“que prediques la Palabra...” 2 Timoteo 4:2
ÓRGANO FORMATIVO E INFORMATIVO DEL SEMINARIO TEOLÓGICO BAUTISTA MEXICANO ENERO / 2012
La Tumba de los Codiciosos
La Consejería en la Labor Pastoral
Mensaje al Mensajero
ÓRGANO FORMATIVO E INFORMATIVO DEL SEMINARIO TEOLÓGICO BAUTISTA MEXICANO ENERO / 2012
“que prediques la Palabra...” 2 Timoteo 4:2
DIRECTORIO Director: Misael Pascual López Editora: Dinorah B. Méndez Ortiz Diseño Editorial: Adán R. Fuentes Barrera nadaida@gmail.com Distribución y Publicidad: Edgar A. López De la Paz Lizbeth J. Azcorra Robledo
“ Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual el Espíritu Santo os ha hecho obispos para pastorear la iglesia de Dios, la cual El compró con su propia sangre. Sé que después de mi partida, vendrán lobos feroces entre vosotros que no perdonarán el rebaño, y que de entre vosotros mismos se levantarán algunos hablando cosas perversas para arrastrar a los discípulos tras ellos. Por tanto, estad alerta, recordando que por tres años, de noche y de día, no cesé de amonestar a cada uno con lágrimas. Ahora os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, que es poderosa para edificaros y daros la herencia entre todos los santificados”. (Hechos 20:28-32)
DIRECTORIO DEL S.T.B.M. Presidente de la C.N.B.M.: José Trinidad Bonilla Morales Vicepresidente de Educación Teológica: Elías Salvador Ramírez López Presidente de CoEducate: Susana Irene Blake de Ramírez Director: Daniel Jiménez Torija Decano Académico: Misael Pascual López Administrador: Fernando Hernández Zepeda
EDITORIAL
Por Misael Pascual
UNA DOBLE TAREA Cuando uno viaja en avión, invariablemente recibe una serie de instrucciones previas al vuelo. Entre ellas está la de que antes de proponerse ayudar a alguien, sobre todo en casos de emergencia, es necesario estar seguro de haberse aplicado a uno mismo dichas medidas. Podríamos decir en otras palabras que quien se dispone a ayudar, realiza primeramente una evaluación de sí mismo; luego, de ser necesario, procede con el ajuste que su situación amerite. Sólo entonces podrá ayudar a su compañero. Esto puede ilustrar lo que el apóstol Pablo dijo en su muy conocido discurso de despedida a los ancianos de Mileto en Hechos 20:28: “Tengan cuidado de sí mismos y de todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como obispos...” Cuidar de sí mismo primero, luego cuidar del rebaño: un binomio inexcusable en la responsabilidad pastoral. Estas dos facetas del ministerio no existen en forma independiente la una de la otra; por el contrario, tienen una relación indisoluble. Por un lado, cuidar de sí mismo, implica la búsqueda de la edificación personal que sólo es posible encontrar en Dios y en el “mensaje de su gracia.” (v. 32). El fortalecimiento de la vida interior bajo el influjo de la presencia de Dios es insustituible en la vida del ministro; nadie que pretenda ministrar puede ser independiente de su Señor. Tener cuidado de sí mismo es también esforzarse en mostrar intencionalmente cómo se vive la vida en Dios. Ésta es susceptible de observarse, y aun de avaluarse. El apóstol les recuerda que, en cuanto a él, ellos mismos eran testigos del andar suyo entre ellos durante su ministerio en Éfeso: “Ustedes saben cómo me porté todo el tiempo que estuve con ustedes,…” (v. 17). De manera especial, en la vida del ministro es cierto el refrán popular que reza “nadie puede dar lo que no tiene”; así que la tarea de ministrar a otros demanda de una vida robusta en el Señor.
Misael Pascual López Editor
En la otra cara de la moneda está la responsabilidad de cuidar del rebaño. Ésta debe realizarse en la plena conciencia de que es “la iglesia de Dios” y que tiene un altísimo precio porque “él la adquirió con su propia sangre”. Este conocimiento debe llevarnos a realizar los más caros esfuerzos para protegerla de los lobos rapaces que no están dispuestos a perdonarla. Creo que los aportes de este segundo número de Predica! abona hacia la necesidad de considerar con todo cuidado el terreno sobre el cual pisamos, pero también nos inspiran a levantar la mirada para ver la necesidad de quienes están a nuestro cuidado. Que juntos, bajo Su guía podamos ser capaces de realizar esta doble tarea. ¡Animo!
La Consejer铆a en la Labor Pastoral Abraham Ricardo Mian Castillo
Trabajar la noci贸n de que el duelo es un proceso natural del vivir, es un elemento indispensable en la labor de la consejer铆a. Hacerle comprender al aconsejado que se puede estar atravesando por un duelo es el primer paso hacia la recuperaci贸n.
“La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”. (Juan 14:27)
El duelo es el proceso en el cual se sufre una pérdida. Existen muchas situaciones donde se sufren pérdidas al pasar de una situación a otra, y por lo tanto, hay un duelo presente. Existen duelos que todos sufrimos de manera natural sin que nos afecten demasiado, como pasar de la infancia a la adolescencia o como cambiar de escuela o de lugar de residencia. Algunos cambios pueden afectarnos más intensamente como terminar un noviazgo. Otros son más difíciles de superar como separarse de la pareja o tener un divorcio, la pérdida del trabajo o el cambio de situación económica, incluso el llamado “síndrome del burnt out” o de agotamiento total por una conflicto o crisis largamente no resuelto, trae como consecuencia sufrimiento y un proceso de duelo. De repente puede llegar un golpe que nos derrumba y se pierde la ilusión de vivir, la energía y el rendimiento personal. El duelo en su cabal expresión se verifica con la muerte de un familiar u otro ser querido. Aunque se le da el nombre de duelo a diferentes circunstancias que se enfrentan en la vida, el presente documento se centrará en el duelo por la muerte de un ser querido. No obstante, el modelo que aquí se presenta puede usarse en diferentes tipos de duelo bajo diferentes circunstancias. ENFRENTANDO EL DOLOR Duelo viene del latín dolus, dolor o aflicción profunda para manifestar el sentimiento que se tiene por la muerte de alguien. Las reacciones ante el trauma emocional que causa la pérdida de un ser querido, pueden ser muy diversas: hay quienes lloran desesperadamente y quienes se quedan callados; otros se bloquean y pierden contacto con la realidad; otros se deprimen en extremo y llegan a tener pensamientos suicidas; otros de llenan de enojo y resentimiento, etcétera. Dado que cada uno reacciona de manera diferente cuando recibe un golpe emocional, no puede haber una clasificación de reacciones “buenas o malas” ante la muerte. Dependiendo de las consecuencias que tengan las reacciones, puede haber consecuencias más adecuadas o menos adecuadas para una situación particular, pero no hay que caer en juzgar las reacciones de los demás ante el trauma que causa un dolor emocional intenso. Aunque no hay una regla universal que establezca “la normalidad” del tiempo en que “es bueno” estar de duelo, en los casos de muerte de un familiar cercano, en términos generales el duelo puede durar de seis meses a dos años antes de resolverse. Sin embargo, hay quienes tardan mucho más, o hay quienes quizá nunca lo resuelven. Hay quienes lo disfrazan para evitar el sufrimiento. Resolverlo depende mucho de los pensamientos, valores y creencias personales; de las actitudes ante la vida y de la dinámica familiar. También pueden influir factores como el acceso a la atención profesional, el apoyo de amistades y de círculos importantes
de influencia, tales como grupos eclesiásticos o grupos de autoayuda.
