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Nadine Rojas
Los cielos estaban cenicientos y lúgubres. Los follajes crispados y huraños. Las hojas marchitas y secas. Era una noche del solitario octubre, Del más inmemorial de los años. Fue cerca del oscuro lago de Ãuber, En la región brumosa de Weir, Junto a la ciénaga brumosa de Ãuber, En el bosque embrujado de Weir. A través de un paseo titánico de cipreses Vagaba yo en soledad con mi alma; De cipreses, con Psiquis, mi alma. Mi corazón era entonces volcánico, Como las escorias que ruedan en los rÃos, Como las lavas que ruedan intranquilas En las sulfúreas corrientes del Yaanek, En los últimos climas del polo Que gimiendo mientras bajan rodando el monte Yaanek En los reinos del polo boreal. Nuestra charla habÃa sido grave y moderada, Pero nuestros pensamientos estaban paralizados y marchitos; Nuestros recuerdos, inciertos y gastados, Pues no sabÃamos que el mes era octubre Ni advertimos la noche del año (¡Ah, noche entre todas las noches del año!) No vimos el oscuro lago de Ãuber (Aunque ya ha