Principe de la Manigua-Primer capítulo

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Otras publicaciones del autor: Angelica Archangelica y otros relatos

Memorias y relatos de un docente

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en el haber de este debut narrativo, señalo una atractiva ambientación, especialmente en aquellos en los que el tiempo de la historia se sitúa en épocas pretéritas. El estilo de la prosa con la que Ramón Fernández nos acerca a sus historias, es sencillo y preciso, como demanda la misma naturaleza contística, pero, en ciertos momentos, nos impacta con artificios brillantes y muy logrados: “Nostalgia, esa especie de gasa incolora”. Considero por último muy válidos y eficaces el contrapunteado o la confrontación de facetas o conductas antagónicas que el autor emplea en algunos de los relatos, porque visibilizan de una forma poco menos que plástica la esencia de la trama. Francisco Martínez Bouzas Catedrático de Filosofía. Titulado por las Universidades de Barcelona y Comillas, Sto. Tomás de Aquino y Gregoriana de Roma. Miembro de la Asociación Española de Críticos Literarios (AECL) y de la Asocición de Escritores en Lingua Galega (AELG)

Ramón L. Fernández y Suárez

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amón es de esos escritores de relatos intemporales; plasmando y transmitiendo belleza. Dejando su impronta para la posteridad. Con la constancia que concede la experiencia, y el empuje de una ilusión interiorizada que nada ni nadie podría ya frenar. Luis Compés Rebato Presidente de la Asociación de Escritores de Madrid

English for Agroforestry Specialities

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e Ramón es muy difícil opinar sin yerro porque su escritura es casi perfecta en estructura, con un vocabulario asfixiante, con una documentación contrastada… porque él ha sido profesor de Historia y conoce los entresijos de cada época y disfruta contándolos. Ramón es un gran escritor y su manera de escribir da categoría al grupo. Carmen de Silva Velasco

A Guide to Legal English (en colaboración con otros autores)

Príncipe de la Manigua

Periodista, poeta, escritora y Coordinadora del Grupo Literario Troquel de Boadilla del Monte

Príncipe de la Manigua y otras historias

Ramón L. Fernández y Suárez es profesor jubilado de la Universidad Politécnica de Madrid. Asimismo ha impartido docencia en la Mikkeli University of Applied Sciences de Finlandia como profesor invitado durante varios años y en el Colegio Universitario San Pablo CEU de la capital de España. Colabora habitualmente en blogs y publicaciones digitales dentro y fuera de nuestras fronteras. También ha sido colaborador–redactor de la sección cultural de la Revista UPM. Participa como jurado en concursos literarios nacionales. Es miembro de la Junta Directiva de la Asociación de Escritores de Madrid. También es Licenciado y Doctor en Derecho.


Primera edición — Marzo 2015 © RAMÓN L. FERNÁNDEZ Y SUÁREZ Edita la Asociación de Escritores de Madrid www.asociacionescritores.com Portada: Pintura de Enel Désir. Colección del autor. Directora editorial: Chiqui Lorenzo Maqueta: A. Valero Irala Imprime: Ulzama Digital

ISBN: 978–84–941522–8–3 Depósito Legal: M–8184 –2015

IMPRESO EN ESPAÑA / PRINTED IN SPAIN


A: Petrona,

Lina y

Gabriela Matriarcas del linaje SuĂĄrez ArgudĂ­n


Índice

Prosa y Estrofa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

HISTORICISTAS Daños colaterales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 En la frontera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22 Príncipe de la Manigua . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32 Manga y eslora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36 La Virgen de Agosto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61

RETRATOS Solange Blanchard . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67 Ginés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93 Martin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106 Yasna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 112 Amira . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119 Virginia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121 María . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123

ESCENAS MADRILEÑAS I. Gallinejas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133 II. Tarde lluviosa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135 III. Mal fario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137 IV. La gaitera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139


