CONFLUENCIAS

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CONFLUENCIAS

El Delta como inspiración Taller de escritura creativa e Historia del arte



CONFLUENCIAS

El Delta como inspiración Taller de escritura creativa e Historia del arte

2023


Intendente Municipal Dr. Julio Zamora Secretaría de Gobierno Gabriela Zamora Subsecretaría de Educación Ing. Renzo Heredia Dirección General y Artística Graciela Arbolave Museo de Arte Tigre Dirección General de Administración y Extensión Cultural Graciela Basso Museo de Arte Tigre

En tapa: Hacia el Puerto de Tigre, Rubió Nicolás (2000) esmalte s/fibrofácil 22 x 124 cm

Museo de Arte Tigre. Paseo Victorica 972, Tigre 4512 - 4528 I infomuseo@tigre.gov.ar I www.mat.gov.ar Miércoles a viernes de 13 a 18 hs. Sábados, domingos y feriados de 12 a 18 hs.

Asociación Amigos del Museo de Arte Tigre www.asociacionamigosmat.com amigosmuseoartetigre@gmail.com

Idea y coordinación general: Educación Museo de Arte Tigre y Subsecretaria de Educación del Municipio de Tigre. Programa Tigre Lectores. Profesora Isabel Díaz.


CONFLUENCIAS

El Delta como inspiración Taller de escritura creativa e historia del arte

En un territorio tan extenso como es Tigre y su Delta, ¿qué define su identidad? ¿Dónde confluyen las memorias? ¿Son los límites naturales los políticamente trazados o las memorias personales y colectivas de los seres que transitan en él quienes hacen identidad? Quizás sea todo esto y mucho más… En “CONFLUENCIAS, el Delta como inspiración” recurrimos a las artes visuales y a la literatura para explorar relatos visuales y escritos sobre nuestro particular territorio, el Delta, o como solemos llamarlo los tigrenses “la Isla”. Realizado en conjunto entre el Dpto. Educativo del MAT y el programa “Tigre lectores” de la Secretaría de Educación del Municipio de Tigre, semanalmente, durante todo el 2023, intercalamos el estudio de textos literarios con una introducción a la Historia del Arte de injerencia en el territorio local basada en una selección de obras del patrimonio del MAT. Desde allí, ejercitamos semanalmente la escritura creativa buscando facilitar espacios de expresión y de reflexión sobre la memoria e identidad. Confluencias parte del diálogo entre pasados comunes, sentires personales, el lugar que habitamos y otros mundos posibles. Todo esto enmarcado en un inmejorable espacio físico, simbólico y afectivo significativo para nuestra comunidad: el antiguo Tigre Club, actual Museo de Arte Tigre. Esta revista reúne escritos realizados por participantes que asistieron durante todo el 2023 del taller Confluencias, el Delta como inspiración, movilizados por el patrimonio natural y pictórico de Tigre, como también en referentes de la literatura.


LA COBIJA Fernando Rodriguez Escrito inspirado en Verano. Roberto Frangella (S/f), tinta s/papel, 70 x 70 cm

Apretó la cobija como si fuera lo último por hacer en la vida, y se tapó aún más, el frío era lo de menos, lo que más temía acababa de suceder. La Isla volvía a hablarle como si fuera un recién llegado, desconociendo todo lo vivido. Que ya sé que el agua tiene su tiempo, y que lo infinito habita en su impronta, toca y toca, rasguña y rasguña, avanzando sobre el barro que no puede contener la costa, ensanchando el cauce, un paso atrás para todos, sólo un atisbo para ella. Y ni las gallinas lo advirtieron, ellas también rascan la tierra, igual que el agua que golpea la costa mientras planea un derrumbe que solo el tiempo va a constatar. Y tiempo transcurriendo es lo que sobra. Al perro ni un pelo se le movió con el estruendo, solo pudo sacudir la cola cuando la cobija se acomodó en la cama. Ese hombre casi tapándose la cabeza, inmóvil en el amanecer, siendo testigo de su presente inevitable, que no de frío eran sus temblequeos, solo el cuerpo absorbiendo el impacto. Cuerpo a cuerpo con su perro, en su misma cama. El viejo muelle se había derrumbado. Las ilusiones.


