ANTEQUERA "REENCUENTRO DE CULTURAS"

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Con la organizaci贸n de:

AYUNTAMIENTO DE ANTEQUERA

y la colaboraci贸n de:


SOCIEDAD ESTATAL DE CONMEMORACIONES CULTURALES Presidenta

JUNTA DE ANDALUCÍA CONSEJERÍA DE CULTURA Instituto Andaluz de las Artes y de las Letras

Soledad López

AYUNTAMIENTO DE ANTEQUERA Centro Municipal de Patrimonio Histórico Alcalde

Ricardo Millán Gómez Consejero

Director de Proyectos

Paulino Plata Cánovas

Xosé Luis García Canido

Carmen Pena Ríos Viceconsejera

Gerente

Dolores Carmen Fernández Carmona

Ignacio Ollero Borrero Director del Instituto Andaluz de las Artes de y de Directora de Coordinación y Relaciones

las Letras

Institucionales

Luis Miguel Jiménez Gómez

Concha Álvaro

Consejo de Administración Presidenta

Soledad López Vocales

Rogelio Blanco Martínez Javier Bonilla Arjona Raquel de Diego Ruiz Eduardo Díez Patier Juan Ángel Esteban Paul José Aurelio García Martín José Antonio Gonzalo Angulo José Luis Martín Rodríguez Rosa Peñalver Pérez Francisco de Asis Javier Rodríguez Mañas Juan Carlos Sánchez Alonso Alberto Valdivielso Cañas Natalia Vitores Mingo Secretario

Manuel Esteban Pacheco Manchado

Delegada de Cultura


Soledad López Presidenta de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales

En 2010 se cumplen seiscientos años de la toma de la ciudad de Antequera, entonces Medina Antaqira, por los ejércitos comandados por el entonces Infante Don Fernando. El futuro monarca, con el que se inauguró el gobierno de los Trastámara en la corona aragonesa, sentaba así las bases que permitirían, apenas ochenta y dos años más tarde, la toma del último bastión del emirato nazarí por los Reyes Católicos, sobrina-nieta y nieto respectivamente del conocido como Fernando “el de Antequera”. La exposición “Antequera 1410-2010. Reencuentro de culturas”, organizada por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC), el Ayuntamiento de Antequera y el Instituto Andaluz de las Artes y las Letras de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, parte del hito que supuso la conquista de la localidad para repasar la historia de la urbe desde la época árabe hasta su expansión durante el siglo XVI, deteniéndose en la campaña del Infante Don Fernando y la importancia del núcleo antequerano en la conquista de Granada en 1492. Antequera se convierte en paradigma único pero, al mismo tiempo, muy representativo, de la transformación del territorio en las últimas etapas de la llamada “Reconquista”. La muestra presenta al público general la transformación agrícola y paisajística efectuada durante la dominación árabe, con la introducción de técnicas y cultivos que forman hasta hoy parte de la realidad de la zona y la construcción de bastiones y defensas que buscaban proteger ese importante enclave. La conquista en 1410 y la concesión del título de ciudad abrieron paso a la experiencia de castellanización y expansión gracias a un significativo y rápido proceso de repoblación que tuvo como consecuencia un importante desarrollo arquitectónico y cultural en la

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que tuvo gran relevancia su posición en la encrucijada Málaga-Córdoba y Sevilla-Granada. Esta última ruta, especialmente, fue decisiva tras la rendición de Boabdil en 1492 y la concesión del monopolio del comercio indiano a la ciudad del Guadalquivir en 1503. Este recorrido por la historia y la importancia de Antequera durante la Baja Edad Media y la Época Moderna es fruto del trabajo de todas las instituciones implicadas y de los comisarios, Jesús Romero, Manuel Romero y Virgilio Martínez a los que quiero hacer llegar mi agradecimiento.

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Paulino Plata Cánovas Consejero de Cultura de la Junta de Andalucía

La Consejería de Cultura ha demostrado ampliamente su especial compromiso con la recuperación y difusión de aquellos conocimientos vinculados a nuestra historia y las formas de vida de nuestro pasado que han ido conformando a lo largo del tiempo nuestra identidad cultural. Estos objetivos se cumplen plenamente en la exposición “Antequera 14102010. Reencuentro de culturas”, promovida la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC), por el Ayuntamiento de Antequera, y la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía a través del Instituto Andaluz de las Artes y las Letras (IALL). Los 600 años transcurridos desde la incorporación de Antequera a la Corona de Castilla nos dan la suficiente perspectiva para reivindicar un reencuentro entre culturas al calor de los principios de paz y tolerancia. La cultura es el mejor vehículo para el diálogo en un contexto político complejo, ya que es capaz de promover la convivencia, el conocimiento mutuo, el intercambio de ideas y experiencias. Profundizar en lo que supuso este hito en su tiempo desde el punto de vista socio-económico y su repercusión sobre los pobladores de la nueva “ciudad” es lo que persigue ahora esta exposición, que acerca los fondos de nuestras colecciones y patrimonio a ciudadanos de distintos puntos de la geografía de nuestra comunidad, favoreciendo la planificación de itinerarios culturales por nuestro territorio y, a su vez, dando a conocer nuestras valiosas colecciones a todo aquel que quiera asomarse a ellas. Ha sido un trabajo complejo, tanto por el proceso de investigación que la sustenta como por la localización y gestión de las aportaciones y piezas rigurosamente seleccionadas con las que era necesario contar. Quiero expresar mi agradecimiento a

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los comisarios de la muestra, al comité científico y a todas las instituciones museísticas, instituciones y coleccionistas privados que han facilitado la organización de la exposición, que han hecho posible que vea la luz esta espléndida iniciativa. Ponemos ahora a disposición de los ciudadanos una exposición deslumbrante y singular, una rara oportunidad para disfrutar de estos valiosos bienes del patrimonio cultural y de la Historia de Antequera y de Andalucía.

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Ricardo Millán Gómez Alcalde del Ayuntamiento de Antequera

La conmemoración del VI Centenario de la incorporación de Antequera a la Corona de Castilla se ha planteado desde el Ayuntamiento como una oportunidad única para reflexionar sobre nuestro pasado histórico y, más concretamente, sobre un momento que fue crucial para la posterior conformación de nuestro ser como comunidad local, desde los comienzos del siglo XV hasta nuestros días. Digamos que 1410 supone un antes y un después, dado que la soberanía de la plaza pasó de manos de un estado a otro, produciéndose una total sustitución poblacional, cultural y religiosa. Es decir, nuestro territorio, que desde tiempo inmemorial había sido el gran cruce de caminos de las tierras de Andalucía, pasaba de ser la punta de lanza del emirato nazarí de Granada a serlo de los reinos castellanos. Y ello ocurrió por la voluntad del Infante Don Fernando, entonces regente durante la minoría de Juan II, que quiso avanzar un paso más en el ya largo proyecto de incorporar todo el sur de Al-Andalus a la soberanía castellana. Algo que le hizo pasar a la historia con el sobrenombre de ‘el de Antequera’. Desde el primer momento la Comisión Organizadora de los actos del VI Centenario, nombrada por el propio Ayuntamiento, pensó en el montaje de una Exposición que, de alguna manera, viniera a mostrar esas dos épocas y el hecho en sí que provocó su transición: la toma de la Madina musulmana el día 16 de septiembre de 1410 y la entrega de la Alcazaba mediante capitulación el día 24 del mismo mes y año. Ello se refleja en las tres secciones en las que se divide la Exposición: Madinat Antaqira, La Conquista y Hacia la búsqueda de su identidad como ciudad. Para hacer realidad este proyecto hemos contado con la importantísima aportación de diversas instituciones, entre las que debo destacar el Patronato del Conjunto Monumental Alhambra y Generalife, Mu-

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seo del Ejército de Toledo, Museo Arqueológico Provincial de Granada, Museo Arqueológico Provincial de Málaga, Museo Municipal de Algeciras, la Real Colegiata de San Sebastián de Antequera, las Archicofradías del Rosario y del Socorro de Antequera y el propio Museo de la Ciudad de Antequera. Y para su organización se ha contado con la participación de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales del Gobierno de España, con la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y con el Ayuntamiento de la ciudad. También han colaborado la Sociedad Cooperativa Agropecuaria ‘Nuestra Señora de los Remedios’ de Antequera, el Grupo Hojiblanca y la denominación de origen ‘Antequera’. El comisariado de la Exposición ha sido compartido por Jesús Romero Benítez y Manuel Romero Pérez, ambos del Centro Municipal de Patrimonio Histórico de Antequera, y Virgilio Martínez Enamorado, de la Escuela de Estudios Árabes de Granada. A todos ellos y a cuantos han participado en la financiación, conceptualización, diseño y producción de tan magna muestra quiero expresar mi más sincero agradecimiento en nombre de la ciudad de Antequera.

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Agradecimientos

Alberto Luque González

Manuel Cascales Ayala

Antonio Cabello Garrido

Manuel Cruz Sánchez

Antonio García Herrero

María Ángeles González Barroso

Antonio Ramos Ayala

María Ángeles Pazos Bernal

Antonio Villodres Lara

María del Mar Villafranca Jiménez

Archicofradía de Nuestra Señora del Rosario de Antequera

María del Pilar Pintor Alonso

Archicofradía de Nuestra Señora del Socorro de Antequera

María Morente del Monte

Carolina Beltrán García Fernando Núñez Martínez Germán Dueñas Beraiz Isidro Toro Moyano Jesús Gavira Alba Joaquín Gallego Sánchez José Ángel Palomares Samper José Escalante Jiménez Juan Antonio López Moreno Juan Bautista Fernández Juan Ignacio Gutiérrez Castro Justo Muñoz Blázquez M.ª José Rubio Carmona

María Isabel Olmedo Ponce Miguel Zugaza Miranda Museo Arqueológico y Etnológico Provincial de Granada Museo Arqueológico Provincial de Málaga Museo de la Alhambra Museo de la Ciudad de Antequera Museo del Ejército. Toledo Museo Nacional del Prado Museo Municipal de Algeciras Parroquia de San Sebastián de Antequera Parroquia del Carmen de Antequera Patronato de la Alhambra y Generalife Purificación Marinetto Sánchez Rafael Ruiz de la Linde


CATÁLOGO EDITA:

Ayuntamiento de Antequera Centro Municipal de Patrimonio Histórico COORDINACIÓN EDITORIAL:

Jesús Romero Benítez Manuel Romero Pérez Virgilio Martínez Enamorado TEXTOS:

Antonio Parejo Barranco Pedro Gurriarán Daza Virgilio Martínez Enamorado Manuel Romero Pérez Santiago González Sánchez COMENTARIO DE OBRAS:

Antonio Lara Villodres [A.L.V.] Germán Dueñas Beraiz [G.D.B.] José Escalante Jiménez [J.E.J.] José Luis Romero Torres [J.L.R.T.] José Miguel Puerta Vílchez [J.M.P.V.] Jesús Romero Benítez [J.R.B.] Milagros León Vegas [M.L.V.] María del Pilar Pintor Alonso [M.P.P.A.] Manuel Romero Pérez [M.R.P.] Purificación Marinetto Sánchez [P.M.S.] Virgilio Martínez Enamorado [V.M.E.] FOTOGRAFÍAS:

Moreno Estudio, Juan Bautista Fernández, Alfredo Sotelo, Tony Smallman, Fotocolor Velasco, Charles Clifford, Pedro Gurriarán Daza, Manuel Romero Pérez, Francisco Durán, Foto Aérea Ikarum, Archivo Histórico Municipal de Antequera y Archivo Temboury DISEÑO E IMPRESIÓN:

Gráficas San Rafael - Antequera ISBN: 978-84-936615-8-8 Depósito Legal: MA-2239-2010 © de la presente edición: Ayuntamiento de Antequera © de los textos: sus autores © de las piezas: sus propietarios Imagen de la cubierta: Eduardo Lucas Moreno. ‘La Peña de los Enamorados’, 1885, Museo de la Ciudad de Antequera.


EXPOSICIÓN ORGANIZAN:

Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC). Junta de Andalucía. Consejería de Cultura. Instituto Andaluz de las Artes y de las Letras. Ayuntamiento de Antequera. Centro Municipal de Patrimonio Histórico. COLABORAN:

Sociedad Cooperativa Andaluza Agropecuaria ‘Ntra. Sra. de los Remedios’. Antequera. Grupo Hojiblanca. Consejo Regulador de la D.O.P. Antequera. COMISARIOS:

Jesús Romero Benítez Manuel Romero Pérez Virgilio Martínez Enamorado COORDINACIÓN:

Marcelo Sartori Isabel Albert DISEÑO EXPOSITIVO:

Eloy Martínez de la Pera, [Sintítulo] Proyectos S.L. DISEÑO GRÁFICO:

Víctor Rodríguez, Fluxop S.L. ARQUITECTO:

Francisco Bocanegra MONTAJE:

Arteria. Logística del Arte S.L. RESTAURACIÓN DE PIEZAS:

María Isabel Olmedo Ponce Rafael Ruiz de la Linde SEGUROS:

Nationale Suisse TRANSPORTES:

Ordax. Transporte & Exposiciones


Ă?ndice


ESTUDIOS

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Cuando Antikaria pasó a ser Antaqīra. En torno a la historiografía y a la arqueología de una ciudad andalusí y de su alfoz

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Virgilio Martínez Enamorado y Manuel Romero Pérez

Antequera, una ciudad amurallada. Análisis de las fábricas y construcción de sus defensas medievales

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Pedro Gurriarán Daza

Estrategias político-militares presentes en la conquista de Antequera

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Santiago González Sánchez

De la frontera a Trento: los primeros tiempos de la Antequera castellana (1410-1550)

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Antonio Parejo Barranco

CATÁLOGO

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BIBLIOGRAFÍA

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Estudios

RELACIÓN DE AUTORES

Antonio Parejo Barranco Pedro Gurriarán Daza Virgilio Martínez Enamorado Manuel Romero Pérez Santiago González Sánchez


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CUANDO ANTIKARIA PASÓ A SER ANTAQĪRA. EN TORNO A LA HISTORIOGRAFÍA Y A LA ARQUEOLOGÍA DE UNA CIUDAD ANDALUSÍ Y DE SU ALFOZ.

Virgilio Martínez Enamorado Escuela de Estudios Árabes de Granada. CSIC.

Manuel Romero Pérez Servicio de Arqueología. Ayuntamiento de Antequera.

“Antequera es un lugar dotado de excelente tierra, magníficos alimentos y rica ganadería. Un espejo en el que gusta mirarse durante todo el año. Posee amplia y llana campiña, ornamentada por jóvenes y viejas plantas. Patria buena de buena gente. Los arroyos serpentean ocultándose entre los huertos, sin quejarse del largo camino que recorren y ofreciendo un bellísimo aspecto, realmente incomparable en hermosura y en fertilidad. A pesar de su amplitud, esta campiña no se queja de falta de agua”1.

1. Historiografía local: Antaqīra entre la gloriosa Romanidad y la redentora conquista a los moros Un pasado romano, siempre ostentoso, que eclipsa lo andalusí hasta hacerlo, en alguno de sus

Página anterior: Muralla meridional de la Alcazaba de Antequera. Al fondo, la Peña de los Enamorados.

1 Ibn al-Jaṭīb, Mi‘yār, ed. y trad. K. Chabana, p. 66 y trad. castellana p. 137.

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períodos, casi diminuto —o lo que es peor, invisible—, explica en parte el abandono sufrido por el período árabo-medieval de Antequera en la historiografía, apenas unas líneas en algunos de los compendios que desde el siglo XVII se destinan a explicar el devenir histórico local. Frente a ese pasado imperial, ponderado con los excesos habituales, madīnat Antaqīra supone un período de oscura ofuscación entre esa gloriosa romanidad y la redentora conquista castellana, refundación de la Antequera, hispánica y moderna, y punto de partida para la construcción de una nueva identidad historiográfica local que enlace con los “tiempos actuales”, sean estos el siglo XVI o el XXI. Tanto la intelectualidad de la Antequera preilustrada del XVII e ilustrada del XVIII2 como la posterior decimonónica3 se encargaron de crear una tradición historiográfica local, excepcional numéricamente, centrada en los tiempos romanos con incursiones, siempre anecdóticas, salvo en el caso de la conquista castellana, hacia al-Andalus. El glorioso nombre de Antikaria se convierte en un infame y ominoso Antaqīra, indigno de los hazañosos episodios vividos por la ciudad bajo la insigne Roma. Al estilo de lo que suponen para la capital malacitana las obras del Padre Roa4, Morejón5 o, incluso, I. Marzo6 y F. Guillén Robles —éstas últimas dedicadas a toda la provincia—, para Vélez-Málaga los compendios de Vedmar7 y Vázquez Rengifo8, para Marbella las Conjeturas de Vázquez Clavel9 o para Ronda los

2 Cabrera, 1645; Tejeda y Nava, s.d.; García de Yegros, 1713; Barrero Vaquerizo, s.d.; Cabrera y Rojas, 1790. 3 Solana, 1814; Fernández, 1842; Historia compendiada de Antequera, 186; Benavides Checa, 1892. 4 Roa, 1622. 5 Morejón, 1676, reed. 1999.

Bastida y Torreón del Asalto en la Historia de Antequera del Padre Cabrera. Siglo XVII

libros de Rivera Valenzuela10 y Moretti11, esta obra de historiografía local supera en número, sin embargo, a la producida en otras ciudades malacitanas. Y ello se debe, primero, a la potente evocación urbana de aquella Antikaria —siempre en relación con Singilia— y, también, a la permanente necesidad de reivindicar el pasado romano que tiene una intelectualidad local siempre dispuesta a ensalzar sus perdidas glorias bajo aquel impulso civilizador. Esa historiografía local y su relación con el “otro”, el moro en este caso, ha merecido la atención de un investigador, J. J. Cobos Rodríguez, quien establece una diferencia clara en la erudición anteque-

6 Marzo, 1850. 7 Vedmar, 1640.

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8 Vázquez Rengifo, 1617, reed. 1998.

10 Rivera Valenzuela, 1766-1767, reed. 2002.

9 Vázquez Clavel, 1999.

11 Moretti, 1867.


M. Solana15, C. Fernández16, Quirós de los Ríos17 y Benavides Checa18, para la primera de las dos centurias, y Fermín Requena (Madina Antakira)19 en el siglo XX. Antequera apenas si es nombrada, casi de pasada, en obras de carácter general, como algunas del archidonense Francisco Javier Simonet. En su Descripción del Reino de Granada esto es lo que dice de nuestra ciudad:

Ataifor califal procedente de Madīnat Antaqīra

rana de los siglos XVII y XVIII entre el Padre Cabrera, García de Yegros y Barrero Baquerizo, por un lado, y Francisco Tejeda y Nava, por otro, “el único que nos deja una muy valiosa y detallada descripción sobre los restos de murallas, torres y puertas que quedaban en pie a principios del siglo XVII”12. Coinciden todos ellos en su manifiesta militancia maurofóbica, sin apenas incursiones en otros episodios que no sean el de la conquista de la villa13, por lo que “absolutamente nada se dice o se comenta respecto al ‘otro’ a lo largo de casi siete siglos”14. No se trata de una situación aislada en el contexto hispano, pues como ha puesto de relieve Cobos Rodríguez, esa tradición historiográfica antequerana se inserta sin problema ni contradicción en la visión que sobre al-Andalus se forjó en España desde el siglo XVI en adelante. En los siglos XIX y XX, por otro lado, se mantiene la tónica de las centurias anteriores en autores como

12 Cobos Rodríguez, 2002a, p. 83. 13 La conquista de la ciudad, como glorioso acto de su “fundación” en el discurso eclesial, ha sido el único acontecimiento que ha merecido la atención de la erudición local. Sin duda, a ello ha contribuido la presencia de la toma en el Romancero de frontera: a título de ejemplo, véase López Estrada, 1960. 14 Cobos Rodríguez, 2002a, p. 86.

“Medina Antecaira, la Antikaria de las inscripciones romanas, hoy Antequera, era en efecto ciudad antigua así como populosa y principal. Ebn Aljathib traza el elogio y la censura de esta población, diciendo que era un lugar de hermosa apariencia con que se adornaba el rostro del año, sitio de prosperidad, de sembrados y de rebaños y de abundantes alimentos y de numerosa población; que sus espaciosas campiñas, ricas en toda clase de plantíos y de pastos, así recientes como secos, se veían regadas por muchos arroyos y largas acequias, que semejaban ensortijadas serpientes, y así no había tierra que la superase en los dones de la agricultura, como tampoco en la muchedumbre de su sal. Pero en cambio dice que era un corcel demasiado impetuoso, libre y alborozado, y que no podían asegurarla firmemente soldados armados de pies a cabeza, ni armaduras espaciosas; que era escasa en diversiones y falta de dulzura y benignidad; que su gente era de mala y altiva condición; que no recibían cordialmente al peregrino, y andaban en frecuente trato con los enemigos”20.

15 Solana, 1814. 16 Fernández, 1842. 17 Quirós de los Ríos, 1888. 18 Benavides Checa, 1892. 19 Requena, 1953. 20 Simonet Baca, 1860, p. 83.

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Grabado de Arnoldo Van Westerhout, con una representación ideal del Arco de los Gigantes. La excepción a toda esa omisión que vivió la historiografía sobre la ciudad andalusí aparece representada por el trabajo del arquitecto Leopoldo Torres Balbás, que con el título “Antequera islámica” se publicó en la Crónica Arqueológica de la Revista Al-Andalus21. Este trabajo permite situar por fin la madīnat Antaqīra en el mapa de la arquitectura y la arqueología andalusíes, al margen de que, como es del todo lógico, el insigne estudioso español no aportara noticias de todas las fuentes árabes, dado

que por aquel entonces una buena parte de las que ahora manejamos ni siquiera estaban editadas. De ese trabajo ha bebido la historiografía local o provincial, incapaz hasta fechas recientes de modificar las conclusiones establecidas por el insigne arquitecto ni de manejar otras fuentes distintas a las que él consultara22. Sólo desde la planificación arqueológica del último decenio del siglo XX y primero del XXI23 se han podido ofrecer datos nuevos que pudieran arrojar un haz de luz sobre ese período, por mas que se hayan desaprovechado distintas oportunidades para aquilatar esos conocimientos, procedentes indirectamente de los análisis destinados a explicar el poblamiento de la comarca. Es suficiente comprobar el volumen de la bibliografía centrada en la Antikaria romana24 y el que se dirige a explicar la Antaqīra andalusí y su distrito para comenzar a comprender una situación que es común a una buena parte de las ciudades andaluzas con pasado romano, sobre todo aquellas que se emplazan en el Valle del Guadalquivir. Ni siquiera en los trabajos documentales sobre la Antequera castellana y bajo-medieval de los siglos XV y XVI como pueden ser dos tesis leídas bajo esa temática25 se logra incluir en el discurso histórico la extinta Antaqīra, si acaso retales de lo que fue, basados a veces en muchos casos en estereotipos fijados con mucha antelación. En efecto, la moderna arqueología está dando unas dimensiones más aprehensibles y concretas del pasado andalusí de la ciudad. Desde finales de los años noventa y especialmente durante la presen-

22 Véanse los distintos trabajos centrados en la Antequera musulmana, publicados sobre todo en revistas de difusión local: Alijo Hidalgo, 1979; Fernández López, 1993; Moreno López, 1996; Moreno López, 2002a; Moreno López, 2002b. 23 Citaremos: Navarro Luengo et alii, 2001; Romero Pérez, 2002; Romero Pérez, 2003.

21 Torres Balbás, 1951. De su obra sobre la Antequera andalusí, dice Cobos Rodríguez, 2002a, pp. 119-120 que es “el trabajo más completo hasta la fecha de hoy sobre Antequera durante la época andalusí, adentrándose tanto en aspectos físicos de la alcazaba como citando importantes fuentes escritas medievales, crónicas castellanas y referencias árabes”.

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24 Recogida en buena parte en Corrales Aguilar y Mora Serrano, 2007. 25 Una consiste en la edición del Libro de Repartimiento, realizada por Alijo Hidalgo, 1983; la otra, un estado de la cuestión sobre Antequera a fines del siglo XV debido a Pérez Gallego, 1992.


Coracha y torre albarrana del Agua. A la derecha, la posible localización de los baños musulmanes de la ciudad. te década, el Ayuntamiento de Antequera viene trabajando en un ambicioso programa de recuperación y estudio de la fortaleza medieval antequerana26. Para ello se han realizado varias campañas de documentación topográfica y arqueológica así como diversas actuaciones de restauración que han tenido por objeto la conservación y la puesta en valor de este conjunto arqueológico. Sin duda la reapertura al público de la Alcazaba antequerana en diciembre del 2008, después de permanecer casi diez años cerrada, ha constituido un punto de inflexión en los objetivos marcados en este proyecto. Pero las actuaciones se han repartido por todo el recinto murado de la madīna, lo que nos ha proporcionado un conjunto más o menos coherente de datos, algunos ya apuntados por Torrés Balbas27. A ello se unen otros descubrimientos: las murallas y barbacanas del sureste, las barbacanas orientales del primer recinto, el foso, la coracha, la nueva puerta del agua, nuevas torres albarranas, poternas, torreones de refuerzo en la cerca, albacar y el complejo defensivo de la plaza del Carmen… En definitiva, estamos en disposición

26 Delegación provincial de Cultura Doc. 4127 de 5/10/1999. 27 Torres Balbás, 1951.

de asegurar que se ha producido el reconocimiento topográfico del 95% del conjunto murado y se ha procedido al análisis arqueológico de los lienzos y de todas las estructuras defensivas que lo articulan. Estos trabajos han permitido aproximarnos al proceso evolutivo de la cerca medieval, con lo que se pueden establecer fases de crecimiento de la madīna a partir de esas evidencias. Como quiera que en otro capítulo de esta publicación se puede leer un espléndido y pormenorizado análisis de los paramentos de la cerca y de los principales elementos que forman parte del recinto defensivo antequerano28, no entraremos en el estudio de estas murallas urbanas29.

2. El período de formación de al-Andalus en la Tierra de Antequera (siglos VIII-X) No descubrimos nada al afirmar que la Tierra de Antequera ofrece unas magníficas disponibilidades para el asentamiento humano, dato que no consigue explicar, al contrario, los vacíos históricos que se dan en determinados períodos, para los que la ausencia de información es particularmente patente. Seguramente la solución a esas “incógnitas” no están tanto en una virtual ausencia de datos, para algunos generados autónomamente y sin preguntar al registro —cualquiera que sea éste—, sino en la incapacidad que tenemos de interrogar a todos esos registros, preguntas que nos permitirían empezar a adentrarnos en el poblamiento de esas etapas, ayunas apriorísticamente de información.

28 En este sentido las aportaciones del arquitecto e investigador Pedro Gurriarán han sido fundamentales, así como los trabajos arqueológicos realizados en sus dos últimos años de vida por nuestro malogrado compañero José Antonio Rambla Torralvo. 29 Debido al arquitecto Pedro Gurriarán Daza con el título “Antequera, una ciudad amurallada. Análisis de las fábricas y construcción de sus defensas medievales”.

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El cerro y Cortijo del Castillón donde se ubica Singilia Barba.

Uno de los períodos que resultan más controvertidos, por especialmente opacos, son los llamados “siglos oscuros” del Medievo, aproximadamente entre la cuarta y la décima centuria después de Cristo, sobre los que se repite un discurso similar para distintas comarcas ante la ausencia de una estrategia conducente a generar información histórica de calidad. Para el caso de la tierra de Antequera el discurso empleado es éste: desde el siglo III, con la devastación ocasionada por los mauri en la ciudad de Singilia Barba, la región de Antequera se ve sometida a una profunda parálisis de las formas urbanas y a una contracción de la actividad comercial, situación pareja a la que se da en todo el Mediterráneo occidental. En ese contexto es cuando se produce, en el siglo VIII, la instalación de los contingentes árabes; Antaqīra no pasa de ser una simple fortaleza (ḥiṣn, pl. ḥuṣūn) entre esa centuria y el siglo X, en consonancia con los niveles emirales detectados en las excavaciones habidas en la Alcazaba, todo ello sin refrendo documental dado que las fuentes guardan silencio sobre esa fase de la Antequera andalusí; no nombrarán el enclave sino hasta el siglo XI, con unas condiciones que permiten aproximar el enclave al concepto de madīna.

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Todo ello, sin embargo, ha de ser matizado ante la concurrencia de otros datos, a mitad de camino entre la historiografía y la interpretación arqueológica. Esas matizaciones se dirigen a establecer secuencias cronológicas en la ocupación de los distintos emplazamientos de la tierra de Antequera, que, sin duda, formaba uno —o más de uno— de entre la treintena de distritos (aqālīm, pl. de iqlīm) a los que se refiere Yāqūt como integrantes de la circunscripción (kūra, pl. kuwar) de Rayya. Asunto distinto es que la cabecera de dicho distrito recayera en la antigua Antikaria, rebautizada como Antaqīra, o, por el contrario, hubiera pasado a Singilia/Sanŷīla, lo que parece más lógico a la luz de algunas evidencias. El mantenimiento del viejo topónimo, arabizado sin ninguna contradicción de orden lingüístico30, denota el mantenimiento de alguna entidad de población, seguramente bajo la morfología de alquería (qarya, pl. qurà) con cierta estructura de fortificación, que es lo viene a significar el término ḥiṣn de tan frecuente aparición en las crónicas árabo-andalusíes que describen ese período de formación de al-Andalus y muy lejos del protagonismo que se le quiere conceder en ese proceso de constitución. Lo hemos anunciado con anterioridad: la información puramente arqueológica disponible para esa etapa altomedieval, que preferimos denominar en el caso de las regiones bajo dominio musulmán como proceso de formación de al-Andalus, resulta para Antequera y su entorno deficitaria al compararse con otras etapas históricas31. Alguna de esa información

30 Ibn al-Jaṭīb en el Mi‘yār, ed. K. Chabana, p. 66 recoge la forma Antiqīra, perfectamente viable desde cualquier perspectiva filológica; ‘Abd Allāh, por su parte, vocaliza Antaqayra, con una improbable diptongación; Tibyān, ed. A. T. Ṭībī, pp. 114 y 117; trad. LéviProvençal y García Gómez, pp. 185 y 189. Nosotros nos atenemos a la grafía más normalizada, Antaqīra, presente en la mayor parte de las formas escritas aportadas por los autores árabo-andalusíes. 31 Véanse numerosas referencias en Martínez Enamorado, 2003, particularmente pp. 591-595. En áreas limítrofes a la Tierra de Antequera sí se ha generado una información arqueológica del territorio más sustancial. Por ejemplo, para la zona de Belda, cfr. Ginés Burgueño, 1999; Ginés Burgueño, 2000; Ginés Burgueño, 2002.


se ha perdido lamentablemente: el caso del importante hallazgo de un tesorillo emiral en la Vega, desaparecido y sin que se haya podido estudiar, ilustra esto que decimos. Se infiere de la información arqueológica que la desarticulación de los sistemas territorial, fiscal y productivo de Roma acontece desde el llamado período de invasiones, pero que es con es proceso formativo del Estado andalusí cuando se acelera, dando lugar a un nuevo panorama que nada tiene que ver con lo anterior. Sea como fuere, parece existir una tendencia a la concentración de la población en Antaqīra, tal vez con la consideración de qarya fortificada o ḥiṣn. Núcleos como el de Singilia Barba, sin embargo, aún en los primeros momentos controlan su propio territorio y han de mantener cierto rango urbano, expresado, tal vez por inercia legalista, en la consideración de madīna que tiene el lugar en los años iniciales del siglo X para Ibn Ḥayyān32, a pesar de que se encuentre en la práctica casi destruido. Los niveles medievales detectados en las distintas excavaciones realizadas

en el enclave de Singilia Barba revelan un cierto peso demográfico en la Antigüedad tardía, para quedar luego reducido a un simple centro de producción rural, como debió suceder con otras antiguas villae convertidas en alquerías (qurà) de la Vega. Por su parte, las escasas evidencias arqueológicas del casco histórico de Antequera demuestran un retraimiento urbano reseñable entre los siglos VIII y X. La intervención habida en las termas romanas de Santa María arroja unos resultados reveladores. Los materiales arqueológicos, estudiados y publicados33, proceden de los depósitos alterados por las labores de construcción del barrio de casas del siglo XVI, que se ubicaron sobre un sector de la ciudad musulmana. Dichas labores de construcción debieron suponer también el arrasamiento de las estructuras musulmanas. Por lo que se observa, dichos depósitos cerámicos contienen ejemplares del siglo VII, pero habrá que esperar al X (cerámica califal) para hallar evidencias de la presencia andalusí. Es decir, en el punto más elevado de Antequera, allí donde se supone que habría de estar la fortificación emiral, no se encuentra testimonio arqueológico de esa ocupación. De confirmarse —y no hay razón alguna para pensar que no hubo presencia en ese cerro a lo largo del siglo IX— ello revela, en todo caso, que esa ocupación era de escasa envergadura. La solución a ese vacío tal vez pueda estar en el alfoz, donde se entiende hubo de producirse el asentamiento de los ŷundíes34. La falta de prospecciones

Taza califal procedente de Madīnat Antaqīra

y de investigación específica en este sentido nos impide tener una idea más clara de este poblamiento rural andalusí aún por descubrir. En este sentido, el reciente descubrimiento en el Cortijo de las Mezquitas, en el término municipal de Antequera, de una

Para la zona de Estepa, Martínez Enamorado, en prensa. Para los valles del Guadalteba y Turón, Martínez Enamorado 1997. 32 Ibn Ḥayyān, Muqtabis III, ed. Martínez Antuña, pp. 109-110; ed. I. ‘Arabī, pp. 131-132. Véase también Martínez Enamorado, 2003, pp. 56, 269, 270, 272, 355, 403,519, 522, 525, 592, 594, 595 y 612.

33 Navarro Luengo et alii, 2001. 34 Martínez Enamorado, 2003.

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Fachada este del edificio inserto en el Cortijo de las Mezquitas. Antequera

gran mezquita, considerada “rural”35, cuya monumentalidad y estado de conservación son excepcionales, puede ayudar a esclarecer este período formativo. Considerada en la publicación que se le dedica obra del siglo XI, entendemos, por el contrario que su cronología es anterior, seguramente del primer tercio de la centuria precedente. Tendríamos, de confirmarse, que representaría un hito de gran significación en el proceso de implantación del Estado en la comarca y en el norte de Rayya, a lo largo de las postrimerías de la fitna de Ibn Ḥafṣūn. A este descubrimiento podemos añadir otro, menos espectacular pero no por ello carente de importancia. Nos referimos a la alquería emiral que se está sondeando en el momento de escribir estas líneas en el paraje del Valsequillo36, en el entorno de la antigua madīnat Sinŷīīla. También de época emiral es la reocupación de una villa romana localizada en el yacimiento del Cerro de la Virgen (junto a la Peña de los Enamorados), seguramente como resultado de una apropiación por parte de los yemeníes del ŷund de Rayya de esas unidades agrarias antiguas,

35 Gozalbes Cravioto, 2006. 36 Agradecemos desde estas líneas la información del director de la intervención, Francisco Melero García.

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según se constata en otros contextos del sur de alAndalus. En la Vega de Antequera se pude apuntar la posibilidad de que algunos topónimos como Burriana (con el sufijo -ana37), alquería de la vega próximo a Las Mezquitillas38, obedezcan a la reactivación de algunas de esas villae tardoromanas, pues lo cierto es que no se genera una toponimia nueva (ausencia de la serie bena-, por ejemplo39) y los nombres de lugar existentes en el Repartimiento parecen responder a una arabización de topónimos previos, caso de Burriana, sin apenas arabismos40. Y los exis-

37 Sobre estos topónimos, Pabón, 1953. Sobre otro Burriana de la región de Rayya, la playa donde desembarcó al-Dājil, Martínez Enamorado, 2006. 38 Véanse las referencias al lugar en el Libro de Repartimiento de Antequera; cfr. Alijo Hidalgo (ed.), 1983, 26r, 75r, 105v, 119r, 120v, 136v, 144v, 148r, 189r, 209r y 215r. Para Las Mezquitillas, fols 105v y 153v. 39 Uno de los pocos antroponímicos que se pueden aportar es el de la alquería de Bobadilla, seguramente una qaryat Abū ‘Abd Allāh; es topónimo patrimonial pues aparece en el Repartimiento; cfr. Alijo Hidalgo, 1983 (ed.), fols. 31v (“acequia de la Bobadilla”), 102r (“la Bovadilla”) y 112v (“el partido de la Bobadilla que es en la vega”). Contaba con su torre de alquería (fol. 152r). 40 Los que hemos encontrado en el Repartimiento —Alijo Hidalgo (ed.), 1983— para la tierra de Antequera son: Cañada de Amar, seguramente un antropónimo ‘Āmir (fol. 239v); Añoruela, una castellanizada al-Nā‘ura (fols. 9v, 29r, 67r, 152v, 153r); Castillo de Aznalmara (Ḥiṣn al-Marā’ o “Fortaleza de la Mujer”) (fols. 14r, 23v, 101r, 119r, 142v, 210r, 241r, 242r) es un enigmático topónimo indisimulablemente árabe, si bien no contemplamos ese origen ni en


tentes suelen presentar un nada desdeñable grado de castellanización. No extraña que sean los topónimos castellanos absolutamente preponderantes en el Repartimiento. La explicación para la ausencia de topónimos andalusíes en la madīna ha de tener que ver, como en el caso de Málaga41, con las condiciones de la expugnación de la plaza y el destino de su población. La creación de esa entidad política que fue alAndalus ocasionó una reestructuración general en las pautas de la ocupación de los distintos enclaves de esta comarca42. Archidona representa el caso mejor conocido a partir de la interpretación cronística. Desde una entidad de escasa envergadura, desconocida en términos toponímicos, casi desde la nada burocrática, el Estado omeya logró crear una cabecera provincial que mantuvo ese rango, desbancando a Málaga, a lo largo de un período superior a la centuria. El lugar no es una creación ab initio de la dinastía, pues son varias las referencias a unas ruinas anteriores, pero no cabe duda de que sin la activa

Šabar/Jévar ni en Qawŷ/Cauche; Bobadilla (véase nota anterior); Borxe de Granadín (véase más abajo); Ojos de Huécar o Guécar (26r, 97r, 105v, 106r, 116r, 117r, 119r, 136v, 138r, 140r, 153r, 182v, 189r, 189v, 193v, 194r, 206r, 206v, 207v, 209r, 210v, 215v, 238v); unas Mezquitillas, castellanizado (fols. 105v, 153v) y una Rábita con su cerro (fols. 106r, 137v, 184r, 189v, 210v, 211v, 240r, 241r). Traducciones del árabe parecen ser, además de la Peña de los Enamorados (Ṣajrat al-‘Uššāq), el arroyo del Nido del Águila (Wādī ‘Ušš al-‘Uqāb) (fols. 96r, 104v, 120r, 132v, 143v, 153v, 187v, 193r, 202v, 203r, 205r, 242r). Cerro Vizcorao (fols. 106v, 109v, 140v, 148v, 155r, 156v, 157v, 159v, 161v, 162r, 164v) seguramente sea arabismo muy deformado Mozarabismos bien constatados son los dos Portichuelos: Portichuelo (fols. 156v, 238v) y Portichuelo de los Yesos (fols. 43v, 46r). Asimismo, tal vez, Santillán (fols. 106r, 109v, 120v, 153r, 237r), Fuente de Sopalmillo (fols. 104v y 154v) y Puerto Xumayna (fols. 12v, 50r, 50v). El Cerro del León posiblemente sea una al-Kudyat al-‘Uyūn o “Cerro de las Fuentes”. Fuera del Repartimiento, hallamos otros posibles arabismos: Asno en la construcción Boca del Asno puede ser reflejo de un Ḥiṣn; Cartaojal parece incluir el término qarya; próximo a la mezquita recientemente descubierta encontramos un cerro de la Rábita; el barrio de la ciudad llamado Albaycín, que aparece en la documentación del XVI, es lugar común en la toponimia del sur, pues hallamos núcleos así llamados en cascos urbanos como pueden ser Loja (Granada), Coín Málaga) o Cieza (Murcia), entre otros lugares.

Restos de arquería insertos en una de las reformas del Cortijo de las Mezquitas. Antequera

participación de la misma no se hubiera podido encumbrar Archidona a la categoría de sede y capital (ḥāḍira) de Rayya. No era mucho lo que se precisaba, pues a todos los efectos el lugar servía para albergar un débil aparato de poder local sustentado en una alianza de clanes yemeníes instalados en Rayya y una administración fiscal de escasa envergadura. La precariedad del Estado omeya de al-Andalus no permitía, por entonces, la elaboración de un proyecto político que incluyera un hecho urbano relevante en una de las periferias de al-Andalus, como era Rayya. No sería justo, con todo, establecer el inicio de ese proceso en el advenimiento de ‘Abd al-Raḥmān al-Dājil y en su proclamación como emir en la muṣallà de esta localidad43. Con anterioridad, se ha

41 Calero Secall y Martínez Enamorado, 1995. 42 En general, para todo ello, Martínez Enamorado, 2003.

43 Martínez Enamorado, 2009a.

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Imágenes de M.ª José Rubio

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Paisaje de vega con Archidona al fondo

producido un hecho determinante, sin el cual no se puede entender lo que a continuación sigue: la instalación de los ŷundíes en el entorno de Archidona y Antequera, ocupando seguramente una parte de las numerosas villae de la Vega y las escasas instalaciones de carácter urbano heredadas del mundo clásico, emplazadas en Singilia o en Antikaria; después se entregaba la representación de Rayya a Archidona, dispuesta, por razones que se nos escapan, en una posición de privilegio de partida con respecto a los otros dos lugares. El traslado del centro de gravitación desde la costa (Malaca/Mālaqa) hacia el interior (Arŷidūna) puede tener que ver con la contracción comercial antes aludida, pero lo cierto es que en otro

casos próximos apreciamos un fenómeno similar: Gades/Qādis y Šidūna44 expresa unas condiciones tal vez homologables, situación que se repite un siglo más tarde con Cartagonova/Qarṭāŷānna y Mursiya, por traer a colación ejemplos bien visibles. Independientemente de ello, no existe duda en responsabilizar a esos ŷundíes de esos traslados, lo que tiene que ver con una accesibilidad más óptima a los recursos que disponían.

44 Martínez Enamorado, 2008.

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La Peña de los Enamorados: Ṣajrat al-‘Uššāq

Por lo que respecta a la Peña de los Enamorados, hemos intentado dejar claro que este emplazamiento no fue el ḥiṣn Duš Amāntiš que figura en diversas crónicas relativas a la fitna de ‘Umar ibn Ḥafṣūn45. Y ello, pese a que diversas prospecciones han revelado que esa peña totémica fue ininterrumpidamente ocupada desde la Prehistoria hasta época califal46. Reproducimos las conclusiones a las que llegamos en aquel trabajo. En la comarca de Antequera-Archidona, salvo Sanŷīla, la antigua Singilia Barba, Archidona y la anti-

45 Martínez Enamorado, 2005-2006; Martínez Enamorado, 2007. 46 García Pérez et alii, 1995.

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gua Antikaria no hallamos ninguna entidad poblacional digna de ajustarse a la descripción anteriormente consignada. Ello nos lleva a fijar las siguientes conclusiones que resumimos de la siguiente manera: 1. La actual Peña de los Enamorados se identifica con toda claridad con Ṣajrat al-‘Uššāq o Ḥaŷar al-‘Uššāq, significando “Peña” o “Roca de los Enamorados”, toponimia de la que tenemos constancia a partir de finales del siglo XII. 2. Ṣajrat al-‘Uššāq y Duš Amāntiš no parecen ser el mismo lugar, toda vez que la descripción que los cronistas que relatan los acontecimientos de la fitna ḥafṣūní hacen del último de los lugares no se puede


ajustar a la topografía de la actual Peña de los Enamorados. 3. Resulta complicado otorgar un origen en el “romance de frontera” a ambos topónimos como pretende la tradición popular: el amor entre un cristiano y una mora de frontera, toda vez que el topónimo Ṣajrat al-‘Uššāq se constata a partir del siglo XII, cuando la frontera se hallaba bien lejos del sur de al-Andalus. Tampoco en el topónimo de Duš Amantiš podemos asegurar si quiera un origen de ese tipo. Tal denominación, “Dos Amantes”, puede ser el resultado de algo rasgo topográfico, los amantes como picos montañosos gemelos47, por ejemplo, aunque no podamos establecer una hipótesis concreta, ante la falta de datos. 4. Hay que buscar, por tanto, a Duš Amāntiš en otro lugar de la tierra de Antequera, pudiendo tratarse incluso de la Antequera de época emiral, según se ha insinuado en alguna ocasión, o de un ḥiṣn destacado de la zona cercana a Belda. Descartamos, por ahora, que pueda tratarse de Antequera toda vez que el topónimo de la Antigüedad no va a desaparecer y lo veremos plenamente vigente a partir del siglo XI. 5. Las primeras citas de Antequera corresponden al siglo XI, lo cual no quiere decir en absoluto que no existiera antes como pequeña fortaleza, según ha revelado la arqueología. Por consiguiente, hasta bien entrada la décima centuria, y de acuerdo con lo que sabemos por las evidencias arqueológicas y se deriva de la omisión arqueológica, Antequera no era más que un núcleo de carácter rural, de dimensiones modestas y seguramente fortificado. Tal vez hubo de regir un distrito amplio en el conjunto de Rayya, uno de los aqālīm

47 En el topónimo árabe se emplea el plural (al-‘Uššāq) y no el dual (al-‘Uššiqayn o al-‘Ašīqayn, “los dos enamorados”).

poblados por ŷundíes48. Su cercanía a Archidona, ḥāḍira de la cora, y la presencia de los ŷundíes en unidades agrarias ha de tener importancia para explicar las condiciones del poblamiento de esta Vega. No obstante, frente al período romano, cuya estructura básica de ocupación es conocida con cierto detalle en sus rasgos generales, el poblamiento andalusí adolece de estudios concretos destinados a explicarlo.

3. El desarrollo de la madīna de Antaqīra (siglos X-XV): historiografía y arqueología A lo largo del siglo X Antequera ha de comenzar a asumir funciones proto-urbanas, si bien es muy posible que no obtuviera aún la consideración de madīna hasta la segunda mitad de la centuria. Así se infiere del testimonio de Yāqūt al-Ḥamawī cuando afirma que Antequera es una fortificación, situada entre Málaga y Granada (ḥiṣn bayna Mālaqa wa-Garnāṭa)49. Como quiera que lleva a Antaqīra el nacimiento de un personaje llamado Abū Bakr Yaḥyà ibn Muḥammad ibn Yaḥyà al-Anṣārī al-Ḥakīm al-Antaqīrī, perteneciente por otra referencia que apunta el autor oriental50 al siglo XI, tendríamos que Antequera solo merece la consideración de “fortaleza” por esas fechas. Sin embargo, es de imaginar que el desarrollo de la entidad de población ha tenido que ser destacado y que la presencia de ulemas en ese siglo XI es ya de tanta entidad que comparecen en este tipo

48 Los límites de su enorme término quedan bien fijados para época nazarí en el Repartimiento, pero no podemos asegurar que se correspondieran con los de otros períodos de la historia andalusí. 49 Yāqūt al-Ḥamawī, Mu‘ŷam al-buldān I, ed. Wüstenfeld, pp. 370371; trad. G. ‘Abd al-Karīm, p. 90, nº 47. 50 Era discípulo de un célebre alfaquí malagueño, Abū Muḥammad Gānim ibn Walīd al-Majzūmī, que murió en 470/1077. Sobre este personaje, Calero Secall y Martínez Enamorado, 1995, pp. 276 y 279.

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que Bādīs ibn Ḥabūs fuese destronado por primera vez, contingentes militares zīríes, comandados por el visir judío de los granadinos, se enfrentan en el centro de Andalucía por el control de esas tierras tan estratégicas. Este Ibn Nagrela compone un poema, que fecha en el año 4087 del cómputo hebraico (septiembre de 1046), después de la fiesta de los Tabernáculos en el campamento de Antakira (Antequera)52. La noticia demuestra ese interés estratégico de la plaza, codiciada por granadinos y sevillanos.

Muralla de tapial almohade tras el reestuchado nazarí en el segundo anillo de las murallas antequeranas en la ribera del río.

de repertorios, lo cual implica acumulación de usos urbanos. De acuerdo con el testimonio de al-Idrīsī, la crisis (fitna) acontecida en al-Andalus tras el gobierno de Muḥammad ibn ‘Āmir, Almanzor, afectó de manera intensa a esta comarca, quedando vacías tanto la propia Antequera como Archidona51, noticias que habrán de ser matizadas a continuación. En todo caso, esos sucesos de la fitna que narra intensamente el emir ‘Abd Allāh hubieron de tener gran repercusión, pues, de lo contrario, no habrían sido reseñados con tanto detalle por el geógrafo. Es, por tanto, a lo largo del siglo XI cuando se observa la entrada de Antequera en la historiografía de al-Andalus. Así es. La primera mención fechada de Antequera en época andalusí no es lengua árabe, sino que pertenece a la obra poética de Samuel ibn Nagrella y, por tanto, está escrita en hebreo. Un año antes de

51 Al-Idrīsī, Nuzhat al-muštāq, ed. Dozy, p. 204; trad. francesa Jaubert, p. 290. Es interesante constatar como Ibn Gālib afirma para el siglo XIII que Archidona está deshabitada: “Entre sus ciudades (mudun) [de Rayya] destaca Archidona (Aršudūna), que es la capital y la sede de la cora (ḥāḍira wa-qā‘ida al-kūra), pero esta despoblada”; cfr. Ibn Gālib, Farha, ed. L.‘Abd al-Badī‘, p. 231; trad. Vallvé Bermejo, 1975, p. 383.

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Esa disputa se verá confirmada años más tarde por otra fuente. La crónica del último emir zirí, ‘Abd Allāh, resulta ser un vívido relato de los acontecimientos del siglo XI, en los que figuran, emergiendo con fuerza, determinados enclaves del interior de la actual Andalucía. Uno de esos enclaves es Antequera. Sin duda, su función estratégica y de enlace entre el Oriente de al-Andalus y su Occidente, entre el Valle del Guadalquivir y la costa mediterránea, en el corredor que desde el Oeste hacia el Este pone en contacto los altiplanos de la Alta Andalucía (Ronda, Antequera/Archidona, Loja/Granada, Guadix/Baza y los Vélez), explican esa relevancia. A medio camino entre las dos taifas más activas del sur de al-Andalus, los ‘abbādíes de Sevilla y los zīríes de Granada, ese emplazamiento tan privilegiado mueve a unos y a otros en pos de ejercer el control no sólo sobre la propia entidad, sino también sobre su fértil vega y sobre determinados puestos de vigilancia que garanticen el control de una buena porción del sector central del sur de al-Andalus. Como es bien conocido, son los ziríes los que lo logran a través de un personaje, lugarteniente de ‘Abd Allāh. En sus “Memorias” (Tibyān), este alcaide de Antequera comparece mencionado únicamente con su ism, Kabbāb, cuando después será nombrado

52 Šemu’el ha-Nagid, Poemas, ed. y trad. Sáez Badillos y Targarona, p. 74. Comentan la noticia, entre otros, Torres Balbás, 1951, p. 434; Pérez Gallego, 1992, p. 14; Vallvé Bermejo, 2004, p. 272.


Ese escenario de alianzas y enfrentamientos entre distintas fuentes de autoridad era muy favorable para carreras políticas como la que quería protagonizar este Kabbāb ibn Tamīt. Según cuenta ‘Abd Allāh, aunque fue nombrado gobernador (qā’id) y considerado “dueño” o “señor” (ṣāḥib) de Antequera y Archidona por él mismo, ofreció sus servicios a al-Mu‘tamid de Sevilla al ser destituido, siendo rechazado por éste por las relaciones de buena vecindad que mantenía con el granadino. Su actividad de depredación de estas comarcas será severamente enjuiciada por el granadino. Importa destacar en este asunto la consideración que Archidona y Antequera tenían para el emir zirí, enclaves de gran importancia sin duda en toda su estrategia. Lamentablemente, no aporta ningún tipo de descripción de Antaqīra ni Arŷidūna, ni siquiera le otorga una valoración como las madīna-s que, indudablemente, eran.

Trabajos arqueológicos en las barbacanas orientales del primer anillo de murallas.

con un breve nasab, Ibn Tamīt. No hay dudas en considerar a uno y a otro el mismo individuo. Al parecer se trata de uno de esos prohombres —un beréber, según la onomástica— que, actuando en principio con ciertos visos de legitimidad al estar nombrado por un gobernante taifa, optarán por realizar una política de bandidaje al margen de cualquier autoridad. ‘Abd Allāh aporta una semblanza de él nada halagüeña, pero lo que nos importa en este momento es destacar el ejercicio del gobierno por delegación (era su alcaide) sobre dos plazas destacadas que el zīrí dominaba en el norte de la extinta Rayya, Antequera y Archidona53.

53 ‘Abd Allāh ibn Buluqqīn, Tibyān, A. T. Ṭībī, pp. 114 y 117-120; trad. Lévi-Provençal y García Gómez, pp. 185 y 189-195.

Formas y funciones urbanas que quedan corroboradas por otros testimonios cronísticos. Ya hemos mencionado con anterioridad el de al-Idrīsī, quien en pleno siglo XII no duda en calificar a Antequera de ciudad, junto, de nuevo, con Archidona. Este es el pasaje: “Entre Málaga y Córdoba, se sitúan varias fortalezas inaccesibles (al-ḥuṣūn al-māni‘a) que son sedes [del poder político54] (al-ḥawāḍir) en estas comarcas (al-nawāḥī). Son la ciudad de Archidona (madīnat Aršidūna) y [la ciudad] de Antequera (Antaqīra). Entre ellas y Málaga hay 35 millas. Y tanto esta Archidona como Antequera son ciudades (madīnatayn) vacías por las guerras civiles vividas en los tiempos de los rebeldes en al-Andalus que siguieron al gobierno de Ibn Abī ‘Āmir representante del

54 El término ḥāḍira podría, asimismo, ser traducido por “capital”.

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Fases de ocupación en la Alcazaba de Antequera, según IAP 2007.

Estado de los Banū Umayya (al-fitan fī zamān al-tuwwār bi l-Andalus ba‘d dawla banī Ibn Abī ‘Āmir al-qā’im bi-dawla banī Umayya)”55. No hay espacio para la duda: Antequera y Archidona son ciudades y sedes del poder político, que es como hay que traducir las dos aplicaciones terminológicas empleadas por el ceutí, madīna y ḥāḍira, respectivamente, a pesar de la crisis severa que han vivido en esa centuria previa. Ya lo eran en ese siglo XI y lo siguen siendo en el siguiente, cuando al-Idrīsī redactó su Nuzhat al-muštāq. No emplea, ni siquiera,

55 Al-Idrīsī, Nuzhat al-muštāq, ed. Dozy, p. 204; trad. francesa Jaubert, p. 290.

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la expresión ka l-madīna común a otras localidades que, calificadas como ḥuṣūn, desempeñan funciones propias de una ciudad (“como una ciudad”), sin serlo, caso, por ejemplo, de Quesada. Sin embargo, hemos de llamar la atención sobre una circunstancia digna de ello: en la otra obra del universal ceutí al-Idrīsī, Uns al-muhaŷ, comparecen tanto Archidona como Antequera, pero si la primera es calificada explícitamente como madīna, Antaqīra no se ve acompañada por ningún matiz terminológico. “De Málaga a la ciudad de Archidona (madīnat Aršidūna), hay 35 millas; entre Archidona y Loja (Lūša), que pertenece a Ilbīra (min ‘amal Ilbīra), hay una etapa; entre Archidona y


Alcazaba de Antequera. Materiales de la Fase C2-siglos XII y XIII-1.

Antequera (bayna Aršidūna wa-Antaqīra) hay 10 millas”56

de Málaga, en manos de Ibn Ḥassūn en esos años centrales del siglo XII58

Independientemente de la cuestión terminológica, hay que pensar en Antequera como una base almorávide desde la que se la lanzaban frecuentes algaras contra la ciudad de Málaga, codiciada por los lamtūníes. En un par de pasajes57 se afirma que desde esa base antequerana se hostigaba la ciudad

En general, el registro arqueológico se ajusta al relato de las crónicas, bastante parco en datos, aunque suficientes para lograr reconstruir el proceso. Se han efectuado sondeos desde los años 80 en diversos sectores en el interior del recinto murado. Además del solar ocupado por las termas romanas de Santa María, donde únicamente se constataron niveles que llegaban al siglo X, se han efectuado trabajos arqueológicos de supervisión en el proyecto de recu-

56 Al-Idrīsī, Uns al-muhaŷ, ed. y trad. A. Mizal, p. 62 (fol. 155) y trad. p. 91. 57 Ibn al-Jatīb, A‘māl al-a‘lām III, ed. Lévi-Provençal, p. 255; Ibn ‘Askar/Ibn Jamīs, A‘lām Mālaqa, ed. ‘A. A. Targī, p. 323, nº 141; trad. Vallvé Bermejo, 1966, pp. 258-260.

58 Una descripción de estos acontecimientos en Calero Secall y Martínez Enamorado, 1995, pp. 349-351.

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muro de mampostería que delimita la segunda terraza por el Este, justamente la zona más accesible y más desprotegida por la escasa pendiente. Este muro de mampostería se mantiene en uso en la fase siguiente. Todo ello ha sentado las bases para el espectacular incremento urbano vivido por la ciudad bajo el poder almohade. Al igual de lo que sucede con Málaga, pero también de lo que acontece en un buen número de entidades del Valle del Guadalquivir y, en general, del interior de la actual Andalucía, Antequera va a experimentar a lo largo de los siglos XII y XIII un notable afianzamiento de su condición urbana, dotándose de una serie de elementos consustanciales a una madīna en plenitud de funciones. El fenómeno está en general mal explicado por la arqueología y requiere de estudios comparativos, pero estamos en condiciones de asegurar que en el caso de Antequera sucedió. La Puerta de Málaga (bāb Mālaqa).

peración de las murallas medievales de la ciudad; en fechas más recientes, se han acometido sondeos en las dos primeras terrazas de la alcazaba musulmana y en la Plaza del Carmen. Los sondeos estratigráficos realizados en las terrazas 1ª y 2ª de la Alcazaba59 muestran como las primeras evidencias medievales vienen a configurar un espacio residencial en la segunda terraza, donde se ha documentado parcialmente una vivienda, con abundante cerámica de ámbito doméstico datada entre los siglos XI-XII, afectada en gran parte por las construcciones posteriores. Esta ámbito doméstico parece haber estado delimitado por una serie de estructuras murarias, de la que se ha documentado un

59 Documentación extraída de la memoria de la Actuación Arqueológica Puntual, Centro de Interpretación de la Ciudad de Antequera, (Antequera, Málaga) 2007. Inédita.

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La visión de la Antequera de la conquista, contada en detalle por los cronistas castellanos, se fue forjando a lo largo del período almohade. Buena parte de esos elementos urbanos tiene su génesis en la etapa de los unitarios. Una madīna dominada por una imponente alcazaba urbana (qaṣba), conectada con la cerca (sūr) de la ciudad60, que contaba con tres dispositivos de entrada: la puerta de Estepa (bāb Isṭabba) o de la Villa, Puerta de las Bastidas o de Granada (bāb Garnāṭa) y la Puerta de Málaga (bāb Mālaqa), segura obra esta última del sultán nazarí Muḥammad V como “puerta de la justicia” (bāb alŠarī‘a), o puerta de aparato por la que se hacía presente el sultán y replica a pequeña escala de la puerta así llamada de la Alhambra de Granada. Una coracha (qawraŷa), tal vez del período nazarí, protegía

60 Sobre ella, además de los trabajos arqueológicos de Romero Pérez, 2002 y Romero Pérez, 2003 y del que en esta misma obra presenta el arquitecto Pedro Gurriarán Daza, destaquemos la obra de síntesis de San Millán y Gallarín, 2001.


el acceso al agua del río, conocida era, incluso por los autores castellanos61, la dificultad de la ciudad para su aprovisionamiento. El sistema de abastecimiento se completaba con un aljibe, situado dentro de la Alcazaba, y una torre-aljibe que formaba parte de las murallas del norte. Antaqīra contaba con dos o tres mezquitas, dos rábitas (extramuros), baños, alhóndiga y, al menos, una necrópolis (maqbara) en el camino de Granada. Contaba asimismo con un arrabal (rabaḍ), el de San Juan —que aparece en documentación de fines del XVI y de la centuria siguiente con la denominación de Albaycín—, en el sector meridional, si bien en recientes intervenciones se ha podido detectar otro pequeño barrio extramuros, La Moraleda, que haría las veces de arrabal con materiales que se fechan con claridad en el dominio almohade62. Todo ello significa que si los almohades dotan a Antequera de la muralla fundacional de la madīna, cuyo perímetro no fue modificado por los granadinos, y si pronto esa cerca no protegió barrios (ḥawmāt) de la ciudad, el gran crecimiento demográfico no se produjo, como se había venido asegurando, en el siglo XIV, sino que habría que adelantarlo en unos 150 años: a finales del XII o iniciales del XIII. Además, poseía un albacar, recinto controlado para guardar el ganado, posiblemente diseñado en esa época almohade. Seguramente, el reparto en tres collaciones de la ciudad por parte de las autoridades conquistadoras a partir de 1410 esté reproduciendo la existencia de tres mezquitas, como sucede en otros casos, independientemente de que las iglesias no se emplaza-

61 Durante el asedio de la ciudad, esto es lo que dice un judío de Antequera sobre ese abastecimiento del líquido elemento: “cómo los moros tenían poco agua en la villa, e esta que tenían hera mala, que hedía, que no hera ome del mundo que la podiese beber sino con gran cuita. E con todo eso no avía agua para quinze días, salvo por la que los moros tomaban del río”; cfr. Crónica de Juan II, ed. Carriazo, p. 366. 62 Debemos esa información al arqueológo director de la intervención, D. Francisco Melero, a quien expresamos nuestro agradecimiento.

