Camino de La Lastra

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Camino de La Lastra La senda del melojar



Camino de los molinos Senda del río Cofio Camino de las presillas Senda del pinar albar

Enrique García

Camino de las pedanías Senda de los oficios olvidados

Un paseo otoñal entre la múltiple variedad de tonalidades que puede tomar el melojar es, sin dudarlo, una de las mejores experiencias que se pueden tener en estas fechas. Caminar sobre un manto de hojas húmedas que ceden bajo nuestros pies, mientras en los bordes del camino los arbustos silvestres nos ofrecen una amplia variedad de frutos y bayas de los más variados colores. Haremos un alto en el camino en el antiguo despoblado de La Lastra, un caserío abandonado tras la última Guerra Civil, que esconde entre sus piedras numerosas leyendas y extraños misterios. En esta senda nos adentraremos en el melojar, el bosque del roble más meridional y adaptado a un clima continental seco. Capaz de retoñar de sus propias raíces luchando contra el hacha del carbonero o el diente del ganado. La fauna y la flora que lo acompaña a través de las distintas estaciones, también serán motivo de nuestros comentarios. Recorreremos después las grandes parameras de la sierra, donde corretean las liebres entre los piornos achaparrados. No nos será difícil cruzarnos con los milanos reales que carean la zona, o los grandes buitres leonados, la tercera ave voladora más grande del planeta, con casi tres metros de envergadura. Estos grandes espacios abiertos en la misma cima son excepcionales miradores donde recrearnos con sus vistas y descubrir a las más emblemáticas rapaces ibéricas. Una ruta sencilla y poco exigente físicamente, que seguro que con un poco de silencio y cautela nos puede proporcionar muchas alegrías, cualesquiera la época del año que optemos para disfrutarla.

Camino de La Lastra Senda del melojar

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Espadaña de la iglesia. Santa María de la Alameda

Helecho común (Pteridium aquilinum)

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Ruinas de La Lastra.

Partiremos de la plaza de la Constitución de Santa María de la Alameda, una bonita plaza adornada por el ayuntamiento de finales del siglo XIX y la iglesia de estilo gótico tardío del XVI. En las bocacalles de la plaza todavía podemos contemplar las talanqueras de granito, de una sola pieza, que antaño servían para cerrar la plaza durante los festejos taurinos. Comenzaremos tomando la calle que sale por detrás de los contrafuertes de la cúpula de la iglesia; antes de llegar a la casa rectoral, hoy una agradable casa rural, La Ínsula, parte una calleja que tomaremos hacia la izquierda, que nos llevará a unas ruinas de viejos caserones. El camino continua por la ladera descarnada, unas veces junto a prados de melojos y otras atravesando jarales salpicados de duras encinas, que han logrado colonizar los terrenos más ásperos. El escaso uso de estas vías pecuarias nos obligará a abandonar la calleja, invadida por zarzas y retamas, para continuar, paralelos a ella, por la parte superior hasta llegar a una pineda de repoblación, donde retomaremos la senda que llevábamos.

Milano Real Milvus milvus Rapaz de mediano tamaño que campea con frecuencia los páramos y los prados. Suele anidar en algún árbol grande en sotos, pinares o robledales. Es el único de nuestros milanos sedentario que pasa aquí el invierno. Se alimenta de pequeños mamíferos, insectos, reptiles e incluso carroña, sobre todo en los duros inviernos. Suele planear durante largas jornadas sin apenas aletear, simplemente orientando su larga y horquillada cola de tono rojizo, muy característica. Busca posaderos cerca de sus áreas de campeo, donde destaca su cabeza plateada y su librea muy contrastada de rojizos y pardos.

