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¡Sígueme en www.cocoaventuras.es! © Luis María Compés Rebato www.luiscompes.es Ilustraciones: MCRR Primera edición: Marzo 2015
Miembro de la Asociación de Escritores de Madrid www.asociacionescritores.com Edita: Asociación de Escritores de Madrid Gestión editorial: libros@internautis.com ISBN: 978-84-941522-9-0 Depósito Legal: M-9785-2015 Imprime: Ulzama Digital Impreso en España - Printed in Spain
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Manu: en la primera aventura de Coco, “Coco y el Misterio de los Zapatos Rojos”, te hice una dedicatoria antes de que nacieras. La aparición del libro ante los lectores coincidió, prácticamente, con tu llegada al mundo. Y doce días después de verte por primera vez pasaste la prueba definitiva para poder quedarte con nosotros, tu familia. Te agarraste a la vida porque eres un luchador y un campeón, y el trabajo de los cirujanos dejó tu corazoncito en perfecto estado. Creo que Coco siempre supo que lo ibas a conseguir. Confió en ti porque está seguro que de mayor vas a estar llamado a alcanzar metas muy grandes. En el primer libro te dijimos que fueses fuerte, unidos podremos con todas las dificultades. Y ahí estás tú demostrando que así es, y así va a ser en el futuro. Tus ojos son los más expresivos del mundo. Las sonrisas que regalas en todo momento a las personas que se aproximan a ti valen más que el oro. El trabajo que das a tus padres, que es mucho, es para que cada segundo recuerden, recordemos, que existió mucho riesgo para que tu vida continuara siendo una realidad. ¡Y ahí estas! ¡Guapo, divertido, travieso, expresivo! Parecido a Coco… ¿Verdad?
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Esta segunda aventura, “Coco y la Gorila Catherina”, es igual de divertida e interesante que la primera. Y, claro, está dedicada para ti Manu, para tus padres, Verónica y Jesús, tu abuela Virginia y tu tía Mónica, con la que tanto te ríes en cuanto la ves, igual que te dedicaré todos los libros de las historias de Coco. En este libro Carolina y Coco viajan a África. Un Continente lleno de misterios y cosas desconocidas. Vivirán momentos muy peligrosos, dormirán en cabañas con las tribus indígenas, recorrerán grandes distancias en jeep, se enfrentaran a hombres muy malos y peligrosos… Pero siempre saldrán victoriosos, porque Coco es un gran investigador, valiente y atrevido. Una historia apasionante. Como regalo de tu primer cumpleaños Coco va a intentar que la gorilita Catherina recupere la felicidad y vuelva a encontrarse con su mamá. Muchos besitos Manu. Carolina, Coco y tu abuelito te queremos muchísimo. Sigue creciendo así de precioso. Muakkkkkkkkkkkkk
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Un poco antes de empezar...
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iños y niñas: aquí comienza la segunda aventura que Coco y Carolina desean haceros llegar para que os divirtáis muchísimo. Han pasado ya unos meses desde que el escritor y creador del personaje “Coco”—que es su propio yorkshire toy—, Luis María Compés, convirtió a la pequeña mascota en un genial e intuitivo investigador capaz de los más increíbles descubrimientos y las más audaces andanzas, recorriendo diferentes países del mundo para averiguar quiénes son los culpables y los métodos desarrollados por ellos para hacer las fechorías. A la vez, Coco se encarga durante la lectura de mostraros su carácter travieso e inquieto. No hay cosa que no le pase a él, muy acostumbrado a meterse en líos, despistado, enamoradizo, atrevido y algo torpecillo en algunos casos. Pero siempre muy inteligente, y muy gracioso y llamativo para todos vosotros, los lectores de sus libros. Recordad que en Coco y el misterio de los zapatos rojos él fue el único que tuvo instinto y olfato suficiente para desenmascarar al ladrón que robaba sin romper nunca ninguna puerta ni cerradura.
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¡Ni la policía sabía quién y cómo realizaba los robos! Hasta que Coco encontró y siguió las pistas que condujeron a detener al culpable. Nuestro Coco, vuestro Coco desde ahora, es un gran perro investigador. Muy pequeño de tamaño… pero grandísimo de instinto para descubrir cosas. Esta vez Coco ha viajado más lejos: nada menos que a África. Un Continente misterioso para las personas nacidas en Europa, como vosotros, acostumbrados a la vida en grandes ciudades, todo rodeado de progreso, comodidades, asfalto, vehículos modernos y grandes edificios dotados de los mayores y mejores avances tecnológicos. Comunicación rápida y eficaz, telefonía móvil, redes sociales, Internet… Y frente a estos tipos de civilizaciones urbanas están las rurales, esteparias, selváticas, de tribus primitivas, otras de transhumancia, más acostumbradas a vivir pensando en la supervivencia y la acomodación a las características del medio ambiente que a la obtención del lujo y los excesos del consumismo. Coco viajará al corazón del África desconocido. Se enfrentará a peligrosas hormigas gigantes carnívoras, a serpientes venenosas, leones, tigres y cocodrilos… Pero los peores enemigos no serán del reino animal, serán los cazadores furtivos, hombres sin escrúpulos que matan por dinero para vender las piezas por sus pieles y colmillos, y los traficantes de especies protegidas que roban de forma ilegal las crías para venderlas a los zoológicos y a los circos del resto del mundo.
