de Artes Gráficas de Valladolid, Jacinto García, La Compañía, J. Ricart, Jeroen
Índice de contenidos Presentación pág. 5 Apuntes para una historia de Veneno, pág. 8 por Luis Marigómez Entrevista a Francisco Aliseda, pág. 40 por Manuel Olveira Sobre los autores pág. 93 Créditos pág. 94 Colaboradores págs. 1 y 96
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En uno de los viajes por la amplia y diversa comunidad autónoma de Castilla y León estuve en contacto con varios creadores y escritores relacionados con la poesía experimental. Entre ellos, Luis Marigómez y Esperanza Ortega me dedicaron bastante tiempo para darme orientaciones e informaciones que me llevaron a conocer la revista Veneno. El primer contacto con Francisco fue una llamada telefónica en octubre de 2015. Desde entonces, por email y por teléfono, fuimos desgranando la historia de la revista y su implicación con el devenir de la poesía. En mes de abril de 2016 Aliseda visitó el MUSAC para pergeñar una presentación de la revista en el Proyecto Vitrinas del museo leonés que tendría lugar en diciembre de ese año. Fruto de todos estos contactos, charlas e intercambios de información surgió la idea de hacer esta entrevista que se materializó en un intercambio a través de email entre los meses de agosto y octubre de 2016. Para acompañar la presentación de la revista Veneno consideramos conveniente editar una publicación en la que contar la historia, analizar su evolución y reflexionar sobre las implicaciones de la revista con la cultura, el arte, la sociedad o la política. La entrevista es una herramienta efectiva para ello porque permite, guiado por el entrevistador, contar y analizar la iniciativa en primera persona. También consideramos necesario pedir un texto a Luis Marigómez por su estrecha vinculación con la revista, sobre todo en el período de la misma que va de 1989 a 1995. Su perspectiva, derivada de su complicidad, descubre anécdotas reveladoras sobre el ambiente y la forma de trabajar para hacer realidad cada uno de los 185 números editados en 33 años de historia. Es así cómo se ha fraguado esta publicación que acompaña y amplifica la presentación de Veneno en el Proyecto Vitrinas del MUSAC. Con ella, contribuimos al conocimiento de la reciente
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historia de las prácticas artísticas en Castilla y León, y favorecemos además el conocimiento de un campo de la cultura y del arte, el de las ediciones independientes y los libros de artista, escasamente conocido. Aunque desde hace años goza de cierta atención, insuficiente ante la hegemonía de la obra de arte y del mercado relacionada con ella, las ediciones independientes y los libros de artista son fundamentales para conocer el devenir del arte y su inserción en circuitos y formas de acceso más democráticos y abiertos. Este libro quiere poner su grano de arena en el conocimiento de un tiempo y un ámbito de la creación contemporánea decisivo para nuestros días porque la forma de trabajo, el modo de producción, la manera de distribuir, la voluntad de hacer, la actitud ante el entorno y el contexto, el posicionamiento político y el compromiso con la sociedad y con la transformación de la misma son hoy —en estos tiempos de constreñimiento de lo público— más necesarios que nunca. Veneno es un proyecto que tiene un pasado que se proyecta en nuestro presente tanto por su relevancia, como por seguir en activo. Lejos de entenderla como una iniciativa propia de otro tiempo, Veneno tiene presente y, también, futuro. La revista Veneno, con sus 33 años de vida sigue su andadura. De hecho, coincidiendo con esta muestra en el MUSAC se produce el número 187 que Aliseda editará en colaboración de José Luis Cancho y otras personas que siempre han contribuido para producirla y distribuirla. En un proyecto como Veneno el capital humano y emocional es muy importante. Hemos de agradecer a todos los autores y colaboradores que han contribuido para hacer posible la revista a lo largo de más de tres décadas y, especialmente, al principal hacedor de Veneno, Francisco Aliseda, por su tesón a lo largo de
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los años y por su inmediata implicación con este proyecto editorial y para mostrar la revista en las Vitrinas del MUSAC. Hemos de incluir a Manoli Fernández Delgado en los agradecimientos porque ya que su presencia y cuidados han hecho posible el sostenimiento del artista en los momentos más frágiles. También, por último, agradecer a Helena López Camacho su excelente coordinación del proyecto y a todo el equipo del MUSAC el haberse por haberse volcado para en hacerlo posible. Manuel Olveira Director MUSAC
Apuntes para una historia de Veneno, 8 por Luis Marigómez La primera vez que supe de Veneno fue en enero de 1986. Hubo una acción en la Casa Revilla, entonces centro de expansión cultural en Valladolid, que consistía en elaborar un número 1 de la revista allí mismo y entregarlo a los asistentes, que también escribirían los poemas, antes de finalizar el acto. La maqueta básica, un folio que se doblaba en cuatro partes, no podía ser más sencilla. Para aquella ocasión, el pintor Manuel Sierra había dibujado un par de serpientes, una en cada cara, para dar cobijo a los textos. Firmó con un heterónimo de guerra: Miguel, hermano de Mano Negra. Durante un rato, después de las instrucciones, el público elaboró a la carrera sus versos y los entregó. Olvido García Valdés hizo una selección rápida, alguien mecanografió las letras y las puso en el folio. Los autores quedaban en el anonimato. Después, se hicieron fotocopias. Una entrega de una revista de poesía elaborada en tiempo record. Al acabar el acto, conocí al ideólogo del asunto, Paco Aliseda, un pintor que había puesto en marcha el proyecto en agosto de 1983 y ya había publicado 21 números. La revista había nacido en Palencia, con Egidio Huerga y Secundino Naves. Julián Alonso al cabo de poco tiempo se acercó a la misma y allí ha estado, 2 cerca, hasta ahora. Los textos del primer número se habían compuesto a mano, y eran de varios autores. El propósito era publicar, de la forma más barata posible, y distribuir gratuitamente, entre amigos y a través de librerías, estos fanzines, con poemas inéditos y maquetación cada vez de un artista gráfico distinto. Pero aún había más. Casi desde el principio —en el número 3, 3 + 4 manchas de lápiz de color— cada ejemplar llevaba algo que lo individualizaba. Empezaron imprimiendo 100 ejemplares, pero pronto la tirada habitual fue de trescientos. El presupuesto era de 1000 pesetas —unos 6 euros—, que costeaba un mecenas, dis-
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tinto en cada ocasión, sin pedir nada a cambio. Se combinaban colores de tintas —una sola cada vez— y de papel, de modo que nunca se dio la impresión de escasez de recursos. Cada número salía de la imprenta liso; los dobleces se hacían a mano, a menudo en casa de Paco, con alguno de los participantes en el mismo, artista, poeta o ambos. Lo más interesante, en mi opinión, es la gratuidad de la revista. El artista y el poeta, a través de ese folio doblado, no solicitan ninguna dádiva ni caridad. Ofrecen su hacer por amor al arte y a la poesía. Más aún, entregan un ejemplar único. Esa generosidad los coloca fuera del mercado, ajenos a la compraventa de lo que no solo es difícil de colocar por un importe, sino que además puede que sea inconveniente. Veneno representa, de un modo mínimo, pero absolutamente eficaz, la encarnación de una utopía. Podría relacionarse con la fascinación por lo pequeño, por lo aparentemente irrelevante, que diría Walter Benjamin. ¿Cómo se recibió ese concepto? Lo que no cuesta nada podría, muy fácilmente, no valer nada, y algunos lo entendieron así. Afortunadamente, otros muchos se aventuraron a abrir aquellas octavillas, y hubo quienes apreciaron el pequeño tesoro que recibían. El propósito básico de Aliseda era demostrar que hacer una publicación de poesía no era difícil ni caro, bastaba ponerse a ello con ganas, imaginación y relaciones personales. No hacía falta ningún tipo de subvención pública. El sustrato del que se partía era un aprecio por la cultura underground, muy de la época, un querer emular a las vanguardias (dadá, los surrealistas…) que Aliseda había estudiado en la Universidad, y un ansia enorme por dejar atrás toda una concepción tradicional y autoritaria del arte y la poesía, omnipresente durante la dictadura y con mucho poder todavía. En el momento de la
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fundación de la revista, Aliseda y sus compañeros no sabían nada de Felipe Boso, Francisco Pino, Justo Alejo, Antonio Bouza, etc. En cambio, sí estaban al tanto de las aventuras de Tristan Tzara o de Apollinaire, o de lo que contaban la prensa que ocurría en Londres o Berlín. Según avanzó el asunto, se fueron dando cuenta de que lo que buscaban lejos tenía raíces en el suelo que pisaban. En aquellos años en Valladolid hubo una eclosión de talentos, sobre todo literarios, que dieron forma a distintos proyectos: las revistas Los infolios —que también editó libros—, Un ángel más, El signo del gorrión; ediciones portuguesas, ediciones la República, ediciones del Faro o la colección de libros Barrio de maravillas —cuya primera entrega salió al final de la primavera de aquel 1986, con la primera novela de Gustavo Martín Garzo y el primer libro de poemas en solitario de Miguel Suárez—. La manera más sencilla de publicar era entrar en ese circuito que se abría a considerar textos arriesgados de escritores inéditos. Los cauces establecidos resultaban muy estrechos para el hervor creativo que se producía entonces. Llegó a gestarse una Federal de Editores Independientes, que resultó de muy escasa utilidad. De todo aquel movimiento, al cabo de treinta y muchos años, han quedado unos cuantos autores con una obra reconocida y Veneno, que abandonó la ciudad definitivamente en 1995 siguiendo los pasos de su impulsor original. Aquel movimiento no surgió de la nada. En la larguísima postguerra hubo un grupo de pintores en la ciudad que pugnó por sacar adelante su obra al margen de los canales oficiales, el llamado grupo Simancas, y una serie de escritores que se reunían en la librería Relieve, hoy desaparecida, y que imprimían cuando las condiciones era propicias unos humildes Pliegos de Cordel Valisoletanos (sic). Allí aparecieron varios libros de Justo Ale-
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jo y a la tertulia solía acudir Francisco Pino, que siempre optó por auto-publicarse en unas exquisitas ediciones de poquísimos ejemplares que nunca se agotaban. Aliseda estudió Historia del Arte en la Universidad de Valladolid, mientras su familia vivía en Palencia. Allí, para sobrevivir, supo aprovechar su caligrafía para editar apuntes en offset. Veneno nació en Palencia, pero solo permaneció allí unos meses, hasta que su promotor decidió ir de vuelta a Valladolid a intentar una carrera como pintor. Su conocimiento de la ciudad le ayudó a aprovecharse de las condiciones que ofrecía. ¿De dónde viene el nombre? Aliseda dice que lo copiaron del primer disco del grupo de flamenco rock homónimo que salió entonces. Prefiero pensar que tiene más que ver con la capacidad intoxicadora de la poesía, entregada a pequeñas dosis con la revista. Francisco Pino, un referente que empezaba a ser reconocido — acababa de aparecer en la editorial Hiperión su Cuaderno salvaje —colabora en la revista en el número 10, todavía en 1983. Miguel Casado, a la sazón inédito, ya había publicado dos poemas en el número 5. Adolfo García Ortega, entonces todavía residente en la ciudad, publica sus textos en el número 9. Inexplicablemente, hay unos poemas de Severo Sarduy en los números 14 y 15. El mundo no se acababa en Valladolid. ¿Cómo conseguir la colaboración de poetas y artistas de fuera? Estaban las relaciones que ya había entre algunos poetas de las cercanías y, algo que fue fundamental, las visitas de escritores al ciclo Un golpe de dados, que fundó Miguel Casado y coordinó durante el resto de su existencia Carlos Ortega. Por allí pasaron las grandes firmas de la época, que dejaron textos para la revista Un ángel más, y también en ocasiones para Veneno. No solo no había competencia entre ellas, sino que se daba sin el menor problema un apoyo mutuo que era, además, muy conveniente.
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Empecé a colaborar con Aliseda a partir de esa noche, sobre todo buscando poetas. A partir del número 50, un extra colectivo en DIN A3, editado en noviembre de 1989, entro a formar parte de la revista. Los pintores y artistas gráficos que estaban a mano hicieron sus aportaciones desde el primer momento, desde el ya mencionado Manuel Sierra, quien más repitió, a Ángeles Morgade, pasando por Cuadrado Lomas, Jorge Vidal, Gabino Gaona, Miguel Isla, José Noriega, José Luis Murcia, Juan Riancho o Marco Temprano, entre otros. Fueron apareciendo textos de poetas de las ciudades de alrededor que se hicieron habituales, tales como Luis Javier Moreno, de Segovia; José Luis Puerto, original de Salamanca, pero afincado también en Segovia; Tomás Sánchez Santiago, nacido en Zamora y entonces residente en Soria; Tomás Salvador González, de Zamora también pero habitante de Ávila o Ildefonso Rodríguez, de la provincia de León. E irrumpieron también poetas reconocidos a nivel nacional, tales como Antonio Gamoneda, José-Miguel Ullán o Clara Janés, entre otros. El caso de Ullán merece un párrafo aparte. Cuando vino a leer a Valladolid, le pedí su colaboración entregándole algunos ejemplares de lo publicado hasta entonces. Contestó que nos daría unos poemas y nos pidió el número de la revista en el que aparecerían. Pasaban los meses y no enviaba nada. Casi dábamos el asunto por perdido cuando llegó a casa un paquete con su Veneno impreso en un papel espléndido, a varias tintas, dentro de un sobre marcado y de otro limpio. Todos los ejemplares estaban numerados y sellados con su firma y su huella dactilar. El poema visual se imbricaba en el diseño como nunca había sucedido. Jamás volvió a haber un milagro similar.
