Publicacion dmi marriaga final2 by Naturaleza Creativa

Comité directivo

Equipo Técnico

Teófilo Cuesta Director General Codechocó Rafael Cuesta Palacios Representante Legal Consejo Comunitario Mayor del Bajo Atrato - Cocomaunguía Mary Lou Higgins Directora Programa Subregional Amazonas Norte & Chocó-Darién WWF Colombia

Jairo E. Gamboa Coordinador plan de manejo Andrés Felipe Trujillo Especialista en Planificación del Paisaje WWF Colombia Julieth Mendoza Machado Coordinadora Local Consejo Comunitario Mayor del Bajo Atrato Cocomaunguía Farid Otero Analista Sistema de Información geográfica (SIG) Consultor WWF Germán Córdoba Técnico Operativo Unguía Codechocó

Comité coordinador Rafael Cuesta Palacios Representante Legal Consejo Comunitario Mayor del Bajo Atrato Cocomaunguía Luis Fernando Gómez Navia Coordinador Chocó - Darién WWF Colombia Neiver Obando Mosquera Coordinador SIDAP - Chocó - Codechocó

ISBN impreso: 978-958-8353-94-4 ISBN E-Book: 978-958-8353-95-1 Ésta es una publicación realizada con el apoyo de La Asociación de Corporaciones Autónomas Regionales de Colombia ( ASOCARS). Con la participación de las comunidades de los Consejos de Tarena, El Roto, Marriaga, Ticolé, El Puerto y Tumaradó. Las denominaciones geográficas en esta cartilla y el material que contiene no entrañan, por parte de WWF, juicio alguno respecto de la condición jurídica de países, territorios o áreas, ni respecto del trazado de sus fronteras o límites.

Comité Editorial Luis Fernando Gómez Navia Coordinador Chocó - Darién WWF Colombia Carmen Ana Dereix Oficial de Publicaciones y Marca WWF Colombia Andrés Felipe Trujillo Especialista en Planificación del Paisaje WWF Colombia Diagramación e Impresión Fundación Naturaleza Creativa 2014 naturalezacreativa.fn@gmail.com Textos: Julieth Páramo. Naturaleza Creativa Ilustrador: Juan José Ordóñez. Naturaleza Creativa

Fecha de producción Diciembre 2014 Agradecimientos: Extendemos nuestro agradecimiento a las autoridades civiles y comunidades del municipio de Unguía por la colaboración y compromiso para la construcción de este plan de manejo. Un agradecimiento especial a la empresa BlackBridge por la donación de imágenes de satélite que permitieron los análisis de cobertura e impacto sobre el DRMI del incendio del mes de marzo de 2014, especialmente al señor Axel Penndorf coordinador de proyectos internacionales.

Presentación La magia del manatí en el lago azul es un cuento que ilustra la historia de Ana, una niña sensible, que valora su territorio y es consiente de los problemas y situaciones que afectan su entorno. En un sueño, un manatí propio de las ciénagas que habita, le muestra el futuro y el pasado de su región. En ocasiones sus sueños le revelan el panorama del respeto y la necesidad de conservar y manejar adecuadamente el territorio y sus recursos, en otras, sus sueños se transforman en pesadillas al imaginar que las ciénagas, su comunidad y los recursos de que dependen, son transformados y desparecen para siempre. El manatí mágico representa la esperanza e indica cómo es posible mejorar cada día la relación de las comunidades que habitan y dependen de las ciénagas del bajo Atrato con su entorno natural, logrando el sueño anhelado de Ana de permanecer en su territorio y asegurar para su comunidad y los demás habitantes de la zona un futuro de bienestar. Con la declaratoria del DRMI Lago Azul - Los Manatíes, Codechocó y las comunidades de Cocomaunguía y

demás instituciones de la región, sellan el compromiso de conservar en buen estado y dar un uso adecuado a las ciénagas que son ‘salacunas’ o lugares especiales para la reproducción de los peces y muchos otros recursos asociados como la tortuga icotea, así mismo, las ciénagas son refugio de los últimos manatíes que aún es posible observar en la zona. A través del DRMI, se comprometen también a conservar los bosques, chungales, arracachales, los animales silvestres, y fortalecer actividades productivas sostenibles en favor del desarrollo local de sus comunidades. Esta tarea solo será posible sumando aliados para poner en marcha el plan de manejo del DRMI, el cual recoge las propuestas y acuerdos establecidos entre las comunidades e instituciones sobre qué acciones adelantar para recuperar la condición de las ciénagas y mejorar la calidad de vida de sus habitantes. En marzo del 2014 Codechocó, Cocomaunguía y WWF, con el apoyo de ASOCARS, firman un convenio para formular el Plan de Manejo del DRMI. Ese documento, dividido en dos partes, el

