La concepción moderna de fetiche viene rondando la cultura occidental desde las interpretaciones dadas al culto de objetos como dioses, pasando por patologías en el deleite de prendas íntimas o valores particulares otorgados a objetos producidos bajo un orden capitalista. Una semana con Christie puede conjugar todas estas nociones aludiendo al mercado contemporáneo del arte bajo el signo BDSM (Bondage y Disciplina; Sumisión, Masoquismo), que proviene de aquellas prácticas del deseo con marcados roles de poder donde se involucra el dolor como placer, el éxtasis por asfixia, la vida y la muerte en una empuñadura, entre otras. Así en el proyecto, el arte deviene instrumento y sujeto, soporte de un deseo divergente, sugiriendo nuevas satisfacciones/sujeciones, no sin que dejen de nacer interrogantes como (o del tipo): ¿Quién domina a quién/qué cuando el arte es fetiche y las transacciones ascienden a billones de dólares en sesiones de pujas? ¿De quién es el grito en clave que atraviesa toda la acción y parece pro