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COCES CONTRA EL APOSTOLADO Carta abierta al pueblo de Dios -Por Jorge Márquez-
P
or la presente quiero llegar a mis consiervos y hermanos con el mejor espíritu pero con la mayor firmeza para tratar un tema que se debate y lamentablemente se producen discusiones un tanto conventilleras que se mueven en relación al ministerio apostólico, considero que todos tienen derecho a conocer los argumentos bíblicos de la contrapartida. Lo hago por causa de una necesidad espiritual impuesta por Dios y no por defender mi ministerio, el cual ejerzo con absoluta certeza y convicción. No busco adeptos ni adversarios, sólo considero una necesidad alumbrar desde la luz que me ha sido dada por la gracia del Señor. ¿Es el apostolado un título honorífico?: No, de ninguna manera. Se trata del nombre que recibe un ministerio con características específicas que lo diferencia de otros ministerios mencionados en la Biblia. Ese nombre no proviene de algún seminario u organización religiosa como serían los “títulos” de: licenciado, doctor en divinidades, reverendo o superintendente que sí, son títulos otorgados por instituciones religiosas (instituciones humanas) y no aparecen como ministerios en la Biblia. Contra estos, pareciera que no hay ninguna corriente opositora y muchos lo soportan con la más absoluta calma. Dan a sus poseedores cierto status y un halo de autoridad académica. El término apóstol por lo contrario es un término netamente bíblico y se trata de un ministerio absolutamente vigente. 1 Corintios 9:2 dice: “Si para otros no soy apóstol, para vosotros ciertamente lo soy; porque el sello de mi
apostolado sois vosotros en el Señor. 3Contra los que me acusan, esta es mi defensa…” El apóstol Pablo no sólo lo usó sino que lo defendió y en sus cartas comienza presentándose como lo que es, “un apóstol”, antes que ningún otro comentario o enseñanza, muestra sus credenciales de apóstol de Jesucristo. Se trata de una identidad ministerial específica que tiene un apóstol, un pastor o un profeta que identifica un propósito y función específica dentro de la iglesia. Del mismo modo que Jesús; (el más humilde de todos) se refiere a sí mismo diciendo: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”, (lo que pareciera un acto de vanidad u orgullo, en realidad es una declaración franca y sincera del maestro) el apóstol Pablo con toda justicia no hace alarde de humildad con los hermanos diciéndoles, “no me llamen apóstol, llámenme Pablito o hermano Pablito” sino que declara: “Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios…” así comienza su carta a los efesios poniendo en primer lugar en claro “quién es” por causa del llamado y la voluntad de Dios, el es apóstol de Jesucristo. Cuando escribe a los gálatas su carta de presentación es la misma: “Pablo, apóstol (no de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre”. “Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios”, introduce su segunda carta a los corintios. “Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios…” escribe en su primera carta. ¿Se trata de una conducta poco madura, falta de humildad? ¿Por qué tanto énfasis en su apostolado? ¿No sería más humilde hacerse llamar
“hermano Pablo” a secas? Hay algunos ministros que consideran mejor persona o mejor ministro a aquel que no se deja llamar pastor o apóstol porque consideran esto “más humilde” o que son más aptos y afirman que de todos modos pueden hacer su tarea igual o mejor. Sería algo así como en una orquesta no ponerle ningún nombre a los instrumentos para no jerarquizar a ninguno, se le llamaría a todos “instrumento musical” y ninguno sobresaldría sobre otro. ¡Dios no le dará tarea de diácono a un maestro y tampoco tarea de maestro a un diácono! Dios ha delegado funciones concretas para cada tipo de ministerio y ministerios específicos para determinadas funciones. Me pregunto… ¿a quién debería imitar yo? ¿Al apóstol Pablo o a los “humildes” de hoy? La respuesta cae de madura, alguna razón habría para que el apóstol Pablo mostrara o evidenciara sus credenciales de apóstol porque si fuera pura vanidad, puro deseo de figurar, puro orgullo, pura carnalidad seguramente no lo hubiera hecho, o la misma Biblia se hubiera encargado de reprender su actitud altiva. Se trata de un ministerio específico que opera en un territorio espiritual específico para lo cual se requiere un enviado determinado, preparado por Dios especialmente y puesto por Él particularmente. La Biblia explicita que los cinco ministerios mencionados en ella han sido constituidos por Dios y según 1 Corintios 12:28: “los puso Dios en la iglesia” entre otros ministerios. De los que no figuran en la Biblia, no sabemos quién los haya puesto pero estos ministerios bíblicos sabemos que Dios
