Camino de las presillas La senda del pinar albar
Camino de las presillas Senda del pinar albar
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Camino de los molinos Senda del río Cofio
Enrique García
Camino de las pedanías Senda de los oficios olvidados
El camino de las presillas discurre por amplias pistas forestales de suave inclinación y sombreadas por las copas de los grandes pinos albares. Esto la hace ideal para cualquier tipo de excursión, en los días calurosos del verano o en días ventosos del otoño, al resguardo del viento. La senda del pinar albar nos introduce en el variado ecosistema del pinar de montaña por excelencia. Las cumbres de Guadarrama, se tapizan con grandes extensiones de pinos de copas azuladas que ascienden por encima de los dos mil metros, hasta fundirse con el piornal o descienden hasta la frontera de los mil quinientos metros, entrando en competencia, con el robledal de melojos. Este pinar albar, luminoso, alberga un sotobosque más variado que el de sus hermanos los pinos negrales y la luz, llena el sotobosque de helechos, gayubas, brezos, retamas, enebros comunes,… En los árboles más añosos anidan especies tan emblemáticas como el gran buitre negro, que encuentra en estas laderas sus últimos enclaves. Algunos de sus moradores son especies altamente especializadas en el medio, como los pájaros carpinteros, los piquituertos o las ardillas, que encuentran en las piñas de los pinos, una gran reserva alimenticia. Los grandes mamíferos encuentran también su cobijo, como las piaras de jabalíes, los corzos o los ciervos. Estos últimos protagonizan, con las últimas tormentas que anuncian el otoño, un espectáculo grandioso que llena todo el bosque, la berrea. Sus valles húmedos, cargados de musgos y líquenes, florecen otoñalmente con miles de hongos y setas. Pero no solo setas provee el pinar, su uso forestal se extiende a la ganadería extensiva de vacuno, la actividad maderera u otras desaparecidas ya, como los pegueros o los gabarreros. Un paseo sencillo y suave, que nos anima a conocer un mundo fascinante, el del pinar de la luz, el pinar albar.
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Pino albar (Pinus sylvestris)
Helecho común (Pteridium aquilinum)
Escobón (Genista florida)
Ánade real (Anas platyrhynchos)
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Partimos del aparcamiento del Camping de Vallenmedio, una infraestructura perteneciente al ayuntamiento de Santa María de la Alameda. El camping junto con el Monte de Utilidad Pública número 81, ambos propiedad de Santa María, forman un territorio isla, dentro del término municipal de Peguerinos. Recorreremos su avenida principal, o Camino de Peguerinos, en la calle Cueva Valiente, giraremos a la izquierda para salir por la puerta que enlaza con el camping de Peguerinos. Aquí caminaremos paralelos a la carretera hasta tomar una pista de tierra a la derecha, interrumpida por una cancela. Debemos saltar la valla por un portillo, junto al cartel explicativo de la ruta a Cueva Valiente, de recorrido más amplio y exigente. El camino amplio y bien conservado es una pista de tierra que se adentra poco a poco entre los pastizales, donde descansa el ganado vacuno. No tardaremos en seguir paralelos al curso del arroyo del Chuvieco, entre un pinar de pinos albares de copas verdeazuladas y característico fuste asalmonado, en su tercio superior. Mayoritariamente lo veremos acompañado de helechos comunes en las zonas húmedas, y escobones y berceos junto al roquedo. En apenas unos suaves repechos, nos encontraremos con el embalse de Cañada Mojada o del Chuvieco. Es un bonito enclave donde es fácil observar los saltos de las truchas o algunos patos, como los ánades, que merodean por sus orillas. El camino comienza a adentrarse en un pinar más maduro, donde aparecen los primeros enebros comunes e incluso
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Violeta (Viola cornuta)
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Zorro (Vulpes vulpes)
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violetas en las zonas más húmedas del camino. No es raro encontrar en los ribazos o sobre una piedra sobresaliente los excrementos del zorro, que de esta curiosa manera identifica sus territorios. El camino bordea la presa para girar a la derecha en la bifurcación. Iremos paralelos a un área reforestada protegida con una valla cinegética, de grandes huecos, que se extiende por una amplia zona. Aquí se llevaron acabo tareas de tala y podemos apreciar como los ejemplares adultos que se respetaron han padreado el terreno, salpicado hoy de pequeños árboles o pimpollos. Los ejemplares adultos bien soleados y aislados, producen mayor cantidad de piña, por lo cual despliegan una gran lluvia de piñones. El pino es una especie heliófila, es decir, que le gusta la luz del sol, por lo que enseguida prolifera en los claros, removidos por los arados de las máquinas forestales. Ahora, este terreno blando cubierto de tiernas plántulas, es extremadamente frágil a la acción del pastoreo o el ramoneo de especies como el corzo, el venado o los potentes hocicos del jabalí. Por ello se extiende este vallado por grandes áreas, para que el pinar se regenere de forma natural, con especies que genéticamente están adaptadas a la zona. La actividad complementaria del pinar al uso maderero es la ganadería, que aprovecha los amplios claros donde crece un césped tupido y mullido, muy resistente, el cervuno, que alimenta a un nutrida cabaña de vacas y caballos.
