Para 1900, las mejores tierras donde durante siglos se criaron las manadas de guanacos, alimento principal de los Onas, se ocuparon con grandes estancias con miles de ovejas, se cercaron con alambrados, y defendidas con hombres armados. Primero los acorralaron de hambre, luego de persecuciones violentas y, finalmente por las enfermedades, en solo veinte años el grueso del pueblo Ona desapareció como tal, con su pasado, su rico idioma y su cultura.