LAS ENIGMร TICAS
TORTUGAS
BAULA
Freddy Pacheco, Ph.D. Catedrรกtico Universidad Nacional
Heredia, Costa Rica Marzo 2008
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LAS ENIGMÁTICAS TORTUGAS BAULA Dr. Freddy Pacheco*
Introducción
El estudio de las tortugas baula (caná en Colombia; laúd en México y otros lugares; leatherback en países de habla inglesa) siempre conduce hacia una especie de mundo misterioso. No han bastado los recursos financieros y humanos dedicados a conocerlas como para poder concluir con certeza que se han revelado sus secretos y que, a partir de ese conocimiento, se pueden emitir medidas de conservación con las cuales enfrentar las amenazas que indubitablemente las afecta.
Las baulas (Dermochelys coriacea coriacea,
Orden Testudines, Familia Dermochelyidae) son literalmente enigmáticas. Sus secretos, muy bien guardados, son parte de su extraordinario poder de supervivencia. Contemporáneas de los grandes reptiles símbolos de lo que se ha llamado “Era de los Dinosaurios”, sobrevivieron a los cataclismos que acabaron con ellos y las características diagnósticas de su especie han permanecido casi invariables desde hace unos 100 millones de años. Entre más se les estudia, se tiene la percepción que menos se conoce de ellas.
Poco se comprenden los mecanismos homeostáticos que les permiten frecuentar aguas heladas de las grandes latitudes o de grandes profundidades del mar, así como de la regulación de sus ritmos cardíacos y otros aspectos metabólicos necesarios para enfrentar exitosamente las condiciones extremas de los fondos marinos. Aunque al igual que otros reptiles, tienen un mecanismo de definición del sexo determinado por la temperatura de incubación de sus _______________________________________________________________ * Ph.D. Catedrático. Profesor de “Planes de Manejo y Estudios de Impacto Ambiental”. Escuela de Ciencias Biológicas. Universidad Nacional. Costa Rica Dirección correo electrónico: frepaleon@gmail.com Marzo, 2008
3 huevos, todavía se discute acerca de su estrategia de depositar sus huevos en lugares de las playas que, para algunos, pueden verse afectados por la humedad de las mareas altas. O acerca de las características estructurales preferidas de la arena en los sitios escogidos para excavar sus nidos, los que además se caracterizan por la presencia de un porcentaje alto de huevos infértiles, que conllevan un aparente desperdicio energético que, según los principios básicos de las teorías de la evolución orgánica, obviamente no lo es.
Pero hoy, después de unos 100 millones de años de superar retos planetarios inimaginables, el Homo sapiens, está acabando con esa especie. En agosto del 2002, un numeroso grupo de científicos y organizaciones internacionales diversas, suscribimos un “Llamado Internacional por una Moratoria en el Uso de Palangres y Redes Agalleras en el Océano Pacífico” en que se afirma que “La tortuga baula se encuentra en la cima de la lista de especies que están siendo llevadas hacia el borde de las extinción debido a los efectos de la pesca industrial global”, en vista de que “Miles de baulas del Pacífico están siendo atrapadas incidentalmente y matadas por las largas cuerdas con anzuelos y redes
que
son
lanzadas
sobre
todos
los
océanos…”
(www.una.ac.cr/campus/ediciones/otros/tortugas.pdf).
Situación global que ha repercutido en Costa Rica en virtud de que en ambos litorales del país, se encuentran reconocidos hábitats de anidación para esas y otras tortugas marinas, siendo el Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste, una de las pocas playas latinoamericanas del océano Pacífico, a la cual todavía llegan, aunque en números que vaticinan, lamentablemente, su pronta extinción (Spotila et al, 2000). De esa realidad se ha planteado como un dilema (Pacheco, 2004) cuál camino a seguir en pro de su conservación, tomando en consideración que la protección de los sitios de desove en Costa Rica, al no contar con un adecuado y enérgico complemento de protección en contra de la pesca incidental, ha tenido resultados desastrosos para la especie. De las aproximadas 1600 tortugas que anidaban en las playas del Parque Nacional citado hace tan solo 15 años, hoy raramente llega un centenar por temporada de anidación.
4 En el litoral Caribe costarricense, en un sitio frecuentado por muchas personas que no constituye un parque nacional, como es la desembocadura del río Parismina, se reciben anualmente unas 300 tortugas (La Nación, 18 de marzo del 2008), reflejo quizá de la menor intensidad pesquera en el Caribe y el océano Atlántico en regiones que guardan sus fuentes alimenticias. Situaciones como las descritas por Leslie et al. (1996) en que un 33,3% del total de nidos estudiados en 1991 fueron destruidos por perros en el Parque Nacional Tortuguero evidencian, por lo menos para el Caribe, el daño que años atrás sufrían las tortugas baula en esa importante playa, más conocida por la presencia de tortugas verde (Chelonia mydas). Superada esa situación, y disminuida considerablemente la caza de tortugas verde en la vecina Nicaragua, hoy la población se encuentra en muy buenas condiciones. En cuanto al tamaño de las poblaciones de baulas que desovan a lo largo de la costa caribeña costarricense, se le considera la segunda playa en importancia y en pocos años quizá se hablará de la costa Caribe costarricense como la más importante a nivel nacional.
En términos generales se desconocen muchas particularidades propias de las baulas. Pese a los muchos estudios, todavía se desconoce qué hacen y hacia dónde se dirigen a los pocos días de su nacimiento. El por qué de su peculiar dieta, su regulación osmótica y los mecanismos homeostáticos que les permiten frecuentar ambientes extremos en los océanos del mundo. Su capacidad adaptativa excepcional expresada en una menor fidelidad a las playas de anidación, si se les compara con otras especies de tortugas marinas. La manera en que logran determinar la adecuada relación entre machos y hembras para cada población y las consecuencias que podría estar teniendo la reproducción en viveros manejados empíricamente. Cuán longevas son y el por qué las diferencias de tamaño entre las baulas de los océanos Atlántico y Pacífico. El por qué algunos machos acompañan a las hembras hasta las regiones en que se encuentran los sitios de anidación, si se ha logrado determinar que prácticamente llegan a ellos muchos días después de haber sido fecundadas.
5 En fin, los enigmas de las baulas son muchos y los esfuerzos por escudriñar en su historia natural siguen siendo escasos. Por ello hemos querido revisar cuidadosamente
decenas
de
publicaciones
en
que
se
describen
investigaciones realizadas en el Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste, Costa Rica, principalmente por estudiantes y académicos extranjeros, en que se destaca la participación del doctor James R. Spotila, presidente de The Leatherback Trust. Revisión que se hace con el objetivo de dar a conocer, más ampliamente, algunas especificidades que podrían ayudar a la toma de decisiones nacionales relacionadas con el futuro de las poblaciones de baulas en el parque nacional, el área terrestre vecina y el resto del litoral latinoamericano.
Revisión que se hace también para satisfacer curiosidades académicas de un biólogo vinculado indirectamente y por varios años, en la toma de decisiones relacionadas con uno de los parques nacionales que las protege en la vertiente del Pacífico costarricense donde, precisamente, personas que las dicen proteger han promovido campañas de desinformación que hoy tienen al Gobierno de la República ante un dilema a resolver, tal y como fue expresado en una publicación anterior de este autor (Pacheco, 2004). Debido a que del plano científico el tema ha trascendido a la opinión pública, sin que los habitantes cuenten con información fidedigna basada en fuentes caracterizadas por la rigurosidad científica formal, se ha acogido esta tarea como una colaboración
en la labor de enfrentar esa desinformación.
Y se hace
asimismo, para responder expresiones descalificadotas de parte de los que, fieles a intereses no confesos, se manifiestan abierta o veladamente en contra de un instrumento reglamentario emitido por un gobierno local, que tiene en su jurisdicción política y geográfica la responsabilidad de promover el desarrollo sostenible de su comunidad.
6 Información inadecuada
En primera instancia, creemos que inadecuada, es la palabra que mejor define la calidad de información que brindan las observaciones que se difunden en la literatura relacionada con los factores que afectan las poblaciones de tortugas marinas que desovan en playas costarricenses y otros países. Sin embargo, aunque esa información es inadecuada se promueven acciones relacionadas con el estado de sus poblaciones que, por su trascendencia, deberían sustentarse en documentación científica calificada.
El Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste, que protege las playas de anidación y eclosión de una importante población de tortugas baula del océano Pacífico, y que forma parte del Sistema Nacional de Áreas de Conservación
-Sinac- del Ministerio del Ambiente y Energía, ha estado,
prácticamente desde su creación, sometido a la influencia de un grupo de investigadores estadounidenses que no solo ha contado con este “laboratorio natural” casi a su exclusiva disposición, sino que ha inducido a autoridades del Ministerio citado a tomar decisiones que han comprometido la independencia del ente gubernamental y provocado conflictos con autoridades locales, vecinos del lugar y académicos costarricenses, entre otros.
En documentos de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), como por ejemplo el titulado “A marine turtle conservation strategy and action plan for the western Indian Ocean”, se destaca precisamente esa falta de rigurosidad científica que caracteriza la información recabada en playas ribereñas del océano Indico receptoras de tortugas marinas: datos incompletos sobre la biología de las poblaciones, sobre las condiciones de los hábitats migratorios, de alimentación y anidación, sobre la supervivencia de las crías, sobre los efectos de las pesquerías en altamar, etcétera. Situación que se podría aplicar casi al pie de la letra a la situación costarricense donde no existe un solo estudio, ni siquiera preliminar, del efecto de las pesquerías sobre las poblaciones que desovan (cada vez en menor número) en Playa Grande,
7 principal playa del Parque Nacional Marino. Omisión que dificulta casi hasta lo imposible, un estudio de población en que se quisiere evaluar, por ejemplo, el efecto de la temperatura ambiental sobre los nacimientos y el tamaño de las poblaciones a través de los años. Imposible y carente de rigurosidad científica en vista de que lo que sí se conoce desde hace casi dos décadas, es el efecto de la pesca incidental sobre esas y otras poblaciones, por lo que no es científicamente válido, inferir conclusiones acerca del efecto de un factor específico sobre una población estudiada, si se desdeña la más importante y determinante variable: la muerte por pesca incidental.
Si en poblaciones como las que llegan al Parque Nacional Marino se ha eliminado por completo la extracción ilegal de los huevos, se protege eficientemente el desarrollo de los mismos en la playa y en vivero, y las baulas adultas no son amenazadas por su carne, debería darse una situación en la cual su población no debería estar enfrentando la dramática caída que la amenaza hasta su dolorosa extinción. Pero, reiteramos, al no tomarse en cuenta el factor pesca incidental y despreocuparse por luchar en pro de su conservación en sus rutas de migración y lugares de alimentación, aunque se mantenga la protección que se les brinda en su hábitat de anidación, seguiremos siendo testigos de la caída en el número de baulas que año con año llegan al Parque. Del 1 de octubre del 2007 al 31 de enero del 2008, habían llegado 75 individuos… En los años en que se estableció el Parque a inicios de la década del ‘90, llegaban unas 200 por noche. Disminución que no se podría atribuir al efecto de unas pocas luces situadas a decenas de metros de distancia del sitio de anidación, y que, por las mismas razones, no se podría atribuir a algún otro factor -¡no identificado!- como por ejemplo, proveniente de la región central de Playa Grande carente de infraestructura alguna.
8 Las causas de la mortalidad
Como señalan los autores Mortimer, Donnelly y Plotkin (2000) es imperativo identificar las causas de la mortalidad, para cuantificarlas y mitigarlas. Según Spotila et al (1996) la disminución observada en las poblaciones de baulas del Pacífico obedecía al efecto a la extracción de los huevos y la pesca incidental. En ningún momento se refiere a otro factor, como sería por ejemplo, el efecto de luces o ruidos cercanos a sus sitios de anidación. Observación que se repite, múltiples veces, en estudios de éste y otros autores.
Mortimer et al. (2000) enumeran otras causas de la desaparición de las tortugas marinas, como serían, la acción de animales (perros, cerdos, gatos, zorros…), lesiones provocadas por embarcaciones, operaciones de dragado, ingestión de plásticos y otros materiales no biodegradables, contaminantes líquidos, explosiones submarinas e incluso, viveros mal diseñados. Señalan asimismo que la presencia de luces artificiales de alta intensidad, principalmente de baja longitud de onda (ultravioleta, violeta, azul y verde) podrían desorientar a los neonatos en su camino al mar y desestimular el desove de las adultas.
Situación que dichosamente no se presenta en el
Parque Nacional Marino Las Baulas, aunque sí se evidencia en la parte sur de Playa Grande debido a la cercanía de las construcciones del poblado vecino de Tamarindo, sede de un desarrollo urbano sin carente de regulaciones ambientales.
En un estudio reciente de los autores Piedra et al. (2007) que tiene como primer autor al director actual del Parque Nacional, Rotney Piedra, al referirse a las causas de la acelerada desaparición de las baulas en Costa Rica y el resto del océano Pacífico reportadas por Spotila et al. (1996), se señala que tal “situación fue vinculada a la extracción intensa de huevos, la captura incidental de adultos por parte de pescadores y a la muerte de tortugas adultas en playas de anidación”, para lo cual citan a Pritchard 1982 y Spotila et al.(2000), sin hacerse mención alguna a la posibilidad del efecto de luces o algún otro factor
9 diferente a los anotados. En sus conclusiones, se manifiestan en contra de un “desarrollo sin control de la playa”, lo que afortunadamente no constituye una amenaza más para las baulas del Parque Nacional Marino Las Baulas, en vista de las medidas tomadas por el gobierno local para los lugares vecinos al área de conservación.
En publicación del gobierno de los Estados Unidos de América (National Marine Fisheries Service y U.S. Fish and Wildlife Service) sobre la situación de las tortugas marinas en peligro de extinción (Plotkin, 1995) ya se hablaba de la disminución en el número de individuos de diversas poblaciones y de las posibles causas, como por ejemplo el fenómeno oceanográfico de El Niño, extracción de huevos y pesca incidental. En relación a las playas de anidación, se cita que se ha dado una degradación de las mismas, particularmente por desarrollos de alta densidad, luces dirigidas hacia la playa, limpieza mecánica de playas, extracción de arena, uso recreativo sin control, tráfico vehicular, basura y remoción de vegetación estabilizadora. En cuanto a contaminantes provenientes de industrias, como efluentes, petróleo y pesticidas, se indica que todavía tenían que ser determinados pues la información era insuficiente. Para ciertos lugares, se menciona la presencia de sombrillas de playa, redes de volleyball, fogatas, música estridente, licor y uso de drogas. En síntesis, un gran número de posibles causas que pudieran afectar las poblaciones de baulas que, para satisfacción de los costarricenses, son inexistentes en el Parque Nacional Marino.
Spotila y Paladino en “Biodiversity Conservation in Costa Rica” (2004) en apartado titulado “Parque Marino Las Baulas”, dicen referirse a las “lecciones de conservación” que les dejara el Parque Nacional. Los autores (del The Leatherback Trust o Fideicomiso Baulas) señalan que “las tortugas baula están declinando en su número a una tasa catastrófica en el océano Pacífico, por lo que de continuar esa tendencia, desaparecerán de esta agua dentro de los siguientes pocos años (Spotila et al. 1996, 2000). La disminución se debe primeramente a la pesca incidental de tortugas en palangres, redes agalleras y pesquerías de arrastre. La extracción de huevos en las playas de anidación y
10 alguna mortalidad de adultos en las playas y en el mar por personas de la localidad, sea para aceites alimenticios o medicinales y ungüentos, también tiene un impacto”. En el artículo, en referencia a las causas que “también tienen un impacto” ha de aclararse que ni en términos cualitativos (y menos cuantitativos) se presentan resultados o referencias que sustenten dicha conclusión. Asimismo, se reitera que, como en muchos otros casos, no se sustenta con rigurosidad científica (en este caso ni se menciona) el efecto alegado en otras instancias, que hubiere tenido el desarrollo urbano o el efecto de ciertas luces sobre las poblaciones de tortugas baula en una o varias playas estudiadas con esos fines.
Sucede también en el Parque Nacional Santa Rosa
En anotaciones e informaciones de análisis de campo realizadas por investigadores trabajando al lado de James Spotila (Drake et al., 2003) en Playa Naranjo, al norte de Playa Grande (Parque Nacional Santa Rosa) donde no se existen posibles efectos antropogénicos derivados por desarrollos urbanos o de cualquier otro tipo, los autores destacan que para la temporada de desove ’98 – ’99 encontraron muchos menos nidos que los reportados en estudios hechos entre los años ’70, ’80 y ’90, destacando que para las tortugas baula en particular, había disminuido significativamente después de la temporada ’90 – ’91. De 312 baulas reportadas en la temporada ’83 – ’84 y de 466 reportadas para el período ’89 – ’90, los autores del estudio citado solo pudieron documentar 48 baulas, lo cual nos da una disminución del 89,7 % en tan solo cinco años para la segunda playa en importancia del litoral Pacífico costarricense.
Playa que al ser parte también de un parque nacional muestra un comportamiento similar a las playas del Parque Marino Las Baulas, en cuanto al significativamente menor número de hembras anidando, pese a que se cita un estudio de los años ’70 (Cornelius, 1976) que les permite concluir que las características de Playa Naranjo y la composición vegetal no mostraban
11 cambios con relación a los descritos por el autor citado. Aunque los autores citan la acción de predadora de coyotes, se puede inferir que la causa de tan dramática caída en el tamaño de la población de baulas en el sitio habría que buscarla en otro lado, como por ejemplo, en la documentada matanza que se realiza en las zonas de pesca del océano Pacífico, cerca de Chile y Perú, muy lejos de las áreas de anidación protegidos.
La necesidad de mayor información para estimar poblaciones
El problema irresoluto de tratar de determinar inequívocamente el efecto de la pesca incidental sobre las poblaciones de tortugas baula, se explica en la imposibilidad de estudiar el comportamiento de los juveniles, de los machos e incluso, el comportamiento de las hembras antes de que alcancen la madurez sexual, como sí ha sido posible hacerlo parcialmente con otras especies de tortugas marinas.