CANOAS DEL TIGRE Gloria Benítez Escrito inspirado en la obra Canoa del Tigre. Jorge Larco (S/f) Acuarela, 49 x 68,5 cm

La encontré en una de las salas del Museo y me emocionó verla, “La Felicia”. Quién diría, tan sencilla ella y siendo la inspiración de un pintor. Tantos años en la familia que ya era parte de ella. Al abuelo, se la regalaron los hijos de un amigo que partió de pronto y cuando decidieron levantar la casita de la isla, no había lugar para “La Felicia”. Él se hizo cargo y la dejó como nueva; eso sí, a los peones los apuraba al grito de: ¡Vamos con el calafateo que si se queda mucho en tierra se ahoga! Transportó a las mujeres a parir al Hospital, a la familia a la Iglesia, a dos generaciones a la Escuela, al Puerto de Frutos a llevar y traer mercadería. Todos la conocían cuando pasaba a puro remo o cuando descansaba a la luz de la luna espejándose en el arroyo. ¡La sacudieron tantas sudestadas y la bailaron tantas crecidas! Y ella firme. Cuando llevamos las cenizas del viejo, según su voluntad, río arriba, se empezó a entristecer. Se le agrietó la madera, se volvió reseca y descolorida. La subimos a los caballetes para empezar con el calafateo, escuchando la voz del abuelo: “¡No la dejen afuera del agua mucho tiempo que se ahoga!” Esa noche, enfurecido sopló el sudeste y a la mañana siguiente supimos que “La Felicia” se había ido a buscar al abuelo.


PUERTO DE FRUTOS Beatriz Dejtiar Escrito inspirado en Puerto de frutos. Carlos Páez Vilaró (2011), Acrílico s/tela, 200 x 200 cm

Me llamó la atención la pintura de Páez Vilaró que se encuentra en el Museo de Arte de Tigre. Como se ve, con tanto color en su obra siempre, con fondo blanco. Es para mí sumamente interesante porque muestra a un Puerto de Frutos del que ahora no queda nada, todo cambió en ese lugar tan autóctono con sus canastas de frutas frescas y secas también. Siempre muestra en sus obras un espíritu joven donde no hay rastros de vejez, ni de fatiga en su cuerpo. Ellas se iluminan con su colorido entusiasmo. Sus pinturas son aventuras y desafíos, priorizando las diferentes culturas ya que se nutrió y estuvo un tiempo en África y se nota en sus dibujos. También se basó mucho en mucho en temas del candombe y la comparsa uruguaya ya que era oriundo de Uruguay. Cuando creó allí Casapueblo, moldeada con sus propias manos y ayudado por pescadores de la zona, su casa fue un símbolo del lugar. En sus pinturas y en esta obra que analizo, integró objetos de la vida cotidiana como los que veo en ella. Barcos a lo lejos. casas. gatos, mujeres muy llamativas y siempre preponderando un color en especial más que otros. Admiro mucho su obra. Fue un gran trabajador hasta sus últimos días.


Vivió también en Tigre, donde hizo una réplica de su casa en Punta del Este. Un gran luchador de la vida. Dijo él: “La mía es la historia de un tipo que se alimentó de lo inesperado”. Él escribió su autobiografía; Posdata la tituló. Me gustó mucho una de sus frases. Dice que es un espacio terminal que nos permite hacer un agregado a todo lo ya escrito. Aquello que nos quedó en el tintero. Es el suspiro final. Y ese suspiro, lo inspiró siempre para encontrar a su hijo Carlitos, luego del accidente en el avión en la cordillera de los Andes. Siempre pensó que lo encontraría vivo y así fue. Por último, rescato una reflexión suya: “Mi destino es hacer cosas”. Bravo, Maestro. Lo admiro eternamente.


