SERIE: Tertulia Herediana
Radio Tropical T.I.4 V-V
Rodrigo VĂquez Fonseca
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“Aquí, desde Heredia, Costa Rica, esta es T.I.4 V-V (4 viejos verdes)” Año de 1.945. Nuestro tío Víctor Víquez Avendaño vivía en una casa antigua situada 100 m al norte del ICE, o sea, frente al gimnasio del Liceo de Heredia, donde hay un lote esquinero cerrado con láminas de zinc, ya que la casa recién fue demolida. A los 100 m al oeste de esta casa tenía una jabonería y una fábrica de velas (candelas). Tío Víctor fue casado con Victoria (Toya) Herrera, con quién procreó una catizumba de güilas: 8 hombres y 4 mujeres. Nona decía que la reproducción de esa familia era un misterio ya que él dormía en la jabonería y tía Toya lo hacía en la casa. Lo que Nona no sabía era que cada atardecer… ¡Cuando el día ya no es día y la noche aún no llega,…! como cantó Julián Marchena en su Romance de las Carretas, se veía ir a la tía Toya hacia la jabonería llevándole a tío Víctor su comidita y… tal vez, alguito más (quizá un postrecito especial). Pero, no seamos mal pensados ni chismosos y sigamos adelante con nuestra historia. Resulta ser que el hijo mayor de ese matrimonio se llamó Víctor Manuel (q.e.p.d.) y en todo Heredia sería conocido con el mote de “Guaba Víquez” o “Víctor Guaba”. Este caballero, una persona muy amable, que siempre tuvo una sonrisa a flor de labios, fue el papá de ese singular y querido personaje al que le decimos “Penta”. El primo Víctor fue un radioaficionado muy reconocido y allí, en su casa paterna, tuvo una estación de radiocomunicación que salía al aire con las siglas de T.I.4 V-V (V-V- de Víctor Víquez). Muy a menudo se le escuchaba comunicándose con diferentes países del mundo, con la siguiente frase: “Aquí, desde Heredia, Costa Rica, esta es T.I.4 V-V (4 viejos verdes)”, y así lograba el enlace con otros aficionados de esta disciplina. Esta estación sería muy famosa en todo Heredia y a ella llegaban muchísimas personas que deseaban comunicarse con sus familiares o amigos que se encontraban en el extranjero. El servicio era gratuito.
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La radioemisora terminó sus días diagonal a la Cruz Roja, hoy se ubican ahí un bufete, dos casas de habitación y una fábrica de gorras.
Cambiando un poco el cariz de esta historia, les cuento que diagonal a la casa de los tíos Eduardo Víquez Fonseca y su esposa Grace, donde hoy están las casas de la ciudadela, había un gran lote de terreno que nosotros llamábamos el “Cafetal de Parra”. Allí pasábamos largos ratos de esparcimiento braceando y haciendo maromas en las ramas de los palos de guaba. También, allí era donde los chavalillos de la Cleto íbamos a dirimir nuestras diferencias a punta de trompadas y de patadas. Más de una vez me sacaron el “sirope” por la ñata, que era lo peor que le podía pasar a uno en un pleito callejero (digo, “cafetalero”). Cuando se construyeron las viviendas, que eran todas iguales pero que luego sus propietarios las fueron mejorando y ampliando, la primera casa (esquinera) se la adjudicó el primo Víctor “Guaba”. La que seguía fue de don Jesús Vargas C. (hoy en posesión de Oscar Yannarella), después estaba Chaco Chaves, Don Manuel Cordero, etc. Por el lindero sur destacaban Claudia Molina, Everardo Fonseca y Rubén Solera y “Mita” Rojas. Víctor ya estaba casado y con hijos cuando se pasó a vivir a esta casa y, lo primero que hizo, fue instalar en el techo las antenas de la
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emisora de radioaficionados. Poco tiempo después, con aquella sagacidad propia de él, consiguió una licencia que lo autorizaba a utilizar la radio con fines comerciales y se lanzó al aire en los 1.450 k.c. de la onda larga. ¡Había nacido la famosísima Radio Tropical! El cuerpo de locutores, todos empíricos e improvisados pero con muchas ansías por elevar su nivel profesional en esta nueva disciplina que la vida nos ponía por delante, lo formábamos Edgar y Jorge Luis Arce (q.e.p.d.), Alfredo Lizano (q.e.p.d.), Rafael Ángel Vindas (q.e.p.d.), Edgar (“Puro”) Víquez, José Luis Víquez y yo. La estación salía al aire a las 6:00 a.m. y apagaba sus plantas a las 11:00 p.m. A tío Jose y a mí nos tocaba el turno de la noche: un día uno de 6 a 8 p.m. y el otro de 8 a 11 p.m. Al otro día el horario era al revés. Tía Grace, cuando todavía estaba soltera, le daría el toque “femenil” a la emisora. Ella dirigió un programa de música clásica de 12 m a 1 p.m. En aquel tiempo yo cursaba el 4° año en el Liceo de Heredia y tío Jose estaba en primero de Agronomía. El sueldo nuestro – que hoy parecería ser poca cosa – era de ¢ 50 mensuales, que nos ayudaba mucho para atender nuestros gastos personales: ir a un “bailongo”, al cine, echarse alguna birrita y… también alguito más que no se puede contar,
Pintura elaborada por Manuel Rubí, donde se aprecia la jabonería de Víctor Víquez Avendaño. Costado oeste del Gimnasio del Liceo.