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En 1990 compré un ordenador —Mac— y una impresora láser. Hasta entonces los textos se componían a mano a con máquina de escribir, a veces con la ayuda de Letraset. A partir de entonces, se abre el mundo de la tipografía, con distintos modelos y tamaños de letras y las posibilidades plásticas se amplían considerablemente. Los textos se cortaban —con tijeras— y se pegaban —con cola— en la maqueta que preparaba el pintor. Hubo poetas que diseñaron sus números por completo y algún artista, como Miguel Isla, que hizo sus pinitos en el mundo de la poesía visual. Casi desde un primer momento se editan números especiales. En el número 8 hay un anuncio importante, para el 15 de diciembre de 1983, mediante un a modo de telegrama azul celeste, aparece el primer Veneno especial, 24 páginas de poemas de Egidio Huerga con ilustraciones de Francisco Aliseda por el módico precio de “veinte duros” (sic) —0,60 céntimos de euro—. Lo publica Ediciones Veneno, cuyo anagrama es una bombilla incandescente. Estos especiales tenían un doble objetivo: dar a conocer la obra de los poetas elegidos de un modo más extenso, aunque fuera más habitual —plaquette o librito—, y en segundo lugar, conseguir ingresos para poder mantener la revista sin agotar a los siempre escasos mecenas. El segundo sale en febrero de 1984, Guía para un carnet, y lo firman Pilar Rubio Montaner y José Ramón López Rodríguez. La parte gráfica es una foto de carnet de familia numerosa desestructurada en la que aparecen, uno por uno, los miembros del clan. Los textos hablan de las interioridades de sus componentes y sus conflictos. Son cartulinas impresas en blanco y negro, sujetas con un cordón gris, y en la contraportada hay una póliza auténtica de cinco céntimos de peseta, con el águila fascista, sellada. Su precio, 200 pts. — 1,20 euros—. Nocturnos, el tercer número especial, es un cuader-
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no grapado de treinta páginas con poemas de Francisco Sanz y dibujos de Gregorio Antolín. Publicado en abril de 1984, se hicieron 250 ejemplares, numerados a mano. No figura el precio. Con él, acaba la primera etapa del proyecto. En nueve meses aparecieron diecisiete números de la revista y tres libros. Además, la sede cambió de Palencia a Valladolid. El esfuerzo debió de ser tremendo. Hay un paréntesis que se alarga hasta julio de 1985, cuando aparece el Veneno número 18, con poemas de Luis G. Pascuau e ilustraciones de Jorge Vidal. El regalo es un billete de lotería caducado, y en él se anuncia el inicio de la segunda etapa. En ese intervalo, en diciembre de 1984, aparece otro número especial, Dibujos de la isla, ocho cartulinas en blanco y negro en DIN A5 con gráficos de Francisco Aliseda y texto de Adolfo García Ortega, embutidos en un sobre y del que se editaron cien ejemplares numerados. Todavía hubo otros dos, el álbum de cromos Algunos Pájaros y la carpetilla Costra y lámpara. El álbum se imprimió en la primavera de 1992. Las páginas, sin numerar, van en tinta morada y en offset; y los cromos de pájaros, dibujados por Aliseda, se hicieron en serigrafía. Los autores son el grupo habitual al que se dirige la revista cuando promueve un objeto colectivo, según aparecen en la portada: Olvido García Valdés, Miguel Casado, Tomás salvador González, Carlos Ortega, Francisco Sanz, Roberto San Geroteo, Raúl Rodríguez, Luis J. Moreno; Gustavo Martín Garzo, Ildefonso Rodríguez, José Luis Puerto, Luis Santana, Esperanza Ortega, Luis Marigómez, Christine Monot y Miguel Suárez. El proceso de elaboración consistió en que se le ofrecían a cada autor dos pájaros, y cada pájaro tenía dos autores, que se iban entrelazando página a página. El primer poema era una traducción de El albatros de Baudelaire, hecha por Carlos Ortega. Se editaron 500 ejemplares y el álbum tuvo éxito tal que
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llegamos a abrir una cuenta en la Caja postal de ahorros, para sufragar la revista. Costra y lámpara es un objeto más modesto. Una carpeta de cartulina amarilla que recoge un cuaderno grapado con los poemas de diecisiete autores, la gran mayoría incluidos en Algunos Pájaros, que se leían o cantaban en el espectáculo poético/musical/videográfico del mismo nombre, ideado y llevado a cabo por gente cercana a la revista. Las ilustraciones son de Francisco Aliseda. Los “regalos” son un negativo fotográfico en la portada del cuadernillo y un trozo de foto al empezar la sección Lámpara. Se imprimió y dobló en Bilbao en noviembre de 1992, ya que Aliseda vivía más allí que en Valladolid desde el 1991. De Costra y lámpara salió un hijo aún más diminuto que Veneno: Lámpara. Medio folio doblado en dos con un dibujo y un poema, del que se editaron al menos 16 ejemplares. Aliseda se traslada definitivamente a Bilbao, lo que provoca que empiecen a aparecer nombres de artistas y poetas vascos en la revista: Elías Más, Josu Montero, Menchu Gutiérrez, Juan Crego, Charo Sierra, Javier Aguirre Gandarias, Jorge González Aranguren y Eli Tolaretxipi, entre otros. En las mismas fechas —principios de los años 90—, la poesía visual se hace cada vez más presente: Antonio Gómez (número 70), Justo Alejo (número 74), José Luis Campal (número 77), Nel Amaro (número 82), Tomás Salvador González (número 97); J.M. Calleja (número 108), Ignácio Collado (número 110) o Corpá (número 116). El formato da juego a múltiples combinaciones de grafismos y letras que suelen aprovechar los autores. Entre los muchos números reseñables de esa época están el de Francisco Pino (número 52) con diseño de Paco —con el heterónimo de Federico Seisdedos—, que interpreta un poema visual que tenía colgado el poeta en casa, otros dos inéditos y el regalo
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de un trozo de madera en la portada que dona un amigo carpintero; el de Antonio Gamoneda, (número 99) con unos textos de lo que sería El libro de los venenos, que viene con una bolsita de hierbas…Pero también aparecían poetas inéditos, alguno de ellos salió adelante y otros quedaron por el camino. El número 100 se editó en marzo de 1994. Se hace una recapitulación de todos los colaboradores, edición a edición, y se incluyen poemas visuales y discursivos de Javier Aguirre Gandarias, Juan Crego, Antonio Gómez, Menchu Gutiérrez, Clara Janés, Tomás Sánchez Santiago, Gonzalo Santonja y José Miguel Ullán. Todo ello metido en un sobre con la leyenda «Tanto veneno por ciento». En junio de 1995, con el número 111 —otro colectivo con los habituales—, me despido de la revista y Aliseda decide seguir adelante, con sus contactos y los poetas que le pueda sugerir Miguel Casado. El apartado del “regalo” que viene con cada ejemplar tiene su interés. Con el presupuesto que se maneja, ha de ser muy barato, a ser posible gratuito. También debe tener algún atractivo estético y encajar en el formato. Ha habido hojas secas —una vez de laurel—, lana, botones, monedas de peseta o de céntimo de euro, fotos de prensa recortadas, billetes de metro y de tren, tickets de la compra, cintas y trozos de tela, cables telefónicos, sellos de lacre, imperdibles, envoltorios de caramelo, piedras pintadas, trozos de cartulina, pintura en diversas formas, de lápices de colores, acuarelas y aerógrafo. Todo aquello que fuera bien y que pudiera recopilarse en un número suficiente, los habituales 300 ejemplares —en otros casos 500—. Algunos Venenos vienen sin objeto, por decisión del diseñador de turno o por imposibilidad técnica. Quien más veces ha maquetado la revista, con una sombrosa versatilidad y limpieza de diseño, ha sido el propio Aliseda, usando distintos seudónimos, además del suyo: Prudencio Pantoja,
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Federico Seisdedos y Elvira Polar, entre otros. De hecho, cuando no se menciona ningún nombre en el colofón, es él quien realiza el diseño. A partir del número 133 —mayo de 1999— Veneno viene embutido en una bolsa de plástico que incluye, además del folio — ahora DIN A4— objetos de poesía visual de autores nacionales y extranjeros. Destacan, por ejemplo, un trozo de titanio pintado en una anodigrafía de Fausto Grossi, además de trabajos de José Blanco, Juan Crego, Lourdes de la Cal, Alfonso Hernández Lasa, Felicidad Pérez Perea, Hermilia Luis y Luis Aliseda. Los poemas discursivos vienen del autor hispano-mexicano Gerardo Deniz. Se convierte así en una revista ensamblada, dedicada al mail-art, sin olvidar la literatura. Esto dura hasta el número 149 (noviembre de 2004), cuando se produce un paréntesis debido al traslado de Aliseda desde Bilbao a Escacena del Campo (Huelva). En octubre de 2005, la revista empieza una nueva etapa, dedicada por entero a la poesía visual. Su número 177 a DIN A3, se imprime en papel satinado, en cuatricromía y financia los gastos el Ayuntamiento de Peñarroya-Pueblonuevo, la localidad natal de Aliseda, donde se abre un Centro de Poesía Visual. El número 150 queda en el aire hasta enero de 2010, con el formato anterior. Se convierte es una revista trimestral, la revista es más cosmopolita que nunca, y se incluyen trabajos que vienen de Brasil, Uruguay, Argentina, México y EEUU. Su establecimiento en Andalucía hace que también participen más artistas de la tierra. De esta etapa cabe destacar el número monográfico dedicado a Nel Amaro, escritor y artista multidisciplinar fallecido en 2011. Este modelo se mantiene hasta enero de 2012, con el número 176. Las dificultades económicas producidas por la crisis económica y los vaivenes políticos hacen que Veneno se desvincule de su mecenas y vuelva a sus orígenes.
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En enero de 2013 comienza su última etapa. El número 177 trae poemas de un viejo conocido y colaborador habitual en distintas facetas de la revista: Miguel Casado. En él hay un manifiesto en la contraportada: «En agosto de 1983 se edita en una pequeña reprografía de la Plaza de Santa Cruz, en Valladolid, el primer número de Veneno, revista de poesía, diseño, pintura y poesía visual. Creación, esfuerzo y apoyo mutuo, caracterizan esta publicación que cumple 30 años. Desde entonces no se vende, se regala.» Son 200 ejemplares coloreados a mano a bolígrafo, con diseño de Peones artísticos S.L., el último seudónimo de su creador Aliseda. El número 179 vuelve al formato DIN A3, la cuatricromía y la poesía visual, con motivo del 30 aniversario de su nacimiento. El número 183, con el mismo formato, se dedica a la poesía visual en Euskadi, siendo el número 185 el último Veneno publicado hasta la fecha. Curiosamente con estrecha vinculación al número 1: es manuscrito, en azul y con una mínima aportación gráfica: los poemas son de Miguelángel Zorrilla. Siendo unas estrellas pintadas con lápiz de color el elemento individualizador. Los 33 años de vida de Veneno reflejan una parte sustancial de la poesía española última, y de la disciplina artística denominada poesía visual. En sus páginas hay una representación importante de autores de referencia —Chantal Maillard, Esther Ramón, Víctor M. Díez, Luis Santana, Antonio Méndez Rubio, además de los ya mencionados—, que hacen de la revista una atalaya singular para quien quiera estar al tanto de los avatares poéticos desde los años 80 hasta la actualidad. En cuanto a la poesía visual, los nombres citados, y otros muchos, dan cuenta de lo más representativo de esta disciplina. Quizá la última característica a destacar sea su capacidad de mostrar esos dos mundos paralelos, con algunas intersecciones entre ellos y, respetando sus singularidades, unirlos en su modestísimo formato.
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Aliseda ha sabido encajar la publicación a sus avatares vitales sin perder de vista sus raíces. Entre los habituales de siempre figuran colaboradores de Palencia, Valladolid, otras ciudades de Castilla y León, Bilbao, Euskadi y ahora Andalucía, lo que no quita que se haya abierto a todas las voces que le han parecido interesantes de cualquier parte, en los últimos tiempos también de fuera de España. Desde la escasez de sus presupuestos materiales, hay una ambición artística de calado que ha soportado el paso del tiempo sin dar la menor muestra de fatiga o anquilosamiento. Durará lo que su creador quiera.
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1 [Detalle interior del nĂşmero 22, resultado de una acciĂłn colectiva realizada en la Casa Revilla, Valladolid (1986).]
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2 [Detalle interior del nĂşmero 1, con poemas de Egidio Huerga y Secundino Naves, y maqueta de Paco Aliseda (agosto, 1983).]
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3 [Portada y detalle del objeto singular del nĂşmero 34 (diciembre, 1986).]
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4 [Detalle interior y objeto singular del nĂşmero 48 (julio, 1989).]