Gayuba (Arctostaphylos uva-ursi )
Pico menor (Dendrocopos minor )
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Brezo blanco (Erica arborea)
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Enebro común (Juniperus communis)
Brezo rojo (Erica australis)
Afloramiento granítico
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Al final de la valla cinegética parte del camino un sendero menos marcado, que sale a la derecha y asciende por la ladera paralelo al cercado. Dejaremos los llanos para encontrar pinos de curiosas formas, más expuestos al viento o secos, la mayoría víctimas de plagas que atacan a estos árboles, como el barrenillo o la procesionaria. Aquí el terreno es menos profundo y afloran con facilidad las rocas, colonizadas por berceos y más escasamente gayubas. El suelo se puebla de jaguarzos, que se extienden por la pendiente hasta que el camino se abre en un amplio claro, dominado por una impresionante formación granítica. El magma que no afloró a la superficie y se solidificó en el interior de la tierra dio origen a las rocas plutónicas, como el granito. Los agentes erosivos, agua, hielo, viento, gravedad,… eliminaron el recubrimiento más blando que lo contenía. Hoy, al quedar expuestos estos núcleos, se ven liberados de la fuerte presión que este material ejercía sobre ellos. La descompresión los vuelve más vulnerables a otros fenómenos erosivos como la gelifracción, ruptura por dilatación del hielo, o la descomposición química, que les otorga estas formas espectaculares. Algunas de estas formaciones se asemejan a grandes castillos o horts; otros, a grandes bolas redondeadas, bolos o berruecos y finalmente algunos, a grandes piedras planas, ligeramente redondeadas, domos. En el centro de esta pradera de cervuno encontramos una especie de cráter meteorítico, nada más alejado de la realidad, es una bañera de tierra, que
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Escaramujo o rosa silvestre (Rosa sp.)
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utilizan numerosos animales para cubrirse de polvo o revolcarse en él ayudando a la desparasitación. Cruzaremos la pradera diametralmente tomando como referencia un gran pino seco, derribado. El sendero cruza el arroyo del Toril y baja suavemente sin perdida a su vera. Este valle gana humedad a medida que descendemos y vuelven de nuevo los helechos y grandes masas de brezos que buscan la humedad del agua. En nuestra bajada encontraremos árboles más antiguos, donde veremos montones de piñas anaranjadas a sus pies. Son características de los piquituertos, que buscan en su interior diminutos piñones que, sin embargo, son tremendamente nutritivos. Quizás sorprendamos, si nos mantenemos en silencio, a la afanosa ardilla que merodea tanto por la copa en busca de piñones o huevos, como lo hace por el suelo en busca de insectos, lombrices y frutos. Otro inquilino habitual de las piñas es el pico menor, uno de nuestros carpinteros ibéricos, que seleccionado el fruto, lo coloca en una hendidura o hueco del pino, que recibe el nombre yunque o taller, donde trabaja con esmero extrayendo todos y cada uno de los piñones. Pero los pinos atraen a otros muchos merodeadores que no solo buscan piñones, es el caso del trepador azul. Esta curiosa ave forestal ausculta minuciosamente la corteza del pino llena de pliegues, donde buscan refugio numerosos insectos. El trepador azul, lo veremos subir y bajar, cabeza arriba o cabeza abajo,
Ardilla roja (Sciurus vulgaris)
Serbal de cazadores (Sorbus aucuparia)
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Retama negra (Cytisus scoparius)
Majuelo (Crateaegus monogyna)