De repente puede llegar un golpe que nos derrumba y se pierde la ilusión de vivir, la energía y el rendimiento personal. EL MODELO DE LAS ETAPAS DEL DUELO Al proceso de pasar de un antiguo estilo de vida a un nuevo estilo de vida pasando por una experiencia de dolor, se le llama “elaborar un duelo”. Elaborar el duelo es un proceso único y personal: cada persona ha de pasar por su propio proceso. Es muy importante reconocer la necesidad de elaborar un duelo porque hay veces que no sólo se atraviesa por uno sólo, sino que se pueden traslapar dos o más duelos a la vez. Hay gente que está muy angustiada porque tiene varios duelos sin resolver y tiene mucha confusión. La clave para evitar la desesperación es elaborar cada duelo por separado como procesos independientes. Las etapas del duelo son: a) trauma o shock; b) negación; c) regateo, reclamo o enojo; d) depresión; e) aceptación; f) asimilación; y, g) resolución. Identificar estas etapas nos ayudará a clarificar las metas principales en la elaboración del duelo que son: 1) clarificación de los sentimientos (enojo, frustración, tristeza, etc.); 2) reconocimiento de la pérdida (física, emocional, material, espiritual); 3) reconocimiento de la depresión por la pérdida; 4) reconocimiento de las etapas e identificación de la etapa por la que se está atravesando; y, 5) resignación de la nueva situación para llevar a cabo un nuevo estilo de vida. Para elaborar un duelo, la persona tiene que resignarse. Generalmente, la palabra resignación ha sido mal interpretada porque en su raíz no se implica el catastrofismo reduccionista o conformista del “yanimodismo”. No implica el “Ya ni modo: aguántese porque esa es la cruz que le tocó llevar”; “resignación comadrita”. No es el “Dios sabe lo que hace” dado de forma simplista para tratar de minimizar el dolor.
“Y que el Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener el mismo sentir los unos para con los otros conforme a Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”. (Romanos 15:5-6)
Re-signarse es resolverse a llevar un nuevo estilo de vida sin la persona amada, afrontando todas las consecuencias que esto implica. Entonces, re-signarse quiere decir re-significarse. Al consolidar una re-signación, se debe tener la perspectiva de una re-novación completa de vida, es decir, una re-significación de la vida. Veamos a continuación una ilustración que representa el modelo de las etapas del duelo:
MODELO DE LAS ETAPAS DEL DUELO ANTIGUO ESTILO DE VIDA
a) Trauma
g) Resolución
NUEVO ESTILO DE VIDA
f) Asimilación
b) Negación c) Regateo, reclamo y enojo
e) Aceptación d) Depresión
ANTIGUO ESTILO DE VIDA Esta es la etapa donde hay cierto bienestar porque se está en la pasada manera de vivir, ya sea con la persona, la circunstancia o condición antigua. Cuando hay bienestar económico antes de la bancarrota, la salud antes de la enfermedad, la estabilidad emocional antes del sufrimiento, el ser querido al lado antes de su muerte. También en el caso de tener un familiar con un diagnóstico de enfermedad terminal, pero todavía no fallece, se tiene una cierta estabilidad afectiva antes de ver cómo se va su vida y se pierde para siempre. a) Trauma El shock o trauma, es un periodo inmediato a la noticia de la muerte, en el que las personas reaccionan de manera diferente por no alcanzar a procesar mental y emocionalmente la noticia recibida. Las reacciones pueden ir desde la parálisis total, la frialdad y falta de reacción alguna, hasta una reacción emocional donde se pierde el control gritando, llorando, pudiéndose producir un desmayo. Hay personas que presentan algunas manifestaciones orgánicas tales como hipertensión arterial, hipoglucemia o hiperglucemia, etcétera.
b) Negación En la negación hay una sensación de incredulidad. También se percibe una sensación de que la vida no tiene sentido. Es la situación en la que no se “puede quitar a alguien de la cabeza. La cuestión no es olvidarla, sino aprender a vivir con la pérdida”.1 Se puede negar abiertamente el suceso o hacer cosas para simular como si no fuera cierta la noticia que se acaba de recibir. El “¡No puede ser!” es una respuesta a la dura realidad que se está viviendo. Negando, se amortigua el golpe de lo inesperado y que es terminante. Se reflexiona, “¿es verdad que ya no está?; ¿podré seguir adelante?” La mente se puede bloquear negando la realidad porque se produce un sufrimiento y una angustia muy grandes ya que no se está preparado a vivir sin la persona amada. Son pérdidas muy dolorosas la de los padres, la del cónyuge, y posiblemente la más dolorosa puede ser la pérdida de un hijo, pues la lógica de la vida establece que son los hijos quienes deben enterrar a los padres y no al revés. 1 Castro González, Ma. del Carmen, “La inteligencia emocional y el proceso de duelo,” en Tanatología (México: Trillas, 2006).
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en toda tribulación nuestra, para que nosotros podamos consolar a los que están en cualquier aflicción con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios”. (2 Corintios 1:3-4)
La negación constituye un mecanismo de defensa porque no se puede tolerar tanto dolor “esto no puede estar pasando; es una pesadilla”. No se puede aceptar de manera inmediata que la muerte es irreversible. El duelo se puede tornar más difícil cuando la muerte es accidental o sorpresiva. Cuando es el caso de un desenlace anunciado, como en el diagnóstico de una enfermedad terminal, puede haber un poco de más aceptación y existe la posibilidad de prepararse mentalmente, aunque no se está preparado para el dolor profundo ante la realidad de la muerte. El dolor es tan inmenso que no se puede pensar de manera adecuada. Nancy O'Connor2 menciona que la negación puede producir el efecto benéfico de movilizar nuestros recursos internos para empezar a enfrentar la realidad de la nueva situación. Cuando uno se va reponiendo del trauma inicial, empieza a percibir lo que ha pasado y reconocerá otros sentimientos. En los pacientes diagnosticados con una enfermedad incurable, la etapa de negación se puede vivir de manera muy intensa y anticipada. Sin embargo, “hablar de la muerte y del morir con los pacientes se debe hacer antes de que llega su hora si el paciente indica que quiere hacerlo”. 3 c) Regateo, reclamo o enojo Después de la primera etapa del duelo, comenzamos con una etapa más larga de intenso dolor psíquico, de lamento y llanto, de reacciones emocionales profundas de total desesperanza y aflicción por la separación... y, a veces, también de furia. Hay gente que siente ira hacia muchos objetivos: hacia Dios, hacia la vida, hacia los médicos, inclusive hacia el ser querido que se ha ido. Hay un sentimiento muy intenso de soledad y la mente atraviesa una situación de angustia paralizante que se expresa por fuertes sentimientos encontrados. Muchos recuerdos de la persona ausente se reviven, así como también se pueden revivir otros duelos anteriores, algunos inconclusos o no superados. Hay quienes en ese momento tratan de regatear para cambiar las cosas ofreciendo su vida a cambio de recuperar la vida de la persona fallecida. Cuando se manifiesta este reclamo y rebeldía contra Dios, es porque se piensa que no es justo lo que pasó. Si es contra la persona que se fue, es porque nos deja solos ante nuestro dolor y desamparados por su ausencia (sobre todo en el caso de suicidio). Se puede manifestar enojo contra los médicos por sus errores o por su negligencia; contra amigos o familiares ausentes; y aún contra seres queridos que han sido insensibles porque no pueden comprender la propia perspectiva ante la muerte del ser querido. La expresión de la ira o enojo es necesaria para el proceso curativo y vivirla es necesario para que este proceso se de en forma adecuada. Aquí es pertinente mencionar que hay veces que el enojo puede convertirse en algo patológico,
