Anónimo - Historia Augusta (Págs. 1-495)

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Historia Augusta Edición de

Vicente Picón y Antonio Gascón

AKAL/CLASICA

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M aqueta R.A.G .

Vicente Picón García ha realizado el estudio de la I n tr o d u c c ió n g e n e r a l y la traducción de las vidas que van desde Adriano a Alejandro Severo (1 a 18) y desde Aureliano a N um eriano (26-30). A ntonio Cascón D orado ha realizado la traducción de las vidas que van desde los dos M aximinos al Divino Claudio (19-25). El índice de nom bres, para el que cada traductor ha elaborado la parte correspondiente a las vidas p o r él traducidas, ha sido redactado conjuntam ente p o r ambos.

«No está perm itida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratam iento infor­ mático, ni la transm isión de ninguna forma o p or cualquier medio, ya sea electrónico, me­ cánico, por fotocopia, p o r registro u otros m étodos, sin el permiso previo y p o r escrito de los titulares del Copyright.»

© Ediciones Akal, S. A., 1989 Los Berrocales del Jarama Aptdo. 400 - Torrejón de Ardoz Madrid - España Tels.: 656 56 1 1 - 6 5 6 49 11 ISBN: 84-7600-361-7 Depósito legal: Μ. 42.852-1989 Impreso en Anzos, S. A. - Fuenlabrada (Madrid)


HISTORIA AUGUSTA E d ic ió n de V ic en te P ic ó n y A n to n io C a scó n Profesores titulares de Filología Latina Universidad A utónom a de Madrid

AKAL


Indice

I.

Introducción 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12.

Título Fecha de composición Autoría Contenido de la obra Plan y estructura de las Vidas Valor histórico Valor literario Transmisión del texto Principales ediciones y traducciones Nuestra traducción Bibliografía Siglas de revistas y abreviaciones

8 8 16 20 25 28 31 32 35 37 38 40

II. Vidas 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12.

Adriano Elio Antonino Pío Marco Antonino el Filósofo Vero Avidio Casio Cómodo Antonino Helvio Pértinax Didio Juliano Severo Pescenio Nigro Clodio Albino

44 82 92 107 144 157 173 197 215 226 254 269


INDICE 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. 27. 28. 29. 30.

A n to n in o C a rac alla A n to n in o G e ta O p ilio M a c rin o A n to n in o D ia d u m e n o A n to n in o H e lio g รก b a lo A le ja n d ro S evero L os d o s M a x im in o s L o s tres G o rd ia n o s M รก x im o y B a lb in o L o s d o s V a le ria n o s L os d o s G a lie n o s L os tre in ta U s u rp a d o re s El D iv in o C la u d io El D iv in o A u re lia n o T รก c ito P ro b o F irm o , S a tu rn in o , P r รณ c u lo y B o n o s o C a ro , C a rin o y N u m e r ia n o

286 300 308 324 335 373 437 467 498 517 524 547 591 610 655 673 696 710

In d ice d e n o m b res 1. 2.

A b re v ia tu ra s In d ice

727 728


I.

Introducción

La Historia Augusta es una obra de capital importan­ cia para entender la historia de Roma de los siglos II al IV d. de C. A sí se ha puesto de relieve por diversos filó­ logos, historiadores e incluso autores de obras de divul­ gación. Chastagnol, por ejemplo, en una ponencia del año 63 \ en la que da un repaso a los aspectos más fun­ damentales de dicha obra, señala cómo su utilización es necesaria para la investigación de esa etapa del imperio y encabeza su trabajo con estas palabras de Marguerite Yourcenar: «No es posible a los historiadores modernos de la Antigüedad desconocer la Historia Augusta: los mismos que le niegan todo valor se ven obligados de buen o mal grado a servirse de ella. Dado que los documentos que nos quedan del siglo II y III son escasos y pobres, es en este texto inseguro, y que eminentes eruditos han po­ dido suponer razonablemente que es una impostura casi total, donde a falta de otra cosa podemos encontrar un refrito de verdad.» 2 Yourcenar deja entrever en ellas la utilidad de la H is­ toria Augusta, pero, al mismo tiempo también, los pro­ blemas de base que la afectan. En efecto, es problemática la fecha de composición y su autoría. Es problemática la restitución del texto en mu­ 1 M. A . C hastagnol, L ’H i s t o i r e A u g u s t e , Ass. Guillaume Budé, VII Congrès A ix-en Provence 1-6 -19 6 3 , «Les Belles Lettres», París, 1964, p. 187. ’ M. Yourcenar, S ou s b é n é f i c e d ’i n v e n t a i r e , Paris, 1962, p. 9.


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chos pasajes y la veracidad de los datos que transmite, ya que unas veces no están constatados, otras resultan sim­ ples inventos del autor, otras no son exactos, las fuentes a veces no son seguras, etc. Por todo ello, vamos a expo­ ner brevemente los aspectos que consideramos más im­ portantes y de mayor utilidad para la comprensión de la obra. 1.

Título

El título que figura en el C odex Palatinus Latinus 899 3 es el siguiente: Vitae d iu e r s o r u m p r in cip u m e t t y r a n n o ­ ru m a D iuo H a d ria n o usque, a d N u m eria n u m a diuersis co m p o sita e «Vidas de diversos emperadores y pretendien­ tes desde el Divino Adriano hasta Numeriano escritas por diversos autores», título que constata la pluralidad de au­ tores. Sin embargo, desde el siglo X V I se la llama popu­ larmente H istoria A ugusta, debido al título que propuso Isaac Casaubón en su edición de 1603, H istoriae A ugus­ tae scriptores sex, y que extrajo por comparación del tí­ tulo que en la Vida de Tácito 10,3 se le atribuye a la obra del historiador Tácito, a quien se le presenta como ante­ pasado de aquel emperador y a quien se le llama scriptor historiae A u gu stae con poca propiedad, como hizo ver Hohl 4. Mommsen piensa que el título original sería D e uita C aesarum o Vitae C aesarum , pero el que se ha im­ puesto definitivamente es el de Historia Augusta. 2.

Fecha de composición

La fecha de composición ha sido objeto de grandes controversias y ha ciado lugar a múltiples estudios de tal 3 El m ejor de todos los códices, según E. H ohl, S c r ip t o r e s H is to r ia e A u g u s t a e , Lipsiae, 1927, pp. 5-7. A d o p tó esta misma postura en dos ar­ tículos anteriores en K L IO , 19 13 , pp. 258-288 y 387-423 y en uno pos­ terior en BERLIN ER P H IL O L O G ISC H E W O C H E N SC H R IF T , 48,


INTRODUCCIÓN

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manera que se puede afirmar sin temor a equivocarse que todos los eruditos que se han dedicado al estudio de la obra han propuesto hipótesis nuevas respecto a las exis­ tentes hasta entonces o, si han aceptado las de alguno de sus predecesores, las han enriquecido con la aportación de nuevos argumentos. Para no perdernos en detalles so­ bre las distintas fechas propuestas, hasta el año 1963 acep­ tamos los tres períodos que en bloque distingue Chastag­ nol 5. El primero se inicia con Dessau, quien en el año 1889, en un artículo que se hizo célebre 6, negó la datación tra­ dicional que atribuía la composición de la Historia Au­ gusta al período diocleciano-constantiniano (284-337) y propuso que había que retrasarla hasta los años 385-388, en época de Teodosio el Grande. Dessau se apoyó en dos bloques de argumentos, unos que prueban la existencia de falsedades y otros que abo­ gan por el retraso de fecha. Los primeros se basan en el estudio crítico de los pasajes dedicatorios y de los elo­ gios a la familia Constantiniana, que revela la incompa­ tibilidad de los pasajes entre sí y la discordancia con la época a la que pretenden pertenecer, lo que indicaría que la finalidad del autor era engañar. Los segundos los basa en la idea de que algunos pasajes de la Historia Augusta dependerían de autores de época post-constantiniana. En concreto, el de la Vida de Severo, 17,5 a 19,4 dependería de los Caesares, X X ,1-30 de Aurelio Victor (editada ha­ cia el 360/1) y el de la Vida de Marco, 16,3 a 18,2, que dependería del B reu ia riu m h istoria e R o m a n a e ab u rb e condita, VIII, 11-14 de Eutropio (editada hacia el 369/70). Algunos estudiosos aceptaron la tesis de Dessau, retra­ sando la fecha incluso hasta comienzos del siglo V como en el caso de Seeck 7, mientras otros, como Klebs, Peter, 3 M. A . Chastagnol, op. cit., pp. 191 y ss. 6 H. Dessau, «U ber Zeit una Personlichkeit der SH A », HERMES, 24, 1889, pp. 436-465. 7 O . Seeck, «Studien zur Geschichte Diocletians und Constantins», en JA R B Ú C H E R F Ú R K L A SSISC H E PH IL O L O G IE , 26, 1890, pp. 609-639.


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de Sanctis, Lecrivain y Homo seguían defendiendo la fecha tradicional. Mommsen 8 adoptó una postura intermedia proponiendo que se publicaría una primera edición hacia el año 330 y una reedición posterior en época de Teodosio (392-395). El segundo período se inicia con B ayn es9. También él piensa que la H istoria Augusta constituye una falsedad, ahora bien, considera que no se puede resolver el proble­ ma de dicha falsedad sin explicar la razón por la que se falsificaba y sin identificar la persona en beneficio de la cual se realizaba la falsificación. En consecuencia, realizó en su estudio un detallado análisis de las tendencias que se daban en la obra concluyendo que las dos más impor­ tantes serían las siguientes: mostrar el antagonismo entre Constancio y Juliano y propagar las ideas políticas y re­ ligiosas preconizadas por Juliano el Apóstata. Por tanto, habría que anteponer la publicación de la obra a los años 361-363 del reinado de este emperador a quien se in­ tentaría beneficiar con ella. La hipótesis de Baynes tuvo éxito y la aceptaron buen número de estudiosos, aunque algunos siguieron suscri­ biendo la fecha tradicional, mientras que otros, como Alfôldi, Norden y Kornemann se decidían por la época de Teodosio. El tercer período se inicia con W. Hartke quien publi­ có en el año 1940 un minucioso estudio sobre el ambien­ te político, literario y filosófico que late en la Historia Augusta 10. Considera que en ella se hace propaganda en pro de un usurpador de la época de Teodosio y de sus partidarios del estamento senatorial de opiniones paganas y que la finalidad no sería otra sino conseguir que el em­ perador perdonara a los insurrectos. Por tanto, para él, 8 Th. M om m sen, «Die Scriptores H istoriae Augustae», HERM ES, 25, 1890, pp. 2 23-300. 9 N . H. Baynes, T h e H isto r ia A u g u sta , its D a te a n d P u rp u se, O x­ ford, 1926. 10 W . H artke, G e s ch ic h t e u n d P olitik im sp a ta n tik en R o m , Leipzig, 1940.


IN TROD UCCIÓ N

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la obra habría sido escrita en el período que siguió a la usurpación de Eugenio, esto es, entre 394 y 398. Su hipótesis tuvo éxito de forma que, tras la aparición de su estudio, según Chastagnol, se observa cierta ten­ dencia a considerar el año 394 como fecha a partir de la cual (term in u s p o s t q u e m ) habría que datar a la Historia Augusta u . No obstante, sigue habiendo autores que no aceptan esta datación como es el caso de Stern n . Stern parte de la tesis de Dessau considerando que los pasajes donde el autor/autores pretenden dirigirse a un emperador reinante (Diocleciano, Constantino, Constan­ cio Cloro, etc.) serían escritos falsos para inducir a error. A este supuesto habría que añadir el hecho de que a lo largo de la Historia Augusta se contiene un auténtico pa­ negírico que caracteriza a la familia Constantiniana (cíesde Claudio a Constantino), luego para él es lógico que la obra se haya escrito bajo el reinado de los miembros de esta familia, y, consiguientemente, habría que fecharla an­ tes de la desaparición de esta dinastía, es decir, entre el año 337 (muerte de Constantino) y el 361 (acceso al tro­ no de Juliano). Ahora bien, para Stern ésta última fecha es descartable, pues piensa, en contra de la opinión de Baynes, que la obra no parece un escrito de propaganda en favor de Juliano 13. Efectivamente, tras analizar un buen número de con­ tradicciones y falsedades que contiene la obra 14, deduce que su sentido e intencionalidad radicaría en el deseo de extraviar al lector sobre la fecha de redacción y orientar el contenido en determinada dirección. Esta, según él, es 11 Chastagnol acepta también el año 398 como térm ino a n te q u e m propuesto po r H artke, no así otros estudiosos que la fechan en épocas más tardías, como Straub, M azzarino, Bursian y Cracco Ruggini, C has­ tagnol, op . cit., p. 193. También A . Belleza, L a p r o b le m á tic a suW H is­ to ria A u gu sta , M A IA , 1967, pp. 185 -189 . 12 H. Stern, D a te et. d e s tin a ta ir e d e l ’H is to ir e A u g u ste, Paris, 1953. 13 P or otra párte, Stern niega la dependencia de la H istoria Augusta de A urelio V íctor y , p o r tanto, que el term ino a q u o sea el año 361, cfr., op . cit., pp. 18 y ss. 14 H. Stern, op. c it., pp. 28 y ss.


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muy clara en los pasajes dedicatorios 15: todos ellos con­ vergen en la exaltación de uno de los miembros de esta familia, Constancio II, y en la aceptación de su política aristocrática senatorial romana contra Magencio 6. El autor o autores de la H istoria Augusta serían, pues, escritores contemporáneos de Constancio II que habrían conocido perfectamente sus ideas políticas y dinásticas y que intentarían con su escrito propagandístico ganarse el favor del soberano. Stern avala y perfila esta conclusión con otros argu­ mentos complementarios basados en la comparación de la Historia Augusta con los A nnales C aesaru m del 354, en el análisis del ideal del buen príncipe y en el de las ten­ dencias sociopolíticas y religiosas 17. Todo ello le induce a fechar la obra concretamente entre la derrota de M a­ gencio en Mursa en el 28 de julio del año 351 y el 354. Pero, aunque la argumentación de Stern es brillante y parece coherente, no tuvo éxito, ni tampoco se aceptaron las hipótesis de los que hasta el año 1963 propusieron fe­ chas similares. Antes al contrario, se han ido imponien­ do las hipótesis de los que defienden una datación tardía, como se demuestra en distintos artículos de los colloq uia de Bonn posteriores a ese año en los que los estudiosos de la Historia Augusta han insistido sobre la problemá­ tica de su datación y de sus tendencias 1S. En ellos se ad­ vierte cierta unanimidad (aparte de en otros puntos) en que la composición de la obra es de época postconstantiniana, en que el autor o los autores han utilizado direc­ tamente escritores del siglo IV como Eutropio, Aurelio Victor y Amiano M arcelino, en que hay reminiscencias del medio cristiano y en que, por tanto, no es anterior a 15 Ib i d ., c. IV. 16 Ib i d ., p. 50, donde Stern anota el detalle im portante sobre la exal­ tación de C onstancio, pues se le presenta como a un descendiente de la estirpe troyana. 17 I b i d ., pp. 52-96. 18 C f. A . Chastagnol, R e c h e r c h e s s u r l ’H is t o i r e A u g u s t e , Bonn, 1970, en especial, el prim er capítulo titulado «Les recherches sur l’H is­ toire Auguste de 1963 a 1969» y Th. Liebm ann-Frankfort, «Q uelques études récentes sur l’H istoire Auguste», AC, 38, 1969, pp. 5 07 -514.


INTRODUCCIÓN

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fines del siglo IV . Ahora bien, la datación concreta que se propone oscila en un arco de 50 años al menos: Chastag­ nol 19, Schwartz 20 y Syme 21 la fechan hacia el año 395 con la muerte de Teodosio, mientras que otros la sitúan en el siglo V: Alfóldi 22 después del 405, Straub 23 hacia el 420 y Kohns 24, incluso en el 440. A parte de estos intentos de datación de la obra en con­ 19 A . Chastagnol, «Zosirae II, 38 et l’H istoire A uguste», B O N N E R H IS T O R IA -A U G U S T A -C O L L O Q U IU M , B onn, 19 6 4 -6 5 , pp. 43-78. 20 ]. Schwarts, «Sur le date dell5 H istoire A uguste», B O N N E R H IS­ T O R IA -A U G U S T A -C O L L O Q U IU M , B onn, 19 6 6-6 7, pp. 9 1-9 9 . 21 R. Sym e, «The bogus N am es in the H istoria Augusta», B O N ­ N E R H IS T O R IA -A U G U S T A -C O L L O Q U I U M , Bonn, 19 6 4 -6 5 , pp. 2 57-272. C f. también E m p ero rs a n d b io g r a p h y . S tu d ies in t h e H is­ to r ia A u g u sta , O x fo rd , 19 7 1, el capítulo prim ero, pp. 1-16 . Syme concluye así: «The present in q u iry, based on the bogus names, perm its and perhaps encourages a dating in the vicinity o f the year 400. That Concorde w ith other types o f evidence, m an y and varied.» 22 G. A lfó ld i, «Barbareneinfálle und religiose K risen in Italien», B O N N E R H IS T O R IA -A U G U S T A -C O L L O Q U IU M , B onn, 1964-65, pp. 1-1 9 . Basa su argumentación en la interpretación de la vida de A ureliano, 18 ,2 -2 1,4 . Según él la narración de la incursion de los bár­ baros en Italia en el 2 70 -27 1 y de la consulta a los libros sibilinos sería una transposición del autor de la H istoria Augusta de la invasión de la península p o r los bárbaros del D anubio y de la orden de Estilicón de destruir los libros sibilinos. C on ello el autor pretendería m ostrar el sa­ crilegio cometido p o r un em perador cristiano indicando que fu ero n los dioses paganos quienes, bajo A ureliano, libraron a Roma de los bárbaros. 23 J. Straub, H e id n is ch e G e s ch ic h ts a p o lo g e tik in d e r c h is tlic h e n S pd-

ta n tik e. U n te r s u c h u n g e n iib e r Z eit u n d T e n d e n z d e r H istoria A u g u sta , 1963, donde planteó los tres principales problemas de la H istoria A u ­ gusta: el de la autoría y los de la fecha y finalidad de la obra, relacio­ nando estos dos últim os entre sí y tratando de penetrar en el contexto político, social, religioso y cultural que la envuelve. En los capítulos IV y V de la segunda parte revela el carácter apologético de la H istoria A u ­ gusta concluyendo (pp. 18 3 -193 ) que ésta constituye una especie de H is­ to ria a d u e r s u s ch r is tia n o s y que no se excluye que se habría compuesto como una especie de réplica a la H isto ria a d u e r s u s p a g a n o s compuesta p o r O rosio a instigación de S. A gustín. C f. la jugosa reseña de G . San­ ders en A C , 35, 1966, pp. 5 85-593. 24 Para quien las medidas tarifarias de A lejandro Severo se id en tifi­ carían con los sta tu ta p r e t ia fijados p o r Valentiniano en el año 440 (N ov. Val., 5), cf. B O N N E R H IS T O R IA -A U G U S T A -C O L L O Q U IU M , 1964/65, Bonn, 1966, pp. 9 9 -12 6 .


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junto, se han hecho también numerosísimos estudios par­ ciales para determinar la fecha en la que escribiría e in­ cluso viviría cada historiador, suponiendo la diversidad de autoría, y también la fecha concreta en que serían re­ dactadas las distintas vidas. Unos ejemplos. Peter, ya en -I860, dedicó el capítulo primero de su C o m m en ta tio p h ilo lo g ic a a este aspecto titulándolo : D e te m p o r e q u o co n scrip ta e esse u id e n tu r sin gu la e scriptoru m historiae A ugustae uitae. Sus conclusiones fueron estas 25 : años 292-305

años 303-305 año 305 año 302 año 315 año 324

Esparciano escribe las vidas de A dria­ no *, la de Elio, Didio, Severo y N i­ gro. Vulcacio Galicano la de Avidio. Capitolino las de Antonino Pío *, M ar­ co Antonino el filósofo, Vero y M a­ crino. Trebelio Polión escribe las vidas de los dos Valerianos, de los dos Galienos, de los treinta tiranos y de Claudio. Vopisco escribe las vidas de Aureliano, poco después la de Tácito. Vopisco escribe la de Probo, o poco después, Vopisco escribe las de Firmo, Saturnino, Próculo, Bonoso, Caro, Carino y Numeriano. o poco después, Lampridio escribe las de Cómodo *, Diadumeno *, H eliogá­ balo y Alejandro. Capitolino escribe las de Clodio Albino, los dos M axi­ minos, los tres Gordianos y M axim i­ no y Balbino *. Esparciano escribe las de Geta y Caracalla *.

Straub ha defendido que la vida de los treinta tiranos sería posterior al año 404, fecha de la datación de la car25 H . Peter, H isto ria c r itic a s cr ip t o r u m H is to r ia e A u g u sta e, Lipsiae, 1860, p. 718. Las fechas de las vidas notadas con asterisco son dudosas.


IN TROD UCCIÓN

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ta 108 de S. Jerónimo, pues hay una relación de depen­ dencia entre la noble Calpurnia a la que se alude en 30 Ti­ ranos, 32,5 ss. y la Paula de S. Jerónimo 26. Chastagnol fija determinadas fechas de la cronología interna de la Historia Augusta, deduciéndolas del análi­ sis de 25 pasajes de Claudiano que delantan distintas re­ laciones existentes entre ellos y aquélla. Según él, la lec­ tura y utilización de Claudiano por la Historia Augusta se habría dado en un estado m uy avanzado de la redac­ ción de ésta, siendo las siguientes las fechas de datación de determinadas vidas: la de Heliogábalo y Probo datan del año 398; las de Alejandro Severo y las de los Gor­ dianos datan de finales ae 398 y comienzos del 339, igual que las de los 4 Tiranos, y la Vida de Caro y de sus hijos cerraría la obra en el primer trimestre del 399 27. ■ Birley fecha la vida de Aureliano entre el año 305-6 ba­ sando su argumentación en la conversación que, según el prefacio de dicha vida, Vopisco mantuvo con Junio Ti­ berino el día 25 de marzo en que se celebraban las fiestas en honor de Cibeles 28. Romano, tomando como base de su argumentación el consulado de Furio Plácido, ha llegado incluso a fijar de­ terminadas etapas biográficas de Vopisco. Así, piensa que su nacimiento tuvo lugar alrededor del año 280 y que lle­ gó a Roma hacia el año 300. Entre el 304 y 306 escribiría la Vida de Aureliano; entre el 306 y 313 escribiría las otras y publicaría el corpus hacia el 34 4 29.

26 J. Straub, «C alpurnia U n iviria», B O N N E R H IS T O R IA -A U G U S T A -C O L L O Q U IU M , 1966/67, Bonn, 1968, pp. 10 1 -1 18 . 27 A . Chastagnol, *L e p o è t e C la u d ie n e t l ’H isto ire A u g u ste» , H IS­ T O R IA , 19, 1970, pp. 444-463. 28 A . R. B irley, T h e A u g u sta n H is to r y , en L atin b io g r a p h y , ed. p or A . D orey, N ew Y o rk , (sin fecha) pp. 11 3 -1 3 8 . 29 D. Rom ano, I l c o n s u la to d e F u rio P la c id o e la c r o n o lo g ía d e Vo­ p is co , A A P A L , 36, 19 7 6 -19 7 7 , pp. 2 4 1-2 4 9 .


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3.

Autoría

El problema de la autoría se plantea así: ¿se debe la obra a una sola persona o a varias que trabajaban en equi­ po, o se trata de seis nombres ficticios que solaparían el autor único de ella? La tradición de los manuscritos atribuye seis autores a la obra con sus nombres propios y a cada uno de ellos se les imputan distintas vidas que en su mayor parte con­ tienen dedicatorias específicas por las que los filólogos se orientan como base argumentai para la datación. Véanse estos extremos en el cuadro adjunto (págs. 18-19). Como se advierte fácilmente, a Diocleciano se le diri­ gen siete vidas, dos más que a Constantino. Esparciano le dirige tres: las de Elio (c. 1), Severo (c. 20) y Pescenio Nigro (c. 9). Julio Capitolino le dirige tres: las de Marco Antonio (c. 19), Vero (c. 11) y Opilio Macrino (c. 15). Vulcacio Galicano, la de Avidio Casio (c. 3), que fue la única que compuso. A Constancio se le dirigen seis vidas. Julio Capitolino le dirige tres: las de Clodio Albino (c. 4), la de los dos Maximinos (c. 1) y la de los tres Gordianos (c. 1 y 34). Esparciano, una: la de Antonino Geta (c. 1) y Elio Lam­ pridio, dos: la de Heliogábalo (c. 2 y 34) y la de Alejan­ dro Severo (c. 65 y 67). Trebelio Polión y Flavio Vopisco, que son los últimos autores de la lista, dirigen sus dedicatorias a distintos ami­ gos en las nueve vidas que compusieron, cuatro aquél, a saber, las de los dos Valerianos, de los dos Galienos, de los treinta Tiranos y del Divino Claudio, y cinco Vopis­ co: las del Divino Aureliano, Tácito y Probo y las con­ juntas de Firmo, Saturnino, Próculo, Bonoso y de Caro, Carino y Numeriano. No contienen dedicatoria alguna las de Antonino Pío, Cómodo Antonino, Helvio Pértinax, Didio Juliano, A n­ tonino Caracalla, Antonino Diadumeno y Máximo y Balbino.


INTRO D UCCIÓN

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El autor más productivo, supuesta la diversidad de au­ toría, es Julio Capitolino que compuso 9 vidas. Le siguen Elio Esparciano con 7, Flavio Vopisco con 5, Elio Lam­ pridio y Trebelio Polión con 4 cada uno y Vulcacio Ga­ licano con 1. La producción, según se ve, no observa nin­ guna proporcionalidad, lo que no tiene nada de extraño, ya que los proyectos de cada autor así como su carácter son distintos, como se desprende de varios pasajes de las biografías 30. Vopisco se dirige más directamente a sus lectores, habla de sus intenciones y expone diversos pun­ tos de vista sobre diversos aspectos. Esparciano, Capito­ lino y Vulcacio Galicano anuncian también sus propósi­ tos, mientras que Lampridio se muestra más reservado 31. Hasta aquí hemos hablado de diversos autores. Ahora bien, hay que tener en cuenta que desde que Dessau ob­ servó que en cada una de las vidas se daban «las mismas tendencias extravagantes, los mismos giros extraños, las mismas manías y el mismo amor a las falsedades», se ha ido imponiendo la hipótesis del autor único en numero­ sísimos estudios que han ido apareciendo en este senti­ do 32. Los argumentos en pro de esta hipótesis se basan fundamentalmente en la homogeneidad de tendencias de todo tipo que se dan en ellas tanto de carácter ideológico como de carácter lingüístico. Pero, para estas últimas, di­ cha homogeneidad se ha tratado de constatar sobre todo con criterios filológicos, que se prestan más a la cuantificación y a la constatación estadística, puesto que las ten­ dencias de carácter ideológico, las político-sociales, reli­ giosas, etc., son más susceptibles de subjetividad. Así, por ejemplo, Z ern ial33 ha estudiado las cláusulas llegando a la conclusión del autor único, pues, según él, se repiten éstas con las mismas características en todas las vidas y en los documentos que se insertan en ellas. Lo mismo ocurre con las aliteraciones, las asonancias y otros 30 31 32 33

A . R. B irley, op. cit., pp. 1 1 7 -1 1 8 . I b i d ., p. 118 , cf. H e l i o g á b a l o , 35, 1-7. C f. M. A . Chastagnol, L 'H is to i r e A u g u s t e , pp. 2 10 -2 11 . H. L. Zernial, U b e r d e n S a tz s ch lu ss in d e r H.A., Berlin, 1956.


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VICENTE PICÓN

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INTRODUCCIÓN

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VICENTE PICÓN

20

fenómenos estilísticos. Todo ello abogaría además en fa­ vor de la hipótesis de la falsificación intencionada del au­ tor, dado que se observan las mismas tendencias entre los documentos y las vidas, siendo así que aquéllos no tenían porque coincidir con éstas, si provenían de distinta mano. Szelest34 y otros 35 llegan a la misma conclusión fijándose en la unidad lingüística y de composición de las distintas biografías, por lo que se considera legítimo es­ tudiar todas ellas en conjunto como formando una uni­ dad 36. 4.

Contenido

Como ya apuntamos, la importancia de la Historia Au­ gusta reside en el caudal de datos que contiene, que la con­ vierten en una fuente básica para el conocimiento de una etapa del imperio que no es pródiga en ellos. De ahí que se hayan apoyado en ella los más famosos tratados his­ tóricos que se han escrito desde el siglo X V III, como los de Vossius, Tillemont y Gibbon, aunque a veces la han utilizado sin las suficientes reservas críticas como hace notar Birley 37. 34 Cf. M eander, 16, 19 6 1, pp. 535 -54 4, donde estudia las in tro ­ ducciones, dedicatorias y epílogos llegando a la conclusión de un autor único. O tro tanto ocurre con las digresiones. Szelest constata cómo és­ tas tratan temas no conservados en la literatura latina antigua y en to­ das las vidas en que se dan el estilo es el mismo, cf. «Les digressions chez les auteurs de l’H istoire A uguste», EO S, 58, 19 6 9-7 0, pp. 115 -12 3 . 35 G . C arlozzo deduce el autor único del conjunto de concordan­ cias que se dan en las vidas en él m odo de in troducir las citas, los dis-, cursos, la narración de oráculos, etc., cf. «Su alcuni procedim enti de com pozione nella H .A .», P A N , 5, 19 7 7, pp. 53-57. S. N . Adam s con­ cluye lo mismo del análisis de la sutil distinción que se mantiene en to­ das las vidas entre in t e r f ic io / o c c id o , cf. «The autorship o f the H istoria A ugusta», C A , 22, 1972, pp. 18 6 -1 9 4 , y del estudio de pares de sinóni­ mos, cf. «The linguistic u n ity o f the H istoria A ugusta», A N T IC H T H O N , 11 , 1977, pp. 9 3-10 2 . Véase también en igual dirección, J. Beranger, «O bservations sur les clausules dans l’H istoire A uguste», B O N ­ N E R H IST O R IA A U G U S T A -C O L L O Q U IU M , 1979/81, Bonn, 1982, pp. 43-66. I. M arriot, «The authorship o f the H istoria Augusta. Two com puter studies», JR S , 69, 19 7 9, 65-77. 36 C f. B irley, op. cit., p. 127. 37 Ib i d ., pp. 11 4 y ss.


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INTRO D UCCIÓN

Para el siglo II y el primer cuarto del siglo III tenemos a Dión Casio, pero nos falta la narración del reinado de Antonino Pío desde el año 138 al 161 38. Para el período comprendido entre el año 180 en que murió Marco Aurelio hasta la proclamación de Gordia­ no III a primeros de julio del 238 contamos con la H is­ toria d e l I m p er io R o m a n o de Herodiano 39. Para el resto del siglo III hasta el 285 y para las partes no cubiertas por Herodiano y Dión Casio, quedan bre­ ves crónicas, como la de Aurelio Víctor, que escribió un sumario histórico de los Césares desde Augusto hasta el 360/1 titulado E pitom e d e C aesaribus y otras fuentes li­ terarias, como Aulo Gelio, Frontón, etc., jurídicas o de autores cristianos. La Historia Augusta relata el período comprendido en­ tre el año 117 (Adriano) hasta el 285 d. C. (Carino, pero falta la etapa transcurrida entre Gordiano y Valeriano con los siguientes reinados: Filipo el Arabe Filipo hijo Decio Decio hijo Hostiliano Galo Volusiano Emiliano

244-249 247-249 IX-249-V-251 250P-V-251 verano-otoño de 251 ? ¿VIP-251-X-253 XI-251-X-253 VI-IX-253

Véase a continuación, salvo esta laguna, la distribución de las distintas biografías que contiene la Historia A u­ gusta con las fechas respectivas de los biografiados, se­

38 A través de la reelaboración que en el siglo XI h izo Juan X ifilino de los libros 36-80 quien ya encontró, según sus propias indicacio­ nes (70,2) una laguna en A n to n in o Pío y los com ienzos de Aureliano. Juan Zonarias en el siglo x n hizo otro extracto de los libros 1-2 1 y 44-80. 39 J-J· Torres, H is to r ia d e l I m p e r i o R o m a n o , M adrid, 1985, pp. 34 y ss. Es a partir de la fecha en que falta H erodiano cuando se revela la im portancia de la H istoria Augusta.


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VICENTE PICÓ N

gún los períodos que se suelen distinguir en esta etapa im­ perial: Siglo I I I.

Dinastía A ntonina Adriano a Cómodo (117-192): Adriano 117-138 Elio (Adoptado 136-muere en 138) Antonino Pío 138-161 Marco Antonino 161-180 Lucio Vero 161-169 (asociado al poder con Marco) Avidio Casio 175 (primavera: auto-proclamado emperador) Cómodo 180-192

Siglo I I I II. Los S e v e r o s de Pértinax a Alejandro Severo (193-235): Pértinax Didio Juliano Septimio Severo

193 (1-1 al 28-III) 193 (60 días) 193-211 (aclamado emperador el 9 abril) 193 (primavera, proclamado Pescenio Nigro emperador) Clodio Albino 193-195 (nombrado César por Severo) Antonino Geta 211-212 Antonino Caracalla 212-217 Opilio Macrino 217-218 Antonino Diadumeno 218 (¿primavera? co-emperador con Macrino) Heliogábalo 218-222 Alejandro Severo 222-235


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INTRODUCCIÓN

III.

Anarquía m ilitar de Maximino a Galieno (235-268): 2 Maximinos Máximo y Balbino 3 Gordianos ...laguna 2 Valerianos 2 Galienos 30 Usurpadores

IV.

235-238 238 238-244 253-260 260-268 (¿?)

E m p era d o res ilirios de Claudio el Gótico a Diocleciano (268-285): Claudio el Gótico Aureliano , Tácito y Floriano Probo Firmo, Saturnino, Próculo y Bonoso Caro, Carino y Numeriano

268-270 270-275 275-276 276-282 (Usurpado­ res) 282-285

La materia está distribuida en 30 biografías que no guardan uniformidad alguna, puesto que unas narran la vida de un solo personaje, otros incluyen la de dos o más; unas contienen el relato de la vida de los emperadores rei­ nantes {Augusti), otras relatan las de los presuntos here­ deros (C aesares) y otras incluso las de los aspirantes al trono {Tyranni). Mommsen distinguió dos tipos entre todas estas bio­ grafías. Llamó Vitae m a io res a las dedicadas a los empe­ radores y Vitae m in o r es las que narran las vidas de los Cé­ sares, emperadores iuniores, usurpadores y pretendientes, como Elio, Vero, Casio, Pescenio Nigro, Albino, Geta y Diadumeno 4C. 4= C f. M om m sen, op. cit., p. 246. Belleza (op. cit., p. 17) las llam a vi­ das «principales» y «secundarias».


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VICENTE PICÓN

La característica más acusada de estas vidas m in o r es es que en ellas se multiplican los datos documentales, tal vez para compensar con ello la falta de documentación que existía sobre los personajes en cuestión, como lo recono­ ce Esparciano en la Vida de Pescenio Nigro con estas pa­ labras: «Es raro y difícil que los escritores relaten correc­ tamente las biografías de aquellos hombres a los que la victoria sobre sus enemigos les convirtió en usurpadores y, por esta razón, es difícil encontrar en actas o crónicas la totalidad de los datos concernientes a ellos; en primer lugar, las cosas que suponían un honor para ellos son de­ formadas por los historiadores; después, otros datos son eliminados de éstos y, finalmente, la preocupación que se adopta en investigar su vida y su conducta es mínima, ya que se piensa que basta con relatar su osadía, la batalla en la que fueron derrotados y la pena que sufrieron.» 41 Por ello tal vez también los autores de estas vidas repiten igual o con leves variaciones muchas de las noticias relatadas ya sobre los emperadores en las vidas m a io res 42. A parte de esta distinción de Mommsen aceptada en ge­ neral, se han hecho otras teniendo en cuenta otros pun­ tos de vista. Así D. den H en gst43 del estudio de los pre­ facios deduce tres series bien diferenciadas: la primera consta de una secuencia de Augustos del 117 al 217 más próxima al modelo suetoniano, sin prefacios y con dos in­ vocaciones a Diocleciano, sin duda de época posterior. La segunda, aparte de las vidas de Macrino, Heliogábalo, Se­ vero Alejandro, los dos Maximinos, los dos Gordianos y Máximo y Balbino, añade volviendo atrás las de los príncipes asociados Elio, Vero, Geta, Diadumeno y las de los usurpadores Avidio Casio, Pescenio Nigro y Clodio Albino. Se caracteriza esta serie porque apostrofa en for­ ma de dedicación, de epílogo o de transición en el inte­ 41 Esparciano, P e s c e n i o N igro , 1,1. 42 N osotros hemos reflejado esta característica en nuestra traducción anotando algunos de los pasajes paralelos en las primeras vidas menores. 43 D. den Hengst, T h e P r e f a c e s in t h e H istor ia A u g u s t a , Am sterdam , 1981.


INTRODUCCIÓN

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rior, a Diocleciano (cfr. vida de Macrino, Elio, Vero; Avidio Casio, Pescenio Nigro) o a Constancio. La tercera se­ rie reemplaza los apostrofes a emperadores por los de los amigos y da a los prólogos un carácter panegírico y re­ flexivo en torno al pasado de Roma o sobre el modo de biografiar del autor. 5. Plan y estructura de las vidas

El plan seguido por el autor o autores de la Historia Augusta se acerca en ocasiones al de Suetonio que narra­ ba los acontecimientos p e r sp ecies, es decir, concentrado los acontecimientos en «tipos» o «categorías», no de acuerdo con el estricto orden cronológico {per tem p ora ) en el que se habían realizado con estos pasos fundamen­ tales : — Nacimiento: fecha y lugar. — Familia y antepasados. — Niñez y adolescencia: estudios y preparación para la vida pública. — Reinado: esplendor y declive. — Muerte (anticipando o siguiendo prodigios, fisiogno­ mía). — Honores o d a m n a tio m e m o r ia e. — Como ejemplo de acercamiento a este modelo pue­ de servir el siguiente esquema de la vida de Anto­ nino Pío, que es uno de los más sencillos y transpa­ rentes 45 : 44 Para el m étodo suetoniano, cf. Funaioli, RE, IV, A , 1931, p. 6 3 1;

I b id ., «I Cesari di Svetonio», M isce lá n ea p e r F. R a m o rin o , Milán, 1927. E. Cicek, S tr u ctu r e s e t i d é o l o g i e d a n s le s «V ies d e s d o u z e C és a r s » d e S u e to n e, Paris, 1977. W . Steidle, S u e to n u n d d ie a n tik e B io g r a p h ie , M ünich, 1963. Sobre la influencia de Suetonio en la H istoria Augusta, cf. M . G. Bertinelli, «I dodici Cesari nell’H istoria A ugusta», en ST U D . D I ST O R . A N T . IN M E M O R IA M D I L U C A DE R EG IB U S, G e n o ­ va, 1969, pp. 14 5 -14 6 . H. W . B ird, «Suetonian influence in the later li­ ves of the H istoria Augusta», H ERM ES, 99, 1 9 7 1, pp. 12 5 -134 . G . Townend, S u e to n iu s a n d h is in flu e n c e en L atin B io g r a p h y , pp. 76 y ss. 45 C f. Magie, op . cit., p. 16. H . Peter, op . cit., p. 32. Leo, D ie G r iec h is c h e -R o m is c h e B io g r a p h y , Leipzig, 1 9 1 1 , pp. 273 y ss.


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I (c. 1, 1-7): II (c. 1,8 a 5,2): III (c. 5,3 a 12,3): IV (c. 1,5 a 12,3): V (c. 12, 4-9): VI (c. 13, 1-2): VII (c. 13, 3-4):

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Antepasados. Vida hasta el acceso al trono. Política y acontecimientos del rei­ nado. Rasgos personales. Muerte. Estatura. Honores p o s t m o r t e m .

Ahora bien, la Historia Augusta no sigue siempre este esquema, sino que lo varía con gran flexibilidad 46 y no se acerca estrictamente al plan suetoniano ni siquiera en aquellas vidas en las que reconoce que tiene a Suetonio por modelo, sino que desvirtúa el código biográfico pro­ puesto por él. Una veces lo restringe eliminando deter­ minadas species. Otras, las más, lo amplía introduciendo aquí y allá excrecencias ajenas al género biográfico o tras­ toca y mezcla las rúbricas. Así, Capitolino dice en las vi­ das de Máximo y Balbino (c. 4) que seguirá a Suetonio exponiendo, antes de narrar las res g esta e , la sp ecies d e m o rib u s a tq u e g e n e r e , es decir, la rúbrica sobre sus cos­ tumbres y su linaje, y que adoptará la «brevedad» del es­ tilo suetoniano. Pero basta comparar los capítulos 5, 6 y 7 para ver las distancias entre ambos. Capitolino engloba en ella distintas rúbricas e invierte el orden. Trata no sólo los m o r e s y el g en u s, sino también los cargos ostenta­ dos. Además ya había anticipado en los capítulos I y II el carácter de los dos emperadores y había expuesto su nombramiento transcribiendo discursos y adoptando una narración casi novelesca. Dentro de la narración de las res g e s t a e (8-14), son evidentemente ajenos a la biografía la exposición de las diversas teorías sobre el origen de los m u n er a o la época de su celebración (8), o el relato de las características y del origen de la h e c a t o m b e (c. 11). Di­ gresiones eruditas, como éstas y otras de carácter filosó­ fico, religioso, etc., se desparraman con frecuencia en la 46 J. M. A ndré y A. H us, L a H isto r ia e n R o m a , 1975, pp. 179-180.


INTRO D UCCIÓN

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Historia Augusta. Pero es sobre todo en los últimos ca­ pítulos donde Capitolino se aparta más de Suetonio en­ redándose de nuevo en discusiones sobre el carácter y la formación de ambos emperadores y, especialmente, so­ bre la identificación o no de Máximo y Pupieno en un único emperador, aportando como prueba de su identi­ dad una carta larguísima de un coetáneo 47. La lasitud en la utilización de categorías típicamente biográficas y la diferencia en la introducción y tratamien­ to de los datos, etc., se debe, entre otras razones, a que la Historia Augusta ha utilizado m uy diversas fuentes: Dión Casio, Herodiano, Mario Máximo, Junio Cordo, Aurelio Víctor, Eutropio, etc. 4S. De alguna manera, en mayor o menor medida, han debido dejar diversas hue­ llas sobre ella. Así Mario Máximo, autor de una serie de biografías desde Nerva a Heliogábalo y al que se cita en muchas ocasiones, dado su modo peculiar cíe concebir la Historia 49, ha debido influir en el autor o autores de la 47 C f. V. Picón, «D iversificación del género biográfico en el im pe­ rio: factores básicos», A C T A S D E L V I C O N G . ESP. EST. C L A S., M adrid, 1983, II, p. 106. Adem ás de estas diferencias, Birley (o p . cit., p. 116) destaca otras notables, com o la inclusión de las vidas de here­ deros y usurpadores junto a las de em peradores y la consideración como vida unitaria a un conjunto de dos o más vidas diversas. 48 El problem a de las fuentes que ha seguido la H istoria A ugusta ha hecho correr mucha tinta. Véase sobre todo la m onografía de T. D . Bar­ nes, T h e s o u r c e s o f t h e H isto ria A u g u sta , Bruxelles, 1978. Es especial­ mente interesante el c. 5 donde estudia la influencia de diversos autores como D ión Casio, H erodiano, los epitom adores (pp. 79-107) y las obras perdidas de autores griegos, señalando luego las relaciones con A u relio V ictor, E utropio, Festo y otros autores. C f. también Chastagnol, L ’H is­ t o ir e A u g u ste, pp. 19 7 -1 9 9 para otras fuentes distintas de Mario M áxi­ m o y Junio C ordo. Respecto a H erodiano y D ión Casio, antes que Bai­ nes, K o lb no satisfecho con la indagación de fuentes centrada en la iden­ tificación de los historiadores m enores que influyen en la H istoria A u ­ gusta, aborda el problem a de la H a u p tq u e lle , o fuente principal, a base de contrastación de citas textuales, concluyendo que la obra utiliza abundantemente a H erodiano y D ión Casio mezclándolo, fundiéndo­ los y creando de ese m odo un relato nuevo y distinto, más moralizante y sentencioso, como si los autores quisieran compensar al lector p o r la alteración de la verdad histórica conseguida. 49 F. Vopisco, F irm o , 1, 2, donde se le califica de h o m o o m n iu m v e r ­

b o sissim u s q u i e t m y th is to r ic is s e v o lu m in ib u s im p licu it.


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VICENTE PICÓN

Historia Augusta en esa tendencia que se observa en ésta a acumular ingredientes alusivos a la vida privada y per­ sonal de los em peradores50. Otro tanto cabe decir de Ju ­ nio Cordo, del que parece que se ha recogido especial­ mente lo relativo a los escándalos, chismes y costumbres culinarias, pues este autor era m uy aficionado a realzar estas cosas . 6.

Valor histórico

Además de las distinciones aludidas de Mommsen en­ tre vidas mayores y menores y de D. den Hengst en tres secciones teniendo en cuenta los prefacios, se admite una tercera distinción entre dos secciones que se diferencia­ rían m uy bien entre sí, una que comprendería las vidas compuestas por los cuatro primeros autores y otra que abarcaría las vidas redactadas por Trebelio Pollón y Vo­ pisco 52. Sobre esta segunda sección y sobre las vidas me­ nores se ciernen especialmente las sospechas de inautenticidad y ficción debido sobre todo a la abundancia de do­ cumentación que acumulan en sus relatos. Ya en 1870 Czwalina demostró que los documentos que aparecen en la vida de Casio atribuidos a distintas manos, por ejemplo, las cartas de Vero, del prefecto del Pretorio, de la emperatriz Faustina y del mismo Casio fueron compuestas todas por el mismo autor 53. Desde entonces se han realizado múltiples estudios en este sentido avocando a resultados parecidos, de tal ma­ nera que se considera que de la lista de 150 cartas, dis­ 50 Magie (op. cit., pp. 18 y ss.) considera, en efecto, que M ario M áxi­ mo influye en la enfatización de la vida privada y C ordo en la m ulti­ plicación de chismes y que ambos dejaron huellas sobre todo en V o ­ pisco en las vidas de A ureliano y Probo. 51 J. C apitolino, C lo d io A lb in o, 11 ,2 : g o lo s u m e n im C ord u s, q u i ta ­

lia p e r s e q u it u r in su is v o lu m i n ib u s , f u i s s e d icit.' C f. B irley, op . cit., p. 130. 33 C . C zw alina, D e e p is tu la r u m a c to r u m q u e q u a e a s cr ip to r ib u s H is­ to r ia e A u g u sta e p r o f e r u n t u r f i d e a tq u e a u c to r ita t e /, Bonn, 1870.


INTRO D UCCIÓN

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cursos, decretos y aclamaciones que la Historia Augusta contiene, sólo se aceptan como genuinas las dos aclama­ ciones de Cómodo (c. 18-19)54. Estos resultados han in­ ducido a actitudes despectivas hacia la obra, actitudes que L. Homo trató de reorientar tras haber mostrado efecti­ vamente su falsedad en el estudio que acabamos de citar, que se hizo famoso. He aquí sus palabras: «Concluire­ mos en una palabra. Los documentos de la Historia A u­ gusta no deberán ser abandonados sistemáticamente como inútiles e insignificantes. Sin duda, son apócrifos y han sido compuestos por los autores mismos de las bio­ grafías, según creemos haber demostrado, pero no repre­ sentan menos un elemento de documentación muy apreciable para el período tan mal conocido de la anarquía mi­ litar de una parte y para la época diocleciano-constantiniana de otra. La Historia no tiene en absoluto el dere­ cho de ignorarlos.» 55 Respecto al restó del relato, hay que tener en cuenta también que se dan anacronismos, inexactitudes, contra­ dicciones, incoherencias e interpolaciones 56. Todo ello invita a aceptar el texto en su conjunto con reservas y con espíritu crítico y hace que, como dice Birley, sea pre­ ciso analizar con cuidado el material que contiene. Acep­ tada esta premisa, la Historia Augusta adquiere una im­ portancia excepcional, pues dicho material con el fondo de verdad que encierra permite trazar un panorama claro sobre los avatares del poder y sobre otros múltiples as­ 54 Sobre este aspecto, cf. C . Lecrivain, E tu d es $ur l ’H istoire A u g u s ­ t e , París, 1904, pp. 45 y ss. H. Peter, D i e s cr ip t o r e s, pp. 156 y ss. en re­ lación con las cartas y docum entos de las biografías de Polión y V o ­ pisco. Pero, sobre todo, L. H om o, «Les documents de l’H istoire A u ­ guste et le valeur historique», R H , 15 1, 19 2 6, pp. 1 6 1 -1 9 8 ; 152, 1926, pp. 1-3 1. B. Baldw in ha estudiado las aclamaciones llegando a la con­ clusion de que son tan poco auténticas com o los demás documentos, cf. «Acclam ations in the H istoria A ugusta», A T H E N A E U M , 59, 1981, p p . 138 -149 . 55 L. H om o, «Les docum ents», RH , 15 2 , 1926, p. 31. 56 Para los anacronismos, inexactitudes e incoherencias, cf. C hastag­ n o l, L ’H is to i r e A u g u s t e , pp. 196 y ss. Stern, op. cit., pp. 28-31. Magie, op. cit., I, pp. 2 1-2 2 (sobre las interpolaciones).


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pectos de la sociedad imperial desde el punto de vista his­ tórico, cultural, institucional, político, religioso, costum­ brista, etc. En efecto, son muchos los estudios que se han realizado en estas direcciones. He aquí el resumen de al­ gunos. Rostagni en su H istoria de la Literatura ha sugerido cómo en toda la obra subyace la fe en Roma sustentada por una clase senatorial que ha perdido el sentido de la realidad y suspira por la vuelta a la edad de oro y por un militarismo absurdo 57. En este mismo sentido, Gaden más recientemente ha defendido que el autor o autores de la Historia Augusta no excluirían una vuelta a la edad de oro que se basaría en la constitución de un nuevo equi­ librio de poderes que devolvería al senado el que él había perdido . Balbino García en la introducción a su tra­ ducción española, tras aludir a las peripecias del poder que se describen en la obra, resume los datos de los cam­ bios producidos en lo económico, social, cultural y reli­ gioso que se observa en ella 59. Beranguer en uno de los coloquios de Bonn ha defendido que la Historia Augusta permite reconstruir una ideología imperial proponiéndo­ nos el modelo de soberano ideal: su autor o autores sin­ tetizan en Probo las cualidades que deben adornar al buen príncipe para trasladar luego la idea del soberano ideal al de la tetrarquía, mostrando sus virtudes y dejando tras­ lucir la ideología senatorial que subyace en ella, por lo que precisamente se distingue de las obras de Aurelio Víctor y Eutropio 60. Pero sin duda los estudios más pro­ fundos y más elocuentes son los que han intentado aela57 A . Rostagni, S toria d e l l a L e t t e r a t u r a Latin a, III, T orino, 1964, pp. 527 y ss. 58 A . Gaden, « Q u e l q u e s r e m a r q u e s s u r le p a s s é e t l ’a v e n i r d e R o m e d a n s l ’H is to i r e A u g u s t e » , C entre Jean Palerne. M é m o i r e s II, Saint-Ettienne, 1980, pp. 73-95. 59 B. G arcía, E s c r i t o r e s d e la H is to i r a A u g u s t a , M adrid, 1969, pp. 6 61-679. 60 }. Beranguer, «L ’Idéologie im periale dans l ’H istoire A uguste», en B O Ñ N E R H I S T O R IA -A U G U S T A -C O L L O Q U IU M , B onn, 1972/74, 1975, pp. 25-53.


INTROD UCCIÓN

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tar las tendencias para determinar la fecha, como los alu­ didos de Straub, Stern, Baynes, o el de Santo Mazzarino y otros 61. También desde posiciones críticas es posible sacar fru­ to, como ya se ha apuntado, en las vertientes lingüísticas y filológicas. Este es, en definitiva, el camino a seguir para el estudio de esta obra, como ya propuso Mommsen, ca­ mino del que sin duda aún quedan trechos por recorrer a pesar de los avances logrados en los últimos años 62. 7.

Valor literario

El valor literario de la H istoria Augusta es escaso 63. Y no tiene nada de extraño, ya que el autor o autores en repetidas ocasiones dicen que no pretenden exponer con elocuencia o estilo elevado su materia sino con estilo sen­ cillo y que, por su amor a la curiosidad, multiplican los datos para satisfacer así también la curiosidad cíe sus lec­ tores . Su narración es desmañada, sinuosa e irregular. Constituye una especie de taraceado de fichas temáticas conexionadas sin seguir en muchos casos el pensamiento lógico. En ella se repite el perfecto una y otra vez y se multiplican las oraciones participiales acentuando con ello la pesadez. Los personajes quedan caracterizados, en general, mediante el léxico estereotipado de la fisiognomonía, con una ausencia total de dramatismo incluso en pasajes que se prestaban para ello. La lengua es pobre y la sintaxis irregular y alejada de lo clásico. Se caracteriza, entre otros rasgos, por el uso 61 S. M azzarino, A sp etti s o d a l i d e l q u a r to s e c o l o , Roma, 1951, pp. 345-370. C f. Bibliografía (estudios de G . K erler y K . P. Johne). 62 Sobre el interés que ha provocado la H istoria Augusta en los úl­ timos años, incluso a nivel divulgativo y escolar, cf. Belleza, P r o s p e ttiv e d e l t e s to d e lla H isto ria A u g u sta , Brescia, 1979, pp. 19-21. 63 Véase especialmente el c. X V I titulado «L iterary Talent» de R. Sym e, E m p ero rs a n d b io g r a p h y . S tu d ies in t h e H istoria A u gu sta , O x­ ford , 1977, pp. 248-265. 64 Trebelio Polión, 30 T ira n os, 33,8; F. Vopisco, P r o b o , 2, 7-8.


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excesivo de determinadas partículas, como nam , tam en, en im , etiam , au tem , etc., que dificultan la fluidez de la narración, pues en ocasiones además no se usan con su valor propio; por el abuso de algunas conjunciones como el c u m histórico empleado torpemente; por la utilización impropia de los pronombres y por la oscuridad de las ex­ presiones debida entre otras causas a la brevedad general, que a veces se salpica con variaciones poco elegantes, y al cambio violento de sujetos sucesivos que impiden la fá­ cil comprensión del texto. Véase el siguiente ejemplo de utilización de ipse: L aetu m a d m o r t e m c o e g i t m isso a se u e n e n o : ipse en im in ter suasores G etae m o rtis p r im u s fu e r a t, qu i e t prim u s in terem p tu s est. Ipse m o r t e m eius saepissim e fleu it. «Obligo a Leto a suicidarse, enviándole él mismo el ve­ neno: en efecto, aquél (ipse = Leto) había sido el prime­ ro que le había aconsejado que asesinara a Geta y fue tam­ bién el primero que pereció. Y el propio Basiano (ip­ se = Basiano) lloró en muchísimas ocasiones su muerte.» Nótese la confusión a la que da lugar el empleo de ipse repetido sucesivamente refiriéndose en cada caso a un su­ jeto distinto, en el primer caso a Leto, referencia que que­ da más oscurecida por el se que precede al ipse, y en el segundo caso a Basiano, que es del que se está hablando. Su bivalencia funcional para identificar a Ule e h ie i d e m no se percibe con claridad hasta que no se entiende el con­ texto. 8.

Transm isión del texto 65

Tras la publicación de la Historia Augusta, tenemos noticias ya de la utilización del texto por Símaco en el si­ glo V . Sedulio Escoto compuso en el siglo IX una colec­ ción de fragmentos (c o l l e c t a n e u m ) y en este mismo siglo se copia el C odex Palatinus (P). De estas fuentes proce65 C f. Magie, op. cit., I, pp. 24 y ss.


INTRO D UCCIÓN

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derán las dos versiones distintas que correrían en este si­ glo IX . A partir de entonces surgen más copias del P, uti­ lizándosele como base de otras ediciones entre el siglo X y el X IV , hasta que de una copia reciente de dicho ma­ nuscrito B on us A ccursius preparó en 1475 la editio p r i n ­ ceps y desde entonces se han sucedido ininterrumpida­ mente siglo tras siglo las ediciones. H. Peter, en unos comentarios filológicos que publicó antes de sacar a luz su edición, distinguió dos familias de m anuscritos6é. La primera, a la que llama antiquior, es­ taría constituida por códices que concuerdan siempre en sus lecturas incluso en sus detalles mínimos, entre los que se hallan: 1) el C odex B a m b ergen sis, 2) el Codex P a la ­ tinus, 3) los ex cerpta llamados Palatina, 4) el C odex M urbacensis, 5) le ed itio p r in cep s M edion alen sis y 6) los C ó d ices Vaticani 1899 y 1901. La segunda, que para él es de inferior autoridad (m u lto d eterio r), estaría constituida por los manuscritos más modernos (recen tioris aetatis) que utilizó Casaubón en su edición y por otros distintos que existen en otras bibliotecas. En la actualidad, los filólogos tipifican también en dos series el conjunto de manuscritos que nos han transmiti­ do la Historia Augusta. U na estaría representada por el citado C odex Palatinus (P) del que piensan que deri­ varían más o menos directamente el B a m b ergen sis (B), el O tto b on ia n u s (O), el Parisinus Latinus 5816 (Paris. 5816), el R iccardian us 551 (Ricc.) los Vaticani 1899 y 5301 (Vat. 1899 y Vat. 5301) y el Urbinas 414 (U). La otra, a la que se la denomina Σ incluiría el resto de los manuscritos, salvo algunos ex cerpta, derivados de un ori­ ginal común distinto del Palatinus, tan viejo como él o más y en la que muchas de sus lecturas serían en algunos casos más correctas respecto al arquetipo que las del mis­ mo P. Así piensa Hohl, quien defiende que ambas series se­ rían independientes y que, a su vez, aerivarían de un m is­ 66 H. Peter, H is to r ia critica , pp. 19 y ss.


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mo arquetipo antiguo 67. Por eso basa su edición en la re­ producción de las mejores lecturas del P 1 que distingue de las introducidas erróneamente (Pa ) y luego corregidas de nuevo (Pb), pero con la adición de determinadas lec­ turas de los códices de la serie Σ elegidas de forma racio­ nal y metódica ante la sospecha de mayor corrección. Con ello logra un texto que consideramos correcto, por lo cual le hemos adoptaao como base para nuestra tra­ ducción. No obstante, discrepamos del editor en distin­ tos pasajes. He aquí las lecturas de algunos de los que consideramos más importantes 68 : A d ria n o, 4,5: e o s d e m q u e s < a > e p e i < n > isse Hohl / / e i s d e m q u e sa ep e isse. M arco, 22,6 : lo q u e n t u m u e l se r m o n i u e l dictis Hohl / / lo q u e n tu m dictis u e l se rm o n e . 27,11: < q u o d m o r e r e tu r , s e d q u o d m o r e r e t u r ta lem >addidit Hohl / / (del.). S ev ero , 19, 5: e i u s d e m q u e etia m ian < n > a e H ohl// e iu s d e m etia m Septim ianae. 22,5: T otum f u < d > isti H ohl// T otum fuisti. P escen io N igro, 11,2: pu [r] tauit Hohl / / portauit. 12,6: n ig r u m fo r m a u i m u s Hohl / / n ig ra m fo r m a u i mus. C lodio Albino, 2, 5: fa c u lt a t e m u e l p r a e s e n te m < e> e t < adm issus> a d m e Hohl / /f a c u lta te m p r a e s e n te m et ab m e. A lejandro S ev ero , 4,3: fu e r a n t, <relictis, cu m a n te> sa­ lutare... p o te r a < n> t Hohl / /f u e ra n t, < foribus au tem > salutare... p otera t. 67 E. H ohl, S c r ip t o r e s , p. 6: ...S ui iu ris s u n t ñ e q u e ex P a la t in o p e n ­ d e n t , u t p r a e t e r c o d i c e m M u r b a c e n s e m . . . S e d u l i e x ce r p t a C u s a n a e t P a ­ risina, F l o r i l e g i u m V a tica n u m L a t i n u m 5114, Σ c o d i c u m f a m i l i a . Ib id , p. 7: . . . q u o d i d o n e i s a r g u m e n t i s m i h i q u i d e m p r o b a t u r ex u n o e o d e m q u e a r c h e t y p o e t P a la tin u m et h a n c fa m ilia m o rigin em d u cere. 68 Alguna otra lectura se ofrece en las notas y otras las hemos om i­ tido p o r razones de brevedad. N ótese que en las vidas desde los Maxi­ minos a Aureliano estas discrepancias se recogen siempre en las notas correspondientes.


IN TROD UCCIÓN

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9, 6: orabis. Ti < bi> c e r t e su m < im > us Hohl / / ornauisti. ce rti sumus. 10, 5: su n t dicti sic A ntoninus, i d e [m ]st Pius Hohl / / Sunt dicti [sunt], A n ton inus i d e m sepius. A lejandro S ev ero , 44, 6: l e g e s < antiquas> a c no < u a> s Hohl / / l e g e s in annos. 48, 6: iussu im p era toris <M aximini> occissus et... <Alexander> a m ilitaribu s occissus est Hohl / / iussu im peratoris occissus est... e t a m ilitaribus occissus est. A u r e l i a n o , 7, 8 : q u a s i < d o m > i n < o > , n e m o Hohl / / quasi in... n e m o . 8, 2: n e tu id [d ] iu< s> tius Hohl / / n e c tu id diutius. 26, 3: h o stiu m < ta n tu m > q u a n tu m si uir a m e o p ­ p u g n a n d u s esset < adest, sea su b fe m > in < a > c o n s ­ cientia Hohl / / h o stiu m q u a n tu m si u ir a m e o p p u g ­ n a ndu s esset, in conscientia. 26,5: quasi < uir> p o e n a m tim en [te]s Hohl / / qu asi p o e n a m tim entes. Caro, 2, 6: q u a m tim e b a < n > t b o n i H ohl/ / qu am tu ­ m e b a t boni. 8, 5 : a e g r o t a r e t e t <in ten to rio ia ceret> Hohl / / a egrota ret. 9. Principales ediciones y traducciones 69 a) Ediciones: La ed itio p r in cep s fue publicada por B on u s Accursius en 1947 en Milán. Después, han ido apareciendo en to­ dos los siglos sin interrupción distintas ediciones siendo éstas las más importantes: la Aldina de 1516, la de Erasmo de Rotterdam de 1518, la de Isaac Casaubón de 1603, la de Claudio Salmasio de 1620, una edición de varios au69

Para m ayor detalle de ediciones y traducciones remitim os a M agie,

op. cit., I, p. 37. H ohl, S crip to res, pp. 12 y ss., pero sobre todo A . B e­ lleza, P r o s p e tt iv e d e l tes to , en el cap. II titulado: L e e d iz io n e in t e g r ó le e p a r z ia le e la t r a d u z io n e d e lla H isto ria A u g u sta d a l 1955 a d o g g i , pp. 29-67.


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VICENTE PICÓN

tores con los comentarios de Casaubón, Gruter y Salmasio, publicada por Hack en 1677, la edición Bipontina en dos volúmenes de 1787 y 1789, la de H. Jordan y F. Eyssenhardt de 1864 y la de H. Peter en dos volúmenes de 1865. En el presente siglo las dos ediciones completas más importantes son: D. Magie, The scriptores H istoriae A ugustae, London, 1921, 1960-1. E. Hohl, S criptores H istoriae A ugustae, Leipzig, 1927, 1965, 1971, 1973. Han aparecido además algunas ediciones parciales, como las siguientes: Elio Pasoli, S criptores H istoriae A ugustae. I u li C apito­ lini Opilius M acrin us, Bologna, 1968 . Eugenio Manni, T reb ellio P ollione. Le v i t e di Valeria­ no e di G allieno, Bologne, 1969. Iuli Capitolini M aximini d u o , con notas de Sebastiano Condorelli, Messina, 1970. b) T rad uccion es: Contamos con tres traducciones importantes del siglo pasado, la de C. A. Closs en 6 vs., Stuttgart, 1856-7; la francesa de Th. Baudement de la colección Nisard, Paris, 1845 y la española de F. Navarro y Calvo, en 2 vs„ M a­ drid, 1889-90. En el presente siglo han aparecido las siguientes: D. Magie, cfr. E diciones. Leopoldo Agnes, Scrittori della S to n a Augusta, UTET, 1960. Balbino García, E scritores d e la Historia Augusta, en B ió gra fo s y p a n eg irista g r i e g o s y latinos, Madrid, 1969. Federico Roncoroni, Storia Augusta, Milano, 1972. P. Soberini, Scrittori della Storia A ugusta, Torino, 1983. Además, las siguientes parciales: H. Bardon, Le cr ép u scu le d es Césars (selección de tex­ tos editados y traducidos), Monaco, 1964.


INTRODUCCIÓN

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A. Birley, L ives o f th e L ater Césars. The firs p a rt o f th e A ugustan H isto r y , London, 1983. Historia Augusta. R ô m isch eH er rsch er gesta lten , I: Von H adrianus bis A lex an der S eu eru s (obra de distintos au­ tores: E. Hohl, J. Straub, E. Merten y A. Rôsger), Bonn, 1976. 10.

Nuestra tradución

Como hemos señalado hace un momento, hemos se­ guido la edición de Hohl para nuestra traducción, salvo en los casos que hemos adoptado otras variantes y he­ mos tenido en cuenta algunas traducciones anteriores, como la francesa de Baudement, ' ' de Magie y las españolas de Navarro y Calvo García, sobre todo. Nos hemos procurado atener a dos principios básicos, la fidelidad al texto y la facilitación de la comprensión. Ahora bien, teniendo en cuenta las características espe­ ciales de la composición, lengua y estilo narrativo de la Historia Augusta, si se han dado determinadas condicio­ nes que han imposibilitado atenerse al primer principio, hemos aceptado que prevaleciera el segundo sobre el pri­ mero. También respecto a las notas nos hemos dejado guiar por dos principios, el de la economía y el de la utilidad, de manera que sólo hemos incluido aquéllas que hemos estimado necesarias para entender mejor la traducción, rechazando las que suponen m ayor erudición. Por eso he­ mos anotado preferentemente aquéllas que inciden sobre lo más específicamente romano en estas vertientes : a) his­ tórica, de ahí las anotaciones sobre hombres ilustres, ge­ nerales famosos, etc.; b) literaria, de ahí las notas sobre escritores, especialmente los menos conocidos; c) de ci­ vilización y cultura, de ahí las anotaciones para identifi­ car personas, lugares, edificios públicos, prendas e ins­ trumentos útiles, juegos, cargos, fiestas, divinidades, cor­ poraciones, sobre todo, las más extrañas a nuestro mun­


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do y las menos conocidas (por esta razón faltan las ano­ taciones a las magistraturas ordinarias, cónsul, pretor, edil, etc.); d) lingüística, de ahí las anotaciones a expre­ siones típicas, juegos de palabras específicos, etc.; y e) de crítica textual en los casos en que hemos aceptado alguna variante respecto a la edición básica.