los constituyó y los puso. No veo ninguna enseñanza que suponga que un pastor es mejor pastor diciéndole al Señor: “Yo sé que tú has instituido y que tú has puestos pastores sobre tu rebaño pero yo quiero ser más humilde, (o mas piola con los hermanos) quiero ser pastor sin ser pastor, quiero hacer la misma tarea de pastor pero que la gente no me vea como pastor sino como Juancito. Señor…, no sé por qué tú instauraste el pastorado para dar ocasión a los hombres a enorgullecerse y vanagloriarse de su posición de pastor. ¿No hubiera sido mejor que no pusieras nada de eso en la Biblia?”
VIGENCIA DEL MINISTERIO APOSTÓLICO Efesios 4:11-13 dice: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” ¿Está de más esto en la Biblia? ¿Era pertinente sólo para una época determinada que no está aclarada? ¿Era algo de esto vigente en un tiempo y ahora no? Si alguno de estos ministerios no es vigente, ninguno de los cinco mencionados es vigente, y nos quedan sólo los licenciados y los doctores en divinidades, si alguno está vigente entonces todos están vigentes, ya que todos están en la misma lista y la Biblia se encarga de aclarar que estos han sido constituidos por Dios a fin de perfeccio-
nar a los santos. No hace excepciones; excepción quizás podría hacerse si ya los santos hubiesen sido perfeccionados. Podría surgir alguna duda en cuanto a que los santos ya han sido perfeccionados o no pero hay otra salvedad: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe” como si fuera poco agrega, “a un varón perfecto” y por si faltara algo, abunda, “a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Con lo cual el ministerio apostólico y los otros cuatro quedan con toda seguridad establecidos hasta la venida de Cristo, a menos que alguien discuta que ya hemos llegado a estas tres cosas: la unidad de la fe, a un varón perfecto y a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. La clave está en la preposición “hasta” y el complemento de tiempo “que”, estas dos palabras definen el tiempo de vigencia de los ministerios. Si no han sido perfeccionados todos los santos, si no han llegado todos a ser “un varón perfecto” entonces es necesario seguirlos edificando a través de los ministerios que Dios constituyó para eso, hasta que todos lleguemos... ¿Será lo mismo que lo haga el hermanito Pepe o Toni? ¿Da lo mismo para la Biblia que lo haga cualquiera que no ha sido constituido y puesto por Dios con ese fin específico? ¿Cualquiera lo puede hacer? La respuesta es un categórico “¡NO!” y por supuesto se trata de gente que debe ser precisamente diferenciada del resto por causa de la elección divina y su misión correspondiente. Así como no es mejor el hombre que la mujer sino que son diferenciados en diseño y propósito, sucede con los ministerios. No son siervos mejores que otros, simplemente han sido elegidos por Dios, instituidos por Él y puestos en Su cuerpo como
quiso. Nadie puede arrogarse el derecho de decir: “esto no sirve, no es necesario, o es mejor de otra manera”. Como tampoco puede arrogarse nadie ejercer el ministerio sino aquel a quien Dios ha llamado. Como sucede con el sacerdocio, ocurre con cualquier ministerio, siendo instituido por Dios y siendo puesto por Dios, sólo Él tiene derecho a colocar sus oficiales donde le place. Hebreos 5:4 dice: “Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón”. Una preocupación insistente en muchos ámbitos es la de aquellos que dicen que los apóstoles se levantan solos. No debiera usted preocuparse por aquellos que pretenden usurpar esa honra. Ciertamente hay quienes se levantan así mismos, pero esto no es una novedad que surgió con el ministerio apostólico, hay pastores, hay profetas y evangelistas que se levantaron y se levantan así mismos solitos. No prosperarán, no tienen el respaldo de Dios, Él mismo los resiste, no están en el cuerpo de Dios esos que usurpan derechos que sólo Él otorga. Sean apóstoles o pastores o maestros truchos, Dios tratará con ellos. No dice la Biblia: “Por sus ministerios los conoceréis” sino “por su fruto los conoceréis”. No podrán dar fruto del Espíritu, no prosperarán. Si usted considera defender la iglesia de esos ministros fraudulentos, hágalo con autoridad, con nombre y apellido pero no meta a todos en la misma bolsa ni mucho menos ataque un ministerio absolutamente bíblico.