Aérea de las intervenciones arqueológica sobre la antigua Iglesia-Mezquita de San Salvador. rán en todos los casos sobre oratorios musulmanes. San Salvador, que era mezquita aljama, Santa María y San Isidro o Isidoro, de la que se afirma se construyó sobre una antigua casa de armas que los musulmanes tenían junto a la puerta de Málaga63. Algunos otros elementos urbanos pueden ser localizados, por ahora, merced a la documentación castellana posterior a la conquista. Es el caso de uno de los baños de la ciudad. En las Actas Capitulares del año de 1493, en relación con el padrón de molinos y hornos, se cita el “molino de la Puerta del Agua con los Baños”64, lo que es segura alusión al ḥammām andalusí, todavía en pie cuando no había pasado ni una centuria desde la conquista. La terraza artificial sobre el río de la villa que se sitúa al sureste de la denominada Puerta del Agua, en cuya superficie aparecen numerosos fragmentos de cerámica almohade y nazarí, es el lugar idóneo para la localización de los baños de la ciudad, desde el punto de vista topográfico y estratégico, pues no solo está asegurado el suministro de agua, sino que por esa ubicación,

63 Fernández Rodríguez, 1944; Pérez Gallego, 1992, pp. 24-25. 64 Pérez Gallego, 1992, p. 116.

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Fragmento de borde de jarrita con decoración esgrafiada, siglos XIII - XIV, en las obras del forro de las murallas en época nazarí.

junto a uno de los viales principales de la ciudad, se garantizaba la accesibilidad. Son, en efecto, los almohades los que dotan de empaque urbano a Antequera. De hecho, van a completar en su integridad la cerca urbana de Antaqīra, de tal manera que los nazaríes realizarán remociones sobre la misma (coracha, albarranas, reforzamientos de muros…), sin alterar su perímetro, fijado posiblemente en esos años finales del siglo XII o iniciales de la centuria siguiente. En efecto, durante ese período se impulsaron los programas defensivos de la ciudad y del cerro, lo que coincide con otros proyectos urbanísticos cercanos, como puede ser el de Málaga, también acontecido bajo el gobierno de los almuwaḥidūn65. Será a partir de esta primera centuria

un marcado carácter militar en la utilización de las terrazas superiores. Vinculado al proceso de defensa del cerro se revela en la primera terraza la existencia de un paramento de la muralla fabricado en tapial de calicanto existente con anterioridad a época nazarí, que configuraría todo el recinto de la Alcazaba y la ciudad. A través de la ejecución de varios sondeos en la primera terraza se observa una serie de indicadores que apuntan a una utilización prolongada del espacio como área libre castrense; la serie de depósitos sedimentarios muestra cierta horizontalidad en sus bases, así como ausencia de estructuras constructivas en la terraza salvo la presencia de dos fosas sépticas y algunas pequeñas zanjas, lo que nos lleva a pensar que la primera terraza tendría una funcionalidad castrense con un gran área libre central. En la segunda terraza, en cambio, no se han conservado unidades estratigráficas de esta fase salvo la presencia de un muro para potenciar la delimitación del espacio militar. Se trata de un lienzo levantado con mampuestos del que se conserva la cimentación y el depósito sedimentario que lo colmata al exterior de la terraza. Por lo que respecta al registro cerámico de los almohades, está compuesto por ataifores vidriados

cuando comiencen a generarse paquetes estratigráficos de modo más o menos generalizado, aunque son muy escasos por ahora los restos de construcciones aparecidas y atribuibles a esta etapa. La secuencia estratigráfica adscrita a esta fase se caracteriza por

65 Calero Secall y Martínez Enamorado, 1995.

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Restos de murallas de tapial del Castillo de CaucheAntequera.


Torre del homenaje y restos del Castillo de Jévar. Antequera.

en verde con rueda de estampilla, redomas, jarros pintados de negro, epigrafiados o decorados con cuerda seca parcial y fragmentos de cerámica de usos múltiples y de cocina. Igualmente, en su alfoz inmediato se detecta una destacada presencia y una ordenación de la vega inmediata a la madīna, constatable a partir de algunas intervenciones habidas en ese ámbito periurbano. Es posible que en varios casos se trate de pequeñas almunias surgidas en el siglo XII en la Vega, cuando se debió de producir un destacado crecimiento urbano en la madīna, que ya debía de contar incluso con un pequeño arrabal. De cronología almohade, con perduración en época nazarí, son las últimas fases de los yacimientos “Huerta del Ciprés” y “Casa Quintanilla”66, en las proximidades de la ciu-

66 Yacimientos nº 052 y 049 del PGOU vigente de Antequera.

dad. También en las huertas de “la Moraleda”, son frecuentes los materiales de esta filiación67. Lugares con una débil ocupación desde época califal son reactivados, caso de ḥiṣn Šabar/Jévar o ḥiṣn Qawŷ/ Villanueva de Cauche, ambos mencionados por Ibn ‘Āṣim en su Ŷannat al-riḍà en relación con sucesos del siglo XV, cuando Antequera ya era villa castellana68. En relación con otros lugares del Occidente granadino, la presencia nazarí en Antequera fue relativamente corta debido a la temprana conquista por

67 Se trata de materiales procedentes de las prospecciones realizadas para la instalación del anillo hídrico de Antequera. Inédito. Memoria 1995. Delegación de Cultura. Exp.: A6 329708/2111. 68 La identificación de Cauche y Jévar con los lugares de Qawŷ y Šabar, respectivamente, que figuran en la última gran crónica histórica nazarí, la Ŷannat al-Riḍà del granadino Abū Yaḥyà Muḥammad ibn ‘Āṣim, así como sendas descripciones de las fortalezas, en Martínez Enamorado, 2005-2006.

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los castellanos. Y, sin embargo, el conocimiento que tenemos de Antequera señala, sin ningún género de dudas, la existencia de una madīna que ha generado ya sus propios cargos urbanos69: el de cadí puede ser uno de los más destacados como indicador de esa vida urbana. Y el cargo de cadí de Antequera (qāḍī Antaqīra) existió de acuerdo con el testimonio de algún cronista, como se observa en la biografía de Abū l-Qāsim ibn Muḥammad al-Hirālī al-Mālaqī70. De la historia política nazarí en relación con nuestra ciudad se conocen distintos episodios: en 1266, en un privilegio rodado, Alfonso X promete al maestre de la Orden de Santiago la donación de la villa y castillo de Antequera y Archidona si son conquistados71; el ataque de Muḥammad II contra la plaza, en manos de los Ašqilūla, para recuperarla con el apoyo de algunos nobles cristianos (671/1272)72; la toma de la ciudad, con el matiz terminológico de haḍra Antaqīra (“sede de Antequera”), figurando en una relación de plazas malagueñas conquistadas por Abū l-Walīd Ismā‘īl en la campaña del año 712/1312 junto a Marbella y Vélez73; la algara, en el verano de 1339, de Alfonso XI en la frontera granadina, cuando tala las localidades de Ronda, Archidona y Antequera74; los distintos acontecimientos a lo largo del emirato de Muḥammad V, con la recuperación del trono, asuntos en los que Antaqīra jugó un papel bastante relevante75; y, fundamentalmente, la conquista, rela-

69 La terminología lo desvela. Es madīna para al-‘Umarī, Masālik al-abṣār, trad. francesa Gaudefroy-Demombynes, 1927, p. 244 y ḥaḍra para Ibn al-Jaṭīb, Iḥāṭa I, ed. M. ‘A. ‘Inān, p. 385. Véase el cuadro final. 70 Al-Maqqarī, Nafḥ al-ṭibb VI, ed. I. ‘Abbās, p. 135; Calero Secall, 1984, p. 364.

La conquista en 1330 de ḥiṣn Iṭāba/Aṭība, del lado de Occidente, colocó a Antequera y su extensa vega en el primer frente de la frontera granadinocastellana77. Algunos de los más egregios cronistas andalusíes dejan algunas pinceladas sobre esa condición de frontera78. Posiblemente a lo largo de este período que va desde la toma de Teba, Cañete la Real y Ortegícar hasta la conquista de la plaza, Antequera fue cabeza de un distrito militar, una marca fronteriza o tagr. La frontera del Occidente granadino se articulaba en torno a estos distritos, siendo así que es posible que existiera una agrupación de tugūr bajo la denominación de Frontera Inferior (al-Tagr al-

Jaṭīb, Nufāḍa III, S. Fāgiya, pp. 116, 119, 148 y 178; en una de estas citas se hace alusión a la sumisión (bay’a) que la población antequerana tributó a Muḥammad V, con toda seguridad en la Alcazaba. Véase asimismo, Arié, 1990, p. 111. Recordemos, igualmente, como aparece en las crónicas castellanas: antes sus poderosos muros se presenta el rey de Castilla Pedro en 1361, junto con su aliado Muḥammad V, pero renuncian a su conquista, por tratarse de “una villa muy fuerte et non la pudo aver”; López de Ayala, Crónica del Rey Don Pedro I, p. 514. 76 Apenas se ha podido reconstruir la muerte del famoso alfaquí Abū Yaḥyà Muḥammad ibn al-‘Āṣim al-Garnāṭī, que murió como “mártir” (šahīd) en la toma de Antequera, el día 1 de muḥarram de 813/6 de mayo de 1410; aparecía como personaje anónimo en la Crónica de Juan II, pero Seco de Lucena Paredes, 1953, pudo identificarlo a partir de las noticias contenidas en el Nayl al-ibtihāŷ de Aḥmad Bābā al-Tunbuktī. Se trata del hermano del famoso autor del Refranero, con una sólida formación intelectual. Desempeñó el cargo de mu‘allim en la Madrasa Yūsufiyya de Granada, donde impartía Derecho y Teología, antes de morir en la batalla de la Boca del Asno. Véase también, Peláez Rovira, 2009, pp. 112-113.

74 Manzano Rodríguez, 1992, pp. 242 y 311.

77 La bibliografía sobre la frontera es inabarcable. Citaremos algunos títulos concretos con referencias a Antequera y su comarca: Carriazo y Arroquía, 1971 (2001); Ruiz Povedano, 1978; Ruiz Povedano, 1979; Martínez Enamorado, 1995; Rojas Gabriel, 1995; Ben Driss, 1997; Martínez Enamorado, 1997; Gozalbes Cravioto, 2000; San Millán Gallarín, 2003; Peláez Rovira, 2009; Martínez Enamorado, en prensa, entre otros.

75 Las citas de Antequera, además de un buen número de fortificaciones, en Ibn al-Jaṭīb, Nufāḍa II, M.al-‘Abbādī, p. 286; Ibn al-

78 Véase, por ejemplo, Ibn al-Jaṭīb, Mi‘yār, ed. y trad. de K. Chabana, p. 66 y trad. p. 137.

71 Gutiérrez del Arroyo de Vázquez de Parga, s. d., p. 201. 72 Arié, 1990, p. 68; Vidal Castro, 2000, p. 92. 73 Ibn al-Jaṭīb, Iḥāṭa I, ed. M. ‘A. ‘Inān, p. 385. Una interpretación de la noticia en Martínez Enamorado, 2009b, pp. 147-148.

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tada desde la parte cristiana con los habituales detalles relativos a todo el dispositivo organizado para la toma, minuciosidad de la que carecemos en la historiografía árabe que apenas si anota tan importante pérdida76.


Las defensas medievales en el entorno de Antequera.

Adnà)79, como se deja intuir a partir de algunas referencias cronísticas. Para el caso de Antequera existe, incluso, un testimonio por el cual sabemos que el enclave era considerado tagr80, al igual que otras fortificaciones del Occidente granadino, como Teba o Turón81. En fechas algo posteriores, en la mención

79 Así lo defendió uno de nosotros; cfr. Martínez Enamorado, 1995, p.285. 80 “Cuando la pérdida y la toma por parte del enemigo de la plaza fronteriza de Antequera (tagr Antiqīra)…” expresión que consta en el Dīwān de Yūsuf III, ed. M. Kannūn, p. 70. Igualmente, obsérvese el uso de la construcción Tagr min al-barr aplicada a Antequera; cfr. Ibn al-Jaṭīb, Nufāḍa III, ed. S. Fāgiya, p. 178. 81 Martínez Enamorado, 1997.

de la llegada a Granada de la noticia del fallecimiento del “tirano de Aragón, apodado el Infante” (ṭāgya Ragūn al-mulaqqab bi-l-Ifanti), es decir, Fernando de Antequera, en ṣafar del año 819/abril de 1416, se dice que él fue el que conquistó “el refugio de Antequera, Zahara de la Sierra82 y otros castillos de la al-Garbiyya [de Granada]” (ma‘qil Antaqīra, Ṣajra [‘Abbād] wa-gayri-hima min ḥuṣūn al-Garbiyya)83. Y, aunque en este caso no se menciona la frontera ni étimo equipara-

82 Esta plaza de Ṣajrat ‘Abbād/Zahara de la Sierra fue conquistada, en efecto, en 1407, también por el Infante Fernando. 83 Dīwān Ibn Furkūn, ed. M. ibn Šarīfa, p. 345. Véase asimismo Charouiti Hasnaoui, 1997, p. 114.

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años finales de esa centuria. Igualmente, frente a Antequera, hacia oriente, Archidona seguirá siendo nazarí durante décadas, hasta 1462. La pérdida de este último ḥiṣn movió a al-Basṭī a escribir un hermoso lamento poético86.

Aljibe nazarí en la Plaza de Armas. Alcazaba de Antequera.

ble, la circunstancia de que Antequera y Zahara de la Sierra se incluyan en una serie de fortificaciones del Occidente granadino (min ḥuṣūn al-Garbiyya) apunta de nuevo en la misma dirección: la existencia de un gran distrito fronterizo granadino que agrupaba un sistema de fortalezas, denominadas genéricamente tagr. En ese sistema de frontera, sin duda Antaqīra era, junto con Runda, la gran plaza del Occidente granadino, importancia acrecentada tras la creación de la brecha castellana creada con la conquista de Teba en 1330.

La frontera se desplaza, con la toma de Antequera de 1410, hacia el sur de tal manera que el gran escarpe orográfico del Torcal y sierras adyacentes se convierte en baluarte para la defensa de las comarcas de la Axarquía, Valle del Guadalhorce (Algarbía) y tierra de Marbella. Es entonces, a lo largo de una buena parte del siglo XV, entre la caída de Antequera y la conquista de la ciudad de Málaga (1487), cuando el Campo de Cámara (Faḥṣ Qāmira) —la comarca que se extendía entre Casabermeja y Periana— debió quedar casi despoblado, como “tierra de nadie”, entre la Tierra de Antequera, en manos de los castellanos, y Málaga, el gran puerto de los nazaríes. Desde la perspectiva arqueológica es fácil imaginar que esa presión de las tropas cristianas y su si-

En efecto, desde 1410 las comarcas septentrionales experimentan una importante transformación a raíz de la conquista de Antequera y su tierra84. Si Teba y Cañete la Real ya estaban en poder castellano desde 1330, Ardales y Turón no se integrarán en la órbita de Castilla sino hasta 144585. También Ronda y su tierra seguirán en manos granadinas hasta los

84 Como aḥwāz Antaqīra (alfoces de Antequera) figuran en Ibn alJaṭīb, Nufāḍa, II, ed. M. al-‘Abbādī, p. 286 las dependencias directas de la ciudad; una interpretación de la noticia en relación con Yunquera, en Martínez Enamorado, 2002. Ibn ‘Āṣim, Ŷannat al-riḍā II, ed. S. Ŷarrār, p. 285 emplea el vocablo arḍ Antaqīra (tierra de Antequera). 85 Martínez Enamorado, 1997.

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Paramento Oeste del Torreón del Asalto. Plaza del Carmen, Antequera. Obsérvese la fábrica nazarí con las vitolas originales 86 Al-Basṭī, Dīwān, ed. Ŷ. Šayja y M. Ṭarābulsī, pp.63-364; M. Ibn Šarīfa, 1981, pp. 173-175; Castillo Castillo, 1991, con trad. al castellano del poema en pp. 692-693.


nución del mismos con el levantamiento de un muro de mampostería sobre el suelo de cal y arena del primer adarve reduciendo el espacio interior a poco más de un metro. Tanto debajo del suelo del primer adarve como colmatando la reforma del mismo se han documentado depósitos con cerámica nazarí, encuadrando dichas obras en esta fase. Completan la secuencia estratigráfica nazarí tres depósitos que se ven afectados por inmuebles cristianos, dificultando su interpretación. Quizás la obra de infraestructura más importante de esta fase sea la construcción de un aljibe excavado en la roca en la segunda terraza. El aljibe tiene una planta rectangular con un recodo donde se conservan improntas en la pared a modo de escalera para bajar; el interior presenta dos pilares en sus lados longitudinales y un pilar en sus lados más cortos; en el centro, se emplazan dos pilares. Con la construcción del aljibe se destruye 2/3 partes de la cisterna romana preexistente. También se observa la presencia de un muro de mampostería levantado en el interior de la cisterna destruida. Va enfoscado con mortero hidráulico con la finalidad de acopiar agua y de mantener en uso parte de la cisterna romana.

Arriba: restos de la torre vigía del Borxe del Granadín. Abajo: La torre del Hacho.

tuación fronteriza imprimieran un marcado carácter a la ocupación nazarí en la Alcazaba. La secuencia arqueológica de esta fase es parca cuantitativamente y donde se observa una especial atención a programas castrenses. Los indicadores se reflejan en las reparaciones de la muralla de la Alcazaba a base de lienzos levantados con mampuestos regulares de gran tamaño intercalando ripios de ladrillos para su enrasamiento. En algunos puntos el alzado de las reparaciones sobrepasaba los dos metros. Junto a la muralla se ha desarrollado un adarve o camino de ronda interior del que queda conservado una dismi-

Sondeos arqueológicos en el foso. Plaza del Carmen. Antequera. La cerámica nazarí presenta las típicas formas halladas en otros contextos malagueños, lo que no ayuda a explicarla consideración que para alQalqašandī tenía esta producción local, que es ele-

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Conquistada Antequera, las tropas castellanas, temerosas de una reconquista por parte de los nazar铆es, volvieron a desescombrar el foso y reparar las brechas de las murallas en el mismo punto donde se produjo el asalto. Para ello macizan la liza y construyen este gran tac贸n de refuerzo de las murallas.

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Recreación de Madinat Antaqira en época nazarí. Producciones El Bosco.

vada a la categoría de “magnífica”, mejor que la de Andarax y únicamente comparable con las de Arjona y Berja87. Especialmente, en las excavaciones habidas en la ciudad se ha encontrado ataifores en verde y manganeso. De cronología nazarí son los materiales que aparecen en superficie tanto en la Torre del Cuchillo88, como en las torres del Hacho y de los Pontones,

87 Al-Qalqašandī, Ṣubḥ al-a‘šà, trad. Seco de Lucena, 1975, p. 30. 88 Mencionada con esa denominación en el Libro de Repartimiento de Antequera; Alijo Hidalgo (ed.), 1983, fols. 41r, 118r, 128v, 145r, 147r, 148r, 150v, 152r y 186r.

esta última mencionada en el Repartimiento bajo la denominación de Gandía89. La Torre del Borxe el Granadín90, construida también por los granadinos, ofrece una interesante interpretación toponímica: este nombre de lugar está designando, como hemos defendido en otra ocasión91, su condición

89 El lugar de Gandía aparece citado en diversos pasajes del Repartimiento, si bien en los mismos no figura esa torre; cfr. Alijo Hidalgo (ed.), 1983, fols. 105v, 109r, 153v, 154r, 209r, 210v y 215r. 90 Citada con dos denominaciones en el Libro de Repartimiento de Antequera; Alijo Hidalgo (ed.), 1983, fols. 43v, 46r (Borxa el Granadín) y 152r (Borxa el Granadino). 91 Martínez Enamorado, 2003, p. 289.

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del siglo XV que los llevará al Valle de Guadalhorce y a la misma ciudad de Málaga92.

Casa del Alcaide-IAP Alcazaba 2007.

de atalaya “granadina” (Burŷ al-Garnāṭiyyīn= Torre de los Granadinos), lo que plantea dudas sobre los que la nombraron con tal denominación árabe, pues parece alusión a su construcción por parte de alrifes granadinos. En cualquier caso, todo este dispositivo de torres almenaras en torno a madīnat Antaqīra, por un lado, y castillos que controlan las vías de acceso principales (caso de Aznalmara, Cauche y Jévar), por otro, expone un sistema de vigilancia bien articulado en el piedemonte de las sierras meridionales que hubo de diseñarse de una manera casi coetánea para proteger la ciudad en el período andalusí en el cual fue plaza fronteriza, esto es, básicamente entre 1330 y 1410. Todo pergeñado para proteger la que sin duda era una de las joyas de la corona granadina, la Vega (faḥṣ) y ciudad (madīna) de Antaqīra. Menciones en las fuentes castellanas, como la de la Torre de la Escaleruela que protegía el paso de herradura homónimo, confirman la versatilidad de ese sistema, seguramente planificado en los años finales del siglo XIV. Esas torres de almenara serán reaprovechadas posteriormente por los castellanos en el período de expansión final en la segunda mitad

Es lógico pensar que incluso antes de la conquista la plaza se hubiera despoblado, aunque, ni mucho menos, totalmente. La imagen que ofrecen los cronistas castellanos es de un lugar bien poblado. El relato posterior, sobre todo la configuración de un arrabal en la ciudad de Granada ocupado por estos fugitivos de Antaqīra que se mantienen relativamente cohesionados desde una perspectiva social, pues de lo contrario no le hubieran dado el nombre de donde eran originarios (Antequeruela, derivado tal vez de un étimo árabe [ḥawma] Antaqariyya), es bien conocido y apenas si entraremos en él. El mantenimiento de la plaza en manos castellanas estuvo rodeado, como no podía ser de otra manera, de numerosos problemas logísticos para el abastecimiento y doblamiento de la plaza fuerte. Las crónicas dan buena cuenta de ellos y no entraremos a relatarlos, pues la bibliografía existente al respecto es importante. Únicamente algunos ejemplos: en

Alzado del interior de la Iglesia de San Salvador-IAP 2007. 92 En torno a Málaga se ha podido estudiar, si bien de manera incompleta, un sistema similar en contacto con el de la Tierra de Antequera; cfr. Molina Cobos, 1985.

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De hecho, el retraimiento urbano que se produjo durante el siglo XV, debido al escaso número de vecinos que poblaron Antequera hasta la conquista de Granada95, se tradujo probablemente en el abandono de amplios sectores de la ciudad musulmana, que, ya a principios del XVI, serían reocupados con una planificación urbanística totalmente nueva, que conllevaría el arrasamiento total de los depósitos medievales a fin de nivelar la superficie, originalmente en ladera, con la intención de crear una plataforma aterrazada.

Camino de ronda del adarve en el primer anillo de murallas descubierto durante los trabajos arqueológicos de 2006. mayo de 1424, el alcaide granadino de Archidona, un tal ‘Alī, taló la Vega antequerana llegando a las murallas de la ciudad, donde halló la muerte93; las acometidas del primer alcaide castellano de Antequera, Rodrigo de Narváez (muerto en 1424), y de su hijo, Pedro, contra enclaves nazaríes son bien conocidas y merecerían por sí solas, junto a otros episodios, de una trabajo monográfico distinto a este94.

Tras la conquista castellana de la plaza en el año 1410 se produce una ocupación intensa del cerro. Será a partir del siglo XV, aunque de modo más acentuado en el XVI, cuando se sucedan programas de edificación pública que generen un importante tejido urbano, en el que se incluyen espacios religiosos y civiles. En su conjunto, alcanzarán en uso las postrimerías del siglo XVII. Lo más destacable de esta fase será la construcción de la Iglesia de San Salvador situada en la segunda terraza de la que se conservan la cimentación y parte de los alzados de sus muros perimetrales. El edificio religioso que narran las fuentes se situaba sobre la que sin duda era la antigua mezquita aljama (masŷid al-Ŷāmi‘)96 y se consagraría a San Salvador en octubre del año 1410. Sin embargo, la fábrica de los muros de la iglesia no posee características medievales sino que han de datarse en los años finales del siglo XV o en los iniciales principios de la siguiente centuria. La iglesia posee una planta basilical y su muro longitudinal está orientado hacia el sureste, lo que lleva a pensar que tal orientación estaría forzada por la presencia del muro de la alquibla. Las unidades constructivas

95 Torres Balbás, 1951, p. 446; Alijo Hidalgo, 1987; Alijo Hidalgo, 1987; Pérez Gallego, 1992. 93 Seco de Lucena Paredes, 1978, p. 32. 94 Seco de Lucena Paredes, 1978, pp. 32-33. Para la algara de su hijo Pedro contra Belda, Seco de Lucena Paredes, 1978, pp. 35-36.

96 Así consta en la Crónica de Juan II, ed. Carriazo, p. 394: “E llegaron [los castellanos] a la mezquita mayor, que está en el castillo…”. La mera mención de una “mezquita mayor” implica existencia de mezquitas de barrio (masāŷid al-ḥawma).

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Arco de herradura de una de las estancias de la Torre Blanca. Al fondo, Torre del Homenaje y Templete del Papabellotas.

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documentadas serían una ampliación de la misma. En la primera terraza se observa la presencia de viviendas adosadas a la muralla, con distintas reparaciones y remociones.

territorial y arqueológico, a ese pasado andalusí. Las crónicas árabes aportan siempre una panorámica sesgada y parcial, pero también necesaria para acometer cualquier empresa de reconstrucción historiográfica del pasado de una ciudad del sur de España.

4. Conclusiones

En esa reconstrucción no es baladí la circunstancia de que Antequera fuera uno de esos lugares afortunados de la provincia de Málaga, junto con Ronda y Málaga, en los que recayó la atención del gran arquitecto Leopoldo Torres Balbás. Él dejó bien sentado lo que sabíamos sobre esta entidad en época andalusí en los años 50 de la pasada centuria y lo estructuró de manera inteligente en su memorable artículo de la revista Al-Andalus. Hemos tratado de revisar ese conocimiento, con aportaciones cronísticas y arqueológicas a aquel estado de la cuestión. Hay, por supuesto, alguna novedad pero será la arqueología moderna la disciplina encargada de fijar las dimensiones de aquella madīna mediana, de establecer las relaciones entre la ciudad y su alfoz y de desvelar incógnitas sobre su articulación interna, sus edificios y residencias. En ese camino estamos. Ahora posemos asegurar que Antequera fue madīna desde, por lo menos, el siglo XI y que serán los almohades, y no los nazaríes, los que doten a la ciudad de la mayor parte de los elementos urbanos que la hacían reconocible. Estos últimos, con todo, refortificarán Antequera, dotándola de un hito simbólico tan reconocible como es una puerta de aparato, de fisonomía alhambreña, la Puerta de Málaga. Ello nos permite asegurar que la ciudad fue uno de los 22 enclaves fortificados por Muḥammad V en los años centrales del siglo XIV, lo que se adecúa a la terminología de ṯagr que se emplea para el lugar en los años iniciales del siglo XV.

Como en otros casos ha sucedido, la historia de la Antequera andalusí se ha visto perjudicada por la potencia historiográfica de su antecedente período romano y por la vindicación del mismo que realizan unas activas élites locales desde el siglo XVI en adelante. Una reivindicación dirigida a entroncar la ciudad moderna con la urbe de la Antigüedad, dejando por medio, como si de un prolongado incidente ominoso se tratara, los tiempos medievales. Es una losa la que se ha situado sobre el Medievo de la ciudad y que ha bloqueado hasta fechas recientes cualquier posibilidad de aproximación a ese pasado de indignidad, poblado de moros con abyectos nombres y sucias estirpes. ¿Qué necesidad había de urgar en ese pasado medieval? Al contrario, había que olvidarlo y para ello qué mejor que las glorias de Roma, dispuestas a lavar el nombre que se mancilló desde el momento en que Antikaria pasó a ser Antaqīra. La conquista de 1410 era el único episodio digno de ser reseñado en la historiografía local y no tan local, una toma redentora que significaba per se el fin de la presencia del infiel y la refundación de la ciudad en clave moderna y cristiana. Todo ello es algo bien conocido, puesto de relieve para el caso que nos ocupa en algún trabajo reciente. Esta aportación nuestra es precisamente una aproximación que pretende ser integral, a medio camino entre la revisión historiográfica y el análisis

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Salida interior de la Puerta de Málaga en la cerca islámica de la Madīnat Antaqīra. El desplazamiento hacia la derecha del arco obedece a su condición de puerta en recodo.

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TERMINOLOGÍA DE ANTAQĪRA EN ÉPOCA ANDALUSÍ

Autor

Cronología de los hechos

Yāqūt (Mu‘ŷam)

Cronología del autor

Aplicación terminológica97

X

XIV

Ḥiṣn

Dikr bilād al-Andalus

Indeterminada (en torno siglos X-XI)

XIV

Ḥiṣn Madīna

Ibn Nagrāla (Poemas)

XI

XI

Campamento98

‘Abd Allāh ibn Buluqqīn (Tibyān)

XI

XI

Sin aplicación

Al-Idrīsī (Nuzha)

XII

XII

Madīna Ḥāḍira

Al-Idrīsī (Uns)

XII

XII

Sin aplicación

Ibn al-Jaṭīb (A‘māl)

XII

XIV

Sin aplicación

Ibn al-Jaṭīb (Mi‘yār)

XIV

XIV

Sin aplicación

Ibn al-Jaṭīb (Iḥāṭa)

XIV

XIV

Ḥaḍra

Ibn al-Jaṭīb (Nufāḍa II)

XIV

XIV

Ḥawz

Ibn al-Jaṭīb (Nufāḍa III)

XIV

XIV

Ḥiṣn

Al-‘Umarī (Masālik)

XIV

XIV

Madīna

Al-Qalqašandī (Ṣubḥ)

XV

XV

Sin aplicación

Yūsuf III (Dīwān)

XV

XV

Ṯagr*

Ibn Furkūn (Dīwān)

XV

XV

Ma‘qil* Ḥiṣn*

Ibn ‘Āṣim (Ŷanna)

XV

XV

Arḍ*

9798

97 Con asterisco (*), aplicaciones terminológicas producidas tras la conquista de la villa de Antequera en 1410. 98 Aplicación terminológica en lengua hebrea.

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ANTEQUERA, UNA CIUDAD AMURALLADA. ANÁLISIS DE LAS FÁBRICAS Y CONSTRUCCIÓN DE SUS DEFENSAS MEDIEVALES

Pedro Gurriarán Daza Arquitecto, Instituto de Estudios Campogibraltareños. Yamur Arquitectura y Arqueología S.L.

Página anterior: alcazaba de Antequera. Torres y murallas del frente sur.

1. Introducción Cualquier visitante que se acerca hoy en día a Antequera desde la Vega, puede observar desde muchos kilómetros de distancia la imponente mole de la Torre del Homenaje dominando destacada el casco histórico de la población. Es ese altozano amurallado, que se recorta contra el marco incomparable del Torcal, el solar de la ciudad de Antaqīra, la ciudad andalusí de Antequera. Son por tanto, las murallas, con sus torres y lienzos, una seña característica de la villa, un hito urbano y territorial destacado y un poderoso símbolo de lo que venía a significar una ciudad en al-Andalus. En efecto, no se puede entender como tal sin la existencia de obras de fortificación, de tal modo que los enclaves andalusíes que conocemos sin amurallar son excepcionales y generalmente asociados a coyunturas especiales, como ocurrió con algunas urbes rebeldes que el poder sometía desmantelando sus defensas, tal es el proceder, por ejemplo, del Estado Omeya en pleno siglo X1.

1 Por ejemplo, cuando el emir cordobés Muḥammad I toma Mérida, las fuentes hablan del desmontado de las fortificaciones urbanas para evitar nuevos levantamientos, circunstancia que la

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Vista general de la alcazaba de Antequera desde el norte.

Las murallas, por tanto, son manifestación de poder, y símbolo de estatus urbano2. Su fuerza, por

arqueología ha podido demostrar en excavaciones arqueológicas. Véase, Valdés Fernández, 1998, p. 164. Otros casos, como la ciudad de Saltés, fundadas ex profeso sin murallas debido a su carácter insular, se estiman únicos y sin parangón en al-Andalus. Torres Balbás, 1985, p. 441. 2 Una cita muy ilustrativa la ofrece el conocido Ibn Jaldūn: “puesto que las ciudades han de servir de hogar de residencia y de refugio, debe atenderse (al fundarlas) a cuanta providencia conducente a la seguridad de la comunidad contra los ataques del enemigo y facilitar el acceso de los objetos y comodidades de que el pueblo tiene menester. Para que una ciudad se halle al abrigo de sorpresas, debe haber un cerco de murallas que rodee el conjunto de las casas, y ocupar el emplazamiento un punto invulnerable de fácil defensa”. Ibn Jaldūn, 1997, p. 617.

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añadidura, se incrementa por su carácter enriscado e inaccesible, como ocurre en Antequera, donde aún se reconocen como el principal punto de referencia ambiental. Se da además la circunstancia de que aquí el circuito amurallado se conserva aún firme en muchos tramos, y así es posible distinguir gran parte del perímetro defensivo en su conjunto. Esta excepcional circunstancia es consecuencia, no sólo de la consistencia de sus fábricas y de una sistemática actividad restauradora, sino también del hecho de que las murallas no han sido afectadas en demasía por los procesos de evolución urbana que solían concluir, en general, con la destrucción o desmantelamiento de las fortificaciones. En Antequera la población cas-


tellana que ocupó la villa islámica a comienzos del siglo XV apenas si se mantuvo en ella poco más de dos siglos, el tiempo necesario hasta comprobar que era inútil permanecer más tiempo tras gruesas murallas. Así, los antequeranos se establecieron al pie del cerro defensivo, en terreno llano y con más fácil acceso a los campos de labor. Por todo ello, cuando hablamos del conocimiento que podemos tener de la villa tomada en 1410 por las huestes del Infante don Fernando de Castilla, siempre debemos comenzar por el principal hecho material que la definía: las murallas. Y de eso va a tratar el trabajo que exponemos en las próximas páginas. Vamos a realizar en estas líneas un análisis pormenorizado de las estructuras defensivas de época medieval de Antequera, definiendo sus principales aspectos constructivos y la posible evolución que sufrieron a lo largo de periodo andalusí y cristiano inmediatamente posterior a la conquista del siglo XV.

2. Analizar murallas, analizar paramentos Cualquier profesional o investigador que se aproxima al estudio de una construcción defensiva, o en general de un edificio histórico, debe ser capaz de crear un modelo explicativo de tipo analítico que plasme la realidad existente del elemento en cuestión. Tras recoger una información general que contemple aspectos diversos (topográficos, históricos, arqueológicos, patológicos, etc), se ha de obtener un conjunto de conclusiones que abarquen todo el espectro de conocimiento que sobre el Bien Patrimonial podamos tener. Éste es el procedimiento generalmente establecido entre los profesionales que se dedican a la intervención en el patrimonio histórico, y que, en general, concluye con algún tipo de actuación restauradora o de divulgación.

Trazado general de los elementos conservados de las murallas de la medina y la alcazaba de Antequera. En línea continua se representan torres y lienzos, y en discontinua el trazado del antemuro.

Una de las principales patas de ese edificio analítico que referimos tiene que ver con el estudio arqueológico de las construcciones, con el reconocimiento de la evolución y transformaciones sufridas por un edificio a lo largo de su historia. Es precisamente en ese terreno donde hemos conseguido un mayor desarrollo y posibilidades de interpretación, tanto, que bien podemos decir que ha supuesto una verdadera revolución en el estudio de los edificios históricos. Esa disciplina, conocida habitualmente como “Arqueología de la Arquitectura”, viene a identificar estratos arqueológicos en los paramentos, extrapolando a los mismos la técnica que se utiliza para las excavaciones del subsuelo. Desarrollada teórica y prácticamente en países como Italia, desde hace décadas, su oportunidad en nuestro país llegó en los

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Alzado fotogram茅trico del frente este de la Torre del Homenaje con representaci贸n de los materiales constructivos. Centro Municipal de Patrimonio Hist贸rico.

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últimos años del siglo pasado, especialmente asociada al afianzamiento de la arqueología medieval española y la creación de grupos de trabajo muy activos en distintos puntos de nuestra geografía3. Hoy en día no se entiende, por tanto, el estudio de una fortificación sin la correspondiente lectura de paramentos, es decir, sin el reconocimiento de la obra defensiva como un objeto arqueológico que se presta a ser analizado con su metodología. La mejora obtenida en nuestra comprensión de tantísimos monumentos en estos últimos años, gracias a estos procedimientos, ha sido por tanto espectacular. De este modo, y con la participación añadida de otros profesionales como historiadores, archivistas o filólogos, la solvencia en la interpretación de la vida de los monumentos en la actualidad es importante. En el caso de Antequera, los trabajos gestionados y acometidos en los últimos años por la Junta de Andalucía y la corporación local, a través principalmente del Centro Municipal de Patrimonio Histórico, han supuesto un evidente salto cualitativo en el conocimiento que teníamos sobre las fortificaciones medievales de la ciudad4. El caudal de información que se ha adquirido nos ha permitido crear un modelo más o menos preciso sobre la evolución de los recintos defensivos de Antequera, de modo que en algunos aspectos, se han reconsiderado muchas hipótesis de partida con las que contábamos desde hacía años.

Para concluir este apartado, y antes de entrar propiamente en el análisis de la fortificación antequerana, hemos de dejar claras algunas puntualizaciones sobre el caso específico que nos ocupa. La lectura de paramentos de las murallas de Antequera nos ha permitido identificar y establecer la secuencia de estratos de los muros, y la relación temporal entre ellos de forma general. Pero se dan algunos casos, en los que ha existido una escasez de elementos que ofrezcan datas fiables, en los que ha sido difícil asignar fechas absolutas. La ausencia de citas cronísticas andalusíes sobre construcciones, de lápidas conmemorativas a propósito de obras, o de simples testigos o materiales arqueológicos del subsuelo, han ocasionado que algunas fábricas deban fecharse mediante su comparación con otros tipos similares identificados en fortificaciones o construcciones medievales similares. Esta circunstancia ha evitado fijar con exactitud la fecha de algunas obras estudiadas, entrando en algunos casos en el terreno de las hipótesis.

3. Antequera como Villa amurallada

3 En nuestro caso, hemos seguido la metodología y sistema establecido por el doctor Miguel Ángel Tabales sobre análisis arqueológico de edificios históricos. Tabales Rodríguez, 2002.

La ciudad que es conquistada por Castilla en 1410 respondía al modelo más representativo de urbe del mundo islámico occidental, depurado a lo largo de varios siglos de evolución y desarrollo5. Antequera era una ciudad islámica dotada de todos los servicios públicos, administrativos y religiosos que le son propios a su categoría. Su esquema urbano final es fiel a un modelo polinuclear, establecido a partir de la bipolaridad existente entre la alcazaba (dominante y residencia de la autoridad) y la medina (como verdadero solar de la población local), y

4 Desde el año 1999 existe un programa de recuperación y estudio de las fortificaciones antequeranas promovido por el Ayuntamiento y la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía en Málaga (Doc. 4127 de 5/10/1999). Gracias a este programa se han sucedido varias campañas de documentación topográfica y arqueológica, además de diversas labores de restauración asociadas.

5 En concreto, Antaqira es referida en los primeros siglos de dominación islámica como ḥiṣn (castillo) para ser citada como madīna (ciudad) a partir de los siglos XI-XIII. Martínez Enamorado, 2003, p. 595.

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que más adelante se completa con la existencia de arrabales desarrollados de forma aditiva a partir del núcleo fundamental de la medina6. En realidad, la alcazaba (qaṣba) y la medina (madīna) se deberían entender como entidades urbanas independientes, unidas por el vínculo de asociación que existe entre quien detenta el poder y el pueblo que depende del mismo. Este especial carácter queda de manifiesto cuando se estudia la fortificación de ambas unidades: cada una de ellas posee sus propias defensas y pueden funcionar desde un punto de vista militar como recintos independientes. La conquista de una de las partes no implica teóricamente la caída de todo el conjunto de la ciudad. Cuando se procede al estudio constructivo de las murallas de ambos núcleos, lo primero que llama la atención es que la calidad o características de las fábricas y materiales edilicios no dependen del recinto, de modo que son empleados indiscriminadamente en distintas zonas, según se acomete la labor edificatoria. La erección de las defensas será un proceso aditivo, en el que se actuará según necesidades coyunturales, utilizando las técnicas más adecuadas o desarrolladas del momento, y en el que destacará un concepto práctico y de economía de medios que está por encima de otras cuestiones secundarias. Así, fábricas poderosas las podremos encontrar tanto en la Torre del Homenaje, en la alcazaba, como en la Torre del Asalto, en la medina. Es decir, la aparición de un aparejo no es sintomática de la categoría de uno u otro recinto, alcazaba o medina. Únicamente en casos coyunturales se localizan técnicas más cuidadas, como sucede con la Torre Blanca, pero serán verdaderas excepciones en las que se une la categoría de la obra y la atención a la construcción.

En general, el uso de aparejos o fábricas en el mundo medieval depende sobre todo de la capacidad tecnológica de una sociedad, y de las posibilidades socioeconómicas del entorno donde se edifica, de ahí que en ocasiones haya cambios constructivos de un periodo a otro7. Por ejemplo, en el mundo almohade andalusí las fábricas de hormigón de cal conocidas como tapiales serán casi protagonistas. Ese triunfo de fábricas tan pobres en grandes obras oficiales podría sorprender al neófito, pero éste será el resultado de la excepcional depuración tecnológica de un material humilde, precisamente como consecuencia del fracaso en la implantación de la cantería antes del siglo XII8. Todas estas cuestiones, ilustradas con el caso del tapial, serán expuestas en las próximas líneas cuando veamos la evolución de las murallas antequeranas en cada época. En el año 2006 presentamos un primer estudio Manuel Romero Pérez, arqueólogo municipal de Antequera, y este autor, en el que ofrecíamos una nueva orientación de las interpretaciones que se tenían de las murallas medievales de Antequera, en virtud al abundante caudal de datos que los nuevos estudios aportaban9. Según el mismo, las murallas de Antequera que conocemos en la actualidad, tanto del recinto urbano como de la alcazaba, son el resultado de grandes operaciones de refortificación llevadas a cabo en periodo bajomedieval10. De la fortaleza de Antequera anterior a periodo almohade no quedaría apenas vestigio, no por su inexistencia, a todos luces imposible, sino porque la actuación emprendida en el siglo XII fue de tal calado que posiblemente se desmantelaron las defensas anteriores como conse-

7 Cita estas cuestiones a propósito de la cantería: Quirós Castillo, 1998, pp. 235-246. Quirós Castillo, 2002, pp. 281-291. 8 Gurriarán Daza, 2008, pp. 261-276. 9 Romero Pérez y Gurriarán Daza, en prensa.

6 Sobre el estudio de las ciudades andalusíes y su organización urbana remitimos al texto de Mazzoli-Guintard, 1996.

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10 Ya apuntó en su momento esta cronología Leopoldo Torres Balbás en su estudio dedicado a las defensas antequeranas, en su caso en la primera mitad del siglo XIV. Torres Balbás, 1951, p. 443.


cuencia del nuevo impulso constructor11. A partir de ese momento se sucedieron diversas actuaciones, al menos dos de ellas de grandes proporciones en periodo nazarí, concluidas con otras finales ya en periodo castellano. Por último, es posible identificar en estos muros fases restauradoras recientes, relacionadas con actuaciones de conservación y puesta en valor, pero su estudio sobrepasa el horizonte temporal de este estudio y no entraremos en su análisis. En las próximas líneas nos centraremos en la definición constructiva de las grandes fases fortificadoras citadas, siguiendo, en general, el hilo expositivo ya expuesto en el trabajo del año 2006.

3.1. Antequera como ejemplo de fortaleza almohade La instauración del poder almohade (o Unitario, según su traducción directa al castellano) en al-Andalus desde mediados del siglo XII supuso una verdadera revolución por lo que respecta a la defensa del territorio. En efecto, las autoridades Unitarias se dedicaron a instaurar una campaña global de construcción de obras defensivas tanto a nivel territorial como urbano, en muchas ocasiones prescindiendo del aprovechamiento de otras anteriores para emprender fortificaciones completamente nuevas. En definitiva, se puede encuadrar este esfuerzo dentro de su política de Guerra Santa en la península Ibérica, que contrarrestara los importantes avances experimentados por los Reinos Cristianos desde finales del siglo XI; de este modo, los almohades deciden cimentar parte de su reacción mediante la refortificación general de al-Andalus12.

11 Al-Idrīsī escribe a principios del siglo XII que Antequera y la vecina Archidona estaban despoblada desde las grandes revueltas de comienzos del siglo X. Al-Idrisi, 1969, p. 252. 12 Sobre el sentido de la política que impera en esta campaña de refortificación destaca la cita atribuida al califa Ya‘qūb al-Manṣūr

Como consecuencia, muchas de las principales urbes del occidente andalusí sufrirán transformaciones profundas en sus defensas, generalmente asociadas a un crecimiento significativo de su perímetro amurallado. Los casos de Tarifa, Sevilla, Niebla, Jerez de la Frontera, Cáceres o Badajoz, por señalar los ejemplos más destacados, cambiarán radicalmente su fisionomía mediante nuevas murallas que apenas reaprovecharán las defensas existentes y expandirán de forma importante la superficie urbana. No es extraño que Antequera entrara a formar parte de esa dinámica de actuaciones, en este caso, aprovechando las excepcionales condiciones estratégicas y defensivas de un enclave que no era muy destacado en el momento de la llegada de los almohades. Las actuaciones arqueológicas promovidas desde el Ayuntamiento de Antequera han dejado al descubierto abundantes restos de esta fortificación que podemos situar cronológicamente entre finales del siglo XII y comienzos del siglo XIII. Lo que más llama la atención es que dichos vestigios están presentes tanto en el recinto de la alcazaba como en el de la medina, con la única excepción del frente oeste, desde la antigua Puerta de Estepa hasta la Torre del Homenaje, aunque este hecho no supone que no se encuentren enmascarados o desmontados allí por otras reformas posteriores. La situación de estas obras almohades demuestra que serán ellos quienes doten de la extensión definitiva a la villa medieval de Antequera, con una idea integral de población plenamente organizada y fortificada. Ahora bien, ¿cómo se erigió esta fortaleza? Como suele ser habitual en la construcción de obras militares, los alarifes almohades emplearon la técnica del tapial, que originó unos hormigones de cal

que dice: “la huérfana es la península de al-Andalus y los huérfanos los musulmanes que la habitan; tenéis que ocuparos de lo que allí conviene: elevar sus murallas, defender sus fronteras, entrenar a sus soldados [...]”. Viguera Molins, 1995, p. 142.

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pués del proceso de desencofrado, de modo que era la propia mezcla hormigonada con un ligero incremento de cal (calicostrado) la que debía ofrecer una epidermis resistente. Esta circunstancia nos permite observar, aún en la actualidad, la marca de las tablas del encofrado impresa sobre la superficie de las tapias. El primer testimonio de estas fábricas almohades lo estudiaron los técnicos municipales en unos trabajos de desescombro del frente sur de la fortificación, ejecutados a lo largo del año 200116. En ellos Vista general de la torre 4 de hormigón de cal puesta en obra con tapiales.

de excepcional consistencia. Es en este momento cuando esta técnica constructiva adquirió un grado de estandarización y depuración excepcional, tanto en lo que respecta a las formas de puesta en obra y sistemática de ejecución, como a unas soluciones de terminación plenamente definidas13. Así, las autoridades almohades fueron conscientes desde un primer momento de la necesidad de crear tanto obras religiosas14, como fortificaciones, plenamente identificables, y dotadas de un lenguaje oficial. En un estudio reciente hablábamos de esta semántica del poder mediante el empleo de tres pautas muy reconocibles: el uso del tapial, de torres representativas (de mayor porte que hasta entonces) y de puertas de aparato15. En las defensas de Antequera localizamos un hormigón de cal puesto en obra con tapiales (ṭābiya) de mezcla muy fina y bien dosificada, con abundante mortero de cal y arena (fábrica 1). Las tapias resultantes no recibían tratamiento en su superficie des-

13 Gurriarán Daza y Sáez Rodríguez, 2002, pp. 562-625. 14 Cressier, 2004, p. 93. 15 Márquez Bueno y Gurriarán Daza, 2008, p. 116.

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encontraron dos torres desmochadas así construidas (Torres T3 y T4)17, que con posterioridad fueron recrecidas y forradas con mampostería, según un procedimiento que describiremos más adelante. En una de estas torres, la T4, se observa incluso una zarpa de dos niveles. La presencia de estos hormigones de cal está señalada en otros puntos del recinto defensivo de la medina. Por ejemplo, aparecen descarnados, detrás de un forro de piedra, en un lienzo de muralla entre la Torre de San Juan (T5) y la Puerta de Málaga, en otro entre las Torres del Agua (T11) y la Torcida (T12), así como en un paño en las cercanías de la Torre de la Estrella (T16), ya en el frente septentrional. De este modo, vemos como la presencia de esta obra constructiva hormigonada es evidente en todo el conjunto de la cerca urbana. Pero su presencia es también reconocible en las defensas de la alcazaba, como sucede en su frente oriental. En efecto, en el año 2006 nuestro recordado compañero Antonio Rambla excavó un interesante conjunto en esa zona, que permitió exhumar varias torres defensivas erigidas con el mismo material del

16 Romero Pérez, 2003, p. 190 y ss. 17 Seguiremos la nomenclatura establecida en Romero Pérez, 2003.


que estamos hablando, aunque no se identificó en los lienzos de muralla aledaños, que fueron ejecutados con mampostería. En definitiva, en todas las zonas señaladas encontramos similares materiales, hormigones de cal de grano fino, que se pueden relacionar sin duda con otros similares que emplearon las autoridades almohades en el occidente andalusí en su gran impulso refortificador, desde Silves hasta el Valle del Guadalquivir18. La fortificación de Antequera, que como hemos referido es de excepcional resistencia, hubo de tener una vida azarosa y posiblemente breve. De forma general, estas estructuras fueron desmochadas en periodo nazarí sin que existan datos que avalen un fallo resistente o de consistencia del material. Ello viene justificado por la buena conservación de la epidermis de los cajones de tapia observados, de una gran dureza. Por el contrario, el desmochado general e irregular de la parte alta de las torres, indica un desmontado o destrucción intencionado, no sabemos si por alguna acción violenta como un asedio, o bien por un intento de reforzar mediante el uso de otros materiales el conjunto de las defensas. En cualquier caso, la obra de tapia almohade, levantada a finales del siglo XII o comienzos del siguiente, fue amortizada por mamposterías a mediados del siglo XIV, realzando las torres y forrándolas, e incluso reconstruyendo los lienzos situados entre las mismas.

3.2. Antequera como ejemplo de villa de frontera nazarí La fortaleza que hemos referido en el apartado anterior sirvió de base para incrementar, transformar

18 Véase lo referido en Márquez Bueno y Gurriarán Daza, 2003, pp. 57-118.

Vista general de las fortificaciones almohades de Jerez de la Frontera ejecutadas con tapias de hormigón de cal.

y complejizar el sistema defensivo de Antequera en un nuevo impulso constructor. Fue en período nazarí cuando la villa sufrió un cambio fundamental en su devenir, al adquirir un nuevo valor estratégico. Se convirtió en un importante eslabón de la cadena de fortalezas que cerraban el poniente del reino granadino, desde Gibraltar hasta Loja, frente a las agresivas acciones castellanas. La adquisición de un alto valor territorial, el elevado riesgo de ataque cristiano, además de aumentar su población por las gentes provenientes de las ciudades tomadas por los castellanos, fueron factores decisorios que fundamentaron una nueva refortificación de las murallas antequeranas. Como veremos a continuación, los alarifes granadinos emplearon en esta plaza técnicas construc-

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tivas sustancialmente diferentes a las de la fase edilicia anterior. A partir de ese momento, predominarán las construcciones erigidas con piedra, declinando el empleo de las tapias de hormigón de cal. De forma general, las obras defensivas erigidas por los nazaríes en las fortificaciones de todo su reino fueron variadas, muy fundadas en prácticas locales de albañilería, aunque en general se podían organizar según tres sistemas fundamentales: tapias de hormigón de cal con calicostrados y/o mezclas de grano grueso, cajones de mampostería entre verdugadas de ladrillo, y, por último, mamposterías dispuestas en hiladas y calzadas con ripios y ladrillo. En nuestro caso, localizamos al menos cuatro modelos principales de fábricas constructivas granadinas, que podemos relacionar con etapas equivalentes de transformación de las primitivas defensas almohades. En algunos casos, la relación cronológica entre ellas es difícil de establecer, aunque no es óbice para situarlas en pleno período nazarí; incluso es posible hablar de sincronismo en su utilización. De este modo podrían coexistir distintas cuadrillas especializadas con sus propios medios y formas de ejecución particulares. Estas fábricas que referimos son las siguientes: • En primer lugar, aparecen aparejos resueltos con sillarejo de grandes proporciones, de irregular labra, dispuesto en hiladas y calzado profusamente con ripios y fragmentos de piedra. Incluyen material de acarreo proveniente de edificaciones anteriores, probablemente romanas, y el uso de piezas de buena labra resolviendo encadenados de esquina (fábrica 2). • Poco posterior al modo constructivo anterior, será un tipo muy característico del momento que nos ocupa. Se trata de una fábrica de mampostería careada de piezas de tamaño medio, dispuestas en hiladas muy regulares, y con

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Vista general de la Puerta de Málaga de Antequera desde el sur abundante ripios y trozos de ladrillo encajando los mampuestos. El mortero, a igual que el caso anterior, será de naturaleza caliza, bien trabajado y de buena dureza y resistencia (fábrica 3). • El tercer caso que hemos de referir supone un nivel de especialización técnica mayor al visto en los dos puntos anteriores. Se trata de un sillarejo menudo de labra cuidada, tendiendo a crear piezas rectangulares colocadas preferentemente a soga, de modo que originan una fábrica de aspecto noble (fábrica 4). Mientras que en los primeros modelos citados la capacidad tecnológica de los operarios no dejaba de ser de albañil, en este tipo de fábrica se observa un mayor grado de desarrollo que permite hablar de técnicas de cantero. • Por último, debemos citar otras fábricas de mampostería menos cuidadas y heterogéneas en su


ejecución, debido a la dispar modulación de sus piezas y a la tendencia a crear hiladas bastante irregulares (fábrica 5). También las encontramos recreciendo o reforzando puntualmente a las fábricas 2 y 3, e incluso a las 1, de ahí que deben considerarse posteriores a ellas, sin descartar un posible origen cristiano en algunos casos. Éste es, grosso modo, el elenco de fábricas andalusíes anteriores a la conquista castellana de comienzos del siglo XV, y sirven para definir las continuas atenciones que requirieron las murallas en el escaso siglo y medio de administración granadina. Existen otras fábricas pétreas a modo de variantes de las citadas, pero usadas puntualmente, y apenas nos detendremos en ellas. En cualquier caso, es difícil asegurar su origen islámico con plena seguridad, y no es extraño que pudieran ser apaños ejecutados por los nuevos señores.

El primer punto donde aparecen estas fábricas de sillarejo es la monumental Puerta de Málaga, situada en el vértice sur de la muralla urbana, donde enlazaba el camino que comunicaba con la citada ciudad. Se trata de una torre-puerta desmochada, de trazado en doble recodo y habitación alta abierta al adarve. La composición de la fachada responde a un modelo clásico de las puertas de aparato granadinas, con un gran arco exterior meramente propagandista, que protege una buhedera, y en cuya clave se observa una Mano de Fátima muy desgastada20. Este arco de ladrillo sirve de marco monumental al verda-

Comenzamos la descripción pormenorizada de los aparejos de las obras defensivas nazaríes con el estudio de la fábrica citada como 2. Como hemos dicho, se trata de la más antigua en la secuencia estudiada de ese periodo. En 1361 una intentona contra Antequera por parte del rey Pedro I de Castilla es rechazada, ensalzando las fuentes la fortaleza de la villa a propósito de este acontecimiento19. Esas fuertes defensas deberían ser la fortificación almohade de tapia hormigonada que hemos referido, que ya habría sufrido profundas transformaciones en su fisonomía constructiva y formal. En la horquilla temporal comprendida entre la ejecución de las tapias del siglo XII (fábrica 1) y las fábricas de mampostería de tiempos de Muḥammad V (fábrica 3), posteriores al ataque del Rey Cruel, hubieron de mediar las primeras grandes obras granadinas, tal y como revela la estratigrafía y el estudio de las características constructivas de las estructuras.

19 López de Ayala, 1779, p. 333.

Alzado fotogramétrico del exterior de la Puerta de Málaga. Samuel Márquez Bueno y Pedro Gurriarán Daza.

20 En las grandes puertas de aparato nazaríes destaca la presencia de varios elementos simbólicos que manifestaban el origen oficial de la obra. Se trata de la citada Mano de Fátima, una llave o el conocido escudo de la Orden de la Banda. Márquez Bueno y Gurriarán Daza, en prensa.

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diversa formalización21. El ladrillo sólo aparece como material complementario resolviendo la rosca de los arcos, dinteles, alfiz y jambas, siguiendo una práctica habitual en la edilicia nazarí. En definitiva, nos encontramos ante un modelo de construcción que responde al tipo de las Puertas de la Justicia que los granadinos comienzan a construir en sus principales recintos urbanos, sobre todo a partir de la puerta homónima erigida en la Alhambra en tiempos de Yusuf I. No sabemos con exactitud el momento de erección de esta Puerta de Málaga, pero pensamos que estaría comprendido en el margen que media entre la obra del modelo de la Puerta de la Justicia de la Alhambra (1348) y el empleo de las mamposterías características del reinado de Muḥammad V (véase infra lo referido sobre las fábricas 3).

Vista general de la Torre del Homenaje desde el este.

dero acceso de la puerta. De ella sólo se conserva el dintel de ladrillo que remataba el arco desaparecido. Se resuelven los muros principales de esta construcción mediante sillarejos de grandes proporciones, tendiendo a formar hiladas, reservando las piezas mejor labradas y de mayor tamaño para las aristas. Las piezas tienden a ser recalzadas con frecuencia con fragmentos de piedra o incluso ladrillos. Estas fábricas se conservan en algunos puntos hasta en tres cuartas partes del alzado, estando reformados las partes altas y el muro del arco interior con otras fábricas de mampostería posteriores de muy

El siguiente punto de atención lo encontramos en la alcazaba, donde la referida fábrica 2 se utiliza en la erección de la gran torre o calahorra conocida como Torre del Homenaje, Torre de las Cinco Esquinas o de Papabellotas. Se trata de una gran construcción, una de las torres residenciales de mayor envergadura de todo al-Andalus, siguiendo una tendencia a erigir grandes torres en las fortificaciones de época nazarí y meriní22. Es coetánea a la Puerta de Málaga, y fue levantada con la intención de reforzar el ángulo suroeste del conjunto defensivo. Para ello se forró completamente una torre de mucho menor tamaño cuyo testigo aún es visible desde el interior de la alcazaba. Es probable que la singular planta en ele que presenta esta torre venga derivada de la necesidad de adaptarse a esa obra anterior.

21 En cualquier caso, la Puerta de Málaga ha sufrido numerosas transformaciones a lo largo de su existencia, lo cual se refleja en la compleja estratigrafía que se aprecia en muchos de sus muros. Téngase en cuenta, además, que esta puerta sirvió durante largo tiempo como Ermita de la Virgen de Espera. 22 Torres Balbás, 1942, p. 192, nota 2.

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Sala del Concejo de la Torre del Homenaje en la alcazaba de Antequera.

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Esa construcción primitiva está levantada en mampostería careada, sin paralelo evidente en el resto de la fortificación, y utiliza un mortero calizo de buena calidad que crea gruesas llagas y tendeles (fábrica 0). Es difícil precisar la cronología de esta primera torre, de modo que cualquier suposición entra en el terreno de las hipótesis, si bien no sería extraño que fuera un raro testigo de las defensas prealmohades23. La torre conservada hoy día, de casi 18 metros de altura hasta el nivel del terrado, presenta un único nivel útil con acceso desde el adarve. La entrada se resuelve a través de un hueco adintelado con material de acarreo preislámico, protegido por una buhedera. En su interior, y tras atravesar un largo corredor, se entra en un espacio central que en su día se cubriría con un forjado de madera, actualmente desaparecido. Las dos salas principales se abren a esta zona, y se cubren con bóvedas de espejo, muy usuales en las construcciones bajomedievales andalusíes. La otra habitación, comunicada directamente con el pasillo de entrada, se cierra con bóveda de medio cañón. Es a partir del nivel del adarve de la muralla aledaña cuando encontramos innumerables refacciones y apaños posteriores en el volumen de la Torre del Homenaje, ejecutados con mampostería y ladrillo. Téngase en cuenta que tras la conquista castellana las crónicas hablan de su mal estado de conservación y la necesidad de consolidar la obra24. En 1582 se remató el conjunto mediante el singular templete con chapitel en el que se situó la campana y el reloj.

23 Se sugería un posible origen altomedieval en Romero Pérez y Gurriarán Daza, en prensa. 24 En 1510, por ejemplo, se habla del riesgo de ruina de la torre si no se acometen obras en las bóvedas, para lo cual se gastaron los antequeranos 50.000 maravedíes. Torres Balbás, 1951, p. 443.

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Detalle de la obra anterior a la construcción de la actual Torre del Homenaje, visto desde intramuros.

La ejecución de la gran torre nazarí que hemos descrito, hubo de llevar asociada la actuación simultánea en el frente occidental de la alcazaba, ya que allí volvemos a encontrar similares fábricas de sillarejo. Si bien las continuas transformaciones que vemos en esta zona son de gran calado, aún podemos reconocer la fábrica 2 en las torres 18, 19 y 20, principalmente en la parte inferior de su alzado. En definitiva, la primera gran actuación granadina no sólo tuvo por objeto reforzar determinadas partes de las defensas tanto de la medina como de la alcazaba, sino también implantar un sello de estado mediante una serie de obras poderosas y dotadas de un claro mensaje de poder. Es así como erigen una gran puerta de aparato en el vértice sur del conjunto amurallado, reflejando todo el léxico asociado


intersticios. Como conglomerante se usó un mortero de cal muy bien trabajado y resistente. Este aparejo, identificado en el actual trabajo con el número 3, nos remitirá, de manera directa, a una forma de construir muy precisa utilizada en un programa defensivo promovido en tiempos del emir Muḥammad V. Su conocido visir Ibn al-Jatib nos relata en su Iḥāṭa cómo el poder granadino acometió la reparación de veintidós fortalezas del reino, entre ellas villas como El Burgo o Archidona. La comparación de las defensas allí erigidas por los nazaríes con otras similares estudiadas en los enclaves fronterizos de Loja, Comares, Grazalema, o Moclín, por ejemplo, nos permite rastrear la secuencia de obras acometidas dentro de este programa estatal25. En todas ellas encontramos las mismas mamposterías enripiadas estudiadas en Antequera. Igualmente, las torres de flanqueo, así ejecutadas, seguirán un patrón morfológico muy particular, combinando tanto plantas cuadradas como otras con trazado semicircular peraltado.