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Una aventura que no os va a permitir ningún descanso durante la lectura. Os tendrá expectantes, intrigados y nerviosos pensando en el futuro que le espera a Coco en tan enigmático lugar. Descubriréis muchos aspectos de cómo es el Continente Africano. Su fauna y su flora. Los rituales de las tribus, las fiestas, su música y los coloridos bailes. El respeto que tienen por la “Madre Naturaleza” y por los dioses que han de protegerles de todos los males. Una apasionante historia basada en una pequeña gorila, huérfana desde que fue arrebatada de su familia. Catherina y Coco, Coco y Catherina, os demostraran la importancia de la amistad, la solidaridad y la fidelidad. No os perdáis ningún detalle del libro. Una nueva e interesante aventura de Coco y Carolina. Fari Stanc Danko
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Primera parte
Hola, amigos y amigas!
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ué ganas tenía de volver a estar con vosotros y contaros nuevas peripecias! ¿Sabéis lo que significa esa palabra? ¿No? Pues yo os lo explico ahora mismo: es una cosa que pasa sin que la esperemos; es decir, que nos pilla por sorpresa, y cambia lo normal que estábamos haciendo hasta ese momento o lo que teníamos planeado hacer. Y ya sabéis los que habéis leído mi primer libro: “Coco y el misterio de los zapatos rojos”, que siempre me suceden aventuras interesantes y que yo me meto en líos continuamente. ¡Qué le vamos a hacer! Para mí es divertido así. Para aquellos que aún no me conocéis, mi nombre es Coco, y soy un pequeño perrito yorkshire toy. Mi dueña se llama Carolina y juntos hacemos una pareja a la que no se le resisten los misterios más complicados. Mi olfato de detective me permite desenmascarar a los mayores delincuentes por todo el mundo. Y Carolina también es muy observadora e inteligente. Además, conoce a muchas personas diferentes y siem-
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pre le piden ayuda cuando se presenta un problema difícil de resolver. Las últimas Navidades, las del año dos mil trece, nos pillaron de vacaciones en París. Es una gran ciudad ¿sabéis? y además es la capital de Francia. Lo pasé allí de lujo con Carolina: paseando, viendo los monumentos y lugares más bonitos y significativos, como “El Arco de Triunfo”, “La Torre Eiffel”, “El Museo del Louvre”, “las orillas del río Sena”, “Los Campos Elíseos”… Comiendo cosas muy ricas, típicas de la gastronomía de ese país (muy famosa y reconocida en todo el mundo) y visitando grandes almacenes de marcas distinguidas. Como siempre, yo armé una buena la noche de “Fin de Año”. Resulta que Carolina me llevó a una fiesta muy divertida en la discoteca del hotel donde estábamos alojados. (Estar alojado quiere decir donde se vive y se duerme, sobre todo cuando estás fuera de casa). Y en aquella discoteca, llenísima de gente muy bien vestida, con cadenetas en el cuello, gorritos de fiesta, pitos y trompetas, narices postizas, serpentinas de todos los colores y champán, mucho champán, encontré una perrita de las que a mí me gustan: blanquita, muy bien cuidada, oliendo de maravilla y con lacitos en el pelo de la cabecita. ¿Os acordáis de la perrita que conocí en la calle en “Coco y el misterio de los zapatos rojos” y que me enamoré de ella enseguida…? pues muy parecida. Cruzamos nuestras miradas y rápidamente me acerqué a olfatearla haciéndome el importante ante ella, pero siempre con mucha elegancia y galantería.