presente y el futuro deseado del DRMI Lago Azul - Los Manatíes, presenta una síntesis del ejercicio adelantado de manera participativa entre marzo y agosto del 2014. Resultado de la Ley 70 de 1993, en el año 2003 se reconocieron 34.736 hectáreas en el municipio de Unguía a las comunidades negras del Consejo Comunitario Mayor del Bajo Atrato – Cocomaunguía. En el 2013, dada la importancia de la naturaleza y la cultura dentro del territorio colectivo, las comunidades de Cocomaunguía y Codechocó, declararon gran parte del territorio colectivo como Distrito Regional de Manejo Integrado (DRMI) Lago Azul – Los Manatíes. El nombre se escogió por la belleza de las ciénagas y los manatíes que viven en ellas.

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LA MAGIA DEL MANATÍ EN EL LAGO AZUL

La abuela Josefina disfrutaba aquellos momentos en los que podía contar historias a sus nietos. Recostada en su mecedora, carraspeó su garganta y comenzó: -Esta es la verdadera historia sobre el mito de la mujer más joven que fuera la protectora de las ciénagas de Unguía y que tenía el poder de entender el corazón de un manatí-. Dijo con voz misteriosa para llamar la atención de los más incrédulos. Todos los fines de semana, como era costumbre, Ana debía recorrer un largo sendero después de salir del colegio para ir a casa de su tía Ermelinda quien vivía en Marriaga, en su viaje

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cotidiano que iniciaba en la vereda el Puerto de Unguía. Ana recorría en bote los alrededores de la ciénaga; le encantaba admirar la belleza de sus aguas y descubrir los animales que la habitaban. Podía pasar horas bajo el sol o en medio del bosque mirando las plumas de un ave, las escamas centellantes de un pez, las hojas y detalles de los árboles… Para ella todo era sorprendente. Amaba cuanta criatura y ser de la naturaleza se atravesaba a su paso. Y ese día no fue la excepción. Ana vio

algo que se sacudió en el agua, un movimiento brusco que la inquietó, parecía como si alguien se estuviera ahogando. Se quedó mirando fijamente una silueta que pasaba de izquierda a derecha sobre la superficie del agua, no sabía qué hacer, quedó sorprendida e inmóvil, sentía curiosidad por averiguar de qué animal se trataba. Pasó un rato concentrada en el baile que hacía aquella criatura en el agua, siguiendo la vibración de las ondas en medio de la quietud del lugar, hasta que un sonido desesperado fue emitido por el animal. En ese momento Ana comprendió que no era una situación normal, presentía que algo malo

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estaba pasando en la Laguna. Saliendo de su trance como observadora, notó que cerca había un bote y un lazo amarrado a un árbol que se movía cada vez que el animal se retorcía. Ana comenzó a gritar para saber si podía conseguir ayuda. -¿Hay alguien en el bote?...Holaaaaaa, buena tarde… ¿Hay alguien? - Nadie respondió-. Después del tercer llamado supo que tenía que resolver el problema por sí sola. No se desesperó, recordó los consejos de su profesor José, un experto observador de aves y conocedor de los animales de su territorio, que siempre le recordaba lo importante de observar en silencio y cuidando cada detalle. Así que volvió a detenerse en el lazo, lo recorrió desde el nudo que lo amarraba al árbol hasta el otro extremo que se perdía en el agua, y en ese instante comprendió que el animal estaba amarrado al lazo. Haló con fuerza la cuerda, con toda la fuerza que le dieran sus brazos, y en uno de sus intentos el lazo se

zafó y el animal se movió. Ana por fin vio al animal, era un manatí pequeño que le mostró de inmediato su alegría al liberarse. Incluso Ana creyó ver que sus aletas se movían con tanta alegría, como si intentara saludarla y agradecerle. Mientras celebraba su hazaña se sentó a descansar en un árbol y a ver nadar al manatí. Estaba cansada, agotada por el calor. Durante su receso, bajo un árbol, se quedó dormida y en su sueño vio que las ondas poco a poco tomaban forma de sietes. Muchos números sietes se iban creando alrededor del manatí. Y el manatí se iba acercando, y entre más se acercaba a la orilla, más grande se hacía. Y se iba rodeando de otros animales. Primero aparecieron peces; bocachicos, róbalos, boquianchas y doncellas. Después se arrimaron tortugas icoteas, caimanes, iguanas, nutrias, babillas, loros copete amarillo, patos, tucanes y chigüiros. Los animales cantaban y todo el lugar se iba transformando. Lo que antes era una laguna rodeada con restos de árboles quemados, basura, agua