Detalle de la cara sur de la torre 20, con la presencia de las fábricas 2 de época nazarí en la parte inferior no restaurada. a sus grandes puertas militares, y una monumental calahorra en el vértice opuesto de este frente, como punto de residencia de la autoridad. No hubieron de pasar muchas décadas para que los alarifes granadinos emprendieran otro vasto programa de reformas en las defensas de Antequera, esta vez con la idea evidente de reforzar el enclave aprovechando lo que restaba de la muralla almohade de tapia hormigonada. Esta actuación se ejecutó con una mampostería careada muy característica y homogénea, de piezas de mediano tamaño dispuestas en hiladas, y con abundantes fragmentos pétreos, ripios, cantos y ladrillos asentando las piezas en los

En el caso que nos ocupa, los alarifes granadinos fueron muy prácticos a la hora de erigir las nuevas obras militares. Como dijimos en su momento, la fortificación almohade de hormigón de cal aún estaba en pie en tiempos de Muḥammad V, y se aprovechó allí donde estaba bien conservada para servir como base de las nuevas fábricas. Las torres y lienzos fueron forrados y realzados sistemáticamente con las mamposterías oficiales, creando en algunos casos auténticas moles de gran espesor. Como norma general, adosaban contra las tapias una hoja exterior de piedra, abrazando el elemento original cuando el forro sobrepasaba la altura máxima de éste. Esta técnica la observamos en las torres excavadas en los últimos años en el frente sur del recinto urbano, así como en el oriental correspondiente a la alcazaba. En

25 Acién Almansa, 1999, pp. 427-438.

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otros casos, aparentemente cuando la estructura de tapia almohade estaba muy deteriorada y casi arruinada, era sustituida directamente por otra nueva resuelta con esta mampostería enripiada. Este tipo de obra no se limitó al refuerzo de torres y lienzos de muralla, de modo que la necesidad de fortalecer el enclave hizo precisa la construcción de un antemuro en gran parte del perímetro, siguiendo el trazado de la fortificación ya existente. Únicamente se prescindió de esta solución en la zona del cauce de la Villa, que funcionaba a modo de foso natural. Aunque presenta gran cantidad de reformas, aún se reconoce la ejecución del antemuro con las fábricas nazaríes de mampostería enripiada en la zona comprendida entre la desaparecida Puerta de Estepa (actual Arco de los Gigantes) y la Torre de

San Juan. Igualmente identificamos esta estructura en el frente oriental de la alcazaba. En la excavación de la zona que integra las torres 3 y 4 del paño oeste del recinto de la medina, se pudo estudiar la forma de ejecutar esta defensa adelantada. Se construyó mediante superposición de cajones delimitados por unas hojas exteriores resueltas con las fábricas oficiales de mampostería, rellenando el núcleo a continuación, con piedra, arcilla y cal prensadas26. En el entorno de la Torre del Homenaje y hasta la torre 20, se observa cómo este antemuro de tiempos de Muḥammad V es posterior a la construcción de las dos torres citadas, lo cual viene a asegurar la relación temporal existente entre los sillarejos de las fábricas 2 (de mediados del siglo XIV) y las mamposterías de las fábricas 3 (del tercer cuarto del mismo siglo). Por último, estas fábricas oficiales granadinas (fábrica 3) son identificadas en lo más antiguo de las torres albarranas conocidas como Torcida (T12) y San Juan (T6), además de formar la estructura íntegra del torreón de planta semicircular peraltada que defiende la Puerta de Málaga desde el noreste (T9). En definitiva, el afán demostrado por Muḥammad V en muchas de estas obras guarda relación con la necesidad de asegurar una serie de recintos y villas fronterizas de indudable valor estratégico para su reino. La contundencia mostrada con la solución de los forros, originando estructuras muy masivas, también tiene que ver con una práctica muy común en ese momento, consecuencia del desarrollo de la pirobalística. Los hormigones de cal, si bien fuertes y de gran dureza, poseen un comportamiento frágil ante los impactos de artillería, y en cualquier caso menos adecuado que el de las fábricas pétreas. Así,

Detalle de las fortificaciones de Archidona construidas en época de Muḥammad V.

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26 Sobre estas cuestiones relacionadas con el antemuro excavado en el perímetro sur de las defensas urbanas véase Romero Pérez, 2003, pp. 191-194, en especial sobre su construcción p. 192.


Vista general de la torre 9, construida con mamposterĂ­as enripiadas (fĂĄbrica 3).

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no es extraño encontrar fortificaciones de tapia hormigonada que se forraron sistemáticamente con fábricas de piedra en ese momento, a fin de conseguir construcciones más eficaces frente a la nueva amenaza de la pirobalística27. Pero más allá de estas cuestiones prácticas, lo que destaca en estas actuaciones, ejecutadas mediante unas fábricas tan cuidadas y representativas, es la necesidad de la autoridad granadina de manifestarse a través de las obras defensivas gracias a la asociación entre promotor y construcción28. Como sucedió durante el Califato de Córdoba, o con el más reciente de los almohades, la edilicia se ponía al servicio de la propaganda del poder gracias al uso de técnicas constructivas muy personales y depuradas. Mientras que el estudio cronológico de la fábrica 3 no ofrecía apenas dudas sobre su encuadre histórico-arqueológico, el siguiente ejemplo que hemos de referir en nuestro discurso sí plantea más interrogantes. Nos referimos al aparejo 4, que se localiza en la segunda gran torre residencial del frente sur de la alcazaba. Esta construcción, conocida como Torre Blanca, es de menor porte que la del Homenaje y mucho más esbelta. De planta rectangular y casi 20 m. de altura, posee una base maciza hasta el nivel del adarve de la muralla, desde donde se alzan dos niveles útiles muy compartimentados. La planta inferior, comunicada directamente con el paso de ronda de la muralla, posee una utilidad claramente militar; en ella se organizan tres estancias abovedadas alrededor de un pequeño espacio central de distribución. En sus muros se abren aspilleras de tiro con acusados deriva y derrame. La comunicación con el nivel superior se realiza a través de una empinada escalera embutida en el muro septentrional. Este nivel lo ocupa en su conjunto una vivienda con patio central,

27 Vemos esta forma de reforzar estructuras en las fortificaciones de Loja, Moclín, Píñar o Íllora, por ejemplo. Malpica Cuello, 1998, p. 288. 28 Acién Almansa, 1995, p. 34.

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Vista general de la Torre Blanca de la alcazaba de Antequera.

que sirve como distribuidor para las restantes salas. De ellas, será la que mira a mediodía la de carácter más noble, distinción que queda señalada, además, por los grandes vanos arcuados de cantería que se abren en sus muros. Desde un punto de vista constructivo, no cabe duda que se trata de una obra singular, al aparecer un refinamiento edificatorio que no veíamos en otros puntos de las defensas antequeranas. En efecto, la cara exterior de los muros principales de la torre se ejecutó con sillarejos tallados ex profeso con especial cuidado (fábrica 4). Hasta el nivel de las aspilleras de la planta inferior se labraron muy aplastados y alar-


Planta baja de la Torre Blanca antes de la reciente restauración. Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

Planta primera de la Torre Blanca antes de la reciente restauración. Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

gados, predominando las piezas colocadas a soga. A partir de la citada línea de referencia, las piezas ganaron en altura pero se hicieron más cortas, circunstancia que derivó, además, en un predominio de los elementos colocados a tizón. En cualquier caso, es difícil concluir un carácter diacrónico para ambas fábricas, pudiendo responder estos cambios métricos más a una práctica coyuntural de los canteros de turno, que a un verdadero cambio cronológico.

tada mediante sillarejo, pero al contrario que en el exterior, con abundantes piezas de ladrillo y lajas recalzando las piezas pétreas, según una solución que ya habíamos visto en algunas estructuras de la Torre del Homenaje.

Si en el exterior de los muros perimetrales existe un orden y estereotomía de los sillarejos ciertamente especial, la hoja interior de estas estructuras cambia sustancialmente su formalización. Nos encontramos ante la típica construcción formada por dos hojas externas independientes, cuyo núcleo se resuelve con algún tipo de calicanto o relleno de material menos cuidado29. En nuestro caso, la cara interna fue ejecu-

29 Se trata, sin duda, de una solución de gran tradición en el mundo de la construcción medieval y antigua. Ya se utilizaba en la Gracia Clásica con el nombre de emplecton, y fue asimilada rápidamente por la edilicia romana, mediante la técnica consistente en rellenar el espacio comprendido entre dos hojas exteriores de

El ladrillo aparece también como material complementario, pero con un indudable protagonismo a la hora de definir elementos constructivos concretos. Nos referimos a su empleo principal para la ejecución de bóvedas y arcos, tal y como sucede también en distintas partes de la Puerta de Málaga. Otras técnicas edilicias identificadas son las mamposterías formando cajones y dispuestas en verdugadas de ladrillo, en este caso, en algunas de las estructuras que delimitan la vivienda de la planta superior. A partir de las características constructivas reseñadas es difícil ajustar con precisión la cronología

fábrica (opus testaceum) con un hormigón de piedras mezclado con arena, cal y puzolana (opus caementicium). Calama Rodríguez, 1998, pp. 159-160.

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Interior de la planta baja de la Torre Blanca en la alcazaba de Antequera.

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de la Torre Blanca, que parece obra erigida en un único impulso. El sillarejo empleado en su perímetro exterior no tiene parangón con lo visto en el resto de las fortificaciones de Antequera. Por el contrario, el sillarejo recalzado de las hojas interiores posee más cercanía con el visto en la Torre del Homenaje. Por último, el empleo del ladrillo en arcos y bóvedas, además, variadas como es nuestro caso (espejo, baídas, cañón), nos remite a prácticas muy habituales en la construcción bajomedieval, al igual que sucede con la aparición de mamposterías encajonadas entre verdugadas de ladrillo. Este carácter tardío que apuntan los aparejos, posee un refrendo en el análisis morfológico comparativo de esta gran torre, que entronca con la tradición de las grandes calahorras nazaríes ya relatada. Al contrario que ocurre con la vecina del Homenaje, en la Torre Blanca el espacio está mejor organizado, lo que lleva asociado una mayor especialización del mismo. Existe un primer nivel marcadamente militar que da paso a una planta alta donde se construye una vivienda dotada de patio central. Esta estructura tan especial y reglada nos remite de forma directa, pero a otra escala, a la Torre del Homenaje de la alcazaba de la Alhambra. Esta obra hormigonada nazarí posee seis niveles, todos ellos muy divididos, siendo el superior el correspondiente a una vivienda con patio central30. Se trata nuestra torre, por tanto, de un modelo a escala de este ejemplo señero. Se seguirá así una corriente de construcción de grandes torres defensivas de tipo residencial, como ya dijimos, pero a su vez, reflejando una práctica de la época consistente en compartimentar el espacio interior originando verdaderos conjuntos de cámaras de tiro31.

30 De forma habitual se considera a la alcazaba como una de las partes más antiguas conservadas en el recinto de la Alhambra. Se apunta una cronología del siglo XIII en Pavón Maldonado, 1999, pp. 318-319. 31 Este modelo de torre se depura a partir de periodo almohade, como ocurre con la Torre Blanca de las murallas de Sevilla. Es a partir de ese momento, a comienzos del siglo XIII, cuando proli-

Detalle de una de las aspilleras de la Torre Blanca abovedada con fábrica de ladrillo.

En conclusión, los escasos datos definitorios derivados de los estudios constructivo, tipológico y formal, apuntan a una cronología nazarí de esta Torre Blanca de la alcazaba. Es difícil precisar su situación temporal con respecto a las grandes obras ya citadas con anterioridad. Aparentemente el antemuro de tiempos de Muḥammad V es posterior a la misma, ya que apoya contra su base, lo que dejaría abierto un horizonte cronológico comprendido entre

ferará el modelo en todo el marco del Mediterráneo, desde la península Ibérica hasta Tierra Santa. Véase sobre las fortificaciones de esta última zona en tiempos de los cruzados lo recogido en Faucherre, Mesqui y Prouteau, 2004.

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Vista general de la Torre del Agua desde el sur.

la erección del modelo alhambreño citado (¿finales del siglo XIII?) y mediados del siglo XIV. Su especial forma de construir, sin parangón con el resto de la edilicia militar antequerana, define esta obra como un encargo puntual y específico, destinado a resolver la necesidad de alojamiento de alguna personalidad destacada. La parte final de nuestro análisis tiene por objeto un conjunto heterogéneo de fábricas pétreas que observamos principalmente en las partes oriental y septentrional del anillo defensivo de la medina. Son usadas de forma indistinta tanto en grandes obras de refuerzo de la cerca como en la erección de nuevos elementos defensivos. En general es difícil precisar su cronología con exactitud, si bien podemos

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suponerlas como obras bajomedievales andalusíes. En cualquier caso, sería necesario realizar un estudio de paramentos sistemático para avanzar más allá de las hipótesis que podamos esbozar en estas páginas. El primer ejemplo lo encontramos en el conjunto de torres albarranas que flanquean la muralla de la ciudad en el entorno de la actualmente desaparecida Puerta de Granada o de las Bastidas. Nos referimos a las torres conocidas como del Agua (T11) y de la Estrella (T 16). La primera defendía la coracha que aseguraba la aguada desde una mina de origen romano, mientras que la segunda reforzaba la muralla en el extremo oriental del frente norte. En ambos casos la obra se erigió mediante sillarejos y mampuestos de dispar modulación (fábrica 5), mayores en la base,


aunque tendiendo en general a la irregularidad. En las esquinas y rosca de los arcos de los espigones las piezas se labran con mayor cuidado, aunque en ocasiones, los encadenados de borde presentan algunas piezas de acarreo. En imágenes de la primera mitad del siglo XX, consultadas en el Archivo Témboury de Málaga, se observaba aún la coronación de la Torre de la Estrella resuelta con hormigón de cal, lo que parece reflejar una reforma tardía que hoy día no se conserva. Estas dos torres albarranas no sólo contrastan en el tipo de aparejos con las dos referidas con anterioridad, San Juan y Torcida, sino que además se trazan con planta rectangular al contrario que éstas, que son de trazado curvo. Estos aspectos evidencian una falta de sincronismo entre ellas. En cualquier

caso, es muy difícil asignar una fecha a las citadas fábricas 5, sin ningún elemento adicional de análisis. Fábricas similares, y no sabemos si coetáneas, las vemos en el lienzo situado al sur de la Torre Torcida, el Torreón del Asalto (T14) y en lo alto de la Puerta de Málaga, y quizás, en fin, en algún apaño en la coronación de la Torre del Homenaje. A este respecto merece la pena detenerse un momento en el impresionante conjunto defensivo que reforzaba el punto más débil de toda la cerca de Antequera. Nos referimos al sistema excavado y puesto en valor en la zona de la Plaza del Carmen, el más bajo y accesible, junto a la Puerta de las Bastidas. Precisamente en este punto fue donde las huestes castellanas abrieron brecha en el asedio decisivo de

Vista general del conjunto defensivo conservado en la plaza del Carmen de Antequera.

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141032. Destaca en la actualidad la imponente mole que domina el ángulo norte de la cerca, el Torreón del Asalto. Alrededor de esta poderosa obra maciza se articulan una serie de elementos defensivos que dificultaban enormemente cualquier tipo de acción contra la cerca, y que se conservan en un amplio tramo hasta las cercanías de la Torre de la Estrella. En primer lugar, encontramos un antemuro que se desdobla en las cercanías del Torreón del Asalto, que a su vez sirve de escarpa a un foso perimetral. Asociado a este muro adelantado se levantó otra albarrana de refuerzo (T15), que llega hasta el mismo cortado de la escarpa ataludada. Se trata, por consiguiente, de un sistema muy fuerte y sobredimensionado que seguiría una compleja evolución mediante el añadido de los antemuros, foso y la albarrana T15. La formalización general de los muros del Torreón del Asalto parece remitirnos a la misma edilicia de la Torre de la Estrella (fábrica 5), y por tanto a un mismo momento de erección, no obstante, la multitud de apaños, reformas y parches que presenta su epidermis nos habla de una historia azarosa, cuya secuencia general se nos escapa con nuestros conocimientos actuales. La estructura de la escarpa se ejecuta con mampostería careada de módulo mediano, tendiendo a seguir hiladas; sus características y el replanteo ataludado es similar al refuerzo del antemuro en el sector meridional de las defensas de Antequera. La torre albarrana T15, por último, difiere de las técnicas constructivas vistas en las defensas cercanas, ya que se alza sobre sillarejos bien tallados y proporcionados. Manuel Romero Pérez efectuó en su día una descripción y análisis muy preciso de este conjunto de elementos defensivos, y al mismo remitimos al lector que desee ahondar en su conocimiento33. Sí

32 Torres Balbás, 1951, pp. 443-444. 33 En general, se sitúa la ejecución de este complejo defensivo de

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podemos aventurar que los cambios constructivos que apreciamos en este sector responden a impulsos sucesivos de refuerzo o arreglo de las defensas, la mayor parte de los cuales se llevarán a cabo en el último período andalusí, además de castellano. Recuérdese que esta zona hubo de resultar muy afectada por el asedio de 1410, y por tanto, hubo de ser puesta en estado de defensa con prontitud. Tal vez a este momento respondan obras como la albarrana T15, por ejemplo, y muchas de las reformas de los muros estudiadas en esta zona. La arqueología precisará, conforme se avancen los trabajos de paramentos y subsuelo, la evolución precisa de los elementos defensivos de la zona de la Plaza del Carmen.

4. En Conclusión La urbe que es tomada por el Infante don Fernando era una ciudad fuerte y muy bien guardada por un sistema defensivo depurado tras varios siglos de reformas y evolución. Cada una de sus fases constructivas respondía a una necesidad muy precisa, y para ello se utilizaba el sistema edilicio más adecuado, técnica y socioeconómicamente. En ocasiones, como sucedía con las formas oficiales de construir, por ejemplo en periodo almohade o nazarí de Muḥammad V, la manera de ejecutar los paramentos sobrepasaba el factor tecnológico para adentrarse en el terreno de la propaganda y la representación del poder. Lo conservado en las murallas antequeranas nos habla de sus últimos siglos de existencia andalusí, precisamente cuando adquirió un valor urbano destacado. Formalizada su organización general y extensión en periodo almohade, fue con la asunción de un importante rol como villa fronteriza nazarí cuando Antequera se terminó de fortificar. Las técnicas constructivas andalusíes que vemos en todos

la Plaza del Carmen en el siglo XV. Romero Pérez, 2003, pp. 196201.


Alzado fotogramétrico del frente exterior del Arco de los Gigantes. Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

los periodos expuestos tienden a ser modestas en su formalización parietal, como ocurre con los tapiales y las mamposterías, no obstante, se trataba de sistemas muy fiables, relativamente económicos, y que requerían un bajo nivel de especialización tecnológica. De este modo, se pudieron erigir poderosas estructuras, eficaces en su finalidad militar, y sin necesidad de costosas técnicas, como la cantería. Las fábricas más cuidadas se emplearon en la ejecución de la Torre Blanca, circunstancia que denota el carácter singular y específico de esta obra. La postrera actuación cristiana sobre las murallas tenderá, en la mayor parte de los casos, a consolidar la estructura general que se había heredado de periodo andalusí, en algunos casos con verdadera urgencia como atestiguan las fuentes34. Las técnicas edilicias fueron en gran medida las mismas que se empleaban antes de la conquista. Mamposterías ca-

34 Torres Balbás, 1951, pp. 443-444.

readas están presentes en el lienzo que une la Torre Blanca y la del Homenaje, así como en el pequeño alcázar que se construye anexo a intramuros. Incluso obras tan representativas como el Arco de los Gigantes, ejecutada en 1585 en sustitución de la Puerta de Estepa35, con sus dovelas y jambas de fina cantería, ve erigir sus paños con mampuestos dispuestos con escaso orden. En definitiva, poco a poco, con nuevos trabajos y profesionales, se va desentrañando la rica historia de los muros de Antequera. Pero aún quedan muchas incógnitas por desvelar e hipótesis por confirmar, lagunas que deberán ser abordadas desde diversas disciplinas; en nuestro caso, será la analítica arqueológica de paramentos la que irá aportando su valiosa visión, que ya ha ido ofreciendo datos ciertamente importantes en apenas dos décadas.

35 Romero Benítez, 1975, pp. 58-62.

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ESTRATEGIAS POLÍTICO-MILITARES PRESENTES EN LA CONQUISTA DE ANTEQUERA

Santiago González Sánchez Doctor en Historia Medieval por la Universidad Complutense de Madrid. Consejería de Educación y Ciencia de la Junta de Andalucía.

Las relaciones con el reino de Granada determinan, en gran medida, la política interna y externa de Castilla durante los primeros años de la minoría de Juan II. En el ámbito interior la decisión de emprender varias campañas contra los nazaríes tendrá consecuencias directas en la administración del reino, provocando su remodelación provisional, también será un motivo de disputa y supondrá un factor de cohesión interna y de afianzamiento político para algunos personajes. En el exterior supuso una intensificación de las relaciones con otros reinos, con los que se establecieron tratados, además de una reafirmación del expansionismo castellano, entre otros. Este nuevo período pone fin a una larga etapa de tranquilidad, que los nazaríes aprovecharon para liberarse del pago de parias a Castilla, intervenir en los asuntos internos del reino meriní de Fez y ocupar Ceuta entre 1382 y 13861. A comienzos del siglo XV la presión granadina sobre el ámbito fronterizo castellano fue cada vez mayor, y responde a un conocimiento del poder que estaba acumulando su vecino

Página anterior: Vista aérea de las murallas de la Alcazaba y Medina de Antequera.

1 Rosenberger, 1994, p. 283.

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peninsular, al pretender resquebrajarlo por la parte más débil. La presencia, cada vez más importante, de naves castellanas en el Mediterráneo Occidental, sus ambiciones sobre las islas del litoral norteafricano o los contactos de Castilla con potencias musulmanas del área oriental, son aspectos que pudieron impulsar a los nazaríes que se veían cada vez más aislados. Además, no se puede olvidar la situación de Castilla a la muerte de Enrique III, que une a los problemas heredados las dificultades creadas por el testamento del rey, tales como la custodia del monarca o una regencia compartida entre dos regentes, cuyas relaciones cabe calificar como difíciles, y que tendría su correspondiente traslación a la política interior y exterior. Por otra parte, la complejidad de las relaciones castellano-granadinas se agrava con la escasa diver-

sidad de fuentes disponibles. La carencia casi total de fuentes musulmanas hace que tengamos que basarnos sobre todo en las castellanas, sin olvidar los escasos testimonios recogidos más allá de nuestras fronteras que vienen a coincidir con ellas. De ahí que determinados aspectos, como los enfrentamientos bélicos que mantuvieron, hayan llegado hasta nosotros a través de la pluma de los vencedores, y que en el mejor de los casos contemos con alguna alusión a ellos por parte de los derrotados2. Pues bien, a pesar de esas limitaciones, abordamos a continuación las estrategias político-militares que se emplearon en la conquista de Antequera, tratando en primer término la etapa prebélica para después ocuparnos de la campaña militar de 1410, sin olvidar su vinculación con la de 1407, pues ambas forman parte del mismo plan.

Escultura funeraria del Rey Enrique III de Castilla. Catedral de Toledo.

2 Sin mencionarlos explícitamente y con un fin enaltecedor se encuentran en el epitafio de Yūsuf III, como señala Lafuente Alcántara, 1859, pp. 234-236.

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Alhambra de Granada. 1859.

1. LA ETAPA PREBÉLICA 1.1. Los ataques fronterizos La etapa prebélica se caracterizó por la multiplicación de los incidentes fronterizos y las alarmas de ataques. Así, por ejemplo, en el último año del reinado de Enrique III el ámbito fronterizo fue objeto de continuos ataques, siendo incesante la actividad a partir de la segunda mitad de 1406. En ellos estuvieron involucrados miembros de la alta nobleza avecindados en las ciudades de realengo, así como los propios concejos de éstas. Los ataques se produjeron en y desde todos los sectores fronterizos, valgan como ejemplo los de los antiguos reinos de Sevilla3 y de Jaén4. La estrategia castellana comprende la unificación y coordinación de las distintas fuerzas, concejiles y nobiliarias, de la zona sevillano-xericense, al frente del maestre de Santiago, don Lorenzo Suárez

3 Collantes de Terán Delorme, 1972, I, nº 39, p. 158, nº 43, p. 158, nº 55, p. 161, nº 60, p. 162. 4 Collantes de Terán Delorme, 1972, nº 57, p. 161, nº 115, p. 280; Juan Lovera, nº 91, nº 55, p. 41, publicado por la misma autora en 1988, nº 59, p. 88; Arquellada, 1996, nº 9, pp. 15-16.

de Figueroa5. Los métodos empleados son de carácter defensivo y ofensivo. Por ello se reparan ciertos castillos fronteros y se incrementa el número de sus guarniciones6, se dispone un sistema de guardas, escuchas y atalayas con el fin de prevenir los ataques7 y estar informados de los movimientos del enemigo8, utilizando las almenaras y ahumadas para comunicarse entre los castillos fronterizos y las ciudades del interior9. Todo este dispositivo hubiera servido de poco de no ir acompañado de la movilización de un número importante de combatientes de a pie y de a caballo procedentes de los concejos de realengo, como conocemos por Sevilla10. Estas tropas sirvieron

5 Collantes de Terán Delorme, 1972, pp. 153-156, nº 68, p. 163, nº 69, pp. 163-164, nº 71, p. 164, nº 82, p. 166, nº 178, pp. 186-187, nº 198, p. 190. Sobre este personaje véase la obra de Rodríguez Amaya, 1950 “pp. 241-302. 6 Collantes de Terán Delorme, 1972, pp. 153-154, nº 60, p. 162. 7 Collantes de Terán Delorme, 1972, pp. 154-165, nº 68, p. 163, nº 69, pp. 163-164, nº 72, p. 164, nº 82, p. 166. En este caso y otros que le siguen, el vocablo atalaya hace referencia al hombre u hombres destinados a registrar y a avisar desde ella. Diferente, por tanto, de su significado como torre, que también aparece más adelante. 8 Collantes de Terán Delorme,1972, pp. 153-154, nº 184, p. 188, nº 198, p. 190. 9 Collantes de Terán Delorme, 1972, nº 98, p. 168. 10 Collantes de Terán Delorme,1972, pp. 153-154, nº 69, pp. 163164, nº 71, p. 164, nº 72, p. 164, nº 198, p. 190.

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Murallas de la ciudad de Tarifa.

para reforzar guarniciones como Tarifa, Matrera11 y Utrera12, y también realizaron incursiones de castigo y de depredación adentrándose en el interior del reino de Granada13. La justificación de todo este complejo y costoso sistema defensivo se basaba en las acometidas de

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los granadinos14 y, en gran medida, en las informaciones recabadas por guardas, escuchas, etc. Las noticias que llegaban del otro lado de la frontera contribuían a agravar más la inseguridad reinante. La captura de espías granadinos15, el paso de tropas procedentes del norte de África atravesando el Estrecho de Gibraltar para ayudar a los musulmanes peninsulares16, o el intento nazarí de controlar el tráfico marítimo en el Mediterráneo Occidental atacando a

11 Según Rojas Gabriel, 1988, pp. 360-361, la escasa guarnición de Matrera se debía a que su función consistía en la defensa de la escasa población de la zona y en la salvaguarda de los ganados. Ello no sería obstáculo para que esta fortaleza fuera la pieza maestra de la defensa del territorio de Sevilla ante el reino de Granada, como señala Collantes de Terán Sánchez, 2002, p. 58, refiriéndose a los gastos de defensa del concejo de Sevilla.

14 Así ocurrió en Teba, Collantes de Terán Delorme, 1972, nº 55, p. 161, y en Priego nº 198, p. 190.

12 Collantes de Terán Delorme, 1972, pp. 153-154, nº 43, p. 158, nº 69, pp. 163-164, nº 72, p. 164.

15 Collantes de Terán Delorme, 1972, nº 46, p. 159, nº 178, pp. 186187.

13 Collantes de Terán Delorme, 1972, nº 39, p. 158, nº 43, p. 158.

16 Collantes de Terán Delorme,1972, pp. 153-154.


las naves cristianas17, son algunas muestras de cuál era la situación en esos momentos. No era mucho más tranquilizador el aspecto que ofrecía la frontera en otros sectores. En el giennense se libraron combates, como los de los Collejares y Quesada18 y se temió por un ataque a Alcalá la Real19, en el cordobés, Priego sufrió ataques entre noviembre de 1406 y abril de 140720, y en el murciano se avisó de una posible incursión granadina sobre Lorca21. La situación en la frontera castellano-granadina continuó muy tensa después de la muerte de Enrique III y la entronización de Juan II. Hasta el inicio de la campaña militar de 1407 se registraron incursiones22 y amenazas por uno y otro lado. No parece que estos ataques, al menos los castellanos, formasen parte de un plan más amplio destinado a reducir el potencial bélico de sus enemigos. Más bien son una respuesta primaria a los que tienen lugar desde el otro lado de la frontera y responden a los intereses de nobles y concejos deseosos de adquirir un importante botín 23

17 Collantes de Terán Delorme, 1972, nº 184, p. 188. 18 Collantes de Terán Delorme, 1972, nº 57, p. 161; Arquellada, 1996, nº 9, pp. 15-16.

o de ganar privilegios reales que les eximieran del pago de ciertos impuestos, como ocurrió con el concejo de la ciudad de Murcia24. Los continuos enfrentamientos fronterizos hicieron que la guerra se considerase inevitable. La toma del castillo de Ayamonte25 y la negativa granadina a devolverlo26, así como la entrada granadina en la zona de Baeza27 se han considerado desencadenantes de las acciones de castigo frente a Granada. Aparte del mayor o menor valor estratégico de la fortaleza de Ayamonte, la decisión castellana responde más a la ruptura de los lazos vasalláticos por parte granadina. Mientras tanto fructificaba la vía diplomática que impulsaron personas como el maestre de Santiago, don Lorenzo Suárez de Figueroa28. El tratado de treguas entre Castilla y Granada se firmó en Madrid, a principios de octubre de 1406, entre el doctor Pedro Sánchez del Castillo y el embajador granadino Abu Abdallah al-Amin, y establecía como plazo de vigencia el período comprendido entre el 1 de octubre de 1406 y el 30 de septiembre de 140829. La ruptura de hostilidades fue casi inmediata y estuvo estrechamente relacionada con la batalla de los Collejares (6 de octubre de 1406).

19 Regesto de Carmen Juan Lovera, 1977, nº 55, p. 41, publicado por la misma autora en 1988, nº 59, p. 88. 20 Peláez del Rosal, y Quintanilla Raso, 1977, p. 80. 21 Torres Fontes, 1973, pp. 38-39. 22 Los murcianos habían ido sobre Vera y Zurgena según expone la reina doña Catalina en carta al concejo de la ciudad de Murcia, fechada el 11 de abril de 1407. A(rchivo).M(unicipal).M(urcia), Cartulario Real 1391-1412, fol. 28v, publicado por Torres Fontes, 1973, nº VII, pp. 40-41. La entrada tuvo lugar durante el mes de febrero, como puede verse en Pérez de Guzmán, 1953, Madrid, año 1, cap. V, pp. 279-280. Además del hecho anterior, también menciona las tomas musulmanas de los castillos de Huércal y de Pruna, Argote de Molina, 1957, p. 587. 23 Carta del mariscal García Fernández de Herrera a Lorca avisándoles de una posible incursión de tropas granadinas. A.M.M., Actas Capitulares (1407), s/fol, publicado por Torres Fontes, 1973, nº VI, p. 39. Sobre la misma población A.M.M., leg. 4277, caja 7, nº 2; A.M.M., Actas Capitulares (1407), fol. 33r-v. Amenazas de incursiones nazaríes sin determinar en A.M.M., Actas Capitulares (1407 marzo 19), fol. 235r y en Collantes de Terán Delorme, 1972, nº 238, pp. 197-198.

24 Sobre los intereses políticos y el prestigio que pretendían lograr los Fajardo con su ataque a Vera a finales de 1406 puede verse Martínez Carrillo, 1980, p. 217. Las aspiraciones murcianas en A.M.M., Cartulario Real 1391-1412, fol. 28v, publicado por Torres Fontes, 1973, nº VII, pp. 40-41. 25 Rojas Gabriel, 1994, pp. 39-40, fecha el asalto y ocupación de esta fortaleza en torno al mes de marzo de 1405, basándose en razones toponímicas, cronológicas y causas de índole militar. 26 Díez de Games, 1940, p. 290; García de Santa María, 1972, pp. 4 y 6. Incluso es la razón que esgrime el infante don Fernando ante los procuradores en Cortes, como pone de manifiesto García de Santa María, 1982. p. 70. 27 Barrientos, 1946, pp. 11-12; Pérez de Guzmán, 1953, Generaciones, Semblanzas, p. 699. 28 Suárez Bilbao, 1997, pp. 1430-1432. 29 Mitre Fernández, 1972, pp. 117-119.

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Enrique III fue considerado el promotor de una nueva fase bélica frente al reino de Granada, aunque él no tuviese ninguna participación30. Él tomó la decisión de iniciar las hostilidades31 pero quien se encargó de llevarlas a cabo fue su hermano, el infante don Fernando. De él parten las órdenes hacia los lugares fronterizos en los últimos momentos de vida de Enrique III, disponiendo el cometido que cada uno debía de desempeñar en adelante32.

1.2. Respaldos con los que se cuenta A finales de diciembre de 1406 todavía faltaban por concretar algunos apoyos de carácter interno y externo necesarios para iniciar una campaña contra el reino de Granada. A ello hay que añadir la situación de excepcionalidad política que vivió Castilla a la muerte de Enrique III, derivada en parte del cumplimiento de ciertas cláusulas de su testamento que, sin duda, retrasaron el inicio de las operaciones contra los musulmanes granadinos. Esos apoyos, o consentimientos, procedentes de diversos ámbitos, se prestaron por convicción o por interés, pero a veces forzados por los acontecimientos, a pesar de la opinión contraria, se hicieron tras reiteradas solicitudes o fueron escasos. De la Iglesia, además del apoyo económico33,

Monumento ecuestre al Infante Don Fernando, obra del escultor Jesús Gavira realizada en 2002. Antequera, Plaza del Coso Viejo.

contribuya de esa forma34, se esperaba sobre todo el ideológico. La Iglesia, por medio de sus obispos, justificará la campaña de 1407 en razón de los in-

aunque en algún momento se le reprocha que no

30 Carriazo y Arroquia, p. 26; Pérez de Guzmán, año 1, cap. XIX, p. 284; García de Santa María, 1982, p. 69. 31 En el epitafio del monarca se contiene que “MVRIO DIA DE NAVIDAD EN/ TOLEDO, YENDO A LA GVERRA DE LOS/ MOROS CON NOBLES DEL REINO”. González Dávila, 1638, p. 205. Torres Fontes, 1965-1966, p. 141, y Torres Fontes, 1999, p. 16, indica que las razones del monarca para llevar a cabo su ataque eran castigar a los musulmanes, poner de manifiesto la superioridad castellana y recuperar Ayamonte. 32 Torres Fontes, 1973, nº I, pp. 33-34. 33 Enrique III informaba el 22 de agosto de 1405 al obispo conquense, don Juan Cabeza de Vaca, que estaban a punto de acabarse las treguas con el rey de Granada, por lo que el monarca había solicitado de la Iglesia que contribuyese al mantenimiento

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de la guerra que se iba a iniciar con el pago de 1.000 lanzas, en vez de las 1.500 que tradicionalmente se le venían exigiendo. De estas 1.000 lanzas, a la Iglesia de Cuenca le correspondía pagar 36. El 14 de septiembre de ese mismo año, y tras haberse reunido el obispo con el cabildo catedralicio, el abad del cabildo de clérigos de Cuenca y los arciprestes y vicarios de la diócesis, se procedió al reparto del pago de los 55.000 maravedíes que costaría el mantenimiento de 36 lanceros, correspondiendo pagar al cabildo catedralicio 18.333 maravedíes y dos cornados. A(rchivo).H(istóri co).N(acional), Estado, leg. 3190, nº 2, fols. 30v-34r y nº 6, fols. 16r19r; B(iblioteca).N(acional), Mss. 13071, fols. 21r-24r y 13072, fols. 249v-253r, de donde lo toma Díaz Ibáñez, 2003, p. 442. 34 García de Santa María, 1982, pp. 14 y 15. Conocemos la reclamación de la Iglesia de Astorga ante la contribución que se había impuesto por el concejo de esa ciudad a Morales del Arcediano que era propiedad de la primera, para la campaña de 1410. Quintana Prieto, 1973, pp. 129-130.


cumplimientos de los granadinos, que además eran enemigos desde un punto de vista religioso35. La monarquía solicitó al papa las dos partes del tercio de fábrica para acabar con los ataques que asolaban sus territorios y convertir a los musulmanes a la fe católica36. Benedicto XIII accedió, impelido por las consecuencias de carácter político-religioso que podían afectar a su causa. Las denominadas tercias de fábrica37 se percibían a la muerte de Enrique III38, y los regentes solicitaron y obtuvieron del pontífice, en 1407, su concesión por tres años más39. La predicación de la Cruzada fue otra forma de apoyo ideológico y económico de la Iglesia a la empresa guerrera40, unida a las limosnas para la Cruzada dispuestas en los testamentos. Aunque, el aspecto más evidente de la colaboración eclesiástica fue la participación de algunos miembros del episcopado en las campañas granadinas, donde el más destacado, por su influencia ante el infante castellano y por los hechos de armas en que participó, fue don Sancho de Rojas, obispo de Palencia. El respaldo económico de las Cortes era determinante para iniciar cualquier campaña. Las Cortes

35 García de Santa María, 1982, p. 13. En la misma obra, pp. 73-76, se contiene la justificación que hizo don Sancho de Rojas de la guerra contra los musulmanes. 36 36 A(rchivo).D(ucal).C(asa).A(lba), nº 194, leg. 2, nº 47. 37 Una exposición sobre las tercias y su percepción durante los años de la minoría de Juan II la hace Nieto Soria,1993, pp. 318-319. 38 38 A(rchivo).V(aticano), Reg. Avin., vol. 328, fol. 16v, citado por Villarroel González, 2007, I, p. 144. 39 A.V., Reg. Avin., vol. 328, fols. 14r-15v, citado por Villarroel González, 2007, I, p. 144. Hay varias noticias de su percepción en Murcia en 1408. A.M.M., Actas Capitulares (1408 marzo 12), fol. 147v, donde Lope García de Toledo presenta ante el concejo una carta del rey en la que mandaba hacer el bizcocho de las tercias que él tenia en la ciudad. Y otro A.M.M., Actas Capitulares (1408 diciembre 20), fol. 128v, por el que el rey ordena que los terceros de la cebada de Murcia llevasen la cebada de las tercias a la ciudad de Cartagena.

Retrato del obispo de Palencia don Sancho de Rojas que participó junto al Infante en la campaña de Antequera. Tabla del retablo del Arzobispo. Museo Nacional del Prado.

40 Una definición sobre este ingreso, su cronología, evolución y cuantía puede verse en Ladero Quesada, 1973, pp. 227-233. Nieto Soria, 1993, pp. 322-323, destaca que la idea de cruzada estaba en decadencia desde un punto de vista ideológico, no así desde el financiero.

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alguna ocasión43, e incluso la propia doña Catalina, sin duda influida por su entorno, mostró a veces reticencias en satisfacer las peticiones que le hacía el infante en relación con las campañas militares44, por lo que la guerra también se puede entender como una lucha de poder entre los dos regentes45. En relación con los reinos cristianos peninsulares, sin duda, las relaciones con Portugal eran las que más problema presentaban. Con Portugal se estuvo negociando un acuerdo que culminó en el tratado de 1411, que para los castellanos estaba en relación con su enfrentamiento con Granada, como señala el rey a las ciudades de Burgos y de Murcia46 y

Detalle del sepulcro de la reina Catalina de Lancaster, viuda del rey Enrique III y regente de Castilla junto al Infante Don Fernando. Catedral de Toledo.

otorgaron más de doscientos dieciocho millones para la guerra contra el reino de Granada, entre finales de 1406 y 1411. Además, en un contexto de guerra, se revelaba como fundamental el dominio del Consejo Real, que estuvo controlado por Fernando a partir de 1408, pasando a ser un útil instrumento para su política. La alta nobleza, al menos formalmente, apoyó las pretensiones regias de atacar al reino de Granada cuando se convocaron Cortes y se trató este asunto41. Sin embargo, el entorno cortesano de la reina intentó por diversos medios demorar la partida del infante42, parte del Consejo también fue contrario en

como tuvo en consideración el Consejo47. A Navarra le inquietaba el desequilibrio político que se produciría en la Península Ibérica de tener éxito las campañas militares castellanas. Y con Aragón, aunque hay una mayor colaboración en todo lo que tenía que ver con la guerra de Granada, la participación de algunos de sus nobles tuvo carácter privado e individual, tanto en la primera48 como en la segunda campaña49. En el ámbito externo a la Península no debió de existir ninguna reticencia a que Castilla iniciase las hostilidades contra los granadinos. La alianza fran-

vincias. Pérez de Guzmán, 1953, año 1, cap. XVIII, p. 283; García de Santa María, 1982, pp. 85-87. 43 Refiriéndose a la intención del infante de hacer guerra a los granadinos en 1408 y la negativa del Consejo, véanse Pérez de Guzmán, 1953, año 2, cap. V, p. 306; García de Santa María, 1982, pp. 221-222. 44 Pérez de Guzmán, 1953, año 1, cap. III, p. 278 y cap. VII, p. 281; García de Santa María, 1982, pp. 353-354. 45 García de Santa María, 1982, pp. 236-237. 46 Esta misma razón es la que señala el rey de Francia, como se contiene en A(rchives).N(ationaux).P(aris), J. 604-77. Lat., perg, en Daumet, 1898, nº 55, pp. 220-222, y en Paz, 1934, p. 98. 47 R(eal).A(cademia).H(istoria), Col. Salazar y Castro, leg. 5, carp. 2, nº 1.

41 Pérez de Guzmán,1953, año 1, cap. IX, p. 281; García de Santa María, 1982, pp. 79-80. 42 Valga como ejemplo la división respecto al reparto de las pro-

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48 Martínez Carrillo, 1980, p. 219. Este es el caso de Pere Marrades como se ve en Pérez de Guzmán, 1953, año 1, cap. XXII, p. 286. 49 Hinojosa Montalvo, 1978, p. 100; Salicrú i Lluch, 1996, I, p. 79, vol. I, p. 79; Díaz Borrás, 1998, p. 236.


El emir granadino Yūsuf III, que recuperó el trono en 1408, intentó por medios diplomáticos y militares que el Infante Don Fernando no le arrebatara la estratégica plaza de Madīnat Antaqīra. Vista de la Alhambra de Granada.

co-castellana y la grave situación interna por la que pasaba ese reino, en los primeros años del siglo XV, hicieron que Francia no ofreciera ningún obstáculo a las pretensiones castellanas. Por su parte, Inglaterra y Castilla se habían acercado durante el reinado de Enrique III50. Al margen de estos apoyos, o no injerencias, Castilla se benefició de la situación interna en el emirato granadino, caracterizado por la inestabilidad en el trono. Muhammad VII que tenía retenido a su her-

50 El giro proinglés lo señala Suárez Fernández, 1950, p. 555.

mano Yūsuf III en la fortaleza de Salobreña51, pues le había arrebatado el trono de forma ilegítima52, murió envenenado, en mayo de 140853, accediendo al poder Yūsuf III.

51 Alcocer Martínez, 1941, p. 47; Castrillo Márquez, 1963, pp. 465467. Habría pasado en esta prisión casi la mitad de sus treinta y dos años de vida cuando llegó al poder en 1408, según Vidal Castro, 2000, p. 151. 52 Seco de Lucena Paredes, 1960, pp. 14-15. 53 Se mencionan las circunstancias de su muerte en B.N., Mss. 2507, fols. 119v-124v. García de Santa María, 1982, p. 242, para quien el monarca murió de muerte natural (la muerte de Muhammad VII envenenado en p. 270), señala como fecha del óbito el 11 de mayo, basándose en la carta que Yūsuf III remitió a Alfonso Fernández de Aguilar, señor de Alcalá la Real. El mismo día que recoge Jimena Jurado, p. 393. Por su parte Moral Molina, 1987, p. 84, cita como fecha de su muerte el 13 del mismo mes.

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En un Consejo celebrado en la ciudad de Córdoba, y tras amplio debate entre la nobleza castellana y el Infante Don Fernando, se decidió acometer el objetivo propuesto por este último. Vista de la Alcazaba de Antequera.

2. LA CAMPAÑA DE 1410 2.1. La elección del objetivo Aunque el objetivo de la campaña de 1407 fue ir sobre Ronda54, la crónica de García de Santa María recoge que se planteó también la posibilidad de ir sobre Antequera, y que existió una gran división en el Consejo derivada de los intereses de los nobles asentados en el ámbito fronterizo, pues cada uno de ellos pretendía que se hiciese en la zona donde tenía sus posesiones55. En 1410 la elección del lugar

54 Pérez de Guzmán, 1953, año 1, cap. XXXIV, p. 291; García de Santa María, 1982, pp. 131-132. Según Arié, 1973, p. 126, la caída de esta población habría desmantelado el sistema defensivo nazarí. 55 García de Santa María, 1982, pp. 131-132. En cualquier caso, ambas ciudades controlaban un amplio sector de la línea fronteriza del reino nazarí.

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se llevó a cabo en un consejo celebrado en Córdoba, en el que el infante, previa aprobación, acordó entrar por la parte que los musulmanes recibieran más daño y asediar alguna ciudad. Se plantearon tres posibilidades, cercar Baza, Gibraltar56 o Antequera, por la que se decidiría don Fernando, en teoría en razón de su proximidad, no sin antes haberse manifestado las ambiciones nobiliarias por cada una de ellas57. Sin embargo, las razones de índole estratégica serían fundamentales. Con las conquistas castellanas de la campaña de 1407 Antequera, una de las más

56 Sin duda, los castellanos debían tener noticia de las fortificaciones, bastimentos y pertrechos de esta plaza fuerte contra la que se había dirigido Alfonso XI a mediados de la centuria anterior. En un tono elogioso se refiere a ella el viajero musulmán Ibn Battuta en su Rihla, de quien lo toma Abellán Pérez, 20052, nº 116, pp. 145-149. 57 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. II, p. 316.


importantes plazas granadinas58, estaba más desprotegida. Antequera estuvo en el punto de mira de los castellanos desde el siglo XIII, en 1266 Alfonso X el Sabio prometía en un privilegio su concesión a la Orden de Santiago59. En el siglo XIV los castellanos hicieron tres intentos por tomarla, el primero don Juan Manuel en 1326, el segundo lo llevó a cabo Alfonso XI, y el tercero, impulsado por Pedro I, contó con ayuda del destronado rey Muhammad V de Granada60. En fechas más recientes, 1403, habría sido objetivo del infante don Fernando61 y el maestre de Santiago había realizado una correría sobre su entorno en 140762. En esta ocasión la estrategia del infante fue muy diferente a la de 1407, ahora el destino fijado fue el objetivo prioritario, beneficiándose de las conquistas anteriores, de una mejor preparación del ejército y de su mayor experiencia.

2.2. Número y componentes del ejército castellano El ejército castellano fue menor en la campaña de 1410 que en la de 1407, el infante había conocido la dificultad que comportaba la movilización y el manejo de una tropa tan numerosa, y el fraude que se había producido. Las necesidades que estimó para la nueva ofensiva eran más realistas, y estaban

58 Una descripción literaria de las riquezas de la villa la proporciona Ibn al-Jatib en el siglo XIV, recogida por Simonet, 1870 y publicada por López Estrada, 1964, pp. 19-20. Una breve descripción de su situación la ofrece Alijo Hidalgo, 1978, p. 279. 59 Requena, 1953, p. 90. 60 Martínez Iniesta, 2000, p. 383. 61 Salazar y Castro, 1696, I, Lib. V, cap. XII, p. 419, señala que en esta acción estuvo a punto de perder la vida el adelantado Gómez Manrique. Fernández, 1842, p. 73; Parejo Barranco, 1987, p. 43. 62 Así lo afirma Parejo Barranco, 1987, p. 43. Creemos que este autor se refiere a la correría efectuada por el maestre de Santiago por Cartama, Palmete, Zamarchente, el arrabal de Alora y Coín. Pérez de Guzmán, 1953, año 1, cap. XLV, p. 296; García de Santa María, 1982, p. 161.

Relieve procedente del sepulcro del Infante Don Fernando ‘El de Antequera’ en el monasterio de Poblet. París, Museo del Louvre.

basadas en su propia experiencia. En las deliberaciones que tuvieron lugar ante el Consejo del rey en 1408, el infante pidió 3.000 lanzas, a las que se unirían las que estaban en Andalucía y 20.000 hombres de a pie, de cuyo reparto correspondían 12.000 a Andalucía y 8.000 a Castilla63. Aunque, la solicitud final comprendía 6.000 lanzas, 2.000 caballeros y los 20.000 hombres de a pie, pero ahora el reparto era de 12.000 castellanos y de 8.000 andaluces64. ¿Fue una compensación por la mayor aportación andaluza a la defensa de la frontera desde la finalización de la campaña anterior? En cualquier caso, las cantidades que ofrecen los cronistas parecen desmesuradas en relación con las de la población asediada, Anteque-

63 García de Santa María, 1982, p. 219. 64 García de Santa María, 1982, pp. 264-265.

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gica que ocupaba y los posibles auxilios que pudiera recibir, era importante contar con una fuerza capaz de apoderarase rápidamente de la plaza. Componían el ejército castellano: las huestes reales, es decir, los “vasallos del rey”, generalmente pertenecientes a la alta y media nobleza del reino; las tropas de los nobles y de las órdenes militares; las milicias concejiles y las de los eclesiásticos.

2.3. Ofrecimientos de colaboración y ayuda exteriores Al margen de ello hubo ofrecimientos de colaboración y ayuda exteriores, de reinos y nobles extranjeros que responden a diversos motivos. En el caso de los primeros, las ayudas se propusieron con carácter oficial, como la de Portugal, que trata de ganarse la confianza del reino castellano. En el de los segundos, sobre todo, recibir la caballería y ganar las indulgencias predicadas por la Cruzada66, además de la honra y la gloria67.

Tabla, perteneciente al retablo del Arzobispo don Sancho de Rojas, que aparece arrodillado a la izquierda. El niño Jesús bendice al Infante Don Fernando ‘El de Antequera’, ya coronado como rey de Aragón. Museo Nacional del Prado.

ra, que contaba con algo más de dos mil quinientas personas65. Sin embargo, habida cuenta los medios de defensa y ataque existentes, la posición estraté-

Las ayudas prestadas a Castilla no fueron cuantitativamente importantes, hay que tener en cuenta sobre todo la distancia desde los lugares de origen de los caballeros hasta el escenario del combate. Por lo tanto, al margen de los gastos de armamento, personal, bestias, etc., que comportaba una campaña para el caballero, hay que sumarle los de un largo desplazamiento. Esto, sin duda, retrajo a muchos de acudir a combatir a la religión islámica. Sin embargo, otro tipo de razones que podemos denominar de carácter interno, en reinos como Francia, también se deben considerar a la hora de tener en cuenta que algunos nobles de ese origen se apartaran del compromiso que habían expresado. Aunque debemos tener

66 Ladero Quesada, 1993, p. 220. 65 Según Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XXXV, p. 331; García de Santa María, 1982, p. 390, dos mil quinientas veintiocho. Y dos mil ochocientas quince según Cascales, 19804, p. 248.

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67 Como señala Huizinga, 1994, p. 98, la aspiración a la gloria caballeresca y al honor está unida inseparablemente al culto a los héroes, siendo en gran media una vida de imitación.


La llamada Puerta del Agua es en realidad un arco que comunica la línea de muralla con una de las torres albarranas que aún se conservan del antiguo anillo de la Madīnat Antaqīra.

presente la postura oficial castellana, contraria, en principio, a la participación extranjera68. Entre los nobles del ámbito franco y francófono que tomaron parte en la campaña de Antequera encontramos a un caballero viejo francés, llamado Perin, encargado por el infante, junto al adelantado de Cazorla, Alfonso Tenorio, de inspeccionar Sierra Rá-

bita, para ver si convenía tomarla con el fin de asegurar el real y poder cercar a Antequera69. El almirante francés Luis de Culant70. Guillebert de Lannoy71 que estuvo presente en las dos campañas granadinas. Este caballero que tenía sus tierras en Flandes nos ha dejado un escrito en el que narra su experiencia

69 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. III, p. 317. 68 Así se expresó el embajador Fernán Pérez de Ayala ante el ofrecimiento de los nobles franceses en 1409. García de Santa María, 1972, p. 70. Aunque no manifiesta un sentir oficial también expresa el malestar castellano si se producía este hecho fray Diego de Valencia, 1966, I, nº 35, p. 84.

70 Fabié, 1882, p. 25. Ignoramos de dónde extrae el autor esta información. Debe tratarse del caballero que aparece citado como Lois de Colanque, que sabemos que estuvo en la corte de Valladolid en 1409, como indica García de Santa María, 1982, p. 271. 71 Caballero borgoñón según el artículo de Arié, 1977.

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sirviendo en el ejército del regente castellano durante las campañas de 1407 y de 141072. Durante el cerco a Antequera tomó parte en la correría que se hizo por Tierra de Ronda y en el asalto final a la ciudad sitiada, resultando herido en ambas acciones. Regresó a Sevilla con el infante y fue recompensado con “ung coursier et une mule” y le pagaron los dos caballos que le habían matado ante Ronda73. Y, aunque no consta que tomase parte en ningún hecho de armas, el segundogénito del conde de Foix, que habría llegado para que el infante le armase caballero, como a su hermano mayor74. Aunque la propuesta de ayuda portuguesa tiene un carácter que podemos denominar institucional y no llegó a materializarse, la presencia de caballeros portugueses, suponemos que a título individual, y también algunos que se habían desnaturalizado de su reino se constata en las campañas de 1407 y de 1410, como el conde Martín Vázquez de Acuña, presente en la toma de Sierra Rabita que coronaba Antequera75; Juan Hernández (o Fernández) Pacheco, que también estuvo presente en las dos campañas, y que en la de 1410 intervino en la misma acción de

72 Lannoy, 1840. No tenía ni veinticinco años al finalizar la guerra según Facundo Riaño, 1877, p. 291. 73 Lannoy, 1840, pp. 8 y 9. 74 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XIX, p. 328; García de Santa María, 1982, pp. 364-365. Los nombres de los hijos del conde de Foix eran Archambaud de Grailly (1398-1412), Jean y Mathieu, este tercero parece que no vino. Leroy, 1995, nota 11, p. 208. Según Rodríguez García, 1998, pp. 1-45, nota 71, el padre de estos caballeros era ahora un inglés, puesto que se había casado con una hija del conde de Foix. El hijo mayor retuvo el título francés, mientras que su hermano consiguió el título inglés de “Cab de Buchen”. En cualquier caso, prefiero incluirlos entre los caballeros franceses. 75 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. III, p. 318; García de Santa María, 1982, p. 297. Su participación en las campañas de 1407 y de 1410 también se señalan en R.A.H., Col. Salazar y Castro, C-6, fol. 20, y en Fernández de Bethencourt, 1900, p. 136. La crónica de García de Santa María introduce cierta confusión sobre su participación en la campaña de 1410 cuando refiriéndose al alarde que el infante estaba haciendo tras la conquista de Antequera dice: “E aquí al río de las Yeguas vino el conde don Martín Vázquez, que venía a la guerra, que traía sesenta lanças”, p. 397. Ignoramos a qué puede deberse.

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Retrato del Infante Don Fernando ‘el de Antequera’. Retablo del Arzobispo don Sancho de Rojas. Museo Nacional del Prado.


armas señalada76. Además, también había portugueses entre los que militaban en la hueste de algún noble castellano, como don Fadrique, que tenía entre sus filas a Martín Alonso de Sosa77. En la campaña de 1410, hubo nobles navarros a los que la paz que se vivía en su reino les obligó “a buscar las ocasiones de señalarse en la guerra”, por lo que estuvieron presentes en el cerco a Antequera, distinguiéndose en su toma78. La importancia que tuvo ésta en su momento, incluso posteriormente, hizo que muchos se atribuyeran su estancia allí o que se asignase el nacimiento en una población o zona navarra a algún combatiente. Ese parece ser el caso que recoge José Ramón Castro de los Annales del Reyno de Navarra, donde se señala que un vizcaíno, llamado Juancho en la crónica de Pérez de Guzmán, era en realidad de Miranda de Arga79. Como también la atribución de la naturaleza navarra de Rodrigo de Narváez, sobre lo que discrepan los anales navarros80 y la crónica del castellano Pérez de Guzmán81, que además proporciona una serie de datos sobre su ascendencia que corroboran la documentación y otras fuentes82.

76 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. III, p. 317. Sólo dando cuenta de su presencia en el cerco a Antequera en R.A.H., Col. Salazar y Castro, C-5, fol. 72v. 77 García de Santa María, 1982, p. 212. 78 Moret y Alesón, 1969, IV, Lib. XXXI, cap. V, apt. III, pp. 307-308. 79 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XXXI, p. 330; Castro y Castro, 1960, p. 359; Moret y Alesón, 1969, Lib. XXXI, cap. V, apt. III, p. 309. En la obra de Carvajal y Robles, 2000, p. 302, se le llama Juancho de Ugarte. 80 Moret y Alesón, 1969, Lib. XXXI, cap. V, apt. III, p. 308, se señala que era navarro, sin más explicación o datos. 81 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XXXV, pp. 330-331. 82 Como ocurre con su padre Fernando Ruiz de Narváez y su tío don Rodrigo de Narváez, obispo de Jaén, asentados en ese reino, o su pertenencia a la Casa del infante don Fernando, sobre lo cual la citada crónica, en el mismo capítulo y páginas, señala su condición de doncel, mientras que Arquellada, 1996, nº 10, p. 17, le hace camarero del infante.

Mausoleo de Rodrigo de Narváez, que intervino en la conquista de Antequera junto al Infante Don Fernando, el cual le nombró primer Alcaide de la Villa. Procede de la antigua mezquita-parroquia de San Salvador y hoy se conserva en la Real Colegiata de San Sebastián de Antequera.

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En el cerco a Antequera los dos ejércitos disponían de bombardas, los asediados parece ser que en gran número, quizá por ser una importante plaza fronteriza o porque se temía un ataque. Bombarda de comienzos del siglo XVI. Museo del Ejército de Toledo.

Durante las campañas de 1407 y de 1410 las noticias sobre combatientes procedentes de la Corona de Aragón son bastante escasas. Quien sí estuvo, al menos, en el cerco de Antequera con su compañía fue Ramon Apcier, vizconde de Calvisso. Así se lo recuerda al ya entonces rey de Aragón don Fernando: “Per so, senhor, mi e ma companhia, que d´antr`s vetz nós hi avem sservit tant en Granadia coma en lo sety d´Antiquera”83. Ignoramos si los dos topónimos del texto se refieren a su presencia en ambas campañas, es probable que con el primero se identifique la zona en la que tuvieron lugar las acciones en 1407, ya que el segundo, más concreto, se limita al objeto de la campaña de 1410. En esta última, según Roser Salicrú, también debió participar Guereau de Palou, hijo del consejero de Martín I del mismo nombre,

que había sido recomendado al infante castellano en abril de ese mismo año84.

2.4. El armamento empleado Las armas utilizadas por los ejércitos castellano y granadino a lo largo de las campañas podemos dividirlas en tres grupos: las de fuego o pirobalísticas, las neurobalísticas y las de ataque y defensa personales. En relación con las primeras conocemos que Murcia dispuso de pólvora para enviar al real sobre Antequera85, y que en Sevilla existió una infraestructura capaz de fabricar estas armas, ya que hay algunos especialistas, los maestres Johan86, Miguel87

84 Salicrú i Lluch, 1996, vol. I, p. 79. 85 A.M.M., Actas Capitulares (1410 noviembre 22), fol. 95r. 83 A(rchivo).C(orona).A(ragón), Cancillería, C.R., Fernando I, caja 9, nº 1046, publicado por Salicrú i Lluch, 1996, vol. II, apéndice documental, nº 15, p. 36.

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86 Villaplana, 1974, p. 446. 87 Villaplana, 1974, p. 459.


y Jacomín Rendeler88, al que los cronistas llaman Alemán, que tuvo como ayudante al fundidor de campanas sevillano Antón López89. Al margen de los pagos a los anteriores existen otros de metales para su fundición y productos para su posterior funcionamiento90. Por lo tanto, parece fuera de toda duda que en Sevilla se fabricaron91 y repararon92 varias bombardas, circunstancias que unidas a su cercanía a los lugares de operaciones convirtieron a esta ciudad en suministradora93. En el cerco a Antequera los dos ejércitos disponían de bombardas, los asediados parece ser que en gran número, entre el que se contaba una gruesa94, quizá por ser una importante plaza fronteriza o porque se temía un ataque95. Los castellanos, sin que sepamos en qué cuantía, es previsible que la aumentaran respecto a 1407. Como en esa ocasión, en 1410 emplearon la artillería desde el primer momento, centrándose sus efectos en la des-

88 Noticias dispersas de este personaje en Villaplana, 1974, pp. 471, 473, 486-487, 490 y 491. 89 Villaplana, 1974, pp. 478 y 486-487. 90 Villaplana, 1974, pp. 447-487. 91 “E otro sí de los marauedís que reçebistes por mi mandado en la dicha çibdat de Seuilla, para fazeer çiertas gonbardas e truenos e otros pertrechos de guerra e otras cosas, que conplían a mi seruiçio, el dicho año de mill e quatroçientos e ocho años”. Villaplana, 1974, p. 427. En el mismo documento, páginas adelante, en concreto en las 478-481, se especifica el coste de la fabricación de las piezas de artillería empleadas en 1410. Existe una pequeña variación entre estos datos que nosotros hemos extraído y los que basándose en la misma fuente proporcionan Rojas Gabriel, Pérez Castañera y García Fitz, 1996, p. 285. Pérez de Guzmán, 1953, año 1, cap. XXV, p. 288, no especifica su número, sí que el infante las preparase en Sevilla. 92 A(rchivo).M(unicipal).J(erez).F(rontera), Actas Capitulares (1410 marzo 18), fol. 43v, donde se da noticia de que se habían llevado varias bombardas quebradas que estaban en Zahara a Sevilla, creemos que para reparar. 93 Collantes de Terán Delorme, 1972, nº 44, p. 212. 94 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XI, p. 320; García de Santa María, 1982, p. 208. 95 Nos consta que otras poblaciones del ámbito fronterizo granadino como El Burgo tenían “truenos”. García de Santa María, 1982, p. 121. Al margen de ello, los granadinos tenían que disponer de una artillería considerable, pues durante el asedio a Alcaudete emplearon cuatro bombardas y muchos truenos. Pérez de Guzmán, 1953, año 2, cap. IV, p. 305.

Bolaños utilizados en 1410 en la toma de Antequera. Sala del Concejo de la Torre del Homenaje de la Alcazaba de Antequera.

trucción de partes de la muralla, que eran reparadas por la noche96, no siendo un problema la provisión de bolaños. La construcción de piezas de artillería será uno de los motivos que llevará a la monarquía a tratar de controlar los yacimientos de distintos metales indispensables en la fabricación de estas armas, como el cobre97, y a disponer de provisiones con las que preparar pólvora, como el salitre98.