Introducción

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uriosamente para ponerle unas palabras previas al libro de Ramón L. Fernández y Suárez titulado «Príncipe de la Manigua y otras historias» estoy leyendo otro del mismo autor titulado «Memorias y Relatos de un Docente». No, no piensen que desvarío ni que me he equivocado de libro, lo que ocurre es que no voy a enjuiciar el contenido ni de éste ni del otro, esa labor la dejo para los críticos. Voy sencillamente a hablar del autor, de sus sentimientos como persona y escritor. Es de todos sabido que los libros encierran en ellos al menos un cincuenta por ciento de nuestra forma de pensar y sobre todo de nuestra forma de actuar. El escritor expresa en el papel lo que tal vez le esté vetado en la vida real debido a una educación o a unos principios morales o sociales. Unas veces utiliza el humor para satirizar sus propios sentimientos; no es éste el caso de Ramón, que se mueve siempre en el mundo de la seriedad, de las realidades y de la historia; otras deja correr su pluma relatando la pasión que hubiera querido. ¿Por qué?, me pregunto. Porque la mayoría de los escritores vivimos más de una vida al mismo tiempo. La real y la imaginaria. Conocí a Ramón hace tan solo unos meses. Por eso el libro de «Memorias y Relatos de un Docente» podía indicarme mejor el camino para estas palabras previas y efectivamente, Ramón puede calificarse de esa forma tan usada que dice ser el último romántico.


Siempre que nuestro sentimiento no es el primordial entre las gentes, creemos que se trata del último, más no es así: el romanticismo sigue existiendo aunque no siempre implicado en el amor de pareja. Se es romántico en nuestras actitudes a veces más que en nuestras propias palabras. Entre los relatos del libro del docente, en la página 108, Ramón comienza diciendo: «El amor es mi religión», escuché decir a alguien al término del telediario y ello me llevó a pensar cuán lejos está la sociedad contemporánea, al menos la que vemos reflejada en los medios de comunicación más habituales, de la sana convivencia que dicha práctica impondría. Amor y amistad provenientes de una misma raíz etimológica… Ramón explica con toda suerte de detalles la idea del amor y no es que esté bebiendo los vientos por nadie, sencillamente es que Ramón destila amor cuando habla y trata de ocultarlo cuando escribe, y que personas que llevan la misma tónica de ocultamiento existen muchas y que poco a poco, de tanto ocultarlo, de tanto manifestarnos casi insensibles acabamos siéndolo, porque el amor no está de moda. El otro día, en el taller de escritura que dirijo, un joven de veinte años se confesó públicamente romántico y amante del amor y todos sonreímos en nuestro interior y pensamos bendita juventud. Estoy segura que Ramón pensó que sus divagaciones sobre el amor en el libro del docente las había dejado casi para la última página para que el lector se quedara con el regusto de la sensación silbándole en el cerebro. Carmen de Silva Velasco Periodista, poeta y escritora. Directora del Grupo Literario Troquel de Boadilla del Monte


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PROSA Y ESTROFA

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omo comienzo de este tomo, tercero de mis esfuerzos literarios, quiero desbrozar ideas en torno al arte/oficio de escribir en la sociedad contemporánea. Se escribe mucho hoy día. Aprovechando la diversidad de medios que la tecnología ofrece para divulgar pensamientos y mensajes con limitados recursos financieros. En paralelo con este fenómeno, es fácil detectar una disminución sensible en el número general de los lectores. Los condicionamientos de la vida que determinan o influyen en la mentalidad de la presente sociedad no suelen favorecer las prácticas que, por tradición, han sido consideradas como potenciadoras de los sentimientos tendentes a la mejora de los individuos. A nivel universal, nuestra sociedad acusa la existencia de profundos cambios. Ello no constituye una situación sin precedentes. La presencia humana en el planeta nunca ha visto interrumpida esta tendencia, de hecho permanente, a su propia modificación. Puede incluso pensarse que es la esencia misma de su naturaleza, hasta el presente irrepetible. Lo que en realidad distingue este proceso que hoy vivimos es el hecho de ser conscientes, como nunca fuimos, de las transformaciones que vamos experimentando. En el orden natural vemos, de igual modo, las profundas modificaciones que aceleran la evolución del entorno, llevándonos a unos impredecibles escenarios a los cuales la propia acción humana está contribuyendo a dibujar. La posi-