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Melojo o roble rebollo (Quercus pyrenaica)

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Majuelo (Crateaegus monogyna)

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El camino llega hasta las puertas de una cija, allí tomaremos el camino de la izquierda, para pocos metros después continuar por el camino que sale a la derecha. Aquí el terreno parece desértico, escasean los grandes árboles y el suelo de suaves lomas aparece tapizado de piornos y retamas, son las denominadas parameras y son muy características de las altas cumbres de naturaleza metamórfica como los gneis. En este punto es frecuente encontrar algún milano, dejándose llevar por el viento. El camino desemboca en el antiguo despoblado de La Lastra. Un caserío a caballo entre las provincias de Ávila y Madrid, que quedó definitivamente abandonado después de la Guerra Civil Española. Su desaparición inspiró numerosas leyendas sobre su trágico destino. Cruzaremos la pradera, olvidándonos del camino, en línea recta hasta tomar una calleja que se abre en el centro de la pared. Poco a poco nos adentraremos en un fresco valle de prados de diente, una variedad de prados dedicada al pasto de los animales, donde se compaginan las praderas herbáceas con los bosquetes de melojos de porte arbustivo, que sirven sus hojas como alimento, barda, cuando el pasto escasea durante el verano. Los bordes del camino son un repaso a la vegetación que acompaña a los melojos: endrinos, majuelos, rosales silvestres, zarzamoras, retamas de escoba,… Llegados al final de la calleja continuaremos ascendiendo suavemente a la derecha hasta subir a una loma, aquí abandonaremos el

Vaca avileña ibérica negra

Brotes o rebrotes de melojo

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Embalse de La Aceña

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Prado de diente con melojos.

camino y continuaremos hacia la derecha, donde tendremos unas esplendidas vistas de Santa María de la Alameda. Proseguiremos rodeando la loma hacia la izquierda, recorriendo con la vista el tajo producido por el río Aceña. El río se hunde en un desnivel que supera los 300m, al que se unen los encajonamientos del arroyo de Robledondo y del Arroyo del Tovar. Los encabalgamientos producidos en esta falla y los posteriores plegamientos han dado como resultado este valle sobrecogedor y, de nuestro emplazamiento, un mirador excepcional. En frente, en lo alto de un picozo, si miramos con un poco de detenimiento, podremos encontrar la Cueva del Brujo. Aquí encontramos que el melojo ha cedido su paso a las encinas, con algunos ejemplos de pies de respetable tamaño, teniendo en cuenta la altitud de más de 1400m y las pedregosas condiciones del terreno.

Azulejos

Zorro Vulpes vulpes

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Este cánido es tremendamente común por su capacidad de adaptabilidad a prácticamente todos los hábitat y comer casi de todo, basura, bayas, ranas, roedores, huevos,… Es inconfundible, de pequeño tamaño de color rojizo y gran cola, emite un profundo olor muy característico. Entra en celo en pleno invierno y da a luz en un cubil en la primavera de cuatro a cinco cachorros. Son muy territoriales, marcando con sus deposiciones los limites de sus dominios en lugares bien visibles, caminos, piedras o lugares elevados. Su gran capacidad reproductora y su ámbito crepuscular y nocturno, han superado su persecución por ganaderos y cazadores o su primera causa de mortandad, los atropellos.

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Peonía

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Arenaria (Arenaria montana)

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Continuamos tomando como referencia una colina que sobresale en la planicie a nuestra izquierda. El pastizal apenas se cubre con alguna encina o pequeños bosquetes de rosales silvestres que son recorridos por pequeños bandos de chovas piquirrojas. En lo alto de la colina tendremos una buena vista del embalse del Aceña. Aquí retomaremos de nuevo el camino que nos acerca hacia unos prados cubiertos de robles melojos, allí tomaremos el camino hacia la izquierda y recorreremos las tapias de los prados donde con suerte podremos sorprender algún corzo ramoneando. Abandonado este melojar secuestrado por tapiales de mampostería, tomaremos el camino que sale a la derecha y asciende entre los piornos una suave colina. En el encuentro con un nuevo camino, tomaremos éste a la izquierda, hasta alcanzar una fuente a la derecha, donde podremos beber. Es un ingeniosos sistema de reciclaje ganadero, en el que se emplean viejas bañeras, colocadas de manera escalonada, que sirven como abrevaderos para el ganado y también como residencia de ranas y anfibios, aunque llegando el verano, sus pulimentadas paredes, también pueden convertirse en mortales trampas para algunos reptiles o roedores que acuden a saciar su sed. Desde aquí, cruzaremos la loma campo a través dejando la fuente a nuestra espalda, hasta coronar la colina y vislumbrar una cancela verde, junto a la carretera, en la bifurcación con la carretera de la Navas del Marques. Aquí nos adentramos en el piornal y en la máxima expresión de la paramera serrana,