recorriendo todo el fuste a la perfección. Terminada la inspección, dará un corto vuelo y proseguirá con el pino más cercano. El pito real, el mayor de nuestros carpinteros guadarrameños, agujerea la corteza en busca de las nutritivas larvas de coleópteros y otros insectos que atacan la madera de los pinos. Con su potente pico neumático es capaz de taladrar la densa madera, pero además posee una herramienta prodigiosa, su larguísima lengua, que se aloja enrollada en el interior de su cráneo, siendo capaz de proyectarla para atrapar a larvas y hormigas. En las numerosas pozas que hace el arroyo habitan alevines de truchas y gallipatos que se ocultan bajo los sedimentos y ramas de la poza. En sus orillas, marcadas en el barro, se distinguen conjuntamente con las huellas de vacas y caballos, las de corzos y jabalíes, mucho más esquivos. Estos ante la presión humana salen a los claros y campean en el crepúsculo y en las horas previas al amanecer. En las horas centrales o cuando el ruido les alerta, se encaman y simplemente, desaparecen. El camino desciende hasta rodear la presilla del Toril para unirse a una pista forestal que continua descendiendo paralela al arroyo. Junto a la presa queda un pequeño refugio medio abandonado, que siempre es de tener en cuenta en caso de que una de las frecuentes tormentas veraniegas nos pille desprevenidos. Continuamos por la pista, la cual atraviesa algunos claros, o majadales.
Hierba de Santiago (Senecio jacobaea)
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Jaguarzo (Cistus salvifolius)
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La pista llegará hasta las inmediaciones del camping de Vallenmedio, en este punto tomaremos un sendero que nos obliga a cruzar el arroyo de Vallenmedio, al que se unió un poco más arriba, el arroyo del Toril. Si la corriente lo hace factible no será necesario remontar junto a la orilla un centenar de metros, aguas arriba, para cruzar por un puentecillo de madera. Este sendero de pescadores nos lleva directamente al aparcamiento, entre helechos y zarzas que abrazan el curso del agua.
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Los majadales son lugares llanos y generalmente soleados donde la ganadería se reúne para dormitar y rumiar. Aquí encontraremos una flora muy especifica resistente al diente de los herbívoros, como la hierba de Santiago y diferentes tipos de cardos. En estos lugares, también es frecuente encontrar restos de paja o heno que los ganaderos usan para suplementar la dieta del ganado en épocas de escasez.
Jara estepa (Cistus laurifolius)
Lagarto verdinegro (Lacerta schreiberi)
Cierva (Cervus elaphus)
Banda acodada (Hipparchia alcyone)
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Aves forestales
PALOMA TORCAZ PICO MENOR
PITO REAL
CARBONERO GARRAPINOS
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TREPADOR AZUL
HERRERILLO
ZORZAL CHARLO
HERRERILLO CAPUCHINO
PIQUITUERTO CARBONERO PINZÓN
AGATEADOR MIRLO
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PETIRROJO
CHOCHÍN
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CÁRABO
BÚHO CHICO
Ilustraciones Pajaricos.es
BÚHO REAL
CUCO GRAJILLA ARRENDAJO
BUITRE NEGRO BUITRE LEONADO ÁGUILA REAL
CUERVO
ÁZOR
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Aves forestales
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El ecosistema del pinar
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Lluvia de polen
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Flor femenina
El pinar albar se extiende en las sierras del Sistema Central desde los 1.500m hasta los 2.100m aproximadamente, en el piso bioclimático Supramediterráneo, limitando en su borde inferior con el área de distribución del melojar y en el superior con el piso del piornal. El pino albar (Pinus sylvestris) es un árbol delgado, de troco recto y escaso ramaje en sus partes inferiores si crece agrupado, y de densa copa piramidal y grueso tronco bien ramificado si crece aislado. A menudo la climatología adversa les hacen tomar apariencias extrañas y tortuosas, son los denominados pinos bandera. Característico sin embargo de todos ellos es su corteza asalmonada en el tercio superior, sus acículas u hojas son dos, cortas y de un color verde azulado, y sus conos o piñas, pequeñas y de escamas ligeramente picudas.