Las baulas muy raramente se reúnen en áreas de alimentación ya que generalmente se movilizan ampliamente a través de los océanos en busca de su alimento, compuesto principalmente por medusas, ctenóforos y otro plancton gelatinoso (Boulon et al., 1988). Ante esta limitante, no queda más que inferir resultados a partir de la observación de las hembras en las playas de anidación, tal y como lo hemos leído recientemente en una tesis de posgrado en preparación donde se pretende estimar la disminución de las poblaciones en el Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste, correlacionando los datos numéricos con datos de temperatura en la playa. Estimación que cuestionablemente deja de lado la causa más probable de su caída exponencial, o sea, lo que inobjetablemente está sucediendo en las pesquerías en altamar.
Un factor adicional que obstaculiza las estimaciones del tamaño de las poblaciones que anidan en el Parque, es el hecho de que aunque de 1993 al
12 2000 se marcaron 1349 tortugas baula, solo 207 (un 15,3%) regresaron a desovar en una temporada posterior, a intervalos de 1,7 años a 3,7 años. En forma similar a lo observado en Playa Naranjo en el Parque Nacional Santa Rosa, se presentó una sensible caída en el número de hembras que llegan a Playa Grande. De las 1367 tortugas que anidaron en la temporada ’88 – ’89, solo 231 llegaron una década después en la temporada ’99 – 2000 (una caída del 83%) evidencia de una alta mortalidad en adultos (Reina et al., 2002).
Fidelidad a las playas
Un alto porcentaje (de hasta un 43,4%) de las tortugas marcadas en Playa Grande (3,6 km) en las tres temporadas de ’96 – ‘97 a ’98 – ‘99 respectivamente, desovaron en las playas Ventanas (1 km) y Langosta (1,3 km) del mismo Parque Nacional Marino. Evidencia preliminar de una relativa baja fidelidad de las mismas hacia las playas de anidación, si se les compara con otras especies de tortugas marinas. Comportamiento que posiblemente les ha permitido a través del tiempo aumentar las probabilidades de supervivencia de los neonatos en caso de que el hábitat de anidación experimente algún efecto adverso que pudiere poner en riesgo a la especie. Sin embargo, frente a lo que se considera como usuales movimientos de las baulas entre las playas Langosta y Grande, Nordmoe et al. (2004) sostienen la hipótesis de que las baulas sí guardan fidelidad hacia los sitios en que hubieren desovado anteriormente,
justificando
sus
resultados
divergentes
en
el
uso
de
procedimientos de estudio diferentes a los usados en otras investigaciones.
Aunque en Costa Rica se ha determinado un pequeño porcentaje de baulas anidando indistintamente en Playa Langosta y Playa Grande, el caso reportado por Reichart y Fretey (1993) es especialmente interesante. Ante el deterioro natural de las playas de anidación en Guyana Francesa, la gran colonia de ese lugar se ha derramado sobre Surinam, dicen los autores citados. Así, de un poco menos de 100 nidos localizados en 1967, su número anual aumentó a 5565 una década después y a 9816 hacia 1987.
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La pesca incidental y la alta mortalidad de adultos
Más allá de las estimaciones de población y sus limitaciones, Spotila et al. (2000) calcularon una tasa anual promedio de mortalidad cercana al 35% para las baulas que anidan en Playa Grande, concluyendo que ciertas técnicas de la industria pesquera en el océano Pacífico eran la causa de tal insostenible mortalidad. Aún con una mortalidad del 25%, estimada posteriormente, se predice la extinción de esta población particular en un futuro cercano. Para efectos comparativos, se estima que una mortalidad del 4 al 10% refleja una situación estable para una población como la que anida en la isla caribeña de Saint Croix, US Virgen Island, (Dutton et al., 1999) lo que reafirma el carácter crítico de las poblaciones que desovan en las playas de los parques nacionales Santa Rosa y Marino Las Baulas.
El artículo de Spotila et al. (2000) citado antes vaticina que la recuperación de la población no podría lograrse por medio de la producción en viveros, como se hace en Playa Grande. La alta mortalidad que sufren los neonatos de tortugas marinas desde el mismo momento en que abandonan sus nidos nos hace presumir que como técnica de conservación ésta es muy limitada.
Peces,
pájaros fragata (Fregata magnificens) son predadores muy efectivos hasta unos 4 km mar adentro, siendo más exitosos en su caza cuando la salida de los neonatos se produce cerca del amanecer. Se ha calculado que más de un 75% de los neonatos mueren en su primer día de vida (Spotila et al.,1996). Es preocupante (aunque posible) entonces el que se estime que de cada mil tortugas nacidas quizá solo una sola llegue a su edad reproductiva, cuando en ciertos años se ha anunciado que el número de neonatos liberados de un vivero en Playa Grande no llega al millar por temporada de desove.
Santidrián et al. (2007) informan que de una “producción” de neonatos en la playa igual a 153.547 individuos en la temporada ’92 – ’93, el número disminuyó a 15.374 individuos en la temporada 2002 – 2003. Pese a que los
14 autores señalan la cifra de la temporada ’92 – ’93 como máxima para efectos de su estudio, los datos aportados ilustran una severa disminución, aún comparándolos con cifras como las obtenidas en la temporada ’89 – ’90 correspondientes a 30.180.
Aunque se destaca una cantidad de neonatos
significativamente mayor por tortuga (que podría ser parte de una estrategia de supervivencia de la especie ante una caída en su población) se evidencia una disminución altamente significativa en el número de nacimientos lo que, consecuentemente, augura un futuro nada halagüeño para la población que llega a Playa Grande y las otras playas del Parque Nacional Marino.
Aun está sujeto a discusión la conveniencia o no de manipular sin los controles debidos la mayoría de los huevos depositados en áreas de la playa de la zona intercotidal que se verían “afectadas” por las mareas altas. Es obvio que tales acciones no toman en cuenta la plasticidad genética de la especie y sus estrategias de supervivencia en diferentes ambientes. Si solo se considerara que han logrado sobrevivir por unos 100 millones de años, mientras otros reptiles de mayor tamaño e importancia relativa llegaron a extinguirse, tal manipulación debería ser sujeto de discusión. Y si además se conoce que la temperatura pivotal cercana a los 29,4 ºC (cuando se presenta una relación de 1 a 1 entre los sexos) es la que determina el sexo en los neonatos, no pueden soslayarse las consecuencias que podría estar provocando el traslado de los huevos de una zona donde quizá, por efecto intermitente de las mareas, su desarrollo se daría a temperaturas menores aptas para el nacimiento de los machos.
Este aspecto, sumado a que los únicos criterios para llevar los huevos a otro lugar de la playa alejado de la marea alta, tienen que ver con la intención de evitar la muerte de embriones a consecuencia de la humedad, enfrenta cuestionamientos en la comunidad científica, pues podría estarse creando un factor a favor de una “producción” de neonatos 100% hembras, como resultara con el muy criticado estudio en que después de manipular unos 400 huevos para eventualmente matar a los neonatos decapitándolos para extraer sus
15 gónadas y así determinar los porcentajes de machos y hembras… el 100% eran hembras (Spotila et al., 1987). La selección de los sitios de desove
Porque la selección de los sitios de desove determina el éxito reproductivo de la especie Dermochelys coriacea y otras tortugas marinas, al ser a su vez determinante en el sexo de los neonatos y su probabilidad de supervivencia, es criticable que este aspecto haya sido incomprensiblemente soslayado por las autoridades administrativas del Parque Nacional. Y ello, pese a que se ha determinado que las baulas de Playa Grande muestran una fuerte preferencia (92,2%) por zonas arenosas más allá del límite promedio de la marea alta (Nordmoe et al., 2004) y donde la playa que no es usualmente bañada por la marea alta, es relativamente más ancha y más homogénea, como en la parte central y central-sur de la playa, entre los puntos 1,7 km y 2,6 km, aproximadamente, medidos a partir del extremo norte y rocoso de la playa.
Los autores describen asimismo la presencia de características topográficas hacia los kilómetros 1,5 y 1,6 donde se presenta una depresión a través de la cual fluyen aguas pluviales provenientes de la vegetación en la época lluviosa, por lo que los resultados sugieren que muchas de las tortugas evaden anidar en esta parte de la playa en vista de que allí es mayor el efecto de las mareas altas. Así mismo, el estudio señala que en ciertos años el ancho de la berma hacia el norte del punto 1,6 km mostraba reducciones producto de tormentas que resultaron en menor número de nidos. Esto les permite concluir que las tortugas baula tienen la capacidad de distinguir sitios con características topográficas inadecuadas (por efecto de las lluvias, por ejemplo) que las inducen a no desovar en esas partes de la playa. Diferente a lo que se observa en relación con el límite superior de la marea alta, específicamente en las partes más anchas de la playa, propias del área central y sur de Playa Grande, donde son menos evidentes los efectos de la precipitación durante la época lluviosa. Según los autores, independientemente a los factores geográficos, un factor importante en la determinación el sitio de anidación individual lo
16 constituye la proximidad a la ubicación de nidos previos.
Hipótesis que,
reconocen, todavía espera demostrar su validez, pues no se sabe si se trata de la influencia de factores ambientales externos, como corrientes marinas y variaciones en la temperatura, o si más bien se trata de factores fisiológicos internos. No se cita siquiera el efecto que pudiere tener el desarrollo urbano limitado existente en las parte norte y sur más allá del área de playa.
Las que regresan a anidar
Un estudio más reciente (Santidrián et al., 2007) indica que de 1719 baulas marcadas en el Parque Nacional Marino Las Baulas, solo regresaron a anidar nuevamente 448. Al determinar intervalos de re-emigración en 3,7 ± 1,4 años, pudieron concluir que de un 60% a un 79% de las tortugas identificadas que partieron de Playa Grande… jamás regresaron. Datos que confirman lo expresado por otros autores citados en el sentido de que la causa de la casi inminente extinción de las baulas del océano Pacífico en general, y de las que desovan en playas costarricenses de ese litoral (como en Playa Naranjo del Parque Nacional Santa Rosa y Playa Grande más al sur) habría que buscarla en las pesquerías que tienen lugar en sitios muy alejados de Costa Rica. Este estudio encabezado por el Dr. James Spotila y en el que participara también el director del Parque Las Baulas, entre otros, es especial por su actualidad y porque como dicen los autores, se trata de una descripción que se hace “por primera vez, de la población que anida en el Parque Nacional Marino Las Baulas, en forma integral”.
Una tasa de mortalidad insostenible
Aunque se discute acerca de si la mortalidad anual en adultos es de un 28% o un 22% (dependiendo de los autores y los años evaluados) y del efecto de los fenómenos oceanográficos de El Niño o La Niña, existe consenso en que la población de baulas en Playa Grande está enfrentando una mortalidad
17 insostenible en adultos, en términos de su supervivencia. En el estudio del 2007, Spotila y coautores vaticinan, a partir de la determinación de otros autores que estiman que de 554 neonatos uno alcanzaría la madurez sexual (se dice que a los 9 años) que la “producción” en Playa Grande entre octubre 1991 y febrero 1995 se debería haber reflejado en 794 nuevas hembras anidando en Playa Grande de octubre 2000 a febrero 2004.
A partir de
cálculos similares, en que se varían los años necesarios para alcanzar la madurez sexual (10 y 11 años) y confrontadas las estimaciones con los números reales de tortugas para ese período de años, concluyen que el número de nuevos reclutas (“primerizas”) era cercano a la mitad de las cifras esperadas, “lo que sugiere que las tasas de mortalidad en el océano antes de la madurez sexual son el doble comparadas a las exhibidas por una población estable”. Y se agrega: “esta primera aproximación al reclutamiento esperado en la población anidante es menor que el esperado, a pesar de los esfuerzos de conservación en la playa. Estas conclusiones ponen mayor énfasis sobre las consideraciones relacionadas con el impacto de la pesca sobre las poblaciones de baulas del Pacífico.” (Santidrián et al., 2007).
Según Spotila y Paladino (2004) la mortalidad anual promedio en el mar para las baulas es de un 28%, por lo que llaman la atención en el sentido de que organismos marinos longevos como estas tortugas no pueden soportar mortalidades semejantes. Y agregan: “Las vidas cortas de las baulas que observamos hoy en Las Baulas –el Parque- no son normales y reflejan una intensa presión pesquera sobre ellas. Miles de baulas murieron cada año en palangres y redes agalleras en los ‘80s y ‘90s.”
Otros factores naturales adversos
Un aspecto importante tomado en consideración por lo autores de este estudio del 2007 es el referente a las mayores posibilidades de que ciertas áreas de Playa Grande se vean inundadas por ciertas mareas altas de la región, como sucediera en la temporada ’88 – ’89 en las zonas norte y sur de la playa, según
18 informe de Nordmore, Spotila y otros (2004) en un trabajo sobre la fidelidad de las baulas a las playas de desove.
Sumada a la presencia de materiales
rocosos en la parte norte de la playa que obstaculizan el desove de las tortugas y que dificultan en alto grado su uso, éste constituye otro factor a tomar en cuenta para comprender mejor el por qué, como sucede en otras playas, la mayoría de las hembras han seleccionado en el pasado y seleccionan en el presente, anidar preferentemente en la parte central de la playa, por lo que no se podría concluir, a partir de información científica inexistente, que el hecho de que la región central de Playa Grande muestre una relativamente mayor presencia de nidos, se deba a factores adversos de carácter antropogénico presentes en las secciones norte y sur de la playa.
El gasto energético de las migraciones
En publicación de Price et al. (2006) en que se cita el período de reemigraciones a la misma playa como de 2 a 7 años, después de un desove específico, se considera como referencia un estudio anterior (Congdon et al., 2001) que señala que dichas variaciones podrían tener relación con la inversión energética dedicada al crecimiento del individuo. Asimismo, se cita a Bull & Shine (1979) para quienes tales periodos de reemigración podrían más bien estar relacionado con la localización de fuentes alimenticias (energéticas) más eficientes,
necesarias
para
enfrentar
eventualmente
una
temporada
reproductiva de mayor fecundidad. En otras palabras, en vista de que las baulas tienen que movilizarse grandes distancias para completar su ciclo reproductivo, se estimaba que era más conveniente para ellas almacenar por más tiempo los recursos energéticos, reemigrar con menor frecuencia y producir más huevos durante la temporada de desove. Sin embargo, a la hora de demostrar la hipótesis en el estudio realizado en Playa Grande, no fue posible encontrar una correlación que la confirmara, por lo que se mantiene el enigma del por qué se dan tan variados intervalos de reemigración en las baulas que desovan en esta playa del océano Pacífico costarricense.
19 En el artículo de Price et al. (2006) se especula acerca de los cambios que muestran poblaciones de atún barrilete, que junto al atún aleta amarilla, representa el recurso natural vivo más importante de Costa Rica en el océano Pacífico, desde los puntos de vista comercial y biológico. Para ello se cita a Lehody et al. (1998) quien estudio la posible vinculación del estado de dichas poblaciones con los cambios en las corrientes asociados con el fenómeno oceanográfico El Niño. Planteándose comparativamente la hipótesis de que quizá exista relación entre los períodos de reemigración y la distancia recorrida en las migraciones entre las áreas de alimentación y las playas de desove, partiendo del supuesto que entre mayor sea la distancia a recorrer mayor sería también la energía proveniente de la alimentación, por lo cual los períodos de reemigración serían a su vez mayores.
Igualmente, Saba et al. (2007) discuten acerca de las necesidades energéticas para la formación de los huevos fértiles (con vitelo) los que han de estar bien formados antes de llegar a los sitios de apareamiento cercanos a las playas de anidación. Los autores, entre los que sobresalen investigadores asociados al The Leatherback Trust (Spotila, Paladino, Reina…) destacan que la “Pesca incidental provocada por las pesquería con redes agalleras se cree que constituyen la mayor influencia antropogénica sobre la supervivencia de las tortugas baula del Pacífico oriental (Kaplan 2005); sin embargo, el efecto escolástico del ambiente sobre esta población todavía tiene que ser descrito.” Así, se correlaciona, en términos teóricos, la extrema sensibilidad hacia el ambiente marino que exhiben los organismo gelatinosos que sirven de alimento a las baulas, según planteado antes por otros autores (Graham et al., 2001, Mills, 2001).
Lo anterior como un esfuerzo para poder acercarse a la
formulación de modelos que permitan eventualmente predecir el número de hembras reemigrantes en futuras temporadas de anidación. En vista de la insuficiencia de datos ellos sugieren estudios posteriores.
Siguiendo la línea de investigación relacionada con el efecto de los recursos alimenticios y la disponibilidad energética sobre las baulas del océano Pacífico Oriental, Wallace et al. (2006) concluyen que la escasez de fuentes alimenticias
20 podría alargar los intervalos de reemigración si se les compara con el comportamiento exhibido por baulas del Atlántico Norte, lo que tendría como consecuencia un menor éxito reproductivo en las baulas del Pacífico Oriental. Además, advierten que tal situación las expondría a mayores peligros de muerte provocada por la pesca en la región. Exponen así la hipótesis de que la presencia de El Niño podría estar exacerbando el efecto de la alta mortalidad asociada a la pesca incidental, por lo que destacan la importancia de que se tome en consideración el permitir poca o ninguna mortalidad de baulas adultas del océano Pacífico “si se pudiere tener alguna esperanza razonable para la recuperación de esta población”. Así, concluyen que la pesca incidental representa la más severa amenaza para la supervivencia de las baulas del océano Pacífico Oriental, al tiempo que los efectos de El Niño han de considerarse
a la hora de determinar estrategias de conservación que
posibiliten salvar a las baulas de su extinción.
Los autores Wallace et al., (2006) hacen un aporte interesante al considerar a las baulas como indicadores oceanográficos, según sus fuentes de alimentos y su influencia sobre consumidores de niveles tróficos superiores, donde juega un papel significativo el efecto del fenómeno oceanográfico El Niño como factor de influencia sobre la productividad primaria y el desplazamiento de predadores hacia hábitats de mayor productividad. Fenómeno que a su vez podría reflejarse en cambios en el número de tortugas anidantes en Costa Rica y que requeriría de ulteriores investigaciones.
