El Zorro Víchez Por Rodrigo Víquez
S
i en Heredia se pregunta quien fue Víctor Manuel Vílchez Argüello, el 95% de las personas dirá que no lo conoció. Pero, si los interpelan sobre el “Zorro Vílchez”, esta vez ese 95% responderá afirmativamente y adornará la respuesta con alguna simpática anécdota de este mítico personaje, que fue toda una leyenda en nuestra ciudad. A Víctor, quien era unos 8 años mayor que la barra de chavalillos que frecuentábamos su compañía, cariñosamente le decíamos “FOX” y el respondía jovialmente a ese apelativo. En realidad “zorro” era un apodo muy feo y algo grosero.
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“Fox” por fuera de Los Metates, ubicado donde estuvo el “Bar El Zorro”, apartece junto a un hijo de Fausto Sánchez a quien llamábamos “Semillita”. Ambos fallecieron hace bastante tiempo.
Conmigo desarrollo una amistad muy especial y cariñosamente me llamaba “Blue Fox”, en alusión a una suéter azul que casi siempre usaba yo (bueno, también lo utilizaban mis hermanos Lalo y José cuando iban a “marcar”). Fox fue un peleador callejero muy bueno, mucha gente le “comía gallina” a la hora de enfrentarlo a puñetazos, ya que
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era muy diestro para pelear. En su aspecto físico era un poco gibado, creo yo que era porque tenía el corazón tan grande que no le cabía en el pecho causándole una corcova en su espalda. Constantemente estuvo atento para apoyar a sus amigos, sobre todo en asuntos funerarios: entierros, velas y hasta conseguir ayuda económica para comprar un ataúd. Fue una persona que recorrió mundo, anduvo por la Zona Bananera y en el Canal de Panamá, acumulando muchas de las historias que enriquecían su amplio acervo personal. Una de las más picantes anécdotas de Víctor sucedió un domingo por la noche, cuando en el Cine Astral (donde hoy se ubica el Hotel América) exhibían la película “La Condesa Descalza”, con Ava Gardner y Montgomery Clift como protagonistas principales. Resulta que el argumento versaba sobre el conflicto que enfrentaba un hombre impotente que casó con un mujerón “a todo dar” (Ava Gardner). Cuando llegó la noche de bodas el fulano no sabía cómo encarar su compromiso nupcial y daba vueltas por todo el cuarto. Fue entonces cuando el “Zorro”, que andaba con unos tragos adentro, grito a todo pulmón: “Para que querés la lengua, hijueputa”. Aquella exclamación provocó una explosión de risas, silbidos y aplausos. Sin embargo, de manera casi inmediata un grupo de señoronas heredianas comenzó a abandonar la sala. Entonces, gran parte del público, que ya había entrado en el vacilón, comenzó a gritarles vulgaridades relativas al sexo oral. Víctor siempre fue un mariachi de “hueso colorado”. Para la contrarrevolución del 55, él venía con el Dr. Calderón Guardia
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y su hermano Paco, Rigo Murillo y “Cabillo” Cartín, junto a otro grupo de “facinerosos”, así les decíamos en son de broma, que atacaron el país por la frontera norte. Otra particularidad suya era la gran facilidad para el embuste, lo cual siempre hacía de manera simpática. Cuando el artista mejicano Chaflán se ahogó en Acapulco, decía “Fox” que él estaba ahí y lo pudo haber salvado, pero que Chaflán lo llamó equivocadamente diciéndole “Virtor” lo que él no entendió; luego lo volvió a llamar “Víltor”, que tampoco entendió. Cuando al fin, desesperadamente, le dijo “Víctor”, ya era demasiado tarde y Chaflán se hundió, para no salir más a la superficie.
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A Víctor le gustaba mucho la música y cantaba bastante bien. Su canción preferida fue “Panamá Viejo”, la cual cantaba muy a menudo en los bailes. Su cercana amistad con los hermanos Calderón Guardia (Rafael y Paco), le valió la consecución de un crédito de vivienda con el cual construyó su apartamentito, que fue su residencia y fuente de ingresos con su alquiler, cuando vendió la cantina “Bar el Zorro” ubicada muy cerca de allí. Cuando Víctor cayó en el Hospital de Heredia, atacado por una mortal diabetes, tuvo la intuición de llamar a un abogado a fin de legarle todos sus bienes a su hermana Mireya, la que por tantos años lo había asistido con la alimentación. Y yo, por esos azares de la vida, fui llamado para servir como testigo en ese testamento, una de las últimas acciones bondadosas de este conspicuo personaje, que cariñosamente conocimos como “Fox”.
Quedan en el tintero una cantidad inmensa de anécdotas sobre Víctor, pero es que realizar una semblanza suya, aunque sea breve, requeriría de mucho espacio. Sin embargo, voy a contarte algunas historias adicionales sobre “Fox”, las mismas tan significativas que merecen ser conocidas, a fin lograr una imagen mas objetiva sobre este simpático personaje. En los juegos de pólvora de Heredía, “Zorro” casi siempre era el encargado de llevar sobre sus espaldas “el torito”, que montado sobre una estructura de madera iba lanzando cohetes y cachiflines que asustaban mucho al público, principalmente
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al femenil. Víctor era feliz corriendo por todo lado y hasta metiéndose a las casas. Para Semana Santa, antes de la “Quema de Judas”, en la casa de los Víquez Herrera (por el gimnasio del Liceo de Heredia), colocaban un equipo de sonido y Zorro era el encargado de hacer el testamento de Judas, improvisando chistes y anécdotas sobre los vecinos, resaltando lo que le dejaba Judas a cada uno de ellos. Así que si alguien era desdentado, el legado era una plancha de dientes. A otro, reconocido por ser muy quitado para el baño la herencia era un jabón de olor y un desodorante y así por el estilo. Era una vaciladera de primera línea. Una historia muy humana sobre Víctor tiene que ver con Edwin Bonilla, Jefe de Scouts de Heredia, quien se llevó a un grupo de jóvenes a un campamento en Fraijanes de San Isidro de Alajuela. Un sitio de mucha altitud y es dominado por un clima muy frío. Allí había una laguna e impávidamente Edwin trató de cruzarla a nado. A medio camino se acalambró y ante la mirada atónita de los muchachillos se hundió y no volvió a salir. Cuando la noticia llegó a Heredia, un grupo de chavalillos incluido yo, al mando de “Zorro”, nos trasladamos hasta Fraijanes. Cuando llegamos ya estaba oscureciendo, nos preparamos para pasar la noche en un trapiche abandonado. Como hacía mucho frío y allí había una hornilla que proporcionaba abrigo, se la pelearon entre “Zorro” y uno al que apodábamos “Manuel Hueco”. La echaron a rifa y Manuel la ganó y se dispuso a pasar
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la noche al cobijo de ese refugio, con tan mala suerte que lo pico un alacrán ¡Como gozo “Zorro” con este suceso, que le salió muy caro a Manuel! Al otro día, recién había amanecido, “Zorro” se amarro un mecate y pese al tremendo frío que hacia esa madrugada, se lanzó al agua y comenzó a consumir. ¡Todo fue en vano! No había ni rastros de Edwin. El agua devolvió el cuerpo casi tres días después. Este suceso nos retrata a cuerpo entero, quien era “Zorro” Vílchez y la entrega que mostraba para con sus amigos.
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