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LUNES, 14 DE MARZO DE 2011 ●

Málaga hoy

Cultura y Ocio

Este tipo se gana el sueldo

José Remesal evoca la Bética en su ingreso en la Academia de Historia El catedrático ocupa desde ayer la vacante que dejó libre el medievalista Julio Valdeón Efe / MADRID

P. PIÑERO

Muchachito, armado con su guitarra, el pasado sábado en la Sala Vivero.

CRÍTICA MÚSICA MUCHACHITO & SANTOS DE VERACRUZ

★★★★★ Sala Vivero. Fecha: 12 de marzo. Músicos: Jairo Perera (voz, bombo, guitarra y pito) y Lere (contrabajo). Pintor: Santos de Veracruz. Aforo: Media entrada.

Pablo Piñero

Pocas veces habrá visto el escenario de la sala Vivero un derroche de energía similar al que Muchachito realizó durante la noche del viernes. Jairo Perera fue en todo momento una bomba de relojería a punto de estallar, una olla a presión, una cafetera en plena ebullición (sin humos, eso sí). Paraba y seguía. Decía que se iba pero se quedaba. Decía adiós y volvía a presentarse. Ni un segundo de descanso en tres horas de concierto que sirvieron para demostrar que la música es música con

mayúsculas en vivo, sudando la gota gorda y dándolo todo; y mejor aún si se está acompañado de un público que acabó extasiado. A veces, da igual que quien toque guste más o menos: Muchachito convenció a todos de que sus directos son otra historia. Una experiencia. Este tipo se gana el sueldo. De largo. No empezó la cosa tan bien. La noche fue de menos a más en todos los sentidos. La media entrada de la Vivero permitía disfrutar del despejado ambiente, aumentaba el espacio vital e invitaba al bailoteo sin codazos para intentar seguir el ritmo sobre el escenario; pero el público no estaba aún por la labor de dejarse llevar. Mientras Santos de Veracruz realizaba su habitual cuadro en el escenario, la ausencia de la banda hacía recaer todo el peso de la actuación en Jairo Perera. Algo que, al principio resultó extraño. El músico veía cómo Málaga no le recibía con excesiva efusividad

en los primeros compases. Pero no le importó. Lejos de venirse abajo, el de Santa Coloma de Gramanet se puso el mono de trabajo. Sólo con su guitarra, el bombo y un pito carnavalero, le bastaron unos minutos para hacer estallar la sala Vivero con un ritmo que fue incrementando a medida que pasaba la noche. El formato sonaba a priori raro –“esto es un concierto de un cantautor y de un pintautor”, decía el catalán al inicio–, pero hacía que las canciones sonasen diferentes a los discos de estudio, algo de agradecer y que gustó. Muchachito supo llenar el gran escenario que tenía para él sólo con un frenético ir y venir de temas de sus últimos dos discos –Idas y vueltas (2010) y Visto lo visto (2007)–, que iba intercalando con sus éxitos más celebrados por la afición del Vamos que nos vamos (2005). A mitad de concierto, Lere (con un innegable parecido a Pe-

te Doherty) se unió a la fiesta desde el contrabajo y ya nada pudo parar a esta pareja musical sobre el escenario mientras brindaban con una cerveza: “Otra cosa no podemos hacer. ¿Qué más nos van a quitar?”, repetía una y otra vez ante la imposibilidad de fumar durante la actuación. Versiones de los temas que comparte con sus compañeros del G5, canciones a peticiones del público y versiones muy personales de temas de Lenny Kravitz, Alaska, Rocío Durcal, Buena Vista Social Club, Mano Negra o Francis Cabrel (si no les suena, es el autor de aquel Te quiero a morir que popularizó Manzanita) pusieron la guinda a una noche en la que se derrocharon litros y litros de sudor. Porque a este tipo sí que le gusta su profesión, la carretera, los escenarios y el contacto con el público. Muchachito sí que se mereció los 12 euros del precio de la entrada. A su salud.