Secretos bioenergéticos de las baulas
Por su parte, Wallace et al. (2005) le prestan especial atención a los aspectos fisiológicos, ambientales y de historia natural relacionados con la actividad y aspectos bioenergéticos de las tortugas marinas. Para ello, se describe el comportamiento de las baulas durante los períodos de inmersión y los cambios metabólicos asociados a ellos. Para el caso de las baulas que anidan en Costa Rica, se reportan menores períodos de inmersión (de 7 a 8 minutos a
21 profundidades de 15 a 19 m) que las reportadas para las baulas del Caribe cerca de la isla de Saint Croix y las baulas del sur del Mar de la China. Diferencias que podrían atribuirse a la profundidad menor de la plataforma continental costarricense (según Morreale, 1999; Southwood et al., 1999) cercana al Parque Nacional Marino.
Coinciden los autores citados que para un desove exitoso de las baulas, antes habrán de alimentarse suficientemente para así acumular la energía necesaria para la construcción de los nidos, la producción de huevos y su propia supervivencia en el mar durante los períodos de desove. De esos componentes, dice Wallace et al. (2005) solo el gasto energético durante los períodos que separan las anidaciones sucesivas pueden considerarse flexibles, en vista de que la construcción de nidos y la producción de huevos conlleva una disminución en el éxito reproductivo. Por otro lado, Crim et al. (2002) demostraron que no se producen apareamientos durante los períodos en que se dan las anidaciones sucesivas, lo que reafirma la hipótesis de que las hembras guardan el esperma de un macho en su sistema reproductor para las subsiguientes fecundaciones; adaptación que les permite asegurar la fertilización de sus huevos aún ante la imposibilidad de encontrar machos después de cada desove.
Siempre en relación con estudios sobre los mecanismos reproductivos y factores que podría estar afectando los mismos, Wallace et al. (2003) estudiaron la alta mortalidad que presentan los embriones de baulas, vinculándola principalmente con la temperatura de los nidos, tanto por efecto del ambiente como por la actividad metabólica de los mismos. Además le prestaron atención a las concentraciones de oxígeno a disposición de los embriones, el efecto de la posición de los huevos en el nido y el tamaño y tipo de arena. Otros estudios se relacionan con los mecanismos de respiración en neonatos y sus respuestas a diferentes tratamientos, concluyéndose que son similares a los que presentan las tortugas adultas (Price et al., 2007) adaptadas a relativamente largos períodos de apnea adecuados a los correspondientes períodos que pasan sumergidas.
22
Otros estudios, menos atractivos para este autor, se plantearon en el campo de la microscopía electrónica, específicamente en relación con la epífisis humeral de neonatos. Para ello fueron trasladados huevos del Parque Nacional Tortuguero a la Universidad de Drexel (Filadelfia, EUA) donde fueron incubados para luego enviar los neonatos a la Universidad del Sur de la Florida (Tampa, EUA) donde fueron sacrificados (Rhodin, Rhodin y Spotila, 1996). Los autores concluyen que las baulas presentan especializaciones anatómicas y fisiológicas que les permiten enfrentar un rápido crecimiento de su cuerpo, por lo que, como aporte a desentrañar los secretos de las mismas, es muy limitado.
Desoves múltiples e intervalos observados
Rostal et al. (1996) reiteran la observación de que las baulas desovan hasta 10 veces en una misma temporada, que muestran el intervalo más corto comparado con otras tortugas marinas con un promedio de 9 a 10 días y que producen menos huevos por desove que los que se esperarían según su tamaño relativamente mayor (Tucker y Frazer, 1991). Además se refieren al hecho especial de producir numerosos huevos sin yema en cada anidada, sobre lo cual hacen comentarios y plantean hipótesis acerca del por qué esa particularidad, sin lograr demostrar las mismas ni proponer estudios para ello. Siempre en el ámbito de los interesantes aspectos enigmáticos propios de esta singular especie, se refieren al hecho de que se encuentran entre el grupo de reptiles de mayor longevidad, con adultos con pesos que van desde los 250 a los 900 kilogramos, pelágicos y de tan amplia distribución que se les encuentra a latitudes mayores que cualquier otro reptil en aguas con temperaturas que van de los 0 C a los 30 C, y otros aspectos fisiológicos únicos (Goff y Lien, 1988).
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Estudios de interés estrictamente académico
Otro ejemplo del carácter un tanto sofisticado de estudios estrictamente académicos que se han hecho y se hacen sobre las baulas en Playa Grande, fue el experimento sobre las regulaciones fisiológicas relacionadas con el control del balance de la sal y el agua en neonatos de baulas. Aparte del hecho deplorable de que se sacrificaran unos individuos, congelándolas hasta morir, para ver (infructuosamente) posibles cambios anatómicos en sus glándulas de sal después de los diversos tratamientos con adrenalina, metacolina y soluciones salinas (Reina, Jones y Spotila, 2002), el experimento demostró la alta capacidad de la especie para tolerar cambios significativos en la composición iónica interna. Resultado esperable en un reptil marino.
Drake y Spotila (2002) estudiaron a su vez la correlación entre la temperatura de la arena y la emergencia de los neonatos de baula, concluyendo que temperaturas superiores a los 37,5 °C tienen un efecto negativo sobre la sobrevivencia de los mismos, lo que eventualmente, podría reflejarse en el ciclo de vida de los individuos de Dermochelys coriacea. Situación que difícilmente se presenta en condiciones normales en vista de que los neonatos salen de sus nidos en horas de la noche o la madrugada cuando la temperatura de la playa está muy por debajo de la anotada.
El estudio de los cambios exhibidos por los niveles de esteroides durante los ciclos reproductivos de tortugas baula anidantes en Playa Grande (Rostal et al., 2001) mediante muestras de sangre tomadas en dos temporadas consecutivas (1996-1997 y 1997-1998) permitieron concluir que posiblemente las hembras terminan su vitelogénesis antes de iniciar su desove, predominantemente entre los meses de noviembre y enero del siguiente año. Como en otros análisis, no fue posible resolver el enigma de los huevos sin yema que las baulas producen y depositan en sus nidos.
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Las baulas, la temperatura y otras condiciones locales
Bilinski et al. (2001) pudieron comprobar en huevos incubados en condiciones controladas de laboratorio, que el efecto de la temperatura era relativamente más importante que el de la humedad en cuanto al éxito de los nacimientos. Así informaron sobre un aumento en la mortalidad conforme la temperatura de la arena fue aumentando.
Con respecto a los huevos dejados en sus nidos en la playa, determinaron un éxito de un
19,8% en la producción de neonatos, similar a los resultados
obtenidos en el laboratorio. Se menciona también, sin pretender demostrarlo, que el fenómeno de El Niño y mareas más altas podrían ser responsables de la alta mortalidad de embriones medida en la temporada ‘97-’98, aunque se cita el trabajo de Leslie et al. (1996) realizado en el Parque Nacional Tortuguero, del Caribe costarricense, señalando que el éxito en el nacimiento está también afectado por las condiciones locales de la playa, que incluyen el contenido de humedad de la playa, el tamaño de los granos de arena, el contenido orgánico y la contaminación biótica. Por su parte, Bilinski et al. (2001) informan acerca de los cambios continuos en la dinámica de las playas Grande y Ventanas sucedidos durante la temporada ’97-’98, en oposición a las más estables condiciones de alta acumulación de arena y mayor disponibilidad de áreas para anidar características de temporadas previas.
En medio de estudios tan precisos que evidencian en su mayoría un cuidadoso diseño experimental de parte de los especialistas de diversas universidades que incluyen al presidente del The Leatherback Trust como uno de sus autores, llama la atención el artículo sobre un experimento con el cual se demostraría la relación dependiente entre la determinación del sexo de las baulas y la temperatura de incubación (Spotila et al., 1998). En el mismo, como parte de una propuesta experimental de escasa rigurosidad científica, los autores sacrificaron cerca de 400 neonatos nacidos en el Parque Nacional Marino Las
25 Baulas de Guanacaste en la temporada ’94-’95. Durante la misma, se indica que la temperatura en la playa alcanzó los 30 ºC, superior a la temperatura pivotal de 29,4 ºC.
Pese a conocer por estudios anteriores que esa
temperatura de 29,4 ºC determina el punto en que se determina el sexo de los embriones en desarrollo, de tal manera que en rangos inferiores a la misma se presenta una alta predominancia de machos, en contraposición a la producción de hembras a temperaturas superiores a 29,4 ºC, los autores decapitaron cientos de neonatos nacidos en la playa para extraer sus gónadas y enviarlas a laboratorios de los Estados Unidos de América para estudios histológicos de determinación del sexo, con el resultado esperado de 100% hembras. Otra tortugas sacrificadas, luego de incubarlas en condiciones controladas de laboratorio, confirmaron la conocida temperatura pivotal determinada antes por Rimblot et al. (1985), por lo que el experimento en sí no determinó aporte alguno de importancia. Fue lamentable, y desproporcionado, lo sucedido.
Estudio de alta tecnología
Una muestra clara del uso de tecnología que podríamos considerar sofisticada fue la usada en un experimento que contó con el aporte de la National Geographic Televisión. En el mismo (Reina et al., 2005) se estudió la frecuencia respiratoria, el comportamiento asociado a las inmersiones y las interacciones sociales de las baulas durantes los períodos entre anidadas. Se colocaron sistemas integrados de cámara de video y un TDR (aparato que determina las profundidad y el tiempo en que se sumerge la tortuga) cerca de la parte delantera del caparazón de la tortuga, a efecto de conocer si en sus inmersiones la tortuga alcanzaba el fondo del mar, qué tipo de hábitat submarino frecuentaba, cuáles eran los patrones respiratorios al llegar a la superficie y el tipo y frecuencia de interacciones sociales se hacían presentes. Las 11 tortugas usadas en el estudio realizado en el Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste brindaron datos de utilidad para la comprensión de la población. Se logró determinar que después de desovar dedican más de un 95% de su tiempo nadando a una profundidad de menos de 3 m sin tocar nunca el fondo marino; no se detectaron actividades de alimentación aunque sí
26 se observaron medusas y ctenóforos en su campo de visión. Similar desdén mostraron ante la presencia de machos de su especie.
Cabe destacar que, como sucede en este estudio, los investigadores en Playa Grande han contado con recursos financieros y materiales suficientes para la realización de proyectos propios de una ciencia de primera categoría, y que por ello, llama la atención la ausencia de propuestas (al menos) dirigidas a demostrar el alegado efecto del desarrollo urbano sobre las poblaciones de baulas que llegan al Parque Nacional.
Alta mortalidad de embriones
La magnitud de la muerte de embriones de baula durante el período de incubación es algo que capta la atención de los estudiosos. Para los autores Bell, Spotila, Paladino y Reina (2003) el bajo éxito reproductivo se debe a esa alta mortalidad embrionaria. En estudio realizado en Playa Grande, se encontró una correlación entre una baja fertilización y una alta muerte embrionaria, presentándose una alta mortalidad al inicio del período de incubación, antes de que los embriones fueran visibles a simple vista.
Llama la atención las
diferencias notables entre hembras pues unas mostraron un éxito de supervivencia de entre un 71% a un 81%, mientras en otras era de un 23% a un 32% solamente, concluyéndose que la causa de una evidente disminución en el número de baulas en Playa Grande obedece a la muerte de embriones y no la baja fertilidad, pues las hembras en esta playa muestran altas tasas de fertilidad (de más o menos un 93%) mientras que en otras playas lejanas es de aproximadamente un 80%. Mas sin embargo, el éxito en la producción de neonatos raramente alcanza el 80%, especulándose que la mortalidad podría estar asociada a la salud reproductiva de la madre, a contaminantes químicos o a contaminación bacteriana, tomando en consideración estudios de otros autores (Bishop et al., 1994; Davenport et al., 1990) los que, sin embargo, no se reportan en Playa Grande.
27 Utilidad de los viveros; primeras actividades de los neonatos
Un aspecto al que se le ha de prestar mayor atención en Costa Rica, y específicamente en Playa Grande es el relacionado con la producción de tortugas en vivero. La sensibilidad de los embriones a la temperatura demanda un control adecuado basado en información científica acerca, por ejemplo, de las relaciones porcentuales entre hembras y machos que mejor se acerquen a las encontradas en condiciones naturales. Un manejo empírico del vivero, sin control de la temperatura durante los diferentes estadios de desarrollo, podría eventualmente resultar en nacimientos de solo hembras (o solo machos) o al menos, en cantidades desconocidas de uno y otro sexo, que en todo caso alteraría el equilibrio natural de las poblaciones. Mortimer et al. (2000) llama la atención al señalar que tal situación podría afectar negativamente la misma supervivencia de la especie. El ambiente en que funcionan los viveros debe de mantenerse dentro de los límites de la tolerancia de los embriones con respecto al intercambio de gases, la humedad y la temperatura. No solo en cuanto al conocimiento de la temperatura pivotal (cuando se presenta una relación de 1:1 entre los sexos) sino también en relación con las temperaturas letales, que para algunas poblaciones podrían encontrarse en rangos superiores a los 33 ºC e inferiores a 23 ºC (Ackerman, 1997).
En vista de que los neonatos generalmente salen a la superficie unas ocho semanas después de iniciar su incubación, de acuerdo a la temperatura (Millar, 1985) y que el éxito podría rondar el 80% en condiciones en que no se ven afectados por factores externos como predación, cambios ambientales, infección microbiana y contaminantes, es imperativo mantener un buen monitoreo de sus hábitats de anidación, tanto en la playa como en viveros.
El mismo autor se refiere a los impactos humanos sobre las tortugas en los sitios de alimentación, en las playas expuestas a saqueo de huevos, comparándolos con el dramático descenso de las poblaciones provocado por la pesca incidental que afecta a los adultos, lo que demanda una exacta
28 determinación de las causas de mortalidad a efecto de cuantificarlas y, si es posible, mitigarlas. En cuanto salen del nido, los recién nacidos se dirigen inmediatamente hacia el mar, primeramente guiados por señales visuales, orientándose hacia los puntos más brillantes en el horizonte especialmente atraídos por las longitudes de onda más cortas de la luz visible (Mortimer et al. 2000 citando a Lohmann et al., 1997), aunque en algunos casos se sabe que se orientan en sentido contrario a la presencia de siluetas elevadas. Al llegar al mar, la mayoría de las especies inician aparentemente una migración pelágica pasiva dejándose llevar por las corrientes marinas por unos dos o tres años..
En términos generales se desconocen las tasas de crecimiento de las tortugas baula (algunos estiman que alcanzan la madurez sexual a los nueve años), al tiempo que se estima que para mantener una población de poco más de 1000 individuos, se requiere una producción de neonatos cercana al medio millón, constituyendo la muerte en pesquerías el más amenazante factor por darse sobre poblaciones de adultos, como se refleja en prácticamente todas las poblaciones de baulas del océano Pacífico, de Malasia a México y Costa Rica (Chan & Liew, 1996; Sarti et al., 1996; Spotila et al., 1996).
Otras particularidades de las baulas
No solo las tortugas baula son las tortugas más grandes sino que son tan diferentes a las otras tortugas marinas conocidas que son clasificadas en una familia taxonómica separada por sus características diagnósticas únicas: Dermochelyidae. En su magnífico ensayo la doctora Karen L. Eckert (1995), además de destacar lo anotado, aporta unas 40 páginas de valiosa, objetiva y científica información, que constituye lectura obligatoria para los estudiosos de las maravillosas y enigmáticas baulas.
Lectura que resume información
dispersa hasta el año 1994 y que resume investigaciones hechas hasta ese momento. La adaptación de las baulas a la tolerancia térmica que permite encontrarlas a latitudes de 71 °N y 47 °S; su alimento basado en cnidarios (medusas, sifonóforos) y tunicados (pirosomas y salpas) en latitudes templadas
29 y boreales, siendo común observarlas asociadas a medusas como Aurelia, Chrysaora y Stomolophus; sus rutas definidas de migración que a veces cubren distancias de miles kilómetros; su comportamiento reproductivo antes y durante las migraciones hacia las playas de anidación; su temperatura pivotal en que la relación entre los sexos es equivalente; el peligro intrínseco a las técnicas de incubación artificial en viveros mal manejados; la salida instintiva de sus neonatos hacia mar antes de iniciar la noche siguiendo el brillo tenue del horizonte;
sus
primeros
movimientos
en
el
agua
siguiendo
ángulos
instintivamente prefijados; los diferentes tamaños que exhiben diversas poblaciones según las regiones; el efecto letal de los contaminantes en el mar; el dramático exterminio provocado por la pesca incidental; la selección de playas alternativas ante la erosión de otras; su amplísima distribución planetaria y sus múltiples enigmas.
Las baulas del Caribe
Pese a la mayor importancia que se le presta a las baulas que desovan en el litoral Pacífico costarricense de 1200 km de longitud, el litoral Caribe (212 km de la costa de la provincia de Limón) constituye uno de los principales hábitats de anidamiento asociados al Atlántico occidental. Brasil, las Guyanas (Guyana Francesa, Guyana y Surinam), Venezuela, Panamá, México, Trinidad, República Dominicana, Puerto Rico, Saint Croix y el estado de Florida (EUA), se cuentan entre otros lugares conocidos poseedores de hábitats de anidación para las baulas.
Lamentablemente, como es casi la generalidad, la
documentación es escasa para esos y una veintena más de países.
Como también es muy escasa la información sobre las poblaciones en sitios de forraje, aparte de que raramente se reúnen para alimentarse. Se les ha visto en Alaska a latitudes superiores a los 60 °N y otros lugares a lo largo de la costa del océano Pacífico de Norte América, que ha permitido concluir que las tortugas baula es la tortuga marina más abundante de las aguas estadounidenses del Pacífico Oriental. Se conoce mucho menos del las baulas
30 del Atlántico de Canadá y los Estados Unidos (Eckert, 1995) y no se ha podido determinar formalmente si las poblaciones que frecuentan las jurisdicción estadounidense muestran una situación estable, están aumentando o declinando. De lo que no hay duda es de que algunas poblaciones anidantes, como las de las Islas Vírgenes Saint John y Saint Thomas, fueron virtualmente eliminadas (Eckert, 1992).