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5 [Detalle interior y objeto singular del número 57, fruto de la colaboración entre Soledad Medina y María Sanjurjo (1990).]
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6 [Portada del número 45 ilustrada por Amparo Espejo y con poemas de Olvido García Valdés (abril, 1989).]
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7 [Detalle interior del número 62 con poema de Miguel Suárez (enero, 1991).]
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8 [Portada y contraportada del número 56 de José-Miguel Ullán (junio, 1990).]
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9 [Telegrama del nĂşmero 8 (noviembre, 1983).]
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10 [Portada del Veneno especial, GuĂa para un carnet (febrero, 1984).]
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11 [Portada del Veneno especial, Algunos Pรกjaros (abril, 1992).]
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12 [Portada del Veneno especial, Costra y lรกmpara (noviembre, 1992).]
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13 [Portada del nĂşmero 74 con poemas de Justo Alejo (enero, 1992).]
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14 [Portada del nĂşmero 52 de Francisco Pino (marzo, 1990).]
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15 [Portada del nĂşmero 99 de Antonio Gamoneda (febrero, 1994).]
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16 [Sobre del nĂşmero 100, Tanto veneno por ciento (marzo, 1994).]
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17 [Despliegue del contenido del número 133, con Veneno de Gerardo Déniz y colección de objetos de poesía visual de Fausto Grossi, José Blanco, Juan Crego, Lourdes de la Cal, Alfonso Hernández Lasa, Felicidad Pérez Perea, Hermilia Luis y Luis Aliseda (mayo, 1999).]
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18 [Portada del número 145 con objeto singular — titanio pintado en una anodigrafía— de Fausto Grossi (julio, 2003).]
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19 [Portada del número 155 realizado en papel satinado, cuatricromía y financiado por el Ayuntamiento de Peñarroya-Pueblonuevo, la localidad natal de Aliseda, donde se abre un Centro de Poesía Visual (octubre, 2006).]
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20 [Portada del número 177 con poemas e ilustraciones de Miguel Casado con motivo del 30 aniversario de la revista (enero, 2013).]
Entrevista a Francisco Aliseda, por Manuel Olveira
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La revista Veneno nació a inicios de los efervescentes años 80 del pasado siglo, cuando cristalizaron muchas de las energías políticas, sociales, culturales y artísticas que desde el Tardofranquismo bullían de diversas maneras en el estado español. ¿Podrías hacer un retrato de esa época?
En el verano de 1974, tras una larga decadencia en los ferrocarriles del norte de Córdoba, mi padre es trasladado desde Peñarroya-Pueblonuevo a la estación de Renfe en Torquemada, situada a tres kilómetros del pueblo. La familia se mudó con él. Era el mayor de siete hermanos, acababa de concluir el Bachillerato Superior y ese mismo año comenzaba el Curso de Orientación Universitaria (COU) en el Instituto Jorge Manrique en Palencia, capital donde conozco a poetas como Manuel Bores, Egidio Huerga y, un poco más tarde, a Julián Alonso o el dibujante Gregorio Antolín, autores que publican sus poemas o ilustran, en ediciones alternativas de gestión propia. La realidad social era inquietante. Por un lado la estructura ideológica franquista estaba presente en la enseñanza en el ocaso del régimen, mientras que propuestas de democracia se reivindicaban en paredes y tablones de anuncios; en el claustro de profesores los docentes, o en pasillos los alumnos. En enero de 1975 corre de boca en boca en el instituto palentino la noticia del cierre de las Facultades de Filosofía y Letras, Ciencias, Derecho y Medicina de la Universidad de Valladolid llevado a cabo por el Ministro de Educación y Ciencia, Cruz Martínez Esteruelas. Este hecho provoca gran conmoción en la ciudad, no solo por el perjuicio a universitarios y familias, sino también por el daño económico general provocado por la reducción de la población universitaria. Diversas asociaciones intentaron «evitar la tragedia
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de que sus hijos perdieran un curso completo con el consiguiente perjuicio académico y económico». Pero no fue posible. Ese año el curso académico se perdió, pero fue el altavoz de una realidad —que ya no tenía marcha atrás—, como era la construcción de una estructura democrática dentro y fuera de la Universidad. «El curso 1974-1975, sin duda alguna, marcó un verdadero hito en la movilización estudiantil de la Universidad vallisoletana, pues ese cierre de facultades se constituyó en el laboratorio donde el franquismo ensayó lo que creía la solución a la contestación universitaria que se había extendido por todas y cada una de las universidades españolas. Sin embargo, la reacción de los estudiantes a esta medida desproporcionada no fue la de retornar a sus casas, y con ello desmovilizarse; al contrario, plantaron cara a los reaccionarios y se organizaron para, con ello, intentar paliar su dramática situación. Se puede decir que, en cierta medida, con la formación de los grupos de trabajo la universidad continuó a pesar de los pesares de la autoridad académica y con el apoyo unánime de los sectores más progresistas de la sociedad vallisoletana». Esto escribe María del Rosario Díez Abad en Crónica de un desacierto «El cierre de las Facultades de Medicina, Ciencias y Filosofía y Letras, de la Universidad de Valladolid durante la agonía del Franquismo». En 1975, tras el verano, llego a Valladolid a estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras. El 20 de noviembre, un día gris, frío, las calles en silencio, muere Franco. El 21 de noviembre cumplo 18 años. Y el 22 del mismo mes Juan Carlos I de Borbón es proclamado rey. Recuerdo aquella época como si estuviera teñida de un tono gris, palpable en la escasez que provocaba en las familias un continuo ajuste económico, la subida de los precios de consumo y el estancamiento de los salarios del trabajador, también en la incertidumbre de la situación social y política. Para un estudian-
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te de provincias y de familia humilde —se trataba de las primeras generaciones que íbamos a la Universidad— la situación económica era muy limitada. Además, la política de becas era exigente y difícil; si al final de curso suspendías una asignatura también se suspendía la beca. Enviar a los hijos a estudiar para la familia suponía un gran esfuerzo. Mi padre, que era ferroviario, trabajaba doce horas diarias. Se miraba mucho la peseta. La Transición política hacia un régimen democrático llevó su tiempo (1975-1982), estuvo llena de luces y sombras, deseos de cambio y miedo. Para un universitario recién llegado, estar en la ciudad era como paladear un plato infinito lleno de todos los sabores: el estudio, las clases, más tarde conocer la calle, los lugares, descubrir la música, las reuniones, el intercambio de ideas, la libertad para entrar en una sala de exposiciones o ir a un recital al aire libre. Todo se fue abriendo como una flor en primavera: escuchar música en directo en los barrios, el cine en la calle, el teatro, la pintura mural, el diseño. Todas las inquietudes se solapaban permitiendo el contacto continuo de personas y la transferencia de información, el conocimiento. Espacios nuevos como el bar La Calleja en Valladolid o La Casa Vieja en Simancas, entre otros, eran espacios alternativos de arte y cultura contemporánea. La gratuidad de muchos actos permitía no solo conocer, sino también el contacto con proyectos y autores nuevos. Recuerdo un recital en directo de Víctor Manuel en el paraninfo de la Facultad de Medicina. Era el momento para el desarrollo de una democracia, había una continua ebullición política de los partidos de izquierdas, todos ilegales, mientras que la policía, “los grises”, reprimían con dureza manifestaciones de trabajadores y estudiantes reivindicando democracia y libertad. Durante años la extrema derecha actuó sin pudor alguno… Pero lo malo pasó y lo bueno queda en el corazón.
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Iniciado el curso ocurrió algo que podría ser común o no revestir mucha importancia, pero que luego me resultó muy útil. Desde casa hacia la Facultad de Filosofía y Letras tenía que cruzar por la Plaza de Santa Cruz, y en una de sus esquinas, en una pequeña tienda, yo veía cómo se imprimían apuntes en una sencilla máquina de offset. Así todos los días, a la ida y a la vuelta. En clase recuerdo la asignatura de prehistoria, impartida por Miguel Delibes hijo, como una sucesión de periodos ilustrados por útiles y hachas de piedra, proyectados en la pared el tiempo suficiente para que yo pudiera dibujarlos en mis apuntes. Mis compañeros vieron la utilidad de esos dibujos. Me acordé del offset y, antes de Navidad, estaba editando una primeria serie de apuntes. Después, Delibes me sugirió subir al departamento y hacer uso de la biblioteca para fotocopiar las piezas estudiadas. Con la segunda serie de útiles prehistóricos aprendí a realizar maquetas con fotomontajes. No imaginaba que prehistoria y offset, unos ocho años después, serían la base natural de la revista Veneno. La revista vio la luz en 1983 en Palencia. ¿Puedes recordar como discurrió todo y en qué circunstancias?
La estancia en la Facultad de Filosofía y Letras de Valladolid, además del conocimiento de las materias impartidas, hacía posible el contacto con compañeros de otras facultades y departamentos. Uno de ellos, ya conocido en Palencia, fue Egidio Huerga. Yo le enseñaba dibujos y él me mostraba sus poemas. Solíamos reunirnos en un bar cercano a la facultad, La Calleja, nombre que imagino se le puso por estar en una callecita estrecha o por el apellido de uno de sus socios. Era un lugar de encuentros literarios, exposiciones y tertulias. Creo que fue en el tercer trimestre de 1982 cuando planteamos a los responsables del local hacer un recital de poesía por parte
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de Egidio y José Criado. Yo hice la convocatoria sobre una maqueta de un folio, plegado dos veces, ocho páginas, con una portada titulada Desfile de Bersos, mientras en la contraportada se notifica el día y la hora del acto. En el interior, escritos a mano, se reproducían poemas de los dos poetas. Se editó, se repartió a los cercanos y se distribuyó en la barra del bar. El tamaño era pequeño pero funcionó en la convocatoria. Era la maqueta de la futura revista Veneno. Más tarde, en el verano de 1983, reunidos en Palencia en casa de Secundino Naves en el barrio del Cristo del Otero, el propio Secundino, Egidio Huerga y yo, ante la atenta mirada de la madre de Secundino, que nos había regalado un prodigioso cocido de garbanzos y carne, decidimos construir una “revista de poesía” a la que llamamos Veneno —por el gusto que teníamos los tres por la música del grupo de flamenco-rock llamado Veneno— y que se imprimiría en offset sobre un folio, luego plegado hasta llegar al formato de octavilla —10,8 x 15,8 cm—. De esta manera se conseguían ocho páginas. La distribución de la revista sería gratuita. Tanto Egidio como Secundino me proporcionaron sus poemas y, con unos dibujos míos, en agosto de 1983 se editó el número 1 de la revista Veneno en Reprografía Mata en Valladolid.
De 1978 a 1983 Gregorio Antolín y Julián Alonso coordinaron La Cueva —definida como «revista subterránea que sale cuando quiere»—, publicación crítica situada en el ámbito de la “contracultura” en la que participan, además de los ya nombrados, Manuel Bores, Rosa Portugal, Félix de la Vega, Javier Salán, José María Silva, Jesús Arranz, Juan Bautista Gallardo, Francisco Aliseda o Egidio Huerga. Las publicaciones se distribuían y compartían con aquellos con los que hay afinidad o relación. En el caso de La Cueva establecía relación y contacto con publicaciones críticas con el tiempo que se estaba viviendo como era el caso de las revistas Ajoblanco, Abrotjos de Zaragoza o Vocablos de Valencia. Julián Alonso recuerda cómo la revista palentina fue mencionada por dos publicaciones de carácter nacional como eran Star y Ajoblanco. Era el tiempo en que algunos de estos autores formaban el Grupo Literario llamado Los Viernes de Arte Joven. Y, después, el colectivo de escritores Meseta que, junto al grupo de teatro Sarmiento, realizaron representaciones de teatro y poesía. Estos proyectos desembocarán más tarde, desde 1983 a 1994, en el grupo Astrolabio de poesía.
¿Podrías hacer un retrato de la vida cultural de Palencia en ese momento? ¿Qué iniciativas culturales eran promovidas por las instituciones palentinas? ¿Qué proyectos y acciones eran llevados a cabo de forma colectiva, independiente y auto-gestionada? ¿Con qué proyectos os sentíais identificados y/o con cuales manteníais contacto?
Dada la época en la que nace Veneno es comprensible que la vida cultural institucional fuese escasa debido tanto a la laguna de la dictadura franquista como a la falta de infraestructuras culturales públicas. ¿En qué otros ámbitos se producía y se comunicaba la cultura? ¿En las casas particulares, en los cine clubes, en la calle, en los bares?
La vida cultural en Palencia, como en otros lugares, era limitada. No existían iniciativas culturales que se produjeran desde las instituciones públicas, menos aún si se trataba de producciones contemporáneas. Pero esto era algo normal en la época.
En una época en la que la infraestructura cultural era escasa hubo que construir nuevos espacios en los que se pudiera mostrar la obra de pintores, escultores, escritores y actores. Y ello requirió un poco de tiempo.
