LA IGLESIA DE MI BARRIO
Allá por el año de 1.945 nació la idea de cambiar el nombre de nuestro barrio La India por el de Corazón de Jesús y levantar un templo católico que llevara ese apelativo. Se eligió un comité para los efectos del caso – el cual creo que estuvo presidido por Don Manuel Bolaños Loaiza –, y se comenzó a recoger contribuciones entre todos los vecinos.
Cuando se tuvo ahorrado un poquito de dinero, se
procedió a buscar el terreno que albergaría el nuevo templo y se escogió el que hoy ocupa, el cual fue “comprado” al señor Jesús Simón, quien lo cedió por una suma simbólica de ¢ 700,00.
A fin de sufragar el costo de los planos constructivos y otros gastos atinentes al proyecto, se realizaron rifas y otras actividades que permitieran allegar fondos para desarrollar con éxito aquella naciente pero muy entusiasta idea de la construcción de la iglesia. Se pensó, entonces, en realizar unas “tamaleadas” los días sábados y “turnos” los domingos, los cuales eran una especie de tómbola puebleril donde, a la sombra de unas enramadas de bambú, habían rifas, comida, algunos juegos y otras atracciones. También se razonó que el sábado por la tarde era una ocasión propicia para traer a un “payaso” del Bajo de los Molinos, llamado Abel Miranda, quien era un famoso “cuartetero” que, bien empolvada y pintada su cara, con un sombrero de picos, pantalones bombachos, medias largas de color gris y zapatillas de charol con una hebilla grande plateada, utilizaba muy bien la consonancia de sus palabras para alegrar al público, anunciar el turno y recoger alguna limosna. Cuando llegaban a algún sitio prefijado daba rienda suelta a su musa poética de la siguiente manera: “soy un cantor con mucha poesía venido del Bajo de los Molinos, a pedir ayuda para construir una iglesia que será un orgullo para todos los vecinos”.
Y luego, a los acordes de dos guitarras y un acordeón, bailaba y cantaba siempre la misma tonadilla: “Esta noche a los tamales y mañana al buen turnito”.
Todos los vecinos lo seguíamos por las calles del barrio, haciéndole “barra” y riéndonos de sus ocurrencias. Al llegar a la casa de “Ñato” Sandoval, frente a la fábrica de papel higiénico Cisne, paró la música y de nuevo lanzó su jovial poesía: “yo recorro todos los lugares desde aquí hasta el guayabal, y ahora que lo veo cerca que me dé limosna Don Abel Sandoval”.
De nuevo la música, el baile y la repetitiva tonadilla: “Esta noche a los tamales y mañana al buen turnito”.
Este señor tenía una chispa tremenda y, aunque fuera a “puro güevo”, hacia rimar sus palabras. Cerca de la pulpería La Palma estaba el abogado Leovigildo Morales y Abel y su comitiva se dirigieron hacia él y le soltó la siguiente rima: “En un enorme charco de barro una vez caí sentado, y ahora que está aquí al lado que me dé limosna el licenciado”.
Parecieran ser rimas muy sencillas y hasta un poco insulsas, pero abonémosle el esfuerzo de pasar cerca de 3 horas improvisando consonancias. A la par del “payaso” Abel iba un señor llamado José Montoya, que era bueno para empinar el codo y, a los vapores del fermento etílico, aunque no tenía ninguna vena literaria se emocionaba y pedía limosna así: “yo quiero que me den un colón, para hacerle una ermita a Jesús Corazón”.
Me cuenta tía “Chayito” que esa misma tarde don José llegó a casa y al ver a Nona con tía Hilda le mandó la siguiente “rima”: “Doña Cristobalina, al ver yo en la pila esta gran palangana, Quiero que me regale a esta muchacha tan galana”
Bueno, la “vaciladera” era de nunca acabar pero al fin llegaba la noche y era hora de ir al hotel del turno, a degustar los ricos tamales y los gallos de arracache con cafecito negro recién chorreado. La cocina estaba instalada donde doña Mercedes Ruiz (frente a nuestra casa) y allí colaboraban doña Cristobalina F. de Víquez (Nona), doña Joaquina Camacho, doña Sylvia Hernández, doña Nana de Cambronero y otras matronas del barrio.
El día del turno era de mucha alegría. A las 12 m don Juan Montoya hacía estallar varias bombetas de doble trueno y los jóvenes llegábamos bien “catrineados” a cuerdiar carajillas y a jugar de vivos, cogiendo poses y ademanes inventados. Arribaba mucha gente de todo Heredia ya que el “turno de La India” tenía mucha fama en toda la provincia y nosotros nos enorgullecíamos de ello, como si tuviéramos “complejo de barrio”.