11. Bibliografía a)

Obras generales, diccionarios, léxicos:

S. I. Kovaliov, Historia de Roma, Buenos Aires, 1964. L. Pareti, Storia di Roma e del mondo romano, Torino, 1960, vols. IV y V. A. Piganiol, Historia de Roma, Buenos Aires, 1964. M. Rostovtzeff, Historia social y económica del Imperio Roma­ no, Madrid, 1962, 2 vols. J. Ellul, Historia de las instituciones de la antigüedad, Madrid, 1970. L. Homo, Las instituciones políticas romanas. De la ciudad al Estado, México, 1968. J. Guillén, «Urbs. Roma». Vida y costumbres de los romanos, Salamanca, 1981, 3 vols. U. E. Paoli, «Urbs.». La vida en la Roma Antigua, Barcelona, 1973. R. J. A. Talbert, Atlas o f classical History, London, 1985. R. Chevallier, Dictionnaire de la littérature latine, Paris, 1986. Daremberg-Saglio, Dictionnaire des Antiquités grecques et ro­ maines, Paris, 1919, 5 vols. I. Errandonea, Diccionario del mundo clásico, Barcelona, 1954, 2 vols. J. C. Fredouille, Dictionnaire de la civilisation romaine, Paris, 1968. A. Rich-M. Chéruel, Dictionnaire des antiquités romaines et grecques, Paris, 1816. C. Lessing, Scriptorum Historiae Augustae Lexicon, Hildeshein, 1964· A. Pelletier, Lexique d ’antiquités romaines, París, 1972.


INTRO D UCCIÓ N

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b) Estudios específicos de la Historia Augusta: Para evitar la prolijidad que supone dar una amplia lista de autores con sus respectivos títulos, remitimos a los numerosos artículos y estudios utilizados, citados en la Introducción, de los que se da cuenta en las notas correspondientes de pie de pá­ gina, pues ellos contienen abundante material bibliográfico; a las ediciones de Hohl y Magie; al repertorio bibliográfico de J. Marouzeau, L’Année philologique, bajo los epígrafes Historia Augusta o de los diversos autores de ella; pero sobre todo a los volúmenes titulados Bonner-Historia-Augusta-Colloquia de los coloquios correspondientes a los años 1962, 1963, 1964/5, 1966/7, 1968/9, 1970/1, 1972/4, 1975/6, 1977/8, 1979/81, dedi­ cados exclusivamente al estudio de la Historia Augusta y pu­ blicados en esa ciudad. He aquí solamente una selección de las monografías más destacables aparecidas desde el año 1970: T. D. Barnes, The Sources o f the Historia Augusta, Bruxelles, 1976. A. Belleza, Prospettive del testo dell’Historia Augusta, Brescia, 1979. H. W. Benario, A commentary on the Vita Hadriani in the His­ toria Augusta, California, 1980. A. Chastagnol, Recherches sur l'Histoire Auguste, Bonn, 1970. D. den Hengst, The Prefaces in the Historia Augusta, Amster­ dam, 1981. K. P. Johne, Untersuchungen zur Datierung und sozialen Herkunft der Historia Augusta, Berlin, 1976. G. Keller, Die Aussenpolitik in der Historia Augusta, Bonn, 1970. B. Mouchová, Untersuch ungen iiher die Scriptores Historiae Augustae, Praha, 1975. P. Soverini, Prohlemi di critica testuale nella Historia Augusta, Bologna, 1981. R. Syme, The Historia Augusta, Bonn, 1971. Emperors and biography. Studies in the Historia Augusta, Oxford, 1971.


40

VICENTE PICÓN 12.

Siglas de revistas y abreviaciones:

Siglas A A Pal

AC.

A n tic h tth o n A th e n a e u m C IL CQ D ESSA U E os H e rm e s H is to ria JR S K lio M aia M eander P aideia P an P IR PLM RE RH

Atti dell’Accad. Letter, e arti di Palermo. L’Antiquité Classique. Journal o f the Aust. Soc. f o r Class, Studies. Studi periodici di Letteratura e Storia. Corpus Inscriptionum Latinarum. Classical Quartely. H. Dessau, Inscriptiones latinae selectae. Commentarii Societatis Philologicae Polonorum. Zeischriftfur Klassische Philologie. Revue d ’histoire ancienne. The Journal o f Roman Studies. Beitrage zur alten Geschichte. Rivista di Letteratura classiche. Revue de civilisation du m onde antique. Rivista letteraria de Information bibliograpbica. Studi dell’Ist. Fil. Lat. Univ. di Palermo. Prosopographia Imperii Romani. Poetae Latini Minores (Barens). Real-Enciclôpàdie der Klassischen Altertumswissenschaft. Revue Historique.

Abreviaciones: P a ra las citas de las d istin ta s vidas en la in tro d u c c ió n y en las n o tas u tiliz a m o s las sig u ien te s a b rev iac io n es. A d ria n o . E lio. A n to n in o M a rco V ero. A v id io C asio. C óm odo P e rtin a x .

A n to n in o P io . M a rc o A n to n in o el F iló so fo .

C ó m o d o A n to n in o . H e lv io P e rtin a x


INTRODUCCIÓN

Didio Juliano. Severo. Pescenio Nigro. Clodio Albino. Caracalla Geta Macrino Diadumeno Heliogábalo Alejandro Severo. Maximinos Gordianos Máximo y Balbino. Valerianos Gállenos Treinta Usurpadores Claudio. Aureliano. Tácito. Probo. Firmo Caro

41

Antonino Caracalla. Antonino Geta. Opilio Macrino. Antonino Diadumeno. Antonino Heliogábalo. los dos Maximinos, los tres Gordianos. los dos Valerianos, los dos Galienos. los treinta Usurpadores.

Firmo, Saturnino, Próculo y Bonoso. Caro, Carino y Numeriano.


II.

Vidas


1.

ADRIANO

(Elio Esparciano)

1

La familia más antigua del emperador Adriano era procedente de Piceno 1; la más reciente, de H is­ pania, puesto que el propio Adriano relata en su au­ tobiografía 2 que sus mayores habían nacido en Adria 3 y que posteriormente fijaron su residencia en Itálica 4 en tiempo de los Escipiones. Su padre 2 fue Elio Adriano, llamado el Africano, primo her­ mano del emperador Trajano; su madre fue Domicia Paulina, natural de Cádiz; su hermana Paulina, casada con Serviano; su esposa, Sabina, y su abue­ lo, M arilino, el primero que en su familia fue se­ nador del pueblo romano. Adriano nació en Roma, el 3 de las calendas5 de 3 febrero (el 24 de enero), durante el séptimo consu­ lado de Vespasiano y el quinto de Tito. Al quedar 4 huérfano de padre a los diez años de edad, contó con dos tutores, su primo hermano Ulpio Trajano,

1 Región de Italia situada en la costa oriental del Adriático. 2 A esta biografía alude también Esparciano en el c. 16. Debía ser una autojustificación, 3 Ciudad de Italia, situada al este de la vía Popilia, entre Rávena y Padua. 4 Ciudad de la Bética, en H is p a n ia , fundada p o r Escipión A fricano. 5 De esta palabra (K a l e n d a e ) deriva el térm ino calendario. Las calen­ das eran una de las tres fechas que se tomaban como referencia para de­ term inar el día exacto al que se aludía. Eran el 1 del mes. Las nonas ( N o n a e ) eran el 5 o el 7, y los idus ( Id u s ), el 13 o el 15 (distribuidas) así: 7 y 13: m arzo, m ayo, julio y octubre; 5 y 15 : los restantes meses).


ADRIANO

entonces ex pretor y que después asumió el impe­ rio, y el caballero 6 romano Celio Atiano. Tras naberse entregado con gran celo a los estudios grie­ gos a los que le inclinaba su temperamento de tal 2 manera que algunos le llamaban «Griegecillo», re­ gresó a su patria a los quince años de edad e inició inmediatamente el servicio militar, entregándose a la caza con pasión hasta merecer censura por ello. Por este motivo Trajano le sacó de su patria y le tomó por hijo, y no mucho después le nombró decenviro 7 para velar por la libertad y la ciudadanía y , a continuación, tribuno 8 de la segunda legión, la Auxiliadora. Después de esto, fue trasladado a la Mesia inferior cuando y a el gobierno de Domiciano tocaba a su fin. Se dice que allí supo por boca de cierto matemático 9 sobre su futuro gobierno lo mismo que ya sabía por la predicción de su tío pa­ terno, el gran Elio Adriano, que estaba versado en la ciencia de la astrologia. Después de haber sido enviado a felicitar al ejército tras la adopción de Trajano por Nerva, fue trasladado a la Germania superior. Partiendo desde allí presuroso a visitar a Trajano con el fin de anunciarle el primero la muer­ te de Nerva, Serviano, el esposo de su hermana (quien suscitó contra él el odio de Trajano delatan­ do sus gastos y sus deudas) le entretuvo y retuvo

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5

2

3 4

5 6

6 Es decir, m iem bro del orden ecuestre, frente al senador que lo era del senado. Para pertenecer a él se exigió poseer un censo determinado (400.000 sestercios en el siglo I a. de C.). En el imperio, el orden ecues­ tre constituyó la cantera de funcionarios y administradores imperiales. 7 M iem bro de la comisión de los d e c e m u ir i s tlitib u s in d ica n d is, que poseyeron distintas funciones a lo largo de la historia, entre otras, aten­ der las reclamaciones de libertad. 8 U no de los seis comandantes de la legión que ejercían su autoridad bajo el le g a tu s le g io n is . Eran elegidos por el emperador entre los hijos de senadores o caballeros. 9 Este térm ino (m a th e m a tic u s ) designaba en latín a la persona que se dedicaba a las matemáticas, pero tam bién a los astrólogos, como en este caso, por servirse de las matemáticas para hacer sus adivinaciones.


46

ELIO ESPARCIANO

durante mucho tiempo rompiendo a propósito su carruaje, pero él se adelantó al emisario del pro­ pio Serviano haciendo el viaje a pie. Gozó del amor de Trajano pero, a pesar de ello, sufrió una maqui­ nación por obra de los pedagogos de unos mucha­ chos a los que Trajano amaDa con pasión, con el apoyo de Galo n . Por aquel tiempo, por cierto, cuando consultaba las suertes virgilian as12 por ha­ llarse inquieto ante el juicio que el emperador tenía sobre él, le salió la siguiente profecía que, según la versión de otros escritores, le sobrevino de unos versos sibilinos 13 :

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«¿quién es aquél que allá lejos, coronado con [ramas de oliva, lleva las ofrendas sagradas? Reconozco los [cabellos y la barba blanca del rey de Roma, que cimentará por primera [vez una ciudad con leyes y que, desde su humilde Cures y su pobre [tierra, será enviado a regir un gran imperio, al cual [sucederá después...» 14 Por otra parte, tuvo la premonición de que liegaría después a ser emperador, gracias a una res­ puesta procedente del templo de Júpiter Nicéforo 15, que el filósofo platónico Apolonio Siró había

9

10 En latín, b e n e fic ia r iu s , soldado que no prestaba servicio activo, sino como asistente a los jefes y oficiales. , 11 Pasaje corrom pido. Sigo la lectura de P. Soverini, P r o b le m i, p. 30. 12 Las s o r te s u e r g ilia n a e eran las prim eras palabras que se leían al abrir un libro de V irgilio y que se interpretaban como si se tratara de un oráculo.Estas consultas eran m u y frecuentes, cf. C lo d io A lb in o, 5, 4. A leja n d ro S e v e r o , 4, 6 ; 16, 5 ; C la u d io , 10, 4 ss. 13 Llamados así porque se encontraban en los lib r i S ib y llin i que, se­ gún la tradición, redactó la Sibila en Cum as y que el rey Tarquinio en­ cargó custodiar a los d u u m u ir i sa cr is fa ciu n d is . C f. Virgilio, E n eid a , V I, 808 - 8 12 . A lu sión a N um a Pom pilio y los primeros pobladores de Roma. Tal vez en Pérgamo.


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incluido en sus libros. Finalmente, gracias al apoyo de Sura 16, volvió enseguida a lograr una amistad más plena con Trajano, al aceptar como esposa a la nieta de la hermana del emperador, matrimonio que favorecía Plotina pero que Trajano apenas deseaba, según cuenta Mario Máximo . 3 Ejerció la cuestura siendo cónsules Trajano, por tercera vez, y Articuleyo y, habiendo provocado la risa durante el ejercicio de esta magistratura al leer en el senado un discurso del emperador con una ronunciacion muy ruda, dedicó su esfuerzo hasta egar al más profundo conocimiento y elocuencia del latín. Después de su cuestura, se encargó de las actas del senado 18 y acompañó a Trajano a la guerra dácica, manteniendo una relación muy amis­ tosa con él; puesto que, como él mismo afirma, liegó incluso a darse al vino para mostrarse compla­ ciente con las costumbres de Trajano, y que por esto se vio recompensado por él con gran liberali­ dad. Durante el segundo consulado de Cándido y de Cuadrato fue nombrado tribuno de la plebe , y en el transcurso de su magistratura, según confesión suya, se le vaticinó la perpetuidad del poder tribunicio porque perdió la pénula 20 que solían uti­ lizar en tiempo lluvioso los tribunos de la plebe, nunca los emperadores. Y ésta es la razón por la

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16 L. Licinio Sura, cónsul p o r prim era vez en 107. 17 A u to r de las biografías de los emperadores que ocuparon el trono desde N erva a Heliogábalo. 18 C om o c u r a t o r a b a ctis s e n a tu s o a c to r u m sen a tu s. Su función era redactar los decretos que emitía el senado y las relaciones que se pre­ sentaban en él. 19 Creación original de Rom a que surgió en'el 491 a. de C. para re­ presentar y defender a la plebe. El tribuno de la plebe ejerció sus fun­ ciones sin tener que m anifestar sus m o t i v o s , y eran dos: e l a u x iliu m , socorro al ciudadano, y la in te r c e s s io , o veto previo de una ley. 20 La pénula (p a en u la ) era un abrigo apropiado para resguardarse del frío y de la lluvia. Tenía form a de capuchón y se colocaba pasando la cabeza p o r una abertura central, sin necesidad de broches o hebillas.


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que todavía hoy los ciudadanos romanos ven a los emperadores sin esta prenda. En la segunda expedición contra los dacios, Trajano le puso al frente de la primera legión Minervia y se lo llevó consigo. Por cierto, en aquella ocasión se hicieron çélebres muchas de sus acciones. Por eso, al galardonarle Trajano con una piedra precio­ sa de diamante que había recibido de Nerva, le hizo concebir la esperanza de que llegaría a ser su suce­ s o r21. Fue nombrado pretor durante el segundo consulado de Suburano y Serviano y, con tal mo­ tivo, Trajano le dio dos millones de sestercios 22 para la celebración de los juegos. Destinado después en calidad de legado pretoriano 23 a Panonia inferior, rechazó a los sármatas, mantuvo en el ejér­ cito la disciplina m ilitar y reprimió a los procura­ dores 24 que se extralimitaban excesivamente en sus atribuciones. Por ello fue nombrado cónsul. Du­ rante el ejercicio de esta magistratura, se enteró por mediación de Sura de que Trajano tenía el propó­ sito de adoptarle y , a partir de aquel momento, los amigos del emperador dejaron de menospreciarle y darle de lado. A la muerte de Sura, se incrementó la confianza de Trajano hacia su persona, sobre todo por los discursos que compuso por el em­ perador.

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21 Esta costum bre se rem onta a A ugusto quien, según D ión Casio LUI, 30, dio su anillo a A g rip a indicando que sería su sucesor. 22 El sestercio era una m oneda rom ana equivalente a dos ases y me­ dio ( I l e t sem is, de donde luego se escribió en abreviaturas H S) o a un cuarto de un denario. 23 Delegado del em perador que recibía generalmente el nom bre de le g a tu s p r o p r a e to r e . En este caso, dado que A driano desempeñó ante­ riorm ente el cargo de préto r, se le llam a le g a tu s p r a e to r iu s , «legado pre­ toriano o expretor». 24 Se trata de los encargados de recaudar los tributos en las provin­ cias para enviarlos al fisco del em perador (cf. n. 75). El térm ino p r o c u r a ­ to r, p o r lo demás, es general pues se aplica a m últiples funciones, de ahí los títulos p r o c u r a t o r a b ib lio t h e c is , a b ep istu lis, a lib ellis, etc.


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Se valió también del favor de Plotina 25, por cuya influencia fue nombrado legado cuando se realizó la campaña contra los partos. Por cierto, por aquel tiempo, Adriano matenía amistad con los senado­ res Sosio Papio y Platorio Nepote 26 y con los ca­ balleros Atiano, que había sido antaño tutor suyo, Liviano y Turbón 27. Recibió la promesa de su adopción cuando Palma y Celso 28, que habían sido siempre enemigos suyos y a quienes él mismo per­ siguió después, se hicieron sospechosos de aspirar al trono. Después de que fue nombrado cónsul por segunda vez Con el apoyo de Plotina, adquirió la certeza absoluta de su adopción. Numerosos rumores aseguraron que había seducido a los libertos del emperador, que se había mostrado solícito con sus favoritos y que les había hecho frecuentes visitas por aquella época en la que gozaba de mayor inti­ midad en Palacio 28 bls. Recibió la carta de su adopción el día quinto de los idus de agosto (el 9 ae agosto), cuando se encontraba como legado en Si­ ria y ordenó que se celebrara siempre en dicho día el aniversario de aquel acontecimiento. Le anunciaron la muerte de Trajano el· día tercero de los idus del mismo mes (el 11 de agosto), fecha en la que decretó que debía celebrarse el aniversario de su ac­ ceso al poder.

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25 C f. 2, 10. 26 Platorio N epote, personaje m uy influyente bajo el reinado de Tra­ jano. C ónsul con A driano en el 119 . Después cayó en su enemistad, cf. 15, 2 y 23, 4. 27 T. Claudio Liviano fue prefecto de la guardia bajo Trajano (Dion Casio L X IX , 9). Sobre Q . M arcio T urbón, cf. 5 a 7 y 9,4. 28 A . C ornelio Palma y L. Publilio C elso tuvieron gran prestigio con Trajano. Acusados de conspirar junto con N igrino y Lusio Q uieto, fue­ ron ejecutados, cf. 7. La noticia está documentada también en una ins­ cripción: C .I.L ., III, 550 =D essau, 308: c o m e s e x p ed itio n is D a cia e, d o ­

n is m ilita r ib u s a b e o (T ra ia n o) d o n a tu s bis. 28

bls G . Scarpit (PA ID E IA , 36, 19 8 1, 38) critica la lectura popular

■ polluisse propuesta p o r Soverini (Μ Α ΙΑ , 32, 1980, 187-189). Según él, hay que mantener s a e p e isse y corregir e o s d e m q u e en e iis d e m q u e .


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Ciertamente, corrieron frecuentes rumores de que Trajano había decidido nombrar como sucesor suyo a Neracio Prisco 29, no a Adriano, y que sus amigos estaban de acuerdo con su designación, has­ ta tal punto que le dijo a Prisco en cierta ocasión: «Te confío las provincias, si me ocurre alguna fa­ talidad.» También muchos dicen que Trajano deseó morir sin nombrar un sucesor fijo, como Ale­ jandro de M acedonia; y otros muchos aseguran que tuvo la intención de enviar un discurso al senado para pedirle que, si le ocurría algo, nombrara un príncipe para la República Romana, adjuntando so­ lamente los nombres de algunos candidatos para que el senado eligiera al mejor de entre ellos. Y no faltaron quienes propalaron que, por un ardid de Plotina, cuando había muerto ya Trajano, Adriano había sido llamado para recibir la adopción por un individuo que se hallaba escondido y que hablaba en lugar del emperador. 5 Tan pronto como consiguió el poder, se atuvo a las costumbres tradicionales y aumentó su esfuer­ zo por mantener la paz en todo el orbe de la tierra. Porque, coincidiendo con la sublevación de aque­ llas naciones a las. que Trajano había subyugado, los moros frecuentaban los ataques, los sármatas in­ citaban a la lucha, a los britanos no era posible man­ tenerlos sometidos bajo el dominio de Roma, Egip­ to se veía apremiado por distintas sediciones y, fi­ nalmente, Libia y Palestina dejaban entrever sus in­ tenciones hostiles. Por este motivo, Adriano abandonó todas las regiones que poseía Roma más allá del Tigris y del Eúfrates imitando, según él, a Ca­ tón, quien declaró libres a los habitantes de Mace­ donia dada la imposibilidad de mantener su protec­ ción. Al ver que Partamasiris, al que Trajano había

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29 L. N eracio Prisco, gran jurista y m iem bro del consejo im perial de Trajano y consejero también de A driano, junto con Juvencio Celso, Salvio Juliano y otro s: cf. 18.


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hecho rey de los partos, no tenía demasiado pres­ tigio entre éstos, le nombró rey de los pueblos de al lado. Por otra parte, mostró tanta inclinación a la elemencia que, a pesar de que Atiano le aconsejó en los primeros días de su reinado mediante una carta que diera muerte a Bebió Macro 30, prefecto de la Ciudad 31, en caso de que se opusiera a su gobier­ no, a Laberio Máximo que se hallaba desterrado en una isla, pues se había hecho sospechoso de conspirar al trono, y a Frugo Craso 33, a ninguno causó daño; sin embargo, más tarde y sin orden suya, el procurador asesinó a este último cuando ya había salido de la isla, bajo el pretexto de que tramaba una conjura. Distribuyó entre los soldados una gratificación doble de la normal para cele­ brar la inauguración de su reinado. Separó a Lusio Quieto 34 del mando de los pueblos mauritanos, que entonces estaban bajo su poder, porque se ha­ bía hecho sospechoso de aspirar al trono, encargan­ do a Marcio Turbón que reprimiera el tumulto de M auritania tras apaciguar a los judíos. Tomadas estas medidas, partió para Antioquía con el fin de ins­ peccionar los restos mortales de Trajano que tras­ ladaban Taciano, Plotina y Matidia. Después de haberse hecho cargo de ellos y de remitirlos por mar a Roma, regresó a Antioquía y, tras poner al frente

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30 Bebió M acro fue un amigo de Plinio el Joven, cf. Plinio, Epist., III, 5. 31 El prefecto de la Ciudad tenía p o r misión, durante el im perio, ase­ gurar la tranquilidad en Roma y en un radio de acción de 100 millas. Estaba al frente de las cohortes urbanas y tenía jurisdicción crim inal so­ bre Roma y su región. Era elegido entre senadores y consulares. 32 M. Laberio M áxim o cónsul p o r segunda vez en 103. N o se sabe nada sobre los proyectos a que alude Esparciano. 33 C: C alpurnio C raso conspiró contra N erva po r lo que fue des­ terrado a Tarento. Sobre su conspiración contra A driano cf. D io n Ca­ sio, LXV III, 3 y 16. 34 Lusio Q uieto. Fue acusado de conspirar contra Adriano y p o r ello condenado a muerte, cf. 7.


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de Siria a Catilio Severo 35, se volvió a Roma atra­ vesando el Ilírico. 6 Adriano pidió honores divinos para Trajano me­ diante una carta refinadísima que entregó al senado y logró su concesión, con el beneplácito general, hasta tal punto que la asamblea decretó espontá­ neamente en favor de Trajano otros muchos hono­ res que aquél no había pedido. En otra carta que escribió al senado pidió excusa por no haber per­ mitido que la asamblea decidiera sobre su ascensión al imperio pues, como era evidente, había sido acla­ mado emperador por los soldados con gran celeri­ dad, porque la república no podía permanecer sin él. Al concederle el senado el triunfo que se debía a Trajano, rehusó personalmente dicho honor e hizo transportar la imagen de Trajano en el carro triunfal, con la intención de que un emperador tan extraordinario no se viera privado, ni siquiera des­ pués de muerto, del honor del triunfo. Aplazó la aceptación del título de Padre de la patria que le ofrecieron nada más asumir el poder y por segun­ da vez algo después, argumentando que Augusto se había hecho acreedor de este nombre tarde. Devolvió a Italia el oro coronario 36 y rebajó este im­ puesto en las provincias, pero solamente después de que le dieron cuenta al detalle y con escrupulo­ sidad de las dificultades por las que atravesaba el te­ soro. Cuando se enteró poco después de la sublevación de los sármatas y roxolanos, se dirigió a Me­ sia, enviando por delante a su ejército. Puso al frente de Panonia y de Dacia provisionalmente a Mar-

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35 L. C atilio Severo fue cónsul p o r segunda vez en el 120 y prefecto de la C iudad en· el 138 cf. 24, 6-8. Era bisabuelo de M arco A urelio, cf. M arco, 1, 4. 36 Se llamaba así el oro destinado a las coronas que ofrecían las ciu­ dades aliadas de Rom a a los grandes vencedores y que luego solían os­ tentarse en el carro del triunfo. A l principio la aportación era volunta­ ria. Luego se hizo forzosa.


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ció Turbón, una vez que dejó la administración de Mauritania, galardonándole con las insignias de la prefectura. Concertó la paz con el rey de los roxoíanos, que se quejaba de la disminución de los tri­ butos, pero después de que se informó adecuada­ mente del tema. 7 Adriano se vio libre de las asechanzas que N i­ grino 37, con la complicidad de Lusio y de otros muchos, había tramado contra él, para llevarlas a cabo cuando ofrecía un sacrificio, a pesar de que le había designado como sucesor. Por lo cual, Palma fue asesinado en Tarracina, Celso en Bayas, N igri­ no en Faenza y Lusio en el transcurso de un viaje, de acuerdo con las consignas del senado, pero con­ tra la voluntad de Adriano. En consecuencia, para refutar enseguida el amarguísimo concepto que corría sobre su proceder, puesto que había permi­ tido que se diera la muerte simultáneamente a cua­ tro consulares38, regresó a Roma después de haber confiado a Turbón la Dacia, honrándole con el tí­ tulo de prefecto de Egipto 39, para que gozara de mayor autoridad; y, para reprimir los rumores que corrían en torno a su persona, mandó que se dis­ tribuyera al pueblo ante su vista un doble congia­ rio 40, aparte de los tres áureos 41 por persona que habían sido repartidos ya durante su ausencia. Tras justificar también en el senado sus actuaciones an­ teriores, juró que nunca castigaría a ningún sena-

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37 Posiblemente, C. A vid io N igrino al que menciona Plinio: cf. E pist., L X V y L X V I. , 38 Se llamaban así durante la república las personas que habían ejer­ cido el consulado. En el im perio, sin embargo, el em perador podía n o m ­ brar consulares a quienes no habían- sido cónsules, con los mismos p ri­ vilegios ostentados p o r los antiguos cónsules. 3 G obernador de la provincia de Egipto, donde dirigía la adminis­ tración, mandaba el ejército y hacía justicia. 40 D istribución al pueblo de víveres, vestidos y otros donativos. D e ­ riva de c o n g iu s , medida de líquido equivalente a 3,283 litros. Cf. n. 104. 41 M oneda de oro de 100 sestercios o de 25 denarios.


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dor sin contar con la resolución de la asamblea. Instituyó enseguida un servicio de correo a cargo del fisco 42, para que los magistrados no se vieran opri­ midos por esta carga. No omitiendo ninguna oportunidaa para ganarse el favor popular, perdonó a los deudores privados de la Ciudad y de Italia las incalculables sumas de dinero que debían al fisco y a las provincias también las inmensas cantidades que adeudaban, una vez que fueron quemados en el foro del divino Trajano los pagarés, para confe­ rirlos a todos m ayor seguridad. Prohibió que ingresaran los bienes de los condenados en su tesoro privado, habiendo sido depositados en su totalidad en el del Estado. Aumentó la cuantía de la donación a los niños y niñas a los que Trajano había re­ partido ya alimentos 43. A los senadores que se haDÍan arruinado sin culpa propia les completó los bienes patrimoniales de su censo senatorial44 en consonancia con el número de hijos, de tal modo que a la mayor parte de ellos les proporcionó, en la fecha señalada y sin dilación alguna, la ración que necesitaban para su sustento. Para que pudieran ejercer sus cargos, se mostró extremadamente libe­ ral en sus donativos no sólo con sus amigos, sino también con otros muchos, sin distinción alguna. Ayudó con sus dispendios a algunas mujeres para que pudieran mantener su plan de vida. Ofreció combates gladiatorios durante seis días consecuti­ vos y exhibió mil animales salvajes en el día de su cumpleaños.

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42 A ugusto estableció, a costa de las ciudades de tránsito, un cu rs u s p u b lic u s , o sea unos cursores o ta b e lla r ii que llevaban las cartas oficia­ les haciendo paradas en distintas mansiones (s ta tio n e s ) y utilizando o r­ dinariamente el caballo como m edio de locom oción. A driano trasladó los costos de este servicio al fisco, o tesoro particular del príncipe. Para este concepto, cf. n. 75. 43 Recibía el nom bre de alimentos (a lim en ta ) las cantidades de dine­ ro que pagaba el poder im perial para alimentar a los niños pobres. 4 La cantidad precisa para el censo senatorial era de 1,0 00 .0 00 de sestercios, frente a los 4 00 .0 0 0 del censo ecuestre cf. n. 6.


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Asoció a la intimidad de la majestad imperial a los miembros más distinguidos del senado. Despreció los juegos circenses decretados en su honor, a excepción de los conmemorativos de su natalicio 45. Aseguró frecuentemente en las asambleas del pue­ blo y en el senado que gobernaría la república, consciente de que era un bien del pueblo, no de su propiedad. Nombró a muchos ciudadanos cónsules por tercera vez, porque él también había osten­ tado este cargo tres veces; sin embargo, encumbró a un número incontable de ellos con el honor de un segundo consulado. Y, por lo que respecta a su tercer consulado, lo desempeñó sólo durante cua­ tro meses y administró justicia con mucha frecuen­ cia durante su ejercicio. Asistió siempre a las sesiones reglamentarias del senado, cuando se encontra­ ba en Roma o en sus cercanías. Elevó la dignidad del senado a tal altura restringiendo los nombra­ mientos de los senadores que, cuando nombró se­ nador a Atiano revistiéndole con los ornamentos consulares 46 tras dejar la prefectura del pretorio 47, manifestó que no disponía de ningún título más honroso que ofrecerle. No permitió que los caballeros romanos actuaran como jueces en los procesos ue afectaban a los senadores, ni cuando él se haaba presente ni cuando estaba ausente. En efecto, por aquel entonces era costumbre que, cuando el

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45 La celebración del aniversario del nacim iento del em perador está atestiguada desde A ugusto, cf. Suetonio, A u g., 57,1. Adem ás de juegos circenses, como en esta ocasión, se decretaban otros espectáculos, cf. P értin a x , 15, 5, A n to n in o , 5, 2. 46 Estos ornam entos eran los lictores, los fasces y la segur, la banda de púrpura o la ticla u u s, la toga blanca o p r a e te x ta y los borceguíes r o ­ jos c a lc e i p a tr icii. 47 Jefatura de la guardia im perial o cohortes pretorias .^ ^ d e se m p e ­ ñaban dos prefectos elegidos p o r el em perador entre los Jabeltóros, que fueron adquiriendo cada vez más poderes y más im portantes: m ando de las tropas estacionadas en R om a e Italia, participación en el consejo del príncipe (co n siliu m p r in cip is ) y asunción de la presidencia en los p ro ­ cesos, que se celebraban ante el em perador, si éste se hallaba ausente.


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príncipe revisaba determinados procesos, llamara a consejo 48 a senadores y caballeros romanos y dic­ tara sentencia ateniéndose a la opinión de ambos es­ tamentos. En fin, despreció a los príncipes que tuvieron menos consideraciones con los senadores. A su cuñado Serviano, con el que mostró tanta defe­ rencia que corría siempre a su encuentro cuando ve­ nía de su dormitorio, sin que mediara una petición o una súplica suya, le concedió por tercera vez el consulado, no asumiendo él esta magistratura como colega suyo, para no emitir su opinión en segundo lugar, dado que Serviano había sido ya dos veces cónsul antes que él. 9 Entre tanto, abandonó muchas provincias adqui­ ridas por Trajano y destruyó, contra los deseos ge­ nerales, el teatro que éste había construido en el Campo de Marte. Y, ciertamente, estas medidas de gobierno parecían mucho más siniestras porque Adriano fingía que Trajano le había dado órdenes en secreto para que realizara todo aquello que con­ siderara molesto para el pueblo. Decidió dar muerte a Atiano su actual prefecto y en otro tiem­ po tutor suyo, porque no podía soportar su in­ fluencia política; pero se retractó inmediatamente porque se veía asediado por el odio que había pro­ vocado el asesinato de cuatro consulares, cuya muerte, por cierto, él atribuía a los designios de Atiano. Como no podía darle un sucesor, porque él no lo pedía, se las ingenió para que lo pidiera y, tan pronto como presentó su petición, transfirió la dignidad pretorial a Turbón 4 , Por entonces también nombró a Septicio Claro 50 sucesor de Simile,

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48 Los consejeros del em perador comienzan a utilizarse desde A u ­ gusto, pero sólo se constituyen con carácter oficial bajo A driano. 49 C f. n. 27. ' 30 C ayo Septicio C laro fue amigo de Suetonio, quien le dedicó las «Vidas de los X II Césares». Septicio, Simile, y el propio Suetonio se­ rían destituidos de sus cargos al mismo tiempo, cf. A d ria n o 1 ! , 3.


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el otro prefecto. Después de alejar de la prefectura 6 a estos dos hombres a los que debía el poder, se di­ rigió a Campania y ayudó a todas sus ciudades con beneficios y largezas, incluyendo entre sus amista­ des a los mejores ciudadanos. En Roma, en cam- 7 bio, honró con su presencia las ceremonias con que los pretores y los cónsules inauguraban sus cargos, asistió a los convites que ofrecían sus amigos, visi­ tó dos y tres veces al día a los enfermos, incluso a algunos caballeros y libertos, los restableció con sus consuelos, los animó con sus consejos y los invitó en todo tiempo a sus festines. En definitiva, actuó 8 en todo como un simple particular. Tributó hono- 9 res extraordinarios a su suegra mediante la celebra­ ción de juegos gladiatorios y con otros homenajes. 10 Después de esto, se dirigió a la Galia y ayudó a todas las ciudades con distintas liberalidades. Des- 2 de allí se trasladó a Germania y , aunque prefería la paz a la guerra, entrenó a los soldados, como si la guerra fuera inmediata, instruyéndoles con pruebas de resistencia, dándoles ejemplo de vida militar in­ cluso con su presencia entre los pelotones y co­ miendo con placer el rancho castrense delante de to­ dos, es decir, tocino, queso y agua mezclada con vi­ nagre, a imitación de Escipión Emiliano 51, de Metelo 52 y de su protector Trajano, remunerando a muchos con premios y a algunos con cargos, para que pudieran soportar sus órdenes que resultaban m uy severas. Fue él efectivamente quien, después 3 de César Octaviano, mantuvo la disciplina que se estaba relajando por la despreocupación de los príncipes que le precedieron. Reguló los servicios y los gastos y no toleró jamás que nadie se ausen51 Es decir, P. C o rn elio Escipión Emiliano (18 4-12 8 a. de C.). Tom ó y destruyó Cartago el 14 6 y en 133 reprim ió la revuelta de Numancia, lo que le valió el títu lo de A frica n u s N u m a n tin u s. Cecilio M etelo N um idico, que luchó contra Y ugurta en 10 9 -1 0 7 , cf. Salustio, Y u g., 43-8 0.


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tara del campamento sin causa justificada, no sien­ do la simpatía de los soldados, sino la justicia la que determinaba la recomendación de los tribunos. Y animaba a los demás también con el ejemplo de su virtud, ya que hacía marchas armado por espacio de veinte mil pasos, hacía demoler los suntuosos comedores de los cuarteles, los pórticos, las grutas artificiales y los jardines 53, vestía con frecuencia una indumentaria m uy sencilla, empuñaba un taha­ lí desprovisto de oro, prendía su sayo con una fí­ bula sin piedras preciosas y llevaba envainada una espada que sólo tenía la empuñadura de m arfil; visitaba a los soldados enfermos en sus alojamientos, escogía el lugar para emplazar el campamento, no daba el bastón de mando de centurión a nadie que no fuera fuerte y que no tuviera buena fama, ni nombraba tribunos más que a los que tenían la bar­ ba poblada o una edad tal que, por su prudencia y años, pudieran sobrellevar el peso del tribunado y no permitía que los tribunos aceptaran ningún pre­ sente de los soldados, hacía desaparecer todo tipo de refinamientos de todas las partes y , finalmente, reparaba el armamento de los soldados y renovaba su equipaje. Respecto a la edad de los soldados, él consideraba también que nadie debía servir en el ejército, contrariando las costumbres ancestrales, con menos años de los que el valor militar exigía, ni con más de los que permitía la condición huma­ na, y procuraba siempre conocer a los soldados y saber su número. 11 Procuraba además inspeccionar minuciosamente los almacenes del ejército, examinando también los impuestos de las provincias sagazmente para poder

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53 Se trata de distintos lugares de esparcimiento. Eran fam osos, so ­ bre todo, estos dos últim os, los c rip ta , grutas o pasajes subterráneos y top ia , jardines artificiales al aire libre, con los que los soldados inten­ taban paliar los rigores del sol. Traducim os p o r «suntuosos com edo­ res» el térm ino triclin ia , estancias dedicadas a comedores, algunos de gran lujo y extensión, cf. U . E. Paoli, U rbs. pp. 78, 79, 94.


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subsanar cualquier necesidad, si se echaba en falta algo en algún sitio. Con todo, se esforzaba más que ningún otro emperador por no comprar nunca ni conservar nada que fuera superfluo. Y así, después de haber cambiado la actitud de los soldados com­ portándose como un rey, se dirigió a Bretaña don­ de reprimió gran número de abusos, siendo el pri­ mero que construyó un muro de ochenta mil pasos de longitud, para que mantuviera separados a los bárbaros de los romanos 54. Sustituyó en sus cargos a Septicio Claro, prefecto del Pretorio, a Suetonio Tranquilo, jefe de la correspondencia 55 y a otros muchos, alegando que por aquella época se habían comportado con su es­ posa Sabina con mayor familiaridad en el trato de lo que exigía la etiqueta de la corte imperial y ase­ gurando que, si hubiera sido un simple ciudadano, la habría repudiado por su actitud displicente y hu­ raña. Deseaba saber no sólo lo que ocurría en su palacio, sino también en la casa de sus amigos hasta tal extremo que se enteraba de todos los secretos por mediación de los «frumentarios» 56, y sus ami­ gos no se daban cuenta de que conocía su vida pri­ vada hasta que él mismo no se lo revelaba. Por ello, no resultará aburrido insertar la narración de un in­ cidente que demuestra que él consiguió múltiples noticias sobre sus amigos. En efecto, en una ocasión en que a cierto individuo le había escrito su es­ posa reprochándole que no quisiera volver con ella porque se lo impedía su afición a los placeres y a los baños, y Adriano se había enterado de ello por

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54 La famosa· m uralla de A driano de 100 km. que se extendía desde la desembocadura del Tyne hasta el golfo de Solw ay First. 55 C ayo Suetonio Tranquilo (7 5 -16 0 a. de C .), autor de las «Vidas de los X II Césares». Esparciano en lugar de lla m a r le p r o c u r a t o r a b ep istu lis, le llama m a g is t e r ep is to la ru m , utilizando la term inología que se impuso después. L os fr u m e n t a r ii eran una especie de inspectores que utilizaban los emperadores como espías. C f. M a crin o , 12 ,4; C la u d io, 17,1.


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los «frumentarios», cuando aquél le pidió un per­ miso de viaje, Adriano le reprochó su afición refe­ rida. Entonces aquél le replicó: «¿Acaso mi esposa te ha escrito también a ti lo que a m í?» En realidad, piensan que esta práctica constituyó su vicio más importante y añaden a él otras afirmaciones sobre su pasión por los muchachos y sus adulterios con mujeres casadas por las que se dice que Adriano an­ duvo inquieto, imputándole además que no fuera capaz de ser fiel a sus amigos. 12 Normalizada la situación en Bretaña, se trasladó a la Galia preocupado por una sedición que surgió en Alejandría a causa del buey A p is 57. Su hallaz­ go, después de muchos años, dio origen a una re­ friega entre diversos pueblos, dado que todos com­ petían con celo por ver en cuál de ellos debía ser entronizado. Por este tiempo hizo construir en N imes en honor de Plotina una basílica de admirable arquitectura. Después se dirigió a Hispania e invernó en Tarragona, donde restauró el templo de Au­ gusto a sus expensas. Convocó a todos los colonos de Hispania a una asamblea en Tarragona y al ver que los procedentes de Itálica rechazaban el alista­ miento entre mofas, como textualmente afirma M a­ rio Máximo, y que el resto de los colonos lo ha­ cían con fuertes amenazas, actuó con prudencia y cautela. Por esta época, cuando paseaba en Tarragona por un bosquecillo, afrontó, no sin que,se) le alabara por ello, un gravísimo peligro, pues la ata­ có con violencia, y espada en mano, un siervo de su huésped. Lo retuvo y entregó luego a los cria­ dos que corrían hacia él; pero, cuando constató que estaba loco, mandó que lo llevaran a los médicos para que lo curaran, sin dar él muestras de turba­ ción alguna. Por estas fechas y en otras ocasiones, en muchos lugares en los que servían de frontera

37 D ios adorado p o r los egipcios bajo la form a de buey.

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con los bárbaros no los ríos sino unos simples mo­ jones, separó a los bárbaros clavando profunda­ mente troncos enormes y entrelazándolos a modo de empalizada que sirviera de muro. Impuso un rey a los germanos, reprimió las revueltas de los mau­ ritanos y consiguió suplicaciones58 del senado. Por aquel tiempo la guerra con los partos no fue más que una intentona que Adriano reprimió mediante una entrevista. 13 Después de esto, se dirigió por mar a Acaya a tra­ vés de Asia y de las islas y , siguiendo el ejemplo de Hércules y Filipo, se inició en los misterios Eleu­ sinos 59, otorgó muchos favores a los atenienses y ocupó un sitial actuando como presidente de los juegos. Y aseguran que en A caya también se observó la costumbre de que ninguno de sus acom­ pañantes entrara en los templos con armas, a pesar de que durante las celebraciones religiosas muchos de los asistentes solían llevar cuchillos. Después navegó hasta Sicilia, donde subió al monte Etna, para contemplar la salida del sol que, según dicen allí, aparece con varios colores a modo de arco iris. Desde allí vino a Roma y desde Roma se trasladó a África, asignando muchos privilegios a las provin­ cias africanas. Difícilmente emperador alguno recorrió tantas tierras con tanta rapidez. Finalmente, después de volver a Roma tras haber permanecido en Africa, dirigiéndose inmediatamente a Oriente, hizo el viaje pasando por Atenas, donde inaguró las obras que había iniciado en esta ciudad, como el templo de Júpiter Olímpico y un altar erigido en su propio honor, y , de la misma manera, a lo largo del itinerario que hizo por Asia, consagró los tem-

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58 Las s u p p lic a tio n e s eran plegarias y ceremonias de acción de gra­ cias decretadas po r el senado en h on or de una o más divinidades.También las podía decretar el senado, como en este caso, para hon rar a un general victorioso, en sustitución del triu nfo, la^ovación, etc.

59 Misterios relacionados con el culto a Dám ete/, diosa de la agricul­ tura.


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píos que habían recibido su nombre. Después aceptó de los habitantes de Capadocia unos esclavos destinados al servicio de los campamentos. Invitó a la amistad a gobernadores y reyes, cursando tam­ bién dicha invitación a Osdroe, rey de los partos, al que devolvió su hija que había sido hecha prisio­ nera por Trajano, garantizándole la devolución de la silla regia que igualmente le había sido arrebata­ da. Y, cuando acudieron a visitarle algunos reyes, se portó con ellos de tal modo que los que no qui­ sieron venir se arrepintieron de ello; y actuó así es­ pecialmente por Farasmanes 60, que despreció orgullosamente su invitación. Ciertamente, cuando nacía el recorrido por las provincias, castigó a los procuradores y gobernadores por sus faltas con tanta rigurosidad que se creía que era él quien por propia iniciativa sobornaba a los acusadores. 14 En el curso de estos viajes concibió tal odio con­ tra los habitantes de Antioquía que decidió separar Siria de Fenicia para que no se llamara Antioquía la metrópoli de>tMitas ciudades. También por este tiempo los judiçs se alzaron en guerra, porque se les prohibió la práctica de la circuncisión. En una ocasión en que estaba haciendo un sacrificio en el monte Casio, a donde había subido por la noche para contemplar la salida del sol, se desencadenó una tempestad y un rayo carbonizó a la víctima y al victimario. Tras recorrer Arabia, llegó a Pelusio, donde construyó el túmulo de Pompeyo, al que dotó de gran suntuosidad. Perdió durante una travesía por el Nilo a su favorito Antinóo 61, al que lloró como si fuera una mujer. Sobre lo cual corren diversos rumores, pues unos autores dicen que él se había consagrado al servicio de Adriano otros,

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60 R ey de los iberos, que ocupaban parte del actual distrito de Transcaucasia. 61 Joven herm oso, natural de Bitinia, cf. D ión Casio, L X IX , 11 ' A driano fundó en su h on or una ciudad llamada A ntin oe o A ntinópolis.


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lo que hace presumir la belleza de Antinóo y la ex­ cesiva sensualidad de Adriano. Pero, como quiera que sea, los griegos le deificaron accediendo al de­ seo de Adriano, pues afirmaban que pronunciaba oráculos que, según dicen, había compuesto el mis­ mo emperador. Fue muy aficionado a la poesía y a la literatura, y m uy experto en aritmética, geometría y pintura. Se jactaba de su habilidad para tocar la cítara y para cantar. Era inmoderado en sus deseos. Llegó inclu­ so a componer muchos poemas en verso sobre las personas a las que amaba. [Escribió poemas eróticos 62]. Fue m uy diestro en el manejo de las armas y m uy entendido en el arte militar, e hizo también prácticas con las armas de los gladiadores. Fue, al mismo tiempo, severo y afable, serio y jocoso, irresoluto y presuntuoso, ta­ caño y generoso, doble y franco, cruel y clemente y, siempre y en todo, constante. 15 Enriqueció a sus amigos sin que ellos se lo pi­ dieran realmente, no negándoles tampoco nada cuando se lo pedían. No obstante, también escu1' 1 ’ 1■■ osas que se rumorearazón los consideró corno enemigos a casi todos, a los más amigos y a aquéllos a los que había elevado a los más altos cargos, como a Atiano, Nepote y Septicio Claro. En efecto, precipitó en la indigencia a Eudemón, anteriormente cómplice de su ascenso al trono; obligó a Polieno y a Marcelo a que se dieran una muerte voluntaria, zahirió a Heliodoro con libelos infamantes y permitió que Ticiano fuera acusado como culpable de un intento de usurpación y que por ello se le proscribiera. Persiguió encarnecidamente a Umidio Cuadrato, Catilio Severo y T ur­ bón y obligó a morir al esposo de su hermana, Ser1,2 Parece que se trata de una glosa al texto.

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viáno, que tenía noventa años de edad, a fin de que no le sobreviviera. En fin, persiguió a libertos y a algunos soldados. Y, a pesar de que poseía mucha facilidad para redactar en prosa y en verso y de que tenía muchos conocimientos en todas las artes, no obstante, se rió, despreció y humilló a los profeso­ res de todas ellas por creerse más entendido que ellos. Con frecuencia compitió con estos mismos profesores y filósofos, y por ambas partes publica­ ron libros y poemas en plan de réplica. Por cierto, un individuo llamado Favorino, habiéndose visto reprendido por Adriano por el uso que había he­ cho en cierta ocasión de un término y habiendo ce­ dido a su crítica, ante los reproches de sus amigos que le censuraban su mal proceder por plegarse a la voluntad de Adriano respecto al uso ae un tér­ mino que ya habían empleado escritores afamados, suscitó grandes carcajadas entre todos los presen­ tes, pues les dijo: «No me aconsejáis bien, amigos míos, puesto que no soportáis que yo considere más sabio que nadie a quien tiene bajo su mando a treinta legiones». 16 Adriano deseó tanto que su fama se hiciera céle­ bre, que dio a algunos libertos suyos versados en las letras los libros que había escrito sobre su vida 63, ordenándoles que los publicaran con sus firmas; por otra parte, también se dice que los li­ bros de Flegonte son de Adriano. Escribió libros m uy oscuros de contenido satírico imitando a Antímaco 64. Al poeta Floro 65 que escribió este poe­ ma:

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63 C f. I, 1. 64 A ntím aco de C o lo fó n (¿400 a. de C .?), autor de un poem a épico, la Tebaida, al que A d rian o prefería a H om ero, según D ión Casio, L X IX , 4. 65 L. A neo flo ro , africano, p ro feso r con grandes cualidades de sín­ tesis demostradas en su E p ito m e d e g e s t i s r o m a n o r u m , resum en del A b u r b e c o n d ita de L ivio. Se conocen 30 versos de él incluidos en la A n ­ tología Palatina.


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«Yo no quiero ser César, caminar entre britanos, ocultarme entre..., soportar hielos de Escitia». le contestó:

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«Yo quiero ser Floro, andar de taberna en taberna, ocultarme por los tugurios, soportar rechonchas chinches». Le gustaba además el estilo arcaico en la expresión. Declamó controversias. Prefería Catón a Cicerón, Ennio 67 a Virgilio y Celio 68 a Salustio, y con igual jactancia emitía juicios sobre Homero y Platón. Se creyó tan entendido en astrologia que el día uno de enero por la noche había escrito ya aquello que podría ocurrirle a lo largo del año y , de hecho, dejó escrito para el año en que murió lo que iba a realizar hasta la crítica hora en que murió. Pero, aunque era propenso a censurar a los mú­ sicos, a los autores trágicos y cómicos, a los gra­ máticos y a los retóricos y oradores, con todo, hon­ ró y enriqueció a todos los profesores, a pesar de que les acosaba constantemente con preguntas. Y, aunque él mismo era el culpable de que muchos se apartaran de su presencia apesandumbrados, afir­ maba que le causaba mucha tristeza ver a alguien afligido. Trató con gran familiaridad a los filósofos Epicteto y Heliodoro y, para no citar a todos por su nombre, a los gramáticos, retóricos, músicos, geómetras, pintores y astrólogos, y por encima de los demás, según dicen, a Favorino. A los maestros

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66 M arco Porcio C atón (95-46), orador cuya característica más acu­ sada es su austeridad de estilo. 67 Ennio (239-169), fam oso sobre todo p o r su poema épico titulado

A n n a les. 68 Lucio Celio A ntip ater, analista que escribió una historia sobre la segunda guerra púnica.


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que parecían ineptos para ejercer su profesión los enriqueció y dio distintos honores, pero luego los destituyó. 17 A los que tuvo por enemigos mientras era un ciu­ dadano particular los despreció siendo emperador hasta tal extremo, que a un enemigo capital de an­ taño le dijo cuando ya ocupaba el trono: «te has librado». Proporcionó siempre caballos, mulos, vestidos y todo el equipamiento necesario a los alis­ tados por él personalmente a las armas. Envió frecuentemente a sus amigos, sin que lo esperaran, los regalos típicos de las Saturnales 69 y las Sigilarías 70 y los recibía también gustoso de ellos y , a su vez, les ofrecía otros. Para descubrir los fraudes de sus proveedores, cuando ofrecía banquetes en múltiples triclinios 71, ordenaba que sirvieran manjares de otras mesas, incluso de las más alejadas. Superó a todos los reyes en sus dádivas. Se bañaba frecuen­ temente en público y mezclándose con todo el mundo. Por ello, se hizo célebre aquella broma de los baños: en una ocasión en que vio a un veterano al que había conocido en el ejército restregarse en la pared la espalda y el resto del cuerpo, le pregun-

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59 Las S a tu rn a lia eran una fiestas que se celebraban en h o n or de Sa­ turno para conm em orar su acogida en el Lacio p o r Jano, cuandp aquél fue destronado p o r Jú p iter. C om enzaban con un sacrificio en el tem plo de Saturno, celebrándose después banquetes públicos tras los que la gen­ te gritaba ¡ l o S a tu rn a lia ! ¡B o n a S a tu rn a lia ! Los esclavos, sobre todo, se entregaban al regocijo, pues se recordaba la edad de oro en la que no existía la esclavitud. Se intercam biaban regalos de muchas clases, como en las Sigilarías, cf. in fra . 70 S igilla ria . Fiestas que se celebraban a continuación de las S a tu r­ n a lia , llegándose a fu n d ir con ellas, y en las que se repartían como ob­ sequios estatuillas de arcilla (cf. s ig illa e ) , u otras figuras de cobre o b ro n ­ ce. 71 El triclinio era un lecho de tres plazas en el que se podía com er recostado. Después de la república se fue reem plazando p o r un lecho de madera sem icircular (cf.· M arcial, X IV , 87; A p u leyo, M e ta m o r fo sis, V ), dispuesto alrededor de una mesa redonda llamada s ig m a , al que alu­ de el texto, nom bre que recibía p o r una de las form as prim itivas de la letra griega sigma, que se escribía con form a de C.


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tó el motivo por el que se rascaba en el mármol y, cuando oyó que actuaba así porque no tenía escla­ vo, le regaló esclavos y dinero para que los mantu­ viera. En cambio, otro día, cuando una multitud de ancianos se restregaban en la pared con el fin de provocar su generosidad, ordenó que los hicieran acudir ante él y que luego se rascaran los unos a los otros mutuamente. Fue también amante de la plebe, pero m uy jactancioso. Era tan aficionado a los viajes que quería aprender personalmente todo lo que había leído sobre los distintos lugares del mundo. Soportó fríos y tempestades con tanta paciencia que nunca se cubrió la cabeza. Se mostró extremadamente deferente con muchos reyes, en cam­ bio, a un gran número de ellos llegó a comprarles la paz, se vio despreciado por algunos, y a muchos hizo extraordinarios regalos, pero a ninguno más espléndidos que al rey de los ib ero s72, al que en­ vió un elefante y una cohorte de cincuenta solda­ dos, además de otros magníficos presentes. Habiendo recibido de Farasmanes también como donación personal ricos regalos, y entre ellos unas clámides 73 de oro, Adriano envió a luchar a la arena a 300 reos vestidos con clámides de oro para reírse de tales re­ galos. 18 Cuando administraba justicia, mantenía en el tribunal no sólo a sus amigos o a los miembros de su séquito, sino también a jurisconcultos, princi­ palmente a Juvencio Celso, Salvio Juliano, Neracio Prisco, y otros, a condición de que su elección la hubiera realizado la totalidad de los senadores. Entre otras disposiciones, estableció que no se destru­ yera ninguna casa en ninguna ciudad con el propó­ sito de transportar a otras ciudades sus materiales

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72 Farasmanes, cf. 13, 9. 73 M anto cuadrado o rectangular echado sobre la espalda y prendido mediante un broche. Procedía de Tesalia donde se llamaba c h la m y s (Λ χ α μ ύς).


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de construcción, aunque fueran de poco valor. Concedió la duodécima parte de los bienes de sus padres a los hijos de los proscritos. No admitió acusaciones de lesa majestad 74. Rehusó las herencias de las personas desconocidas, y no aceptó tampoco las de las conocidas si tenían hijos. Respecto a los tesoros, dispuso que si alguien se los había en­ contrado en sus propias fincas, se hiciera dueño de ellos; si los había encontrado en terreno ajeno, die­ ra la mitad a su dueño; y , si los había encontrado en unas fincas de dominio público, los repartiera a medias con el fisco 75. Prohibió que los amos mataran a sus esclavos y ordenó que fueran los jueces quienes los condenaran, si eran dignos de condena. A los mercaderes y maestros de gladiadores les pro­ hibió la venta de esclavos o esclavas, si no había ra­ zón para ello. Mandó azotar en el anfiteatro a los que habían dilapidado sus propios bienes, si tenían poder legal sobre ellos, y luego les dejó libres. Eliminó los calabozos de esclavos y de siervos. Re­ partió los baños por sexos. Ordenó que, si algún amo había resultado asesinado en su casa, no se in­ terrogara a todos los esclavos, sino a aquéllos que podían saberlo por vivir cerca. 19 Desempeñó la pretura en Etruria siendo empe­ rador. Fue dictador 76, edil y duunviro 77 en distin­

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74 Se llamaban delitos de majestad los que atentaban contra el Esta­ do. Para castigarlos Sila sancionó una ley llamada lex m a jesta tis. Bajo el im perio se siguió legislando en contra de estos delitos con penas que iban desde el exilio a la muerte. 75 El fis c u s era una canastilla que utilizaban los romanos para guar­ dar la moneda. Luego vin o a significar la cantidad de dinero destinada a los gastos del soberano y del tesoro de la corona p o r oposición al te­ soro del Estado (a er a riu m ). 76 N o se trata del antiguo m agistrado extraordinario nom brado p o r el senado en casos exepcionales, pues A n ton io abolió definitivam ente esta magistratura, sino de un cargo que en algunas ciudades sutituía al de los pretores o duunviros (cf. n. 77). 77 Cargo honorífico asumido p o r A driano. Los duunviros ( d u u m u iri iu r i d ic u n d o ) eran los magistrados principales de las colonias.


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tas ciudades latinas, demarco 78 en Ñapóles, magis­ trado quinquenal 79 en su país natal y en Adria, a la que consideró como su segunda de patria, y arconte 80 en Atenas. En casi todas las ciudades construyó algún edificio y organizó juegos. Ofreció en el estadio de Atenas una cacería de un millar de fieras. Jamás desterró de la ciudad de Roma a ningún cazador ni a ningún actor. En Roma, además de otros espectáculos desmedidos, distribuyó especias al pueblo en honor de su suegra y dio órdenes para que rocia­ ran las gradas del teatro con chorros de bálsamo y de azafrán en honor de Trajano. Ofreció en el teatro representaciones de todo tipo, siguiendo una costumbre ancestral e hizo actuar públicamente a los histriones de la corte. H izo dar muerte a muítitud de fieras en el circo, y a menudo hasta un cen­ tenar de leones. Ofreció con frecuencia al pueblo las danzas militares p írricas81. Asistió a menudo a las luchas gladiatorias. A pesar de que erigió infinidad de construcciones en todas las partes, nunca grabó su propio· nombre, excepto en el templo de su padre Trajano. En Roma reconstruyó el Panteón s2, los Seto s83 y la basílica de Neptuno 84, un

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78 Era el magistrado principal de N ápoles donde, p o r ser ciudad grie­ ga, se conservó su nom bre originario « d e m a r c h o s » [δήμαρχος]. 79 Magistrado c®n poderes censorios para cinco años. 80 El arconte p o r excelencia era el prim ero de los nueve magistrados de Atenas que recibían dicho nom bre. A driano fue arconte en el año 112 , como consta p o r una inscripción, cf. C .I.L ., III, 550. 81 Las danzas pírricas (Π νρριχη) eran danzas guerreras inventadas, según la tradicción, p o r P irro o N eoptólem o, hijo de Aquiles. L os dan­ zarines imitaban en ellas todas las fases del combate. César introdujo una imitación de çllas en R om a, cf. Suetonio, C a es., 39, y luego se si­ guieron representando ininterrum pidam ente, cf. Suetonio, N ero , 12. 82 Edificado junto a los S a ep ta I u lia e (cf. n. 83). La primera cons­ trucción del Panteón (Π α ν θ εΐο ν) data del año 27 a. de C., en tiempos de A gripa. Fue reconstruido p or prim era vez por Dom iciano tras un incendio que le destruyó parcialmente. La segunda reconstrucción a que alude el texto fue encomendada probablem ente a A polodoro de Da­


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gran número de templos, el foro de Augusto 85, los baños de Agripa 86, y consagró todos ellos con los nombres propios de sus fundadores. Construyó también un puente, al que le dio su propio nombre, un sepulcro al lado del Tiber 87 y el tem­ plo de la Buena Diosa 88. También, con la colaboración de su arquitecto Decriano, llevó a cabo el traslado del Coloso 89 del lugar en el que actual­ mente está situado el templo de la Ciudad, mante­ niéndolo en pie y en suspenso, pero con un esfuer­ zo tan gigantesto que tuvo que emplear para su transporte veinticuatro elefantes. Y, después de haber consagrado al Sol esta estatua, tras borrar el ros­ tro de Nerón al que había estado dedicada anterior­ mente, proyectó tallar otra similar en honor de la Luna, bajo la dirección del arquitecto Apolodoro. 20 Fue m uy afable en las entrevistas, incluso en las de los más humildes, despreciando a aquéllos que trataban de privarle de la satisfacción de ser bon­ dadoso, bajo el pretexto de que así preservaba su dignidad imperial. Cuando estuvo en Alejandría pro-

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masco, quien reform ó su arquitectura originaria, constituyéndose luego como m odelo para muchas obras del neoclasicismo. 8J Se llamaban «Setos» (s a ep ta ) a los cercados del Cam po de M arte donde se reunían las tribus y centurias en los comicios rom anos para proceder a las votaciones. Inicialmente se delim itaron con vallas de ma­ dera, pero luego con distintas construcciones, como las galerías de m ár­ m ol que inició César y recibieron el nom bre de S a ep ta lu lia e . 84 Estaba al N orte de los S a ep ta , construido p o r A gripa en el año 25 d. de C. 85 A l N oreste del F o ro R om ano y contiguo al templo de M a rs U ltor. 86 A l Sur del Panteón. 87 Se trata del M a u s o le u m H a d ria n i, ubicado a la orilla derecha del Tiber, la actual residencia veraniega de los Papas, el castillo de S. A n ­ gelo. Lo acabó de construir A n to n io Pío, cf: A n to n in o , 8, 2. 88 U na divinidad rom ana que recibía también otros nom bres como F auna, p o r ser esposa del dios Fauno, y F austa, y cuyo culto estaba re­ servado a las mujeres romanas y vedado a los hombres. 89 Estatua de N erón de dimensiones gigantescas que estuvo empla­ zada en el vestíbulo de la D o m u s A u rea de N erón, cf. Suetonio N ero, 3 1, 1.


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puso en el museo a los profesores múltiples cues­ tiones y respondió él personalmente a las que ellos le proponían. Mario Máximo dice que fue cruel por naturaleza y que realizó con humanidad muchas de sus acciones precisamente movido por el temor de que le aconteciera lo mismo que a Domiciano. Y, aunque no eran de su agrado las inscripciones en las obras públicas, dio el nombre de Adrianópolis a muchas ciudades, como por ejemplo, a la propia Cartago y a una parte de Atenas. También impuso este nombre a un número incalculable de acueduc­ tos. Fue el primero que instituyó el abogado del fisco 90. Tenía una gran memoria y un talento extraordinario; en efecto, dictaba personalmente sus dis­ cursos y respondía a todo tipo de cuestiones. Se conservan muchísimos de sus chistes, pues era m uy dicharachero, de ahí que se hizo famosa aquella res­ puesta que dio a un individuo que ya comenzaba a estar cano, cuando se le presentó por segunda vez con la cabeza teñida a pedirle algo que le había pe­ dido antes : «Ya le he dicho que no a tu padre». Liamaba por su nombre, sin necesidad de n o m en clá ­ to r 91, a muchísimas personas, cuyos nombres ha­ bía oído una sola vez y todos juntos, de tal modo que, en muchas ocasiones, corregía las equivocacio­ nes de los n o m en clá to res. Decía también los nombres de los veteranos que había licenciado tiempo atrás. Repetía de memoria a muchos oyentes los li­ bros que acababa de leer y que le eran incluso des­ conocidos. Escribía, dictaba, escuchaba e incluso, si ello se puede creer, hablaba con los amigos al mismo tiempo. Conocía todas las cuentas públicas

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90 El a d u o c a tiis f i s c i representaba los intereses del fisco en los juicios en que éste se veía envuelto. A veces comenzaba la carrera ecuestre con el ejercicio de este cargo. 9 Esclavo que tenía por función reconocer y nom brar a las personas que visitaban a su amo, o a aquéllas con los que éste se encontraba o cruzaba en la calle.


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con más precisión que la que cualquier padre de familia escrupuloso tiene sobre su propia casa. Amaba a sus caballos y a sus perros nasta tal ex­ tremo que construyó sepulcros para enterrarlos. Fundó la ciudad de Adrianoteras en cierto lugar 92, porque allí había tenido una cacería con suerte y ha­ bía dado muerte a una osa. 21 Investigó sobre todas las sentencias escudriñan­ do constantemente los últimos detalles hasta que consiguió descubrir la verdad. No consintió que sus libertos fueran conocidos por sus actividades pú­ blicas ni que poseyeran poder alguno en su casa, culpando con sus propias palabras a todos los emeradores anteriores de los vicios de aquéllos, tras aber condenado a todos los libertos suyos que se habían jactado de su poder sobre él. De ahí que aún se recuerda aquella acción suya severa, pero no au­ sente de gracia, en relación con el trato a los escla­ vos. En efecto, como en una ocasión vio que un es­ clavo suyo paseaba, lejos de su vista, entre los se­ nadores envió a un individuo para que le diera una bofetada y le dijera: «No se te ocurra pasear entre personas de las que algún día puedas ser esclavo». El único alimento que comió con gusto, entre to­ dos, fue el tetrafármaco 93, un combinado de fai­ sán, tetina de cerda, jamón y pasteles. Hubo durante su reino hambre, peste y terremotos cuyos efectos, en su conjunto, alivió cuanto udo, y prestó auxilio a muchas ciudades que haían sido devastadas por ellos. También se desbordó el Tiber. Concedió el derecho Latino 94 a muchas ciudades y a muchas otras perdonó sus tribu­

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92 En Bitinia. 93 Véase para la discusión del nom bre, si tetrafárm aco o pentafármaco, en Elio, 5,4 y 5. Fue un plato favorito de A lejandro, cf. A leja n d ro S e v e r o , 30, 6. 94 Suponía la autonom ía municipal y la concesión de la ciudadanía romana a los magistrados locales.


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tos. No hubo durante su reinado ninguna expedíción bélica grave; y las guerras pasaron casi en si­ lencio. Fue muy amado por los soldados por la extraordinaria preocupación que mostró hacia el ejér­ cito y , al mismo tiempo, porque fue m uy generoso con ellos. Mantuvo siempre la amistad con los partos, porque destituyó al rey que Trajano les había impuesto. A los armenios les permitió tener un rey, siendo así que durante el gobierno de Trajano so­ lamente habían tenido un legado. No exigió a los habitantes de Mesopotamia el tributo que Trajano les había impuesto. Mantuvo una amistad muy estrecha con los albanos e iberos, pues colmó de do­ nativos a sus reyes, a pesar de que habían desdeña­ do visitarle. Los reyes de los lactrianos le enviaron legados para pedirle en tono suplicante su amistad. 22 Nombró tutores con m uellísim a frecuencia. Mantuvo tanto la disciplina en la vida civil como en la militar. Ordenó que los senadores y los caballeros romanos vistieran siempre la toga 95 en p ú­ blico, excepto cuando volvieran de alguna cena. El mismo se presentaba siempre con la toga cuando se encontraba en Italia. A los senadores, cuando acudían a un festín, los recibía de pie y se reclinaba jun­ to a la mesa o cubierto con el palio 96 o con la toga suelta. Actuó con la escrupulosidad de un juez fíjando los gastos de los banquetes y los redujo de acuerdo con las costumbres tradicionales. Prohibió que entraran en Roma vehículos con cargas desme­

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95 La t o g a era el vestido distintivo de los rom anos, como el p a lliu m era el de los griegos. Era ordinariam ente de lana blanca, salvo para los pobres que no podían soportar frecuentes limpiezas y para los casos de duelo. D urante el im perio se pusieron de m oda las togas de colo r, que se diferenciaron además según sus diversos usos: p r a e te x ta , p ic ta , p a lm a ta , etc. 96 El p a lliu m (fy a tio r) se introdujo en R om a hacia el siglo I d. de C. como vestido rom ano (cf. n. anterior). Consistía en un trozo de tela de gran tamaño y de form a rectangular. Su am plitud perm itía cubrir todo el cuerpo de distintas form as.