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contaminada, pocas plantas, pocos animales, ahora lucía como un lugar hermoso y renovado en el que los animales se sentían cómodos, felices de vivir allí. También durante el espectáculo de los animales pasaron algunas personas cargando cerdos y gallinas. Otras personas recogían basura de las orillas, otras pescaban con paciencia y alegría. Ana estaba contenta, sentía que ese momento mágico se había dado por haber rescatado y protegido al manatí. Sus ojos brillaban y miraban con emoción el regalo que le ofrecía la naturaleza. Al finalizar el canto de los animales, el manatí le entregó a Ana una vara brillante que decía DRMI Lago Azul-Los Manatíes; en ese momento Ana se despertó y en su mano empuñaba una rama que había caído de un palo. Se levantó y apresuró el paso para llegar a tiempo a casa de su tía. Horas después, ya en casa de su tía, Ana estaba con la mirada perdida

recordando el extraño sueño. Le daba alegría imaginar que de verdad existiera un lugar donde los animales cantaran con sus bellos sonidos sin temor a ser cazados, ver a la comunidad unida trabajando por cuidar su entorno y aplicando buenas prácticas para el manejo de su territorio. Ana era una niña de diez años que había crecido con el ejemplo de mujeres líderes como su madre, su tía y por supuesto su abuela, eso la hacía aferrarse a querer hacer realidad el sueño del manatí. En su mano sostenía la rama que empuñó mientras dormía en la orilla de la ciénaga, había decidido conservarla como amuleto para la buena suerte.

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Cuando dejaba de pensar en la laguna azul, con su varita jugaba a dibujar el manatí en la arena del suelo. Dibujar, cantar y bailar eran otras de sus habilidades. La vivienda de su tía estaba rodeada de árboles, algunos secos aún con las huellas que dejó un gran incendio que además quemó gran parte del cultivo de arroz que tenían en ese entonces. Se veían en la orilla de la laguna también arracachales y panganales, una especie de palma con frutos aceitosos, que según le contaba su tía, favorecieron las llamas aquel día del incendio. Sin pensar demasiado en eso y subiendo el ánimo para seguir adelante, su tía siempre repetía con tono optimista que en algún momento de las cenizas resurgiría un paraíso dormido. Y sin perder la esperanza por todo lo que arrasó el fuego, continuó con la idea de un nuevo comienzo. En otro pedazo del terreno su tía había iniciado un proyecto de recuperación de la zona del bosque; avanzaba con el cultivo de hierbas para condimentos, árboles frutales, plantas medicinales, árboles que brindaban sombra y muchas plantas ornamentales. Los residuos de ceniza de aquel incendio destructor, mezclados con la tierra del patio, se prestaban perfectamente para el juego de Ana y eran campo fértil para la siembra. El perro de la casa la acompañaba moviendo la cola y a veces ladraba a las hojas que arrastraba el viento o al dibujo del manatí hecho sobre la arena. -¡Dejá la bulla Coco! le decía Ana al perro. -¡Guagua guau, guagua guau, guau, guau! -Respondía Coco y luego se le acercaba a morder sus chanclas buscándole juego.

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-¡No Coco, soltá esa chancla! -Le decía al perro cuando se ponía muy cansón. Y el perro, como si entendiera el plan de Ana, se echaba a su lado a mirar fijamente las figuras y dibujos que inventaba su amiga sobre el suelo. El atardecer ese día fue fresco y pasaba lento. De todas maneras nadie tenía prisa, era fin de semana y lo pasarían allí mientras su madre trabajaba en una finca de Ticolé. La sobrina dibujaba y atendía los mandados de la casa. -¡Ana vení, dónde estás! ¡Vení hacéme un favor y tráeme la escoba! -Le dijo su tía. -Tené tía, aquí está -Contestó. -Ve mija, hay que estar alerta porque anda un vecino que no ha entendido que hay que cambiar los hábitos, dejar las mañas y seguir pa’ delante. Voy a barrer ese pedazo y a echarle un ojo pa’ que no se lleve ningún animal silvestre. -¿Y qué animal se iba a llevar? -Estaba persiguiendo a un tucán y un pato. Y esas aves las queremos conservar. Eso no se puede permitir porque a todos nos afecta. Tenemos que hacer algo. Ana se quedó callada y luego con su vara hizo como si hubiera lanzando un conjuro. Su tía se rió y siguió barriendo. Por la noche, Ana soñó que nadaba en una laguna en la que aparecían números siete y el agua se empezaba a volver fangosa por la contaminación, hasta que esa suciedad tapaba los números. El manatí trataba de nadar hacia donde estaba Ana pero quedaba atrapado en una red de muchos pescadores que estaban sobre botes. Todo se oscurecía, el monte alrededor se quemaba, vacas y