96 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XXX, p. 329. 97 Noticia a Juan II del descubrimiento de varias minas en Colmenar Viejo, en Bustarviejo y en la Sierra de Ayllón en A(rchivo).G(eneral).S(imancas), Divs. de Castilla, mazo nº 46, publicado por González, 1832, II, pp. 1-3. 98 A(rchivo).M(unicipal).C(armona), Varios, siglo XV, I, regesto en González Jiménez, 1976, I, nº 181, p. 56 y nº 184, p. 57. El salitre representaba un 75 por ciento en la fabricación de la pólvora tal

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La neurobalística contó con un elevado número de máquinas que iban desde las grúas, las escalas, los arietes99, los mandrones (máquinas que servían para arrojar piedras), que realizaban una función similar a los trabucos100, los ingenios, hasta acabar en las bastidas. Los trabucos eran de varios tipos, los había de tracción, que eran los más rudimentarios, y de contrapesos fijos o móviles101. Los primeros tendrían un alcance de tiro de entre ochenta y cinco y ciento treinta y tres metros y los segundos de unos trescientos102. En 1410, el infante, después de tomada Antequera, mandó meter en ella un ingenio con el que batir el alcázar, las dieciséis piedras que lanzó en una noche y sus efectos sobre la población moverían a los musulmanes a llegar a un pacto103. En relación con las bastidas sabemos que en 1410 se construyeron unas nuevas en Sevilla104, que se emplearon con profusión, sobre todo, cuando se encontraron perso-

nas idóneas para su manejo105, por lo que fueron determinantes para la toma de la ciudad, pues el asalto final tuvo lugar desde una de ellas106. Los defensores también contaron con mandrones que, al menos, emplearon tras la entrada castellana en la ciudad107, y con alquitrán como combustible para prender fuego a las bastidas y escalas108. De nada hubieran servido las armas de fuego o los ingenios neurobalísticos si sus acciones no se hubieran completado con las que llevaron a cabo caballeros y hombres de a pie. La caballería pesada castellana tenía ventaja sobre la musulmana, más ligera, en el combate cuerpo a cuerpo. Esto lo reconocería Said al-Amin a Rodrigo de Vélez (o de Antequera) cuando le decía “que la gente del Reyno de Granada era menuda e mal armada, e habían de pelear con los Christianos que eran hombres de fierro”109, refiriéndose a la protección de este metal que llevaban.

como toma Vigón Suero-Díaz, 1947, I, nota 20, p. 61, de un manuscrito de la Biblioteca de El Escorial atribuido al marqués de Villena. Esta cantidad es ligeramente superior a la que proporciona Sáez Abad, 2007, p. 116, que basándose en especialistas actuales dice que el porcentaje ideal para obtener una pólvora de calidad es de 74,64 por ciento de salitre, 11,85 por ciento de azufre y 13,51 por ciento de carbón vegetal. 99 Las grúas, escalas y las torres de asedio son consideradas máquinas para la superación de las murallas por altura, mientras que los arietes eran máquinas de golpeo. Sáez Abad, 2007, pp. 49-52. 100 Cascales, 19804, p. 248. El empleo de esta arma y su hallazgo en excavaciones arqueológicas llevadas a cabo dentro de las obras de recuperación del conjunto defensivo de la Torre de Asalto lo señala San Millán Gallarín, 1997, p. 417.

105 Fueron 40 marineros al mando de un contramaestre de las atarazanas, los encargados de maniobrar con las bastidas y la escala. García de Santa María, 1982, p. 378. Martínez Valverde, 1977, p. 47. 106 Según García de Salazar, 1967, IV, lib. XX, p. 55, “E fue tomada la dicha villa de Antequera con una grua mucho más grande que pusieron”. 107 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XXX, p. 330.

101 Contamine, 1984, p. 130. Las piezas de artillería, antes de la introducción del cañón, podían dividirse en tres categorías, dependiendo de dónde extrajeran su potencial: tensión (o tracción en expresión de Contamine), torsión y contrapeso.

108 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XVII, p. 323.

102 Rojas Gabriel, 1979, pp. 40-41.

110 Sobre los distintos usos de la lanza por la infantería y la caballería véase Soler del Campo, 1993, pp. 46-54.

103 Cascales, 19804, p. 248. 104 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. IV y XI, pp. 318 y 320, respectivamente; García de Santa María, 1982, p. 299. Juan Gutiérrez de Torres, maestro de las alas de la obra de la grúa y de la escala. Villaplana, 1974, pp. 477, 482, 483, 484. No estamos de acuerdo con la afirmación de López Moreda, 2009, p. 169, que basándose en la edición antigua de la obra de Ortiz de Zúñiga, 1988, p. 287, e ignorando lo afirmado por los citados cronistas y documento de pago, niega que se fabricaran en Sevilla.

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Los caballeros musulmanes atacaban con espada, lanza larga y delgada110, siendo el venablo111

109 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XXIII, p. 325; García de Santa María, 1982, p. 338.

111 Seco de Lucena Paredes, 1971, p. 36. Es probable que existiera un comercio de armas, o al menos de alguno de sus componentes, entre el Norte de África y el reino de Granada, como se deduce del apresamiento de una nave procedente de Bugía en 1409, que llevaba entre tres y cuatro mil astas de lanzas con destino al puerto de Málaga. Hinojosa Montalvo, 1971, p. 117 y apéndice I, p. 123. En cuanto a la longitud de las lanzas Riquer, 1999, p. 247, las ha calculado en alrededor de tres metros, concretamente en 2,922 metros. Sobre la madera que se empleaba para las lanzas conocemos un


Torre albarrana de la Estrella en la Plaza del Carmen de Antequera. En este frente amurallado, en el que han desaparecido las barbacanas y el foso, se desarrollaron los hechos más destacados del asedio a la Madina.

(lanza corta y arrojadiza) su arma favorita, lo que no impide que encontremos caballeros granadinos con arco112. El protagonismo de estos caballeros fue reducido durante la contienda, tan sólo en la batalla campal que precedió a la toma de Antequera y en las

testimonio, de agosto de 1465, el que señala la entrega de diez costales de astas de madera de fresno para lanzas, por parte de un mercader vizcaíno. Ronquillo Rubio, 2004, p. 246. 112 García de Santa María, 1982, p. 358. El arquero montado es una de las innovaciones introducidas durante la Guerra de los Cien Años por el ejército inglés en el primer tercio del siglo XIV. Allmand, 1990, p. 94.

escaramuzas derivadas de las correrías de los castellanos por tierras granadinas. Las tropas de a pie tuvieron una gran importancia en los asedios, baste citar las labores de acondicionamiento y fortificación que llevaron a cabo113, o su importante participación en el asalto final114. Los peones iban mal armados y desprotegidos, lo que unido a su mayor exposición en las escaramuzas y

113 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XI, p. 320 y cap. XIII, p. 321; Valla, 2002, p. 104. 114 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XXXI, p. 330.

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combates provocaba en ellos numerosas bajas. Los lanceros tenían que ir armados con sus lanzas y dardos, “fojas”, cotas y bacinetes115, sirviéndose a veces de escudos116 y un “cochillo complido”117. Los ballesteros tenían que estar preparados con sus ballestas118, hojas, bacinetes, su carcaj con doce viratones y un cuchillo119. Tiraban con ballestas de diferentes tipos, como las de garrucha120 y torno121. Las ballestas fueron unas de las armas más decisivas y mortíferas en estos combates. Los musulmanes hicieron bastante uso de ellas durante el cerco a Antequera122 o en la defensa de Xébar123. Los suministros de material bélico abarcaron a los tres tipos de armas ya señaladas, es decir, las de fuego o pirobalísticas, las neurobalísticas y las de ataque y defensa personales. En el conjunto de las campañas granadinas Sevilla y Córdoba fueron los grandes centros proveedores, las dos bases logísticas más importantes124. Córdoba, por ejemplo, proporcionó ciertos pertrechos para la grúa con que se atacó a Antequera, que se llevaron por barco a Sevi-

115 A.M.M., Actas Capitulares (1410 abril 19), fol. 167v. 116 A.G.S., E.M.R, leg. 1. 117 Tenorio y Cerezo, 1907, p. 260. 118 En Castilla formaban parte del equipo básico de la infantería. Así se recoge de la obra de González González, 1980, pp. 228, en el libro de Soler del Campo, 1993, p. 73. 119 Tenorio y Cerezo, 1907, nº XI, p. 260. 120 García de Santa María, 1982, p. 376. 121 Ambas las cita Cascales, 19804, p. 247. 122 García de Santa María, 1982, p. 383. 123 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XXXVIII, p. 331; García de Santa María, 1982, p. 393. 124 García de Santa María, 1982, pp. 394-395. Sobre las importantes aportaciones de los concejos andaluces en abastecimiento y transporte ha llamado la atención González Jiménez, 1993, p. 654.

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lla125. En Sevilla se fabricaron126 y repararon127 varias bombardas, puesto que había especialistas capaces de realizarlas, y pagos de ciertos metales para su fundición y productos para su posterior funcionamiento128. En la campaña de 1410 una de las razones que se pone en boca del infante para atacar Antequera y no dirigirse hacía otras poblaciones consideradas posibles objetivos del ejército castellano fue que “estaba cerca, e porque los pertrechos que llevaba podian ligeramente ser allí llevados”129. Buena parte del material bélico, aunque no se especifica, lo debió de llevar el ejército en la retaguardia a lomos de acémilas o sobre carretas tiradas por bueyes130. Sin embargo, el infante, en previsión de una nueva campaña, tenía almacenado parte del material en distintas po-

125 Villaplana, 1974, p. 481. 126 “E otro sí de los marauedís que reçebistes por mi mandado en la dicha çibdat de Seuilla, para fazeer çiertas gonbardas e truenos e otros pertrechos de guerra e otras cosas, que conplían a mi seruiçio, el dicho año de mill e quatroçientos e ocho años”. Villaplana, 1974, p. 427. Pérez de Guzmán, 1953, año 1, cap. XXV, p. 288, no especifica su número, sí que el infante las preparase en Sevilla. 127 A.M.J.F., Actas Capitulares (1410 marzo 18), fol. 43v, donde se da noticia de que se habían llevado varias bombardas quebradas que estaban en Zahara a Sevilla, creemos que para reparar. Un testimonio más evidente es el que indica Villaplana, 1974, p. 478, donde se señala lo siguiente “distes e pagastes... en las obras e labores de los dichos pertrechos, así en la obra de la vna gonbarda que se fizo e se erró e se tornó a desfazer, como en la obra de las dos gonbardas e doze truenos”. 128 Villaplana, 1974, p. 478. 129 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. II, p. 316. 130 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. II, p. 317; García de Santa María, 1982, p. 295. Antes del inicio de la campaña hay constancia de solicitudes de bueyes y carretas a Écija, con fecha 3 de abril en el A(rchivo).M(unicipal).É(cija), Lib. 429, nº 60, publicado por Sanz Fuentes. 1976, vol. III, nº 424, pp. 1466-1467, de 6 del mismo mes en Lib. 427, nº 62, vol. III, nº 425, p. 1468. También a Sevilla en Collantes de Terán Delorme, 1972, nº 117-XV y 117-XXII, pp. 309 y 310, respectivamente. Hay que tener en cuenta las resistencias, directas o veladas, a proporcionar animales, como acémilas o bueyes, o medios de transporte como las carretas, y lo que el infante dispone para requisarlos, como se puede ver en A.M.É., Lib. 429, nº 60, publicado por Sanz Fuentes. 1976, vol. III, nº 424, pp. 1466-1467, y en A.M.J.F., Actas Capitulares (1410 abril 7), fol. 62r.


Torre Torcida de la cerca de Antequera. Se trata de una torre albarrana de planta semicircular cuyo arco de comunicación a la línea de muralla ha desaparecido.

blaciones andaluzas131, como Sevilla132 o Jerez de la Frontera. En esta última ciudad se habían depositado en 1407 cierto número de bueyes, carretas de pino,

131 Las Siete Partidas, 2004, II. Partd, tít. XXIII, ley. XXIV, disponía que los reyes tenían que tener ingenios, armas y herramientas en las villas que estuviesen en la frontera, para llevarlas cuando tuviese que cercar algún lugar o hacer mal de otra manera a sus enemigos. 132 Hay constancia de un mandamiento de Sevilla al mayordomo del concejo, con fecha 31 de agosto de 1408, para que diese a Juan Alfonso de Baena, vecino de la ciudad en la collación de Omnium Sanctorum, 600 maravedíes por el alquiler de unas casas suyas en las que estaban almacenados ciertos pertrechos de guerra que el infante envió. Collantes de Terán Delorme, 1972, nº 30, p. 262. Nieto Cumplido, 1982, 103, p. 39.

carros de haya, yugos, coyundas de cuero vacuno, melenas de cuero, serga y esparto, etc133. También había equipamiento militar134 y material bélico, del que no consta si fue fabricado expresamente135 o ya

133 A.M.J.F., Actas Capitulares (1410 abril 14), fol. 70r. 134 Al menos seiscientos escudos paveses. A.M.J.F., Actas Capitulares (1410 julio 6), fol. 98r y (1410 julio 8), fol. 99v y 100r. Gutiérrez 1989, nº 246, p. 261. El pavés era un escudo muy alto que podía proteger de los tiros del enemigo a un hombre puesto de pie. Tenía sobre todo la función de formar barreras frente al enemigo a base de combatientes situados muy cerca unos de otros, para que los ballesteros y arqueros pudiesen montar sin peligro sus armas, como indica Riquer, 1999, pp. 265-266. 135 Sabemos que durante las treguas don Fernando mandó fabri-

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había sido utilizado, lo que parece ser más normal, toda vez que en algún momento de este período se dieron ocho bueyes a Gonzalo Fernández de Paredes “para traer dela villa de Hasara aesta çibdat de Xeres los pertrechos dela guerra que y estavan”136. En Jerez había almacenadas lombardas o bombardas, y pólvora. La primera solicitud para que Jerez enviase pólvora lleva como fecha el 21 de mayo de 1410137, pocos días más tarde, el 2 de junio se le piden “las lonbardas que en esa dicha çibdat están con toda la madera e curennas con que an de tirar”, añadiendo la gran necesidad que se tenía de todo ello138. Como se ha señalado, en Sevilla se construyeron las bastidas para intentar escalar las torres de Antequera y romper parte de la muralla, los mil doscientos peones y las trescientas sesenta carretas139, necesarios para su traslado, pueden dar una idea de la importancia que se le concedía. También es significativo el tiempo empleado en su transporte, siete días desde Sevilla al real sobre Antequera que, al margen de las circunstancias en que se hiciera140, muestra bien a las claras las dificultades y la lentitud de los transportes. Esta fue, sin duda, la mayor operación logística de esta segunda campaña militar, al menos desde un punto de vista cuantitativo, por el número de hombres necesarios y por el peso de lo movilizado. Sin embargo, las exigencias derivadas de la resistencia, que prolongaban el asalto final, motivaron nuevas peticiones de materiales necesarios para reparar, construir o proteger a las máquinas141.

car bombardas, como señala García de Santa María, 1982, p. 298.

Las bastidas de madera, construidas en Sevilla, sirvieron para escalar las torres de Antequera y romper parte de la muralla. Detalle del cuadro ‘La toma de Antequera’ de Vicente Carducho. Museo del Ejército de Toledo.

Ambos ejércitos se incautaron de armas del bando contrario, si bien no se puede hablar de una desproporción técnica, sino más bien del afán de lucro personal, el despojarle de ello al enemigo para que no lo utilice a su favor, su empleo posterior, o como complemento del armamento personal. Quizá ayuden también a entender este fenómeno las carencias materiales de la sociedad bajomedieval142, y la

136 A.M.J.F., Actas Capitulares (1410 marzo 18), fol. 43v. 137 A.M.J.F., Actas Capitulares (1410 mayo 21), fol. 88r. 138 A.M.J.F., Actas Capitulares (1410 junio 5), fol. 89v. 139 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. IV, p. 318; García de Santa María, 1982, p. 299. 140 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. IV y XI, pp. 318 y 320, respectivamente; García de Santa María, 1982, p. 300, pone la fecha de salida. 141 Así ocurrió con las peticiones de cueros secos para proteger-

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las, madera para reparar las escalas, pinos para las bastidas. Pérez de Guzmán, 1953, año 4, caps. XIII, XVII, XXIV, pp. 322, 323, 327, respectivamente. 142 Un ejemplo, aunque sea de 1407, se produjo al abandonar los castellanos el cerco a Setenil y regresar después el condestable a recoger un poco de hierro. La respuesta del alcaide fue “que si lo avía por un poco de fierro, que él lo avía fecho tomar para ferraduras de los cavallos”. Díez de Games, 1940, p. 297.


inexistencia en los ejércitos de una reglamentación en lo tocante a armamento y a uniformidad. Ejemplo de ello tenemos a comienzos del asedio a Antequera, en concreto tras la batalla de la Boca del Asno, cuando los cristianos se hicieron con los despojos del real de los infantes granadinos143, y durante el sitio a Antequera en incursiones sobre tierras granadinas144, y malagueñas, estas últimas organizadas desde el real del infante, mientras se acababan los trabajos de preparación de las bastidas para el asalto final a Antequera145. Y en la entrega de la plaza, donde se exigió “que los Moros diesen el castillo al Infante, e dexasen ende todas las armas e bastimentos que tenian e los almadraques”146. Esa condición se mantuvo, pues tras la entrega el infante mandó a Antón Gómez, contador mayor del rey, que fuese al castillo e hiciese inventario de todas las cosas que en él estaban147. Y allí permanecerían si hacemos caso de las palabras que al respecto dejó escritas Francis Carter, viajero inglés del siglo XVIII148. Sin duda, la toma de Antequera supuso un incremento de las piezas de artillería para los castellanos, ya que sus habitantes

143 A.M.J.F., Actas Capitulares (1410 mayo 21), fol. 88r, que habla de cosas robadas de forma encubierta. “E fue robado la mayor parte del Real de los Moros, e aunque en él se hallaron muy grandes cosas, el Infante ninguna cosa quiso, salvo la honra de la victoria, e un caballo vayo muy bueno que se halló en una tienda de los Infantes”. Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. IX, p. 320. 144 Correría de Alfonso Fernández de Córdoba sobre Montefrío. “E los cristianos ovieron el despojo de los que fallaron en el campo muertos de los moros... E mobieron los cristianos con su cabalgada e con el despojo que ende ovieron, que fueron muchas adargas de anta, e fojas guarnidas de plata, e ropas de sirgo e de escarlata”. García de Santa María, 1982, p. 347.

disponían de un importante número de esas armas149 que, por lo que parece, debieron de quedar en ella para su defensa.

2.5. Las estrategias y tácticas empleadas Encuadramos dentro de los movimientos estratégicos todos aquellos que se realizan hasta el campo de batalla, como las marchas de aproximación, y dentro de los tácticos aquellos que tuvieron lugar en el campo de batalla, como las maniobras y el choque. Desde un punto de vista estratégico la marcha de aproximación del ejército castellano hasta Antequera, en 1410, responde a la regla de la “progresión físicamente concentrada”150. En efecto, el ejército castellano, debido a sus grandes dimensiones, pues estaba compuesto por varios miles de hombres de armas, jinetes y peones iba ordenado en “batallas”151, debía avanzar con bastante lentitud y tener una escasa movilidad. La decisión del infante de dividir las fuerzas con que contaba, no obedecía a la intención de aplastar las fuerzas del enemigo sino que iba más encaminada a paralizar sus acciones. ¿Hasta qué punto se pueden considerar esta decisión y otras que se produjeron entonces o a lo largo del asedio de Antequera, como las algaradas y correrías para robar víveres o destruir las fuentes de abastecimiento de los enemigos, o la táctica envolvente castellana durante la batalla de la Boca del Asno como fruto consciente de lo que se ha denominado “estrategia de aproxi-

145 “E ovieron mucho despojo, en que obieron sesenta y çinco cauallos, e muchas fojas e adargas e sillas e espadas, e aljubas de sirgo e de paño... Los cristianos se juntaron todos, e traxeron todos sus prisioneros e despojo al real, e partiéronlo entre sí estos caualleros”. García de Santa María, 1982, p. 386. 146 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XXXIV, p. 330.

149 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XI, p. 321.

147 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XXXVI, p. 331; García de Santa María, 1982, p. 391.

150 Estos términos técnicos están tomados de la obra de Hart, 1946, p. 215.

148 “En el castillo se conserva todavía una curiosa armería que perteneció a los moros y que dejaron tras sí cuando los cristianos se apoderaron de la ciudad”. Carter, 1981, p. 210.

151 Dos según Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. II, p. 317; García de Santa María, 1982, pp. 294-295. Tres según Fernández, 1842, pp. 87-88.

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Desde un punto de vista estratégico la marcha de aproximación del ejército castellano hasta Antequera, en 1410, responde a la regla de la “progresión físicamente concentrada”. En efecto, el ejército castellano, debido a sus grandes dimensiones, pues estaba compuesto por varios miles de hombres de armas, jinetes y peones iba ordenado en “batallas”, debía avanzar con bastante lentitud y tener una escasa movilidad. Lienzo del pintor italiano Vicente Carducho representando ‘La toma de Antequera’, perteneciente a la colección del Museo Nacional del Prado y expuesto en el Museo del Ejército de Toledo.

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La batalla campal a que indirectamente dio lugar esta decisión se debió a una serie de hechos fortuitos, como la escaramuza que se produjo entre peones y caballeros de ambos ejércitos154. La improvisación y la pobreza de recursos tácticos fueron algunas de sus características155. Como ha observado acertadamente Doncel la improvisación se debió, en gran medida, a que no se eligió ni el momento ni el lugar en que se iba a dar, limitándose a contener un ataque masivo lanzado por los musulmanes y a frecuentes actos heroicos e irreflexivos por ambas partes156. Ello no impide reconocer el papel desem-

Sala de las Armas de la Torre del Homenaje en la Alcazaba de Antequera.

mación indirecta”?152 Hay que tener en cuenta, entre otras razones, que lo que primaba entonces, como se puede ver en general durante el cerco, es la concentración de tropas y los ataques directos. Sin embargo, algunos de los elementos que se han apuntado son característicos de la estrategia de aproximación indirecta, en cuya gestación es posible que influyeran las enseñanzas militares que don Fernando hubiera adquirido de la Historia, pues se refiere en alguna ocasión a su bisabuelo, don Juan Manuel153, el tratadista militar castellano más importante de su época, la experiencia propia o la de nobles más curtidos en la guerra como el condestable Dávalos y otros que con él estaban. Interior de la Torre Blanca en la Alcazaba de Antequera. 152 Quien desarrolló este concepto fue el citado Hart, 1946. 153 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. III, p. 317; García de Santa María, 1982, p. 297. Véase al respecto el estudio que le dedica García Fitz, 1987 y 1989.

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154 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. VIII, p. 319; García de Santa María, 1982, p. 303. 155 Doncel Domínguez, 1997, p. 142. 156 Doncel Domínguez, 1997, pp. 142-143.


Puerta de Málaga en el recinto amurallado de la Madīnat Antaqīra. Su estructura se inspira claramente en la Puerta de la Justicia de la Alhambra de Granada, construida en 1348 durante el emirato de Yusuf I.

peñado por el obispo de Palencia, don Sancho de Rojas, que se nos muestra como una persona con unas grandes dotes organizativas, como revela su decisión de asignar cada puesto de combate de antemano, sagaz al prever las dificultades que se avecinaban e inclinarse a pedir ayuda al infante, y práctico, al disponer junto con los que le rodeaban una línea de defensa compacta, combinación de caballeros y peones y en la que tendrían bastante importancia los lanceros, y una formación de haces157, destinada a resistir el asalto de la caballería enemiga158. Y también que se aproveche de la ventaja geográfica que tenía

frente a la superioridad numérica de los granadinos, que basaron todo en la fuerza, sin quizá plantear un plan de ataque en el que se previera una reserva táctica. A pesar de todo, de los medios disponibles, de las tácticas empleadas, del espíritu de combate, la batalla campal se interpretó, antes159 y después160 de darse, como una especie de juicio de Dios, en el que el infante como uno de los “escogidos” contó con la

157 López Quero, 2001, pp. 262-263, la incluye entre las situaciones bélicas.

160 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. X, p. 320, es menos explícito García de Santa María, 1982, p. 308, quien señala lo siguiente “e plogo a Dios e a la Virgen Santa María su madre, e al señor San Juan, cuyo día es oy, que peleando con ellos que fueron vençidos e desbaratados”.

158 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. VIII, p. 319; García de Santa María, 1982, p. 305.

159 “E como el Infante tenia sus guardas e escuchas en el campo, supo deste ayuntamiento, e pensó que le vinían a dar la batalla, de que el Infante hubo muy gran placer, esperando en Dios de haber la victoria, e que habiéndola, la guerra del Reyno se acabaría más presto”. Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. V, p. 318.

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Tras finalizar la campaña militar de Antequera en 1410 se estableció una nueva tregua entre el emirato granadino y el reino de Castilla. Monumento en bronce del escultor Jesús Gavira, inaugurado el 24 de septiembre de 2010, situado ante la Torre del Asalto de la Plaza del Carmen de Antequera. Representa a los habitantes de la Madīnat Antaqīra que tuvieron que abandonar su tierra, marchando hacia Granada donde fundaron el barrio de la Antequeruela.

ayuda sobrenatural de la Virgen María, su abogada y protectora161. En el cerco a Antequera encontramos una primera fase que comprende desde la batalla campal hasta el primer intento fracasado de tomar la villa

en junio. Una segunda, que podemos denominar de espera, que incluye a las correrías que tienen lugar como consecuencia del fracaso anterior y que pretenden distintos fines, como la ocupación de las tropas, la inspección del terreno con vistas a una posible y futura campaña, proporcionar víveres al real, causar malestar y temor entre los granadinos derribando sus estructuras defensivas y económicas para retrasar su reconstrucción el mayor tiempo posible, o incluso que pudiesen acercarse e impedir las operaciones castellanas. Y la fase final que comienza con la negativa castellana a la iniciativa diplomática granadina para lograr su abandono del cerco a Antequera, y que prosigue con el asalto final a la villa y después a la fortaleza, hasta la toma del cinturón de castillos que le servían de defensa162. Cascales más que hablar de fases hace una relación de los diferentes recursos empleados por don Fernando en el asedio: el cerco, el combate con la artillería, la erección de las tapias, las minas, el control del agua, la utilización de la neurobalística y, en último término, el empleo de las escalas163. Siguiendo a este autor, y sin duda empleando los relatos de los cronistas, Torres Fontes ha precisado el momento de establecimiento o la perduración de algunos de ellos. El establecimiento del real durante el mes de mayo, el combate con ingenios y lombardas164 durante el mes de junio y la construcción de una cerca de tapiales en el mes de agosto165. Y, añadimos nosotros, el recurso a la neurobalística durante el mes de septiembre.

162 Así pues en 1410 encontramos distintas tácticas de guerra: la batalla campal, la guerra “guerreada”, “guerriada” o de “passada”, y el cerco. Tácticas que se habían desarrollado en siglos anteriores como se puede ver, por ejemplo, en García Fitz, 1989, p. 278. López Moreda, 2009, pp. 155-179, basándose en la obra de Lorenzo Valla sobre don Fernando, distingue dos grandes fases. Una primera, que subdivide en dos y que nombra como fase ejecutiva y de asalto; y una segunda que es propiamente la toma de Antequera, en la que diferencia dos asaltos separados por una tregua. 163 Cascales, 19804, p. 248.

161 Carriazo y Arroquia, 1951, p. 26. Cancionero. 1966. vol. I, nº 4, pp. 24-25. La condición de abogada de la Virgen la destaca Mackay, 1987, p. 950.

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164 No parece probable su actuación conjunta, lo más normal es que se hiciera de manera simultánea. 165 Torres Fontes, 1972, p. 67; y en 1999, p. 143.


Torre Blanca vista desde la Torre del Homenaje en la Alcazaba de Antequera.

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Por su parte, los granadinos intentan métodos diferentes, siempre en función de las acciones del ejército castellano. En 1410 llevan a cabo una serie de entradas en el ámbito fronterizo, como la que emprenden por la zona de Alcalá la Real e intentan sabotear el real, después de su fracaso diplomático para levantar el cerco a Antequera. Sus ataques fueron de escasa envergadura y muestran su incapacidad para recomponer un ejército diezmado en la Boca del Asno, careciendo de iniciativa en lo sucesivo.

2.6. La acción diplomática La tregua establecida en 1410 se acordó al finalizar la campaña militar. Durante el cerco a Antequera la negociación se reveló imposible, a pesar de que los granadinos intentaron una doble ofensiva diplomática. La primera se produjo tras su desastre en la batalla de la Boca del Asno, momento en que trataron de acercarse a través del alcaide de Alcalá la Real, Alfonso Fernández de Aguilar, que sirvió de transmisor de sus deseos, por lo que los castellanos enviaron a un mensajero ante la corte de Granada166. Y la segunda, y más importante, tuvo lugar después del intento fallido de los castellanos por conquistar Antequera a finales de junio, cuando prácticamente el asedio estaba paralizado a la espera de la llegada de los materiales para construir las máquinas capaces de rendirla167. El escenario de la negociación final no fue el real sobre Antequera sino los alrededores y la ciudad de Sevilla donde residió el infante tras la campaña. Los motivos que llevan a uno y otro reino a acordar la suspensión de hostilidades eran muy distintos. Para Granada, que es quien lo solicita, era importante para solucionar la rebelión de Gibraltar, que se había levantado a favor de los benimerines, ya que los nazaríes hasta entonces parece que mantuvieron una posición que

166 Carriazo y Arroquia, 1948, p. 90; García de Santa María, 1982, pp. 310-310. 167 Torres Fontes, 1972 p. 64; y en 1999, p. 140.

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podemos calificar de ambigua168. Los castellanos, por su parte, habrían firmado por razones de carácter económico, moral y estratégico169, sin olvidar las personales que pudiera tener el infante170. Se iniciaba una nueva fase, de aproximadamente dos décadas, en la que los asuntos granadinos no tuvieron un papel tan relevante en la política castellana, quedando relegados a la ratificación de las treguas, hasta que de nuevo un hombre ambicioso los trate de utilizar en su beneficio, como había ocurrido con don Fernando de Antequera.

168 Según García de Santa María, 1982, pp. 410-411, la rebelión fue simultánea a la llegada del infante a Sevilla. Lafuente Alcántara, 1992, pp. 78-79, y para Torres Fontes, 1973, pp. 53-54, fue el motivo que les llevó a firmarlas. 169 Para García de Santa María, 1982, p. 407, las razones eran la falta de dinero para proseguir, los perjuicios que las gentes habían recibido en sus haciendas y en sus bestias, por la carestía de cereal y de otros productos, por excusarse en poner fronteros y los gastos que ello conllevaba, así como por ser una paz honrosa para el rey, por la posibilidad de liberar a los cautivos cristianos y para hacer los preparativos para una nueva guerra. 170 Nos referimos a sus aspiraciones al trono de Aragón que debieron de pesar bastante. Juan Torres Fontes, 1965-1966, p. 147, y en 1999, p. 22; y Salicrú i Lluch, 1998, p. 32, consideran que esta fue la causa por la que las treguas se extendieron hasta los diecisiete meses.


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DE LA FRONTERA A TRENTO: LOS PRIMEROS TIEMPOS DE LA ANTEQUERA CASTELLANA (1410-1550)

Antonio Parejo Barranco Universidad de Málaga.

Página anterior: Monumento ecuestre a Fernando I ‘El de Antequera’, Infante de Castilla y Rey de Aragón. Antequera, Plaza del Coso Viejo.

De las varias transiciones que han punteado la historia europea a lo largo del último milenio una de las más trascendentales ocurrió entre mediados del siglo XV y mediados del XVI. El humanismo sacudió entonces las fronteras interiores, haciendo un hueco, junto a la fe, la razón, la experimentación y el conocimiento. Los descubrimientos ultramarinos hicieron lo propio con las fronteras exteriores, auspiciando la primera globalización. La creatividad humana produciría en aquellas décadas algunas de las obras más bellas jamás salidas de las manos de un artista (de La Gioconda de Leonardo al David de Miguel Ángel), pero también innovaciones tecnológicas decisivas (de la brújula a la imprenta) y aportaciones teóricas que definitivamente marcarían distancias con el medievo (El Príncipe de Maquiavelo, la edición del Nuevo Testamento de Erasmo o las noventa y cinco Tesis de Lutero). Por último, el fortalecimiento del Estado (las monarquías absolutas) y la rápida penetración del capitalismo como modelo económico (el mercado, en última instancia) terminaron de conformar las características fundamentales de una época de grandes cambios y esperanzas aunque también, a la postre, de no pocas frustraciones. Porque la reacción, materializada con la contrarreforma católica,

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za muy distinta y una presencia tan directa —a pesar de la lejanía— que condicionaría toda su trayectoria posterior.

Detalle del cuadro de Vicente Carducho que representa La Toma de Antequera. Museo del Ejército de Toledo.

marcaría la distancia frente a todo aquello que consideraba ajeno y peligroso para una concepción del mundo que no contemplaba el individualismo ni la búsqueda de paradigmas complementarios al derecho natural. Porque los nuevos Estados, convertidos algunos de ellos con rapidez en Imperios ultramarinos, elevaron el término de unos enfrentamientos en los que comenzaban a entreverarse disputas territoriales, ideológicas y económicas. España no sólo compartió las características anteriores sino que las ofreció en términos aún más extremos. Su particular historia medieval (un territorio compartido entre dos mundos muy distintos: el Islam y el Cristianismo) finalizó bruscamente, a comienzos de 1492. Sus relaciones con otros continentes fueron tan tempranas como las portuguesas (éstas con las Indias Orientales; las españolas con las Occidentales, precisamente en el mismo año en el que Colón ponía el pendón de Castilla en tierras americanas), aunque adquirieron, frente a las lusas, una naturale-

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La microhistoria que nos preocupa en este capítulo debe insertarse en el contexto social y cultural que acaba de resumirse. Como el resto de las tierras de Andalucía Occidental, la transición del medievo a la modernidad estuvo condicionada en la comarca de Antequera por las pautas con las que terminó incorporándose a la Corona de Castilla. En su caso, en una fecha intermedia: lejana de las de los reinos de Sevilla, Córdoba y Jaén (a mediados del siglo XIII) aunque adelantada al de Granada. Así, cuando en 1410 el Infante don Fernando reactivó la guerra contra Granada, la frontera llevaba casi cien años estancada en el norte y el noroeste (Estepa y Lucena habían pasado a manos cristianas tras las campañas de Fernando III el Santo en 1240-1241), más de medio siglo en el noreste (Alcalá la Real cayó en 1341) y desde finales de esa centuria en el suroeste (Teba fue conquistada por Alfonso XI en 1389). Pero de nuevo tendrían que pasar otros cincuenta años para que el límite fronterizo se alejase más de veinte kilómetros de las murallas de Antequera (tras la toma de Archidona en 1462) y treinta más para que, con la rendición de Granada, se iniciase definitivamente la historia castellana de la ciudad. Esta particular cronología explica que los primeros tiempos de historia castellana de la ciudad se repartan entre dos etapas muy distintas: los años de frontera (de 1410 a 1492), a los que siguió una larga fase (no menos de otras cinco décadas) de conformación y consolidación de un nuevo modelo urbano, ahora sí fundamentalmente civil. Un proceso que en última instancia puede darse por concluido a mediados del siglo XVI, cuando coincidieron varios factores que avanzan lo que décadas más tarde sería la ciudad conventual y barroca: en unos casos de carácter local, aspectos tan diversos como la conclusión de las obras de la Colegiata de Santa María


lector familiarizado con la historiografía local habrá reparado en su similitud con el título de un pequeño libro de 1962 escrito por Fermín Requena, en el que estudiaba la historia de la familia Narváez en el siglo XV. Aunque distinto y distante en el tiempo y en su concepción, me gustaría que el texto que sigue se entendiera como un homenaje a los eruditos antequeranos del siglo XX (junto al citado, José María Fernández, José Muñoz Burgos, José Ruiz Ortega o Rafael Artacho), quienes, con no demasiado rigor científico pero con una dedicación encomiable, nos brindaron, en sus publicaciones y trabajos inéditos, las primeras lecturas sobre la historia de la ciudad a las que aquellos miembros de mi generación tuvimos acceso, en las que comenzamos a conocer y entender el pasado antequerano. El referente político antequerano a nivel nacional en el periodo que tratamos en estas páginas se extiende desde el Infante de Castilla y rey de Aragón, Fernando de Antequera (1379-1416), al emperador Carlos (1500-1558). Aquél se muestra según la versión decimonónica del pintor Manuel Aguirre Monsalve (1851/54). Éste, joven, junto a su familia alemana, en un lienzo pintado en el primer cuarto del siglo XVI.

y la publicación de los nuevos Estatutos que regían su Cabildo o la canalización de agua potable procedente de la Magdalena; en otros, acontecimientos de trascendencia nacional o internacional pero con consecuencias locales, efemérides señaladas en el calendario tales como el inicio de las sesiones del Concilio de Trento (1545) o la muerte del emperador Carlos (1556); junto a otras de cronología más difusa que en última instancia contribuyeron a consolidar la ocupación simbólica de la ciudad tanto por parte de la Iglesia de Roma como en el caso de las élites locales, quienes además sancionaron entonces el control político y económico que, respectivamente, ejercían sobre el consistorio y el término municipal. Apuntaré para finalizar estas líneas introductorias una alusión al título que encabeza el capítulo. El

1. UNA CIUDAD PARA LA GUERRA: LOS AÑOS DE FRONTERA (1410-1492) …creemos que sabe los grandes males que esta çibdad ha padecido de poco tiempo acá y cada día padecen de los moros enemigos de la santa fe católica, la cual y los que en ella viven no solamente han padecido muertes de sus personas… irreparables males, muertes de padres e hijos, captivos, quemas y talas de nuestras heredades y sostenimiento… siendo cada día requeridos de los dichos moros en tanto grado que por nuestros pecados de las puertas de la ciudad no salimos, guardándola y velándola de noche y de día, padeciendo hambre y otras muchas angustias… Carta del Concejo de Antequera al arzobispo de Sevilla Juan de Cervantes, 5 de septiembre del año 1449 En 1441 Antequera tornó su condición de villa por la de ciudad. Habían pasado más de treinta años desde que el Infante dejara el pendón castellano en

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Georg Hoefnagel visitó Antequera en 1564. El resultado gráfico de aquel viaje, recogido en el Civitates Orbis Terrrarum (imagen superior), se convertiría en la representación más conocida de la ciudad fuera de España (debajo, varias copias de los siglos XVII y XVIII).

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lo más alto de la antigua alcazaba nazarí, pero apenas se habían producido otros cambios que los relativos al funcionamiento diario de un puesto militar que continuaba siendo de frontera —ahora, eso sí, en manos castellanas—, y que como tal debía hacer frente a las exigencias propias de una situación de constante inestabilidad. Desde tal perspectiva debe contemplarse la citada distinción real, de la que por supuesto no fue la única beneficiada: sólo una más de las numerosas poblaciones castellanas (más de cien) que durante el reinado de Juan II recibieron tal título1, que como el resto de las concesiones reales de la época deben entenderse como parte de un proyecto político que precisaba el apoyo de las oligarquías urbanas. No obstante, en el caso antequerano son necesarias un par de precisiones al respecto. De un lado, es necesario señalar que el privilegio debe entenderse en el contexto de los favores recibidos por el principal hombre de confianza del rey, el entonces condestable de Castilla Álvaro de Luna, quien a su vez tenía como uno de sus destacados protegidos a Fernando de Narváez, el alcaide de la fortaleza antequerana2. En segundo lugar, y más importante que el anterior, que ésa y las demás distinciones recibidas se dirigieron a consolidar un avecindamiento cada vez más complicado de mantener: tanto por el rosario de enfrentamientos que convirtieron en especialmente insegura una línea fronteriza situada casi a las puertas de la fortaleza antequerana hasta 1462 (una situación de la que da cumplida cuenta el texto que encabeza este epígrafe), como por las dificultades de la Corona y la resistencia de los concejos vecinos —especialmente el de Sevilla— para satisfacer las

1 Sobre el reinado de Juan II, donde además se recoge la bibliografía disponible sobre la historia político-militar castellana de la primera mitad del siglo XV, véase Porras Arboledas, 1995, y la puesta al día bibliográfica realizada por Cañas Gálvez 2007. 2 Según se recogía en la crónica del Condestable, …el qual este virtuoso Maestre crió desde niño en su cámara, e le dio estos oficios. Citado por Rojas Gabriel, 1995, p. 76.

El condestable de Castilla, Álvaro de Luna, fue el principal apoyo que Juan II encontró en la alta nobleza castellana.

cantidades fijadas en materia salarial y alimenticia (entre ambas más de 600.000 maravedíes anuales) con las que se pretendía asegurar la defensa de la posición3.

3 En 1470 por ejemplo, el concejo denunciaba que hacía más de ocho años que no llegaban ni las pagas de la corona para los soldados, ni el suministro de alimentos procedente del concejo sevillano. Una situación que Fernando de Narváez intentó solucionar reteniendo el diezmo perteneciente al arzobispado hispalense. La corona, por su parte, trasladaba su compromiso a Sevilla, a cuyo cabildo obligó a contribuir con 295.000 maravedíes para el sostenimiento de la fortaleza antequerana. Al parecer, la situación llegó a tal extremo que estos últimos vecinos “comenzaron a robar a los viajeros y mercaderes cristianos que transitaban por las inmediaciones”. Rojas Gabriel, 1995, pp. 356-357.

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Recrecida y consolidada durante los siglos XIII y XIV, cuando la fortaleza nazarí fue ocupada por los nuevos repobladores cristianos su tenencia recayó en la familia Narváez, hasta que en 1472 Enrique IV la entregó a los Fernández de Córdoba.

Era, de nuevo, una expresión más de las varias que coincidieron en aquella convulsa centuria, en la que, según la afortunada expresión de McKay, no solamente existieron fronteras físicas sino también mentales4. Fronteras aprovechadas por la Corona para consolidar el poder central frente a la nobleza y las oligarquías urbanas emergentes, y por éstas para extender su red clientelar y garantizar así un control municipal convertido con rapidez en fuente segura de rentas e ingresos, una suerte de feudalismo urbano sancionador de linajes y prestigio social. Pero asimismo, unas fronteras utilizadas como parte de una estrategia más amplia destinada a intentar diluir los profundos enfrentamientos internos —los bandos alcanzaban a la propia casa de los Trastámara, desde donde se trasladaban a las grandes casas nobiliarias y a las familias menores— frente a un enemigo co-

4 MacKay, 1990.

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mún5. En última instancia la misma estrategia utilizada por el Infante don Fernando en su campaña de Antequera de 1410: recuperar el mito de cruzada para nuestra Tierra Santa particular; liberar la Jerusalén peninsular (por supuesto Granada) del “yugo sarraceno”6. Lo de menos era que a esas alturas el nazarí fuera ya un reino vasallo, desangrado por luchas internas no menos profundas que las castellanas, e incapaz de defender un territorio ante ejércitos mejor pertrechados7.

5 Sobre el reinado de Enrique IV y los múltiples conflictos nobiliarios, véase Ohara, 2004. 6 La recuperación del mito de cruzada por el Infante se analiza críticamente en González Sánchez, 2010. 7 Entre otras causas, porque estaban dotados del arma más eficaz para derrotar posiciones fijas: la artillería. Las cuestiones militares de la larga contienda secular se estudian en Ladero Quesada, 2001 y 2002.


En definitiva, la concesión del título de ciudad debe entenderse simplemente como un nuevo blasón a añadir a las exenciones fiscales con las que, casi inmediatamente después de su incorporación a la Corona de Castilla, el propio monarca había comenzado a conceder a la ciudad, buscando similar propósito al común a todos los enclaves de frontera: fijar a los nuevos pobladores, garantizar el compromiso de los señores en la defensa del territorio. Tampoco fue la última de las distinciones: dos años más tarde le serían confirmadas todas las otorgadas hasta ese momento, incluidas las fiscales (la exención en el pago de alcabalas y otros impuestos indirectos)8 y la imposibilidad de enajenación del término (en sentido estricto, la pérdida de su condición realenga); mientras que desde 1448 se añadirían algunas más (entre ellas el privilegio de homicianos) y se sancionarían repetidamente todas los anteriores9. Sin embargo, los resultados nunca fueron los esperados, al menos durante los años en los que no estuvo en vigor ninguna tregua, y especialmente hasta que tras la caída de Archidona la frontera se trasladó a las tierras de Loja, donde permanecería entre 1462 y 1486. De tal forma, durante casi su primer siglo de historia castellana, Antequera apenas fue sólo poco más que un puesto militar, una guarnición avanzada al oeste del emirato nazarí, en la que malvivían un puñado de caballeros, lanceros y ballesteros —nunca más de un centenar— que, como se escribió más arriba, tenían que ser habitualmente abastecidos desde Sevilla u otras ciudades de los tres reinos andaluces, y a los que acompañaban las personas y personajes que solían conformar la intendencia en aquellos tiempos (clérigos, mujeres —propias o exclusivamente para el trato carnal—, y sobre todo los oficios capaces de asegurar el sostenimiento de las

8 El privilegio de exención de alcabala originaría un larguísimo pleito con la Corona. Parejo Barranco, 1981. 9 Un resumen de todas estas disposiciones en Alijo Hidalgo, 1983.

tropas y sus familias): más numerosos en años de calma, cuando se intensificaban los contactos con los vecinos musulmanes, y escasos hasta bordear el abandono de la posición, cuando la guerra declarada —las “cabalgadas” o “razzias” podían producirse en tiempos de tregua— convertían las tierras de Antequera en un lugar muy peligroso para vivir10. Lo anterior resultó especialmente cierto entre 1432 y 1439, de 1446 a 1469, y de nuevo a partir de la segunda mitad de los años setenta, periodo este último en el que las intermitentes treguas apenas alcanzaron varios meses de duración y en el que la ciudad estuvo a punto de ser abandonada por su guarnición11. En esos años se concentraron la mayoría de los episodios de frontera (de enfrentamientos armados, en definitiva), que tanto el romancero como las crónicas y los testimonios que han llegado hasta nosotros se encargarían de elevar a la categoría de situación habitual12, y con ellos los esfuerzos de la Corona por consolidar la ocupación de una plaza dotada, para Castilla, de un elevadísimo valor estratégico (no sólo era la puerta natural de entrada a Granada, también permitía establecer el pasillo necesario para alcanzar Málaga). De ahí que fuesen frecuentes cédulas como las que sigue, firmada por la reina Isabel en 1477: …A los conçejos de Sevilla, Córdoba y Eçija e la villa de Carmona… como el rey de moros el regno de Granada… en el mes de mayo que agora pasó del presente anno vinieron a la çibdad de Antequera para la tomar… a lo qual nuestro señor nos le quiso dar… e como los

10 Téngase en cuenta que uno de los episodios bélicos de mayor repercusión literaria en la Antequera del siglo XV (la batalla de la Matanza o del Chaparral, 1424) ocurrió precisamente durante uno de estos periodos de tregua. López Estrada, 1998. González Jiménez 1993. 11 Alijo Hidalgo, 1976. 12 Sobre el romancero y los hechos de guerra, véase López Estrada, 1998 y Martínez Iniesta, 2003.

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En 1441 Juan II otorg贸 a Antequera el t铆tulo de ciudad. En la imagen, un fragmento del documento real que se custodia en el Archivo Hist贸rico Municipal de Antequera.

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tiempo de frontera fue tan largo que hubo lugar para que se produjesen momentos especialmente críticos14.

Entre 1410 y 1462 la frontera entre los reinos de Castilla y Granada se situó en la angostura de la Peña. Años de treguas y de enfrentamientos abiertos entre musulmanes y cristianos se sucedieron en una de las etapas más convulsas de la historia de la ciudad.

A esas alturas, los frentes abiertos eran tan diversos como escasas las dotaciones para hacer frente a los compromisos de refuerzo y aún mantenimiento de las posiciones fronterizas, de ahí que lo único que consiguió la ciudad en las dos décadas anteriores a la última guerra de Granada fue no quedar desguarnecida, pero poco más. Como se ha podido constatar gracias a las excavaciones arqueológicas realizadas en el interior de la fortaleza15 o a los fragmentarios datos documentales disponibles, hasta 1492 la población antequerana se estabilizó en una horquilla situada entre los 50 y los 200 vecinos para todo el siglo XV, lo que en el mejor de los casos

questava en la dicha çibdad de Antequera pusieron en peligro sus personas por las defender… les fue fecha grande tala en las vinnas e panes e huertas… e quemaron e derrocaron muchas casas… por cabsa de lo qual dicha çibdad se despuebla e no está acá a buena guarda e recaudo como cumple a servicio de Dios…13 Una situación habitual cuando la presión castellana sobre Granada se fue incrementando —lo que ocurrió desde comienzos del cuatrocientos ochenta—, lo que llevó a que el propio Concejo denunciase repetidamente la situación de inseguridad en la que vivían sus habitantes, encerrados en una fortaleza escasamente guardada y situada apenas a siete kilómetros de la línea de frontera (recuérdese de nuevo el texto que encabezaba este epígrafe). Aunque en ocasiones se tratase de una estrategia dirigida a asegurarse el suministro regular de cereales, salarios y las rentas aplicadas a la tenencia (necesarios para mantener al menos la posición), lo cierto es que el

La batalla de la Boca del Asno sería uno de los acontecimientos decisivos de los años de frontera. Más tarde, el paso se convertiría en la línea natural entre las tierras antequeranas y malagueñas, aunque el puerto seco (donde se cobraban los tributos sobre el tránsito de mercancías y se establecían controles sobre el tránsito de viajeros) se estableció en el puerto de la Escaleruela.

14 Todos estos textos se recogen en el artículo citado en la nota anterior. 13 Alijo Hidalgo, 1997.

15 Romero Pérez, 2002.

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En la década anterior a la toma de Granada por los Reyes Católicos, cuando Antequera se había convertido en el campamento base del ejército castellano, fueron frecuentes las “cabalgadas” tanto de cristianos como de musulmanes. En una de esas incursiones (Lucena, 1483), Boabdil el Chico fue hecho prisionero por el antequerano Alonso de Conejo, quien desde entonces incorporó la hazaña a su blasón familiar.

supondría una cantidad alejada de las 700 familias que en septiembre de 1410 abandonaron la Antaqira nazarí en dirección a Granada, o de los 620 soldados que el Infante dejó inicialmente para su defensa16. Pero también, en segundo término, conviene analizar lo ocurrido durante los años de frontera des-

16 Martínez Valverde, 1977.

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de una posición crítica, y en cualquier caso despojada de cualquier tipo de connotación que no sea la regida por el rigor histórico. En otras palabras, resulta legítimo conmemorar los acontecimientos ocurridos en aquella centuria desde una posición conciliadora, alejada de cualquier sentimiento xenófobo (desde el encuentro de culturas, si se quiere), pero sin olvidar que entonces existió el antagonismo, tanto territorial (la lucha por controlar un espacio económico) como ideológico. Y en este último caso que no se trató exclusivamente de la pugna entre dos modelos de cruzada (la “reconquista” del territorio arrebatado a los astures en el siglo VIII siempre estuvo en el horizonte político-religioso de los monarcas castellanos; pero asimismo, en el lado nazarí, el fenómeno debe entenderse como parte de la yihad islámica de lucha contra el infiel)17. La realidad fue, en efecto, bastante menos lineal y simplista. Hubo, por supuesto, y como se ha señalado más arriba, tiempo para la guerra, pero también largos momentos para la paz. Años en los que las treguas pactadas permitieron convivir de manera relativamente pacífica a nazaríes y castellanos, posibilitando el trasvase de recursos entre ambos reinos (de trabajadores y esclavos, de bienes y de servicios), e incluso la conformación de un marco institucional relativamente estable, capaz de entender de pleitos fronterizos y de gestionar intercambios de cautivos18. En resumen, una secuencia conflictiva, en la que, teniendo en cuenta la condición de vasallaje del emirato nazarí con respecto a Castilla, se establecían y rompían con igual rapidez alianzas que cruzaban fronteras, al tiempo que, con similar virulencia, estallaban luchas internas tanto en tierras cristianas como musulmanas19.

17 Fanjul, 2000, nos ha recordado rotundamente los riesgos de estas lecturas ahistóricas. 18 Sobre las vicisitudes del cargo en la “raya” que separaba los dos reinos —eran los denominados “alfaqueques”— véase Espejo Lara, 1994. 19 Un resumen reciente de la trayectoria política del emirato nazarí en el siglo XV en Peláez Rovira, 2009.


El lado sur de la fortaleza antequerana era el más inexpugnable de los cuatro pero también el más vital para la defensa de sus habitantes —los musulmanes hasta 1410, los cristianos hasta 1492— ya que se abría al río de la Villa y a las huertas de la Ribera y la Moraleda. En la imagen, la puerta de Málaga y el torreón circular adyacente, obras del siglo XIII reforzadas en el XIV. Aquella es la única de las tres puertas con que contaba la ciudad que aún permanece en pie.

En cuanto a los conflictos en el interior de la propia Castilla, se extendieron a lo largo de toda la segunda mitad del siglo XV. Los enfrentamientos entre las oligarquías por el favor real en ocasiones o los apoyos a alguno de los pretendientes al trono castellano en otras, tuvieron un reflejo directo en el gobierno de la mayoría de los concejos. En el caso de Antequera, por ejemplo, la tenencia de la fortaleza fue objeto de disputa entre los Narváez —que la disfrutaban desde 1410— y el señor de Aguilar —a quien le fue concedida entre 1472 y 1527—. Y el car-

go, no debemos olvidarlo, era mucho más que honorífico. No sólo porque aseguraba a su beneficiario la percepción de rentas y derechos (más de 335.000 maravedíes durante los años de frontera, reducidos a 137.000 desde 1492)20, y le proporcionaba ascendencia sobre otras familias principales, sino sobre todo porque le permitía controlar la distribución de los medios de producción (tierras, molinos, hornos)

20 Quintanilla Raso, 1979.

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bía sancionado el primer y el segundo repartimiento (los de 1410 y 1443: entre ambos llegaron a repartirse cerca de 20.000 hectáreas, en su mayoría tierras de buena calidad situadas en la Vega) de los que ellos mismos se adjudicaron más de 2.000, amén de molinos, fincas urbanas u otros bienes raíces, propiedades a las que habría que añadir algo más intangible pero igualmente importante: la lealtad garantizada de aquellas familias beneficiadas de los bienes que ellos repartieron en nombre de la Corona.

Hasta la conquista castellana de Archidona (1462), las numerosas “razzias” realizadas sobre las tierras antequeranas partieron de la ciudad vecina, que en esos momentos era la posición más avanzada al este del emirato.

entre los colonos beneficiados del favor real21. No de otra manera puede entenderse que el señor de Aguilar pagase para obtener la tenencia de la fortaleza antequerana cerca de 400.000 maravedíes. A esas alturas, simplemente le bastaba con saber lo que habían obtenido sus antecesores en el cargo, el propio Fernando de Narváez, su hermano Pedro y el padre de ambos, el viejo Rodrigo. La familia Narváez ha-

21 Un análisis en profundidad sobre el cargo en Castrillo Llamas, 1997.

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Pero asimismo, y a la postre, en la convulsa Castilla del siglo XV este conflicto entre linajes debe entenderse también en clave de enfrentamiento entre partidarios de Alfonso —hermano del rey— y del propio Enrique IV, pugna que a su vez se trasladaba a los primeros escalones de la nobleza, donde las banderías oscilaban al viento que mejor soplaba en cada momento, capaz incluso de promover una paz temporal entre dos antagonistas tradicionales como el conde de Cabra (y con él su deudo, Fernando de Narváez) y el señor de Aguilar, este último tan identificado entonces con la causa de Enrique que el monarca no dudó en premiar su nueva lealtad otorgándole el disfrute de la tenencia de la fortaleza antequerana, sostenida en ese año por Fernando de Narváez, el mayorazgo del primer alcaide de la fortaleza22. La condición fronteriza explica y justifica el retraso con que Antequera asumió la funcionalidad propia de los núcleos urbanos bajomedievales y la relativa autonomía con la que aquella primera oligarquía (que disfrutaba de su condición pero que habitualmente no se encontraba avecindada) gestionó el gobierno de la ciudad. También que la población apenas desbordase los recrecidos muros de la alcazaba y el segundo anillo de las murallas y que la explotación agroganadera del término hiciese habitualmente complicado el abastecimiento regular de

22 Quintanilla Raso, 1979.


La historiografía erudita local consideró el episodio de la trasmisión de la tenencia de la fortaleza de los Narváez a los Fernández de Córdoba como una pérdida de autonomía local frente a la prepotencia de nobles ajenos a la ciudad, facilitada por la debilidad de Enrique IV (1425-1474), en el grabado de la izquierda. José María Fernández dibujó la escena más conocida de una leyenda según la cual, Fernando de Narváez hizo que el monarca arrebatara las llaves de Antequera del cadáver de su padre, el conquistador Rodrigo, expuesto en la parroquia de San Salvador.

sus vecinos. Los datos de la producción agraria de la tierra antequerana son fragmentarios, pero los disponibles resultan suficientemente representativos de esta situación. Así, en las décadas anteriores a la conquista de Archidona, cuando la raya fronteriza corría por la angostura de la Peña al este y alcanzaba al campo de Cámara al sur, la producción de trigo osciló bruscamente (entre las 3.000 y las 15.000 fanegas anuales23), en parte debido a las condiciones climatológicas de cada año, pero sobre todo por las dificultades a la hora de sembrar o recoger la cosecha. Si a lo anterior sumamos que los teóricos compromisos de apoyo económico y militar por parte de los más importantes concejos vecinos —Sevilla, Córdoba, Écija— a los que obligaban los privilegios reales eran sistemáticamente incumplidos (entre

23 Ladero Quesada y González Jiménez, 1979.

otras razones porque las malas cosechas de algunos años limitaban cualquier comercialización exterior del cereal), quizá, como escribí más arriba, lo que resulte extraño es que Antequera no volviese a manos nazaríes o simplemente resultase abandonada24. Responder a lo primero remite a los numerosos con-

24 En 1470, el concejo antequerano elevó al de Sevilla un memorial en el que le exponía como desde hacía ocho años no llegaban a la ciudad ninguna de las cantidades comprometidas por la Corona a cargo de las rentas que Enrique IV disfrutaba en Sevilla y su tierra: …e por la inoportunidad e gran carestía del tiempo e por defecto de las dichas pagas e por los grandes movimientos deste reino e por la guerra que los dichos ynfieles continuamente nos fasen, somos tenidos en muy grande estrecho de pobresa, e esta çibdad se despuebla de cada día e está para ser despoblar del todo… Tres años mas tarde, el monerca libró cerca de 300.000 maravedíes con cargo a las alcabalas y el almojarifazgo sevillano para hacer frente a las pagas de los soldados y a la tenencia de la alcaldía. Como señala Manuel Rojas, la situación había llegado a tal extremo que los vecinos “azuzados por las graves penurias que estaban pasando, habían comenzado a robar a los viajeros y mercaderes cristianos que transitaban por las inmediaciones”, e incluso apresaron al procurador hispalense, de paso por la ciudad. Rojas Gabriel, 1995, pp. 357-358.

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flictos internos del emirato25. En cuanto a la segunda cuestión, si tal circunstancia no llegó a producirse se debió a que, en última instancia, desde la perspectiva de la oligarquía dominante, el asunto terminó reduciéndose a un problema coste/beneficio. Piénsese que en los tres repartimientos realizados en el siglo XV (en 1410, 1443 y 1494) resultaron especialmente beneficiados los linajes comprometidos con la defensa de la ciudad: no sólo, como se escribió más arriba, los ya citados Narváez —el primer Rodrigo, sus hijos y sus nietos— llegaron a acumular patrimonios rústicos superiores a las 2.000 hectáreas, sino que también los Fernández de Córdoba, los Chacones o los Hernández de Padilla sumaron en aquellos años más de 500 hectáreas. El señor de Aguilar, además, era

perfectamente consciente de que la futura paz con Granada le garantizaría ganancias territoriales añadidas e incluso derechos y rentas jurisdiccionales si finalmente el término —como ocurría desde 1464 en Archidona— acababa convirtiéndose en señorío. La Iglesia, por supuesto, participó también de esta situación. Inicialmente, Antequera fue adscrita al arzobispado de Sevilla, y su vicaría distribuida en tres parroquias (las del Salvador, recreciendo la antigua mezquita, San Isidro y Santa María de la Esperanza), un número muy superior a sus necesidades de culto, que en realidad otorgaba un beneficio escaso a la mitra hispalense. De ahí que, al menos hasta 1487, la atención prestada hacia una ciudad que

Sólo tras la caída de Archidona, en 1462, comenzó a normalizarse la estructura productiva antequerana, basada fundamentalmente entonces en el trabajo de la tierra. Dibujo de la leyenda de la Peña de los Enamorados, según Alexander La Borde, grabado por Tiltiard en París. 25 Peláez Rovira, 2009.

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Hasta que en 1487 los Reyes Católicos conquistaron Málaga, Antequera continuó amenazada por tropas nazaríes. No obstante, desde ese fecha y una vez normalizado el tráfico mercantil entre ambas, su relación con la ciudad costera sería muy estrecha. A partir de entonces Antequera contribuyó habitualmente al abastecimiento de sus habitantes (especialmente de cereales), mientras el puerto malagueño se convertía en el punto de comercialización de los bienes adquiridos o enviados al resto de la España litoral y al extranjero. Pero además, y sobre todo, la confirmación de su pertenencia a la diócesis malagueña, convertirían a Antequera en la vicaría que aportaba el porcentaje más elevado de las rentas del Obispado procedentes del cobro del diezmo. En la imagen, el puerto de Málaga en el siglo XV según la interpretación romántica del XIX.

arrojaba un diezmo muy reducido, fuese limitada. Sin embargo, una vez conquistadas Loja y Málaga, las cosas variaron sustancialmente: el arzobispado sevillano, consciente del importante aumento de ingresos que le produciría una vicaría localizada en una zona agraria tan productiva intentó mantener su control ante la oposición del obispado malagueño, que lo consideraba un territorio “natural” (se llegó a argumentar su pertenencia a la diócesis malacitana en tiempos de la Iglesia visigoda), una pretensión

finalmente alcanzada, a pesar de la repetida oposición sevillana. Paradójicamente, la solución supuso que desde la bula “Pastoraliis Oficcii” (1487) hasta la creación de las provincias en 1833, Antequera dependía eclesiásticamente de Málaga, aunque a efectos administrativos continuara formando parte del reino de Sevilla26.