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suradas. No permitió montar a caballo en las ciu­ dades. Tampoco permitió a nadie, a menos que se encontrara enfermo, bañarse en público antes de la hora octava. Fue el primero que confió las procuratelas de la correspondencia y de las requisito­ rias 97 a caballeros romanos. Enriqueció espontáneamente a los que veía que eran pobres e intacha­ bles, pero llegó incluso a odiar a los que se habían enriquecido con astucia. Se preocupó con especial atención por los ritos romanos, pero menospreció a los extranjeros. Desempeñó el cargo de Pontífice Máximo 9S. Presidió frecuentemente los procesos que se celebraban en Roma y en las provincias, ad­ mitiendo en su tribunal a los cónsules, a los preto­ res y a los senadores más conspicuos. Drenó el lago Fucino. Nombró como jueces para toda Italia a cuatro consulares. Cuando visitó África, llovió a su llegada tras cinco años de sequía y por ello fue es­ timado por los habitantes de esta provincia. 23 Tras naber recorrido casi todas las partes del mundo con la cabeza descubierta, la mayor parte de las veces entre las más violentas tempestades y los fríos más intensos, cayó en una enfermedad mortal. Embargado de preocupación por buscar un sucesor, pensó primero en Serviano al que, como ya dijimos, obligó después a morir. Mantuvo en el más absoluto desprecio a Fusco 99 porque, insti­ gado por los presagios y prodigios, había concebi­ do la esperanza de alcanzar el imperio. Detestó a Piatorio Nepote 10°, al que antes nabía amado de

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97 Se trata de las p r o c u r a t io n e s a b e p istu lis y a lib ellis. La reform a de A driano fue im portantísim a pues arrebató a los libertos los cargos que ejercían desde C laudio y se los encomendó al estamento ecuestre tran­ form ando así la adm inistración im perial. 98 Es el jefe supremo del colegio de los pontífices que creó Numa, encargado de guardar la tradición, velar p or el culto, etc. Después de que C ésar asumió en el 63 este pontificado, todos los emperadores lle­ varon el título de P o n tifex M ax im u s. 99 Pediano Fusco era abuelo de Serviano, cf. D ión Casio, L X IX , 17. 100 Cf. 4, 2.


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tal manera que, cuando acudió a visitarle porque se hallaba enfermo, o no le admitió a su presencia por considerarle sospechoso, pero tampoco le castigó. Y detestó igualmente a Terencio Genciano 101 aun­ que a éste con más violencia aún porque veía que entonces el senado le apreciaba y, finalmente, a todos aquéllos que pensó que accederían al poder im ­ perial, como si se tratara de futuros emperadores. Y, realmente, reprimió toda la fuerza de su congénita crueldad hasta el momento en que estuvo a unto de morir en su residencia de T ív o li102, de­ ido a una hemorragia. Entonces ya, sin traba alguna, después de haber dado muerte a muchas per­ sonas directamente o mediante manejos ocultos, obligó a Serviano a suicidarse, acusándole de que aspiraba al trono porque había obsequiado con una cena a los esclavos imperiales, porque se había sen­ tado en el escaño real que estaba situado junto a su lecho y porque se había presentado en actitud m ar­ cial ante las guardias de los soldados, a pesar de ser un anciano de noventa años. También murió por entonces su esposa Sabina, rumoreándose que nabía sido Adriano quien la había dado un veneno.

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Entonces determinó adoptar a Ceyonio Cómo- 10 do, yerno del antiguo conspirador Nigrino, pues le resultaba agradable por su belleza. Adoptó por tan- 11 to a Ceyonio Cómodo Vero, a pesar de la oposi­ ción general, y le llamó Elio Vero César. Con oca- 12 sión de su adopción 103 concedió unos juegos cir­ censes y distribuyó un donativo 104 entre el pue101 D . Terencio G enciano ejerció una comandancia im portante en la guerra que Trajano m antuvo con Tracia. 102 La construcción de esta u illa , llam ada Villa H a d ria n ea , parece que se inició en el 120, creciendo con sucesivos edificios hasta el año 138. «Se levantaron edificios residenciales, palacetes, pórticos, exe­ dras, estadios, teatros, bibliotecas, odeón, etc.», cf. A . García y Belli­ do, A rte r o m a n o , M adrid, 1972, p. 385 ss. 103 Para el concepto de adopción, cf. n. 2 de Elio. 104 El donativo ( d o n a tiu u m ) era una largueza hecha por el em pera­


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bio y los soldados. Le honró con la pretura y le imuso inmediatamente al frente de la Panonia, tras abérsele concedido el consulado y las costas pre­ cisas para su ejercicio. Le volvió a designar cónsul por segunda vez. Y, como veía que tenía poca salud, solía repetir: «Nos hemos apoyado en una pa­ red caediza y hemos perdido los cuatro millones de sestercios que hemos distribuido al pueblo y a los soldados por la adopción de Cómodo». Por lo demás, Cómodo ni siquiera pudo dar gracias a Adria­ no en el senado por la adopción a causa de su en­ fermedad. Por fin, al arreciar ésta por la ingestión excesiva de un antídoto, murió el mismo día de las calendas de enero mientras dormía. Por ello Adria­ no no prohibió su luto, pues era el día destinado a los votos públicoslos. 24 Y, una vez muerto Elio Vero César, ante el aco­ so violento de una funestísima enfermedad, Adria­ no adoptó a Arrio Antonino 106, que recibió después el nombre de Pío, pero con la condición de que adoptara él, a su vez, a Anio Vero y a Marco Antonio 107. Estos son los primeros que después gobernaron el Estado como dos Augustos, en igual­ dad de condiciones. Respecto a Antonino, se dice que recibió el nombre de Pío porque ofrecía su bra-

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do r al ejército distinta del congiario ( co n g ia r iu m ) que se distribuía ge­ neralmente al pueblo, cf. Suetonio, N ero , 7; A leja n d ro S e v e r o , 16, 5. N ótese como en Elio, III, 3 se diferencia el congiario distribuido al pue­ blo del donativo en metálico. 105 V otos públicos eran los que form ulaban los magistrados en nom ­ bre del Estado. A partir del año 30 los votos anuales solían hacerse el día 3 de enero. P or esta razón se suprim ió en esta ocasión el luto p o r Elio m uerto el uno de enero, para que no coincidiera con dicha fecha. 106 Se trata de T. A u relio F ulvo B o yon io A rrio A ntonino, cf. A n to ­ n in o , 1,1, cuyo nom bre fue T. Elio C ésar A n to n in o, después de su adopción. El autor confunde los nom bres. El prim ero, Lucio C eyonio C ó ­ m odo, fue llamado Lucio Elio C óm od o A ntonino tras su adopción, y A n io V ero, al acceder al trono. El segundo, M. A n io V ero fue llamado M. Elio A urelio V ero tras su adopción, y M. A urelio A ntonino, tras la m uerte de A ntonino Pío.


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zo a su suegro, fatigado ya por la edad, si bien otros afirman que recibió dicho apodo porque arrancó a muchos senadores de las manos de Adria­ no, que ya comenzaba a mostrarse cruel, y otros, porque ofreció grandes honores al propio Adriano después de su muerte. Muchísimos vieron con do­ lor que se hubiera adoptado a Antonino en aquelíos momentos, especialmente Catilio Severo, pre­ fecto de la Ciudad, que preparaba para sí el trono. Pero, cuando se descubrieron sus intenciones, éste fue destituido de su cargo, tras haberle asignado un sucesor. Adriano, sin embargo, atormentado ya por el tedio con que vivía los últimos momentos de su vida, or­ denó que un siervo le atravesara con la espada. Cuando se dio a conocer este suceso y le llegó la noticia también a Antonino, al ver a los prefectos y a su hijo que habían entrado a visitarle y que le rogaban que sobrellevara con ánimo sereno el des­ tino que le reservaba la enfermedad, indignado con­ tra ellos, ordenó que dieran muerte al delator 108 quien, no obstante, fue salvado gracias a la inter­ vención de Antonino. Enseguida redactó el testamentó, pero no por ello abondonó las actividades exigidas por la política, mientras que Antonino ase­ guraba que él sería un parricida si, tras haber sido adoptado, permitía que Adriano se suicidara. Después de haber testado, intentó de nuevo darse la muerte, enfureciéndose más aún porque se le había sustraído el puñal. Pidió también veneno a su médico, pero éste se suicidó para no dárselo. 25 Por aquel tiempo se presentó inesperadamente una mujer que decía que había recibido durante un sueño un aviso para que indujera a Adriano a que no se suicidara, pues se iba a restablecer de la en-

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108 El delator fue una figura que se hizo famosa sobre todo desde Ti­ b erio: vivía de las denuncias y acusaciones de sus conciudadanos, cf. Tá­ cito, A nn., IV, 30; Suetonio, N ero, 10.


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fermedad y que, como no había realizado el encar­ go, se había quedado ciega; que, no obstante, ha­ bía recibido por segunda vez la orden de darle el mismo aviso y de besar sus rodillas, con la prome­ sa de recobrar la vista, si así lo hacía; y que, cuando ella hizo esto de acuerdo con la petición del sue­ ño, recobró la vista, después de haber lavado sus ojos con agua del santuario de donde había venido. Acudió también desde Panonia un anciano ciego a visitar a Adriano que estaba con fiebre y le tocó. Como consecuencia de la acción, aquél recobró la vista y la fiebre le desapareció a Adriano, aunque Mario Máximo recuerda que estas cosas se realiza­ ron mediante un simulacro. Después de esto, Adriano se dirigió a Bayas dejando a Antonino en Roma a cargo del gobierno. Al ver que allí tampoco mejoraba nada su salud, mandó llamar a Antonino y murió en su presencia en la misma ciudad de Bayas el día sexto de los idus de julio. Y odiado por todos, recibió sepultura en una quinta que poseía Cicerón en Puzol. Cuando estaba a punto de morir, como ya dijimos anterior­ mente, ordenó suicidarse al referido Serviano, ya nonagenario, con el fin de que no viviera más tiem­ po que él, ni llegara a ser emperador, como él creía; y, por pequeñas ofensas, decretó la muerte de otros muchos ciudadanos a los que salvo Antonino. Se dice que, ya moribundo, compuso los siguientes versos : «Alm illa blandilla y tiernecilla, huésped y compañera de mi cuerpo, a qué regiones te dirigirás ahora paliducha, rígida y desnudita. Ya no bromearás, como de costumbre».

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compuso otros versos similares a éstos, y no mu­ cho mejores en calidad, y también versos en griego. Vivió sesenta y dos años, cinco meses y diecisie- 11 te días. Reinó veintiún años y once meses.


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Fue de elevada estatura, de elegante figura, de ca­ bello ondulado; tenía la barba larga, para cubrir las cicatrices que poseía en su rostro de nacimiento, y una complexión robusta. Cabalgaba y caminaba mucho, y se ejercitaba constantemente en el uso de las armas y en el lanzamiento de la jabalina. En las cacerías mató muchas veces un león con su propia mano; pero, un día, en una de ellas, se rompió una clavícula y una costilla. Repartía siempre con sus amigos las piezas cobradas. Exhibió durante sus banquetes tragedias, comedias, Atelanas 109; a tañe­ dores de sambucas no, a lectores y poetas, de acuer­ do siempre con las circunstancias. Reconstruyó admirablemente la residencia de Tívoli, haciendo que colocaran en ella inscripciones con los nombres más famosos de las provincias y de otros lugares, como los de Liceo, Academia, Pritaneo, Canope, Pecile y Tempe m . Y para no omitir nada, también hizo que representaran los infiernos. Tuvo los siguientes presagios de su muerte: en su último cumpleaños, cuando estaba encomendan­ do a los dioses a Antonino, su pretexta 112 se le des­ lizó espontáneamente dejándole la cabeza descu-

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109 Farsas originadas en A tela, ciudad de Campania. En su represen­ tación intervenían tipos populares con máscaras disform es y de rasgos jocosos, siendo los más famosos el M accus, el Pappus, el Buccus y el D os­ sen u s, Relacionadas con el género satírico y los iliacos tarentinos, fue­ ro n elevadas a género literario p o r Pom ponio y N ovio en torno al 90 a. de. C ., distinguiéndose nétamente de la comedia togada y paliada. 110 La sambuca (σαμ β νχη ) era un instrum ento parecido al harpa. 111 El Liceo era una célebre escuela situada en las afueras de A tenas donde enseñó A ristóteles. La Academ ia era la escuela-jardín donde en­ señó Platón. El Pritaneo era la residencia de los pritanos o m iem bros del senado ateniense. C anope era una ciudad del Bajo Egipto, que fue fam osa p o r su corrupción. El Pecile era un pórtico de Atenas célebre p o r sus pinturas y el Tempe, un valle de Tesalia regado por el Perseo. 112 La pretexta (p r a e te x ta ) era un tipo de toga especial adornada con una banda de púrpura, tomada prim itivam ente de los etruscos, que con la b u lla (dos placas cóncavas ele o ro que form aban com o una especie de globo, cf. M acrobio, S a tu rn a les, I, 6) llevaban los niños de nacim ien­ to libre de ambos sexos y los principales magistrados.


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bierta. Un anillo, en el que estaba esculpida su imagen, se le cayó espontáneamente del dedo. La vispera de su cumpleaños se presentó un individuo desconocido gritando ante el senado. Adriano se irritó contra él, pensando que hablaba sobre su muerte, aun cuando nadie comprendió sus palabras. El mismo, al querer decir en el senado «Después de la muerte de mi hijo», dijo «Después de mi muer­ te». Soñó, además, que pedía a su padre una poción soporífera. Soñó, igualmente, que un león le ahogaba. 27 Tras su muerte, muchos lanzaron múltiples im­ properios contra él. El senado quería anular sus ac­ tos. Tampoco le hubiera concedido la apoteosis 113, si no lo hubiera solicitado vivamente Antonino. Finalmente, éste erigió en su honor un templo en Puzol, en lugar de una tumba, instituyó un certa­ men quinquenal114, flámenes, cofrades 115 y otras muchas cosas apropiadas para honrar a alguien

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113 La apoteosis (del griego ά π ο θ ε ω σ ις ) o deificación es la cerem o­ nia p o r la cual un m ortal es incluido entre el núm ero de los dioses y llamado a participar en sus honores divinos. Desconocida durante la re­ pública, se solía decretar para los emperadores tras su muerte, hacién­ dose de rigor a partir de N erva. El rito estaba minuciosamente regla­ mentado y se celebraba durante varios días al térm ino de los cuales el em perador era declarado d iu u s asegurándose su culto decretándole tem ­ plos, sacerdotes, etc., com o se revela en el texto. El término latino equi­ valente al griego es c o n s e c r a t io , cf. Tácito, A n n ., XIII, 2 ; Suetonio,

D o m ., 2. 114 El c e r ta m e n q u in q u e n n a l fue instituido p o r prim era vez p o r N e­ rón, según Suetonio (N e r o , 12, 3) de tal form a que se le llam ó también N e ro n ia n u m (N ero, 21). Consistía en competiciones triples: musicales, gimnásticas y ecuestres. 115 El texto latino dice /7a m in e s e t s o d a les . F la m en era el título dado a los sacerdotes rom anos que estaban al servicio de una divinidad y se distinguían de acuerdo con el nom bre del dios del que eran m inistros, V. g . , D ialis, de Júpiter, M a rtia lis, de M arte, etc. En el im perio, como indica el texto, se nom bran flámenes para encargarse del culto a los em­ peradores divinizados. Los s o d a le s son los individuos que pertenecen a una misma corporación a la que se confiaba el culto de un em perador divinizado. Los aquí citados son los llamados s o d a le s H a d ria n a les.


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a quien se considera como una divinidad. Como y a hemos dicho, muchos piensan que fue por esto por lo que Antonino fue llamado PĂ­o.

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(Elio Esparciano)

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A Augusto Diocleciano, su súbdito, Elio Espar­ ciano, salud. Tengo la intención, ¡oh, Augusto Diocleciano, el más eximio entre tantos emperadores!, de exponer para conocimiento de tu divinidad no solamente la vida de aquéllos que han ostentado la dignidad de príncipes en esa posición privilegiada 1 que tú man­ tienes, como he necho hasta el divino Adriano, sino también la de aquéllos que recibieron el nombre de Césares, sin haber sido emperadores o Augustos, o la de aquéllos que de cualquier otro modo llegaron a suscitar los rumores o a concebir la esperanza de que iban a alcanzar el poder. De entre ellos, debo 2 hablar, en primer lugar de Elio Vero, que fue el pri­ mero que recibió solamente el título de César al ser acogido en la familia imperial mediante la adop­ ción de Adriano. Y, puesto que son demasiado po- 3 eos los hechos que hay que narrar y dado que el prólogo no debe ser más extenso que la narración, empezaré ya a hablar de él.

1 Traducción del térm ino s ta t io , cuyo sentido m ilitar es el de «pues­ to de guardia, sitio en el que se permanece, m ansión». También se apli­ ca a los puestos de vigilancia situados en los puertos, ríos, etc. A q u í se refiere, como en otras ocasiones, a la dignidad imperial, cf. V ero, 1,6; C a ro, 1,8; A v id io C a sio, 7,1. 2 A l adoptarlo A driano, recibió el conom bre de César, pero, dado que no llegó a ser em perador, no recibió este nom bre como título im ­ perial ni ningún otro.


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Ceyonio Cómodo, que también recibió el nom­ bre de Elio Vero 3, al que adoptó Adriano después de haber recorrido ya el orbe de la tierra y cuando ya se veía agobiado por enfermedades cada vez más siniestras, a medida que su edad se hacía más pesa­ da, no tiene en su biografía nada digno de mención, excepto que fue el primero en recibir solamente el nomore de César, no por testamento, como era cos­ tumbre hasta entonces, ni de la manera como Tra­ jano fue adoptado, sino casi del mismo modo que en nuestros tiempos Maximiano y Constancio han sido nombrados Césares por vuestra Clemencia, como si se tratara de determinados hijos de empe­ radores, designados herederos de la augusta majes­ tad por su virtud. Y, puesto que se debe decir algo sobre el nombre de César, sobre todo en la biografía del hom­ bre que alcanzó este nombre sin otros títulos, los escritores más sabios y eruditos piensan que el p ri­ mero al que llamaron César recibió dicho nombre porque mató en una batalla a un elefante, animal que en la lengua de M auritania se llama caesai, o porque nació después de haber fallecido su madre tras haberla seccionado el vientre, o porque fue dado a luz y a dotado de una larga cabellera, o por­ que tenía los ojos de color azul celeste (caesii), más intenso de lo que es habitual en los hombres. Ciertamente, cualquiera que fuera la causa, fue un hado feliz el que hizo florecer este nombre tan ilustre y que estaba destinado a perdurar con la eternidad del universo. Pues bien, el hombre de que estamos hablando, recibió primeramente el nombre de Lucio Aurelio Vero; ahora bien, después de que Adriano le ads­ cribió a la familia de los Elios, es decir, a la suya, cambió dicho nombre recibiendo el de César. Su 3 C f. A d ria n o, 2 3 ,11 , y n. 103.

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padre fue Ceyonio Cómodo, a quien unos llama­ ron Vero, otros Lucio Aurelio y otros muchos Anio. Sus antepasados, todos nobilísimos, procedían en su mayor parte de Etruria o de Faenza. También hablaremos de la familia de éste con más extensión en la biografía de su hijo Lucio Aurelio Ceyonio Cómodo Vero Antonino, a quien Anto­ nino adoptó por orden de Adriano. En efecto, esta biografía es la que debe contener todos los detalles que afectan a la genealogía de la familia que cuenta con un emperador sobre el que deben darse riiúltiples noticias. 3 Elio Vero fue adoptado por Adriano por aquella época en que, como dijimos, tenía poco vigor físi­ co y cuando pensaba en la necesidad de contar con un sucesor. Recibió en seguida el nombramiento de pretor y se le encomendó la provincia de Panonia en calidad de jefe militar y gobernador 4. Poco des­ pués fue elegido cónsul y, puesto que estaba desti­ nado a asumir el poder imperial, se le nombró cón­ sul por segunda vez. Se ofreció un congiario 5 al pueblo con ocasión de su adopción y se repartie­ ron entre los soldados tres millones de sestercios; se organizaron juegos circenses y no se omitió nada que pudiera aumentar la alegría del pueblo. Gozó de tanta influencia ante el emperador Adriano que, de­ jando aparte el afecto demostrado con su adopción, por el cual se sentía más unido a él, era el único que conseguía lo que quería, incluso si se lo pedía por carta. Y, desde luego, no descuidó la provincia que se le había Encomendado: en efecto, alcanzó la fama* sitio de excelente, sí al menos de buen general jorqué' llevaba a cabo sus empresas con éxito, o mejor dicho, con feliz fortuna. No obstante, su salud fue tan escasa que Adriano se arre-

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4 D iix e t r e c to r . Esparciano utiliza aquí estos térm inos con el senti­ do que tuvieron en época po sterior a A driano. 5 C f. n. 101 a A d ria n o.


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pintió casi nada más adoptarlo y , si hubiera vivido durante más tiempo, posiblemente lo habría apar­ tado de la familia imperial, puesto que pensaba con frecuencia en adoptar a otros candidatos. En fin, 8 cuentan los autores que escribieron con mayor de­ talle la biografía de Adriano que éste conoció el ho­ róscopo de Vero y que le había adoptado, a pesar de no estar m uy de acuerdo con su capacidad para gobernar el Estado, solamente porque quería satis­ facer su pasión, y según algunos, para cumplir un juramento que dicen que él y Vero habían contraí­ do con cláusulas secretas. Mario Máximo asegura 9 que Adriano fue perito en astrologia y su afirma­ ción la corrobora diciendo que él tuvo conocimien­ to de .todo en. torno a su persona, de tal manera que escribió minuciosamente, antes de que ocurrie­ ra, lo que iba a acontecer durante todos los días de su vida hasta la hora de su muerte. 4 Además, es bien sabido que solía repetir con fre­ cuencia refiriéndose a Vero: «Los hados solamente mostrarle han a la [tierra; p ero no le p e r m itir á n v iv ir por más [tiempo.» 6 2 Y cuando en una ocasión cantaba estos versos mientras daba un paseo por un jardín y se le acer­ có uno de los literatos, con cuya compañía disfru­ taba Adriano porque le resultaba agradable, preten­ diendo completarlos con estos otros: «¡O h, dioses!, la estirpe romana os habría pa­ recido demasiado poderosa, si hubiera alcanzado estos dones.»

6 V irgilio, A en ., V I, 869. Este y los otros pasajes siguientes aluden a M arcelo, sobrino de Augusto, m uerto en el año 33 a de C. 7 I b id ., A en., V I, 870.


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dicen que Adriano respondió: «La vida de Vero no admite estos versos», añadiendo a continuación este pasaje:

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... «dad iirios a manos llenas; esparciré flores de púrpura, y el alma de mi [nieto colmaré con estos dones al menos, y le rendi[ré este, vano homenaje 8. Se dice que entonces también dijo esta frase, al tiempo que sonreía: «H e adoptado a un dios, no a un hijo.» Ahora bien, cuando uno de los literatos que estaba presente trataba de consolarle diciendo: «¿Y qué ocurriría si no se hubiera calculado correc­ tamente el horóscopo de este hombre, pues cree­ mos que él vivirá más tiempo?», dicen que Adria­ no respondió: «Tú dices esto sin importarte un ble­ do, porque buscas un heredero de tu patrimonio, no del Estado.» De ello se deduce que tuvo la intención de elegir otro candidato y , al final de su vida, apartar a Vero de los asuntos del Estado. Pero los acontecimientos favorecieron sus planes. En efecto, Elio murió debido a una ingestión de una be­ bida, con la que consideraba que se iba a curar, el día de las calendas de enero, cuando había regresa­ do ya de su provincia y había dejado redactado un bellísimo discurso, que se lee todavía hoy, com­ puesto por él personalmente o con la ayuda de sus bibliotecarios o la de sus maestros de elocuencia, para dar las gracias a su padre Adriano en esa mis­ ma fecha. Adriano dio la orden de que no se guardara luto oficial, porque lo impedían los votos so­ lemnes 9 que se efectuaban ese día. 5 Vero llevó una vida m uy agradable. Fue versado en las letras y, según dicen los maldicientes, más es8 I b id ., VI, 883. 9 C f. A d ria n o, 23, 16 y n. 105.

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timado por Adriano por su belleza que por sus cos­ tumbres. No vivió en la corte imperial durante mucho tiempo y , aunque en su vida privada no fue dig­ no de elogio, no obstante, no mereció ser criticado mostrándose además atento con su familia, elegan­ te, hermoso, de belleza regia, de rostro venerable, de elevada elocuencia, versificador fácil y aventaja­ do en el conocimiento de la política. Los autores de sus biografías dicen que se entregó a múltiples placeres, no deshonrosos ciertamente, pero sí un tanto disipados. En este sentido, se dice que fue Vero el inventor del «tetrafármaco» 10, o más bien del «pentafármaco»que después usó habitualmente Adriano, a saber, un combinado de tetina de cerda, faisán, pavo, jamón adobado y jabalí. Las referencias de Mario Máximo sobre este tipo de alimento son distintas, pues le llama no «pentafármaco», sino «tetrafármaco», como nosotros también hemos ex­ puesto en la vida de Adriano. Corren rumores también sobre otro tipo de diversión que había inven­ tado Vero: había ordenado la instalación de un lecho n , en el que descansaban cuatro cojines, cerra­ do por todas las partes con una menuda redecilla; lo rellenaba con pétalos de rosa de los que había eli­ minado la parte blanca y , después, acostándose con sus concubinas, se cubría con un cobertor hecho de lirios tras haberse perfumado con aromas per­ sas. H ay ahora algunos que recuerdan frecuentemente que construyó lechos y mesas de rosas y li­ rios cuidadosamente escogidos, inventos que, aun-

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10 Cf. A d ria n o, 2 1, 4 y n. 93. 11 Se refiere al lecho (le ctu s ) para recostarse. Los había de distintos tipos. El c u b ic u la r iu s (cf. C icerón, D iu ., II, 65) para dorm ir, el l e c t u s g e n ia lis o nupcial, decorado con gran riqueza, el le ctu s a d u ersu s, llam a­ do así porque estaba emplazado en el mismo atrio, frente a la entrada de la casa, el le c t u s triclin a riu s, para acoger tres personas recostadas du­ rante la comida y el le c t u s fu n e b r i s sobre el que se llevaban los cadá­ veres a enterrar. A q u í se trata del prim ero.


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que no son decorosos, no se prestan, sin embargo, a la ruina del Estado. Se dice también que tenía habitualmente en su lecho las recetas de Apicio 12 (re­ copiladas por otros autores), los Amores de Ovi­ dio, y que afirmaba que M arcial13, poeta epigra­ mático, era su Virgilio, y que se lo sabía de memo­ ria al pie de la letra. Algunos recuerdan invenciones suyas más frívolas, por ejemplo, que en repe­ tidas ocasiones dotó de alas a sus mensajeros, im i­ tando a las de Cupido 14, y les impuso a menudo los nombres de los vientos, al uno Bóreas, al otro Noto, a éste Aquilón, a aquél Cierzo u otros nom­ bres similares, obligándoles a correr infatigable­ mente y en condiciones inhumanas. Igualmente a su esposa, que se quejaba de sus placeres extrama­ trimoniales la contestó, según dicen: «Déjame ejer­ citar mis pasiones con otras : pues el nombre de es­ posa significa dignidad, no pasión.» Su hijo es Antonino Vero, que fue adoptado por Marco —o mejor, con Marco—, con el que com­ partió el imperio con igual poder. En efecto, son éstos los dos primeros que recibieron el título de A u­ gustos y sus nombres aparecen así registrados en las listas de los cónsules de modo que se les llama, no los dos Antoninos, sino los dos Augustos. Y la novedad e importancia de este hecho tuvo tanta in-

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12 M. G avio A picio (¿25 a de C .?), célebre gastrónom o, autor de un tratado de recetas sobre salsas (D e co n d itu r is ) desarrollado hacia el año 400 en un manual de arte culinaria (D e r e c o q u in a r ia ) y prescripciones dietéticas. 13 M. Valerio M arcial, nacido en Bilbilis, la actual C alatayud, entre el 38 y el 4 1, autor de catorce libros de epigramas. 14 Dios del amor, hijo de Venus. Se le representa como un niño p ro ­ visto de alas, porque la pasión que inspira no es duradera.


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fluencia, que algunos de los fastos consulares 15 co­ mienzan la lista de los cónsules por ellos. 6 En atención a su adopción, Adriano ordenó que distribuyeran cantidades de dinero al pueblo y a los soldados. Pero, como era un hombre bastante ingenioso, al ver que tenía una salud débilísima, has­ ta el punto de que no era capaz de mover un es­ cudo de bastante grosor, se dice que comentó: «H emos perdido los tres millones de sestercios repar­ tidos al ejército y al pueblo, puesto que nos hemos apoyado demasiado en una pared frágil y que no es capaz de sostener firmemente el Estado, ni tam­ poco a nosotros mismos». Estas palabras las dijo Adriano en una conversación que mantuvo con su prefecto. Como éste divulgó las palabras del emperador y , como consecuencia de ello, Elio se puso casa día más grave por la inquietud en que se su­ mió, típica en un hombre desesperanzado, Adrianó sustituyó al prefecto por sus revelaciones, de­ seando dar la impresión de que había suavizado el tono de sus siniestras palabras. Pero no sirvió de nada, porque, como dijimos, Lucio Ceyonio Có­ modo Vero Elio César (pues recibió todos estos nombres) murió y fue sepultado con ritos funera­ rios propios de un emperador, sin haber obtenido ningún provecho de su realeza, salvo la considera­ ción que se dio a su muerte. En consecuencia,

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15 Los fastos (fa sti) eran unos almanaques grabados sobre piedra de m árm ol que se exponían en recintos públicos para su consulta. Los ha­ bía de dos tipos: f a s t i s a a i o K a le n a a r e s , semejantes a nuestros alm a­ naques, que señalaban los días de fiesta, los laborables, los m erca­ dos, etc., a los que se añadían fechas cronológicas de los acontecimien­ tos im portantes de Rom a. Los f a s t i a n n a le s , h i s t o r i a tenían registrados los nom bres de los cónsules (fa sti co n s u la r e s ) y de otros magistrados, con la indicación de la fecha de entrada en el cargo y de su retirada. El nom bre d e f a s t i viene de una elipse de la expresión f a s t i d ie s «días fau s­ tos». C om o para señalar éstos había que anotar también los «días in­ faustos», f a s t i significó simplemente, como hemos visto, «lista de días», «almanaque».


ELIO ESPA R C IA N O

Adriano lloró su muerte como un buen· padre, no como un buen príncipe. Efectivamente, cuando sus amigos preocupados le preguntaban sobre el can­ didato que tenía la posibilidad de ser adoptado, se dice que les contestó: «Ya lo tenía decidido, inclu­ so en vida de Vero.» Respuesta que revela su buen juicio, o su conocimiento del porvenir. Finalmente, después de la muerte de Vero,tras dudar duran­ te bastante tiempo sobre lo que debía hacer, adop­ tó a Antonino, llamado Pío. Le impuso la condi­ ción de que adoptara, a su vez, a Marco y a Vero y que diera a su hija en matrimonio a Vero, no a Mar­ co. Y Adriano no vivió durante mucho tiempo, aquejado ya por el abatimiento y por enfermeda­ des de distinto tipo, repitiendo muchas veces que un emperador debía morir sano, no enfermo. Adriano ordenó que se emplazaran por todo el orbe estatuas de gran tamaño en honor a Elio Vero y templos en algunas ciudades. Finalmente, como ya hemos dicho, en atención a los méritos de éste, Adriano confió a su hijo Vero a Antonino Pío, para que le adoptara junto con Marco, puesto que aquél era nieto suyo y había permanecido tras la muerte de Elio en su propia familia, repitiendo una y otra vez estas palabras: «O jalá la república conserve al­ guna cosa de Vero.» Sin duda, esto contradice lo que un gran número de escritores han publicado so­ bre los remordimientos de Adriano en torno a esta adopción, puesto que el segundo Vero no poseyó nada digno en su conducta que diera esplendor a la familia imperial, excepto su clemencia. Estas son las noticias sobre Vero, que se han reseñado por escrito. Y la razón por la que yo no le he silenciado es porque me he propuesto exponer las biografías de todos los que después del dictador César, esto es, después del divino Julio, recibieron el nombre de Césares, Augustos o emperadores, y las de los que han obtenido la adopción o han sido consagrados con el título de Césares por ser hijos

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o parientes de los emperadores, con lo cual yo cum­ plo con mis íntimos sentimientos, aunque a mu­ chos no les acucie la necesidad de conocer tales co­ sas.

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3.

ANTONINO PIO

(Julio Capitolino)

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El linaje paterno de Tito Aurelio Fulvo Boyonio Antonino Pio 1 procedía de la Galia Transalpina, de la ciudad de Nimes, en concreto. Su abuelo fue Tito Aurelio Fulvo quien, después de haber ocu­ pado diversos cargos públicos, llegó a alcanzar un segundo consulado 2 y la prefectura de la Ciudad. Su padre fue Aurelio Fulvo que también fue cón­ sul, hombre austero e íntegro; su abuela materna fue Boyonia Procila; su madre, Arria Fadila; su abuelo materno, Arrio Antonio, dos veces có nsul3, hombre piadoso y que se compadecía de Nerva por haber asumido el poder im perial; su hermana de madre, Julia Fadila; su padrastro, Julio Lupo, de rango consular; su suegro, Anio Vero y su esposa, Ania Faustina. Tuvo dos hijos varones 4, dos hijas y dos yernos, Lamia Silano casado con la hija ma­ yor 5 y Marco Antonino, casado con la menor 6. Antonino Pío nació el día 13 de las calendas de octubre en la villa de Lanuvio durante el duodéci-

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1 El nom bre correcto anterior a la adopción, como se constata en una inscripción, era T. A u relio F ulvo B oyon io A rrio A ntonino. 2 Su prim er consulado fue en el año 85. 3 Su prim er consulado fue en el año 69. 4 M . A urelio Fulvo A n to n io y M . G alerio A urelio A ntonino, cf. C .I.L ., VI, 984 y 989. 5 A urelia Fadila. 6 A m a G alería Faustina. Para su m atrim onio con M arco, cf. 10,2.


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mo consulado de Flavio Domiciano y el primero de Cornelio Dolabela. Se educó en Lorio, que se halla ubicada en la vía Aurelia, donde después cons­ truyó Antonino un palacio del que aún hoy se con­ servan ruinas. Pasó su niñez primeramente con su abuelo paterno, luego con su abuelo materno, tra­ tando a todos sus familiares con piadoso afecto, por lo que se vio enriquecido con la legación heredita­ ria de sus primos hermanos, de su padastro y de muchos parientes. 2 Fue un hombre de notable belleza, de preclaro talento, de moderadas costumbres, de expresión noble, de plácido semblante, de carácter singular, de brillante elocuencia, de particular erudición, so­ brio y celoso, aficionado al campo, gentil, genero­ so y respetuoso con lo ajeno, y mesurado y sin presunción en todas estas virtudes, loable, en fin, en todo y digno de ser parangonado con razón con Numa Pompilio a juicio de los hombres de bien. El senado le dio el nombre de Pío porque, ante to­ dos los senadores, ayudaba a levantarse a su suegro ya fatigado por la edad, ofreciéndole su mano (aun­ que esto no constituye una prueba de piedad tan re­ levante como para ostentar este título, puesto que es más bien impío quien no realiza estas acciones, ue piadoso el que cumple con lo que está obligao), o porque salvó a aquéllos a los que Adriano había obligado a darse la muerte cuando ya se ha­ llaba enfermo, o porque decretó que se tributaran a este emperador, contra la voluntad general, infi­ nitos e inmensos honores después de su muerte, o porque, cuando Adriano intentó suicidarse, consi­ guió que no lo llevara a efecto merced a que le so­ metió a una vigilancia intensa y meticulosa, o porque fue realmente clementísimo por naturaleza y no realizó durante su vida ninguna maldad. El mismo exigió un interés del 3 por 100 al mes, es decir, un interés mínimo, con la intención de ayudar a muchos con sus bienes personales. Ejerció la cues-

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tura con liberalidad 7 y la pretura con magnificen­ cia y desempeñó su consulado con Catilio Severo 8. Durante el tiempo que vivió como un simple ciu­ dadano, residió con mucha frecuencia en sus pose­ siones y dejó buena fama en todos los lugares. Adriano le eligió entre los cuatro excónsules encar­ gados de la administración de Italia, confiándole el gobierno de aquella parte de la península donde te­ nía el mayor número de posesiones de manera que así Adriano velaba por el honor y la tranquilidad de un hombre tan eximio. 3 Cuando era gobernador de Italia, le ocurrió un presagio que le anunciaba el imperio pues, al subir a ocupar el tribunal, recibió la siguiente aclamación, entre otras: «Oh Augusto, que los dioses te guar­ den». Ejerció el proconsulado 9 en Asia con tal rectitud que sólo él sobrepasó a su abuelo. Durante el desempeño de dicha magistratura, recibió otro au­ gurio del poder, del modo siguiente: mientras que una sacerdotisa de Traies 10 solía saludar siempre a los procónsules según la costumbre habitual incor­ porando en el saludo este título, en su caso se equi­ vocó, pues no dijo «Salud, procónsul» sino «Salud emperador». También en Cízico 11 apareció trasladada una corona de la estatua de un dios a la suya. Y, después de su consulado, apareció en el jardín un toro de mármol colgado por los cuernos de las ramas de un árbol que había crecido súbitamente; un rayo cayó sobre su casa sin dañarle, cuando el

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7 A lred ed o r del año 1 1 1 . 8 L. Catilio Severo, herm ano de Plinio , cf. E pist., 1,22 111,12. Fue cónsul p o r segunda vez en el año 120, cf. A d ria n o, 5,6. 9 D urante el principado recibían el nom bre de procónsules, aunque no hubieran sido cónsules, los gobernadores de la provincias senatoria­ les. Tuvieron a sus órdenes a los l e g a t i y a los cuestores y , junto al man­ do del ejército, ostentaban la suprema jurisdicción en materia civil y cri­ minal, asumiendo funciones similares a las del cónsul en la m etrópoli. 10 C iudad de Lidia. 11 Ciudad de Frigia.


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cielo estaba despejado; en Etruria se encontraron en la superficie de la tierra unas tinajas que ante­ riormente habían estado enterradas, un enjambre de abejas cubrió las estatuas que le habían erigido a lo largo de Etruria y frecuentemente recibió avisos en­ tre sueños para que incorporara la estatua de Adria­ no a sus Penates 12. Perdió a su hija m ayor cuándo se dirigía a tomar posesión del proconsulado. Se propalaron muchos rumores sobre su esposa por el excesivo libertinaje y la gran frivolidad con que vivía, rumores que él trató de ocultar con dolor de su espíritu. Después de su proconsulado, habló frecuentemente en las reuniones del consejo de Adriano, en Roma, sobre todos los asuntos que consultaba el emperador, ofreciendo siempre la opinión más benigna. 4 Dicen que la adopción se realizó en la siguiente manera: después de la muerte de Elio Vero, al que Adriano había adoptado y concedido el título de César, se celebraba una sesión en el senado. A ella acudió Arrio Antonino ayudando a caminar a su suegro y por ello, según cuentan, Adriano le adop­ tó. Pero ésta no pudo, ni debió ser, en modo alguno, la única causa de la adopción, máxime cuando Antonino había desempeñado siempre correcta­ mente sus cargos públicos y se había comportado de una manera irreprochable y digna en el ejercicio de su proconsulado. A¿poúes, cuando Adriano hizo público que quería acroptarie, aceptó un tiempo para deliberar si quería ser adoptado. La ley de adopción contenía estas cláusulas: que, así como Adriano adoptaba a Antonino, éste debía adoptar,

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12 Los Penates eran los dioses de la casa, a los que se creía dispen­ sadores de todos los bienes que caían sobre la familia. Se los colocaba com o si fueran un tesoro en lo más oculto de la casa. Los había pu b li­ cados y privados. Se les tributaba h on or celebrando sacrificios e in­ terrum piendo la comida diaria para ofrecerles una parte de los alim en­ tos. .


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a su vez a M. Antonino, hijo de su cuñado y a L. Vero, hijo de Elio Vero, al que adoptó Adriano, recibiendo después el nombre de Vero Antonino. La adopción se llevó a cabo el día 5 de las calendas de marzo y, en la sesión del senado de ese día, agra­ deció a Adriano los sentimientos que había mos­ trado hacia él. Se le designó como colega de su padre adoptivo en el poder proconsular y en la po­ testad tribunicia 13. Dicen que fue esta la primera frase que pronunció cuando su esposa le criticaba su poca generosidad con los suyos respecto a un asun­ to que desconocemos: «Necia, después de que he al­ canzado el imperio, he perdido incluso lo que an­ tes poseía». Distribuyó un congiario de su propio peculio a los soldados y al pueblo, así como todo lo que les había prometido su padre. Contribuyó con grandes cantidades a las obras emprendidas por Adriano y devolvió a los itálicos todo el oro coro­ nario 14 que había sido ofrecido con motivo de su adopción y, a las provincias, la mitad. 5 Obedeció con gran escrupolosidad a su padre adoptivo mientras este vivió. Pero, después de que murió en Bayas 1S, trasladó piadosa y reverente­ mente sus restos a Roma y los depositó en los jar­ dines de Domicia, elevándole a la categoría de los dioses a pesar de la oposición general . Dio permiso al senado para que confiriera el título de Au­ gusta a su esposa Faustina. Recibió el título de Pío.

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13 P or el pod er proconsular el príncipe ostentaba el mando supremo y la jefatura de las fuerzas armadas y p o r la potestad tribúnica su per­ sona se hacía inviolable obteniendo el «derecho de auxilio», de «coer­ ción» y de «intercesión». La asunción de los dos poderes, que eran la base del poder im perial, convertían a A ntonino Pío en copartícipe'del im perio. 14 Para el nom bre de estas coronas, cf. A d ria n o, 6,5 n. 36. C om o se advierte aquí, la utilización del oro de este im puesto era más amplia que en origen (para coronas triunfales). 15 C f. A d ria n o, 25,6. 16 I b id ., 27,2.


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Aceptó con agrado la asignación de estatuas en ho­ nor de su padre, de su madre, y de sus abuelos y hermanos, una vez muertos. No rechazó los jue­ gos circenses que le dedicaron el día de su natali­ cio 17, rehusando en cambio otros honores. Ofren­ dó un escudo de extraordinaria magnificencia para honrar a Adriano e instituyó un colegio sacerdotal 18. Al ser elegido emperador, no nombró ningún sucesor para sustituir a los hombres que había pro­ movido Adriano a algún cargo y mostró tanta fir­ meza que mantuvo a los buenos gobernadores en sus provincias durante siete y nueve años. Afrontó un buen número de guerras valiéndose de sus lega­ dos. En efecto, venció a los britanos por medio de su legado Lolio Urbico, quien levantó otro muro de césped 19 tras remover de allí a los bárbaros y, por medio de sus generales y legados, obligó a los mauritanos también a pedir la paz y sometío a los germanos, dacios y otros muchos pueblos, inclu­ yendo entre ellos a los judíos que habían reanuda­ do las hostilidades. Reprimió las sublevaciones que surgieron en Acaya y en Egipto. Refrenó con fre­ cuencia las incursiones de los alanos. Ordenó a sus procuradores cobrar los tributos con moderación, exigió a los que se extralimitaban rendir cuenta de sus actos y nunca se alegró del lu­ cro con que se oprimía a los habitantes de las pro­ vincias. Escuchó con agrado a los que le presentaban quejas contra sus procuradores. Pidió en el senado perdón para los condenados por Adriano, ase­ gurando que el propio emperador habría adoptado también esta misma actitud. Llevó la dignidad im-

17 Se concedió el mismo h on or a A driano, cf. A d ria n o, 8,2. 18 El de los S o d a les H a d ria n a le s mencionado en A d ria n o, 27,3. 19 Su extensión era de 60 kilóm etros, desde el río Forth al C lyde.

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perial al más alto grado de moderación 20. Por ello se encumbró aún más en tanto que arreciaban las protestas de los servidores de palacio, que ya no po­ dían en ningún momento aterrorizar a nadie ni ven­ der decisiones que ya se habían hecho públicas 21, puesto que él no realizaba ya ninguna gestión va­ liéndose de intermediarios. Fue tan respetuoso con el senado siendo emperador, como deseó que lo fue­ ran otros príncipes con él cuando era un ciudada­ no particular. Aceptó con muestras de profundo agradecimiento el título de Padre de la patria que la había ofrecido el senado y que en primera ins­ tancia rechazó. Durante el tercer año de su gobierno, perdió a su esposa Faustina a la que el senado había divinizado , después de haber decretado en su honor juegos circenses, la construcción de un templo 23, la institución de un colegio de sacerdo­ tisas y la erección de estatuas de oro y de plata, mientras que él, por su parte, la concedió también el honor de que su estatua se hallara presente en to­ dos los juegos circenses. Aceptó la erección de una estatua de oro que el senado le había concedido. A petición de esta asamblea, nombró cónsul a M. An­ tonino, que aún era cuestor. Confirió este mismo cargo antes de la edad reglamentaria a Anio Vero, que después recibió el nombre de Antonino. No tomó ninguna decisión ni sobre las provincias, ni sobre empresa alguna, si no la había consultado an^ tes a sus amigos, y redactaba los decretos de acuer-

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20 El texto latino dice a d s u m m a m ciu ilita tem . Para el sentido de este térm ino, cf. I. Lana, C iv ilis, ciu ilite r , ciu ilita s in T a cito e in S u e to n io , « A u . A c. Sc. T orino», 106, 1972, 465-487. n El texto alude a la práctica de traficar con las decisiones del em­ perador, valiéndose de su conocim iento para suscitar falsas esperanzas, en latín ju m o s ¡te n d e r e , cf. 1 1 ,1 ; A leja n d ro S e v e r o , 23,8; 36,2. 11 Esta divinización se constata p o r muchas monedas en las que apa­ rece acuñado el título de D iu a F a u stin a . u La actual iglesia de S. Lorenzo in Miranda.


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do con sus opiniones. Por cierto, éstos pudieron contemplarle ataviado con el atuendo de un ciuda­ dano normal y realizando ciertos menesteres do­ mésticos. 7 Gobernó a los pueblos que le estaban sujetos con tanto esmero, que cuidaba de todo y de todos como si fueran propiedades suyas. Bajo su gobierno prosperaron todas las provincias. Los cuadruplatores 24 fueron eliminados. Las confiscaciones de los bienes nunca fueron tan escasas como durante su reinado de tal modo, que sólo se proscribió por orden del senado a un individuo, llamado Atilio Ticiano, como reo de pretender el trono, ahora bien, Anto­ nino prohibió que se buscara a los cómplices, pres­ tando además ayuda incondicional y en múltiples ocasiones a su hijo. Pereció también Prisciano como reo del mismo delito, pero porque se suicidó voluntariamente. Y él vetó una investigación sobre esta conjura. Su modo de vivir fue tal, que primaba en él la magnificencia sin llegar a hacerse criticable y la eco­ nomía sin caer en la ruindad; y su mesa se proveía solamente por sus propios sirvientes, sus pajareros, pescadores y cazadores. Puso a disposición del público gratuitamente unos baños que habían estado a su servicio y en ninguna ocasión cambió ninguno de los hábitos que habían presidido su vida priva­ da. Suprimió los salarios de muchos que veía que los percibían a pesar de mantenerse ociosos, ale­ gando que no había cosa más vergonzosa, o inclu­ so más cruel, que el que arruinaran a la repúbli­ ca aquellos individuos que no aportaban nada a ella con su trabajo. Por esta razón también disminuyó el salario del poeta lírico Mesomedis. Tuvo un es-

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24 El texto latino dice q u a d r u p la to r e s : son los delatores del delito de usura que se castigaba haciendo devolver el cuádruplo de los intereses percibidos, de donde recibían el nom bre.


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pecial conocimiento de las cuentas de todas las pro­ vincias y de lo que suponían sus rentas. Otorgó a su hija sus bienes patrimoniales privados, pero lo que ellos producían lo entregó al Estado. Vendió los ornamentos imperiales innecesarios y algunas propiedades y vivió en su s propias fincas rústicas, cambiando de una a otra según las distintas esta­ ciones. No realizó ningún viaje, a excepción del efectuado a sus propias posesiones y a Campania, alegando que el cortejo de un emperador, aunque fuera muy sencillo, resultaba gravoso para los ha­ bitantes de las provincias. Y, aunque residía en Roma para poder enterarse más pronto de las no­ ticias que llegaban de todas las partes del mundo, por ser el centro del imperio, sin embargo, gozó de un gran prestigio entre todos los pueblos. 8 Distribuyó un congiario al pueblo y añadió un segundo donativo a los soldados. Instituyó en ho­ nor de Faustina un colegio de doncellas sufragado con fondos del Estado, a las que dio el nombre de F austinianas25. Subsisten todavía las siguientes obras públicas realizadas bajo su iniciativa: el tem­ plo de Adriano en Roma consagrado para honrar a su padre, el Grecostadio 26, restaurado después de hacerse incendiado, el anfiteatro 27 reconstrui­ do de nuevo, el sepulcro de Adriano 2S, el templo

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25 Se conservan monedas con el título P u e lla e F a u stin in ia n a e, acu­ ñadas para hon rar la m em oria de Faustina. 26 El G recostadio o Grecostasis era, según unos autores, un edificio en el Foro Rom ano donde los embajadores de las naciones extranjeras se alojaban a costas del Estado durante el tiem po que ejercían su m i­ sión: según otros, una especie de plataform a que ocupaban dichos em ­ bajadores para asistir a las sesiones del senado. Los restos arqueológi­ cos hallados al N oreste del Palatino (tres columnas corintias con parte de entablamento) no perm iten deducir con certeza las características de esta construcción. 27 Se trata del C oliseo, anfiteatro p o r excelencia. 28 El M a u so leu m H a d ria n i iniciado po r este em perador, cf. A d ria ­ n o , 19 ,11.


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de Agripa, el puente Sublicio29; el Faro restaurado, el puerto de Cayeta, la reforma del puerto de Terracina, los baños de Ostia, el acueducto de A n­ do y los templos de Lanuvio. Ayudó además con dinero a un gran número de ciudades, para que rea­ lizaran nuevas construcciones o restauraran las an­ tiguas, y ofrecía su ayuda a los magistrados y se­ nadores de la Ciudad para que pudieran cumplir sus funciones. Rechazó las herencias de los que te­ nían hijos. Fue el primero que decretó que no quedara en herencia ninguna legación hecha bajo la amenaza de algún castigo. A ningún juez ímprobo, en vida, le dio un sucesor, excepto a Orfito, pre­ fecto de la Ciudad, pero a petición propia. En efecto, bajo su gobierno se mantuvo en el cargo duran­ te veinte años el prefecto del Pretorio Gavio M áxi­ mo, hombre de gran austeridad, al que sucedió Tacio Máximo. Para ocupar su lugar cuando murió, Antonino nombró dos prefectos, Fabio Repentino y Cornelio Victorino; pero a aquél le hundió la difamación de que había alcanzado la pretura por la influencia de una concubina del príncipe. Bajo su reinado ningún senador fue ejecutado, hasta el ex­ tremo de que incluso un parricida que confesó su crimen fue abandonado en una isla desierta, puesto que ya no le era lícito vivir de acuerdo con las le­ yes de la naturaleza. Alivió la escasez de vino, de aceite y de trigo, comprando estos alimentos inclu­ so con perjuicio de su propio tesoro y repartién­ dolos gratuitamente al pueblo.

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29 Se llamaba así cualquier puente construido sobre pilotes de ma­ dera, llamados s u b lic a e , que se elevaba ocasionalmente para distintos menesteres, v.g., para hacer pasar un ejército sobre un río, tal com o se ven en los relieves de la colum na de T rajano y de A ntonino. E l p o n s S u b liciu s p o r antonomasia es el situado al pie del Palatino que fue cons­ truido p o r A nco M arco, según la tradición, y que después de su des­ trucción en la guerra contra Porsena, fue edificado sin clavos a fin de que se pudiera retirar o colocar cada vez que fuera preciso.


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En su reinado ocurrieron las siguientes calami­ dades: el hambre de la que ya hemos hablado, el derrumbamiento del circo, un terremoto que des­ truyó ciudades de Rodas y Asia, a las que reedificó en su totalidad de un modo admirable, y un incen­ dio en Roma que aniquiló trescientas cuarenta man­ zanas de casas o viviendas. Ardió la ciudad de Narbona, el recinto fortificado de Antioquía y el foro de Cartago. Se inundó el Tiber, apareció un cometa, nació un niño con dos cabezas, y una mujer dio a luz cinco niños en un solo parto. Se vio en Arabia una serpiente con cresta más grande que las or­ dinarias, la cual, comenzando por la cola, se devoró a sí misma hasta la mitad del cuerpo. Hubo tam­ bién en Arabia una epidemia. Nació cebada en las copas de los árboles en Mesia. Además de estos prodigios, en Arabia cuatro leones domesticados se ofrecieron espontáneamente para que les captura­ ran. El rey Farasmanes 30 vino a Roma a visitar a Antonino y tuvo más deferencias con él que con Adriano. Nombró a Pacoro rey de los lazos. Una carta suya fue suficiente para hacer desistir al rey de los partos 31 de sus ataques a los armenios y bas­ tó también su autoridad para hacer venir de Orien­ te al rey Abgaro. Puso término a los litigios de los reyes. Rechazó por completo las pretensiones del rey de los partos que volvía a pedir la silla real que Trajano le había arrebatado. Volvió a enviar a Rhoemetalce al reino del Bosforo, después de ha­ berse enterado del pleito que mediaba entre él y Eupator. Envió tropas al Ponto para auxiliar a los ha­ bitantes de Olbiópolis contra los tauroscitas y venció a éstos imponiéndoles la obligación de entregar rehenes a los olbiopolitas. Nadie tuvo, ciertamen-

30 R ey de los iberos, cf. A d ria n o , 13,9. 31 Volageso III, cf. M a r co , 8,6.

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te, tanta autoridad sobre las naciones extranjeras, a pesar de que siempre amó tanto la paz, que solía re­ petir con frecuencia aquella frase de Escipión en la ue éste afirmaba que prefería salvar a un solo ciuadano antes de matar a mil enemigos. 10 El senado decretó que los meses de septiembre y octubre se llamaran respectivamente Antonino y Faustino, pero Antonino rechazó el decreto. H izo famosísimas las nupcias de su hija Faustina al des­ posarse con Marco Antonino 32, hasta el punto de distribuir un donativo a los soldados. Nombró cónsul a Vero Antonino después de que ejerció la cues­ tura. En una ocasión en que llamó a Apolonio 33, al que había hecho venir desde Calcis, para que acu­ diese a la casa de Tiberio donde entonces residía, con el fin de confiarle a Marco Antonino, y aquél le dijo: «No es el maestro el que debe visitar al dis­ cípulo, sino el discípulo al maestro», el emperador se rió de él con estas palabras: «Le fue más fácil a Apolonio venir desde Calcis a Roma que desde su casa al palacio». Y censuró la avaricia que él mos­ traba también respecto a sus honorarios. Entre otras pruebas de su piedad se puede citar la siguien­ te frase que dijo, cuando Marco lloraba la muerte de su educador y los siervos del palacio le invita­ ban a que dejara de mostrar su ternura: «Dejadle ser hombre, porque ni la filosofía ni el poder m a­ tan los sentimientos». Enriqueció a sus prefectos y los galardonó con los distintivos consulares 34. Restituyó los bienes de sus padres a los hijos de los condenados por concusión, pero con la condición de que ellos devolvieran a las provincias los bienes que sus padres las habían cobrado. Fue muy propenso

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32 E lio, 6,9; M a rco, 6,2; V ero, 2,3. 33 Filósofo estoico, profesor de M arco y V ero, cf. M a rco, 2 ,7 ; 3,1; V ero, 2,5. Según M a rco (2,7) era de Calcedonia; según D ión Casio (L X X I, 351) de Nicomedia. 34 C f. A d ria n o, 8,7, n. 43.


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al perdón. O rg an iz ó u n os ju eg o s en los que exhi­ bió elefantes, hienas, tigres y rinocerontes, c o c o ­ drilos e h ip o p ó tam o s, y to d a clase de fieras de to ­ das las partes del m un do. H iz o correr tam bién a cien leones acom p añ ad o s de tigres en una sola carrera. 11 T rató a su s am igo s cu an d o gobern aba de la m is­ m a m anera que cuan d o era un ciudadano p riv ad o, p u esto que jam ás p u d iero n vender en com plicidad con los libertos ninguno de sus actos de gob ier­ no 35, suscitan d o falsas esp eran zas, p o rq u e fue m u y rigu roso en el trato con su s libertos. G u stab a de la habilidad de los com edian tes. L e cau sab a gran p la­ cer la pesca, la caza, así co m o p asear y charlar con los am igos. P a só con ellos las vendim ias 36 com o un sim ple p articu lar. O fre ció h on ores y sueldos a los retóricos y filó so fo s en tod as las provincias. M uchos afirm aron que los d iscu rso s que se p resen ­ tan firm ad os con su nom bre son de o tros autores, p ero M ario M áxim o asegu ra que fueron su y o s. C o m p artió con sus am igos banquetes -privados y p ú b lico s, y no realizó ningún sacrifici) ,\ncdiante su stitu to s, salv o c u an d o se encon tro enferm o. C u an d o p edía d istin cion es hon oríficas para sí o p ara sus h ijos, h izo to d o s lo s trám ites com o si fue­ ra un ciudadano p articular. A sistió ordinariam ente tam bién él a los banquetes 37 que daban sus am i­ gos. E n tre otras m u estras de cortesía que pudieran citarse, una es la siguien te: en una ocasión visitaba

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35 Cf. 6,4, n. 21. 36 El término uindemia al que alude el pasaje se aplica literalmente a la recolección de la uva (cf. Varrón L .L ., V, 38), pero también a la recolección de otros productos, como las aceitunas (Plinio, N .H ., X V ,2), la miel (Columela, I X ,1,5,1), etc. 37 Los conuiuía (σύνδει,πνα) a los que alude el texto eran unas fiestas o banquetes que tenían lugar a horas regulares, p or lo que estaban exen­ tos de la idea de libertinaje o exceso; se diferenciaban de la comissatio, que era una orgía prolongada después del conuiuium.


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la casa de H ó m u lo 38 y , aso m b rad o al contem plar unas colum nas de p ú rp ura, le p regun tó dónde las h abía com prad o , toleran do pacientem ente la re s­ puesta que éste le dio: «C u an d o vayas a una casa aje­ na, m antente m u d o y so rd o » . P o r lo dem ás, sie m ­ pre acogió sin in m utarse n um erosas bro m as de este individuo. 12 R atificó m uchas p rescrip cio n es en m ateria de ju s ­ ticia y se sirvió de h om bres con o ced o res del dere­ cho, com o V indio V ero, Salvio V alente, V olu sio M eciano, U lp io M arcelo y D iab o len o . R eprim ió las sediciones en cualquier lugar q ue surgieron, no con crueldad, sin o con m od eració n . Proh ibió sepultar a los m uertos dentro de las ciudades. E stableció los co sto s m áxim os de los ju eg o s gladiatorios. P uso el m áxim o esm ero en aliviar lo s gasto s del servicio de p osta. R in d ió cuentas de to d o s sus actos en el se ­ nado y p o r m edio de edictos. M urió a la edad de setenta años, p ero se le añ o ró com o a un adolescente. D icen que su m uerte ocurrió así: habiendo in gerid o durante la com ida q u eso de los A lp es con gran ansiedad, devolvió p o r la noche, y al día siguiente la fiebre le dio escalo ­ fríos. A l tercer día, viendo que el m al se agravaba, encom endó el E sta d o y su hija a M arco A nton ino en presencia de los p refectos y ordenó que tran sfi­ rieran a ésta la estatua de oro de la F ortu n a que s o ­ lía colocarse en el d o rm ito rio de los em perado­ res 39 ; a continuación dio al tribuno la contraseña de «E cu an im id ad » y , volvién d ose com o si fuera a dorm ir, espiró en L o rio . E n ajen ad o, durante el acceso de fiebre no h ab ló m ás que de la república y de los reyes con los que se había irritado. L egó a

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38 M. Valerio Homulo, cónsul en el año 152, cf. Marco, 6,9. 39 La veneración a Fortuna de manera especial por los emperadores está constatada desde Galba, cf. Suetonio, Galba, 4,3. Véase igualmen­ te Marco, 7,3 y Severo, 23,5.


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su hija sus bienes p atrim o n iales privad os. Sin em- 8 bargo, en su testam ento h on ró a tod o s los su yos con m andas adecuadas. 13 Fue elegante y de elevada estatura. Pero com o era alto y viejo y se iba encorvando, se ven daba co ­ locándose tablillas de tilo en el pecho para andar de-^ recho. T am bién de anciano, antes de que l le g á ja 'á n 2 los clientes 40, com ía pan seco p ara m antener^las fuerzas. T enía la v o z ron ca y son ora pero agrada­ ble. F u e divinizado p o r el sen ado , asintiendo to d o s a 3 porfía, p u esto que to d o s alababan su p ied ad , su cle­ m encia, su talento y su p ro b id ad . Se le decretaron adem ás to d o s los h on ores que antes se habían o fre­ cido a los m ejores em perado res. Se hizo m erecedor 4 de un flam en 41, de ju ego s circenses, de un tem plo y de una cofradía de A n ton in ian o s 42 y, p o r lo que atañe a su actuación p erson al, fue el único de casi tod o s los em peradores que gobern ó sin derram ar ni una gota ae sangre de su s con ciudadan os ni de sus enem igos y que con razón puede ser com para­ do con N u m a, p ues m antuvo siem pre la p ro sp eri­ dad, la religiosidad, la serenidad y las costu m bres religiosas de éste.

40 Se llamaban dientes a las personas de distinta procedencia que se ponían bajo la protección de un ciudadano (patronus) o de un grupo de familias (gens). El lazo que unía e inspiraba las relaciones entre am­ bos era la fides. El patronus debía ser el protector y los clientes ie de­ bían respeto y sumisión. Una de las obligaciones de los clientes, a la que alude el texto, era acudir todas las mañanas a saludar a su patrón en la salutatio matutina, después de la cual éste repartía una porción de provisiones (sportula). Cf. Adriano, 27,i , n. 115. 42 Los Sodales Antoniniani, según el texto latino, creación paralela a la de los Sodales Hadrianales, Flauiales, etc.


4.

M A R C O A N T O N IN O , E L F IL O S O F O (Flavio V o p isco Siracusano)

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M arco A n ton in o , que se con sagró a la filoso fía durante tod a su vid a y so b rep asó a tod o s los d e ­ m ás em peradores en p u reza de vida, fue hijo de A n io V ero, quien m u rió siendo pretor. Su abuelo fue A n io V ero, que alcanzó el con su lad o dos veces y la prefectura de la C iu d ad , y que fue adm itido en­ tre lo s p atricios p o r los em peradores V espasiano y T ito cuando eran censores. E l cónsul A n io L ib ó n fue su tío y G alería F au stin a A u gu sta su tía 1. Su m adre fue D o m ic ia C alvila, hija de C alvisio T ulio, que osten tó d os veces el co n su lad o ; su abuelo p atem o fue A n io V ero, oriu n d o del m unicipio de Sucuba, de H isp an ia, n o m b rad o senador cuando y a había d ejad o la p refectu ra; su bisabuelo m aterno fue C atílio Severo 2, d o s veces cón sul y prefecto de la C iu d ad , y su abuela paterna, R upilia Faustina, hija del con sular R u p ilio B o n o . M arco nació en R o m a, el día 6 de las calendas de m ay o, en una quinta situ ad a en el m onte C elio, d u ­ rante el p rim er con su lad o de A u g u r y el segundo de su abuelo. R em on tán d o se a su origen, se com prueba, com o afirm a M ario M áxim o, que su fam i­ lia arrastra su sangre del rey N u m a 3 y del rey Sa-

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1 Cf. Antonino, 1,3. 2 Cf. Adriano, 5,10 η. 35. 3 Num a Pompilio, que sucedió a Rómulo como rey de Roma entre 717-673 y organizó la vida religiosa de la Ciudad.


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lentino M alem nio, h ijo de D a su m o y fu n d ad or de la ciudad de L u p ia 4. F u e ed u cad o en el m ism o lugar donde nació, y en la casa de su abuelo Y ero , si­ tuada al lado del tem plo de L ateran o. T uv o tam bién una herm ana m en or llam ad a A n ia C orn ificia 5 y se casó con una p rim a herm ana su ya, llam ada A n ia F au stin a 6. D u ran te sus prim eros años, M arco A n ton in o recibió el n o m b re de C atilio Severo, que era el de su b isab u elo paterno. P ero, al m orir su padre, A d rian o le dio el n om bre de A n io V erisim o, y , después de tom ar la to ga viril 7, el de A n io V ero. U n a vez m uerto su p ad re, le ad o p tó y educó su abuelo paterno. F u e p on d erad o desde los p rim ero s años de su ni­ ñez. P ero, cuando so b rep asó los años en que lo s ni­ ñ o s se ven ro d ead o s de las aten ciones de sus n o d ri­ zas, le confiaron a exim ios p receptores y así llegó' a con ocer lo s prin cipios de la filoso fía. T u v o com o m aestros p ara sus p rim eros estu d io s al literato E uforión , al actor cóm ico G ém in o y al m ú sico y geó ­ m etra A n d rón . A to d o s ellos les m o stró m uch ísi­ m a deferencia com o im p u lso res de dichas d iscip li­ nas. A dem ás, frecuentó la escuela de gram ática del griego A lejan dro C o tien se y de los latinos T ro sio A p ro , P olión y E u tiq u io P ró cu lo de Sica. A provechó la enseñanza de los o rad o res griegos A nin io M acro, C an in io C éler y H e ro d e s A tico 8 y del la-

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4 En la Calabria, al sur de Brindisi. 3 Ania Cornificia Faustina, que casó con Umidio Cuadrato. 6 Cf. Antonino, 1,7. 7 Se llamaba tora pura o viril la que llevaban ordinariamente los hom­ bres, confeccionada de lana blanca, sin ningún adorno ni color extraño, Cf. Cicerón, Att., V,20. 8 T. Claudio Atico Herodes, cónsul en el año 143.