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En Valladolid, en los precarios años 60 y 70 del siglo pasado, un grupo de artistas como Fernando Santiago, Félix Cuadrado Lomas, Jorge Vidal, Domingo Criado, Gabino Gaona y Francisco Sabadell mantuvo una relación cercana, aunque con estilos diferentes, en el desarrollo de una pintura interesada por los campos de Castilla o por la consideración de un oficio como la pintura. Tenían relación con escritores como Justo Alejo, Ramón Torío o Francisco Pino. Decidieron buscar una población donde poder trabajar y vivir porque la cercanía del campo castellano resultaba necesaria ya que salían juntos a pintar. En Simancas fueron encontrando casas, que hubo que restaurar, Félix Cuadrado Lomas, Fernando Santiago o Gabino Gaona. Esta coincidencia de lugar y trabajo determinó que, más tarde, se denominara a todos estos artistas como Grupo Simancas. La decisión de estos artistas llevó a que, a finales de los 70, Gabino Gaona y María Calleja pusieran en marcha durante diez años La Casa Vieja de Simancas, una tienda de artesanía, sala de exposiciones y, como dice María Calleja, «…un punto de reunión de muchos pintores y poetas; fueron numerosas tardes de invierno junto a la chimenea, muchas también de verano, en el pequeño patio interior con parra, siempre presente el porrón con vino de Toro, el pan de Simancas y el queso de Valoria; innumerables charlas sobre grandes o pequeñas cosas, exposiciones variopintas en las paredes encaladas, presentaciones de libros, de carpetas de serigrafía, grabados, lecturas de poemas…, de los más jóvenes, con una obra incipiente, titubeante a veces, y de los no tan jóvenes, con obras reconocidas y valoradas por crítica y público…Fue un proyecto muy bonito y participativo, y le vino bien al pueblo porque activaba la vida cultural». En 1980 yo comienzo a ilustrar en ediciones sencillas algunos poemas de Manuela Crespo y Manuel Bores. Al año siguiente
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realizo mis primeras exposiciones en el bar La Calleja de Valladolid y en la Biblioteca Municipal de Torquemada en Palencia. A comienzos de 1982 expongo en La Casa Vieja, y encuentro ese lugar de conocimiento y aprendizaje del oficio de pintor, un espacio donde los pintores trabajan con escritores en la edición de aguafuertes, donde texto y dibujo están integrados. Conozco a Miguel Casado, Olvido García Valdés, Carlos Ortega y Francisco Sanz, entre otros. Recuerdo los recitales de poesía como un momento en el que escuchaba la palabra, musical, con sonidos diferentes, nuevos. Y quedaron en la cabeza para siempre envenenada. Entiendo que estabas sumido en una escena literaria y artística muy inquieta e interesada en buscar en general nuevos caminos y en proponer acciones y actividades novedosas ¿Qué os inspiró a la hora de idear en concreto la revista Veneno y llevarla a cabo?
La voluntad. En unos años en los que no había mucho donde elegir más que inspiración lo que se conocía era la “cruda realidad” y la dificultad para editar, de forma periódica y digna, la obra de autores que desarrollaban un lenguaje poético o artístico. La imprenta era costosa para estos proyectos editoriales, sencillos y de corta edición. El offset, aunque en principio no editaba tan bien como la imprenta, más tarde mejoró en calidad y, sobre todo, podía asumirse el coste de edición. Cuando se “ensamblaba” un Veneno impreso, aquello que veíamos en el papel era obra contemporánea, y eso para nosotros era importante ya que por el camino se leía, valoraba o criticaba el poema o se comprobaba cómo el pintor, el dibujante, el diseñador o el escultor podían construir entre poemas “su universo plástico” en un espacio tan grande, y a la vez tan pequeño, como un folio. En una tarde se debatía y trabajaba en común; se resolvían problemas no previs-
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tos; se intercambiaba conocimiento; y se hablaba mucho, hasta el momento en que, más pronto o más tarde, aparecía la sonrisa. Y, como decía antes respecto a la edición Desfile de Bersos, en 1982 ya teníamos camino andado con la presentación del recital de poesía en La Calleja: la maqueta funcionaba, cabía en un bolsillo de la camisa, al lado del corazón, un lugar cálido para habitar. Parece mentira pero, más que un “programa de gestión”, lo que mantiene la revista es el ánimo entusiasta, el cariño y la colaboración de sus participantes. La impresión no era costosa. Lo demás, el trabajo, que es lo que más cuesta, lo poníamos nosotros, como si fuera un regalo. Un lema que utilizábamos entonces era «La poesía no se vende, se regala». Después de haber nacido en Palencia, Veneno tiene una vida azarosa y su producción ha discurrido por diversos escenarios y ciudades. ¿Podrías hacer un recorrido por los diferentes lugares a los que ha estado ligada la revista?
Recién cumplidos los 33 años de existencia, la revista de poesía y poesía visual Veneno se muestra como un proyecto editorial alternativo y novedoso, tanto por hacer posible una edición autónoma e independiente, como por ser un operador de la poética contemporánea. Con sedes en Palencia, Valladolid, La Rábida en Palos de la Frontera, Bilbao, el Centro de Poesía Visual (C.P.V.) de Peñarroya-Pueblonuevo en Córdoba, y en la actualidad en Escacena del Campo (Huelva), la trayectoria de Veneno se ha ido acomodando a los tiempos y circunstancias. Con 185 números editados, la revista se configura como una publicación en la que coexisten la poesía y el arte contemporáneo, el acuerdo y el trabajo de sus colaboradores, el sentido común y generoso en la edición de poesía.
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Podemos establecer los siguientes periodos en función de los lugares en los que se produjo la revista Veneno: 1.— Desde agosto de 1983 hasta abril de 1984 (números 1-17) se edita entre Valladolid y Palencia, cada quince días. El número 1 de la revista publica seis poemas de Egidio Huerga y tres poemas de Secundino Naves. Francisco Aliseda diseña y dibuja. La marca de referencia en la edición es Palencia por la presencia de dos palentinos. En el número 7 (noviembre de 1983) se publica la primera fotografía —obra de José Ramón López Rodríguez— y el primer “objeto” —una hoja de chopo recogida en el río Esgueva en Valladolid—. En el número 13 la marca de origen ya es Valladolid-Palencia. Poetas que aparecen en la revista en esta época son Julián Alonso, Francisco Sanz, Ramón García, Miguel Casado, Pilar Rubio, Francisco Pino o Severo Sarduy. Entre los ilustradores y pintores están Gregorio Antolín, Jesús Álvarez, Manuel Sierra, José Luis Murcia, José Noriega y Marco Temprano. 2.— Desde julio de 1985 hasta octubre de 1989 (números 1849) la edición se centra en Valladolid, en la calle Bailarín Vicente Escudero número 28, donde yo vivía. Por norma común cada número de la revista estaba dedicado a un poeta y a un ilustrador. Pintores y diseñadores arropan el poema con ilustraciones a una sola tinta, porque lo limitado del coste de edición solo permitía la impresión en offset: tinta negra sobre papel blanco o de color. Hay poemarios escritos a mano por el diseñador. La edición ahora es mensual. La impresión sigue haciéndose en Reprografía Mata, Valladolid. Veneno es una revista sencilla y compleja al mismo tiempo: los 300 ejemplares editados se colorean a mano, uno a uno. O se les pega un objeto: una mariquita pintada en una piedra, un billete de tren, lotería, tela, un barquito de papel, madera, una
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peseta, laurel, arena, impresos, palillo, pegatinas… Con frecuencia esta manipulación hace que cada ejemplar sea único. Como cada “objeto” precisa de trescientas unidades, cada número editado pide una mesa de montaje y mucha paciencia. Los poetas publicados en esta época son Luis G. Pasquau, Domingo J. Santos, Luis Díaz Viana, Mikel Marti i Pol, Ramón Irigoyen, Eduardo Fraile Valles, Carlos Ortega, Miguel Suárez, Esperanza Ortega, Tomás Salvador González, Nieves Casquete, Roberto San Geroteo, Luis Santana, Luis Marigómez, Juan Carlos Valle, Rosa Chacel, Manuel Bores, Olvido García Valdés, Luis Javier Moreno, José Luis Puerto o Raúl Rodríguez, entre otros. Entre los que diseñan, pintan o dibujan se encuentran Jorge Vidal, Enrique Echevarría, Fernando Martín, José Miguel Isla, Luis Díaz Viana, Pilar Marco Tello, Juan Catalina, Teresa Cortés, Ramón Abril, Félix Cuadrado Lomas, Eduardo Almau, Gabino Gaona, Ángeles Morgade y Jesús Blanco. En 1986 aparece el primer poema visual publicado en Veneno. En abril de 1986 se edita el, hasta ahora, único Veneno sin número —situado entre el número 25 y el 26—, producido en La Rábida, en Palos de la Frontera, Huelva. En la portada de este ejemplar aparecen dos caligramas de Eduardo Fraile Valles, titulados La invención de la rueda. Son dos piezas “letristas”, una con forma de cuadrado, la otra de círculo, en las que, de fuera al centro, aparecen las palabras «nunca, nadie, nada, no». Más tarde, en mayo de 1989, aparece un cuadernillo de ocho páginas llamado Tul de araña, poema visual de José Miguel Isla para el número 46 de la revista. Después vendrán obras de Francisco Pino (número 52 en 1990), José-Miguel Ullán (número 56 en 1990, la primera revista Veneno impresa en cuatricromía), Luis Pita (número 63 en 1991), Antonio Gómez (número 70 en 1991), Luis Marigómez (número 73 en 1991), José Luis Cam-
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pal (número 77 en 1992), Juan Crego (número 80 en 1992), Nel Amaro (número 82 en 1992), Rodolfo Franco (número 84 en 1993), Felicidad Pérez Perea (número 87 en 1993), Txaro Sierra (número 93 en 1993), Beatriz Silva (número 94 en 1993), Tomás Salvador González (número 97 en 1994), Manuel Portela (número 101 en 1994), J.M. Calleja (número 108 en 1995), Ignacio Collado (número 110 en 1995), Corpá (número 116 en 1996) y Sal Visual ( Julián Alonso, José Luis Campal, Juan Crego, Antonio Gómez, Joaquín Gómez y Luis Marigómez) en el número 125 de 1997. 3.— De noviembre de 1989 a junio de 1995 (números 50111) la gestión y edición de Veneno se comparte, en un período que podría llamarse “de miel”, entre Luis Marigómez en Valladolid y Francisco Aliseda en Bilbao. Se publica a Ildefonso Rodríguez, Soledad Medina, Christine Monot, Javier Codesal, Miguel Suárez, Elías Mas, Clara Janés, Josu Montero, Menchu Gutiérrez, Justo Alejo, Manuel Bores, Robert Walser, Gonzalo Santonja, Javier Aguirre Gandarias, Domingo J. Santos, Olvido García Valdés, Teresa Merino Guereñu, Antonio Gamoneda, Roberto San Geroteo, Robert Ashley, Eduardo Apodaca, Jorge G. Aranguren, Dante Gabriel Rossetti (traducción de Olga Jimeno) o Juan Stolle. Entre los ilustradores y pintores encontramos a Manuel Sierra, Rosa Fraile, María Sanjurjo, Luis González Gallego, Ferrero, Clara Janés , Luis Marigómez, Francisco Aliseda, Juan Crego, Carl Walser, Gabi Fernández, Ángeles Morgade, Rodrigo Sáinz Bezanilla y Txuso Juaristi. 4.— De noviembre de 1995 a octubre de 1998 (números 112-132) Veneno se edita en Bilbao, en la imprenta FasPrint de Barakaldo. En esta época cuento con la ayuda de Olvido García Valdés y Miguel Casado a la hora de seleccionar poetas y poemas que me permitan realizar la edición. Autores que publican en
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esta etapa son José Blanco, Ana Santos, José Luis Puerto, Marisa Gutiérrez, Emilio Paolo Taormina, Juan Carlos Suñén, Concha García, Moisés Mori, Soledad Medina, José Luis Cancho, Ted Hugues, Víctor M. Díez y Marcos Canteli, Antonio Méndez Rubio y Eduardo Milán. Ilustran los diferentes números Jon Fernández, Arantzazu Flores, Hilario Mozo, Txuso Juaristi, P. Gómez Casademont, Juan Crego y Fausto Grossi. 5.— De mayo de 1999 hasta noviembre de 2004 (números 133-150) se sigue editando en Bilbao. Veneno varía su presentación: mantiene su hoja de poesía pero se convierte en una “revista ensamblada”. En una bolsa de plástico transparente con autocierre se introduce la revista de poesía y, además, una carpeta con trabajos de poetas visuales, creación contemporánea y mail-art. Salen tres números al año (en marzo, julio y noviembre). Los autores visuales son Julián Alonso, Karl-Friedich Hacker, Jacinto García, Antonio Gómez, Joaquín Gómez, La Compañía, Luis Marigómez, J. Ricart, Jeroen Ter Welle, Theo Breuer, Rafael Marín, Juan Orozco Ocaña, Francisco Peralto, Sergi Quiñonero, Pere Avilés, José Carlos Beltrán, J.M. Calleja, María Gallach, Nieves Salvador, Xavier Canals, José Carlos Soto, Pablo del Barco, Antonio Camba, Urbano Espinosa Zafra, Rodolfo Franco, Juan Ricardo Montaña, Pepe Murciego, Yolanda Pérez Herreras, Giovanni Strada, Marco Temprano, Corporación Semiótica Galega, Raúl Gálvez, Antonio Montesino, Pedro Gonzalves García, KamenNedev, Steven Forster, Gregorio Antolín, Manuel Bonaval, Antonio Orihuela, César Reglero, J. Seafree, Pedro Déniz, Francesc Xavier Forés, Ibírico, Custodia Romero, Paco Señor Nieto, Xavier Canals, Miguel Jiménez, La Compañía, Marta Bellés, Diego Mesa y José Luis Campal. Los autores vascos publicados en esta época son José Blanco, Juan Crego, Lourdes de la Cal, Fausto Grossi, Alfonso Her-
