Luis Coto y Maldonado (1831-1894)
Tras haber logrado la independencia de la corona española, México dejó atrás su fisonomía de territorio colonial para dar paso a las aspiraciones y autodeterminación de un pueblo libre. En el proceso hacia la definición del régimen político, económico y social que configuró a nuestro país como república federal. Dentro del ámbito social llegaron a México nuevas corrientes filosóficas para la educación. El reconocimiento del dibujo como medio de instrucción rebasó el ámbito de la enseñanza académica, pues se le llegó a considerar como una vía eficaz para transformar la mentalidad y las conductas de la sociedad. Esta concepción subsistió a lo largo del siglo XIX entre los gobiernos de las naciones consideradas como modernas. La institución de la pintura de paisaje dentro de la educación pública logró captar con mayor elocuencia los primeros signos de esta modernización; fue a este género pictórico
que se confió la tarea de construir una imagen del Estado nación en proceso de consolidarse. A mediados del siglo XIX, el paisaje dejó de ser tema secundario dentro de otros géneros pictóricos, como el histórico, el religioso o el retrato, para convertirse en la forma de expresión plástica más representativa e importante del momento. Desde el principio este género fue bien recibido por el público y ayudó a incentivar el nacionalismo creciente de nuestros coterráneos, ya que gozaba de una fácil lectura y de gran atractivo visual al plasmar el patrimonio natural del país. Durante este periodo, muchos de los jóvenes que aspiraban a desarrollarse en la plástica, ingresaban a la Academia de Bellas Artes de San Carlos, situada en la ciudad de México. Uno de sus estudiantes fue Luis Coto, quien más tarde llegó a ser profesor del Instituto Literario del Estado de México; este artista destacaría no sólo como paisajista, sino también por su compromiso con la enseñanza de las artes a las nuevas generaciones de estudiantes de Toluca. En su paso por “San Carlos” (1850 a 1864), Coto fue reconocido con múltiples galardones por su gran desempeño en las cátedras de grabado y modelado; cuando alcanzó todos los premios normales que otorgaba la Academia a sus alumnos, hubieron de
crearse “Menciones Muy Honoríficas” para premiarlo. En 1862 fue considerado el alumno más destacado y adelantado de esa institución. Gozó durante varios años de una beca, entonces llamada “pensión”, equivalente a 4 reales diarios que le eran suficientes para subsistir como estudiante. Su gran aportación a la historia del arte mexicano, en el periodo romántico que se alargó hasta el siglo XX, es su pintura de paisajes; izq.-der. Don Daniel Alva, Don Luis Coto y Maldonado, junto a José Jiménez, Gregorio Don Emeterio Rosales y Don Petronilo S. Monroy. Dumaine y José María Velasco, fue uno de los primeros artistas en incursionar en el terreno de ese género pictórico. Luis Coto fue alumno de quien podría considerarse el padre del paisajismo en nuestro país, el italiano Eugenio Landesio, quien en 1855 llegó a la Academia para enseñar perspectiva y paisaje. El método de enseñanza de Landesio combinaba el trabajo en el
taller con el estudio frente al modelo en el campo, al aire libre. El maestro italiano solía distinguir en sus clases dos grandes partes integradoras del paisaje: “[…] Las ‘localidades´ y los ‘episodios´. Las primeras comprenden los distintos tipos de entorno y ambiente paisajísticos (celares, follaje, terrenos, aguas, edificios); los segundos describen los diferentes grupos figurativos que le confieren a un lugar determinado sentido de la escala, rasgos, tópicos diferenciadores, interés narrativo o densidad histórica (historia, escenas populares, escenas militares, escenas familiares).”1
Landesio y sus mejores alumnos, Coto y Velasco, ejecutaron varios paisajes formando “episodios”, los de mayor interés se deben a Coto, entre ellos La Fundación de Tenochtitlan y El Cura Hidalgo en el Monte de las Cruces, ambos de 1879. En la pintura de la Fundación de Tenochtitlan representó el hallazgo del águila y el nopal, augurio mítico que pondría fin a la larga peregrinación de los mexicas, en la búsqueda de la tierra prometida por su dios Huitzilopochtli. Esta obra cumple con el requisito temático del espíritu nacionalista que impregnó el siglo XIX; la técnica constructiva con la que fue hecha evidencia un escrupuloso cuidado en el trabajo de la perspectiva. 1. Ramírez, Fausto. La construcción de la patria y el desarrollo del paisaje en México decimonónico, p. 276.