pues hay quienes han durado muchos años enojados y no superan este sentimiento y, por lo tanto, la elaboración del duelo no se concluye. La ira o enojo puede ser una reacción esperada, y por lo tanto, normal por la pérdida emocional. Aunque tendemos a minimizar la situación con un “Échale ganas; Dios sabe lo que hace”, en esta etapa es necesario expresar este sentimiento y no minimizarlo o reprimirlo. Es mejor analizar y aceptar el propio enojo que negarlo, pues se debe ayudar a los dolientes a manejarlo de la manera más adecuada. Se debe primero respetar el enojo de una persona si se le quiere ayudar, para después canalizar la energía de ese enojo hacia algo positivo y que contribuya al crecimiento y desarrollo de cualidades de carácter. Si se niega, se minimiza o se condena ese enojo, se obstaculiza su contribución a la madurez personal. En el caso de enfermos terminales la etapa de regateo, reclamo o enojo se puede transformar en una negociación donde se puede prometer hacer algo que nunca hubiéramos hecho de otra manera, o se trata de pactar con Dios para cambiar el curso de las cosas. Se suele pedir el intercambio de lugar para que la persona amada no muera o no sufra o prometer cualquier cosa con tal de que no se vaya la persona que queremos. Sin embargo, cuando llega el momento de la muerte, y se enfrenta la realidad, se quiere negociar para tener tan sólo otro momento con el ser querido, por la oportunidad de despedirse y decirle cuánto le amamos, o para tratar de pactar con Dios para que no haya más muertes, enfermedades ni desgracias en la familia. La negociación a veces es acompañada con culpa y aquí la labor del consejero es diferenciar entre culpa y responsabilidad. La culpa es uno de los canales del enojo para buscar a quién cargarle las cuentas negativas que contribuyeron a la situación de muerte. El enojo busca un culpable pues trata de desplazar la responsabilidad propia. Culpa es un fuerte sentimiento de vergüenza cuando se sabe o se cree que se ha hecho algo malo. A veces se tiene que ayudar al que se siente culpable de toda la desgracia, a diferenciar entre las propias decisiones y las de los demás, la responsabilidad propia y la de los otros. La culpa puede surgir de muchas formas y es necesario hacer una diferenciación entre culpa neurótica y culpa real. En la primera una persona se siente culpable de todas las desgracias; en la segunda hay un real dimensionamiento del propio proceder en términos de responsabilidad moral. Continua en el próximo número... 2 O' Connor, Nancy, Déjalos ir con amor (México: Trillas, 1990). 3 Kessler, David, Sobre el duelo y el dolor (Barcelona: Ediciones Luciérnaga, 2006).
Ricardo Mian Castillo es Licenciado en Psicología egresado de la UNAM. Actualmente es pastor de una Misión Bautista en Tláhuac en el D.F.
SEGUNDA ESCUELA DE SEMBRADORES Centro de Capacitación San Luisito Amoles, Romita, Gto.
6-10 Febrero, 2012
LUNES 6
MARTES 7
MIÉRCOLES 8
JUEVES 9
VIERNES 10
Desayuno 8:00-9:00
Desayuno 8:00-9:00
Desayuno 8:00-9:00
Desayuno 8:00-9:00
Comunicando la palabra 9:00-10:45
Comunicando la palabra 9:00-10:45
Comunicando la palabra 9:00-10:45
Comunicando la palabra 9:00-10:45
Receso 10:45-11:00
Receso 10:45-11:00
Receso 10:45-11:00
Receso 10:45-11:00
Sembrando iglesias con finanzas sanas 11:00-12:45
Sembrando iglesias con finanzas sanas 11:00-12:45
Sembrando iglesias con finanzas sanas 11:00-12:45
Sembrando iglesias con finanzas sanas 11:00-12:45
Comida 12:30-1:30
Comida 1:00-2:00
Comida 1:00-2:00
Comida 1:00-2:00
Clausura 12:45-1:15
Tu familia principal ministerio 1:30-3:15
Tu familia principal ministerio 2:00-3:45
Tu familia principal ministerio 2:00-3:45
Tu familia principal ministerio 2:00-3:45
Comida 1:15-2:15
Receso e instalación 3:15-4:00
Receso 3:45-4:15
Receso 3:45-4:15
Receso 3:45-4:15
Consejería bíblica 4:00-5:45
Consejería bíblica 4:15-6:00
Consejería bíblica 4:15-6:00
Consejería bíblica 4:15-6:00
Presentación y retroalimentación de sembradores 5:45-6:45
Retroalimentación de sembradores 6:00-7:00
Retroalimentación de sembradores 6:00-7:00
Retroalimentación de sembradores 6:00-7:00
Cena 7:00-8:00
Cena 7:00-8:00
Cena 7:00-8:00
Cena 7:00-8:00
Integración 8:00-9:00
Integración 8:00-9:00
Integración 8:00-9:00
Mayor información David Wall Tel 656 630-44-51 Cel. 656-296-83-23
Mensaje al Mensajero Jorge Eduardo Garay
Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón; porque tu nombre se invocó sobre mí, oh Jehová Dios de los ejércitos. Jeremías 15:16 Jeremías 15:15-20 Introducción Uno de los aspectos más importantes de la influencia de un pastor tiene que ver con su propio carácter. Es necesario señalar esto, porque en el ministerio hay quienes se obsesionan con la idea de perpetuar su memoria reinventando la historia de sus iglesias; clavando placas con sus nombres en los muros de los templos; o soñando con proyectos faraónicos que los inmortalicen. Sin embargo, debemos recordar cuán fácil es olvidar y cuán corta suele ser la memoria humana. Hoy día difícilmente recordamos quiénes construyeron las maravillas del mundo antiguo; casi olvidamos que los nombres de varios faraones fueron borrados ex-profeso, de aquellos asombrosos himnos de piedra que edificaron para cantar su gloria; y que aún en el terreno estrictamente espiritual, las iglesias locales que los apóstoles fundaron ya no existen. Si como San Pablo dice, el ministro debe ser “enseñable”; es decir, el modelo de su propia enseñanza, entonces una de las aportaciones más trascendentales que podemos hacer a la obra de Dios, tiene que ver con la influencia del carácter. Pero siendo sinceros, tenemos problemas con este concepto desde las mismas definiciones. Cuando decimos que alguien tiene un “carácter fuerte”, casi siempre hablamos de alguien colérico, de alguien con mal genio, o simplemente terco. El carácter es mucho más que eso, es la suma del temperamento natural, la educación, los valores y la experiencia. Es lamentable que con una excepción, las traducciones españolas de la Biblia no utilicen este sustantivo. John MacArthur afirma que “Lo que aprendemos del apóstol Pablo es lo mismo que Cristo enseñó, que la verdadera prueba bíblica del liderazgo no es ni el estilo, ni la técnica, ni la metodología, sino el carácter”.1 Pero junto con la analogía de las Escrituras, el apóstol nos enseña que el crisol que forja el carácter es la prueba, es la adversidad. Así que quiero hablar del pastor como maestro del carácter, pero específicamente cuando el carácter se encuentra bajo prueba. Les invito pues a considerar, a la luz de la experiencia del profeta Jeremías, los tres urgentes llamados que constituyeron Un Mensaje al Mensajero. (1) John MacArthur. Liderazgo (Nashville, TN: Grupo Nelson, 2006).
“Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil y mi carga ligera. (Mateo 11:28-30)
I. UN LLAMADO A LA CONVERSIÓN Existen en nuestra cultura, múltiples dichos que destacan absurdos que eventualmente se viven en distintos oficios y profesiones: “En casa del herrero, cuchara de palo”, “Médico, cúrate a ti mismo”, “Hijo de pastor, lo peor”, “Hijo de misionero, muchacho grosero”, etc. Obviamente a nadie le resultará cómodo sentirse aludido por alguno de estos dichos, pero más que como reproches irónicos, debemos verlos como llamados a la integridad y la congruencia. En un sentido, eso fue lo que el Señor hizo con al profeta Jeremías, al encomendarle un sorprendente mensaje, cuyo destinatario era el propio profeta. En pocas palabras, el Señor le decía “Profeta, profetízate a ti mismo”. Lo sorprendente es que ésta era la respuesta de Dios a una profunda crisis ministerial, crisis que amenazaba con llevar a Jeremías al colapso. Puesto que esas crisis son recurrentes e inevitables y en la vida de los ministros, y son también causales de incontables deserciones, el mensaje del Señor a Jeremías está vigente, pues puntualiza vitales enseñanzas para el ministerio cristiano. Curiosamente, Maimónides, uno de los gigantes del pensamiento judío, idealizaba a los profetas diciendo “La profecía sólo puede residir en un erudito que es grande en sabiduría y poderoso en carácter, cuya inclinación no lo puede someter a ningún asunto en la tierra. Es una persona sana de cuerpo, que cuando entra al huerto de la sabiduría oculta, permanece en esos temas elevados hasta alcanzar el conocimiento; y continúa santificándose y apartándose de las actitudes de la gente que se conforma a la oscuridad de los tiempos…”2 Tal descripción elevaba a los profetas casi al nivel de súper-hombres, pero en la realidad ellos no eran inmunes a las angustias y temores que asaltan a todos los mortales. Nominalmente, en el antiguo Israel el profeta era tenido en alta estima, era considerado un mediador entre el Señor y el pueblo, y se le confería el título de “varón de Dios”. En los hechos sin embargo, para el pueblo frecuentemente el mejor profeta era el profeta muerto; pues durante sus ministerios fueron victimas de la oposición y de crueles persecuciones. Así pues, en su profunda crisis ministerial, Jeremías lamentaba sus angustias y suplicaba al Señor que hiciera memoria de él y lo visitara; mientras sostenía con vehemencia su justicia y fidelidad. Pero en respuesta, el profeta recibió un insólito llamado a la conversión. Tan enfático era ese llamado, que el verbo volver fue usado cuatro veces en sólo dos versículos ¿En qué consistía este llamado a la conversión? ¿Acaso no era el pueblo quien debía convertirse? Este llamado era la demanda de volver a Dios, de volver a su comunión, pues si es posible realizar puntualmente las tareas del ministerio aún viviendo en inmoralidad ¿por qué no sería posible hacerlo en medio de una profunda crisis de fe? No es raro que en los tiempos de prueba, el siervo centre su ministerio más en los hombres que en Dios, en sus acciones, en sus reacciones, en sus palabras… es posible que aún llegue a despertar diciendo “Dios mío… (2) Rav. Nosson Scherman, ed. The Early Prophets (Brooklyn, NY: Mesorah Publications, ltd., 2000), p. 16. (3) Rav. Nosson Scherman, ed. The Stone Bible (Brooklyn, NY: Mesorah Publications, ltd., 1996), p. 1108. (4) Bernard Orchard. M. A. Verbum Dei. Tomo II (Barcelona: Editorial Herder, 1956), p. 504.
otra vez es domingo”, pensando en lo que tendrá que enfrentar y no en que es el día del Señor; el día en que Él nos congrega para adorarlo, para servirlo, para renovarnos ¿De qué debía pues arrepentirse el profeta? Existe un claro consenso entre los intérpretes judeocristianos, en cuanto a la osadía con la que el profeta habló al Señor. Jeremías lo acusó de indiferencia activa al preguntarle ¿Por qué se ha hecho eterno mi sufrimiento, y mi herida maligna no ha sido curada? ¿Te habrás convertido en una cosa ilusoria para mí? “Cosa ilusoria”, significa una mentira, algo tan decepcionante como un río que se seca justo cuando sus aguas hacen más falta (Job 6:15). De hecho, en el principio de su ministerio esa había sido una denuncia del profeta a Israel: “Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen el agua” (2:13). Jeremías habló con sinceridad, pero lo hizo también con atrevimiento. Sin embargo, no era la primera vez que alguien hablaba así: Job le reprochó “Clamo a ti, y no me oyes; me presento, y no me atiendes. Te has vuelto cruel para mí; con el poder de tu mano me persigues…” (30:20-23). De modo que el reclamo de Jeremías implicaba un sacrilegio por el que según Radak, debía hacer expiación por medio del ministerio profético.3 Pero, el ministerio no es una maldición ni un castigo, es un privilegio; pero aún así, demanda elevados costos espirituales, emocionales, y aún físicos. En suma, Dios llamó a su siervo con un solemne mensaje, tan solemne que lo introdujo con la fórmula autoritativa con la que investía la palabra de sus profetas “Así ha dicho el Señor”; mensaje que consistía tanto una invitación como una promesa: “Si te dispones a volver a mí, yo haré que te vuelvas verdaderamente”. El Señor llamaba a su siervo a cambiar su pensamiento, sentimientos y voluntad para con Él y el ministerio. Lo llamaba a “estar mejor dispuesto” y a volver al paciente desempeño de su tarea.4
“Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. (Juan 15:4)
II. UN LLAMADO A LA PERMANENCIA FIEL El ministerio profético nunca ha sido una vocación fácil, porque no se limita al hacer, sino que trasciende al mismo ser del profeta. Es una vocación que nos impone el yugo de su omnipresencia, pues como alguien dijo “El llamado de Dios… supone una coacción para el profeta. La coacción de Dios es el rayo que no cesa. No se reduce a un momento aislado e inicial, sino que se prolonga a lo largo de toda la vida y abarca todos los aspectos de la existencia”. Pero la crisis de Jeremías no se debía a eso, él amaba al Señor y amaba también su Palabra; se gozaba en la Palabra divina, y en que el Nombre fuera invocado sobre su persona (15:16). Su crisis ministerial se debía al proceder de Dios, o mejor dicho a lo que Jeremías veía como el no proceder de Dios; a su aparente indiferencia. El Señor mostraba una pasmosa paciencia con el infiel, postergándole el juicio y llamándolo “desde temprano y sin cesar”, pero parecía dolorosamente insensible con el fiel.5 Por tal motivo, en 20:9, Jeremías declaró su colapso espiritual “Y dije: No me acordaré más de Él, ni hablaré más en su Nombre”. Pero la respuesta del Señor a las crisis de su siervo fue un impasible llamado a la fidelidad y a la permanencia: “Que se conviertan ellos a ti, pero tú no te conviertas a ellos” ¿Qué significan estas palabras? Significan un llamado a la mesura, pues Jeremías había increpado osadamente a Dios, cual los impíos que “ponen su boca contra el cielo y pasean su legua por la tierra” (Salmos 72:9). Lejos de hablar como los pecadores, el profeta debía guiarlos al arrepentimiento. Pero no debemos ser demasiado severos con Jeremías, pues Asaf confesaba una crisis semejante: “Porque tuve envidia de los soberbios, viendo la prosperidad de los impíos. Porque no tienen congojas por su muerte…Por tanto, la soberbia los corona; se cubren de vestido de violencia” (Salmos 73:2-8). En su momento, el profeta Habacuc levantó una queja muy similar: “Muy limpio eres de ojos para ver el mal, y no puedes ver el agravio; ¿por qué entonces ves a los traidores, y callas cuando el impío destruye al que es más justo que él?” (1:13).