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nández Lasa, Felicidad Pérez Perea, Hermilia Ruiz, Bernardo Atxaga junto al pintor Ricardo Toja, Hilario Mozo, Txaro Sierra, Miguelángel Zorrilla, Amaia Mendizabal, José Ángel Sanz, Mikel Jauregui, Juan López de Ael, Ángela Serna, Antonio Camba, Javier Seco, Rafael Martínez, Patxi Serrano, Ramón Marcos, Bego Intxaustegi, Elías Mas Serra, Tere Ormazabal, Jabier Herrero, Iñigo Padró, Julia Otxoa, Ricardo Ugarte, Adolfo Vargas Blanco y Jorge Ibáñez Bizueta. Durante este tiempo para decidir los autores de la revista se sigue contando con la ayuda de Olvido García Valdés y Miguel Casado. Los poetas publicados son: Gerardo Deniz, Guillermo Fernández Rojano, María Antonia Ortega, Jesús Aguado, Daniel Samoilovich, Chantal Maillard, Pedro Provencio, Magdalena Chocano, Chus Pato, Kepa Murua, Verónica Zondek, Eli Tolaretxipi, Juan Carlos Mestre, Julio Ortega, Amalia Iglesias Serna, Aldo Z. Sanz, Jenaro Talens y Pedro Serrano. 6.— De octubre de 2005 a enero de 2012 (números 151-176) Veneno es la revista del Centro de Poesía Visual en Peñarroya-Pueblonuevo, Córdoba, donde publica “poesía visual” contemporánea e inédita. El formato es DIN A3, plegado hasta el DIN A5, y se editan veinticinco números, con siete autores por ejemplar, impresos en cuatricromía. En total aparecieron en sus páginas ciento cuarenta y un poetas visuales tales como Mikel Jauregui, Antonio Gómez, Felicidad Pérez Perea, Juan Crego, José Blanco, Guillermo Marín, Julián Alonso, Clemente Padín, Luis Marigómez, Patxi Serrano, Agustín Calvo Galán, Josep María Rosselló, Txaro Sierra, Juan Orozco Ocaña, F. Xavier Forés, J.M. Calleja, José Carlos Beltrán, Paco Señor, Miguelángel Zorrilla, Roberto Farona, Elías Mas Serra, Julia Otxoa, Ricardo Ugarte, Joaquín Gómez, Antonio Orihuela, J. Jesús Sanz, Nel Amaro, Rafael de Cózar, Yolan-
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da Pérez Herreras, Juan Rosco Madruga, Rodolfo Franco, Pepe Murciego, Pablo del Barco, Jon Andoni Goikoetxea, Josune García Falces, Manuel Calvarro, Antonio Monterroso, Leire Barrena, Alberto Díaz-Villaseñor, Javier Seco, Miguel Agudo, Marco Temprano, Fausto Grossi, Antonio Montesino, Pedro Gonzalves, Eva Hiernaux, Miguel Jiménez, Gustavo Vega, Alfonso López Gradolí, Aurora Sánchez Fernández, Roberto Romero Rodríguez, José Luis Campal, Arturo Comas Calero, Claudia Quade Frau, Ana Mª Díaz, Francisco Peralto Vicario, Ferrán Fernández, Alejandro Rosco Téllez, Carmen Peralto, Eddie Bermúdez, Rafael Peralto, Lourdes De La Cal Montoya, Ramón F. Maruri Sánchez, Félix Morales Prado, Manuel Lucas González, Laura Calvarro, Ángel Sanz Montero, Isabel Ortega, María de Lourdes Rabello Villares, Ángela Serna, Nuria Acín Vendrell, Tere Ormazabal, Isabel Rodríguez Gadea, Teresa Suárez, Manuela Martínez, Josep Sou, Sergi Quiñonero, Goval, Francisco Lira, Juan Ricardo Montaña, Eduardo Barbero, Mario Cervantes, Koke Vega, Bartolomé Ferrando, Paulo Bruscky, Wilmar Silva, Marta Bellés, Fernando Aguiar, Artemio Iglesias, Antoni Albalat, Pilar Albajar y Antonio Altarriba, Ryosuke Cohen, Luc Fierens, Jordi Amieva, Tomás Salvador González, Dorian Ribas Marinho, Tchello D´Barros, Carmen Palacios, Juan López de Ael, Luis Costillo, John M. Bennett, Sergio Monteiro de Almeida, Ángels J. Sagués, Lourdes Mondéjar Ramos, Manuel Sáinz Serrano, Constança Lucas, Laura María Fernández Cano, Aarón Flores, Fernando Millán, Alejandro Thornton, Xavier Canals, Adolfo Vargas Blanco, Óscar Sotillos, Maite Fernández-Aliseda, Javier Flores, Rafael Marín, Alfonso Aguado, J. Ricart, Javier Aguirre, Nieves Salvador, Domingo Ceborro, Miriam Expósito, Manuel Molina, Catalina Rivera de la Rosa, Miguel Ángel Moreno Carretero, Carmen Camacho, José Luis Checa Alamillos,
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J. Seafree, Antonio Ledesma López, Ariel Gangi, Olga Cortadelles Cercós, José María Fernández-Aliseda, Diego Ortiz, Nel Amaro, Mª Carmen Toledano, Almudena Álbarez-Castro, Alhambra Cruz Lamolda, Mª Carmen Olaya, Nuria Moya, Silvia Carrasco y María Dolores Maya. 7.— Desde enero de 2013 hasta la actualidad (números 177185) Veneno se publica en Escacena del Campo, Huelva, y retoma su formato original: tamaño DIN A4, plegado hasta el formato octavilla. Se editan 300 ejemplares y se colorean a mano, ejemplar a ejemplar. Se publican siete autores hasta el momento: Miguel Casado, Esther Ramón, Luis Marigómez, Tomás Salvador González, Eli Tolaretxipi, Eva Hiernaux y Miguelángel Zorrilla. Además el número 179, en formato DIN A3 y cuatricromía, es una muestra de autores que realizan poesía visual bajo el título Lo que nos está pasando (2013), mientras que el número 183 constituye una antología de poesía visual en Euskadi (2014), en formato DIN A2 y cuatricromía. Además, se han realizado varias ediciones especiales de varios autores: Acción colectiva (número 22 en enero de 1986), Veneno 69 (junio de 1991), Acción El Escorial Colectivo (número 91 en julio de 1993), Tanto veneno por ciento (número 100 en marzo de 1994), Veneno 111 (junio de 1995) y Nómadas (número 115 en febrero de 1996). En total 33 años. ¿Qué autores han estado en el nacimiento de la revista y quienes se han mantenido ligados a ella a lo largo de los años?
Como decía los autores en el nacimiento de Veneno son Egidio Huerga, Secundino Naves y Francisco Aliseda. Después colaboraron Gregorio Antolín, Jesús Álvarez, Manuel Sierra,
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Julián Alonso, Francisco Sanz, Miguel Casado, José Criado, Ramón García, Pilar Rubio, José Ramón López Rodríguez, Luis Ángel Lobato, Adolfo García Ortega, Juan Carlos Valle, Francisco Pino, Luis Díaz Viana, José Noriega, Severo Sarduy, Nieves Casquete, Gregorio Esteban Antón, Luis Marigómez, Marco Temprano, Olvido García Valdés o Luis Santana. Los autores publicados son 387 entre poetas, narradores, novelistas, pintores, diseñadores, poetas visuales, entre los años 1983 y 2016. De estos autores, que han publicado varias veces a lo largo de la trayectoria de la revista, se pueden nombrar: Miguel Casado, Olvido García Valdés, Manuel Sierra, Julián Alonso, Mikel Jáuregui, Antonio Gómez, Juan Crego, Luis Marigómez, J.M. Calleja, Elías Mas, Pablo del Barco, Rodolfo Franco, Manuel Calvarro, Javier Seco, Marco Temprano, Fausto Grossi, Eva Hiernaux, Gustavo Vega, Alfonso López Gradolí, José Luis Campal, Francisco Peralto, Ángela Serna, Tere Ormazabal, Manuela Martínez, Sergi Quiñonero, Juan Ricardo Montaña, Eduardo Barbero, Patxi Serrano, Antonio Monterroso, Fernando Aguiar, Fernando Millán, Juan Rosco, Manuel Lucas González, Pepe Murciego, Nel Amaro, Silvia Carrasco, Arturo Comas, Claudia Quade Frau o Ángel Sanz Montero. Entiendo que esta amplia nómina de autores están ligados a la revista por afinidades estéticas, por coincidencias biográficas, por amistad, etc.¿Por qué otros motivos crees que se ha producido a lo largo del tiempo el compromiso de los artistas y autores con Veneno?
Entiendo este “compromiso” de los autores, que puede producirse en un período largo o corto de tiempo, por la “cercanía” a la publicación. Primero por la sorpresa que un folio plegado en octavilla puede provocar a quien lo recibe, en mano, por co-
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rreo… Después porque contenga poesía contemporánea e inédita de autores más o menos conocidos, de obra larga o menos extensa, todos con el mismo espacio, en el que, por el tamaño, solo caben unos pocos poemas. Veneno parece una publicación fácil, manejable, sencilla, cercana, y aun así produce sorpresa cuando el que la recibe despliega el concepto «ver veneno es leer poesía». ¿Cómo os organizáis? ¿Qué supone la autogestión para vosotros?
Cierta organización era necesaria por el solo hecho de manipular un número de folios, trescientos, para colorear y secar o pegar, para después plegar y distribuir. Recuerdo el coloreado del número 26 por Pilar Marco Tello en la casa de la calle Bailarín Vicente Escudero en Valladolid donde el suelo de madera estaba “tapizado” por completo de folios pintados con aguadas azul turquesa. Era abril, no hacía calor y el tapiz tardó en secarse. Los Veneno pintados con varios colores con aerógrafo eran complicados y lentos, pasaba el tiempo sin darnos cuenta, hasta que terminaba el trabajo. Desde la teoría anarquista, el concepto autogestión se refiere a la satisfacción de necesidades individuales y sociales por parte de los propios afectados, sin que interfieran en esto las lógicas del mercado o el poder. Así en Veneno, porque aumentaba la burocracia y se complica la gestión, se decidió la gratuidad de la revista. La excepción de unas pocas ediciones para la venta se justifica por el ánimo para autofinanciarse y no tener dependencias externas. Una revista sencilla y de bajo precio hace posible una edición a largo plazo, mientras que la actitud de colaboración por parte de diferentes autores, reconocidos o no, permite una continua calidad.
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Cruce de caminos entre la pintura, la música, la poesía o las artes visuales, entre otras muchas disciplinas, la poesía visual experimental ocupa un espacio híbrido en el mundo del arte. La revista Veneno es uno de sus ejemplos, en la que a lo largo de sus 185 números —además de los números especiales que acabas de nombrar— de edición limitada producidos de forma colaborativa, imagen y palabra se aúnan de forma experimental dejando constancia de las inquietudes e investigaciones poéticas, artísticas, editoriales y actitudinales de toda una época. ¿Podrías comentar la actitud con la que nace Veneno y que se ha mantenido a lo largo de toda su existencia?
Veneno, en esencia, es un medio de comunicación y, como tal, produce un contacto entre el poeta, el pintor o el dibujante con un público, no preciso, interesado en el arte y la escritura contemporánea. La distribución de la revista es “a mano”, de forma directa o a través de otras personas cercanas, por medio de tiendas afines a la literatura y el arte o por correo postal. Desde el principio, Veneno es un proyecto de bajo coste —ahora se dice lowcost—que garantiza su producción, y su desarrollo a largo plazo. El objetivo era autofinanciarse de forma colectiva y evitar, así, el peligro de la falta de recursos. El coste de cada número es bajo y las tareas de diseño, ilustración, poema, edición, montaje y distribución se reparten entre varias personas —una especie de crowfunding laboral—, algo que fomenta el encuentro, el intercambio de ideas o el trabajo colectivo, y limita el coste. Por el camino hay desajustes que se resuelven con paciencia y esfuerzo. Aunque el formato es muy limitado —las dos caras de un folio—, cada autor que participa desarrolla su arte con una idea diferente y con absoluta libertad. De ahí la diversidad de las propuestas artísticas en cada número, que resuelve de
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manera diferente la maqueta de la revista, o la posterior intervención después de ser impresa. El montaje de Veneno supone arte, habilidad y constancia en el plegado, coloreado, pegado, pintado, cortado o grapado sobre el papel, unidad a unidad. Finalmente se numera la edición como se hace con la obra gráfica. Recuerdo a escritores, escultores, pintores, conocidos o menos conocidos, dando lo mejor de sí en la edición de la revista. Y esta actitud, la voluntad y la generosidad en la realización de un objeto artístico, o lo mejor de cada persona se observa cuando alguien coge, toca, mira y lee la revista. Y eso ocurre con todos los participantes. Ese cuidado y atención sobre lo que se ve se traslada a la propia acción de producir la revista y llega hasta aquel que la recibe, la abre y la lee. Con la perspectiva que supone el paso del tiempo, valoro el trabajo de los diferentes autores con una profunda admiración. Muchas de las características que comentas son comunes a los llamados fanzines —abreviatura en inglés de fan’s magazine, revista para “fanáticos”—. Se parece mucho también la filosofía que subyace al DIY —Hazlo tu mismo— y al DIWO —Hazlo con otros— característica de los llamados zines. Con ellos también tenéis en común la economía de medios a la hora de producir ya que vuestra revista tiene un bajo coste. ¿Podrías ahondar en este aspecto económico y productivo? Obviamente la economía y la forma de producción es también, y sobre todo, un posicionamiento político.