En la pintura sobre el Cura Hidalgo, Coto retrató al padre de la independencia preparándose para la batalla librada el 30 de octubre de 1810 en la que venció a las huestes del virrey Francisco Xavier Venegas, comandadas por el coronel Torcuato Trujillo. Este lienzo es oscuro en el trataEl Cura Hidalgo en el Monte de las Cruces, Luis Coto y miento del color; los personajes Maldonado, 1879. representados en él se muestran de forma velada y en segundo plano, mientras que el primero lo ocupa la pintura de la naturaleza, que se muestra colorida y con pleno detalle. Ambos cuadros fueron blanco de numerosas críticas, unas a favor y otras tantas en contra, argumentando siempre que el paisaje se debe subordinar a la historia y no al contrario. Sin embargo, esto no impidió que más tarde, en 1883, ambos cuadros fueron expuestos por su autor en la Primera Exposición de Productos Naturales, de Minería, Agricultura, Industria, Ciencia y Bellas Artes, con sede en la ciudad de Toluca. Con el paso del tiempo, Landesio y sus discípulos siguieron captan-
do los signos de modernización que el país empezaba a mostrar. La llegada del ferrocarril a nuestro país fue uno de los emblemas de este progreso, mismo que nuestro pintor mostró con especial interés en su obra. Así por ejemplo, la pintura titulada El tren de la Villa de Guadalupe, realizada en 1859, representa el arribo del convoy a las inmediaciones de la iglesia de la Colegiata, ubicada en el tramo que corría de la ciudad de México a la Villa de Guadalupe; dato que por mucho es curioso, pues éste habría de ser el ferrocarril Mexicano, entre la capital y el puerto de Veracruz. En esta obra destaca la perspectiva de gran amplitud, la clara definición de los diferentes planos, el colorido amable y los celajes luminosos y transparentes; en suma, armonía y precisión en la construcción de las imágenes. Tal obra la realizó para sus estudios del dibujo del natural en la Academia y con ella ganó el primer lugar; la misma llegó a formar parte del grupo de pinturas que el gobierno mexicano envió a Filadelfia en 1876, como una muestra del arte moderno generado en nuestro país. El último premio que logró conseguir en San Carlos fue El tren de la Villa de Guadalupe, Luis Coto y Maldonado, 1859.
una ampliación de la vigencia de su beca; esto sucedió en 1864, el mismo año en que Maximiliano de Habsburgo fue proclamado emperador de México. Fue la última vez que la institución pudo ayudarlo económicamente, ya que los problemas políticos por los que pasaba el país, habían reducido los presupuestos de egresos y los miembros de la junta directiva, se vieron obligados a cancelar el viaje que Coto se había ganado a la Academia de San Lucas, Italia. Un año después, el artista concluyó sus días como alumno de San Carlos y, a pesar de esto, continuó enviando sus trabajos a todas las exposiciones pictóricas que fueron abiertas en la Academia, incluso hasta 1886, ocho años antes de su muerte y sepultura en el panteón general de la ciudad de Toluca. Para estas exposiciones, Luis Coto pintó varias obras donde aparece el nevado de Toluca, una de ellas llamada Volcán Xinantécatl (1876). En 1850 realizó otra pintura, Los portales de Toluca, que también expuso en ese lugar. Se dice que fue sucesor de Felipe Santiago Gutiérrez como profesor del Instituto Literario, pero su primera aparición en documentos oficiales de éste fue en 1872, en un estado de cuenta referente a empleados donde se le asignó como Portales de Toluca, Luis Coto y Maldonado, 1850.