Nazareno

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Nido de Milano Real

Primavera (Primula veris)

Agalla de escaramujo provocada por la avispa Diplolepis rosae

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donde no es raro que a nuestros pies salgan liebres y conejos y, según la temporada, codornices, perdices o becadas. Las grandes extensiones se cubren de un pasto ralo y escaso que aprovechan cabras y vacas, y grandes y espesos matorrales de hiniestas y piornos de formas almohadilladas y achaparradas, que les permiten resistir los fuertes vientos y las no pocas nevadas. Tras pasar la cancela, tomaremos de nuevo el camino, que se interrumpe por la valla de una granja peletera, que bordearemos por la derecha, para reencontrar de nuevo el camino. Una espléndida vista nos acompañará todo el recorrido, ofreciéndonos una vista de pájaro de las aldeas del Hoyo de la Guija y Las Herreras o, un poco más allá, del pueblo de Las Navas del Marques. El camino termina en un promontorio granítico denominado La Peña del Águila que nos ofrece en días despejados vistas de la sierra de Gredos y de las tierras de la Cepeda. Estas cumbres despejadas nos ofrecen la oportunidad de ver sobrevolar las grandes rapaces ibéricas que merodean por la zona, el buitre negro, el buitre leonado, el águila real o el águila imperial ibérica. Regresaremos por la pista que nos conduce de nuevo al pueblo de Santa María de la Alameda. Junto a las primeras casas tomaremos la calle de la derecha y descenderemos por la primera calle, donde se encuentra una casa rural muy recomendable con la que comparte nombre esta ruta, El Camino de La Lastra, giraremos a la derecha hasta el restaurante Santa


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María, otro buen ejemplo de gastronomía de la zona, donde descenderemos por la calle que sale a la izquierda y desemboca en la plaza donde hemos comenzado la ruta.

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Gamón

Lirón Careto Eliomys quercinus

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Este roedor simpático, con su antifaz negro y su cola terminada en un penacho, no tiene confusión con el ratón. De ámbitos arborícolas, establece en ellos su nido donde saca a delante un par de camadas, una en primavera y otra en otoño, si el año es benigno. Su alimentación es omnívora, alimentándose de frutos, bayas, pequeños insectos, sapos, lagartijas o musarañas. Si el alimento escasea puede adelantar el letargo al verano para reducir así su metabolismo. Es frecuente en los melojares donde gusta de las bellotas y en los prados o caseríos de paredes de piedra y setos.

Camino de La Lastra Senda del melojar Campanilla o Narciso

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El vuelo de las rapaces

MILANO REAL

ÁGUILA IMPERIAL IBÉRICA

ÁGUILA IMPERIAL

MILANO NEGRO

CERNÍCALO COMÚN

BUSARDO RATONERO

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ÁGUILA REAL

BUITRE LEONADO

BUITRE NEGRO

Ilustraciones Pajaricos.es

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El vuelo de las rapaces


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Melojar en primavera

Aro (Arum italicum)

Tulipán silvestre (Tulipa sylvestris subsp. australis)