Conocíamos unos pocos fanzines, no muchos, porque en la época también eran un bien escaso. Como decía antes, una realidad como la “transición” política tenían su correlato en las acciones culturales. Publicaciones reivindicando una univer-
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sidad más democrática, convocatorias y panfletos, revistas de los partidos políticos en la clandestinidad, hojas “volanderas” en manifestaciones y protestas, carteles escritos a mano y expuestos en los tablones de anuncios, al fin y al cabo, pequeñas o grandes, son también “ediciones”. Eran algo normal en un ambiente que tenía como referencia construir una realidad democrática entre todos, algo que no estaba claro para algunos. No hay que olvidar que el 23 de febrero de 1981 aún hubo un golpe de estado en España. En Valladolid, esa tarde, fría, las pocas personas que andábamos por la calle parecíamos fantasmas. La llegada de la democracia, con sus claroscuros, fue lenta, muy lenta. Dos años más tarde, en agosto de 1983, sale a la calle el primer número de Veneno, un folio de papel blanco plegado en sus mitades dos veces, hasta llegar al formato octavilla; portada y contraportada dibujadas, en el resto de papel caben nueve poemas. En abril de 1986, trescientos folios blancos impresos por las dos caras con tinta negra costaban 1000 pesetas, unos 6 euros. Pasados seis años, en mayo de 1992, el mismo trabajo valía 1650 pesetas. La economía nos permitía editar en papeles de colores y, de vez en cuando, imprimir con una sola tinta de color. Cualquier pequeña innovación mostraba un número de la revista diferente al anterior. La calidad de impresión mejoraba. Podíamos asumir papeles de mayor calidad como son los verjurados de distintos tonos. Por lo demás, la revista mantenía el mismo formato e igual criterio respecto a los poetas a los que se iban incorporando nuevos autores según pasaba el tiempo o se cambiaba de ciudad. La distribución se hacía, como siempre, en librerías, grupos y espacios alternativos, en eventos, conferencias, mesas redondas, exposiciones, y por correo.
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En la revista es posible apreciar una resistencia al mercado y a las formas de distribución habituales en la literatura. Vosotros tuvisteis que montar vuestro propio sistema de producción y, también, de distribución. ¿Siempre lo hicisteis igual?
No es lo mismo “resistencia al mercado” que hacer viable el conocimiento de la poesía en un proyecto a largo plazo, más de tres décadas, como es el caso de Veneno. Aunque fuera poco, editar costaba dinero y no podíamos negar la posibilidad de conseguirlo de forma imaginativa y con trabajo, como casi siempre. La revista produjo, para conseguir liquidez, unas pocas “ediciones especiales”, libros diferentes cuya venta garantizaría más adelante la edición de la revista. Algo tan pequeño no podía estar limitado por cuestiones económicas. Entiendo que el afecto fue y es un activo para la revista ¿Podrías contarnos si Veneno estaba insertada en algún circuito en particular?
No existía ningún circuito concreto, como lo demuestra el hecho de que una parte de los 300 ejemplares editados se enviaban por correo, en paquetes de cinco, quince o veinticinco ejemplares, a compañeros y escritores de Madrid, Valladolid, San Sebastián, Toledo, entre otras ciudades. También a poblaciones más pequeñas. Estas personas, a su vez, hacían como nosotros: la distribución a mano, a aquellos que “querían” la revista. Este sistema de reparto descentralizado, por la gratuidad, no impedía que una persona que no conocía la revista, pero que le interesaba, la recibiera. Históricamente, en el ámbito de la edición española ha sido habitual la absorción de editoriales llamadas “independientes” por parte de grupos comerciales al uso generando así una serie de procesos de
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concentración editorial. ¿Suscitó Veneno interés en el mundo de las revistas y editoriales más comerciales?
No. Quizás su pequeño formato, la gratuidad, o el uso dado a la revista, pusieron a Veneno más cerca de las hojas de publicidad en los buzones o bajo las puertas que de otra cosa. Pero la función era diferente, poesía y arte maquetadas, al ser coloreadas a mano, ejemplar tras ejemplar, convertía a cada revista en un ejemplar único. Por eso, en bastantes de los números editados, disponer de un Veneno es como “llevarse una obra de arte a casa”. A diferencia de los fanzines, Veneno no se encuadraría bajo el epígrafe de la contracultura. ¿O sí?
Por la forma de editarse Veneno participa de proyectos editoriales de lo que se llama “contracultura”, alternativa a lo que era la cultura convencional editada. Pero nosotros editamos “poesía”, una forma literaria de larga y ancha tradición. Es cierto que algunos poetas publican sus primeros poemas en esta hoja doblada y otros, de largo recorrido, nos ceden algunos poemas inéditos para publicarlos —y que luego pueden formar parte de un libro—. Pero, por su forma de ser y hacer peculiar, es considerada por las personas que la reciben como una “revista de poesía”, algo que los poetas demuestran. En un proyecto grupal como Veneno y con una economía tan constreñida es muy pertinente hablar de los derechos de autor. ¿Cómo te sitúas ante el copyright y el copyleft?
Pertenezco como productor artístico a un grupo de artistas que, con disciplinas, edades y lugares de residencia diferentes,
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hemos defendido el trabajo artístico como un “oficio” tan digno como cualquier otro trabajo. Es más, se trabajaba, y trabaja, bastante y se atienden “encargos” de grupos y organizaciones sin mucha capacidad económica, en los que el dinero no era razón para que no se hiciese un cartel, un mural o unas pegatinas. La exposición de nuestro trabajo se hacía en una galería, un bar o una asociación de vecinos. La relación con nuestros compañeros reconoce la labor y el oficio del otro, por lo que es normal acuerdos, coincidencias, intercambios y proyectos comunes, como es la propuesta de varios autores por una causa o reivindicación. En Veneno hemos considerado la obra de los compañeros como la propia. Por eso, en cada publicación se ha tenido el cuidado de “significar” el nombre del autor de los poemas, textos o dibujos o diseñador del objeto que se adhiere a la revista. De esta manera, el autor ve defendida su obra y su actividad el tiempo que sea necesario. ¿Hacíais contratos de edición y realizabais una gestión de derechos de autor?
En un proceso de edición tan sencillo, por no decir elemental, la presencia de procedimientos burocráticos hubiera complicado su desarrollo. El esfuerzo, no siempre pequeño, se administraba y utilizaba para la gestión, edición y distribución —a corto, medio y largo plazo— de la revista. Veneno se ha producido siempre de forma colaborativa y han ayudado en cada número una extensa nómina de escritores, creadores y autores que alcanza la cifra de casi 400 personas. ¿Podrías hacer un repaso a las colaboraciones que consideres más reseñables?
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Me resulta muy difícil decir qué autores son más reseñables. Hay que entender que en más de tres décadas el número de personas que participan no es corto y “cada uno tiene su lugar”. El recuento, a día de hoy, es de 387 participantes en Veneno. Quizás nombrar a todos sea lo justo. Y en todos ellos la colaboración en la construcción de la revista es y ha sido destacable. Cuando repaso en los ejemplares de la revista a los autores que conocí en persona, aparecen en mi memoria como un flash, con la imagen de la época y la luz del lugar, el ambiente, el sitio del encuentro, las imprentas, el montaje de la revista, o la estrategia para la distribución. Recuerdo a los compañeros con los que he “montado” Veneno, pues al repartir el trabajo el montaje es menos pesado y la acción más entretenida: ese tiempo pasaba entre la tertulia y la conversación, mientras las manos plegaban o coloreaban el papel impreso. Cuando menos lo esperabas ya no había más hojas que plegar. Después se hacen paquetes de veinticinco ejemplares para la distribución, a mano o por correo postal. Y son más de los que pienso los compañeros que participan en este proyecto colectivo y descentralizado, pues, una vez repartida la revista comenzaba una nueva vida y, más tarde, recibías por correo noticia de un lugar no conocido con un poema o con otra publicación. De esta manera se conocía la experiencia editora de otros compañeros y personas. Eso genera una cierta red. De ahí que fuera posible que los editores “alternativos” intentáramos organizarnos para dar a conocer nuestras publicaciones. Así es el caso de La Federal de Editores Independientes, un proyecto impulsado desde Valladolid, que no prosperó. El proyecto nace por una voluntad de hacer. Ahí radica su fuerza, pero también podría ser su debilidad. Como sabes, este tipo de iniciativas dependen de las ganas desinteresadas de sus colaboradores
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en un trabajo no remunerado que debe obtenerse del tiempo libre. Al depender del tiempo y del esfuerzo desinteresado de sus creadores no suelen durar mucho, ya que no reciben compensación monetaria. ¿Cómo explicas que Veneno perdurara tanto en tiempo?
¿Cuántas cosas se han hecho, y se hacen, sin compensación económica? Es más, en aquello que recordamos como importante, ¿ha habido un pago de dinero o no? Siendo sincero, algunas veces sí y otras no; pero aquellas que recuerdo, como un encuentro, una conversación o una decisión, donde lo que hay es cercanía y no dinero, han sido la base para construir, poco a poco, un libro, una casa o un número de la revista Veneno. El que perdurara no se pensó, pero sí se pensó que fuera posible su desarrollo en el tiempo, algo que no se supo hasta que llegó su momento. El sostenimiento en el tiempo se debe, creo, a la idea de un diseño mínimo y artesanal, unido al conocimiento de la poesía y los poetas de Palencia y Valladolid. Parece ser que este punto de partida funcionó. Después, sin disponer de hoja de ruta alguna, se fue articulando una “red” de colaboradores en la que se mezclaban las funciones: un escritor podía plegar una revista y un vecino, amigo de la fotografía, podía proponer una portada. Otro hecho que con el tiempo facilita su continuidad es la transmisión, a través de la revista, de una idea, una función o un trabajo que no son muy complejos —aunque ha habido ediciones que sí lo han sido y han costado más tiempo—. Pienso que el intento de hacer una edición cuidada vuela por encima de cada ejemplar. Y eso transmite bien. Un trabajo colectivo desarrollado con tantas personas y a lo largo de tantos años hubo de estar necesariamente lleno de complicidades, pero seguramente también conflictos. ¿Podrías comentar cómo era la dinámica del grupo?
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«Si partes de la humildad puedes conseguir muchas cosas». Estas palabras de María Zambrano pueden ilustrar el recorrido realizado. No había mucho que repartir salvo la labor de reproducir, de manera digna, buena poesía. Una vez realizada la búsqueda de autores, la acción era directa: maquetación, edición, plegado, distribución y a otra cosa, mariposa. La dinámica de grupo se basaba en el «acuerdo para la producción de una revista de poesía». La idea de la revista, clara y sencilla, es fácil de conocer. No existía un grupo de editores, sino dos o tres personas, o una, que se relevaban. Había voluntad y conocimiento, editar no es muy difícil. Por afinidad, por amistad o por conocimiento, había cosas que se decían y se entendían rápido. O, si el contacto era fuera del lugar donde se vivía, se llamaba por teléfono el tiempo que fuera necesario para llegar a un acuerdo y llevarlo a la práctica. Me gustaría preguntarte, aunque imagino la respuesta, si —además del apoyo y la colaboración de los autores y los directamente involucrados en Veneno— en algún momento tuvisteis apoyo institucional o corporativo, si recibisteis alguna subvención pública o privada, o algún patrocinio filantrópico.