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caballos pasaban corriendo, un niño cazaba un pájaro que caía al agua y luego desaparecía. Habitantes en fila caminaban, se veían tristes, maltratados y con hambre, entre ellos estaban su mamá, su tía y sus primos. Ana con sus manos y cerrando sus ojos fuertemente trataba de romper las redes que capturaban al animal. Esperaba que al liberarlo, con la magia del manatí volviera todo a la normalidad. Su vara brillante con el nombre del DRMI Lago Azul - Los Manatíes se iba hundiendo en el fango. De repente los sonidos del manatí se mezclaban con su nombre. Era la voz de su tía que trataba de despertarla. -¡Ana, Ana! Levántate, movéte que hoy tengo reunión de los consejos comunitarios en la vereda de Tumaradó. ¡Ayy mija! Y no duerma con esa rama al lado que se sale chuzando un ojo. -¡Ay Tía, y yo que voy hacer por allá! ¿Me puedo quedar con Coco?

-Nooo mija, esa reunión va pa’ largo y por allá nos vamos a preparar un sancocho de bocachico bien sabroso. Además van a ir otros niños porque nos dijeron que los lleváramos a un taller de dibujo y pintura. Párese pues sobrina, desayune y nos vamos -Le decía su tía mientras terminaba de arreglarse. Ana llevó su vara durante todo el camino, observaba el agua por si acaso se asomaba el manatí. Todo se veía muy normal, la ciénaga seguía estando limpia y se escuchaban

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los sonidos de los monos aulladores, los patos cuervos y una gran variedad de pájaros. Pero en el fondo Ana se encontraba inquieta por encontrarle un significado a su sueño, a ese número siete que tanto se repetía. Su tía le iba nombrando las plantas de la zona y contándole historias de errores que cometió la gente en el pasado. Le hablaba de los chungales, panganales, arracachales, los cativales, y lo privilegiadas que eran por vivir en una zona con tanta riqueza natural como las ciénagas, los bosques y manglares en los que habitaban animales que sólo allí se podían ver, porque algunos de ellos no se reproducían ningún otro lugar del mundo.

Además le explicaba que el agua era una gran riqueza, que al principio la comunidad no la cuidaba por pensar que les iba a durar toda la vida, pero se concientizaron sobre su importancia en el desarrollo de proyectos productivos sostenibles para el beneficio de las comunidades y la necesidad de cuidarla a través del manejo de los ríos, quebradas, arroyos y ciénagas. -Jummm, sobrina es que estos pueblos tienen muuuuchos humedales que se acomodan a los cambios del clima… cuando hay verano o invierno, somos habitantes de un territorio que cambia en cada temporada, ya sea de lluvia o de mucha sequía -Agregaba con entusiasmo. -Tía, a mí me gustaría ser protectora de animales… y que lo humedales estén llenos de manatíes y muchos peces -Respondía Ana alentada por el ánimo de la conversa. -Ay sobrina, qué bueno; ese manatí es lo más especial y bastante que necesita ser protegido. Ya casi ni se ve. Y si las cosas siguen bien, podés estudiar la flora y la fauna, haciéndote bióloga y trabajar con la producción sostenible o promotora de turismo cuando salgas de la escuela. Ana se alegraba con la idea. Por minutos sólo andaban en silencio, respirando aire puro durante todo el camino. Volteaban la vista cuando algún animal se topaba a su paso. Ana comprendía la belleza que albergaban las ciénagas. Su tía continuaba contando sus anécdotas. Le señalaba a su sobrina un caballo y le decía que las áreas de potreros no eran malas, pero necesitaban un buen manejo para permitir la producción de otras actividades al mismo tiempo y proteger los suelos y las quebradas, por ejemplo, la siembra de árboles, flores, cultivos de

