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Málaga hoy
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Tres expedicionarios del Grupo Alpino Pinsapo ascendieron en 2006 hasta los 8.201 metros de altura de la cima del Cho Oyu, en la cordillera del Himalaya
Expedición al Himalaya
Llegada a Katmandú (28-08-06) Los tres alpinistas pasan allí dos días y luego se dirigen a Zhangmu, Nylam y Tingri, cada vez a más altura. Llegada al campo 2 (19-09-06) Una semana después de llegar al campamento base, se ubican en el campo 2, a 7.000 metros de altitud.
El mal tiempo pone en peligro el ascenso (22-09-06) Un temporal de cinco días impide a los alpinistas acceder a la cumbre.
Las vistas de los tres malagueños durante la expedición fueron de gran belleza.
Cumbre del Cho Oyu (02-10-06) A las 10.00 Francisco Javier Sánchez llega a la cumbre del Cho Oyu. Desplega una bandera malagueña.
RAFAEL MERCHÁN
Malagueños en la cumbre Nacho Sánchez Son los malagueños que más alto han llegado. Ninguna otra persona nacida en Málaga ha podido afirmar que ha visto el mundo a 8.210 metros de altura. Pero ellos sí. Son Javier Sánchez, José López y Rafael Merchán. Pertenecen al Grupo Alpino Pinsapo y el año pasado se marcaron un reto histórico: ascender a la cima del Cho Oyu. Esta montaña del Himalaya supera la mítica cifra de los ocho mil metros y en ella ya ondean los colores verde y morado de la bandera de Málaga. Javier Sánchez fue el único que piso la cima y sus dos compañeros le esperaron un poco más abajo en uno de los campamentos. Pero el éxito fue del equipo, que consiguió lo que nadie había hecho antes en la provincia malagueña, que sirvió para conmemorar el centenario de la Sociedad Excursionistas de Málaga y que quedó plasmada en más de 3.500 fotografías. Su empresa no era cualquier cosa. Tenían por delante la sexta cima más alta del mundo y pensaron hacerlo en 47 días, de los que 33 serían en alta montaña. Pero tenían varios impedimentos. El principal, el físico, ya que realizaron su hazaña sin oxígeno artificial y
allí, al respirar, se toma sólo un tercio del habitual a nivel del mar. Pero también el tiempo, ya que en el Cho Oyu las tormentas de viento, hielo y nieve son habituales. De hecho, sufrieron sus consecuencias y tuvieron que aplazar su asalto a la cumbre en alguna ocasión por culpa del mal tiempo, que hizo que sus tiendas de campañas aparecieran cubiertas totalmente de nieve en alguna mañana. Sin olvi-
Al atardecer, el azul del cielo se refleja en la nieve. Por eso a esta montaña la llaman también la Diosa Turquesa dar todo el tiempo que debían pasar alejados, no sólo de sus familias, sino prácticamente de cualquier otro ser humano y en condiciones de vida al límite. El ascenso les hizo pasar muy buenos momentos, de trabajo en equipo y siendo testigos de amaneceres que muy pocos han podido disfrutar. Sin olvidar los paisajes nevados donde el blanco, más que un color, es el único, aparte del azul del cielo. Aunque ambos
colores se funden en el Cho Oyu, donde el hielo se vuelve azulado al atardecer y por ello, esta montaña es también conocida como la Diosa Turquesa. Pero no fue precisamente un camino de rosas. Los expedicionarios también pasaron malos momentos. “Ahora, aquello se recuerda como muy duro. Hacía mucho frío y cada día había 15 horas de actividad. Son jornadas maratonianas, una detrás de otra y es algo de gran dureza”, explica Rafael Merchán. Él mismo recuerda su calvario particular cuando el 29 de septiembre, cuando iniciaban desde más de 7.000 metros de altura un nuevo intento de ascenso a la cumbre, se dio cuenta de que no podía continuar. “Me caí al suelo una vez. Me levanté y me volví a caer. Entonces fui consciente de que se derrumbaba mi viaje”, asegura Merchán. Sufría una especie de síndrome de vértigo, con pérdida de equilibrio y mareos. Y fue su punto y final en este sueño. Sus compañeros pensaron en evacuarlo y negociar con seis porteadores de otras expediciones para llevarlo al campamento base, pero al final no lo hicieron. Eso sí, él tuvo que conformarse con permanecer en el campamento base y, en un gran gesto humano, José
López permaneció junto a él para cuidar de que no hubiese complicaciones. Así, el único que continuó más tarde fue Javier Sánchez, que haría cumbre en solitario 25 horas después de salir del campamento base. “Ahora, con el tiempo, uno se da cuenta de lo que realmente significa lo que ha hecho”, explica Javier Sánchez, que también recuerda “la vorágine de trabajo tan grande que tenía acumulada a la vuelta tras vivir dos meses en la montaña, donde te ocupabas en lo más simple, como organizar cada día. Pero coronar la sexta cumbre más alta del planeta es un sueño que tenía desde pequeño”, dice Sánchez. Han cumplido su sueño, pero ya tienen uno nuevo. Los alpinistas ya están planificando su nueva expedición. Será la montaña más alta de la tierra, el Everest, con sus 8.848 metros de altitud. Un proyecto que pretenden intentar en primavera del 2008. Aunque antes, también en primavera o inicios de verano, partirán hacia Alaska, donde asaltarán la cumbre del McKinley. Su altura es de 6.200 metros, pero les servirá como entrenamiento para la subida al Everest, ya que en ambos lugares el frío es similar, y también para seguir en la brecha del alpinismo.