Comer, beber y estudiar entre los estudiantes… Por: María Guadalupe Gutiérrez Gutiérrez
E
xisten diferencias entre compartir con la familia la comida y la sazón que desde siempre nos ha gustado y el reunirnos con los compañeros de estudio alrededor de una mesa de la fonda más cercana para tomar los alimentos que ese día tocaron al menú; sin embargo, a su manera, cada ambiente comparte la misma necesidad de hacer compatible la comida y la convivencia. El Instituto Literario no fue la excepción. Para los institutenses desde hace 150 años, comer o beber en un amplio comedor, con mesas y bancas compartidas con los compañeros de aula eran prácticas cotidianas sin ningún margen de error. “...el horario o distribución de nuestro tiempo y trabajo cotidianos, era, poco o más o
menos, el siguiente… de 6 horas 30 minutos a 7, pasábamos en rigurosa formación al refectorio (comedor) a tomar el desayuno, que consistía en un pozuelo o taza pequeña de chocolate (aguadito) y dos piezas de pan con agua fresca quantum satis… en punto de las 12 la comida principal, que se componía de cuatro platillos: una sopa de pasta, un asado, un guisado y los indispensables frijoles, y además los postres…” Agustín González Plata, Memorias de mi vida, 1957.
Tres comidas en forma: desayuno, comida y cena, sin olvidar la merienda, esa tradición del tentempié tan arraigada desde nuestros abuelos. Ciertamente en el Instituto no se pretendía que la comida y la bebida fuesen muy elaboradas. Más que excelencias culinarias, lo que bastaba para los alumnos, era una comida modesta, pero energética. Las circunstancias económicas por las que pasaba el Instituto entre 1870 y 1890 no eran de bonanza afectadas, sin duda, por las contradicciones de tono político y social que se vivían en esa época. No obstante, las condiciones de vida en los internados de la instrucción pública reflejaban las expectativas de la entonces reducidas clases medias urbanas formadas por burócratas, empleados o artesanos que, cabe decir, aunque comían mucho menos que la aristocracia nacional o extranjera, su comida no era tan distinta ni dejaba de ser suficiente. Estas nuevas maneras de comer y convivir impactaron en la vida de la mayoría de los jóvenes que ingresaban como internos al Instituto llegados de diversas regiones del Estado de México y otras del país, unas más urbanas y otras más rurales. En el fondo esto conllevó a reunir gran diversidad de costumbres y condiciones sociales entre los condiscípulos, y también es cierto que fue en el comedor y sus alimentos que se conformó un nuevo mapa de identidades y valores compartidos entre sus comensales.
Dr. en Ed. Alfredo Barrera Baca Rector M. en S.P. María Estela Delgado Maya Secretaria de Docencia Dr. en C.I. Carlos Eduardo Barrera Díaz Secretario de Investigación y Estudios Avanzados Dr. en C.S. Luis Raúl Ortiz Ramírez Secretario de Rectoría Dr. en A. José Edgar Miranda Ortiz Secretario de Difusión Cultural M. en C. Jannet Valero Vilchis Secretaria de Extensión y Vinculación M. en E. Javier González Martínez Secretario de Administración Dr. en C.C. José Raymundo Marcial Romero Secretario de Planeación y Desarrollo Institucional
Dra. en D Luz Monica Marina Mondragón Ixtlahuac Secretaria de Cultura Física y deporte Dra. en D. Luz Maria Zarza Delgado Abogada General Lic. en Com. Gastón Pedraza Muñoz Director General de Comunicación Universitaria M. en R.I. Jorge Bernaldez García Secretario Técnico de la Rectoría M. en A. P. Guadalupe Ofelia Santamaría González Directora General de Centros Universitarios y Unidades Académicas profesionales M. en A. Ignacio Gutiérrez Padilla Contralor Universitario
M. en L.A. María del Pilar Ampudia García Secretaria de Cooperación Internacional
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