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tino F ron tón C o rn elio 9. P ero, de entre ellos, con- 5 firió grandes h on ores a F ro n tó n , para el que llegó a p edir en el senado la con cesión de una estatua. A su vez, p ro m o v ió a P ró cu lo h asta el p rocon su lad o, asum ien do los gastos de su p ro m o ció n . Se entregó 6 con vehem encia al estu d io de la filoso fía, incluso cuando era aún un niño. E n efecto, tras cum plir los 11 años, asum ió p rim ero el atuen do p ro p io de los filó so fo s, adquiriendo d esp u és su capacidad de aguante, y a que estu d iaba envuelto en el p alio grie­ go y d orm ía en el suelo, aunque, siguiendo a rega­ ñadientes los con sejo s de su m adre, a veces se aco s­ taba en un lecho cubierto de pieles. R ecib ió las en- 7 señanzas tam bién del filó so fo estoico A p o lo n io de C alcedo n ia 10, m aestro de C ó m o d o , q ue estaba destinado a ser m ás tarde pariente suyo. 3 T uv o tanto am or a la filo so fía que, aun después de haber sid o adm itido en la fam ilia im perial, iba a casa de A p o lo n io a recibir lecciones. E scu ch ó tam - 2 bién a los estoicos Sexto de Q u eron ea, nieto de P lu ­ tarco, Ju n io R ú stico , C lau d io M áxim o y C iñ a C átulo p ero, com o era aficion ado a la escuela peripa3 tética, escuchó a C lau d io Severo, aunque principal­ m ente a Ju n io R ú stico , a quien reverenció y siguió, p o rq u e g o z ab a de un gran p restig io en tiem po de p az y de guerra, y que era versadísim o en la filo­ sofía estoica, con quien com partió tod as las de- 4 cisiones, fueran p ú blicas o privadas, a quien dio siem pre el óscu lo de salu d o antes que a los prefec­ tos ael Pretorio, a quien designó también cónsul por segunda vez y para quien el sen ado p id ió estatuas

9 M. Cornelio Frontón (100-169), originario de Cirta, cónsul en el año 143 d. de C. Fue un célebre orador. Sus escritos descubiertos en los años 1815 y 1823 en las bibliotecas Ambrosiana y Vaticana contienen principalmente la correspondencia con Marco Aurelio, Antonino Pío y varios amigos, además de una serie de disertaciones y un escrito de con­ solación a Marco. 10 Cf. Antonino, 10,4.


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después de su m uerte. F u e tanto el h on or que tri- 5 butó a sus m aestros, que m antenía im ágenes suyas de oro en su larario 11 y h on rab a su s sepulcros acu­ diendo a v isitarlo s y ofrecien d o sacrificios y flores. 6 E stu d ió tam bién ju risp ru d en cia escuchando las en­ señanzas de L u c io V o lu sio M eciano. Y dedicó tan- 7 to trabajo y esfu erzo a lo s estu d io s, que debilitó su cuerpo, aspecto so lo p o r el que m ereció repren ­ sión la etapa de su niñez. A sistió tam bién con fre- 8 cuencia a las escuelas p ú blicas de declam adores y, de entre lo s alum n os que estu diaron con él, estim ó principalm ente a Seyo F u scian o 12 y A u fid io V ic­ torino 13 del ord en senatorial, y a B eb ió L o n g o y C alen o, del ord en ecuestre. Se m ostró especialm en- 9 te liberal con ellos, actu an do de tal m anera que en­ riqueció a aqu éllos a los q ue no p o d ía encom endar un cargo p ú blico p o r el m o d o de vid a que llevaban. Se educó b ajo la p rotecció n de A d rian o que, com o y a d ijim os, le llam ab a V erisím o y le distin­ guió a los seis años con el h on or del caballo p ú b li­ co 14 y a los ocho le n o m b ró m iem bro del colegio 2

11 Nicho o pequeña capilla con frontón triangular que acoge la ima­ gen pintada o la estatuta del lar familiaris o «espíritu de la familia». Ade­ más del lar se acogían otras divinidades o genios tutelares venerados por los miembros de la familia, así como aquellos personajes que se ha­ bían hecho famosos por su santidad o por otras cualidades, como en este caso. Véase cómo honraba Alejandro Severo a su larario en 29 de su biografía. 12 Prefecto de la Ciudad con Cóm odo, cf. Pertinax, 4,3. 13 C. Aufidio Victorino fue comandante en Germania (cf. 8,8), pro­ cónsul en Asia y cónsul por segunda vez en el año 183. 14 Entre las centurias que formaban la clase ecuestre, 18 tenían un censo superior y recibían del Estado el caballo público (equus publi­ cus), es decir, el precio de la compra y sostén del caballo para servir en la caballería. Estos eran los equites Romani equo publico, que eran ele­ gidos por los censores, de condición libre, mayores de 18 años y con una renta de 400.000 sestercios cf. Adriano, n. 6. Frente a ellos, esta­ ban los simples caballeros que se procuraban ellos mismos el caballo. Después de Adriano, los emperadores concedieron títulos honoríficos de equites equo público, como en este caso, que suponía una distinción extraordinaria, aunque no era una realidad en cuanto al servicio.


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de los Salios 1S. Siendo m iem bro de este colegio re- 3 cibió un p resagio sob re su ascenso al p o d er: en u n a ocasión, en que, según la costu m bre, to d o s los a sis­ tentes a un sacrificp lanzaban sus coron as al le­ cho 16 de los dio ses, m ientras q ue las de otros se a d ­ hirieron a d istin tos lugares, la lan zad a p o r él q u e ­ dó pren d id a en la cabeza de M arte com o si él la nubiera colocad o con su m ano. F u e durante el ejercí- 4 cio de este sacerd ocio el p rim ero de los dan zari­ nes 17, adivino y m aestro, y co n sagró y rechazó a m uchos m iem bros de esta cofrad ía, sin que nadie le dictara las fórm u las m ágicas rituales p u es se las sabía todas de m em oria. T o m ó la toga viril a lo s 5 quince años de edad y en segu id a se d esp o só con la hija de L u c io C e y o n io C ó m o d o , de acuerdo-con los deseos de A d rian o . Y no m ucho d espués, reci- 6 bió el n om bram iento de P refecto de las Fiestas L a ­ tinas 18. D u ran te el ejercicio de este cargo se c o m ­ p o rtó con gran distinción en presencia de los m a ­ gistrad os y en los banquetes q ue ofrecía el em pe­ rad o r A d rian o . D e sp u és, cuan d o su m adre le llam ó 7 para hacer las p articion es entre él y su herm ana, en ­ tregó tod o el p atrim o n io de su padre a ésta y re s­ p on d ió que se sentía satisfech o con los bienes que había recibido de su abuelo, agregan do que, si así 15 Cofradía (sodalitas) encargada del culto a Marte. 16 Al puluinar, es decir, un colchón o colchoneta que se tendía sobre los lechos o el edredrón que los cubría. Por extensión, la palabra de­ signa los lechos ricamente ataviados sobre los que se colocaban las imá­ genes de los dioses en la fiesta del lectisternium para participar del ban­ quete que se les ofrecía. 17 Praesul es cualquier persona que salta o danza a la cabeza de otros (cf. Cicerón, Div., 1,26). Por extensión se aplica, como aquí, al jefe de los salios que todos los años recorría la Ciudad danzando y mostrando a la multitud los escudos sagrados (ancilia). 18 Las Fiestas Latinas (Feriae Latinae) comenzaron posiblemente con la constitución de la federación de los pueblos del Lacio. Se celebraban anualmente durante tres días, de los que dos se dedicaban a distintos festejos y uno a la celebración de un sacrificio ofrecido por los pueblos federados.


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lo quería, entregara su m adre tam bién a su herm a­ na el p atrim o n io que le corresp on d ía a él, para que ésta no fuera m ás p o b re que su m arido. E ra con- 8 descendiente de carácter, de tal m anera que algu­ nas veces cedía a la fuerza a salir de caza, asistir al teatro o presenciar o tros espectáculos. Se dedicó 9 tam bién a practicar la p in tu ra siguiendo las in struc­ ciones de D io g n eto . T uv o afición p o r el b o xeo, las luchas, las carreras, la caza de aves; p ero, ante tod o , ju gab a a la p elota y salía de caza. P ero su p asión 10 p o r la filoso fía le apartó de tod as estas actividades y le volvió serio y p o n d erad o , aunque no d estruyó en él totalm ente la afabilidad que m ostrab a, ante todo, con los su y o s, d esp ués, con los am igos y, fi­ nalm ente, con aq uéllos a quienes no conocía. Por lo dem ás, solía ser frugal, aunque de un m o d o ra­ zo n able; tím ido, aunque n o cobarde; y serio, sin caer en la tristeza. E n estas circunstancias, cuan d o A d rian o después 5 de la m uerte de L u c io C é sa r buscab a un sucesor para el tron o, p o rq u e no con sid eraba idóneo a M ar­ co, que contaba só lo con diez y ocho años de edad, eligió para la ad op ció n a A n ton in o Pío, esp o so de la tía de M arco, con la condición de que éste ad o p ­ tara com o su cesor su y o a su vez a M arco 19, y M ar­ co a L u cio C ó m o d o . P o r cierto, el día en que fue 2 ad op tad o V ero 20 so ñ o que tenía h om bro s de m ar­ fil y, cuando le p regun taron si éstos serían capaces de aguantar el p eso , se dio cuenta de que eran m ás vig o ro so s de lo que solían ser habitualm ente. Sin 3· em bargo, cuando se enteró de que A drian o le ha­ bía ad op tad o , en lugar de sentir alegría, se sintió contrariado y, cuan do recibió la orden de traslad ar­ se al d om icilio particular de A d rian o , salió de m ala 19 Es un típico ejemplo de error de la Historia Augusta. Confrón­ tase esta afirmación con Adriano, 24,1; Elio, 6,9 y Antonino, 4,5. 20 Se refiere a Marco, pues éste poseía el nombre de Vero y el de Verísimo otorgado por Adriano, cf. Adriano, 1,10.


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gana de la villa de su m adre. Y , cuando sus criados le p regu n taron p o r qué accedía con tristeza a la ad op ción a la casa real, les enum eró los m ales que el p o d er im perial lleva con sigo. F u e entonces cuand o, p o r prim era vez, com en zó a llam arse A urelio en lu gar de A n io , p o rq u e había p asad o p o r dere­ cho de adopcióri-a ia fam ilia A urelia, es decir, a la de A n ton in o. X síjy a e s, tras haber sido ad op tad o a los diez y och o años de edad, durante el segundo con sulad o de A n ton in o , y a p ad re ad op tivo su y o , recibió el n o m bram ien to de cu estor a instancia de A d rian o p asan d o p or alto su edad. C u an d o se traslad ó al p alacio im perial d espués de su adopción, m o stró a to d o s sus fam iliares el m ism o respeto que les h abía m ostrad o sien do un sim ple particular. Y era tan frugal y cu id ad o so de sus bienes com o había sid o en su casa p riv ad a, d esean d o acom odar sus actos, sus p alabras y su s p ensam ien tos a las ense­ ñ an zas de su padre. A la m uerte de A d rian o en B a y as, m ientras P ío p artió allí p ara traslad ar sus resto s, M arco se q u e­ dó en R o m a y cum plió las n orm as de rigo r en h o ­ n or de su abuelo y , aunque era cuestor, ofreció un espectáculo glad iatorio com o si fuera un particular. Inm ediatam ente d esp ués de la m uerte de A drian o, P ío in quirió de M arco p o r m edio de su esposa si, una vez roto el c o m p ro m iso de m atrim on io que h a­ bía ad q uirido con la h ija de L u c io C eyon io C ó m o ­ d o , querría d esp osarse con (su hija Fau stin a ) 20 bts a p esar de la diferencia de edad. Y aquél, tras haber reflexion ad o, d ijo que aceptaba. D esp u és de estos su ceso s, Pío n o m bró a M arco cónsul com o colega su y o , cuando aún era cuestor, le galardonó con el título de C ésar, y, sien do ya cónsul designado, le

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2:b‘s Casiodoro estableció aquí una laguna que los editores pretenden completar con Antonino, 4,5 y Vero, 2,3.


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n om bró seviro 21 de los escuadrones del orden ecuestre, se sentó a su lado cuando organ izó junto con sus colegas los ju eg o s sevirales, le ordenó tras­ ladarse a la casa de T ib erio , le hon ró, a p esar de su op osición , con to d o el b o ato de la corte y le ad ­ m itió en los colegios sacerd otales 22 ateniéndose a la voluntad del senado. L e designó tam bién cónsul p o r segunda vez cuan do él asum ió p o r cuarta vez dicha m agistratura. P o r aq uellos m ism os tiem pos se dedicó a sus estu d io s con gran p asión , a pesar de que se hallaba o c u p ad o en m últiples tareas y de que asistía a los actos oficiales de su padre p a­ ra adquirir la form ación p recisa para gobernar el E stad o . D esp u és de esto, to m ó p o r esp o sa a F au stina y, tras reconocer a su p rim era hija, recibió la p otestad tribunicia, el p o d er p rocon su lar fuera de la C iu d ad 23 y el derecho de hacer cinco p ro p o si­ ciones en el sen ado 24. Y ad q uirió tanto p restigo ante Pío que éste nunca p ro m o c io n ó a nadie de buena gana sin su con sejo . P o r su parte, M arco se m antenía en la m ás estricta sum isión a su padre, aunque no faltaban quienes le hacían ob jeto de al­ gunas m urm uracion es, d estacán d o se sob re los demás Valerio H óm ulo, quien un día que vio a la madre de M arco, L u cila, que estab a ad oran d o una im a­ gen de A p o lo en su jard ín , cuchicheó en v o z b aja: «A h o ra está su p lican d o p ara que acabes tus días y

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21 Es decir, comandante de uno de los seis escuadrones o turmae en que estaban encuadrados los caballeros. 22 En los de los Pontifices, los Augures, los Quindecimuiri sacris fa ciundis, los Septemuiri epulonum y probablemente también en los de los Fratres am ales y en las cofradías de los Augustales, Fauiales y otros de época imperial, pues el hijo del emperador entraba a formar parte de estos colegios al ser nombrado César. 23 Cf. Antonino, 4,7, η. 13. 24 Aunque este derecho varió según las épocas, nunca se permitió presentar más de cinco proposiciones, cf. Pértinax, 5,6; Alejandro Se­ vero, 1,3; Probo, 12,8.


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llegue al gobiern o su h ijo ». Su in sinuación no tuvo efecto alguno ante P ío : tan gran de era la h on radez 10 de M arco y tan grande la m od eración con que éste participó en el gobiern o im perial. 7 C u id ó tanto su reputación que, cuando era aún un niño, acon sejaba constantem ente a su s adm inis­ tradores p ara que no actuaran con dem asiada p re ­ sunción, y en alguna ocasión rechazó las herencias que le ofrecían, d evolviéndolas a los parientes del difunto. Finalm ente, vivió durante veintitrés añ os 2 en el dom icilio de su p ad re con un com portam iento tal, que el am or de éste aum entaba día a d ía; y, d u ­ rante tantos años, nu nca d u rm ió fuera del palacio, salvo d os noches en distintas ocasiones. P or ello, 3 A n ton in o P ío, al ver que llegaba el fin de su vida, llam ó a sus am igos y a los p refectos y le recom en­ d ó a tod o s ellos con firm án d ole form alm ente com o su cesor del tro n o, e inm ediatam ente, tras dar al tri­ buno el san to y seña de «E cu an im id ad », ordenó traladar al d orm ito rio de M arco la estatua de o ro de la F o rtu n a 25 que solía gu ard ar en el suyo. E n - 4 tregó parte de sus bienes m aternos a U m id io C u adrato , hijo de su herm ana, y a que ésta había m uerto. D esp u és de la m uerte del divino Pío, al ha- 5 berse visto o b lig ad o p o r el sen ado a asum ir la d i­ rección del E sta d o , d esign ó a su herm ano c o p ar­ tícipe del gobiern o, dán dole el nom bre de L u ­ cio A urelio V ero C ó m o d o y le confirió los títulos de C ésar y de A u g u sto . A p artir de entonces, co - 6 m enzaron a gobern ar el E sta d o sim ultáneam ente y fue entonces cuan d o el im perio rom ano com enzó a tener p o r p rim era vez d os A u g u s t o s 26 b,s... p ues

25 Cf. Antonino, 12,5-6. 26 M. Umidio Cuadrato, consul en el año 167. Fue hijo de Ania C or­ nificia Faustina (cf. 1,8 y 3,7). 2 6 bu j_¡ay una jaguna en e[ text0 Suplo, según Mommzen, < cum im­ perium sibi re>lictum.


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com partió con o tro el im p erio que < l e habían con ­ fiado a él > . D e sp u é s, él m ism o recibió el nom bre de A n ton in o. Y , co m o si fu era pad re de L u cio C ó - 7 m o d o , n o só lo le llam ó V ero, añadiéndole el n om ­ bre de A n ton in o , sin o que d e sp o só a su hija L u cila con él, a p esar de que legalm ente era h erm ano su yo. 8 Para celebrar esta unión, ord en aron que los niños y niñas de corp oracion es de nueva creación 27 se inscribieran p ara recibir u n a ración de alim entos. 9 A à iÿ u e s, d espués de que llevaron a cabo lo s actos que tenían que realizar en el senado, se dirigieron ju n tos al cuartel de lo s p reto rian o s y, p ara celebrar el reparto del p o d er, p rom etiero n veinte m il sestercios a cada uno de los so ld ad o s y una sum a eq u i­ valente al resto de lo s m ilitares. E n terraron el cuer- 10 p o de su padre en el sep u lcro de A d rian o 2S, h o ­ m enajeándole con fastu o sas honras fúnebres. D e s­ pu és, en el día de lu to que sigu ió, se organ izó una p rocesió n p ara celebrar lo s funerales p ú b licos. Y 11 am bos em peradores p ron u n ciaron elogios fún e­ bres 29 p o r su p ad re en la tribuna de los oradores y n o m braron en su h on or un flam en y cofrades A ur e lia n o s30, eligiendo a aquél entre sus parientes y a éstos entre sus am igos m ás íntim os. 8 C u an d o alcanzaron el p o d e r am bos em perado­ res, se p o rtaron con tanta civilidad que nadie echó en falta la d u lzu ra de P ío, d án d ose la circunstancia de que un m im ógrafo de su tiem po llam ado M a n i­ lo les h ostilizab a con sus m o fas, sin que fuera cas-

27 Serían corporaciones similares a las puellae, alimentariae Faustinianae creadas por Antonino Pío, cf. Antonino, 8,1. 28 Adriano, 19,11. 29 Un tipo de oratoria que se practicó en distintos pueblos. En Gre­ cia se echó mano de ella para elogiar a los muertos por la patria. En Roma se utilizó como pretexto para exaltar a personajes e ideales polí­ ticos determinados y como dedicación postuma a los familiares desapa­ recidos. 30 Son los llamados Sodales Antoniniani, cf. Antonino, 13,4 v Adria­ no, 27,3, n. 113.


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tigado p o r ello. O freciero n u n o s ju egos gladiato- 2 ríos funerarios en h on or de su p ad re. M arco se en- 3 tregaba p o r com pleto al estu d io de la filoso fía y se ganaba el am or de los ciu d ad an o s. Pero interrum - 4 p ió esta felicidad y segu rid ad del em perador la p ri­ m era in undación del T ib er, la m ás grave que o cu ­ rrió en aquellos tiem p os, p u es con m ovió m u­ chos edificios de la C iu d ad , m ató a m uch os ani­ m ales y p ro v o c ó una escasez de alim entos que originó gravísim as consecuencias. M arco y Ve- 5 ro aliviaron to d o s estos m ales con su solicitud y su asistencia p erson al. E n aquel tiem po estalló tam - 6 bién la guerra contra lo s p arto s que V o lo g eso h a­ bía estad o prep aran d o y a b ajo el reinado de Pío 31, aunque la declaró form alm en te en época de M arco y V ero, d espués de que o b ligó a huir a A tid io C o r ­ neliano que entonces go b ern ab a Siria. E ra inm inen- 7 te tam bién la guerra en B retañ a y los catos se ha­ bían in trod u cid o en territorio de G erm an ia y R e ­ cia. Se envió a C alp u rn io A g ríc o la 32 contra los bri- 8 taños y a A u fid io V icto rin o 33 con tra los catos. E n 9 cam bio, a la guerra con tra los p arto s se envió a su h erm ano V ero con el consen tim iento del senado, m ientras que él se q u edó en R o m a, p o rq u e los p ro ­ blem as de la C iu d ad exigían la presencia de un em ­ perad or. P o r cierto, que M arco agasajó a V ero 10 acom pañán dole desde el sen ado h asta C ap u a junto con una com itiva de am igo s, a la que se sum aron los jefes de tod o s los cargos de la adm inistración. Pero, 11 cuando M arco llegó de regreso a R o m a y se enteró de que V ero se hallaba enferm o en C an u sio , 34, acu­ dió a visitarle d espués de haber hecho v o to s p or él en el senado, v o to s que cum plió tan p ro n to com o

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Antonino, 9,6. Se le menciona en las inscripciones de Bretaña. Cf. 3,8. Es la actual Canosa, en Apulia, cf. Vero, 6,7.


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regresó a R o m a y se enteró de que V ero se había hecho a la m ar. E ste, ciertam ente, después de que llegó a Siria, vivió en tregado a una vid a licenciosa en las ciudades de A n tio q u ía y D afn e y se ejercitó en las luchas de gladiadores y en cacerías, siendo en­ tonces cuando recib ió el títu lo de im p e ra to r35, aun­ que hacía· la guerra con lo s p arto s p o r m edio de sus legad os, m ientras que M arco se entregaba sin descanso a las actividades que exigía el gobierno y so ­ p ortab a con pacien cia, y casi con gu sto y hasta de­ seán dolo, la vid a p lacen tera de su herm ano. E n fin, fue M arco quien, d esd e su residen cia en R om a, p la­ neó y ejecutó to d o lo necesario p ara la continua­ ción de la guerra. 9 E stacio P risco acabó con éxito la guerra en A r­ m enia d espués de tom ar A rtax ata y se p ro p u so para los d os em peradores el título de A rm én icos. M a r­ co rechazó dicho título inicialm ente p o r m odestia, p ero d espués lo aceptó. A l acabar la guerra con los p arto s, los d o s recibieron el título de Párticos. M ar­ co tam bién rehusó este ofrecim iento aunque p o ste ­ riorm ente aceptó el título. P o r o tra parte, reh usó tam bién el título de P adre de la p atria que le h a­ bían ofrecido en ausen cia de su herm ano, h asta que éste volvio a R o m a. E n el tran scurso de esta guerra acom pañ ó h asta la ciudad de B rin d isi a C ívica 36, tío paterno de V ero, y a su hija a la que, a p u n to y a ae contraer m atrim on io, había con fiad o a su her- ' m ana d espués de haberla entregado una riquísim a dote. L a envió a V ero y se volvió inm ediatam ente a R om a, req uerid o p o r lo s rum ores de quienes ase­ guraban que M arco quería reivin dicar p ara sí la glo­ ria de haber acab ad o la gu erra y que p o r ello m ar-

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35 «Emperador», «caudillo», título que solían recibir los generales después de una victoria y que suponía la concesión del triunfo. 3 M. Ceyonio Cívica Bárbaro, cónsul en el año 157, un hermano de L. Elio César.


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chaba a Siria. A continuación escribió una carta a 6 los procón su les p ara que nadie saliera a recibir su hija 37 durante su viaje. M ientras tanto, p ro teg ió las causas destinadas a 7 defender la libertad de tal m o d o que fue el prim ero que ordenó a to d o s lo s ciu d ad an o s registrar ante los p refectos del tesoro de Saturn o 38 el nacim iento de sus hijos e im p on erlos el n o m b re en el p lazo de treinta días d espués de su nacim iento. Im p u so en 8 las distintas p rovin cias el u so de archivos p úblicos ante los cuales se d ebía seguir el m ism o p roced i­ m iento para el registro de los nacim ientos que se se­ guía en R om a, con el fin de que cualquier ciuda­ dano pudiera sacar de ellos las p ru eb as testim onia­ les, si p o r casualidad entablaba en su p rovincia un p ro ce so respecto a su con d ición de hom bre libre. 9 A p o y ó tod o s lo s térm inos de esta ley sob re la rei­ vindicación de la con d ición de h om bre libre y dic­ tam inó otras leyes sob re los b an qu eros y sob re las su bastas p úblicas. 10 D esign ó al senado com o ju ez p ara m uchas inves­ tigaciones y , m u y en especial, p ara aquéllas que eran de su ju risd ición . O rd en ó tam bién que las in­ vestigaciones sob re la condición de los fallecidos se realizaran en el p lazo de cinco d ías. N in g ú n em pe- 2 rad o r m o stró m ay o r resp eto q u e él hacia el sena­ do. Sin em bargo, p ara conferir aún m ás honor a esta asam blea, delegó la resolu ció n de determ ina­ d os p roblem as a m uchas p erso n as de ran go pretoriano y con sular que en esos m om en tos no eran m agistrado s, con el fin de que se aum entara m ás su p restigio con el ejercicio de la jurisprudencia. Eli- 3 gió com o senadores a m u ch o s de sus am igos oto r­ gándoles el ran go de ediles o p retores. A m uchos 4 37 Lucila, cf. 7,7; Vero, 7,7. 38 El templo de Saturno contenía el tesoro público (aerarium). E n él se guardaba el producto de las rentas anuales, las cuentaspúblicas, los decretos del senado y los estandartes de las legiones.


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senadores que eran p o b res p ero h on estos les con ­ cedió la dignidad de trib u n os o de ediles. Y no eli- 5 gió a nadie para el orden senatorial sin conocerlo bien. C o n los sen adores tuvo tam bién la delicadeza 6 de estudiar en secreto los casos en que había que decidir sob re la pena capital de alguno de ellos y de hacer pública la decisión só lo d espués de h ab er­ la estudiado adecuadam ente, y no perm itió que los caballeros rom an o s intervinieran en estos p rocesos. 7 Por otra parte, siempre que le fue posible, asistió a las sesiones del sen ado si se encon traba en R om a, aun­ que no hubiera ninguna p ro p o sició n que som eter a con su lta; ahora bien, cuan d o quería hacer alguna p rop u esta, la presen tab a personalm ente aunque tu­ viera que venir desd e C am p an ia. A dem ás, frecuen- 8 tem ente perm aneció en los com icios 39 in cluso h as­ ta bien entrada la noche y nunca se retiró de la C u ­ ria 40, antes de que el cón su l hubiera dicho: « N o os 9 detenem os m ás tiem po, sen ad o res». D esig n ó al se­ nado com o ju ez de las apelaciones hechas p o r el cónsul. M o stró una especial atención en la adm inistra- 10 ción de la justicia. A ñ ad ió los días «ju d iciario s» al calendario, fijan d o así en d oscien tos treinta los días del año d estin ad os al estu d io de causas y discu sión de litigios. Fue el p rim ero que in stituyó el cargo de 11

39 Con el término de comicios (comitia) se designan las diferentes asambleas del pueblo que, junto con las magistraturas y el senado cons­ tituían los tres órganos de gobierno del Estado Romano. En ellas te­ nían lugar los grandes debates políticos. De los votos que se sacaban en ellas dependía el nombramiento de los magistrados y ostentaban atri­ buciones judiciarias importantes; pero durante el imperio su papel legistativo y electoral es puramente formal, careciendo ya de competen­ cia judiciaria. La Curia en su origen era una sala común o plaza donde los ciu­ dadanos romanos se reunían para intercambiar problemas. Luego se aplicó esta palabra al edificio donde se reunía el senado. H ubo varias: la Hostilia, la Iulia, la Pompeia. Donde habitualmente se reunía el se­ nado era en la primera.


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p re to r tutelar 41, p ara que en adelante se tratara con m ás celo el p ro b lem a de los tu to res, ya que hasta entonces éstos eran d esign ad o s p o r los cónsules. E n 12 cam bio, estableció que to d as las person as adultas pu dieran aceptar ad m in istrad ores sin tener que ex­ pon er las causas de su decisión, m ientras que hasta entonces el n o m bram ien to de aq u éllos se había rea­ lizad o só lo en caso de in continencia o de locura, si­ guiendo las cláusulas de la ley P letoria 42. 11 Se p reo cu p ó tam bién de io s gasto s p úblicos y acabó con las calum nias de los cu ad ru p latores, m ar­ cando con un a n o ta infam ante a los falsos acu sad o­ res. D esp reció las delaciones que enriquecían al fis- 2 co. E n co n tró p rud en tes m edid as p ara la distribu­ ción de los alim entos p ú b lico s. P o r decisión del se­ nado concedió p ro cu rad o res a m uchas ciudades, para am pliar aún m ás los cargos senatoriales. E n 3 tiem po de h am bre d istrib u y ó trigo entre lo s ciuda­ danos de Italia, sacán do lo de los graneros de R om a y veló p o rq u e el ap rovision am ien to de gran o fuera com pleto. M o d eró con to d o tipo de m edidas los 4 com bates de gladiadores. M o d eró tam bién los d o ­ nativos que se hacían a lo s actores ordenando que éstos recibieran só lo cinco piezas de oro y que nin­ gún p ro m o to r de espectáculos sob rep asara los diez áureos. V igiló cuid ad osam en te las travesías de 5 R o m a y de los cam inos. A d o p tó con rigurosidad las m edidas precisas p ara el aprovisionam iento de trigo.

41 Este oficio fue instituido después de la muerte de Vero en el año 169. El primero que ostentó el cargo fue Arrio Antonino, según consta en una inscripción, cf. C. I. L. V, 1874 = Dessau 1118. 42 Los manuscritos dan letoria P y lectoría Σ. Acepto Plaetoria, con­ jetura propuesta por Jordan, aceptada por Magie. La ley Plaetoria de circumscriptione adolescentium de 186 a. de C. amparaba a los púberes menores de veinticinco años, castigando a aquéllos que, abusando de su inexperiencia, les indujeran a realizar negocios jurídicos perjudiciales. Existe una laguna en el texto.


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Se p reo cu p ó de los jueces que había n o m brado 6 para Italia, siguien d o el ejem plo de A d r ia n o 43, quien había en cargado ejercer la justicia a p erson as que osten taban el ran go consular. V eló con discre- 7 ción p o r las provincias de H isp an ia que estaban ex­ h austas p o r las levas de co lo n o s itálico s . . . 43 hl$ con ­ traviniendo las d isp o sicio n es de A d rian o y T rajan o . 8 P rom ulgó tam bién leyes sob re los im p u estos de la vigésim a parte de las herencias, s ó b r e la s tutelas de los libertos, sob re las p ro p ied ad es que las m adres recibían p o r herencia así com o sob re las herencias de lo s hijos a la p arte que le corresp on día a su m a­ dre, y para que lo s sen adores que n o fueran de Ita­ lia p oseyeran en la p en ín su la la cuarta parte de sus bienes. D io adem ás a los co m isarios encargados de 9 los d istritos y de las calles p o d er p ara castigar a quienes habían exigid o a alguien im p uestos que ex­ cedieran lo establecido o p ara entregarlos al prefec­ to de la C iu d ad , a fin de que fuera él quien los cas­ tigara. C o n to d o , se dedicó a re sta u rarla antigua ju- 10 risprudencia m ás que a establecer o tra nueva. M an ­ tuvo a su lad o p refecto s, a cuya autoridad y expe­ riencia siem pre se atuvo p ara la p ro m u lgació n de le­ yes. P ero se sirvió sob re to d o de E scévola, hom bre m u y experim entado en la jurisprudencia. 12 T u v o con el p u eb lo un com portam ien to sim ilar al que se m u estra en un E sta d o libre. A ctu ó con 2 gran m od eración en to d o , in tentan do apartar a los hom bres del m al, in iciarlos en el bien, rem unerar­ los con riqu ezas y p erd o n arlo s indulgentem ente, e h izo de los m alo s buen os y de los buenos buenísim os, y sobrellevó tam bién pacientem ente las iro ­ nías de algun os in dividu o s. E n efecto, en una oca- 3 sión en que acon sejaba a un tal V etrasino, que a pe-

43 Çfr. Adriano, 22,13 ; Antonino, 2,11. 43i“ Existe una laguna en el texto. Adopto la lectura de Bal: T ra< iani H a d ria > nique (cf. Adriano, 12,4).


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sar de su m ala reputación le p ed ía un cargo, para que se defendiera de la op in io n que el p u eblo tenía de él y aquél le con testó d icien do que veía entre el rango de pretores a m u ch o s de lo s que habían lu ­ chado con él en el circo, aguan tó pacientem ente la respuesta. Y , p ara no castigar a cualquiera a la li- 4 gera, en lugar de ordenar que p id iera el cese de su cargo a un p reto r que había ejercido m al algunas de sus funciones, con fió la adm inistración de la ju s­ ticia a un colega su yo. N u n c a favoreció al fisco con 5 su ju icio en lo s p ro c eso s p o r lucro. Realm ente, aun- 6 que era firm e, se m ostrab a tam bién razonable. D esp u és de que su herm ano vo lv ió victorioso de 7 Siria, se decretó p ara am bos el título de Padre de la patria, p u esto que M arco durante la ausencia de V ero se había co m p o rtad o con extraordinaria con­ sideración con todas las p erso n as, fueran senadores o particulares. Se les ofreció a am bos la corona cí- 8 vica 44, adem ás de o tro s h o n o res; L u cio p id ió que M arco obtuviera el triu n fo con él y que, adem ás, sus h ijos 45 recibieran el n om bre de C ésares. Pero 9 M arco fue tan m o d esto que, aunqu e había desfila­ do triunfalm ente con L u c io , solam ente después de la m uerte de éste se d ejó llam ar G erm án ico, título que había con segu ido p ara sí en esta guerra que no había com partid o con otro. A h o ra bien, en la p ro- 10 cesión triunfal llevaron co n sigo a los hijos de M ar­ co de am bos sex os, in clu so a las m uchachas aún vír­ genes. A sistieron tam bién a los ju egos decretados 11 para honrar el triunfo vistien do la indum entaria

44 Era la corona que se le ofrecía a un soldado romano como premio por haber salvado la vida de un conciudadano y haber dado muerte al enemigo. Al principio la confería el ciudadano salvado, luego el empe­ rador. 45 Marco Aurelio Cóm odo y M. Anio Vero. La ceremonia se realizó el 12 de octubre del año 166, cf. Cómodo, 1,10; 11,13.


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triunfal 46. E ntre otras m anifestaciones de su pie- 12 d ad, hay que reseñar tam bién este acto de p ru d en ­ cia: ord en ó que se colocaran colchonetas d ebajo del lu gar d on d e actuaban u n o s fu n ám b u los, p u es algu­ nos m uchachos se habían caíd o de la cuerda. E sta es la razón p o r la que tod av ía actualm ente se c o lo ­ ca d ebajo una red. M ientras se luch aba con tra los p arto s, su rgió la 13 guerra m arcom ánica, que se había su sp en d id o d u ­ rante m ucho tiem p o p o r la h abilidad de los que p ar­ ticipaban en ella, p ara p o d e rla activar de nuevo una vez que h ubiera acab ad o y a la de O riente. T a m ­ bién, tras hacer ciertas alusiones al p u eblo sob re esta guerra en un os m om en tos en que cundía el ham bre, p resentó una m o ció n en el senado a la vuelta de su herm ano, que había estad o ausente cin­ co años, asegurando que eran necesarios lo s dos em peradores p ara d irigir la guerra con tra G erm a­ nia. 13 F u e tan grande el terror que suscitó la guerra contra lo s m arco m an o s, que A n ton in o m an dó lla­ m ar sacerdotes de to d as las p artes, p racticó ritos ex­ tran jeros y p u rificó R o m a con to d o tipo de sacri­ ficio s; y , h abiendo retrasad o p o r estas circunstan- 2 cias su salid a p ara em pren der la guerra, celebró tam bién durante siete días un «lectistern io» 47 si­ guiendo el rito rom an o . Sin em bargo, surgió una 3

46 Una toga pintada (picta) y una túnica bordada (palmata), un cetro con la imagen de un águila, una guirnalda de hojas de laurel y una co­ rona de oro. 47 Un lectisternium, banquete de gran suntuosidad ofrecido a los dio­ ses, tras sacar las imágenes de sus nichos, eran colocadas sobre lechos delante de una mesa provista de los más delicados platos que prepara­ ban los Epulones, sacerdotes que presidían los festines de los sacrifi­ cios. La forma más solemne de los lectisternios deriva de Grecia, aun­ que los latinos también tomaron modelos de Etruria. L. Q. Stella, La civiltá Micenica nei documenti contemporanei, 1965, p. 237. C. Pascal (De lectisterniis apud Romanos, «Riv. di Filol». 22, 1894, pp. 272-279) los relaciona con ritos iranios y griegos.


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epidem ia tan grande q ue los cadáveres se tran spor­ taron en d istin tos vehículos y carruajes. L o s A nto- 4 ninos p ro m u lg aro n entonces leyes severísim as resecto a la in hum ación y a las sepulturas, pues p roibieron que nadie las con struy era a su gusto, re ­ glam entación que se ob serv a tod avía hoy. Por cier- 5 to, dicha epidem ia acab ó con m u ch o s m iles de p er­ son as, m uchas de ellas de entre lo s prim eros ciuda­ d anos, y M arco A n ton in o d isp u so que se erigieran estatuas en h on or de los m ás prestigioso s. Y fue 6 tanta su bo n dad que ord en ó sep ultar los cadáveres de los m ás p o b res, in clu so a costas del fisco, y p er­ d on ó , d espués de h ab er con fesado su im postura cuando le llevaron a su presencia, a un im postor que, buscan d o el m om en to o p o rtu n o para saquear la ciudad acom p añ ad o de o tro s cóm plices, arénga­ la b a a la plebe desde un a higuera salvaje en el C am ­ p o de M arte, aseguran d o en su d iscurso que iba a caer fuego del cielo y que sobrevendría el fin del m u n do si se caía del árb ol y se convertía en cigüe­ ña, dán d ose la circunstancia, en efecto, de que se cayó del árb ol en el m om en to señalado y que al caerse dejó escapar una p alo m a que tenía en el plie­ gue de la toga. 14 L o s dos em peradores, ataviados con el manto de generales 48, se p u siero n en m arch a para atacar a los v id u a le s y a lo s m arcom an os que prom ovían todo tipo de tum ultos y a o tro s p u eb lo s que habían hui­ do p resio n ad os p o r los bárbaro s m ás alejados y que estaban d isp u esto s a la guerra, sin o se les recibía en nuestras provincias. L a expedición alcanzó gran 2 éxito p uesto que llegaron hasta A quileya. En efec­ to, la m ayor parte de los reyes se retiraron con sus pu eblos y dieron m uerte a los autores de la sedi-

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48 Es decir, paludati, vestidos con el paludamentum, manto militar que los generales y oficiales superiores llevaban por encima de su ar­ madura. Era más amplio que el sayo (sagum), de un tejido más fino y de más ricos coloridos, blanco, escarlata o de púrpura.


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ción. L o s cu ad os, sin em bargo, tras la p érdida de 3 su rey, afirm aban que n o aceptarían al candidato p ro p u esto p ara sustituirle h asta que n uestros em ­ p erad ores no hubieran d ad o su asentim iento. N o 4 obstante, L u ció m archó a regañadientes, dad o que la m ay o r parte de estos p u eb lo s habían enviado m en sajeros a los legad os de lo s em peradores para p edir p erd ón p o r la sublevación. M ás aún, p en sab a 5 que era preciso volver, p u esto que había m uerto el prefecto del P reto rio , F u rio V ictorio, y una parte del ejército había p erecid o. M arco, p o r el con tra­ rio, p en sab a que había que atacarlos p o r con sid e­ rar que los b árb aro s fingían la huida y otras arti­ m añas que pudieran hacer crear que estaban al m ar­ gen de la guerra, p ara que n o cayera sob re ellos aquél ejército tan bien eq u ip ad o. Finalm ente, des- 6 p u és de haber p asad o los A lp es, avanzaron aún m ás y tom aron tod as las m edid as necesarias para la de­ fensa de Italia y del Ilírico. Sin em bargo, cediendo 7 a las presiones de L u c io , ord en ó que éste regresara a R om a, d espués de h ab er enviado una carta al se­ nado. Y , a los d o s días de haberse p u esto en cam i- 8 no, L u cio pereció de un ataque de apoplejía, cuan­ d o viajaba sen tado con su herm ano en un carruaje. 15 M arco A n ton in o tenía la costu m bre de leer, de escuchar in form es y de sellar docum en tos durante los ju eg o s del circo. P o r ello, según dicen, fue fre­ cuentem ente zah erid o p o r chanzas p op u lares. L o s 2 libertos G ém in o y A gaclito 49, go zaro n de gran in­ fluencia bajo el gobiern o de M arco y de V ero. M arco fue de un a b o n d ad tal que ocultó y excu- 3 só los v icios de V ero a p esar de que le causaban p r o ­ fu ndo m alestar, le o to rg ó el título de «d ivin o» d es­ pués de su m uerte, le h on ró con m uchísim os sacri­ ficios, y ayudó y p ro m o c io n ó a sus tías y a sus h er­ m anas decretando p ara ellas distintos h on ores y

49 Cf. Vero, 9,3.


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asignaciones, y h on ró su m em oria m ultiplicando las cerem onia religiosas. L e dedicó un flam en y cofra- 4 des A n to n in ia n o s50, y le rindió to d o s los honores que se tributan a los em perado res divinizados. N o 5 h ay ningún príncipe que no se vea salpicad o p o r la m ala fam a, de m anera que tam bién sob re él se di­ fu n d ió el ru m o r de q u e había d ad o m uerte a Y ero, bien m ediante la aplicación de un veneno cortando una tetina de cerdo con un cuchillo p o r el lado que previam ente había sid o envenenado y dándole a c o ­ m er la parte envenenada m ientras que se reservaba p ara sí la parte in ofensiva, bien m ediante la utiliza- 6 ción de los servicios del m édico P o sid ip o que, se­ gún cuentan, le h izo una san gría antes de tiem po. D esp u és de la m uerte de V ero, C a sio se reveló con ­ tra M arco 51. L u e g o éste fue tan b o n d a d o so con los su yos que ofreció a to d o s sus parientes to d o tipo de distin­ ciones y cargos y con firió enseguida el nom bre de C é sar a su hijo C ó m o d o — h om bre crim inal y de­ p ravado— , a con tin uación el sacerd ocio, e inm e­ diatam ente d espués el título de em perador, la p ar­ ticipación en su triunfo y el con su lad o. Precisam en- 2 te entonces s i n ...51 hls el em perad o r corrió a pie en el circo junto al carro triunfal de su hijo. D e sp u és de la m uerte de V ero, M arco A nton ino 3 gobern ó sólo la nación m ucho m ejo r que lo había hecho antes y m o strán d o se m ás virtu oso , puesto 4 que y a n o se veía em barazad o p o r ninguno de los extravíos que V ero so lía d isim u lar y que se debían a su fingida gravedad, p o r la q ue sufría com o p or un vicio congénito, ni p o r aq uellos otros vicios que disgu staban de un m o d o especial a M arco A ntoni-

50 Cf. Adriano, 27,3 y Antonino, 13,4. 51 En el año 175, cf. 25,6; Avidio Casio, 7 ss. 51i,! Existe una laguna con el texto. Helm lee sine<insignibus> vel sine <purpura> «sin las insignias» o «sin el manto depúrpura».


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no y que p o seía y a desde sus p rim eros años, ni p o r los prin cipios que regían su m ente depravada, ni p o r su m o d o de vivir. E n efecto, p o seía una calm a tan grande que nunca cam bió su ro stro ni p o r la tristeza ni p o r la alegría, y a que seguía los prin ci­ p io s de la filo so fía estoica que había aprendido de los m ejores m aestros y q ue él había espigad o p o r su cuenta en to d as las fuentes p osib les. P o r otra parte, tam bién A d rian o le hubiera n o m brado su su ­ cesor, si no lo hubiera im p ed id o su juventud, lo que se p ru eb a p o r el hecho de que le escogió com o yerno de P ío, p ara que o cu p ara algún día el im p e­ rio rom an o, y a que era p erso n a que m erecía tal car­ go. ^ 17 Asíypues, desde entonces gobern ó las provincias con gran m od eració n y b o n dad . L lev ó a cabo con éxito la guerra con tra los germ anos. P u so fin personalm ente, gracias a su v alo r y a la fortun a, a la guerra m arcom án ica q ue revistió caracteres especia­ les y que fue de tal m agn itud com o no se record a­ ba otra igual, adem ás de q u e coincidió con el m o ­ m ento en que u n a terrible peste estaba acabando con m uch os m illares de ciu d ad an o s y de so ld a ­ d os 52. L ib e ró de la esclavitud a las provincias de Panonia, desp ués de h ab er d estru id o a los m arcom anos, sárm atas, ván d alo s y cuad os y celebró en R o m a el triunfo 53 con su h ijo C ó m o d o al que ya había n o m b rad o C ésar, com o y a dijim os. M as, com o había ago tad o to d o el tesoro p ara llevar a cabo esta guerra y no tenía la intención de ordenar a las provincias que ap ortaran ningún im puesto ex-

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52 Cf. 13,3. 53 El triunfo era una gran procesión (pompa) triunfal militar con la cual un general victorioso y sus tropas entraban en la Ciudad después de haber acabado una guerra importante. El cortejo entraba por la puer­ ta triunfal y atravesaba los lugares más céntricos de la Ciudad hasta lle­ gar al templo de Júpiter Capitolino.


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traordinario, h izo una su b asta p ú b lica de los orn a­ m entos im periales en el fo ro del divino T rajan o y en ella vendió cop as de o ro , de cristal y de m urra, vasos reales, vestid os de sed a y o ro de su esposa, y aún m ás, n um erosas p ied ras preciosas que había en­ con trad o en el tesoro p riv ad o d e A d rian o . E sta ven- 5 ta se p ro lo n g ó durante d o s m eses y reunió tal can­ tidad de dinero que, desp ués de haber conseguido finalizar la guerra m arcom ánica, com o había resuel­ to, facultó a los com prado res p ara que pudieran d e­ volver lo com p rad o y recup erar el oro si así lo que­ ría. Y no se en o jó con ninguno de aquéllos que no devolvieron lo co m p rad o ni con lo s que lo devol­ vieron. E n ton ces p erm itió a los ciud ad an os m ás 6 d istin guid os exhibir en su s festines el m ism o lujo que exhibía él en los su y o s y u tilizar una servidum ­ bre p arecida a la que él u tilizab a. Se m o stró tan 7 m agnánim o en los esp ectáculos p ú b lico s que pre­ sentó en una so la cacería sim ultáneam ente un cen­ tenar de leones que fu eron ab atid os a saetazos. 18 M u rió a los sesenta y u n añ o s, d espués de un rei­ n ad o de dieciocho años, durante lo s que gobernó siendo am ado p o r to d o s los ciud ad an os que le es­ tim aban y le llam aban herm ano, p ad re o h ijo, se­ gún la edad de cada uno. Y en el día de su funeral 2 se h izo tan evidente el gran dísim o am or que se le p ro fesab a, que nadie con sid eró q u e había que llo­ rarle, pues to d o s tenían la certeza de que había sido u n regalo de lo s d ioses y que p o r ello había, vuelto ju n to a ellos. Finalm ente, antes de sepu ltar su ca- 3 dáver, com o dicen m u ch o s escritores, ocu rrió algo que no había o cu rrid o antes, ni ocu rriría p o sterio r­ m ente, que el p u eb lo y el senado le n o m braron dios p ro p icio tras haberse reu n ido, n o p o r separado, sino en un único lugar. E ste h om bre tan grande, tan b u en o y que estuvo 4 tan unido a la divinidad durante su vida y cuando m u rió, dejó un hijo llam ad o C ó m o d o : si hubiera sid o realm ente feliz, no hubiera d ejad o descenden-


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cia. N o fue suficiente que to d o el m un do, sin distinción de edad, de sexo, de condición y de rango social le tributara h on ores divinos, p orq u e llegó a considerarse sacrilego a to d o aquél que no tenía en su casa una estatua su y a si, p o r su fortuna, p o d ía o debía haberla ad q u irid o . E n fin, h o y en día se encuentran en m uchas casas estatuas de M arco A n to ­ nino entre los d io ses P e n a te s54. Y hubo tam bién quienes adivinaron acon tecim ientos fu tu ro s y que ocurrieron realm ente, aseguran d o que él había predicho m uchos de ellos entre sueños. P or ello, tam bién se le co n struy ó un tem plo, se le asignaron sa­ cerdotes A n ton in ian os, sod ales, flám enes y to d o lo que la antigüedad decretó p ara las p erson as sag ra­ das 55. 19 A lgu n o s dicen, y ello parece verosím il, que C ó ­ m o d o A n ton in o , su hijo y su cesor, no fue engen­ drado p o r él, sin o que nació a causa de un adulte­ rio, y urden la siguiente historieta, basán d ose en los rum ores del v u lgo : que Fau stin a, la hija de P ío y esp osa de M arco, h abiendo visto en cierta ocasión pasar a unos glad iad ores, se enam oró ardientem en­ te de uno de ellos y lu ego reveló a su m arido este am or cuando se h allaba p o stra d a p o r una larga en­ ferm edad; que lo s c a ld e o s 56, al relatarles M arco el caso opinaron que, tras hacer m orir al gladiador, F au stin a debía bañarse en su sangre y acostarse se­ guidam ente con su e sp o so ; y que, después de haber ejecutado su con sejo , la reina se vio libre, en efecto, de dicha pasión , si bien dio a luz a C ó m o ­ do, que fue un glad iad or, n o un príncipe, p u esto que, cuando fue em perador, luchó públicam ente

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34 Divinidades del fuego, a las que se ofrecía una parte de los ali­ mentos durante la comida, cf. Antonino, 3,5, η. 12. ^ Cf. Adriano, 27,3. 56 Pueblo de raza semita perito en la astrologia. Los judíos dieron este nombre también a los astrólogos y los romanos llamaban así a as­ trólogos y adivinos.


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ante la espectación de las m asas en casi un m illar de com bates glad iato rio s, com o se m ostrará en su vida. E sta h istoria se con sid era m ás verídica, sin 6 duda, p o rq u e el hijo de un p rín cip e tan virtuoso o b ­ servó una conducta com o no la había observado nin­ gún m aestro de esgrim a, ningún histrión, ningún esclavo del circo, o ningún in dividuo engendrado de la escoria del deshonor y del crimen. Por otra par- 7 te, m uchos escritores aseguran q u e C ó m o d o nació realm ente de un adu lterio p o rq u e está suficiente­ m ente co m p ro b ad o que F au stin a, cuando estuvo en G aeta, escogió com o am antes a m arineros y gladia­ dores. C u an d o a M arco A n ton in o le hacían co- 8 m entarlos sob re ella con el fin de que la repudiara, si no la condenaba a m uerte, dicen que contestó: «Si repudio a m i e sp o sa, tendré que devolver tam ­ bién la d o te». Pero ¿q u é otra co sa se consideraba 9 com o dote, sin o el im p erio que él había recibido al ser ad op tad o p o r su su egro y p o r la voluntad de A d rian o ? E n verdad, la vida de un príncipe irre- 10 proch able, su san tidad, su serenidad de alm a y su p ied ad tienen tanto v alo r que el od io suscitado p o r un pariente su y o no es cap az de desh on rar su fam a. 11 E n fin, ni un h ijo glad iad or, ni una esp o sa infam e d añaron a A n ton in o, p u esto que conservó siem pre sus costum bres y no se in m utó ante las m urm u ra­ ciones de nadie: hasta en n uestro tiem po se le con- 12 sidera un d io s, trato que vos m ism o, sacratísim o em perador D io clecian o , habéis aceptado siem pre y aceptáis aún, y a que lo veneráis entre vuestras d i­ vinidades, n o com o al resto de lo s d ioses sino de un m o d o especial, y soléis repetir que deseáis igua­ laros en la con d u cta y en la clem encia a M arco, au n q u e en con o cim ien to s filo só fico s ni Platón m ism o p o d ría igualarse, si volviera a la vida. E sto s son realm ente sus d ato s biográficos, resum idos brevem ente. 20

Pero éstos so n los actos que realizó M arco A n-


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tonino d esp ués de la m uerte de su herm ano 57 : p ri­ m ero trasladó su cuerpo a R o m a y le enterró en el sepulcro de su s an tep asad os 5S. Se le decretaron hoñores divinos. D e sp u é s, tras agradecer al senado el decreto de la ap o teo sis de su herm ano, m ostró, aunque de una m anera velada, que habían sid o su­ y o s to d o s los p ro y e c to s bélicos con que habían vencido a los p arto s. A ñ ad ió adem ás otros detalles con los que m anifestó que desd e entonces, p or fin, iba a gobern ar el E sta d o com o si partiera de cero, al haber sido ap artad o aquél que parecía el m ás in­ dolente. E l senado in terpretó las p alabras de M arco en el m ism o sentido que éste las había p ro n u n ­ ciado, pues parecía que d aba gracias p o rq u e V ero h abía ab an d on ado esta vida. D esp u és, llenó de p o der, de consideración y de riqu eza a tod as las her­ m anas y a los parientes y libertos de V ero. V elaba, en efecto, de una m anera especial p o r su p ro p ia re­ putación, pues p regu n tab a qué era lo que decían unos y o tro s de él hasta que d aba con la verdad, tra­ tando de corregirse en aq u ello que le parecía que le habían rep ren d id o con razón. C u an d o iba a p artir a la guerra contra los germ anos, y antes de que h ubiera tran scurrido el tiem ­ p o destin ado al luto, casó a su hija con C lau d io P o m p eyan o , hijo de un caballero rom ano, hom bre ya m u y anciano y origin ario de A n tio qu ía, p ero no lo bastante noble (al cual d esp ués o to rg ó d o s veces el con sulad o), aunque su hija tenía el título de A u ­ gusta y era hija de una A u gu sta. Pero tanto F au stina com o la que se iba a d esp o sar aceptaron estas nupcias con contrariedad. 21 C u an d o los m auritan os estuvieron a punto de de­ vastar tod o el territorio de las provincias hispanas, sus legados culm in aron con éxito la guerra. Y ,

’ 7 Cf. 15,8. 38 En la tumba de Adriano, cf. Vero, 11,1.

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cuando los so ld ad o s «B u c ó lic o s» 59 causaron m ú l­ tiples daños en E g ip to , fu eron hum illados p o r A v i­ dio C asio , que desp ués in tentó apoderarse del tro ­ no. P o r lo s m ism os días de su m archa, cuando des- 3 cansaba en su retiro de Preneste, p erd ió a un hijo de siete años llam ad o V ero C ésar, al sajarle u n tu ­ m or debajo de la oreja. G u a rd ó luto solam ente du- 4 rante cinco días p o r él, y , con so lan d o a los m éd i­ cos que les habían aten did o, se entregó de nuevo a la adm insitración de lo s asu n tos p ú b licos. Y, c o m o 5 se estaban celebrando los ju eg o s de Jú p iter O p ti­ m o M áxim o 60, no consintió que se interrum pieran con luto p ú b lico y ord en ó que se lim itaran a d e­ cretar la erección de estatuas en h on or de su h ijo m uerto, que una im agen su y a de oro fuera pasead a en la p rocesió n de los ju ego s circenses y que su nom bre fu era in scrito en los him nos de los Salios. 6 D ad o que entonces arreciaba aún la epidem ia, re s­ tableció con gran escru p o lo sid ad el culto a los d io ­ ses y, com o se había hecho durante la guerra p ú n i­ ca, ordenó p rep arar p a ra la m ilicia a esclavos a los que com o a los «v o lo n es» 61 dio el nom bre de « v o ­ lu n tarios». E q u ip ó con arm as tam bién a los gladia- 7 dores a los que llam ó «com p lacien tes». E n ro ló com o so ld ad o s tam bién a lad ron es de la D alm acia y de la D ardan ia. A rm ó tam bién a los «d io g m i­ tas» 62. C o m p ró tro pas auxiliares a los germ anos

59 Recibirían este nombre, según algunos, los soldados procedentes de una tribu de pastores y bandoleros del Noroeste del Delta del Nilo, cerca de Alejandría, cf. Adriano, 6,7. 60 Probablemente los ludi Capitolini, el 15 de octubre. 61 Recibieron este nombre los esclavos que se ofrecieron como vo­ luntarios para luchar en la segunda guerra púnica tras el desastre de Ca­ nas, cf. Livio, XX,57,11. 62 Los diogmitae eran unos cuerpos de tropas armados a la ligera que ejercían la policía militar en las ciudades griegas y que fueron utiliza­ dos a veces durante el imperio como tropas regulares emplazadas en las fronteras para impedir las incursiones enemigas, perseguir a los la­ drones, etc., cf. Amiano Marcelino, X X V II,9,6.


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p ara luchar con tra ellos m ism o s.Q A ^ árte de estas m edidas, p rep aró su s legion es c o m ô d a la diligen­ cia p osib le para la guerra co n tra los germ anos y los m arcom anos. Y , p ara n o causar p erju icio s a lo s hahitantes de las p rovin cias, h izo en el fo ro de T ra ­ jano, com o y a d ijim os 63, un a su basta de los o b je ­ to s de palacio en la que ven d ió, adem ás de v esti­ d os, cop as y vaso s de o ro , esculturas y pinturas de artistas m uy fam o so s. A n iq u iló a los m arcom an os en el m ism o p aso del D an u b io y devolvió a los h a­ bitantes de las p rovin cias el b o tín que aquéllos les habían arrebatado. 22 Se habían sublevado to d o s los p u eb lo s que h ab i­ tan desde la fron tera ilírica h asta la G alia: los m ar­ com an os, los varistas, los h erm u n d u ros y cuad os, los suevos, los sárm atas, lo s lacringes y los bu reo s; éstos y o tros m ás que se jun taro n con los victuales, com o los so sib es, los sico b o tes, los roxo lan os, los basternas, los alanos, los p eu cin os y los co sto b o cos. E ra inm inente tam bién la guerra contra los p a r­ tos y los bretones. ^ ístp u e s, venció a p u eb los m uy belicosos con gran esfu erzo, in cluso con el suyo personal, m erced a la colabo ració n de los so ld ad o s que im itaban su ejem plo y de los legados y p refec­ tos del Pretorio que m andaban tam bién el ejército, y aceptó la rendición de los m arcom an os, m uchos de los cuales fu eron d ep o rtad o s a Italia. R ealm ente, antes de hacer algo, con su ltab a siem pre con los optim ates 64, tanto sob re p rob lem as bélicos com o sob re problem as civiles. Finalm ente, su frase preferida fue siem pre la siguiente: «E s m ás ju sto que y o siga el con sejo de tantos y tan exim ios am igos que tantos y tan exim ios am igos sigan m is deseos,

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63 Cf. 17,4-5.

64 Se llamaba así a aquéllos que apoyaban al partido senatorial o aris­ tocrático, en oposición a los populares que favorecían a los partidarios de la plebe.


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p u es so y uno só lo ». P o r cierto, era criticado con rigor p orq u e, de acuerdo con los principios de su doctrina filo só fica, se m o strab a im perturbable ante las fatigas de la m ilicia y en su conducta general, pero él rep licaba in clu so p o r escrito a los dichos de aquéllos que hablaban m al de él. E n la guerra germ ánica, en la m arcom án ica y , m ás aún, en las p r o ­ m ovidas p o r o tro s m u ch o s p u eb lo s perecieron tam ­ bién m uch os nobles (y p ara hon rarlos a todos ellos les erigió estatutas en el fo ro U lp io ); p o r ello sus am igos le acon sejaron frecuentem ente que ab an d o­ nara las expediciones bélicas y que se volviera a R o m a ; p ero él d esp reció estos con sejo s, continuó en cam paña y no se retiró h asta que finalizó to d as las guerras. C am b ió provin cias proconsulares en consulares y p rovin cias consulares en p ro co n su la­ res o p retorian as 65 según las necesidades de la guerra. R ep rim ió tam bién con rigo r y autoridad las agitaciones que se habían origin ad o entre los secuanos. A p acigu ó igualm ente la situación en H isp an ia, soliviantada p o r la intervención de L usitania. O rdenó a su h ijo C ó m o d o que viniera a la frontera y le confirió la toga viril, aprovechando la ocasión p ara d istribu ir un con giario al p u eblo, y le designó cón su l antes de la edad legal. 23 Si alguna vez fue p ro sc rita alguna person a p o r el prefecto de la C iu d ad , no acep tó con gusto sem e­ jante decisión. Personalm en te se m o stró m uy p arco en la d istribu ció n de dinero del tesoro p ú blico, lo cual m erece m ás bien elogio que censura; sin em -

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65 El pasaje es oscuro. Las provincias proconsulares las gobernaba un proconsul y defoSWti del senado. Eran las más pacíficas y estaban desguarnecidas de trojías. Las consulares las regía el emperador como si fuera un cónsul. Eran las más recientes por lo que requerían la pre­ sencia de tropas. Son las llamadas también provinciae Caesaris, enco­ mendadas a jo s legati Augusti pro praetore a los que designaba el prín­ cipe para que hicieran sus veces. Respecto a las pretorianas, no es clara su designación, ni se sabe con certeza a quién estaba encomendado su gobierno.


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bargo, repartió dinero entre p erson as hon radas, auxilió a las ciu d ad es am en azad as de ruina y p er­ d o n ó tributos e im p u esto s allí d on d e la necesidad lo exigía. D io órdenes enérgicas p ara que durante su ausencia lo s em presario s de espectáculos m ás acaudalados p ro p o rcio n aran ju eg o s al p u eblo r o ­ m ano. E fectivam ente, cu an d o alistó gladiadores p ara la guerra, se corrió entre el p u eb lo el ru m or de que pretendía ob ligarle a que se d edicara a la fi­ losofía, d ad o que le p riv ab a de los espectácu los. E n efecto, había d ad o ó rd en es, a fin de que no se im ­ pidiera el com ercio, que los p an to m im o s ofrecieran sus exhibiciones b astan te tard e y no to d o s los días. C o rrió el ru m o r de que su e sp o sa tenía relaciones am oro sas con p an to m im o s, c o m o y a d ijim os ante­ riorm ente. Pero él rebatió estas noticias m ediante unas cartas. E l m ism o M arco p ro h ib ió p asear a ca­ ballo o en carruajes dentro de las ciudades. E lim i­ nó los bañ os m ixtos. P u so fren o a la disolución de las costu m bres de las m atron as y de los jóvenes n o ­ bles. A p a rtó al vu lgo de P elu sio de los cultos sa­ grad os de Serapis . C o rrió la n oticia de que algun os in dividuos, sim ulan d o que eran filó so fo s, o p ri­ m ían a la república y a los p articu lares; m as él re­ fu tó esta im p u tac ió n . 24 AntO(á& tenía la costu m b re de castigar to d o s los crím enes con una p en a m en or que la que las leyes suelen im poner, aunque algunas veces se m antenía inexorable contra los reos con victos de graves crí­ m enes. In stru y ó p erson alm en te los p ro ceso s de pena capital in co ad os a h om bres de fam ilia distin-

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66 El nombre de Serapis o Sarapis procede de la aféresis de Osarapis, compuesto de Osiris y Apis, Divinidad creada por los Ptolomeos como dios de Alejandría. Eran ramosas sus curaciones y sus adivinaciones por medio de sueños. Sus fiestas se celebraban el 25 de abril y el 20 de mar­ zo se hacía un festival llamado Pelusia para celebrar el desbordamiento del río. La intención del emperador sería evitar que los ritos de Serapis se contaminaran de la licencia de los de Pelusio.


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guida dan d o p ru eb as, ciertam ente, de una gran equidad, de tal fo rm a que llegó a reprender a un p re to r la precipitación con que había visto las cau ­ sas de unos reos y le ord en ó revisar el p roceso, d i­ ciendo que in teresaba el ran go social de aquellos reos que entendiera su cau sa un ju ez que ju zgara en nom bre del p u eblo. P o r o tra p arte, o b servó la ju sticia tam bién con los p risio n ero s de guerra. A sen tó sob re territorio rom an o innum erables extran jeros. L o g ró con su s súplicas desviar un ray o del cielo para que cayera contra una m áqu in a de guerra de los enem igos, con sigu ien d o la lluvia p ara su ejérci­ to que se veía an gu stiad o p o r la sed. Q u iso convertir a M arcom an ia y a Sarm atia en p rovin cias rom an as y hubiera realizad o este p r o ­ y ecto si no se hubiera reb elad o A vid io C asio b a jo su reinado en O rien te 67. A d em ás, éste se n o m b ró a sí m ism o em perado r, según dicen algunos, si­ guien do el d eseo de la em peratriz Fau stin a que h a­ bía p erd id o la esp eran za cíe que su esp o so recobra­ ra la salud. O tro s dicen que C a sio se n o m b ró em p erad or d esp ués de h ab er fin d igo que A nton ino h a­ bía m uerto y de haberle p ro clam ad o «d ivin o». P o r lo que respecta a A n ton in o , n o se alteró gran cosa p o r la deserción de C a sio , ni d ejó que su ira se ce­ b ara contra sus am igos. N o ob stan te, el senado le declaró enem igo p ú blico y su s bienes fu eron con ­ fiscad o s p ara en gro sar el erario público. 25 D ejan d o , p u es, la guerra sarm ática y m arcom ánica, m archó con tra C a sio . T am b ién en R o m a surgieron d iv ersos tu m u lto s, p ues se p en sab a que C a ­ sio se presen taría en la C iu d ad al hallarse ausente A n ton in o. P ero C a sio fu e asesin ad o enseguida y su cabeza se la prefeel^ron a A n ton in o . Sin em bargo, M arco no se alegró de su m uerte y ordenó que in ­ hum aran su cabeza. E l ejército d io m uerte tam bién

67 Cf. Avidio Casio, 7, ss.

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a M eciano 6S, a q u ien M arco había con fiad o A lejan d ría; p o r otra p arte, tam bién fue asesinado el prefecto del P reto rio que C a sio se había n o m brado p ara sí. M arco A u relio p ro h ib ió al sen ado que castigara severam ente a los cóm plices de esta revuelta, al tiem po que le p id ió que ningún sen ado r recibie­ ra la m uerte durante su p rin cip ad o p ara no m anci­ llar así su reinado — dio órd en es p ara que llam aran tam bién a los d ep o rtad o s— , p u es solam ente fueron con d en ados a m uerte u n o s cuantos centuriones. P erd on ó a las ciud ad es que habían estad o en co n ­ nivencia con C a sio , p erd o n ó tam bién a los antioq uenses que habían dicho m uchas cosas contra M arco y a favor de C a sio , a lo s que anteriorm ente había ab olid o sus esp ectácu lo s, sus asam bleas p ú ­ blicas y to d o tipo de reun ion es y con tra los que h a ­ bía enviado un ed icto m u y severo. Sin em bargo, un d iscu rso que p ron u n ció M arco ante sus am igos y que fue trasm itido p o r M ario M áxim o revela tam ­ bién que éstos se habían am otin ad o. E n fin, cuand o se dirigía a Siria, n o q u iso visitar A n tio qu ía, ni tam p oco C irro de d on d e era C a sio . E stu v o en A lejan d ría d on d e se c o m p o rtó afable­ m ente con sus habitantes. D e sp u é s, n o obstante, vi­ sitó A n tioquía. M an tu vo m últiples negociaciones con los reyes y co n so lid ó la p a z cu an do tod o s los reyes y legados de los p ersas salieron a su encuen­ tro. Fue m u y am ad o p o r to d as las provincias orientales. E n m uchas de ellas, adem ás, dejó vestigios de su pensam ien to filo só fico . E n tre los egipcios se com p o rtó com o un ciu d ad an o norm al y com o fi­ ló so fo en tod as las actividades que d esarrolló, tan­ to en los tem plos com o en o tro s lugares. Y , aun­ que los alejandrinos dijeron m uchas co sas ven tu ro­ sas en fav or de C a sio , no ob stan te, M arco les p er­ don ó a tod o s, e in clu so d ejó a su hija entre ellos.