profesor de dibujo la cantidad de 600 pesos anuales. Luis Coto se dedicó a la enseñanza prácticamente hasta el final de su vida. Promovió la creación del taller de dibujo del Instituto Literario, como se muestra en un inventario de 1885; en él quedaron registrados 109 restiradores, 2 mesas de dibujo lineal, 230 modelos u originales de estampas y 2 libros de muestra para dibujo lineal, entre otros objetos, mismos que seguramente seleccionó y sugirió para su compra. Pareciera que Luis Coto fue un pintor condenado a yacer bajo la sombra de sus condiscípulos de la Academia de San Carlos; un profesor dedicado y preocupado por sus estudiantes. Si bien es cierto que su vida estuvo matizada por el drama, no deja de invitarnos a hacer una valiosa reflexión: Es de gran merito que un mexiquense haya ejecutado composiciones paisajísticas que bien pueden rivalizar con las de artistas europeos contemporáneos, en una época en la que a los academistas mexicanos sólo se les atribuía poder de imitación y no de creación. Bajo el mismo tenor, es una gran fortuna que su legado permanezca hoy en colecciones artísticas de la UAEM y de algunos museos del gobierno estatal, para así recordarlo como un ilustre institutense, creador de ejemplares obras.
Tomado de: 1 Archivo Histórico Universitario de la Universidad Autónoma del Estado de México. 2 Barrios, Luisa. Luis Coto. Toluca, México: Instituto Mexiquense de Cultura, 1997. 3 Caballero-Barnard, José. De Teotihuacan a Tollocan. Un viaje a través del tiempo y del color. Crónica de la pintura en el Estado de México. México: Gobierno del Estado de México, Dirección de turismo, 1975. 4 Ramírez, Fausto. La construcción de la patria en el desarrollo del paisaje en el México decimonónico. En Widdifield, Stacie G (coord.) Hacia otra Historia del Arte en México: La amplitud del modernismo y la modernidad. Tomo II (1861-1920), México: CONACULTA, 2001. 5 Sigal, Silvia. Historia de la cultura y del arte. México en el siglo XIX y XX. Disponible en http://www.mty.itesm.mx/dhcs/deptos/ri/ri-802/lecturas/lecvmx348.html 6 Uribe, Eloísa. El dibujo, la Real Academia de San Carlos de Nueva España y las polémicas culturales del siglo XVIII. En Arte de las Academias. Francia y México, siglos XVII-XIX. México: Antiguo Colegio de San Ildefonso, 1999.
Universidad Autónoma del Estado de México Dr. en D. Jorge Olvera García Rector
Dr. en Ed. Alfredo Barrera Baca Secretario de Docencia
Dra. en Est. Lat. Ángeles Ma. del Rosario Pérez Bernal
Secretaria de Investigación y Estudios Avanzados
M. en D. José Benjamín Bernal Suárez Secretario de Rectoría
M. en E. P. y D. Ivett Tinoco García
Mtra. en Ed. A. Yolanda E. Ballesteros Sentíes
Secretaria de Cooperación Internacional
Dr. en D. Hiram Raúl Piña Libien Abogado General
Lic. en Com. Juan Portilla Estrada Director General de Comunicación Universitaria
Lic. Jorge Bernáldez García
Secretaria de Difusión Cultural
Secretario Técnico de la Rectoría
M. en C. I. Ricardo Joya Cepeda
M. en A. Emilio Tovar Pérez Director General de Centros Universitarios y Unidades Académicas Profesionales
Secretario de Extensión y Vinculación
M. en E. Javier González Martínez Secretario de Administración
Dr. en C. Pol. Manuel Hernández Luna Secretario de Planeación y Desarrollo Institucional
M. en A. Ignacio Gutiérrez Padilla Contralor Universitario
Museo de Historia Universitaria “José María Morelos y Pavón” Instituto Literario No. 100 Ote. Planta Baja, Patio del Cincuentenario, Edificio de Rectoría. Tel. 2262300 ext. 1300/1709 museomorelosuaemex@uaemex.mx