SOBRE LOS TITULOS HONORÍFICOS Debo confesar que en una oportunidad me dejé tentar por una oferta interesante, tengo muchos consiervos alrededor mío que han ido a un seminario o a un instituto y yo no. Pues bien, me ofrecieron un título: “Doctor of theology in pastoral ministry” honoris causa. Me alertaron que la cosa venía mal con el gobierno laico en el mundo occidental y que en las naciones pronto se iba a
exigir que los ministros religiosos tuvieran títulos académicos habilitantes. Me dijeron que yo mismo podía contactar a otros para que ninguno se quedara sin “título”. Todo lo que tenía que hacer era presentar una carpeta de antecedentes ministeriales mostrando la obra que habíamos levantado en Uruguay y con el aval de ciertos consiervos ya doctorados y previo pago de mil o dos mil quinientos dólares, participaría de un acto académico donde se me entregaría el título. Así fue que me compré un título y por ahí tengo la foto con mi toga y mi birrete de graduación. Tengo un título de doctorado en teología con habilitación para ejercer en EE.UU. ya que la universidad que lo emitió es de allí. Le gané a un montón que recibieron un diplomita en algún instituto bíblico por ahí y todo lo logré sin un solo día de clase. No me tomaron exámenes, ni siquiera me preguntaron si sabía qué decía Juan 3:16. De ese título a la verdad me avergüenzo ya que éramos como 100 los graduados, por mil quinientos dólares cada uno o dos mil quinientos, resultó un interesante ingreso para la universidad que nos otorgaba el privilegio de tener “un título” sin habernos enseñado ni un solo versículo de la Biblia. A esta altura los tengo que felicitar por el negocio. De ese título puedo decir y del título de arquitecto también: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”. Pero jamás me atrevería a decir que tengo por basura mi llamamiento pastoral o mi llamamiento apostólico. La presente carta abierta tiene razón de ser por causa de muchos comentarios que circulan en el ambiente evangélico, pero nunca de frente
como corresponde de acuerdo a la enseñanza bíblica, sino que se maneja con cierta ética conventillera que no entiendo. Cierta vez oí hablar despectivamente del ministerio apostólico a un excelente académico licenciado, doctorado en historia del cristianismo y para más, ostentaba el título de “rector” de un seminario, quien con mucha sorna exponía algunas burradas de algunos apóstoles. Claro queda que a este tipo de eminencias no le llegan a los talones ni los querubines. ¡Cuántos títulos por Dios y a nadie le molesta! ¡Con qué autoridad hablan de la “no necesidad” de ciertos ministerios absolutamente bíblicos y constituidos por Dios! En esta ocasión se da una situación un tanto diferente, estoy haciendo alusión concreta a una profecía que está circulando (no por detrás sino de frente, como corresponde) dada por un consiervo muy amado que además se tomó la molestia de traérmela personalmente -lo cual valoro especialmente-, pero este hecho no me impide con toda humildad y franqueza hacer uso del derecho bíblico a juzgar la profecía conforme a las escrituras. 1 Corintios 14:29 dice: “Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen.” Concretamente esta profecía anuncia que se levantará una generación de hermanos que como el apóstol Pablo considerarán como pérdida todos los honores y títulos y que los tendrán como basura pero hace referencia al hecho que por esta causa estos consiervos no querrán que se les llame pastor o apóstol o “querubín” (cierta sorna de por medio) porque van a ser “hermanos sencillos” que no van a aceptar esos títulos porque lo que les motiva no es figurar sino exaltar el nombre de Jesús. Aquí se están mezclando cosas. Pablo nunca tuvo por basura ni consideró como pérdida su apostolado o ministerio dado por Dios, absolutamente ¡no! Él hace referencia a todos los demás méritos anteriores en los cuales pudiera “confiar en la