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El ecosistema del Melojar El melojo o rebollo es un roble de pequeño tamaño que puede alcanzar los 20 metros pero frecuentemente lo encontramos con un porte arbustivo. Sus hojas son profundamente lobuladas y poseen una especie de terciopelo que le dan un aspecto ceniciento. Es de los robles, el más austero y capaz de sobrevivir con precipitaciones cercanas a los 700mm anuales. Tradicionalmente, por su facilidad de rebrotar de las raíces, se ha utilizado en el carboneo, o sus hojas como alimento para el ganado, la barda. Su corteza con gran cantidad de taninos se ha empleado como curtiente y su madera dura, en carpintería o para calentar los hogares. El melojo a veces mantiene sus hojas secas prendidas al árbol hasta la primavera, fenómeno que se denomina marcescencia. La gran cantidad de materia vegetal que genera el melojar produce un suelo rico y profundo, donde abundan los microorganismos que ayudan a descomponer esa materia vegetal. Muchas de las comunidades vegetales que crecen bajo sus copas lo hace de manera explosiva a principios de la primavera, cuando la nieve ha dejado al descubierto el suelo, pero las hojas aun no interrumpen la radiación solar que llega a esté.


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En esta época florecen narcisos, arenarias, campanillas azules, gamones… regalándonos un espectáculo lleno de color. Los melojos comienzan a cubrirse de hojas, revestidas en principio por un denso terciopelo de color rosado desde mediados de la primavera. Entre sus ramas abundan los herrerillos, los carboneros, los agateadores o los arrendajos, las palomas torcaces, los mitos o incluso las oropéndolas. La corteza rugosa del roble melojo es ideal para la proliferación de numerosos insectos y líquenes, como el líquen del roble, que en muchos casos los cubre completamente.

zumillo (Thapsia villosa)

Jabalí Sus scropha Camino de La Lastra Senda del melojar

El jabalí es de ámbito nocturno o crepuscular, difícil de ver pero muy frecuente como evidencian los rastros que deja con su jeta en su búsqueda de tubérculos, raíces y micromamíferos. Su dieta omnívora, la capacidad de adaptación a todo tipo de medios y su ocultación durante el día, ha provocado que su población esté en expansión. Forman grupos de hembras con las crías mientras los machos permanecen aislados, tal vez con la compañía de un joven macho, llamado escudero. Son en los primeros meses invernales cuando entran en celo, y se entablan feroces batallas entre los machos que se atestan terribles dentelladas con los colmillos también llamados navajas. Las crías, nacen con unas rayas miméticas que les otorgan el nombre, rayones, que perderán a los seis meses cuando la borra adquiere un tono rojizo, bermejos. Después al cabo de un año tendrán su pelaje definitivo pardo negruzco o incluso plateado de algunos machos viejos.

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Botón de oro (Ranunculus sp.)

Bocín y regadera

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Muy frecuentes son las agallas del roble; Varias especies de cinípidos, pequeñas avispillas, hacen sus puestas en los tejidos del melojo, éste se protege segregando ciertas sustancias para aislar al intruso, que le sirven a su vez como protección. En los árboles centenarios son frecuentes los ciervos volantes, el más grande de nuestros escarabajos, que ofrecen a comienzos del otoño feroces combates entre los machos para establecer su supremacía. Entre la fauna más característica encontramos los ratones campestres, los lirones caretos, el conejo, el erizo, el tejón, el siempre ubicuo zorro, o el corzo y el jabalí, que gustan de merodear estos lugares en busca de los brotes tiernos los unos y de los numerosos tubérculos y bellotas, los otros. Entre las copas de los árboles más desarrollados encontramos el nido del busardo ratonero, el cernícalo común o el milano negro y real, que encuentran en los pastizales contiguos sus terrenos de campeo. El año comienza con el abrazo del hielo y el látigo del viento que sacude con fuerza las


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Jopo (Orobanche rapum-genistae)

Las agallas Avispa del género Andricus

Andricus quercustozae Andricus kollari

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Estos tumores en los robles están producidos por la puesta de unas pequeñas avispas del genero de los cinípidos como las Andricus, que se diferencian por el aspecto característico de sus agallas.