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ble conexión de ambos procesos no es, a simple vista, descartable. De esas realidades, de esos procesos condicionantes parten las premisas que, de forma genérica, determinan el carácter que hoy exhibe la literatura. En este mundo poliédrico, la prosa, como todo manjar elaborado con esmero, debe degustarse con paciencia —lo cual difícilmente se armoniza con los hábitos de generaciones alimentadas mediante fast food—. A menudo ella ha de competir, en el mejor de los supuestos, con las creaciones, cada vez más breves, de los buenos rimadores. Lo escrito en prosa puede resultar «prosaico» y puede también, a veces, ser vehículo de imágenes portadoras de belleza que elevan los mensajes en ellos contenidos a altos niveles de sublimación del pensamiento. La prosa nos ofrece alas para permitir a la imaginación volar en libertad cual águila imperial en el espacio y somete esa libertad solamente a la regulación gramatical, en tanto es útil a la comunicación de las ideas y de los sentimientos. La estrofa, en cambio, cada vez más desasida de las leyes de la métrica, tantea caminos para realizar su cometido poético sin más objetivos que la ruptura formal como medio de expresión de sentimientos. Planteamiento válido cuando la autenticidad de los mensajes corre pareja con la calidad del vehículo de su expresión. Esto no siempre se consigue; como tampoco se alcanza mediante métrica, asonancia y consonancia, las cuales no constituyen fórmulas seguras de calidad literaria. Los diversos estilos literarios no son sino distintos modos o registros de escritura que se adaptan a las necesidades de quienes utilizan la palabra como instrumento de trabajo (no necesariamente lucrativo) y de placer. Los cometidos de quienes utilizan el papel, tomado en sentido metafórico como tribuna, pueden ser tan disímiles como los microcosmos personales en


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que se producen sus ideas. De ello puede deducirse que el derecho a la difusión de esas ideas deviene en parte de un proceso natural que debe estar sujeto, únicamente, a la cambiante normativa intrínseca que rige los procesos de la comunicación. Prosa y estrofa han sido siempre, desde los tiempos arcaicos de la Hélade, factores de entretenimiento, educación, doctrina y difusión de lo que llamamos el progreso. Si bien es cierto que, como en alguna ocasión le escuché a Don Javier Gomá, «es evidente que la historia no sigue siempre un itinerario de progreso necesario.» Ante esa realidad, el mejor camino que se nos ofrece a quienes porfiamos en no dar la espalda a la gran tentación de la escritura, no es otro que dirigir nuestros esfuerzos a la depuración de nuestro estilo y a su adaptación al momento que vivimos, sin sepultar en el fondo de las bibliotecas el caudal que hemos heredado.



HISTORICISTAS



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DAÑOS COLATERALES

I —¡Termíname la catorce! —¡Tinto para servir! —¡Pan para uno! —¡Dos sin alcohol! Así se oían las voces de los camareros junto al largo mostrador desde el cual transportaban las bandejas hacia las mesas de los comensales. Era la hora de comer y el ruidoso ajetreo del local estaba en su máximo nivel. La crisis económica no parecía afectar a este establecimiento de la Gran Vía madrileña donde se sirven comidas, mariscadas de altos vuelos o simples menús del día a precios razonables; todo ello a un ritmo que garantiza la calidad y la frescura de los alimentos consumidos. Al entrar, hubo que esperar varios minutos antes de ser acomodados, tal era la afluencia de clientes a la hora de comer. Una vez sentados a una mesa lateral, mientras esperaban ser servidos, continuaron conversando. —Ha dicho el jefe de recursos humanos que habrá ajustes de plantilla. Que es inevitable. O se practica un ERE o habrá concurso de acreedores antes de lo imaginable. —¿Y qué será de los infelices que queden en la calle? —Supongo que cobrarán lo que legalmente corresponde en cada caso y engrosarán las listas del INEM. —¿Y eso te parece justo?