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68 Tal vez el jurista L. Volusio Meciano, citado en la vida de Anto­ nino, 7,1.


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E n la villa de H alala, situad a al pie del m onte T a u ­ ro, p erd ió a su e sp o sa F au stin a, que m u rió com o consecuencia de una sú b ita enferm edad. P idió al senado que decretara p a ra ella h on ores divinos y la construcción de un tem plo, y p ron u n ció su elogio fúnebre, a p esar de que había tenido que agüantar con d esagrad o los ru m ores que corrían sobre su d esh onestidad, ru m ores que A n ton in o o d esco n o ­ ció o disim uló. In stitu y ó una nueva corporación de niñas llam adas F a u stin ia n a s 69 en h on or de su d i­ funta esp osa. A grad eció tam bién al senado el acuerdo de hon rar con la ap o teo sis a F austin a, a la q ue había tenido con sigo in clu so en los cam pam entos de verano, llam án dola p o r ellos «M ad re de los cam p am en tos». C o n v irtió tam bién en colonia la aldea donde m urió F au stin a y la d o tó de un tem plo, p ero éste fue dedicado desp ués a H elio gáb alo . D e acuerdo con su habitu al clem encia, so p o rtó que C asio fu era asesin ad o, pero n o fue él quien ord en ó su asesinato. H elio d o ro , el h ijo de C a sio , fue d epo rtad o, m ientras que los o tros cóm plices p udieron elegir el lu gar del exilio recibiendo una p arte de sus bienes. E n cam bio, lo s o tro s h ijo s de C a sio recibieron m ás de la m itad del p atrim o n io paterno y fueron ayu d ad os con d on acion es de o ro y plata y las m u ­ jeres, en cam bio, con distin tos orn am en tos; y su perm isividad llegó h asta el p u n to de q ue A lejan­ dría, la hija de C asio , y su yerno D ru n cian o p u die­ ron g ozar de la p o testad ae viajar librem ente, en­ com endados a la p rotecció n del m arido de su tía. E n fin, se lam entó de la m uerte de C a sio , pues afirm aba que su intención era gobern ar sin que se derram ara la sangre de ningún senador. 27 D e sp u és de que n o rm alizó la situación en O rien ­ te, se detuvo en A ten as y se acercó a iniciarse en

69 Cf. Antonino, 8,1.

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los m isterios de C eres 70, para p robar que era in o ­ cente, y entró él só lo en el santuario. A l volver a 2 Italia en un navio, su frió una violentísim a tem pes­ tad. A su llegada a Italia p o r B rin d isi, se vistió la 3 toga y dio la orden a sus so ld ad o s de que tam bién ellos utilizaran esta pren da, de m od o que durante su reinado ya nunca vistieron el sayo '. C eleb ró 4 su triunfo en cuanto llegó a R o m a y desde allí p ar­ tió hacia Lan uvio. A continu ación, asoció a C ó m o - 5 d o com o colega p ara ejercer la p otestad tribunicia, y dio al p u eblo un con giario y m agníficos espectá­ culos. D esp u és corrigió m u ch o s ab usos civiles. L i- 6 m itó los gasto s que origin aban los ju eg o s gladiato­ rios. Siem pre tuvo en sus lab ios la m áxim a de Pía- 7 tón, según la cual las ciud ad es son florecientes si las gobiernan filó so fo s, o si los gobernantes p rac­ tican la filosofía. C a só a su h ijo con la hija de B ru cio 8 Presente celebrándose la b o d a com o la de cualquier p articu lar; y, p ara festejar el acontecim iento, d istri­ b u y ó un congiario entre el pueblo. D esp u és p u so de nuevo su em peño en finalizar 9 la guerra, p ero m urió m ientras dirigía las op eracio­ nes, cuancfo ya su h ijo com en zaba a desviar sus c o s­ tum bres de los prin cipios q ue le había inculcado. 10 D esp u és sostu v o la guerra durante tres años con los m arcom an os, herm undu ros, sárm atas y cuados de form a que, si hubiera vivido un año m ás, habría

7” Divinidad romana de la vegetación ν de la tierra, cuyas fiestas (Ce­ realia V Fordicialia) se celebraban el 15 y el 19 de abril respectivamente. Su culto se adaptó luego al de Deméter griega, con lo cual Ceres ad­ quirió nuevas atribuciones, como la protección del matrimonio. En 191 a. de C. se introdujo el ayuno de Ceres (ieiunium Caereris) y otra fiesta después según el modelo de los misterios de Eleusis a la que tal vez alu­ de el texto. 71 Capa o manto de origen celta, de lana gruesa y de forma cuadra­ da, que se plegaba en dos y se sujetaba con una fíbula o un simple nudo. Se usaba especialmente como vestido militar por los oficiales y solda­ dos y los ciudadanos la vestían en casos de tumultos o de desórdenes interiores.


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convertido a estos p u eb lo s en provincias rom anas. Se dice que d o s días antes de expirar reunió a su s am igos y les dio el m ism o parecer sobre su hijo que F ilip o dio sob re A lejan d ro , cuando aún pensaba m al de él, añadiendo q ue aceptaba g u sto so la m uer­ te p o rq u e m oría d ejan d o a tal h ijo com o sucesor. E n efecto, C ó m o d o se m o strab a ya torpe y sanguinario. 28 A sí fue su m uerte: cuan d o com en zó a sentirse enferm o llam ó a su h ijo y le p id ió ante todo que no d esp reciara los ú ltim os co letazo s de la guerra, p ara que nadie le tom ara com o un traid or de la p a ­ tria. Y , al respon d erle su hijo que su prim er deseo era velar p o r su salu d , le p erm itió que hiciera lo que deseara, p id ién dole, no ob stan te, que esperase u n os p o c o s días p ara n o p artir al m ism o tiem po que él. D esp u és, d esean d o m orir, se abstuvo de com er y de beber, y así aum entó su m al. A los seis días llam ó a sus am igo s y , al tiem p o que se reía de las co sas hum anas y desp reciaba la m uerte, les d ijo : «¿ P o r qué m e lloráis y n o p en sáis m ás bien en la epidem ia y en la m uerte de to d o s? » . Y , al ver que deseaban retirarse, d ijo gim ien do : «Si y a m e d es­ p edís, o s d igo ad iós, y m e .adelanto a v o so tro s». Y , cu an d o le p regun taron q ue a quién recom endaba a su hijo, les con testó: « A v o so tro s, si es digno de ello, y a los d io ses in m o rtales». C u an d o el ejército se enteró de la m aligna enferm edad que le aqueja­ ba, sin tió un vivo d o lo r p o rq u e le había am ado de un m o d o sin gular. A l sép tim o d ía se p u so m ás grave y aceptó só lo la visita de su h ijo , al que despidió enseguida, p ara que n o se con tagiara con la enfer­ m edad. D esp u és de despedirle, se cubrió la cabeza com o si quisiera d orm ir, y durante la noche exhaló su espíritu. D icen que, d ad o que veía que su hijo ib a a ser tal cual fue d esp ués a e que él m urió, d e­ seó su m uerte p ara que n o se asem ejase, com o él m ism o decía, a N e ró n , C aligu la o D om ician o. 29 Se le recrim inó a M arco A u relio la p rom oción a

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distintas dignidades de los am antes de su esposa T értu lo, T utilio , O rfito y M o d erato , a p esar de que sorp ren d ió a T értu lo in clu so desayun an d o con su esposa. U n p an to m im o alu d ió a éste en el teatro y en presencia de A n to n in o : en un a ocasión en que un bufón p regun tab a a su esclavo el nom bre del am ante de su esp o sa y éste le decía tres veces T u lo, ante la in sisten cia del b u fó n que volvía a p regu n ­ tarle, le resp on d ió «Y a te lo he dicho tres veces: se llam a T u lo 72». Sob re este incidente el p u eb lo y otras person as hicieron m u ch o s com entarios, recri­ m inando a A n ton in o su paciencia. P o r cierto, antes de m orir y de iniciar su segu n d a expedición co n ­ tra los m arcom an os ju ró en el C ap ito lio 73 que no había consen tido que se con d en ara a m uerte a nir: gún senador y asegu raba q u e él habría conservado tam bién la vid a de los in surgentes si se hubiera en­ terado de su condena. N a d ie tem ió m ás, ni trató de evitar a base de súp licas, com o su fam a de avaro, sob re la que in tentó ju stificarse en m uchas cartas. L e im pu taron tam bién n o haber sid o sincero, ni tan franco com o parecía o com o había sid o Pío o Vero. L e reprocharon igualm ente haber in stitucionalizado el boato de la corte ap artan d o a sus am igos de las relaciones sociales generales y de los banquetes. D ecretó la con sagració n de sus padres. H o n ró con la erección de estatuas a los am igos de sus p a­ dres que habían m uerto. N o creyó a la p rim era a los que recom endaban a alguien, sinó que in vestigó en tod o s los casos h as­ ta descubrir la verdad.

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72 Juego de palabras basado en que el nombre Tertullus es un com­ puesto de ter y Tullus. 73 Templo construido por el último Tarquinio sobre la cima meri­ dional del monte Capitolio en honor de Júpiter, Juno y Minerva.


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D esp u és de que m u rió F au stin a, F ab ia se esfor- 10 z ó en contraer m atrim on io con él. P ero M arco tom ó com o concubina a la hija del adm inistrador de su esp o sa p ara no asignar a tan tos hijos una m a­ drastra.


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Se que la m ay o r parte de lo s escritores han tras­ m itido a la literatura y a la h istoria las biografías de M arco y de V ero de tal m anera que ofrecieron p rim ero la de V ero a su s lectores p ara que la c o ­ nocieran, sin segu ir el ord en de sucesión del g o ­ bierno, sino el de la vida. Y o , p o r el contrario, he 2 con siderado que debía p u b licar p rim ero la biogra­ fía de M arco y luego la de V ero , p u esto que M arco com enzó a gobern ar p rim ero y luego gobernó V ero x, que pereció cuan do aún vivía aquél. Pues bien, L u c io C e y o n io E lio C ó m o d o V ero 3 A n ton in o, que recibió el sob ren om b re de E lio p o r voluntad de A d rian o y el de V ero y A n ton in o p o r su parentesco con A n ton in o 2, no está catalogado ni entre los m alos ni entre lo s buen os em perado­ res. Pües se sabe que n o estab a erizado de vicios, 4 que no abun dó en virtu des y , en fin, que vivió, no en un principado p ro p io e independiente, sino o s­ tentando un p o d er sim iliar y de igual dignidad bajo el de M arco, de cuya línea de conducta se apartó, p u es estaba m arcada p o r el libertinaje de co stu m ­ bres y p o r los excesos de u n a v id a bastante disoluta. 5 En erecto, Vero era de costumbres sencillas e incapaz de fingir en nada 3. Su padre fue L u cio E lio V ero, 6 1 Sobre la asociación' de Vero al poder, cf. Marco, 7,5. 2 Cf. Marco, 7,7. 3 Cf. Marco, 16,4; 19,6,7.


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que, tras haber sid o ad o p tad o p o r A drian o , fue el p rim ero que recibió el título de C ésar y que m urió situ ad o en esta m ism a dignidad. Sus abuelos, bisa- 7 buelos y m uch os de su s an tepasad os fueron con su ­ lares 4. L u cio nació en R o m a cuan d o su padre ejer- 8 cía la p retu ra el día diecioch o de las calendas de ene­ ro, la m ism a fecha en la que nació tam bién N eró n 5, que luego llegaría a em perador. Su fam ilia paterna 9 era en su m ay o r parte origin aria de E tru ria, m ien­ tras que la m aterna p ro ced ía de Faven za. C o m o p roced ía de este linaje, entró a form ar p ar­ te de la fam ilia E lia cuan do su p ad re fue ad op tad o p o r A d rian o y, cuando m urió aquél, que era el C é ­ sar, perm aneció en la fam ilia de A d rian o , p o r quien 2 fue confiado V ero a A u relio p ara que fuera ad op ­ tado cuando, tom an d o las m edidas pertinentes para su sucesión, decidió q ue P ío fu era su hijo y M arco su nieto, con la con d ición de que V ero aceptara a 3 la hija de Pío 6, que se casó en realidad con M arco, p o rq u e V ero parecía in capacitad o p ara ello a causa de su edad, com o y a exp u sim os en la vida de M ar­ co. E n cam bio, tom ó p o r esp o sa a L ucila, hija de 4 M arco, y se educó en la casa de T iberio. E scu ch ó 5 las enseñanzas del gram ático latino E scaurin o, hijo de E scau ro 7, que fue p ro fe so r de gram ática de A drian o , las de los gram áticos griegos T élefo , E festión y H arp o cratió n , las de los m aestros de retóri­ ca A p o lo n io , C éler 8, C an in io y H e ro d e s A tico, las del látino C orn elio F ro n tó n y las de los filóso fos

4 Cf. Su abuelo era Lucio Ceyonio Cóm odo, cónsul en 106, cf. Elio, 2,7. Su bisabuelo fue probablemente L. Ceyonio Cómodo, cónsul en el año 28. 3 Suetonio, Nero, 6,1. 6 Cf. Elio, 6,9. 7 Famoso gramático al que alude Plinio, Epist., V, 11 y Aulo Gelio, N. A , 11,15,3. 8 Marco, 2,4.


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A p o lo n io 9 y Sexto 1C. A to d o s ellos los am ó de una m anera sin gular y, del m ism o m o d o fue am a­ d o p o r ellos, a p esar de que n o tuvo m ucho talento p ara las letras. C o n to d o , cuan do era n iño, tenía afición a com po n er v erso s, y m ás tarde, d iscu rsos. P o r cierto, se dice que fue m ejo r orad o r que p o eta o, p ara hablar con m ás p ro p ied ad , p eo r p oeta que re­ tórico. Y n o faltan quienes aseguran que sus am ig os le ayud aron con su talento y que los escritos que se le atribuyen a él fu eron o tro s los que los es­ cribieron, p u esto que, según dicen, m antuvo c o n s­ tantem ente a su lad o a m uchas p erson as elocuentes y sabias. T uv o com o p recep to r a N ico m ed es. F u e sensual, m u y alegre y extraordinariam ente capaci­ tad o p ara to d o tipo de d iversion es, ju ego s y b ro ­ m as. C u an d o cum plió los siete años p asó a form ar p arte de la fam ilia A u relia 11 y fue ed u cad o según las costum bres y los d eseos de M arco. F u e aficio­ n ado a las cacerías, a los ejercicios gim násticos y a to d o s los ejercicios p ro p io s de la juventud. Y perm aneció com o un sim ple ciu d ad an o en el p alacio im perial durante veintitrés años. 3 E l día en que V ero tom ó la to g a viril, A nton ino P ío , aprovech ando la o p o rtu n id ad de que dedicaba un tem plo a su p ad re, se m o stró liberal con el p u e­ b lo, y cuando aquél ofreció u n o s ju ego s al p u eblo, siendo y a cuestor, se sentó entre P ío y M arco. Inm ediatam ente d esp ués de la cuestura, recibió el con su lad o con su colega Sextio L ateran o. T ran s­ cu rrid os unos años, fue n o m b rad o cón sul p o r se­ gunda vez con su herm ano M arco. P ero se m antuvo durante m ucho tiem po com o un particular y ca­ reció del h on or con que era d istin gu id o su herm a­ no. E n efecto, ni se sentó en el senado antes de asu-

9 Antonino, 10,4; Marco, 2,7. 10 Marco, 3,2. 11 Es decir, fue adoptado por Pío.

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m ir la cuestura, ni cu an d o viajab a iba con su p a ­ dre, sino con el p refecto del P reto rio , y no recibió ningún otro título h on orífico q u e el de hijo de A u ­ gu sto. F u e tan aficion ad o a lo s juegos circenses com o a las luchas de glad iad ores. A p esar de que se veía zaran d ead o p o r los gran des d esvarios a que le conducían su s placeres y su afán de lu jo , A n to ­ nino le m antuvo com o hijo, al parecer, p orq u e A d rian o había ord en ado que p asara a ser hijo a d o p ­ tivo de P ío, para así p oderle llam ar nieto su y o . H a y indicios de que V ero m o stró hacia P ío lealtad, p ero no am or. Sin em bargo, A n ton in o P ío apreció su in genuidad de carácter y su p u reza de vid a y lle­ gó a exhortar a su herm ano M arco a que le im itara. A l m orir P ío , M arco le confirió to d o s lo s hon ores haciéndole partícipe d el p o d er im perial y le convir­ tió en colega su y o , a p e sa r de que el senado le h a­ bía o to rgad o a él so lo el im perio. 4 A ^Ç p^es, d esp ués de h ab erlo elevado al trono y de haberle conferido el p o d er tribunicio, tras ha­ berle o to rgad o tam bién el h o n o r del con sulado, o r ­ denó que le dieran el n om bre de V ero trasp asán ­ dole su p ro p io n om bre, p ues anteriorm ente le lla­ m aban C ó m o d o . L u c io , p o r su parte, corresp on diéndole a M arco, le ob edeció en lo que p rop on ía, com o un legado obedece al p ro có n su l, o un gober­ nad or al em perador. F u e entonces la prim era vez que M arco arengó a lo s so ld ad o s en nom bre de lo s d os, y para m antener la arm onía en el gobierno, V ero se co m p o rtó con d ign id ad y de acuerdo con el plan de vida que seguía M arco. Pero, cuando marchó a Siria, se d esacred itó no só lo p o r el desenfre­ no de su vida, bastante licenciosa, sino tam bién p o r sus adulterios y p o r su s relaciones am orosas con m uchachos jóvenes 12, p o rq u e, según dicen, fue tan grande su afan de placeres que, d espúés que volvió

12 Cf. Marco, 8,12.

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de Siria, estableció un figó n en su casa donde acu­ día d espués de com er con M arco y donde le ser­ vían tod o tipo de p erso n as infam es. D icen tam bién que aguantaría ju gan d o a lo s d ad o s to d a la noche l3, p asión que había ad q u irid o en Siria, y que em uló de tal m anera los n u m ero so s vicios de G a y o , N e ­ rón y V itelio, que recorría p o r las noches las taber­ nas y lupanares cubrien d o su cabeza con un cap u ­ chón, com o el que u sa la gente corriente en los via­ jes, y andaba en francachelas con in dividuos pen ­ dencieros, se m ezclaba en reyertas, disim ulando su personalidad, y había vuelto m uchas veces a casa con la cara am oratad a p o r los golp es recibidos tras haber sido identificado en las tabernas, a p e­ sar de que trataba de ocultarse. A rro jab a tam bién m onedas de gran volum en en los figones para ro m ­ per con ellas las copas. F u e aficion ado tam bién a las carreras de caballos tom an d o p artido p o r los verdes H. O frecía adem ás con m ucha frencuencia luchas de gladiadores durante los banquetes, p ro ­ lon gan do las com idas hasta el anochecer y quedán ­ d ose d orm id o en el diván d on d e había com id o, h as­ ta que se lo llevaban envuelto en los cobertores a su d orm ito rio. T enía el sueño m u y ligero y hacía la digestión enseguida. P ero M arco, a p esar de que sabía todas estas co sas, hacía com o que no estaba en­ terado del asunto, p o r vergüen za de reprender a su herm ano. Se cuenta que fue m u y fam o so un banquete de las características que siguen, en el cual dicen que

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13 Este juego estaba muy extendido en Roma. Se sabe que Augusto perdió en una noche 20.000 sestercios (Suetonio, Aug., 71). Las apues­ tas que hizo Nerón fueron muy cuantiosas (Suetonio, Nero, 30,3) v Claudio fue tan fanático de los dados que hizo construir un tablero es­ pecial para su carro (Suetonio, Claud., 33). 14 Se trata de una bandería (la factio prasina) de las cuatro en que se distribuían los conductores de carros en el circo y los equipos de hin­ chas que los apoyaban. Las otras tres eran: la blanca (factio alba o aibata), la encarnada (factio russata) y la azul (factio ueneta).


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se sentaron a la m esa p o r p rim era vez doce p erso ­ nas, a pesar de que to d o el m u n d o conoce la si­ guiente frase sob re el núm ero de in vitad os: «Siete hacen un festín, nueve, un tro p el.» Se regalaron a cada uno de los com ensales h erm osos esclavos que les servían a la m esa, se regalaron tam bién a cada uno de los asistentes vajillas y m aestresalas, se r e - ; galaron anim ales vivos d o m éstico s o salvajes, aves o cu ad rúp edos de la m ism a especie de aquéllos que se habían servid o, se regalaron tam bién copas de m irra o de cristal de A lejan d ría p ara que cada c o ­ m ensal bebiera en ellas una sóla vez, se regalaron vasos de oro y de p lata y o tros guarnecidos de p ie­ dras preciosas, es m ás, coro n as adorn ad as con cin­ tas de oro y con flores que n o eran del tiem po y se regalaron, tam bién, v a so s de o ro que contenían esencias, com o los vaso s de alabastro que se em ­ plean p ara los p erfum es, y finalm ente, carros con sus m u los y m ulateros y con arreos de plata, para que pudieran volver a casa. D icen que se evaluó to d o el festín en seis m illones de sestereios. Y que, cuando M arco se enteró del convite, ^e Ifeclro a llo ­ rar y sintió un p ro fu n d o d o lo r p o r el ae'stino de la república. D esp u és de q u e fin alizó el banquete, aún siguieron ju gan d o a los d ad o s h asta el am anecer. E sto ocurrió, realm ente, d espués de la guerra con los p arto s, a donde se dice que M arco le había en­ viado p ara que n o com etiera sus extravíos en R om a a los o jo s de to d o el m u n d o , o p ara que aprendiera lo que es la privación viajan d o p o r tierras extrañas, . o para que el tem or de la guerra le hiciera corre­ girse, o para que se diera cuenta de que era em pe­ rador. Pero el resto de su biografía y este banquete que acabam os de narrar d em ostrarán cuánto p ro ­ vecho sacó. 6 Se p reo cu p ó tanto p o r los ju eg o s circenses que rem itió frecuentem ente desde las provincias cartas para interesarse p o r ellos, y a su vez, las recibió. E n fin, en una ocasión en que asistía personalm en-

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te a las carreras y se sen taba ju n to a M arco, so p o r­ tó m uchas in jurias de la facción de los a z u le s 15, p o rq u e favorecía con d em asiad o d escaro a la ban­ dería contraria. Efectivam ente, in cluso llevaba consigo una im agen de oro de un caballo verde llam a­ d o A la d o ; ord en aba que le sirvieran en el p esebre com o pienso uvas p asas y parte de fru to s secos en lugar de cebada y que se lo llevaran al p alacio de T iberio, cubierto de cap otes teñidos de pú rp ura y, cuando m u rió, h izo erigirle una tu m ba en el V ati­ cano. F u e entonces cu an d o p o r prim era vez, en atención a este caballo, com en zaron a pedirse figu ­ ras de caballos de o ro com o prem ios p o r la v icto ­ ria en los ju egos. Y , en este sen tid o, aquel caballo recibió h on ores tan gran des, que frecuentem ente la facción de los verdes p ed ía p ara él un m od io de áu­ reos 16. M arco acom pañ ó a V ero h asta C ap u a cuando éste p artió a luchar con tra los p arto s. Y , com o a partir de allí se h artaba de com id a en las fincas de to d o el m un do, atacado p o r u n a in disp osición , cayó enferm o ju n to a C an u sio y allí acudió su herm ano a visitarle. D uran te su vida, e in cluso en tiem po de guerra, quedaron al d escubierto m uchas de sus c o ­ bardías y ruindades. E n efecto, m ientras que los sirios devastaban el O rien te tram an do una subleva­ ción d espués de haber d ad o m uerte al legado del em perador y de h ab er p asad o a cuchillo a las legio ­ nes, él cazaba en A pu lia, hacía excursiones m aríti­ m as cerca de C o rin to y de A ten as, entre orquestas y coro s, y se entretenía recorrien d o las ciudades

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15 La factio ueneta. 16 El áureo (aureus o nummus aureus) era el patrón de la moneda de oro de los romanos. Su valor, en principio de 25 denarios de plata, va­ rió con el tiempo, así como su tamaño. El modio era, después del ánfo­ ra, la medida romana más grande para los áridos, equivalente a 16 sex­ tarios, es decir, a 8,75 litros.


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costeras de A sia, una a una, y las de P^rhfîlia y C i­ licia que eran m ás célebres p o r sus fiestas. 7 C u an d o llegó a A n tio q u ía, se dedicó a disfrutar de los placeres. E n cam bio , sus generales E stacio P risco, A vid io C asio y M arcio V ero acabaron la guerra con los p arto s en cu atro añ os e incluso lle­ garon a B ab ilo n ia y a la M edia y recuperaron A r ­ m enia 17. C o n sig u iero n así p ara él los títulos de A rm én ico, P ártico y M é d ico , que ofrecieron tam ­ bién a M arco, aunque se en con traba en R om a. P o r otra parte, V ero p asó durante cuatro años el in­ vierno en L aod icea, el verano en /B a fn e, y .el resto del año en A n tio q u ía 18. F u e el^ l(W errej¿d e tod o s los sirios, de los que se conservan m uchos de los chistes que dijeron con tra él en el teatro. E n las Saturnales y en lo s días festivos siem pre solía adm itir a sus esclavos a su m esa. N o obstan te, m archó p o r segu n d a vez al E ú frates p o rq u e su s satélites le es­ tim ulaban favorablem ente a ello. V olvió tam bién a E fe so p ara recibir a su e sp o sa L u cila, enviada p o r su pad re M a rc o ; pero, so b re to d o , para que M arco no llegara con ella h asta Siria y así no se enterara de sus escán d alos, p u es M arco había com unicado al sen ado que ib a a llevar p erson alm en te a su hija h asta Siria. U n a vez acab ad a la guerra, con fió a lo s reyes el gobiern o de sus reinos y las provincias a sus satélites. D e sd e allí regresó a R o m a p ara celebrar su triunfo, aunque en con tra de sus deseos, p o rq u e ab an d on aba Siria que había sido com o un reino de su p ro p ied ad , y celebró el triunfo junto con su herm ano, recibiendo del senado los m ism os títulos que había recibido en ei ejército 19. D icen tam bién que se quitó la b arb a cuan d o estuvo en Si-

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17 Cf. Marco, 9,1-2. La campaña de Armenia fue la primera. Luego siguieron las de la Partía y la Media. 18 Cf. Marco, 8,12. 19 Los de Arménico Pártico Máximo y Médico, cf. Marco, 9,1-2.


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ria, siguiendo lo s d eseos de u n a am ante su y a de baja catadura. E llo dio m otiv o a q ue los sirios lanzaran m uchas bro m as con tra él. 8 T u v o la fatalid ad , según parece, de llevar con si­ go la peste a tod as las provincias p o r d on d e p asó hasta que llegó a R o m a 20. Y dicen que la epidem ia su rgió en B ab ilon ia cuan do se escap ó un baho p es­ tilente de una arq uita de o ro del tem plo de A p o lo , en la que un so ld ad o h ab ía abierto p o r casualidad un resquicio, y q ue desd e allí ap estó el reino de lo s p arto s y el orbe, y esto, n o p o r culp a de L u c io V ero, sino p o r culp a de C a sio , que, en contra de lo que había p ro m etid o , tom ó p o r asalto la ciudad de Seleucia que había aco gid o a nu estro s so ld ad o s com o am igos. E sta acción, p o r cierto, la ju stifica entre o tro s tam bién C u ad rato 21, h istoriad or de la guerra pártica, acusán do a lo s seleucios de haber sid o ellos los p rim eros en ro m p er el juram ento. V ero tuvo esta deferencia con M arco : que en el día del triunfo com partió con su herm ano los títulos que le habían ofrecido a él so lo . C u an d o volvió de la guerra con los p arto s fue y a m en os deferente con su herm an o; p o rq u e n o só lo secundó los d eseos de sus libertos con excesiva d esvergüen za sino que tam bién estableció m uch as d isp osicion es sin contar con aquél 22. A ñ ad ió a estos acto s la desfachatez de im portar histriones de Siria, com o si llevara ciertos reyes p ara celebrar el triun fo, de entre los cuales el m ás im portante fue M axim in o , a quien dio el n o m ­ bre de Paris. H iz o con struir adem ás en la vía C ío dia una quinta de m u y m ala reputación en la cual se entregaron con gran lu ju ria a excesos báquicos durante m uch os días él, sus libertos y los am igos

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20 C f.Marco, 13,3 y ss. 21 Anio Cuadrato, además de la historia de la guerra contra los par­ tos a que alude el texto, fue autor de una historia de Roma desde su fundación hasta el reinado de Severo, cf. Avidio Casio, 1,1. 22 Cf. 9,3-5.


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de P aris, sin que le ofreciera ningún reparo la p re­ sencia de éstos, e in vitó a M arco , que acudió allí con el fin de ofrecerle u n a m u estra de su virtud para que la respetara e im itara, y, durante los cinco días que residió en dicha m an sión , se entregó sin in­ terrupción a resolver cuestiones ju ríd icas, m ientras V ero se d edicaba a asistir y a ofrecer festines. M antenía tam bién al actor A g rip o , ap o d ad o M enfio, al que igualm ente había traíd o de Siria com o un tro­ feo de la guerra de los p arto s y al que im p u so el nom bre de A p o la u sto 23. H a b ía traído adem ás consigo tañedores de lira, flau tistas, bufon es, actores de pantom im a, p restid igitad o res y to d o tip o de es­ clavos, con cu y o s ju eg o s se recrean Siria y A lejan ­ dría, hasta el p u n to de que d ab a la im presión de que había concluido u n a guerra con tra com edian­ tes, no contra lo s p arto s. 9 U n falso ru m or, m ás q ue in d icios de auténtica veracidad, había hecho creer que esta diferencia en el m o d o de vivir de am b os y o tras m uchas causas habían dado origen a las rivalidades de M arco y V ero. P ero el prin cipal incidente q ue ocu rrió fue el siguiente: en una ocasión en que M arco envió com o legado a Siria a un p rim o su y o p atern o llam ad o L i­ bón, y éste se m o strab a m ás in solente de lo que cua­ draba a un sen ad o r m o d esto , d icien do que escribi­ ría a su p rim o si p o r az ar se le ofrecía cualquier duda, V ero, que se nallaba en Siria, n o p u d o aguan­ tarlo ; y , com o se d io la circun stan cia efe que L ib ón m urió a consecuencia de un a sú bita enferm edad con casi to d o s los sín tom as de envenenam iento, algu­ nas person as creyeron , aunque n o M arco, que se pod ía im putar su m uerte a una artim aña de Vero. E sta circunstancia aum entó los rum ores de sus enfrentam ientos. T u v iero n gran influencia ante Vero,

23 Del griego a n o X a ^ i'b s,:<<apto para el deleite».

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com o d ijim os en la vid a de M arco 24, sus libertos G ém in o y A g aclito , a quien aquél h izo d esp o sar con la m ujer de L ib ó n , a p esar de la o p o sició n de 4 M arco ; finalm ente, M arco n o asistió al banquete que se dio cu an d o V ero celebró las cerem onias del 5 m atrim on io. V ero aún tu vo o tro s libertos de d e­ pravada con ducta, co m o C o e d e s y E clecto y algu- 6 nos m ás. D esp u és de la m uerte de V ero, M arco les apartó a to d o s de su lad o sim u lan d o que les h o n ­ raba, p ero se q u ed ó con E clecto que fue quien d es­ pués asesinó a su hijo C ó m o d o 2 . C o m o M arco n o quería enviar so lo a la guerra a 7 L u c io ni dejarle en R o m a a causa de sus excesos, m archaron ju n tos a luchar con tra los germ anos y llegaron a A q u iley a. L u e g o , a p e sar de la op osición de L u cio , atravesaron los A lp es, d edicán d ose V ero exclusivam ente a cazar y ban quetear en A qu ileya, m ientras M arco se o c u p ó de to d o s lo s p rep arativos 8 para la cam paña. Sob re esta guerra — que se acabó, en parte p o r m ediació n de lo s em bajad ores de lo s 9 bárbaros que p edían la p a z , en p arte p o r la actua­ ción de n uestros generales— y a h em os hablado con p ro fu sió n en la vid a de M arco 26. U n a vez term i­ nada la guerra de P an on ia volvieron a A q u iley a a 10 instancias de L u c io y a con tin uación se ap resu ra­ ron a tornar a R o m a , p o rq u e éste echaba en falta los placeres de la C iu d ad . P ero no lejo s de A ltin o, y cuando ib a en un carruaje, tu vo un ataque súbi- H d o de la enferm edad q u e llam an apoplejía. L e ba­ jaro n del carruaje y , lu ego de hacerle un a sangría, le con d ujeron a A ltin o , d on d e m u rió d espués de haber vivido tres días sin m u sitar u n a palabra.

24 Cf. Marco, 15,2. 25 Cf. Cómodo, 15,2. Es dudosa, no obstante, la identificación del li­ berto de Vero con el asesino de Cóm odo. 26 Cf. Marco, 14,3-4.


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C orrieron rum ores de que había com etido inces­ to incluso con su suegra F austin a. Se dice igual­ mente que pereció p o r haber com id o unas ostras salpicadas con veneno astutam en te p or ésta, p o r­ que decía que él había revelado a su hija las rela­ ciones que había m antenido con su m adre. N o obstante, tam bién su rgió aquella otra historieta que ex­ p u sim o s en la biografía de M arco 27, que resulta in ­ com patible con la vida de un h om bre de tales cua­ lidades. A dem ás, hay otros m uchos autores que atribuyen este crim en a su esp o sa, p o rq u e V ero había favorecido d em asiado a F abia, pues Lu cila no p o ­ día sop o rtar su poder. L a in tim idad entre L ucio y su herm ana F ab ia fue tan grande realm ente, que la estim ación p o p u lar p ercibió tam bién esto: que am ­ bos concibieron un plan p ara q uitar de en m edio a M arco; y que, cuando esto fue revelado a M arco p o r el liberto A gaclito, F au stin a se anticipó a él con el veneno, para que éste n o tom ara J a delantera. E ra herm oso de cu erpo, encan tador de rostro, de barba casi tan larga com o la de io s bárb aro s, alto y con la frente contraída en las cejas, de form a que in spiraba respeto. Se dice que cu id ó tanto sus rubios cabellos que salp icab a su cabeza con polvillo de oro p ara que su cabellera, al recibir m ás luz, des­ p idiera destellos d orad o s. F u e m u y torpe de palabra y m uy am ante del ju eg o de d ad os. V ivió siem ­ pre entregado al placer y fue otro N e ró n en m últi­ ples aspectos, salvo en la crueldad y las burlas. Tenía, entre otros o b jetos de lujo, un cáliz de cris­ tal que tenía m ás capacidad de lo que un hom bre puede beber y al que había dado el nom bre de A la­ d o , que era el de su caballo favorito. 11 V ivió cuarenta y d os añ os 28. G o b ern ó on ce con

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17 Aquí se repite la versión de Marco, 15,5. 28 Es un error de la Historia Augusta, pues nació el 15 de diciembre del 130 y murió en enero del 169 (30 años).


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su herm ano 29. Su cu erpo fue enterrado en el se­ pu lcro de A drian o d on d e tam bién está enterrado E lio C ésar, su p ad re natural. E s con o cid o el ru m or p o p u la r 30, inadm isible ante la vid a que llevó M arco, según el cual éste ha­ bía ofrecido a V ero una parte de una m atriz enve­ nenada, p ues la había co rtad o con un cuchillo u n ­ tado con veneno p o r uno de sus lad os. Pero pensar esto de M arco es un sacrilegio, aunque los placeres y las acciones de V ero lo justifiqu en . N o so tro s n o dejarem os en su sp en so dich a historia, sino que la rechazam os en su totalid ad , tras haberla esclareci­ d o y refutado adecuadam ente, d ad o que hasta el m om en to, desp ués de M arco , si exceptuam os a vuestra C lem encia, A u g u sto D ioclecian o, ni la ad u ­ lación parece que ha sid o cap az de m odelar un em ­ p erad or com o él.

29 Otro error, pues reinó desde el 161 al 169. 30 Véase la misma versión en 11,2 y Marco, 15,5..

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A V ID IO C A S IO (V ulcacio G alican o)

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A vid io C a sio , com o quieren algunos escritores, fue descendiente de la fam ilia de lo s C asio s p o r p a r­ te de m adre, según dicen, e h ijo de A vid io Seve­ ro 1, un h om bre nuevo 2, que había sido jefe de la p rim era c e n tu ria 3 y h ab ía llegado desp ués a los m ás altos cargos. C u a a ra to 4 le recuerda en sus historias, y realm ente con resp eto, p u e sto que le defien­ de com o un varón exim io e in disp en sable a la re­ p ú b lica y m u y influyente ante el p ro p io M arco; y se dice que, p o r un destin o fatal, m urió cuando y a éste gobernaba. Pues bien, el referido C a sio , com o y a hem os dicho, descendiente de la fam ilia de los C asio s, que conspiraron contra Ju lio C esar 5, m antenía un od io secreto hacia el prin cipad o y no p o d ía sop ortar el nom bre de em perador, afirm an d o que n o existía

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1 Su nombre real fue C. Avidio Heliodoro. Fue secretario imperial de Adriano y prefecto de Egipto bajo Antonino. 2 Con esta expresión se designaba a cuantos iniciaban carrera políti­ ca sin contar con algún antepasado de su familia que hubiera obtenido una magistratura curul (censura, consulado, etc.) Entre los más célebres «hombres nuevos» están Catón el Censor (cf. infra, η. 31), Mario (cf. infra, η. 12) y Cicerón. 3 Traducción de ordines duxerat, que es la expresión regular para in­ dicar el mando de las primeras centurias (ordines). Fue, por tanto, pri­ mer centurión o primus pilus. 4 Cf. Vero, 8, 4, η. 21. 5 A saber, C. Casio Longino y C. Casio Parmense.


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nada m ás on eroso que el n o m bre de im perio, p u es­ to que no p o d ía elim inarse de la república si no m ediante otro em perador. E n fin, se dice que en su niñez intentó arrebatar a P ío el p rin cipad o, p ero que esta pretensión de ap od erarse del trono se m an­ tuvo ocu lta gracias a su p ad re, h om bre sab io y p o n ­ derado, p ero que, no obstan te, sus jefes siem pre lo consideraron so sp ech o so . E n este sentido, una carta de V ero, que he in clu ido aquí, in dica que co n s­ p iró contra él. E xtracto de la carta de V ero: «A vidio C asio , p o r la im p resió n que y o tengo y p o r lo que se d escubrió y a b ajo el gobiern o de m i abue­ lo 6, que fue tu p ad re, está “ áv id o ” de p od er. D e ­ searía que ordenaras vigilarle. T o d o lo nuestro le desagrada, acopia grandes recu rsos y se ríe de nues­ tras cartas. A ti te llam a una viejeciíla filó so fa, a m í un m on stru o de lujuria. V e qué m edidas debes tom nar. N o od io a este h om bre, p ero ten cuidado, no vayas a tom ar un a decisión p erjudicial para ti y para tus hijos, m anteniendo entre los jefes en activo a un h om bre tal que los so ld ad o s escuchan com pla­ cientes y contem plan con ag rad o ». 2 C ontestación de M arco A urelio sobre A vidio C a ­ sio : «H e leído tu carta que revela m ay o r p reo cu p a­ ción de la que debe tener un general y que n o se corresp on de con las exigencias de nuestro tiem po. P o rqu e, si está d estin ad o p o r volun tad divina para el im p erio, no p o d rem o s darle m uerte, aunque q ue­ ram os — pues con oces la frase de tu bisabuelo 7: “ N ad ie ha dado m uerte a su sucesor— si no es así, él m ism o, espontáneam ente y sin que n o so tro s recurram os a m edios crueles, caerá en los lazos del destino. A ñ ad e, adem ás, que n o so tro s no p o d em o s considerar com o reo a una p erso n a a la que nadie

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6 Aquí se alude a Antonino Pío como abuelo de Vero, cuando real­ mente era su padre adoptivo, lo que prueba la falsedad de la carta, cf. Introducción, pp. 16-18. 7 Se alude a Trajano.


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acusa y a la que, com o tú m ism o afirm as, aman los sold ad os. E n fin, en los casos de lesa m ajestad exis- 4 te la p o sib ilid ad de que p arezca que sufren in justi­ cias in clusos aquéllos cu ya cu lp ab ilid ad ha sido p rob ad a. E n efecto, tú con oces esta frase de tu 5 abuelo A d rian o : “E s m iserable la condición de los em peradores, que no g o z an de la p osib ilid ad de que nadie les crea sob re los co m p lo ts de los usurpado-ífc1 res, sino d espués de ase sin ad o s” . Sin em bargo, he 6 p referid o pon erte este ejem plo y no el de D om iciano que, según dicen, fue el prim ero que dijo esta frase 8, p orq u e ni aún las frases fam osas de los tí­ ranos tienen tanto p restigio co m o deberían tener. 7 Q u e m antenga, p o r tan to, sus p ro p ias norm as de conducta, sob re tod o , m ientras sig a siendo un buen general, firm e, esfo rz ad o y útil a la república. E n 8 cuanto a los con sejo s que m e das p ara que vele p o r m is h ijos p rocu ran d o su m uerte: que perezcan en h ora buena m is hijos, si A v id io m erece m ás que ellos ser am ado, y si conviene p ara el bien del E s ­ tado, que viva C a sio y n o los h ijo s de M arco ». E s ­ tas so n las opin ion es de V ero y de M arco sob re C a ­ sio. 3 Pero explicarem os brevem ente el carácter y las costu m bres de este h om bre. E fectivam ente, no se pueden tener m uchas noticias so b re aquellas p erso­ nas a las que nadie ha o sa d o d edicar una biografía p o r tem or a aquéllos que les aniquilaron. N o ob s- 2 tante, n o so tro s añadirem os algunos detalles de cóm o llegó al trono, de cóm o fue ejecutado y del lugar donde fue d errotad o , pues rhe he p rop u esto, 3 A u g u sto D ioclecian o, escribir las biografías de to d o s aq u éllos q u e p o sey ero n co n legítim a razón o sin ella el título de em peradores, a fin de que co ­ n ozcas, ¡oh A u g u sto !, a tod o s lo s que vistieron la pú rpura.

s Cf. Suetonio, D o m 21.


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Su carácter fue tal que unas veces se m ostrab a 4 du ro y cruel; otras veces dulce y apacible; con fre­ cuencia p ia d o so y en otras ocasion es despectivo con la religión; ap asion ad o p o r el vino y abstinente; glotón y com edid o, lu ju rio so y casto. N o faltaron 5 quienes le llam aron C atilin a 9 p u es se daba la cir­ cunstancia de que le gu stab a que le llam aran así, a lo que añadía que hubiera llegado a ser Sergio 10, si hubiese d ad o m uerte al «d isp u ta d o r» n , aludien- 6 do con este nom bre a A n to n in o , que había alcan­ zad o tanta reputación en el conocim iento de la fi­ lo so fía que, cuando iba a p artir p ara la guerra de los m arcom an os, ante el tem or de que le ocurriera un desenlace fatal, to d o s le ro garo n , no p o r adula­ ción sino con fran queza, q ue p u blicara sus p recep ­ tos de filosofía. Y no sintió tem or alguno, sino que 7 declam ó durante tres días un a serie sucesiva de ex­ h ortacion es, — esto es de p recep to s— . F u e adem ás 8 A vid io C asio im placable en la aplicación de la d is­ ciplina en el ejército, y d eseó que le llam aran M a­ rio 12. P u esto que hem os co m en zad o a hablar de su se­ veridad, hay que con statar que existen m ás sín to­ m as de su crueldad que de su severidad. Efectiva- 2 m ente, fue el p rim ero que h izo crucificar a los so l­ dad os que habían com etid o alguna violencia entre

9 Lucio Sergio Catilina (108-63 a. C.) fue un patricio que, rodeándo­ se de algunos otros nobles, de jóvenes arruinados y de la hez del popula­ cho dirigió durante dos años (65-63) la conjuración que llevó su nom­ bre hasta que murió en Pistoya luchando contra el ejército republica­ no. Según el autor de la Historia Augusta, algunos comparaban a Casio con Catilina por sus deseos de acabar con Marco. 10 El mismo Catilina. 11 Traducimos así el término dialogista, acuñado del griego διαλο­ γίζομαι «disputo, discuto». 12 C. Mario (157-86), a pesar de su humilde condición, escaló los más altos puestos de la república. Venció a Yugurta en el año 104, a los teutones y a los cimbrios y luchó contra Sila y el partido de los opti­ mates en favor de los populares (cf. Marco, n. 64) y reformó profunda­ mente el ejército dando un papel predominante a la cohorte, constitui­ da por 600 hombres, la décima parte de una legión.


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los habitantes de las p rovin cias, en los m ism os lu ­ gares d onde habían com etid o la falta. F u e tam bién 3 el p rim ero que inventó este tip o de su plicio: h in ­ caba en el suelo un gran p o ste de m adera de ciento ochenta pies y ataba en él a lo s condenados desde la parte su p erio r a la in ferio r; hacía encender una h ogu era y acab aba así con ellos, u n os abrasados p o r las llam as y o tros asfixiado s p o r el h um o, ago tad os p o r el torm ento o, tam bién, p re so s de terror. M an - 4 daba igualm ente arro jar a un río o a la m ar a los con d en ados encadenándolos de diez en diez. A m - 5 p u tó tam bién las m an os a m u ch o s desertores y a otros les cortó las piern as y las rodillas, diciendo que era m ás ejem plar la vid a de un crim inal que in s­ p irab a com pasión , que su ejecución. E n una oca- 6 sión en que m archaba al frente del ejército y las tro ­ p as auxiliares, im p u lsadas p o r su s centuriones, h a­ bían dado m uerte sin su conocim iento a tres m il sárm atas que vivían sin preocu p ació n alguna a o r i­ llas del D an u b io y habían vuelto luego a su p resen ­ cia con un gran botín, esp eran d o sus centuriones que iban a ser recom p en sad os p o rq u e con un p u ­ ñ ad o de h om bres habían acab ad o con tantos ene­ m igos m ientras los tribu n os p asab an el tiem po in ­ dolentem ente y sin enterarse de la acción, ordenó que fueran ap resad os, crucificados y castigados com o se castiga a los esclavos — ejem plo que no te­ nía precedentes— alegando que p o d ría haberse tra­ tado de una em b oscad a que acabara con el tem or reverencial que in spirab a el im p erio rom ano. Y , en 7 otra ocasión en que su rg ió una violenta sedición en el ejército, salió d esn u d o de su tienda, cubierto ú n i­ cam ente con el calzón 13, y d ijo : «H erid m e, si o s 13 Traducción del término campestre, especie de «calzón» o «taparra­ bos» que se ataba alrededor de los riñones y descendía hasta los dos ter­ cios del muslo. Era una prenda utilizada por los gladiadores, los solda­ dos y aquellas personas que realizaban ejercicios violentos para mante­ ner el decoro al despojarse de sus vestidos, cf. Horacio, Ep. I, 11, 18. El nombre lo tomaba de su empleo en el Campus Martis.


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atrevéis, y añadid este crim en al quebrantam iento de la d iscip lin a». E n to n ces, to d o s se aplacaron y logró hacerse tem er p o r n o haber d ad o él m uestras a e tem or. E ste ejem plo in fun d ió tanta disciplin a a los rom an os e in spiró tanto terror en los b árbaros, que p id ieron a A n ton in o , entonces ausente, un tra­ tado de p az p ara cien añ o s, p u es habían visto que, p o r decisión de un general rom an o , había sid o con ­ denados a m uerte in clu so aquéllos que habían lo ­ grad o la victoria actuan do ilegalm ente. 5 M uchas de las rigu ro sas m edid as de C a sio con ­ tra el desenfreno de los so ld ad o s se hallan en lá ob ra de E m ilio Parteniano que ha relatado la h istoria de los que con sp iraron al tro n o desde lo s años m ás re­ m o to s. E n efecto, desp ués de h aberlos hecho azotar en el fo ro y en m edio del cam pam ento, m andó decapitar con el hacha a lo s so ld ad o s que había m e­ recido este castigo y a m u ch o s les am putó las m a­ n os. P ro h ib ió tam bién q ue lo s so ld ad o s llevaran en cam paña otra p rovisio n es que n o fueran tocino, b izcoch os y vinagre y , si descu bría algún o tro ali­ m ento, castigaba este lu jo co n una p en a severa. H a y una carta del divino M arco so b re C a sio d irigid a a su prefecto que dice así: «C o n fié a Á v id io C a sio las legiones siríacas, q ue se encuentran d isipadas p o r el lu jo y que viven de acuerd o con las costum bres de D afn e. Sobre ellas C e so n io V ectiliano m e escribió diciendo que había c o m p ro b ad o que tod as ellas ha­ cían u so de los bañ os calientes. Y p ien so que n o me he equivocad o p u es tam bién tú conoces bien a C a sio , un h om bre de un a severidad y disciplina «casian a». E n efecto, a los so ld ad o s no se les puede gobernar sino con la antigua disciplina, p ues co n o ­ ces este verso co m p u esto p o r un fam o so p oeta, y que to d o el m u n do recita a m en u do :

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«E l E sta d o rom an o se m antuvo firm e gracias a las costu m bres y a los h om bres antiguos 14. H a z únicam ente que las legion es tengan p rovi-

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siones en abun dancia p u es, si co n o zco bien a C a ­ sio, sé que no se em plearán in útilm en te». C arta del prefecto a M arco : «H a b é is actuad o con cordura, m i señor, al confiar a C a sio la jefatu ra de las legiones de Siria, p ues a so ld ad o s de costu m bres griegas nada les conviene m ás que un jefe de cierto rigo r. Sin duda, él p ro h ib irá to d o s lo s bañ os calientes y hará caer a base de golp es tod as esas flores que lle­ van los so ld ad o s en su cabeza, en su cuello o en su seno. T o d o s lo s ap rov ision am ien tos de los que necesita el ejército están a p u n to y nada falta b a jo el m ando de un buen general; p o rq u e o n o son m u ­ chas las exigencias o no so n m u ch o s lo s g asto s». 6 Y C asio no traicionó la op in ió n que se habían fo rjad o sob re él. Efectivam ente, enseguida ord en ó que se con vocara una asam blea 14 bls y fijó sobre los m u ros un os edictos en los que anunciaba que, si en ­ contraba en D afn e algún so ld ad o ceñido con el cin­ turón, posiblem ente volvería sin é l 15. A co stu m b raba a p asar revista a las arm as de los sold ad os cada siete días así com o a su s v estid os, calzad os y p o ­ lain as; elim inó en el cam pam en to todo tipo de c o ­ m od id ad es y dio órdenes p ara que las tropas p a sa ­ ran el invierno en las tiendas de cam paña, si no corregían sus costu m bres, y hubieran p asad o en ellas el invierno, sino hubieran vivido con m ás d e ­ coro. C a d a siete días to d o s los so ld ad o s hacían ejercicios que consistían en lan zar flechas y m anejar las arm as. D ecía, en efecto, que era lam entable que lo s so ld ad o s no realizaran ningún ejercicio, m ientras

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14 Es un fragmento de los Annales de Ennio, citado por Cicerón en el De República, 5. 14 bls El texto dice in signa «ante los estandartes», lugar donde se ce­ lebraban las asambleas militares. Estos signa eran: la gavilla o haz de heno, el vexillum o lienzo cuadrado fijo en una lanza y el águila. 15 Despojar del cinturón a un soldado suponía una degradacón y un castigo. En este caso el castigo se imponía por ir ceñido con él (accintus) en lugares impropios de la ciudad.


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que los atletas y los cazad o res sí que los realizaban; que la fatiga les resultaría d esp ués m enor, si se aco s­ tum braban a ella. A^sí/pjies, una vez que enderezó la disciplin a m ilitar, llevó a cabo con gran éxito distintas em presas bélicas en A rm en ia, A rab ia y E g ip to , y fue am ado p or tod o s los p u eb los orientales, especialm ente p or los habitantes de A n tio q u ía que le ap oyaron en sus aspiraciones al tron o, com o cuenta M ario M áxim o en la biografía de M arco A u relio. Y , tam bién, cuando los so ld ad o s B u có lico s com etieron m uchos he­ chos graves en E g ip to 16, fu eron reprim idos p or éste, com o el m ism o M ario M áxim o refiere en la vida del divino M arco. 7 Se p roclam ó em perad o r en O riente, según dicen algunos, a instancias de F au stin a 17, que d escon fia­ ba de la salud de M arco y tem ía que no iba a p od er defender ella sola a sus h ijo s, niños aún, y que apa­ reciera alguien que se los q u itara de en m edio, aespués de ap od erarse de la m an sión real. Sin em bargo, otros dicen que C a sio , p ara p o d er conseguir que los so ld ad o s y los habitantes de las provincias se pusieran de su parte y ab andonaran su afecto ha­ cia M arco, em pleó el siguiente ard id: decir que M arco había m uerto. E n efecto, se dice que incluso le dio el título de «d iv in o », p ara calm ar la añ o­ ranza hacia él. C u an d o y a sigu ió adelante en su prop ósito de hacerse em perado r, n o m bró rápidam ente prefecto del P reto rio a aquel hom bre que le había p rocu rad o las insignias reales 1S, el cual fue tam bién asesinado en contra de la volun tad de A nton ino p o r

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16 Ct. Marco, 15, 2. 17 Ibid.., 24, 6. 18 Alusión a los distintivos imperiales, posiblemente al paludamen­ tum «manto de púrpura» (cf. Marco, n. 49), pugio «daga corta» y scep­ trum, primitivamente un largo bastón semejante a la madera de una lan­ za (Virgilio, Aen., X II, 206), luego más evolucionado y de distintos ma­ teriales, como el que acababa en una figura de águila que representa al emperador Antonino grabado en/^a columna erigida en su honor.


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el ejército 19, que tam bién con la op o sició n e in clu­ so el d esconocim iento de A n ton in o acabó con M e ­ d a ñ o , a quien se le había con fiad o el gobierno de A lejan dría y quien se había p u e sto de acuerdo con C asio con la esp eran za de particip ar en el p o d er. C o n to d o , A n ton in o ni se irritó violentam ente al enterarse de la sublevación, ni se enfureció con tra los h ijos de C a sio ni con tra sus parientes. E l senad o le declaró enem igo p ú b lico y con fiscó sus bie­ nes 20. A n ton in o n o q u iso añ adirlos a su tesoro p a r ­ ticular, y p o r ello se adjudicaron al tesoro público de acuerdo con la p rescrip ció n del senado. N o faltó consternación en R o m a cuan d o algunos aseguraban que A vid io C a sio se ib a a p resen tar en R o m a d u ­ rante la ausencia de A n ton in o , q u e era estim ado de un m o d o excepcional p o r to d o s salvo p o r los d e­ generados, y que iba a saq u ear la C iu d ad com o un tirano, p o r culpa so b re to d o de los senadores, que habían con fiscad o su s bienes y le habían con side­ rad o enem igo del E sta d o . Y el am or que in spiraba A nton ino se reveló sob re to d o en que el asesinato de C asio se ejecutó con el beneplácito de todos lo s p u eb los, a excepción de lo s an tioqu en ses. Por cierto, A n ton in o no ord en ó su ejecución, sino que se lim itó a perm itirla, d ad o que p ara tod o el m undo era evidente que, si h ubiese estad o en su poder, le h abría p erd on ad o. C u an d o p resen taron a A n to n in o la cabeza de C a ­ sio, él no só lo no se regocijó , ni se enorgulleció 21, sino que in cluso sintió pena de que se le privara de una ocasión p rop icia p ara m o strar su clem encia, d i­ ciendo que su deseo h ubiera sid o prenderle vivo p ara echarle en cara los beneficios ae que le había hecho ob jeto y conservarle la vida. E n fin, en un a

Cf. Marco, 25, 4. 20 Ibid.., 24, 9. 21 Ibid.., 25, 3.

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o casión en que un in dividu o decía que había que rerochar a A n ton in o la excesiva benignidad que haía m o strad o hacia un enem igo p erson al su y o , ha­ cia su s h ijos y allegad os, y hacia to d o s los que ha­ bía d escubierto co m o cóm plices de un u su rp ad or, y añadía en ton o de rep roch e: « ¿ Q u é hubiera ocu rrido, si h ubiera ven cid o C a sio ? » , dicen que el em perador resp o n d ió : « N o hem os hon rad o a los dioses ni hem os vivido tan indignam ente com o para que él nos d errotara». D e sp u é s m o stró que tod o s los em peradores que habían sid o asesinados habían dado m otiv os p ara que les dieran la m uerte m ere­ cidam ente y que ningún em perador bueno había sido vencido o asesin ad o a la ligera p o r un tirano, asegurando que N e ró n había m erecido la m uerte, ue C aligu la d ebió m orir y que O tó n y V itelio no esearon realm ente gob ern ar 22. U n a opinión sim ilar tenía sob re P értinax y sob re G alb a, diciendo que la avaricia era el p e o r m al que existía en un em pe­ rador. A ñ ad ía, en fin, que ni A u g u sto , ni T rajan o , ni A d rian o , ni su p ad re habían p o d id o ser vencidos p o r los rebeldes d ad o que m uchos de ellos fueron elim inados o en con tra de su voluntad, o sin su c o ­ nocim iento. P o r su p arte, el p ro p io A n ton in o p id ió al senado que n o castigara con rigo r a los có m ­ plices de la rebelión ro gan d o al m ism o tiem po que no im p usiera la pena capital a ningún senador durante su reinado, lo que le granjeó una gran dí­ sim a estim a. Fin alm ente, d espués de castigar a un insignificante núm ero dé centuriones, h izo llam ar a los que habían sid o d ep o rtad o s 23.

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22 Alusión a los distintos modos como murieron estos emperadores, cf. Suetonio, Cal., 58; Nero, 47-49; Otho, 11; Vit., 17: a Caligula le asesinaron dos oficiales de la guardia. Nerón se suicidó para evitar que le asesinaran. Otro tanto hizo Otón, tras la derrota de su ejército por Vitelio, y éste fue asesinado por los soldados de Vespasiano. 23 Cf. Marco, 26, 12.


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N o castigó a los habitantes de A n tio qu ía que h a­ bían con sp irad o con A v id io C a sio , sin o que los érdonó, ad op tan d o la m ism a actitud con los haitantes de otras ciudades que le había ayudado, aunque al p rin cipio se irritó profun d am en te con los antioquenses y les p ro h ib ió lo s espectáculos, p r i­ vándoles tam bién de o tro s m u ch o s títulos h on orí­ ficos de su ciudad que posteriorm en te volvió a otorgarles. A n ton in o don ó a los hijos de A vid io 2 C asio la m itad de lo s bienes de su padre, de la m is­ m a m anera q u e a sus hijas las h on ró con la conce­ sión de oro, p lata y p ied ras p reciosas. Y , p o r lo q ue 3 respecta a A lejan dría, la hija de C asio , así com o a su yerno D ru en cian o, les con ced ió la libertad de ir donde quisieran. Y así vivieron gozan d o de la m áxi- 4 m a segu ridad, no com o rehenes de un u su rp ad or, sino com o m iem bros de la clase senatorial, p u esto que A n ton in o p ro h ib ió que ni siquiera en los ju i­ cios se les echara en cara la d esgracia de su fam ilia, condenando a algunos que se habían m ostrad o in ­ solentes con ellos in jurián d o lo s. E s m ás, les p u so b ajo la protección del m arid o de su tía. P ero, si alguien desea con o cer tod a esta historia, 5 que lea el segun do libro de la vid a de M arco escri­ to p o r M ario M áxim o, en el cual narra las acciones que éste realizó cuando gobern ó solo después de la m uerte de V ero, E n ton ces, en efecto, tuvo lugar la 6 revuelta de C asio , com o lo p ru eb a una carta que se envió a Faustina, de la cual es u n a copia ésta que si­ gue: «Vero me escribió la verdad sobre C asio: que de- 7 seaba ser em perador. E n efecto, pienso que tú ya has oíd o lo que contaban de él los servidores de V ero. 8 Ven, p o r tanto, a A lb an o para que tratem os de la situación general, con el beneplácito de los dioses. N a d a tem as». D e aquí se deduce que Faustina no es- 9 taba enterada de estas cosas, aunque M ario M áxim o, deseando desacreditarla, afirme que C asio había asu ­ m id o el p od er con su com plicidad. E n efecto, se 10 conserva una carta de ésta d irigid a a su m arido en

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la que le aprem ia a ven garse con rigo r de C asio . C o p ia de la carta de F au stin a a M arco : «M e dirigiré a A lb an o m añana, ob edecien d o tus órd en es; no o b s­ tante, desde este m ism o m om en to te exhorto, si es que am as a tus h ijo s, a p ersegu ir con sum a energía a estos rebeldes. E fectivam ente, se han acostum brado m al los jefes y los so ld ad o s, p ues, si no se les reprim e, se convierten ellos en o p reso res». 10 O tra carta de la m ism a F au stin a a M a r c o :« C u a n ­ do se sublevó C e lso , m i m adre F au stin a exhortó a tu padre Pío a que ob servara pied ad , p rim ero con los su yos y lu ego con los extrañ os. Pues no es p iad o so el em perad o r que n o p ien sa en su esp o sa y en sus hijos. Y a ves la edad que tiene n uestro h ijo C ó m od o. P o m p ey an o 24, n u estro yern o , es bastante anciano y, adem ás, extran jero. C o n sid era cuál va a ser tu actuación con A v id io C a sio y sus cóm plices. N o seas indulgente con u n o s h om bres que n o han sid o indulgentes con tigo, ni lo serían con m igo ni con nuestros h ijo s, de h ab er resu ltad o ven cedores. E n se gu id a seguiré y o tam bién tu ruta. N o he p o ­ dido ir a F o rm ian o , p o rq u e n uestra hija F ad ila 25 está enferm a. P ero, si no p u e d o encontrarte en F o rm ias, trataré de llegar a C ap u a, ciudad que p o d rá aliviar m i enferm edad y la de nuestros hijos. T e p id o que envíes a F o rm ian o al m édico Sotéridas. P o r m i parte no tengo ninguna con fian za en Pisiteo que no conoce lo s rem edios o p o rtu n o s p ara curar a una doncella aún virgen. C alp u rn io m e ha entregado una carta tuya sellada: si tard o en ir, te contestaré a ella p o r m edio del viejo eunuco C ecilio que, com o sabes, es un h om bre fiel. A él confiaré a e p alab ra los rum ores que la e sp o sa de A vid io C asio , sus h i­ jo s y su yerno lanzan, segú n dicen, sob re ti».

24 Ibid.., 20, 6. 25 Arria Fadila, cuarta hija de Marco, nacida en el año 150.

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Se deduce p o r esta carte q ue F au stin a no fue com plice de C a sio , m ás aún, que exigió con ener­ gía su castigo, p u esto que a A n ton in o , q u e se m an ­ tenía inalterable y p lan eaba m edid as m ás in dulgen­ tes, le convenció de q ue era p reciso vengarse de él. 2 L a carta que tran scribo a continuación m ostrará lo que A n ton in o le c o n testó : «R ealm en te, m i querida 3 Fau stina, actúas con e scru p o lo sid ad velando p o r tu m arido y p o r nu estro s hijos. E n efecto, he vuelto a leer en F orm ian o un a carta tu y a en la que m e ex ­ hortas a castigar a lo s cóm plices de C a sio . Pero y o 4 esto y d isp u esto a p erd o n ar a su s hijos, a su yern o y a su esp osa y v o y a escrib ir al sen ado p ara que actúe de m o d o que la con fiscació n de su s bienes n o sea d em asiado gravosa, ni la p en a d em asiado cruel. 5 E n este sentido, no h ay ninguna cosa q u e su p o n ga p ara un em perador ro m an o m ay o r recom pensa ante los p u eblos que la clem encia. E sta elevó a C esar al 6 ran go de divinidad, ésta divin izó a A u g u sto , ésta consiguió p ara tu p ad re el h o n o r especial del título de Pío 26. E n definitiva, si el dictam en sobre esta 7 guerra se hubiera aju stad o a m i criterio, A vidio n o h ubiera sid o ejecutado. P o r tan to, no estés in quieta: 8 « L o s d ioses m e p rotegen , a ellos es grata m i [p ied ad » 17.

H e n o m b rad o cón su l paray el año p róxim o a nuestro yern o P o m p ey an o ». E sta fue la respuesta de A n ton in o a su esp osa. 12 Interesa, sin em bargo, con o cer las características del d iscurso que M arco A n to n in o envió el se n a d o ^ 2 E xtracto del d iscu rso de M arco A nton ino. «A ^(, ) p u e s, p ad re s c o n s c r ip to s 28, en recom pensa de

26 Cf. Adriano, 24, 4, Antonino, 2, 4. 27 Horacio, Od., I, 17, 13. 28 Patres conscripti es un apelativo referido a los senadores. La tra­ duciremos por el giro castellanizado «padres conscriptos», como aquí, o simplemente por «senadores».