Cabe resaltar un aspecto que podría explicar la mayor abundancia de baulas en el océano Atlántico y el océano Pacífico Occidental, si se le compara con la situación dramática que se vive en el océano Pacífico Oriental, es el planteado por Dutton (2006) al analizar las variaciones geográficas en cuanto a las estrategias vinculadas con las fuentes de alimentación. Según el autor existen varios factores que podrían estar provocando la disminución de las poblaciones del Pacífico Oriental, cercano a las costas americanas. Mientras las relativamente mayores poblaciones de la región oeste del Pacífico utilizan muchas áreas cercanas a las costas, así como múltiples áreas de forrajeo en sendos hemisferios norte y sur de la misma región oceánica, la situación en la región este es totalmente diferente.
En la región del Pacífico oriental, las poblaciones como las que frecuentan Costa Rica, tienen una estrategia de forrajeo muy limitada, constituida casi exclusivamente por la presencia de alimento en la parte sureste del océano, lo que las hace más vulnerables a las acciones antropogénicas destructivas y a los cambios climáticos impredecibles. Tal vulnerabilidad ya ha tenido sus consecuencias, en contraste con las áreas oceánicas poseedoras de características que les brindan mayores posibilidades de responder a condiciones adversas, como sucede también en el océano Atlántico, caracterizado por una menor presión pesquera y mayores controles ambientales.
31 Las amenazas en las playas
Dentro de los factores (Eckert, 1995) que amenazan a las baulas, se señala la situación de las playas que están siendo degradadas por construcciones residenciales y comerciales, indicándose de manera particular el impacto de “desarrollos de alta densidad”.
Asimismo, la alta intensa luminosidad al
frente de las playas: obras como estructuras estabilizadoras de la erosión que afectan la dinámica de playas como muros y rompeolas; limpieza mecanizada de las mismas; deforestación tierra adentro asociada a la erosión de los suelos y la presencia de cursos de agua; extracción de arena como actividad minera; uso recreativo sin control; tráfico vehicular en las mismas playas; desechos sólidos asociados a las anteriores actividades y al desarrollo urbano sin control; remoción de vegetación estabilizadora. En cuanto al efecto de contaminantes químicos en el ambiente marino, como efluentes industriales, petróleo crudo y pesticidas, diversos autores reconocen que se conoce muy poco al respecto.
Nótese que, como lo señala claramente la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) en su Manual “UICN-MTSG Técnicas de Investigación y Manejo para la Conservación de las Tortugas Marinas”, las recomendaciones se dirigen específicamente hacia la adopción de medidas de conservación en el mar y sus hábitats de anidación y eclosión. Destacándose para los últimos la importancia de la estabilidad de las playas, la conservación de la vegetación que la favorece y la utilidad de barreras naturales o artificiales que mitigan u ocultan fuentes urbanas de alta intensidad luminosa. Se trata de recomendaciones para mitigar el uso de aparatos de iluminación en sitios visibles desde la playa, como por ejemplo, orientándolos en sentido contrario a los lugares de desove y regulando su luminosidad principalmente en temporadas de anidación. Medidas que en general son aplicables a playas con presencia de construcciones en el sitio, las que si se consideran como parte de las regulaciones de protección de las tortugas marinas podrían ser efectivas como medidas de conservación en playas en que, con presencia de desarrollo urbano regulado, se pueden obtener resultados positivos (Rusenko, 2008).
32
Otras normas del manual citado de la UICN, como por ejemplo la presencia de vehículos motorizados en las playas son concordantes con la normativa costarricense para la zona pública de 50 metros, aplicable en toda región marino costera del país. Y por supuesto, de manera especialmente controlada, en las áreas de conservación.
En cuanto a la necesidad de regular la presencia de transeúntes en gran cantidad en las playas, aunque algunos coincidimos en que la administración del Parque Nacional Marino Las Baulas quizá no le está prestando la debida atención a este aspecto, todavía no se podría demostrar el efecto de visitantes atraídos por atestiguar las labores de desove de las tortugas. Sin embargo, consideramos que ya deberían tomarse medidas sustentadas en estimaciones de capacidad de carga específicamente para los meses en que se produce la anidación, que coinciden con la temporada alta de turismo en Guanacaste y el poblado de Tamarindo de manera especial.
La UICN se refiere también al uso de técnicas mecanizadas de limpieza o cualquier otra actividad que produjere alteraciones en el hábitat de anidación, o sea en las playas propiamente dichas, lo cual no sucede en el área de conservación debido a su carácter de parque nacional. De hecho, la primera categoría de respuesta expuesta por Witherington (2000) en su artículo sobre la reducción de las amenazas al hábitat de anidación, se refiere a “eliminar la amenaza. Por ejemplo, limitando la extracción de arena a depósitos tierra adentro, prohibiendo la circulación de vehículos en la playa y apagando el alumbrado con frente de playa… En algunos casos, puede ser suficiente restringir las actividades dañinas a períodos fuera de las temporadas de anidación y eclosión, los cuales se prolongan desde la fecha en que se deposita la primera nidada, hasta aproximadamente dos meses después de la última nidada de la temporada.”
Con satisfacción se ha de reconocer que
ninguno de estos ejemplos son parte de la realidad que se vive cotidianamente en las playas del Parque Nacional Marino Las Baulas.
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Más allá de Playa Grande
A propósito de los puntos anteriores, creemos que las autoridades gubernamentales de Costa Rica, conocedoras de la importancia de las numerosas playas que acogen poblaciones indeterminadas de baulas y otras tortugas marinas, en ambos litorales, deberían reafirmar en ellas el ideal conservacionista. Para ello, se recomienda ordenar un estudio detallado de la situación local de ciertas playas para eventualmente dictar medidas conservacionistas, independientemente de la existencia o no de áreas de conservación en cada sitio particular. Sin necesidad de cambiar el estatus de tales regiones costeras, que muchas veces conlleva obligaciones financieras imposibles de atender, se estaría cuidando el hábitat de anidación y eclosión en áreas mucho más extensas de las costas costarricenses, al dictar normas ejecutivas y municipales, según sean los casos particulares, dirigidas a proteger a las poblaciones de baulas y otras tortugas marinas.
El caso particular de los contaminantes en el mar
Lamentablemente también se ha determinado que los desechos sólidos y líquidos depositados en el mar han llevado la destrucción hacia los hábitats de alimentación de las baulas y otras tortugas marinas. Hay profusa evidencia de que la ingestión de bolsas plásticas, presuntamente confundidas con medusas, es algo común, y muchas veces fatal, entre las baulas. De 15 individuos encontrados muertos en el verano de 1982 en las playas de Long Island, New York, 11 tenían sus conductos estomacales totalmente bloqueados (Anon, 1983). Por otro lado, 10 de 33 baulas encontradas muertas de 1979 a 1988 en las mismas playas, tenían en su tracto digestivo bolsas y hojas plásticas, y filamentos de nylon (Sadove & Morreale, 1989, citado por Eckert, 1995). Materiales también encontrados en baulas muertas recogidas del mar por pescadores peruanos (Fritts, 1982). Este dramático hecho se evidencia también en estudios provenientes de Francia, Sur África y otros lugares, lo que
34 sugiere, según Eckert (1995) que “la habilidad de las poblaciones de baulas para recuperarse no solo depende de su protección frente a la caza y la conservación de importantes hábitats de anidación, sino también de la salud general y la limpieza de sus océanos.”
Aunque se han dado impactantes derrames de petróleo en áreas marítimas cercanas a playas de anidación, sitios de forrajeo y rutas de migración, los pocos estudios realizados no permiten evaluar sus efectos posiblemente catastróficos. Lo que sí se estima es que sumado a los factores citados, y a otras amenazas, como por ejemplo la presencia creciente de desechos sólidos y líquidos que provenientes de la tierra contaminan los océanos y mares del planeta, todas las tortugas marinas y otras especies de flora y fauna, están próximas a su extinción.
Lo lamentable es que, ante la insuficiencia de
estudios sobre tan impactantes procesos, no ha sido posible determinar cuán grande es la amenaza que se cierne sobre la supervivencia de las baulas en particular, a efecto de tomar las medidas internacionales que, al menos, mitiguen las impactantes acciones que atentan contra ellas.
Una particular petición al señor Presidente de Costa Rica
Fue bajo este contexto que cientos de participantes de más de 40 nacionalidades, presentes en el XXIV Simposio de Tortugas Marinas celebrado en febrero del 2004 en Costa Rica, se dirigieron al señor Presidente de la República del país anfitrión, Dr. Abel Pacheco, en los siguientes términos:
“Al reconocer que las principales amenazas que afectan a las tortugas baula del Pacífico, provienen del uso de palangres y redes agalleras con que se están matando miles de ellas, nosotros, participantes del XXIV Simposio de Tortugas Marinas, invitamos al Gobierno de Costa Rica para que lidere el movimiento internacional dirigido al establecimiento de una moratoria en el uso de artes de pesca que están matando a las tortugas baula. Dicha moratoria deberá sustentarse en la información científica relacionada con sus patrones migratorios”. (Recibida en Casa Presidencial el 5 de marzo del 2004).
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La invitación, planteada en términos acordes con resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas dirigidas a detener la conocida matanza de tortugas baula por parte de pescadores, no fue atendida por el entonces ministro del Ambiente y Energía costarricense, Lic. Carlos Manuel Rodríguez Echandi, por lo que Costa Rica desdeñó así, una trascendental oportunidad por liderar un movimiento ambientalista de resonancia mundial.
Perdimos los
costarricenses con la impericia gubernamental, pero perdieron mucho más las poblaciones de baulas que era urgente proteger.
Más recientemente (Febrero 2008) The Sea Turtle Restoration Project, por medio de su coordinador de la campaña sobre las Baulas, promovió una campaña entre científicos internacionales con el objetivo de urgir al National Marine Fisheries Service (NMFS) del gobierno federal estadounidense, para que se designe como “hábitat crítico” para las baulas del Pacífico las aguas frente a la costa oeste de los EUA, frente a las costas de California y Washington.
Esto en respuesta a medidas tomadas por el gobierno
norteamericano haciendo más laxos las reglas sobre el uso de palangres en dicha zona.
Se cumplen los vaticinios
Al mes de febrero del 2004 (final de temporada 2003-2004) llegaron al Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste 159 baulas. Tres años después el número había disminuido un 64% a 58 individuos (temporada 2006-2007). La temporada recién concluida (2007-2008) registró solo 75 individuos (un 47% menos que la temporada 2003-2004) lo que evidencia que se mantiene la tendencia que ha predominado en por unas dos décadas, como consecuencia de la alta mortalidad que se cierne sobre las poblaciones adultas de ambos sexos en sitios muy diferentes a las playas de desove. Importante anotar que desde hace más o menos una década no se ha construido ninguna edificación de importancia en las áreas vecinas a las playas del Parque Nacional Marino. Mas sin embargo, pese a la protección que reciben en el área de conservación y al cuidado que la población ejerce sobre las actividades que pudieren
36 afectarlas, cada vez son menos las hembras que alcanzan las playas del Parque. No se pude por tanto, seguir soslayando la realidad palpable y conocida del origen de esa dramática disminución en las poblaciones de baulas.
Sobre-utilización de las baulas
Igualmente, ha de prestársele especial atención a lo que Eckert (1995) denomina
“Sobre-utilización
para
propósitos
comerciales,
recreativos,
científicos y educativos”, donde documenta el comercio de huevos, aceite y carne en ciertos lugares del Caribe y el océano Atlántico Occidental, en países como República Dominicana, Guyana, Granada, Santa Lucía, Trinidad, Puerto Rico, Saint Croix, así como en México, el océano Pacífico, zonas templadas del Atlántico y otros lugares del continente americano de Costa Rica a Colombia.
“Investigaciones” y maltratos sobre las baulas
Además, al referirse al uso científico de las poblaciones de baulas, Eckert (1995) describe la situación conocida hasta el año 1994, donde los estudios se limitaban principalmente a análisis de datos estadísticos de población “que no conllevan la muerte o afectación de los individuos”. Sin embargo, pocos años después de publicado el estudio de Eckert (1995) fueron publicados los resultados de estudios realizados en los parques nacionales Tortuguero y Marino Las Baulas, en Costa Rica, donde los investigadores, la mayoría vinculados a la organización privada estadounidense The Leatherback Trust, aplicaron procedimientos mediante los cuales sacrificaron a tortugas recién nacidas, 1- congelándolas hasta morir, 2- con inyecciones letales al corazón, 3anestesiándolas o 4- decapitándolas.
Además de denuncias públicas hechas por la prensa costarricense presentamos una solicitud formal de investigación sobre el caso de “las decapitadas” ante el señor ministro del Ambiente y Energía, Dr. Roberto Dobles (8 de mayo del 2007) que fuere respondida casi cuatro meses después, con el alegato inaceptable de que “El artículo 31 del Código Procesal Penal,
37 preceptúa los plazos de prescripción de la acción penal : “a) Después de transcurrido un plazo igual al máximo de la pena, en los delitos sancionables con prisión; pero en ningún caso, podrá exceder de diez años ni ser inferior a tres”.
Agregándose: “Aunado a lo anterior, es necesario manifestar que la
Administración debe mantener dentro de sus archivos los expedientes y procesos correspondientes a los últimos cinco años; en virtud de lo cual no fue posible localizar el Expediente de la Investigación, que se diera en entre los años 1994 y 1995”. (30 de agosto de 2007, SINAC-DG-1418).
A la anterior evidencia de impunidad promovida desde la jerarquía ambiental del Gobierno de Costa Rica, se le ha de agregar la respuesta a la denuncia presentada por la Asociación Conservacionista Yiski relacionada con el artículo publicado en la revista The Journal of Experimental Biology (2005, 1853-1860) donde los autores Richard Reina, Todd Jones y James Spotila, describen como sacrificaron neonatos de baulas congelándolas hasta morir. En su respuesta, el entonces ministro del Ambiente y Energía, Lic. Carlos Manuel Rodríguez Echandi, avala la propuesta de un Órgano Director constituido por subalternos suyos que recomiendan “desestimar la denuncia” pues, frente a lo publicado en la revista científica, afirman que “el artículo publicado contiene un error en la descripción de la metodología utilizada, que no corresponde a la que se utilizó en la investigación autorizada…”. Por lo tanto, el ministro Rodríguez acepta como válida tan insólita afirmación (nota DM-007-2006 del 4 de enero 2006) y, como sucediera luego con el caso de “las decapitadas”, se hizo evidente la impunidad.
Cabe señalar que para esas autoridades tampoco tuvo importancia que la Universidad de Drexel, centro de trabajo del Dr. James R. Spotila, acogiera a su vez una investigación que solicitáramos y determinara que “la dosis de metacolina usada excedió la dosis aprobada…” por lo que le solicitan a su profesor que, en un plazo de 30 días, presentara un plan mediante el cual prevendría el que tal “implementación impropia” no se repitiera, al tiempo que lo conminan a “atender tres de los próximas seis reuniones del Comité Institucional del Uso y Cuidado Animal –Institutional Animal Care and Use Committee- IACUC- a efecto de que se ponga al día en su capacitación sobre
38 los procedimientos vigentes del IACUC”. Lo anterior entre otras normas de control y monitoreo que se le imponen. (Drexel University, August 2nd, 2005).
Pese a que el documento anterior fuere remitido al Órgano Director indicado, las autoridades ministeriales no le prestaron atención alguna. Así, aunque se trató de hechos graves sucedidos en el Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste, fue más responsable la reacción de la Universidad de Drexel realizan. Lo bueno de todo esto es que, aunque se actúo negligentemente de parte de las autoridades ministeriales, sabemos que, a partir de las acciones citadas, se ha tenido mayor cuidado en las solicitudes y eventuales autorizaciones de investigación. El único lunar lo constituyó quizá el haber patrocinado junto a Conservation Internacional, The Leatherback Trust y unas empresas comerciales transnacionales, lo que llamaron “La Gran Carrera de Baulas”, sin objetivos formales y que fuere incluida, para vergüenza de Costa Rica, en el negocio de las apuestas por Internet (Pacheco, 2007).
La necesidad de un desarrollo urbano controlado
Un aspecto importante señalado por Spotila y Paladino (2004) que merece la mayor atención de las autoridades municipales y ambientales de Costa Rica con jurisdicción en las zonas vecinas al Parque Nacional Marino Las Baulas, es el de que, en referencia al resplandor proveniente de las luces desde el pueblo de Tamarindo, se lamentan de que “No existe legislación que prohíba la emisión de luces hacia las playas con tortugas. Por tanto, un desarrollo incontrolado afecta la protección del parque en vista de la ausencia reglamentaria sobre las luces”.
Y efectivamente es así; no existe en Costa Rica reglamento general alguno que, acorde con el prestigio conservacionista del pueblo costarricense, se le preste especial atención a la protección de las playas en que anidan las tortugas marinas. Lo único que podríamos documentar en ese sentido es la existencia del “Reglamento de Zonificación Distrito Cabo Velas, Sector Costero: del sector norte de playa Ventanas hasta el sector sur de playa Langosta. Coordenadas Lambert N 255 000
E 332 000 a N 259 000 E 336 000 ”,
39 aprobado y publicado en La Gaceta (N° 127 del lunes 3 de julio del 2006, páginas. 30-35) por la Municipalidad de Santa Cruz y al cual nos referiremos a continuación.
El “Reglamento de Zonificación”: su carácter preventivo y precautorio en pro de la naturaleza. Fiel a lo establecido en la legislación costarricense en pro de la flora y fauna natural (Art. 11 de la Ley de la Biodiversidad y otra legislación ambiental) a fin de anticipar, prevenir y atacar las causas de la pérdida de la biodiversidad o sus amenazas (lo “preventivo”) así como la vigencia y razonabilidad del aspecto “precautorio” que nos manda a
no hacer uso de la ausencia de
certeza científica como razón para postergar la adopción de medidas eficaces de protección (Sagot, 2007), el gobierno local del cantón de Santa Cruz, provincia de Guanacaste, emitió el Reglamento municipal que comentamos. Ante la ausencia de normativa general admitida por los autores Spotila y Paladino (2004), ambos conocedores de la situación existente en las playas de Costa Rica y, específicamente, en las playas del Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste, como jerarcas del ente “Fideicomiso Baulas” (“The Leatherback Trust”) la Municipalidad de Santa Cruz respondió así a la necesidad de proteger a las baulas
en la zona costera vecina al Parque
Nacional, a partir de lo definido en su ley de creación del año 1995, que incluye además de una zona marina definida, un área terrestre equivalente a los 50 metros de ancho que definen la “zona pública” en la “Ley sobre la Zona Marítimo Terrestre” emitida en 1977.