III. UN LLAMADO AL TESTIMONIO Un sobrenombre infame que ha manchado la memoria de Jeremías, es el de “el profeta llorón”. Obviamente tuvo su origen en su permanente duelo por Israel: “¡Oh, si mi cabeza se hiciese aguas, y mis ojos fuentes de lágrimas, para que llore día y noche los muertos de la hija de mi pueblo!” (9:1). Curiosamente, la primera referencia que la tradición judía hace de la persona del profeta lo describe en un llanto prenatal pidiendo un nombre.6 Tras un regateo –dice la tradición- le fue otorgado el de Yirmeyáju (heb. El Señor establece). Ese nombre sería en sí mismo un anuncio profético, del que Jeremías dijo “tu Nombre ha sido invocado sobre mí” (15:16). Lo que el Señor estableció con Jeremías, fue su juicio sobre Judá y Jerusalén, juicio del que nadie quería saber nada. Es interesante comparar el llamado de Jeremías con el de los otros grandes profetas. Isaías contempló el trono divino rodeado por serafines, y en medio de la visión escuchó: “¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?” (6:8-9). Ezequiel contempló una extraña visión, y luego escuchó: “Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a gentes rebeldes que se rebelaron contra mí…” (2:3).
Aún así, el Señor respondió a su siervo: “que los pecadores se hagan como tú, pero tú no te hagas como ellos” (15:19). El Señor le mandó también “Entresacar lo precioso de lo vil”. “Precioso” costoso, escaso) es un adjetivo que describe al producto de la refinación de los metales, define al oro puro que ha sido separado de la escoria; mientras que “vil” glotón, simple) es un adjetivo asociado con la vida disipada y con todo lo despreciable (Deuteronomio 21:20; Proverbios 23:20; Lamentaciones 1:1, 8). Históricamente hablando, esta demanda divina ha sido entendida de varias formas: Rashi afirmaba que exigía la separación de los hombres buenos de los malos. Otros piensan que aludía al mensaje del profeta; otros más que era un llamado a una mayor santidad. Seguramente, todas estas ideas cifran en parte el significado del mandato divino, pero sobre todas las cosas, esta palabra encarecía la permanencia de la fe y la confianza en Dios; urgía al profeta a buscar al Señor en medio de la crisis, y a aceptar lo que después enseñó san Pablo, que “a los que lo aman, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:29). Para que Jeremías siguiera siendo “como la boca del Señor”, era necesario que decantara de su corazón el titubeo y el desánimo. Este llamado fue acompañado por la promesa “delante de mí estarás”. Esta fue la certeza que sostuvo al profeta Elías en una de las horas más oscuras de la historia judía, pues implicaba la seguridad de la Presencia e ingerencia del Señor en su ministerio (1 Reyes 17:1).
En contraste, Jeremías sólo dice: “Vino, pues, Palabra del Señor a mí…” (1:4). No dice nada sobre el momento o los detalles del llamado, porque lo único decisivo en su vida era la Palabra del Señor; todo lo demás resultaba secundario. Y es que no tiene que haber necesariamente algo espectacular en el llamamiento divino, como no ocurrió con Mateo el publicano, quien ante un simple “Sígueme,” dejó con asombrosa docilidad sus seguridades, para seguir a Jesucristo. Dietrich Bonhoeffer dice sobre las aparentes sinrazones de Mateo: “el texto se obstina en no responder a este punto; lo único importante es, precisamente, esta sucesión inmediata de llamado y acción. No le interesan las razones sicológicas de las decisiones piadosas de un hombre. Porque sólo hay una motivación que explique suficientemente esta secuencia entre la llamada y la acción: y es Jesucristo mismo. 7 Así fue la respuesta de Jeremías, aunque a diferencia del publicano, el profeta presentó una débil resistencia objetando su juventud y su incapacidad para hablar. Pero es obvio que el problema no radicaba ni en sus facultades verbales, ni en su edad, sino en el temor: el temor a los conflictos, el temor al fracaso, temor a la burla de sus enemigos, el temor al futuro; el temor al cumplimiento de la Palabra de Dios… un temor que impregna con su aroma cada página de este libro. Pero Dios le prometió: “Yo estoy contigo” y “Te pondré en este pueblo por muro fortificado de bronce”. Tal promesa era imprescindible porque una de las primeras instrucciones del Señor fue “Ve que te he designado este día sobre naciones y sobre reinos, para desarraigar y para aplastar, para destruir y para derribar, para construir y para plantar” (Jeremías 1:10). Aunque Jeremías no contaba -ni iba a contar- con el poder de un ejército para realizar semejante tarea, Dios se dirigió a él como si fuera un potentado, porque como alguien dijo: el portador de la Palabra de Dios es más fuerte que el más poderoso de los gobernantes. 8
(5) José Luis Sicre. Profetismo en Israel (Editorial Verbo Divino, 2000), p. 130. (6) Rabbi Yishai Chasidah. Encyclopedia of Biblical Personalities (Jerusalem: Mashabim, 2001), p. 293.
(7) Dietrich Bonhoeffer. El Precio de la Gracia (Salamanca: Ediciones Sígueme, 2004), p. 27. (8) Rav. Klonimos Kalmish Schapiro. Prophets and Prophecy (Brooklyn, NY: Mesorah Publications, ltd., 2000), p. 16.