ISLAS DEL TIGRE

Silvia Oster

Escrito inspirado en la obra Islas del Paraná, Juan León Palliére (S/f) Litografía s/papel 18,5 x 33 cm

El Sol apenas sonroja las aguas turbias del río. Lindor camina hacia la orilla de la isla donde el bote está amarrado a un poste con una soga gastada. Contempla su isla. Tantos años viviendo a orillas del río Lujan, río de aguas lentas y oscuras, donde las ramas de un sauce rozan las aguas. Lindor sube al bote y con sus remos rompe el silencio y los toletes lanzan al aire un chirrido agudo. Rema despacio. Un largo trayecto hasta la desembocadura de un pequeño arroyo que apenas se percibe entre el juncal. Un biguá con su plumaje negro se hace un festín con los peces que las aguas empujan hacia los juncales, en una lucha desigual. Lindor a veces se siente un biguá en esos días en que los ríos están revoltosos y la pesca es más fácil. Un relámpago lejano ilumina un cielo de nubarrones. Las aguas arrastran el bote hacia el juncal, suavemente. Lindor se deja llevar mientras escucha el golpeteo musical de los juncos. Amarra su bote en una rama de un árbol caído y antes de bajar, moja su gorra y luego se la coloca para apaciguar el calor. Toma su machete y silbando una canción va a hacer su labor. Sus pies se hunden un poco en el suelo fangoso hasta llegar a la orilla. Ahí están los juncos, altos, erguidos, de un verde singular. Va eligiendo uno por uno y los corta con cuidado para no dañarlos. Cada diez juncos, hace un atado. Atrás el cielo gris avanza. Los truenos ya alteran la tranquilidad del juncal. Danzan las ramas del sauce. Gira la vida. Se agitan las aguas. Sabe que algún día su río lo va a traicionar, pero este es y será su mundo.


CONTEMPORÁNEOS DEL FUTURO Bruland Escrito inspirado en la obra Pantalla. Mariano Sapia (2011) óleo s/tela 70 x 100 cm

¿Qué tiene el río que me llama, que sin tener voz puede conectarse conmigo? Mi mente me lleva inevitablemente a mi niñez, dónde él era parte fundamental de mi vida. ¡Sin que yo lo supiera, claro! Él era en ese tiempo quién me susurraba su historia, su nombre, su música. Quién me conectaba con todo. Añoro su cantar cuando me llevaba a la escuela, también su frescura cuando mojaba mis pequeños pies. Cuando lo más importante eran las horas de juego a la sombra de un sauce, pero siempre, siempre cerca de él, contemplándolo, sintiéndolo, tocándolo cerca de su dominio, sin miedo y sin tiempo. Era casi hipnotizante ver sobre su lecho el reflejo del cielo, de los árboles, del sol… ¡Cómo lo extraño! Cada tanto busco conectarme con él, intento escucharlo, sentirlo, quiero volver a escuchar sus susurros, sus canciones. Volver a sentirme conectada a él, porque para mí es una persona, sin nombre y con muchos a la vez, sin voz pero con un sinfín de sonidos y melodías que me hablan. Que me recuerdan sentimientos, momentos, personas, me recuerda quién fui y quién fue él para mí. Lo extraño, me extraño…


RITUALES DIARIOS Vanesa Gallello Escrito inspirado en la obra Tarea en el río. María Obligado de Soto y Calvo (1905 Óleo s/tela, 60 x 104,5 cm

Acá estamos todos nuevamente, como todos los días, desde la misma hora hasta que cae el sol, en nuestra labor diaria, nuestro ritual de supervivencia. Mamá y la tía son un conjunto genial para trabajar en una misma tarea, nadie las puede superar, sólo con mirarse se entienden a la perfección. Papá prefiere arreglárselas solo, le cuesta delegar y no es muy paciente para enseñarle a nadie. Los días transcurrían uno igualito al otro, calcados de sol a sol, salvo grandes lluvias que nos obligaban a cambiar de escenario. Cada tarea era casi cronometrada y se debía terminar a horario para que rindiera el tiempo. Y yo estaba ahí, entre ellos, jugando, corriendo algún pajarito, siguiendo el camino de las hormigas o buscando hojas a las que les inventaba formas para correr a mostrárselas a papá. Hasta que aquel día corrí de más, me alejé y la suerte no estuvo de mi lado… Desde ese día, yo los sigo visitando, los observo, intento hacerles compañía, intento darles señales, pero no siempre las ven. Los veo muchas veces tristes e invento algo enseguida para distraerlos y quitarles ese pesar en el alma.