Honrado por la Rectoría de la Universidad Nacional como coordinador de un grupo de trabajo interdisciplinario que asesorara a la Municipalidad de Santa Cruz en la elaboración del citado Reglamento, y “Considerando el relevante papel que usted ha venido ocupando como representante de esta Rectoría y de la Universidad Nacional en las acciones técnicas tendientes a establecer mecanismos de protección para las tortugas Baulas…”, procedimos a la tarea
40 encomendada en oficio del 10 de enero de 2005 (R-0055-2005). Meses antes, el rector de la UNA, Dr. Olman Segura Bonilla (en nota del 28 de agosto del 2006, R-2302-2006) cita nota del 24 de julio del 2003 (R-1597-2003) en que la Rectoría le comunica a la Municipalidad de Santa Cruz que “para atender la solicitud municipal le estamos solicitando a compañeros universitarios el aporte individual y de grupo, necesario para el cumplimiento de los compromisos que nos aprestamos a acoger”.
Así, desde la Universidad Nacional (UNA), de manera oficial, calificada y además entusiasta, se asesoró al gobierno local de Santa Cruz en tan relevante tarea, trabajándose conjuntamente con las partes interesadas que incluían la opinión favorable del entonces ministro del Ambiente y Energía, Lic. Carlos Manuel Rodríguez, quien en memorándum remitido a la Asamblea Legislativa, abogaba por un desarrollo controlado en los terrenos vecinos a las playas del Parque Nacional. Según sus palabras de entonces, “Los esfuerzos de conservación y protección estarán centrados en Playa Grande, donde buscaremos promover un desarrollo de baja densidad”, a lo que agregaba: “En las áreas privadas declaradas como Parque Nacional en 1991 y 1995, nos interesa promover un régimen voluntario de conservación, en lugar de proceder a las respectivas expropiaciones”, - “Cualquier desarrollo en Playa Grande deberá ajustarse a los criterios que deben definirse como: de baja densidad, el manejo y uso apropiado de las luces, la implementación y uso de “cortinas verdes”, entre otros.” (Carlos Manuel Rodríguez, 16 de julio, 2003).
Hasta
entonces todo era armonía y nadie, pese a haberse divulgado hasta en la prensa nacional la tarea que se estaba realizando, manifestó oposición alguna.
Como resultado de ese proceso, cuidadoso y bien fundamentado desde el punto de vista científico y jurídico, la Municipalidad de Santa Cruz culminó exitosamente una normativa única y sin antecedentes similares, dirigida a complementar, con medidas efectivas, la protección que las autoridades del Minae cumplen sobre el hábitat de anidación de las tortugas marinas que llegan al Parque Nacional Marino. Normas aplicables en terrenos que, según la Ley de Creación del Parque, no forman parte de éste.
41 Como se documenta en otras partes de este ensayo, ante el fracaso evidente de la estrategia implementada por tantos años para proteger las poblaciones de baulas, afectadas por la muerte en altamar y, como en el caso de la zona marino costera de Tamarindo donde las luces y otras fuentes de contaminación hacen imposible el desove de tortugas marinas en sus alteradas playas, se procedió a estudiar medidas que evitaran precisamente una situación semejante. Convencidos de la urgencia de evitar que las playas Ventanas, Grande
y
Langosta
pudieren
experimentar
un
proceso
urbanístico
desordenado, de alta densidad y hasta destructivo, se analizaron opciones de desarrollo estrictamente reguladas.
Por ello, aunque ya para entonces se
discutía acerca del status (público o privado) de una franja de terreno de 75 m de ancho situada inmediatamente después del límite de los 50 m de las playas, fue acogida nuestra propuesta de ampliar en 125 m más (hasta 200 m de ancho) el área a regular.
Así, el Reglamento de Zonificación se aplica en una zona de protección 125 m más ancha, para lo cual se contó con la venia expresa de los dueños de los terrenos involucrados, constituyéndose así en un ejemplo que creemos posible repetir en otras regiones costeras del país.
Al prohibirse expresamente
edificaciones como las que se encuentran en Tamarindo, Jacó, Hermosa, y muchos otros lugares costeros, y al exigirse estudios de impacto ambiental para todas y cada una de las edificaciones, se consideró que se estaba cumpliendo con los principios precautorios y preventivos de la Ley de la Biodiversidad. Así, se garantiza un desarrollo de muy baja densidad, donde además del establecimiento de barreras vegetales entre las casas y las playas del Parque Nacional, se prohíben construcciones que pudieren superar alturas de 9 m en los primeros 50 m del área regulada. En los siguientes 150 m las construcciones no podrán superar los 14 m de altura, o sea, según las condiciones climáticas es de esperar que los diseños sean de solo dos pisos, con la finalidad de evitar construcciones que por su altura pudieren afectar de alguna manera a las tortugas que alcanzan llegar a las playas vecinas. Medida que se complementa con la presencia de las barreras vegetales existentes en la zona cerca de los linderos del Parque Nacional.
42 Asimismo, para evitar segregaciones de terrenos libre de construcciones, se establece que los lotes no podrán tener áreas menores a 1200 metros cuadrados, con un área de construcción máxima al suelo de un 40%, por lo cual se habrá de dejar como áreas verdes en cada lote un mínimo de un 60% del total del mismo. Estas normas, aunadas a las regulaciones que se establecen sobre la emisión de luces y ruidos, el tratamiento de aguas servidas, el acceso a las playas cercanas, y otra más incluidas en las varias páginas de La Gaceta del lunes 3 de julio del 2006, son garantía de que las malas experiencias vividas en otros lugares de Costa Rica no podrían repetirse en el área extraoficial “de influencia” del Parque Nacional Marino.
Concientes de que una gestión ambiental segura pasa por proteger el recurso antes de su degradación y que, como han dicho autoridades judiciales, “en materia ambiental la coacción a posteriori resulta ineficaz”, al acoger la tarea encomendada por la jerarquía universitaria a petición de la Municipalidad de Santa Cruz, Guanacaste, tuvimos presente lo que podría suceder en la zona regulada de no existir un Reglamento como el comentado.
De hecho, cuando conocimos que el grupo The Leatherback Trust había recurrido dicho Reglamento acusando a la citada Municipalidad ante la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, no solo no comprendimos el o los objetivos de una acusación semejante, sino que con preocupación nos imaginamos lo que podría suceder en la zona regulada de prosperar una acción semejante. De acoger la Sala Constitucional el recurso de amparo presentado por el Ing. Mario Boza Loría, se caería a una situación en la que, sea a cero metros o a 75 m del límite del Parque Nacional, no existirían regulaciones como las vigentes, creándose el peligro de que se pudiere repetir lo sucedido en el vecino poblado de Tamarindo. Se estaría paradójicamente, actuando en contra del ambiente y las especies que se quieren proteger.
Se reitera pues, que el grupo de trabajo de la Universidad Nacional, el gobierno local y los vecinos “afectados” por el Reglamento municipal citado, siempre tuvimos presente que la calidad ambiental, como parámetro de calidad de vida, conlleva la obligación de proteger y preservar el ambiente de manera
43 sostenible.
El Reglamento de Zonificación es, desde una visión objetiva y
científica, uno de los mejores instrumentos conocidos y estructurados para el fin específico de coadyuvar en la protección de las tortugas baula.
La presente revisión bibliográfica no permitió ubicar nada siquiera semejante a nivel internacional. Lo que quizá se le podría aproximar, son las recomendaciones de la UICN dirigidas, estrictamente, a acciones que pudieren darse en las playas de anidación; no a áreas de alguna manera relacionadas con las mismas, como en este caso particular, lo cual le confiere a este Reglamento su carácter único y, más importante, efectivo.
Un trabajo de docencia muy cuestionable
Cabe citar, en vista del uso que se le ha dado por quienes objetaron su promulgación, un informe derivado de un trabajo de docencia realizado en playa Grande, con la participación, entre otros estudiantes, del Director del Parque Nacional Marino en su calidad de miembro de un curso de la Universidad Nacional (UNA).
Dicho documento, suscrito luego por un profesor de la UNA con escasa experiencia en el tema, ha sido “avalado” por el mismo Director del Parque y otras autoridades del Sinac, fue además incluido dentro de un análisis solicitado por el rector de la UNA ante petición de una señora diputada. El trabajo (¡jamás evaluado!) hecho por los estudiantes a partir de datos obtenidos durante una corta visita, contrasta notablemente con las formalidades propias de un trabajo científico, quizá porque quien lo dirigiera no contaba con las credenciales académicas fundamentales en un académico con posgrado.
Si
se le confronta con las decenas de investigaciones que han servido como fuentes bibliográficas para el presente ensayo, se evidencia la escasa rigurosidad científica, tanto en el diseño experimental como en los resultados y conclusiones. El contraste es evidente.
Mientras los investigadores coautores de la mayoría de los estudios citados, que hubieren trabajado en el Parque Nacional Marino, pese a contar con
44 suficientes recursos académicos y materiales no incluyen como parte de sus estudios ni un solo informe dirigido a demostrar el efecto del desarrollo urbano que se ha venido dando a través de los años en la parte norte de Playa Grande, el informe de Tabash et al. (2006) incluido como parte de una respuesta tendenciosa dirigida al señor rector de la UNA (FCEN-ECB-DIR-36806) llega a conclusiones no sustentadas en la información anotada. Así, para dar respuesta a la hipótesis relacionada con el posible efecto de un desarrollo urbano sobre el hábitat de anidación de las baulas, se hizo uso equivocado de un modelo estadístico “trófico de balance de biomasa” que se presenta como “la herramienta de uso universal en el manejo” de áreas marinas protegidas.
Mientras por un lado no se hicieron muestreos con tamaños tales que permitieran llegar a conclusiones significativamente valederas (tres individuos por especie marina) por otro se aplicó el modelo en un área natural compleja pese a conocerse ampliamente en la comunidad científica, que tales modelos de flujo de alimentos tienen muy limitadas aplicaciones en sistemas cerrados de acuacultura. Los resultados derivados del mismo así lo demuestran, pues se pretendió vincular la productividad primaria en la boca de un manglar con el flujo energético de un área de 100 m de playa situada a varios kilómetros de la primera... Lo anterior con el agravante de que los datos recabados no permiten sustentar nada semejante a lo que supuestamente se logró demostrar a partir de un procedimiento deficiente. Máxime tomando en cuenta que se habla de diversos “escenarios” simulados, cuando en realidad se incluye un solo escenario; opción única que involucra nada menos que la presunta desaparición del manglar Tamarindo-Salinas, situado a varios kilómetros del área de estudio, y ello como consecuencia del desarrollo urbano regulado y de baja densidad que determina el Reglamento de Zonificación, en contraposición a un proceso urbanístico sin control como el imperante en muchas zonas costeras del país. Es tal la insensatez que se desconoce tácitamente, que el desarrollo propuesto difícilmente tendría efecto alguno sobre los humedales de la región, hoy afectados más bien por la situación de Tamarindo y otras regiones de la zona, además de que evidencia que los autores desconocen que no es posible aplicar un modelo de flujo de energía –de productores a consumidores- en un ecosistema en que, a pesar de la presencia temporal de
45 las baulas, éstas en ningún momento se alimentan mientras desarrollan su proceso reproductivo. En otras palabras, algo tan básico como conocer antes la biología de las tortugas y su relación con otras especies en el sitio, fue desdeñado.
Y para no extendernos más en esto y gracias a la colaboración de un estudiante que tuvo acceso a él, contamos con un documento en borrador del citado informe de docencia donde, en un aparente borrador de publicación científica, se lee: “Esta tendencia debería determinar una energía de reserva importante, que no se aprecia en las lecturas del overhead, lo que justificaría una propensión del sistema hacia la complejidad, e indicaría posiblemente que los efectos negativos del desarrollo costero aún no se reflejan en el ecosistema del área en estudio (Revisar idea y redacción, arma de doble filo)”. (Hernández et al.,2006).
Sobra decir que el documento final fue modificado según el interés de algunos de los autores e incorporado luego al que ahora aparece como primer autor. Aunque alguien podría considerar que tal afirmación habría de tomarse como un elemento a favor de los que defendemos las bondades del Reglamento de Zonificación, es tan deficiente el “trabajo” que rápidamente nos alejamos de esa tentación.
Además de lo anterior, el documento remitido al rector y del cual el Consejo Universitario de la UNA se limitó a tomar nota, amplía conceptos que denotan desconocimiento sobre la materia jurídica, ambiental y en términos generales, sobre el manejo marino costero. Por ejemplo, se confunde el concepto de “arribadas” aplicado estrictamente a tortugas como las lora (Lepidochelys olivacea) que desova masivamente en playas como Ostional y Nancite, y no en Playa Grande, lo que evidencia que quienes así lo escribieron desconocen el tema de baulas y otras tortugas marinas. Además, pese a que nivel mundial la densidad urbanística aplicada a hoteles y afines se regula y mide en habitaciones por hectárea, tal y como se incluye en el Reglamento de Zonificación que nos ocupa (y en el Plan Maestro del Proyecto Turístico Golfo de Papagayo regido por el Instituto Costarricense de Turismo – ICT- ), en el
46 informe al rector se dice que esa estimación debería sustentarse en camas por hectárea; eso sí, sin aclarar si se trata de camarotes, camas individuales o matrimoniales…
Y si lo anterior pudiere ser calificado de anecdótico y hasta risible, lo cierto es que como parte de un debate parcial que hasta ahora se realiza en Costa Rica y que es bienvenido por la comunidad científica, se han dado situaciones como la que se incluye en un artículo de opinión incluido en una revista de divulgación de la UNA.
El autor plantea que (en relación al proceso del
calentamiento global) “ante un eventual incremento del nivel del mar que propicie que en el futuro la playa de desove se encuentre más tierra adentro de lo que se encuentra hoy…”
se requiere “salvaguardar una franja de costa
inmediata a la playa…”, que (en referencia al Parque Nacional Marino Las Baulas) “aunado a la posibilidad del aumento del nivel del mar, hará que la zona de protección de 75 m definida por el Parque se vea reducida” por lo que es necesario que “no se permita desarrollo alguno.” (Alpízar, 2007). Pues sí, ahora resulta que como consecuencia del calentamiento global habrá que irle abriendo espacio a las tortugas baula y otras tortugas marinas, en los terrenos detrás de las playas de anidación… con la esperanza de que tengan el tiempo suficiente para evolucionar (según la teoría de Lamarck) hacia una especie capaz de anidar en áreas terrestres donde la ausencia de playas arenosas sea su característica.
Siempre relacionado con lo anterior y con acciones de tipo jurídico y administrativo que han venido a obstaculizar la puesta en práctica del Reglamento de Zonificación, y aunque este ensayo no se propone analizar tales aspectos, nos limitamos a señalar que diversos juristas han afirmado que jamás puede el órgano procurador de la República sugerir siquiera que un párrafo de una ley ha de “desaplicarse” (o sea, borrarse) y menos porque se afirma erróneamente que la expresión “aguas adentro” seguida de 125 metros surge de un error en la Ley de Creación del Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste (Ley N° 7524 del 25 de julio de 1995). Por ello llama la atención que en el informe interno que ha sido usado para enfrentar las bondades del Reglamento de Zonificación, no se mencionara siquiera que está
47 plenamente demostrado que no hubo error alguno en la inclusión de la expresión “aguas adentro”, según las actas de la Asamblea Legislativa y testimonios formales del exdiputado Ing. Hernán Fournier Origgi, dirigidos a la comisión legislativa que al momento de escribir este ensayo, conoce un proyecto de interpretación auténtica del párrafo de la ley que fuere agregado consciente y en forma unánime por los señores diputados a la hora de aprobar la ley que creo el Parque Nacional Marino. Aspecto éste que fue analizado, como parte del grupo asesor de la UNA, por asesores jurídicos de la UNA que participaran activamente del proceso que condujo eventualmente a la aprobación del Reglamento de Zonificación por parte de la Municipalidad de Santa Cruz. De haberse concluido o al menos pensado, que existían dudas razonables en cuanto al carácter privado, y por tanto de administración municipal, del área a regular con el reglamento municipal que eventualmente se emitiría, el trabajo de asesoría y la participación de los funcionarios municipales se hubiera detenido en ese instante.
Evaluación de un especialista de gran experiencia
Regresando nuevamente a terrenos estrictamente científicos y formales, hemos de citar la reciente evaluación del experto estadounidense Dr. Kirt Rusenko con experiencia de muchos años en proyectos sobre baulas en playas del Estado de Florida en EUA y quien viajara recientemente a Costa Rica a evaluar la situación del desove de las tortugas marinas en Playa Grande y áreas vecinas (Rusenko, 2008).
Su evaluación coincide con un documento suscrito por James R. Spotila, Ph.D., como Presidente del The Leatherback Trust (2005) quien escribiera, en relación con el desarrollo existente en el área frente al Parque al sur de Playa Grande, que “el área de Palm Beach está teniendo un impacto mínimo sobre las tortugas… debido a que es un desarrollo de baja densidad”. Por su parte, Rusenko expresa sentirse muy impresionado al encontrar pequeña evidencia de desarrollo urbano frente a la playa, vista desde la misma o desde una embarcación, desde donde tampoco se aprecian luces de alumbrado público que pudieren interferir con el desove de las tortugas. Con certeza concluye
48 “que las escasas luces que observé en Playa Grande no son responsables de la drástica disminución del número de baulas que anidan en esta playa”. Para el especialista, la única fuente significativa y destructiva de luces presente en el área proviene de Tamarindo, donde además se han alterado los 50 m de playa debido al desarrollo urbano descontrolado.
En cuanto al número de visitantes nocturnos autorizados para ver las pocas tortugas desovando, el autor se manifestó conmocionado por su gran número, con lo cual asegura se estaría impactando negativamente la llegada de las baulas a desovar. Aunque afirma que las baulas son la especie de tortugas marinas menos afectadas por la presencia de personas, sí ha tenido experiencias en que las hembras regresan al mar sin desovar al encontrarse grandes números de personas en la playa.