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vegetales y la cría de ganado que permitirían aumentar sus ingresos económicos de manera sostenible. Le decía que las comunidades de Unguía tenían una gran ventaja al estar organizadas en consejos comunitarios locales y en un consejo mayor, pues pues es lo más importante y el punto de partida cuando se sueña con un buen cambio duradero. -Sobrina, por eso hay que sacar tiempo y no dejar que se nos peguen las cobijas… -Decía su tía con un tono burlón, mientras se iban acercando a vecinos de otras veredas, que ya se encontraban en la caseta comunal. A la entrada de la caseta había un letrero: “Reunión para poner en marcha los siete proyectos del Plan de Manejo del DRMI - Distrito Regional de Manejo Integrado Lago Azul – Los Manatíes”. Seguido por una lista larga de todas las entidades

y consejos invitados, en la que se destacaban los seis Consejos Comunitarios Locales de Cocomaunguía: Tarena, El Roto, Marriaga, Tumaradó, El Puerto y Ticolé. También se incluían los nombres de representantes de las fincas ganaderas y las plataneras ubicadas en las veredas de Santa María la Nueva y Tanela; el Consejo Comunitario de Bocas del Atrato y Leoncito del municipio de Turbo; el resguardo Tule de Arquía, el Parque Nacional Natural Los Katíos. En la reunión también se encontraban trabajando de manera animada los representantes de la alcaldía de Unguía, Codechocó, la Gobernación del Chocó, la Dirección General Marítima – DIMAR, el Instituto Colombiano Agropecuario – ICA, el SENA, entre otros, y apoyaban las discusiones miembros de diferentes organizaciones no gubernamentales locales. -! Jummm! ¿Y quiénes son todos estos? - Preguntó Ana. Y aunque Ana no los conocía, para ella esa era una señal del manatí. Tal vez en su colegio o comunidad había escuchado algo sobre el DRMI y los siete proyectos del Plan de Manejo, y por eso en su sueño el animal acuático le había entregado un amuleto y como premio a la tarea que ella debería realizar en el futuro.

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Allí, en esa reunión tan alejada de sus fantasías, Ana por fin encontraba una explicación que la llenaba de alegría. Trataba de relacionar su sueño con lo que sucedía en esa reunión. Ya no le cabía duda de que su sueño era mágico y que ese palo que llevaba era un regalo de la naturaleza, o mejor dicho, un regalo del manatí agradecido por haberle salvado la vida, por ese gesto desinteresado y respetuoso hacia su entorno. Ese día sintió que quería seguir siendo una líder protectora, se sintió más responsable por la misión de conservar su territorio. Quería salir corriendo y contarle la historia de su sueño a todo el mundo, pero temía que no le creyeran o se rieran de sus ocurrencias. El día inició con un taller para niños, al tiempo que los adultos hablaban de los siete proyectos del plan de manejo. La cita de los más pequeños se había diseñado para que participaran en un concurso, en el que debían expresar a través de un dibujo lo que representaba el DRMI para ellos, ¿Cómo podían imaginar su

territorio en el 2024?; Cada niño se mostraba lleno de talento. Todos hacían su mejor esfuerzo. Ana parecía tener completa claridad sobre lo que iba a dibujar. Sabía que a futuro las aguas tenían que estar limpias, sin contaminación y con muchos peces de variadas especies para que la comunidad pudiera alimentarse y trabajar en la pesca. Se imaginaba dibujando muchos cultivos de arroz y maíz en casa de su tía, con algunos corrales para criar cerdos y gallinas. Y los caballos y vacas en las fincas de sus vecinos estarían bien organizados, manejados de una manera que mejorará las fincas y las condiciones del territorio. Pero lo que más deseaba poner allí, en ese papel, era a un gran manatí dándole brillo con su magia a toda la ciénaga, rodeada de árboles maderables de gran tamaño y sin rastros de quemas o deforestación.

