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MUSEO ETNOGRテ:ICO



INDICE

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Las bandas de cazadores de Tierra del Fuego ocuparon por mĂĄs de 11.000 aĂąos tanto las estepas septentrionales como los sectores boscosos del sur.


LOS CAZADORES DE LA ISLA GRANDE DE TIERRA DEL FUEGO

Las bandas de cazadores de Tierra del Fuego ocuparon por más de 11.000 años tanto las estepas septentrionales como los sectores boscosos del sur.

En el momento que se iniciaron los primeros contactos con los europeos, estaban constituidos como un grupo étnico independiente y bien diferenciado, conocido como selknam u ona. Su principal actividad económica era la caza del guanaco con arco y flecha. Se complementaba con la captura de zorros y aves, y la recolección de frutos silvestres y hongos. En las cercanías del litoral se explotaban, cuando se presentaba la oportunidad, los recursos marítimos. Los habitantes de la estepa septentrional también cazaban el coruro, un pequeño roedor, que servía no sólo de alimento sino que con su piel se hacían prendas de abrigo. Los hombres se dedicaban a la caza y a la fabricación de armas. Las mujeres tenían la responsabilidad de cuidar la vivienda, trasladar los enseres familiares de un lugar a otro, realizar las labores de recolección y criar a los niños. Todos los selknam se protegían del clima frío con largas capas de piel de guanaco o coruro con el pelo hacia afuera, y calzaban mocasines de cuero; los hombres adultos llevaban un gorro triangular de piel de guanaco llamado koschel. En cuanto a las viviendas, los habitantes de la región norte construían unos toldos ligeros como paravientos semicirculares, hechos con varas de madera y cubiertos por cueros; los grupos meridionales, que explotaban los bosques de lengas, coigües y canelos, levantaban cabañas de troncos.

Los enseres que se usaban en la vida cotidiana eran canastos de fibras vegetales, bolsas de cuero y objetos de piedra, madera y hueso. En el confín del mundo Contrastando con esta tecnología sencilla, los selknam desplegaban un mundo simbólico rico y complejo, que se expresaba a través de las ceremonias, el arte, los mitos y las leyendas. Los Canoeros En las aguas frías y encrespadas de los archipiélagos occidentales vivían los grupos canoeros. Sus antepasados debieron asentarse en el ambiente boscoso y húmedo de las islas por lo menos unos 6.000 años antes del presente; en el siglo XVI estaban constituidos como dos grupos étnicos: los kaweshkar o alakaluf -dispersos en ínsulas, fiordos y canales de la porción oriental del estrecho de Magallanes y hacia el norte por el litoral occidental- y los yámana, en las costas del canal de Beagle e islas australes hasta el cabo de Hornos. Los canoeros se subdividían en pequeños grupos familiares que vivían desperdigados por los canales, dedicados a la caza de lobos marinos, nutrias y aves, a la recolección de mariscos y a la pesca. Navegaban en canoas hechas con tres piezas de corteza de árbol, cosidas con fibras vegetales o barbas de ballenas y calafateadas con musgos y algas. Si bien una parte importante de la vida cotidiana transcurría a bordo de las canoas, en la tierra firme ocupaban chozas de planta circular construidas con varas hincadas en el suelo y cubiertas con cueros de lobos marinos o ramas. Como vestimenta usaban un taparrabo y una capa corta de piel de lobo o nutria que les cubría los hombros y espalda; para


protegerse del frío se untaban el cuerpo con grasa animal mezclada con arcillas. El hallazgo de una ballena varada en la playa era la ocasión para que se reunieran, por cierto tiempo, varios grupos familiares en un campamento; entonces era cuando aprovechaban para celebrar sus ceremonias sociales. Los canoeros tenían una tecnología simple: arpones de hueso para la caza de lobos marinos, punzones, puntas de proyectiles y otros instrumentos de piedra, canastos de fibras vegetales.

La mirada de los otros: Crónica para una extinción anunciada. Desde el primer momento, toda representación europea de Tierra del Fuego reflejaba la idea de confín: se trata, sin duda, del límite del mundo, el último término de lo posible. Exploradores, viajeros y antropólogos imaginaron a Tierra del Fuego como el lugar donde el tiempo había permanecido inmutable para una naturaleza y una humanidad originaria; territorio de confinamiento por la geografía impenetrable, sociedades arcaicas sin contacto con el exterior, presidio para criminales y refugio para los aventureros. Esta atmósfera de profundo exotismo que envolvía a Tierra del Fuego, estimuló la producción de una abundante iconografía que, a pesar de la frondosa fantasía que la inspiraba, nos ha dejado un doble registro: el de los modos de vida de la población originaria y el de cómo esta misma fue vista. A partir del viaje de Magallanes en 1520, los navegantes y expedicionarios europeos inician contactos con los fueguinos, misioneros y colonos se establecen en el territorio. En la segunda mitad del siglo XIX

comienza un rápido proceso de extinción de la población originaria de Tierra del Fuego, provocada, entre otras cosas, por la introducción de las enfermedades infectocontagiosas y las persecuciones. Al cabo de algunas décadas, la sociedad indígena había sido reducida a unos pequeños grupos marginales con escasas posibilidades de supervivencia. INVESTIGACIÓN Silvia Calvo y Alicia Kurc

ASESORÍA CIENTÍFICA Hernán Vidal y Luis A. Orquera

GUIÓN MUSEOGRÁFICO Patricio López Méndez y Silvia Agostino

DISEÑO Patricio López Méndez

CONSERVACIÓN Y MONTAJE Fernando Veneroso, Vivian Spoliansky, Verónica Jeria, Patricia Palasciano, Helena Malatesta, Cristian Peralta, Darío Quiroga, Berenise Mauri

ASISTENTES DE MONTAJE Daniel Acosta, Carolina Bergaglio, María Julia Cardinal, Gabriela Doña, Nestor Arialdo Gimenez, Virginia González, María Emilia Grandi, Felisa Lovaglio, Walter Musich, Rubén Romero, Florencia Vassallo Lagos

DOCUMENTACIÓN Andrea Pegoraro

TRADUCCIONES Carlota Romero, Mercedes Pico, Dina Fisman, Anabelle Castaño Asutich, Lucrecia Greco


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