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lina o r a C o d eñalan s á t s e e que a u n u a ¡ . .. Eso q s í r l en Pa e f f i E e nts! r r a s s i o r c s es la To más lo n o r a t s ses! u e g c n a r f s mí me o s ques o l e d r i c e ! ¡Y qué d ¡Mmmmm jar... a i v a t n a c me en e u q s e d La verda
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Vosotros, todos los niños, tenéis que tratar de esa manera a vuestras amiguitas. Siendo siempre educados, haciendo que se sientan bien valoradas, y las chicas igual con vosotros, amigos. Bueno, pues estaba tan distraído con mi nueva compañera de baile para esa noche que me separé de Carolina sin avisarle mis intenciones y ella, en un lugar tan concurrido, que quiere decir muy lleno de gente, me perdió de vista y empezó a preocuparse. La perrita y yo empezamos a corretear entre las piernas de la gente. Algunos se tropezaban con nosotros y perdían el equilibrio, otros nos hacían hueco perdiendo el ritmo de la música, y alguno que otro nos dio con el pie, sin intención, desplazándonos de un lado a otro como haría un futbolista al golpear la pelota. Pero nadie nos hizo daño ni nosotros fuimos causantes de que alguna de esas personas llegase a caer al suelo. Al fin llegamos a la zona más interior de la sala y encontramos cuatro escalones. No lo pensamos ninguno de los dos; los subimos con velocidad, peldaño a peldaño, y así nos vimos en una plataforma más alta que el resto del suelo de la discoteca donde se encontraban las mesas y el público bailando. Allí el sonido de la música era mucho más fuerte; ensordecedor para nuestros delicados oídos. Tampoco miramos qué había en ese lugar al que habíamos ascendido, pensando que todo era igual por las diferentes zonas de la sala de baile. Pero, claro, el susto y la sorpresa fueron grandísimos cuando nos dimos
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cuenta de que estábamos en el escenario, en medio de la orquesta, y que toda la gente estaba mirándonos muriéndose de la risa. ¡Qué vergüenza, madre mía! Carolina me iba a armar una regañina tremenda y, verdaderamente, yo la tenía bien merecida. Nos desplazamos hacia atrás lentamente, con la vista bajada al suelo, y en cuanto nos encontramos tapados por las piernas de los músicos salimos corriendo para volver con nuestras dueñas respectivas. ¡Jolín, jolines! ¡Siempre me pasa algo en todas partes donde voy! Carolina me dice que tengo que dejar de ser tan travieso, pero creo que en mi caso va a ser casi imposible cambiar. ¡Jajaja! De lo contrario, qué os podría contar en mis libros de aventuras, ¿verdad? ¡Jajaja! Pues, por eso. Creo que es mejor aceptarme como soy. ¿No os parece, amiguitos? Al final la noche terminó tranquila y empezamos muy contentos el año nuevo. Cuando acabaron las fiestas regresamos desde París a nuestra casa. En ese momento vivíamos en una ciudad llamada Alcalá de Henares, muy famosa porque nació en ella Cervantes. Era el mes de enero, hacía mucho frío, y queríamos quedarnos tranquilos durante un tiempo. Además, Carolina tenía que trabajar, y yo quería dormir muchas horas al día y salir muy poco a la calle para no congelarme. Así que, de ese modo, pasamos los meses de enero, febrero y marzo. Yo engordé bastante al estar tan se-
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dentario. Os explico que esa palabra quiere decir que hacía muy pocas cosas: nada de ejercicio, ninguna carrera, mucho dormir y comer, abrir sólo un ojo al escuchar los pasos de Carolina por la casa mientras yo permanecía tumbado, levantar una oreja al sonar los escalones o el rellano del ascensor… vamos, que estaba muy vago. Os recomiendo que nunca hagáis lo mismo que yo ese invierno. Haced deporte, comed comidas buenas, estudiad y leed libros, y estar siempre muy activos y dispuestos para hacer muchas cosas diferentes en el mismo día. Por fin pasó el tiempo más frío y de lluvias y Carolina y yo empezamos a ir al parque por las tardes y a dar paseos por las calles de nuestra ciudad. Ella seguía siendo profesora de idiomas y trabajaba todas las mañanas, de lunes a viernes, en la Escuela Oficial de Idiomas. Pero las tardes las tenía libres. Además, era muy raro que quedase con alguna amiga y no me llevase con ella. Casi nunca me quedaba solo en casa por la tarde. Un domingo nos levantamos por la mañana y hacía un sol estupendo. Era un día precioso de comienzo de primavera. Los árboles empezaban a tener hojas verdes en las ramas que habían quedado despobladas en otoño e invierno y las primeras plantas de flores empezaban a mostrar colores vivos. Los pensamientos, las petunias, algunas begonias y azaleas adornaban los lugares más