Flor masculina
Usos y remedios El pino albar desde antiguo se ha utilizado en farmacopea. Sus brotes y yemas son estimulantes, diuréticos y antiescorbúticos. Sus hojas en infusión a razón de 20grs por taza, sirven para el catarro. Y su uso tópico alivia ulceras y afecciones cutáneas. La esencia reconforta la fatiga, el insomnio o el dolor de muelas. La resina resulta balsámica y como ungüento sirve para afecciones bronquiales y respiratorias. La corteza se ha empleado como curtiente, las raíces para la obtención de alquitrán y pez, las piñas para obtener un tinte amarillo rojizo. Su madera se ha empleado en ebanistería, para postes de teléfono y luz o para los mástiles de la Armada Invencible. Como es resistente a la humedad y salitre se ha empleado, antaño, en salinas del País Vasco para la confección de tuberías y canales
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Roble melojo (Quercus pyrenaica)
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Trampa para la procesionaria del pino
Hongo o botelo (Boletus edulis )
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Puede alcanzar alturas superiores a los 40 metros y diámetros por encima del metro. Sus pies son dioicos, es decir, poseen flores masculinas y femeninas al mismo tiempo. Con la llegada de la primavera a las sierras en el mes junio, las laderas se cubren de una lluvia azufrada que lo inunda todo, es el polen que fertiliza las flores femeninas. A los dos años de su polinización estarán maduras, y de su interior cientos de pequeños piñones caerán al suelo durante un día soleado del invierno. Los suelos ácidos de nuestra cordillera, hacen que el pinar se acompañe de enebros comunes, escobones, brezos blancos y rojos… en las zonas más húmedas y jaguarzos, gayubas y jaras de estepa en las zonas más secas. Muchos de estos pinares se han extendido por áreas que anteriormente pertenecieron al roble melojo, bien por la deforestación o por posteriores repoblaciones. En estos sustratos encontramos helechos, retama negra y a menudo bosquetes o pies aislados de melojo e incluso encinas. Entre los riscos, donde el pino no se encarama, que lo hace con frecuencia, le acompañan los berceos. Serbales de cazadores, majuelos, rosales silvestres, zarzamoras, aparecen salpicados también entre estas formaciones. El bosque maduro, de grandes arboles deja bajo sus pies amplios pastizales de un pasto ralo y poco nutritivo, el cervuno, mientras que las densas pinedas de pimpollos, casi infranqueables, crecen juntos como en un bosque de lanzas donde apenas entra la luz. Los más fuertes se alzarán y los más débiles terminarán sucumbiendo a la oscuridad.
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La gran cantidad de materia orgánica que generan estos bosques y la extremada acidez del suelo hacen que los descomponedores naturales escaseen, lugar que aprovechan los hongos. Muchos de ellos establecen simbiosis con los pinos en sus raíces, microrrizándose, ayudando a la descomposición de esta gran cantidad de materia orgánica. Entre estos hongos algunos tienen gran interés culinario, tanto, que en algunas zonas el interés económico de la producción micológica supera a la actividad maderera.
Águila Real (Aquila chrysaetos)
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La Berrea
Foto/Revista La Carolina
Cuando el verano llega a su fin, y últimas tormentas refrescan el ambiente recordándonos el otoño, el señor del bosque, el gran ciervo, entra en celo. Durante este periodo de tiempo olvida su vida oculta entre la maleza y proclama sus ardores a los cuatro vientos, con un estruendo que llena los amaneceres y los ocasos. Durante el periodo de celo medirá sus fuerzas con los aspirantes a dominar el harén. Rara vez entablan combate, pero cuando lo hacen son tan espectaculares que a veces acaban de forma dramática con la muerte de uno de ellos, o se ha dado el caso, trabados ambos con sus cuernas, hasta fallecer de sed y hambre. La actividad durante esta época es tan frenética que se olvidan de comer y pierden gran cantidad de peso. Tras los partos, las hembras se reúnen de nuevo. Entran en celo durante unos días, repitiéndose varias veces cada dos semanas, hecho que aguardan los machos dominantes. Cuando el frío se hace más intenso, los ardores pasan, y los grandes machos regresarán lentamente a la espesura del bosque.
