Antología Módulo I. La Intervención Psicopedagógica
Principios de la Intervención Psicopedagógica INTRODUCCIÓN Para caminar por la vida, así como para defender aquello en lo que creemos, necesitamos tener buenos principios a la base, saber qué razones guían nuestra actuación. Cuando en 1968 Miller exponía lo que consideraba «principios» de la orientación educativa, estaba más bien indicando las características o rasgos de la orientación. Sus siete principios eran: • • • • •
La orientación es para todos los alumnos. La orientación ha de dirigirse a los alumnos de todas las edades. La orientación ha de aplicarse a todos los aspectos del desarrollo del alumno. La orientación estimula el descubrimiento y desarrollo de uno mismo. La orientación ha de ser una tarea cooperativa en la que se comprometen el alumno, los padres, los profesores, el director y el orientador.
M. Luisa Sanchiz - ISBN: 978-84-691-4663-7 52 Modelos de orientación e intervención psicopedagógica - 2008/2009 - UJI
Antología Módulo I. La Intervención Psicopedagógica • La orientación ha de considerarse como una parte principal del proceso total de la educación. • La orientación ha de ser responsable ante el individuo y ante la sociedad. Muchas de estas cuestiones han sido comentadas al analizar el concepto de orientación, en búsqueda de una definición adecuada. En la exposición de este capítulo, seguiremos en líneas generales a Bisquerra (1998:41-50).
1. PRINCIPIOS Al consultar el Diccionario de la Real Academia Española, encontramos nueve acepciones diferentes del término «principio». Señalamos aquí las que mejor se relacionan con nuestros propósitos: «Base, origen, razón fundamental sobre la cual se procede discurriendo en cualquier materia.» «Punto que se considera como primero en una extensión o en una cosa.» «Causa, origen de algo.» «Cada una de las primeras proposiciones o verdades fundamentales por donde se empiezan a estudiar las ciencias o las artes.» En el campo de la orientación educativa cuando buscamos «razones fundamentales» o «bases» que den sentido a la tarea orientadora, hemos de saber establecer, con una sola palabra, cada una de dichas razones. Así, en los últimos tiempos, se han señalado distintos principios, según los diferentes autores (Repetto, 2002; Santana, 2003; Bisquerra, 1998; Martínez, 1998), si bien existen coincidencias al indicar como básicos los siguientes: • • •
Principio de prevención. Principio de desarrollo. Principio de intervención comunitaria.
Por nuestra parte, coincidimos con Rodríguez Espinar et al. (1993) y con Álvarez Rojo (1994) al incluir, además de los 3 principios citados, este otro que consideramos está a la base de los anteriores: •
Principio antropológico.
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1.1.
Principio antropológico
En este principio subyace la concepción que el profesional de la orientación se hace del ser humano. Responde a preguntas como ¿quién soy yo?, ¿qué hago aquí?, ¿qué sentido tiene mi existencia?, ¿qué tipo de persona pretendemos que llegue a ser el individuo que estamos orientando?, ¿cuáles son las características del proceso de convertirse en persona?, ¿cuáles son las competencias de la orientación en este proceso? La respuesta a estas preguntas va a ser determinante de la manera en que nos situemos ante la vida y ante nuestra profesión de orientadores. Además, va a condicionar la forma en que eduquemos y enseñemos a los estudiantes y al profesorado con respecto a su propia vida. Por ello, es importante trabajar el autoconcepto, la autoestima, la revisión del proyecto personal de vida y la búsqueda de sentido (Frankl, 2004). El principio antropológico está relacionado con el movimiento filosófico del existencialismo, el cual defiende que el ser humano es libre, a pesar de las limitaciones personales y los condicionamientos ambientales. Dicha libertad reclama, a su vez, la responsabilidad. Según Bouché, (1987), «el ser humano no es una cosa más instalada en el mundo o arrojada al mismo […] sino que es un creador de sentido, cuya libertad, en esencia, constituye, principalmente, una propiedad del acto voluntario e inteligente». Cada sujeto es responsable de su propia vida, de sus pensamientos y, con ellos, de sus emociones y conductas. Cada uno «debe esforzarse por el propio desarrollo y el de su contexto. Puesto que siempre quedarán un conjunto de realidades que no podrá cambiar, deberá aprender a manejarlas y adaptarse a ellas» (Bisquerra, 1998:44). Dice una de las frases que más nos gustan «Acepta lo irremediable, pero lucha por lo posible». El sentido antropológico nos hace tener en cuenta el «deber ser» o «llegar a ser» de todo sujeto que actualmente «es».