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En Valladolid, el Ayuntamiento colabora en tres ediciones. En enero de 1986 en la Casa Revilla se realiza la Acción colectiva de editar en vivo el número 22 de la revista, con obra de escritores y dibujantes de Valladolid. Subvenciona el Veneno número 43 dedicado a Rosa Chacel con dibujos de Gabino Gaona. Y La Casa de Oficios de Artes Gráficas de Valladolid imprime el libro de poesía Algunos Pájaros, número especial de la revista en la que colaboran Olvido García Valdés, Miguel Casado, Tomás Salvador González, Carlos Ortega, Francisco Sanz, Roberto
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San Geroteo, Raúl Rodríguez, Luis J. Moreno, Gustavo Martín Garzo, Ildefonso Rodríguez, José Luis Puerto, Luis Santana, Esperanza Ortega, Luis Marigómez, Christine Monot, Miguel Suárez, y Francisco Aliseda; y un álbum de cromos —álbum en offset, cromos en serigrafía— terminado de imprimir el 14 de abril de 1992. El único apoyo institucional a largo plazo es el realizado por la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Peñarroya-Pueblonuevo en Córdoba, siendo alcaldesa Luisa Ruiz y concejal de cultura José Catalá, que apoyaron la edición de Veneno desde el número 151 al 176 —de octubre de 2005 a enero de 2012—. Se editaron cuatro números al año —enero, abril, julio y octubre—, impresos en cuatricromía y en tamaño de DIN A3 plegado hasta el formato DIN A5. Por último, la levantina Ediciones Babilonia patrocinó el número 179, 30 Años y Lo que nos está pasando —Escacena del campo, septiembre de 2013—, en el tamaño habitual DIN A3 plegado hasta el formato DIN A5, edición a color, con introducción de Manuel Calvarro Sánchez, poemas visuales de Antonio Gómez, Claudia Quade Frau, Elías Mas Serra, Eva Hiernaux, Javier Seco, Julia Otxoa, Julián Alonso, Mikel Jauregui, Nuria Moya, Olga Cortadelles-Cercós, y Paco Pérez Belda. Ediciones Babilonia produce también el número183, Poesía visual en Euskadi —Escacena del Campo, noviembre de 2014—, en tamaño DIN A2 plegado hasta el formato DIN A5, edición a color, con introducción de Francisco Aliseda. Poemas visuales de Ainize Txopitea, Adolfo Vargas Blanco, Elías Mas Serra, Fausto Grossi, Idoia Carramiñana, Iñigo Padró, Iraide Rabadán, Jon Andoni Goikoetxea, José Blanco, Juan Crego, Juan López de Ael, Julia Otxoa, Kristina S. Lizundia, Lourdes de la Cal Montoya, Luz Grosssi Lasheras, Marisa Gutiérrez
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Cabriada, Mertxe Manso, Miguelángel Zorrilla, Mikel Jauregui, Patxi Serrano, Pilar Albajar y Antonio Altarriba, Rafael Iglesias, Ricardo Ugarte, Tania Quindós, Txaro Etxebarria, y Txaro Sierra. Todos estos patrocinios, que propiciaron producciones un poco más complejas, se agradecen pues permiten a Veneno una edición en condiciones que, por sí misma, no podría hacer por sus medios. Por eso a los amigos, siempre, los tenemos in cuore. Estamos hablando de una pequeña revista generalmente de tamaño folio o DIN A4, plegada, con ocho caras, generalmente con manipulaciones manuales y detalles originales —eso explica su corta tirada— que, dada su dilatada trayectoria, permite aproximarse a la evolución del propio género de la poesía visual, además de conocer las aportaciones de cada uno de los autores y creadores que han colaborado en estos 33 años de existencia. ¿De qué manera crees que es ilustrativo el modo en el que la revista permite ver la evolución de la poesía visual en España?
Siendo el desarrollo lento, es cierto que 33 años permiten cambios en la edición de poesía visual, en los propios autores y en su obra, e incluso llegar a ver como posible lo que hacía años era imposible. Tanto la impresión como los costes de edición en color o en blanco y negro no tienen nada que ver con los que había hace treinta años. Hoy la calidad de la impresión y de los papeles que se utilizan hacen posible reproducciones en cuatricromía de gran calidad. La impresión de un poema visual en blanco y negro o a color permite, por su propia definición, que se vea mejor, no solo para el autor sino también para el espectador. Es normal que sean los propios autores los que gestionen y editen su propia obra
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y la de sus compañeros. Los acuerdos de colaboración de unos autores con otros son sencillos y permiten el intercambio. En 1962 el poeta uruguayo Julio Campal, recién llegado a España, forma parte de la entidad cultural Juventudes musicales de Madrid y, como responsable de su sección literaria, funda el Grupo Problemática 63 junto a Tomás Marco, Ricardo Bellés, Manuel Andrade, y más tarde Fernando Millán e Ignacio Gómez de Liaño. En 1965 Campal al lado de Enrique Uribe organizan en la Galería Grises de Bilbao la primera exposición de poesía experimental. Desde entonces al día de hoy el desarrollo de las poéticas visuales ha sido continuado y variado, adaptándose, con los medios disponibles, a cada momento. Unos dieciocho años más tarde, en 1983, se edita el primer número de Veneno como un proyecto modesto, colectivo y sencillo, que se enriquece por la impresión en papeles de colores y por el coloreado a mano — con pincel, lápiz, acuarela, aerógrafo, papeles de color pegados, pequeños objetos—. En su primer año, en el número 10, publica sobre papel naranja tres poemas de Francisco Pino bajo el título Vibraciones del tiempo; en abril de 1986 —único Veneno sin número, pero situado entre los números 26 y 27—dos caligramas de Eduardo Fraile titulados La invención de la rueda y nunca, nadie, nada, no, que abren el camino de la poética visual; en 1987, el número 36 lleva una postal de Félix Cuadrado Lomas veneno-eno-veneno-ven-amen; en 1989, el número 46, impreso sobre papel, muestra la obra Tul de araña, un poema visual de Miguel Isla —el autor construye en un cuadernillo, con imágenes recortadas, extraídas de revistas, una metáfora de sujetos venenosos donde no existe la palabra—; en marzo de 1990 se edita un primer, e inédito, poema visual de Francisco Pino; y en junio de ese mismo año, recibimos por correo el primer Veneno en cuatricromía, un “regalo” de José-Miguel Ullán, que todavía nos hace temblar.
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Y no solo hay cambios técnicos, también la actitud del artista muestra una variación respecto al poema visual, sobre todo en el caso del poema objeto. Mediante el uso de cámaras digitales el artista puede producir y reproducir la obra, y dejar constancia de su propuesta artística en eventos efímeros como son la instalación, la performance o el arte de acción… El autor, como en el pasado, sigue siendo responsable de dejar constancia de su forma de hacer y con arte, una cámara y un ordenador se mejora la resolución, la producción y la distribución del trabajo artístico. Es sorprendente ver en los más jóvenes y mayores el uso del smartphone, con una gran calidad de imagen, adecuado para fotografiar un evento no previsto en cualquier lugar. En mayo de 2004 el concejal de Cultura del Ayuntamiento de Peñarroya-Pueblonuevo de Córdoba, José Catalá, me convoca para una reunión en el pueblo. Interesado «por los peñarriblenses que estuvieran haciendo algo por el mundo», en mi caso como conocedor de la poesía visual, comenzamos una serie de reuniones a mediados de 2004. Yo le mostré mi interés y le propuse el desarrollo de un Centro de Poesía Visual que dispondría de un medio de comunicación, la revista Veneno, que estaría especializada en las poéticas visuales actuales. Durante un año se fue fraguando el proyecto, y el 10 de noviembre de 2005, junto a la alcaldesa Luisa Ruiz y el concejal José Catalá, presentamos en el Salón de plenos del Ayuntamiento la creación del Centro de Poesía Visual (CPV), primer centro de estas características en España. En octubre de 2005 Veneno ya es la revista del Centro de Poesía Visual (C.P.V.) de Peñarroya-Pueblonuevo en Córdoba, centro que coordino desde entonces hasta enero de 2012. Se editan veinticinco números a color. El formato es DIN A3 plegado
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hasta el DIN A5. Los poetas visuales, durante este tiempo, han ido creciendo en número y en su respuesta al tiempo vivido, a su realidad y al pensamiento, con espíritu crítico constante, preocupados por la formalización de su trabajo y su discurso y, así, llegar al mayor número de personas posible. La comunicación, el contacto o los intercambios no son ya para un grupo o para un país. Como el lenguaje visual puede ser reconocido por personas de cualquier lugar, es posible la distribución internacional de las obras. Por esto se puede considerar al poeta visual, aunque viva en un lugar apartado, un poeta del mundo. Son notorios los cambios en la revista derivados de cuestiones y determinaciones técnicas, pero no lo son tanto aquellos cambios derivados de los contenidos. Por eso me parece importante preguntarte si observas en la revista los cambios y trasformaciones que la poesía en general y la poesía visual en particular han tenido en España.
No soy un especialista en poesía pero sí observo un cambio generacional en los autores y en la forma de escribir, como si el poema también sufriera la crisis real de las personas hoy día, o del que lo escribe, el poeta. En el último Veneno a colores, en 2012, hay tres poemas visuales muy sencillos que recuerdo: en el primero, de Claudia Quade Frau, los puntos de las “íes” de la palabra «crisis» se desprenden como lágrimas negras hacia abajo. El segundo, de Constança Lucas, es un dedal que en su pared repite la palabra «desassossegos». El tercero es un coral tropical de Javier Seco que tiene sobrepuesto la expresión «S.O.S». Tres poemas, tres alarmas. No solo en el concepto de lo expresado, también en la forma de hacer, el poema es más sintético, con menos elementos, más expresivo. La sencillez es una manera de comunicar.
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Tanto en el número 179, Lo que nos está pasando (2013), como el 183, Poesía visual en Euskadi (2014), siguen la senda de los poemas referidos: recuerdos de Sartre, la pérdida, el olvido, el amor-odio, las búsquedas de la emigración, la guerra, los carteles «Se traspasa-Se alquila», todo un muestrario de lo que «no queremos ver». Parece, con estas obras, que existe un retraimiento, una mirada “hacia dentro”, ¿el mecanismo de la espera? Por otro lado son obras muy estéticas, bien construidas, enfocadas al mensaje, directas. El estilo, no obstante, contradice el mensaje: la obra se presenta limpia, cuidada, iluminada y compuesta, una referencia de la contradicción que vivimos, la crudeza estética, ¿la belleza del tiempo que termina? Pasemos a hablar del presente. ¿Cómo valoras la repercusión actual entre artistas y/o escritores y entre diferentes sectores de público de este proyecto coral, híbrido e independiente?
Me interesan las expresiones que usas —coral, híbrido, independiente— como elementos de la consideración que se puede tener de la revista. Aunque nunca nos hemos preocupado por su estado de salud, ya hay achaques, los movimientos son más lentos, tenemos más dificultades para enfocar, y el tiempo real nos hace jugarretas. Hay que acomodarse a la realidad, de nuevo. Aunque no nos ha preocupado, la tarea ocupa tiempo. Veneno, quizás por su variedad, es considerada, no sé si por su veteranía entre publicaciones del estilo, o porque desde el principio “cayó de pié”, entre sus seguidores como una revista cercana, como un vecino o un amigo. En algunos casos se guarda la revista arropada, para que en su desnudez no pase frío. Los folios de tanto tiempo pasado son
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livianos y conservan esa rigidez de la madurez; hay un roce especial en el papel, entre lo suave y la aspereza, recuerdo del tiempo, esa pelusilla que se desprende cuando pasan los años. Una vez, un amigo del mundo de los archivos, me contaba que leía la revista con guantes para no deteriorar su superficie. Yo no me puedo resistir: necesito, con cuidado, tocarla. En la actualidad, ¿cuántas personas integran Veneno? Y de ellas, ¿cuántas tienen un perfil activo en las diferentes funciones y actividades que conlleva el proyecto?
Son numerosas las personas aliadas, aunque en un ejemplar normal pueden participar, de manera directa seis personas. Cada una de ellas cumple un trabajo, la selección de poemas, la maquetación, la impresión, el coloreado, la ilustración, suele haber un “buscador de objetos” que se adhieren a la revista, y, como tarea final, la distribución por correo. Son oficios sencillos y alguno de ellos pueden ser hechos por cualquier persona. La colaboración depende del tiempo disponible. ¿Tenéis un espacio físico de ubicación del proyecto? Y, ¿está abierto a toda aquella persona que quiera colaborar?
El espacio físico es mi casa taller en Escacena del Campo, Huelva, un espacio luminoso y amplio, con vistas a la campiña y las estribaciones de El Aljarafe. Y, como siempre, está abierto no solo a personas que quieran colaborar, también a considerar esa magia de Veneno como es adoptar formas diferentes en el desarrollo del pintado a mano, según se pinte de un tono de color o de otro. Esta fase del pintado tiene lugar en el patio, a la sombra o al sol. Yo aconsejo la cercanía del naranjo.
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Tras 33 años impulsando el proyecto Veneno de forma independiente, autogestionada y colaborativa, ¿cómo ves el presente inmediato y el futuro?
Foto cortesía de El Norte de Castilla (Valladolid).
Dando respuesta a las opciones editoriales que sean posibles. No determinando cómo pueden ser, si son, en el futuro, y considerando que cada grupo de poemas tiene una forma en la maqueta que depende del autor y la lectura que se haga: expresarse desde el Arte y la Poesía. Sabemos que siempre queda esa “hoja doblada”, impresa, coloreada a mano, que cabe en un bolsillo. Lo que no sabemos es el itinerario de este transporte de arte y poesía. Y, para ello, hay que cuidar ese camino y, por supuesto, tener salud.
1 [Manifestación estudiantil ante el cierre de las facultades de la Universidad de Valladolid (1975).]
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Foto cortesía de María Calleja y Fernando Gutiérrez Baños.