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bonitos del centro de Alcalá de Henares. Los blancos, morados, lila, rosa, rojo y amarillo daban un toque enorme de alegría para pasear. A Carolina se le ocurrió que podíamos pasar la mañana en el parque zoológico de Madrid. Nos gustaba ir al zoo una vez al año en cada ciudad en la que vivíamos, para ver todos los animales: las jirafas, cebras, elefantes, leones, tigres, serpientes e hipopótamos y, sobre todo, a los chimpancés, los gorilas y los osos panda, en los Parques en los que los había. Para prepararnos para salir a la calle Carolina comenzó por cepillar mi pelo; lo tenía muy largo tras los meses de frío invernal. Despacito y con mucho cariño iba desenredando algunos nudos que se me producen con cierta facilidad. Pasaba con delicadeza, una y otra vez, de arriba hacia abajo, un cepillo de púas anchas con el que me dejaba suave y bien peinado. Luego cogió los pelitos de la parte de arriba de mi cabeza y cuando los tuvo unidos y estirados me hizo con ellos, y la ayuda de una goma elástica, un “quiqui” muy llamativo. Me puso un trajecito vaquero con camiseta de rayitas horizontales, que me favorece un montón, y ella se vistió también con un conjunto vaquero, en este caso un peto y una blusa blanca que le daban un aspecto juvenil y moderno. Nos perfumamos, cogimos una mochila con agua y bocadillos, y pusimos rumbo a Madrid. Fuimos andando hasta la estación de tren y enseguida, a los cinco minutos, comenzaban a moverse los vagones en dirección a la capital de España. Con el tra-
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queteo me fue entrando un sueño tremendo. Tras tras… Tras tras… Tras tras… Escuchaba medio dormido el altavoz que iba diciendo las estaciones en las que parábamos durante el recorrido: Torrejón de Ardóz, San Fernando de Henares, Coslada… Santa Eugenia, Vallecas… y poco después, Atocha. Ahí teníamos que bajarnos. Pero yo ya me había echado una siestecita en brazos de Carolina, que no os quiero ni contar lo bien que me sentó. La miré con los ojos muy abiertos y alegres pensando que ya habíamos llegado al Parque Zoológico. Pero, qué va… Ahora teníamos que bajar y subir escaleras, recorrer largos pasillos por túneles alumbrados por bombillas hasta llegar a otro tipo de trenes a los que llaman METRO. Carolina tuvo que pagar otra vez para tener el billete del “metro” y esperamos en lo que llaman “andén” hasta que llegó otra especie de tren a mucha velocidad haciendo un ruido tremendo. La verdad es que pasé un montón de miedo ahí metido, porque cada vez que se abrían las puertas en una nueva estación bajaba y subía gente muy deprisa, volvía a sonar un silbato y al cerrarse las puertas y arrancar se producía de nuevo el estrépito de las ruedas recorriendo las vías por las que circulábamos. Era un chirrido y unas frenadas que me mantuvieron con las orejas tiesas como “antenas de tv”. Me entraron ganas de hacer “pipí” por los nervios y deseé terminar ese viaje con todas mis fuerzas. ¡Qué rollo! ¡Qué mal lo pasé!
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Dos sorpresas en el Zoo
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or fin! Ya habíamos llegado a la Casa de Campo de Madrid y muy cerca estaba la entrada del zoo. Tenía muchas ganas… de hacer pipí no, jajaja, que ya lo había hecho nada más salir a la calle. Esperé a ver un arbolito y en la arena levanté mi patita y… ¡Ahhhhhhh! ¡Qué gustirrinín! No, en serio, de lo que tenía ganas era de ver todos los animales del zoológico. Me da pena que no estén en libertad… pero sé que los atienden de maravilla, los dan bien de comer y los cuidan veterinarios (que son los médicos de los animales) y en caso de necesitar medicinas para curarse enseguida se las dan. Por eso me parece que se puede admitir que estén en sus jaulas o en espacios de los que no pueden escapar. Cuando salimos del “Metro” y aparecimos en la calle vimos un montón de gente aparcando coches por toda la zona, bajando de los maleteros bolsas con cosas de comer y neveras portátiles con bebidas para pasar el día. Y es que me di cuenta que están juntos el Parque de Atracciones de Madrid y el Parque Zoológico. Y os ase-
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Luis Compés
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¡Otro misterio que resolver para vuestro investigador favorito, que soy yo! Y este sí que era difícil: nada menos que ayudar a mi amiga Catherina a encontrar a sus papás. El problema es que Catherina vive en Madrid… y su familia en lo más profundo de África. Y que además, por si eso fuera poco, es una gorila, secuestrada cuando era un bebé.
Ya lo sé, hay que ser muy valiente para meterse en este lío. ¡Pero los amigos y la familia son lo más importante!
Y tú, ¿tienes algún misterio que resolver?
En esta misma Colección
Coco y la gorila Catherina
Pero cuando se trata de ayudar a un amigo no hay obstáculos, así que ya lo veis: nos vamos rumbo a la aventura, donde correremos cien mil peligros peligrosos. ¿Os atrevéis a venir con nosotros? Descubriréis el corazón de la hermosa tierra africana… y a algunos de sus habitantes… ejem… menos recomendables.