26 Sobre los primeros tiempos de la iglesia antequerana, véase Heredia, 2004.

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2. UNA CIUDAD PARA LA PAZ: LA ANTEQUERA RENACENTISTA, 14921545 “…Antequera ha visto que se a poblado mucho e fecho buenos arrabales en ella asy por las franquezas que tiene como porque tiene buenos términos y es tierra apacible para vivir en ella e para senbrar pan e coger…” Declaración del testigo Juan de Andújar en el pleito mantenido entre la fiscalía real y el concejo de Antequera por el mantenimiento de los privilegios otorgados a la ciudad por el monarca Juan II, 1523. Tras la entrega de las llaves de Granada a los Reyes Católicos, todo cambió para Antequera. Aunque desde la caída de Loja (1486) y Málaga (1487) el peligro de que los nazaríes llegasen a las puertas de sus murallas era muy reducido, el final de la frontera eliminó el último de los obstáculos que hasta ese momento impedían la libre disposición de los factores de producción en el caso de las actividades económicas, la plena asunción de todas las funciones administrativas que le correspondían como cabeza de partido y corregimiento y por supuesto aquellas que limitaban el crecimiento demográfico y con él el de la propia trama urbana. Los anteriores fenómenos fueron contemporáneos y además se desarrollaron con extraordinaria rapidez. Si comenzamos por los que se refieren al aumento de población, el número de vecinos registrados en los primeros censos y padrones fiables registra un avance que puede calificarse de espectacular, sobre todo si tenemos en cuenta el alarmante despoblamiento anterior: los padrones confeccionados entre 1494 y 1496 ya recogían este incremento, al pasar, en solo dos años, de 371 a 549 vecinos, que ya eran más de 1.500 en 1518 y cerca de 2.500 en 1534. La siguiente cuantificación oficial (el censo de 1587) ya elevaba la población

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de la ciudad 3.878 vecinos. Si consideramos que la tasa de crecimiento se mantuvo uniforme a lo largo de esa centuria, cabría aceptar que cuando damos por finalizada esta aproximación —hacia 1550— la población antequerana rondaba los 3.000 vecinos. Convertidos en habitantes utilizando el coeficiente más habitual la población censada entre el primero y el último de los años considerados habría pasado de 1.400 a 13.500 habitantes. De fortaleza militar a punto de ser abandonada, Antequera había pasado a convertirse, en menos de cinco décadas, en la cuarta ciudad más poblada del reino, sólo superada entonces por Sevilla, Écija y Jerez27. Tres razones deben señalarse para explicar este comportamiento; por orden de importancia: el aporte migratorio, el crecimiento natural y la limitada incidencia de las crisis de mortalidad. Sobre el primero —conformado sobre todo por vecinos de los reinos de Córdoba y Sevilla— existen numerosas referencias documentales28. El comportamiento de los dos restantes atendía fundamentalmente al modelo demográfico propio de las sociedades de antiguo régimen, del que en líneas generales participaban poblaciones de las dimensiones de la antequerana: altas tasas de natalidad, mortalidad y mortalidad infantil (superiores las dos primeras al 30 por mil, por encima del 200 por mil la tercera), elevados índices de fecundidad (más de cuatro hijos por mujer) y una esperanza de vida al nacer que no alcanzaba los treinta años. En tales circunstancias el crecimiento natural se encontraba estrechamente relacionado con la presencia de años en los que se incrementaba sensiblemente el número de defunciones como con-

27 Otras informaciones también confirman este despegue antequerano. Así, en los “servicios” repartidos de 1512 a 1515, la ciudad ya contribuía con más de 100.000 reales, convirtiéndose también en la cuarta del reino de Sevilla (tras Sevilla, Jerez y Écija) por volumen de contribución. Carretero Zamora, 1983. 28 Como escribía en 1523 el escribano del concejo de Montilla con referencia a Antequera: …se a poblado de muchos vecinos de las villas de Cabra, e Vaena, e Aguilar, e Priego, e Osuna, e desta villa de Montilla e de Cañete… Recogido por Alijo Hidalgo, 1997.


La conquista de Loja, en 1486, y un año más tarde la de Málaga, supondrían el primer paso en el proceso de transición de fortaleza militar a núcleo urbano experimentado por Antequera en las décadas interseculares del XV al XVI.

secuencia de la intervención casi siempre conjunta-, de fenómenos epidémicos y malas cosechas. Por lo que sabemos a través de la documentación manejada, al menos en las primeras cuatro décadas del siglo XVI, la incidencia de este tipo de variables fue relativamente limitada: aunque Antequera sufrió varias crisis agrarias en ese periodo (en 1505/1507, 1523 y 1539) y a pesar de que en estos dos últimos casos a las malas cosechas se unieron episodios epidémicos de peste bubónica, lo cierto es que las pérdidas coyunturales de población quedaron suficientemente

compensadas por el avecindamiento de nuevos inmigrantes. Por supuesto, las consecuencias de estos movimientos migratorios superaron con amplitud las estrictamente demográficas. Dedicaré las páginas que siguen a resumir aquellas que podemos considerar más importantes: las referidas a la articulación territorial del nuevo concejo (incluida la estricta dimensión urbanística), las afectas a la transformación de la estructura productiva y las que tuvieron que ver con el control ejercido por las élites locales —civiles

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Desde la fortaleza, la ciudad desbordó sus murallas en dirección al norte y el oeste, una vez desaparecidos los factores de inseguridad que habían impedido su crecimiento urbano.

y eclesiásticas— sobre las variables anteriores y en general sobre el resto de la población no privilegiada, que además adquirieron en esa etapa una clarísima connotación urbanística. Comenzaré por las primeras. Como no podía ser de otra manera, un aluvión demográfico de tales dimensiones exigió una rápida articulación del poder municipal, requisito previo para el normal funcionamiento de las instituciones públicas, el crecimiento urbano ordenado y la garantía de suministro de bienes de consumo para aquellos nuevos pobladores, beneficiados del tercer y último repartimiento de la

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tierra (el del Bachiller Serrano, en 1494), o atraídos por algunas de las ventajas recogidas en el texto que encabezaba este epígrafe. La creación de oficios para el gobierno del concejo (inicialmente seis regidores y cuatro jurados) y la confirmación de la alcaidía a los Fernández de Córdoba fueron las primeras medidas que se adoptaron. Sin embargo, pese a que su pariente Girón había conseguido recibir Archidona como señorío, el de Aguilar no pudo lograr la misma solución para Antequera, cuya tenencia


mantuvo —salvo entre 1509 y 151429— hasta que en 1529 pasó de nuevo a manos de los Narváez. En este punto la presión nobiliaria no quebró la voluntad real, que aunque acostumbraba a reservar la condición realenga para las ciudades castellanas más importantes, asimismo solía premiar a los señores con la jurisdiccionalidad de las tierras de frontera; algo que por supuesto también ocurría con los concejos vecinos del de Antequera, como puede deducirse del texto que sigue, de comienzos del siglo XVI: …se a poblado de la comarca della y que la dicha çibdad tiene por comarca Archidona ques del conde de Ureña, e Luçena ques del marqués de Comares, e de Cabra e Ynznaxar que son del conde de Cabra, y de Teba ques de don Diego de Guzmán, y de Estepa de la horden de Santiago, e de otros logares de señorío quien confina, de donde avía ydo parte de los vecinos que en ella bive… 30 Salvo por el sur, hasta donde alcanzaba el concejo de Málaga, la ciudad estaba rodeada de señoríos. Adviértase además la enorme extensión con que inicialmente fue dotado el término (más de 100.000 hectáreas). Sólo si manejamos ambas variables podremos entender la amplitud de los conflictos planteados por fijar los límites con los concejos vecinos y acceder a la propiedad de una tierra que en aquellos momentos representaba la base del poder económico y del prestigio social.

29 Durante ese sexenio el señor de Aguilar perdió el favor real debido al sonado enfrentamiento que mantuvo con el Corregidor de Córdoba, al que incluso encarceló. El rey Fernando llegó a desterrarlo de Andalucía, le despojó de todos sus cargos y privilegios y la impuso una multa elevadísima (20 millones de maravedíes). El perdón definitivo llegó precisamente con la recuperación de la alcaidía antequerana, que por supuesto Pedro Fernández de Córdoba nunca ocupó personalmente. Quintanilla Raso, 1979, pp. 150-153. 30 Recogido por Alijo Hidalgo, 1997.

Antequera protagonizó sonoros pleitos con los concejos vecinos, todos ellos de señorío. En la imagen, el castillo de Iznajar, perteneciente también al señorío de Aguilar.

Los litigios fueron tan numerosos como dilatados en el tiempo. El primero se mantuvo con el concejo malagueño incluso antes de la expulsión definitiva de los nazaríes, precisamente por la posesión de la banda de frontera que corría entre el campo de Cámara y el valle del Guadalhorce: tras tres años de duras negociaciones —los que fueron de 1490 a 1493— se llegó a un acuerdo por el que aquel quedaba incluido en el término de Málaga, mientras el de Antequera alcanzaba su principal objetivo, al tener acceso a la mayoría de las fuentes y pozos situados al sur del Torcal, donde abrevaban sus ganados31. Luego siguieron otros pleitos con Teba, Benamejí, Iznájar o Estepa. En todos ellos el derribo de mojones y la entrada de ganados aparecían como los motivos fundamentales de unas denuncias en las que en el fondo siempre planeaba la amenaza de extensión de los señoríos vecinos, en una época en la que la presión sobre la tierra comenzaba a ser importante. Como se exponía desde el Concejo en 1528: …que la dicha çibdad confina con la mayor parte con lugares de señorío e que algunos

31 López de Coca Castañer, 1977.

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criados de las personas cuyos son los tales lugares en nombre dellos an començado a comprar heredamyentos y bienes raíces y censos y tributos en esta dicha çibdad e comprarán muchos más porque las tales personas tienen puestos dineros en personas que convidan con ellos…32. Esta delimitación territorial encerraba un concejo conformado por el núcleo urbano matriz y por una serie de aldeas que inicialmente nacieron alrededor de las fortificaciones que protegían Antequera durante los años de frontera (Jebar, Cauche, Aznalmara)33, a las que se unieron otras (Mollina, Humilladero, Fuente Piedra, las Cuevas de Belda, el Valle de Abdalajis), localizadas en torno a un hito geográfico o histórico lo suficientemente significativo como para generar asentamientos humanos de cierta entidad34. El gobierno de este extenso territorio dependía de un cabildo municipal conformado por regidores y jurados —en teoría vecinos de la ciudad— a los que se unían el alcaide de la fortaleza, otros cargos menores y dos más de designación y representación real: el alcalde mayor y el corregidor. En teoría, estos dos últimos debían de compensar —y controlar— a las oligarquías locales que copaban los órganos políticos municipales, aunque conviene distinguir entre esta situación inicial y la que protagonizarían, en un periodo que escapa a la cronología que estamos manejando aquí, las grandes familias que terminaron consolidando su poder económico en el concejo antequerano. De tal manera, hasta que los Narváez recuperaron el control municipal en 1529, lo cierto es que el enfrentamiento se planteó más entre los

32 A.H.M.A. Libro de Cédulas Reales, tomo IV, 1528. 33 Fernández López, 1993. 34 Sólo el Valle de Abdalajís sería desgajado del término de Antequera en el siglo XVI. El resto de las aldeas formó ayuntamiento propio tras la creación de las provincias en 1833. Véase Fernández Paradas, 2004.

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propios regidores según su pertenencia al bando cordobés o al antequerano —aquellos deudos del señor de Aguilar; éstos de los Narváez—35, que entre las incipientes élites locales y los representantes de la Corona en el Concejo. Debe tenerse en cuenta, además, que el monarca no llegó a nombrar corregidor de manera estable hasta 1508 y que el cargo de alcalde mayor también lo disfrutó, junto a la alcaidía, el señor de Aguilar. Sólo durante los años en los que éste perdió el favor de la Corona, y sobre todo cuando el linaje cordobés constató que los monarcas no iban a modificar el carácter realengo del término, el entonces titulado, Pedro Fernández de Córdoba, alivió la presión que ejercía sobre el Concejo antequerano, del que llegó a desaparecer cuando el cargo retornó a los Narváez, procediendo incluso a la venta de sus mejores fincas —las situadas junto a la Peña de los Enamorados y en la actual Mollina— al Concejo36. Fue a partir de entonces cuando otras familias aprovecharon el hueco en el control municipal para estrechar aún más sus lazos con la ciudad, trasladando a ella sus casas principales: los Rojas, Arrese, Mancha, Bilbao, Guerrero o Zayas, apellidos que pronto se repartirían los oficios públicos que acabaron convirtiendo en hereditarios, y que paralelamente fueron conformando grandes patrimonios rústicos y urbanos y tejiendo redes clientelares cada vez más densas y extensas37. Para entender las razones de esta inmigración hidalga debe recordarse que a comienzos del siglo

35 Uno de los pertenecientes al primer grupo, Pedro González de Ocón, llegó a ser suspendido, según él por haberse hecho a petición de personas que le odiaban y que siendo regidores vivían con don Alonso Fernández de Córdoba… AGS, RGS, 26 de abril de 1493, fol. 230 r. Otro de ellos, Pedro del Valle, fue acusado de “no residir en la ciudad y de permitir en ella los juegos de naipes, así como la libre actuación de malhechores y rufianes”. Quintanilla Raso, 1979, p. 153. 36 Ambas formaron parte desde ese momento de los propios antequeranos. La primera sería, además, el origen del núcleo urbano, tras la ligera adaptación de su denominación originaria (de Torre Molina a Mollina). Fernández Paradas, 2004. 37 Ruiz Martín, 1998.


A los pies del Torcal se extendían dos de las zonas reservadas entonces para la alimentación de la ganadería estante local: las dehesa de Yeguas y de Potros.

XVI, de las más de cien mil hectáreas que, como se señaló más arriba, encerraba el concejo antequerano, sólo se habían repartido algo más de 18.000 a particulares y 1.300 al Cabildo municipal (bienes de propios para sostener una amplísima nómina de gastos), pero sobre todo que aún restaban alrededor de 90.000 hectáreas al margen del mercado, englobadas en el impreciso término de “realengo”: esto es, la Corona continuaba manteniendo su propiedad, aunque pudiera delegar el usufructo a particulares o instituciones. Fue, en definitiva la posibilidad cierta de acceder a estas tierras la que explica este avecindamiento procedente sobre todo de concejos cercanos, de estructura similar a la antequerana, como Écija, Estepa, Lucena, Cabra o la Puente de don Gonzalo38. Y la presión resultó extraordinaria. Desde finales del siglo XV tenemos documentadas numerosas licencias para abrir nuevas tierras o simplemente ocupar baldíos, cuya legitimidad —sobre todo cuando la ocupación se realizaba en términos de gran pro-

piedad— terminó sancionando décadas más tarde el Ayuntamiento. La estructura oligárquica del concejo antequerano y la limitada densidad demográfica que en esos momentos aún incidía sobre un recurso extenso, explican que el control municipal sólo se ejerciese para garantizar los derechos comunales, pero que apenas perturbase el amplio proyecto monopolizador de la propiedad de la tierra ejercido desde el propio Cabildo. Baste con un dato suficientemente ilustrativo: cuando en 1576 Felipe II designó a Junco de Posada para que elevase un informe sobre el estado de las propiedades de la Corona en varios concejos andaluces, el resultado antequerano fue demoledor. Entre el repartimiento de Serrano (1494) y ese año se habían ocupado ilegalmente en todo el término —expresado con otras palabras, sus nuevos propietarios no pudieron presentar títulos de compra— nada menos que 21.200 hectáreas de las alrededor de 40.000 investigadas por el oidor real. En su mayoría se trataba de tierras situadas en la Vega, donde se localizaban las mejores fincas de los pro-

38 Alijo Hidalgo, 1997.

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pios antequeranos39, roturadas ilegalmente por vecinos (hasta 700 según el informe final del funcionario real) a los que en ningún caso podían perturbar disposiciones concejiles porque en un porcentaje muy elevado eran ellos los mismos que se encargaban de observar el cumplimento de las leyes. Fincas que, sin embargo, continuaron fuera del mercado en muchos casos: a partir de esos momentos ya que en su mayoría fueron objeto de algún tipo de vinculación —singularmente mayorazgos— por parte de sus nuevos “propietarios”40. Las causas de tamaña presión sobre la tierra sólo se explican si recordamos el carácter nuclear de este factor de producción en el Antiguo Régimen, así como su consideración como base irrenunciable de prestigio social. La existencia de una secuencia que vinculaba patrimonio rústico con poder político y económico condicionó el diseño de estrategias matrimoniales y a la postre de complejas redes de intereses económicos tejidas en torno a la tierra. Con tales presupuestos no existe discusión posible acerca de la base de la estructura productiva antequerana en el arranque del Quinientos. Por supuesto, descansaba en la economía agraria, y más concretamente en un determinado modelo agroganadero de carácter orgánico, a grandes rasgos autosuficiente, en el que existían pocas entradas externas —en forma de energía o fertilizantes: en todos los casos proporcionados por el medio natural circundante—, pero que, no obstante, ya estaba orientada hacia un mercado para el que disponía de un acceso relativamente fácil. No contamos con fuentes estadísticas que nos permitan estimar la producción de cereales —la dedicación fundamental del terrazgo antequerano— en la primera mitad del siglo XVI (las únicas referencias aisladas señalan que la vicaría de Antequera aporta-

ba entonces más de la mitad de todo el diezmo del obispado malagueño)41, pero no cabe duda alguna de que el aumento de la población condicionó el crecimiento paralelo de la producción de alimentos, corroborada además por el aumento del número de propietarios y el incremento de las roturaciones que se produjo en esa etapa. Sí que podemos comparar los datos disponibles para finales del siglo XV con los de mediados de la siguiente centuria, coincidentes con el final del periodo que nos interesa en estas páginas. Y los resultados no dejan lugar a ninguna duda sobre la expansión económica y demográfica que vivió la ciudad a lo largo del Quinientos. Así, como se señaló en páginas anteriores, cuando el bachiller Serrano procedió al último de los repartimientos, el volumen medio de la cosecha de cereal (primera dedicación del terrazgo como quedó expuesto más arriba) apenas alcanzaba las 15.000 fanegas anuales, una cantidad muy superior a las pobres cosechas de los años de frontera, pero muy alejada de las 30.000/40.000 recogidas en un año normal entre 1530 y 1580. Con tales guarismos, se entiende el interés por acceder a la propiedad de la tierra despertado en aquellos años en la comarca antequerana; también, que dado el modelo social imperante, fuesen la Iglesia y la oligarquía urbana los principales beneficiarios del fenómeno. Se trataba, sin embargo, de un término lo suficientemente extenso como para que, pese a usurpaciones y roturaciones ilegales, pudiese continuar sosteniendo un elevado volumen de baldíos y de realengos, y también para que el Cabildo municipal mantuviese la propiedad (en concepto de propios, arbitrios o comunales) de cerca de 25.000 hectáreas: algunas situadas en las tierras más fértiles (como el cortijo de la ciudad, en Mollina, adquirido, según escribí más arriba, por el Ayuntamiento a los Fernán-

39 Fernández Paradas 2004. 40 Algunos de estos ejemplos se analizan en Parejo Barranco, 1998.

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41 López Beltrán, 1986.


meteorológicas), aunque la participación de las leguminosas, el vino, el aceite y los productos de huerta fue más importante que en otras zonas del obispado (con excepción del propio término malagueño) y la ganadería sólo superada por la diezmería rondeña44. En conjunto, cuando finalizaba el siglo XV la estructura agraria local, recuperada la normalidad perdida durante las décadas de frontera, ya presentaba las características que le serían propias durante todo el resto del Antiguo Régimen: predominio de la agricultura extensiva de cereal, producción para el mercado local y regional, complementariedad con la ganadería estante, aportación limitada de los productos hortofrutícolas y una cierta especialización vinícola y aceitera.

Único puerto autorizado a comerciar con las recién descubiertas tierras americanas, el sevillano se convertiría en el centro de la actividad mercantil española del siglo XVI. Antequera, situada en el camino natural que lo conectaba con Granada y Málaga, se beneficiaría extraordinariamente de estas nuevas rutas comerciales.

dez de Córdoba), y otras en las sierras, destinadas a dehesas y pastos para la amplia cabaña ganadera estante (las denominadas dehesas de las Yeguas y los Potros)42. Extensas zonas en las que el arado aún no había penetrado, bosques de encinas y alcornoques que no sólo llenaban las zonas más quebradas cercanas a la ciudad sino que incluso alcanzaban entonces a lamer la vega43. En cuanto al producto agrario, el cereal panificable aportaba cerca del 70% del total (Antequera se convirtió pronto en el granero de Málaga, asegurando el abastecimiento regular de la ciudad en aquellos años en los que el volumen de la cosecha no estuvo penalizado por alteraciones

42 Fernández Paradas, 2004. 43 Las referencias documentales son relativamente abundantes. Algunas de ellas se recogen en Parejo Barranco, 1987, pp. 163-164.

El acceso a la propiedad de la tierra se convirtió en el más importante de los factores de atracción que ejerció la ciudad sobre sus vecinos sevillanos o cordobeses, pero no fue el único. Junto a la economía agraria, las nuevas funcionalidades urbanas que con rapidez estaba generando una población en crecimiento también proporcionaban rentas, derechos y salarios y con ellas otros tipos de retribución para los factores de producción empleados. Asimismo, estas nuevas oportunidades actuaban como foco de atracción para grupos sociales muy diversos —desde artesanos y comerciantes a toda suerte de marginados— abundantes en aquellos años tanto en número como en su tipología. La articulación de la economía urbana tuvo en la localización geográfica de la ciudad un elemento nuclear. La condición de camino obligado de tránsito entre las rutas comerciales que unían el litoral andaluz con el interior recibió un impulso extraordinario

44 Según los datos recogidos por Benítez Sánchez-Blanco para finales del siglo XV la diezmería antequerana, con algo más de 810.000 maravedíes, aportaba el 28,2% del valor del diezmo de todo el Obispado. Un 78,4% de la primera cantidad la proporcionaba el cereal, un 9,7% el vino y el aceite y un 8,5% la ganadería. Benítez Sánchez-Blanco, 1983.

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A mediados del siglo XVI ya estaban levantadas algunas de las casas principales de la oligarquía local. En la imagen, patio central de la de los Rojas cuando el descubrimiento del continente americano provocó un incremento cuantitativo y cualitativo de sus relaciones mercantiles con los nuevos mercados coloniales. Como paso imprescindible para conectar los dos núcleos urbanos más poblados de la España del Quinientos (Sevilla y Granada), y asimismo situada en la ruta que conectaba Málaga con la capital económica, gran parte de los flujos de bienes, servicios, capitales y esclavos tenían que pasar necesariamente por Antequera. Ciertamente, el grueso de las partidas de valor añadido más elevado —las sedas malagueña y granadina; la plata americana— tenía otro destino: aquellas eran facturadas para Valencia, desde donde se comercialización por el Mediterráneo; ésta última seguía su larguísima travesía internacional, que culminaba en las casas de banca flamencas o en las cecas chinas. Sin embargo, ello no impidió que la irrupción colonial, junto a la relativa cercanía del puerto malagueño —ligado hasta entonces al norte de Europa y al Mediterráneo europeo y africano45—,

productiva antequerana, muy dependiente desde comienzos del Quinientos del comportamiento del mercado interior español pero también del europeo y del colonial. Todo ello tuvo un reflejo casi inmediato en la economía urbana, provocando, en términos laborales, un aumento y diversificación de los oficios artesanos y de los dedicados al comercio y los servicios. Como recogían las Ordenanzas municipales de 1531 —las primeras aprobadas de toda la historia de la ciudad— en ese año ya se encontraban reconocidos once gremios, vinculados tanto a la transformación de alimentos (molineros, panaderos, carniceros), como a la construcción (tejeros, carpinteros) y a la intermediación comercial, pero también a dos especialidades que en los siglos siguientes se convertirían en características de la ciudad: el textil y los curtidos46. La heterogeneidad social que tal trasiego de gentes generaba fue extraordinaria. De un lado, los grupos privilegiados —la Iglesia y la nobleza sin titular: en Antequera el primer título nobiliario fue concedido a finales del siglo XVII—, consumían una amplia gama de bienes y servicios, proporcionados por individuos de condición muy distinta. Así, utilizaban abundantemente mano de obra esclava, al tiempo que empleaban familias enteras dedicadas al servicio doméstico. Además, casi continuamente tenían contratados alarifes, carpinteros y otros artesanos dedicados al mantenimiento de sus bienes raíces —que aumentaban a medida que se elevaban sus rentas e incrementaban el consumo suntuario— entre los que abundaban los oficios artísticos (pintores, escultores, doradores, etc.) encargados de decorar los grandes espacios interiores de los templos, dependencias conventuales y casas solariegas levantadas en las décadas centrales del Quinientos. Junto a ellos, la extensión de las relaciones de mer-

dinamizaran de manera extraordinaria la estructura

45 López Beltrán, 1986.

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46 Las Ordenanzas fueron editadas críticamente por Alijo Hidalgo, 1979a.


cado exigía asimismo la sanción pública o privada de las transacciones, acuerdos, disposiciones o contratos relativos a la utilización de los recursos, los bienes y los servicios necesarios para mantener la actividad económica y el pulso social cotidiano, lo que implicaba la existencia de oficios “de pluma” cada vez más diversos, sostenidos desde las administraciones eclesiástica o civil (escribanos, procuradores, recaudadores), y en menor medida generados exclusivamente por la actividad privada, una suerte de heterogéneo grupo de funcionarios y empleados urbanos que fue creciendo a medida que lo hacía la funcionalidad de una ciudad en expansión como era la Antequera del quinientos. En el otro extremo de aquel cuerpo social donde el nacimiento condicionaba mucho más que en nuestros días la trayectoria vital de sus miembros, muchos de éstos apenas tenían garantizada la ingestión diaria de alimentos. Y no se trataba sólo de la pobreza urbana y sedentaria, sino también de aquellas personas que hacían de su vida un interminable itinerario de ciudad en ciudad, de hospital en hospital, buscando la misericordia y la generosidad de sus habitantes. Los más pudientes de éstos ejercitaban por su parte una piedad —deber de todo cristiano, para quien el pobre representaba al propio Jesús—, comúnmente materializada en la fundación, bajo una determinada advocación, de pequeños hospitales, dotados con algunas camas, cocina y poco más, a los que solían aplicar una renta casi siempre exigua y que ellos mismos, constituidos en hermandad, se encargaban de gestionar y administrar. Hasta siete hospitales de este tipo llegaron a abrirse en la Antequera del siglo XVI. Al parecer, el primero se erigió en la cuesta Zapateros —en el edificio que más tarde sería alhóndiga, justo a la entrada de la calle—, hacia 1509, lo cual resulta lógico si pensamos que a comienzos del Quinientos la plaza de San Sebastián, entonces con una pequeña ermita y plena de posadas y hosterías, era el lugar de des-

canso de viajeros, que solían pernoctar en ella antes de emprender la subida a la ciudad alta, aún centro de la vida religiosa, política y económica local. La iniciativa se concretó en una primitiva hermandad de la Caridad, origen al parecer de la que posteriormente quedaría formalizada y unida a la sevillana de Miguel de Mañara. Frontero a ese hospital, en el arranque de la que posteriormente se llamaría cuesta de Santo Domingo, se sumó, algunos años más tarde, el de San Sebastián, fundado por la cofradía del mismo nombre y especializado en la cura de llamado “amor gálico”, mientras que al final de esa empinada calle, justo en la plazuela de la Concepción, se abría en 1550 el hospital que llevaría ese nombre, en cuyo edificio los dominicos se instalarían en 1586, dedicado preferentemente al cuidado de niños expósitos. Pero además, la larga transición de fortaleza a ciudad que nos interesa en estas páginas no sólo resulta comprensible desde una perspectiva económica o social, sino también desde otra estrictamente

Como se observa en estas imágenes, algunos de los hitos constructivos de la Antaqira musulmana fueron integrados en el urbanismo antequerano desde finales del siglo XV.

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urbana. El cambio en su funcionalidad fue, obviamente, radical: de una ciudad para ser defendida Antequera se convirtió con rapidez en una ciudad para vivir; de un núcleo urbano prácticamente parasitario, que apenas generaba rentas, en otro que, precisado de una gama de servicios públicos cada vez más amplia, canalizaba y redistribuía los recursos generados en su entorno. Fue, por lo demás, una trayectoria común a la de aquellas poblaciones andaluzas que también protagonizaron una transición similar de fortaleza a ciudad, en la que los únicos matices locales se refieren a la escasa incidencia en su trama urbana —y en general en su estructura productiva— de la herencia musulmana, que alcanzó las décadas iniciales del quinientos mucho más diluida que en otras ciudades granadinas (téngase en cuenta que mientras en ciudades como Loja, Málaga o Ronda la sustitución de efectivos fue inmediata, entre la Antaqira múslime y la ciudad civil castellana pasó casi un siglo). Incluso, como han demostrado las últimas excavaciones realizadas en el recinto de la alcazaba, la antigua mezquita aljama sólo se convirtió en parroquia tras ser levantada de nueva planta. Esta última referencia nos permite enlazar con uno de los elementos clave en la transición urbana citada. A saber: la función social desempeñada por la Iglesia, convertida entonces en eficaz instrumento del plan de homogeneización religiosa y étnica previo a la consolidación del Estado nacional, como es sabido el proyecto raíz de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. El papel que jugó el estamento eclesiástico resulta clave para entender el modelo de convivencia que terminaría articulándose en la España del Quinientos. Su particular ascendencia sobre los comportamientos públicos y privados y su extensa red de agentes —del clero regular mendicante a los selectos cabildos catedralicios—, capaz de alcanzar a todos los grupos sociales, la convertían en un inestimable instrumento de control político y de homogeneidad de las actitudes y las mentalidades de acuerdo con los preceptos doctrinarios emanados de

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Las excavaciones arqueológicas realizadas en la Alcazaba han permitido localizar por fin su antigua mezquita, pero también han demostrado que la parroquia de San Salvador que la sucedería no fue sólo el resultado de su adaptación al culto cristiano, sino que exigió una obra de nueva planta, de mayores dimensiones que el edificio original.

Roma y asumidos por Isbael, Fernando y los primeros Habsburgo. De ahí que, al igual que ocurrió en el resto de las ciudades de parecidas dimensiones a la antequeranas, los Reyes Católicos se apresuraran a autorizar el establecimiento de los organismos eclesiásticos en la ciudad: los franciscanos observantes (la principal orden ejecutora de su proyecto urbano) en 1500 y la fundación de una colegiata dependiente del obispado malagueño —cuya provisión de cargos se reservaba la Corona47— apenas tres años más tarde. No habían llegado aún los tiempos de la Contrarreforma, pero la presencia urbana de la Iglesia de Roma era ya muy intensa, hasta el punto de que —lo podremos comprobar más adelante—, la temprana red parroquial (en el periodo que nos ocupa ya estaba conformada por las de Santa María, San Salvador

47 En 1486 Inocencio VIII concedió a los Reyes Católicos y sus sucesores el patronato de las Iglesias del reino de Granada. Heredia, 2004.


y San Isidro intramuros y por las de San Sebastián, San Pedro y San Juan fuera del recinto murado) y la continua llegada de órdenes regulares (junto a los observantes, las ramas masculinas y femeninas de los carmelitas, agustinos y terceros abrieron casa en Antequera en el primer cuarto del siglo XVI) pautaron en gran medida el primer desarrollo urbano de la ciudad. Pero además, la Iglesia tuvo un protagonismo especial en la conformación de otro de los rasgos distintivos de la ciudad prebarroca: una intensa actividad artística y cultural fomentada tanto desde el clero regular como del secular. Ya se aludió más arriba a la primera. En cuanto a la relativa a la literatura y el pensamiento, su influencia se canalizó sobre todo a través de la Cátedra de Gramática de la Colegial, y concretamente gracias a la labor desempeñada por uno de sus primeros preceptores, el horaciano Juan de Vilches (en el cargo entre 1529 y 1565), propagador de las ideas erasmistas en la ciudad y referente cultural del posterior grupo literario conformado en torno a las figuras de Pedro Espinosa, Luís Martín de la Plaza y Agustín de Tejada entre otros48.

cuada —cuando no desastrosa— y sobre todo contaminada por la corrupción generalizada. Quizá por ello, al menos durante las décadas finales del siglo XV y las iniciales del XVI, apenas pudieron consolidarse las infraestructuras más básicas (incluido el suministro de agua potable), al tiempo que el Ayuntamiento tuvo muchos problemas para articular una trama urbana que amenazaba con extenderse sin atenerse a disposición racional alguna. En este sentido, las únicas referencias validas fueron las confirmadas por la Corona a petición municipal para la creación de varias plazas que permitieran planificar de una manera relativamente ordenada el crecimiento urbano. En cualquier caso, la planificación de la trama urbana que exigía la llegada continua de inmigrantes (en algunos años más de mil) fue siempre por detrás de la ocupación del suelo sin otra delimitación que la exigida por los caminos que desembocaban en la fortaleza. Pero obviamente, por razones fiscales y de orden público, el Cabildo comenzó pronto a parcelar solares y definir plazas, calles y espacios públicos, reservando otros para la gestión municipal (casas de Cabildo, matadero, alhóndiga, almona, etc.)49. Pero también, casi de inmediato, participó la

Cuestión distinta es la relativa a la instancia municipal. Sobre todo debido a que las amplias competencias de la época se encontraban casi siempre hipotecadas por la escasez de recursos del Concejo, a menudo incapacitado para atender a una población que no dejaba de crecer y que, al no depender exclusivamente de la tierra, tenía que ser abastecida desde el mercado. Paradójicamente, la riqueza patrimonial de los concejos (recuérdese que el de Antequera era propietario de alrededor de 40.000 hectáreas de tierra) contrastaba con los problemas estructurales de liquidez que todos arrastraban, condicionada en gran medida por una gestión habitualmente inade-

Iglesia, ya que tanto las nuevas parroquias erigidas extramuros (las de San Sebastián y San Pedro) como los primeros asentamientos conventuales (franciscanos, agustinas, dominicos) fueron generando a su alrededor arterías que impulsaron la articulación de la trama urbana. A veces, su intervención se realizó de manera coordinada con el Cabildo municipal; en otras —y fue lo más frecuente— los proyectos supusieron enfrentamientos más o menos profundos entre ambas instituciones. En última instancia, todavía no había culminado la fusión de intereses característica de la época posterior (tridentina), lo que sig-

48 Todas estas cuestiones se tratan con amplitud en Lara Garrido, 2004.

49 El estudio más documentado sobre esta cuestión en Moreno López, 1994.

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nificaba que tanto la Iglesia como la oligarquía (el poder espiritual y el temporal) aún se disputaban el control del espacio público como factor más visible de un dominio que se pretendía tanto social (público) como privado. El proyecto material de ordenación urbana se confunde, sin embargo, con la ocupación semiótica de la población. En otro lugar insistí en este aspecto50, por lo que aquí me limitaré a resumir los aspectos fundamentales de una ocupación en la que se empeñaron tanto la Iglesia de Roma como una oligarquía local que todavía mantenía un pie en el estribo y otro en el arado. La primera fase de esta toma simbólica de la ciudad debe relacionarse directamente con los años de la incorporación del territorio a la corona de Castilla. Al igual que ocurrió en otras ciudades fronterizas, en Anteque­ra el larguísimo asedio que la fortaleza nazarí sufrió antes de su definitiva rendición en sep­ tiembre de 1410 produjo necesariamente lugares de especial significación —espacios transcen­dentes— para las tropas castellanas del Infante: allí donde se plantaron los campamentos, un punto de observación arrebatado al enemigo, el escenario de una escaramuza o las propias mezquitas musulmanas. Sin exclusión, todos estos espacios se sacralizaron, dotándoseles de algún hito arquitectónico —singularmente una ermita— destinado a perpetuar, tras su consagra­ción, la memoria de unos hechos de guerra de enorme transcendencia para los monarcas castellanos. Sucedió, no obstante, que el mantenimiento de su condición de puesto de frontera durante buena parte del siglo XV, retrasó todos los proyectos formulados en los meses del asalto, que no se retomarían hasta que la tranquilidad de las tierras antequera-

nas quedó garantizada con la conquista de Archidona (1462) y sobre todo de Málaga (1487). Fue una vez asegurado el control castellano sobre la zona, y como años más tarde escribiría el clérigo Francisco Barrero, cuando …a devosion del los del Pueblo todo, y permiso de la ciudad, que mandó: se edificasen casas de Dios en los lugares en donde avía avido exército acampado en la toma y conquista de Antequera…51 Así ocurrió en las faldas del cerro de Viscaray —luego del Infante, y más tarde de la Cruz— donde Fernando plantó su primer real, que fue sacralizado en 1487 con la construcción de la ermita de San Zoilo, (…brux­ulearon el sitio y ninguno les paresció mas acomodado que el mismo lugar donde el Ynfante Don Fernando avía aposentado su Real tienda, quando conquistó a esta villa, que fue en la falda del serro, que llamaban del Ynfante, en donde oy está fundado el combento de Observantes frayles de San Francisco, y aquí fue donde se labró dicha ermita)52; mientras que el segundo, establecido en la Moraleda, dió paso a la erección de la ermita de San Sebastián el Viejo, precisamente en el mismo lugar en el que el propio Infante neutralizó el foso dispuesto delante de la puerta de las bastidas (el famoso aved verguenza… de las crónicas), un pequeño oratorio levantado …en memoria de las muchas saetas y dardos que llobieron sobre el Ynfante el dia del Angel Precursor Señor San juan Baptista (sic) por segar el foso que impedia a las bastidas llegar al muro...53. También en los campamentos secundarios se levantaron este tipo de construcciones: tanto en el cerro de Santa Lucía —el antiguo cerro Mataliebres—, allí donde Rodrigo de Narvaez aferró su tienda en el que oy se ve esta ermita en el arrabal de la ciudad...; como en el frontero de San Cristóbal, desde el que atacó el obispo de Palencia, Sancho de Rojas (San

51 Barrero, 1732, fol. 324r. 52 Ibid, fol. 323v. 50 Parejo Barranco, 2002.

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53 Ibid. fol. 325r.


La Real Colegiata de Santa María no fue sólo el referente religioso de la Antequera del Quinientos, también el origen y centro, a través de su Cátedra de Gramática, de una intensa actividad intelectual que abonaría la aparición posterior de un importante grupo literario.

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Los franciscanos observantes fueron los primeros en establecerse en Antequera una vez que ésta pasó a manos cristianas. Las tapias de su convento (a la izquierda del cuadro pintado por el francés Dauzats hacia 1830) se abrían a la plaza mayor de la zona baja de la ciudad.

Cristóbal el Alto, 1500). A ellas habría que añadir la consagración de las tres mezquitas musulmanas: la de la propia madina (San Salvador), y las pequeñas rabitas, cristianizadas bajo la advocación de San Roque (luego Virgen de la Cabeza —en el cerro de igual nombre—) y Belén el Viejo —posiblemente en lo más alto de la cuesta de Archidona—.

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Las restantes ermitas construidas o consagradas en este período tuvieron un origen distinto, aunque idéntica funcionalidad que las anteriores: la de Santa Catalina la costeó Fernan Rui de Narváez para conmemorar su efímero triunfo sobre el señor de Aguilar en 1470; las de San Sebastián, Santiago y San Miguel se localizaron en arrabales que comenza­ ban a ganar población de manera incipiente una vez asegurada la tranquilidad de la ciudad.


En resumen, la conquista de la fortaleza por las tropas castellanas dejó un rosario de hitos constructivos en un espacio físico singular: un cerro, el del Castillo, rodeado a su vez de pequeñas elevaciones que lo flanqueaban por los cuatro puntos cardinales. Cumplida su función militar, todo el conjunto fue ordenado, primero en torno a la parroquia de San Salva­dor y más tarde y durante todo el antiguo régimen, alrededor de la Colegiata de Santa María La Mayor (1530-1550), centro religioso de la nueva Antequera cristiana, final de un ciclo espiritual que se iniciaba en las faldas del cerro de la Cruz y recorría —en recuerdo de la procesión que realizó el Infante el 16 de septiembre de 1410— el itinerario que durante casi medio año siguió el ejército castellano en su asalto a la alcazaba nazarí. Aquellas ermitas erigidas en los lugares más elevados y alejados de la población se limitaron a servir de puntos visuales de referencia a la peregrinación interior (urbana); las restantes, desempeñaron además un papel nuclear en la conformación del tejido urbano que fue consolidándose más allá del segundo anillo de las murallas. Ello fue especialmente cierto en el caso de la ermita de San Zoilo: aunque en su origen se confundan historia y leyenda, no cabe duda que el asentamiento de los franciscanos en ese lugar no fue en absoluto casual. Por el contrario, interesados en afianzar su proyecto de estado nacional, los Reyes Católicos hicieron suyo el ideario urbano de la orden mendican­ te —la reivindicación del ámbito civil como ideal de la convivencia cristiana54— hasta tal punto que ésta

54 Sobre este asunto vid. Maravall, 1973 y Orozco, 1985. Como señala este último autor, la posición del gran teórico franciscano del urbanismo, el valenciano Francesc Eixímenis, sobre este tema “es tan moderna que alcanza a Castilla, donde los Reyes Católicos se valen de sus ideas para el aposentamiento institucional del nuevo Estado, sobre nuevas bases sociales, como parte esencial de su política. La materialización de unas nuevas relaciones y necesidades sociales en el plano de una ciudad es un acto político imprescindible para la implantación del estado moderno”, pp. 22-23.

recibió todo tipo de facilidades por parte de los concejos municipales de aquellas poblaciones —que eran siempre las de mayor importancia en la época— donde pretendían insta­larse. Antequera no fue una excepción: en 1500 el cabildo concedió la pertinente licencia a los frailes, que a su vez eligieron el mejor solar de todos los disponibles. Un lugar despoblado en aquellos momentos, y alejado del núcleo urbano consolidado dentro y alrededor de las murallas, aunque dotado del necesario componente simbólico —recuérdese, primer real del Infante; punto equidistante entre el cerro de la Cruz y la alcazaba— y sobre todo económico —en el cruce de los caminos que llegaban de Córdoba y Granada—. Pero los franciscanos no se limitaron a construir un convento: al mismo tiempo, y siguiendo su ideario urbano55, se interesaron en generar un gran espacio público, lindero con sus tapias, en torno al cual fue articulándose un arrabal56. Ello provocó además la primera gran bifurcación de los caminos que llegaban de Estepa y Lucena, y que a partir de entonces ya no culminarían exclusivamen­te en la Puerta de la Villa, sino también en la plaza de San Francisco: fue el origen de las calles de las Cantarerías (luego Cantareros) y Diego

55 “...la cuadrícula vitrubiana como módulo de alineamiento urbano, con la plaza en el centro, atravesada por dos arterias principales. Junto a ella, lugar de cruce, debe estar la catedral y el palacio episcopal en la misma plaza. cada barrio tendrá conventos de frailes mendicantes, parroquias, carnicerías, tiendas, etc. Las procesiones se agrupan por zonas. La ley se ocupa de vigilar y planificar el desarrollo futuro. La belleza del conjunto debe estar presente como aspiración de la comunidad”. Orozco, 1985, p. 23. 56 Existen diversas versiones sobre el origen del Coso de San Francisco: por un lado, según los historiadores del siglo XVII, la plaza no se conformaría hasta 1530, una vez resuelto el pleito que mantuvieron los frailes con el Concejo acerca de la extensión de sus tapias: …advirtiendo la ciudad que la cerca que los religiosos habían hecho para su convento, en el sitio que se les había dado, era de inconveniente y perjuicio, asi para los vecinos como para la disposición de lo que intentaban hacer... se convinieron en que el convento diese un pedazo de huerta, lo suficiente para hacer el coso; y que al convento se le daría de la otra parte hacia la Carrera y camino de Granada otro tanto sitio... García de Yegros, 1915, pp. 202-203. No obstante, Juan Luis Moreno ha encontrado abundantes referencias que demuestran la existencia de la Plaza de San Francisco ya en la primera década del Quinientos. Moreno López, 1994.

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Claustro del Real Monasterio Franciscano de San Zoilo de Antequera, hoy sede de la Biblioteca Supramunicipal. Esta fundación de los Reyes Católicos marcó la expansión urbana extramuros en dirección al camino de Córdoba.

Ponce —arterias desgajadas del camino de Sevilla— y de la calle Santa Clara —del de Córdoba—. Es necesario insistir en la importancia que para la configuración del tejido urbano local tuvo la temprana implantación franciscana en un espacio tan retirado del asentamiento nazarí. Aun cuando resulta arriesgado afirmar que los franciscanos trasladaron a Antequera su pro­yecto urbanístico, lo cierto es que los nuevos barrios que fueron perfilándose para dar acogi­da a los numerosos inmigrantes que llegaban a las puertas de la ciudad se dotaron de los correspondientes servicios conventuales y parroquiales, en

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la línea sugerida por los teóricos de la orden. En el primer caso, las congregaciones mendicantes que llegaron tras los franciscanos ocuparon algunos de los lugares sacralizados a los que hicimos referencia más arriba: los carmelitas, por ejemplo, se instalaron en la vieja ermita de San Sebastián el Viejo (1512), los franciscanos terceros hicieron lo propio en la de Belén (1522), mientras las carmelitas se alojaron en Vera Cruz (1520) y los agustinos en Santa Catalina (1513). Además, las monjas agustinas entraron en el beaterio del Albaicín en 1515, aunque rápidamente


de San Salvador, San Isidoro, San Juan o San Sebastián) y en parte se apoyó en la construcción de nuevos templos (Santa María y San Pedro), completando proyectos municipales que preveían la ordenación de los primeros espacios abiertos —las plazas del Portichuelo y San Sebastián— y la prolongación de las calles que salían de la Plaza Alta. De tal forma, hacia el oeste, una primera línea constructiva (la de la actual calle de Herradores) terminó por unirse, a través del Portichuelo, con el barrio de la Viñuela y el arrabal de San Juan, y una segunda (calles Rastro y Pasillas), con las Peñuelas de San Miguel y el arrabal del Albaicín; mientras, por el este, la calle Villabona (hoy del Colegio) enlazaba en pocos años con el barrio de Cantarranas, ordenado en torno al convento del Carmen58.

De la ermita de Santa Catalina los agustinos pasaron a las que serían sus dependencias conventuales hasta comienzos del siglo XIX.

em­prendieran un largo pleito con los franciscanos para trasladarse a la parte baja de la ciudad 57. Este primer tejido conventual se completó con una red parroquial que en parte también aprovechó algunas ermitas o pequeñas iglesias (fue el caso

57 Entre las calles Cantareros y Lucena, en el mismo lugar que hoy ocupan. Los franciscanos se opusieron al traslado, pretestando que de un convento a otro no había la distancia y número de casas que previene el derecho... [Osorio y Pozo, 1748]. Sin embargo la mudanza se produciría en 1528, lo que contribuiría a definir la línea de la construcción en ambas calles, ya que no debemos olvidar que las agustinas ocuparon originariamente un solar que desde la actual Madre de Dios llegaba a lo que es hoy calle la Laguna, doblando por Merecillas hasta la calle Lucena. Parejo Barranco, 1987, p. 93.

Sin embargo, este modelo de crecimiento se agotó con rapidez. El sostenido aumento demográfico de esos años no tenía otra opción de asentamiento que la llanura dibujada al pie de la fortaleza: como es sabido, el derrame inicial, consolidado ya en torno a 1520, se produjo a través de cuatro arterias: tres de ellas desembocaban en la plaza de San Sebastián, convir­tiendo a este espacio, como ya destacara hace algunos años Bonet Correa, en la “verdadera encrucijada en la que se unen la ciudad alta y la baja y las calles que conducen a la salida de la población”59. Una partía de la puerta de la Villa y bajaba a San Sebastián por la cuesta de la Imagen (San Judas) y Zapateros; otra, desde el Portichuelo, lo hacía por la cuesta Caldereros y Santo Domingo; la última, desde las Peñuelas, corría por la calle de los Mesones (hoy calle Nueva). Más hacia el este, las cuestas de Barbacanas y los Rojas alcanzaban el camino de Granada, prologándose hasta la plazuela de San Francisco

58 Un resumen del urbanismo antequerano de la época en Parejo Barranco, 1987, pp.79-97. 59 Bonet, 1971, p. 19.

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Apenas tres años más tarde de la visita de Hoefnagel —esto es, en 1567— otro artista flamenco, Anton Van den Wingaerde, nos dejaría una imagen de la ciudad mucho más detallada y precisa. Una trama extensa, que ya alcanzaba las faldas del cerro de la Cruz y en la que apenas quedaban huecos por urbanizar.

y los caminos de Lucena y Estepa por la calzada de los Rojas. El segundo impulso, desde la plaza de San Sebastián en dirección a los caminos de Granada, Lucena y Estepa, fue más lento, si bien la temprana configuración de los arrabales de San Francisco, San Pedro y el Matadero (en la actual era de San Roque) condicionó que al menos en la primera mitad del Quinientos la ciudad se extendiera más hacia los caminos de Granada y Córdoba, en perjuicio de la salida de Sevilla, de poblamiento algo más tardío y sólo resuelto una vez que los arrabales del Albaicín y San Miguel, prolongándose a través de la calle Carreteros y sus paralelas, llegaron a desembocar en la calle Estepa, un proceso concluido en los años finales del siglo XVI. De los múltiples testimonios que permiten sostener esta afirmación nos quedamos con uno especialmente ilustrativo: cuando en 1540, los agustinos de Santa Catalina, recibieron de los Narváez, para atender el traslado que deseaban desde que ocuparon la ermita, unos solares en la calle de Estepa —donde más tarde construirían el nuevo convento— se sintieron engañados y desilusionados, porque el lugar señalado estaba demasiado alejado del centro de la ciudad:

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...Nosotros pedimos lugar y sitio mas frecuentado de la gente que el que tenemos, mas alegre y en poblado, y el que su reve­rencia nos señala en la plaza de San Sebastian es mas triste y solido que el que dexamos...60. En fin, la concreción de los espacios simbólicos surgidos en los meses del asedio castellano tuvo casi un siglo más tarde una inevitable y a menudo difícil de delimitar, exten­sión ­de carácter social. En el origen de un fenómeno que alcanzaría su máxima expresión durante el barroco, las todavía incipientes élites locales se apresuraron en reivindicar su ascendencia sobre los espacios transcendentes a los que aludimos más arriba. Lo hicieron, con todos los medios a su alcance, los herederos de las familias que habían participado en el asalto —singularmente dos, los Chacón y los Narváez— que se consideraban legitimadas para proceder a ese tipo de ocupación: no en vano ambas se repartían los dos cargos más represen­tativos del poder local —alferez mayor y alcaide de la fortaleza, respectivamente—, cargados, todavía en aquellos momentos, de teóricas responsabilidades de carácter militar y de manteni­miento

60 Barrero, 1732, fol. 366r.


del orden público. De ahí su particular empeño por relacionarse —casi siempre a través de la fórmula del patronato o bien mediante la fundación de capellanías o cualquier otro tipo de vinculación— con unos lugares sacros que ligaban su linaje a los hechos bélicos de la época heróica, y que además los convertían en protectores de las entonces populares órdenes mendicantes. Fue así como, amén de sostener una de las capillas de San Salvador, la familia Chacón tuvo una presencia activa en San Zoilo, mientras que los Narváez añadieron a su ascendencia sobre la primera parroquia antequerana —donde descansaban los restos del primer alcaide—, su simbología particular, aquella que recordaba quien debía ser el señor del lugar: la batalla de Santa Catalina, en la que vencieron a los Fernández de Córdoba, materializada por los agustinos, primero en el camino del arroyo del Alcazar, y desde mediados del XVI en la propia calle Estepa. Este tipo de comportamiento se hizo extensible a aquellas familias que apenas habían tenido relación con Antequera hasta la gran expansión demográfica de principios del XVI. Baste como ejemplo la actividad desplegada por una de las más importantes de las numerosas que se asentaron en aquellos años en la ciudad —la de los Rojas—, que no sólo se hizo con el otro gran espacio simbólico sorprendentemente vacante a esas alturas —el convento del Carmen—, sino que también consiguió compartir San Zoilo con los Chacones, e indirectamente alcanzar la propia ermita del cerro de la Cruz, tras su vinculación con la cofradía de la Sangre. Apuntemos, por último, como las décadas del siguiente cambio de siglo terminaron de conformar el tejido urbano antequerano, que ya apenas sufriría modificaciones en las dos centurias siguientes, y de perfilar la imagen conventual y cerrada característica de la primera ciudad barroca. Se trató de unos años convulsos y complejos, como corresponden a toda etapa de transición, y quizá por ello coinciden-

tes con uno de los periodos de creación artística más fructíferos de toda la historia de la ciudad. Fue entonces cuando se diluyeron los restos del tejido urbano árabe —incluido su elemento más representativo, la puerta de la Villa—, y se produjo la definitiva articulación de los ejes que estaban definiendo el crecimiento de la ciudad baja: con origen en las plazuelas de San Agustín y San Sebastián y destino en los caminos de Sevilla, Córdoba y Granada. Pero esta es una historia posterior. La Antequera a la que hemos aludido en las páginas anteriores se encontraba aún conformada por un tejido social y urbano de transición en el que confluían intereses y actitudes muy diversos. Aunque nos encontremos a comienzos del Quinientos, cuando el Humanismo y el Renacimiento llevaban más de un siglo de andadura al otro lado de la frontera de los reinos españoles, lo cierto es que, en éstos, el viejo orden medieval todavía se mantenía vivo ya que apenas hacía una década que había concluido la presencia política del Islam en la península. No obstante, lo cierto es que una nueva ciudad —como era la Antequera de finales del siglo XV o de comienzos del XVI, aunque su solar tuviera casi dos milenios de historia— atrajo entonces a gentes muy distintas, con lo que la transición a los nuevos tiempos se hizo con relativa rapidez. Individuos portadores de nuevas ideas y principios éticos vinculados al floreciente capitalismo mediterráneo y nordeuropeo, cuya presencia marcará la posterior trayectoria de un núcleo urbano como el antequerano, heterogéneo en sus composición social aunque progresivamente homogeneizado en torno a unos intereses estamentales muy claros, que a su vez atendían a los que eran propios de los dos grandes proyectos de la época: la construcción de los estados nacionales y la consolidación de Roma como el gran (y único) referente de la nueva Iglesia Católica surgida tras la defección luterana.

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Catálogo de obras

RELACIÓN DE AUTORES

Antonio Lara Villodres [A.L.V.] Germán Dueñas Beraiz [G.D.B.] José Escalante Jiménez [J.E.J.] José Luis Romero Torres [J.L.R.T.] José Miguel Puerta Vílchez [J.M.P.V.] Jesús Romero Benítez [J.R.B.] Milagros León Vegas [M.L.V.] María del Pilar Pintor Alonso [M.P.P.A.] Manuel Romero Pérez [M.R.P.] Purificación Marinetto Sánchez [P.M.S.] Virgilio Martínez Enamorado [V.M.E.]


GÁRGOLA NAZARÍ

Cronología: siglo XIV Tipología/ Morfología: gárgola Procedencia: control arqueológico/ obra menor de consolidación murallas del Carmen, Antequera 2009 Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Número de inventario: ATQ/EL CARM/MED.nº 01 (Ref. de exposición: nº 51) Material: calcarenita Medidas: longitud= 72; anchura = 33; altura = 22,5 cm Estado de conservación: presenta rotura en zona posterior

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Se trata de una gárgola correspondiente a la fase de reestuchado de las murallas almohades que se realiza en época nazarí. Se conserva prácticamente completa y está tallada en un bloque monolítico de arenisca. En su interior presenta un canal de desagüe de 7 x 11 cms de sección. Contornea su base un almohadillado de sección circular de 21,5 x 5 cms que junto a una solapa rectangular y lisa marca el encaje sobre el lienzo de la muralla. [M.R.P.]


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LADRILLOS DE TECHO PALEOCRISTIANOS

Cronología: siglos IV-VII Tipología/Morfología: placas decoradas paleocristianas Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Procedencia: Fondos Museo Municipal, posiblemente las piezas proceden del yacimiento arqueológico nº 142 del PGOU de Antequera “Casería Marquez” donde en prospecciones recientes, 2006, se han localizado ladrillos con decoración epigráfica “…ACARIVS” alusivos a “BRACARIVS” que aparece frecuentemente relacionada con este tipo de placas decorativas Número de inventario: ATQ / MUS / 1.63 Material: barro cocido Medidas: A. longitud = 30; anchura= 21 cm.; grosor = 4 cm B. longitud = 38; anchura = 33; grosor= 4 cm Estado de conservación: rotura central con reparación y erosiones antiguas

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El primero de ellos presenta como decoración un crismón con las letras alfa y omega superpuestas. Este motivo central está enmarcado por una paloma y una ramita de palma. M.ª L. Loza Azuaga cita un ejemplar de las mismas características. La autora lo incluye dentro del tipo IV: placas decoradas con crismones (1991-1992, p. 257. Lám. 11.2) El segundo presenta una gran crátera gallonada con asas en forma de «S». Está formado por cuello y cuerpo gallonado. El pie es triangular con base curva. Este vaso se encuentra colocado debajo de un pórtico formado por dos columnas (capitel, fuste y basa). Sobre el capitel se apoya un frontón y un crismón en el tímpano. Palol cita tres ejemplares con decoración semejante. Se conservan en diversas instituciones: en el Museo de Sevilla se conserva un ejemplar completo; en el de Granada un fragmento donde se observa una gran crátera gallonada con asas en «S», colocada debajo de un pórtico semejante al figurado en el grupo de ladrillos de «Bracarius»; el tercer ejemplar procede del Museo de Córdoba (Palol, 1967, pp. 268-269). El autor cree que el tipo de crátera, por su forma en gallones, participa de ele-

mentos muy clásicos representados en la serie de mosaicos sepulcrales de origen africano que se han documentado en el sureste español así como en los recipientes figurados en los mosaicos de las basílicas baleáricas. Por todo ello establece una cronología no muy alejada del siglo V d.C. (Palol, 1967, p. 271). No se puede establecer un cuadro evolutivo seguro (Gástelo 1996, p. 532), debido a la falta de excavaciones sistemáticas con hallazgos de ladrillos in situ y a la carencia de textos literarios que hagan referencia a ellos. La única clasificación cronológica procede de las comparaciones estilísticas. Los ejemplares aquí presentados podrían englobarse entre los siglo IV al VII tal y como proponen Schlunk (1947) y Palol (1961), aunque este segundo autor estima que podrían haberse mantenido hasta el inicio del siglo VIII e incluso su uso podría constatarse en época musulmana. Bibliografía Schlunk, 1947; Palol, 1961; Gástelo Ruano, 1966; Palol, 1967; Loza Azuaga, 1991-1992. [M.R.P.]


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TABLERO DE ALICER EPIGRAFIADO

Cronología: siglo XI Tipología/morfología: tablero de alicer que incluye inscripción en cúfico de resalta, sobre profuso ataurique Procedencia: Cuartos de Granada de la Alcazaba de Málaga Ubicación actual: Museo de Málaga Número de inventario: A/CE08701 Material: madera de pino Medidas: altura = 24,5; anchura = 70,5; grosor = 2 cm Estado de conservación: se encuentra fragmentado en dos mitades, con pérdida de madera y daños en torno a la grieta; presenta restos de ataques de insectos xilófagos y contaminación de hongos Texto:

[y de la ti]erra. “¡Señor! No has creado todo esto en vano (III, 191)

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Como muestra de la Mālaqa anterior a los nazaríes ofrecemos este tablero de alicer que incluye, en una sola línea, un pasaje coránico (III, 191), no muy empleado en la epigrafía de alAndalus. Coronaba la parte superior de un muro del recinto palaciego de la Alcazaba, los llamados “Cuartos de Granada”, pues allí fue encontrado. Se suceden varias fajas decorativas: una superior, de florecillas heptapétalas; por debajo, separándose de la anterior mediante un listel, la inscripción propiamente dicha, en cúfico de nexos curvos y remates bastante biselados y fondo de ataurique evolucionado con

respecto al del siglo X. Todo ello nos lleva a la centuria siguiente, al palacio taifa que tanto ḥammūdíes como zīríes dispusieron en la Alcazaba. Pensamos, con todo, que pertenece a su segunda mitad, siendo en ese caso del período zīrí. Bibliografía Gómez Moreno, 1951, p. 253, fig. 307; Torres Balbás, 1960, p. 45; Acién Almansa y Martínez Núñez, 1982, pp. 4344, nº 29, lám. XXXIII-2; Arcos, 1999, pp. 354-355; Bernus-Taylor, 2000, p. 110, nº 86; Bernus-Taylor, 2001, p. 247; Martínez Enamorado, 2009c, p. 196. [V.M.E.]


CANECILLO DEL PATIO DE LA ACEQUIA EN LA DĀR AL-MAMLAKA AL-SA‘ĪDA EN EL GENERALIFE Cronología: bajo el gobierno de Ismā‘īl I (1273-1309) Tipología/morfología: canecillo Procedencia: costado E, de la Acequia en la Dār al-Mamlaka al-Sa‘īda del Generalife Ubicación actual: Museo de la Alhambra de Granada Número de inventario: R. 1543 0 Material: madera tallada y policromada Medidas: altura = 101; anchura= 7; grosor= 137’5 cm Estado de conservación: bueno, aunque se ha perdido algún sector

Es uno de los canecillos conservados que protegían al paseante a lo largo de los costados longitudinales del patio, en concreto del costado E, de la Acequia en la Dār al-Mamlaka al-Sa‘īda del Generalife y que fueron descubiertos tras el incendio producido en 1958 (Bermúdez Pareja, 1965b). Fueron fabricados en la intervención del sultán Ismā‘īl I (1273-1309). Los canecillos nazaríes se caracterizan por su disposición en tornapunta y en éste, por ser destacadamente volada su longitud que realmente hacía proteger al paseante de las inclemencias del tiempo y que superarían los ejemplares conservados de la Fachada de Comares. Presenta tallado el papo y costados con un tema característico de estas piezas conservadas del Generalife. Se trata de decoración de sebka en todos sus frentes (López Pertiñez, 2003; López Pertíñez, 2006). En el arranque tiene una cenefa inclinada para adaptarse a la disposición en tornapunta del alero. Esta cenefa tiene tallada una estrella de ocho formada por cin-

ta de lazo que se cruza para unirse a la continua y a una línea longitudinal que enmarca la cenefa. En el centro, muestra tallado un cuenco agallonado. Después, tanto en el papo como en los costados, utiliza el mismo tema ornamental de tres sebka-s entrelazadas: una vegetal de palmas superpuestas; otra segunda formada por líneas mixtilíneas; y la tercera, está compuesta por la prolongación de los ápices de escritura cúfica. En el papo la sebka-s vegetal alarga una cinta que se anuda en forma de “8”, continua y vuelve anudar con cuatro cuadrados. En los costados, esta misma sebka-s vegetal será la que se una con una cinta que desarrolla una curva que enmarca una palmeta vuelta de cinco hojas enrolladas en su extremo. Tanto en su cabeza como en la unión angular de costado y papo tenía unas piñas en relieve, hoy perdidas y de las que sólo ha quedado la huella en donde estaban. Bibliografía Bermúdez Pareja, 1965b; López Pertíñez, 2003; López Pertíñez, 2006. [P.M.S.]

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LÁPIDAS FUNERARIAS

Cronología: período nazarí (siglo XV) Tipología/morfología: estela funeraria Procedencia: maqbara cercana a la iglesia de Santo Domingo de Granada Ubicación actual: Museo Arqueológico y Etnológico de Granada donde ingresaron en 1919 procedentes de la colección Manuel Gómez-Moreno Número de inventario:

Estas dos lápidas guardan relación entre sí, dado que podrían tener una funcionalidad y cronología parejas. No obstante, entendemos que no pertenecen a un mismo ejemplar. Proceden de una maqbara cercana a la iglesia de Santo Domingo de Granada, donde fueron recogidas por Manuel Gómez-Moreno quien las entregó al Museo en 1919.