“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”. (2 Timoteo 2:15)
El profeta debía pues mantenerse como una fortaleza inexpugnable y preservar así su testimonio. Para tal fin, el Señor le prometió: “Te libraré de mano de los malos”. Esos “malos” no eran paganos, ni predicadores de dioses falsos, ni los adoradores de Baal…eran sus propios hermanos: eran reyes, príncipes, sacerdotes y terratenientes (Jeremías 18). El Señor prometió redimirlo de sus adversarios, y puesto que existen varios términos hebreos para cifrar la idea de redención, la promesa tiene aquí un sentido muy singular. No se trataba del rescate obrado por un familiar, quien legalmente tenía la obligación de realizarlo, sino de la liberación hecha por un amigo; así que esta redención más que una obligación legal, encarnaba el más libérrimo acto de amor. Conclusión. Jeremías cumplió fielmente su ministerio, pero encontró una feroz oposición que lo llevó al borde del colapso. Él se lamentaba diciendo: ¡Ay de mí, madre mía, que me engendraste hombre de contienda y hombre de discordia para toda la tierra! Nunca he dado ni tomado en préstamo, y todos me injurian (15:10). Pero en su lamento, el profeta mostraba lo que tarde o temprano experimenta todo siervo de Dios: que existen momentos en los que muchos creerán tener el derecho de increparlo e injuriarlo, de culparlo de todo lo malo que suceda, y también de lo bueno que no suceda; en los que todo mundo se creerá saber lo que debe o no debe hacer. Y como ocurrió con Jeremías, la injuria le resultará especialmente dolorosa, cuando venga de aquellos a quienes ha amado y servido. Pero la fidelidad a Dios y al ministerio no nos exime del “pico y la pala” espirituales. El carácter del profeta Jeremías fue probado en el sufrimiento; sin embargo, la prueba trasciende a todas las relaciones y esferas del ministerio. Somos probados en el amor y en el desamor de los hermanos; en la aridez y en el éxito; en la estrechez y en la prosperidad; en paz y en la tentación… Todo esto hace vigentes las demandas divinas a Jeremías. Su llamado a la conversión nos demanda examinar nuestros caminos y corazones a la luz de la voluntad de Dios, para volver siempre a Él. Su llamado a la fidelidad, exige nuestra perseverancia, a pesar de la tentadora posibilidad de la deserción; y su llamado al testimonio nos encarece la demostración de la inmutable esperanza por la que vivimos. Siendo honestos, para un servidor fue una verdadera sorpresa encontrar que estas demandas cubren la amplitud semántica del concepto griego de “prueba”, con la salvedad de que en el NT, la prueba exige también el amor hacia el hermano (2 Corintios 8:8). Pero Jeremías10tampoco tenía problema con esto, pues aunque ha sido acusado de llorón, nadie jamás insinuó siquiera que le faltara amor por su pueblo. Somos llamados a ser maestros del carácter, porque hoy día el mundo –y la iglesia con él- vive una profunda crisis moral, crisis que encarece el liderazgo de hombres cuya fuerza radique en el poder de su testimonio. John MacArthur nos recuerda que “Los escándalos de los tele-evangelistas de los años ochenta no han sido aún olvidados. Ahora el estado de la llamada televisión “cristiana” es peor que antes. La mayoría de sus estrellas siguen haciendo interminables demandas de dinero por simple codicia. Muchos músicos cristianos siguen avergonzando a la Iglesia de Dios con sus escandalosos fracasos morales, y todavía oímos
Somos probados en el amor y en el desamor de los hermanos; en la aridez y en el éxito; en la estrechez y en la prosperidad; en paz y en la tentación... regularmente de pastores que desacreditan sus ministerios y se descalifican a ellos mismos, fallando en lo más importante en el liderazgo: en el carácter. ”11 A otra escala -pero a fin de cuentas el que es infiel en lo poco también lo es en lo mucho- es por problemas de carácter, que tantos pastores cambian de iglesia apenas se acaba la “luna de miel” de sus ministerios; o desertan a otros movimientos religiosos, codiciando la autoridad incuestionable del “apóstol” o del “profeta”, en lugar de la del siervo que es acreditado por su propio testimonio. Esa es la misma razón, por la que tantos pastores se enredan en problemas sexuales, fingiendo ignorar que “No adulterarás” nos llama a tomar profundas decisiones no sólo en cuanto al sexo, sino en cuanto a qué tipo de persona queremos ser, y a los propósitos y significados de la vida humana.12 Hermano mío, te guste o no, si eres ministro eres maestro. Puedes ser maestro de lo bueno o maestro de lo malo, o aún maestro de la inconsistencia; pero no puedes escapar de esta responsabilidad. San Pablo dice que debes ser apto para enseñar, pero tu aptitud debe trascender lo meramente pedagógico, para llevarte a modelar lo que enseñas. Tu cátedra principal es la del carácter; pues aunque predicas y enseñas a Cristo, debes hacerlo de forma que puedas decir: “Para mí el vivir es Cristo…” (9) Ernest Jenni y Claus Westermann. Diccionario Teológico Manual del Antiguo Testamento. Tomo II, p. 500. (10) Lothar Coenen. Diccionario Teológico del Nuevo Testamento. Tomo III (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1983), p. 436. (11) John MacArthur. Liderazgo (Nashville, TN: Grupo Nelson, 2006), p. 4. (12) Lewis B. Smedes. Moralidad y Nada Más (Buenos Aires: Nueva Creación, 1996), p. 177.
Jorge Garay Ortiz es egresado del Seminario Teológico Bautista Mexicano, y actualmente pastorea la Primera Iglesia Bautista de Querétaro, Qro.
La Tumba de los Codiciosos Misael Pascual López
Números 11:4-23; 30-35 INTRODUCCIÓN En los primeros versículos del capítulo 10 de la Primera Epístola a los Corintios, recurriendo a una interpretación tipológica, el apóstol Pablo, en su afán de corregir la conducta de la iglesia en su andar cristiano, le instruye mediante una analogía que establece entre la experiencia de salvación en el éxodo y la vida cristiana. Después de establecer esta vinculación, el apóstol identifica los pecados de los israelitas por los que la mayoría no llegó a la Tierra Prometida y los relaciona con los que ahora amenazan con hacer sucumbir a la iglesia de los corintios.
“Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron”. (1 Corintios 10:6)
En su lista inicia diciéndoles que los israelitas ofendieron a Dios codiciando “cosas malas” (1 Corintios 10:6). Al parecer, el evento al que se hace alusión es el que se encuentra en el libro de Números capítulo 11. El pasaje relata que el pecado en este caso fue el deseo incontenible por la comida que los israelitas habían dejado en Egipto y cuya insatisfacción se expresó en el reclamo dirigido a Dios y a Moisés. La conducta es reconocida por el apóstol como codicia, y por encabezar la lista, parece sugerirse que ésta fue el origen de las otras cuatro ofensas mencionadas en 1 Corintios 10:7-10. Los vv. 33 y 34 del capítulo 11 de Números dicen que Dios castigó al pueblo israelita con una plaga que causó gran mortandad. El lugar fue llamado desde entonces Kibrot-hataava que significa “Sepultura de la glotonería” o “Tumba de los codiciosos”. De forma similar a la experiencia de los hebreos en el desierto, muchos creyentes hoy han dejado de avanzar en la consolidación de la vida cristiana victoriosa. La causa en un sinnúmero de casos ha sido también la codicia de “cosas malas” que les ha llevado a la “Tumba de los codiciosos”. Pero, ¿quiénes son los que van a este lugar? Descubrámoslo en el estudio del texto:
Para cuidar nuestros pasos de desembocar en la “Tumba de los codiciosos” es menester saber escoger nuestras amistades, porque de ello depende en buena medida nuestra filosofía de la vida. (1)