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2 [La Casa Vieja de Simancas (Valladolid).]
3 [Portada y contraportada de la convocatoria del recital de poesía Desfile de Bersos en el Bar la Calleja, Valladolid (1982).]
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4 [Portada del número 1 con poemas de Egidio Huerga y Secundino Naves, y maqueta de Paco Aliseda (agosto, 1983).]
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5 [Portada del número 1 de la revista La Cueva, coordinada por Gregorio Antolín y Julián Alonso en Palencia (1978).]
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Foto cortesía de Fernando Santiago “Jacobo” y Fernando Gutiérrez Baños.
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6 [Los pintores Félix Cuadrado Lomas, Fernando Santiago “Jacobo”, Jorge Vidal y Gabino Gaona, del Grupo Simancas. ]
7 [Detalle interior del número 7, con poemas de Secundino Naves y Alfonso Serra, y una hoja de chopo recogida en el río Esgueva en Valladolid como primer objeto singular que acompaña a la revista.]
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8 [Portada del Veneno sin número, La invención de la rueda (abril, 1986).]
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9 [Portada del número 66, con ilustraciones y poemas de Clara Janés (abril, 1991).]
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10 [Detalle interior del número 121, con poema de Juan Carlos Suñén (octubre, 1996).]
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11 [Poema visual de Pepe Murciego para el número 148 (julio, 2004).]
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12 [Poema visual “Santo Lápiz de Umbría” de Eva Hiernaux para el número 157 (abril, 2007).]
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13 [Portada del número 183, dedicado a la poesía visual en Euskadi (noviembre, 2014).]
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Foto cortesĂa del centro cultural Casa Revilla (Valladolid).
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14 [Portada y contraportada del nĂşmero 26, con dibujos y coloreado de Pilar Marco Tello (abril, 1986).]
15 [Fachada de la antigua Casa Revilla (Valladolid).]
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16 [Ilustración interior del número 22, Acción colectiva (enero, 1986).]
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17 [Poema visual de Claudia Quadre Frau para el número 176 (enero, 2012).]
Sobre los autores
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Pintor, autor de poemas visuales, recitador fonético. Desde 1983 editor de la revista de poesía Veneno. De 2005 a 2012 dirige el Centro de Poesía Visual, CPV, de Peñarroya–Pueblonuevo (Córdoba). Participa en la edición de la revista-objeto, Laurel, en Escacena del Campo (Huelva). Ha realizado escultura e instalaciones. Ilustrador de literatura infantil y juvenil, ha publicado dibujos y poemas visuales en prensa —ABC Cultural, El Mundo, El periódico Bilbao—. Su trabajo ha sido expuesto dentro y fuera de España, y se encuentra en colecciones públicas y privadas. Su obra se significa por la reflexión del color en el paisaje de Castilla, la Costa da Morte gallega o las montañas del País Vasco y Navarra. Ha dispuesto de taller en Valladolid (19811989), Bilbao (1990-2001), Erandio (20022005), y desde 2005 vive y trabaja en Escacena del Campo, Huelva, donde estudia y pinta el paisaje de La Campiña y Sierra Morena.
Nava de la Asunción, Segovia, 1957
Luis Marigómez Crítico literario —en la actualidad en el suplemento La sombra del ciprés, de El Norte de Castilla; antes en Diario 16 y ABC— residente en Valladolid. Fue coeditor de la revista de poesía Veneno de 1989 a 1995, y co-fundador la revista El signo del gorrión (1993-2002). Fotógrafo, con dos exposiciones individuales —Fundación Montes, Valladolid, 2011 y Espacio Broadway, Valladolid, 2015—; y poeta visual, habiendo aparecido sus piezas en distintas publicaciones y exposiciones colectivas. Autor del libro de poemas Año (Icaria, Barcelona, 2008), Marigómez ha publicado las novelas Vísperas (Huerga & Fierro, Madrid; Assírio & Alvim, Lisboa, 1999); Rosa (Losada,
Madrid, 2002), A través (Kailas, Madrid, 2007) y Sinfín (Huerga & Fierro, Madrid, 2016); y ha sido traductor del poemario Luna nueva, de Margaret Atwood (Icaria, Barcelona, 2000). Sus relatos aparecen en Ramo (Alianza, Madrid, 2001), premio Miguel Delibes, y Trizas (Huerga & Fierro, Madrid, 2011). Manuel Olveira Porto do Son, A Coruña, 1964
Peñarroya-Pueblonuevo, Córdoba, 1957
Francisco Aliseda
Es licenciado en Historia del Arte en la Universidad de Santiago de Compostela (1987) y en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona (1994). Entre 2010 y 2011 fue director de Ágora, Centro cultural para el progreso social de A Coruña; de 2005 a 2009 director del Centro Galego de Arte Contemporáneo, CGAC; de 2001 a 2005 director de Hangar, Centro de producción y de artistas en residencia de Barcelona. Desde junio de 2013 es director del MUSAC, Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León. Además de comisario de exposiciones, ha realizado extensos proyectos de producción e investigación tales como Conferencia performativa (MUSAC, 2013-2014), Proyecto-Edición (CGAC, Fundación Luis Seoane y MARCO, 2006-2009), Processos Oberts (Ayuntamiento de Terrasa y Hangar de Barcelona, 2004-2005); o Lost in Sound (CGAC, 1999-2000). Ha escrito numerosos textos en catálogos y revistas especializadas. También ha publicado el proyecto editorial Complot (Ayuntamiento de Terrassa y Hangar, 2004) y los libros de entrevistas Entre-vista (CGAC, 2008) y Conferencia performativa (MUSAC y This Side Up, 2014). Es asimismo autor de la novela Todo el tiempo del mundo, publicada por la editorial Los Libros de Rocamadour en 2014 y del libro de poemas Muero todos los días (Manual de Ultramarinos, 2015).
Créditos Este libro se publica con motivo de la exposición Revista VENENO (1983-2016) en el Proyecto Vitrinas del MUSAC, Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (03.12.2016-14.05.2017). JUNTA DE CASTILA Y LEÓN. CONSEJERÍA DE CULTURA Y TURISMO
Consejera de Cultura y Turismo Dña. María Josefa García Cirac
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MUSAC, Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León
EXPOSICIÓN
PUBLICACIÓN
Director Manuel Olveira
Título Revista VENENO (1983-2016)
Coordinación General Kristine Guzmán
Editor Francisco Aliseda
Edición MUSAC, Museo de arte Contemporáneo de Castilla y León
Coordinación de exposiciones y proyectos Eneas Bernal Helena López Camacho Carlos Ordás
Coordinación general Helena López Camacho
Secretario General D. José Rodríguez Sanz-Pastor
Registro Koré Escobar Y servicios profesionales a cargo de Dalser S.L.
Directora General de Políticas Culturales Dña. Mar Sancho Sanz
Restauración Servicios profesionales a cargo de Albayalde S.L.
FUNDACIÓN SIGLO PARA LAS ARTES DE CASTILLA Y LEÓN
Comunicación y Prensa Servicios profesionales a cargo de Izaskun Sebastián
Director General D. Vicente Cuadrillero Martín
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Biblioteca-Centro de Documentación Araceli Corbo Y servicios profesionales a cargo de Dalser S.L. Educación y Acción Cultural (DEAC) Belén Sola Julia R. Gallego Mantenimiento Mariano Javier Román Y servicios profesionales a cargo de Grupo Norte S.A. Servicios Auxiliares Servicios profesionales a cargo de Dalser S.L. Limpieza Servicios profesionales a cargo de Clece S.L. Seguridad Servicios profesionales a cargo de Eulen Seguridad S.A. Comité asesor Ellen Blumenstein Bruno Marcos Helena Tatay Manuel Olveira
Comunicación y prensa Servicios profesionales a cargo de Izaskun Sebastián Montaje Vinílica Producciones, S.L. Registro Koré Escobar Y servicios profesionales a cargo de Dalser, S.A. Restauración Servicios profesionales a cargo de Albayalde S.L. Seguros Aón Gil y Carbajal, correduría de seguros S.A. Traducciones Lambe & Nieto traducciones, S.C.
Coordinación editorial Helena López Camacho Textos Luis Marigómez Manuel Olveira Diseño ferránElOtro Studio www.ferranelotrostudio.com Impresión Gráficas Apel S.L. ISBN 978-84-92572-50-2 (MUSAC) DL LE 433-2016 © 2016, MUSAC, por la edición © Los autores por sus textos © Francisco Aliseda por las imágenes, a excepción de las imágenes de las página 75 (El Norte de Castilla, Valladolid), página 76 (María Calleja y Fernando Gutiérrez Baños), página 80 (Fernando Santiago “Jacobo” y Fernando Gutiérrez Baños) y página 89 (Centro cultural Casa Revilla, Valladolid). Todos los derechos reservados Impreso en España
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Ter Welle, María Antonia Ortega, Theo Breuer, Felix Morales Prado, Manuel Lucas González, Amaia Mendizábal, Rafael Marín, Juan OrozLaura Calvarro, Ángel Sanz Montero, Isabel co Ocaña, Jesús Aguado, Pere Avilés, José-CarOrtega, María de Lourdes Rabello Villares, los Beltrán, María Gallach, Raúl Gálvez, Mikel Nuria Acín Vendrell, Tere Ormazabal, Isabel Jauregui, Nieves Salvador, Daniel Samoilovich, Rodríguez Gadea, Teresa Suárez, Manuela Xavier Canals, Juan López de Ael, Martínez, Josep Sou, Sergi Quiñonero, Goval, [4] Javier Seco, Ángela Serna, José Carlos Soto, Francisco Lira, Eduardo Barbero, Mario CerChantal Maillard, Pablo del Barco, Antonio vantes, Koke Vega, Bartolomé Ferrando, Paulo Camba, Urbano Espinosa Zafra, Juan Ricardo Bruscky, Wilmar Silva, Marta Bellés, Fernando Montaña, Pepe Murciego, Yolanda Pérez HerreAguiar, Artemio Iglesias, Antoni Albalat, Pilar ras, Giovanni Strada, Pedro Provencio, Rafael Albajar y Antonio Altarriba, Ryosuke Cohen, Martínez, Ramón Marcos, Antonio Montesino, Luc Fierens, Jordi Amieva, Tomás Salvador Chus Pato, Pedro Gonzalves García, Kamen González, Dorian Rivas Marinho, Tchello Nedev, Tere Ormazabal, Verónica Zondek, Iñigo D´Barros, Carmen Palacios, Luis Costillo, Padró, Eli Tolaretxipi, Manuel Bonabal Barreiro, John M. Bennett, Sérgio Monteiro de Almeida, Manuel Calvarro, Antonio Orihuela, César Ángels J. Sagués, Lourdes Mondéjar Ramos, Reglero, J. Seafree, Juan Carlos Mestre, Pedro Manuel Sáinz Serrano, Constança Lucas, Laura Déniz, Francesc Xavier Forés, Ibírico, Francisco María Fernández Cano, Aaron Flores, FernanMorales Iglesias, Julia Otxoa, Ricardo Ugarte, do Millán, Alejandro Thornton, Xavier Canals, Custodia Romero, Paco Señor, Julio Ortega, Adolfo Vargas Blanco, Óscar Sotillos, Maite Miguel Jiménez, Adolfo Vargas Blanco, Amalia Fernández-Aliseda, Javier Flores, Rafael Marín, Iglesias Serna, Marta Bellés, Diego Mesa, Aldo Alfonso Aguado, Javier Aguirre, Domingo Z. Sanz, Jorge Ibáñez Bizueta, Jenaro Talens, PeCeborro. Miriam Expósito, Manuel Molina, dro Serrano, Guillermo Marín, Clemente Padín, [6] Catalina Rivera de la Rosa, Miguel Ángel Agustín Calvo Galán, Josep Maria Rosselló, RoMoreno Carretero, Carmen Camacho, José Luis berto Farona, Juan Jesús Sanz, Rafael de Cózar, Checa Alamillos, Antonio Ledesma López, Juan Rosco Madruga, Jon Andoni Goikoetxea, Ariel Gangi, Olga Cortadelles Cercós, José Josune García Falces, Antonio Monterroso, María Fernández-Aliseda, Pepe Murciego, Leire Barrena, Alberto Díaz-Villaseñor, Miguel Diego Ortiz, Mª Carmen Toledano, Almudena Agudo, Eva Hiernaux, Gustavo Vega, Alfonso Álbarez-Castro, Alhambra Cruz Lamolda, Mª López Gradolí, Aurora Sánchez Fernández, Carmen Olaya, Nuria Moya, Silvia Carrasco, Roberto Romero Rodríguez, Arturo Comas, Mª Dolores Maya, Lourdes Mondéjar Ramos, Claudia Quade Frau, Ana María Díaz, Esther Ramón, Ainize Txopitea, Idoia Carrami[5] Francisco Peralto Vicario, Ferrán Fernández, ñana, Kristina S. Lizundia, Luz Grossi Lasheras, Alejandro Rosco Téllez, Carmen Peralto, Eddie Mertxe Manso, Rafael Iglesias, Tania Quindós, Bermúdez, Rafael Peralto, Ramón F. Maruri, Txaro Etxebarria, Miguelángel Zorrilla.