A veces soy un colibrí, otras una mariposa, en octubre suelo ser flores de ceibo, otras soy el viento que los refresca y mueve las hojas de los sauces. Ellos siguen sin descaso su ritual, pese a sus duelos, pese a sus cansancios, decidieron no abandonar el Delta y continuar con sus vidas allí, en ese lugar que tanto les brindó… y yo desde mi lugar, los acompaño y vuelvo siempre.


PANTALLA Benedicto Escrito inspirado en la obra Pantalla. Mariano Sapia (2011) óleo s/tela 70 x 100 cm

Amo los patios sombríos Con escaleras bordadas Amo las naves calladas Y los conventos vacíos. (J. Martí)

Había una vez un hombre de barba blanca desprolija y caminar cansino que miraba, observaba pinturas de artistas que de distintas formas y estilos, mostraban y homenajeaban el paisaje, que en su ensamble reflejaba el Delta, ríos, arroyos, árboles, botes, lanchas, pájaros. Todo, como en una orquesta musical se unía, y su director el viento les daba vida y ahí estaban ellos, con pinceletas, lápices, espátula, desparramando los colores en armonía. Y el hombre de barba blanca desprolija, inclinando su cabeza, se detenía en ese cuadro de pinturas fuertes, azul el río, el cielo y los verdes como inclinados por una brisa, y en el centro un muelle con un lector moderno en los escalones del muelle. La misteriosa e insondable memoria le traía recuerdos de allá lejos y hace tiempo; de su vida en la isla y él, chico, esquivando charcos y mosquitos por esa senda al borde del arroyo. En la pechera del pantalón jardinero varias revistas. Llegaba al muelle viejo y sentado en uno de sus gastados escalones, con los pies en el agua, leía esas revistas: El D´Artagnan con Nippur de Lagash, el poderoso guerrero sumerio luchando con su inmenso sable; o Patoruzú con las aventuras del jefe tehuelche de la Patagonia, o El Tony y los lunes El Gráfico con la tapa del deportista destacado, y más y más, esperando con los pies en el río. Esperando qué, vaya uno a saber. Siempre se está esperando. ¡Ah, el tiempo, el tiempo! “Llegaron los pájaros/trayendo semillas/sembrando los montes/a orillas del río/ sudeste es el viento/que mueve las aguas/regando las costas/que llena de flores/gardenias y lilas/hortensias pulposas/ mostrando colores/llorando está el sauce/mojando sus ramas/en aguas marrones/que traen recuerdos”


TODO DE UN MISMO COLOR Romina Solari Escrito inspirado en Serie del Delta. Fermín Eguía (1989) Técnica mixta s/papel, 54 x 37 cm

Vegetación espesa, que en su claro oscuro dejaba ver una geografía delimitada por la fantasía que la invitaba a imaginar… Adela, de una delicada luz, se mezclada en el paisaje donde fue concebida. Sara, su madre, desde temprana edad corría por el monte. Monte que le permitió crecer, fluir, construirse con la naturaleza que le marcaba sus pasos. Naturaleza que la nutrió, la acunó con amorosidad, naturaleza de largas hojas verdes y brazos arrugados como corteza de árbol. Jugaba contemplando pasar la “chata isleña” que trasladaba sus troncos apilados como torre de libros ya leídos. Sara se peguntaba si algún día ya de grande los vería hundirse. Le resultaba increíble la posibilidad de que tanto peso sobre una base tan finita pudiese navegar al ras del agua, se cuestionaba, ¿cómo es que no se hunden estos barcos? Le sonaba ilógico, por aquellas tardes de juegos en el tupido Delta del Paraná, su hogar. La hora preferida era en la cual el sol dejaba de existir, en la que los pájaros volaban de una lado a otro en ese cielo engañados como si fuesen todos de una misma bandada, sin un rumbo claro para ella, parecían conectar entre sí. Esa hora donde el alma se agota, melancólica, reflexionaba sobre un día vivido, en un cuerpo de pequeño tamaño, con una imaginación inmensa. Efervescente alimentada por su entorno, no quería dejar de observar el paisaje en el que, a la caída del sol, todo se ponía de un mismo color, donde encontrar sus juguetes se tornaba complejo, se mimetizaban con el monte.