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—No lo sé. Desde hace más de dos años las ventas van en continua decadencia. Al parecer, el último incremento del IVA ha sido el remache que ha hundido la cartera de pedidos y, además, con ese panorama no hay banco que se arriesgue a conceder créditos. Lo cual agrava la falta de liquidez que vamos arrastrando desde hace muchos meses. —¿Crees que puede hacerse algo? ¿Qué dicen los del sindicato? —El sindicato «no sabe, no contesta». La situación se escapa de sus manos y carece de un ancho margen de maniobra ante la realidad. El camarero se presenta para tomarles la comanda. —¿Qué toman los señores? —Yo tomaré el menú: arroz a la cubana y rodaballo de segundo. —Yo también: sopa de primero y revuelto de ajetes de segundo. —¿Para beber? —Cerveza. —Vino y casera. Al ausentarse el camarero se produjo un corto silencio. Pareció que se prefería no retomar el tema interrumpido. Sirvieron el pan y las bebidas. Se intercambiaron las miradas y, partiendo el pan, se oyó decir a quien se desajustaba la corbata y se despojaba de la chaqueta de su traje azul: —¿Has visto la última salida de Mouriño? —Sí, oí sus palabras en la entrevista tras el telediario. Parece un poco chulo, especialmente ahora cuando el equipo parece alejarse del puesto para ganar la liga. —Él siempre ha sido así. Creo que ya está próxima su hora. Terminada la comida, se despidieron amigablemente. Los rostros serios y pocas palabras. Al día siguiente evitaron encontrarse a la hora del café de la mañana. Ambos adujeron estar muy ocupados. No hubo ruptura, sino alejamiento gra-


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dual. Parecía inevitable. La crisis financiera, inicialmente desarrollada a nivel macroeconómico, hacía ya tiempo que calaba cada vez más hondo en el tejido social. Desde riberas opuestas se ve correr el agua de forma diferente. Eso hace parecer preciso evitar una fractura e importa ganar tiempo ante esta crisis para impedir distanciamientos entre los grupos que la padecen a distintos niveles. Junto a la solución de los problemas inmediatos, se hace perentorio evitar que se ahonden desniveles. De lo contrario, tras el impredecible final de esta tormenta económica al parecer interminable, la sociedad puede terminar abocada a una situación de retroceso calculable, al menos, en términos de más cuarenta años. II —Parece que Fermín está en la lista de quienes no verán renovados sus contratos al término del ejercicio. Me hago cargo de su situación, con mujer y cuatro hijos. —¿No estaba ella en el paro? —Desde hace más de un año y medio. —Supongo que tendrán quien les ayude. Puede que sus padres o quizás tengan algo ahorrado. —Lo dudo, aún les quedan cinco años de hipoteca. Esta era la conversación durante la cena familiar en casa de Felipe Méndez, dos meses después del diálogo que inicia nuestra historia. Fermín y el señor Méndez fueron compañeros de aulas allá por los ochenta del pasado siglo, cuando cursaban sendos módulos de FP que les capacitaban para su incorporación a diferentes puestos en la, por entonces, pujante industria del automovilismo. El segundo de ellos, al terminar administración, siguió tres cursos en una escuela universitaria y hoy desempeña un cargo intermedio en la plantilla de las oficinas de una conocida marca de automoción. Fermín tomó otro derrotero y, siguiendo sus inclinaciones naturales, obtuvo plaza


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de técnico operario en la misma planta donde su amigo y compañero lleva responsabilidades administrativas. Mantuvieron su amistad aún ya traspasadas las etapas de la soltería. Hasta que comenzara a perfilarse la crisis financiera que aún no deja de azotarnos, estos hombres compartían diariamente cervezas y cafés y, más de una vez, juntos se acercaban al estadio Bernabeu para dar rienda suelta a sus comunes emociones con los goles y penalties que allí se producían. Con el ensombrecimiento del panorama económico europeo, las exportaciones cayeron y la contracción del mercado nacional puso en riesgo todo el entramado industrial y comercial de una sociedad que no parecía ser capaz de vislumbrar cuanto se le venía encima. Y la crisis se extendió y pareció batir sus negras alas sobre otros continentes. Las crecientes vicisitudes familiares comenzaron a dejar tristes improntas en los caracteres, al tiempo que se perfilaban diferencias. Esa es, al parecer, la casuística que ha determinado el alejamiento de nuestros personajes. Así las cosas, un lunes por la mañana al llegar a su oficina, el señor Méndez descubre que una multitud de medianas dimensiones armada de pancartas, le impide el paso al interior de las instalaciones de la empresa. No solo es él el impedido, muchos otros coches que pretenden acceder al parking interior se enfrentan a dicha situación. Evidentemente el grueso de dicha multitud vociferante corresponde a aquellos empleados que se saben despedidos. Entre ellos, a través del cristal de su ventanilla, el conductor descubre la iracunda mirada de su amigo Fermín, desafiante en un airado gesto de protesta. Felipe Méndez le hace un gesto de saludo con la mano izquierda que desprende del volante y, resignado, da marcha atrás y aparca el coche en una calle lateral cercana a la entrada de la empresa. Allí permanece un largo rato durante el cual, sin dejar de escuchar los distantes gritos de los manifestantes, no puede desprender de su mente la mirada hostil de