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1. LOS QUE PADECEN LA INFLUENCIA DEL MUNDO. “...la gente extranjera que se mezcló con ellos...” (v. 4, RV 60). Otras versiones identifican a esta porción del pueblo como “populacho” (BDA y NVI), “gente de toda clase” (DHH), “egipcios” (BD), y “chusma” (BJ). Esta es la gente mencionada en Éxodo 12:38 como “una gran multitud de toda clase de gente” que salió con Israel de Egipto. John F. MacArthur dice que se trata de integrantes de otros pueblos semitas, otras razas, y probablemente de nativos egipcios que acompañaron a los hebreos en su salida. Quizá esta multitud no estaba plenamente identificada con la visión libertaria del pueblo israelita, ni conocían las implicaciones de dicha visión, y mucho menos sabían del Dios cuyas manos estaban dirigiendo el éxodo. Era en esencia, un pueblo extraño con una perspectiva muy limitada de la vida y cargada de toda clase de pecados, producto del paganismo en el que había estado inmerso. Esta población, aunque no era mayoría, en una época muy temprana del éxodo, con su influencia estaba logrando minar la fe del pueblo en su Dios, y por ende, estaba desviando la visión de la libertad y de una gloriosa herencia en la Tierra Prometida, para ponerla en la satisfacción inmediata de sus deseos intrascendentes. Los hebreos abrieron la puerta a esta influencia y muy pronto sufrieron las consecuencias. Esta experiencia de Israel en el desierto es figurativa del acoso cotidiano que el cristiano sufre de parte del mundo. Cuando dicho acoso halla cabida, nubla la visión del crecimiento espiritual, y lo que es peor, opaca la confianza en Dios, para ponerla en los bienes temporales y fútiles. Es así como el destino llega a ser la “tumba de los codiciosos” para muchos. De acuerdo con el pasaje, dos son los medios a través de los cuales el mundo puede ejercer su influencia sobre el creyente, a saber: A. Su filosofía: “...sólo pensaban en comer.” (v. 4, DHH). La RVA dice que “el populacho que había entre ellos se dejó llevar por la gula”. Satisfacer el hambre es un acto legítimo, pero pensar solamente en comer es patológico tanto psicológica como espiritualmente. Denota una manera materialista de ver la vida; es decir, pone en evidencia una filosofía de la vida. Es quizá a personas con estas inclinaciones a las que Pablo se refiere cuando habla de los falsos maestros a quienes identifica como glotones (Tito 1:12) y de los opositores del evangelio como aquellos “cuyo dios es el vientre,…que sólo piensan en lo terrenal.” (Filipenses 3:19). De esta estirpe eran los acompañantes de los israelitas. Este es uno de los tantos ejemplos que encarnan el refrán “dime con quién andas, y te diré quién eres”. John C. Maxwell dice que “los pájaros de la misma especie vuelan juntos en bandadas. De los amigos adquirimos muchos de nuestros pensamientos, peculiaridades y características. Cambiar una actitud de negativa a positiva, requiere muchas veces cambiar de amistades...A veces las personas culpan a las circunstancias por sus problemas. Pero casi siempre es la gente con la que nos rodeamos, no las circunstancias que encontramos, las que marcan una diferencia en nuestra vida...Las buenas circunstancias con malos amigos, resultan en derrota. Las malas circunstancias con buenos amigos, resultan en victoria.” Para cuidar nuestros pasos de desembocar en la “Tumba de los codiciosos” es menester saber escoger nuestras amistades, porque de ello depende en buena medida nuestra filosofía de la vida.
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros”. (Filipenses 4:8-9)
B. Su comportamiento: “Todo este pueblo viene llorando a pedirme carne.” (v. 13, NVI). Es de suponerse que el “apetito voraz” mencionado en el v. 4 que le vino a esa chusma debió de haberse manifestado en cierta clase de conducta que muy pronto cundió entre el pueblo hebreo, al grado que ahora éste lloraba, renegaba y exigía. El ejemplo siempre tiene un efecto poderoso. Maxwell vuelve a señalar: “los comunicadores dicen que el 90% de lo que aprendemos es visual, el 9% es auditivo, y el 1 % proviene de otros sentidos...Los mensajes visuales duran más que los que sólo oímos. Usted puede seleccionar a alguien para seguir que le dé una constante visualización de lo que quiere llegar a ser.” Los israelitas aprendieron todos los gestos, la murmuración, el lloro y las quejas producto de la codicia de ese populacho que les acompañaba. Quien está expuesto constantemente a malos ejemplos, corre el riesgo de ser arrastrado por ellos. Hemos sabido de padres que siendo malos modelos a seguir dicen a sus hijos “haz lo que yo digo, no lo que yo hago”, sin considerar que precisamente lo que el niño ve hacer es lo que imitará. Pero por fortuna, el contagio no sólo es cierto en el sentido negativo; lo es también en el positivo. Por ello, el apóstol Pablo invita a sus lectores a imitarle en su modelo de vida: “Pongan en práctica lo que de mí han aprendido, recibido, oído, y lo que han visto en mí, y el Dios de paz estará con ustedes.” (Filipenses 4:9). La enseñanza que aquí podemos derivar de la experiencia de los israelitas es que para no ir a la “Tumba de los codiciosos” necesitamos aprender de buenos modelos de vida.
La verdad aquí implicada es que el codicioso nunca está conforme con lo que tiene, y siempre estará preocupado por aquello de lo cual cree carecer. Así es la insatisfacción. ¡Cuántas veces nuestros antojos o apetencias superfluas se convierten en la causa de nuestra tumba! ¿La acción temeraria de la mujer de Lot de mirar atrás y que la convirtió en estatua (Génesis 19:26) tenía quizá su raíz en la codicia y la insatisfacción? Ella ya estaba prácticamente libre de la destrucción, pero la nostalgia por lo que había dejado atrás fue lo que probablemente le hizo volver la mirada. Para no ir a la “Tumba de los codiciosos” es necesario olvidar las “abundancias” del pasado y gozar las verdaderas riquezas del presente. ¡Cuánta necesidad tenemos los hijos de Dios de abrir los ojos ante la fuente de bendiciones infinitas que está en él! Hablando de aquello que pudiera ser fuente de su orgullo personal pero que prefirió desechar, el apóstol Pablo dice: “Sin embargo, todo aquello que para mí era ganancia, ahora lo considero pérdida por causa de Cristo. Es más, todo lo considero pérdida por razón del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo he perdido todo, y lo tengo por estiércol, a fin de ganar a Cristo…” (Filipenses 3:7-8). B. Por su perspectiva del presente. “Pero ahora, tenemos reseca la garganta; ¡no vemos nada que no sea este maná!” (v. 6, NVI). Obsérvese cuán ciega es la codicia: la comida, aun cuando pudo haber sido diversa y abundante en Egipto según su presunción en el v. 5, muy lejos estaba de ser gratuita; accedían a ella a costa de su invaluable libertad y bajo el azote inclemente de sus opresores. Más bien, era en ese camino al desierto donde en realidad estaban gozando de una comida providencial, gratuita y en condiciones de libertad; pero ante esta libertad estaban ciegos. El codicioso no disfruta su presente porque su insatisfacción le impele a compararse con otros y desear sus pertenencias. Pero aun más, para él no hay medida de satisfacción, pues aunque lo tuviera todo, continuaría insatisfecho. La insatisfacción consume la vida porque enferma y mata. Si quieres evitar la “Tumba de los codiciosos”, detente por un momento para reflexionar en las palabras del Señor Jesús cuando dijo “Pues donde tengan ustedes su tesoro, allí estará también su corazón” (Lucas 12:34). 3. LOS QUE PADECEN INGRATITUD.
2. LOS QUE PADECEN INSATISFACCIÓN A. Por los recuerdos del pasado. “Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde...” (v. 5, RV), “¡Cómo echamos de menos el pescado que comíamos gratis en Egipto! (NVI). Alguien ha afirmado que los hebreos ya habían salido de Egipto, pero Egipto no había salido de los hebreos. Era tan vívido su recuerdo que con tal de henchir su vientre de tan apetitosa comida no vacilarían en volver a la esclavitud. El poder del apetito revivido muchas veces puede ser tal que para satisfacerlo estamos dispuestos a malbaratar nuestros tesoros. Por cierto, ¿era verdad que no tenían alimento? Las palabras del v. 6 son dramáticas: “Pero ahora nuestro apetito se reseca, ya que no hay ante nuestros ojos más que el maná” (RVA). Lo cierto es que, al parecer, el maná tenía un sabor agradable (Números 11:7-8) y siempre fue suficiente para sus necesidades (Éxodo 16:17-18).