1.2. Principio de prevención Surgido del ámbito de la Salud Mental, el principio de prevención reclama que se intervenga antes de que se produzca el hecho conflictivo. Conlleva una actuación anticipada, en cualquier ámbito de la vida, con la finalidad de evitar que surjan problemas. En la literatura al respecto se citan tres tipos de prevención, si bien, la verdadera es aquella que se produce ante factum, es decir, antes del hecho o suceso no deseado. Estos tres tipos de prevención son: M. Luisa Sanchiz - ISBN: 978-84-691-4663-7 52 Modelos de orientación e intervención psicopedagógica - 2008/2009 - UJI
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Prevención primaria: actúa antes de que surja el problema. Prevención secundaria: actúa en cuanto aparece el problema. Prevención terciaria: actúa ofreciendo tratamiento y rehabilitación ante el problema ya desarrollado.
La auténtica prevención, la primaria, suele dirigirse a la población en su conjunto y tiene como objetivo la máxima integración ecológica entre sujeto y ambiente. Conyne (1983) la caracteriza así: Es proactiva. Se centra en poblaciones de riesgo. Reduce la incidencia de una situación. Elimina circunstancias o modifica condiciones ambientales. La intervención puede ser directa o indirecta. Estimula la fortaleza emocional para que la persona sepa afrontar situaciones que conllevan riesgo. En educación se puede llevar a cabo una importante labor preventiva, en todos los niveles, especialmente en Infantil, Primaria y Secundaria Obligatoria. Desde muy pequeños conviene formar a los niños y niñas en valores, en la distinción de lo que es adecuado o inadecuado, correcto o incorrecto, formarles igualmente en habilidades sociales: la habilidad de saber decir «no», de exponer una queja de forma adecuada, de tomar decisiones ajustadas, de rechazar situaciones injustas, de practicar hábitos saludables (tanto a nivel físico como emocional). La puesta en práctica de este principio exige estrategias de actuación encaminadas a trabajar con el grupo de alumnos y alumnas, pero también, con los familiares o tutores legales, con el profesorado y con la comunidad.
1.2.
Principio de desarrollo
Según Martínez, (1998) «el principio de Desarrollo se fundamenta en el concepto de Desarrollo; concepto éste que entiende la evolución del ser humano como un proceso de continuo crecimiento, de cambios cualitativos hasta convertirlo en un ser cada vez más complejo. Gracias a dichos cambios, la persona adquiere nuevas experiencias, las integra y amplía, posibilitando, de este modo, el desarrollo de la personalidad». No podemos olvidar que la orientación se incardina en el seno de la educación y que ésta persigue la optimización del sujeto, mediante el pleno desarrollo de todas las capacidades humanas. La tarea educativa reclama concebir a la persona como una unidad integral, que presenta en el momento actual unas capacidades, pero, que, sobretodo, puede llegar a desarrollar otras que son potenciales. Resulta sumamente enriquecedor considerar que ningún ser humano tiene límites en su desarrollo, M. Luisa Sanchiz - ISBN: 978-84-691-4663-7 52 Modelos de orientación e intervención psicopedagógica - 2008/2009 - UJI
Antología Módulo I. La Intervención Psicopedagógica que cada uno puede llegar a desarrollar capacidades que, en un principio, parecen inimaginables. Tanto para el educando, como para el educador, esta perspectiva arroja luz, esperanza e ilusión a la labor formativa. La educación es un medio para el desarrollo de los individuos y de la sociedad en su conjunto, es una palanca de progreso que debe ser activada en el seno familiar y en el escolar, principalmente. Ahora bien, en nuestros días estamos asistiendo a un cambio social importante: las familias están delegando cada vez más la tarea educadora en manos de la escuela. Diversas situaciones sociales contribuyen a que se produzca este fenómeno (incorporación masiva de la mujer al trabajo, diversidad de estructuras familiares, falta de tiempo para compartir con los hijos…). Para Gimeno (1998: 182) la modernidad educativa está ofreciendo los retos básicos del sistema educativo: • • • • •
Reproducción o transmisión de la cultura objetivada. Desarrollo y consolidación de la personalidad global dejados en manos de la escolarización. Socialización del sujeto dentro de un marco de valores de referencia, que le lleven a ser ciudadano responsable y miembro activo de la sociedad. Preparación para su participación eficiente en tareas productivas. Universalización de lo que representan estos bienes en condiciones de igualdad para todos.