Lo cierto del cuento es que se
fueron allegando suficientes colones como para echar a andar el proyecto. Y…, en el año de 1.950 se colocó la primera piedra del templo, el cual estuvo terminado a mediados del año 1.953. En el ínterin, la edificación estuvo dirigida por el constructor Amado Sánchez (no recuerdo quien hizo los planos y dirigió el proyecto) y los días domingos, cuando ya el galerón principal estaba techado, había una misa a las 8 a.m. oficiada por los Padres Claretianos (Lomba o Fierro, principalmente). Toda la concurrencia llevaba sillas (nosotros para Nono y Nona) y a la salida de la misa nos cambiábamos la ropa y regresábamos al templo a ayudar en labores de albañilería tales como revolver la mezcla del cemento, la arena y la piedra, para conformar el concreto necesario para chorrear las paredes y el contrapiso que todavía faltaba. Al ser las 12 m se suspendían las labores cuando Chepe Ramírez llegaba con un par de botellas de guaro y refrescos para los peones voluntarios. Luego, un poco “encandilados” íbamos a nadar allí cerca, al tanque de la Municipalidad, localizado detrás del edificio que hoy ocupa la biblioteca “Marco Tulio Salazar”. Un día de tantos un amigo nuestro llamado Eliécer (“Pieza”) Vargas, un poco pasado de tragos se lanzó al agua sin saber nadar.
Cuando se estaba
ahogando yo fui en su auxilio y él – en su desesperación – me agarró por la cabeza y mis manos y no me soltaba. Dichosamente en el
forcejeo logré acercarlo a la orilla, donde otro compañero lo pudo coger de un brazo y sacarlo. ¡Casi nos lleva puñeta a los dos! El tiempo siguió su paso y el templo continuó su avance. Cuando todavía faltaban muchos detalles como cielos rasos, enchape de pisos y con gran cantidad de apilamientos de piedra y arena, se celebró el primer matrimonio entre Juancito Zumbado y Lolita Chaverri. Le siguió luego el del “Chino” Vindas y Marina León. Por cierto, en esta iglesia Olga y yo recibimos la bendición matrimonial. ¡Qué pequeño es el mundo! En aquel entonces de la construcción ni siquiera éramos novios (¡de lo que se estaba perdiendo Olga!). El salón comunal se construyó mucho tiempo después, en un lote comprado a Doña Felicia Madriz y la casa cural a Don Jaime Arce. Rafael Ángel (“Felo”) Sánchez, el electricista del Barrio, regaló la custodia del Santísimo, cuando ganó una lotería y las dos campanas las obsequiaron las hermanas Mirta y María Hernández. Llevan el nombre de “Mirta” y “María” y durante muchos años han llamado a los fieles a la oración y a cumplir con el culto religioso. En el devenir de los hechos muchísimas personas tuvieron una participación activa muy importante en la construcción de este templo. Recuerdo a “chalillo” Bogantes, “Ñato” Sandoval, Toño Jiménez, Oscar Cambronero, Toño Camacho, Juan Zumbado y muchos etcéteras más. También colaboraron algunas empresas como Feluco Herrera, Arturo Badilla, Juan león, Delio Sánchez y otras que pusieron su equipo rodante al servicio de la comunidad para los fletes de los materiales de construcción. Hoy en día a este templo lo llaman la “Iglesia Vieja” o del “Corazón de María” pero, para mí, siempre será el edificio religioso más importante y querido de esta localidad: “La primigenia iglesia del barrio La India”.
Saludos cariñosos Rodrigo Víquez Posdata: Este ha sido un análisis muy somero – según mi memoria y mi manera particular de ver los acontecimientos – sobre la construcción de este templo.
Sin embargo, hay ciertas reseñas históricas
estipuladas en un pequeño ejemplar escrito por Carmen Bolaños L., las cuales quiero que ustedes conozcan, como complemento a mi relato: 1. El gobierno de don Otilio Ulate, a través del Ministerio de Obras Públicas y Transportes, donó todo el hierro galvanizado (zinc) para la cubierta del techo. También, gran cantidad de sacos de cemento. 2. La bella imagen del Corazón de Jesús fue esculpida por don Juan Rafael Chacón. Costo ¢ 1.000,00. 3. El padre Manuel Quesada Prendas (“Quesadita”) ofició su primera misa en este templo el día 8 de diciembre de 1.959. Yo estuve presente en esa misa ya que Quesadita fue compañero mío en la escuela Cleto. Como era muy bajo de estatura y muy chineado por su mamá (la niña Elodia), llevaba un pan riquísimo untado con una mantequilla muy sabrosa.
A menudo yo lo
compelía para que me diera la mitad de esa merienda ya que, por aquel entonces, en casa ni siquiera se sabía que existiera la mantequilla. 4. El 22 de enero de 1.968 se firmó el decreto que le daba distinción de Parroquia a este templo.
5. Pocos meses después tomo posesión de la Parroquia el Padre Edgar Rivera (“Riverita”) quien, por muchos años nos dio su protección pastoral. Este sencillo relato no sería cabal si no meditáramos un poquito sobre el Padre Riverita, el gran amigo y consejero espiritual de Tía Hilda: ¡Qué bella, humilde, piadosa, servicial y buena persona es este sacerdote! Aunque no un buen predicador, es todo un ejemplo para una iglesia que recientemente ha enfrentado tantas crisis de tipo clerical.