LA LUDY Anabella Bruzzese Escrito inspirado en la obra Canoa del Tigre. Jorge Larco (S/f) Acuarela, 49 x 68,5 cm

La Ludy era esbelta y delgada como la mujer del dueño del astillero. Era una canoa isleña, ideal para transportar las frutas desde las quintas en la isla, cuando el Delta productor abastecía a la ciudad de Buenos Aires. Tenía un Chrysler 75 y era caminadora, como se dice por acá. Pedro había dejado los estudios y su padre sentenció: “Si no estudias tenés que trabajar”. Aquella mañana enfrentó al padre, comunicándole su intención de vivir en la casa familiar ubicada en el Esperita. El padre dudó pero, quizás motivado por las circunstancias, aceptó. Un adolescente descarriado estaría más controlado en la isla. “Pero tu abuelo irá contigo”, aseveró. Pedro y el abuelo tenían una estrecha relación, la convivencia no sería un inconveniente. Pedro pretendía trabajar la madera, oficio que le gustaba. Lo empleó un astillero familiar y comenzó barriendo el piso mientras de reojo, robaba el oficio. Allí la conoció, al verla quedó deslumbrado; fue amor a primera vista. El padre ayudó a comprarla. Y así la Ludy deslumbrado; fue amor a primera vista. El padre ayudó a comprarla. Y así la Ludy pasó a ser su compañera de aventuras. Navegaron ríos y arroyos, más allá del Paraná. Sin importar el sol caliente, la copiosa lluvia o una sudestada. Pedro estaba rumbeando su vida.


Pero un día llegó la notificación, había cumplido dieciocho años y lo convocaban a defender la patria. “Es un honor”, clamaba una sociedad exultante de recuperar nuestras Malvinas. Poco duró el sentimiento de orgullo. El riguroso clima de las islas, el hambre y la pérdida de compañeros fueron deshilachando su alma. Un sueño recurrente ante esa pesadilla lo sostuvo, la imagen de La Ludy y su vida anterior. La guerra terminó y Pedro regresó, al menos en cuerpo. Ya en su casa, preguntó por La Ludy; su padre la había vendido. Entonces comenzó una búsqueda desesperada, recuperarla a ella para reencontrarse consigo mismo. Aquí y allá preguntó a los vecinos, hasta que un día la vio en un arroyo, bajo la arboleda, apenas amarrada. Era La Ludy pero distinta. Como en un espejo se vio a sí mismo. Sin el brillo de otro tiempo, despintada y maltrecha. Sin embargo, un regocijo indescriptible lo inundó. Contó su historia al dueño, lo conmovió y La Ludy fue suya nuevamente. Eran dos sobrevivientes en busca de un nuevo comienzo


EL ENCUENTRO DE LOS VIENTOS Sand Gabarrú Escrito inspirado en Verano. Roberto Frangella (S/f), tinta s/papel, 70 x 70 cm

Esa mujer lleva rato contemplando el río, acostada boja abajo con el torso apenas por fuera del muelle, la cabeza inclinada hacia el agua…, quizá sólo escuchando al viento aproximándose. Esa mujer que lleva rato contemplando el río, parece no sentir que el viento le roza la cara agitando sus cabellos. Esa mujer está perdida en sus memorias… Su reflejo se ha desdibujado en los giros inesperados de la corriente. Esa mujer desea rendirse al encuentro de los vientos… despojarse de sus alaridos. Elevarse más y más, girando entre pequeños brotes. Toda ella llena de viento. Toda ella entregada a esa magia.