A 2785 B 2781 Material: piedra caliza Medidas: A: longitud = 80; altura = 22; grosor = 9,5 cm B: longitud = 67; altura = 18; grosor = 12 cm Estado de conservación: presentan rotura y partes en las que el epígrafe se encuentra bastante deteriorado Texto: En una serie de cartelas A: La salud B: La salud

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Se trata de sendas laudas que habrían de servir para marcar una tumba (qabr) nazarí. El estilo de la leyenda epigráfica que portan en la banda que debía correr por su parte superior, al‘āfiya (“la salud”), así lo certifica, pues podemos estar ante sendas piezas cuya cronología ha de ser bien avanzada, tal vez del siglo XV. En ambos casos, las características epigráficas son coincidentes, no sólo en lo textual sino en las características de la letra. En efecto, se trata de epígrafes a medio camino entre la modalidad cúfica y la cursiva: de la primera exhibe el rasgo de la ausencia de la puntua-

ción, mientras que su conexión con la cursiva se establece a partir de la gracilidad de los grafemas, sin la típica austeridad del cúfico. Los grafemas tienden a ser estilizados, más altos de lo normal, marcándose los nexos curvos de una manera significativa. Se repite secuencialmente esa leyenda, muy empleada por los nazaríes, que va colocada en el caso de la lápida A en cartelas simples delimitadas por molduras; por debajo, la cartela no queda señalada más que por el hundimiento provocado por la labra. Sin embargo, en el ejemplar B se observa que la serie de cartelas con eulogias terminan en un motivo de flor cuatripétala inscrita en un sino o estrella de ocho puntas, lo que significa que tenía un programa decorativo más sofisticado que la anterior. Como quiera que el resto de las dos piezas se muestra sin labrar, entendemos que se hincaban en tierra con el epígrafe a la vista, marcando el ámbito sepulcral, seguramente como ru’ūsiyya o “cabecera” de la tumba. [V.M.E.]


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CAPITEL NAZARÍ DEL PATIO DE LINDARAJA

Cronología: siglo XIV Tipología/morfología: capitel Procedencia: Patio de Lindaraja Ubicación actual: Museo de la Alhambra de Granada Número de inventario: R. 45980 Material: mármol de Macael tallado Medidas: altura = 29; anchura = 29; profundidad = 29 cm Estado de conservación: magnífico

Este capitel procede del patio de Lindaraja y fue llevado al Museo cuando se suprimieron dos columnas de este espacio. Es de orden corintio y con las características típicas de un ejemplar nazarí. Tiene unido el collarino a la parte inferior y el cálato está envuelto por ocho hojas de acanto representadas por cintas serpenteantes que en la parte superior caen y proyectan en movimiento curvo. Entre el movimiento de las cintas se dejan ver otras que forman parte del tallo del caulículo que al llegar al cuerpo superior cúbico se extienden y abren en dos hojas una dirigida al centro hasta enrollarse tras chocar con su contraria homóloga y unirse por una trabilla. La hoja contraria redondea el ángulo interior del cuerpo cúbico del capitel. Sobre las hojas centrales hay un gran fruto alargado de superficie redondeada. En el espacio restante de cada frente hay unas grandes palmas de dos hojas

que nacen desde los ángulos superiores hacia abajo y enrollándose una de las hojas, como recuerdo remoto de que eran las volutas y en ese caso envuelven un pimiento con su cáliz, y la otra hoja asciende hasta engarzarse en la cinta del ábaco. Este ejemplar responde a una labra muy sencilla que se repetirá en multitud de piezas de pequeño tamaño puramente decorativas (Marinetto Sánchez, 1996) (tipo 55) y se representa en algunos ejemplares de mármol. Formaría grupo con los que se conservan iguales colocados hoy día en la galería del patio de Machuca y provenían del patio de la Casa Real Cristiana de Lindaraja. En la restauración de esta zona por Torres Balbás pensó que provenían de este lugar. Bibliografía Marinetto Sánchez, 1996. [P.M.S.]

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CAPITEL NAZARÍ

Cronología: período nazarí (siglo XIV) Tipología/morfología: capitel cúbico con inscripción en su parte superior Procedencia: indeterminada, seguramente la ciudad de Granada; fue adquirido por los herederos de D. Manuel Gómez-Moreno González Ubicación actual: Museo Arqueológico y Etnológico de Granada Número de inventario: E1.1838 Material: mármol blanco tallado procedente de Macael (Almería) Medidas: altura = 32 cm; anchura = 30 cm; fondo = 30 cm Estado de conservación: bueno Texto En la parte superior

Maestro Muḥammad al-‘Awaḥad (¿)

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Este magnífico capitel cúbico nazarí en mármol de Macael (rujjām Fištālī) presenta un collarino que se adosa al mismo cuerpo, fracturado parcialmente, y un cálatos de morfología cilíndrica de una sola fila de hojas de acanto que dibuja una silueta zigzagueante. En la parte cúbica superior, se representa un fondo de palmas imbricadas que ocultan el fondo y, como suele ser frecuente en los capiteles nazaríes, dos conchas que escoltan el fruto central. Lo más significativo es la firma de un maestro de obras (mu‘allim) que se sitúa en la superficie plana superior, sector que no era visible cuando el capitel se emplazó en su ubicación original. En una letra cursiva incisa típicamente granadina, firma un tal Muḥammad al-‘Aw.ḥ.d (¿al-‘Awaḥad?),

según la lectura de Eguaras Ibáñez y que consideramos correcta. No tenemos constancia de la actividad de este personaje, única firma de tallista del período nazarí conocida y que inferimos habría de regentar un taller de marmolistas (naḥḥāt) que funcionaría en la ciudad de Granada a lo largo del siglo XIV. Su nombre es extraño, pues no responde a una raíz árabe bien determinada. Bibliografía Eguaras Ibáñez, 1948-1949, p. 95; Marinetto Sánchez, 1995a, p. 425, nº 179; Marinetto Sánchez, 1996; García Alfonso, Martínez Enamorado y Morgado Rodríguez, 1999, pp. 178-179; Vílchez Vílchez, 2004a, p. 271, nº 30. [V.M.E.]


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CAPITEL NAZARÍ

Cronología: período nazarí (siglo XIV) Tipología/morfología: capitel cúbico con emblema heráldico Procedencia: indeterminada, seguramente la ciudad de Granada Ubicación actual: Museo Arqueológico y Etnológico de Granada Número de inventario: E1.818 Material: mármol blanco tallado procedente de Macael (Almería) Medidas: altura = 23,5; anchura = 22,8; fondo = 22,8 cm Estado de conservación: bueno

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Este capitel nazarí presenta la particularidad de que se hubo de adaptar al marco arquitectónico para el cual fue concebido, lo que explica la irregularidad que presenta su planta. Como se ha señalado, no debió de estar adosado pues estaba tallado por todos los frentes. En el central, resalta el escudo nazarí de los Banu l-Aḥmar, carente de la leyenda habitual, la gāliba, sobre profuso fondo de palmas. Debió

de estar pintado. Es lógico pensar, por la introducción de este elemento, que formara parte de alguna construcción oficial. Bibliografía Eguaras Ibáñez, 1948-1949, p. 94; Marinetto Sánchez, 1995c, p. 424, nº 178; García Alfonso, Martínez Enamorado y Morgado Rodríguez, 1999, p. 178. [V.M.E.]


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CAPITEL NAZARÍ

Cronología: período nazarí (siglo XIV) Tipología/morfología: capitel cúbico con inscripción en su frontal Procedencia: indeterminada, seguramente la ciudad de Granada; fue donado por D. Joaquín Lisbona. Ubicación actual: Museo Arqueológico y Etnológico de Granada Número de inventario: E1.352 Material: mármol blanco tallado procedente de Macael (Almería) Medidas: altura = 27; anchura = 24; fondo = 24 cm Estado de conservación: aceptable, pero tiene rota la nacela superior Texto En la parte frontal

No hay vencedor sino Dios

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Este capitel cúbico carece de nacela superior y presenta cimacio adosado, cálatos cilíndrico con una sola hoja de filas de hojas de acanto con morfología de banda serpenteante y decoración en su parte cúbica superior basada en palmas imbricadas que impiden ver el fondo y base asimismo de palmas y piñas cortadas por los ángulos. En el frente, en la zona más visible, exhibe lema nazarí inserto en cartela elíptica de lazo, trazado en le-

tra cursiva. Guarda estrechas similitudes con otros de escayola de la Sala de los Mocárabes del Qaṣr al-Riyāḍ (Patio de los Leones) de la Alhambra, realizados bajo el gobierno del sultán Muḥammad V hacia 1380. Bibliografía Eguaras Ibáñez, 1948-1949, p. 94; Marinetto Sánchez, 1996, p. 509, lám. 85, tipo 19; Vílchez Vílchez, 2004d, pp. 272-273, nº 32. [V.M.E.]


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CAPITEL

Cronología: siglos XIII-XIV Tipología/morfología: capitel cúbico Ubicación actual: Museo Arqueológico y Etnológico de Granada Nº de inventario: E2092 Medidas: altura = 29; anchura = 24’5 cm Técnica: pieza tallada en mármol Estado de conservación: en general bueno, con pequeño daños en su parte inferior de escasa trascendencia Texto En la parte frontal

El poder es de Dios

Este capitel cúbico responde no tanto al modelo de capitel nazarí como al meriní. Unos y otros, coincidentes en el tiempo y con grandes similitudes, ofrecen particularidades que permiten diferenciar dos “estilos” en la facturación de estas piezas. Y ello pese a que el capitel meriní se encuentra en una fase inicial de estudio, frente a la producción nazarí, analizada desde antiguo con criterios científicos y con síntesis que permiten su completa caracterización (Marinetto Sánchez, 1996). En este caso, se comprueba la existencia de un cálatos cilíndrico de un desarrollo inferior al que es habitual en otros capiteles meriníes, como pueden ser los ejemplares de la Madrasa al-Ŷadīda de Ceuta (Martínez Enamorado, 1997; Martínez Enamorado, 2006b, p. 37), homologándose, sin embargo, a otras piezas como puede ser una procedente de la Chella (Martínez Enamorado, 2006c, p. 243). Por otro lado, su decoración es lo que nos lleva a decantarnos por esa adscripción meriní, a pesar de que proceda de la misma ciudad de Granada. Observamos que su parte superior queda coronada por dos volutas enfrentadas y gemelas. Aunque de escaso relieve, quedan bien marcadas en el programa decorativo del capitel. Enmarcan una cartela que se adapta a la presencia de dichas volutas, en

cuyo interior se desarrolla una hermosa inscripción en cúfico que recuerda algunos de los motivos de epigrafía estampillada sobre cerámica. La inscripción, con la leyenda al-mulk li-llāh (el poder es de Dios), se desarrolla sobre un fondo de ataurique (pimientos que surgen de la misma línea de base de la palabra). Sobre la base al-mulk, en el centro de la misma, por encima de la línea de base, se ha tallado li-llāh, como auténtico “motivo-tipo”. La leyenda se ajusta al marco concebido, con ápices en los grafemas de trazos altos que van buscando la delimitación de la cartela. Se produce el entrecruzamiento de las figs. 12 m con la expresión li-llāh y la profusión de nexos curvos bien acusados (entre figs. 12i/13m y 12m/11f en al-mulk y entre 12i/12m en li-llāh). Por debajo de la inscripción, exhibe pequeña venera enmarcada a su vez en estructura tendente al círculo, flanqueada por sendos motivos simétricos de ataurique (pimientos). La labor de trepanación de sogueado bien trazado en el cálatos que parte de cada una de las hojas con las que aquel culmina confiere un aspecto muy elegante a esta pieza de filiación meriní. Tiene un orificio que lo atraviesa en sentido longitudinal. Bibliografía Eguaras Ibáñez, 1948-1949; Marinetto Sánchez, 1996; Martínez Enamorado, 1998; Martínez Enamorado, 2006b, p. 37; Martínez Enamorado, 2006c, p. 243. [V.M.E.]

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MQĀBRIYYA NAZARÍ

Cronología: período nazarí (siglo XIV) Tipología/morfología: mqābriyya o estela funeraria prismática Procedencia: indeterminada, seguramente la ciudad de Granada Ubicación actual: Museo Arqueológico y Etnológico de Granada Número de inventario: E498 Material: mármol blanco tallado procedente de Macael (Almería) Medidas: longitud = 137 cm; altura =11 cm; fondo = 15 cm Estado de conservación: bueno, aunque falta la sección triangular superior y uno de los extremos Texto A lo largo del frente, repitiendo rítmicamente el lema de los nazaríes

No hay vencedor sino Dios

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Esta estela prismática o mqābriyya es sin duda alguna nazarí, por el lema dinástico con el que se adorna la base rectangular en todo su recorrido y por la propia morfología de la pieza. La presencia de la gāliba —con terminación de la serie con la expresión (“ensalzado sea”) o, más bien, la letra hā’ ( ), muy ornamental y que viene a expresar la finalización de la expresión regia, de acuerdo a recientes interpretaciones de J. M. Puerta Vílchez (2007, p. 180; 2010)— puede ser indicio de que este objeto fue realizado por los talleres cortesanos para algún miembro de la dinastía o algún dignatario. La escritura va en cursiva típicamente andalusí, encerrada en cartelas oblongas que se separan entre sí por otras circulares que rodean una flor octopétala. La caligrafía recuerda totalmente la cursiva alhambreña, sin ningún elemento distorsionante. Que-

da la duda de si la pieza ha sido desmochada en su parte superior o, por el contrario, era así su fisonomía, pues hemos de recordar cómo los nazaríes realizaban estelas para ser colocadas sobre la tumba extremadamente planas. En ese sentido, cabe recordar que esta pieza guarda cierta similitud en el diseño, con la presencia de la gāliba secuencialmente reproducida, con algunas losas sepulcrales de la Rawḍa nazarí, si bien la altura (aquellas prácticamente planas) y la anchura (bastante superior a la de esta mqabriyya) son bien diferentes. Bibliografía Marinetto Sánchez, 1995b, p. 409-410, nº 66-68; Vílchez Vílchez, 2004b, p. 273, nº 33; Vílchez Vílchez, 2004c, nº 128; Martínez Enamorado, 2006a; Puerta Vílchez, 2007, p. 180; Puerta Vílchez, 2010b. [V.M.E.]


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JARRÓN DE ANTEQUERA

Cronología: período nazarí (siglos XIV - XV) Tipología/morfología: jarrón de loza dorada Procedencia: aunque se dice que procedía de la ciudad de Antequera, no hay datos que con toda seguridad lo puedan certificar Ubicación actual: Museo Arqueológico y Etnológico de Granada Número de inventario: CE00233 Material: cerámica vidriada a torno con técnica de cocción oxidante Medidas: altura = 135,2; diámetro máximo = 68,7 cm Estado de conservación: deficiente —ha perdido toda la decoración, así como gollete y asas—, tal vez porque fue pieza desechada de un alfar

Considerado desecho de testar por los numerosos errores de cocción que presenta, la procedencia del llamado “jarrón de Antequera” es una incógnita. Bajo esa denominación ha podido ser contemplado en el Museo granadino desde el siglo XIX. Balbina Martínez Caviró (1991, pp. 80-93; 1995, p.158) y Guillermo Rosselló Bordoy (1992, pp. 356-357), de acuerdo con ese dato que figuraba en su ficha catalográfica, lo hacían fabricado en los talleres de Antaqīra, si bien en recientes valoraciones se afirma que puede ser una pieza facturada en la misma ciudad de Granada “porque sería muy difícil comerciar con este jarrón que tiene fallos de hornos y grietas” (Vílchez Vílchez, 2006b). Lo cierto es que en 1875 ya está en la Catálogo del Museo de Antigüedades de M. Gómez-Moreno González y en 1879 forma parte de la colección arqueológica granadina, afirmándose desde siempre que procede de Antequera. Sin embargo, por presentar tales errores y por su menor valor estético, no ha sido apenas estudiada sino hasta los últimos años de la

pasada centuria. Se ha utilizado como contenedor de aceite, pues un intenso olor aún impregna sus paredes de barro. Carece de gollete y de sus asas de sujeción apenas si restan sus respectivos arranques. Distintas grapas de hierro colocadas en la época de fabricación se reparten por todo su cuerpo, dispuestas vertical y horizontalmente. Su programa decorativo, que se desarrollaba entre ranuras verticales que recorren la pieza de arriba abajo, está casi perdido: únicamente, en la parte inferior del cuerpo y en el arranque de las asas muestra alguna labor de ataurique y geométrica. Sabemos que se decoraba con reflejo dorado sobre vidriado blanco o engalba. Morfológicamente, recuerda la silueta del jarrón Fortuny-Simonetti. Bibliografía Serrano García, 1988; Martínez Caviró, 1991, pp. 80-93; Rosselló Bordoy, 1992, pp. 356-357, nº 111; Martínez Caviró, 1995, p. 158; García Alfonso, Martínez Enamorado y Morgado Rodríguez, 1999, p. 179; Vílchez Vílchez, 2006b, pp. 152-153, nº 6. [V.M.E.]

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GRUPO DE CANDILES

Cronología: siglos XI- XII-XIII-XIV Tipología/ Morfología: candiles de piquera, de pie alto y de cazoleta Procedencia: niveles musulmanes de las Termas Romanas de Santa María. Antequera (excavaciones 1988-1991) Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Número de inventario: ATQ/SM/ MED nº 45-46-47-48-49-50 (Ref. de exposición: nº 25-26-26-27-28-29-30) Material: cerámica Medidas: ATQ/SM/MED nº 28. 4,5 cms de alto x 12,de longitud ATQ/SM/MED nº 29: 7 cms de alto x 4,5 de dm base ATQ/SM/MED nº 25: 12 cms de alto x 12,5 de dm base ATQ/SM/MED nº 26 :10 cms de alto x 10,5 de dm base ATQ/SM/MED nº 27: 13 cms de alto x 10,5 de dm base ATQ/SM/MED nº 30: 2,5 cms de alto x 8,5 de dm base Estado de conservación: restaurados con escayola en varios elementos

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Se trata de un grupo de seis candiles representativos de distintos momentos cronológicos. El primero de ellos (ATQ/SM/MED nº 28), con cazoleta de gran diámetro y piquera muy desarrollada, corresponde al típico candil califal. El segundo (ATQ/SM/MED nº 29), con un diámetro de cazoleta mucho menor y piquera estrecha, decorada con trazos de óxido de hierro, pertenece ya a momentos almohades. Los tres siguientes presentan vidriado en verde, blanco y verde (destaca por su poca altura) y melado. De ellos el que está vidriado en blanco, destaca

por la escasa altura del pie. El tercer ejemplar puede considerarse como un caso típico de candil de pie alto con nervadura y cazoleta y parte superior del pie vidriada en verde y mitad inferior y depósito en melado muy claro. Por último presentamos un candil (ATQ/SM/MED nº 30) de tipología simple: consta sólo de una cazoleta con asa y vedrío melado. Bibliografía Atencia Páez, Romero Pérez y Rueda Rodríguez, 1990; Navarro Luengo et alii, 2001. [M.R.P.]


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JUGUETES

Cronología: siglos XIII-XIV Tipología/ Morfología: miniaturas de ajuar doméstico: vasito y orza Procedencia: niveles musulmanes de las Termas Romanas de Santa María, Antequera; (excavaciones 1988-1991) Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera. Número de inventario: ATQ/SM/ MED.nº14-13 (Ref. de exposición: nº34-35)

Estamos ante dos juguetes de cronología almohade y nazarí, localizados en los niveles medievales del solar ocupado por las termas romanas de Santa María en las intervenciones de 1990. Estos pequeños recipientes son interpretados por los especialistas como juguetes o réplicas miniaturizadas de ajuar doméstico destinadas a la venta, especie de muestrario o catálogo de ventas para los alfares.

Material: cerámica Medidas: vasito: altura = 5; diámetro= 4,5; orza: altura = 5; diámetro = 5 cm Estado de conservación: restaurados, reintegraciones con escayola y tintas planas, estables

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El primer ejemplar es un vaso que está vidriado en blanco, con decoración en dorado. Aunque el motivo está muy deteriorado, parece ser una cartela con motivos epigráficos, trazado todo ello en dorado. El segundo ejemplar

con repié anular, cuerpo recto y asa que parte del interior del borde, podría ser considerado propiamente una orcita, vidriada en verde. Bibliografía Atencia Páez, Romero Pérez y Rueda Rodríguez, 1990; Marinetto Sánchez, 1993; Marinetto Sánchez, 1995f; Navarro Luengo et alii, 2001; Malpica Cuello, 2003; Peral Bejarano y López Chamizo, 2006; Flores Escobosa (dir.), 2006; Martínez Enamorado, 2009d. [M.R.P.]


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TAPADERA

Cronología: siglo XII Tipología/ Morfología: tapadera Procedencia: niveles musulmanes de las Termas Romanas de Santa María. Antequera (excavaciones 1988-1991) Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Número de inventario: ATQ/SM/MED nº 19 (Ref. de exposición: nº 38) Material: piedra (limonita) Medidas: altura = 9; diámetro = 8 cm Estado de conservación: restaurada, aparentemente estable

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Se trata de un recipiente labrado en piedra, más concretamente en limolita, roca blanda de la cual es posible encontrar afloramientos en las proximidades de la ciudad. Tipológicamente, tiene forma cónica; en el vértice, que no se conserva, debía tener un asidero, de forma desconocida. El exterior se encuentra profusamente decorado mediante un entallado muy profundo, sin otro tratamiento superficial que un fino pulimentado previo. La decoración se dispone en bandas concéntricas que enmarcan motivos triangulares rellenos con bandas horizontales. Entre cada par de triángulos se intercalan, a su vez, triángulos calados colocados a la inversa. Por último, entre la última banda concéntrica y el

tener una funcionalidad muy concreta: a modo de hipótesis, cabría pensar que puede tratarse de la tapadera de un brasero usado para quemar sustancias olorosas.

asidero se trazan una serie de triángulos separados por líneas radiales. Tanto el tipo de material usado como la decoración son poco frecuentes en época musulmana, por lo que debía

Bibliografía

A pesar de la originalidad de la pieza, habría que recordar los recipientes tallados en piedra de época califal —como las piletas de abluciones—, que son sustituidos a partir del siglo XII por otros tipos en cerámica. Así, aunque al estar tallado en piedra puede haber prolongado su uso durante un largo periodo de tiempo, podríamos datar el que nos ocupa en este siglo XII, sobre todo por el contexto en el que aparece.

Atencia Páez, Romero Pérez y Rueda Rodríguez, 1990; Navarro Luengo et alii, 2001. [M.R.P.]


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ATAIFOR ALMOHADE

Cronología: siglo XIII Tipología/ Morfología: ataifor Procedencia: niveles musulmanes de las Termas Romanas de Santa María. Antequera (excavaciones 1988-1991) Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Número de inventario: ATQ/SM/ MED.nº 18 (Ref. de exposición: nº 32) Material: cerámica a torno vidriada Medidas: diámetro = 33,5; altura = 12,8 cm Estado de conservación: restaurado con escayola, estable

Ataifor de fondo con repié anular de diámetro pequeño y gran altura, cuerpo con quiebro muy pronunciado y borde con engrosamiento al exterior. Está vidriado en verde al interior, chorreando este vidriado por el exterior hasta la línea del quiebro.

Bibliografía Atencia Páez, Romero Pérez y Rueda Rodríguez, 1990; Navarro Luengo et alii, 2001. [M.R.P.]

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ATAIFOR DE LA FLOR DE LOTO

Cronología: siglos X- XI Tipología/ Morfología: ataifor Procedencia: niveles musulmanes de las Termas Romanas de Santa María, Antequera (excavaciones 1988-1991) Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Número de inventario: ATQ/SM/ MED.nº 17 (Ref. de exposición: nº 31) Material: Cerámica a torno vidriada Medidas: diámetro = 40; altura = 11 cm Estado de conservación: restaurado con escayola, estable

Ataifor melado con decoración en manganeso, con repié anular bajo y de gran diámetro. La decoración consiste en flores de loto vistas en sección, dispuestas en forma radial.

Bibliografía Atencia Páez, Romero Pérez y Rueda Rodríguez, 1990; Navarro Luengo et alii, 2001. [M.R.P.]

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ATAIFOR DEL PAVÓN

Cronología: principios del siglo XI Tipología/ Morfología: ataifor Procedencia: niveles musulmanes de las Termas Romanas de Santa María. Antequera (excavaciones 1988-1991) Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Número de inventario: ATQ/SM/ MED.nº 2. (Ref. de exposición: nº 30) Material: cerámica a torno vidriada Medidas: diámetro = 29; altura = 8,5 cm Estado de conservación: restaurado con escayola, estable

Ataifor de características tipológicas muy marcadas: carena alta y molduras exteriores junto a la base. La decoración, en verde y manganeso, consiste en un motivo zoomorfo: lo conservado podría interpretarse como la zona de la cabeza de un pavón o, tal vez, de un grifo, con un ojo de perfil, y el remate superior de un florón, mientras que el borde está decorado al interior por una orla que alterna el verde y el negro de manganeso. Bibliografía Atencia Páez, Romero Pérez y Rueda Rodríguez, 1990; Navarro Luengo et alii, 2001; Romero Pérez, 2004c. [M.R.P.]

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ATAIFOR CON MANO DE FÁTIMA.

Cronología: siglo XIII Tipología/ Morfología: ataifor Procedencia: niveles musulmanes de las Termas Romanas de Santa María. Antequera (excavaciones 1988-1991) Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Número de inventario: ATQ/SM/ MED.nº 6 (Ref. de exposición: nº 29) Material: cerámica a torno vidriada Medidas: diámetro = 18,5; altura = 6,5 cm Estado de conservación: restaurado con escayola , estable

Ataifor vidriado en blanco, está decorado con chorreones en verde conformando un motivo que se corresponde con la típica “mano de Fátima”. Bibliografía Atencia Páez, Romero Pérez y Rueda Rodríguez, 1990; Navarro Luengo et alii, 2001; Romero Pérez, 2004d. [M.R.P.]

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TAZA CALIFAL

Cronología: siglo X Tipología/ Morfología: taza Procedencia: Niveles musulmanes de las Termas Romanas de Santa María, Antequera (excavaciones 1988-1991) Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Número de inventario: ATQ/SM/ MED. nº 12 (Ref. de exposición: nº33) Material: cerámica Medidas: altura = 7; diámetro = 12 cm Estado de conservación: restaurada, estable Texto:

La bendición

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Se trata de una pieza muy interesante, con repié anular, cuerpo con paredes curvas, ligeramente entrantes, carena baja, borde recto y asa con apéndice en forma de pico. Está vidriada en blanco y decorada en verde y manganeso con un motivo epigráfico: el contorno de las letras está delimitado por líneas de manganeso, mientras que el interior de algunas se rellena de verde. La fórmula epigráfica que se utiliza es la expresión al-baraka, en un cúfico que tiende a la cursivización, con ápices desarrollados, nexo curvo acusado entre la figs. 11i y 15f y una solución ciertamente anómala para el grupo 1a/12i/2f y, en general, para el tratamiento de todos los grafemas

de la inscripción. El resultado es una escritura alejada de los cánones de representación de esta leyenda, que, siendo cúfica, muestra una cierta evolución hacia la cursiva, fenómeno que puede ser debido tanto al soporte sobre el que se practica como a la técnica de impresión. Bibliografía Atencia Páez, Romero Pérez y Rueda Rodríguez, 1990; Navarro Luengo et alii, 2001; Romero Pérez, 2004b. [M.R.P. / V.M.E.]


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JOFAINA ALMOHADE.

Cronología: siglo XIII Tipología/ Morfología: ataifor Procedencia: niveles musulmanes de las Termas Romanas de Santa María, Antequera (excavaciones 1988-1991) Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Número de inventario: ATQ/SM/ MED.nº 8 (Ref. de exposición: nº 36) Material: cerámica Medidas: diámetro = 12; altura = 4,8 cm Estado de conservación: pérdidas y erosiones cromáticas, estable

Jofaina que presenta el interior decorado con profusión, con un motivo de lacería trazado con finísimas líneas de manganeso, desarrollado a partir de una estrella de ocho puntas. En los espacios delimitados por este trazado geométrico se alternan ovas con motivos vegetales y zonas en reserva, que reciben un engobe, muy mal conservado, en tono rojo, negro o blanco. Probablemente se trate de un ejemplar inacabado, que posiblemente iba a recibir una decoración en cuerda seca, encontrándose el ejemplar en una primera fase de realización. Bibliografía Atencia Páez, Romero Pérez y Rueda Rodríguez, 1990; Navarro Luengo et alii, 2001; Romero Pérez, 2004g. [M.R.P.]

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AMULETO CON MANO DE FÁTIMA

Cronología: período nazarí (siglo XIV - XV) Tipología/morfología: amuleto con la jamsa o mano de Fátima Procedencia: indeterminada, en la ciudad de Granada Ubicación actual: Museo Arqueológico y Etnológico de Granada Número de inventario: CE04829 Material: fundición de bronce con contornos de plata

La mano de Fátima (jamsa o yad Fāṭima) pertenece a una simbología plenamente musulmana presente en multitud de objetos y contextos. Como símbolo profiláctico, sirve para alejar cualquier mal de ojo lo que explica esa extensísima difusión a lo largo del tiempo y en todos los ámbitos geográficos del Islam medieval y moderno. En este caso, su pequeño ta-

maño nos lleva a pensar que se trata de una pieza destinada a ser portada como talismán o amuleto (ḥirẓ), según se conoce en tantísimos ejemplos. El resultado estético está bien conseguido. Bibliografía García Alfonso, Martínez Enamorado y Morgado Rodríguez, 1999, pp. 160-161. [V.M.E.]

Medidas: altura = 4,2; anchura = 3,5; grosor = 0,2 cm Estado de conservación: bueno

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CANDIL DE PIE ALTO VIDRIADO EN VERDE

Cronología: siglo XIV Tipología/morfología: candil de pie alto Procedencia: Alhambra Ubicación actual: Museo de la Alhambra de Granada Número de inventario: R. 4380 Material: cerámica torneada y modelada vidriada en verde Medidas: altura = 17’2; anchura = 14’9 cm Estado de conservación: bueno

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Los candiles nazaríes aunque la cazoleta contenedora de aceite disminuye de tamaño en relación a las de épocas anteriores, sí mejoran en varios conceptos útiles: elevan con un pie alto la cazoleta, lo que permitiría un mejor aprovechamiento de la luz; la cazoleta muestra una forma de pequeño cuenco del que con un apretón separa lo que podría ser la piquera de apoyo y salida de la pabila para dar luz y el contenedor del combustible; tiene una base amplia y plana que estabiliza perfectamente a la pieza y por otro lado al ser más amplia que la proyección de la cazoleta recogerá los goteos o posibles rebosaderos al llenarla y moverse con el candil de un lugar a otro; también, esta base permitía a modo de platillo, apoyar la mecha de reserva por ejemplo; tiene un asa amplia desde la base de la cazoleta a la

parte superior del pié, que permite su sujeción estable (Marinetto Sánchez, 2005; Marinetto Sánchez y Flores Escobosa, 1995); Por último, este tipo de candiles nazaríes muestran el fuste decorado con molduras y en algo más de su tercio inferior, hasta el segundo pliegue, está perforado en forma cónica, preparado para encajarse en un portacandil en el cual se podría depositar agrupado con otros, para aumentar la luz y situar en el lugar deseado para su uso, desde donde se podría extraer para llevarse en el movimiento por las diferentes estancias de la vivienda. Bibliografía Marinetto Sánchez y Flores Escobosa, 1995; Marinetto Sánchez, 2005. [P.M.S.]


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GOLLETE ESTAMPILLADO NAZARÍ

Cronología: siglo XIV Tipología/morfología: gollete cerámico torneado con decoración estampillada Procedencia: Alcazaba de la Alhambra Ubicación actual: Museo de la Alhambra de Granada Número de inventario: R. 5746 Material: cerámica torneada con decoración estampillada Medidas: altura = 27; diámetro = 33 cm Estado de conservación: bueno

Este gollete, parte superior de lo que debió ser un gran jarrón estampillado, se encontró por un hallazgo en la Alhambra con motivo de unas obras para instalar una boquilla de riego en los jardines. Fue hallado en la Alcazaba de la Alhambra, junto a la Puerta de Armas en su costado sur. Se trata de una pieza muy importante que enlaza con otras de esta técnica decorativa, conservadas del periodo almohade y que en época nazarí, las que han llegado a nosotros, reducen su tamaño y carecen de gollete, de manera que al terminar en la parte superior de la panza y en lo que debería ser la unión con un cuello, la rematan sin mayor decoración (Marinetto Sánchez, 2004c). Esta pieza conservada nos demuestra que también existían piezas similares a las que en ápoca almohade y su continuación mudéjar

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en Sevilla y Toledo, se hicieron, en las que se ven el inicio de lo que llegaría a ser la silueta de los jarrones de la Alhambra. En este caso, el tamaño del gollete destaca y apunta que debió ser una vasija de considerables dimensiones. Si la vasija tuvo asas, éstas no tocaban el gollete, ya que no han quedado huellas. Este gollete presenta forma ligeramente bitroncocónica, con poca altura en cierre y mayor amplitud hasta el borde. Éste se desarrolla en horizontal como un grueso anillo. Está torneado de una arcilla muy porosa rojiza, con decoración estampillada de gran profundidad, bien planteada y buena ejecución. Ya que utiliza una arcilla que aunque muy compacta y bien trabajada, tiene impurezas que le dan calidad a su fin útil, para mostrar un acabado suave y brillante tiene un baño con una engalba roja que la cubre en su totalidad, al igual que se hacían en las piezas almohades de procedencia granadina. La decoración se distingue en cuatro anchas bandas horizontales separadas por cintas lisas. La banda inferior, que tiene forma troncocónica, se separa en tres motivos moldurados en suave superficie curva, lo que separará el perfil de cierre que viene del cuerpo a la apertura real de la boca. Su decoración también se diferencia

además de su separación moldurada. La banda inferior se adorna con una estampilla vertical que ocupa toda su altura, con un tema menudo que forma una retícula en diagonal y en el centro de cada cuadrado muestra un pequeño cuadradito, lo que produce en efecto trama de cuadrados concéntricos en diagonal. La unión de cada estampilla no siempre se consigue en perfección y tiene algún movimiento de anclaje. La parte superior del cuerpo distingue tres bandas decorativas, iguales las extremas y diferente la central. Las extremas muestran un motivo de lazo formado por una estrella de ocho y crucetas en el que la estrella ocupa en espacio central con una flor de ocho pétalos en el centro. Este mismo tema se repite tallado en madera y podemos verlo en el arranque del canecillo del Generalife R. 1543, aquí expuesto, ejemplo de influencia decorativa entre diferentes talleres y que ha sido estudiado en otro lugar. La banda decorativa central repite una estampilla con palmas menudas, simétricas a su disposición respecto al centro. Bibliografía Rosselló Bordoy, 2002; Marinetto Sánchez, 2004c; Marinetto Sánchez, 2009a; Marinetto Sánchez, 2009b. [P.M.S.]


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SAFA (SAḤFA) VERDE CON DECORACIÓN EN MANGANESO

Cronología: siglo XV Tipología/morfología: safa decorada Procedencia: Alhambra Ubicación actual: Museo de la Alhambra de Granada Número de inventario: R. 6677 Material: cerámica torneada vidriada en verde Medidas: altura = 12; diámetro = 27 cm Estado de conservación: excelente

Se atiene a la clara definición de uso de una safa según Dozy “es un gran recipiente que puede contener lo que es suficiente para saciarse cinco personas” (Dozy, 1967; Fernández Puertas, 2009a). Su forma es torneada de cerámica compacta y depurada de color anaranjado con ruedo amplio y paredes muy abiertas cónicas con alto borde vertical. Tiene acabado vidriado sólo en el interior de color verde y se decora con fino pincel en color manganeso. A pesar de que este acabado en verde y manganeso queda reservado para piezas populares, entre ellas destacan algunas como esta, en que su decoración cuidada apuntaría a que debieron ser realizadas por los mismos talleres de las piezas de la vajilla de la corte blancas, azules y doradas (Marinetto Sánchez, 2007). La decoración se inscribe dentro de dos líneas paralelas que desarrollan un círculo en el espacio del vuelo. Utiliza un tema que se repite con cierta continuidad tanto en piezas en azul como en verde (Marinetto Sánchez, 2004d) y que se atiene a una tipología decorativa ya definida de decoración geométrica con epigrafía (Marinetto Sánchez, 2007) y que corresponde al grupo clasificado por Balbina Martínez Caviró como “temas geométricos” (Martinez Caviró, 2009) y al grupo 12 “decoración de cuadrado y lazo de ocho” de Antonio Fernández-Puertas: “hay una serie de piezas que tienen en

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el centro un cuadrado que alcanza el círculo delimitador del campo de decoración y presenta en las apotemas de sus lados unos motivos en piña” (Fernández Puertas, 2009a). Esta pieza más cuidada de lo normal, muestra en el interior del cuadrado y como motivo central un rosetón de lazo curioso porque juega con un lazo de de ocho y seis. Tiene una estrella formada por la interpolación de dos triángulos equiláteros que a su vez tiene entrelazado de las puntas de la estrella un círculo lobulado de seis puntas. Este tema se repite en otras piezas cerámicas dibujado en mayor tamaño y como diseño principal decorativo (Marinetto Sánchez, 2009). En el hexágono interior se cruzan dos elipses y se interpola un cuadrado que genera de forma muy sencilla una estrella de ocho. Volviendo a la estrella mayor de seis o mejor dicho de doce, al alternar puntas angulares y curvas, combina formas de uso con epigrafía cursiva en su interior con el tema al-‘āfīya “la salud” y una pareja de pimientos en movimientos curvos serpenteantes, muy esquemáticos y esbeltos, todo ello como centro o ángulo del cuadrado que envuelve la decoración. Bibliografía Dozy, 1967; Marinetto Sánchez, 2004d; Marinetto Sánchez, 2007; Fernández Puertas, 2009a; Flores Escobosa, 2009; Marinetto Sánchez, 2009a ; Martinez Caviró, 2009 ; Ruiz García, 2009 [P.M.S.]


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SAFA (ṢAḤFA) NAZARÍ CON DECORACIÓN AGALLONADA

Cronología: siglo XV o principios del XV Tipología/morfología: safa decorada Procedencia: área del Palacio de Carlos V Ubicación actual: Museo de la Alhambra de Granada Número de inventario: R. 1563 Material: cerámica torneada vidriada en blanco y azul Medidas: altura = 5,1; diámetro = 19,4 cm Estado de conservación: bueno

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Esta safa fue hallada en el área del Palacio de Carlos V. Perteneció a la vajilla de lujo nazarí y está torneada con ruedo en la base. Presenta paredes muy abiertas troncocónicas y borde con poca altura sobresaliente y abiselado que dan lugar a una pieza cuidada y de paredes delgadas. Conserva la decoración azul sobre el blanco interior y posiblemente debió tener también decoración dorada hoy perdida, de la que ha dejado los espacios en blanco. Muestra un diseño tomado de fuentes de agua que pasa en plano a la cerámica doméstica de lujo

nazarí. La base tiene un cuadrado con epigrafía cursiva inscrito en un círculo del que irradia una decoración agallonada girada a imitación en plano de los gallones girados modelados de las fuentes de agua. En el interior de cada espacio agallonado, se alternan largas ramillas con hojas a los lados y terminadas en una florecilla; y en los otros, un tema en forma de gota de agua con epigrafía cursiva en su interior, con el tema de al-‘āfīya “la salud”. Bibliografía Marinetto Sánchez, 2009a. [P.M.S.]


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ATAIFOR (ṬAYFŪR) NAZARÍ BLANCO Y AZUL

Cronología: siglo XV Tipología/morfología: ataifor con decoración dibujada Procedencia: placeta de Carlos V y entrada al Mexuar Ubicación actual: Museo de la Alhambra de Granada Número de inventario: R. 3855 Material: cerámica torneada vidriada en blanco y azul Medidas: altura = 8’4; diámetro = 17’8 cm Estado de conservación: bueno, restaurado

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Se trata de un pequeño ataifor aparecido en la placeta de Carlos V y entrada al Mexuar. Debió de pertenecer a la vajilla de lujo conservada para el uso de la corte nazarí. Es de cerámica anaranjada con ruedo y paredes curvas; al exterior, próximo al borde tiene una moldura curva hacia el interior. Está vidriado totalmente en su interior y al exterior lo bañan de forma parcial a modo de chorreón sin cubrir toda la superficie. En el interior tiene distribuida la decoración en un tema central formado por círculos y el borde con una cenefa. Los motivos dibujados en azul, son temas menudos vegetales de tallos curvos que termi-

nan en unas florecillas que serán el antecedente de las hojas de perejil en Manises. En el borde tiene una cenefa en zig-zag con hojas muy esquemáticas (Flores Escobosa, Muñoz Martín y Marinetto Sánchez, 1997). Esta pieza, muy cuidada en su factura y decoración, ya manifiesta su evolución decorativa en los temas utilizados y por otro lado, se aprecia una mayor utilización del color azul en exclusividad y no reservando espacio para el dorado. Bibliografía Flores Escobosa, Muñoz Martín, y Marinetto Sánchez, 1997. [P.M.S.]


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PEQUEÑA SAFA (ṢAḤFA) BLANCA Y AZUL NAZARÍ CON DECORACIÓN EPIGRÁFICA Cronología: siglos XIV-XV Tipología/morfología: pequeña safa con decoración epigráfica Procedencia: Alhambra Ubicación actual: Museo de la Alhambra de Granada Número de inventario: R. 1238 Material: cerámica torneada vidriada en blanco y azul Medidas: altura = 6’4; diámetro= 14’7 cm Estado de conservación: bueno, restaurada

Pequeña safa o ṣaḥfa de cerámica torneada de silueta cuidada que formaba parte de la vajilla rica nazarí. Tiene ruedo y abre de forma destacada; presenta una carena con borde sobresaliente y continúa con apertura más suave; tiene alto borde en vertical. Tiene un baño en blanco en su interior y en su exterior han dejado chorrear o incluso han mojado la pieza del borde hacia abajo, dejando grandes ondas que no cubren toda la superficie. Su diseño ornamental responde a las clasificaciones ya establecidas de “decoración longitudinal en el centro de la piezas” (Marinetto Sánchez,

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2007) o “decoración axial de un eje” (Fernández Puertas, 2009a) con un círculo que ocupa todo el fondo y lo divide en una ancha banda central con epigrafía cursiva y de igual modo se rellenan los segmentos curvos con el tema de al-‘āfīya “la salvación”. Esta solución ornamental también aparece en piezas muy similares con temas en dorado y en el que esta banda central usaba este color. En la superficie ascendente muestra círculos y un cordón. Bibliografía Marinetto Sánchez, 2007; Fernández Puertas, 2009a. [P.M.S.]


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JARRA CON DECORACIÓN EN MANGANESO

Cronología: siglos XIII-XIV Tipología/morfología: jarra decorada Procedencia: en una mazmorra junto a la Puerta del Vino Ubicación actual: Museo de la Alhambra de Granada Número de inventario: R. 1179 Material: cerámica torneada sin vidriar y decoración en manganeso Medidas: altura = 21’6; anchura= 14’8; diámetro= 15 cm Estado de conservación: aún con rotura de la parte superior y de las asas, el programa decorativo se preserva casi íntegro

Este tipo de jarras presentan unas características constantes: una buena calidad de arcilla blanca muy bien torneada con paredes muy finas y de cuidada decoración pintada y a veces esgrafiada, en manganeso. Estas jarras están pensada para ofrecer un agua fresca en un recipiente de cuidada factura, muy ligero aunque frágil y muy bello por su modelado y decoración, que permite estar en lugares destacados como las tacas a la entrada de una estancia de palacio, como nos indica la poesía (Cabanelas Rodríguez y Fernández Puertas, 1983-1984; Cabanelas Rodríguez y Fernández Puertas, 1978). Esta jarra, hallada en la mazmorra emplazada junto a la Puerta del Vino, se hace de arcilla clara calcárea (Fernández Navarro, 2009), muy depurada, torneada de forma muy cuidada y finísimas paredes. Tiene ruedo en la base, destacado en altura, con pestaña saliente de donde arranca el cuerpo en silueta cóncavo-convexa. La panza, abultada, termina en un amplio y alto cuello que abre en la parte superior. Conserva el arranque de las asas del centro más amplio del cuerpo y ascienden en vertical.

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Sobre la superficie clara de la arcilla se pinta a pincel en negro manganeso y de forma muy parecida, los dos frentes de la pieza. Tiene en la base una banda ancha en manganeso y sobre ella en paralelo con un pincel muy fino, una línea de límite del tema que centra los frentes de la jarra. Se trata de un tema alargado, que parece un antebrazo que sigue su desarrollo en el cuello de la jarra (Marinetto Sánchez, 2004b). El interior de este tema se decora con un sembrado de palmas de hojas curvas y largas que no responden a un eje de simetría, sino para rellenar la superficie. En la línea de borde, tiene pinceladas cortas a lo largo. El espacio que resta hasta las asas tiene forma sinuosa, con temas irregulares rellenos de punteado. El área vertical en el costado de las asas presenta una banda con un motivo decorativo diferente, con zig-zag, en negro y líneas onduladas irregulares. Bibliografía Cabanelas Rodríguez y Fernández Puertas, 1978; Cabanelas Rodríguez y Fernández Puertas, 1983-1984; Marinetto Sánchez y Flores Escobosa, 1995; Marinetto Sánchez, 2004b; Fernández Navarro, 2009. [P.M.S.]


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PILA DE ABLUCIONES

Cronología: segunda mitad del siglo XII-primera mitad del siglo XIII Tipología/morfología: pila de abluciones de una mezquita Procedencia: mezquita de Calle San Juan de Málaga Ubicación actual: Museo de Málaga Número de inventario: A/DJ08566 Material: cerámica vidriada en cuerda seca total Medidas: profundidad = 20; área = 50 x 60 cm Estado de conservación: bueno, aunque presenta alguna fractura Texto: En el centro

La gloria Fuera del motivo decorativo central, en ambos lados

Prosperidad

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Esta pila de morfología rectangular y fracturada en su borde exhibe en su interior una moldura en forma de media caña en la unión del fondo con las paredes destinadas a facilitar su limpieza. En uno de sus lados, se comprueba la existencia de un orificio de desagüe. Llama la atención el tratamiento decorativo de su interior, de cuerda seca, distribuida sobre un fondo blanco muy erosionado. Como

enmarca por una línea en manganeso coincidente con la moldura de media caña. Pertenecía a una mezquita de cronología almohade hallada en la Calle San Juan, 24-26 de la madīna malagueña, en cuyo patio se halló junto con otra pila, formada por olambrillas bicolores, blancas y negras. En las inmediaciones del lugar de hallazgo hay constancia de la existencia de una calle llamada Mezquitilla, alusión a la

motivo central, se desarrolla una lacería cuyo módulo es una estrella de ocho puntas en manganeso. En el centro, en escritura cursiva, la eulogia al-‘izza (la bendición). Todo ese motivo geométrico se rellena en verde, con pequeños círculos en manganeso. El motivo, circular, se rodea de una merlatura basada en semicírculos con ataurique interior. En los lados cortos de la pieza hallamos un elegante epígrafe en cursiva (gibṭa, prosperidad) trazado en manganeso. El conjunto se

existencia de ese pequeño oratorio de barrio (masŷid al-ḥawma). Bibliografía Navarro Luengo et alii, 1999; Valencia, 1998, p. 138; Salado Escaño y Arancibia Román, 2003, pp. 74-75, fig. 3; Martínez Enamorado, 2009a, pp. 186-187. [V.M.E.]


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JAMBA CON DECORACIÓN EPIGRÁFICA

Cronología: período nazarí (siglo XIV) Tipología/morfología: tres fragmentos de jambas de estuco con policromía, en las que se desarrollan distintos epígrafes, combinando la escritura cúfica granadina con la cursiva Procedencia: Ronda, donde fue comprada por el Museo a un anticuario Ubicación actual: Museo de Málaga Número de inventario: A/CE08796 Material: estuco Medidas: altura = 83; anchura 55 cm Estado de conservación: buena, conservando restos de policromado en azul Texto:

La pieza es un compendio en miniatura de la escritura granadina-magrebí del siglo XIV, al incluir los dos regis-

Mahoma enviado de Dios

tros, cúfico y cursivo, en una serie de frases religiosas: arriba, la profesión

No hay Dios sino Dios Cuerpo inferior, a la derecha (cúfico)

Ayuda de Dios y conquista próxima (Q, LXI, 13).

de fe, por debajo el tahlīl y, finalmente, en el cuerpo inferior el pasaje de inspiración coránica LXI, 13, cuya presencia no fue detectada por los primeros editores de esta pieza y que juega un relevante papel entre las doxologías empleadas por los nazaríes. El innegable aire alhambreño, con una buena parte de los elementos que son comunes a la decoración del palacio granadino (incluyendo presencia de mocárabes y lacería de rueda), es general a otras manifestaciones epigráficas rondeñas de cronología similar. Bibliografía

Cartela superior (escritura cursiva)

Cuerpo superior (escritura cúfica, enmarcando la palabra Allah a las restantes)

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Consiste esta pieza, tal vez formando parte de un programa decorativo de un palacio rondeño del siglo XIV, en una jamba de un arco que se compone por dos piezas unidas, la inferior más ancha y con decoración de mocárabes. En las albanegas, se disponen motivos florales, dos medallones formando una estrella de ocho puntas. En la parte superior un cordón como alfiz. En la parte más estrecha hay una inscripción cúfica, alternando las letras con atauriques de hojas picadas. En la parte superior, una cartela con una inscripción cursiva.

Acién Almansa y Martínez Núñez, 1982, p. 53, nº 45, lám. XLIX y L; Martínez Núñez, 2006a; Martínez Enamorado, 2009b, pp. 214-215; Martínez Enamorado, 2009f. [V.M.E.]


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QUICIALERA

Cronología: siglo XIV Tipología/morfología: quicialera Procedencia: Alhambra Ubicación actual: Museo de la Alhambra de Granada Número de inventario: R. 1677 0 Material: piedra caliza tallada Medidas: altura = 14; anchura = 33’5; grosor = 26’5 cm Estado de conservación: bueno

Se trata de una de las piezas que componen la estructura de giro de puertas de gran tamaño. Las hojas de madera giran encajándose en el suelo en las quicialeras y en la parte superior en las gorroneras. Frente a estas últimas piezas que se encontraban en la parte superior y que solían ser de madera dura y en algunos casos de mármol, las quicialeras, sí que necesitaban usar como material de fabricación la piedra o el mármol y protegidas con casquillos de hierro. Esta pieza tiene forma prismática de piedra clara que se embutía hasta el

nivel del suelo para servir de anclaje del gozne de una puerta de considerable tamaño. Tiene la perforación del gozne en donde se conserva restos de casquillo metálico que la protegía del roce continuado de la puerta que también terminaba con una pieza metálica para facilitar su giro. La superficie superior que quedaba vista, se decora con una moldura alrededor del agujero y hacia el frente salen dos tallos hacia las esquinas iguales, formados por dos pisos de parejas de hojas redondas escalonadas y un fruto almendrado en su extremo. [P.M.S.]

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CAJA DE LA CASA DEL CHAPIZ

Cronología: período nazarí (siglo XIV) Tipología/morfología: arqueta de taracea Procedencia: Casa del Chapiz, en el Albaycín de Granada Ubicación actual: Museo Arqueológico y Etnológico de Granada Número de inventario: 4227 Material: madera, marfil, metal y pigmento Medidas: altura: 15’5 cm; longitud: 29’5 cm; anchura: 24’5 cm Estado de conservación: bueno

La arqueta del Museo granadino forma parte de la serie llamada “arquetas moriscas” granadinas, cuya cronología abarca desde el siglo XIV al XVII. Se trata de un ejemplar estéticamente bien resuelto, a pesar de que la decoración es sumamente simple. El proceso de elaboración se basa en la incrustación en la madera dura que actúa de soporte de pequeños fragmentos de marfil, en sus colores naturales o policromados en distintos tonos. La decoración geométrica se extiende por toda la superficie, ordenada en bandas horizontales de estrellas de ocho puntas con flor cuatripétala en

su seno. Las piezas romboidales responden a la tipología “grano de trigo”, muy característica de la taracea de época tardo-nazarí. Clavos de plata en el interior de las flores embellecen el conjunto. Marfil coloreado y ébano completan la decoración entre bandas. Bibliografía Eguaras Ibáñez, 1950-1951, p. 183, fig. 118; Pérez Higuera, 1994, p. 31; Fresneda Padilla, 1995b, p. 454, nº 198; García Alfonso, Martínez Enamorado y Morgado Rodríguez, 1999, p. 164. [V.M.E.]

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REDOMA ALMOHADE

Cronología: siglos XII-XIII Tipología/ Morfología: redoma Procedencia: niveles musulmanes de las Termas Romanas de Santa María. Antequera (excavaciones 1988-1991) Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Número de inventario: ATQ/SM/ MED. nº 11 (Ref. de exposición: nº 37) Material: cerámica Medidas: altura = 21,5; diámetro = 18 cm Estado de conservación: restaurada, estable

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Jarrito o redoma, dada la similitud tipológica y la polivalencia funcional de ambos tipos, vidriado en verde, con repié anular, carena muy pronunciada en la unión entre solero y cuerpo; este último presenta acanaladuras paralelas en un ángulo de unos 45º y estrías horizontales en la unión entre cuerpo y cuello. Aunque no se ha conservado el borde, éste habría de ser muy probablemente trilobulado. El asa, moldurada, que arranca de la mitad del cuerpo y llega hasta la mitad del cuello, tiene, en la parte superior, un apéndice con un motivo zoomorfo. Tipo inusual.

Bibliografía Atencia Páez, Romero Pérez y Rueda Rodríguez, 1990; Navarro Luengo et alii, 2001; Romero Pérez, 2004e. [M.R.P.]


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GRUPO DE REDOMAS

Cronología: siglos XIII y XIV Tipología/ Morfología: redomas Procedencia: niveles musulmanes de las Termas Romanas de Santa María. Antequera. Excavaciones 1988-1991 (A y C) y vigilancia arqueológica en la Casa de las Torres (B). Antequera Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Número de inventario: (A) ATQ/SM/ MED.nº 22 (Ref. de exposición: nº 41), (C) ATQ/SM/MED.nº 23, (Ref. de exposición: nº 42), (B) ATQ/CARM/ 01 (Ref. de exposición: nº 43) Material: cerámica Medidas: altura (A-C-B) = 13-12-15; diámetro (A-C-B) = 7,5 -9-7,5 cm, respectivamente Estado de conservación: pérdidas y erosiones cromáticas, estables

A Grupo de tres redomas vidriadas, dos en color verde y una melada que tienen repié anular, cuerpo piriforme, asa, molduras en cuerpo y cuello y nervadura en el cuello; en la que conserva la boca, ésta es trilobulada. Un asa de sección aplanada enlaza desde la boca a la parte media del cuerpo. Estos recipientes podían contener diversos líquidos como aceite y vinagre. El vidriado cubre la totalidad de la pieza por el interior y por el exterior, salvo el solero. Una pequeña incisión marca la transición entre cuerpo y cuello. Bibliografía Atencia Páez, Romero Pérez y Rueda Rodríguez, 1990; Navarro Luengo et alii, 2001. [M.R.P.]

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B


C

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JARRITAS

Cronología: siglos XIII-XIV Tipología/ Morfología: jarritas Procedencia: niveles musulmanes de las Termas Romanas de Santa María. Antequera (excavaciones 1988-1991) Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Número de inventario: ATQ/SM/ MED. nº 20-21 (Ref. de exposición: nº39-40) Material: cerámica Medidas: altura = 17; diámetro = 21 cm Estado de conservación: el primer ejemplar presenta fisura en la zona inferior y el asa restaurada con escayola, estable; el segundo está restaurado parcialmente con escayola

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Dentro del grupo jarrito/a, existe un repertorio muy interesante de jarritas localizadas tanto en los niveles medievales de las termas romanas de Antequera como en lo sondeos realizados en las dos primeras terrazas del Alcazaba. Las diferencias entre ejemplares vienen dadas por el tratamiento decorativo recibido por cada una de ellas, mientras que tipológicamente todas muestran unas características muy similares: fondos ligeramente convexos, con reborde discoidal marcado, cuerpo globular con estrías marcadas y cuello suavemente curvado, con reborde interior y asas que, partiendo de la zona mesial del cuerpo, llegan hasta el borde. Las pastas son pajizas, muy porosas.

La primera jarrita (A), con goterones de vedrío verde sobre el asa, tiene en el cuerpo una serie de motivos trazados en manganeso: trazos verticales, probablemente epigráficos, y un círculo con motivos también epigráficos. En el cuello hay una serie de motivos en espiral, esgrafiados, encuadrados por metopas también esgrafiadas, todo ello sobre manganeso. La segunda recibe una decoración más simple, asociando la cuerda seca parcial, en forma de goterones de vedrío verde. [M.R.P.]


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CANTIMPLORA

Cronología: siglo XIII Tipología/ Morfología: cantimplora Procedencia: niveles musulmanes de las Termas Romanas de Santa María (Antequera); (excavaciones 19881991) Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Número de inventario: ATQ/SM/ MED.nº 24 (Ref. de exposición: nº 44) Material: cerámica Medidas: altura = 19’5; grosor = 11; diámetro = 17 cm Estado de conservación: pieza completa, presenta erosiones superficiales antiguas; estable

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Cantimplora elaborada con pasta pajiza. El perfil es ovoide, con cuello estrecho y boca saliente, con dos asas. La decoración, en manganeso, se encuentra sobre el labio y en ambas caras bajo el cuello, con el motivo de la “mano de Fátima” (jamsa) muy estilizada. Este motivo, de carácter profiláctico, es muy frecuente en los contenedores de agua. Cronológicamente, hay que encuadrarla en el siglo XIII.

Bibliografía Marinetto Sánchez y Flores Escobosa, 1995, pp. 179, fig. 2, g; García Alfonso, Martínez Enamorado, Morgado Rodríguez y Roncal Los Arcos, 1997, p. 347, fig. 9; Fernández Guirado e Iniguez Sánchez, 1999, p. 380, lam. IV, 6; Navarro Luengo et alii, 2001; Martínez Enamorado, 2003, p. 88; Cavilla Sánchez-Molero, 2005, pp. 148-150; Martínez Enamorado, 2009e; Romero Pérez, 2004f. [M.R.P.]


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AZULEJOS DE ARISTA CON TEMA GEOMÉTRICO

Cronología: siglo XIV o principios del XV Tipología/morfología: azulejos decorados Procedencia: Madrasa Yūsufiyya de Granada Ubicación actual: Museo de la Alhambra de Granada Número de inventario: R. 3089 y 3090 Material: cerámica de arista vidriada Medidas: altura = 44; anchura= 22; grosor= 7 cm Estado de conservación: restaurado

La madrasa granadina fue construida por Yūsuf I en 1347 al lado E. de la mezquita Mayor. Nos indica el profesor Fernández-Puertas que estos azulejos se encontraban en las jambas de entrada al oratorio (Fernández Puertas, 2000). Este paño está formado por dos grandes azulejos de gran grosor (7 cm.) que muestran la decoración hasta el borde. Los bordes aparecen cortados de forma transversal algunos, como piezas de borde y otros abiselados por pequeños golpes para facilitar la entrada del mortero hasta la superficie externa, lo que reforzaría su sujeción, lo que apoyaría la idea de que, como los alicatados, se montaría en el suelo y una vez montado el paño para el lugar elegido, se levantaba y unía al muro con mortero y posiblemente clavos de unión entre ellos (Marinetto Sánchez, 2000).

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Están decorados con la técnica de arista, ya muy gastada, formando su decoración un tema de lazo de trama octogonal que se sobrepone dejando cuatro hexágonos alargados; al cruzarse forman crucetas que se unen en diagonal a otras por un cuadrado, con la misma amplitud de calle. Se necesita de dos azulejos para componer un tema completo. El lazo está formado por una cinta en melado enmarcada entre dos en blanco. El fondo de la trama es azul y el centro de los cuadraditos en verde. Las cintas siguen la solución apeinazada y su diferente color recuerda a formas usadas en madera apeinazada y con los gramiles policromados. Bibliografía Marinetto Sánchez, 2000; Fernández Puertas, 2000 [P.M.S.]


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CELOSÍA

Cronología: siglo XIV, con posibles reformas entre 1537 y 1542 Tipología/morfología: celosía Procedencia: bayt al-maslaj del ḥammām del Palacio de Comares Ubicación actual: Museo de la Alhambra de Granada Número de inventario: R. 2580 Material: madera apeinazada y policromada Medidas: altura = 105; anchura= 89; grosor= 5 cm Estado de conservación: bueno

Forma parte de un grupo de ocho celosías conservadas de las 12 que D. Manuel Gómez-Moreno indica tuvo (Gómez-Moreno, 1892, edición facsímil 1992). Procede del bayt al-maslaj del ḥammām del Palacio de Comares. Este cuerpo lucernario se colocó sobre el existente de celosías de yeso en forma arqueada y bajo la cubierta de madera. En esta zona del ḥammān, en 15371542 se realizan reformas por el maestro Francisco de las Maderas (GómezMoreno, 1892, edición facsímil 1992). La intervención en los alicatados fue realizada por Isabel de Robles de 1541 a 1542 y la cubierta de lazo con cornisa de mocárabes y las ventanillas de la sala linterna también se restauraron por estas fechas dado el estado de deterioro que tenía y porque las estancias privadas para el emperador Carlos V y la emperatriz Isabel , en torno al patio de Lindaraja, se construyen por Pedro Machuca entre 1528-1533 y se restaura a lo morisco el ḥammām nazarí para el servicio de los emperadores (Fernández Puertas, 1992). Las celosías conservadas responden a cinco temas diferentes de los cuales uno es la ampliación de uno de ellos (un tema y medio). Muestra una forma estructural común, con un marco entorno y un cordoncillo entorchado en rojo. En el interior se desarrolla una celosía de madera apeinazada, agramilada y policromada en negro, rojo y blanco.

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El grupo de ocho celosías conservadas responden a cinto tipos diferentes decorativos, sin restos de haber tenido vidrios de cierre e igualmente acabados por ambas caras con temas de lazo apeinazado y maderas agramiladas con policromía en los gramiles, en color negro y blanco en la superficie central entre ellas. Los costados se policroman en rojo, al igual que los pequeños triángulos que se unen con el marco. Del grupo de estas celosías, dos de ellas muestran una forma rectangular más alargada que el resto y se atienen a un tema y medio añadido de una de ellas. Esta celosía expuesta se atiene a una trama de octógonos concéntricos que a su vez se entrelazan. En todos los ejemplos conservados repiten un acabado común con un enmarque que muestra un cordoncillo en media caña similar a la solución encontrada en la ventana de lazo que se conserva en el Museo de la Alhambra procedente de la dār al-Mamlaka al Sa‘īda en el Generalife. Las cintas se encuentran perfectamente ensambladas (Carmona Rodríguez, 1995a; 1995b; 1995c; 1995d) y apeinazadas y sólo presenta algunos clavos de muletilla para su sujeción. Esta solución técnica es muy similar a la bellísima estructura de cubierta de madera con vidrios de colores del techo del mirador de Lindaraja (Fernandez Puertas, 2009b). También la solución de lazo se atiene a temas encontrados en esta cubierta y que se


repiten en el zócalo de la Qubba Mayor (sala de dos Hermanas) y en las cubiertas ataujeradas de la galería del Palacio del Riyāḍ (palacio de los Leones) (López Pertíñez, 2006). El paralelo decorativo y técnico de estas celosías, con ejemplos conservados de época de Muḥammad V, nos ha hecho pensar en una factura contemporánea a este momento, interpretando la idea que hasta este momento se tenía de estas piezas, como procedentes de la intervención realizada tras las obras

de remodelación hecha por Francisco de las Maderas como al principio se ha indicado. En este momento y tras el análisis que han permitido algunas piezas, cabría plantearse la posibilidad de pensar en una factura de estas piezas contemporáneas a la intervención en esta área de Muḥammad V y bajo la técnica y decoración utilizada en su palacio y que posiblemente en el s. XVI tuvieran que intervenirse con los arreglos que se aprecian.