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vuestras felicitaciones p o r m i victoria elevo al con ­ su lad o a m i y ern o ; m e refiero a P o m p eyan o , cuya edad debería haber sid o rem unerada hace tiem po con esta m agistratura, si no lo hubieran im pedido esfo rzad o s ciu d ad an o s, a los que la república tuvo que p agar lo que les d ebía p o r sus m éritos. A h ora, en relación con la rebelión de C a sio , y o os ruego y su plico, pad res con scrip to s, que depongáis vu es­ tro rigor y m antengáis in tacta m i pied ad y m i cle­ m encia, m ejor dicho, la vuestra, y no perm itáis que el senado envíe a la m uerte a ningún ciudadano. Q u e ningún sen ador sea castigad o, que no se derram e la sangre de ningún noble, que vuelvan los d ep o rta­ d os y que los p ro scrito s recuperen sus bienes. ¡O ja lá p u diera hacer su b ir tam bién a m uchos ciud ad a­ nos de las regiones infernales! En efecto, jam ás es del agrado de un em perador la venganza de su p ro p io d o lo r p ues, p o r m uy justa que ella sea, se con sid erará d em asiad o rigurosa. P o r tanto, deberéis p erd on ar a los hijos de A vid io C a ­ sio, a su yerno y a su esp osa. Pero ¿p o r qué digo yo p erd on ar, cuando no han com etid o ningún crim en? Q u e vivan con segu rid ad, sabiendo que viven bajo el reinado de M arco A u relio. Q u e vivan disfrutan­ do de la parte del p atrim o n io de su s pad res que les ha corresp on d id o, que disfruten del oro , de la p la­ ta y de los vestid o s, que sean ricos, que estén exen­ tos de p reocu p acio n es, que vayan donde quieran y que sean libres y que lleven p o r los confines de to ­ dos los pueblos del m u n do el testim onio de m i pie­ dad y de la vuestra. Y n o es, p ad res con scriptos, un acto im portante de clem encia conceder el p er­ dón a los hijos y esp osas de p ro sc rito s: os p id o, pues, que liberéis de la m uerte, de la confiscación de sus bienes, del tem or, del desh onor, del od io y, en fin, de tod o tipo de in jurias a los cóm plices de A vidio del orden senatorial y del orden ecuestre y que otorgu éis esta p rerrogativa a m i reinado: que quien h aya caído en la contienda, con ocasión de

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la sublevación de un pretendien te, sea elogiado aún después de m u erto». 13 E l senado honró este ejem plo de clem encia con las siguientes aclam aciones 29 : «A n to n in o p iad o so , que lo s d ioses te conserven. A n ton in o clem ente, 2 que los d ioses te conserven. T ú has qu erid o lo que era lícito; n o so tro s h em os hecho lo que convenía. Pedim os p ara C ó m o d o el p o d e r im perial legal. C o n so lid a tu descendencia. H a z que nuestros h ijo s vivan tran quilos. N in g u n a fu erza daña un im perio 3 legítim o. P ed im os p ara C ó m o d o A nton ino el p o - 4 der tribunicio, p ed im o s tu presencia. H o n o r a tu fi- 5 losofía, a tu pacien cia a tu ciencia, a tu nobleza y a tu integridad. T ú vences a tus enem igos, triunfas sob re los enem igos de la p atria; los d ioses te p r o ­ tegen». Y aún seguían m ás. A m p líe s, los descendientes de A vid io C asio vi- 6 vieron sin in quietud y tuvieron acceso a los cargos del E stad o . P ero C ó m o d o A n ton in o después de la 7 m uerte de su padre, y a deificad o, los condenó a to ­ dos a ser q u em ad os vivos, c o m o si se les hubiera sorp ren d ido en una rebelión. E sta s so n las noticias que h em os hallado so b re 8 A vid io C asio . Su carácter, com o antes dijim os, fue 9 siem pre torn ad izo, p ero inclinado sobre todo al ri­ gor y a la crueldad. Si hubiera llegado a ocupar el 10 tron o, hubiera sid o n o solam ente clem ente, sino tam bién bueno, y adem ás, un extraordinario y efi­ caz em perador. 14 Efectivam ente, se con serva un a carta que escri­ bió a su yern o cuando y a se había declarado em -

29 El sentido general de esta palabra (acclamationes) es el de aproba­ ción entusiasta manifestada con aplausos, gritos de alegría, etc., y se re­ fiere a distintos actos de la vida, v. g. a las bodas (Thalassio), triunfos (io triumphe), etc. En sentido político, como aquí, significa asentimien­ to a algún acto extraordinario, a la elección de un emperador, etc., o por el contrario, rechazo a determinados actos. Véanse otras aclama­ ciones en Cómodo, 18-19 y Alejandro Severo, 6-11.


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perad or, en la que dice: «D esd ich ad o el E sta d o que so p o rta a in dividuos com o éstos, ávidos de rique­ zas y op ulen tos. D esd ic h ad o M arco A urelio, hom bre sin d u da extraord in ario, que, no obstante, deja vivir a hom bres cuya con d u cta no aprueba p o r el deseo de que le llam en clem ente. ¿D ó n d e está L ucio C a sio 30 cu y o nom bre m e cautiva en vano? ¿D ó n d e, aquel M arco C a tó n el C e n s o r 31? ¿D ó n ­ de, tod a la disciplin a de n u estro s an tepasad os? E sta, ciertam ente, tiem po ha d esap areció ; p ero ahora ni siquiera se la busca. M arco A u relio filo so fa e investiga sob re los p rin cip ios de las cosas, sobre las alm as, sob re lo h on esto y lo ju sto ; p ero no se p re o ­ cupa del E stad o . Y a ves que se necesitan m uchas esp ad as, m uchos epitafios p ara que la im agen de la nación vuelva a su antiguo estado. Pero y o a estos gobern ad ores de las p rovin cias — ¿C o n sid eraré yo acaso p rocón su les o gobern ad ores a quienes creen que el senado y A n ton in o les confiaron las p rovin ­ cias para que se entregaran a la lujuria y para que se enriquecieran? T ú has oíd o que el prefecto del P retorio de nuestro filó so fo era un p o b re y un m en­ digo tres días antes de alcanzar este cargo, pero que súbitam ente se h izo rico. ¿D e d ónde sacó las rique­ zas, p regun to y o , sino de las entrañas de la rep ú ­ blica y de las p o sesio n es de los habitantes de las p rovin cias? Q u e sean ricos, que naden en la o p u ­ lencia: así llenarán el erario p ú b lico ; que los dioses favorezcan solam ente las buenas cau sas; los casian os devolverán el prin cipad o a la repú blica». E sta carta de C a sio indica que habría sid o un em pera­ d o r m uy severo y rigu ro so .

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30 N o Lucio Casio, sino Cayo Casio Longino, quien conspiró con­ tra César, cf. 1, 4. 31 M. Porcio Catón (234-149) que se hizo famoso por su actuación como Censor en contra de la influencia del helenismo.


7.

C Ó M O D O A N T O N IN O

(E lio L am prid io)

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Y a hem os hablado bastante en la vid a de M arco A n ton in o 1 de los an tepasad os de C ó m o d o A n to ­ nino. E ste nació con su herm ano gem elo A nton ino 2 la víspera de las calendas de septiem bre durante el consulado de su p ad re y de su tío en Lanuvio, d o n ­ de tam bién se dice 2 que nació su abuelo m aterno. 3 C u an d o F au stin a estab a a p u n to de dar a luz a C ó ­ m o d o y a su herm ano, vio en sueños que paría se r­ pientes, p ero una de ellas m ás fiera. Y , después de 4 que dio a lu z a C ó m o d o y a A n ton in o , éste m u rió a los cuatro años de edad, aunque los astró lo gos aseguraban que según el cu rso ae los astros sería igual que C ó m o d o . A áí^p^es, una vez m uerto su 5 herm ano, M arco intentó-adúcar a C ó m o d o con sus p rop ias enseñanzas y con las de grandes y exim ios m aestros. T u v o com o m aestros de gram ática griega 6 a O n esicrates, com o m aestro de gram ática latina a C ap ela A n tistio ; A te y o Santo fue su p ro feso r de oratoria. P ero no le fueron útiles en ningún senti- 7 do los m aestros de tantas disciplinas. T an to puede la fu erza del p ro p io carácter o la de aquéllos que actúan com o preceptores en palacio. Porque desde su infancia fue im p ú dico, m alvad o, cruel, libid in o­ so, im puro en su b o ca y pervertid o, y y a desde en- 8

1 Cf. Marco, 1, 1-2. 2 Cf. Antonino, 1,8.


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tonces un artista en tod as aquellas artes que no eran a la dignidad de un em perado r, h asta el p unto de que m odeló cop as, d an zó, cantó, silbó y , en fin, de­ m o stró su valía com o b u fó n y con su m ad o gladia­ dor. A los doce años dio en C e n tu n c e la s3 una 9 m uestra de su fu tu ra crueldad, p ues una vez se bañó en un baño que casualm ente estaba dem asiado ti­ bio, ordenó arrojar al h orn o al b añ ero; entonces el p ed ag o g o que había recib id o esta orden quem ó en el horn o la piel de carnero p ara hacer que C ó m o d o creyera que se había cu m p lid o la pena p o r la feti­ dez de aquel olor. R ecib ió el título de C é sa r 4 ju n to con su herm a- 10 no V ero 5, cuando era aún niño. A los catorce años de edad fue adm itido en el colegio de los sacerdotes. 2 Fue co o p tad o entre los «tre sso lo s 6» com o p rín ­ cipe de la juventud 7, cu an d o vistió la to g a viril. C u an d o aún vestía la p retexta de la infancia, d istri­ b u y ó un congiario al p u eb lo y o cu p ó la p resid en ­ cia en la basílica de T rajan o . V istió la toga el día de 2 la nonas de ju lio, el día en el que desapareció de la tierra R ó m u lo y en que C a sio se separó de M arco. 3 D esp u és de haber sid o recom en d ad o a los so ld a­ d os, p artió con su pad re a Siria y E g ip to y volvió

3 La actual Civitá Vecchia, en la costa de Etruria. 4 Cf. 12, 3; Marco, 22, 12. 5 Marco Anio Vero que murió en el 169. Cf. Marco, 21, 3. 6 «Jóvenes aspirantes a caballeros». El texto es inseguro. Acepto la conjetura de Lipsius: trossulos, corrección dé tressolos P. Los trossuli eran caballeros romanos que recibían su nombre de la ciudad de Etru­ ria, Trossulum, conquistada por ellos sin el concurso de la infantería, cf., Plinio, Nat. Hist., 23, 2, 35 ss. Luego el nombre adquirió un senti­ do figurado, como jóvenes que aspiraban a entrar en el censo ecuestre, que es el que tal vez tiene en el texto. Mommsen rechazó la lectura de Lipsius, proponiendo in ter<fra>tres solus, basado en la que da el ma­ nuscrito Σ : tres solos. De aceptar su lectura la traducción sería: «de en­ tre sus hermanos fue nombrado él sólo príncipe de la juventud». 7 Título concedido por el orden ecuestre al hijo del emperador al to­ mar la toga viril e ingresar en la caballería romana.


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con él a R o m a. D e sp u é s de esto, tras conseguir la 4 dispensa de la ley anaria 8, fue n o m b rad o cónsul y salu d ad o com o em perado r ju n to con su padre, el día cinco antes de la calendas de diciem bre, du ran ­ te el con sulad o de P o lió n y A p ro y o b tu vo los h o ­ nores del triunfo ju n to con su p ad re; efectivam en­ te, tam bién este h on or se debió a un decreto del se ­ nado. D esp u és, p artió con su p ad re a la guerra con- 5 tra los germ anos. N o p u d o aguantar a los p ed a g o d o s que le habían 6 p u esto p ara cuidar de su vid a p o rq u e eran m uy v ir­ tu o so s, m antuvo a lo s m ás degenerados y , cuando les apartaron de su lad o , sin tió n o stalgia p o r ellos h asta el p u n to de enferm ar. D esp u és de que con si- 7 guió que volvieran gracias a la debilidad de carác­ ter de su padre, m o n tó constantem ente en las e s­ tancias palaciegas, tabernas y figon es y no p u so lí­ m ite ni al p u d o r ni a lo s gasto s que originaban. J u ­ gaba a los d ad o s en casa. E sclav izan d o a las m u- 8 jerzuelas de m ás bella con textu ra com o en los p r o s ­ tíbulos, reunió un lupan ar p ara m ofarse de la c a s­ tidad. Siguió a los reven ded ores am bulantes y a d ­ quirió caballos de carreras p a ra su u so particular. 9 G u ió carros con el atuen do de auriga, convivió con los glad iad ores, tran sp o rtó agua com o un servidor de ven dedores de esclavos, h asta el p u n to de que p o d rías creer que él había n acid o para la infam ia m ás que p ara aquel ran go al que le elevó la fortuna. 3 A partó de sus cargos a los m ás antiguos servidores de su pad re y alejó a lo s am igos que eran ya ancia­ nos. Intentó ganarse, p rop on ién d ole placeres d es- 2 h on estos, al hijo de Salvio Ju lian o 9, q ue entonces se hallaba al frente del ejército, m ás n o lo lo gró y desde entonces se d edicó a tender tram pas a Ju lia-

8 La lex Vilia annalis o annaria era la que fijaba la edad para acceder a las magistraturas. 9 P. Salvio Juliano, cónsul en el año 175.


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no 10. A lejó de sí a los ciu d ad an o s m ás hon estos o 3 de form a ultrajante o m ediante la concesión de car­ gos m uy dignos. F u e ap o stro fad o en escena p o r los 4 actores de p an to m im o s com o una p erson a d esh on ­ rada y p o r ello los d ep o rtó inm ediatam ente hasta el p u n to de que no aparecieron m ás en escena. C e- 5 diendo a las estipulaciones de los enem igos, aban­ don ó tam bién la guerra que su padre casi había ter­ m inado y se volvió a R om a. C uan d o volvió a R om a, 6 colocó detrás de sí en su carro al actor Saotero y celebró el desfile triunfal de tal m anera que, v o l­ viendo la cabeza en m últiples ocasion es, le besaba públicam ente. T am b ién h izo esto m ism o en la or- 7 q u esta del teatro n . Y , aunque bebía hasta el am a­ necer y d evoraba los recu rso s del im perio rom ano, tam bién p o r las m añan as vo lab a de taberna en ta­ berna h asta dar en lo s lupanares. E n v ió a gobern ar 8 las provincias a in dividu o s que eran cóm plices de sus vicios o que habían sid o recom en d ad os p or o tros crim inales. L le g ó a ser o d iad o p o r el senado 9 h asta tal extrem o que tam bién él, a su vez, se en­ sañ ó contra este estam en to tan p restig io so , desean­ d o destruirle y se vo lv ió san guinario p o r verse d espreciado. 4 L a vid a que llevaba C ó m o d o incitó a C u ad rato y L u cila 12, ay u d ad o s p o r lo s con sejo s del prefecto del P reto rio T arru ten o P atern o, a p royectar su m uerte. Sin em bargo, con fiaron la ejecución de la 2

10 Cf. 4, 8. 11 La orquesta (orchestra: ορχήστρα) era la superficie que existía bajo el proscenio en la que actuaba y danzaba el coro (οχέομαι) en el teatro griego. Estaba limitada por la fila de asientos más bajos por un lado y por el muro sobre el que montaba la escena. En los teatros romanos, por la ausencia de coro, se destinaba este espacio para los senadores y personas distinguidas, cf. Suetonio, Aug., 35; N ero., 12. 12 M. Umidio Cuadrato, consul en el año 167. Era hijo de Ania C or­ nificia Faustina, hermana de Marco, cf., Marco, 7,4. Lucila era la her­ mana mayor de Cóm odo, viuda de L. Vero y casada tras la muerte de éste con Claudio Pompeyano, cf. Marco, 20,6.


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m uerte a su pariente C lau d io P o m p ey an o . C u an d o éste d isp on ía y a de la p o sib ilid ad de llevar a cabo su p ro p ó sito , d espués de h ab er entrado con la e s­ p ad a desenvainada d on d e se encon traba C ó m o d o , d escu brió estúpidam ente el crim en al pronun ciar estas palabras: «E l senado te envía esta espada». Y así no llevó a cabo una acción en la que participaban , adem ás de él, otro s m uch os. D esp u és de estos su cesos, fueron asesin ad os prim eram ente P o m p ey a­ no y C u ad rato , d esp ués N o rb a n a , N o rb a n o y P ara­ lio ; tam bién la m adre de éste ju n to con Lu cila fu e­ ron desterradas. E n to n ces los p refectos del P retorio, viendo que C ó m o d o había p ro v o c ad o un o d io inm enso p o r culpa de Saotero, cu yo p o d e r el p u e ­ blo rom an o n o p o d ía so p o rtar, hicieron salir con astucia a Saotero de P alacio p ara una cerem onia re ­ ligiosa y cuan do volvía a su qu in ta le dieron m u er­ te valiéndose de un os m ercaderes de trigo. E ste atentado le resultó a C ó m o d o m ás m olesto que el que tram aron contra su p ro p ia p erson a. Sin em bargo, a P aterno, aunque era el culpable del asesinato ae Saotero y , p o r lo q u e se p o d ía conjeturar, c ó m ­ plice del plan p ara asesin ar a C ó m o d o y m ediad or p ara que la con ju ra n o se castigara con m ay o r am ­ p litu d , a in stigación de T ig id io 13, lo ap artó del car­ go de prefecto concediéndole la laticlavia. Pero, desp u és a e unos p o c o s d ías, le acu só de conspirar c o n ­ tra él, afirm ando que la hija de Paterno había sid o p rom etid a al h ijo de Ju lian o p o rq u e quería confiar­ le a éste el p o d e r im perial. P o r ello dio la m uerte a P aterno, a Ju lian o y a V itru vio Segundo, íntim o am igo de P aterno y encargado de la corresp on den ­ cia im perial. A d em ás, la fam ilia de los Q u in tilios fue aniquilada en su totalid ad , p o rq u e se decía que Sexto, el hijo de C o n d ian o , se había evadido sim u ­ lando su m uerte para org an izar una revuelta. F u e-

13 Tigidio Perene fue coprefecto con Paterno en el 182.

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ron asesinados tam bién V itrasia Faustina, V elio R u fo y el con su lar E g n acio C ap itó n . L o s cónsules 11 Em ilio Ju n c o y A tilio Severo, sin em bargo, fueron desterrados y el em perado r d esah ogó su crueldad en otras m uchas p erson as de m últiples form as. 5 D esp u és de esto, nunca se presentó en pú blico de buen grad o y n o p erm itió que nadie le com uni­ cara noticia alguna si antes no la había dado el v is­ to bueno Perene. Sin em b argo, éste, que conocía 2 perfectam ente a C ó m o d o , encontró el m od o de au­ m entar su p od er. E n efecto, convenció a C ó m o d o 3 a que se dedicara a los placeres, asegurándole que él, en cam bio, se con sagraría personalm ente a la ad ­ m inistración de lo s asu n tos p ú b lico s, lo que C ó ­ m o d o aceptó gu sto so . E n consecuencia, ajustan do 4 su vida a esta p ro p u esta, se entregaba a los delirios báqu ico s en P alacio entre banquete y baños con trescientas concubinas que había reunido eligién­ d olas, de acuerdo con la belleza de su figura, entre m atron as y m eretrices, y con o tros trescientos jó ­ venes libertinos a los que había elegido igualm ente entre lo s n obles o entre la plebe, bien p o r la fuer­ za, bien m ediante recom pen sas, siendo su figu ra la que determ inaba la elección. E n tre estas bacanales, in m oló víctim as vestid o de victim ario 14. L u ch ó en 5 el anfiteatro con las varas gladiatorias 15 entre los gladiadores que pertenecían a sus ayud as de cám a­ ra y, a veces, con esp ad as bien afiladas. P o r enton- 6 ces Perene reclam ó que se le entregara to d o el p o ­ der: m ató a los ciu d ad an o s q u e le vino en gana, aes-

14 Los victimarios (uictimarii) eran servidores o ministros de los sa­ crificios, cuya función era encender el fuego, preparar los objetos e ins­ trumentos necesarios para el sacrificio y sujetar la víctima cuando el popa (Livio, X L ,29) la iba a golpear para abatirla. Las rudes, unas varas o bastones que acababan en una especie de bola o botón y que utilizaban los gladiadores y soldados cuando se les enseñaba a atacar o defenderse. Era el arma específica del gladiador lla­ mado rudiarius.


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p o jó a m uchísim os, dio al traste con tod as las leyes y arrojó en su b olsillo cuantos bienes robaba. P o r su parte, C ó m o d o , d esp ués de haber enviado a C apri a su herm ana L u cila, la m an dó m atar. D esp u és, tras haber com etid o estu p ro con sus otras herm a­ nas, según dicen, y haber acogid o entre sus b razos a una prim a herm ana, im p u so el nom bre de su m a ­ dre a una de sus concubinas. E x p u lsó a su m ujer que había sid o sorp ren d id a en adulterio, después la envió al exilio y finalm ente la asesinó. O b ligab a a sus concubinas a entregarse al am or ante sus o jo s. N i se privaba de la in fam ia que supon ía que se en ­ tregaran m uchachos en sus b ra zo s y no había parte de su cuerpo, in cluida la boca, que no hubiera m an ­ cillado en am bos sexos. T am b ién p o r entonces, haciendo ver que era ob ra de u n os ladrones, se llevó a cabo el asesinato de C lau d io 16, padre de aquél que entró un día a presencia de C ó m o d o con una espada en la m ano, y fueron ejecu tados otros m u ­ chos senadores sin haber sido ju zg ad o s, así com o algunas m ujeres ricas. Y algunos in dividuos fueron esquilm ados p o r Perene en las provincias a causa de las riquezas que poseían o in cluso fueron q u ita­ dos de en m edio. E s m ás, a aquéllos que carecían de acusaciones p o r algunos crím enes ficticios, se les reprochaba no haber querid o instituir com o here­ dero a C ó m o d o . E n esta época Perene atribuía a su hijo las em ­ p resas bélicas que habían llevado a cabo con éxito otros generales rom an os en D alm acia. Pero este P erene que tuvo tanto p o d er, acusad o de que en la guerra de B retañ a había p u esto al frente de las tro ­ pas a algunas person as del orden ecuestre d esp ose­ y en do de su cargos a los sen adores, fue declarado enem igo p úblico p o r los legad os del ejército en el

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16 Otro error. El asesinado fue el hijo de Claudio Pompeyano, pues éste todavía vivía en el año 193, cf. Pértinax, 4,10 y Didio Juliano, 8,3.


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m ism o m om en to en que descubrieron esta circuns­ tancia y, en consecuencia, fue entregado a los so l­ d ad os para que le hicieran p ed a zo s. Para ocu p ar un 3 ^ p u e sto de tanta influencia C ó m o d o eligió a C lean xdro 17, uno de sus cam arlengos. D espués de la m uer- 4 te de Perene y de su h ijo, C ó m o d o revocó realm en­ te m uchas de sus d isp o sicio n es, com o si él no las hubiera dictam in ad o, sim u lan d o que las restablecía a su antiguo estad o. P o r cierto, no fue capaz de 5 m antener el arrepentim iento de sus crím enes d u ­ rante m ás de treinta días, y a que recurría a C lean ­ d ro para com eter crím enes m ás atroces que los que había com etido p o r m edio del su sod ich o Perene. 6 C lean d ro sucedió a Perene en el p od er, pero en la prefectura le sigu ió N ig ro , que, según cuentan, fue prefecto del P reto rio solam ente durante dos h o ras; 7 en efecto, se cam biaba a los prefectos del P retorio de una hora a otra y de un d ía a otro y la actuación general de C ó m o d o era p e o r que había sid o antes. 8 M arcio C u arto fue p refecto del P reto rio durante cinco días. L o s su cesores de éstos fueron retenidos en sus cargos o asesin ad os a volun tad de C lean d ro ; 9 a un gesto su y o tam bién fu eron elegidos libertos para form ar parte del sen ado y en grosar las filas de los p atricios, y entonces p o r prim era vez se n o m ­ braron cinco cón sules para un so lo año y se p u sie­ ron en venta tod as las provin cias. C lean d ro vendía 10 to d o p o r din ero: llam aba a los desterrados a R om a y los hon raba con cargos p ú b lico s y anulaba las causas que y a habían recibido sentencia. F u e tan 11 grande su p od er, a causa de la necedad de C ó m o ­ d o , que al esp o so de la herm ana de éste llam ado B u rro , que reprendía a C ó m o d o y le tenía al corriente de lo que ocurría, le p ren d ió bajo la so s­ pecha de que asp iraba ai tro n o y le m ató, tras ha­ ber acabado tam bién con o tro s m uch os que le de-

17 Un frigio llevado a Roma como esclavo.


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fendían. T am bién fue ejecutad o entre éstos el p refecto E b u cian o ; y p a ra o cu p ar su p u esto fue n o m ­ brado el p ro p io C lean d ro , ju n to con o tro s dos q ue él personalm ente h ab ía elegido. Y entonces p o r p rim era vez h u b o tres p refectos del P retorio, entre ellos un liberto, que recibió el n om bre de «prefec7 to del p u ñ a l 18». P ero a C lean d ro se le con firió tam bién la m uerte que había m erecido. E n efecto, com o A rrio A n to ­ nino había sid o asesinado p o r sus intrigas m edian­ te las que se habían in ventado algunos crím enes p ara ganarse el fav o r de A talo , a quien A rrio había condenado durante su p ro co n su lad o en A sia, y, com o C ó m o d o tam p o co había p o d id o frenar la h ostilid ad que suscitó entre el p u eb lo encolerizado, aquél fue entregado a la plebe p ara que ésta le im ­ p u siera el castigo, y ju n to con él fueron ejecutados tam bién A p o la u sto y o tro s libertos de palacio. O tra acción de C lean d ro fue la violación de las co n cu ­ binas de C ó m o d o , con las que tuvo algunos h ijo s que después de que el m u rió fu eron asesinados ju n ­ to con sus m adres. P ara o cu p ar su p u esto fu eron elegidos Ju lian o y R egilo , a los que luego C ó m o d o tam bién castigó con la m uerte. T ras su asesinato, ejecutó a los Silanos Servilio y D u lio ju n to con su s fam iliares, d espués a A n tio L u p o y a los Petronios M am ertino y Sura y a A n to n in o hijo de M am erti­ no y de una herm ana suya, y desp ués de ellos a seis consulares a la vez, a A lio F u sc o , a C elio Félix, a L u cey o T o rcu ato , a L arcio E u ru p ian o , a V alerio B asian o, a P actu m eyo M agn o y a tod a su fam ilia; en A sia, al p ro có n su l Sulpicio C ra so y a Ju lio P r o ­ culo con su fam ilia, y en A cay a, al antiguo cónsul C lau d io L u can o , a la p rim a herm ana de su padre, F au stin a A nia, y a o tro s m uchísim os. H ab ía deci-

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18 El puñal o daga (pugio) era el símbolo del oficio del prefecto. Se utilizaba también como insignia imperial, cf. Avidio Casio, n. 21.


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dido tam bién dar m uerte a o tro s catorce m ás, p u e s­ to que los recu rsos del im p erio rom an o eran in su ­ ficientes p ara su fragar sus gasto s. 8 M ientras tanto, el sen ado concedió a C ó m o d o el título de P ío, p ara m ofarse de él, p o r haber d esig­ nado cónsul al am ante de su m ad re; y , cuando m ató a Perene, le concedió el título de F eliz, considerán­ dole com o un nuevo Sila 19 p o r hallarse im plicado en un gran núm ero de asesin atos de m uchos ciuda­ danos. D icen que fue este m ism o C ó m o d o , el lia- 2 m ado Pío y F eliz, quien fin gió tam bién una con ju ­ ración contra su p ro p ia p erson a, p ara p o d er dar m uerte así a un gran núm ero de ciudadanos. P ero 3 no h u bo ninguna o tra con ju ración que la de A le ­ jan d ro, quien desp ués se su icid ó ju n to con los su ­ y o s, y la de L u cila, herm ana de C ó m o d o . L o s adu- 4 ladores le dieron tam bién el sob ren om bre de B ri­ tánico, siendo así que los britán icos tuvieron la in ­ tención in cluso de elegir a otro em perador en su lu- 5 gar. R ecib ió adem ás el so b ren om b re de H ércules R om an o 20, p o rq u e había m atad o fieras en el anfi­ teatro de L an u v io. E n efecto, tenía la costum bre de ejercitarse m atan d o anim ales salvajes en sus fincas. 6 A dem ás, fue tal su locu ra q ue deseó dar a la ciudad de R o m a el nom bre de C o lo n ia C o m od ian a. C u en ­ tan que se le o cu rrió sem ejante m on stru o sid ad cuando se en con traba d isfru tan d o de las caricias de M arcia. D e se ó igualm ente con ducir cuadrigas 21 en 7

19 L. Cornelio Sila (137-78) fue el vencedor de Mario en la guerra civil. Tras su victoria, llevó a cabo las más terribles represalias, orde­ nando degollar a siete mil personas y anunciando que ninguno de sus enemigos podría esperar el perdón. 20 Cf. 9. El título de Hércules Romanus lo constata también Dión Casio. L X X II, 15,5 y C .I.L . XIV, 3449 = Dessau, 400. 21 Carruaje tirado por cuatro caballos, pero especialmente aplicado a los carros que tomaban parte en las carreras del circo que disponían de dos largas varas y de un yugo para sujetar la cerviz de los cuatro caballos.


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el circo. Se p resen tó en p ú b lico con un a dalm áti- 8 ca 22 y, con este atuen do, dio la señal de salida de las cuadrigas. Y p o r la ép oca aquélla en que p ro - 9 p u so al senado cam biar el n o m b re de R o m a p o r el de C o m o d ian a, no só lo aceptó con gu sto el senado sem ejante p ro p o sició n p ara m ofarse de él, según parece, sino que in clu so se im p u so a sí m ism o el nom bre de senado C o m o d ia n o , al tiem po que c o n ­ fería a C ó m o d o el título de H ércu les y ae D io s. H izo el sim ulacro tam bién de que iba a ir a A frica, para hacer que le p agaran los gasto s del viaje. C o n ­ sigu ió el dinero, p ero lo invirtió en banquetes y ju ­ gando a los d ad os. Se quitó de en m edio al p refec­ to del P reto rio M o tilen o dán d ole a com er higos en- 2 venenados. A cep tó estatuas su y as con el traje de H ércu les y le ofrecieron sacrificios com o a un d io s. H ab ía p ro y ectad o , adem ás, el asesinato de un buen 3 núm ero de p erson as, p ro y ec to que se descubrió gracias a un m uchacho que sacó de la habitación de C ó m o d o una tablilla en la que figuraban los n o m ­ bres de lo s que estaban d estin ad os a la m uerte. Practicó el culto a Isis 23 h asta el p unto de hacerse 4 rapar la cabeza y de llevar en p ro cesió n la estatua

22 Larga blusa hecha de lana de Dalmacia. N o la usaron los romanos de los primeros tiempos y jamás fue de uso general hasta que la adoptó la Iglesia Católica, pues se consideró siempre como prenda afeminada. D iosa de origen egipcio. Isis es la tierra a quien Osiris, el sol, hace germinar con su calor dando lugar así al nacimiento de todos los seres. Representa, pues, el principio generador femenino. También está rela­ cionada con ella el culto de ultratumba. Sus fiestas llamadas Isia se ce­ lebraban en Roma entre marzo y abril. Sus misterios eran muy simila­ res a los de Eleusis. Para la celebración de su culto existieron numero­ sas asociaciones presididas por un pater, al que asistía un gran cortejo de sacerdotes, servidores, etc.


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de A n ubis 24. Su tendencia a la crueldad le llevó a ordenar a los fieles de B elo n a 25 que se cortaran realm ente el b razo. T am b ién o b ligab a a los sacerdotes de Isis a golp ear su pech o con piñas hasta la m uerte. C u an d o llevaba la estatua de A n u bis, golpeaba con violencia las cabezas de lo s sacerd o­ tes de Isis con el ro stro del íd olo. D io la m uerte a leones e in cluso a m u ltitu d de h om bres go lp eán d o ­ les con una clava, vestid o de m ujer y cubierto con una piel de león. A los in dividu o s que tenían sus pies enferm os y a los que estaban im p osibilitad os p ara andar, les h izo ad q u irir el aspecto de gigantes envolviéndoles desd e las rod illas h asta abajo con cintas de p añ o y lien zo co m o si fueran dragon es, y al p u n to acab ó con ellos a flech azos. P ro fan ó con un h om icidio real los m isterios de M itra 26, siendo

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24 Dios muy venerado entre los egipcios, que aparecía representado por un chacal o lobo de montaña. Su misión fundamental era pasar las almas acompañadas de Horus en el juicio final ante Osiris, de ahí que se le asimiló a Hermes y se le incorporó al panteón romano con el nom­ bre de Hermanubis. 25 D iosa de la guerra asimilada a la Palas griega, esposa o hermana de Marte. Su culto procede tal vez de los ritos de la diosa Ma de Capadocia, en cuyas procesiones públicas se veía a la sacerdotisa azotarse hasta derramar sangre. De ahí que entre los distintos ritos con los que ' se adoraba en Roma se incluyeran las maceraciones y autotorturas. 26 Dios iranio o persa, mediador entre los dos principios del bien, Ormuzd, y del mal, Ahriman, pero como emanación del bien supremo, que se identifica con el sol, ayuda a los fieles a que triunfe el reino del bien. En occidente se identifica con el sol inuictus. Se le representa como un joven cubierto con gorro frigio, con túnica y con una capa echada al hombro, apoyando la rodilla en un toro sujetado con la mano iz­ quierda mientras le hunde un puñal con la derecha. Aparece también rodeado de los signos del Zodíaco. L os fieles, que debían ser virtuosos, sufrían distintos ritos de iniciación que conocemos gracias al testimo­ nio sobre todo de San Jerónimo, Ep, 107 y de Tertuliano, D e corona, 15 D e Praescr. H aeret., 40,3. S. Jerónimo da el nombre de los iniciados en cada uno de los siete grados. Tertuliano recuerda alguna de las pruebas, como saltar un depósito de agua con los ojos vendados y las manos ata­ das con tripas de pollos o tomar parte en una muerte simulada. Así se explica que en muchas de ellas se causaba gran terror o se simulaba que se causaba, como se alude en el texto.


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así que en ellos solam ente solían decirse o in ven­ tarse cosas que sim ulaban cau sar gran tem or. 10 F u e desde su infancia glo tó n y ob scen o. E n su adolescencia d esh on ró a to d o s los hom bres que le rodeaban sin im p ortarle su categoría, y , a su vez, fue d esh on rado p o r to d o s ellos. A los que se reían de él, los arro jaba a-las fieras. In clu so ordenó a rro ­ jar a las fieras a un in dividuo que leía la biografía de C aligu la escrita p o r Su eton io, p o rq u e había n a­ cido el m ism o día que el em perador. Si a alguno se le había ocu rrido com en tar en p úblico que deseaba m orir, ord en aba que se le d iera rápidam ente la m uerte, aunque no quisiera. E ra p eligroso in cluso en las brom as. E n efecto, a un in dividuo, al que vio que entre su s cabellos negros tenía o tros blancos que parecían gusan illos, le c o lo có encim a un e sto r­ nino que creía que p ersegu ía gu san o s auténticos, y así con siguió que su c ab eza su p u rara a causa de los p ico tazo s de éste. A un h om bre grueso le abrió en canal el vientre p ara que se desparram aran in m e­ diatam ente sus in testin os. L la m a b a m o n o p o d io s 27 y m iopes a lo s que h ab ía hecho sacar un ojo o co rtar un pie. H iz o m orir, adem ás, p o r aquí y p o r allá a un gran núm ero de h om bres, a u n os p orq u e se presentaban ante él v estid o s con traje extranjero, a otros p o rq u e eran n o bles y m u y distinguidos. T u v o entre sus am antes a h om bres a lo s que llam aba con los n om bres de las p artes p riv ad as de am bos sex o s y a los que besaba con gran placer. A m ó m uchísim o tam bién a un h om b re p ro v isto de un pene q u e su p eraba las dim ensiones ciel de los anim ales, al q u e 1 llam aba O n ó n 28. L e llenó de bró jefe de los sacerdotes 11 Se dice que solía m ezclar excrem entos hum anos con alim entos m uy co sto so s y que no se privó de

27 Del griego μόνος y ποοΰ «un solo pie». 28 Del griego όνος «asno».

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gu starlos, pen san d o que así se reía de su s convida­ d os. E xh ibió en una fuente de p lata a d os jo ro b a - 2 d os contrahechos, desp ués de haberlos cubierto de m o staz a; les p ro m o v ió enseguida a distintas d igni­ d ades y les llenó de riqu ezas. H iz o arro jar a una 3 p iscin a, con su to g a y en p resen cia de su servidum ­ bre, a su prefecto del P reto rio Ju lian o . A dem ás le ob ligó a d an zar d esn u d o delante de las concubinas, tocan do el cím balo 29 con su ro stro d em u d ad o. F u e 4 rara la vez que n o p id ió p ara su s banquetes tod o tipo de verduras cocid as p a ra p ro lo n g a r p o r m ás tiem po su s placeres. Se b añ aba siete y oen o veces 5 al día y com ía en el m ism o baño. A cu d ía a los tem - 6 p ío s de los d ioses, a p esar de estar m anchado de im ­ p u rezas y de san gre hum ana. In clu so im itó a lo s 7 m édicos sacan do san gre a algu n os in dividu os con m ortales escalpelos 3 . T am b ién en su hon or, los 8 aduladores llam aban C ó m o d o al m es de A u gu sto , H ércu les al de septiem bre, Invicto al de octubre, T riu n fad o r al de n oviem bre y A m a zo n io al de di­ ciem bre, de acuerdo con su sign o. Sin em bargo, el 9 de A m azo n io lo recibió c o m o consecuencia del am or que m antenía con su con cubin a M arcia, a la que le gu stab a con tem p lar retratad a com o una A m azo n a, y en atención a la cual q u iso salir al an­ fiteatro rom an o vestid o de A m azo n a. P articipó 10 tam bién en com bates glad iato rio s y aceptó distin­ tos nom bres de glad iad ores con tanto p lacer com o si recibiera las insignias de triun fador. A cu d ió re- 11 gularm ente a los ju e g o s p ú b lic o s y ord en aba que se registrara en lo s m o n u m en tos p ú b licos las ve-

29 Calco del griego cfyfípaXov: instrumento musical parecido a los pla­ tillos. L o utilizaban sobre todo los oradores de Cibeles (cf. Virgilio, Georg., IV,64; Lucrecio, 11,619) y los de Baco (Livio, X X X IX , 8 y 10); pero también se utilizó en actos profanos. 30 El escalpelo (scalprum) era un instrumento agudo y cortante que empleaban los artistas y artesanos para distintos usos, adecuándose sus formas a ellos.


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ces que acudía. Se cuenta que p articip ó en los c o m ­ bates glad iatorios setecientas treinta y cinco veces. F ue n o m b rad o C é sa r bajo el consulado de Pudente y Polión, el día cuarto de los id us de o c tu ­ bre, al que d espués llam ó de H ércules. Recibió el sob ren om bre de G erm án ico en los idus de H é rc u ­ les, siendo cónsules M áxim o y O rfito. 12 Fue adm itido com o sacerd ote en tod o s los co le­ gios sacerdotales el día trece de las calendas de In ­ victo durante el co n su lad o de P isón y Ju lian o. Partió para la G erm an ia el día catorce de las calendas de E lio , com o las llam ó d espués. T o m ó la toga viril bajo dicho con su lad o. F u e salud ad o com o em p erad or con su pad re el día cinco de las calendas de V encedor, cuando eran cónsules p or segunda vez Polión y A p ro . C eleb ró el triunfo el diez de las calendas de enero del m ism o año bajo los m ism os cónsules. Salió otra vez de R o m a el día tres de las nonas de C ó m o d o , b a jo el con su lad o de O rfito y R u fo. E l ejército y el senado le presentaron oficialm ente en la casa Palatina llam ada C om od ian a, para que viviera en ella p erpetuam ente, el día once de las calendas de R o m a durante el segundo con su la­ do de Presente. C u an d o p roy ectab a p o r tercera vez o tra expedición, fue retenido p o r el senado y p o r el pu eblo. Se hicieron v o tos p o r él en las n o n as de P ío, el año en que F u scian o fue cón sul p o r se ­ gunda vez. E n el in tervalo de estos sucesos, según se refiere en un os escritos, realizó trescientos sesenta y cinco com bates durante el reinado de su padre y, tras la m uerte de éste, consiguió tantas palm as g la d ia to ria s31 venciendo o m atando a recia-

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31 La palma o ramo de palmera fue adoptada por los antiguos como símbolo de victoria y, como tal, se la ofrecían a los atletas, gladiadores, conductores de carros, etc., de ahí que recibe distintos adjetivos para es­ pecificar su clase, como aquí el de gladiatoria.


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rios 32, que llegó a alcan zar el m illar. M ató con su 12 p ro p ia m ano m u ch o s m iles de fieras salvajes de d is­ tintas clases, llegan do in clu so a d ar m uerte a ele­ fantes. Y m uchas veces realizó estas hazañas asis­ tiendo el p u eb lo ro m an o al espectáculo. 13 F u e enérgico p ara estas acciones, p ero p ara otras fue débil y en ferm izo; adem ás tenía una excrecen­ cia entre la ingle de tales p ro p o rcio n es, que el p u e­ b lo rom an o p o d ía percibirla a través de sus v e sti­ dos de seda. P o r esta raz ó n se escribieron m uch os 2 versos, de los que M ario M áxim o se vanagloria en su obra. G o z ó de tantas energías p ara reducir a las 3 fieras que llegó a atravesar de p arte a parte a un ele­ fan te con una lan za y trasp asó el cuerpo de u n a ga­ cela con una estaca y m ató a m uch os m illares de bestias enorm es, a cad a un a con un so lo golpe. Su 4 desvergüenza fue tan grande que b ebió en m uch í­ sim as ocasiones a la vista de to a o s, sentado en el an­ fiteatro o en el teatro vestid o de m ujer. Sin em bargo, durante su gobiern o y a p esar de 5 vivir de esta m anera, fueron ven cidos p o r m edio de sus lugartenientes los m o ro s y los dacios, fueron pacificadas tam bién las P an on ias y B retañ a y se ex­ tendió su im perio a las p rovin cias de G erm ania y D ac ia a p esar de la resistencia que opon ían sus ha­ bitantes; pero to d o s estos territorios fueron apaci- 6 gu ados p o r sus generales. P o r su parte, C ó m o d o 7 era p e rezo so y d escu id ad o a la h o ra de firm ar d o ­ cum entos, de tal m anera que solía estam par su fir­ m a en m uchos libelos con un a sola estam pilla, m ientras que en m uchísim as cartas escribía sólo la p alabra «a d ió s». Y to d o s lo s asuntos se llevaban a 8 cabo p o r m ediación de o tros in dividuos quienes, según cuentan, llegaron a utilizar hasta las con de­ nas para llenar su s bolsillos.

32 Gladiador romano cuya arma específica y distintiva era la red (re­ tis) para envolver a su adversario, generalmente un secutor, cf. η. 37.


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A causa de esta in curia, c o m o adem ás robaban las p rovisio n es de víveres aq u éllos que entonces ad ­ m inistraban la república, su rgió tam bién en R o m a una gran escasez, aunque no faltaban p ro d u cto s. P o r cierto, p o c o d esp ués C ó m o d o dio m uerte o p roscrib ió a aqu éllos que se dedicaban a robar de tod o . Pero él m ism o, sim u lan d o un siglo de o ro bajo el nom bre de C o m o d ia n o , p ro p u so un ab ara­ tam iento de los víveres y con ello hizo que la e s­ casez fuera m ayor. M uchos in dividuos b ajo su gobierno obtuvieron p o r dinero el castigo de o tros y su p ro p ia salva­ ción. L leg ó a vender in cluso lo s d iversos tipos de su plicio, las sep u lturas, la atenuación de los casti­ gos y dio m uerte a u n os ciu d ad an o s p o r otros. V ena ió tam bién las p rovin cias y los cargos adm in istra­ tivos, de form a que él recibía un a parte del dinero y la otra, los que hacían la venta. V endió a algunos incluso la m uerte de sus enem igos. Sus libertos v en ­ dieron tam bién los resu ltad os de los p rocesos. A los p refectos Paterno y Perene n o los aguantó m u ­ cho tiem po, p ero tam p o co ninguno de los p refec­ tos que él había n o m b rad o ejercitó este cargo d u ­ rante tres añ o s, pues a la m ay o r parte de ellos o fes envenenó o |é sjp a só a cuchillo. C o n la m ism a faci­ lidad cam bió Tam bién a los p refectos de la C iudad.

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E lim in ó con gusto a su s ayu d as de cám ara, a p e ­ sar de que había aco m o d ad o to d a su actuación a sus deseos. Su cam arlengo E clecto , viendo la facílidad con que elim inaba a sus colegas, se anticipó a su actuación y tom ó parte en un com plot contra su vida. Incluso cuando estaba de espectador se equipó con las arm as de los glad iad ores, cubriendo sus h o m ­ bros d esn ud os con un a banda de púrpura. T u v o tam bién la costu m bre, com o atestiguan los es­ critos de M ario M áxim o, de ord en ar que se regis-

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traran en las actas de la C iu d a d 33 tod as las accio­ nes que había realizad o de m anera indigna, vergon ­ zo sa, cruel y com o un glad iad o r o un rufián. L la ­ m ó tam bién C o m o d ia n o 34 al p u eb lo rom an o, delante del que actuó c o m o g lad iad or en m uchísim as ocasiones . Y , com o el p u eb lo le aplaudió com o a un d io s en m uchas de las luchas en que interve­ nía 36, creyendo que se había bu rlad o de él, dio ó r­ denes para que el p u eb lo rom an o fuese m asacrado en el anfiteatro p o r los so ld ad o s de la flo ta que ten­ saban las velas. H a b ía ord en ad o tam bién incendiar R om a, com o si se tratara de una colon ia de su p r o ­ p ied ad ; y se habrían ejecu tad o sus órdenes si el p re­ fecto del P reto rio , L e to , n o hu biera hecho desistir a C ó m o d o de su p ro p ó sito . E n tre otro s títulos triunfales recibió tam bién seiscientas veinte veces el de «jefe de los secu to res» 37. 16 E sto s son los p ro d ig io s que ocurrieron durante su reinado, tanto p ú b lico s co m o p articulares: apa­ reció un com eta; se vieron en el foro las huellas de los d ioses orientadas hacia la salid a; y antes de la guerra de los d esertores se in cen dió el cielo; en las calendas de enero apareció en el fo ro repentinam en­ te una densa niebla que lo oscu recía; y antes del am anecer se habían p resen tad o aves incendiarias y de m al agüero; el m ism o C ó m o d o tuvo que tras-

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33 Las comenzó a publicar César, siguiendo su ejemplo sus suceso­ res. Contenían los anuncios oficiales y las noticias de interés para el pue­ blo romano. 34 Cf. 8,6. 35 Cf. 9,11. 36 Cf. 11,10. 37 El secutor, literalmente «perseguidor». Era el gladiador que lucha­ ba con el retiarius persiguiéndole, cuando aquél fallaba en su asalto. Sus armas eran el casco, el escudo largo y rectangular y la ocrea. Traduzco como «jefe de los secutores» la expresión prima palus, que está formada por analogía de primus pilus, pues así como ésta significa «el primer cen­ turión», aquélla significaría «la primera pica, el primero, el jefe, el ca­ pitán» de los secutores.


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ladarse de P alacio a la villa V ectiliana 38 situada ju n ­ to al m onte C elio p o rq u e decía que no p od ía d o r­ m ir allí; las d o s p uertas del tem plo de Jan o 39 se 4 abrieron espontáneam ente y se vio m overse a la es­ tatua de m árm o l de A n u b is; la de H ércules, que 5 era de bronce y estaba em p lazad a en el pórtico de M inucio 40, se cubrió de su d o r durante m uchos días ; se vio tam bién un bú h o so b re su d orm ito rio, tanto en R o m a com o en L an u v io. Pero el m ism o 6 C ó m o d o su scitó un p ro d ig io q u e le resultó fu n es­ to : en efecto, en una ocasión se secó la m ano en 7 su cabeza, d espués de haberla in trod u cid o en la he­ rida de un glad iad or m uerto en su presencia, y, c o n ­ tra la costu m bre habitual, ord en ó que lo s especta­ dores acudieran a p resen ciar lo s com bates gladia­ torios no con la toga, sin o con la pénula 41, com o solía hacerse en los funerales, m ientras que él o c u ­ p ab a la presidencia con v estid os de lu to ; su casco fue sacad o d o s veces a través de la puerta de L ib i­ tina 42. R ep artió al p u eb lo un congiario distribu - 8

38 L a escuela para gladiadores. Se sabe por Dión Casio (LX X II, 22,2) que Cóm odo se propuso pasar allí la noche del 31 de diciembre del año 192 para presentarse el dia siguiente como secutor. 39 El dios romano por excelencia y el más antiguo de toda Italia. Es el principio de las cosas, la entrada ae la ciudad, el principio de la luz y dios supremo de las tribus fundadoras de Roma, cf. L. M. de Padiérgana, N aturaleza de Jano según los fastos de Ovidio, «Em», 1942, p. 66-97. 40 Había dos pórticos de Minucio situados entre el monte Capitolino y el Tiber. El uno se llamaba Viejo y el otro Frumentario. 41 La penula (paenula) era un vestido encimero, una especie de blusa redonda protegida por un capuchón, con un agujero redondo en la par­ te superior por donde se introducía la cabeza, y enteramente cerrado por delante o con una abertura desde la parte inferior hasta medio cuer­ po, pero siempre sin mangas. Se utilizaba para resguardarse del frío, para los viajes, etc., a pesar de que a veces resultaba incómodo pues im­ pedía la movilidad, cf. Cicerón, Mil., 20: los que lo llevaban se sentían adstricti et uelut inclusi «constreñidos y como encerrados». 42 La puerta de un anfiteatro por donde eran arrastrados los muer­ tos, El nombre lo recibía de Libitina, la diosa que presidía los funerales.


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yen do setecien tos veinticinco denarios 43 p o r cabe­ za. F u e m u y tacañ o con to d o s lo s dem ás, p o rq u e había d ism in uid o el erario p o r los costes de su vida licenciosa. A los ju eg o s ord in arios de circo añadió 9 o tros m u ch os, m as p ara satisfacer sus caprich os que p o r m otiv os relig io so s y p a ra enriquecer a los jefes de las banderías. 17 In stigad os p o r su con d u cta, Q u in to E m ilio L eto y su concubina M arcia, aunque dem asiado tarde, tram aron una co n ju ra p ara darle m uerte. L e ofre- 2 cieron prim ero ven en o; p ero al no ser efectivo, se sirvieron p ara estrangularle de un atleta con el que solía ejercitarse. L a contextura de su cu erp o era p ro p o rcio n ad a, 3 el aire de su ro stro ato lo n d rad o , com o es habituai en los alcoh ólico s, y su lenguaje con fu so . L lev aba siem pre teñido su cabello y lo m antenía brillante salpicán dolo con lim ad uras de o ro , y quem ab a su ­ perficialm ente su cabellera y su barba p o r m iedo a su barbero. E l sen ado y el p u eb lo p id ieron que su cu erpo 4 fuera arrastrad o con un garfio y arro jad o al T i­ ber 44, p ero desp ués fue traslad ad o al m au soleo de A d rian o p o r ord en de P értinax 45. N o su bsiste ninguna o b ra su y a, a excepción de 5 los baños que C lean d ro h ab ía con struid o en su nom bre. Pero el sen ado arrancó su nom bre que se 6 había grab ad o en con struccion es p rom ovid as p o r otros. N o acabó las o b ras iniciadas p o r su padre, 7 O rg an iz ó la flo ta A frican a p ara que sirviera de ay u ­ da en caso de que escasease el trigo que llegaba de A lejan dría. D io a C arta g o tam bién en plan jo c o so 8

43 Moneda de plata que valía al principio 10 ases (as: unidad de va­ lor equivalente a 12 onzas o una libra de peso), luego 16, al reducirse su peso. La suma parece exagerada. Costumbre antigua en Roma. L o mismo pidió el populacho que se hiciera con Tiberio, cf. Suetonio, Tib., 65,1. 45 Cf. 20,1.


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el nom bre de A lejan dría C o m o d ia n aT o g ad a y a la flota A frican a el de C o m o d ia n a H ercúlea. Im pu so al C o lo so algunos ad orn os que después fueron arrancados en su totalidad. H iz o quitar la cabeza del C o lo so que representaba a N eró n , colocó en ­ cim a la suya y grab ó d ebajo una inscripción, com o era habitual, p ero sin olvidar los títulos de G lad ia­ d or y A fem in ad o 46. N o ob stan te, Severo, un em p erad or rigu roso y un h om bre de tal nom bre, lo in ­ cluyó entre los dioses p o r od io al senado, según p a ­ rece, y le dio adem ás un flam en, el H erculeano C ó m od ian o, que el p ro p io C ó m o d o eligió para sí cuando aún vivía. D e jó tres herm anas que le sobrevivieron. Severo estableció que se celebrara el aniversario de su n a ­ cim iento. 18 L a s aclam aciones del senado d espués de la m uer­ te fueron rigurosas. Y p ara que se sepa cuál fue la opinión que tenía el sen ado so b re C ó m o d o , yo he insertado aquí dichas aclam acion es, copiándolas de M ario M áxim o, y el ju icio de la resolu ción del sena­ d o: «Q u íten sele tod o s sus h on ores al enem igo de la patria, quítensele al parricida, que se le arrastre p o r el suelo. Q u e el enem igo de la patria, el parricida y el glad iad or sea d esp ed azad o en el espoliarlo 47. ¡E n em igo de los d io ses! ¡verdu go del senado! ¡E n e­ m igo de los d ioses y p arricid a del sen ado! ¡E n em i­ go de los d io ses! ¡E n em igo del sen ado ! ¡q u e el gla­ d iad o r acabe en el e sp o lia d o !; que el asesino de se ­ nadores sea expuesto en el espoliarlo. Q u e el ase-

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46 Cf. Adriano, n. 89 a 19, 12-13. Pasaje incorrecto, pues para esta época el Cotoso'wa no tenía la cabeza de Nerón sino la del sol por la que la sustitwó Adriano. 47 Recinto'del anfiteatro donde se desnudaba y despojaba de sus ar­ mas y vestidos (spoliare) a los gladiadores muertos en la arena.


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sino de senadores sea arrastrad o con un garfio: que el asesino de in ocentes sea arrastrad o con un gar­ fio. ¡E n em ig o ! ¡p arricid a! ¡sí! ¡sí! Q u e sea arrastra­ do p o r el suelo el que n o p erd o n ó a su fam ilia. Q u e sea arrastrad o con un garfio el que q uiso darte m uerte. C o n n o so tro s tem iste, con n o so tro s estuviste en p eligro. ¡O h , Jú p ite r O p tim o M áxim o!, para que nos sin tam os salvo s, consérvanos a Pértinax ¡B u en a suerte a los p reto rian o s fieles! ¡B u en a suerte a las coh ortes p retorian as! ¡B uen a suertó{,a los ejércitos ro m an o s! ¡B u en a suerte a la p ied ad del sen ado! Q u e se arrastre al parricida. A u gu sto , te p edim os que se arrastre al parricida. T e lo p edim os, que se arrastre al parricid a. E scu ch a C ésar: ¡a los leones los d elatores! E scú ch an o s, C ésar ¡E sp erato a los leones! B u en a suerte a la victoria del p u eb lo rom an o. B uen a suerte a lo s so ld ad o s p o r su leal­ tad. Q u e las coh ortes pretorian as tengan éxito. D estró n en se p o r tod as partes las estatuas del ene­ m igo de la p atria, d estrón en se p o r todas partes las estatuas del p arricid a, d estrónense p o r tod as p a r­ tes las estatuas del glad iad or. A b ajo las estatuas del glad iad or y p arricid a. Q u e arrastren al asesino de ciu dadanos, que arrastren al parricida. A b ajo las es­ tatuas del glad iad or. Si tú estás a salvo, n o so tro s estam os a salvo y se g u ro s; sí, sí, lo estam os, sí, d ig­ nam ente; lo estam os, sí, con libertad. A h o ra estam os segu ro s: que tem an lo s delatores. Q u e ellos te­ m an p ara que n o so tro s estem os seguros. P ara que estem os a salvo, fu era del sen ado lo s delatores, que ellos sean azo tad o s. P u esto que estás a salvo, a lo s leones los delatores. B a jo tu reinado apaléese a los 19 delatores. Q u e se borre el recuerdo ael glad iad or parricid a; que se arrojen p o r los suelos las estatuas del g lad iad or parricida. Q u e se borre el recuerdo del glad iad or im p u ro, al esp oliarlo el gladiador. E s ­ cúchanos C é sa r: que se arrastre p o r los su elos con un garfio al verd u go. Q u e se arrastre p o r los suelo s, siguiendo la costu m bre de n uestros antepasa­

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d os, al m atarife del sen ado. H a sido m ás cruel que D om ician o . H a sido m ás im p u ro que N erón . A sí actuó, pues que así su fra. Q u e se m antenga el re­ cuerdo de lo s in ocentes. D evuélveles su s hon ores, te lo rogam os. Q u e el cadáver del parricida sea arrastrado con un garfio, que arrastren con un g a r­ fio el cadáver del glad iad or. Q u e se deposite en el espoliario el cadáver del gladiador. Pídenos n u es­ tros v o tos, pídenoslos.^ T o d o s v o tam os que se le arrastre con el garfio. E l com etió una m atanza g e ­ n eral: que le arrastren con el garfio. E l asesinó a p erson as de tod as las ed ad es: que le arrastren con el garfio. E l asesinó a p erso n as de am bos sexos: que le arrastren con el garfio. E l η ρ p erd on ó a los su ­ y o s: que le arrastren con el garfio. É l saqueó los tem plos : que le arrastren con el garfio. É l anuló testam entos: que le arrastren con el garfio. É l d e sp o ­ seyó a los v iv o s: que le arrastren con el garfio. H e ­ m os servido a esclavos. É l exigió dinero p o r la vid a: que le arrastren con el garfio. É l exigió dinero p o r la vida y no guardó fid elid ad : q ue le arrastren con el garfio. E l vendió al sen ad o : que le arrastren con el garfio. É l arrebató a los hijos las herencias de su s p ad re s; que le arrastren con el garfio. ¡F u era del se ­ nado los espías! ¡F u era los d elatores! ¡F u e ra lo s q u e sob orn an a los siervos! T am b ién tú, al igual que n o so tro s, has sentido tem or. E stá s enterado efe to d o y conoces a los buenos y a los m alos. L o sabes to d o , corrige, p ues, tod o s los ab usos. H em o s tem ido p o r tí. ¡O h !, so m o s d ich oso s p o rq u e tu gobiernas. C o n su lta al senado so b re el parricida, consúltale y luego recuenta los su fragios. P ed im os tu presencia. L o s inocentes aún están sin sepultar. Q u e el cad á­ ver del parricid a sea arrastrad o. E l parricida ha ex­ h um ado a lo s m uertos. Q u e el cadáver del parrici­ da sea arrastrad o.» 20

E l cadáver de C ó m o d o fue enterrado p o r la n o ­ che, después de que L iv io L auren se, adm inistrador

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del p atrim o n io im perial 48 se lo entregó al cónsul designado F ab io C iló n p o r orden de Pértinax. L o s senadores gritaron : « ¿ P o r orden de quién le han se­ p u ltad o ? Q u e desentierren al parricid a in hum ado, que le arrastren p o r el su elo ». C in g io Severo d ijo: «Se le ha sep u ltad o de fo rm a ilegal. E l colegio de pontífices 49 dice lo m ism o que d igo y o , que hablo com o pontífice. P u esto q u e y a he referido cosas que son gratas, hablaré ah o ra de otras que nos apre­ m ian: pien so que se deben abolir las disposicion es que ob ligó a aecretar en su h o n o r este ser que no vivió sino p ara d estru ir a lo s ciudadanos y p ara d es­ h onrarse a sí m ism o ; que se deben derribar las estatúas que se le han erigid o p o r tod as las p artes; que h ay que raer su n o m b re de to d o s los m o n u ­ m entos p ú b licos y p riv ad o s 50 y que hay que lla­ m ar a los m eses con lo s n om bres que tenían 51 cuando esta peste se cernió p o r prim era vez sob re la república».

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48 Oficio creado probablemente por Claudio. El patrimonium era el conjunto de bienes considerados propiedad del emperador y que se transmitían, aunque la sucesión no fuese directa, de un emperador a otro. Se distinguía del fiscus o tesoro imperial (cf. Adriano, n. 75) y fue administrado independientemente. Septimio Severo consideró distinto de ellos la res priuata, para la que creó un procurador especial, cf. Se­ vero, 9,4. 4V Lo creó Num a y dispuso de tres, cinco y dieciséis miembros su­ cesivamente. Era el encargado de mantener la tradición y vigilar el cul­ to público y privado, ostentando otras funciones adicionales: interpre­ tar las leyes, como en este caso, consagrar edificios, etc. 50 Cf. 17,6. 51 Cf. 11,8.


8.

H E L V IO P É R T IN A X

(Julio C ap ito lin o )

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E l pad re de P ublio H elv io Pértinax fue el liberto H elv io Su ceso del q u e se d ice que im puso este nom bre a su hijo a cau sa de su perseverancia en el oficio de la com pra-ven ta de lana, p u esto que se d e ­ dicab a a él con pertinacia. P értinax nació en lo s 2 A pen in os en la casa de cam po de su m adre. E n el m om en to de su nacim iento un p o tro se subió a un tejado de una casa y , tras perm anecer allí durante unos breves instantes, descendió y expiró al p u n to. 3 Su p ad re, con m ov id o p o r este acontecim iento, se d irigió a consultar a un astró lo go *, el cual le d ijo que y a había p erd id o a su hijo, m ientras que a éste le vaticinó grandes co sas. F u e iniciado ya desd e 4 niño en los con ocim ien tos elem entales de las letras y del cálculo y le con fiaron adem ás a un gram ático griego y d espués a Sulpicio A p o lin ar 2; después de que éste m urió, él m ism o ejerció la p rofesión de gram ático. P ero, viendo que n o aum entaba sus beneficios 5 con el ejercicio de esta p rofesión , p id ió la dignidad de centurión, u tilizan do la m ediación de L olian o A vito 3, varón consular, y p atro n o 4 de su p ad re. 6

1 A un caldeo (chaldaeum), cf. Marco, n. 56. 2 C. Sulpicio Apolinar, natural de Cartago. Fue maestro de Pértinax y de Aulo Gelio. Le debemos las periochae de Terencio, de la Eneida y las Quaestiones epistolicae. 3 Cónsul en el año 144. 4 Para este concepto cf. Antonino, η. 40.


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D esp u és se dirigió a Siria c o m o p refecto de una c o ­ horte 5 durante el reinado de T ito A urelian o 6, p ero el gob ern ad or de esta p ro v in cia le ob ligó a hacer el viaje a pie desde A n tio q u ía a su d estin o, p o rq u e ha­ bía realizado el recorrid o sin las cartas de recom en­ dación. H ab ien d o m erecid o ser p ro m o cio n ad o p o r el celo que m o stró durante la guerra contra los p a r­ to s fue traslad ad o a B retaña, d on d e se le retuvo un 2 tiem po. D e sp u és, fue com an d an te de un cuerpo de caballería de tro pas auxiliares 7 en la M esia y , m ás 2 tarde, actuó com o p ro c u rad o r de la d istribución de aprovision am ien tos que se efectuaban en la vía E m ilia 8. D esd e allí p a só a dirigir la flo ta de G e r­ m ania. Su m adre le sigu ió h asta este p aís, p ero m u- 3 rió en él, y dicen que to d av ía se con serva allí su se­ p u lcro . D esp u és de esta expedición , fue traslad ad o 4 a la D acia p ara o cu p ar un cargo de d oscien tos m il sestercios 9; p ero, h ab ién d ose hecho so sp ech o so , fue su stitu id o en el cargo p o r M arco p o r las m a­ quinaciones de algunos y , p osteriorm en te, fue lla­ m ad o de nuevo p o r m ediación de C lau d io P o m p e­ y an o, yern o de M arco 10, p a ra confiarle el m an do de la caballería, alegando q ue le ib a a hacer ayu­ dante su yo. H ab ien d o m erecid o la ap rob ación p o r 5 el m o d o com o ejerció este cargo, fue elegido p ara fo rm ar parte del sen ado. D e sp u é s, tras su segun do 6 éxito en la guerra, se d escu b rió la tram a que se ha­

5 El praefectus cohortis era el jefe de una cohorte auxiliar de infan­ tería que, tras la reforma de César y Augusto, constaba de 200 hombres.. b Es decir, Antonino Pío. 7 Es decir, praefectus alae. El cuerpo de caballería auxiliar (ala) cons­ taba de 1.000 jinetes distribuidos en 20 escuadrones (turmae). 8 Es decir, procurator (o praefectus) alimentorum. Para el concepto de estas subvenciones llamadas alimenta, cf. Adriano, 7,8. La distribu­ ción de los pagarés se hacía a lo largo de la Vía Emilia que corría como continuación de la Flaminia desde Rímini hasta Placencia. 9 Esto es, como procurador llamado ducenario (ducenarius), encar­ gado de supervisar las finanzas de la provincia. 10 Cf. Marco, 20,6.


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bía u rd id o contra él y el em perado r M arco, para re­ p arar la injuria que se le había in fligido, le confirió el ran go de p reto rio 11 y le co n fió el m ando de la p rim era legión y en segu ida arrancó a los enem igos la R ecia y la N ó ric a . C o m o consecuencia de esta hazaña, en la que se h izo n o to ria su destreza, fue ele­ vado al con su lad o p o r d eseo de M arco. H a y un d iscu rso en lá o b ra de M ario M áxim o que contiene el elogio de P értinax y to d o lo que h izo o padeció. P ero, dejando a un lad o este d iscu rso, cuyo con te­ n ido hubiera resu ltad o p esad o incluir aquí, diré que Pértinax fue elogiado p o r M arco con m ucha fre ­ cuencia en las asam bleas del ejército y en el senado y M arco testim onió públicam ente su d o lo r p o rq u e era senador y p o rq u e no p o d ía hacerle p or tanto prefecto del P reto rio . D esp u és de que quedó neutralizad a la sublevación de C a sio , abandonó Siria p ara defender el D an u b io y recibió enseguida el nom bram iento de g o b ern ad o r de las d o s M esías y p o c o d espués de la D acia. P o r la correcta adm inistración de estas p rovin cias m ereció el gobierno de Siria. 3 Pértinax se m antuvo íntegro hasta que fue g o b e r­ n ad o r de Siria. P ero, d esp ués de la m uerte de M a r­ co A urelio, se aficion ó al din ero, p o r lo que se vio zah erido p o r chascarrillos p op u lares. D esp u és de h aber gobern ad o cuatro provincias consulares 12 entró en la C u ria de R o m a cu an d o y a era rico, d án ­ d ose la circunstancia de que anteriorm ente no la h a­ bía visto cuando era sen ador, p u esto que había ejer­ cido su con sulad o estando tam bién ausente de R om a. A d em ás recibió enseguida órdenes de P erene para que se retirara a una quinta de su padre en L ig u ria; en efecto, su pad re se había hecho cargo

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11 A saber, el rango que ocupaba en el senado quien había sido ya antes pretor. 12 Sobre las provincias consulares, cf. Marco, n. 65.


