Málaga hoy
53
● DOMINGO, 29 DE ENERO DE 2012
Cultura y Ocio
Final para un gran ciclo
En la plenitud del Barroco CRÍTICA TEATRO MUJERES DE SHAKESPEARE
★★★★★ XXIX Festival de Teatro. Teatro Cervantes. Fecha: 27 de enero. Versión, interpretación y dirección: Rafael Álvarez ‘El Brujo’. Música: Javier Alejano. Aforo: Unas mil personas (lleno).
Pablo Bujalance
En el devenir de la escena española contemporánea, el debate sobre el público suele quedar en un plano secundario mientras las propuestas, ya sea desde ámbitos públicos o privados, responden a la cada vez más radical escisión entre espectáculos de entretenimiento y un teatropresumiblementeartístico.Precisamente porque no se tiende a reparar en el espectador más que en lo que está dispuesto a dejarse en taquilla, las conclusiones no pueden ser más desoladoras: existe un público mayoritario al que se le arrebata la posibilidad de asistir a una experiencia de contenido poético y otro, minoritario, al que se le brinda un cierto alimento intelec-
tual y/o sociopolítico a cambio de que no espere divertirse demasiado. Pues bien, en éstas regresa Rafael Álvarez El Brujo con Mujeres de Shakespeare, que no es más que el mismo espectáculo que viene representando desde Lázaro de Tormes, con su consagración absoluta del mester de juglaría y del contar comoferozmecanismoemocional, aunque con una novedad que también responde de cierta manera a su trayectoria: si en San Francisco, juglar de Dios sus aspiraciones barrocas ya habían quedado bien expuestas,ahoraéstasseregocijanen su culminación. Es decir, asistimos a un Brujo más barroco que nunca. Y eso tiene consecuencias directas en el debate que un servidor planteaba al principio de esta crítica. Como no podía ser de otra forma, Shakespeare y sus mujeres (Rosalinda, Beatriz, Julieta) no son más que una mera excusa para que Rafael Álvarez demuestre cómo se hace. Él mismo definía hace unos días su trabajo como “algo parecido a El club de la comedia, pero conuncontenidomásalto”.Cierto: los primeros versos de Trabajos de amor perdidos dan paso al anuncio
del pan Bimbo con Punset casi sin que el público caiga en la cuenta. Y éste, claro, se ríe a destajo. Quienes han visto más de una función de un mismo espectáculo de El Brujo saben que puede mediar un abismo entre una y otra. En la del viernes, la última de las tres que ofreció en el Teatro Cervantes, con todas las entradas vendidas, el actor estuvo inmensamente suelto, chispeante, divertido. Jugaba a equivocarse y a perder el hilo y regalaba al público un descontrol aparente que encerraba, claro, su proverbial dominio de la posición, el movimiento, la dicción y el ejercicio más artesanal de la interpretación. Recurrió a chistes que ya le habíamos escuchado en otras obras, como el de los 75 coños en la misma página de un libro de Cela, y a otros entrañablescomodelacazadelratónacargodeFernandoFernán-Gómez.Indagó en el lado gamberro de Shakespeare al explotar los binomios hour/whore y tale/tail, se cebó con Leire Pajín y los chochos arrugados y se puso tierno al evocar su entrega adolescente a la masturbación. El Brujo organizó así una orgía dionisíca en la que no faltó ni Sálvame,
con los gitanos de los bosques ingleses dale que dale. Y el público reía más. Aunque es posible que alguno esperara otra cosa. El mismo actor recordó que el miércoles una pareja se levantó del patio de butacas y se marchó en plena función: “Sería por el fútbol”. Sin embargo, resulta que todo aquel desmadre obedecía a un interrogante planteado por Shakespeare: “¿Quién puede separar amor y caridad?”. Por más que Harold Bloom interprete este reto a partir de la Epístola de San Pablo a los Romanos, El Brujo se salta la advertencia a la torera y aterriza en el Himno a la caridad de la Epístola a los Corintios: “Si no tengo amor, no tengo nada”. Eso es, exactamente, el Barroco: la elevación de lo chabacano, del hablismo y de la sal más gorda hasta el mismísimo misterio de Dios. Muchos de quienes reían ahora lloraban. Lo que ocurre es que esto es rematadamente difícil, y este hombre llamado El Brujo es, posiblemente, el último actor español adscrito a esta sabiduría. Existe, claro, un goce poético dispuesto para todos. Shakespeare lo sabía. Vaya si lo sabía.
Sólo faltó Salma Hayek CRÍTICA MÚSICA GUADALUPE PLATA
★★★★★ Sala París 15. Fecha: 27 de enero. Músicos: Pedro de Dios (guitarra, voces), Carlos Jimena (percusiones, maracas), Paco Luis Martos (guitarra, bajo). Aforo: Unas 200 personas.