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quien considera aún su amigo y compañero de aficiones deportivas. «Es una pena», pensó, «si estuviera en mis manos, algo haría por ayudarle». Minutos después recibía en el móvil una llamada de su jefe inmediato para recomendarle se alejara del entorno de la empresa. La policía haría acto de presencia en pocos minutos. Por su parte, Fermín, sin dejar de proclamar las consignas que coreaban los manifestantes, se recriminaba interiormente no haber respondido con cordialidad al saludo de su amigo y antiguo compañero. «No habría estado bien visto saludarle con afecto», se dijo, «él hoy representa a quienes nos explotan; bueno, en realidad, él es también alguien que recibe un sueldo pero, coño, podría solidarizarse con quienes nos quedamos en la calle después de dejar parte de la vida en esta puñetera empresa». Luego intentó olvidar aquel momento del cual no se sentía satisfecho. Siguiendo los consejos de su jefe, Felipe decidió regresar a casa esa mañana y, mientras lo hacía, intentó no entristecerse con el incidente que presumía iba a poner punto final a su antigua y sincera simpatía por Fermín.


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Memorias y relatos de un docente

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en el haber de este debut narrativo, señalo una atractiva ambientación, especialmente en aquellos en los que el tiempo de la historia se sitúa en épocas pretéritas. El estilo de la prosa con la que Ramón Fernández nos acerca a sus historias, es sencillo y preciso, como demanda la misma naturaleza contística, pero, en ciertos momentos, nos impacta con artificios brillantes y muy logrados: “Nostalgia, esa especie de gasa incolora”. Considero por último muy válidos y eficaces el contrapunteado o la confrontación de facetas o conductas antagónicas que el autor emplea en algunos de los relatos, porque visibilizan de una forma poco menos que plástica la esencia de la trama. Francisco Martínez Bouzas Catedrático de Filosofía. Titulado por las Universidades de Barcelona y Comillas, Sto. Tomás de Aquino y Gregoriana de Roma. Miembro de la Asociación Española de Críticos Literarios (AECL) y de la Asocición de Escritores en Lingua Galega (AELG)

Ramón L. Fernández y Suárez

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amón es de esos escritores de relatos intemporales; plasmando y transmitiendo belleza. Dejando su impronta para la posteridad. Con la constancia que concede la experiencia, y el empuje de una ilusión interiorizada que nada ni nadie podría ya frenar. Luis Compés Rebato Presidente de la Asociación de Escritores de Madrid

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e Ramón es muy difícil opinar sin yerro porque su escritura es casi perfecta en estructura, con un vocabulario asfixiante, con una documentación contrastada… porque él ha sido profesor de Historia y conoce los entresijos de cada época y disfruta contándolos. Ramón es un gran escritor y su manera de escribir da categoría al grupo. Carmen de Silva Velasco

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Ramón L. Fernández y Suárez es profesor jubilado de la Universidad Politécnica de Madrid. Asimismo ha impartido docencia en la Mikkeli University of Applied Sciences de Finlandia como profesor invitado durante varios años y en el Colegio Universitario San Pablo CEU de la capital de España. Colabora habitualmente en blogs y publicaciones digitales dentro y fuera de nuestras fronteras. También ha sido colaborador–redactor de la sección cultural de la Revista UPM. Participa como jurado en concursos literarios nacionales. Es miembro de la Junta Directiva de la Asociación de Escritores de Madrid. También es Licenciado y Doctor en Derecho.


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