En vista de que la definición del sexo de las baulas está determinada por la temperatura a la cual se incuban sus huevos, cuestiona el que un gran número de ellos sean trasladados a un mismo sitio (vivero sin control de temperatura) donde podría estarse alterando artificialmente la relación natural entre hembras y machos. En la Florida, nos dice, la conservación de las tortugas marinas se sustenta principalmente en procesos de educación y orientación, dejando a las tortugas actuar, tanto como sea posible, en forma natural. Confirma a su vez, que la razón principal de la desaparición dramática en el número de baulas del Pacífico (y por ende del Parque Nacional Marino Las Baulas) hay que buscarla en la pesca incidental, y no necesariamente en lo que sucede en Tamarindo y, mucho menos, en el efecto del mínimo desarrollo que muestra Playa Grande, por lo que aboga por un desarrollo urbano controlado al frente de esta playa que garantice la eficiencia de las medidas de conservación. Para ello, se manifiesta muy satisfecho con el Reglamento de Zonificación que pudo revisar y con el cual, reafirma, Playa Grande mantendría su atractivo como sitio de desove para la decreciente población de baulas del Pacífico. “Mi impresión es que si tal código –Reglamento- fuese puesto en práctica, Playa Grande luciría dentro de 20 años tal y como la vemos hoy.”
49 Esas y otras valiosas observaciones incluidas en el informe del reconocido especialista, que ha visto aumentar la población anidante de baulas en la playa de Boca Ratón, Florida, aún con la presencia de desarrollo urbano prácticamente en la misma playa (comunicación personal), demuestra que, como lo expresara ante autoridades gubernamentales – incluido el señor Presidente de la República Dr. Oscar Arias -
que las tortugas marinas
protegidas en el Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste pueden convivir, sin problema, con un desarrollo urbano de baja densidad y estrictamente regulado, como se establece en el Reglamento municipal emitido para una franja de terreno de 200 m de ancho que corre a lo largo del límite de 50 m de la playa del área de conservación.
Observaciones finales
La revisión bibliográfica que sustenta este ensayo tuvo como objetivo primordial documentar, especialmente a partir de las publicaciones de los investigadores directa o indirectamente vinculados al Fideicomiso Baulas o The Leatherback Trust, la información científica que a su vez sustenta la afirmación de que la caída dramática en el número de tortugas baula que alcanzan las playas del Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste, es consecuencia del desarrollo urbano que se asienta en ciertas zonas cercanas a dichas playas.
Así se hizo en vista de que conjuntamente con autoridades de la Municipalidad de Santa Cruz, habitantes de ese mismo cantón guanacasteco y colegas universitarios en misión oficial de la Universidad Nacional (UNA), nos involucramos en la estructuración y puesta en vigencia de un reglamento municipal dirigido a complementar las medidas de conservación existentes al interior del Parque Nacional, con normas estrictas a aplicar en un eventual desarrollo urbano en una franja de terreno de 200 m de ancho, que corre a lo largo de la colindancia del área de conservación, más allá de los 50 m inalienables del mismo.
Al asumir dicha responsabilidad jamás se consideró que al publicarse el llamado “Reglamento de Zonificación” se irían a dar acciones en contra de su
50 ejecución, y mucho menos, de parte de una organización no gubernamental (The Leatherback Trust) conocida como defensora de la conservación de las baulas. Y no se creyó así pues, luego de años de discusión pública del mismo, nunca se había recibido ni una observación contraria a su promulgación, lo que se interpretó como una aprobación tácita a la emisión de medidas preventivas y precautorias en pro de una especie en peligro de extinción, que podría verse afectada en un hábitat de anidación reconocido a nivel latinoamericano.
Por ello, se planteó la tarea de ampliar la investigación que se había iniciado aún antes de asumir la tarea en calidad de representantes oficiales de la Rectoría de la UNA, con el fin de confirmar los cuestionamientos que desde la citada ONG y algunos funcionarios del Minae habían surgido en los últimos momentos. Para entonces se llegó a considerar la posibilidad de que se había escogido el camino incorrecto y que, más allá de las buenas intenciones y loables objetivos del trabajo conjunto, existía una realidad desconocida que, de confirmarse, nos hubiera hecho cambiar de parecer.
La rigurosa revisión bibliográfica hubo de vencer múltiples obstáculos. El principal de ellos, el hecho de que en ninguna dependencia del Ministerio de Ambiente y Energía existe una colección completa de las publicaciones nacidas de las investigaciones autorizadas por las autoridades del Parque Nacional Marino Las Baulas. Hubo pues que invertir mayor energía en su búsqueda.
Superadas las vicisitudes iniciales se tuvo acceso a esas y otras investigaciones con las cuales hacer un estudio comprensivo como el propuesto y que para su lectura se resume. En primera instancia, se pudo confirmar que no se había seguido el camino errado y que, por tanto, las metas y objetivos del Reglamento de Zonificación mantenían su fundamento: complementar las medidas de conservación existentes y predecir, para prevenir, los posibles impactos ambientales de un desarrollo urbano cercano al Parque Nacional.
Importante conclusión en virtud de la responsabilidad
encomendada y el prestigio de la institución de educación superior.
51 Además de concluir lo anterior, fue sorprendente corroborar que, pese a los diversos estudios realizados, muchos de ellos como trabajos de graduación de estudiantes de posgrado de universidades estadounidenses, ni uno solo se propuso siquiera evaluar, o al menos estimar, correlación alguna entre el dramático derrumbe en el número de las poblaciones de tortugas baula que desovan en las playas Langosta, Grande y Ventanas del Parque Nacional Marino, y
el supuesto desarrollo urbano descontrolado que se argumenta.
Más allá de contar con adecuados recursos financieros y humanos, llama la atención el hecho de que aún con la tutoría de los doctores James R. Spotila, Richard D. Reina, Frank V. Paladino, entre los más notables vinculados a The Leatherback Trust, no existe publicación alguna que evalúe o pretenda iniciar evaluación
alguna,
que
demuestre
una
correlación
estadísticamente
significativa entre la presencia de infraestructura al menos en las zonas norte y sur de Playa Grande, donde existe un desarrollo urbano conocido.
Aparte del “trabajo de clase” que se discutiera antes, realizado por unos estudiantes de la UNA, ausente de las formalidades académicas esperables en una tarea universitaria y carente de rigurosidad científica, no existe investigación alguna que permita sustentar la afirmación de que el Reglamento municipal pondría en peligro la existencia de un manglar y la supervivencia de las baulas en Playa Grande.
Cabe aclarar que no se está afirmando que un desarrollo urbano descontrolado y masivo, sin regulaciones ambientales, no pudiere provocar el traslado de las tortugas hembras, junto a sus consortes, a otras playas, tal y como ha sido documentado antes. Por eso precisamente, es que compartimos la tarea de legarle a las baulas y a la comunidad del cantón de Santa Cruz, una normativa que efectivamente evite lo que ha sucedido en regiones vecinas al área de conservación, como es el caso del poblado de Tamarindo.
Aunque no se pudo demostrar la hipótesis propuesta, fue correcto el procedimiento científico utilizado.
Por algo en ciencia se trabaja tan
frecuentemente con la hipótesis nula. Lo importante era llegar a conclusiones
52 valederas a partir de la obtención de información suficiente y el análisis objetivo.
Reconocimiento
Mención muy especial merecen la Dra. Sonia Marta Mora Escalante y el Dr. Carlos Lépiz Jiménez como Rectora y Vicerrector Académico de la Universidad Nacional, Costa Rica en los años en que se inició nuestra colaboración con la Municipalidad de Santa Cruz. Gracias a su visión y apoyo entusiasta, pudo culminarse exitosamente la realización del trabajo de asesoría que condujera hacia la formulación del Reglamento de Zonificación para la región costera del distrito Cabo Velas, cercana a las playas del Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste.
Referencias
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UNIVERSIDAD NACIONAL Heredia, Costa Rica
EL DILEMA DE LAS TORTUGAS BAULA DE COSTA RICA
Dr. Freddy Pacheco
Enero, 2004
2
El dilema de las tortugas baula de Costa Rica Dr. Freddy Pacheco*
La muerte de las baulas Mientras por muchos años se han invertido sustanciales recursos económicos y documentado esfuerzo humano, para salvar de la extinción a las tortugas baula (Dermochelys coriacea coriacea, Orden Testudines, Familia Dermochelydae) que desde hace miles de años desovan en playas costarricenses, poco o casi nada se ha hecho por emprender acciones efectivas de protección en altamar, centrando más bien la atención casi exclusivamente en la protección de los hábitats de anidación. En el caso particular de las poblaciones que anidan en playas del océano Pacífico, el pueblo costarricense, representado en el gobierno de la República, ha hecho importantes esfuerzos por garantizarle a esos extraordinarios reptiles marinos, el ambiente propicio para su función ecológica en playas protegidas donde sus hembras puedan depositar sus huevos sin ser disturbadas por acciones antropogénicas. Como parte de esa tendencia conservacionista, la Asamblea Legislativa decretó en 1995 la creación del Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste (Ley N°7524), como corolario del Decreto Ejecutivo N° 20518-Mirenem del 9 de julio de 1991. Más recientemente, según fuere publicada en La Gaceta del 28 de noviembre de 2002 (Alcance N°86) la Asamblea Legislativa emitió la "Ley de Protección, Conservación y Recuperación de las Poblaciones de Tortugas Marinas" en que se declararon "de interés ecoturístico" ecosistemas de anidamiento y desove como Playa Grande (parte importante del Parque Nacional citado) donde se establece, entre otros, la obligación de que las instituciones relacionadas con la conservación de la vida silvestre, coordinen la realización de actividades turísticas relacionadas con "la observación del anidamiento y desove de las tortugas", con el fin de garantizar la protección de las mismas. Según la letra de esta última ley, se consideró necesario adoptar medidas que garantizaran además, el cumplimiento de los compromisos internacionales adquiridos por Costa Rica en pro de la conservación de las tortugas marinas, como por ejemplo, la obligación de protegerlas de los pescadores inescrupulosos que se negaren a usar el Dispositivo Excluidor de Tortugas (DET) que tanto daño causan a sus poblaciones, del cual, nuestro país, no ha salido muy bien librado en cuanto al cumplimiento de sus obligaciones, según lo determinaren observadores independientes que han denunciado al Instituto Costarricense de Pesca y Acuacultura (Incopesca) por no hacer cumplir el ordenamiento legal con el rigor que exige la situación.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Ph.D. Catedrático de la Universidad Nacional, Escuela de Ciencias Biológicas. Heredia. Costa Rica. • Tel. oficina: (506) 277 3332 Correo electrónico: fpacheco@una.ac.cr
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Sin embargo, pese a lo último, no se puede afirmar que haya habido indiferencia estatal ni privada ante las amenazas que desde hace años se ciernen sobre las tortugas baula de Costa Rica. Más bien, y esto ha de reconocerse, desde hace más de una década, gobernantes costarricenses han asumido la responsabilidad de salvaguardar esos maravillosos reptiles marinos, prestándole atención a las recomendaciones que entes, fundamentalmente privados, han promovido en pro de su conservación. Acción no estatal que en varios campos ha orientado la actividad conservacionista llevada adelante por el gobierno de la República en esta y otras áreas, en virtud de las limitaciones económicas y logísticas que impiden un efectivo y autónomo cumplimiento de su deber. En este contexto, cabe analizar el origen del dilema en que se mueven las iniciativas tendientes a acudir en auxilio de las amenazadas tortugas baula. En los últimos años el número de tortugas que generalmente venía a anidar al Parque Nacional creado para su protección, ha venido disminuyendo dramáticamente. De las 70 hembras que cada noche venían a anidar entre los meses de octubre a marzo (según el decreto del año '91) sólo llegaron 69 para toda la temporada del 2002-2003. De las 1.367 tortugas que llegaron a Playa Grande en la temporada 88-89, nueve años después la población había disminuido a 117 (Spotila et al, 2000). Y como dijimos antes, seis años más tarde el número había caído a 69. Cifras que revelan una realidad que hoy parece casi imposible superar: las poblaciones de baulas que llegan a Costa Rica están camino a su extinción; de las amenazas de exterminio se ha pasado a la consumación de su extinción. Está incluida en el apéndice I de CITES y en el libro rojo de la UICN se encuentra catalogada en "peligro crítico". Al indagar acerca de la razón o las razones de tan masiva desaparición, encontramos que es un fenómeno que lamentablemente se repite en otros lugares del Pacífico latinoamericano. Por ejemplo, en México (donde se le conoce como tortuga laúd) se determinó que de las decenas de miles que anidaban en 1980, el número cayó a 50 en el año 2002. El total de nidos en Mexiquillo, Michoacán, disminuyó sostenidamente de más 6.000 en 1984 a unos 500 en 1995 (Greenpeace, Boletín 2002), lo que viene a confirmar la hipótesis de que algo devastador está afectando a las tortugas baula del Pacífico. Algo devastador que no se puede circunscribir a la situación de su hábitat de anidación, pues en términos generales, gracias a la protección que se les brinda (como en los parques nacionales y refugios costarricenses) no se puede explicar tal catástrofe a partir de lo que se hace o no se hace en las playas o lugares próximos a ellas. Cuando dirigimos nuestra atención hacia la situación de las poblaciones que habitan el Pacífico Oriental, el asunto de su dramática desaparición adquiere ribetes de debacle. De acuerdo a Sarah Bouchard y Karen Bjorndal (2002), las grandes poblaciones de tortugas baula que antes cubrían los océanos, casi han desaparecido en poco más de una década, disminuyendo su número desde cientos de miles a unas 40.000 alrededor del mundo. Para Jennifer Harford (2002) quedan solamente entre 20.000 y 30.000 hembras en el mundo. En el mismo sentido, otros investigadores y organizaciones, como Wildaid (2001) se lamentan que el número de hembras adultas ha declinado de 115.000 en 1982 a 34.500 en 1996, según lo reportara Spotila et al (2000), quienes además afirman que la especie Dermochelys coriacea del océano Pacífico se encuentra, por desgracia, a punto de extinguirse. En cuanto a la situación de las poblaciones que llegan a costas mexicanas, esos mismos autores llaman la atención en cuanto a que la gran colonia que anidaba en ese país cayó exponencialmente de 70.000 individuos en 1982 a menos de 1.000 en 1994, según lo comunicaran Sarti et al en 1996, y a menos de 250 en la temporada 88-89, con una mortalidad anual del 22,7% para el periodo de 12 años comprendido entre 1984 y 1996. ¡Alguien o algo, lejos de los sitios de anidación, las está matando!
4 Para Centroamérica se calcula que para el año 2000 había unas 687 hembras y 518 subadultos, mientras que para México la población remanente era de 1.000 adultos y 750 subadultos. Así, la población combinada del océano Pacífico Oriental habría disminuido de 4.638 individuos en 1995 al número casi insignificante de 1.690 hembras adultas. Pero donde se hace más evidente la desgraciada situación de esos invaluables reptiles marinos, es en las estadísticas que nos dicen que de los 91.000 adultos existentes en el Pacífico en 1980 (hace tan solo 23 años) para el año 2000 quedaban solo 2.995 hembras (Spotila et al, 2000). Para las 71 personas físicas y jurídicas firmantes de un llamado internacional en pro de su protección (Agosto, 2002) las poblaciones de baulas del océano Pacífico habían caído de 91.000 en 1980 a menos de 5.000 en el 2002, por lo que advirtieron de la necesidad de tomar acciones inmediatas y significativas para evitar su extinción; para evitar que las sigan matando… Tal devastadora situación fue asimismo señalada en Ambientico (Pacheco, 2003) donde se cuestiona la razón de tal desastre ambiental: ¿Cómo es posible que pese a la protección de sus sitios de anidación, se esté presentando esta lamentable situación? Y cabe la interrogante pues obviamente ha fracasado la estrategia recomendada por los expertos y seguida casi al pie de la letra por los gobiernos de naciones que, como Costa Rica, creían de buena fe que con su esfuerzo proteccionista y conservacionista, estaban salvaguardando las colonias de baulas para satisfacción de las actuales y futuras generaciones. Si no se estuviera hubiera dando la catástrofe expresado en los informes estadísticos que hoy lamentamos, sí podría hablarse de un triunfo del movimiento ambientalista dedicado a la protección de ese extraordinario animal. Pero como los resultados han sido totalmente contrarios a lo que se ha buscado con tanto esfuerzo, hay que admitir que se ha fallado, que la energía y recursos económicos invertidos no han rendido los frutos esperados, y que, en respuesta a esta situación, no queda más que mirar hacia otro lado en busca de respuestas, y más importante, en busca de soluciones urgentes y ojalá efectivas, que permitan prevenir la irreparable extinción.
