9 METRO. La concesionaria remite al Área Municipal de Tráfico varios informes para poder realizar las obras y el desvío de los vehículos a la altura de la calle Héroe de Sostoa • 11
Sin controlador no hayvuelos EL REPORTAJE
Nacho Sánchez ■ MÁLAGA. La labor de los controladores
aéreos en los aeropuertos es fundamental. Sin su visto bueno, ningún avión aterriza o despega. Por eso, cuando faltan, se nota. Como se notó el martes pasado en el aeródromo malagueño. Ese día, la labor que habitualmente realizan tres controladores la hizo uno y todo se ralentizó. Este profesional leyó el rumbo y las condiciones atmosféricas al piloto (puesto que se denomina clearance delivery), luego guió a los aviones por el aeropuerto para evitar accidentes (rodadura) y por último les autorizó el despegue y el aterrizaje (local). Esa es la labor principal. Es la que se realiza en la parte alta de la torre de control, donde el trabajo es visual, pero siempre con ayuda de unos aparatos que les ubican en todo momento a cada uno de los aviones que está en el aire cerca del aeródromo. Cuando el avión ya ha despegado, el controlador lo comunica a la zona de aproximación, una sala que se encuentra al pie de la torre. La segunda fase del control. Allí, otros dos profesionales dirigen a los aviones que estén en el aire hacia sus rumbos y les comunican si hay algún problema. Y para las naves que estén llegando, otros dos les indican cómo deben acercarse hasta el localizador, una línea recta imaginaria que les guía hasta la pista. Trabajan con cuatro pantallas de radares y tienen otras dos por si existe algún fallo en las anteriores. Allí se mide todo: un movimiento de ratón sirve para calcular en ellas la velocidad a la que va el avión, su altura o la distancia que le separa con otro.
Bajo tanto control, una colisión aérea es casi imposible. Además, hay normas que facilitan que no haya ningún siniestro. Así, por ejemplo, la altitud a la que vuelan los aparatos hacia el sur o hacia el oeste es impar (31.000 pies, 33.000...) y hacia el norte y el este es par (30.000, 32.000...). Por eso, cuando dos aparatos pasan juntos en el radar nadie se asusta. “Uno va mucho más alto que el otro”, explica uno de los controladores. Además, la distancia entre aviones que están a punto de aterrizar nunca es menor de unos siete kilómetros y, en el aire, la separación vertical es como mínimo de 300 metros, la lateral de unos 10 kilómetros y la longitudinal de unos 15 kilómetros. Los aviones circulan por aerovías, una especie de carreteras en el aire. En su trayecto, el aparato siempre está bajo control desde que parte hasta que toma tierra. Cuando se aleja a unos 70 kilómetros del aeropuerto de Málaga, el piloto debe llamar a la torre de control de Sevilla, que se hace cargo de él en toda Andalucía. De ahí pasa a la de Madrid y así va siendo controlado de torre en torre hasta su destino final. La comunicación es habitualmente en inglés, aunque también puede ser en español con pilotos españoles. Siempre se realiza utilizando el menor número de palabras posibles, para minimizar los errores. En Málaga la plantilla de controladores está compuesta por unas 60 personas, “aunque serían necesarios algunos más”, según explican. La pista del aeropuerto malagueño permite unos 42 movimientos por hora. Es decir: cada minuto y 25 segundos algún avión puede despegar o aterrizar. El martes no fue así.
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1. Los aviones siempre despegan con el viento en contra / 2. Imagen de un
radar de la sala de aproximación de la torre de control de Málaga.
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CONTROL VISUAL. Desde la torre se visualizan sin problemas todas las instalaciones.