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en esta región de un a tienda de fieltro 13. P ero des- 4 p u és de que llegó a L ig u ria, co m p ró m uchas fincas y rod eó la tienda de su p ad re de una in finidad de construcciones aunque con serv an d o su form a p ri­ m itiva, perm aneció allí duran te tres años trafican­ do p o r m edio de su s esclavos. D esp u és del asesina- 5 to de Perene, C ó m o d o h iz o ju sticia con P értinax y le escribió u n a carta p id ién d o le q u e p artiera p ara Bretaña. T ras haber llegado allí, lo g ró m antener a 6 l o s so ld ad o s al m argen de cualquier com plot dado que deseaban tener un em perador, fuera quien fu e­ ra, aunque preferían al p ro p io P értinax. E n ton ces 7 éste se exp uso a convertirse en blanco del o d io , p o r­ que se dijo que había acu sad o ante C ó m o d o a A ntistio B u rro y a A rrio A n to n in o de asp irar al tro ­ n o 14. Y , en realidad, él m ism o reprim ió algunas se- 8 diciones que surgieron con tra C ó m o d o en Bretaña y afrontó un gran p eligro p o r la sublevación de una legión, pues estuvo a p u n to de ser p asad o a cuchi­ llo, si no hubiera sid o ab an d on ad o entre los m uer­ tos. E sta am enaza la ven gó P értinax m ism o con ex- 9 traordinario rigo r, p o r cierto, p ero, al fin, p o c o des- 10 p u és p id ió el cese en esta legación , alegando que las legiones le eran y a h ostiles p o r haber defendido la disciplina. 4 T ras recibir un su stitu to, le encom endaron la ad ­ m inistración de los ap rov ision am ien tos 15. D esp u és fue n o m b rad o p ro c ó n su l en A frica. Se dice que du- 2 rante el ejercicio de esta m agistratu ra reprim ió m u ­ chas sediciones, p u es le in fu n d ió un a gran decisión el conocim iento de los vaticin ios p rocedentes del

13 El texto latino dice taberna coactiliaria. Se llamaba así porque el fieltro procede de lana sometida a presión (cf. coactilis de coago «pre­ sionar») para formar con ello una pieza consistente. 14 Cf. Cómodo, 6,11 y 7,1. 15 Cf. 2, n. 8, donde se alude a la cúratela alimentorum para la re­ gión cruzada por la Vía Emilia. Ahora le hace praefectus, es decir, administador de ellos en toda Italia.


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tem plo de la d io sa C eleste 16. D esp u és recibió la p refectura de la C iu d ad . F u e m uy dulce y b o n d a ­ d o so en el d esem peñ o de esta m agistratura en la que sucedió a F u scian o , h om bre severo, y se m o s­ tró m uy com placiente con el p ro p io C ó m o d o , p o r lo cual... 16 b,s < c u a n d o éste fue cónsul p o r séptim a v e z > Pértinax recibió el segundo consulado. Entonces no rechazó la o p o rtu n id ad que le ofrecieron o tros con sp irad ores a e actuar com o cóm plice en el asesinato ae C ó m o d o . D esp u és del asesin ato de C ó m o d o , el prefecto del Pretorio L eto y el ay u d a de cám ara Eclecto se dirigieron a P értinax con intención de infundirle valor y le con d u jeron al cuartel pretoriano. A llí Pértinax arengó a los so ld ad o s, p rom etió un d o n a­ tivo y dijo que L e to y E clecto im ponían sobre sus h om b ro s el p o d er im perial. Se fingió que C ó m o d o h ab ía m u erto de en ferm ed ad , p o rq u e tam bién los so ld ad o s tenían m uch o m ied o de q ue se p u siera a p ru eb a su lealtad. Fin alm ente, Pértinax fue p r o ­ clam ado em perado r al p rin cipio p o r un pequeño núm ero de in dividuos. Se elección tuvo lugar la visp era de las calendas de enero, su p erad os ya los se ­ senta años de edad. C u an d o llegó al senado d esd e el cuartel, y a de noche, y dio la orden de que abrie­ ran las estancias del in terior de la C u ria y no fue hallado el guardián en ella, se sentó en el tem plo de la C o n co rd ia 17.,Y cuan do se p resentó ante él el yerno de M arco, C lau d io P o m p eyan o , llorando la

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16 Se refiere a Tanith, la diosa tutelar de Cartago, llamada en Roma Caelestis Afrorum D ea, es decir, «diosa Celeste o Celestial de los Afri­ canos». 16 bls H ay una laguna que completamos con la frase propuesta por Ritschl, según Hohl. 17 D iosa romana protectora de la vida moral y social y representante de la buena armonía en la patria y en el seno de las familias gobernan­ tes. Su templo estaba al extremo Oeste del Foro, a los pies del monte Capitolino.


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m uerte de C ó m o d o , P értinax le exhortó para que asum iera el trono. Pero éste rehusó, p orque veía que Pértinax era y a em perador. E n consecuencia, 11 inm ediatam ente to d o s los m agistrad o s con el cón ­ sul vinieron a la C u ria ad on de y a había entrado p or la noche Pértinax, y le p roclam aron em perador. 5 Pértinax, desp ués de escuchar el elogio que en su h on or p ron un ciaron los cónsules y la vituperación de C ó m o d o , que el sen ado m o stró con sus aclara­ ciones, dio las gracias a esta asam blea y sobre todo a L eto , prefecto del P reto rio , p o r haber sido el p ro ­ m o to r de la m uerte de C ó m o d o y de su elección ersonal com o em perador. Pero cuando Pértinax 2 ubo dado las gracias a L e to , el cónsul F alcón d ijo: «com p ren d em o s ya qué clase de em perador vas a ser p o r este detalle, p o rq u e vem os en los p u estos que siguen al tu yo, a L eto y M arcia, los in stigado­ res de los crím enes de C ó m o d o » . Pértinax le res- 3 p o n d ió : «E res un cón sul joven y no com prendes que es necesaria la obediencia. O b edecieron a C ó ­ m od o contra su volu n tad, p ero en cuanto han te­ nido una p o sib ilid ad , han m o strad o qué es lo que siem pre desearon realm ente». Flavia Ticiana, su es- 4 p o sa, recibió el título de A u g u sta en el m ism o m o ­ m ento en que él cum plía los v o tos en el C ap itolio. 5 Y fue el p rim ero de to d o s que, en el m ism o día en que fue aclam ado com o A u g u sto , recibió tam bién 6 el título de Padre de la p atria, y al m ism o tiem po, el p o d er p ro co n su lar y el derecho de presentar en el senado cuatro m ocion es ^ que fue para P ér­ tinax com o un presagio. A s p u e s , Pértinax enea- 7 m inándose al Palacio, que entonces no estaba ocuado p o rq u e C ó m o d o había sido asesinado en la via V ectiliana I9, al pedirle el prim er día el tribuno

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1S Cf. Marco, 6,6 y n. 24. 19 La quinta o casa de verano a que se alude en Cómodo, 16,3 y n. 38.


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la contraseña, le entregó la siguiente: «lu ch em o s», con lo cual rep roch ab a sin reserva la indolencia de los reinados anteriores. Se trataba, realm ente, de la m ism a contraseña que había dado en todas las ocasiones anteriores que había ejercido el m ando. 6 Sin em bargo, los so ld ad o s n o so p o rtaro n este re ­ p roch e y pen saro n en seguida sustituirle p or otro em perador. E se m ism o día tam bién Pértinax invitó a los m agistrado s y a lo s jefes del senado a un b a n ­ quete, una costu m bre que C ó m o d o había om itido. P o r cierto que, cuan d o las estatuas de C ó m o d o fu e­ ron abatidas p o r los su elos, al día siguiente de las calendas de enero, los so ld ad o s prorrum pieron en quejas, p o rq u e el em perado r h ab ía vuelto a dar otra vez el m ism o san to y seña. A d em ás, tem ían tener que servir b ajo las órd en es de un em perador ya v ie­ jo. Finalm ente, el tercer día de las nonas, el día de los v o to s anuales, los so ld ad o s intentaron llevar al cam pam ento a T riario M atern o L asciv io , senador de noble fam ilia, p ara ponerle al frente del E sta d o rom ano. P ero el se escap ó d esn u d o, se dirigió a P alacio a ver a Pértinax, y luego se m archó de la C iu ­ dad. Pértinax, coaccio n ad o p o r el m iedo, ratificó todas las concesiones q ue C ó m o d o había hecho a lo s so ld ad o s y a los veteranos. D ijo que él tam bién recibía el im perio de m an o s del senado, aunque lo h a­ bía asum id o y a p o r p ro p ia volun tad. A b o lió p o r com pleto, y b ajo juram en to, los p ro ceso s de lesa m ajestad e h izo venir a aq u éllos que habían sid o exiliados p o r este crim en, rehabilitando la m em o­ ria de aquéllos que habían sid o asesin ad os. E l senado confirió a su h ijo el título de C ésar. Pero P értinax rehusó p ara su m u jer el título de A u gu sta y , con relación a su h ijo , d ijo : «C u a n d o lo haya m e­ recid o». Y , com o C ó m o d o había creado una gran con fu sión en las co h o rtes p retorian as con innu­ m erables n o m bram ien tos, P értinax p rom u lgó un decreto del senado, m ediante el cual ordenaba que

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los que no habían gan ado realm ente la pretura, sino que la habían recibido p o r designación, quedaban p o sp u esto s a los q ue habían sid o p retores de ver­ dad. Pero esta d isp o sició n tam bién le acarreó una 11 gran aversión p o r p arte de m uch os ciudadanos. 7 O rd en ó que se realizara un nuevo censo 20. D io órdenes p ara que se castigara severam ente a tod o s los delatores, estableciendo, n o obstante, las penas con m ayor flexibilidad que lo s em peradores que le precedieron y grad u án d o las de acuerdo con la con ­ dición social de la p erso n a q ue incurría en el cri­ m en de delación. P ro m u lg ó una ley para que lo s 2 prim eros testam entos q ue se hicieran no se con si­ deraran nulos hasta que n o se redactaran otros nue­ vo s, con el ob jeto cíe que el fisco no p udiera p o r tanto nunca erigirse en su cesor. P o r su parte, de- 3 claró públicam ente que n o aceptaría ninguna he­ rencia que le dejaran p o r adulación o com o con se­ cuencia de un litigio con fu so , de form a que se p ri­ vara de sus derechos a los legítim os herederos o a los parientes. Y añadió estas p alabras com o p reám ­ bulo al decreto del sen ado : «es m ejor, pad res cons- 4 crip tos, conservar un E sta d o p o b re que llegar a am ontonar riqu ezas a través de senderos de p eli­ gros e infam ias. P agó lo s d on ativos y congiarios 5 que había p rom etid o C ó m o d o 21. V eló con gran so ­ licitud p o r los ap rov ision am ien tos de trigo. Y , 6 com o la pen uria del erario era tan grande que no encontró, según con fesó él m ism o, m ás que un m i­ llón de sestercios, se vio o b ligad o a exigir los im ­ p u estos que había estab lecido C ó m o d o rom pien d o las p rom esas que había hecho públicam ente. Fin al- 7 mente, cuando el ex cónsul Loliano Genciano le atacó

20 El censo era la revisión que se hacía cada cinco años, tanto de la fortuna como de los ciudadanos romanos, para empadronar a éstos y dis­ tribuirlos en las distintas tribus, clases y centurias. 21 Cf. 6,6.


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p o rq u e había actuado en con tra de lo que había prom etid o, aceptó que lo había hecho m ovido p o r la necesidad 21 b,s. Su b astó públicam ente los bienes 8 de C ó m o d o e in cluso m an dó p o n er en venta sus e s­ clavos y concubinas, excep tuan d o aqu éllos que p a ­ recían naber sid o llevad os a P alacio p o r la fuerza. Pero m uchos de los que fu eron in cluidos p or or- 9 den su y a en la su basta d esp ués fueron in co rp o ra­ d os de nuevo a su servicio y le divirtieron de anciano. A lgu n o s llegaron a alcanzar con otros príncipes la dignidad senatorial. P ro scrib ió y vendió a los bu- 10 fones que toleraban la ign om in ia de llevar nom bres indecentísim os. L a cuantía q ue su p u so esta venta, que fue enorm e, la d istrib u y ó com o donativo entre los sold ad os. E xig ió tam bién a los libertos la restitución de aquellos bienes con lo s que se había enriquecido al ven dérselos C ó m o d o . C iertam ente, la subasta de 2 las p rop ied ad es de C ó m o d o fue m uy célebre p o r los siguientes artículos: un vestid o singular tejid o de sed a y b o rd ad o con hilos de oro , adem ás de tú ­ nicas n o r m a le s22, pénulas 23, lacernas 24, quiridotas 25 al estilo dálm ata, sayo n es m ilitares b o rd ad o s

21 Traduzco así la expresión necessitatis rationem, que luego que­ dará fijada como un cliché con el calco «razón de necesidad». 22 La túnica ordinaria era una simple camisa de lana ceñida alrede­ dor de los riñones que caía hasta las rodillas, con mangas cortas hasta la parte superior del codo. Las ciases bajas la usaban como prenda úni­ ca. La población libre la empleaba ordinariamente como prenda inte­ rior a la que sobreponía la toga. Existían muchas variedades. 23 Cf. Adriano, 3,5 n. 20. 24 Manto amplio, no completamente cerrado como la pénula, sino abierto por delante y recogido con broche (fibula) sobre la garganta. Po­ día sobreponerse a la toga o a otro vestido y disponía de capuchón (cu­ cullus). 25 La quiridota (chiridota de χειριδωτός) era una túnica de mangas largas que llegaban hasta la mano (χειρ, de ahí su nombre), característica de los pueblos asiáticos y celtas. Se consideraba un vestido afeminado, de ahí el sarcasmo de Virgilio (Eneida, IX, 616) llamando mujeres a los troyanos por su utilización.


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con franjas y clám ides 26 de p ú rp ura a la griega y al estilo castrense, y capuchones 27 com o los que 3 llevan los b ard o s, capotes m ilitares y arm as de gla­ diadores recam adas de o ro y de p ied ras preciosas. 4 P u so en venta tam bién esp ad as com o la de H ércu ­ les, collares de glad iad ores, vaso s de electro, de oro, de m arfil, de p lata y de vid rio y cop as de la m ism a 5 m ateria representando un falo 27 bls, vasos de Sam ­ nio p ara calentar resina y p ez, con el fin de quitar el vello a los h om bres y su av izar su piel. T am bién 6 carruajes con struid os con u n a técnica nueva, d o ta­ d os de ruedas in trin cadas y de varios tipos y de asientos m u y bien estu d iado s para evitar el so l o para p od er tom ar el aire en ellos con só lo darles un 7 giro, y otro s que m edían el cam ino recorrid o e in­ dicaban las horas y algu n os otro s diseñados de acuerdo con sus vicios. A d em ás, devolvió a sus dueños a los esclavos que se habían refugiado en pa- 8 lacio escapándose de las casas particulares de aqué­ llos. R ed u jo a su s ju sto s lím ites los inm ensos gas­ tos de los banquetes im periales. R ed u jo tam bién to- 9 dos los gastos de C ó m o d o . Y p o r la m oderación que tod o s ob servaro n siguien d o el ejem plo del em- 10 p erad or que se c o m p o rtab a con gran austeridad, se origin ó un abaratam iento de los p recio s; en efecto, 11 dism in uyó los gasto s im periales a la m itad de lo usual rechazando los que n o eran necesarios. Estableció prem ios para los que servían en el ejér­ cito. P agó las deudas que había contraído en los p rim eros años de gobiern o . R estitu y ó el erario a su situación anterior. E stab leció un lím ite fijo p ara los 2 gastos de las ob ras públicas. R ecau d ó fon do s para

'( El pasaje está muy corrompido. Acepto la conjetura de Egnatius, phál/o vitrobuli. 26 Cf. Adriano, 17,12 n. 73. 27 Son los cuculli Bardaici o Bardocuculli, una prenda de vestir que acababa en capuchón (cucullus) utilizada por esta tribu ¡liria. Se manu­ facturaba también en la Galia (cf. Marcial, 1,53,5).


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la reparación de calzadas. P agó a m uchas personas las cantidades que se les debían de tiem po atrás. F i­ nalm ente, h izo al fisco capaz de afrontar todos los gastos ord in arios. T am b ién , con perseverante d is- 3 creción, su fragó los gasto s realizad os p ara dar de com er a los p o b res que se adeudaban y a desde h a­ cía nueve años, de acuerdo con un decreto de T ra ­ jano. N o se vio libre de la sosp ech a de avaricia 4 cuando era un sim ple ciu d ad an o , p u esto que exten­ dió m ás lejo s los lin d eros de su s fincas en V ada S a­ batia 28, tras haber ah o gad o a otros prop ietario s con los intereses que exigía. E n fin, recibió el ap o- 5 d o de so m o rm u jo rural, to m ad o de un verso de L u ­ cilio. P o r otra parte, m u ch o s le acusaron en sus car- 6 tas de haberse co m p o rtad o con m ezq uin d ad en las provincias que ad m in istró co m o p rocón su l, pues, según dicen, ven dió licencias y legaciones m ilitares. 7 A l fin, se h izo rico súbitam ente, siendo así que el p atrim o n io de sus p ad res era de p o q u ísim a cuantía y él no había recibido ninguna herencia. A h o ra 8 bien, devolvió sus p ro p ied ad es a tod o s aquéllos a los que C ó m o d o les había p riv ad o de ellas, pero no sin el precio correspon dien te. A sistió siem pre a las 9 sesiones reglam entarias del senado y en ellas presen­ taba habitualm ente alguna p ro p o sició n . Se m ostró siem pre am able con lo s que le salud aban y le d iri­ gían la palabra. D e jó en libertad a aquéllos que ha- 10 Dtan sid o atacados con calum nias levantadas m e­ diante el con cu rso de esclavos, condenando a los delatores y elevando en la cruz a dichos esclavos, e in clu so rehabilitó la m em oria de algunos que y a habían m uerto. 10 F alcón tram ó una con sp iració n contra é l ... 28 y se lam entó ante el sen ad o ..., p u es deseaba gobernar. 2 28 Vada Sabatia o «bancos de arena»: puerto'de Liguria próximo a Savona, llamado actualmente Vadi o Vai. 28 bu g stos puntos suspensivos y los que siguen indican que el pasaje está corrompido.


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E l senado creyó lo q ue d ecía..., cu an do un esclavo exigía com o residencia, un tanto ridiculam ente, la casa Palatina, com o si fuera hijo de F ab ia y de V ero y p o r tanto de la fam ilia de C ey o n io C ó m o d o , ...y, al haber sid o identificado, atendiendo a las órdenes recibidas, fue devuelto a su dueño tras ser azotad o con el látigo. E n el castigo de este h om bre, los que 3 odiaban a P értinax encon traron , según dicen, una ocasión p ara la sedición. N o obstante, Pértinax 4 concedió el p erd ón a F alcó n y p id ió su im punidad al senado. Y , al fin, F alcó n vivió seguro disponien- 5 d o de su s bienes y falleció dejan d o a su hijo com o h eredero. A p esar de ello, m u ch o s corrieron la v o z 6 de que F alcón ign oró que se le estaba preparando el trono im perial, y o tro s dijeron que él había sid o 7 atacado p o r los testim o n io s frau d ulen tos de sus es­ clavos, que habían falsificad o su s cuentas. P ero el p refecto del P reto rio , L eto , y aquéllos 8 que odiaban la p ro b id ad de P értinax, tram aron una conjura contra él. E n efecto, L eto se había arrepen- 9 tido de haber hecho em perad o r a Pértinax p orq u e éste le criticaba acusán dole de que d ivulgaba estú­ pidam ente algunas de sus acciones. A dem ás, a los 10 so ld ad o s les p areció grave que en el p ro ceso de F a l­ cón hubiera ord en ado asesin ar a m uchos com pañ e­ ros teniendo en cuenta el testim onio de un sólo es­ clavo. 11 A sí, pues, salieron trescientos so ld ad o s arm ados del cuartel form an d o una cuña p ara dar m uerte al em perador. D icen que ese m ism o día Pértinax no 2 encontró el co razó n de la víctim a cuando la in m o­ laba y , que, al tratar de espiar el p ro d igio , no d es­ cubrió la parte m ás im portan te del hígad o 29, y en

29 Todas estas circunstancias eran indicio de mal presagio. La parte importante del hígado (caput) debía residir en la extremidad del lóbulo derecho.


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aquel m om en to, to d o s los so ld ad o s se m antenían en el cam pam ento. C o m o algu nos de ellos se habían reunido salien- 3 do de sus cuarteles p ara form ar la escolta del p rín ­ cipe y Pértinax a cau sa del p ro d ig io había retrasa­ do aquel día el viaje que había prep arad o al A te ­ neo 3 p ara escuchar a un p oeta, los que habían acu ­ d id o para escoltarle com en zaron a volverse a su cuartel. Pero súbitam ente llegó a P alacio el p elo tón 4 m encion ado de trescientos so ld ad o s y y a no fue p o ­ sible alejarlos de allí ni dar aviso al em perador. Y , 5 en verdad, fue tan gran de el o d io que concibieron tod o s los cortesan os contra P értinax que exhorta­ ron a los so ld ad o s a con su m ar el crim en. É sto s se 6 encontraron con P értinax en el m om en to en que e s­ taba organ izan d o el servicio palaciego, y rebasaron los p ó rtico s de P alacio hasta llegar al lugar al que llam an Sicilia y cen ad or de Jú p iter. C u an d o Pérti- 7 nax se enteró de esto, les envió al prefecto del P re­ torio L eto . P ero éste, escap an d o p o r el pórtico con la cabeza cubierta, tras haber esquivado a los so l­ d ad os, huyó a su casa. A h o ra bien, cuando se aden- 8 traron en las estancias m ás in teriores, Pértinax se acercó a ellos y les aplacó con un largo y p on d era­ do d iscurso. Pero un so ld ad o de los to n g r o s 31 lia- 9 m ad o T au sio arengó a sus com pañ eros in citán do­ les a la ira y al tem or, y a continuación arrojó su lanza contra el pecho de Pértinax. E n ton ces el em - 10 perad or, im p lo ran d o a Jú p ite r V en gad or, se cubrió la cabeza con su toga, y fue acribillado a puñaladas p o r los dem ás. E clecto m urió al m ism o tiem po q ue 11 él tam bién, p ero desp ués de h ab er dado m uerte a dos atacantes, m ientras que el resto, de los ayud as 12 30 Fundado por Adriano en el 135 en el Capitolio de Roma. Dotado de 10 profesores de gramática, 5 de dialéctica, 3 de elocuencia, 2 de ju­ risprudencia y 1 de filosofía. Allí acudían los retóricos y poetas a hacer sus lecturas, cf. Alejandro Severo, 35,2. 31 Pueblo de Bélgica.


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de cám ara de P alacio (pues los su y o s, personales se los confió a sus h ijos y a em ancipados cuando fue n o m b rad o em perador) h u yero n p o r distintos sitios. A h ora bien, hay m u ch o s que dicen tam bién que los so ld ad o s irrum pieron en su d orm ito rio y que le m ataron allí m ism o ju n to a su lecho cuando inten­ taba huir. 12 Fue un anciano venerable, de barba larga, de ca­ bello rizad o, de cuerpo bastante o b eso , die vientre un tanto prom inen te, de talla adecuada a un em pe­ rador, de m ediana elocuencia, y m ás lison jero que am able, y nunca se le creyó fran co. Y , aunque era am able en p alabras, en la realidad se com po rtab a con descortesía y rayan o a la m ezq uin d ad , hasta tal extrem o que, cuan d o aún era un ciudadano p a rti­ cular, solía ofrecer en sus convites m edias lechugas y cardos. Y a no ser que le hubieran regalado algún com estible, ofrecía a su s am igos, sin tener en cuenta el núm ero, nueve libras de carne repartidas en tres servicios. P ero si le enviaban algún presente de m ás envergadura, lo reservaba tam bién p ara el día siguiente, p u esto que siem pre invitaba a un n ú ­ m ero de com ensales a sus festines. T am bién cuando era em perador o b serv ab a esta m ism a costum bre en sus com idas, si no le acom p añ ab an in vitados. Si alguna vez quería enviar a su s am igos algún alim en­ to de su p ro p ia com id a, les m an d aba d os trocitos · de carne, una p o rció n de tripas y a veces con tra­ m u slos de gallina. N u n c a com ía faisanes 32 en sus banquetes p riv ad o s, ni se lo s enviaba a nadie. C u an do cenaba sin am igos in vitaba a su esp o sa y a V a­ leriano, que había enseñado con él, p ara p o d er con ­ versar so o re tem as literarios. N o cam bió a ninguno de lo s adm inistradores que

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32 Se consideraba un plato exquisito que se reservaba para ocasio­ nes de especial importancia, ct. A lejandro Severo, 37,6; l'ácito, X I ,5.


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C ó m o d o habíá n o m b rad o , aguardan d o hasta el día del aniversario de la fundación de la C iudad, porque deseaba que dicho d ía con stitu yera el com ienzo de su reinado y se dice q u e p o r esto tam bién los m i­ n istros de C ó m o d o resolvieron darle m uerte en su baño. 13 T u v o h orror al p o d e r im perial y a tod as las atri­ buciones im periales, p u es dio siem pre p ru eb as de que le d isgu stab a hacer u so de ellas. E n fin, no q u e­ ría que creyeran que era d istin to del que había sid o anteriorm ente. O b se rv ó una gran dignidad en el se- 2 nado de tal form a que agradeció a la asam blea su ap o y o , y com partía su s charlas con to d o s com o si fuera el prefecto de la C iu d ad . T uv o intención tam 3 bién de d ejar el p o d er y vo lv er a la vid a privada. 4 N o qu iso que sus h ijo s se criaran en Palacio, fue tan tacaño y tan aficion ado al lu cro que, cuando lle­ gó a em perador, practicó n egocios en V ada Sebatia 33 p o r m edio cíe h om bres de su confianza, igual que solía hacer cuan d o era un ciudadano p articu ­ lar. N o ob stan te, no se le tuvo m ucha estim a, p u es- 5 to que to d o s los que se atrevían a conversar con fran queza, hablaban m al de él llam ándole C restó lo g o , p o rq u e h ab lab a bien p ero actuaba mal. E n 6 efecto, le llam aban así tam bién in cluso su s p artid a­ rios, los cuales se habían arrim ado a él cuando y a era em perador, aunque n o habían obtenido ningúna prebenda. A ceptó con com placiencia regalos, lle­ vado tam bién p o r su am o r a las riquezas. D ejó tras 7 su m uerte un h ijo, una hija y un a esp osa, la hija de F lavio Sulpiciano 35, q ue le reem plazó en el cargo

33 Cf. 9,4. 34 «De lenguaje seductor» y «de palabra halagadora», del griego χρηστόλογος apelativo que, según Aurelio Víctor (Epitome, 18,4), se le aplicaba porque era lisonjero más que generoso (blandus magis quam beneficus). 35 Véase Didio Juliano, 2,4 ss.


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de prefecto de la C iu d ad . N o se p reo cu p ó de la virtu d de su esp o sa, aunque ella am aba públicam ente a un citaredo. A d em ás, se dice que tam bién am ó a C o rn ificia con lo que se d esacreditó extraordina­ riam ente. R ep rim ió con gran d u reza a los libertos de P alacio, p ro v o can d o así un o d io im pacable en este estam ento. 14 L o s p ro d ig io s de su m uerte fu eron los siguien­ tes: tres días antes de ser asesinado, estando en la piscin a, creyó ver a un h om bre que le p ersegu ía con una espada. Y , en el día en que fue asesinado, dicen que no se habían visto en las p u pilas de sus ojos las im ágenes que ofrecen a lo s que las contem plan. Y en el m om en to en que ofrecía un sacrifio ante los lares, se extinguieron u n o s carbon es que estaban al ro jo vivo, cuando norm alm ente se encienden m ás. Y , com o y a hem os dicho, n o se encontró ni corazón ni hígado en las víctim as. T am b ién se habían visto el día antes de su m uerte unas estrellas brillantísi­ m as ju n to al sol durante el día. Se dice que su m ism a p erso n a fue o b jeto de un p resagio sob re la su ­ cesión de Ju lian o . E n efecto, cuan do D id io Ju lian o le p resentaba a su so b rin o al que acababa de d es­ p o sa r con su hija, P értinax le exhortó a h on rar a su tío y le d ijo : «R esp eta a m i colega y su c e so r» ; en efecto, Ju lian o n o só lo h ab ía sid o anteriorm ente su colega en el co n su lad o , sin o que tam bién le había su cedido en el p ro co n su lad o . L o s so ld ad o s y lo s cortesan os le od iaron , p ero el pu eblo acogió su m uerte con gran indignación p o r­ que veía que él p o d ía haber restablecido en su to ­ talidad las antiguas tradiciones. L o s so ld ad o s que le habían d ad o m uerte clavaron su cabeza en una p ica y la p asearo n p o r to d a la C iu d ad h asta llevarla a sus cuarteles. Sus resto s, tras unir a ellos la cabeza, fu eron d ep o sitad o s en la tum ba del abuelo de su esposa. Y Ju lian o , su su ceso r, le enterró con los m áxim os h on ores que le p erm itieron las circuns­ tancias, d espués de que se encon tró su cuerpo en

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Palacio. N u n ca habló de él en p ú blico, ni ante el pu eblo, ni ante el sen ado, pero después de que los so ld ad o s le ab an d on aron tam bién a él, Pértinax fue incluido p o r el p u eb lo y el sen ado entre los dioses. 15 E n cam bio, bajo el gobiern o de Severo, una vez que Pertinax recibió la ap rob ació n del plen o del se­ nado, se o rgan izó en su h on or un funeral sin la p re ­ sencia del difun to y sim ilar al que se concede a los censores 36, y Severo le honró p ron u n cian d o su elo ­ gio fúnebre. P o r su parte, el p ro p io Severo aceptó del senado el nom bre de Pértinax p o r am or a un buen príncipe. E l h ijo de P értinax fue n o m brado flam en de su padre. L o s cofrades M arcian os que estaban encargados del culto de M arco A urelio fu e­ ron llam ados H elv ian o s, en h o n o r de H elvio P ér­ tinax 37. Se celebraron adem ás unos ju egos circenses festejando también el aniversario del día que asu ­ m ió el p od er, festejos que su p rim ió m ás tarde S e ­ vero, y otros ju eg o s p ara celebrar el aniversario de su nacim iento, que aún subsisten 38. N a c ió el día de las calendas de ago sto, bajo el consulado de V ero y B íb u lo . F u e asesinado el día cinco antes de las calendas de abril, b ajo el de F a l­ con y C laro. V ivió sesenta años, siete m eses y vein­ tiséis días. F u e em perado r d os m eses y veinticinco días. D istrib u y ó entre el p u eblo un congiario de

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36 Capitolino caracteriza al funeral como un funus imaginarium et censorium, aludiendo con el primer adjetivo al montaje del cenotafio y con el segundo a los funerales de los censores que durante la república revistieron gran honor, en consonancia con esta alta magistratura que, aunque desaparecida desde época de Augusto, sin embargo, conservaba aún el recuerdo de su importancia. El senado votó estos funerales ya para Augusto, cf. Tácito, Ann., 12,69, y Claudio, Ibid, 13,2. 37 Estos cofrades fueron cambiando su nombre según el emperador. Con Antonino se llamaron Antonianos (cf. Marco, 15,4 y n. 30), des­ pués de la deificación de Marco, Marcianos, después de la muerte de Pértinax, Helvianos, después de la de Severo, Severianos, y después de la de Alejandro, Alejandrianos, cf. Alejandro Severo, 63,4. 38 Para esta segunda costumbre, cf. Adriano, 8,2 y n. 45.


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cien denarios. P ro m etió a lo s p retorian o s doce sestercios, p ero les d io la m itad. N o d io al ejército lo que le había p ro m etid o p o rq u e le sorp ren d ió antes la m uerte. U n a carta que M ario M áxim o incluye en la biografía de este príncipe revela que tuvo h orror al p o d er im p erial; p ero y o n o la he qu erid o tran s­ cribir aquí p o rq u e es d em asiad o larga.


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D ID IO JU L IA N O

(E lio E sp artian o)

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E l bisabuelo de D id io Ju lian o , que alcanzó el p o ­ der d espués de Pértinax, fue Salvio Ju lian o , cónsul en d o s ocasion es, p refecto de la C iu d ad y ju riscon ­ sulto, cargo que le con firió m ay o r celebridad; su m adre fue C lara E m ilia ; su p ad re, Petronio D id io Severo; sus herm anos, D id io P ró cu lo y N u m io A l­ b in o; su tío m aterno, Salvio Ju lia n o ; su abuelo p a ­ terno era ín su b ro, nacido en M ilán, y su abuelo m a­ terno, de la colon ia de H ad ru m eto . F u e educado en la casa de D o m íc ia L ucila, m adre del em perador M arco A u relio *. G racias a su ap o y o , fue elegido entre lo s «v in gin tiviros» 2. F u e designado cu estor un año antes de lo que perm itía la edad legal. C o n el fav o r de M arco A urelio aleanzó la edilidad. T am b ién fue p reto r gracias a su ap oyo. Y después de ejercer la p retu ra estuvo en G e r­ m ania al m an do de la legión vigésim o segunda P ri­ m igenia. D esp u és gobern ó B élgica durante largo tiem po y de u n a m anera irrepochable. A llí, con tro ­ pas auxiliares de las provin cias en rolados precipita-

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1 Cf. Marco, 1,3. 2 Se llamaban uigintiuiri a los 20 miembros de empleados subalter­ nos de otros magistrados que se repartían en cuatro comisiones con dis­ tintas funciones: diez jueces civiles (decemuiri litibus iudicandis); tres comisarios de policía (tresuiri capitales); tres controladores de la m o­ neda (tresuiri monetales) y cuatro adjuntos de los ediles para inspeccio­ nar la ciudad (quattuoruiri uiis purgandis). La elección de Didio fue para formar parte de la primera comisión, es decir, decemuir litibus iu­ dicandis, com o se con stata p o r una in scrip ció n , cf. C . I. L. V I,1401 = Dessau, 412.


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ELIO ESPARTIANO

dam ente, se o p u so a las in cursion es de los caucos, p u eb los de G erm an ia, q u e habitaban junto al río A lba. P o r esta acción, con la ap rob ación del em pe- 8 rad or, m ereció el co n su lad o. V enció tam bién a lo s 9 catos. D esp u és recibió el n om bram iento p ara ad ­ m inistrar D alm acia y la lib ró de sus enem igos lim í­ trofes. A continuación g o b ern ó la G erm ania infe­ rior. 2 D esp u és de ésto, m ereció el nom bram iento de ad m in istrad or de lo s alim entos en Italia. E n ton ces fue acusado p o r un soldado de la m arina llam ado Se­ vero de con sp irar con Salvio contra C ó m o d o ; p ero éste, com o había d ad o y a m uerte a m uchos sena­ d ores y a ciu d ad an os d istin gu id os y p o d e ro so s im ­ p licad os en causas de alta traición, p ara que nadie le p u diera im p u tar acciones tan crueles, p u so en li­ bertad a D id io Ju lian o d esp ués de haber condena­ do a su acusad or. T ras su ab solución , fue enviado 2 de nuevo a gobern ar su provin cia. L u ego gobernó B ritinia, p ero n o con la m ism a reputación con la que había gob ern ad o las o tras p rovincias. F u e cón su l ju n to con P értin ax, al que luego su- 3 cedió en el p ro c o n su lad o de Á frica, y p o r ello siem ­ pre le llam ó colega y su ceso r, sob re to d o aquel día en que Ju lian o d esean d o d e sp o sar a su hija con un pariente fue a visitar a P értinax p ara com unicarle dicho d esp o so rio , p u es le d ijo : « < R e s p é t a la > con la d ebid a deferencia, y a q u e es m i colega y suce­ s o r 2 ^ 5». Y , en efecto, enseguida tuvo lu gar la m uerte de Pértinax. D e sp u é s del asesinato de éste, 4 cuando Sulpiciano p reten d ía que le otorgaran el tí­ tulo de em perad o r en los cuarteles de los pretoriarios y Ju lian o acudió con su yern o al senado al en­ terarse de la con v ocatoria de la asam blea y halló las pu ertas cerradas en con trán d ose allí con los d os tri­ bu n o s P ublio F lo rian o y V ectio A p ro , éstos co ­ 2ks El texto está incompleto. L o traduzco siguiendo a Helm: <o b serv a> que «y <respétala>».


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m enzaron a exhortarle a que o cu p ara el trono. A p esar de que Ju lian o les repetía que y a se había n om brado un em perador, ellos le retuvieron a la fu erza y le con d u jeron al cuartel pretoriano. P ero cuando llegaron al cuartel, com o nadie dejaba en­ trar a Ju lian o a p esar de que h acía grandes p ro m e­ sas desde la m uralla, d eb id o a q ue el prefecto del P reto rio y su egro de P értinax, Sulp ician o, p ro n u n ­ ciaba una arenga a los so ld ad o s y exigía para sí el trono, Ju lian o prim eram ente exh ortó a los pretorianos a que n o eligieran com o em perado r a un in ­ dividuo que pretendía vengar a Pértinax; después escribió en una tablilla que él trataría de rehabilitar la m em oria de C ó m o d o 3. Y só lo así fue adm itido dentro y luego p ro clam ad o em perador, pero con los ru egos de los p retorian o s p ara que n o hiciera ningún daño a Sulpiciano p o r haber deseado ser em perador. 3 E n ton ces Ju lian o n o m b ró a Ju lio F lavio G enial y a T u lio C risp in o p refectos del P reto rio , a petición de los p retorian o s, y fue escoltad o p o r un batallón im perial alistado p o r M auren cio, que anteriorm en­ te se había aso ciad o tam bién a Sulpiciano. Y en realidad, aunque había p ro m etid o veinticinco mil sestercios a los so ld ad o s, les dio treinta mil. D esd e allí, tras la celebración de un a asam blea m ilitar, se diri­ gió al atardecer al senado y se p u so incondicional­ m ente a su d isp osición y p o r vo tació n de un decre­ to de esta asam blea fue proclam ado em perador y o b ­ tuvo la p otestad tribunicia y el derecho p ro co n su ­ lar, siendo incluido entre las fam ilias patricias 4.

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3 Porque el senado mandó eliminar su nombre de las construcciones no realizadas por él, cf. Cómodo, 17,6 y de todos los monumentos pú­ blicos y privados, cf. Cómodo, 20,5. 4 Tenían de suyo el rango de patricias aquellas familias que descen­ dían de los patres reipublicae, como la Julio-Claudia. Dado que ello era considerado como un honor, el senado otorgaba el patriciado a los emperadores que no lo tenían por nacimiento, que desde Vespasiano fueron casi todos.


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T am bién su esp o sa M alia E sc an d ía y su hija D id ia C lara recibieron el título de A u g u stas. D e sd e allí se retiró a P alacio llam an do a su esp o sa y a su hija para que se unieran con él, si bien ellas se traslad a­ ron allí a regañadientes y tem blan d o, com o si preveyeran y a el trágico fin q u e les am enazaba. N o m bró a su yern o C o rn elio R ep en tin o p refecto de la C iu d ad p ara que su p liera a Sulpiciano. Entre tan to, D id io Ju lian o era o d iad o p o r el p u eb lo p o rq u e se había d ifu n d id o la creencia de que P értinax con su autoridad corregiría los m ales de los tiem pos de C ó ­ m o d o y se tenía la id ea de q u e Pértinax había sid o asesinado p o r determ inación de Ju lian o . Y , enseuida, los que habían co m en zad o a od iar a Ju lian o icieron correr en p rim er lu gar el bulo de que éste, desde el prim er día, desp recian d o las com idas que ofrecía Pértinax, había d isp u esto un banquete su n ­ tu o so en el que sirvieron ostras, aves de corral y p e ­ ces. C o n sta que esta n o ticia fue falsa, p ues se dice ue Ju lian o fue tan so b rio que racionaba p ara tres ías la carne de lechón y p ara o tros tres la de lie­ bre, si alguien le hacía tales regalos y , con m ucha frecuencia, sin que le m oviera ningún escrú pulo re­ ligioso p ara ello, n o p ro b a b a la carne en sus com i­ das, conten tándose con un as verduras y legum bres. E n fin, n o h izo ninguna com id a en regla antes de que Pértinax fue sep u ltad o , tom ó algún alim ento, aunque em bargad o de tristeza p o r su m uerte, y se m antuvo en vela durante la p rim era noche, an gu s­ tiado p o r tan terrible destin o. A h o ra bien, tan p ro n to com o a ió, recibió al senado y al estam ento ecuestre qué se presentaron en Palacio y salu d ó con gran cariño a cada uno de sus m iem bros, de acuerdo con su edad, com o si fuera un herm ano, un h ijo o un padre. Pero el pueblo le h o stig ab a en las asam bleas y delante de la C u ria con graves invectivas, confiando en la p o sib ilid ad de su renuncia al tro n o que los so ld a­ d os le habían con ced id o. C u an d o b ajab a acom pa-

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ñado de los so ld ad o s y de senadores a la C uria, le colm aron de im precaciones y p id ieron a los dioses que, al realizar el sacrificio, n o obtuviera buenos auspicios. L anzaron tam bién piedras contra él, a pe- 4 sar de que trataba de ap lacarlos constantem ente con la m ano. Sin em bargo, cuan do entró en la C uria ha- 5 bló con suavidad y prudencia. D io gracias al sena­ do p o r su elección y p o r la concesión, tanto a él m ism o com o a su e sp o sa y a su hija, del título de A u g u sto s. T am bién acep tó el título de Padre de la patria, p ero rechazó un a estatua de plata. E l p ue- 6 blo le cerró el p aso cuan d o se dirigía desde el se­ nado al C ap ito lio , p ero fue alejado y disuadido de sus p ro p ó sito s p o r las arm as, p o r los golp es y p o r las p rom esas de unas m on ed as de oro, en la cuan­ tía que el p ro p io Ju lian o in dicaba con los d edos p ara in fu ndir confianza. D e allí se dirigió a presen- 7 ciar u n os espectáculos circenses. Pero, tras haber o cu p ad o in discrim inadam ente las gradas de los d is­ tintos estam entos, el p u eb lo red ob ló los im p rop e­ rios contra Ju lian o y llam ó p ara que defendiera la C iu d ad a Pescenio N ig r o 5 que, según decían, ejer­ cía y a el p od er. Ju lian o aguan tó tod o s estos ultra- 8 jes sin p ertu rbarse y fue m u y diligente durante to d o el tiem po de su rein ad o; sin em bargo, el pueblo se dejaba llevar p o r violen tos im p u lso s contra los so l­ dad os que habían asesinado a P értinax p o r dinero. Aá^Vjíies, p ara ganarse el ap o y o del pueblo, resta­ bleció m uchas ae las d isp osicion es decretadas p o r C ó m o d o y sup rim id as p o r Pértinax. N o tom ó nin- 9 guna m edida ni favorable ni adversa con relación a este em perador, lo que p areció a algunos excesiva- 10 m ente rigu roso. P o r o tra parte, con sta que p or m ie­ do a los so ld ad o s gu ard ó silencio sobre los h o n o ­ res d ebid os a Pértinax.

* Cf. Pescenio Nigro, 3,1.


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Ju lian o no tem ía ni a lo s ejércitos de Bretaña ni a los de Iliria, a p esar de lo cual envió a un p rim i­ pilario 6 con la m isión de asesinar a N ig ro , p u es sus tem ores se centraban so b re to d o en los ejércitos de Siria. E n ton ces, Pescenio N ig r o se rebeló contra él en el Uirico y Sep tim io S evero en Siria, con los res­ pectivos ejércitos q ue tenían a su m an d o. P ero ante el anuncio de que se había rebelado Severo, del que n o tenía sosp ech a alguna, se alteró extraordinaria­ m ente: acudió al sen ado y con sigu ió que se le d e­ clarase enem igo p ú b lic o ; m ás aún, a los so ld ad o s que habían estad o de p arte de Severo, se les fijó un día top e d espués del cual serían con sid erad os tam ­ bién enem igos p ú b lic o s, si seguían con él. A dem ás de estas d isp o sicio n es, el sen ado envió una legación de consulares 7 a lo s so ld ad o s p ara que trataran de persuadirles de que aban d on aran el p artido de Se­ vero y de que aceptaran c o m o em perador al que eli­ giera esta asam blea. E n tre o tro s, fu e enviado com o em b ajad or V esp ro n io C án d id o , un viejo consular, o d ia a o en otro tiem p o p o r lo s so ld ad o s a cau sa de su m andato cruel y m ezq uin o. E n v iaron a V aleriano C atu lin o p ara que reem plazara a Severo, com o si fuera p o sib le su stitu ir a alguien que se había gran­ jead o y a el fav or del ejército. E n v iaron tam bién al centurión A q u ilio , que y a era fam o so p o r los ase­ sin atos que h ab ía ejecutado entre lo s senadores, p ara que asesinara a Severo. P o r su parte, Ju lian o dio person alm en te a los p reto rian o s la orden de sa­ lir al cam po y de fortificar las torres, p ero realm en­ te hizo salir a com bate a hom bres inactivos, corrom ­ p id o s p o r los placeres de la ciudad y reacios a los

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6 Era el primer centurión del primer manípulo de los triarii, cuerpos de infantería de arma pesada que formaban la tercera división de una legión romana. Estaba encargado de custodiar el águila y tenía derecho a asistir a las deliberaciones de los oficiales superiores y, en ausencia del tribuno, tomaba el mando de la legión. 7 Para este concepto, cf. Adriano, 7,3, n. 38.


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ejércitos m ilitares, h asta el extrem o de que co m p ra­ ban con dinero a o tros so ld ad o s para que los su stú ^y eran en el trab ajo que se les había en co­ m endado. Severo se acercaba a la C iu d a d con un ejército h ostil, m ientras que Ju lian o n o hacía ningún p r o ­ greso con el ejército p reto rian o y el p u eb lo le o d ia ­ ba y se m o fab a de él cad a día m ás. Y , creyendo q ue 2 L eto ap o y ab a a Severo, a p esar de que p o r su m e­ diación había lograd o escapar de las m an os de C ó ­ m o d o , Ju lian o ordenó su m uerte, olvidando tam a­ ño beneficio. Y al m ism o tiem po ord en ó tam bién la m uerte de M arcia. P ero, m ientras Ju lian o actu ab a así en R om a, Se- 3 vero se ap od eró de la flo ta de R ávena y se p asaro n al bando de Severo los legad os del senado que h a­ bían p rom etid o a Ju lian o su ap o y o 8. T u lio C risp i- 4 no, prefecto del P reto rio , que había recibido el en ­ cargo de lan zar la flota contra Severo, fue d errota­ d o y se volvió a R om a. A l con o cer estas cosas, Tu- 5 liano p id ió al senado q u e las vírgenes V estales y to d o s los sacerdotes salieran ju n to con lo s sen ad o ­ res al p aso del ejército de Severo y le im plorasen con sus cintas d esp legad as h asta el suelo, ad optan ­ do asi u n a...m edida inútil contra un ejército de b ár­ b aros. Sin em bargo, el con su lar Plaucio Q u in tilo , 6 que era augur 10, se o p u so a la actuación de J u ­ liano, afirm ando que n o debería regir el im perio un

8 Cf. Severo, 5,5. 9 Muchachas que se consagraban con voto de castidad al servicio de Ja diosa Vesta. Entre su indumentaria hay que destacar, porque alude a ello el texto, las cintas de lana blanca (infulae) y las vendas (uittae) con las que sujetaban sus cabellos. 10 El augur era un sacerdote romano que interpretaba la voluntad de los dioses mediante la observación de las aves, como hace ver el térmi­ no griego όιωνοσκόπος de su vuelo y de su canto. Gozaban en Roma de gran autoridad y estuvieron asociados en una corporación llamada collegium Augurum, El emblema de su autoridad era un cayado lla­ mado lituus.


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individuo que fuera in capaz de enfrentarse con las arm as a su enem igo. M u ch o s senadores estuvieron de acuerdo con él. P o r ello D id io , lleno de ira, p i­ dió que enviaran so ld ad o s d esd e los cuarteles p ara que redujeran a los sen adores a obediencia, o a e lo contrario, les m asacraran. P ero esta d isp osición no gu stó a nadie. E n efecto, no parecía adecuado que el senado so p o rtara a Ju lian o , que le era h ostil, sien­ do así que había sid o esta asam blea la que había de­ clarado enem igo a Severo p o r cau sa del p ro p io J u ­ liano. P o r lo cual, tras h abérselo p en sad o m ejo r, volvió al senado con un plan m ás adecuado, y p i­ dió que la asam blea redactara un decreto p ara re­ partir el im perio. Inm ediatam ente se llevó a cabo su propuesta. 7 E n ton ces tod o s se acord aron de un presagio que se dio el p ro p io Ju lian o el d ía que recibió el im pe­ rio. E n efecto, cuan do el cón sul d esign ado, al em itir el juicio que tenía sob re él p ron un ció esta frase: «pien so que D id io Ju lian o debe ser n om brado em ­ p e rad o r», éste su g irió : «añ ad e tam bién Severo», tí­ tulo que Ju lian o se había arro gad o de su abuelo y de su bisabuelo. N o ob stan te, hay quienes dicen que Ju lian o no tuvo intención alguna de p asar p o r las arm as al senado, d ad o que la asam blea había tom a­ do m uchas decisiones a su favor. Inm ediatam ente d espués de votar el decreto del senado, D id io Ju lian o envió a uno de los prefectos llam ado T u lio C risp in o y n o m b ró com o tercer prefecto a V eturio M acrin o, a quien Severo había es­ crito ya anteriorm ente una carta, con el fin de co n ­ ferirle el cargo. P ero el p u eb lo p ro p aló el rum or de que se había fingido la p a z y de que se había enco­ m endado el asesinato de Severo al prefecto del P re­ torio T ulio C risp in o y Severo tam bién lo sosp ech ó. E n definitiva, de acuerdo con los so ld ad o s, Severo prefirió ser enem igo de Ju lian o que copartícipe del poder. E scrib ió enseguida a R o m a a m uchas p ersonas y envió secretam ente u n os edictos que se ex­

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pu sieron al público. Ju lian o tuvo adem ás la insensatez de utilizar a lo s m agos 11 para celebrar m u ­ chos ritos con los que p en sab a aplacar el odio del p u eblo o apaciguar la exaltación bélica de los so l­ d ad os. E n efecto, los m agos sacrificaron algunas víctim as que no eran ad ecuad as para los ritos r o ­ m anos y cantaron h im n os p ro fan o s y Ju lian o h izo los ensalm os que, según las p rescrip cio n es, se h a­ cen ante un espejo, en el que dicen que los niños ven el futuro, d espués de haber ven dado sus o jo s y haber p ron u n ciad o fórm u las m ágicas sob re su ca­ beza, y en aquella ocasión se dice que un niño vio la llegada de Severo y la retirada de Ju lian o. 8 P o r cierto, cuando salió al encuentro de u n os em isarios de Severo, C risp in o fue asesinado p or o r ­ den de éste a instancias de Ju lio L eto. Se anularon tam bién los decretos del sen ado. Ju lian o no o b tu ­ vo ninguna resp u esta concreta del senado, a p esar de haber>reunido a la asam blea y de haber p u lsad o las o p in io s a e los sen adores so b re lo que se debía hacer. Pero, actuan do desp ués p o r p ro p ia iniciativa, dio órdenes para que L o lia n o T iciano arm ara a gladiadores de C ap u a y m an d ó llam ar de su villa ae T arracina 12 a C lau d io P o m p ey an o p ara hacerle partícipe del im perio, p o rq u e había sid o yerno de un em perador y había estad o durante m ucho tiem ­ po al frente del ejército. Pero éste rehusó resp on ­ diendo que era anciano y q ue tenía y a la vista cansada. Se habían p asad o y a tam bién desde U m bría algunos so ld ad o s al p artid o de Severo y éste había enviado tam bién una carta d an d o órdenes para que m antuvieran vigilad os a los asesinos de

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11 Realmente, eran los ministros del culto entre los medos y los per­ sas; ahora bien, los romanos designaban también con el nombre de magi a los que predecían el porvenir. 12 Ciudad de los Volscos en la costa del Lacio, entre las antiguas ciu­ dades de Antium al N orte y Fundí al Sur.


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Pértinax. Y en un breve esp acio de tiem po, Ju lian o se vio ab an d on ado p o r to d o s, aunque perm aneció en Palacio con só lo u n o de sus p refectos, G en ial, y con su yern o R ep en tin o. A l fin, se p ro p u so que el senado con su au to rid ad arrancara el p o d er a J u ­ liano. Y no só lo se llevó a cabo esta p ro p u esta, sino que adem ás se p ro c lam ó enseguida em perador a Severo fingiendo que Ju lian o se había dado la m u er­ te con un veneno. N o ob stan te, el senado envió a u nos in dividuos p o r cu y a intervención, con la ay u ­ da de un sim ple so ld ad o , Ju lian o fue asesinado en P alacio, a p esar de que im p lo rab a clem encia del C é ­ sar, es decir, de Severo. C u an d o alcanzó el p o d er im perial, Ju lian o había em ancipado a su hija dán­ dole su p atrim o n io ; p ero le fue arrebatado éste in­ m ediatam ente, ju n to co n el título de A u gu sta. Severo entregó el cadáver a su esp o sa M anlia E scantila y a su hija, p ara q ue le dieran sepultura, y ellas le llevaron a enterrar a la tu m ba de su bisa­ buelo situad a a cinco m illas en la vía L ab ican a 13. 9 Se le echaron en cara a Ju lian o estos vicio s: que h abía sid o g o lo so y ju g ad o r, que se había entrega­ d o a lo s ejercicios g lad iato rio s y que tod as estas p a­ siones las había ad q u irid o de anciano, y a que d u­ rante su juventud jam ás se le había acusad o de ellas. Se le rep roch ó tam bién su o rgu llo, aunque fue m u y humilde, incluso cuando ejerció el poder. P or el contrario, fue m u y afable en lo s banquetes, m u y b o n ­ d ad o so ante las p eticion es q u e le nacían y m u y c o ­ m edido respecto a la con cesión de la libertad. V ivió cincuenta y seis años y cuatro m eses. O stentó el p o d er im perial durante d o s m eses y cinco

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13 Arrancaba de Roma y, atravesando la ciudad de los L a b ia al lado de Túsculo, cruzaba entre la vía Prenestina por el N orte y la Tusculana por el Sur hasta encontrarse con ésta en Toleria.


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dias. Se le rep roch ó principalm ente que hubiera n om brado com o lugartenientes su y o s p ara gob er­ nar la república a p erso n as a las que tenía que h a­ ber con trolad o con su au to rid ad .

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D esp u és del asesinato de D id io Ju lian o , alcanzó el p od er im perial Severo, que era oriun d o de Á fri­ ca. Su ciudad natal fue L e p tis, su padre fue G eta y sus an tepasad os fueron caballeros rom an os, antes de que hubiera sid o o to rg ad a a to d o s la ciud ad a­ nía; su m adre fue Fulvia P ía; sus tíos paternos fu e­ ron A p ro y Severo, los d o s consulares*; su abuelo m aterno fue M acro y su abuelo paterno, F u lvio Pío. N a c ió el seis de los idus de abril, durante el segun ­ do con sulad o de E ru cio C la ro y el sexto de Seve­ ro. E n los p rim eros años de su niñez, antes de instruirse en la literatura griega y latina, en las que lue­ go fue m u y versado , no se ejercitó con los niños de su edad en ningún o tro juego que en el que los jueces, p ues se sentaba e im partía justicia rodeado de una hilera de niños que le ofrecían los haces y las segures ! . A los d ieciocho años declam ó en p ú ­ blico. D esp u és se dirigió a R o m a a causa de sus estu d ios, pidió al divino M arco el laticlavo 2 obte-

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1 Loa haces (fasces) eran un manojo de varas de abedul, fresno u olmo atadas con correas en forma de haz. En medio de ellas se empla­ zaba un hacha (securis). Eran el emblema del imperium y los llevaban los lictores delante de los magistrados dotados de él. 2 «Laticlavo» de latus clauus, larga raya o banda de color púrpura que corría a lo largo de la túnica en dirección perpendicular delante del pecho. Su uso era originariamente privilegio de los senadores romanos, aunque parece que luego algunas veces se concedió este derecho excep­


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niéndole gracias al ap o y o que le prestó su pariente Septim io Severo, que había sido ya dos veces cónsul. C u an d o llegó a R o m a, se encon tró con un huesp ed que estaba leyendo en ese preciso m om ento la vida del em perador A d rian o , coincidencia que co n ­ sideró com o un p resagio de su suerte futura. T u v o adem ás otro p resagio sob re su acceso al im perio. A ce ptó la toga p resid iaría 3 del p ro p io em perador en una ocasión en que se p resen tó vestido con el m anto griego 4 a un b an quete q ue se le había invita­ d o con el em perador, siendo así que debía haber acudido vestido con la to g a rom ana. E sa m ism a noche soñ ó que m am aba de las tetas de una loba, com o hicieron R em o y R ó m u lo . Se sentó tam bién en la silla del em perador que un esclavo había d e ­ jad o allí al azar, p o rq u e n o sab ía que no estaba p e r­ m itido hacerlo. T am b ién un d ía que d orm ía en un establo, una serpiente se enrolló en torno a su ca­ beza y , ante los gritos y el terror de los esclavos, desaparació sin causarle ningún daño. V ivió una juventud cargada de p asion es y a v e ­ ces de crím enes. Se defendió de una acusación de adulterio y fue absuelto p o r el p ro có n su l Ju lian o al que suced ió en el p ro c o n su lad o , tuvo com o colega en el con sulad o y su ced ió igualm ente en el im p e­ rio. E jerció con escru p u lo sid ad la cuestura, renun­ ciando al tribunado m ilitar. D esp u és de ejercer dicha m agistratura recibió p o r sorteo^ la cuestura de la B ética y desde aqu í se dirigió a A frica para p o ­ ner en orden su situación fam iliar tras la m uerte de su padre. P ero m ientras se encontraba en A frica le fue encom endada C erd eñ a en lu gar de la Bética, p o rq u e los m auritanos saqueaban la Bética. /Así,

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cionalmente a algunos caballeros, cuyo distintivo era el augustus clauus, la banda estrecha. 3 Una toga especial que se utilizaba entre las guarniciones. 4 Es decir, con el pallium, cf. Adriano, 22,4, n. 96.


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p u es, después de ejercer la cuestura en C erdeña, re­ cibió la legación de p ro c ó n su l de A frica. D u ran te esta legación, cuan do u n o de su s conciudadanos de L ep tis, a p esar de ser p leb ey o , le salud ó dándole un ab razo com o a un antiguo com pañ ero ante los que le escoltaban con las h aces, Severo le golp eó con las Vaía^, m ientras el heraldo p ro clam ab a: « N o oses tu, u n 'hom bre p leb ey o , ab razar tem erariam ente a un legad o del p u eb lo rom an o . » E ste incidente hizo q ue tam bién viajaran sen tado s en un carruaje los lega­ d o s, que anteriorm ente viajaban a pie. E n ton ces, en una ciudad de A frica, cuan d o acudió an gustiado a con su ltar a un m atem ático, d espués de q u e; se le descifró el h o ró sc o p o y vio en él los extraordinarios acontecim ientos que le aguardaban , el astró lo go le d ijo : «D im e tu h o ró sc o p o , n o uno ajen o .» Y , cuando Severo le ju ró q ue aqu él era el su y o , el astró lo ­ go le h izo una exp osición de to d o s lo s hechos que acaecieron después. Se h izo acreedor al tribu n ad o de la plebe que le concedió el em perado r M arco p o r u n decreto y lo ejerció con gran severidad e inteligencia. P o r entonces tom ó p o r esp o sa a M arcia, a la que no m en­ cionó en el relato de su v id a p riv ad a . D esp u és, cuando fue em perador, erigió estatuas en su honor. F u e n o m b rad o p re to r p o r M arco A urelio a los treinta y d os años de edad, n o com o candidato o fi­ cial del em perador, sino com o uno m ás entre otros com petid ores 6. E n to n ces fue enviado a H isp an ia donde soñ ó p rim ero que se le encargaba restaurar el tem plo de A u g u sto en T arrag o n a, que se estaba y a d erru m b an d o; desp ués con tem pló desde la cim a

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5 Se refiere a la autobiografía que Severo escribió después de la mpeVÍ te de Albino para justificarse de sus acciones y de su crueldad, cf. 18,6 y Clodio Albino, 7,1. 6 Cierto número de aspirantes a las magistraturas eran elegidos por el emperador. Se llamaban candidati Caesaris porque llevaban la toga candida.


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de una m ontañ a m uy alta el g lo b o terráqueo y la ciudad de R o m a, m ientras las provincias entonaban un canto con la lira, a viva v o z o con la flauta. C o n - 6 cedió d istin tos espectácu los. A continuación fue n o m brado jefe de la legión cuarta, la Escítica, que acam paba en las in m ediacion es de M arsella. D e s- 7 p u es de esto se d irigió a A ten as para perfeccionar sus estudios y con ocer los ritos sagrado s, las co n s­ trucciones p ú blicas y las antigüedades de la ciudad. D a d o que, durante su estancia en esta ciudad, reci­ bió ciertos ultrajes de los atenienses, se enem istó con ellos y luego, cu an d o fue em perador, se vengó dism inuyéndoles los p riv ilegio s que disfrutaban. D esp u és tom ó p o sesió n com o legado de la provin- 8 cia de L ió n . C o m o deseaba casarse de nuevo al ha- 9 ber perd id o a su esp o sa, se in form aba dei h o ró sco ­ p o de las p rom etid as, pues él m ism o era tam bién m u y versado en astro lo gia; y, cuando o y ó que h a­ bía u n a m ujer en Siria con un h o ró sc o p o tal, que la destin aba a casarse con un rey, la p id ió p or es­ p o sa — se trata de Ju lia — y se d esp o só con ella g ra­ cias a la m ediación de sus am igos. E sta le hizo p a ­ dre enseguida. 4 L o s galos le estim aron com o a ningún otro em ­ p erad o r p o r su severidad, h on orabilid ad e integri­ dad. D esp u és gobern ó las d os P anonias en calidad 2 de procón su l. A continuación recibió p o r sorteo la rovincia p ro co n su lar de Sicilia. Y reconoció otro 3 ijo que le nació en R o m a. D u ran te su estancia en Sicilia se le acusó de h ab er acud id o a consultar unas veces a los adivin os, otras a los C ald eo s sobre su acceso al p od er. L o s p refectos del P retorio, a q u ie­ nes se les había encom endado oir su causa, le ab ­ solvieron d ad o que y a C ó m o d o em pezaba a hacerse o d io so y enviaron a la cruz a su acusador. E jerció 4 su prim er consulado con A puleyo R ufino, designán­ d ole C ó m o d o entre m uch os candidatos. D esp ués del con su lad o, se m antuvo casi durante un año in activo; p ero d espués, gracias al ap oy o de Leto, re ­

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cibió el m ando del ejército de G erm ania. C u an d o iba a partir a este destin o co m p ró unos jardines de grandes dim ensiones 7, sien do así que hasta enton­ ces había p o se íd o 'u n a casa m uy pequeñ a en R om a y una sola finca"en V enecia. U n día que tendido so bre el suelo com ía un m enú m od esto con sus h i­ jos en estos jardines y su hijo m ayor, que enton­ ces tenía cinco años, d istribu ía a sus com pañeros de ju ego con m ano excesivam ente liberal las frutas que les habían servido y él le dijo reprendiéndole paternalm ente: «R ep arte con m ás com edim iento, pues no posees las riqu ezas de un rey », el m u ch a­ cho, de cinco años aún, le con testó: «P ero algún día las p o seeré.» M arch ó a G erm an ia y se com portó de tal m anera en el d esem peñ o de su legación, que aum entó su reputación y a puesta de relieve con anterioridad. H a sta entonces ejerció el arte m ilitar com o un p articular. Pero d esp ués, a instancias de una gran m ayoría y a p esar de su resistencia, el día de los idus de ago sto fue n o m b rad o em perador en C a r­ nunto p o r las legion es de G erm an ia, cuando se en­ teraron de que C ó m o d o había sid o asesinado y de que Ju lian o o cu p ab a el tro n o, o d iad o tam bién por todo el mundo. D io a los soldados <cincuenta m il> sestercios, lo que n o había hecho ningún em pera­ d or anterior 7 bls. D esp u és de con so lid ar las provin cias que iba dejando a sus espaldas, se dirigió a Rom a, som etiéndose a él to d o s los habitantes de las regio­ nes p o r donde p asó , d ad o que los ejércitos de la Iliria y de las G alias y a le habían p restad o juram ento

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7 Se designaba con el nombre de jardines (horti) a tasrparques de di­ versión en los que solía haber, según las dimensioned Jíumbrosas ave­ nidas (gestationes) para pasear en silla o andaderas (sell'¿r;'lectica)t espa­ cios para los ejercicios de equitación (hippodromi), fuentes, grutas, es­ tatuas y otras obras de arte convenientemente repartidas para mayor es­ parcimiento. 7b,s Hay una laguna según Hohl que llenamos con <qitingen a> de Σ.


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de fidelidad o b lig ad o s p o r su s jefes, pues era con- 4 siderado p o r tod o s com o el ven gad or de Pértinax. 5 P o r aquel tiem po, a in stancias de Ju lian o , Septim io Severo fue d eclarado enem igo p úblico p o r el sen a­ d o, d espués de que se envió un a em bajada para que, p o r decreto de la asam blea, lo s so ld ad o s desertaran de su ejército. Y , cu an d o Severo se enteró de que 6 le habían enviado la em b ajad a p o r resolución u n á­ nim e del senado, p rim ero se llenó de tem or, p ero d espués so b o rn ó a lo s legad os y consiguió que h a­ blaran al ejército en su fav or y que se pasaran a su p artido . C u an d o se con o cieron estos hechos, Ju lia- 7 no con sigu ió que el senado redactara un decreto p ara repartirse el p o d e r im perial con Severo, aun- 8 que no se sab e con segu rid ad si esto lo hizo de b u e­ na fe o p o r engaño, d ad o que y a en u n a ocasión an ­ terior había enviado a algu n os célebres asesinos de generales p ara que m ataran a Severo, de la m ism a m anera q u i l o s había enviado para que m ataran a Pescenio ftjfgrb, que tam bién había asum ido p e rso ­ nalm ente el p o d er contra él, in stigado p o r los ejér­ citos de Siria. Pero Severo, tras haber burlado la ac- 9 ción de aquéllos a los que Julian o había enviado para asesinarle, escribió una carta a los pretorianos con la consigna de ab an d on ar a Ju lia n o o de darle m u er­ te, con sign a que fue atendida enseguida, pues Ju - 10 liano fue asesinado en P alacio y a Severo se le in ­ vitó a entrar en R om a. D e esta m anera Severo re- 11 sultó ven cedor sin q u e m ediara nada m ás que una orden suya, lo que jam ás había ocu rrido a nadie an ­ teriorm ente, y acto segu id o se dirigió con su ejér­ cito a R om a. D esp u és de que Ju lian o fue asesinado, com o Se­ vero se m antenía aún en los cuarteles y en las tien­ das de cam paña com o si hiciera la m archa a través de un territorio enem igo, el sen ado le envió una d e ­ legación de cien senadores p ara felicitarle y presen ­ tarle sus súplicas. L o s sen adores se encontraron con 2 él en T erni y le salud aron , p ero después de que fue-


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ron registrad os, p ara q u e n o guardarán ningún arm a, m ientras que él se m antenía arm ado y escol­ tad o p o r h om bres con arm as. A l día siguiente entregó setecientos veinte áureos a lo s m iem bros de la legación del sen ado, cu an d o salía a recibirle tod a la servidum bre de P alacio, y les envió p o r delante a R om a, ofreciendo a los que así lo deseaban la p o sibilidad de perm anecer a su lad o y de volver luego con él a la C iu d ad . N o m b r ó tam bién enseguida prefecto del P reto rio a F lav io Ju v en al, al que Ju lian o había n o m b rad o tam bién com o tercer prefecto su yo. M ientras tanto se o rigin ó en R o m a una inm ensa agitación entre los so ld ad o s y lo s ciu d ad a­ n os, p o rq u e Severo av an zab a arm ad o contra los que le h abían d eclarado enem igo p ú b lico. A estos sucesos se su m ó la circunstancia de que Severo su po que las legiones de Siria habían con ced id o el título de em perador a P escen io N ig ro . E n ton ces, valiénd ose de un os em isarios su y o s, interceptó los edic­ tos y las cartas que éste d irigió al p u eblo y al sena­ d o, par^, con seguir que n o fueran expuestos al p u e­ blo ni íeidós al senado. P o r aquel m ism o tiem po Severo p en só tam bién n o m b rar com o sucesor su y o a C lo d io A lb in o , a quién se le había concedido p o r C ó m o d o m ediante un decreto el p o d e r de C ésar 7 ter. P ero, com o sentía gran tem or hacia las p er­ son as que le m erecían una op in ió n favorable, envió H eráclito p ara que o cu p ara B retañ a y a Plauciano p ara que se ap od erara de los hijos de N ig ro . C u an do Severo llegó a R o m a, o rd en ó que los p retoria­ nos salieran a recibirle d esarm ad os y con túnicas

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7tlT Acepto la segunda lectura de H ohl I, p- 307: a[ut] C om m o d <o>iafnujm.