Algunas características de las baulas Las baulas son las tortugas vivientes más grandes. En etapa adulta las hembras promedian los 500 kilogramos de peso, pero se ha llegado a reportar ejemplares de hasta 900 kilos. Es la única especie de la familia Dermochelidae, no posee el típico caparazón duro cubierto de escudos de gran consistencia, sino más bien uno cuerudo con una matriz de huesos exagonales, con siete quillas en total, una de ellas prominente en la parte media del caparazón. Su piel es negra en la parte dorsal, con una gama variable en la abundancia de manchas blancas, azuladas o rasadas en el cuello y base de las aletas; la pigmentación clara predomina en el plastrón (mundomatero.com) Para una mejor comprensión de los hechos que amenazan su desaparición, ha de considerarse que se trata de una tortuga de hábitos pelágicos y altamente migratoria, que se mantiene muy lejos de la costa y que solamente en su etapa reproductiva se acerca a las playas. Puede ejecutar zambullidas de hasta 700 metros y navegar grandes distancias, tanto de oriente a occidente como de norte a sur; se han visto tanto en Alaska como en Chile. Se conoce que pueden nadar distancias de hasta unos 4.000 kilómetros o más desde sus sitios de desove; cada dos o tres años sus hembras regresan a las mismas playas a anidar, donde hacen agujeros de aproximadamente un metro de profundidad en que depositan un poco más de 100 huevos. Es interesante señalar que, de ellos, colocan en la parte superior unos 30 huevos, más pequeños e infértiles. Aunque mediante estudios se ha demostrado que las poblaciones que anidan en las regiones oriental y
5 occidental del océano Pacífico, son genéticamente diferentes, los mismos estudios permiten concluir que las baulas capturadas en altamar y en las regiones pesqueras del Pacífico norte, efectivamente realizan migraciones transoceánicas a partir de sus correspondientes playas de anidación en ambas riberas del océano Pacífico, hacia las áreas de alimentación en que también pescan los buques palangreros y con redes. Los investigadores reafirman la necesidad de que se ejecute un movimiento efectivo de cooperación para su conservación, en vista de que los impactos en el ambiente marino tienen un efecto sobre las diversas poblaciones ajeno a lo que sucede en las playas de anidación (Dutton et al, 2003). Además, se les encuentra alrededor del mundo, tanto en océanos tropicales como sub-polares, anidando en playas tropicales principalmente (raramente se les ha visto anidando en playas subtropicales). Como sucede con otras especies de tortugas marinas, se conoce muy poco acerca de los rumbos que siguen sus neonatos y juveniles (Martínez, S.,2000). Su alto contenido de grasa le proporciona aislamiento y le brinda la habilidad de mantener temperaturas corporales a un nivel superior a su ambiente, muchas veces frío, lo cual le permite permanecer prolongados periodos en aguas casi heladas donde encuentra abundancia de medusas, su principal alimento.
Un enfoque diferente sobre su conservación Al conocer cada vez más de su biología, que incluye aspectos relevantes de su fisiología, etología, ecología, etcétera, no parece prudente seguir hablando casi exclusivamente del "efecto de las luces y del ruido", cual si estos fueren la razón de la matanza que se ha documentado estadísticamente. De seguir por ese camino, seremos irresponsables testigos de la desaparición de un reptil que ha poblado el planeta desde hace más de 100 millones de años. Testigos además, de la extinción de una maravillosa especie de tortuga que logró sobrevivir los efectos de los cambios climáticos monumentales que hace millones de años hicieron imposible la supervivencia de muchas planta y animales. Especie que soportó exitosamente los choques de cuerpos provenientes del espacio exterior, de los cataclismos geológicos que resultaron de los movimientos violentos de los continentes en formación y la elevación de las cordilleras volcánicas que con su intensa actividad fueron dándole forma a los valles, mesetas, montañas y playas que forman el paisaje terrestre. De esa especie que nadaba por los mares y océanos que cubrían lo que hasta muchos millones de años después iría a ser el istmo centroamericano. De esa especie que habría de esperar casi 100 millones de años para ser acompañada por esa otra especie, la "inteligente", que vendría a ejercer un dominio demoledor, destructor, depredador, sobre el ambiente, gracias a esa ventaja evolutiva que la dotara de un cerebro desarrollado y una capacidad de raciocinio (¡qué paradoja!) hasta entonces desconocido. Porque tampoco se trata de negar o tratar de ocultar la gravedad de las acciones del hombre contra la supervivencia de las tortugas baula pues de hecho, éstas no han cesado en muchos sitios conocidos. Las principales amenazas en el pasado (antes del factor "pesca incidental") lo constituía el saqueo de sus nidos y la matanza producida para extraer sus aceites, como sucediera con las desaparecidas baulas de Malasia. También se ha documentado suficientemente la mortalidad provocada por los plásticos contaminantes y la destrucción de sus hábitats de desove. Pero la prohibición internacional al comercio de baulas o sus productos, ha contribuido grandemente a eliminar tales prácticas destructivas (Martínez, S., 2000).
6 Pero ahora se tiene claro que es en altamar donde las tortugas baula encuentran sus mayores amenazas, por lo que gracias a esa capacidad adaptativa extraordinaria que les permitiera sobrevivir a los gigantescos dinosaurios y demás especies de plantas y animales que sucumbieron hace decenas de millones de años a las tortugas baulas, se les considera "fósiles vivientes", en vista de sus características, si se quiere primitivas, pero enigmáticas, que sustentaron su exitosa existencia frente a los peligros y amenazas reales que lograron superar. Y es precisamente a esos animales a los que hoy vemos camino a su desaparición en medio de una actitud de pasividad pasmosa, irresponsable, inhumana, cual si se tratara de una especie despreciable que no merece un mayor esfuerzo. Claro que son importantes los simposios y demás reuniones de especialistas e interesados en la materia, pero ellos por sí solos no contribuyen a su supervivencia. Ahora que la especie está muriendo a una tasa insostenible producto de una indiferencia que pretende obviar quien sabe qué conflicto internacional, es cuando ha de admitirse que si no se cambia la estrategia conservacionista seguida hasta ahora, habremos fallado, desde el punto de vista de la responsabilidad ética y moral que ha de permear la acción racional del Homo sapiens.
El dilema costarricense A partir de los resultados obtenidos hasta ahora, tenemos los costarricenses (aunque no exclusivamente) el deber de tomar acciones correctivas tendientes a revertir el proceso creciente, sostenido y de evidente resultado destructivo, que afecta a las poblaciones de tortugas baula que anidan en Costa Rica. Pero es precisamente aquí donde nace el dilema relacionado con el quehacer que nos espera. Dilema producto de la divergencia de criterios que durante el último año han surgido en cuanto al tema y que todavía sigue sin resolverse. Tenemos por un lado a los que, según la estrategia tradicional seguida hasta ahora, optan por proseguir prioritaria y exclusivamente, el camino de la protección de las playas de anidación, como la única opción salvadora de las colonias de baulas que todavía llegan a las playas costarricenses. Opción que, en vista de los resultados anotados, paradójicamente, no solo parece ser una negativa inútil de la realidad, sino que también parece desconocer la imposibilidad financiera que ha impedido a través de los años, cumplir con la compra de terrenos originalmente destinados a ser parte del Parque Nacional Marino fundado para brindar protección a todo lo relacionado con la anidación. Los estimables amigos que defienden ésta, como la solución al problema que representa la caída estrepitosa que se ha dado en el número de individuos que hasta hace pocos años llegaba a playas costarricenses, parecieran no percatarse de la debacle. Aunque no fuere su intención, ellos actúan cual si no se estuviere dando la matanza de tortugas que se ha hecho evidente; para ellos la atención ha de enfocarse en los hábitats de anidación y nada más. Otros creemos más bien, que de seguir con esta actitud que calificamos de equivocada (aunque pudiere ser bien intencionada) donde se fija la atención en los sucesos que pudieren darse en los sitios de desove, dejando de lado la conocida matanza causada por pescadores inescrupulosos, presumiblemente se estaría asumiendo una posición en la que poco bueno se puede esperar en pro de la conservación de las baulas. Cabe mencionar que a través de los años que han pasado desde la creación del Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste, una gran dificultad todavía sin solución, ha sido la imposibilidad de incorporar al parque, terrenos de propiedad privada como parte de las áreas que una vez se determinaron ligeramente como parte de la porción terrestre de dicha área de conservación. La escasez financiera crónica fue alimentando un creciente déficit presupuestario, que por efectos de la plusvalía relacionada con el desarrollo de pequeños proyectos turísticos que se ha venido dando en el área, ha alcanzado niveles inalcanzables para el Estado costarricense o para cualquier
7 organización no estatal conocida. Más allá de las inevitables divergencias relativas al valor de los terrenos que habría que expropiar, donde por un lado los propietarios de los mismos defienden y negocian valores a veces muy diferentes a los que funcionarios del gobierno hubieren determinado en ciertos casos, lo cierto es que el conflicto existe, es de muy difícil resolución y más bien estaría obstaculizando otras iniciativas tendientes a proteger, a partir de la situación real, a las tortugas baulas.
Fundamentos legales Los determinantes jurídicos incluidos en las normas legales que sustentaron la creación del Parque Nacional, incluye aquél que dice: "Los terrenos privados comprendidos en esa delimitación serán susceptibles de expropiación y se considerarán del Parque Nacional Marino Las Baulas, hasta tanto no sean adquiridos por el Estado…" (Art. 2 de la Ley del '95) y "La declaratoria de parque nacional tendrá plena eficacia, una vez que el Estado adquiera las propiedades privadas existentes en esa demarcación" (Art. 5 del Decreto del '91). De esta forma, en vista de que a la fecha no se ha hecho efectiva la compra en firme de ni un metro cuadrado de esos terrenos privados, sus propietarios en el ínterin han hecho valer los derechos que la ley les confiere, habiéndose ejecutado proyectos de desarrollo en esas áreas no consideradas como parte del Parque Nacional, que han hecho aumentar sustancialmente el valor de las propiedades, con lo cual cada vez es mayor la dificultad de ejecutar tales adquisiciones. Según resolución del ministerio responsable de la administración del Parque Nacional (DAJ-PN223), emitida en respuesta a una consulta de un ente privado en el sentido de "si existe algún obstáculo legal para el pleno disfrute… del inmueble… ubicado dentro de los límites establecidos para el Parque Nacional Marino Las Baulas", la asesoría jurídica ministerial respondió que la finca sobre la cual se hacía la consulta "no forma parte de ese patrimonio forestal del Estado y por tanto el propietario goza de todos los atributos propios del derecho de propiedad, estando facultado para desarrollar cualquier proyecto, segregar lotes o construir, sujeto eso sí a las limitaciones que imponga el resto de nuestro ordenamiento jurídico." Así, esa formal resolución confirma aún más el carácter privado de las tierras no adquiridas por el Estado para incorporarlas al Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste. Ha de aclararse, sin embargo, que la totalidad de tales áreas privadas se encuentran fuera de la franja de 50 metros de ancho medidos a partir de la pleamar ordinaria (zona pública de la zona marítimo terrestre) que desde un primer momento pasaron a formar parte del Parque Nacional, por lo que las áreas de anidación propiamente dichas, se encuentran bajo el estricto régimen de protección que administra el Ministerio de Ambiente y Energía, y que asimismo, se ejerce una protección absoluta sobre las áreas de manglar y los esteros. Dentro de este contexto se han venido dando acciones polémicas entre los que consideran que tales terrenos privados pueden ser administrados con las limitaciones legales que son intrínsecas al Parque Nacional, y los que dicen tener derechos de acuerdo a lo señalado en la legislación, posición ésta compartida además por el gobierno local representado por la Municipalidad del cantón de Santa Cruz. Para la cual, dichos terrenos han sido parte de su jurisdicción pues jamás han sido incorporados al Parque Nacional. Para el ente municipal, su objetivo en dicha área privada es el "de darle apoyo a una iniciativa local que surja de la Municipalidad de Santa Cruz y la cual estamos dispuestos a promover para regular lo que sea necesario y con ello garantizar la protección ambiental y el desarrollo económico en armonía con la naturaleza" (Acuerdo del 10 de junio, 2003).
8 El señor Ministro de Ambiente y Energía don Carlos Manuel Rodríguez, en lo que respecta, en cierta forma se muestra concordante con la posición municipal de promover un desarrollo "en armonía con la naturaleza", enfatizando que "Los esfuerzos de conservación y protección estarán centrados en Playa Grande, donde buscaremos promover un desarrollo de baja densidad.". Y agrega: "En las áreas privadas declaradas como Parque Nacional en 1991 y 1995, nos interesa promover un régimen voluntario de conservación, en lugar de proceder a las respectivas expropiaciones", - "Cualquier desarrollo en Playa Grande deberá ajustarse a los criterios que deben definirse como: de baja densidad, el manejo y uso apropiado de las luces, la implementación y uso de "cortinas verdes", entre otros." (Carlos Manuel Rodríguez, 16 de julio, 2003). Asimismo, es de destacar que la Universidad Nacional, al acoger invitación que le hiciera la Municipalidad de Santa Cruz a participar como entidad científica como parte de su gestión en Playa Grande, manifestó por medio de su Rectora que "Creemos más bien que, ante la imposibilidad demostrada de agregar áreas de propiedad privada a los terrenos del Parque Nacional, la mayor atención habrá de dirigirse hacia el establecimiento de medidas de carácter obligatorio, relacionadas con el ordenamiento territorial en aquellos lugares que podrían afectar los sitios de anidación, a efecto de que, como dice el acuerdo municipal, se pueda "garantizar la protección ambiental y el desarrollo económico en armonía con la naturaleza", según los fundamentos del concepto de desarrollo sostenible. (Dra. Sonia Marta Mora, 24 de julio, 2003). Y es precisamente en esos términos que la Universidad Nacional ha iniciado un proceso tendiente a cumplir tales objetivos, en el cual participan las dos instituciones, representantes de los propietarios de los terrenos citados y líderes comunales, según el supuesto bien sustentado de que ante la imposibilidad e intencionalidad manifiesta (por el señor Ministro) de que no se iría a proceder a efectuar las costosas expropiaciones, lo recomendable es trabajar conjuntamente, y bajo un marco de buena fe y respeto, hacia un ordenamiento en el que se garanticen las metas conservacionistas tendientes a proteger las tortugas baula que todavía llegan a desovar al Parque Nacional. Ordenamiento que evitaría la ejecución, e incluso la propuesta, de proyectos urbanísticos de alta densidad en el sitio, como el que fuere discutido, y desechado, hace poco más de un año por la Secretaría Técnica Nacional Ambiental (Setena) del Ministerio de Ambiente y Energía, al improbar el estudio de impacto ambiental (EsIA) que fuere sometido ante ese ente por los interesados en la construcción de una urbanización. Mediante estrictas regulaciones en que se consideran además de los derechos, los deberes de todos los responsables e involucrados (tanto autoridades como habitantes) a partir de la cooperación iniciada entre la Universidad Nacional y el gobierno local del cantón de Santa Cruz, se pretende proteger a las baulas a partir de medidas relacionadas con la mitigación del impacto ambiental a partir de desarrollos de muy baja densidad que consideren, entre otros, regulaciones sobre el porcentaje de construcción en lotes de al menos 1.500 metros cuadrados, otras normas en lotes menores, altura de las casas, cortinas vegetales, tipo, intensidad y orientación de luces, limitaciones al acceso a la playa durante las temporadas de desove, etcétera, que tomadas por los entes establecidos por ley a partir de recomendaciones fundamentadas, sean parte de los requisitos a que habrán de someterse los actuales y futuros propietarios de terrenos situados en las áreas adyacentes a las playas protegidas. Cabe mencionar, que hasta ahora no se ha dado ninguna respuesta negativa de parte de las personas físicas y jurídicas con intereses en la zona, por lo que existe conformidad con las propuestas iniciales que, conjuntamente, plantean el ente municipal y la Universidad Nacional. Pese a las divergencias evidenciadas entre las autoridades municipales y los funcionarios ministeriales locales, en cuanto a quién tiene o no tiene jurisdicción sobre los terrenos que, al no
9 haber sido expropiados oportunamente, no fueron incorporados al Parque Nacional, ese no es el dilema a que deseamos hacer referencia. Lo cierto es que más bien creemos que de seguir sumidos en dicha discusión, se consumiría innecesariamente el tiempo mientras seguirían muriendo las tortugas, como en este instante está sucediendo, sin que se tomen las medidas urgentes que demanda la actual situación de emergencia. Sin menospreciar la importancia de determinar formalmente los citados aspectos jurisdiccionales, lo cierto es que ese no es el problema mayor pues con esa determinación, no se van a salvar las pocas tortugas que todavía alcanzan las playas costarricenses y de otros países americanos. Paradójicamente, más bien estaríamos contribuyendo con una estrategia que, como hemos dicho antes, ha fracasado estrepitosa y lamentablemente, en vista de que ha concentrado casi exclusivamente su atención, en lo que se hace en una o varias pequeñas playas, donde se protegen las hembras y sus neonatos, obviando los sucesos que están arrasando con las poblaciones de las baulas en amplias áreas de altamar.
S.O.S. para las baulas Mientras se desviaba la atención hacia aspectos como la magnitud del efecto que podría tener una lejana fuente luminosa o el ruido de un motor sobre una colonia de baulas, y se debatía acerca de la necesidad de ampliar, mediante un proyecto de ley que conlleva mayores obligaciones económicas, un parque nacional que aún espera su consolidación, diversas poblaciones de baulas sufrían los embates destructivos de una creciente amenaza para su supervivencia representada en la pesca incidental. Mientras en Costa Rica se iniciaba el trámite legislativo del detenido proyecto de ley que hubiera derivado en la incorporación al "Parque Marino" de más y más tierras cada vez más alejadas del mar y la playa, se pretendió obviar el hecho incuestionable de que todavía no se ha pagado ni una moneda por los terrenos que habrían de ser sumados al Parque Nacional Marino, creado para proteger a las tortugas baula. Se seguía pues, nuevamente, el camino equivocado, costoso, infructuoso y sin sentido, de pretender financiar la compra de más lotes tierra adentro, en lugar de dedicar los mejores y mancomunados esfuerzos por efectivamente revertir la destrucción de tan extraordinaria especie. Todo ello a pesar de que se sabe que los supuestos beneficios que se derivarían de los dineros dedicados a la compra de unos cuantos terrenos cercanos a los sitios de anidación, de nada servirían para detener la matanza que se cierne sobre las tortugas baula. ¡Ahí no está el origen del problema! Y cuidado si la solución que se plantea no conlleva paradójicamente un mayor peligro para su supervivencia, tal y como se desprende de la propuesta del Fideicomiso Baulas (The Leatherback Trust) de triplicar, al menos, el ingreso anual de turistas a las playas protegidas (de 20.000 a 60.000) como medio de financiar, mediante las tarifas de ingreso, la compra de tierras, pese a que ello estaría aumentando peligrosamente el impacto negativo sobre las playas de anidación y afectando aún más a las pocas tortugas que logran llegar a Costa Rica, después de superar los peligros que se ciernen sobre ellas. En el expediente legislativo tal Fideicomiso no solo se manifiesta a favor de la ampliación del Parque Nacional Marino, sino que propone también el aumento sustancial en el ingreso de turistas y de dinero, proveniente del cobro de derechos de investigación, de práctica de surf, concesiones y alquileres no especificados, que parecieran referirse a la construcción de "centros para visitantes, senderos, áreas para almuerzos y para acampar, tiendas, restaurantes, miradores, servicios sanitarios y otros" (Fideicomiso Baulas, 2003).