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copas, que a duras penas mantienen sus hojas secas. Los bandos de pequeños pájaros se juntan para dormir en lo más espeso o en los tupidos zarzales que cubren las tapias. Pese al frío la musaraña voltea una y otra vez las hojas en busca de los pequeños invertebrados que invernan bajo el lecho protector. La garduña, aprovecha las largas noches, para asaltar los pequeños roedores o aves que han quedado indefensos. Cuando el calendario marca por fin la primavera, poco ha cambiado en los prados de melojos, los vástagos aparecen secos y el suelo cubierto de pardas hojas, solo la


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El fruto del melojo es la bellota

Helecho común (Pteridium aquilinum)

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pincelada amarilla de los narcisos anticipa la llegada tardía de la primavera que no se asienta hasta bien entrado el mes de mayo. Entonces sí, una explosión de pequeñas florecillas llena de color el sotobosque iluminado del rebollar. Es un periodo corto el que debe aprovechar, desde que las temperaturas son lo suficientemente tibias para poder activar su ciclo biológico hasta que las ahora aterciopeladas y rosadas hojas de los melojos, extiendan sus tentáculos sobre el dosel del bosque, dejando el suelo en penumbra. Los nidos que se trenzan entre sus ramas se pueblan de pequeños inquilinos que reclaman un ejercito de diligentes padres que traen insectos y frutos constantemente. Cuando el sol se instala en lo alto y el estío agosta los últimos pastos, los ganaderos anudan los rebrotes más tiernos para que el ganado alcancen sus hojas. Pronto la joven pollada del milano negro partirá para las tierras del África negra y con las primeras tormentas que anuncian el fin del verano se llenaran los claros de quitameriendas. Estas primeras borrascas reverdecen las praderas donde rebrotan los champiñones y las senderuelas, el pequeño erizo aprovecha que las lombrices andan próximas a la superficie para coger energía para el invierno.


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Los árboles más maduros comienzan a cuajarse de grandes bellotas, codiciadas por ratones, lirones, jabalíes e incluso el ganado vacuno que pace bajo sus ramas. Pero en esta época de abundancia en las tapias también dan sus frutos los majuelos, los endrinos, las zarzamoras, los escaramujos,… que congregan a casi todas las criaturas que rondan la comarca. Los grandes ciervos volantes también tienen ahora sus terribles combates nupciales aunque a una escala un poco más reducida. Garduña (Martes foina)

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La segunda piel

Musgo (Hynum cupressiforme) (Erventia prunastri)

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Xantoria (Xanthoria parietina)

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Liquen del roble (Erventia prunastri)

Parmelia (Parmelia squarrosa) (Parmelia squarrosa)


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Descripción Girar a la derecha por la calleja. Girar a la izquierda hacia la calleja. Tomar el portillo a la izquierda y seguir paralelo a la calleja. Regresar a la calleja. Tomar el camino a la izquierda. Coger el camino de la derecha. Continuar por el camino. Seguir por el camino de la izquierda. Cruzar la cancela. Tomar el sendero a la derecha . Cruzar la pradera de frente en busca de la calleja . Ir por la calleja. Tomar el camino de la derecha. Cruzar campo a través dirección sureste, hasta el cortado. Continuar campo a través hacia el cerrillo que está al noreste. Vista de la presa de La Aceña, tomar el camino. Coger el camino a la izquierda. Seguir por el camino a la derecha. Tomar el camino a la izquierda. Continuar por el camino a la derecha. Llegamos a la fuente. Asciende la ladera hacia la cima. Pasar la cancela y cruzar la carretera. Risco de Peña el Águila. Tomar el camino a la derecha. Seguir por la calle Miguel Servet descendente a la izquierda. Continuar por la carretera o Avenida Rey Juan Carlos I, a la derecha. Tomar la calle José Antonio a la izquierda. Plaza de la Constitución.

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P.K 80m 160m 490m 580m 890m 1050m 1290m 1620m 1690m 1750m 1950m 2300m 2890m 3110m 3610m 3990m 4900m 5300m 5670m 5830m 5870m 6260m 6560m 7990m 8620m 8710m 8850m 8990m 9210m

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ESQUEMA

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