TAREA EN EL RÍO Liliana Gioco Escrito inspirado en la obra Tarea en el río. María Obligado de Soto y Calvo (1905).Óleo s/tela, 60 x 104,5 cm

Esa tarde soleada.... con lánguidos árboles que custodian el río, cobijan con su sombra a los trabajadores de manos laboriosas que día tras día realizan su tarea armando embarcaciones que navegarán entre ríos y mares, desafiando vientos y oleajes custodiados por la rosa de los vientos, que acompañara sus rumbos. Surcarán lugares cercanos y también lejanos, llevarán aventureros navegantes. Y los trabajadores en la serenidad de la tarde continuarán su labor. Ríos y mares serán testigos.


LA ISLA, HERMOSO LUGAR Blanca Vera Escrito inspirado en Embarcadero. Horacio Butler (1964), Témpera s/hardboard, 88 x 168 cm

Sentadas en el muelle, Cecilia y María dejaban cautivarse una vez más por la belleza del lugar. Desde hacía años, desde que habían quedado viudas, las dos hermanas habían decidido alejarse de la ciudad y sumergirse en la magia de una de las casonas del Delta. En esa época, a mediados del siglo XIX, una mujer que viviera sola no gozaba de buena reputación. Respiraban el aire puro y se hacían compañía en silencio. Sorpresivamente, un bote con un grupo de pasajeros rompió la monotonía del lugar. Las figuras se fueron agrandando por la cercanía y, embargadas por la curiosidad, María logró primero divisar rostros familiares, pero fue Cecilia quien reaccionó: − ¡Son Felicitas, Encarnación y Juana!−exclamó con euforia al ver a sus tres hermanas. No identificaron inmediatamente a la cuarta mujer. Luego supieron que se trataba de Rosalía, amiga de Encarnación. El lanchero del bote de alquiler las ayudó a desembarcar, algo complicadas por las largas y abultadas faldas.


¡Con cuánta euforia las recibieron! Hacía tiempo que no se veían. Las mujeres recién llegadas sintieron curiosidad por el sitio donde residían las hermanas mayores. Venían del continente, y agotadas por el viaje de dos horas, fueron agasajadas por las anfitrionas con mate, galletas y mermeladas caseras. Ofrecieron también miel, proveniente de sus colmenas. Sobre la mesa las invitaba el manjar. A la mañana siguiente las dueñas de casa invitaron a las visitantes a recorrer el paraje. Se maravillaron al descubrir la riqueza de la flora y la fauna. Rosas y hortensias de bellísimos colores, jazmines fragantes y ostentosos. Frutales como cítricos, nogales, manzanas, peras. María les advirtió que caminaran en silencio, para poder descubrir los animales de la región. Unos carpinchos se asomaron entre la vegetación. Con el pasar de los días se encontraron con vizcachas y cuises. Al atardecer se dejaban arrullar por el canto de los pájaros y el zumbido de las abejas. Encarnación y su amiga Rosalía eran aún solteras. Juana, viuda recientemente y Felicitas a sus 40 años era lo que llamaban, “una solterona sin esperanzas de casarse”. ¿Qué las retenía en la gran ciudad? Sus padres habían fallecido, estaban solas sin presencia masculina ni hijos. Fue así como se mudaron a la vieja y enorme casona, que a partir de entonces comenzó a poblarse de mujeres encargadas de las tareas hogareñas, enamoradas de la paz y majestuosidad con que las cobijaba la naturaleza.


Directora General y Artística Arbolave, Graciela Directora General de Administración y Extensión Cultural Basso, Graciela Patrimonio Mandri, Abril Conservación Bettaglio Rolero, María Paz Contenidos Orozco Demonte, Camila Prensa & Comunicación Sosa, Julieta

Administración Rezola, Vanesa Hernández, Lucia Hidalgo, Tamara Meza, Lara

Montaje Nóbrega, Sebastián

Área Operativa Florencia Lavista Llanos

Biblioteca Sábato, Marina

Mandri, Piren Noce, Libertad Masocco, Florencia

Educación Sagastume, Josefina Montiel, Gabriel Ponce, Celeste Oropel, Guillermina Menéndez, Ana Kantor, Daniela Bojorge, Sofía