10 Por nuestra parte, creemos que tal propuesta encierra en sí una contradicción pues compartimos más bien el criterio de que lo menos que necesita las tortugas baula, para su supervivencia, es el desarrollo de infraestructuras que promuevan el ingreso de visitantes por decenas de miles, y mucho menos durante la época de anidación. Jamás podríamos pensar en las playas de este Parque Nacional cual si fueren las playas de otros parques nacionales o zonas protegidas, donde no se da el desove de estas tortugas y donde el turismo es parte fundamental, como el caso del Parque Nacional de Manuel Antonio donde "Su atractivo principal lo constituyen las playas Espadilla Sur y Manuel Antonio, de arena blancuzca, escaso oleaje, pendiente suave y aguas transparentes…" (Boza, M. 1989). El impacto ambiental que semejante propuesta traería consigo podría incluso, ser mayor al que tendría un desarrollo armónico, controlado, altamente restrictivo, como el que se propone desde la Municipalidad de Santa Cruz, según los preceptos del desarrollo sostenible. Como en Playa Grande, por decisión municipal, ministerial y de sus habitantes, no se pretende ni permitiría "desarrollos masivos" como los que se darían según la organización Fideicomiso Baulas, tal amenaza no ha de usarse como argumento para minimizar el foco del problema e insistir ciegamente que es en la playa donde está la causa de su masiva desaparición. ¡Claro que ahora son mucho menos las tortugas que llegan a desovar! Eso todos lo sabemos. Pero no se puede torcer la realidad y concluir que ello se debe a las luces artificiales que, de paso, difícilmente se ven desde los principales sitios de anidación, como se puede comprobar en playa Grande. De continuar por ese camino, de lo único que estaríamos seguros es de que pronto, muy pronto, aunque se inviertan más de cien de millones de dólares en un muy improbable proceso de expropiación, eventualmente no llegaría ni una sola baula a desovar a ninguna playa costarricense. En su informe, Spotila et al (2000) concluyen que de continuar la protección de sus sitios de anidación lo único que se lograría es que la caída de la población "a menos de 50 animales podría posponerse por cinco años". Malas noticias para los que todavía creen que se podría revertir, con la compra de más tierras ubicadas tanto dentro como fuera de la zona prevista para el Parque, el rápido camino hacia la extinción del que todos somos testigos. Eventualmente, después de un gran esfuerzo humano y económico, tendríamos el disparate de un parque nacional para las baulas… sin baulas. Las que a diferencia de las otras tortugas marinas, se manifiestan imperturbables ante las luces, ruidos o la lluvia, cuando están en la labor de desove (Harford, 2002) lo que hace menos relevante esos elementos a la hora de explicar, o tratar de explicar, la angustiante extinción que las amenaza. Estamos seguros que los autores citados (Spotila et al) comparten con la mayoría que lo que se busca no es solo atrasar o posponer la extinción de las baulas. ¡No! De lo que se trata es de hacer lo que fuere necesario para detener la masacre que afecta sus poblaciones y tratar de revertir el proceso. Y tal tarea ha de ser compartida por todos los que, de alguna u otra manera, estamos involucrados en la tarea de garantizar su supervivencia, incluyendo, por supuesto, a los que promueven la ampliación del área del Parque Nacional Marino.
Sucede en altamar De acuerdo al "Llamado Internacional por una Moratoria en el uso de Palangres y Redes Agalleras en el Océano Pacífico" suscrito en agosto del 2002, "La tortuga baula se encuentra en la cima de la lista de especies que están siendo llevadas hacia el borde de la extinción debido a los efectos de la pesca industrial global". "Destacados biólogos especialistas en tortugas marinas y expertos en oceanografía reconocen que las principales amenazas que se ciernen en el mar sobre las tortugas baulas del Pacífico, provienen de los palangres y redes agalleras. Miles de baulas del Pacífico
11 están siendo atrapadas incidentalmente y matadas por estas largas cuerdas con anzuelos y redes que son lanzadas sobre todos los océanos, hogar de las tortugas marinas durante la mayor parte de sus vidas." (Agosto, 2002) Así, se manifestaron formalmente, representantes de instituciones estadounidenses como The Leatherback Trust, Inc., Conservation International, Turtle Island Restoration Network, Sea Turtle Restoration Project, Defenders of Wildlife, Natural Resources Defense Concil, Friends of the Earth, Oceana, Sierra Club, Reefkeeper International, Center for Biological Diversity, Wildcoast, National Coalition for Marine Conservation, Caribbean Conservation Corporation, Recreational Fishing Alliance, Bluewater Network, sumadas a entes como The Marine Turtle Preservation Group de la India, Greenpeace de México, Greenpeace de Chile, Centro Ecoceanos de Chile, Billfish Conservation Foundation e International Fund for Animal Welfare (ambos de México), Randall Arauz (Pretoma), Mario Boza (Wildlife Conservation Society), Daniel Frunkes (Costa Rican Fisheries Restoration) y Rolando Castro (Cedarena) (los cuatro de Costa Rica), y muchos otros más representantes de organizaciones de Irlanda, Reino Unido, Argentina, Zimbabwe, Fiji, Indonesia y Alemania. Y es que según los datos aportados por Spotila, Paladino, Reina, Plotkin y Steyermark (Spotila et al, 2002) en 1996 -1997, 1997-1998 y 1998 -1999, solo 26,7%, 27,1% y 20,6%, respectivamente, se clasificaron como re-emigrantes en Playa Grande. Por otro lado, de las tortugas etiquetadas en las temporadas 93-94 y 94-95, solo 11,9% y 19% respectivamente, regresaron a anidar en los próximos cinco años, por lo que concluyen que esta población está a punto de colapsar. En contraste, en otros lugares como en la caribeña Saint Croix, la re-emigración alcanzaba cifras superiores al 48%. Ante la pregunta que se hacen los autores de "¿Cómo pudieron haberse desvanecido las tortugas de Playa Grande?", se ensayan varias respuestas, llegándose a la conclusión de que la "mortalidad parece ser la mejor respuesta para explicar la disminución de la población". Así, para sustentar dicha eventualidad, informan que para la temporada 93-94 la mortalidad anual para las baulas de Playa Grande fue de 34,6%, manteniéndose para el año siguiente en un 34%, por lo que concluyen que "aún contando con protección total de las playas, cualquier población experimentando tales tasas de mortalidad de adultos no puede sobrevivir más que algunos años." Y lo mismo sucede, como se citó antes, con las otrora grandes colonias de baulas que anidaban en playas mexicanas. Playas que, al igual que Playa Grande, cuentan con medidas de protección… que obviamente no han tenido el efecto esperado. En su Boletín 211 (del 26 de febrero, 2002) Greenpeace de México destaca que "Se estima que entre mil y 2 mil tortugas laúd mueren cada año debido a la pesca incidental en Chile, Perú y hasta hace poco tiempo en Hawai (donde se estima que morían cerca de 800 tortugas marinas anualmente). De hecho, hay una relación directa entre el incremento de la pesca en Chile y la distribución de la anidación de tortuga laúd en México. La pesquería de palangre de Hawai fue prácticamente cerrada recientemente por las estrictas disposiciones de conservación de Estados Unidos. Sin embargo, la consecuencia de esto es que ahora los barcos palangreros de Hawai están pescando en aguas mexicanas y están capturando todo tipo de tortugas, de acuerdo con denuncias de pescadores deportivos de México ante las autoridades mexicanas." En el mismo boletín de Greenpeace se ilustra la extraordinaria disminución de hembras anidantes en tres playas mexicanas, según datos de los años '80, '92 y '94 para Tierra Colorada, Guerrero, donde se anota que de 10.000 individuos anidando en 1980, se pasó a menos de un centenar en 1994. En Mexiquillo, Michoacán pasó de un estimado cercano a las 5.000 tortugas en 1980 a tan
12 solo 16 (!) en 1993. Igualmente, otras publicaciones también resaltan que la pesca es la causante de la caída en el número de baulas, y otras especies marinas, alrededor del mundo (Grow, 2003). Uno de los aspectos más relevantes de dicha publicación, es el que se ilustra a partir de la publicación que hiciera Eckert (1997) en que se correlaciona la disminución nidos de baulas en México en un período que va de 1987 a 1996, con el aumento en el "esfuerzo de pesca" documentado en pesquerías chilenas implicadas en la debacle que viven las poblaciones de baulas. Con ello se confirma la posible razón de la matanza evidente que ha venido infringiéndosele a las baulas en sus conocidas travesías por el océano Pacífico. Movimientos migratorios que también fueron documentados a partir del estudio de siete tortugas de Mexiquillo entre enero y setiembre de 1997, que en conjunto constituyen un aspecto fundamental para comprender la actual situación de las poblaciones de tortugas baula, pese a los esfuerzos que, como en el caso de Costa Rica, se ha venido cumpliendo a cabalidad la protección de su hábitat de anidación. Toma mayor importancia el hecho de que se conozca a Dermochelys coriacea como el mayor "viajero", capaz de alcanzar las extremas latitudes polares. Que "puede ser encontrada desde Noruega hasta Nueva Zelandia y que vaga a través del Atlántico, el Pacífico y el océano Indico, desde Islandia, las Islas Británicas, Alaska, Japón, el sur de Argentina, Chile, Africa, el Mediterráneo y, por supuesto, ¡Costa Rica!" (Harford, 2002). Comportamiento que, paradójicamente, además de favorecer a la especie en su plasticidad adaptativa que tanto éxito le ha conferido a través de unos 100 millones de años, también la ha expuesto a las amenazas destructivas que hoy la están exterminando del planeta. Y esto último se afirma aún más cuando nos percatamos de que las baulas son absolutamente incapaces de superar obstáculos a lo largo de su camino en el mar. Es admirable (y esto las ha salvado de estar prisioneras en acuarios y zoológicos) el hecho de que, como un ¡canto a la libertad! en sí mismas, cuando se les aprisiona, sea en tierra o en agua, se golpean contra las paredes hasta consumar su suicidio. "El único lugar donde tal animal podría ser capaz de sobrevivir es en el mar abierto" (Harford, 2002). Cuando son atrapadas en las inmensas redes de pesca, conque pescadores inescrupulosos arrasan indiscriminadamente con los remanentes de los recursos biológicos marinos que aún persisten, las baulas mueren. También han tenido que tomarse acciones estrictas en contra de embarcaciones camaroneras que inescrupulosamente, en aguas nacionales de varios países, usan sus redes para atrapar, y matar, a las baulas que se "interponen" en su labor de extracción. Diversos estudios demostraron que el uso de un dispositivo excluidor de tortugas (TED en inglés) ha permitido reducir la mortalidad de tortugas por parte de la "industria camaronera" hasta en un 97%, según Todd Steiner, director del Sea Turtle Restoration Project de Earth Island Institute (Environmental News Network,1998). En aplicación de sus leyes conservacionistas, autoridades estadounidenses han tenido que imponer embargos a la importación de camarón desde países donde sus pescadores no son obligados a cumplir a cabalidad con medidas de mitigación semejante, como sucedió recientemente con Costa Rica. Según la Australian Marine Conservation Society (1999) las aguas suramericanas son unas de las más problemáticas para las tortugas, debido a la creciente industria pesquera que se ha despreocupado del impacto causado a las tortugas. Chile, dice dicha organización, tiene la más grande pesquería de pez espada mediante el uso de redes agalleras y palangres en Sur América. Las agalleras podrían haber exterminado hasta 1.600 tortugas baulas solo en el año '97, mientras que la acción combinada de Chile y Perú podría matar un mínimo estimando de 2.000 tortugas anualmente. Datos, se aclara, que no incluyen las pesquerías con palangre que cada vez adquieren más importancia en esas aguas. Asimismo se llama la atención en cuanto a que las
13 baulas también son aniquiladas por los pescadores de calamar y atún en el Pacífico Norte, quienes capturaron unas 1.000 tortugas entre los años '90 y '91, concluyéndose, entonces, que "Parece que la muerte incidental de las baulas de parte de las flotas pesqueras estaría seriamente implicada en la disminución rápida y alarmante de la que fuere una vez la población más grande de baulas en el mundo". Asimismo, autores como Gallaway (2001) se refieren, además de los eventos del Niño, a las pesquerías suramericanas de pez espada que se caracterizan por un esfuerzo de pesca superior a los 40.000 días en el mar, que les permiten extraer unas 2.000 baulas al año. Sin embargo, aunque es un asunto que trasciende las fronteras nacionales, es poco lo que efectivamente se hace para detener tal masacre, aparte de las declaraciones internacionales ya conocidas. En Costa Rica, pese a las gestiones e invitaciones hechas a las autoridades gubernamentales para que se dirijan, muy especialmente, a los gobiernos chileno y peruano para que con su necesaria e imprescindible ayuda, se tomen las acciones urgentes que eviten el daño ambiental que causan algunos de los buques que pescan en sus aguas nacionales y en altamar, no conocemos de gestión alguna de parte del poder ejecutivo. Asimismo, según el coordinador de la campaña de biodiversidad Greenpeace México, Juan Carlos Cantú, "Aún cuando se conoce desde hace años que las tortugas laúd de México son víctimas de las pesquerías en otros países, las autoridades mexicanas no han hecho nada para establecer una acción internacional que pueda remediar la crítica situación de esta especie" (Greenpeace, 26 de febrero del 2002). Y agrega: " Si las autoridades no aplican medidas urgentes para salvar a la tortuga laúd, México será uno de los responsables directos de su desaparición, en unos años, de la tortuga más grande del mundo". Es imprescindible que por medio de la Organización de las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales relacionadas con la conservación ambiental, se imponga una estricta moratoria en el uso de técnicas de pesca que, como los palangres ("pelagic longlines"), redes agalleras y otras, están arrasando con las poblaciones de tortugas baula. En vista de que la ONU y otros entes no han sido especialmente exitosos en imponer acuerdos semejantes, también está el camino de las relaciones bilaterales entre los Estados que, como en el caso de Costa Rica y México, conocen la necesidad de que gobiernos amigos, como los de Chile y Perú, por ejemplo, hagan algo efectivo en pro de esta trascendental campaña internacional a favor de la supervivencia de estas tortugas. Tales diálogos bilaterales podrían ser exitosos de contar con la comprensión de las partes y a partir del conocimiento de la situación de emergencia que se vive. Aunque para los pesimistas esas y otras acciones difícilmente conducirían a la salvación de las baulas, otros creemos que sí es posible llevar adelante esa tarea. El relativo éxito que ha tenido el uso de los dispositivos TED en las redes de los pescadores para salvar de la extinción a otras tortugas marinas como la Lepidochelys kempi que desova en playa mexicanas, que llegó a contar con solo unas 300 hembras anidando anualmente en los '80, es un prometedor ejemplo (SeaWeb, 2003) de que el proceso destructivo se puede revertir. A partir de la obligación impuesta a los despreocupados pescadores de utilizar el dispositivo excluidor de tortugas en sus redes, las poblaciones de tales tortugas han venido aumentando entre un 11 y un 13% anualmente. Para el año 2002 el número de nidos observados ya había llegado a 6.200. Aunque se reconoce que para salvar a las baulas se habrán de implementar mayores esfuerzos, debido a que el TED no les facilita, por su tamaño y dificultad para superarlo, su salvación, y en vista de que cubren mayores distancias en los océanos y mares, lo cierto es que el esfuerzo habrá que hacerlo. Esperanzas se tienen y personas decididas a acoger dicha tarea se conocen; solo hace falta la toma efectiva de decisiones y la resolución del dilema a que hemos hecho referencia.
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Propuestas de solución Como parte de dicha estrategia conservacionista, alternativa y complementaria a la protección de los sitios de anidación, se discute sobre tres opciones que podrían ser complementarias entre sí: 1) Desarrollar e implementar un mecanismo tecnológico que permita reducir la pesca incidental en la pesca con palangres y redes, 2) Examinar, a nivel internacional, la distribución espacial y temporal de los baulas y relacionar esa información con las actividades de pesca a efecto de determinar la eventualidad de cerrar, en cierto tiempo y espacio (moratorias) área marinas en que se usen dichas técnicas de pesca, y 3) Considerar aspectos de tipo comercial o de mercado, dirigidos a disminuir la importación y comercialización de especies obtenidas por pesqueros que matan tortugas baula. (SeaWeb, 2000) Hasta ahora, sin embargo, tales medidas o algunas similares, no han sido puestas en ejecución y pareciere que no parece existir la disposición necesaria de que algo así se haga. Y es que el aspecto crítico para que sean efectivas, descansa en la cooperación internacional para su obligatoriedad, supeditada a la toma de conciencia de parte de pescadores, conservacionistas, estadistas, organismos internacionales y otros entes tanto públicos como privados. Más de 2.000 millones de anzuelos son lanzados al mar por palangreros alrededor del mundo. Aunque naciones, como los Estados Unidos de América han restringido o cerrado ciertas áreas de pesca, por algún tiempo, tales medidas unilaterales no son suficientes para salvar a las baulas. Más del 90% del esfuerzo de pesca con palangres se concentra en países orientales, como Japón, Taiwan, Corea y China. Otras naciones, aunque menos importantes como pescadores con palangres, juegan por otro lado un papel preponderante en la pesca del pez espada y la consecuente muerte de baulas, como sucede, por ejemplo, en Chile y Perú, lo que afecta directamente a las poblaciones que desovan en playas latinoamericanas. La posible solución pues, descansa en la cooperación internacional y la conciencia de los gobernantes. Y precisamente allí parece estar el mayor obstáculo. Por ello, habrá de incrementarse la presión, entre otros, de la comunidad científica internacional para hacer oír su voz, fuerte, fundamentada, y con carácter de emergencia. En el momento en que se reconozca que en tan solo unos años, la especie humana se habría encargado de exterminar a un organismo maravilloso que por unos 100 millones de años ha sido testigo de las mutaciones geológicas y ambientales del planeta Tierra, ese día se habrá dado el primer paso en pro de su conservación. Así de grande es nuestra responsabilidad como Homo sapiens y, si somos efectivamente racionales, deberíamos ser capaces de actuar correspondientemente. Esa es la única solución que nos queda.
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