Bibliografía Gómez-Moreno, 1892, edición facsímil 1992; Fernández Puertas, 1992; Carmona Rodríguez, 1995a; Carmona Rodríguez, 1995b; Carmona Rodríguez, 1995c; Carmona Rodríguez, 1995d; López Pertiñez, 2003; Marinetto Sánchez, 2004a; López Pertíñez, 2006; Casares López, 2009; Fernandez Puertas, 2009b. [P.M.S.]

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FUSTE ENTREGO

Cronología: siglo XIV Tipología/morfología: fuste entrego alicatado Procedencia: Alhambra Ubicación actual: Museo de la Alhambra de Granada Número de inventario: R. 1377 Material: cerámica vidriada Medidas: altura = 34; anchura= 34; grosor= 9’6 cm Estado de conservación: restaurado, sobre todo en su parte inferior

Fragmento de un zócalo y fuste entrego con la decoración corrida envolvente al fuste. Recuerda la solución decorativa de un tejido que protege las partes inferiores de las paredes y fustes, como sucedería en el interior de los oratorios en el que las esteras protegían el suelo y la parte inferior de los fustes para proteger a los fieles del suelo y permitir apoyarse en las columnas. Este recuerdo del uso textil y su efecto decorativo permanecerá en espacios de verano palatinos, al usar el alicatado por su cualidad también protectora y decorativa, con un material más fresco para el cálido verano granadino.

La técnica usada es el alicatado, con la particularidad de la calidad técnica de usar azulejos curvos para envolver el fuste, lo que complicaría la ejecución de la pieza y su corte para adaptarlo a la superficie del fuste. Con esta misma forma encontramos los fustes envueltos con labor de alicatado, en las alcobas centrales del Salón de Comares y posteriormente se repite en la galería N de la fachada de Comares, sin embargo, esta solución poco después, en la Sala de los Reyes del palacio del Riyāḍ, será sustituida por piezas planas que se adaptan a fustes de sección semioctogonal. Bibliografía

El tema decorativo usado es una trama de sebka que sobre blanco, se alterna en líneas en horizontales los colores, verde y melado separado por el negro.

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Marinetto Sánchez, 1995d; Marinetto Sánchez, 1995e. [P.M.S.]


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PAÑO DE ALICATADO

Cronología: siglo XIV o principios del XV Tipología/morfología: paño de alicatado Procedencia: área del convento de San Francisco de la Alhambra Ubicación actual: Museo de la Alhambra de Granada Número de inventario: R. 4599 Material: cerámica vidriada Medidas: altura = 75; anchura= 69’5; grosor= 6 cm Estado de conservación: bueno

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Paño de alicatado que se encontró en la excavación en torno al área del Convento de San Francisco de la Alhambra. Presenta un tema geométrico sin cinta, en el que la línea de unión de las piezas son las generadoras del tema geométrico. El color de las piezas también sigue un orden que enriquece la composición. El tema geométrico lo producen dos tramas de anchas cintas con movimientos en zig-zag enfrentadas en diagonal que general formas rómbicas y que a su vez se entrelazan con otras contrapuestas en dirección opuesta. En el centro de cada tramo recto se incrusta una estrella de ocho en blanco.

El resultado aparente unido al color de las piezas, es una esvástica sobre fondo blanco, escalonada 1/3 en diagonal, con a estrella en el centro de cada motivo y los brazos en diferentes colores: melado, negro, verde, azul, que no suele tener el mismo color en sus cuatro brazos ya que uno de ellos forma parte del tema siguiente con otro color. Solamente en el centro de la composición del paño de alicatado aparece un tema central con la estrella y los cuatro brazos de la esvástica en melado. [P.M.S.]


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CAÑA DE BOMBARDA

Cronología: siglo XV Tipología/ Morfología: caña de bombarda Ubicación actual: Museo del Ejército de Toledo Procedencia: indeterminada Número de inventario: 1294 Material: hierro forjado Medidas: longitud = 159; anchura = 29 cm; calibre = 160 mm (159 mm ánima) Estado de conservación: bueno

Las bombardas o lombardas son las primeras piezas de artillería de grueso calibre que aparecieron en los campos de batalla. Su uso fundamental servía para el asedio y defensa de plazas. Eran armas de retrocarga, es decir la pieza estaba formada por dos partes, la caña que era por donde el proyectil salía despedido y la recámara que se encajaba en la parte trasera de la caña y que era en donde la pólvora se alojaba y donde a través de la una mecha se prendía fuego a la pieza. Se construían a base de unas piezas de hierro forjado longitudinales curva-

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das forjadas, a las que se añadía una serie de duelas o zunchos exteriores de refuerzo en forma de anillas. De alguna de ellas pendían unos aros que servían para colocar la pieza y unir caña y recámara a su soporte o cureña. En la parte del final del cañón existía una pieza triangular, denominada joya, que servía como punto de mira para ser más precisos en el momento del disparo, y que se puede apreciar en esta pieza. [G.D.B.]


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BANDEJA DE DINANT

Cronología: siglo XV Tipología/morfología: bandeja Procedencia: Parroquia de San Salvador Ubicación actual: Museo de la Archicofradía del Socorro de Antequera Material: latón Medidas: diámetro = 41 cm Estado de conservación: bueno

Esta bandeja, que fue usada como lámpara votiva en la capilla sacramental de San Salvador tal como indican los tres agujeros que presenta en el borde, es una pieza gótica de gran singularidad. Se trata de un producto relativamente industrial de los maestros batidores procedentes de la ciudad belga de Dinant, perteneciente al distrito de Namur, que tuvieron que emigrar a otros lugares de Flandes y Alemania.

La bandeja que nos ocupa muestra en el centro un girasol, de dieciséis hojas rematadas en espinas afiladas, circundado por una inscripción en caracteres góticos de difícil lectura. En todo el borde hay una greca de flores y lises hechas con estampillas. Bibliografía Fernández Rodríguez, 1943, p. 54; Fernández Rodríguez, 1971, p. 112; Temboury Álvarez, 1948, pp. 70-71. [J.R.B.]

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CASULLA DE SANTA EUFEMIA

Cronología: siglo XV Tipología/morfología: tejido de seda de color rojo, amarillo, azul, blanco y verde Procedencia: ciudad de Antequera Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Número de inventario: ATQ/MUS/6.7 Material/técnica: seda trabajada mediante ligamento de lampás Medidas: altura = 130; anchura delantera = 69; anchura trasera = 75 cm Estado de conservación: presenta graves problemas de conservación

La función votiva y anual en honor a Santa Eufemia, celebrada cada dieciséis de septiembre por parte de los cabildos civil y religioso de Antequera, debió de iniciarse en la antigua parroquia-mezquita de San Salvador posiblemente durante el siglo XV. Además, a comienzos del siglo XVI se confeccionó la hoy llamada casulla de Santa Eufemia que según la tradición se hizo usando un estandarte arrebatado a los musulmanes en la batalla del Chaparral de 1424, algo que como veremos más adelante no es exacto. En cuanto al inicio de la utilización de este ornamento en la referida función a Santa Eufemia nada sabemos, dado que en realidad los diferentes santos que aparecen en el bordado gótico ninguno se corresponde con la santa de Calcedonia.

Las características estilísticas del tejido lo fechan en los últimos años del siglo XIV y principio del XV, lo que corresponde como nos indica A. Fernández-Puertas, a los hijos del sultán Yūsuf II (1391-1393), Muḥammad VIII (1393-1408) o Yūsuf III (1408-1417) bajo el cual se conquista Antequera. Fue tejido en el ṭirāz de la casa del soberano, lo que justificaría la leyenda de proceder de la toma de Antequera en el 16 de septiembre, no como bandera, pero si como un tejido arrebatado a uno de los nazaríes derrotados en la batalla. En esta fecha, como documenta Rachel Arié, un pequeño grupo de soldados castellanos asaltaron una torre y abrieron una brecha en la muralla de Antequera. La ciudad capituló el 25 de septiembre cuando entraron las tropas castellanas del príncipe Fernando (hermano del fallecido Enri-

Fig. 1. Casulla de Santa Eufemia. Delantero y parte de atrás.

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al culto cristiano asignándola a San Salvador. Por esta conquista, Fernando de Trastámara se le conoce como Fernando el de Antequera, creador de la dinastía Trastámara en el reino de Aragón.

Fig. 2. Parte superior de los hombros, con restos de tejido cosidos. que III el doliente y tutor de su sobrino Juan II), tomaron la ciudad y enarbolaron los estandartes de Santiago y San Isidoro de León en los principales lugares. El 1 de octubre de 1410, la mezquita de la Alcazaba se convirtió

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En la actualidad, la casulla presenta una ancha cenefa realizada en el momento de su confección con imágenes de santos y a los lados el tejido nazarí que por sus características se encuentra en un lamentable estado de conservación. Presenta faltas abundantes de tejido y perdida del entrelazado de la trama y urdimbre que ha dejado los hilos de seda sueltos. Me cuenta el prof. A. Fernández-Puertas que la vio en los años 1966-1967 en un armario aún en la iglesia, en muy mal estado. Posteriormente fue trasladada al antiguo ICROA y restaurada por la especialista en tejidos Chica Mantilla. El tejido nazarí se encontraba con faltas importantes que no permiten ni su propio sostén, lo que hizo necesario poner una base textil neutra como soporte total al tejido por medio de puntadas con hilo invisible y coser estirados todos los hilos deshilachados a ésta y conservar visualmente el espacio textil (figs. 2, 7, 8). Esta parte de la casulla presenta reparaciones de diferentes épocas en las que por la falta de tejido nazarí, fue necesario remendarla con nuevas piezas de seda de diferentes épocas a modo de parches (fig. 6). Tras estos remiendos el deterioro siguió y existen espacios desaparecidos. La intervención de Chica Mantilla llevó a forrarla totalmente por la parte de atrás. Los tapacosturas de borde han sido repuestos nuevos, así como el entredós con el tejido cristiano y musulmán. Afortunadamente, tras la restauración, y por exigencias de con-

servación, pasó al Museo de Antequera en el cual debe estar instalada con un riguroso control medioambiental y lumínico, limitando su movimiento y exposición a la luz para conservarla el máximo de años posibles, por lo que es fundamental que no sea utilizada en ningún acto religioso de ahora en adelante. La casulla fue confeccionada sin caída en los brazos; presenta destacada inclinación para los hombros; tiene una ligera curva entrante en el delantero para los brazos; posteriormente abre y redondea los ángulos de las esquinas inferiores. En la parte trasera, cae prácticamente en vertical con los ángulos redondeados. La casulla está fabricada con una ancha franja bordada en relieve, con figuras de santos puestos de pie y portando sus símbolos dentro de hornacinas. Aparecen dos imágenes en el frente y tres en la espalda; están bordados en relieve en hilo dorado y seda de colores; los rostros están pintados. A los lados, se ha aprovechado los restos de un tejido nazarí realizado en

Fig. 3. Dibujo de la cenefa vegetal con tallos dorados y pequeñas palmas, flores y palmetas


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Fig. 4. Cenefa de sebka vegetal entre otras de lazo hilo de seda con la técnica de lampás. Al intentar analizar el decorado del tejido nazarí, los problemas se manifiestan de forma constante al presentar graves problemas de conservación. El tejido nazarí está formado por dos tipos de cenefas de diferente anchura. Una con fondo en rojo y decoración en dorado y otra con fondo en azul y letras en blanco. Estas están separadas por otra más estrecha en fondo verde y un tema de lazo con dos cintas entrelazadas de color amarillo y rojo. Cada banda decorativa se separa por finas líneas en rojo-blanco-rojo o azulblanco-rojo (fig. 2, 3). De características similares a este tejido se conservan otros como es el también reutilizado en la capa pluvial conservada en el Museo Diocesano de la Catedral de Burgos, el tejido del

Fig. 5. Detalles conservados de la trama vegetal que existió bajo los ápices de las letras.

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Instituto Valencia de don Juan o también otro en el Cooper Union Museum de Nueva York, aunque entre ellos existen diferencias decorativas. Esta serie de tejidos se les ha identificado por su epigrafía de lectura común en la que dice en caracteres cursivos, ‘Izz li-mawlānā al-Sulṭān (“gloria a nuestro señor el sultán”). En el tejido que estamos tratando, esta cenefa epigráfica se encuentra tan deteriorada que no se puede confirmar que esa leyenda aparezca. Cuando reutilizan este tejido para los laterales de la casulla o no tienen tela suficiente para ello, que es lo más probable, o sencillamente no cuidan la disposición centrando la misma cenefa a cada lado. El resultado es la banda de sebka vegetal más o menos centrada en vertical y cortando la epigráfica. Antes de llegar a los hombros, unen recortes de tejido, quizás de las sobras de la parte inferior, y dan forma a la inclinación del hombro. Curiosamente esta parte que no ha tenido tanto roce, se encuentra en mejores condiciones de conservación que el resto que deja patente el roce de los brazos en la parte delantera y en la espalda al sentarse el sacerdote (figs. 1 y 2). Para conocer bien su decoración y los elementos que componen el diseño, se analizará una a una cada cenefa. El tejido fue muy cuidado en su ejecución con hilos de seda brillantes y un resultado técnico y estético perfecto de acabado, tanto en el anverso como en el reverso, dando una solución reversible, sino fuera por la epigrafía.

Cenefa de doble sebka vegetal: Sobre fondo rojo, dos tallos de seda amarilla realizan en movimiento simétrico de dos formas acorazonadas entrelazadas y opuestas en dirección. De cada tallo brotan cuidadas palmas de una y dos hojas que se enganchan en el mismo tallo y se extienden. Al tejer cuidan el sombreado de las hojas que se montan sobre la superficie amarilla del tallo, dejando una fina línea en rojo. Los tallos siguen un ritmo alternante por encima y por debajo. En la parte central, al unir los dos tallos desarrolla en dirección descendente un fruto con dos cálices abiertos para terminar en un fruto central. En los espacios inferiores entre los ta-

Fig. 6. Cenefa epigráfica. Añadidos de otras telas de diferentes épocas.

llos se teje en color blanco con sombreado azul, un fruto redondeado que brota de un cáliz muy abierto (fig. 3 y 4). Cenefa epigráfica: esta cenefa es la más ancha de todas. Por algunos restos conservados, se ve sobre un fondo azul, caligrafía cursiva de altos ápices en blanco perfilada en rojo (fig. 2 y 5). Como se indicó anteriormente, su lectura se hace imposible dado el estado


Fig. 7. Estado de conservación con hilos sueltos cosidos a un fondo textil y grandes lagunas.

de deterioro del tejido que ha hecho desaparecer la unión de trama y urdimbre dejando los hilos sueltos (fig. 6). No obstante unos pequeños restos nos dejan la muestra de que tuvo trama vegetal de tallos en rojo de los que brotaban pimientos entre otros temas y junto a ésta tuvo otros tallos en color amarillo por los restos de otro fruto de este color conservado (fig. 7). En cuanto a la cenefa realizada en el momento de la fabricación de la casulla en época cristiana, se conserva en mejor estado, posiblemente al tratarse de hilos de mayor grosor. En todos los casos, menos en la primera de la espalda, se representan figuras de santos en pie y dentro de espacios arquitectónicos en hornacina abovedada con el apoyo de tres columnas, una de ellas justo detrás de la imagen que prácticamente se encuentra tapada. En la parte delantera, al no poder encajar una tercera figura, el espacio sobrante se rellena con un tema decorativo.

Todas las imágenes muestran una túnica rojo amarronado, menos la figura de San Pablo que es verde. Por otro lado, tienen un manto sobre los hombros, menos las figuras de San Pablo y Santiago que tienen un hombro libre. Cuidan el acabado de la representación en los tejidos al mostrar las capas con doble color en el exterior al interior y representar estrellas como estampación en los tejidos de los santos. En la parte trasera, aparecen claramente representadas las imágenes de San Pedro con la llave y el libro, San Pablo con la espada y una bolsa en la otra mano y en la parte más baja, Santiago apóstol con una espada curva, tipo turco, quizás por alusión de la conquista musulmana y al modo de personaje medieval con capa en el lugar de Santiago matamoros a caballo. Bibliografía Arié, 1990; May, 1957; Partearroyo Lacaba, 1992; Partearroyo Lacaba, 1995a; Partearroyo Lacaba, 1995b; Romero Benítez, 2004e; AA.VV., 2005; AA. VV., 1996. [P.M.S.]

Fig. 8. Detalles con restos de la epigrafía de caracteres blancos bordeados en rojo sobre fondo azul. Con la epigrafía había decoración vegetal como se ve en pequeños restos de pimientos en rojo que nacen de tallos curvos y otros frutos en amarillo.

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BASTIDA ANTEQUERANA (MAQUETA)

Torre de asalto móvil, utilizada en el asedio de la ciudad de Antequera por las tropas castellanas del Infante don Fernando. En el asedio de la ciudad fortificada de Antequera, fueron usadas diferentes máquinas de guerra siendo una de las más conocidas la bastida. La bastida era una torre construida enteramente de madera, sin trabajar, de aquí su denominación, y de unos diez metro de altura. En su parte alta, existía un cajón almenado, forrado de cueros crudos de bueyes y allanado su pelo, desde el cual los ballesteros podían hostigar a las tropas enemigas. Ese cajón estaba sostenido por cuatro largas patas cruzadas, con ruedas. La bastida se aproximaba a las murallas mediante tornos, accionados por varios hombres. Según los textos antiguos, don Fernando mandó a varios caballeros que fueran a la Real Maestranza de ciudad de Sevilla para traer algunas bastidas y otras máquinas de asedio, que se encontraban allí. Don Juan Vázquez de Casasola, caballero castellano, llevó a cabo las negociaciones con los regidores sevillanos para poder sacarlas. El traslado desde la capital hispalense a Antequera duró una semana bajo la protección de don Fernando Rodríguez de Monroy, Señor de Belvis. Bibliografía Cabrera, 1790, pp. 38 y ss. [A.L.V.]

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LOMBARDA (MAQUETA)

Modelo de lombarda de hierro fundido sobre afuste de madera, usada en el histórico sitio de la ciudad de Antequera por el Infante don Fernando en 1410. El rey solicitó al Consejo para su campaña de Andalucía un amplio arsenal consistente en más de 100 lombardas y sus pertrechos, pero la verdad fue que solo se le envió 10 de aquellas piezas. Algunas de ellas intervinieron muy directamente, junto a otros ingenios bélicos como la bastida, en el asalto de la ciudad. Según las crónicas de la toma de Antequera, hubo una afortunada acción de un artillero alemán llamado Jacome,

quien iba con las tropas de don Fernando. Con un certero disparo de la lombarda llamada Santa Cruz mató a los integrantes de una batería enemiga que hostigaban con sus disparos a las tropas de asalto que acercaban la bastida a las murallas. Desde aquel momento, la plaza fuerte de Antequera inicio poco a poco su rendición. Esta enorme y pesada pieza de artillería, de tiro tenso, fue muy usada en las diversas campañas que mantuvieron los Reyes Católicos. Estaba formada por dos partes, la caña y la recámara donde se alojaba la pólvora.

La lombarda era amarrada mediante cuerdas a unas argollas y esta a su afuste o soporte. El disparo de esta pieza se efectuaba acercando a la recámara, donde se encontraba el oído, un hierro candente llamado brancha. Sus proyectiles eran de piedra labrada llamada bolaños. Con la aparición a mediados del siglo XV de otras piezas de menor calibre y mejor fundición, las bombardas dejaron poco a poco de ser usadas. [A.L.V.]

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ESTRIBO NAZARÍ

Cronología: período nazarí (siglos XIV-XV) Tipología/morfología: un estribo Procedencia: indeterminada, aunque se sabe que procede de la misma ciudad de Granada Ubicación actual: Museo Arqueológico y Etnológico de Granada Número de inventario: 2599 Material: hierro forjado Medidas: altura = 19; anchura = 12; fondo = 17,5 cm Estado de conservación: bueno

Al Museo Arqueológico y Enológico de Granada pertenecen un par de estribos nazaríes. Ambos estribos, de hierro forjado, morfología triangular y base calada que forma un dibujo con una estrella central de seis puntas y lacería, debieron ser elaborados en el mismo taller granadino. Sin embargo, se asegura que no formaban pareja porque ambos presentan un diseño de la base calada diferenciado. En su parte superior, un enganche de forma elíptica, servía para sujetar la cincha de la silla. Responden a un modelo de estribos nazaríes y meriníes bien

conocidos, por ejemplares conservados (los del Metropolitan Museum de Nueva York y el Museo Lázaro Galdiano de Madrid, entre otros) y por iconografía. En efecto, parece ser que en al-Andalus se constata su uso desde el siglo X y que su llegada estuvo motivada por influjos orientales. Bibliografía Santiago Simón y Mendoza Eguaras, 1981, p. 143; Pérez Higuera, 1994, pp. 107-110; García Alfonso, Martínez Enamorado y Morgado Rodríguez, 1999, p. 162; Vílchez Vílchez, 2004e, p. 278, nº 38; Vílchez Vílchez, 2004f, p. 278, nº 39. [V.M.E.]

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BALLESTA NAZARÍ

Cronología: período nazarí. SS. XIVXV Tipología/morfología: ballesta formada por verga o arco y una cureña Procedencia: Mecina Bombarón, siendo donada por la Comisión de Monumentos de Granada; formaba parte de la primera colección del Museo en 1880 Ubicación actual: Museo Arqueológico y Etnológico de Granada Número de inventario: E1.002 Material: madera con incrustaciones de hueso, bronce y labor de taracea Medidas: cureña = 80 de longitud; verga = 123 cm. de longitud Estado de conservación: bueno

Esta ballesta procedente de Mecina Bombarón, en la Alpujarra granadina, es pieza conocidísima y ha estado presente en distintas exposiciones y eventos. Representa una de las armas mejor conservadas del período nazarí. Está formada por dos piezas ensambladas, cureña y arco, formando, tal vez, parte de dos ballestas diferentes: una destinada a la guerra y la otra a la caza. El granadino Ibn Huḏayl del siglo XIV, de cronología coetánea a la pieza en cuestión, afirma que la ballesta (qaws/ qaḍīb) se conocía en oriente como el “arco persa” (qaws/qaḍīb farsī), y en al-Andalus como “arco cristiano” o “arco francés” (qaws/qaḍīb afranŷī). Basándonos en la descripción de C. Vílchez Vílchez (2006, pp. 122-123), atendiendo a la terminología proporcionada por los autores árabo-andalusíes, las ballestas se componen de: 1. Cureña o tablero (en árabe ‘amūd) que es el cuerpo alargado que se abre en horquilla en su parte superior para amarrar el arco. En la franja central, llamada canal, se colocaba la flecha. 2. Nuez o Versátil (en árabe ŷawza), alojada en un hueco de la cureña y

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servía para armar la cuerda. La nuez estaba articulada por la llave o disparador cuyo extremo inferior sale por debajo de la cureña. 3. Arco o Verga (en árabe qaḍīb o qaws) que se insertaba en la horquilla de la cureña con cintas de cuero, y a cuyos extremos se ataba la cuerda para tensar. Está constituido por dos piezas reforzadas con tendón y cinco fajas de hilo de lino. Seguramente, por su tamaño era necesario apoyar el arma sobre un trípode. Fue pieza empleada en la caza o en la guerra y no mero ornamento para atuendo o desfile. Debió de pertenecer, por su decoración tan cuidada, a la Casa Real nazarí. Bibliografía Ferrandis Torres, 1928, p. 113; Ferrandis Torres, 1940, p. 256; Torres Balbás, 1949, fig,. 225; Molina Fajardo, 1967; Bernis, 1982; Mendoza Eguaras, Sáez Pérez y Santiago Simón. 1982; Soler del Campo, 1992, p. 299, nº 69; Pérez Higuera, 1994, pp. 115-116; Fresneda Padilla, 1995a, pp. 455-457, nº 199; García Alfonso, Martínez Enamorado y Morgado Rodríguez, 1999, pp. 161162; Vílchez Vílchez, 2006, pp. 122-123. [V.M.E.]


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GUARNICIÓN DE UN CASCO

Cronología: siglo XIV Tipología/morfología: guarnición de un casco meriní Procedencia: pecio de San García (Algeciras, Cádiz) Ubicación actual: Museo Municipal de Algeciras Número de inventario: 1454 Material: latón grabado Medidas: altura = 24’5; anchura = 16 cm Estado de conservación: bueno

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La guarnición de casco de guerra fue hallada en aguas de la Bahía de Algeciras, en el pecio conocido como de San García. Se trata de un armazón de latón formado por una lámina alargada y cerrada que servía para sujetar una estructura orgánica perdida, posiblemente un casquete de cuero, material que se empleaba para la elaboración del armamento corporal durante la Edad Media. Este último se le ha añadido a la pieza que, ahora, tras su restauración, está completa. La lámina aún conserva los taladros circulares y algunos de los remaches metálicos que servían como sistema de sujeción al casquete de cuero o, tal como señala A. Soler del Campo, a otro tipo de material ya que el citado sistema de fijación mediante rema-

ches situados sobre su eje, es habitual en otras piezas de cabeza. Sobre su superficie se disponen diversos elementos decorativos realizados con la técnica del cincelado, consistente en motivos geométricos similares a los de la cerámica estampillada, que evidencian su filiación andalusí. Respecto a la pieza de latón que conserva en uno de los laterales es probable que, en origen, no formase parte del casco, tal como lo indican sus diferencias de morfología y decoración. Bibliografía Bruhn de Hoffmeyer, 1982; Soler del Campo, 1993; Torremocha Silva, 2003, p. 50; Pintor Alonso, 2007, p. 358; Pintor Alonso, 2008, p. 358 [M.P.P.A.]


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BOLAÑO

Cronología: siglo XIV Tipología/ Morfología: bolaño Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Procedencia: Excavasiones Arqueológicas Plaza del Carmen 1996. Antequera Número de inventario: Carm 96-2-27 Material: piedra tallada Medidas: diámetro = 30 cm Estado de conservación: bueno

Los proyectiles que arrojaban las primeras piezas de artillería estaban realizados a base de dos materiales fundamentalmente: el hierro y la piedra. Estas últimas recibían el nombre de bolaños. Se realizaban normalmente in situ por la facilidad de conseguir la materia prima, y por ello eran necesarios portar al combate maestros canteros, especializados en la realización de este tipo de proyectiles. Tampoco se tenía que ser muy preciso, ya que las ánimas de estas primeras piezas de artillería, no necesitaban ajustarse demasiado.

Con los proyectiles de piedra se conseguía un doble objetivo, impactar contra los lienzos de muralla o posiciones defensivas, y que al golpear contra estas defensas estallara y se convirtiera en una especie de metralla muy peligrosa para los defensores. Las piezas que usaban estos bolaños eran de diferentes calibres, e incluso existían piezas concretas como los morteros pedreros, que servían para a través de un disparo elíptico arrojar piedras en el interior de las fortificaciones. [G.D.B.]

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TRABUCO (MAQUETA)

Como Trabuco, Trabuquete, Almajaneque, Trebuchet y otras muchas denominaciones, ha sido conocida esta antigua máquina de guerra de época medieval. Se usaba para destruir las defensas y murallas de las ciudades, con proyectiles que solían pesar entre los 50 y 250 kilos y con un alcance efectivo que rondaban los 300 a 400 metros. Esta máquina bélica trabajaba esencialmente por medio de la palanca y contrapeso de varias toneladas de peso. Su larga palanca tenía al final de su extremo una honda, en la que se ajustaba el proyectil. A veces, también eran arrojados a la plaza asediada cadáveres de animales o de prisioneros, con la intención de amedrentar a sus defensores, incluso la de provocar epidemias en la población enemiga y con ello su rendición.

tes oficios. Con la aparición de la pólvora y su utilización en la guerra (siglo XIV), el uso de las catapultas fue decayendo hasta su total desaparición. [A.L.V.]

El origen de estas temibles máquinas de guerra no se ha podido determinar exactamente, pero, según los últimos estudios estos ingenios nacieron con seguridad en la milenaria China. Luego pasaron al mundo musulmán y más tarde a Europa. A lo largo de los siglos XII al XV, periodo de mayor auge de estos ingenios, surgieron varios modelos y tamaños que se usaron y difundieron por toda la Europa occidental y oriental. En sí, estas armas eran lentas en su manejo al igual que su cadencia de tiro, un disparo cada hora. El personal necesario para su manejo era de unos quince hombres, muchos de ellos expertos en diferen-

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BOCETO DEL MONUMENTO ECUESTRE AL INFANTE DON FERNANDO

Autor: Jesús Gavira Alba Cronología: 2002 Tipología/morfología: escultura Procedencia: estudio del escultor y fundición Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Material: bronce Medidas: altura = 56; anchura 54; fondo = 22 cm Estado de conservación: bueno

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Este boceto o maqueta corresponde al monumento levantado el año 2002 en el centro de la Plaza del Coso Viejo y representa al Infante Don Fernando ‘el de Antequera’ montando a caballo. Su autor, Jesús Gavira, ha concebido su obra siguiendo los modelos de los condottieros italianos del Renacimiento, si bien la textura y el acabado de su modelado responden a conceptos más actuales. El jinete, ataviado con armadura y casco de la época, se yergue sobre un brioso corcel en actitud de cabalgar. Porta en su mano

derecha el documento de las capitulaciones, mediante el cual los antiqiríes abandonaban definitivamente el recinto alto de la Alcazaba el día 24 de septiembre de 1410, marchando hacia Granada donde fundaron el barrio de la Antequeruela. Entre este boceto y la materialización definitiva del monumento se detectan algunas diferencias como es la posición de los hombros y otros pequeños detalles. [J.R.B.]


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RELICARIO DE SAN SEBASTIÁN Y SAN FABIANO

Cronología: Siglo XV Tipología/morfología: relicario Procedencia: Parroquia de San Salvador Ubicación actual: Real Colegiata de San Sebastián Material: Plata dorada y cristal de roca Medidas: altura = 13; anchura = 9,5 cm Estado de conservación: bueno

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Presenta forma de cruz latina con los extremos trilobulados, bordeados de crestería de filigrana, y con un bajorelieve en el lóbulo inferior en el que se representa Santa Catalina de Alejandría con los atributos del martirio. Las reliquias se encajan bajo el cristal de roca biselado. Juan Temboury lo consideró como de propiedad en origen del Infante Don Fernando ‘el de Antequera’ e incluso veía una posible relación entre la santa representada y la figura de Catalina de Lancáster, que era corregente con el Infante cas-

tellano. Por su parte, Rafael Sánchez Lafuente piensa que la pieza es de finales del siglo XV “dada la similitud de esta cruz con la del joyel de Santiago que porta la reina Isabel la Católica en su retrato, por Juan de Flandes, del Palacio Real de Madrid”. Bibliografía Temboury Álvarez, 1948, pp. 68-69; Sánchez-Lafuente Gémar, 2004, pp. 51-52. [J.R.B.]


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CARTA REAL HACIENDO MERCED A LA VILLA DE ANTEQUERA DE LOS CASTILLOS DE COCHE, XEBAR Y AZNALMARA FECHADA EL 18 DE NOVIEMBRE DE 1410 Cronología y lugar de redacción: Frómista, 1410, Noviembre, 18 Tipología/morfología: Juan II, Rey de Castilla: Carta real de merced al concejo, alcaide, alcalde, alguacil, regidores, oficiales y hombres buenos de la villa de Antequera haciendo merced a esta villa de los castillos y lugares de Coche, Xebar y Aznalmara con sus términos; huella de sello de placa Ubicación actual: Archivo Histórico Municipal de Antequera. Fondo Municipal (Disposiciones y Autoridades Supramunicipales) Número de inventario: legajo 34, carpeta 210 Material (soporte): papel Medidas: altura = 37; anchura = 23 cm Estado de conservación: original fragmentado y restaurado Firma: Reina madre doña Catalina de Lancaster e Infante don Fernando

Se trata del documento más antiguo conservado en el fondo municipal del Archivo Histórico Municipal de Antequera. Está incompleto desde antiguo, pero gracias a un libro copiador de principios del siglo XVI se puede reconstruir su texto completo. Una de las acciones militares más importantes que se producen tras la incorporación de Antequera a la Corona de Castilla será la encaminada al control de tres castillos fundamentales para asegurar el recién formado territorio: Aznalmara, Cabeche o Cauche y el Palmar de Jévar. Existen numerosas referencias documentales que nos hablan de estas fortalezas en la historiografía local. Así, tanto la Historia de Antequera de Fray Francisco de Cabrera, en la de Manuel Solana o incluso en la de García Yegros se recoge la existencia de estos tres castillos, y cómo fueron centro de importantes hechos de armas. Pero la principal fuente documental que nos informa sobre estos lugares es la Crónica del rey Juan II, la cuál encontramos en la obra “Crónicas de los Reyes de Castilla”. En ella, en su capítulo XXXVIII, se describe la toma y asalto de estos tres castillos existen, además referencias en la obra de Ibn ‘Āṣim, Ŷannat al-riḍà, estudiadas por Virgilio Martínez Enamorado (20052006). Figura en ellas las fortalezas de la Tierra de Antequera llamadas Qawŷ y Šabar, Cauche y Jévar, respectivamente. Esta es la cita de la Crónica de Juan II:

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“…El Infante desque hubo ordenado todas las cosas que convenían para la gtuarda de Antequera, fue certificado que cerca dende había algunos castillos que podía ligeramente tomar, y el uno decían Aznalmara, y eal otro Cabeche [Cauche], y al otro Xebar. E hubo su consejo de lo que en ello debían hacer, e acordose que los embiase a combatir; y en veintiocho días del mes de Septiembre mandó a don Enrique, Conde de Niebla, su primo, e a Don Rui López Dávalos, Condestable de Castilla, que con sus gentes combatiesen a Aznalmara; e mandó a Don Lope de Mendoz, Arzobispo de Santiago, e a Don Lorenzo Suarez de Figueroa, Comendador mayor, que combatiesen a Cabeche. E como estos Caballeros allegaron sobre Aznalmara e comenzaron a combatir, luego se dieron a pleitesía e dexaron el castillo libremente; e los Caballeros dieron lugar que los moros se fuesen en salvo. E el Arzobispo y el Comendador mayor comenzaron a combatir a Cabeche, e dioseles luego a pleitesía que dexasen ir los Moros en salvo con todo lo que tenían, e así se hizo. E luego el Condestable y el Conde de Niebla, como hubieron tomado a Aznalmara, pusieron recabdo en la fortaleza e fuéronse luego sobre Xebar…” Dadas las especiales características del documento expuesto se transcribe integro, marcando entre paréntesis las palabras que han desaparecido en el original y con barra los saltos de línea: (Don Juan por) la gracia de Dios Rey de Castilla de León de Toledo de Galli-


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zia de Sevilla de Córdoba de Murçia de Jahen del Algarbe de Algesira e señor / (de Vizc)aya e de Molina. Por faser bien e merçed a vos el Conçejo e Alcayde e Alcaldes e Alguasil Regidores e ofiçiales e omes buenos de la / (villa de) Antequera e porque la dicha villa sea mas noble e mas honrrada do vos que (ilegible) e justa donaçion e fago vos merçed para agora e / (para sienpre) jamas de los castillos e logares de Coche e Xebar e Asnalmara con todos sus terminos e jurisdiçion mero e misto inperio para que los / (ayades e ten)gades como cosa vuestra propria (e sean de vuestra jurisdiçion) e ayades e tengades la jurisdiçion de los dichos castillos e logares de Coche e Xebar / (e Asnal)mara el mero e misto (inperio dellos e de) cada uno dellos asy en lo çivil como en lo criminal segund que mejor e mas conpli / (damente Al)cala la Real ha e tiene el su (castillo de loco)vin e por esta mi carta o por su traslado signado de escrivano publico mando a los Con / (çejos e) Alcaldes e otros ofiçiales (quier e omes) buenos vesinos moradores de los dichos lugares e de cada uno dellos que agora son o sean de / (aqui adelante) que vos ayan e reçiban de (aqui adelante por cab)eça e husen con vos el dicho Conçejo e Alcayde Alcaldes e Alguasil e Regidores ofiçiales / (e omes buenos) de la dicha villa de Antequera asi (como lugares e) terminos vuestros e de vuestra jurisdiçion e señorio e que obedescan e cumplan vuestras cartas / (e mandamientos) e vengan a vuestros llamamientos e enplazamientos cada y quando les vos mandaredes asi como lugares e castillos e terminos vuestros e de vuestra ju / (risdiçion segu)nd e por la manera e como husa e obedesçe el dicho castillo de locobin a la dicha villa de Alcala la Real e por esta mi carta o por el / (dicho su trasl)ado sig-

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nado como dicho es vos do e entrego la tenençia e posesion vel casi de los dichos lugares e castillos de Coche e Xebar e As/(nalmara con) todos sus terminos con la jurisdiçion alta e baxa mero e misto inperio e vos do abtoridat e poderio abastante para que la podades / (tomar e tome)des vos el dicho Conçejo e Alcayde de la dicha villa de Antequera cada i quando vos quisieredes asi como de lugares e castillos e terminos / (vuestros) e que usedes dellos e ayades la jurisdiçion e señorio de los dichos lugares e castillos e de cada uno dellos e de sus terminos como / (vuestra cosa propria) como dicho es agora e para sienpre jamas por es mi merçed que tengan por mi los dichos castillos e lugares de Coche e Xebar e As / (nalmara los) alcaydes que los agora tienen o a quien los yo diere de aqui adelante e sobre esto mando al mi chançeller e notarios e escrivanos e a los otros / (ofiçiales que estan a la)

tabla de los mis sellos que vos den e libren e sellen mis cartas e previllejos las mas firmes que menester ovieredes en esta rason para / (que vos sea guarda)da esta merçed que vos yo fago agora e para sienpre jamas en la manera que dicha es e los unos ni los otros non fagades ni fa / (gan ende al por) alguna manera so pena de la mi merçed e de dies mill maravedies para la mi camara a cada uno de vos por quien fincare de lo asi / (faser) dada en Fromesta dies e ocho dias de novienbre año del nasçimiento del nuestro señor ihuxpo de mill e quatroçientos / (e dies años . Yo el infraescrito Martin Gonçales la fise escrivir por) mandado de los señores Reyna e Rey / (don Fernando de) Aragon tutores de nuestro señor el Rey e Regidores de / (stos Reynos) / Yo la Reyna. Yo Fernando [J.E.J.]


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REAL PROVISIÓN DE JUAN II POR LA QUE SE LE CONCEDE A ANTEQUERA LA ELECCIÓN DE UN ALCALDE DE AGUA FECHADA EL 20 DE ENERO DE 1418 Cronología y lugar de redacción: Valladolid, 1418, Enero, 20 Tipología/morfología: Juan II, Rey de Castilla y León: Real Provisión al Concejo de Antequera concediendo la elección de un alcalde del agua para regar las heredades del término de la villa; huella de sello de placa Ubicación actual: Archivo Histórico Municipal de Antequera. Fondo Municipal (Disposiciones y Autoridades Supramunicipales) Número de inventario: legajo 34, carpeta 225 Material (soporte): papel Medidas: altura = 32’5; anchura = 14’5 cm Estado de conservación: restaurado Firma: Reina madre doña Catalina de Lancaster

El documento, uno de los más antiguos que se conservan en el Archivo Histórico Municipal de Antequera, es una real provisión dirigida al Concejo por la reina Catalina de Lancaster, madre y tutora del rey Juan II, menor de edad en el momento de emitirse. En el mismo se da respuesta a la petición del Concejo de la todavía villa de Antequera para que se crease la figura del alcalde del agua, persona encargada de regular el riego de las tierras del término municipal. El documento establece que se le conceda un salario “que por razón del dicho oficio vos entendieredes que razonablemen-

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te merecer haber”. Será el juez encargo de dirimir los pleitos por el uso del agua. La provisión real cuenta con la firma autógrafa de Catalina de Lancaster, reina regente de Castilla. Nacida en Inglaterra, contrajo matrimonio a los quince años con su primo, el futuro Enrique III, seis años menor que ella, y, tras la muerte de éste, rigió Castilla conjuntamente con su cuñado Fernando de Antequera, en primera instancia, y a partir de 1412 en solitario. Catalina de Lancaster murió en Valladolid el 2 de junio de 1418, a la edad de 45 años, cuatro meses y medio después de poner su firma en el documento antequerano. “Don Juan por la gracia de Dios Rey de Castilla de Leon de Toledo de Gallisia de Seuilla de Cordoua de Murçia de Jahen del Algarbe de Algesira e señor de Viscaya y de Molina al Conçejo e / alcaldes e alcayde e alguasil caualleros e escuderos regidores e ofiçiales e omes buenos de la villa de antiquera salud e gracia sepades que vi vuestras petiçiones que me enbiastes por / las quales me enbiastes desir en como entre vos otros non auia alcalde del agua para rregar vuestras heredades de la dicha villa por ende que me pediades por merçed que vos die / se liçençia para que de aqui adelante en cada año podiesedes sacar e esleyr entre vos otros vn alcalde del agua para rregar las dichas vuestras heredades de la dicha villa sa-

bed / que a mi plase e por esta mi carta vos doy liçençia e mando que de aquí adelante en cada año podedes sacar e esleyr entre vos otros vn alcalde del agua para regar las di / chas vuestras heredades de la dicha villa e que lo [saque] des e esleyades por el dia e tiempo que avedes de vso e de costumbre de sacar e esleyr los otros mis alcaldes ordi / narios de la dicha villa e [re] çibades del [j] uramento sobre la señal de la crus e las palabras de los santos euangelios en forma deuida en la dicha rason e segund / que lo reçibades de los otros dichos mis alcaldes ordinarios de la dicha villa e en tal caso sea menester de reçebir e vsedes con el en el dicho ofiçio de la dicha alcaldia del a / gua e le […] recudades e fagades dar e rrecodir con los derechos e salarios que por rrason del dicho ofiçio vos entendieredes que rrasonablemente merece auer / e le guardes e fagades guardar todas las onrras e gracias e merçedes e franquesas e libertades que guardades e fagades guardar a los otros dichos mis alcaldes ordinarios / de la dicha villa dada en Valladolid [a] veynte dias de enero año del nasçimiento del nuestro señor ihu xpo de mill e quatroçientos e dies e ocho años / yo martin gonçales la fise escriuir por mandado de nuestra señora la Reyna madre e tutora de nuestro señor el Rey e / regidora [de] sus reynos Yo la Reyna” [J.E.J.]


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BOCETO DEL MONUMENTO A LOS ANTIQIRÍES EXILADOS

Autor: Jesús Gavira Alba Cronología: 2010 Tipología/morfología: escultura Procedencia: estudio del escultor y fundición Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Material: bronce Medidas: altura = 41; anchura = 27; fondo = 15 cm Estado de conservación: bueno

Se trata del estudio preparatorio del monumento levantado ante las murallas de la Torre del Asalto, en la Plaza del Carmen de Antequera, inaugurado el día 24 de septiembre de 2010, fecha en la que se conmemoraba el VI Centenario de la incorporación de Antequera a la Corona de Castilla. En aquella fecha, pero de hace seis siglos, capitulaban los antiqiríes que permanecían atrincherados en la Alcazaba y abandonaban la villa para marchar a Granada y fundar allí el barrio de la Antequeruela. El grupo escultórico representa una familia musulmana compuesta por el

matrimonio y dos hijos, uno de ellos un bebé en brazos de la madre. En un plano algo más avanzado camina la figura masculina, tocado de turbante y portando en su mano derecha la llave de la casa abandonada, que acerca su mano izquierda a la frente en actitud de divisar el camino que debe recorrer en dirección a la Peña de los Enamorados y hacia Granada. A su lado aparece la esposa con aire apesadumbrado y tratando de arropar a sus hijos con su cuerpo. La posición definitiva de ambas figuras fue alterada en la materialización del monumento, pasando la masculina a ocupar el lado derecho a la vista del espectador. [J.R.B.]

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VIRGEN DE LA ESPERANZA

Cronología: comienzos del siglo XV Tipología/morfología: escultura Procedencia: Parroquia de Santa María de la Esperanza. Antequera Ubicación actual: Real Colegiata de San Sebastián. Antequera Material: madera tallada, dorada y policromada Medidas: altura = 142; anchura = 51; fondo = 39 cm Estado de conservación: bueno

Según una antiquísima tradición oral, después recogida en la historiografía local, esta escultura fue traída por el Infante don Fernando en su campaña para conquistar la Madina y la Alcazaba islámicas de Antaqira en el año 1410, siendo la imagen mariana de su devoción en su propia tienda de batalla. En principio fue la imagen titular de la Parroquia de Santa María de la Esperanza, pasando después a presidir la capilla del Sagrario de la Colegiata de Santa María, ocupando un desaparecido retablo-tabernáculo realizado por Toribio Sánchez Calvo a mediados del siglo XVII y a instancias del canónigo Francisco Cerio de Esquivel. Finalmente pasó a la Colegiata de San Sebastián en 1692, cuando el traslado de la institución colegial. Se trata sin duda de una obra traída desde Sevilla y su autor debió ser algún escultor gótico castellano que siguió el modelo de la célebre Virgen de la Sede, titular del templo catedralicio hispalense. En el caso de la imagen que nos ocupa la figura de la Virgen, sedente y con el Niño Jesús sentado sobre su pierna izquierda y bendiciendo a la manera latina, presenta rostro frontalizado y con cierta dulzura y candorosidad. El plegar de sus paños, tratados compositivamente con sentido gótico aunque con delicadeza de origen clásico, nos hablan de una estética medieval tardía; éste es el caso de los amplios y elegantes pliegues verticales de su túnica, que desde el broche del pecho caen entre ambas piernas hasta caer en el suelo y per-

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derse entre los del manto. Está sentada en una silla sin respaldo y con decoración de cardina gótica, mostrando en su mano derecha una granada, la fruta que simboliza la unidad de la Iglesia, porque lleva numerosas semillas en su interior. Las carnaciones tanto de la Virgen como las del Niño son las originales, si bien la policromía de los paños fue renovada en 1695. En las actas del Cabildo Colegial de 10 de marzo de aquel año, ante la petición de un grupo de devotos que pedían licencia para “a su costa retocar el Ropaje de su himaxen por estar algo deslucido”, se autoriza la intervención “con tal que por ningun caso se llegue ni rettoque el Rostro y Manos de dicha Santa Himaxen”. De la referida renovación de la policromía de los paños se encargó el maestro sevillano Manuel Fernández, quien por las mismas fechas estaba dorando y policromando el nuevo retablo de la Virgen, que había realizado en Sevilla y trasladado hasta Antequera dos años antes el retablista antequerano Bernardo Simón de Pineda. Bibliografía Fernández Rodríguez, 1943, p. 43; Fernández Rodríguez, 1971, p. 96; Llordén, 1980, p. 38; Romero Benítez, 1981, p. 39; Romero Benítez, 1989, p. 58; Romero Benítez, 1998a, pp. 96-97; Romero Benítez, 2004a, p.27; Romero Torres, 2004, pp. 158-159. [J.R.B.]


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PENDÓN DE ANTEQUERA

Cronología: 1ª mitad del siglo XVI Tipología/morfología: pendón o bandera Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Nº de inventario: ATQ/MUS/6.3 Medidas: altura = 120; anchura = 131 cm Técnica: tejidos diversos bordados en hilos de oro y de seda Estado de conservación: presenta deterioro en algún sector, pendiente de trabajos de consolidación

Según fuentes historiográficas de carácter local, se trataría del pendón concedido por el Infante Don Fernando a la entonces villa de Antequera, al poco de ser conquistada por sus tropas (Escalante Jiménez, 2008, p.15), según se transmite en la Historia del P. Cabrera: “no sólo cuidó el Infante, restaurada ya Antequera de, proveer lo conducente a su defensa, conservación y gobierno en lo militar y político, nombrando para todo sujetos los, más competentes e idóneos, sino que determinó dejar a la, posteridad un monumento, el más firme y expresivo que calificase el aprecio y estimación con que miraba a este pueblo, lo que ejecutó dándole por blasón el Escudo de Armas con que quiso ennoblecerla” (Cabrera, 1790). Sin embargo, las características formales de la pieza no se corresponden con la cronología que se le adjudica (años iniciales del siglo XV), sino que pueden llevarnos a unas fechas más avanzadas, tal vez a los años finales del siglo XV o primera mitad del XVI, cuando en Antequera se está forjando por parte de sus élites locales una recreación historicista sobre las excelsas glorias de la ciudad, siendo la conquista a los moros una de sus gestas más señaladas. Según Rodrigo Amador de los Ríos que estudió la pieza (1908), todas las características tipológicas de esta pieza nos revelan el gusto de los artífices bordadores del siglo XVI, por lo que la fecha en esa centuria (Escalante Jiménez, 2008, p. 64). Sabemos que el Infante

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Don Fernando entregó a la ciudad una enseña con estos mismos símbolos, pero resulta difícil admitir que pueda tratarse de esta bandera conservada. Posiblemente se trate del que se confeccionó en 1534, como se documenta en el Acta del Cabildo de la Ciudad de 1 de octubre del referido año en el que se acuerda: “…que del tafetán que Iñigo de Arroyo compró en la Ciudad de Granada se haga una bandera con las armas de la ciudad…” (Escalante Jiménez, 2008, p. 28) Su forma es rectangular. Fue restaurado en la década de los ochenta del pasado siglo XX por Chica Mantilla, respetándose una de sus caras. Está bordado sobre damasco color hueso, utilizando hilos de oro y de seda de color amarillo, azul, verde y galones de metal dorado. Aparecen bordados tres motivos, dos de ellos (castillo y león) pertenecientes al escudo de armas de Don Fernando como Infante de Castilla que le fuese otorgado en las cortes de 1390 (Menéndez-Pidal, 1999, p. 185), a su vez tomado del escudo del Reino de Castilla y León, el mismo que llevaba como armas el soberano Fernando III el Santo. A su vez, este monarca heredó, en 1230, de su padre el Reino de León, quedando unidos los reinos de Castilla y León bajo una misma corona. El tercero, centrado, la jarra de azucenas, es el símbolo de la orden de caballería refundada por el infante en 1403.


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pureza y al tema de la Encarnación así como a la refundación por el Infante de una nueva Orden de Caballeros: “la Terraza y el Grifo” (este animal mitológico se añade a partir de 1403 y aparece en los medallones de la orden sosteniendo con sus garras la Jarra de Azucenas). Según la leyenda, el rey García Sánchez III, "el de Nájera" (1035-1054), salió de caza con su halcón una mañana, cerca de la Peña de Nájera. De pronto se levantó una perdiz, que perseguida por el halcón fue a refugiarse en el interior de una cueva oculta entre la espesura. Cuando el rey entró en la cueva se encontró con un altar iluminado por una lámpara y, sobre él, una imagen de Nuestra Señora con el Niño, a cuyos pies y a ambos lados reposaban en perfecta armonía el halcón y la perdiz tras una terraza o jarra con azucenas. El rey fundó la orden de la Terraza como institución conmemorativa de este milagro. El lema POR SU AMOR aparece en minúsculas alemanas perfiladas de oro en el cuerpo o panza de la jarra.

Pasemos a analizar pormenorizadamente y uno a uno los distintos: - Castillo almenado de tres almenas y donjonado de tres torres, la central sobreelevada, —lo que ha llevado a pensar a muchos investigadores que se trata de una creación autóctona, diferente de los empleados en Europa Central y en Cataluña— que se acompaña de balcón y de vanos desproporcionados; en el cuerpo inferior se aprecian dos pequeñas puertas. El origen del escudo, conforme a las fuentes disponibles, puede remontarse a

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una fecha cercana al año 1175, época en que aparecieron los primeros símbolos heráldicos, que proliferaron durante el siglo siguiente. Faustino Menéndez-Pidal de Navascués considera que es probable que la figura del castillo se adoptara en el año 1169, fecha en la que Alfonso VIII alcanzó su mayoría de edad a los catorce años. - Jarra de Azucenas, que se adorna con colores azules y blancos, responde claramente a la simbología de la azucena como representación de la

- León rampante, finalmente, símbolo recurrente del poder, como rey de todos los animales terrestres, que mira hacia la izquierda, con desmesurada cola enhiesta. Probablemente el primer monarca hispano que adopta el León como símbolo regio fue Alfonso VII (1126-1157). Algunos de los reyes cristianos que, en los siglos posteriores a la caída de la monarquía visigoda, gobernaron territorios en la mitad noroccidental de la Península, fueron llamados en la documentación coetánea, y en muchas ocasiones, “reyes en León” (reinantes in Legione) asociándose de esta forma la monarquía a una ciudad heredera del campamento romano que ocupó durante siglos la


Legio VII Gémina que con el tiempo se convirtió en población; que se sepa, nunca tuvo nombre propio, por lo que se la denominó simplemente Legión que con el tiempo pasó a pronunciarse León. Por homofonía, el felino y la ciudad se acabaron asociando. El León representaba pues, a partir de Alfonso VII, no sólo a la monarquía, sino también a su capital (Sánchez Badiola, 2006, pp. 4-8).

Bibliografía Cabrera, 1790; Ríos y Villalta, 1908, pp. 196-200; Menéndez Pidal de Navascués, 1999; Romero Benítez, 2004d, p. 18; Sánchez Badiola, 2006; Escalante Jiménez, 2008. [M.R.P. / V.M.E.]

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VIRGEN DEL SOCORRO

Cronología: finales del siglo XV Tipología/morfología: escultura Procedencia: antigua Parroquia de San Salvador de Antequera Ubicación actual: Iglesia del Carmen de Antequera Material: madera y pasta vegetal dorada y policromada Medidas: altura = 84; anchura = 28; fondo = 15 cm Estado de conservación: bueno

Se trata de una singular pieza de producción en serie, realizada mediante la técnica de un vaciado en pasta de fibra vegetal sostenido sobre un alma de madera. Es decir, está realizada mediante un molde que se utilizó en numerosas ocasiones, aunque por la fragilidad del producto y su antigüedad se han conservado pocos ejemplares. Además de esta imagen de Antequera conocemos otras dos idénticas, localizadas en las poblaciones onubenses de Lucena del Puerto y Villarrasa con las advocaciones de la Virgen de la Luz y la Virgen de los Remedios, respectivamente. El origen de estas esculturas pudo estar en algún taller sevillano, que por la ‘industrialización’ del producto podía abaratar precios de cara a una clientela de tipo medio. La imagen, totalmente plana en su cara posterior, se concibe como un altorrelieve pensado para encajar en una hornacina. Su estilo es de un elegante gótico tardío con resonancias borgoñonas, dentro de una cierta impronta de arte popular. Su actual policromía es una

Virgen de los Remedios (izquierda) de Villarrasa y Virgen de la Luz (derecha) de Lucena del Puerto.

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renovación de finales del siglo XVI o comienzos del XVII. Hasta el definitivo desmantelamiento, a comienzos del siglo XIX, de la Parroquia de San Salvador, que ocupó el solar de la antigua mezquita de la Alcazaba, esta imagen de la Virgen del Socorro presidió la capilla Sacramental donde era muy venerada. Posteriormente pasó a la ya Parroquia de Santa María y, al abandonarse ésta, a la iglesia del Carmen. Allí la identificó José María Fernández, “en una trastera de la iglesia, donde estuvo arrinconada entre polvo y telarañas”, pasando entonces a la sacristía y, posteriormente, a una hornacina de acceso a la capilla de la Cofradía de la Soledad donde puede admirarse en la actualidad. Bibliografía Fernández Rodríguez, 1943, pp. 58-59; Fernández Rodríguez, 1971, p. 120; Romero Benítez, 1989, pp. 170-171; Romero Benítez, 1998b, pp.102-103. [J.R.B.]


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ARTESONADO RENACENTISTA. ELEMENTO DECORATIVO DE LA CASA REAL CRISTIANA EN EL PALACIO DE COMARES Cronología: bajo el reinado de los Reyes Católicos, en 1498 ó 1499 Tipología/morfología: artesonado Procedencia: estancia a NO del costado O del patio de Comares, mirando a la galería N Ubicación actual: Museo de la Alhambra de Granada Número de inventario: R. 101200 Material: madera policromada Medidas: longitud = 199; anchura = 175 cm Estado de conservación: bueno

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Es uno de los dos grandes fragmentos en el que se encuentra separado el artesonado que cubría la estancia a NO del costado O del patio de Comares, mirando a la galería N. Esta estancia formó parte de las habitaciones de la Casa Real de los Reyes Católicos y en especial de la reina Isabel en la Alhambra, que se encontraban sobre el Mexuar, como se denomina en los documentos conservados sobre obras y reformas del palacio. Realmente estas estancias no sólo se extienden sobre este espacio, sino que llegan al patio del Cuarto Dorado, el patio de Comares y la Torre del mismo nombre. En la actualidad sólo un artesonado ha quedado in situ, el de la estancia contigua al artesonado que estamos tratando que, desgraciadamente, permaneció allí hasta ya entrado el siglo XX de donde se desmontó y pasó a los almacenes de la sala de las Ninfas, donde permaneció hasta los primeros años de los 80 que se reunieron todos los almacenes del Museo de la Alhambra de forma sectorizada. Gracias a la información dada por el profesor Fernández-Puertas, se ha podido identificar que era ésta la pieza que cubría esta estancia.

Arqueológico de la Alhambra”; “conserva esta sala un extremo del techo de madera con casetones de escasísima profundidad con florones en parte tallados y en parte pintados y con arrocabe o friso clásico dorado y menudos dentículos tallados a todo lo largo. Tal vez sea uno de los techos más antiguo del renacimiento en España” (Bermúdez Pareja, 1965). Acudiendo a las memorias de obras realizadas en el Palacio, encontramos que con fecha del 6 de febrero de 1498 “los maestros pintores Juan Castro y Jorge Fernández por valor de 18.000mrs para fazer y pintar en la Sala y cámara y retretes que sallen azia axares, el piso alto del Cuarto Dorado” (Vilar Sánchez,

La información escrita más próxima se refiere sin identificación directa, a una explicación ofrecida en la “Crónica de la Alhambra. Obras del Cuarto Dorado”: Para su enlace con la cámara real construyeron entre el Cuarto Do-

2007, p. 148). En la primavera y verano de 1499 “se hacen nuevos artesonados con florones para las habitaciones superiores del Cuarto Dorado, residencia de la reina” (Vilar Sánchez, 2007, p. 148). En otro lugar dice “aunque no al ritmo que se había hecho en 1498 fue en los trabajos de madera como… creación de artesonados y armaduras de nuevas estancias del Mexuar en las que se iba a alojar la familia real …se produjeron en este año interesantes trabajos específicos en madera, como fue la confección de florones para la decoración de los artesonados de las nuevas estancias. Ya a finales de abril de 1499 detectamos un pago de 900 mrs por una serie de florones en otra talla y el 10 de julio se vuelve a pagar

rado y la Sala de la Barca una amplia escalera, de la que se conserva el típico techo tallado de época de Reyes Católicos, que hoy cubre la sala V del Museo

a los entalladores por los florones que hicieron de talla para las Casas Reales” (Vilar Sánchez, 2007, p. 92) “los maestros pintores y doradores Juan Vizcai-


no, Pedro, Fernando y Cristobal Nieto, Dionisio y Alonso de Tordesillas tomaron también otro destajo para asentar 2.583 panes de oro en la cámara del quarto nuevo del Mexuar” (Vilar Sánchez, 2007, p. 94) El artesonado está conservado en dos grandes fragmentos formados por una tablazón que ocupan el ancho de los cuadrados producidos y unidos por medios troncos con silueta curva. Tapando las uniones se superponen una serie de molduras en media caña, de carretes, dientes de forma

escalonada y produciendo un relieve considerable que se cruzan con otras líneas perpendiculares produciendo una retícula simplemente cortados en diagonal y atestados. El sistema de construcción es muy distinto al de la carpintería nazarí siempre apeinazada y con el mínimo de de piezas clavadas. En esta pieza ofrece un aspecto estético rico pero de factura muy lejana a la calidad nazarí.

madera tallada de cinco pétalos con hojas entre los espacios y en el centro una flor, toda ella también dorada. El fondo complementa la decoración con hojas de acanto curvadas hacia la flor y capullos en los ángulos en color blanco y fondos dorados y azules oscuros. El fondo del cuadrado se separa en cuadro cuarteles alternos en rojo y azul oscuro Bibliografía

Toda esta serie de piezas aparecen doradas. En el centro de cada espacio cuadrado se superpone una roseta de

Bermúdez Pareja, 1965a; Vilar Sánchez, 2007. [P.M.S.]

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ESCUDO DE LOS REYES CATOLICOS

Cronología: siglo XV Tipología/morfología: escudo Procedencia: comercio de arte Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Nº de inventario: ATQ/MUS/9.50 Material: piedra arenisca Medidas: altura = 60; anchura = 49; fondo = 31 cm Estado de conservación: mediano

Dos versiones del escudo de los Reyes Católicos anteriores al año 1492.

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Esta pieza, que en origen debió ser el dintel de una portada con arco rebajado, fue adquirida por el Ayuntamiento de Antequera en 2009 en el comercio local de antigüedades. Su procedencia debe ser alguna ciudad castellana o de Andalucía occidental y su cronología posterior a la concordia de Segovia (1475) y anterior a la conquista de Granada (1492). El escudo es un cuartelado; primero y cuarto contracuartelado de Castilla y León; en el segundo y tercero, partido de Aragón y Dos Sicilias. El conjunto no aparece sostenido por el águila de San Juan, como es lo habitual, sino por un ángel alado al

que le falta la cabeza, ya que aparecen dos manos humanas y no dos garras de águila. Quizá obedezca a un error del escultor o a un momento muy inicial en el que el modelo acordado en Segovia entre ambos monarcas para el uso compartido de ambos esposos todavía no había tomado cuerpo en todos sus detalles. La ausencia del símbolo de Granada en la punta inferior, por su parte, no deja ninguna duda de que la pieza es anterior a la toma de esta ciudad por los Reyes Católicos. [J.R.B.]