Álvarez , Sofía Bellini, Sofía Cameli, Dante Di Venuta, Ludmila Espeche, Valentina Fernández, Justine Gómez, Lourdes Nardi, Carlos Área Técnica Mainetti, Alejandra Quintana, Agustina Ugalde, Leandro Villega, Gustavo Núñez, Lucas Ortiz Ríos, Wellington


ALAS Laura Bogetto Escrito inspirado en Manplantas. Xul Solar (1953) Óleo s/ cartón, vidrio y madera, 27 x 28,2 cm

Y Clara partió, se fue, tanteando la oscuridad. Trastabillando, siguiendo el hilito de luz que se filtraba por la hendidura, rodeada de rocas y de musgo. Intentó trepar pero se resbaló. Cayó lentamente sobre un colchón de hojas húmedas, estaba en el fondo de un pozo, la luz seguía ahí pero cada vez más lejana. − ¿Qué hago? Pensó, y se durmió de cansancio. Un ruido de pasos ligeros, casi imperceptibles, la despertó. El miedo la había abandonado pero Soledad no. Como su siamesa no podían vivir la una sin la otra, juntas en eterna retroalimentación. Clara se desperezó, la saludó y aguzó la mirada para poder ver en la penumbra y la vio. Pequeña, suave y delicada. La vio, la oyó y finalmente la escuchó. − ¿Por qué tienes miedo? − ¿Revisaste tu espalda?


La serenidad de Soledad la tranquilizó, movió sus omoplatos y las sintió. Ahí estaban sus alas. Torpemente, comenzó a moverlas, primero una luego la otra, para su sorpresa, le respondían. Clara, tímidamente primero, más segura después, comenzó a volar. Así salió del agujero negro donde estaba perdida. Con la ayuda de Soledad quien como siempre permanecía a su lado. −Y ahora, que soy libre, que despegué y logré maniobrar mis alas. − ¿Qué hago? Soledad, como siempre muda, no le respondió. El cielo inmenso se le ofrecía como una fruta jugosa, extraña y misteriosa. Ganas intensas de morderla, de hacerla suya y recelo de perderse para siempre en la inmensidad. A la mañana siguiente las dueñas de casa invitaron a las visitantes a recorrer el paraje. Se maravillaron al descubrir la riqueza de la flora y la fauna. Rosas y hortensias de bellísimos colores, jazmines fragante y ostentosos. Frutales como cítricos, nogales, manzanas, peras. María les advirtió que caminaran en silencio, para poder descubrir los animales de la región. Unos carpinchos se asomaron entre la vegetación. Con el pasar de los días se encontraron con vizcachas y cuises. Al atadecer se dejaban arrullar por el canto de los pájaros y el zumbido de las abejas. Encarnación y su amiga Rosalía eran aún solteras. Juana, viuda recientemente y Felicitas a sus 40 años era lo que llamaban, “una solterona sin esperanzas de casarse”. ¿ Qué las retenía en la gran ciudad? Sus padres habían fallecido, estaban sólas sin presencia masculina ni hijos. Fue así como se mudaron a la vieja y enorme casona, que a partir de entonces comenzó a poblarse de mujeres encargadas de las tareas hogareñas, enamoradas de la paz y la majestuosidad con que las cobijaba la naturaleza. Las aguas arrastran el bote hacia el juncal, suavemente. Lindor de dejaba llevar mientras escuchaba el golpeteo musical de los juncos. Amarra su bote en una rama de un árbol caído y antes de bajar moja su gorra y luego se la coloca para apaciguar el calor. Toma su machete y silbando una canción va a hacer su labor. Sus pies se hunden un poco en el suelo fangoso hasta llegar a la orilla. Ahí están los juncos, altos, erguidos, de un verde singular. Va eligiendo uno por uno y los corta con cuidado para no dañarlos. Cada diez juncos, hace un atado. Atrás el cielo gris avanza. Los truenos ya alteran la tranquilidad del juncal. Danzan las ramas del sauce. Gira la vida. Se agitan las aguas.


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