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ya que se puede enojar Olga Zumbado Varela. Por esos tiempos yo no “jalaba” todavía con mi esposa Olga, pero sí era gran amigo de la familia. Recuerdo que cuando pasaba por su casa le gritaba a mi futura suegra: —“Mariana, voy para la estación. ¿Cuál pieza quiere que le ponga?” Y ella respondía: —“Ponga una ranchera, ojalá Juan Charrasqueado” o “Así se quiere en Jalisco”. Nuestra discoteca era poco abundante, ya que las transmisiones se iniciaron con un exiguo surtido de discos de acetato de 78 r.p.m.; cuando llegaron los “long plays” y la radio estaba consolidada en el ámbito comercial, el “stock” disquero se fue ampliando y diversificando. Yo me daba “coba” en el Liceo de Heredia con las compañerillas que me solicitaban que las complaciera con alguna composición musical. Una vez una de ellas – que recién había quebrado con el novio – me pidió que le pusiera el bolero “Corazón” cantado por los Tres Diamantes. Esa noche yo me eché al aire y le mandé la canción con la siguiente dedicatoria: “Amar es tu destino. Si tienes que sufrir acéptalo, por algo Dios te puso por nombre Corazón”. Me contaron otras compañeras que la llorada de la dedicada no fue jugando. Al ritmo de esa tierna melodía destapó todos sus sentimientos reprimidos en medio de un mar de sollozos. ¡Ah tiempos aquellos! Víctor tuvo un sentido pedagógico poco conocido en ese entonces. Nos daba la libertad de elección en el desarrollo de nuestros programas musicales. Yo manejé algunos muy originales y gustados como “Maderas que cantan” (de marimba), “Guitarras de América” (con Los Panchos, Los Diamantes, el trío de Álvaro Del Mar y otros) y “Romancero del Norte” (música americana). Mi canción preferida fue (y lo sigue siendo) “As time goes by” (A través de los años) canción tema de la película Casablanca. “Candilejas” fue otra canción que me gustaba mucho y casi tenía rallado ese disco de tanto ponerlo. La película homó-nima sería la primera que iría a ver en compañía de Olga, cuando ya éramos novios. ¡Qué afortunada que fue! ¿verdad? Yo aprendí mucho de música durante mi permanencia en este tra-
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bajo y la “animación obligada” que nos exigía la transmisión de los bailes desde el Club Sport Herediano, de las retretas en el parque central y de las procesiones de Semana Santa, me enseñaron bastante a desenvolverme en público y a perder un poco el miedo a la gente. Pero, la prueba más sublime que experimenté en este lindo y recordado trabajo fue cuando, junto con Edgar (Cucú) Arce, fui seleccionado para grabar en los estudios de la Cía. Gillette dos anuncios comerciales. ¡Imagínense ustedes! En aquellos tiempos que casi ni teléfonos había, yo registrando mi voz en una cuña publicitaria. ¡Qué lástima siento hoy no haber guardado aquel recuerdo de mis años liceístas, que estuvo estampado en un disco de 45 r.p.m.! ¿Será acaso que uno tiene la creencia que nunca se va a hacer viejo? Si así es, bendito sea este sentimiento porque entonces la persona, como yo, vive siempre sintiéndose joven. Edgar Arce siguió el camino de la alocución radial y alcanzó mucha fama como un profesional del micrófono. ¡Llegaría a ser presidente del Colegio de Periodistas de Costa Rica! Sin embargo, el destino nos tenía señalado un camino distinto tanto a José como a mí. Ambos nos hicimos profesionales en las ciencias agronómicas, donde tuvimos bastante éxito en el ejercicio de nuestra profesión. Lo que sí es cierto es que nuestro paso por el nacimiento de la recordada Radio Tropical, está matizado por abundantes recuerdos sobre nuestros aciertos y, también, monumentales “metidas de pata”, como sucedió cuando uno de nosotros (mi hermano José o yo, no les digo cuál fue), con bombos y platillos anunció: “Estimados radioescuchas. Les informamos que en el centro de Heredia se acaba de incendiar un gran incendio,…” P.S. Mi hermanos y la Radio: José fue muy buen locutor y animador de programas en vivo y Eduardo “Lalo”, ocasionalmente nos metía el hombro en la faena, tenía una “voz de oro” envidiable, sólo que era un poquito nervioso ante el micrófono.
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Nota: — Radio Tropical nació en una casa de la ciudadela Cleto González Víquez, ubicada costado oeste de la escuela del mismo nombre. Residencia de nuestro primo Víctor Víquez Herrera. — De allí, se trasladó al centro de Heredia, a la casa del compañero Alfredo Lizano: Avenida 4ª entre calles central y primera (hoy locales comerciales, 25 metros al este de la Farmacia Fischel). — La siguiente sede fue en el fondo del Café Rosita, ubicado al costado norte del restaurante Viena. — Luego pasó a ocupar parte de unos locales comerciales de Chango Solera, sitos al costado sur de la Cantina de Pollo, frente a la actual Cruz Roja (hoy día se ubica el parqueo Doral). —La radioemisora terminó sus días en una pequeña construcción levantada en un lote esquinero, diagonal a la Cruz Roja, donde hoy hay dos casas de habitación, un bufete y una fábrica de gorras.
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