Elora y la sombra sobre Lumenor -Pilar Barrios

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Primera edición — Enero 2014 Segunda edición — Marzo 2016

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PILAR BARRIOS

Edita la Asociación de Escritores de Madrid www.asociacionescritores.com

Directora editorial: Chiqui Lorenzo Imprime: ULZAMA Digital

ISBN: 978-84-943808-8-4 Depósito Legal: M–5080–2016

IMPRESO EN ESPAÑA / PRINTED IN SPAIN


Capítulo I

Los secretos de una cabaña quel día sabía que tendría que esperar un poquito más que el resto de los días a que se obrara el cambio. En plena adolescencia, Lori observaba sus cambios de humor y sus sentimientos como en la distancia, y había aprendido sus ritmos. Sus impaciencias, malos humos y ansiedades la recomían pero también sabía que, al final, llegaría. Siempre llegaba ese cambio de humor. Así que decidió hacer la espera más amena cogiendo el libro que su abuelo le había dejado con tanto secretismo. —No se lo digas a tus padres. Será un secreto. Tú le echas un vistazo y luego me cuentas. ¿Qué habría querido decir el abuelo? Era todo tan raro... pero le gustaba y le motivaba, le daba cierto toque de misterio a su absurdo retiro. ¡Un libro en sus manos! Y no sólo eso, sino que además le apetecía mucho “echarle un vistazo” como decía su abuelo. —No hace falta que lo leas, Lori; realmente no hará falta —le dijo su abuelo. ¡Qué cosas más raras decía el abuelo! Pero bueno, cómo no iba a decirlas, era un tipo raro, muy, muy raro.

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Con el libro del abuelo bajo su brazo se dirigió a la “casita del sauce”, la cabaña que el abuelo le había enseñado el primer día que llegó, hacía exactamente una semana. Seguramente era lo más bonito que podía señalar de aquel lugar perdido y apartado del mundo, o incluso del fin del mundo: un lugar tan remoto que, por supuesto, no tenía cerca un centro comercial donde dejarse unos euritos, un lugar tan superlejano al que no se molestarían en ir ni los vendedores de telefonía móvil. ¿Para qué? Si no sólo no había cobertura, sino que no la habría jamás. Aunque la cobertura intentara llegar en algún momento, tenía que atravesar un bosque en el que mamá (pese a mis rezos por lo contrario) se acordaba del camino. Si no, es imposible llegar. Bueno, vayamos a lo que a Lori le llamó la atención. Era el espacio más impresionante que había visto hasta entonces. No sabía por qué le intimidaba tanto. Era una cabaña en el bosque, sin más, pero llenita de camuflaje, tenía enredaderas y musgo por todo su exterior; la verdad es que eso era lo que más llamaba la atención de Lori. ¿Cuánto tiempo llevaba visitando la cabaña? Desde el primer día que llegó, y aún no conocía todas sus habitaciones. Era algo extraño, lo sabía, pero desde que estaba allí, había empezado a no darle tanta importancia como le había dado el primer día, que nada más entrar salió zumbando, ya que la sensación de entrar fue tan intensa y tan, tan... No sabía cómo explicarlo, no había encontrado aún una descripción para tal sensación. Sabía que la cabaña tenía alguna extraña conexión con el libro, pero todavía, no sabía cuál era. Bueno, más adelante tiempo tenía, y además, suficiente: debería permanecer allí todo el verano. Qué faena, cada vez que se acordaba se le llenaba la cabeza y todo su interior de sapos y culebras y llegó, cómo no.


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No se saltaba ni un solo día porque no terminaba de pasar aquello, mamá lo llamaba adolescencia, papá “estado de impertinencia perpetua”. Ellos no lo entendían, hicieran lo que hicieran, en algún momento del día, sin ni siquiera ella misma entender nada, todo les parecía mal, absolutamente todo, y era como un cabreo constante con ella misma y por supuesto con el resto del mundo. Por eso le cayó tan bien el abuelo, que en la conversación que tuvo con sus papis antes de abandonarla en la mismísima prehistoria, dijo algo que a Lori le llamó la atención. Era el primer adulto que en el último año decía algo positivo con respecto a su edad y a su estado. Sonó algo así: —No es para tanto, esta etapa es tan respetable como cualquier otra, es la edad en la que uno empieza a verse tal y como es. Sólo que, alguna veces, lo que ves no te gusta y precisamente es el momento ideal para cambiarlo. Por eso hay que tener paciencia, está en época de cambios, seguro que el resultado de ello os va a encantar. No os preocupéis, ella misma sabe y averiguará lo que tiene que cambiar: es muy lista, se parece a mí —dijo con una seguridad aplastante en lo que decía. Qué sabía él, pensó Lori. No me conoce en absoluto. La última vez que me vio, seguramente, fue en mi bautizo y porque mama lo nombró mi padrino, que si no, ni se hubiese dignado a venir a conocerme. Pero sería alguien muy especial en su vida, lo comprobaría más adelante. Pero vayamos a lo realmente importante; Lori había escogido una habitación al azar. Era una cabaña especial: todas las habitaciones eran iguales, solo cam-