Pablo Piñero
Difícil sacar más partido a tres instrumentos, aunque uno de ellos sea un bajo creado con un cubo de metal y un palo de madera. Difícil sonar mejor. Imposible superar su ritmo. Y muy fácil para ellos llevarse de calle al público que se acercó en la fría noche del viernes a la París 15. Los chicos de Guadalupe Plata mostraron su tremendo directo y convencieron al poco más de centenar afortunados que se atrevieron a traspasar las puertas de esta sala malagueña. Y eso que sabían que, adentro, estos tipos les iban a proponer un viaje lejano, arriesgado. Divertido pero peligroso. En el que palabras como Texas, esqueleto, whisky, sudismo, veneno y balazos tomarían protagonismo real. Ese es el viaje que Guadalupe plata propuso para una noche excepcional. Un trayecto en el que si uno se dejase llevar sin oponer resistencia acabaría, probablemente, mezclando whisky y peyote. Apostando al póquer y bebiendo chupitos de absenta con gusanos atrapados en la botella. Lanzando tiros al aire para cada celebración. Amaneciendo en algún lugar
inhóspito rodeado de serpientes y aves carroñeras. E incluso vampiros. Porque si Tarantino hubiera descubierto a esta banda de Úbeda en otro tiempo, La Teta Enroscada les hubiera tenido a todas horas sobre el escenario. Un periplo en el que dan ganas de empezar una nueva vida bajo un nombre falso. De no volver a cumplir nunca más las leyes del condado. O de morir en el desierto. Así son ellos. De ahí cerquita, afincados en Granada pero originales de Úbeda, de donde Sabina (pero vaya mundo separa a unos y otros). Guadalupe Plata nos enseña que el sur sabe hacer, y muy bien, las cosas. Con temas largos, arrolladores. De cuerdas y golpes a la percusión. Con voces que no son más que algo accesorio, que parecen más una forma de echar un trago para tomar energías. Un sonido contundente como pocos que consiguen, fundamentalmente, gracias a ese dominio guitarrero que tiene Pedro de Dios. Un tipo que probablemente saldría del vientre materno con una guitarra endemoniada bajo el brazo. Y que es capaz de dotar al instrumento de un ritmo infernal, imposible de olvidar. Pero también cargado de sensualidad, de un toque hipnótico que ayudó a todos a viajar a un mundo en el que sólo faltó Salma Hayek. En una noche en la que también regalaron algún adelanto de su nuevo disco, cuesta creer que estos tipos no vengan de otros tiempos ni otros lugares. Que su música esté hecha ahora. Y que no sean la reen-
Pedro de Dios, de Guadalupe Plata, el viernes, en la París 15.
carnación de alguien. Y, más aún, que además regalen su música por internet: lo que se habrán reído de Megaupload… Por cierto, que ayudaron, y mucho, a introducir el am-
P. PIÑERO
biente de la noche los malagueños Haddonfield. Sorprendentes, divertidos y con una interesante propuestas sobre el escenario. Síganles la pista…
CRÍTICA MÚSICA ORQUESTA FILARMÓNICA DE MÁLAGA
★★★★★ XVIII Ciclo de Música Contemporánea. Teatro Cánovas. Fecha: 27 de enero. Programa: ‘Colón: Imágenes para una orquesta’ y ‘Sinfonía en negro (Homenaje a Martin Luther King’, de L. Balada; ‘Guadalviar’, de A. García Abril. Intérpretes: Orquesta Sinfónica de Málaga. Dirección: Edmon Colomer. Fecha: Jueves 29 de noviembre. Aforo: Tres cuartas partes de entrada.
J. M. Cabra Apalategui
El pasado viernes se clausuraba el XVIII Ciclo de Música Contemporánea que organiza la Orquesta Filarmónica de Málaga. El balance final no puede ser más positivo, tanto por la calidad de las formaciones y solistas –sensiblemente superior a la de anteriores ediciones–, como por la figura del propio Leonardo Balada, cuya altura creadora ha impregnado los programas de este ciclo. Un verdadero privilegio que merece un justo reconocimiento. En una entrevista publicada en este periódico el pasado domingo, Balada defendía que la música debía “tener cuerpo, ritmo, beat”. Pues bien, si algo hubo en este último concierto fue ritmo. E imágenes. Los elementos étnicos andaluces y americanos utilizados por el compositor catalán en la suite orquestal Colón: Imágenes para una orquesta funcionan como detallada recreación de los escenarios de partida y de llegada del viaje que habría de llevar al descubrimiento del Nuevo Mundo; aunque es en los movimientos centrales –evocación de la contrariedad y desesperación ante la dificultad de la empresa– donde encontramos al mejor Balada. Ritmo e imagen también están presentes en uno de los estrenos absolutos de este ciclo, Guadalivar, para quinteto de viento, dos pianos, percusión y orquesta de cuerda, de Antón García Abril; una composición con aires de cinematografía en blanco y negro, que ahonda en el inconfundible tratamiento del elemento melódico de García Abril y aprovecha, en un brillante diálogo entre de los instrumentos de viento, las posibilidades tímbricas de la Spanish Brass Luur Metalls. Cerró el concierto la Sinfonía en negro (Homenaje a Martin Luther King), del Balada más experimental, que anticipa ya ciertas influencias étnicas, pero también el más idealista y comprometido. Lamentablemente, a la Orquesta Filarmónica le faltó en esta última pieza músculo para mover a una emoción que sólo se intuía.