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Una Mariposa Real
(Parmelia squarrosa)
(Rhizocarpon geographicum)
Sobre las cortezas de los pinos crecen numerosos líquenes y musgos que en muchos casos, debido a su sensibilidad química, son fiables indicadores de la calidad ambiental. Los líquenes son asociaciones simbióticas entre un hongo y un alga. El hongo protege del sol y de la desecación, mientras el alga realiza la fotosíntesis nutriendo al hongo. Algunos líquenes como el Erventia prunastri o liquen de los pinos, se ha utilizado y recolectado para su uso en la industria de la perfumería. Por otro lado, los musgos son plantas muy primitivas que no tienen tejido vascular o leñoso y necesitan un ambiente saturado de agua para realizar su ciclo. Por lo cual tanto líquenes como musgos, necesitan de zonas húmedas y umbrías para poder desarrollarse, apareciendo en mayor número en las zonas más protegidas del sol.
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(Erventia prunastri)
Isabelina (Graellsia isabelae)
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A principios del verano de 1894, el doctor Graells, director del Museo de Historia Natural de Madrid, estaba cazando mariposas en el bosque de Peguerinos en compañía de su perro. Este se puso a ladrar frente a un tronco de pino, y al acercarse el naturalista descubrió esta soberbia mariposa, nueva para la ciencia. Se la dedicó a la reina Isabel II. Aparecen en forma de mariposa al anochecer y durante las noches primaverales de mayo. Durarán apenas unos días, tan solo hasta encontrar pareja y poner sus huevos en una ramilla baja o en la corteza de un pino. Entre 10 a 20 días después emergerán las orugas. Estas mudan hasta cinco veces, alimentándose de las hojas de los pinos. Al llegar el verano se ocultaran bajo el suelo musgoso del pinar y tejerán una crisálida donde tendrá lugar la transformación. Allí permanecerán todo el invierno, hasta obsequiarnos con su belleza con los primeros días cálidos de la primavera.
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Escoba de bruja
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Musgo (Hypnum cupressiforme)
Muérdago (Viscum album)
Hormiguero hormigas rojas (Formica rufa)
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Entre las ramas aparece con cierta frecuencia un ramaje de color verde claro, con hojas carnosas, es el muérdago, una planta parasita bastante frecuente. También es habitual encontrar grandes esferas de hojas, que asemejan un gran nido, son las denominadas escobas de brujas y son producidas por la acción de un hongo del género Taphrina, que actúa sobre el árbol como un tumor. En el pinar tras las últimas tormentas del verano, el otoño parece querer acortar los días, la mañana amanece fresca, ya no se solea el lagarto verdinegro, ni la culebra de escalera, ni la víbora hocicuda,… el rocío de la mañana ya esta llamando a las primeras setas. En las copas, la algarabía de los paridos: los crestados herrerillos capuchinos, los carboneros garrapinos, los encorbatados carboneros comunes… todos, alegran la mañana soleada. Los pequeños herrerillos prefieren las cajas nido, como el perezoso lirón carero, y los troncos el pico menor y el pito real, aunque el trepador azul tampoco le hace ningún feo, un poco de barro para achicar la puerta y listo. Pinzones y zorzales comunes recorren las praderas, alzando el vuelo con la llegada de los siniestros cuervos. Siempre con alboroto, cruza el arrendajo, que asusta a la liebre y a la ardilla. Va con
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Azafrán serrano (Crocus Sp.)
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prisa para darse un baño de ácido fórmico, en el hormiguero de las hormigas rojas. Entre la pinocha del suelo corretea el ratón, la musaraña y el sapo común camino de la charca. Al acecho se encuentra el gato montes o la garduña, pues el zorro anda recorriendo los merenderos en busca de las pitanzas olvidadas. Poco a poco, a medida que las sombras se alargan y se apaga el día, el canto del autillo hace presencia en el pinar, despertando al búho chico y al búho real. En lo más espeso del jaral la piara de jabalíes, los más pequeños ya bermejos, andan en busca de tubérculos o toperas que echarse a la boca. En la pradera, cautos, casi como las sombras, salen a pastar los corzos, con dos corcinos crecidos de esta primavera, y un bando nutrido de negras grajillas se posa para dormir en lo alto de las piedras. El sapo, no dejara dormir a la salamandra, ni al gallipato, y en el silencio de la noche, el bosque entero se estremece. El gran macho, el ciervo, sale al claro y con su bramido llena el pinar, es la berrea.
