De
Capellán
C
a Por Guadalupe apellán Gutiérrez
Con la instauración de la iglesia católica en nuestro país, comenzaron las construcciones de recintos religiosos a lo largo y ancho del territorio, los recursos económicos que se iban utilizando para estas construcciones provenían de la Corona Española, de las donaciones de familias acaudaladas asentadas en Nueva España y del tributo de los pueblos de indios. Para la manutención de éstos recintos se fueron generando ingresos a través de sistemas de donación, como el caso de las obras piadosas, que envuelve a las capellanías, los fondos para dotes de jóvenes pobres y fundación de hospitales y monasterios. Las obras pías tenían el beneficio de ofrecer a la iglesia una aportación extra al capital de trabajo, aunque las obras pías no rendían un beneficio financiero inmediato a la administración diocesana
como tal, ayudaban a sostener al sacerdocio. Lo que tienen en común las obras pías entre sí, era la dependencia de un capital invertido que proporcionaría el ingreso necesario para llevar a cabo la voluntad del patrono, benefactor o testador, dependiendo el caso. Las capellanías más utilizadas consistieron en celebraciones “eternas” de misas de sufragio, le siguió la administrada corporativamente; el tercer tipo fue la fundación de cargos en monasterios, conventos, iglesias y hospitales. El objetivo de las capellanías de misas era la salvación de las almas, después de la muerte, por lo que fundar estas capellanías ayudaba a encaminar al alma hacia su salvación. Ya que la celebración de misas de difuntos era la más común, cada una de éstas aportaba cierta cantidad, dependiendo si la
querían rezada, cantada o en determinados altares o conventos. La creación de las capellanías constituyó uno de los pilares básicos de la economía de la Iglesia, puesto que se fundación se apartaba de la libre circulación de gran masa de bienes raíces, ese conjunto de bienes se destinaba a sufragar las cargas espirituales. El gran auge alcanzado por estas fundaciones es en el siglo XVIII, principalmente por dos variables: una de tipo espiritual y otra material. Ambas configuran la doble finalidad de las capellanías “contribuir a la salvación del alma de sus fundadores y generar una renta, a partir de la cual se mantenía un capellán, en forma vitalicia”. La fundación de capellanías surgía a través de una escritura hecha ante notario o escribano público. Donde intervenían tres figuras
importantes: el fundador (aporta medios económicos), el patrono (establecía pormenores del tipo de capellanía) y el capellán, quien a cambio de recibir el superávit, que se obtenía por diferencia entre los que producían los bienes adscritos a la capellanía y el coste del mantenimiento de la institución, debía cumplir con una serie de obligaciones: consumar las cargas espirituales en número y días señalados en la memoria de misas, residir en el lugar designado en la escritura. Este concepto de capellán cambió para el siglo XIX, pues con la llegada de una república independiente y federal el ámbito religioso fue perdiendo terreno poco a poco. En esta etapa es cuando surge el Instituto Literario del Estado de México (1828), y recordemos que para 1830 cuando se traslada a Toluca, el lugar destinado para ser sede te-
nía una capilla (El Beaterio), por lo cual observamos a partir de 1834 la Ley Orgánica de Instrucción Pública del Estado de México destina a un capellán para el Instituto “El capellán será un eclesiástico secular de ilustración y conocida honradez; será nombrado y removido por la junta Directora; enseñará la moral evangélica y tendrá las obligaciones que le prescriba el reglamento económico”. El capellán disfrutará 365 pesos anuales y podrá estar libre cualquier día, excepto los domingos y días festivos, que aplicara la misma por el colegio y sus fundadores. Si viviere en el colegio tendrá cuarto, alimentos y criado. Dará misa a las 7:30 am dando comunión los días q se le pida y los domingos de cada mes a los alumnos que le toque turno. Confesará los sábados de 3 a 7, asistirá a los enfermos del colegio. Dará de 8:30 a 9:30 lecciones de doctrina cristiana los días de fiesta a todos los alumnos.
A pesar de que la intención de la creación de un Instituto pretendía romper con el concepto de Universidad Pontificia, tenemos que no pudo ser ya que en el colegio se tenía una capilla y la costumbre de escuchar misa, no sólo los alumnos, sino toda la colonia que esta alrededor del establecimiento, esto permaneció hasta 1882, año en que se demuele la capilla del Instituto. Por eso es que el gobierno y la comunidad mandan hacer otra en las actuales calles de Instituto Literario e Ignacio Allende.
Iglesia de Nuestra Señora de los Dolores
Tomado de: 1. Castro Pérez, Candelaria, et. al. Las capellanías en los siglos XVII-XVIII a través del estudio de su escritura de fundación. Universidad de Navarra, Pamplona, España, 2007. 2. Ley Orgánica de la Instrucción Pública del Estado de México, 1834. 3. García Luna, Margarita. El Instituto Literario de Toluca (Una aproximación histórica). UAEM, México, 1986. 4. Reglamento del Instituto Literario del Estado de México, 1850. 5. Schwaller, John Frederick. Orígenes de la riqueza de la Iglesia en México: ingresos eclesiásticos y finanzas de la Iglesia 1523-1600. Fondo de Cultura Económica, México, 1990. 6. Wobeser, Gisela Von. Las capellanías de misas: su función religiosa, social y económica en la Nueva España. UNAM, México, 1998.
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