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Así transcurrieron las horas del taller cargadas de creatividad. El encuentro parecía una fiesta. Las señoras de la comunidad preparaban el sancocho de bocachico en leña, los niños pintaban, reían y jugaban entre ellos. Los funcionarios y gente de la comunidad lucían con orgullo camisetas y gorras de sus organizaciones. El sol brillaba con toda su intensidad, los perros ladraban, los loros cantaban y los monos aullaban. Todo se mezclaba con la música tradicional que alegraba el evento. Y los adultos se reían en la reunión o alzaban la voz cuando querían ser escuchados sobre un tema polémico. Lo que más tiempo tomaba en la reflexión era cómo abordar las situaciones que podían afectar al DRMI, especialmente se preguntaban sobre la interconexión eléctrica entre Colombia y Panamá; la red de interconexión para El Tigre, Unguía y Acandí. El desarrollo de vías de acceso, la expansión de la ganadería y cultivos agroindustriales.

Consideraban temas relacionados con la extracción del arracacho y los proyectos de exploración de petróleo y minería. Mientras hablaban de esos temas un líder tomó la palabra, y dijo: -No nos embolatemos familia… ¡Las cosas son claras!… Todos los proyectos que vengan al territorio deben corresponder a lo que hemos propuesto entre comunidades e instituciones como parte del manejo del DRMI. Debemos seguir preparándonos y fortaleciéndonos para presentar nuestras propuestas y avanzar con los procesos. Aquí lo que se necesita es compromiso nuestro, del Estado y apoyo de organizaciones aliadas con ganas de trabajar por la región. -Entonces… no nos trepemos tan alto, no olvidemos que las soluciones a los problemas están en los siete proyectos del plan de manejo, lo que hay que hacer es meterle duro pa’ lograr aplicarlo de aquí en adelante. Una funcionaria pendiente de los niños se acercó a ver

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el dibujo de Ana. Le había puesto un título que decía “El Desierto”. Había un manatí enredado por las redes y todo se incendiaba alrededor. El agua era oscura, turbia. La joven aterrada, le dijo que recordara que siempre las cosas podían ser mejores. Lo que no sabía la funcionaria era que Ana había decidido pintar dos dibujos para contar su sueño y su pesadilla. Llegó la hora de mostrar los dibujos ante los adultos y contarles por qué se imaginaban así su territorio diez años más adelante. Todos los dibujos eran muy bonitos, algunos mostraban a sus familias en un entorno agradable y los adultos se reían y aplaudían con emoción. Cuando salió Ana, lo primero que hizo fue mostrar el dibujo del manatí capturado por los pescadores. Les contó a todos la pesadilla que había tenido, en la que veía cómo la ciénaga se quemaba, el miedo que sintió esa noche pero que por fortuna ella sabía que eso iba a ser parte del pasado, por eso lo había llamado “El Desierto”. Enseguida mostró otro dibujo, que pegó al lado del anterior. Se llamaba “El

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manatí mágico”, en este dibujo, a diferencia del anterior, los colores eran brillantes, tal como lo había soñado, mostraba a las ciénagas y a las comunidades como un lugar limpio y conservado, un paraíso donde convivían las personas con animales silvestres de magnífica belleza. Lo que más llamó la atención era la vara mágica que Ana había dibujado en medio de la laguna y que tenía escrito en un costado el título del DRMI. Cuando terminó su exposición, todos aplaudieron, su tía tenía los ojos llorosos de alegría y la funcionaria era la más feliz, al descubrir la enseñanza que Ana les dejaba, para animarlos a continuar trabajando juntos con más entusiasmo.

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El premio entregado a Ana en el concurso fue un manatí tallado en madera, una caja de colores y un completo juego de útiles para el colegio. La pequeña se alegró muchísimo con su regalo. Uno de los participantes de la reunión, en medio de la risa y los aplausos, quiso darles otro premio a todos los niños que habían asistido al taller. Se trataba de un recorrido en lancha para que conocieran mejor las ciénagas, sus gentes y algunos de los animales y plantas de la zona. Ese día también hizo parte de los regalos mágicos del manatí en la laguna. -Y así finaliza esta historia- Le dijo la abuela a sus nietos. Cuentan que hoy día, en el 2024, Ana es una de las mejores especialistas en manatíes de nuestra región y protectora incansable de las bellas ciénagas de Unguía. Su sueño se convirtió en realidad, pero también en un mito. Algunos incluso pasaban de boca en boca la anécdota de la niña en aquella laguna, y juraban que algo mágico había quedado en ella y en toda la ciénaga, desde su encuentro con aquel animal. Y desde entonces gentes de otros lugares conocieron la experiencia, y grandes y chicos protegieron el DRMI con la certeza de que aquel manatí mágico vive en cada manatí que se encuentran en las ciénagas de Unguia, en este único lugar en el que hemos vivido y queremos continuar viviendo todos.

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