Majuelo (Lutra lutra)
Gallipato (Ranunculus trichophyllus )
Jabalina con sus rayones (Sus scrofa)
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La madera muerta
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Foto/ Natursierra
1 Hylotrupes bajulus
2 Dendrobium pertinax 4 Xyleborus dryocopus
3 Dendroctomus micans 6 Xyleborus dispar 5 Xyloterus lineatus 7 Scolytus scolytus
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Insectos xilófagos
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Los árboles muertos y las ramas caídas se descomponen gracias a un ejército de pequeños trabajadores, los insectos xilófagos, que se alimentan de ellos. Ponen sus huevos en el interior de la madera y sus larvas crecen utilizando el árbol como alimento y protección. La forma característica de escavar sus galerías, así como las partes de las cuales se alimentan, nos sirven para identificarlas con exactitud. Este tipo de insectos, generalmente coleópteros, reciben el nombre de barrenillos. Permanecen en el interior durante su fase de larva, que puede durar varios años. Cuando alcanzan la madurez se transforman en individuos alados con un exoesqueleto duro y abandonan su cobijo para partir en busca de pareja. Algunos animales encuentra aquí sus establecimientos de comida rápida, pájaros carpinteros o jabalíes desmenuzan y auscultan su interior en busca de las nutritivas larvas de los coleópteros de la madera. De esta forma descomponen de manera mecánica los tejidos. Cierto tipos de hongos se alimentan también de la madera, viva o muerta, concretamente de la lignina, la proteína que le dan solidez a las estructuras. Los compuestos resultantes de todos estos procesos se integrarán de nuevo en el suelo en forma de nutrientes que fertilizarán a los nuevos árboles, cerrando el ciclo.
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La madera muerta
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Los oficios del pinar El pinar rebosaba actividad, los tintoreros buscaban piñas secas para teñir de amarillo anaranjado sus tejidos, los vaqueros llevaban sus vacadas a pastar en los cervunales, los hacheros y gabarreros chapodaban los grandes pinos, las humaredas de los carboneros y los pegueros se alzaban al cielo, las recuas de los neveros y tratantes cruzaban los caminos, los seteros cargaban sus canastas, los grandes rebaños transitaban la cañada, incluso el lobero, buscaba en los escondrijos más inhóspitos los cubiles de las lobas paridas.
Gabarreros Su oficio consistía en sacar la leña del pinar, generalmente a lomos de caballerías. Al amanecer se adentraban por los senderos del pinar y lo limpiaban de ramas secas y leñas muertas, que acomodaban con el hacha para, a lomos de sus animales, venderla como leña de estufa en los pueblos vecinos. Puesto que a veces no distinguía bien lo seco de lo verde, siempre andaban en conflicto con los guardas y propietarios del pinar.
Foto/Crónicas gabarreras
Peguero Los pegueros se dedicaban a la obtención de pez. Para ello construían unos hornos de adobe y ladrillo llamados pegueras, en ellos se destilaba la resina de las partes más resinosas del pino, como tocones, raíces,.. que sacaban del pinar y transportaban en caballerías hasta las pegueras. La pez resultante se empleaba para impermeabilizar botas y pellejo, o calafatear embarcaciones. Foto/Ancha es Castilla y León
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Culebra de escalera
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Sapo común
Lobito agreste
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Omocestus ventralis
Lagartija serrana
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Tyria jacobaeae
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P.K
Descripción
350m Girar a la derecha. 610m Continuar por la izquierda. 1050m Tomar la carretera a la derecha. 1180m A travesar la cancela por el portillo. 3100m Llegamos a la presa. 3570m Tomamos el camino de la derecha. 4930m Tomamos el camino de la derecha, que continua paralelo a la valla. 5570m Llegamos a la pradera. 5720m Cruzamos la pradera tomando por referencia un pino caído. 7220m Llegamos a la Presa y al pequeño refugio. 8500m Llegamos al punto de inicio.
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