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biaban cuando abría aquel libro “mágico”. La habitación era acogedora. No pasaba lo mismo con el interior de Lori, seguía enfadada con el mundo, pero qué habría hecho ella para merecer esto. Cuando eres solo una niña tu meta es hacer todo lo feliz que puedes, dentro de tus posibilidades, a tus mayores, y unas veces lo consigues, la mayoría en el caso de Lori, y otras no, pero sigues intentándolo hasta la saciedad, porque sabes que es lo mejor para ti y también para ellos, pero ¡AH!, llega la temida ADOLESCENCIA, donde tú quieres también ser un poquito feliz y entonces empiezan los desacuerdos porque lo que normalmente le hace feliz a Lori seguro no les hace felices a sus padres. Pero, ¿por qué? Es más fácil de lo que ellos piensan. Sólo deberían tener en cuenta toda la paciencia que Lori tuvo en su niñez a la hora de complacerles, para intentar comprender que lo que ella pretende no es arruinarles la vida ni nada de eso, por Dios, quiere a sus padres... Lo único que anhela es encontrarse a sí misma, dejar de ser una niña para convertirse en una mujercita que sepa disfrutar de lo bueno que la vida tiene para ofrecerle. Llegó el primer momento de dejar aparcado lo terrenal. Lori abrió el libro por una página al azar. No había nada de nada en el libro, ni un triste dibujo que ver, y pensó: —No sé si esto va a ser muy divertido, el abuelo piensa que está lleno de historias. Pobre, en el fondo da mucha pena. Y mientras Lori estaba mirando el libro, empezó a notar una brisa en la espalda, se dio la vuelta y de pronto vio algo que le tuvo con la boca abierta durante un buen rato, el justo para reaccionar y cobijarse en un agujero de una montaña que había cerca. Algo se acercaba a mucha velocidad y no tenía ni idea de


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qué podía ser. Cuando lo vio pasar desde su escondite se dio cuenta de que jamás en la vida había visto nada parecido a ese animal, sólo en algún cuento que de niñita le gustaba leer. Era deslumbrante, era un caballo con unas alas preciosas, era de color azul claro intenso. Paró justo donde estaba escondida Lori. Ésta empezó a temblar, no sabía si de miedo o de emoción, cuando se dio cuenta de que los ojos, también azules, de ese alado ser, eran como estar mirando la serenidad hecha persona. Tanta tranquilidad y dulzura irradiaba que Lori no pudo más que salir del agujero y plantarse delante de él sin ningún tipo de temor. Se quedaron durante unos segundos mirándose, y su sensación fue la de conocer de algo a ese ser que estaba frente a ella, aunque eso era imposible: donde ella vivía no frecuentaban mucho el lugar seres tan fantásticos como éste. Y de pronto él, con una sonrisa especial y una mirada que irradiaba una intensa luz, haciendo que el sitio donde se encontraban fuera iluminándose y se presentara ante Lori. Ella respiró hondo y observó cómo se iba acoplando cada pieza en el paisaje totalmente nuevo para ella, y de pronto se oyó: —¡Hola, Lori! —su voz sonaba como un susurro. —¡Hola! Uhmm... —Badelcam, ése es mi nombre. —Badelcam, qué nombre más raro. —Una parte de la herencia de mi padre. Bonito, ¿verdad? —Sí, lo es. Herencia dices, ¿y la otra parte? —¿Qué parte? —Has dicho una parte de la herencia, ¿qué es la otra parte? —Bueno, son muchas cosas; es difícil decirte una de ellas, así sin venir a cuento.


Pilar Barrios

Elora tiene 15 años y lleva dos

sumida en un mar de incomprensiones y decepciones. Su mundo se vuelve cada vez más oscuro, no ve tolerancia ni en jóvenes ni adultos, y para acabar de arreglar las cosas, su madre la manda de vacaciones a casa del abuelo. Una casa rara en un lugar inhóspito y remoto, donde no llega la wifi, pero sí los sueños. Un antes y después en su constantemente atormentado camino. Un mundo paralelo y dependiente del nuestro. Personajes y seres muy diferentes de lo que conocía hasta entonces, con los que mantendrá una estrecha relación y vivencias descubriendo que tiene más en común con ellos de lo que imagina. Y un mágico mundo en peligro que necesita irremediablemente su ayuda. No será fácil, pero ellos creerán en Elora. ¿Y tú?

Pilar Barrios nació y creció en Zaragoza, y siempre le ha gustado inventarse sus propias historias. Observadora y partícipe a su vez de la época que le toca vivir, Pilar intenta, con su capacidad especial de ver la vida (no apta para cardíacos ni realistas), trasmitir, aunque solo sea un poquito, la magia que ve en cada rincón del mundo... sólo si se sabe observar detenidamente y, sobre todo, con el corazón.

Elora y la sombra sobre Lúmenor

Lúmenor.


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