carne”. Nada más alejado de la verdad creer, que él hacía referencia a su apostolado que es lo que sí defiende y no considera “de la carne” sino otorgado por Dios. Todo lo demás es lo que tiene por basura pero su apostolado lo presenta como credencial cada vez que escribe una carta. Grosero pecado hubiera cometido al considerar “basura” la identidad ministerial “constituida” y “puesta” por Dios. Así es que estos “humildes hermanitos” que se levantarán, no lo harán con el espíritu humilde de Pablo al considerar basura los ministerios puestos -nada menos que- por Dios en la iglesia. Creo sumamente necesario que estos hermanitos sean investidos con la investidura apostólica, profética, evangelística, pastoral o docente del cielo y que la gente les reconozca como tales. Creo que lo más conveniente será seguir edificando la iglesia de acuerdo al plan de Dios, con los oficiales del reino que Él estableció, no pretendiendo con opiniones humanas inventar la pólvora porque Dios tiene todo previsto. Sin títulos honoríficos, profesionales ni teológicos concebidos por instituciones religiosas que no son otra cosa que títulos nacidos del corazón del hombre. Los de Dios ya están en la Biblia y no necesitamos más, ni menos ministerios que esos. Es mi deseo que nadie se sienta herido, mi anhelo ha sido siempre ejercer mi ministerio en paz delante del Señor y de los hermanos que pastoreo, pero ante tantas envestidas contra lo que considero el ejercicio noble y legítimo del ministerio apostólico tan necesario en estos tiempos, creo mi deber al igual que el apóstol Pablo, defender el apostolado sin intenciones de obligar a nadie a aceptar lo expuesto, cada uno dará razón de su fe al Señor conforme a su conciencia. Nunca pretendí ser apóstol de nadie ya que entiendo igual que Pablo, que si para otros no soy apóstol para los míos ciertamente
lo soy y ellos son el sello de mi apostolado. Confieso que nunca quise ser pastor y mucho menos apóstol, yo sabía la que se me venía encima el día que me levantaron. Por un año estuve negando que me dijeran apóstol, tenía una guerra muy grande adentro y no miento, yo también creía que no se necesitaban títulos para hacer la obra de Dios, pero Dios y su palabra me convencieron de lo contrario. “¿Aceptas o no la identidad que te he dado?” Fueron los términos que me planteó el Señor. Me vi de pronto rechazando una investidura que Dios había determinado darme. Muy a pesar de lo que opinaran especialmente mis consiervos y de toda la mala propaganda que le hicieran al apostolado, decidí, no exaltarme a esa posición ya que me era una carga, sino humillarme a llevarlo puesto y sufrir el oprobio de las miradas y las opiniones contrarias. No ha sido para mí motivo de exaltación sino de humillación llevar el nombre de apóstol, muchas miradas raras y muchos comentarios por detrás. Pero no me debo a la opinión de nadie sino al llamado de Dios. Ruego a quien no esté de acuerdo, no se enoje, tenga la amabilidad de contactarme para tener una charla en el mejor espíritu y con la mayor altura, propia de creyentes maduros, con gusto aceptaré. Reciban un saludo fraternal en Cristo.-
Jorge Márquez Apóstol Contacto: E-mail: mision@misionvida.org, colocando en el subjet “tema apostolado”. Gracias Web: www.misionvida.org