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PILA BAUTISMAL

Cronología: finales del siglo XV Tipología/morfología: pila bautismal Procedencia: Parroquia de San Salvador (desaparecida) de Antequera Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Nº de inventario: ATQ/SM/EXP. nº 01 Material: barro vidriado Medidas: altura = 123; anchura = 89; fondo = 89 cm Estado de conservación: mediano

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Se trata de uno de los escasos ejemplares que aun se conservan de pila bautismal realizada en barro cocido y vidriado en color verde, que se producían en los alfares del barrio sevillano de Triana. Perteneció a la Parroquia de San Salvador, que estaba situada en el interior de la Alcazaba de Antequera y que fue demolida en el primer tercio del siglo XIX. A partir de 1671 el obispo malagueño fray Alonso de Santo Tomás prohibió este tipo de pilas al considerarlas inapropiadas, obligando a que fuesen “de piedra y no de barro y donde ha quedado alguna se consuma (destruya) dentro de dos meses y se haga de piedra…”. Esta de Antequera se salvó, sin duda, porque San Salvador dejó de ser parroquia en el siglo XVII y no hizo falta hacer una nueva de piedra, algo que también debió ocurrir con la

pila bautismal que aun se conserva en el Santuario de Archidona. Es de estilo mudéjar-renacentista, presentando un balaustre de perfil clásico y una abigarrada decoración aplicada de piñas y rosetas, que en su sentido repetitivo le confieren una impronta morisca. Su estado de conservación es mediano, estando lañados los diferentes fragmentos de la taza y sostenida ésta sobre el balaustre mediante un artefacto de hierro. Bibliografía Gestoso y Pérez, 1903; Fernández Rodríguez, 1943, p. 59; Fernández Rodríguez, 1971, p. 121; Aguilar García, 1979, pp. 225-226; Romero Benítez, 1981, p. 48; Romero Benítez, J., 2004c, p. 17. [J.R.B.]


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VIRGEN DE LA ANTIGUA

Autor: Antonio Mohedano de la Gutierra Cronología: siglo XVI-XVII Tipología/morfología: pintura Procedencia: Real Monasterio de San Zoilo de Antequera Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Nº de inventario: ATQ/MUS/3.74 Material: óleo y oro sobre lienzo Medidas: altura = 320; anchura = 115 cm Estado de conservación: bueno

Este lienzo de grandes dimensiones se hizo para una de las capillas de la iglesia de San Zoilo, la misma en la que hoy se venera el Santo Cristo Verde. Su atribución a Mohedano la planteamos hace ya bastantes años y hoy es aceptada por todos los especialistas sin ninguna reserva. Su composición responde a una versión libre de la famosa pintura mural trecentista de la catedral hispalense. Como es sabido la Virgen de la Antigua sevillana fue pintada en uno de los pilares de la antigua mezquita aljama, ya convertida en catedral, y por su mucha devoción, en 1578, se trasladó el muro en el que estaba a la nueva catedral gótica, ocupando una de sus capillas. A los pies de la imagen, en su lado derecho, aparece arrodillada una figura femenina, que históricamente se ha identificado con Doña Leonor de Alburquerque, la esposa de Fernando de Antequera. Algunos autores antiguos afirmaban que en lateral izquierdo también estuvo el Infante don Fernando y que se borró con el tiempo y la humedad, algo que hoy parece descartarse. En cualquier caso parece claro que la figura orante que se conserva fue añadida en época posterior a la pintura original.

El lienzo que nos ocupa sigue puntualmente el esquema iconográfíco catedralicio, aunque el tratamiento de las figuras y de sus paños es ya plenamente naturalista. La Virgen aparece de pie, de manera frontal y llevando al Niño en su brazo izquierdo, mientras que muestra en su mano derecha una rosa. El Niño Jesús bendice y sostiene un pajarito en su mano izquierda. En cuanto al tratamiento general de la obra, Mohedano ha querido aunar ese cierto aire de raigambre bizantina, como la abundancia de oros, el manto sobre la cabeza sin dejar ver su cabello o el drapeado algo rígido dejando ver las vueltas punteadas, con el naturalismo de rostros y manos, así como de los tres ángeles que coronan a María y sostienen la filacteria con el AVE GRATIA PLENA. Es precisamente en este fragmento de la obra donde el artista se mueve con mayor libertad respecto al modelo y donde se muestra más claramente el estilo mohedanesco. Bibliografía Fernández Rodríguez, 1943, p. 32; Fernández Rodríguez, 1971, p. 83; Romero Benítez, 1981, p. 185; Romero Benítez, 1989 p. 330; Romero Benítez, 2004g p. 26; Fernández López, 2004, pp. 198-199. [J.R.B.]

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VIRGEN DE LA ANTIGUA

Autor: Juan Bautista Vázquez, el Viejo o el Mozo Cronología: hacia 1565-1580 Tipo/morfología: escultura Procedencia: Real Colegiata de Santa María la Mayor, Antequera Ubicación actual: Real Colegiata de San Sebastián, Antequera Material: madera tallada, dorada y policromada Medidas: altura = 123; anchura = 71; fondo = 46 cm Estado de conservación: bueno

La advocación de la Virgen de la Antigua tiene un origen medieval, aunque los datos más antiguos del culto en Antequera se remontan a 1582, cuando la cofradía de este título solicitó al Ayuntamiento un lugar en la Plaza Alta para construir una capilla, que debió de ser de carácter votivo. Sabemos que la imagen recibió culto en el interior del templo de la Real Colegiata de Santa María hasta su traslado a la nueva sede institucional en la parroquia de San Sebastián en 1692, donde permanece. Los rasgos formales y estilísticos de la escultura reflejan la estética manierista que predominaba en el arte sevillano del último tercio del siglo XVI y su datación coincide en el tiempo con la necesidad cofrade de la capilla votiva. La advocación, la necesidad de un espacio de culto externo y la presencia de la fruta simbólica en la mano de la Virgen, recurso iconográfico medieval, nos inducen a considerar la existencia de una imagen y un culto anterior al siglo XVI. La escultura y el deseo de una capilla externa reflejan un resurgimiento devocional, tal vez a raíz de las consecuencias doctrinales del Concilio de Trento sobre el culto mariano y la humanización de Jesús. La escultura está tallada en madera y su policromía consta de carnaciones de tono claro y decoración estofada en la que predominan los motivos florales y los colores dorado, blanco y azul. La imagen conserva la policromía original de sus carnaciones, mientras la decoración estofada de

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su indumentaria fue modernizada en la segunda mitad del siglo XVIII y presenta semejanza con la técnica policromada de las esculturas de Diego Márquez. Esta reforma corresponde a la época en la que Andrés de Carvajal hizo las esculturas del retablo que la cobija. La excelente calidad de esta remodelación barroca ha contribuido favorablemente a la unidad artística de la obra. La advocación de la Antigua no posee una iconografía específica, aunque por su origen medieval se representa a la Virgen sedente o de pie con el Niño en brazo o sobre su regazo. La Virgen antequerana está sentada en un escabel con Jesús Niño dormido sobre su pierna izquierda. Ella lleva una fruta simbólica en la mano derecha que muestra alzando ligeramente el brazo, a la vez que con el otro brazo envuelve a su hijo por la espalda. El simbolismo de la fruta (pera) hace referencia a la naturaleza humana de Jesús. La figura femenina está concebida como una matrona clásica que dirige su mirada serena hacia abajo en actitud de respeto, más centrada en el creyente o espectador que estuviera frente a ella que en la presencia del niño. Este recurso expresivo se aprecia también en algunas esculturas de Juan Bautista Vázquez el Viejo, como la Virgen con el Niño (1565) del facistol de la Catedral hispalense. La imagen de Antequera fue tallada para estar adosada a un fondo de un retablo a modo de sitial, por lo que su punto de vista es frontal, a pesar de que la disposición de sus piernas y los plegados del man-


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to muestran un elegante dinamismo y un valiente juego de volúmenes que reflejan la maestría de su autor. A pesar de su advocación, la representación de María con su hijo dormido o ensimismado también suele denominarse Virgen del Reposo, como la versión renacentista en barro cocido y policromado de la Catedral hispalense atribuida a Michel Perrín (hacia 1540), la de autor anónimo del siglo XVI que existió en Alanís (Sevilla) y la antigua imagen barroca de Valverde del Camino (Huelva). El escultor de la Virgen de la Antigua talló una bella imagen de Jesús dormido con el cuerpo ligeramente contorsionado en posición arqueada, pues inclina su cabeza hacia delante en actitud dormida apoyándola levemente en su mano derecha, en la que quedan restos de la pequeña cruz que llevaba. Su anatomía muestra fuerte plasticidad a través de la blandura del modelado y de la característica musculatura manierista, excesivamente musculosa. En este tipo de modelado y en la solución técnica y compositiva de la cabeza y de los cabellos de la figura infantil apreciamos el estilo artístico que Juan Bautista Vázquez el Viejo introdujo en la escultura sevillana del siglo XVI. En estudios anteriores hemos resumido las diferentes atribuciones que esta escultura ha tenido desde 1943. El historiador y pintor antequerano José María Fernández atribuyó la imagen al escultor Diego de Velasco, artista

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castellano activo en Sevilla en las décadas de 1560-1590, desconociéndose los fundamentos históricos o artísticos que le sirvieron para plantear esta hipótesis. Años después, el profesor sevillano José Hernández Díaz no rechazó esta autoría en su primer estudio sobre la escultura manierista o del Bajo Renacimiento sevillano (1951). Décadas después, el profesor Jesús Miguel Palomero la incluyó en la producción de Jerónimo Hernández, artista castellano y discípulo de Juan Bautista Vázquez el Viejo, al observar afinidades estilísticas con la Virgen del Rosario de la iglesia sevillana de Madre de Dios y la Virgen de la O de Ubrique (Cádiz). Suponemos que esta atribución a Jerónimo Hernández también se fundamentó en el parecido de la figura infantil con los tallados en el retablo mayor de la iglesia de San Mateo de Lucena que este escultor y Juan Bautista Vázquez el Viejo hicieron entre 1570-1579. Sin embargo, las esculturas exentas de Hernández no poseen la misma técnica escultórica que la Virgen antequerana en el modelado de la cabeza del niño y en la talla de los ropajes. Esta autoría fue mantenida por el historiador del arte Jesús Romero en sus ediciones de la Guía Artística de Antequera, aunque destacando la influencia artística de Miguel Ángel a través del escultor Vázquez el Viejo. Posteriormente hemos estudiado esta Virgen en dos ocasiones como obra del círculo de este último maestro y su hijo Juan Bautista Vázquez el Mozo.

En particular con las obras de Vázquez el Viejo en relación al concepto del movimiento, en el tratamiento de la morbidez del cuerpo y en la similitud formal de la cabeza de este niño con otros tallados por él en varios grupos: la Huida a Egipto (1561-1562) del retablo mayor de la Catedral hispalense; la Virtud de la Caridad, relieve de piedra con forma de tondo (1564) en la portada de la iglesia del Hospital de las Cinco Llagas; la Virgen de las Fiebres (1561) de la iglesia de la Magdalena, Sevilla; la Virgen con el Niño (1565) del facistol de la Catedral hispalense; otra Virgen con el Niño (c. 1570-1572), relieve esculpido en piedra en la fachada de la iglesia de la Anunciación, antigua sede de la Casa Profesa de los jesuitas sevillanos; y la Virgen de la Piña (1577-1578) de la iglesia de Santa María de la Oliva de Lebrija. Este escultor era natural de Ávila y la historiografía le relaciona con Alonso Berruguete. Trabajó en Toledo y se estableció definitivamente en Sevilla a partir de 1561, donde murió en 1589. Desde esa ciudad realizó trabajos para otras localidades cercanas a Antequera: tres retablos para Málaga, actualmente perdidos, con destino a la capilla de Juan Contador en la iglesia de los Santos Mártires (hacia 1564) y al presbiterio y capilla Dorada de la Catedral (hacia 1579); y el magnífico retablo mayor de la iglesia de San Mateo de Lucena que se conserva, realizado en la década de 1570 conjuntamente con Jerónimo Hernández.


La autoría de la Virgen de la Antigua podría ser también de su hijo Juan Bautista Vázquez el Mozo, quien la realizaría en fecha anterior a las esculturas del retablo de Santa Ana (1584), actualmente dedicado a la Inmaculada Concepción, de la iglesia sevillana de la Anunciación y a los relieves que se le atribuyen en el retablo mayor del Monasterio granadino de San Jerónimo, en cuyas obras pervivió la huella artística de su padre. Bibliografía Fernández Rodríguez, 1943, p. 43; Hernández Díaz, 1951 (1999), p. 47; Fernández Rodríguez, 1971, pp. 95-96; Palomero Páramo, 1981, p. 102; Romero Benítez, 1981, p. 39; Romero Benítez, 1989, pp. 57-58; Romero Torres, 1998, p. 134; Romero Torres, 2004, pp. 160164. [J.L.R.T.]

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VIRGEN DE ESPERA

Cronología: siglo XVII Tipología/morfología: pintura Procedencia: Ermita de la Puerta de Málaga en Antequera Ubicación actual: Real Colegiata de Santa María la Mayor de Antequera Nº de inventario: ATQ/MUS/3.97 Material: óleo sobre lienzo Medidas: altura = 95; anchura = 87,5 cm Estado de conservación: bueno

Esta pintura de la Virgen de Espera o de la Esperanza gozó antaño de gran devoción en su primitiva localización, la Puerta nazarí llamada de Málaga, en el recinto de la muralla urbana de Antequera. Sin duda quiere representar, aunque con plena libertad barroca, la imagen gótica que trajo el Infante cuando la conquista, que durante siglos presidió la capilla del Sagrario de la Colegiata de Santa María y hoy se conserva en la antigua Sacramental de San Sebastián, escultura que también forma parte de esta Exposición. La Virgen aparece sentada, mirando fijamente al espectador y con el Niño Jesús sobre su pierna izquierda, al tiempo que porta en su mano derecha una pera. Viste túnica roja, ajustada a la cintura con una cinta, y manto azul de plegado bastante convencional. Sobre una mesa situada delante de la

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figura, a la altura de las rodillas, contemplamos una canastilla con frutas a manera de bodegón místico. Al fondo de la composición destaca la recortada silueta de las murallas almenadas de Antequera. Se trata de una obra de mediana calidad, que, por su exposición permanente casi a la intemperie, ha sufrido sucesivos repintes y restauraciones. De hecho, en su franja inferior aparecieron restos de inscripciones difíciles de leer, durante los trabajos de restauración llevados a cabo con motivo de esta Exposición en el Centro Municipal de Patrimonio Histórico de Antequera. Bibliografía Romero Benítez, 2004b, p. 19. [J.R.B.]


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PLATO CON RETRATO

Cronología: siglos XVI-XVII Tipología/morfología: plato de cerámica en azul sobre blanco Procedencia: control arqueológico en las Barbacanas norte. Alcazaba de Antequera, 2002 Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Nº de inventario: ATQ/ALC-BARB NORT-02/Mod.nº01. Medidas: diámetro máximo = 28; altura = 8 cm Técnica: cerámica esmaltada con óxidos de estaño y plomo. Estado de conservación: restaurado en 2002. Estable.

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Plato de cerámica mayólica, recubierto por esmalte blanco opaco a base de estaño sobre el que se ha pintado el ornamento coloreado en azul oscuro consistente en una efigie femenina y adorno floral. Es a partir del siglo XV cuando se retoma el principio decorativo de difundir el retrato de una persona sobre determinados elementos de la vajilla. La medalla combina el gusto antiguo por el retrato idealizado con el del emblema (lema y sentencia) formado este último en la sociedad cortesana de finales de la Edad Media. El Renacimiento cultivó estos dos componentes con el mismo deleite y este arte, tras recibir un impulso admirable en la Italia del siglo XV, se propagó por Francia, España y el Sacro Imperio Germano, donde floreció mientras se hizo honor al retrato y al emblema, es decir, a la ilusión y al símbolo. Sin duda uno de los retratos sobre platos mas famosos es el de la Duquesa de Saboya, Ana D´Este , datado en 1595 y firmado por Jean Raymond (Camón Aznar, 1951, p. 24) .

Nuestro ejemplar muestra un retrato de un personaje femenino, de busto de dos cuartos a la izquierda, peinado recogido con bucles, escote generoso y cuello tocado con collar, la nariz aparece exageradamente alargada, estrecha y aflechada. Un elemento floral, posiblemente un lirio, completa el campo decorativo enmarcado en una doble cenefa. Quizá se trata del retrato de un personaje público del municipio (sospecha fundada en la localización del hallazgo). Este plato procede de la intervención arqueológica de a poyo a la consolidación llevada a cabo por el Ayuntamiento de Antequera en la denominada “Casa del Corregidor” en el año 2002 (entre la Barbacana Norte del Castillo y la calle de Herradores). Bibliografía Camón Aznar, 1951, p. 24; Romero Pérez, 2004a, p. 23. [M.R.P.]


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ESCUDILLAS

Cronología: siglo XVI-XVII Tipología/ Morfología: escudillas Procedencia: control arqueológico “Consolidación Barbacanas Norte. Año 2002”, Antequera Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Número de inventario: ATQ/ALC/ MOD. nº 02 (Ref. de exposición: nº 83) Material: cerámica Medidas: diámetro= 12,5 y 13; altura: 7,5 y 8 cm Estado de conservación: reintegración con escayolas y tintas planas; estables.

Grupo formado por tres escudillas, también denominados "cuencos de conquista". Son las piezas más frecuentes de los ajuares cerámicos cristianos desde el siglo XV hasta el siglo XVII. Posteriormente derivarán en los populares tazones que han pervivido hasta hace pocos años. Son muy frecuentes en vedrío blanco en el caso de los talleres antequeranos y, en menor medida, melados y verdes. Estas piezas proceden de los niveles de amortización de las murallas musulmanas en el sector del barrio de San Juan. Bibliografía Romero Pérez, 2004h. [M.R.P.]

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OLAMBRILLAS

Cronología: siglo XVI-XVII Tipología/ Morfología: olambrillas Procedencia: control arqueológico “Consolidación Barbacanas Norte. Año 2002”, Antequera Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Número de inventario: ATQ/ALC/ MOD.nº 03 (Ref. de exposición: nº 84) Material: cerámica

Se trata de algunos ejemplos (6 unidades) de las olambrillas que formaban parte del pavimento de una de las estancias de la Casa del Corregidor. Proceden de la intervención arqueológica de apoyo a la consolidación llevada a cabo por el Ayuntamiento de Antequera en la casa del Corregidor en el 2002 (entre la barbacana norte y la calle de Herradores).

Medidas: diámetro y lado= 7,5 cm

Bibliografía

Estado de conservación: piezas completas con erosiones antiguas

Romero Pérez, 2004i. [M.R.P.]

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RESTOS DE PINTURA MURAL

Cronología: siglo XVI-XVII Tipología/ Morfología: pintura mural Procedencia: Intervención Arqueológica Puntual en la Alcazaba de Antequera de 2007 Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Número de inventario: ATQ/ALC/ MOD.nº 04 (Ref. de exposición: nº 85) Material: mortero de cal, yeso y pintura

Se trata de dos fragmentos de muro realizado con mampuesto y revestido con yeso, exhumados en la Alcazaba, en la vivienda identificada como la del Alcaide. Presentan restos de letra de 30 cms de alto en mayúscula capital cuadrada pigmentadas en color negro. [M.R.P.]

Medidas: diámetro= 35; altura: 24; grosor= 18 cm Estado de conservación: consolidadas, ligeras disgregaciones

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LA PEÑA DE LOS ENAMORADOS

Autor: Eduardo Lucas Moreno Cronología: 1885 Tipología/morfología: pintura Procedencia: comercio de arte Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Nº de inventario: ATQ/MUS/3.97 Material: óleo sobre lienzo Medidas: altura = 151; anchura = 90 cm Estado de conservación: bueno

Este lienzo es copia casi exacta de una composición del pintor Serafín Martínez del Rincón realizada en 1880 por encargo del Ayuntamiento de Málaga, donde aun se conserva. Un año después esta obra original, de la que conocemos al menos dos réplicas de formato menor, participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid con el número 417 del catálogo.

La composición representa el momento legendario en el que los enamorados de la Peña, él cristiano y ella mora, se abrazan antes de lanzarse al vacío. Sus vestimentas o el estado que presentan éstas, algo atildadas y un tanto sacadas de una opereta romántica, no parecen corresponderse con las trágicas circunstancias en las que se supone se desarrollan los hechos. El autor reproduce fielmente

El copista y autor de nuestra obra, Eduardo Lucas Moreno, fue un pintor malagueño nacido en Churriana que sabemos trabajó en el estudio de Ferrándiz. Siendo joven marchó a Madrid, participando en las exposiciones de 1890 con ‘El puente de San Martín en Toledo’ y en 1892 con ‘La chula’. En la Corte se dedicó a la compra-venta de pintura antigua, trasladando después este negocio a Paris.

tanto el dibujo como el colorido originales, aunque su técnica resulta menos suelta que la del maestro al que imita, posiblemente por tratarse de un trabajo temprano, como lo demuestra el tamaño excesivo de la firma, algo sin duda propio del engreimiento juvenil. Lucas Moreno también pudo utilizar para encajar el dibujo de su pintura la reproducción que se publicó, a toda página, en ‘La Ilustración Española y Americana’ (1881, número XXII, página 889) del cuadro de Martínez del Rincón.

Este lienzo fue copiado por Lucas Moreno en 1885, directamente del original de Martínez del Rincón en el propio Ayuntamiento de Málaga, cuando su autor ya había abandonado la capital. Martínez del Rincón, nacido en Palencia en 1840, impartió sus enseñanzas artísticas en Málaga entre los años 1875 y 1883, pasando en esta última fecha a la Escuela de Artes y Oficios de Madrid.

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Bibliografía Peña Hinojosa, 1964; Sauret Guerrero, 1987. [J.R.B.]


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LA EPIDEMIA DE PESTE

Cronología: 1732 Tipología/morfología: Ubicación actual: Iglesia de Santo Domingo de Antequera. Custodia la Pontificia y Real Archicofradía de Nuestra Señora del Rosario de Antequera Material: óleo sobre lienzo Medidas: altura = 178; anchura = 231,50 cm Estado de conservación: bueno Inscripción: “EXPERIMENTÓ ESTA CIUDAD DE ANTEQUERA UN PESTILENCIAL CONTAGIO, DECLARADO EL DÍA 12 DE MAIO DE 1679. Y PARA SU REMEDIO SE DECRETÓ PARA HOSPITAL (1) TODO EL BARRIO NUEBO. LOS CARNEROS (2) CERRO DE LA HORCA. CONVALECENCIA // (3) CALLE BADILLO. Y AL MISMO TIEMPO, SE OCURRIÓ LA PIEDAD DIVINA, CON PROSECIONES DE PENITENCIA LLEBANDO LAS IMÁGENES MÁS DEBOTAS. Y RECONOCIENDO LOS MILAGROS QUE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO HASÍA CON EL ASEITE DE SU LÁNPARA, OBLIGÓ // AL SEÑOR CORREGIDOR (4) DON FERNANDO REMIRES DE ALCÁNTARA Y A LOS CABALLEROS COMISARIOS A PEDIR AL REVERENDO PADRE PRIOR FRAY MANUEL DE SANTO TOMÁS (QUE DESPUÉS FUE OBISPO DE MÁLAGA) DIESE LICENCIA PARA QUE SALIERA A LAS CALLES ESTA SEÑORA. SE CONSIGUIÓ UN DÍA MARTES // 17 DE JUNIO. Y AL VESTIR LA IMAGEN Y PONER LAS ANDAS, SOBREVINO UNA CRUDA TORMENTA, LA QUE SERENÓ NUESTRA MADRE AL SALIR, VIÉNDOSE UN ARCOYRIS, QUE UNO DE SUS EXTREMOS ESTABA SOBRE ESTA IGLESIA. LLEGÓ AL HOSPITAL // LLENO DE ENFERMOS. LOGRARON EL ALIBIO, NO MURIENDO AQUELLA NOCHE, ABIENDO FALLECIDO LA ANTECEDENTE MÁS DE

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700. PREDICÓ EN LA PLACETA (5) EL PADRE PRIOR. BOLBIÓ LA IMAGEN A LA MEDIA NOCHE. A LOS OCHO DÍAS SE CON // MOBIÓ EL PUEBLO Y VOTANDO ESTA CIUDAD POR PATRONA A ESTA SEÑORA, BOLBIÓ A SALIR AL ANOCHECER. Y SE VIO EL ANUNCIO DE NUESTRA FELICIDAD EN UNA PALOMA, QUE RODEANDO LAS ANDAS, ANDUBO CON LA PROCECIÓN POR TODAS LAS CALLES // ERA IA AL AMANECER CUANDO BOLBÍA AL CONBENTO LA SEÑORA, I AL LLEGAR A LA FUENTE PASILLAS, NO LA PUDIERON MOBER, HASTA QUE SE ENCAMINARON AL BARRIO DE SAN JUAN PARA EL BENEFICIO DE TODOS, EL QUE SE CONTINUÓ CON EL ACEITE // DE SU LÁMPARA. EL DÍA 2 DE AGOSTO SE PUBLICÓ LA SALUD. Y A 4 DE OCTUBRE SE PUBLICÓ EL COMERCIO. Y PARA MEMORIA COSTEÓ EL LIENZO JUAN BATISTA (6) NAPOLITANO, CIRUJANO MAYOR. Y LO RENOBÓ UN DEVOTO Y SCLAVO DE MARÍA SANTÍSIMA. AÑO DE 1732”

Estamos ante una de las más estimadas joyas pictóricas atesoradas en Antequera. Su valor excede cualquier apreciación artística, al constituir uno de los pocos testimonios gráficos de las difíciles y extraordinarias circunstancias conjugadas en una población del Antiguo Régimen ante una terrible calamidad. El lienzo se nos presenta como una ventana abierta a un espacio teatral, insólito, curioso y único. Cada escena conforma un episodio dentro de un minucioso relato, centrado en el padecimiento de los antequeranos durante el duro contagio pestilencial de 1679 y la salvación proveída por la Virgen del Rosario, ante el fervor y súplicas de sus fieles. El telón

de fondo es la morfología urbana de la ciudad dieciochesca, y como protagonistas indiscutibles tenemos la enfermedad, sus estragos y, por encima de todo, la milagrosa intervención mariana. Destaca la incongruencia cronológica entre la representación de unos hechos acontecidos en el último cuarto del siglo XVII y un escenario ambientado en la decimoséptima centuria —según demuestran las indumentarias de los personajes o el detalle de la cúpula original de la iglesia de San Sebastián, datada en 1709—. Dicha peculiaridad se debe a que hoy contemplamos una renovación del exvoto, fechada en 1732 y financiada por un personaje anónimo y afecto a la advocación del Rosario. La composición original, producida inmediatamente después de la catástrofe, corrió a cargo de uno de los cirujanos implicados en la cura directa de los apestados, Juan Bautista Napolitano, según reza la extensa leyenda localizada en la franja subyacente del cuadro. Este primer patrocinio explica la repetida figuración de dicho facultativo “sanitario” en los planos inferiores de la obra, al cual reconocemos practicando sangrías, cauterización de bubones con hierros incandescentes y braserillos, así como aplicando gasas impregnadas con el aceite de las luminarias de la Virgen del Rosario, al ser el ungüento más recomendado por la medicina de aquel entonces, lógicamente no por sus elementos farmacológicos, sino dados sus inexplicables efectos sanadores.


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Al mismo nivel distinguimos a los desheredados, forzados a realizar la tarea más repudiada: recoger los cadáveres abandonados por las calles y transportarlos a la zona extramuros para sepultarlos en carneros, donde espesas capas de tierra y cal iban silenciado las incalculables vidas dilapidadas por la pandemia. Junto a estas grandes fosas comunes también hallamos los quemaderos. Allí, las llamas purificadoras consumían aquellos objetos infectados por el mal, sobre todo textiles y maderas. El grado de destrucción humana y material, en el fatídico año de 1679, resulta indescriptible. En el centro del entramado arquitectónico adivinamos el Hospital de San Juan de Dios, abierto como una casita de muñecas. Aunque esta institución benéfica no funcionó como lazareto, pues para ello se emplearon viviendas particulares ubicadas en las calles más periféricas, lo cierto es que el suicidio de un enfermo al lanzarse por una ventana, poniendo fin a su rabioso dolor, o la implicación de religiosos en la asistencia de los afectados por el virus, sí se corresponden con el contexto real de la tragedia. Flanqueando uno de los laterales del hospital asoma el inicio de una larga procesión, cuya comitiva se extiende por la zona alta de la urbe, hasta alcanzar una de las puertas de acceso, emplazada en las inmediaciones del Convento de Capuchinos. En la cabecera, identificamos la imagen de María Santísima del Rosario, portada en andas por las autoridades civiles

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y custodiada por los padres dominicos quienes, tras varias suplicas del gobierno local, abrieron las puertas de su Basílica para hacer ostensible, por los lugares más públicos de la ciudad, a tan insigne y querida titular. Este único desfile simboliza dos, convocados en distintas fechas, en los cuales se experimentaron hechos maravillosos relacionados con el fin de la epidemia. En la primera salida, realizada la noche del 17 de junio de 1679, las crónicas hablan de una gran tormenta, apaciguada en cuanto la imagen pisó la calle, hecho tras el cual apareció un arco iris posado sobre el hospital de enfermos, cesando así las masivas defunciones. Durante la segunda, acontecida el 25 de junio de 1679, una vez declarada la Virgen del Rosario patrona de Antequera, una paloma acompañó a la venerable Señora en su recorrido, revoloteando entre su palio, como anuncio del completo restablecimiento de la salud. Todos estos prodigios están testimoniados en el cuadro, completados con elementos propios de una pintura programática de espíritu barroco, dedicada a la exaltación de la fe. Así, en el cielo, proyectado en la parte superior de la obra, aparece María Santísima rodeada de su cortejo de ángeles, deteniendo las fechas fulgurantes, símil de la peste en el lenguaje artístico desde el Medievo. La lectura es sencilla: el arrepentimiento y la contrición de los pecados en actos religiosos públicos y, sobre todo, la confianza y devoción de los antequeranos en la in-

tercesión mariana, les valió finalmente la misericordia divina. Si bien desconocemos el nombre del artista, nos hacemos eco de las reflexiones de José María Fernández, cuando insinúa la intervención de, al menos, dos pinceles distintos en la consecución final de esta obra. De un lado, aquel basado en los perfiles del dibujo, a veces de proporciones distorsionadas, según reflejan las figurillas del primer plano, parecidas a muñecos de guiñol, con la repetida y dramatizada expresión dolorosa en sus facciones. Por otro, la pincelada suelta, basada en el color, advertida en la recreación de los cadáveres apilados en las desembocaduras de las callejuelas o en la hilera de devotos insertos en el desfile procesional. El cuadro de La epidemia de peste, custodiado en la nave de la epístola de la iglesia de Santo Domingo de Antequera, junto a la capilla y camarín de la Virgen del Rosario, forma parte del rico y abundante patrimonio de esta apreciada y majestuosa imagen. No obstante, y cada vez con más frecuencia, podemos admirarlo fuera de su sede habitual, en numerosas exposiciones de ámbito local, provincial y autonómico. La condensación de datos sobre el paisaje urbanístico, las prácticas médicas, además de la mentalidad y religiosidad propias de la Edad Moderna, hacen de este impresionante lienzo una pieza única en España, inigualable por la cantidad y calidad de infor-


maciones facilitadas sobre los efectos de una epidemia. En el caso concreto de Antequera, testimonia uno de los episodios más dramáticos y capitales de su pasado pues, a raíz de los embates pestíferos del siglo XVII, la ciudad perdió la preponderancia y prosperidad de las centurias anteriores.

El inexorable transcurrir del tiempo acaba por diluir y borrar la intensidad de muchos sucesos. Por suerte, la Historia se empeña en dejar su huella no sólo en papel, también en importantes documentos artísticos como el presente.

Bibliografía Carrrillo Martos, 1971; Fernández Rodríguez, 1935; León Vegas, 2007; Romero Benítez, 2004, p. 22. [M.L.V.]

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REAL PROVISIÓN AL CONCEJO DE ANTEQUERA POR LA QUE SE ESTABLECE EL NOMBRAMIENTO DE DOS ALCALDES ORDINARIOS ENTRE LOS VECINOS CADA AÑO FECHADA EL 15 DE JUNIO DE 1411 Cronología y lugar de redacción: Valladolid, 1411, Junio, 15 Tipología/morfología: Juan II, Rey de Castilla: Real Provisión al Concejo, alcaide, alcaldes, alguacil, regidores, oficiales y hombres buenos de la villa de Antequera, mandando que sean nombrados dos alcaldes ordinarios cada año a suertes de entre los vecinos; huella de sello de placa Ubicación actual: Archivo Histórico Municipal de Antequera. Fondo Municipal (Disposiciones y Autoridades Supramunicipales) Número de inventario: legajo 34, carpeta 202 Material (soporte): papel Medidas: altura = 31; anchura = 14’5 cm Estado de conservación: restaurado Firma: Reina madre doña Catalina de Lancaster e Infante don Fernando

Tras la incorporación definitiva de Antequera a la corona castellana el 24 de septiembre de 1410, la ciudad se convierte en villa de frontera, comenzando un difícil y conflictivo periodo en el que el trabajo diario de las gentes que repueblan este territorio va a la par con el servicio de armas. En junio de 1411, los reinos de Castilla y Granada están en tregua. Tras la toma de Antequera, Yūsuf III solicita al regente la firma de un tratado de tregua por diez y siete meses, a fin de poder recuperarse de la prolongada campaña militar que supuso el cerco antequerano. La real provisión esta datada en Valladolid, lugar donde, según la Crónica del rey Juan II, el Infante había llegado el 2 de abril procedente de Sevilla, para reunirse con Catalina de Lancaster y el rey don Juan, y responde al proceso de normalización ciudadana junto con los repartimientos de tierras a sus nuevos habitantes. Se establece una incipiente organización administrativa. Esta estructura de los municipios de la España medieval no fue uniforme en todos ellos. Al frente del concejo local se encontraba un juez, como jefe político del municipio, que solía tener funciones gubernativas y judiciales, llamado en origen Justicia, Alcalde o Zalmedina (de ṣāḥib almadīna, “señor de la ciudad”). En este documento el rey autoriza a la villa de Antequera para que nombre a dos alcaldes de lo ordinario. Estos

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alcaldes locales debían ser elegidos entre los vecinos. El número de dos implicaba la existencia de dos collaciones o parroquias ya constituidas en 1411. Son las de San Salvador y San Isidoro. Además, esta carta real faculta a los vecinos de la villa a elegir o designar anualmente a estos cargos concejiles. Esta merced que permitía esta elección popular constituyó la característica esencial de la autonomía de las comunidades locales. En los municipios castellanos esta elección solía efectuarse a principios de octubre y se hacía por cada una de las collaciones o barrios, a partir de una lista o padrón de vecinos. Aunque teóricamente podían ser elegidos cualquiera, desde un principio, sobre todo a partir del siglo XIII, se requería la posesión de un determinado patrimonio inmueble. Con el tiempo, las magistraturas concejiles llegaron a quedar reservadas solamente a los vecinos más acomodados, o sea, a los caballeros de las ciudades y villas, que, dotados de algunos privilegios y exenciones, formaban la oligarquía. En nuestra ciudad, durante prácticamente todo el siglo XV, fue la casa de Narváez, quien controló los cargos. En términos diplomáticos este documento es una Real Provisión, aunque tiene estructura de carta albalá. Su texto es el siguiente:


“Don Juan por la graçia de Dios rey de Castilla, León, de Toledo, de Galiçia, de Sevilla, de Cordoba, de Murçia, de Jahen, del Algarbe, de Algezira, e señor de Vizcaya e de Molina, al conçejo, e alcayde, alcaldes, alguazil, regidores, ofiçiales e omes buenos de la mi villa de Antequera, salud e graçia. Sepades que vi vuestra petiçión, que me enviastes por la qual entre las otras cosas me enbiastes dezir que pluguiese a mi merçed quelmí alcayde e alcaldes e alguazil mayor e reigdores desa dicha villa que agora son o fueren de aquí adelante que puedan dar e den a cada año las alcaldeas ordenarias de que yo provei luego de presente en esa dicha villa e que fue-

sen echadas por suertes a los vezinos desa dicha villa por que todos oviesedes e gosaredes de los ofiçios desa dicha villa e que los dichos alcaldes oviesen (ilegible por borrón de tinta) que con los dichos ofiçios de alcaldías la quitación de mi merced fuese e otrosí los derechos segund uso e costumbre de las otras villas de la frontera. Sabed que me plaze e mí merced es que los dichos dos alcaldes ordinarios que ayan los derechos que les pertenecen por razón de los dichos oficios segund han los otros mis alcaldes ordinarios en las otras dichas mis villas fronteras e non otra quitación ninguna. Porque vos mando que lo fagades e cumplades todo así en

la manera que dicho es et mi merced e voluntad es que vos los dichos ofiçiales mandades dar e dedes las dichas dos alcaldías de cada un año segund dicho es et non fagades ende al por alguna manera so pena de la mi merced e de dies mill maravedíes a cada uno para la mi cámara. Dada en la villa de Valladolid quinze días de junio año del Nacimiento de Nuestro Señor JhesuChristo de mill e quatroçientos e honze años. Yo Diego Fernández de Valladolid la fis por mandado de los señores reyna e infante, tutores de Nuestro Señor el rey e regidores de los sus regnos”. [J.E.J.]

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PRIVILEGIO RODADO DE JUAN II A FERNÁNDO DE NARVÁEZ

Cronología y lugar de redacción: Cantalapiedra, 1443, junio, 8 Tipología/morfología: Juan II, Rey de Castilla y León. Privilegio rodado dirigido a Fernando de Narváez, alcaide mayor de la ciudad de Antequera y alcaide de la ciudad de Córdoba y al Consejo, alcaldes, alguacil, regidores, caballeros, escuderos, jurados, oficiales y hombres buenos, vecinos y moradores de Antequera concediendo a la villa de Antequera el título de ciudad Ubicación actual: Archivo Histórico Municipal de Antequera. Fondo Municipal (Disposiciones y Autoridades Supramunicipales) Número de inventario: legajo 34, carpeta 222 Material: pergamino, con sello de plomo colgante Medidas: altura = 77; anchura = 62 cm Estado de conservación: bueno

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Se trata de la prerrogativa de convertir en ciudad a la villa de Antequera. Este Privilegio está otorgado el 9 de noviembre de 1441, por medio de una carta albalá y confirmado dos años después en Cantalapiedra, el 8 de junio de 1443, por medio de este privilegio rodado. Este documento, de alguna forma, marcará directamente la evolución de Antequera a lo largo del siglo XVI. “…por hacer bien y merced a vos el Consejo, Alcalde, Alcaldes, Alguaciles, Regidores, Caballeros, Escuderos, Jurados, y hombres buenos de la mi villa de Antequera, porque de aquí adelante para siempre jamás, la dicha villa sea ciudad y se llame la villa de Antequera, Ciudad de Antequera, e haga e goce en cuanto a ciudad todas las prerrogativas e preeminencias, ornas y exenciones e privilegios que han de que gozan las otras ciudades de mis reinos. Y mando al príncipe don Enrique mi hijo primogénito, heredero, y a los infantes, duques, condes, ricos hombres, maestres de las ordenes, priores y a los de mi Consejo, oidores de la mi audiencia, alcaldes, alguaciles, y otras justicias de la mi Casa y Corte y Chancillería e a todos los Consejos, alcaldes, alguaciles, regidores, caballeros, escuderos y hombres buenos de todas las ciudades, villas y lugares de los mis reinos y señoríos y a todos los otros mis súbditos y naturales de cualquier estado, condición y preeminencia o dignidad que sean o cualquier o cuales quién que sean de ellos, que así

lo guarden, cumplan e hagan guardar y cumplir en todo y por todo, y que no hayan ni pasen ni consientan ni pasar contra ello ni contra cualquiera cosa ni parte de ello ahora ni en ningún tiempo ni por alguna manera, sobre todo lo cual mando al Chanciller, notarios y a lo otros oficiales que están a la tabla de los mis sellos, que vos den, libren e pasen a sellar mi carta de privilegio, la más firme, bastante que menester hubieredes en esta razón…”. Presenta una bella rueda policromada con el escudo de Juan II, rodeado de las firmas de los escribanos y oficiales de la Chancillería. Además ha conservado también un interesante sello de plomo colgante unido al pergamino por unos hilos trenzados de seda. Este privilegio fue la respuesta real a la complicada situación que en torno a estos años estaba sufriendo Antequera, con constantes e interminables enfrentamientos fronterizos que tan solo son frenados por las esporádicas treguas que se firman con el reino granadino. El hundimiento de la frontera agravará la crisis y la corona, en un intento de buena voluntad, beneficiará a Antequera, otorgándole nuevos privilegios, entre ellos este al que nos referimos y, unos años después, el de homicianos. [J.E.J.]


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CONFIRMACIÓN DEL PRIVILEGIO DE HOMICIANOS

Cronología y lugar de redacción: Toro. 1448, abril, 27 Tipología/morfología: Juan II, Rey de Castilla y León. Privilegio rodado dirigido al Príncipe Enrique, a los prelados, duques, condes, marqueses, ricos hombres, maestres, priores, comendadores y subcomendadores, alcaides, miembros de su Consejo, oidores de la audiencia, alcaldes de la Corte, justicia mayor, alguaciles, alcaldes, merinos, veinticuatros, jurados, justicias, regidores, oficiales y personas de sus reinos y señoríos, confirmando el privilegio de homicianos concedido a la ciudad de Antequera por él mismo en Valladolid el 20 de febrero de 1448, por el que concede perdón a todas las personas que, habiendo cometido delitos criminales, residan en Antequera durante un año y un día Ubicación actual: Archivo Histórico Municipal de Antequera. Fondo Municipal (Disposiciones y Autoridades Supramunicipales) Número de inventario: legajo 34, carpeta 223 Material: pergamino, con sello de plomo colgante Medidas: altura = 66’5; anchura = 59 cm Estado de conservación: bueno

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Sin duda el rasgo más característico del derecho fronterizo fue el llamado privilegio de homicianos, cuyos precedentes se encuentran en el fuero de Sepúlveda de 1076. Su objeto principal era el de impulsar la defensa y la repoblación de las villas fronterizas. Del privilegio de homicianos se exceptúan tan sólo determinados delitos, como la traición, la entrega o rendición de castillos y el quebrantamiento de la tregua. En este privilegio, como en otros de esta época, se introduce una novedad con respecto a similares documentos de otras épocas. Y es que se fija el tiempo que había que residir en la frontera para que los delitos se consideran prescritos: un año y un día; esta cláusula aparece por primera vez en el otorgado a Gibraltar en 1310. Con el privilegio de homicianos no se pretendía -o al menos no era esta su primera finalidad- acentuar el poblamiento de las villas de frontera, sino más bien su defensa. Por este privilegio se conmutaba la pena a aquellos homicidas y malhechores que se asentaran en la ciudad por periodo como hemos dicho de un año, sin cometer además delito alguno en ese plazo. Este documento fue en su día ampliamente estudiado por el profesor Alijo Hidalgo.

Este tipo de privilegio fue otorgado de manera un tanto frecuente, ya que fue un medio utilizado por la corona para defender la frontera, hecho fundamental para mantener los territorios conquistados y a la vez intentar repoblarla. Con esta medida se obtenía un doble resultado: por un lado, se conseguía que las nuevas tierras gozaran de una población más o menos estable dentro de lo que cabe y que se explotaran las riquezas agropecuarias de la zona; por otra parte, se dotaba de un cuerpo de gente “aguerrida”, que en un determinado momento pudiera luchar y hacer frente al enemigo, ya que se trataba de individuos que nada tenían que perder y sí mucho que ganar. En el caso de Antequera, los objetivos no se cumplen del todo, ya que el número de vecinos no aumenta considerablemente, seguramente por la difícil situación de constante conflicto bélico que se vive en esta zona de frontera. Bibliografía Alijo Hidalgo, 1979. [J.E.J.]


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CARTA REAL DE MERCED DE ENRIQUE IV POR LA QUE SE CONCEDE A ANTEQUERA EL TÍTULO DE “NOBLE” FECHADA EL 19 DE DICIEMBRE DE 1466 Cronología: 1466, diciembre, 19 Tipología/morfología: Enrique IV, Rey de Castilla: Carta real de merced al Concejo, alcalde, alcaides, alguaciles, regidores, jurados, caballeros, escuderos, oficiales y hombres buenos de la ciudad de Antequera concediendo a la ciudad el título de noble. acta notarial cuadrada cortada a tijera de compra-venta de una casa en Granada; no presenta sello ni huella Ubicación actual: Archivo Histórico Municipal de Antequera. Fondo Municipal (Disposiciones y Autoridades Supramunicipales) Número de inventario: legajo 34, carpeta 219 Material (soporte): papel Medidas: altura = 31’5; anchura = 21’5 cm Estado de conservación: regular, pendiente de restauración

El documento, en forma de albalá, es una merced mas del rey Enrique que tantas dio a nuestra Ciudad, en este caso justificada por el recio aguante de las gentes de Antequera y su incondicional apoyo en la cruenta campaña contra de Archidona que finaliza en 1462, con la incorporación de esta localidad a la Corona castellana, y que además benefició a la ciudad al quedar más resguardada en la línea de los castillos que defendían la frontera. El alcaide, don Fernando de Narváez logró la concesión del título de “noble ciudad de Antequera”, que en este albalá le otorga el rey don Enrique II.

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De ser una villa de frontera, Antequera había pasado en 1441 a poseer el título de ciudad por merced del rey don Juan II, en reconocimiento de sus buenos y leales oficios. El alcaide don Fernando de Narváez logró además la concesión del título de “noble ciudad de Antequera”, que en este albalá le otorga el rey don Enrique II en 19 de diciembre de 1466. El príncipe don Alfonso, mencionado en la carta albalá, es el hermanastro del Rey, hijo de Juan II nacido en 1453, y hermano de doña Isabel; era en su adolescencia una pieza del enconado juego político de banderías, y el documento refleja la aparente voluntad de reconciliación de Enrique en el tiempo en que lo firma; el príncipe había de morir en 1468 y la suerte de Castilla parecía más oscura todavía. Yo el rey catando los muchos e buenos e leales e señalados seruiçios que vos el concejo, alcayde, alcaldes, alguasíl, regidores, jurados, caualleros, escuderos, oficíales / e omes buenos en la mí cíbdad de Antíquera me avedes fecbo e fazedes de cada día en honor de la corona real de mis reinos e por la grand lealtad e fidelidad que en vos / otros he fallado e conmigo avedes thenído e tenedes como buenos e leales vasallos con su rey e señor natural, e porque la dícha cíbdad sea mas noblecída, / es mí merced que de aquí adelante para síenpre jamas la dícha cíbdad de Antíquera sea llamada e se llame la noble cíbdad de Antíquera que yo asy la nombro e llamo / e quiero e mando que sea llamada e nonbrada. E

por este mí aluala mando al príncipe don Alfonso mí muy caro e muy amado hermano e otrosí a los duques, condes, / marqueses, ricos omes, maestres de las ordenes, priores, comendadores e a los del mí consejo, oydores de la mí abdíençia e alcaldes e notarios e otras justicias e oií / çíales quales quíer de la mí casa e corte e chançellería e a todos los conçejos, corregidores, alcaldes, alguazíles, regídores, caualleros, escuderos, oficíales e omes / buenos de todas las çíbdades e villas e logares destos mis rreynos e señoríos e a otras quales quíer personas mis vasallos e subditos e naturales de / qualquíer estado o condiçión prehemínençía o denidad que sean que lo asy guarden e cumplan segund que en este dícbo mí aluala se contiene e non vayan nin pasen / contra ello. E los vnos nin los otros non fagan ende al por alguna manera so pena de la mí merced e de díes mill maravedíes a cada vno para la mí cámara. E mando so la dicha / pena a qualquíer escríuano publico que para esto fuere llamado que de ende al que la mostrare de testimonio signado con su signo porque yo sepa en como se / cumple mi mandado. De lo qual vos mando dar este mí aluala fyrmado de mí nonbre. Fecho a díes e nueue días de dezyenbre, año del Nascímíento del Nuestro Señor Jhesu Chríspto / de mill e quatroçíentos e sesenta e seyss años. Yo Johan de Ouíedo, secretario del rey; nuestro señor, lo fize escruír por su mandado. Yo el rey [J.E.J.]


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DOCUMENTO DE VENTA DE LA CASA DE LA HIJA DE UN ALFAQUÍ EN GRANADA, FECHADO EN DICHA CIUDAD EL 22 DE AGOSTO DE 1493. Cronología: 1493, agosto, 22 Tipología/morfología: acta notarial cuadrada cortada a tijera de compraventa de una casa en Granada Ubicación actual: Archivo Histórico Municipal de Antequera Número de inventario: legajo 31, nº 1503 Material (soporte): pergamino (posiblemente de cabra) de 18 mm. de grosor medio Medidas: altura = 28; anchura = 25 cm Estado de conservación: bueno Alfaquí escribano: Abū ‘Abd Allāh Muḥammad al-Ḥaḍramī Testigo (y posible escribano): Juan de San Martin

El pergamino, perteneciente a los fondos del archivo del Marqués de la Vega de Santamaría, conservados en el Archivo Histórico Municipal de Antequera, viene precedido de esta anotación, tras una pequeña cruz: Un pedazo de pergamino con letras que no se entienden por parecer de cufica y al respaldo dice asi: Aquí parece que dice una casa de compra del christiano Antón Davila. El pergamino en sí ofrece este contenido: a) reverso: en su lateral izquierdo hay una cruz y, tras ella, una descripción sintética del contenido del documento: Una casa de compra de cristiano a tornadiza, seguido de: signo de la cruz =aqui pareze que dize=Una Casa de

a) verso: anotación, también en letra procesal castellana, situada en el margen derecho y en tinta sepia, que, a modo de carta de pago, dice, tras el símbolo de la cruz: Pago Anton d’Avila el dinero de treynta doblas haçenes d’esta carta en tenida. Agosto de XC tres años; le sigue la rúbrica de Juan de San Martín, testigo. Ocupando la mayor parte de esta cara del pergamino, se despliega el texto árabe, el mayoritario del documento, escrito en cursiva andalusí, con tinta negra y en

compra del cristiano anton dabila= (en letra humanística marrón oscuro); en

ocho líneas, más una de firmas; dice así:

—cuatro rúbricas—

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su margen izquierdo, aún se aprecia, aunque incompleta, esta anotación en letra procesal castellana: […] de Anton de Avila una casa en reciby […] a xxx hacenes.


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en perfecto estado de salud y de capacidad legal / 6: /, con fecha del nueve de du lqa‘ada del año ochocientos noventa y ocho [22 de agosto de 1493], con la presencia del padre de la vendedora, el alto alfaquí y escribano Abū ‘Abd Allāh Muḥammad al-Ḥaḍramī, el cual dio permiso / 7: / para la citada venta por estar ésta bajo su protección; y quedó plenamente satisfecho con el precio mencionado, tras ser informado del mismo en estado de plena salud y capacidad legal en la fecha / 8: / antedicha [palabra dudosa], y agua de beber que entra en la casa vendida por el citado corral y que se almacena en una cisterna de loza… la casa… [línea de difícil lectura] —cuatro rúbricas— 1: / Loor a Dios. La protegida Umm al-Fatḥ, hija del alto alfaquí y escribano Abū ‘Abd Allāh Muḥammad alḤaḍramī, vende al cristiano / 2: / Anton De Avila toda la casa y el corral que hay al sur de ella, así como la almacería1 levantada sobre el corral, todo lo cual se encuentra en la plaza de al-Machita [La peinadora] en la calle de al-Ŷanā’in [Los jardines] dentro / 3: / de Granada. Esto linda al sur [palabra dudosa] de la hija de al-Faṭsī, al norte con la calle, a levante con [alLabsi ?], a poniente con el callejón y

1 Al-maṣriyya: “cámara alta de una casa con acceso independiente” (DRAE).

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la almacería de otro con los derechos pertinentes / 4: /. Todo esto, con sus dependencias inherentes y provenientes, se vende cumplidamente por el precio valorado en 30 dinares de oro de vellón hasaníes [de Muley Hacén]2 , que ella tomó en mano exonerándolo / 5: / a él completamente. Y después de mirarlo y examinarlo a satisfacción, y conocido su valor y ser testigos ambos de ello, fueron informados el cristiano y la vendedora, estando ambos

2 Cada uno equivalía a 40 dinares de plata de los de a 10.

Bibliografía Cruces Blanco, 2010; Puerta Vílchez, 2010; Díez Jorge, 2010; Quiles Faz, 2010; Escalante Jiménez, 2010. [J.M.P.V.]


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Descripción de la fundación, antigüedad, lustre y grandezas de la muy noble ciudad de Antequera de Fray Francisco de Cabrera Cronología: la obra de F. de Cabrera es de 1649, pero este ejemplar es copia, con comentarios propios, de Luis de la Cuesta de 1679, con anotaciones posteriores realizadas en el siglo XVIII Tipología/morfología: libro manuscrito Ubicación actual: Archivo Histórico Municipal de Antequera, Biblioteca Auxiliar Número de inventario: s/n Material: papel Medidas: altura = 31,5; anchura = 21,5 cm Estado de conservación: bueno, restaurado

En España a lo largo del siglo XVI y sobre todo del XVII, existe una necesidad de reivindicación nacional. El comienzo de la decadencia militar y política española provoca el que se trate de ahondar en las propias raíces, buscando unos matices diferenciadores y reforzando de esta manera unos sentimientos nacionalistas. Esto provoca a la vez una conciencia histórica y la imperiosa necesidad de explicar a los demás los orígenes y el pasado glorioso. En este contexto, donde se están fraguando las grandes historias nacionales, surgen casi paralelamente otras historias que podemos denominar regionales. Se trata de unas narraciones, realizadas con más o menos fortuna, que reseñan los orígenes y grandezas de las ciudades y villas. Se tratan de historias locales que recogen los orígenes de la población y su evolución a lo largo del tiempo, reivindicando su grandeza y nobleza. En este sentido Antequera, como en otras muchas cosas, ha sido muy fructífera, contando con una importante producción historiográfica que nos narra los orígenes remotos de nuestra ciudad. De entre todos los autores que han escrito sobre nuestra ciudad, sin duda destaca uno el padre Cabrera, que da nombre a la historia tal vez más popular de todas sobre nuestra ciudad. El padre Francisco de Cabrera fue un fraile agustino que vivió entre el último cuarto del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII. Su obra ha sido la base sobre la que se ha fundamenta-

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do el conocimiento histórico de nuestra ciudad a lo largo de varios siglos. Es la obra más citada en la bibliografía y al que todo historiador local obligatoriamente tiene que recurrir tarde o temprano. ¿Qué conocemos realmente de su autor? Sorprendentemente, salvo unas breves notas aportadas en su día por el Padre Andrés Llordén, que a la vez se hace eco de algunas referencias que proporciona Narciso Díaz de Escobar en su obra “Galería Literaria Malagueña” publicada en 1898, nadie se ha preocupado de profundizar en este sobresaliente autor. Hemos conseguido saber que fue hijo de un escribano del número de nuestra ciudad llamado Francisco de Cabrera y Astorga, el cuál ejerció en el oficio 12. Nació en 1584, siendo bautizado el día 14 de julio en la Parroquia de San Sebastián, actuando como padrinos Hernando de Carrión y, el también escribano, Rodrigo Alonso de Mesa, el mozo. Lo que a continuación sigue está envuelto en dudas. Existen, sin embargo, un par de documentos reveladores: se trata de los testamentos tanto de su madre Lucía Ruiz como de su padre. En ellos se nos detalla en una de sus cláusulas, concretamente en las mandas de su madre, el siguiente dato: “yten declaro que el dicho mi marido y yo hemos pagado y gastado con el dicho fray Francisco nuestro hijo en las cosas necesarias para entrar en la


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religión y profesar en ella y en estudios y otros gastos que hizo antes de entrar en la religión quinientos ducados a demás de los que yo gasté sin que el dicho mi marido lo supiera, que serían cien ducados…”. Seiscientos ducados de finales del siglo XVI es un suma realmente importante, lo que denota un apuesta por la formación de su hijo. Igual de explícito es su padre en otra manda de su testamento, donde también se hace alusión a la suma expresada anteriormente:

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“…declaro que la dicha doña Lucia mi mujer y yo entre ambos hemos entregado al dicho fray Francisco nuestro hijo en el convento del señor San Agustín de esta ciudad y en darle estudios en nuestra ciudad y en Córdoba y Sevilla y en los alimentos y ajuar y otras cosas que llevó al convento y en otros gastos que con el se hicieron en particular lo que se declara en la dicha partición…”. Falleció en 1649 víctima de la cruenta epidemia de peste que asoló Antequera ese año. Su labor no se limitará tan solo a su historia, siendo autor de otras importantes obras, una de ellas, curiosamente, un tratado sobre como

curar la peste, enfermedad que le causó, como hemos indicado, su propia muerte. Volviendo a su obra, debemos reseñar en primer lugar que en la actualidad se conservan al menos dos ejemplares localizados, uno en la Biblioteca Auxiliar del Archivo Histórico Municipal de Antequera y un segundo en la Biblioteca del Museo Británico en Londres. El ejemplar de Antequera que ha llegado a nuestros días es una obra manuscrita y se trata de una copia realizada por un canónigo de la cole-


giata llamado Luis de la Cuesta, que recopila la Historia del padre Cabrera en 1679, añadiéndole a la vez algunas notas que amplía las noticias sobre la ciudad hasta la fecha antes indicada. Además existen diversos añadidos posteriores de manos anónimas que en notas marginales puntualizan en ocasiones los datos expuestos y en otras los amplían. Estas notas están datadas entre 1721 y 1779. La obra está divida en seis libros que a la vez se subdividen en capítulos. Consta además de un preámbulo, una dedicatoria, un prologo y una tabla de capítulos. Al final de la obra se introduce un índice alfabético organizado por materias.

el Arco de los Gigantes que transcribe y analiza. En el libro tercero narra la fundación y erección de las parroquias de la ciudad, indicando el número de casas y habitantes, así como las fundaciones de capellanías y patronatos existentes en ellas. Asímismo, hace referencia a la Colegiata de Santa María, a su fundación, constitución y funcionamiento. La fundación de los conventos y monasterios antequeranos es recogida a lo largo de los libros cuarto y quinto. Tal vez sea esta parte la más consul-

tada a lo largo del tiempo. El primero de los libros consta de 36 capítulos que recogen la fundación de los conventos masculinos, mientras que el siguiente, el quinto, está dedicado a los conventos femeninos. El último libro recoge la información sobre el término municipal de Antequera, refiriéndose al número de molinos, industrias existentes, cortijos, anejos, etc. Toda una serie de importantes datos, que nos aproximan a la realidad del ámbito antequerano en el siglo XVII. [J.E.J.]

En la dedicatoria el canónigo Luis de la Cuesta ofrece la obra a la ciudad y dice “...llegó a mis manos una ilustración historial de una pluma doctísima del M.R.P.F. Francisco de Cabrera digno hijo de esta ciudad y de la esclarecida familia del doctor de la iglesia y Patriarca grande Agustino, obra digna del lleno y letras de su Autor”, donde aclara la autoría y contenido de esta obra. El libro primero está dedicado a la conquista de la ciudad por parte del Infante don Fernando, tomando como base la Crónica de Juan II. Se completan los 27 capítulos de que consta con una relación muy detallada de los privilegios otorgados por diversos reyes a nuestra ciudad, con la trascripción literal de algunos de ellos. Asímismo ubica la ciudad geográficamente. El libro segundo trata de la antigüedad de la ciudad, tomando como referencia las inscripciones existentes en

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VISTA DE ANTEQUERA DE Hoefnagel

Autor: Georg Hoefnagel Cronología: 1572 Tipología/morfología: grabado Procedencia: comercio de arte Ubicación actual: Museo de la Ciudad de Antequera Nº de inventario: ATQ/MUS/9.1 Material: papel impreso y coloreado a mano Medidas: altura = 35; anchura = 49,5 cm Estado de conservación: bueno

Forma parte del Civitates Orbis Terrarum, monumental obra editorial de seis tomos realizada por Georg Braun y Frans Hogenberg en Colonia y que fueron apareciendo entre los años 1572 y 1597. Las vistas se basan en los dibujos realizados por Georg Hoefnagel (Amberes 1542-Viena 1600) durante su viaje a España llevado a cabo entre los años 1563 y 1567. Bastantes años después, en 1657, Johannes Janssonius compró las planchas grabadas y publicó de nuevo las vistas de las ciudades españolas reunidas en un solo volumen con el título de Theatrum Hispaniae Urbes. Hoefnagel, que debió visitar Antequera en 1564, parece que dibujó esta panorámica urbana desde el antiguo Cerro de la Horca (hoy Jardines del Corazón de Jesús). En ella vemos la Sierra de las Cabras, la Boca del Asno y la Sierra del Torcal como telón de fondo de la propia ciudad, que desde las murallas de la Alcazaba desciende con su caserío y sus edificios principales hacia lo llano. En primer término se

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muestra una gran tinaja, jalonada por dos jayanes, en alusión a las que aquí se fabricaban y exportaban. En el ángulo superior izquierdo aparece una relación numerada de edificios importantes, escrita en lengua castellana, para su identificación en el dibujo, y en el inferior derecho una cartela en latín explicativa de la propia ciudad. También es de enorme interés el extenso texto latino, estampado en el reverso, en el que con la información aportada por el propio Hoefnagel se da amplia información sobre Antequera, a la que comienza llamando “memorable ciudad de España”. Describe su Alcazaba y las numerosas armas o “instrumentos bélicos de los moros” que en ella se conservaban. También hace referencia a la fertilidad de sus campos, a sus abundantes fuentes, a la producción de sal, a las canteras de yeso y de cal y a la producción de grandes tinajas. [J.R.B.]


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HISTORIA DE ANTEQUERA DE MANUEL SOLANA OBANDO

Cronología: 1814 Tipología/morfología: libro manuscrito en dos tomos Ubicación actual: Archivo Histórico Municipal de Antequera, Biblioteca Auxiliar Número de inventario: s/n Material (soporte): papel Medidas: altura = 30; anchura = 21 cm Estado de conservación: bueno

La conocida como “Historia de Solana” es la recopilación de historias locales más completa de la que tenemos constancia en la actualidad. Mantiene una estructura muy similar a la presentada por la Historia de Antequera del Padre Cabrera, aunque sensiblemente aumentada y mejorada. Consta de dos tomos que a la vez se subdividen en tres libros cada uno de ellos, con un total de 150 capítulos, donde se aborda ampliamente la historia y el territorio de nuestra ciudad, de una forma ordenada y sistemática. Tenemos constancia de la existencia de diversas copias de esta obra, todas de época, que se conservan en bibliotecas particulares, salvo esta que concretamente forma parte de la Biblioteca Auxiliar del Archivo Histórico Municipal de Antequera y procede en origen de uno los archivos del Fondo Familiar. La obra aparece ilustrada con grabados de carácter religioso, que varían dependiendo de las copias, y con dibujos a plumilla, que se repiten en los

ejemplares a los que hemos tenido acceso. Son la bastida, el escudo de la ciudad, una vista de la plaza Alta, el teatro romano de Singilia Barba, y un santuario. Con respecto a su autor o recopilador es Manuel Solana Parejo Obando Casasola Domínguez de Calatrava, un interesante personaje de la alta sociedad antequerana, descendiente del mítico Juan Vázquez de Casasola, caballero que acompañó al Infante don Fernando en la toma de Antequera, y al cual se le atribuye según las distintas crónicas, el haber sido el responsable del traslado desde Sevilla de la bastida. La obra de Solana amplia y corrige la estructura creada por el fraile agustino Francisco de Cabrera, aportando toda una serie de nuevos datos, que sobre todo los referidos al espacio geográfico y a los personajes locales complementan la información hasta principios del siglo XIX de nuestra ciudad. [J.E.J.]

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