Podemos observar que no se trata sólo de desarrollar a la persona como ser individual, a fin de que consiga el nivel óptimo de sus capacidades (cognitivas, afectivas, conductuales…), sino también de educarla para una participación activa en el grupo social. Individualización y socialización son dos viejos principios educativos que requieren ser trabajados conjuntamente. Cada ser humano ha de alcanzar lo mejor de sí mismo y ofrecerlo a la colectividad, a fin de mejorar, en la medida de lo posible el mundo en que vivimos; entonces podremos decir que es un sujeto «plenamente desarrollado». Marina (2004: 187) indica que el progreso de la humanidad requiere tres proyectos fundamentales: la libertad, la felicidad y la dignidad. Libertad: aunque el ser humano nace sometido a todo tipo de determinismos, ha alumbrado un proyecto de liberación, aspira a la autonomía. Felicidad: nuestra felicidad es la propia de un ser esencialmente social. «Es la armoniosa satisfacción de dos grandes motivaciones: el bienestar y la grandeza.» Dignidad: la dignidad es un concepto constituyente. «Nosotros, miembros de la especie humana, nos declaramos y reconocemos como dotados de dignidad, es M. Luisa Sanchiz - ISBN: 978-84-691-4663-7 52 Modelos de orientación e intervención psicopedagógica - 2008/2009 - UJI
Antología Módulo I. La Intervención Psicopedagógica decir, poseedores de un valor intrínseco, con independencia de nuestras capacidades, creencias e incluso comportamiento. Éste es nuestro gran proyecto, que nos introduce a todos en un sistema de creación compartida, en el que todos somos necesarios. Aparece aquí el último gran círculo de la realidad. Buscando su felicidad, el ser humano encuentra la nobleza, que acaba convirtiéndose en componente imprescindible de su felicidad».
1.4. Principio de intervención social
Los enfoques sistémico-ecológicos han puesto de manifiesto que, para que los programas de intervención resulten eficaces, es preciso tener en cuenta los contextos escolares y extraescolares en los que se desenvuelve la vida de los destinatarios de dichos rogramas. Un famoso proverbio africano reclama «Para educar a un niño hace falta la tribu entera». Por este motivo, hoy se presta gran atención a la intervención activa sobre el entorno sociocomunitario con el fin de evitar obstáculos y potenciar los factores positivos. La comunidad puede contribuir a mejorar la calidad de la educación. Para ello es preciso abrir las puertas del centro educativo y permitir que los miembros de aquella participen del proceso educativo. Consecuentemente, es necesario llevar a cabo un asesoramiento comunitario (Rodríguez Romero, 2006: 59-76): «La enseñanza del respeto, del compromiso mutuo y de la solidaridad exige que el profesorado domine modelos pedagógicos acordes con la diversidad, el aprendizaje cooperativo, el cuidado personal y el aprendizaje democrático. […] El asesoramiento comunitario podría ofrecer alternativas en los tres planos vitales en los que se extiende el aprendizaje: sentido (nos ayuda a interpretar, descodificar los mensajes de nuestra cultura), identidad (nos ayuda a configurar una imagen de nosotros/as mismos en relación con el género, la etnia, la nacionalidad, la cultura, la clase social, la orientación sexual, etc.) y posibilidad (nos ofrece una imagen de lo que podemos alcanzar en nuestro desarrollo individual y colectivamente». En el mismo sentido se pronuncian León Guerrero y López López (2006) cuando, al analizar el planteamiento de Hargreaves (2003), observan cómo éste asocia el éxito del cambio en educación a la superación de dos desafíos: profundización –que implica atender a los aspectos racionales y emocionales del cambio– y mayor amplitud –en clara alusión a la necesidad de hacerlo extensible a la comunidad. En su opinión, crear y mantener un cambio educativo positivo «exige aunar compromisos e impulsar la colaboración y las relaciones de trabajo cooperativas entre agentes, instituciones y comunidad».
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