A. Porque crean necesidades. “...¡y no vemos nada que no sea este maná!” (16, NVI), “...ahora nos estamos muriendo de hambre,...” (DHH). Ya se ha dicho que el maná era agradable al paladar y suficiente para el pueblo. Pero no sólo eso, seguramente a causa de su origen providencial de parte de Dios, era también un alimento altamente nutritivo, diseñado especialmente para sustentar al pueblo para un tiempo y circunstancias particulares en el desierto. No obstante, los hebreos no podían disfrutar plenamente de sus beneficios a causa de su corazón endurecido para con Dios. En este punto pueden identificarse por lo menos tres síntomas de una personalidad codiciosa: primero, muere en medio de la abundancia; segundo, nunca da gracias por pensar siempre que le faltan bienes; y, tercero, se auto compadece. Además, en el diccionario del codicioso no aparece la palabra contentamiento.
“Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí; no me des pobreza ni riquezas; Manténme del pan necesario; no sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios”. (Proverbios 30:8-9)
Esta deplorable condición está muy lejos de la actitud del proverbista cuando dijo: “...no me des pobreza ni riquezas sino sólo el pan de cada día.” (Proverbios 30:8, RVA), o la del apóstol Pablo en su carta al joven Timoteo: “Es cierto que con la verdadera religión se obtienen grandes ganancias, pero sólo si uno está satisfecho con lo que tiene. Porque nada trajimos a este mundo, y nada podemos llevarnos. Así que, si tenemos ropa y comida, contentémonos con eso. Los que quieren enriquecerse caen en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos. Estos afanes insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la destrucción.” (1 Timoteo 6:6-9). La “Tumba de los codiciosos” está llena de personas que inventan necesidades. B. Porque desprecian las bendiciones de Dios. “...pues nada sino este maná ven nuestros ojos.” (v. 6, RV 60), “...y todos los días tenemos que conformarnos con este maná.” (BD). Es claro que esta expresión no son meras palabras. Más bien, reflejan una actitud despectiva e irreverente hacia el Dios que los había liberado de la esclavitud y que hasta ese momento les había sustentado sin que les faltara nada. Esta es la actitud que identifica Moisés cuando les reprende: “Y esto, por haber despreciado al Señor,…” (Números 11:20)
De lo anterior es evidente que en su ingratitud, el codicioso no respeta ni a Dios. En su relación con Dios, se siente con derechos, se acerca sólo para pedir, y, cuando sus demandas no son satisfechas a su manera, hace rabietas, increpa a Dios y da la espalda. La “Tumba de los codiciosos” está llena de malagradecidos. En tal caso, sólo el contentamiento nacido de un corazón influido por el Espíritu Santo puede ser el mejor antídoto:
CONCLUSIÓN Hoy día, la “Tumba de los codiciosos” sigue cobrando víctimas sin distingos de ningún tipo. Los que van a ella han sido infectados por la influencia del mundo, la insatisfacción y la ingratitud. Los hijos de Dios podemos estar apercibidos contra estas agudas saetas si nos proponemos desde ya ser la sal y la luz que este mundo necesita en lugar de ser receptores de su influjo. Nos es menester también adoptar el contentamiento cristiano, estando seguros de las riquezas en Dios, mismas que su palabra nos revela y promete. Finalmente, requerimos cultivar un corazón agradecido para con él en la certidumbre de que su mano no cesará de prodigarnos abundantes bendiciones como hasta ahora lo ha hecho. Esta es la clave de la felicidad.
“Sé vivir en la pobreza y sé vivir en la abundancia. En todo lugar y en todas las circunstancias, he aprendido el secreto de hacer frente tanto a la hartura como al hambre, tanto a la abundancia como a la necesidad.” Filipenses 4:12
Misael Pascual López es Licenciado en Teología con Idiomas del STBM donde también obtuvo la Maestría en Ministerios Pastorales y Consejería. Actualmente se desempeña como Decano y profesor de misma institución, y pastorea la Iglesia Cristiana Bautista “Remanente de Agua Viva” en Tlalnepantla, Edo. de México.
Contemplando la Cosecha Ricardo Gárrett Boyd
“Al ver a las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban agobiadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. La cosecha es abundante, pero son pocos los obreros -les dijo a sus discípulos-. Pídanle, por tanto, al Señor de la cosecha que envíe obreros a su campo”. Mateo 9:36-38 He encontrado a varios seguidores de Cristo que practican la obediencia a este mandato del Maestro. Algunos piden cada día; algunos, en cambio, piden en pareja. Tengo unos seis o siete años buscando una obediencia diaria en esta petición, cinco de ellos orando cada día por teléfono con una hermana. He oído testimonios de grandes bendiciones que el Señor ha mandado en respuesta a esta petición. En mi caso, las respuestas en “el campo” han sido modestas, nunca suficientes para recomendar esta petición como una clave para el éxito en el ministerio.
“Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies”. (Lucas 10:2)
La mayor respuesta ha sido en mi propio corazón. El Señor ha cultivado una cosecha de cambios en mi actitud y pensamiento. He aquí una meditación que hice en forma de oración al Señor: Obedeciendo este mandato, estoy aprendiendo a pararme a tu lado y ver la cosecha abundante. El Señor de la cosecha la ha preparado; es abundante en su propósito y su imaginación. No importa si el ojo humano la puede observar y medir o no. Por cierto observo unas señales: gente que se siente perdida; personas que buscan y se abren; personas que están aprendiendo el valor supremo de las relaciones en la vida. Cuando se ven señales, su cantidad no corresponde a la abundancia de la cosecha; la vista humana nunca capta la plenitud del propósito del Señor y de su plan. Las señales son una ayuda a la fe, pero su ausencia es una invitación a crecer en la fe. Pero la cosecha está, cuando hay señales visibles y cuando no las hay. La limitante no es una escasez en la cosecha, sino la falta de obreros. Siempre faltarán obreros, y siempre habrá necesidad de pedirle al Señor que envíe más obreros. Pidiéndote que envíes obreros, aprendo que debo servir en el campo que me has asignado con la conciencia de abundancia. Me llamas, no para pepenar donde lo que abunda es basura, sino para recoger un poco de lo mucho que hay. Me llamas a una labor de urgencia, en la cual falta empeño y tiempo pero nunca faltará dónde cosechar.
Siempre faltarán obreros, y siempre habrá necesidad de pedirle al Señor que envíe más obreros. La cosecha es tuya, Señor. Enséñame a trabajar con todo empeño, porque se trata de tu proyecto. Pero no me permitas olvidarme de que la cosecha es abundante, no por mi empeño, sino porque se trata de tu proyecto. Dame fe para visualizar aquella cosecha abundante, a pesar de que tantas veces no veo que mi esfuerzo produzca siquiera el fruto que podría considerar razonable. Permíteme servir en fe, como me estás enseñando a orar en fe. Perdona mis expectativas mezquinas y mis peticiones pequeñas. Toma mi imaginación y hazla sierva de la fe y sierva de Aquel en quien confío; capacítame para planear, orar y recoger con denuedo.
Cuando se ven señales, su cantidad no corresponde a la abundancia de la cosecha; la vista humana nunca capta la plenitud del propósito del Señor y de su plan.
Ricardo Gárrett Boyd es ex-Director del STBM. Actualmente es profesor visitante del mismo Seminario impartiendo algunas materias en los programas de Licenciatura y Maestría, y pastorea la Wheatland Baptist Church en los Estados Unidos.
XIII Congreso Nacional de Mujeres Bautistas
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