En la intimidad con Juan Perro Santiago Auserón hizo gala de su cálida madurez en el Auditorio de la Diputación LA CRÓNICA

Ángel Recio / MÁLAGA

La última vez que vi a Juan Perro actuando en directo fue hace una década en el Auditorio de Torremolinos, en la gira de presentación de Mr. Hambre, un disco de tintes rockeros que puso a bailar e incluso a saltar a todos los asistentes, empezando por el propio autor que no paró de correr por el escenario y lanzar todo tipo de guiños al público. Han pasado once años, para todos, y se notan en el cuerpo. Juan Pe-

rro se ha vuelto más pausado, así como su música, y la clientela que abarrotó el sábado el auditorio de la Diputación –la media de edad superaba con creces los 40 años– también. La música ahora fluye sin prisas, disfrutando de cada acorde, de cada momento, dando a conocer a un Juan Perro más íntimo en continua conversación con el público. El alter ego del ex líder de Radio Futura desgranó casi todas las canciones de su nuevo álbum, Río Negro, en un ambiente relajado que invitaba a sentarse en un

sillón cómodo con una copa en la mano y, si la ley lo hubiera permitido, con un cigarrillo en la otra. No obstante, el montaje era distinto y el público permaneció de pie durante dos horas. No fue hasta casi el final cuando el artista sacó del baúl una particular versión de la Charla del Pescado, A un perro flaco o Perla Oscura que desataron las ganas de bailar de los más animados. Fue un concierto íntimo no exento de momentos graciosos. Juan Perro, en perfecta conexión con el público, recordó has-

ta en dos ocasiones que el nuevo disco se vendía en la puerta del recinto –la crisis también está afectando de lleno a los productores musicales– e incluso se quitó el sombrero y se lo acercó a los espectadores situados en las primeras filas “para que echaran algo”. Bromas aparte, Santiago Auserón encabezó la movida de los 80 pero ha sabido adaptarse como nadie a los nuevos tiempos e incluso comercializa los temas de su último disco por internet de forma separada a 75 céntimos por canción.

El historiador sevillano José Remesal unió ayer Andalucía y el Imperio Romano en su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia, institución a la que llega con el temor de “no ser capaz de corresponder a tanto favor”. Catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Barcelona, Remesal tomó posesión de la medalla número 8 de la corporación, que había quedado vacante tras el fallecimiento en junio de 2009 del medievalista Julio Valdeón Baruque. “Tengo un ejemplo de virtud en mi predecesor. Preparando este debido homenaje, informándome de su vida y su obra, lo he sentido próximo, admirable como persona, discreto, humilde, amigo de sus amigos, capaz de escuchar a todos, capaz de estimular a muchos”, señaló Remesal. En su discurso de ingreso, titulado La Bética en el concierto del Imperio Romano, el historiador ha expuesto los momentos en que se manifestó la interacción entre ambas partes, sobre todo a raíz de la ocupación romana de Galia y Germania. “Los recursos naturales de la Bética se convierten ahora en fundamentales para Roma”, ya que la región tenía “las condiciones ideales para poderlos exportar: un río navegable, el Baetis, unas amplias costas y una ciudad, Gades, con los recursos marineros y los capitales necesarios para embarcarse en esta aventura”, aseguró.

Reclamó que, por unos instantes, Málaga, Torremolinos, Benalmádena y Fuengirola se hicieran africanas tras cantar Reina Zulú y tuvo un recuerdo para las víctimas del tsunami de Japón o las revueltas de los países árabes. “Siempre que vengo a Málaga me pasa algo bueno”, dijo el cantante. Perro viejo, Perro seductor, Perro bromista, Perro fino, Perro artista con mayúsculas… Se echaba de menos un nuevo disco –Cantares de Vela fue publicado en 2002 y en todo este tiempo ha habido proyectos sueltos con Las Malas Lenguas o con la Original Jazz Orquesta del Taller de Músicos– y no ha defraudado. “Poco talento y algo de cuento”, reza en uno los temas del nuevo álbum. Ninguna de las dos cosas se dan en un Juan Perro que gana en las distancias cortas.


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