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«su b arm ales» 8. Y , tal com o estaban, lo s convocó al tribunal, rod eán d o les p o r to d as partes de h o m ­ bres arm ados. D esp u és de que en tró en R o m a arm ado, su bió tam bién al C ap ito lio con un a escolta de sold ad os arm ados. D esd e allí se dirigió con la m ism a in d u ­ m entaria al P alacio, h aciendo q u e llevaran delante los estandartes que h ab ía arrebatado a lo s p retoria­ n os, n o derechos, sin o vueltos hacia abajo. D e s- 2 p u és, los so ld ad o s se establecieron p o r to d a la C iu ­ dad en los tem plos, en los p ó rtic o s y en las estan ­ cias de la corte, com o si fueran posadas, con lo que la 3 entrada de Severo en R o m a fu e o d io sa y terrible, p u esto que lo s so ld ad o s se ap od erab an de las cosas sin com prarlas, am enazando con la destrucción de la C iu d ad . A l día siguiente, Severo vino al senado 4 escoltad o no só lo p o r so ld ad o s arm ad os, sino tam ­ bién p o r su am igos. E x p lic ó en la asam blea la ra ­ zó n p o r la que había asu m id o el p o d er im perial ale­ gando que Ju lian o había enviado p ara m atarle a unos in dividu os que y a eran célebres p o r haber ase­ sin ad o a generales 9. O b lig ó a firm ar un decreto del 5 senado que p roh ib iera al em perado r enviar a m u er­ te a ningún sen ador sin contar con la asam blea. 6 P ero, m ientras se h allaba en el senado, los so ld a­ dos se am otinaron y exigieron a la asam blea d iez m il sestercios p o r cabeza, siguien d o el ejem plo de aquéllos que habían con d u cid o a R o m a a O ctavia-

8 El texto dice cum subarmalibus inermes. El subarmale es un tipo de vestido cuya naturaleza no está bien determinada. Algunos supo­ nen que debía este nombre a que pasaba bajo uno de los brazos, como un exomis, túnica griega sin mangas muy corta (substricta) que al po­ nerla dejaba libre la espalda derecha (ωμοβ) y el brazo. Otros piensan que se llamaba así porque se llevaba sobre la armadura (arma). E l tex­ to, al constatar que debían ir desarmados, hace suponer que se trataría de un exomis. 9 Cf. 5,8; Didio Juliano, 5,8; Pescenio Nigro, 2,5.


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n o A u gu sto y que habían recib id o la m ism a canti­ dad. Y , aunque Severo no p u d o reprim irlos com o era su deseo, sin em b argo, lo g ró apaciguarlos y d i­ solverlos, tras haberles d ad o u n a gratificación. D esp u és organ izó un funeral co m o el de los c e n so r e s 10 para h on rar a la estatua de P értinax y co n sagró a éste in cluyéndole entre lo s em peradores diviniza­ d os, d espués de haberle asign ad o adem ás un fla­ m en y una cofradía de H elv ian o s que anteriorm en­ te habían sid o M arcian os 11. O rd en ó adem ás que se le llam ara Pértinax, aunque desp ués decidió quese le suprim iera este n o m b re, pen san d o que c o n s­ tituía un m al p resagio. D e sp u é s p ag ó las deudas de sus am igos. C a só a su s hijas con P ro b o y E c io , después de haberlas d o tad o convenientem ente. Y , cuan do o fre­ ció a su yern o P ro b o la prefectu ra de la C iu d ad , éste la rechazó d icien do q u e le parecía m enos ser refecto que yern o del p ríncipe. Sin em bargo, n o m ró cónsules in m ediatam ente a su s d o s y ern o s y los llenó de riquezas. O tro día acudió al sen ado y , tras acusar a los am igos de Ju lian o , los p ro scrib ió y co n ­ denó a m uerte. P resid ió m u ch ísim o s p ro ceso s. C astigó severam eñte a los jueces acu sad os p o r los ha­ bitantes de las p rovin cias, un a vez d em o strad a su cu lpabilidad. Se encon tró con una gran escasez de víveres p reo cu p án d o se de su aprovecham iento de tal m anera, que a su m uerte d ejó al p u eb lo rom an o una reserva p ara siete años. P artió p ara co n so lid ar la situación p olítica en O riente, sin haber hecho aún ni un só lo com enta­ rio en p úblico so b re N ig ro . N o ob stan te, envió legiones a A frica con el fin de que éste no pudiera

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10 Cf. Pértinax, n. 36. N ótese que aquí el funeral se decreta para hon­ rar la estatua del emperador muerto. 11 Cf. Marco, 15,4. Pértinax, 15,4.


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ocu p ar esta región p asan d o p o r L ib ia y E gipto ni acosar al p u eblo rom an o con la escasez ae ali­ m entos. D ejó com o p refecto de la C iu d ad a D o m icio D extro en lugar de B a so y salió de R o m a a los trein­ ta días después de haber llegado a ella. Y a fuera de la C iu d ad , tuvo que afrontar una violenta sedición de su ejército junto al paraje denom in ado «las r o ­ cas ro jas» 12 a causa del em plazam iento del cam pa­ m ento. Su herm ano G eta corrió rápidam ente a su encuentro y, en con tra de lo que esperaba, S e ­ vero le ord en ó asum ir el gobiern o de la provincia que le había sid o confiada. L e llevaron a su casa los hijos de N ig ro a los que m o stró la m ism a estim a que a los su y os. H ab ía enviado una legión para q u e ocupara G recia y T rac ia anticipándose a Pescenio; pero N ig ro y a tenía a B izan cio bajo su poder. D esean do ocu p ar tam bién P erinto, N ig ro m ató a un gran núm ero de so ld ad o s de Severo p or lo cual fue declarado enem igo p ú b lico ju n to con E m iliano. Y cuando invitó a Severo a repartirse el p o d er, éste re ­ chazó con desdén su p ro p o sició n . D e hecho, p ro m etió a N ig ro un exilio segu ro, si éste era su d e ­ se o ; en cam bio, a E m ilian o n o le p erd on ó. E ste , vencido p o c o d espués en H elesp o n to p o r los gen e­ rales de Severo, se refugió p rim ero en C ízico y lu e­ go en otra ciudad d on d e fue asesinado p o r orden de aquéllos. Y las tro pas de N ig r o tam bién fueron dispersadas p o r estos m ism os generales. 9 C u an d o se enteró de esto, Severo escribió al se ­ n ado, com o si ya hu biera acab ad o la guerra. D e s ­ pués se en zarzó en la lucha con N ig ro , lo m ató cer­ ca de C ízic o e hizo que pasearan su cabeza clavada en una pica.

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12 En latín, Saxa Rubra, en la vía Flaminia, diez millas aproximada­ mente al Norte de Roma. 13 P. Septimio Geta, probablemente gobernador de Dacia en el año 195.


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D esp u és de esto, envió al destierro con su m adre 2 a los hijos de N ig r o a los que había m antenido en el m ism o género de vida que a los su y os p ro p io s. 3 E n vió una carta al sen ado anunciándole su victoria y no castigó con la m uerte a ninguno de los sena­ dores que habían segu id o el p artid o de N ig ro , sal­ vo a uno. Se irritó m uch o co n lo s habitantes de 4 A n tio q u ía p o rq u e se habían reMo^de él cuando era ad m in istrad or en O rien te y p o rq u e habían ayu d a­ d o a N ig ro , in cluso d esp ués de su derrota. F in al­ m ente les q u itó m uchas de sus p rerrogativas. T am - 5 bién p rivó del derecho de ciudadanía a los habitan­ tes de N e á p o lis 14 de P alestina, p o rq u e se habían m antenido en pie de guerra durante m ucho tiem po ap oyan d o a N ig ro . C a stig ó con crueldad a un buen 6 núm ero de ciu d ad an o s que habían segu ido a N i ­ gro, exceptuando a los que pertenecían al estam en­ to senatorial. In fligió tam bién diversas afrentas y 7 m ultas a m uchas de las ciud ad es que habían abra­ zad o su causa. O rd e n ó la m uerte de los senadores 8 que habían lu ch ado con N ig r o com o generales o com o tribunos. D esp u és llevó a cabo m últiples ope- 9 raciones p róxim as a A rab ia, un a vez som etid os los p arto s al arbitrio de R o m a, así com o los adiabenos, p u eb lo que en su totalid ad había tenido los m ism os sentim ientos que P escenio. Y , p o r estas acciones, 10 cuando vo lv ió a R o m a se le concedieron los h o n o ­ res del triunfo y el título de A ráb ico , A diabén ico y Pártico. Pero rech azó el h o n o r del triunfo p ara 11 que no se pen sara que celebraba un a victoria ob te­ n ida contra sus con ciu d ad an os. R eh u só tam bién el título de P ártico p ara n o irritar a los p artos. 10 Ju stam en te cuan d o vo lv ió a R o m a, tras finalizar la guerra civil de N ig ro , se le anunció que C lo d io

14 «Ciudad nueva» del griego νέα-πόΙιβ. Probablemente se trata de Jerusalén, destruida en la rebelión de los judíos y reconstruida por Adriano, a la que llamó Elia Capitolina.


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A lb in o había su scitad o otra rebelán dose en la G a,lia. P o r ello fueron asesin ad os algo después los h i­ jo s de N ig ro ju n to con su m adre. P or tanto, in m e- 2 diatam ente declaró a A lb in o enem igo público, así com o a los que le habían escrito o contestado con excesivos halagos. Y cuan do se dirigía a luchar c o n ­ tra él, en plen a m archa, con firió el título de C ésar a su h ijo m ay o r B asian o en V im inacio, añ adién do­ le el nom bre de A u relio A n to n in o p ara quitar a su herm ano G eta la esp eran za q u e había concebido de llegar a em perador. P o r cierto, p u so a su hijo el 4 nom bre de A n ton in o p o rq u e había soñ ad o que iba a ser su su cesor un A n to n in o . P o r ello piensan al- 5 gunos autores que con ced ió a G e ta tam bién el n o m ­ bre de A n ton in o p ara que tam bién él le sucediese en el im perio. O tro s creen que la razón p or la que 6 B asian o fue llam ado A n to n in o fue p o rq u e el p r o ­ pio Severo quería p asar a fo rm ar parte de la fam ilia de M arco. P o r cierto que, en las prim eras escara- 7 m u zas, los generales de Severo fueron d errotados p o r los de A lb in o . E n ton ces, angustiado, cuando acudió a con su ltar a los adivin os, se enteró p o r las respuestas de los a u g u r e s 15 de P anonia que resu l­ taría vencedor, p ero que su enem igo n o caería en sus m anos ni lograría escapar, sino que perecería junto al agua. E n se gu id a se p asaro n a su lado de- 8 sertando m uch os am igos de A lb in o y fueron p re n ­ didos m uch os de su s generales, a los que Severo castigó. 11 D esp u és de que lo s d o s ban do s libraran en la G a ­ lia en este intervalo m últiples com bates con d istin ­ to resu ltado, Severo lu ch ó con gran éxito contra A l­ bino p o r prim era vez en los alrededores de T inurcio. E n ton ces afron tó realm ente un gran p eligro 2 al caer de su caballo, de tal form a que llegaron a creer

15 Cf. Didio Juliano, 6,6.


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que había m uerto al haber sid o alcanzado p o r el im ­ p acto de una b o la de p lo m o y , com o consecuencia de ello, el ejército estuvo a p u n to de elegir y a otro em perador. P o r entonces, cuando se leyeron las actas que el senado había red actad o p ro p o n ien d o la exaltación de C lo d io C elsin o , que era de H ad ru m eto y pariente de A lb in o , irritán dose Severo co n ­ tra el senado p en san d o q u e la asam blea había d e­ fendido esta p ro p u esta p ara favorecer a A lb in o, p ro p u so que se adm itiera a C ó m o d o en el ran go de lo s dioses, pen san d o que de esta fo rm a p o d ía ven­ garse del senado. Y fue el prim ero que confirió p ú tilicamente el título de «d iv in o » a C ó m o d o en p re­ sencia de los so ld ad o s, y lu ego se lo com unicó al senado p o r escrito, enviándole al m ism o tiem po un discu rso sob re su victoria. O rd en ó que fueran desp ed azad os los cadáveres de lo s senadores que ha­ bían recibido la m uerte durante esta guerra. D esp u és, cuando le llevaron el cuerpo de A lb in o , que aún estaba m edio m u erto, ordenó que le cortaran la cabeza y que le enviaran a R om a, adjuntan do una carta. A lb in o fue d errotad o el día onde de las calendas de m arzo. E l resto de su cadáver fue exp ues­ to p o r orden de Severo delante de su p ro p ia casa y allí perm aneció durante bastante tiem po. E l m ism o Severo, adem ás, m on tó so b re su caballo y le h o s­ tigó p ara que saltara p o r encim a del cadáver de A l­ bino y, al ver que se espantaba, le incitó p ara que a rienda suelta le p iso teara sin ningún m iram iento. O tro s dicen que fue él m ism o quien dio la orden de arrojar su cadáver al R ó d an o , ju n to con el de su e sp o sa y los de sus hijos. 12 U n a vez que fu eron asesinadas m uchísim as p er­ son as del p artido de A lb in o , entre las que se en­ contraban m uch os p roceres de R o m a y m ujeres de alta reputación, q uedaron co n fiscad os los bienes de to d o s ellos, con lo cual acrecentaron el erario. T am ­ bién entonces recibieron la m uerte m uch os patriciosjespañoleá^y galos. Fin alm ente, Severo dio a los

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so ld ad o s m ás e stip e n d io s 16 que ningún otro em pe­ rador. Y , gracias a la con fiscació n que hem os m en- 3 cionado, dejó a su s h ijo s un p atrim o n io m ayor que ningún otro em perador, p ues convirtió en p ro p ie­ dad del em perador la m ay o r p arte del o ro cobrado en las G alios,e)i las provin cias de H isp an ia y en Ita ­ lia. Entonces' se creó p o r p rim era vez el cargo q ue 4 cuidaba de la fo rtu n a p riv ad a del em perador 17. 5 D esp u és de la m uerte de A lb in o , fueron d errotados en la guerra p o r Severo m u ch o s que aún le eran fie ­ les. P o r aquella m ism a fecha anun ciaron a A lb in o 6 tam bién la defección al p artid o contrario de una le­ gión de A rabia. A á^pU es, d espués de haber ven gado con severi- 7 dad la re v u e lta de A lb in o d an d o m uerte a un gran núm ero de person as y hab ien d o extinguido el lin a­ je de su rival, volvió a R o m a airado con tra el sen a­ do y el p u eblo. H iz o el elogio de C ó m o d o en el se- 8 n ad o y delante de la asam blea del p u eb lo, le llam ó dios y afirm ó que este em perad o r sólo había d esa­ grad ad o a los infam es, con lo que se vió con clari^ ._ d ad la revuelta de A lb in o , d an d o m uerte a un gran . L ra.'ÍY d espués de esto, disertó sob re su p rop ia ele- 9 =¿i-m éhcia, a p esar de q u e fue extraordinariam ente cruel e h izo perecer a lo s senadores a continuación reseñados 18. 13 E jecu tó sin defensa alguna a estos n obles: M u m io Secundino, A sélio C lau d ian o , C lau d io R u fo , 2 V italio V ictor, P apio F au sto , E lio C elso , Ju lio

16 Se llamaba estipendio (stipendium) a la paga o sueldo de los solda­ dos. Se comenzó a pagar en Rom a en el año 406 a de C. durante el sitio de Veyes. Inicialmente se daban tres ases por día para la infantería y seis para la caballería. Durante el imperio, las cantidades variaron; pero, en general, la caballería cobraba el doble. El procurator rerum priuatarum, cf. Cómodo, 20,1. 18 Según Dión Casio (LX XV ,8), ejecutó a veintinueve y perdonó a treinta y cinco. La lista de cuarenta y uno que da Esparciano incluye probablemente a algunos partidarios de N igro.


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R u fo , L o lio P ro feso , A u ru n cu ley o C orn eliano, A n ton io B alb o , P o stu m io Severo, Sergio L u stral, F ab io Paulino, N o n io G ra c o , M asticio Fab ian o , C asp erio A g rip in o , C e y o n io A lb in o , C lau d io Su l­ piciano, M em io R u fin o , C a sp e rio E m ilian o, C o c ey o V ero, E ru cio C la ro , L . E stiló n , C lo d io R u fin o, Egnatuleyo H on orato, Petronio el Joven , los Péscenios F au sto , V eracíano, A u relian o , M ateriano, J u ­ liano y A lb in o ; los C erelio s M acrin o, F austin ian o y Ju lian o ; H eren io N e p o te , Sulp icio C an o , V alerio C atu lin o, N o v io R u fo , C lau d io A rab ian o y M ar­ cio A selión . A ái.p iíes, el asesin o de tan tos ciudadanos y tan ilustres com o ésto s — p u es un buen n ú ­ m ero de ellos eran con su lares o pretoriales y tod o s ellos sin d u d a varon es exim ios— fue con sid erad o com o un d io s p o r los africanos. A cu só a C in cio Severo de haber q u erid o envenenarle y , en con secuen ­ cia, le dio m uerte. 14 D e sp u és, arro jó a los leones a N a rc iso , el estrangu lád or de C ó m o d o 19. A d em ás quitó la vid a a m u ­ ch os h om bres, de fam ilia p o c o con o cid a, p ara no hablar de aquéllos a los q ue aniquiló el frago r del com bate. D esp u és de estos asesin atos, deseando congraciarse con to d o s p asó , de m an os privadas al fisco el servicio de. correo s p ú b lico s 20. L u e g o h izo que el senado diera el título de C é sa r a su h ijo B asiano A n ton in o y le con ced ió las insignias im peria­ les. A continuación su rg ió el ru m or de un a guerra con los p arto s. P o r p ro p ia iniciativa erigió estatuas en h on or de su p ad re, de su m adre, de su abuelo y de su prim era esp osa. A l con o cer la con d ucta de P lauciano, hasta entonces m u y am igo su y o , le co ­ bró tal od io que le declaró enem igo p ú b lico y le in­

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19 Cf. Cómodo, 17,2, aunque según D ión Casio éste fue muerto por Didio Juliano. 20 Parece que completó así la reforma emprendida por Adriano, cf. Adriano, 7,5, n. 42.


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fam ó con una injuria p esad a, p u es hizo derribar su s estatuas en to d o el o rb e de la tierra, irritado sob re to d o p o rq u e aquél h ab ía em plazad o su estatua en ­ tre las de los parientes y fam iliares de Severo. P erd on ó a los habitantes de P alestin a la p en a que h a­ bían m erecido p o r p o n erse de p arte de N ig ro . P o steriorm ente se reconcilió con Plaucian o y , tras en ­ trar en R o m a com o lo s que obtienen los hon ores de la ovación 21, se dirigió con él al C ap ito lio , aunque, andando el tiem po, tam bién m an d o ejecutarle. D io la toga viril a su hijo m enor, G eta, y al m ayor le unió en m atrim on io con u n a hija d e Plauciano 22. L o s que habían declarado a Plau cian o enem igo p úblico fu eron exiliados. — A sí cam bian siem pre todas las cosas, com o regidas p o r una ley n atu ral-^. E n se ­ gu ida n o m b ró cónsules a su d o s hijos. E n gran d eció a su herm ato G eta. P artió d esp ués a luchar contra los p arto s, p ero antes ofreció un espectáculo p ú ­ blico de gladiadores y d istrib u y ó entre el pueblo un congiario. E n el in tervalo d e estos su cesos, d io m uerte a m u ch o s ciu d ad an o s aduciendo m otivos reales o inventados. Sin em bargo, la m ay o r p arte de ellos eran con d en ados b ajo la acusación de h a­ ber dicho b ro m as, o tro s bajo la de haberse callado y otros bajo la de haber p ro n u n ciad o frases en ton o alegórico, c o m o : «he ahí a un em perad o r realm en­ te concorde con su nom bre, verdaderam ente p erti­ n az (Pertinax), verdaderam ente severo (Seuerus).»

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21 El texto dice ueluti ouans. La ovación (ouatio) era una recompen­ sa concedida al general victorioso inferior al triunfo, cf. Marco, n. 53. La primera que se concedió fue al cónsul Postumio, vencedor de los sa­ binos, hacia el año 500 a de C. El vencedor galardonado entraba en la ciudad a pie o a caballo, pero no sobre carro como en el triunfo, al son de flautas y no de trompetas, y se dirigía al Capitolio a hacer un sacri­ ficio de un cordero (ouis, de donde ouatio). El cortejo era menos es­ pectacular que en el triunfo: los soldados le precedían con ramos de oli­ vo y le acompañaban senadores, caballeros y los más destacados ciuda­ danos. 22 Fulvia Plautila.


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L o s rum ores de la gente aireaban la noticia de que Septim io Severo p ro m o v ía la guerra contra los p arto s m ovid o p o r el d eseo de hacerse fam o so , no p o r ninguna necesidad. Fin alm ente, después de tran sportar su ejército en B rin d isi; llegó a Siria sin interrum pir su m archa y luego rechazó a los p ar­ tos. Pero d espués vo lv ió de nuevo a Siria, con el fin de hacer lo s p rep arativos p ara guerrear contra aqué­ llos. M ientras tan to, p o r in stigación de Plauciano, p erseguía a los p artid ario s de Pescenio N ig ro que quedaban, de tal m anera q u e atacaba incluso a al­ g u n os de su s p ro p io s am igo s, achacándoles que h a­ bían atentado contra su vida. H iz o tam bién m orir a m uchos bajo la acusación de haber con sultad o a los C ald eo s o a los adivin os sob re su salud, so sp e ­ chando especialm ente de to d o s los que p od ían as­ p irar al trono, p o rq u e tenía hijos de m uy corta edad aún y p orq u e creía u oía decir que era esta la cir­ cunstancia que se alegaba p o r aquéllos que augura­ ban para sí el tron o. Fin alm ente, d espués de haber ordenado la m uerte de algu n os ciudadanos, pedía excusas y, una vez que habían m uerto, aseguraba que no había sid o él quien h ab ía ordenado tales eje­ cuciones. Según M ario M áxim o, así es com o actuó sob re tod o con L eto 23. E n una ocasión en que acu­ dió a visitarle su herm ana L ep titan a, que apenas ha­ blaba latín, com o él sentía m ucha vergüen za de ella p o r ser el em perador, tras concederle m últiples p re­ sentes y a su hijo la laticlavia, le ord en ó volver a su p atria junto con su h ijo, que m u rió enseguida. 16 ^sypj& es, cuan do acab aba y a el verano, tras hab erse'in tern ad o en Partía, llegó a C tesifon te d es­ p u és de expulsar de allí al rey y se apoderó de la ciudad, ya casi en la estación invernal, p orque en aquellas regiones se hacía m ejo r la guerra durante

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23 Legado suyo en la anterior campaña y defensor de Nisibis, ciudad de Mesopotamia, contra los partos.


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el invierno, aunque los so ld ad o s se alim entaran con raíces de hierbas y contrajeran p o r ello enferm eda­ des e in disposicion es. P o r esta razón, aunque n o p u d o adentrarse m ás a causa de la resistencia de los p arto s y de las diarreas de los so ld ad o s p rovo cad as p o r una dieta d esacostu m brad a, persistió en su em ­ p eñ o, tom ó la ciudad, p u so en fuga al rey y dio m uerte a un gran núm ero de enem igos, con lo que se hizo m erecedor del n om bre de Pártico. Por estos éxitos los so ld ad o s p ro clam aro n tam bién cop ar­ tícipe del im perio a su h ijo B asian o A nton ino que tenía trece años y ya había recib id o el título de C é ­ sar. T am bién a su hijo m en or G eta le dieron el título de C ésar llam án dole tam bién a él m ism o A n ­ tonino, según aseguran m uch os escritores. Para celebrar la concesión de estos n o m bres, distribuyó un m agnífico d on ativo entre los so ld ad o s y les conce­ d ió to d o el botín que p udieran capturar en la cap i­ tal de Partía, que era lo que ellos deseaban, y desde allí volvió a Siria com o ven ced or y con el título de P ártico. C o m o n o p o d ía m antenerse erguid o en el carro debid o a que se veía afectado p o r la gota, re­ ch azó el h on or del triunfo que le ofrecieron los se ­ n ad o res; p ero p erm itió obtener los honores del triunfo a su h ijo, a quien con ced ió el senado p or d e­ creto el triunfo Ju d a ic o , p o rq u e Severo había lu ­ chado con éxito tam bién en Siria. D e sp u és, cuando se trasladó a A n tio q u ía designó com o colega su y o en el con sulad o a su h ijo m ayor, concediéndole la toga viril, e inm ediatam ente am b o s tom aron p o se ­ sión de dicha m agistratu ra en Siria. D esp u és de esto se dirigió a A lejan dría tras haber d istribuido entre los so ld ad o s un sueldo m u y sustan cioso 24. 17 D u ran te su viaje, d io m uchas leyes a lo s palesti­ nos 24. P ro h ibió b ajo severas penas hacerse judío.

24 Cf. 14,6.

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R esp ecto al cristian ism o estableció u n a proh ibición sem ejante. D esp u és con ced ió a los habitantes de A lejan dría el derecho de elegir sen adores, p ues no contaban con una asam blea p ú b lica com o anterior­ m ente en ép oca de lo s reyes y estaban satisfechos con un só lo ju ez que h ab ía n o m b rad o el C ésar. A dem ás cam bió m uchas de sus leyes. E l p ro p io Severo in dicó siem p re p osteriorm en te que este viaje le había resultad o agradable p o r las cerem onias del culto del dios Serapis 25, p o r el conocim iento que había ad q uirido de los m on u m en tos de la antigüe­ d ad y p o r la n oved ad de lo s anim ales y de lo s p ai­ sajes que había v isto ; p o rq u e visitó con fnucha atención la ciudad de M e n fis, la estatua de M em nón 26, las p irám ides y el laberin to 27. Y , p u esto que es largo expon er los p orm en ores de su actuación, he aquí su s acciones m ás salientes: licenció a las coh ortes pretorian as, d espués de ha­ ber ven cido y d ad o m uerte a Ju lian o 2 , divin izó a Pértinax op on ién d ose a la vo lu n tad de lo s sold ad os y ordenó ab olir las decisiones de Salvio Ju lian o , aunque n o con sigu ió su p ro p ó sito . E n fin, parece que recibió el sobrenom bre de «A garrado» (Pertinax) no tanto p o r p ro p ia elección com o p o r su carácter ahorrativo. P o r o tra parte, se le con sid eró excesivam ente cruel p o r su s m últiples asesin ato s; así, en

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25 Cf. Marco, 23,8, n. 66. 26 Gigantesca estatua sedente del rey egipcio Amenofis III, colocada a la entrada de su templo funerario de Medinet-Abu, a la orilla del N ilo, frente a Tebas. Los griegos la llamaron de Memnón, porque creyeron ver en ella la figura de este personaje mitológico, hijo de la Aurora. 27 Construcción, en parte palacio y en parte templo y tumba, eleva­ da por el faraón Amenemhat III en Egipto, formada por una red com­ plicada de pasillos y habitaciones. 28 Aquí y en el pasaje correspondiente de Aurelio Víctor (Caes., X X ,1) parece confundirse a Salvio Juliano (cf. Adriano, 18,1) y el Edic­ tum perpetuum del que fue compilador con Didio Juliano y sus Acta. Pero las actas fueron rescindidas, no así el Edictum, que permaneció en vigor.


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una ocasión en que se p resen tó en actitud suplican­ te uno de sus enem igos y le pregu n tó cual habría sido su actuación si se h ubiera encontrado en una situación com o la suya, Severo ordenó que le ase­ sinaran sin inm utarse ante tan prudente pregunta. A nh elaba acabar con to d o tipo de conspiraciones y n o ; se retiró casi de ningún, com bate sin salir vencedor. 18 S u b y u gó al rey de los p ersas A b garo . Som etió a su autoridad a los árabes. H iz o tributarios a los adiabenos. F ortificó la B retaña, lo que con stitu yó la m ay o r gloria de su reinado, p o r m edio de un m u ro construido atravesan do la isla h asta tocar el O céano por am bos lados 29. P o r ello recibió el n om ­ bre de B ritán ico 30. H iz o segurísim a a la ciudad de T rípo li, de d on d e era origin ario, aniquilando a los p u eblos cercanos m ás belico so s, y aseguró p ara siem pre al p u eblo ro m an o un a ración de aceite d ia ­ ria gratuita y m uy abundante. . ■ Fu e inexorable con las faltas y m ostró una sagacidad singular para p ro m o c io n ar a los hom bres m ás activos. D ed icó bastante tiem po al estud io de la fi-_ losofía y de la oratoria y se excedía en sus ansias de aprender. Fue enem igo im placable de los lad ro ­ nes '. E scrib ió él m ism o su p ro p ia biografía pública y privada de fo rm a veraz, justifican d o única­ m ente el vicio de su crueldad 32. T eniendo en cuenta este vicio, el senado declaró que no debería h a­ ber nacido o que no debería h ab er m uerto, p orq u e fue dem asiado cruel y , al m ism o tiem po, dem asia­ d o útil a la república. Sin em bargo, en su p ro p ia

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29 Probablemente se trata de la reconstrucción del de Adriano, cf. Adriano, 11,2 y Antonino, 5,4. 30 Britannicus Maximus, según una inscripción. 31 Cf. Dión Casio, LX X V I, 10, por quien se conoce un famosísimo ladrón llamado Bulla Félix que causó el terror en Italia. 32 Cf. 3,2.


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casa fue p o c o p recavid o , p u esto que m antuvo en ella a su esp o sa Ju lia que se había desh on rado p o r su s adulterios e in cluso era cóm plice de una co n ­ juración. C o m o d em o rab a la gu erra d ebid o a que la gota enervaba su s pies y los so ld ad o s, incapaces de so p o rtar sem ejante situación , p roclam aron A u ­ g u sto a su hijo B asian o q u e estaba con él, ordenó que le levantaran en b ra zo s y le llevaran al tribu ­ nal 33 y que se p resen taran enseguida allí tod o s los tribu nos, los centuriones, lo s generales y las co h o r­ tes que habían origin ad o tal situación y que, a con ­ tinuación, se p u siera en p ie su hijo que había acep­ tad o el título de A u g u sto . Y , h abiendo dado órdenes p ara que castigaran a to d o s los autores de la elección excepto a B asian o , ante las súplicas que to ­ d os le hacían p o stra d o s ante el tribunal, d ijo : «A l fin com prendéis q ue quien gobiern a es la cabeza, n o los p ies.» Y , com o la fo rtu n a le había con d u ci­ do desde lo m ás b ajo h asta el im perio gracias a sus servicios m ilitares y a su sab id u ría p asan d o p o r múltiples escalones, solía repetir: «L o fui todo, pero de nada m e sirve.» 19 M u rió en E b o rac o 33bls en B retaña, d espués de h aber som etid o a los p u eb lo s que se m ostraban h ostiles con esta provincia, en el año decim octavo de su gobierno, con su m id o p o r una enferm edad gravísim a cuando era y a anciano. D e jó d os h ijos, A n ton in o B asian o y G eta, a quien tam bién im p uso el nom bre de A n to n in o , en h on or de M arco. F u e enterrado en el sep u lcro de M arco A n ton in o , al que h on ró sob re los dem ás em peradores hasta tal pun-

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33 El tribunal (tribunal) era una plataforma elevada que formaba uno de los extremos de una sala de juicio sobre el que se emplazaban las si­ llas curules de los jueces y otras personas de distinción que querían asis­ tir a los debates; pero también recibía este nombre la plataforma eleva­ da sobre la cual se sentaba el general para impartir justicia. 33bls La actual York.


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to que hizo figurar a C ó m o d o entre los dioses y con­ sideró que el nom bre de A n to n in o debería ser asig­ nado a to d o s los em peradores q ue le siguieron, así com o se les asignaba el de A u g u sto . E l m ism o fu e in cluido en el ran go de los d io ses p o r el senado a p ro p u esta de sus h ijo s, que habían celebrado en su non or un su n tu o sísim o funeral. L as principales ob ras p ú blicas realizadas p or él, que se conservan tod av ía h oy, so n el Septizonio 34, las term as de Severo y tam bién las Septim ianas en el d istrito del otro lad o del T ib er, junto a la puerta ue lleva su n o m b r e 35 ; p ero su estructura se errum bó enseguida e im p id ió que el público las utilizara. T o d o el m u n do em itió un ju icio elogio so sob re él d espués de su m uerte, sob re to d o , p o rq u e duran ­ te m ucho tiem po sus h ijo s no realizaron ninguna acción beneficiosa p ara el E sta d o y p o rq u e la n a­ ción se vio expuesta al saq u eo d e los d epredadores cuando m últiples u su rp ad o res intentaron ocupar el trono. Severo u só vestid os tan b aratos que su túnica apenas tenía retazos de p ú rp u ra y cubría su s esp al­ das con una tosca clám ide. C o m ía m uy p oco, le gu staban m ucho las legum bres de su patria, a veces le apetecía el vino y con frecuencia no p ro b ab a la carne. E ra h erm oso, corp u len to, de p ro m isa barba,

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34 Edificio de una gran magnificencia hecho de siete pisos de colum­ nas, unas sobre otras, que soportaban cada una un entablamento distito y una cornisa que daba la vuelta (zona), de donde recibía el nombre de septi-zonium. H ubo dos construcciones de este tipo en Roma, una an­ terior a Tito (cf. Suetonio, Tit., 2), en la región X II, y otra en la re­ gión X , al pie del'Palatino y cerca del Circo Máximo, a la que alude el texto. Tres pisos de los construidos por Severo se aprovecharon bajo el pontificado de Sixto V para erigir la columnata del Vaticano. 35 Según una antigua descripción de Roma, de la época de Constan­ tino, la notitia regionum, estarían estos baños en la 1.* región, en la parte más meridional de la Ciudad.


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de cabeza cana y rizad o s cabellos, de ro stro vene­ rable y de v o z clara, aunque con servó hasta la vejez su acento p articular africano. D esp u és de su m uer- 10 te fue m u y am ado, un a v ez que desapareció el odio que in spirab a su p o d er o el m iedo que suscitaba su crueldad. /~ y , 20 R ecuerd o haber (leído en un libro de E lio M au ­ ro, liberto de un liberto de A d rian o , llam ado Flegonte, que Septim io Severo cuando ib a a m orir se alegró sin m edida alguna, p o rq u e d ejaba a d os A nton inos con el m ism o p o d e r al frente de la rep ú bli­ ca, com o había hecho A n to n in o P ío, que había de­ jad o al frente de ella a lo s A n ton in o s V ero y M ar­ co. P ero que era m ejo r en su caso, p o rq u e A n ton i- 2 no había d ad o a la rep ú blica rom an a com o em pe­ radores a h ijos ad o p tiv o s, m ientras que él había en­ tregado a sus h ijos legítim os: a A n ton in o , es decir, a B asian o, que le había n acid o de su p rim er m atri­ m on io, y a G eta, de su segu n d a e sp o sa Ju lia. Pero su esperanza le resu ltó totalm ente fallida. E n efec- 3 to, un parricidio p rivó al E sta d o de uno de ellos, y del otro, su vid a licenciosa. Y ninguno de los dos osten tó p o r m ucho tiem po aquel n om bre venera^ ble. Y , al dar un rep aso a los grandes p erson ajes, 4 A u g u sto D ioclecian o, se m e aparece con suficiente claridad que ninguno de ellos han dejado un hijo óp tim o y útil al E sta d o . E n fin, o bien fueron hom - 5 bres que m urieron sin h ijos, o bien m uchos de ellos los tuvieron de tales cualidades, que m ejo r hubiera sido que se hubieran id o de este m u n do sin d es­ cendientes. 21 Para com enzar p o r R ó m u lo 3é, él no dejó nin­ gún hijo. N in g u n o dejó N u m a P o m p ilio 37 que p u ­ diera ser útil al E sta d o . Y ¿q u é decir de C a m ilo ? 38 36 Rómulo, primer rey de Roma, que reinó hasta el 717. 37 El sucesor de Rómulo (717-673). 38 M. Furio Camilo, Dictador, que se apoderó de Veyes en el 396. Desterrado tras el incendio de Roma por los galos en el 390, se enfren-


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¿tuvo acaso h ijo s que se parecieran a él? ¿Y E scip i ó n ? 39 ¿Y los C ato n es, que fueron tan gran des? ¿Y qué decir de H o m e ro , de D em ó sten es, de V ir­ gilio, de C risp o 40, de T eren cio, de P lau to y de o tros m ás? ¿qué decir de C é sar? ¿qué de T ulio 41, a quien sob re tod o le h ubiera resultad o m ejor n o tener h ijo s? ¿Q u é de A u g u sto , quien ni siquiera tuvo un buen hijo ad op tivo, cuan do g o z ó de la p o ­ sibilidad de elegir entre to d o s? Se engañó tam bién el m ism o T rajan o eligiendo a un sob rin o y conciu­ d adano su yo. Pero p asem o s a tratar de lo s hijos legítim os, p ara dejar a un lad o lo s ad op tivos, no n o s vayan a venir al pen sam ien to los A n ton in os Pío y M arco, deidades del E sta d o , ¿q u é h ubiera sido m ás ven turoso p ara M arco A u relio que no haber d eja­ do com o heredero a C ó m o d o ? ¿ Y qué dicha m ay o r para Septim io Severo, que n o haber engendra­ do a B asian o? Q uien asesinó enseguida a su h er­ m ano, tras haberle acu sad o de q ue se p rop on ía tra­ m ar asechanzas contra él, alegando incluso una fic ­ ción de p arricid io: aquél que se casó con su m adrastra — ¿qué digo m ad rastra?— o m ás bien con su p rop ia m adre, en cu y o reg azo había m atado a su h ijo G eta; aquél que asesinó a Papiniano, asilo del derecho y tesoro de la ciencia de la ju risp ru ­ dencia, p or ño haber q u erid o ju stificar el fraticidio qué él había cometido, a Papiano, que además era pre­ fecto para que ya no le faltara tam p oco esta d ig ­ nidad a un hom bre com o él excelente p o r sí m ism o y p or la sab id u ría que p oseía. E n fin, p ara dejar a un lado otros detalles, con sid ero que los vicios de

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tó victoriosamente a ellos y recuperó el tributo que habían pagado los romanos, por lo qúe se le consideró como el segundo salvador y fun­ dador de Roma. 39 Escipión Africano el Joven, quien parece que no tuvo hijos. 40 C. Salustio Crispo (86-35), que escribió, entre otras obras, la Guerra de Yugurta y la Conjuración de Catilina. 41 Es decir, M. Tulio Cicerón, el más famoso orador romano (106-43).


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B asian o con tribu yero n a que Severo, que era un h om bre m u y severo en tocio, e in clu so m u y cruel, fu era con sid erad o p ia d o so y digno de alcanzar los altares de lo s d io ses. D icen que cuan do se vio p o strado p o r l a , enferm edad, envió a su hijo m ay o r aquel divino d iscu rso tran sm itid o p o r Salustio, con el que M icip sa exh ortab a a sus h ijo s a la p a z 42. P ero esto fue en van o y ... a un h om bre al que y a só lo le afectaba la enferm edad. E n fin, A n tom n o vivió durante m u ch o tiem p o sien do blanco del od io p o p u lar y, en consecuencia, aquel n om bre, que h a­ bía sido venerable durante largo tiem po, d ejó de ser estim ado, aunque repartió al p u eb lo vestid os p o r lo que recibió el n o m b re de C aracalla 43, y c o n s­ tru y ó unas term as su n tu o sísim as. Se conserva aún en R o m a el p ó rtic o de Severo, que rep rod uce sus gestas escu lpidas p o r ord en de su h ijo, según ense­ ñar} m uch ísim os escritores. 22 E sto s fueron lo s p resag io s de su m uerte: soñ ó que era elevado al cielo en un carro recam ado de p ied ras p reciosas, tirad o p o r cuatro águilas y de­ lante del cual vo lab a no sé qué cuerpo inm enso con la form a de una figu ra h um ana y que, m ientras era tran spo rtad o, con tó h asta el núm ero ochenta y nueve, p o r encim a del cual n o vivió ni un año m ás, ues llegó al tro n o im perial cuan do y a era viejo. Y , abiendo sid o co lo cad o en m edio de un inm enso círculo de bronce, perm an eció en él durante m u ­ cho tiem po só lo y ab an d on ado . M ás cuando tem ía caer cabeza ab ajo, vio que Jú p ite r le llam aba y le colocaba entre los A n to n in o s. U n a vez que durante la celebración de u n os ju ego s circenses se habían em plazad o, com o de costu m bre, tres estatuitas de yeso de la V icto ria con su p alm a cada una, la del m edio, que tenía un g lo b o en el que estaba inscrito

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42 Salustio, I uS-> 10. 43 Cf. Caracalla, 9,7, ss. Vestidos usados por los galos con la misma función que cumplía la túnica para los romanos.


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su nom bre, se cayó de su p ean a im p u lsada p or el viento, p ero se m antuvo erguid a y así se quedó en el su elo ; la que estaba g rab ad a con el nom bre de G eta se p recip itó al su elo tam bién y se h izo p ed a­ z o s; p ero aquélla que llevaba el nom bre de B a sia­ n o , una vez perdicia su palm a, apenas se m antuvo erguida p o r el rem olino del viento. D esp u és de vi- 4 sitar el m uro que había c o n stru id o ju n to a una em ­ p alizad a en B retaña, cu an d o regresab a a la p o sad a m ás p ró xim a no sólo v ic to rio so , sino con la p a z asegurada p ara siem pre, p en san d o qué presagio le sobrevendría, un so ld ad o etíope que estab a enrola­ d o en uno de sus d estacam en tos m ilitares, de in sig­ ne fam a entre los b u fo n es y c u y o s chistes eran m u y con o cid os, se p resen tó ante él ceñido con una c o ­ ron a de ciprés 44. A l ord en ar airadam ente que le 5 apartaran ae su presencia, con m ov id o p o r el p resa­ gio que au guraba el c o lo r de este h om bre y el de la coro n a que llevaba el etíope, d ijo , según cuentan, p ara m ofarse de él: « T ú lo has sid o to d o , tú has ven cido totalm ente, sé p u es y a u n d io s v ic to rio so .» 6 Y , al llegar a una ciu d ad , cu an d o pretendía hacer un sacrificio, prim ero le con d u jeron al tem plo de B e lo n a 45 p o r una eq u ivo cación del arúspice ru ­ ral 46 y d espués le p resen taron cinco víctim as de c o ­ lor negro. Y , cuando se retiraba a Palacio después 7 de h aber d espreciado aquel p resagio , las negras v íc­ tim as le siguieron casi h asta el m ism o um bral de la casa Palatina p o rq u e lo s sacerd otes las habían d e­ jad o sueltas. 23 E xisten tod av ía repartidas p o r m uchas ciudades

44 Era indicio de muerte. 45 D iosa de la guerra. 46 L os arúspices eran unos adivinos de origen etrusco que deducían

sus predicciones del examen de las entrañas de la víctima del sacrificio. Su prestigio creció durante época imperial. Claudio creó una corpora­ ción con un Haruspex Maximus como jefe. Alejandro Severo creó una cátedra de aruspicina.


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la s o b r a s p ú b l i c a s s in g u la r e s m a n d ó c o n s ­ truir. P ero el hecho m ás n otable de su política fue la reconstrucción de to d o s los san tuarios p úblicos de R o m a que p o r culp a de los años se estaban d erru yen d o, sin haber in scrito casi nunca su p ro ­ p io nom bre, antes bien, hab ien d o m antenido en to ­ d os los lugares las in scrip cion es grab ad as p o r sus fu ndadores. A su m uerte, d ejó los fon do s correspondientes a la con tribución de siete, años, con el fin de, que se p u dieran d istribu ir m erced a ellos se­ tenta y cinco m il m o d io s 47 de trigo diarios y una cantidad tan grande de aceite com o fuera precisa, no sólo para el u so de la ciu dad de R o m a sin o.para las necesidades de to d a Italia. D icen que sü s: últim as p alab ras fueron éstas: «re-: cibí un E sta d o alb o ro tad o p o r tod as las partes y lo dejé en p a z in cluso con la B retaña, entregando a m is A n ton in o s, a p esar de m i vejez y de la gota que m e acosa, un im p erio só lid o , si ellos actúan ade­ cuadam ente, p ero m u y débil, si gobiernan m a l.»,A , continuación, ord en ó que dieran al tribuno com o san to y seña la p alab ra «trab aje m o s», p o rq u e Pértinax dio la p alab ra «lu ch em o s» com o santo y seña cuando fue llam ado al tron o. H ab ía encargado despu és que se hicieran d os estatuas de la F o rtu n a real que suele acom pañ ar a lo s em peradores y que sue­ le colocarse en las estancias de éstos, con el fin de dejar a cada uno de sus h ijo s la im agen de una d i­ vinidad tan ven erable; p ero, viendo que le aprem iaba la hora de la m uerte, ord en ó , según dicen, que colocaran dicha F o rtu n a alternativam ente en la ha­ bitación de los d o s em peradores. B asian o despreció esta orden in cluso antes de com eter el fra­ tricidio. 24 Su cuerpo fue recibido con gran veneración p or todas las p rovincias, desde B ritan ia hasta R o m a,

47 Para su capacidad, cf. Vero, 6,6.

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aunque algunos autores afirm an que solam ente se trasladó a R o m a una cajita de o ro que encerraba sus cenizas y que fue ésta la q u e sepultaron en el sepulcro de lo s A n to n in o s, m ientras que Septim io fue incinerado allí m ism o d on d e m urió. C u an d o con struía el Sep tizo n io 48, lo único q ue pen só fue que su o b ra fuera la prim era con la que se toparan los que venían de A frica. Y dicen que, si durante su ausencia n o hubiera sid o colocada p o r el prefecto de la C iu d ad en el m edio un a estatua suya, su d eseo habría sid o hacer p o r aquella parte la entrada a las estancias de P alacio, es decir, al atrio real. D esp u és, cuando A lejan d ro q u iso llevar a c ab o este p ro y ecto , se dice q ue los arúspices le hicieron desistir de él, p o rq u e n o lo g ró obtener buenos augurios.

48 Cf. n. 34.

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(E lio E sp arcian o)

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E s raro y difícil q ue se confíe adecuadam ente a la literatura la b iografía de aquéllos a los que la vic­ toria sob re o tro s les con virtió en u su rp ad ores y p o r ello tam bién difícilm ente se encuentran en las m e­ m orias y anales to d o s los d ato s p o r com pleto que existen sob re ellos, p u es, en p rim er lugar, aquellos hechos que son im p ortan tes para su h on ra apare­ cen d eform ad os p o r los h isto riad o res; en segundo lugar, o tros han sid o su p rim id o s p o r éstos y , p o r últim o, su vida y su co n d u cta no se investiga con m ucha escru p u lo sid ad , p o rq u e se considera que es suficiente exponer su osad ía, la batalla en la que fueron d errotado s y la p en a que sufrieron. D icen , en efecto, que P escen io N ig r o era deseendiente, según un o s, de fam ilia hum ilde, y, según o tro s, de fam ilia n o b le; que su padre era A n io F u s ­ c o ; su m adre, L am p rid ia, y su abuelo, el adm inis­ trador de A q u in o , de d on d e p roced ía su fam ilia. Pero este detalle aún h o y en día es d u d o so. É ste, educado de form a m ediocre en literatura, feroz de carácter, rico en exceso, fru gal de vid a e inclinado a g o zar desenfrenadam ente de to d o tipo de place­ res, tuvo durante m u ch o tiem po el cargo de centurión en el ejército y llegó a o cu p ar m uchas veces el de general, hasta el p u n to de que, p o r orden de C ó ­ m od o, fue n o m b rad o com andante de la arm ada de Siria, in fluyen do de m anera decisiva en su n o m b ra­ m iento, com o ocu rría entonces con tod o , la reco­ m endación del atleta que estranguló a C ó m o d o .

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D esp u és de que le llegó la n o ticia de que C ó m o ­ do h acía sid o asesin ad o, de q ue Ju lian o había sid o p roclam ad o em perado r y éste m ism o había recib i­ do la m uerte p o r ord en de Severo y del senado y de que tam bién A lb in o había asu m id o en la G alia el n om bre de em perador, P escen io fue p roclam ado em perador p o r las legion es de Siria que tenía a su cargo, según algunos m ás p o r o d io a Ju lian o que p o r rivalidad contra Severo. D u ran te lo s p rim eros 2 días de su gobiern o , a causa del od io que se había su scitado contra Ju lian o , se le favoreció a éste en R o m a de tal m anera, al m enos p o r parte de los se ­ nadores que o d iaban tam bién a Severo, que éstos rogaban p o r su s éxitos, entre las lapidaciones y m al­ diciones generales, y el p u eb lo le aclam aba dicien­ d o : «Q u e lo s d ioses n o s le o to rgu en com o em pera­ dor, que nos le o to rgu en com o A u g u sto .» Sin em - 3 b argo, lo s p op u lares od iaban a Ju lian o , p orq u e lo s so ld ad o s habían dado m uerte a P értinax y le h a­ bían aclam ado a él com o em perador, contravinien­ do la voluntad p op u lar. P o r ello, al fin h ubo gran- 4 des sediciones. P ara d ar m uerte a N ig ro , Ju lian o h a ­ bía enviado a un prim ipilario 2, una determ inación realm ente estúpida, p u es iba d irigid a con tra quien y a d isp on ía de un ejército y se p o d ía defender a sí m ism a, com o si cualquier em perador pudiera ser asesinado p o r un sim ple p rim ipilario. Im p u lsad o, 5 igualm ente, p o r u n a in sen satez sim ilar había envia­ do un su cesor a Severo, cuando éste y a era em pe­ rador. E n fin, había enviado tam bién al centurión 6

1 Para el sentido de populares, cf. Marco, n. 64. Aquí parece que se trata de la chusma, de la masa popular. 2 Cf. Didio Juliano, 6,1; Severo, 5,8. El primipilario (primipilaris o primipilarius) era el título que conservaba como una distinción hono­ rífica, después de que había recibido su licencia, el oficial que había te­ nido el rango de primipilus, es decir, de primer centurión del primer ma­ nípulo de los triarii), cf. Suetonio, C a l, 35 y 38.


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A qu ilio 3, con o cid o y a p o r sus asesinatos de gene­ rales ,creyendo que un centurión p o d ría acabar con un em perador tan grande. Igu al lo c u ra fue, según 7 cuentan, la actuación que tuvo con Severo, p ues se valió de un in terdicto q u e le p ro h ib ía asum ir el p o ­ der, p ara q ue p areciera q u e había accedido antes que aquél al p rin cip ad o legalm ente. 3 E l ju icio que el p u eb lo tuvo sob re Pescenio N i ­ gro se h izo patente en el siguiente hecho: en una ocasión en que Ju lian o ofrecía u n o s ju ego s circen­ ses en R o m a y los asien tos del circo M áxim o 4 se ocu p aron indiscrim inadam en te p o r el p u eb lo que le lan zaba graves in jurias, to d o el m un do, de c o ­ m ún acuerdo, reclam ó la presencia de Pescenio N i ­ gro p o r od io , com o d ijim os, a Ju lian o y p o r am or a Pértinax, aunque éste y a había sid o asesinado. Y 2 se dice que entonces Ju lian o aseguró que ni a él ni a Pescenio les estab a reservad o un gobierno d u ra­ d ero, sino a Severo, a quien iban a od iar m ás lo s senadores, los so ld ad o s, lo s habitantes d e las p ro ­ vincias y los p op u lares. E sto q u edó com pro b ad o p o r los hechos. Pescenio fue m u y am igo de Severo durante el 3 tiem po en que ad m in istró la p rovin cia de L ió n . E n 4 efecto, él m ism o h ab ía sid o enviado allí p ara cap ­ turar a los innum erables d esertores que p o r aquel tiem po agitaban las G alias. Se ganó la m áxim a sim - 5 patía de Severo p o r la h o n o rab ilid ad con que d e­ sem peñ ó esta tarea, hasta el p u n to de que éste, en los inform es que rem itía a C ó m o d o , h ablaba de él com o de un h om bre im prescin dible para la repú­ blica. Y , realm ente, se m o stró enérgico en la disci-

3 Cí. Didio Juliano, 5,7-8; Severo, 5,8. 4 Fue el circo más importante construido por Tarquinio Prisco entre las dos colinas del Aventino y el Palatino, al sur del Capitolio, con ca­ pacidad para 150.000 personas en tiempo de César, ampliándose pos­ teriormente para 385.000 espectadores.


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plina m ilitar. B ajo su m an d o, ningún sold ad o exigió p o r la fu erza a los habitan tes de las provincias leña, aceite y otra ay u d a sim ilar. P o r su parte, tam p o c o aceptó de los so ld ad o s ningún regalo. Igu al proced er ob servó cu an d o desem peñó el cargo de tribuno. Y , y a de em perado r, ord en ó a un destacam entó de tro p as auxiliares cargar a pedradas c o n ­ tra d os tribun os que habían recib id o, según se c o n s­ tató, algunas cantidades ilícitas de m an os de los proveedores. Se con serva una carta de Severo en la ue escribe lo siguiente a R ago n io C e lso , gobernao r de las G alias: « E s un a d esgracia que no p o d a ­ m o s im itar en la ob servación de la disciplina m ili­ tar a aquél al que h em os ven cido en la guerra. T u s so ld ad o s andan de un sitio p ara otro, tu s tribunos se p asan la m itad del día b añ án d ose; en lugar de triclinios tienen tab ern as; en lu gar de d orm ito rios, h a ­ bitaciones de alquiler; dan zan , beben, cantan y c o n ­ sideran que lo que d a la m ed id a de los banquetes es el beber sin m edida. ¿Sucedería esto si quedara aún alguna veta de la disciplin a de n uestros p ad res ? C o rrig e, p o r tanto, p rim ero a lo s trib u n o s; después, a los sold ad o s. E sto s te obedecerán, m ientras te tem an. Pero conviene q u e sep as, y ello p o r el testi­ m on io que n o s ofrece N ig ro , q ue no es p osible q ue los so ld ad o s tem an a lo s trib u n o s y sus jefes, si és­ tos no son ín tegro s.» E sto era lo que decía Severo A u g u sto de Pescenio. D e él, cuan do servía aún en la m ilicia, M arco A n ton in o escribió a C o rn elio B a lb o lo que sigue: «M e alabas a P escenio : lo ap ru eb o , p o rq u e tam bién tu antecesor afirm ó que era valiente en el com bate, p o n d erad o en su m o d o de vivir y , y a entonces, m ás que so ld ad o . E n consecuencia, ne enviado una carta, p ara que se lea ante las banderas, con la orden de que se p o n g a al frente de trescientos arm enios, cien sárm atas y m il de nu estro s sold ad o s. T u ob ligación es m ostrar que este h om bre no ha llegado p o r la am bición, p u es no estab a de acuerdo con

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nuestras costu m bres, sino p o r el valor al rango que m i abuelo A d rian o y m i bisabuelo T rajan o sólo conferían a aq u éllos que habían sid o pu estos a p ru eb a an teriorm en te.» C ó m o d o escribió sob re 4 este m ism o : «Sé q u e P escen io es un hom bre deci­ d ido y le he n o m b rad o y a p o r segu n d a vez trib u ­ n o : le nom braré general en el m om en to en que E lio C o rd u en o h aya ren u n ciad o a su cargo p olítico, de­ b ido a sus m u ch os añ o s.» E sta s eran las opiniones 5 generales sob re él. Y h asta el p ro p io Severo asegu­ ró en m uchas ocasion es que p erd on aría a Pescenio si no se ob stin ab a en su p ro p ó sito . Finalm ente, P es- 6 cenio, al ser p ro m o v id o al con su lad o p o r C ó m o ­ do, se vio an tepuesto a Severo, quien se irritó m ás aún p o rq u e N ig r o había o b ten id o dicha m agistra­ tura gracias a las recom en d acion es de los centurio­ nes. Severo afirm a en su biografía 5 que en una oca- 7 sión en que estuvo enferm o, antes de que sus hijos tuvieran la suficiente edad com o p ara p od er asum ir el p od er, tuvo la in tención de n o m brar com o su ­ cesores, en caso de que le ocurriera alguna d esgra­ cia, a P escenio N ig r o y C lo d io A lb in o , que fueron después los d os su s m ás en carn izados enem igos. 8 E sto indica tam bién cuál era la opin ión que Severo tenía sob re Pescenio. 5 Si creem os a Severo, N ig r o am bicionaba la g lo ­ ria, vivía hipócritam ente, tenía costum bres deprava­ das y era de edad av an zad a cuan d o asaltó el trono (p o r eso le echa en cara su s am biciones), com o si el p ro p io Severo h u biera llegad o al tro n o sien do m ás joven, él, que se q u ita añ o s, p u es fue em perador d u ­ rante dieciocho añ os y m u rió a los ochenta y nueve. Severo envió a H eráclito p ara q ue ocup ara B iti- 2 nia y a F u lvio p ara que se apod erara de los hijos de N ig ro , y a crecidos é. N o ob stan te, n o h izo nin- 3

5 Cf. Severo, 3,2. 6 Ibid., 4,10.


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gun com entario en el sen ado sob re N ig ro , a p esar de que había recibido noticias sob re su acceso al p o ­ der y de que se d irigía personalm ente a resolver la situación crítica de O rien te. E n realidad, lo único que h izo al p artir fue enviar unas legiones a A fri­ ca para que P escenio n o la p u d iera o cu p ar ni p u ­ diera aprem iar al p u eb lo ro m an o con el ham bre, pu es parecía que aquél p o d ía con segu ir este p ro p ó sito atravesando Siria y E g ip to , provincias p ró x i­ m as a A frica, a p esar de la dificultad del itinerario p o r tierra y p o r m ar. M ientras Severo se dirigió a O riente, P escenio m antenía realm ente el control sob re G recia, las T racias y M acedon ia, después de h aber dado m uerte a un gran núm ero de ciu d ad a­ nos ilustres, y exh ortaba a Severo a participar con él en el gobierno del im p erio. Pero fue declarado enem igo p ú b lico p o r éste ju n to con Em iliano a c au ­ sa de los asesinatos q ue había realizado. D esp u és fue d errotado p o r los generales de Severo en la b a ­ talla que p resentó p o r m edio de su lugarteniente E m iliano. Y , a p esar de que le p rom etía un destierro segu ro si se retiraba de las arm as, inició la lucha p o r segunda vez p ersistien d o en su p ro p ó sito , p ero fue d errotado y h erido en los alrededores de una la ­ guna 7, ju n to a C ízic o , m ientras intentaba huir. Y en estas condiciones fue llevado ante Severo, reci­ biendo inm ediatam ente la m uerte. Su cabeza fue enviada a R o m a después de haber sid o pasead a clavada en una p ic a, sus h ijo s y su e s­ p o sa fueron asesin ad os, su s bienes p atrim oniales con fiscad os y tod a su fam ilia extinguida. Pero tod os estos actos se llevaron a cab o d espués de que se tuvo conocim iento de la su blevación de A lbino, p u es anteriorm ente Severo só lo había desterrado a lo s h ijos de N ig ro y a su esp osa. Pero Severo se en-

7 En Bitinia, cerca de Nicea.

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fureció p o r esta segu n d a guerra civil; m ás aún, la tercera le volvió m ás cruel, y fue entonces cuando, 4 al asesinar a un núm ero de senadores incalculable, u n os le dieron el n o m bre de Sila el A frican o y o tros el de M ario 8. F u e de elevada estatu ra, de elegante figura, de ca- 5 bellos con rizo s gracio so s en su coronilla, de v o z cavernosa, aunque arm on iosa, de tal m anera que cuando h ablaba en el cam po se le p o d ía oir a m il p aso s de distancia, a n o ser que el viento fuera con ­ tarlo, de ro stro p u d o ro so y perm anentem ente so n ­ rosad o , de cuello negro h asta tal p u n to que, al decir de m uchas p erso n as, récibió p o r ello el n o m ­ bre de N ig ro , de blancura deslum brante en las res- 6 tantes partes del cu erpo y bastante grueso, in sacia­ ble en la bebida, p arco en la com id a y d escon oced or ab solu to del p lacer sexual, salvo p ara engendrar hij o s . E n fin, in cluso tom ó la determ inación de cele- 7 bjáW en la G alia d eterm in ad os ritos sagrad o s que se reservan a las p erson as h on estas, p ero con el con ­ sentim iento del p u eb lo. A éste le con tem p lam os ac- 8 tualm ente en la colu m n ata sem icircular de lo s ja r­ dines de C ó m o d o , en un a p in tu ra de un m osaico , celebrando los ritos de Isis entre lo s am igos ínti­ m os de C ó m o d o . A ellos se entregó con tanta de- 9 voción que se afeitaba la cab eza, llevaba en p ro c e­ sión la im agen de A n u b is y hacía en ella tod as las p au sas rituales. E l fue, p u es, excelente so ld ad o , tribuno excep- 10 cional, em inente general, legad o severísim o, cónsul insigne, h om bre ad m irad o p o r su com portam iento en su casa y fu era de ella, y em perado r desdichado. H u b iera sid o m u y útil al E sta d o b ajo el gobierno

8 Alusiones a las proscripciones de Sila y Mario. Recibía el apelativo de Africano (Punicus) por haber nacido en Africa. 9 Cf. Cómodo, 9,3 y ss.


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de Severo, hom bre de rígido carácter, si hubiera aceptado m antenerse unido a él. 7 Pero N ig ro fue engañ ado p o r los funestos c o n ­ sejos de A ureliano, quien le h izo persistir en sus pretensiones al tron o, d esp o san d o a su s hijas con los hijos de aquél. Fue tan grande su autorid ad que, al ver que las 2 provincias se arruinaban p o r la facilidad con que se cam biaba el aparato adm inistrativo, escribió p r i­ m ero a M arco A u relio y desp ués a C ó m o d o re­ com endándoles com o prim era m edida que no cam ­ biaran a ningún g ob ern ad or, legado o procón su l antes de que transcurrieran cinco años, pues en ese caso se verían o b lig ad o s a dejar el cargo antes de h a­ ber aprendido a d esem peñarlo. D esp u és, para que 3 no accedieran a gobern ar el E sta d o nom bres «n u e ­ v o s», exceptuando los cargos adm inistrativos del ejército, d isp u so que los que habían sido asesores 10 fueran luego gobern ad ores en aquellas provincias en las que habían d esem p eñ ado aquella función. 4 P osteriorm ente, Severo y m uch os otros em perado­ res m antuvieron estas d isp o sicio n es, com o lo p ru e ­ ban las prefecturas de P aulo y de U lpian o , que fo r ­ m aron parte del co n sejo de P apiniano e inm ediata­ m ente d espués de haber ejercido el uno la secreta­ ría de las m em orias y el otro la de los inform es 11

10 Se debe el nombre de asesores (assessores) a las personas que acon­ sejaban y ayudaban a un magistrado en sus funciones, formando parte de su séquito. También los gobernadores de provincia llevaban en sus séquitos un consilium de asesores que no podían ser naturales de las pro­ vincias donde ejercían el cargo y que recibían el nombre de comites o contubernales. En el Bajo Imperio los rectores y praesides debían re­ querir sus consejos en asuntos judiciales. 11 Se trata de dos funcionarios, el a libellis y el ab epistulis, que ejer­ cían la administración de los oficios (scrinia) imperiales, creados por Claudio. Adriano los eligió luego entre el orden ecuestre. Los otros dos fueron el a rationibus de «cuestiones financieras» y el λ cognitionibus de «denuncias y litigios». Caracalla creó el quinto, a memoria, que en­ tendía de distintos problemas políticos, cf. 22,8.


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fu eron n o m b rad o s en seguida p refectos. C u rsó tam - 5 bién la d isp o sició n de que nadie desem peñara la función de aseso r en su p ro p ia p rovin cia y que na­ die que no fuera ro m an o de R o m a, es decir, oriun- 5 do de la m ism a C iu d ad , p u d iera desem peñar un cargo adm inistrativo en R o m a. A sig n ó adem ás sueldos a los ju eces aseso res p ara que no resultaran grav osos a las p erso n as q ue acon sejaban, p ues d e­ cía que el ju ez no debía ni d ar ni recibir nada. M o s- 7 tró una severidad tan gran de con su s so ld ad o s que un día que le p id iero n vin o las tro pas que p ro te ­ gían la fron tera de E g ip to , resp o n d ió : «¿T en éis el N ilo y m e pedís v in o ?» E n efecto, la d u lzu ra del agua de este río es tan grande que los que habitan sus riberas no sienten d eseo s de-beber vino. Y a los g so ld ad o s que habían derrotadjo4 ) o s sarracenos, que alborotab an y decían: « N o p o d em o s luchar, p ues no tenem os v in o », les d ijo : «A v erg o n za o s, p ues los que os han ven cido beben agu a.» Y a los p alestin os 9 que le pedían que aliviara sus im p u estos, pues se los habían so b recargad o , les resp o n d ió : «V o so tro s queréis ver d ism in u id o el im p u esto sob re vuestras tierras; y o , en cam bio, desearía que p agarais in clu­ so p o r el aire que re sp iráis.» Finalm ente, la p ito n isa del A p o lo de D elfo s 12, en un m om en to de gravísim a turbación del E sta d o , cuando corrían ru m ores de que había y a tres em ­ p erad ores, Septim io Severo, P escenio N ig ro y C lo ­ dio A lb in o, a las con sultas que le hicieron p regu n ­ tándole quién de los tres convenía m ás a la repú-

12 Delfos, ciudad de la Fócida, al Sureste del monte Parnaso. La par­ te superior de la ciudad estaba consagrada a Apolo, cuyo templo, uni­ versalmente famoso, fue construido por el corintio Espintoro a costa de todos los griegos. Su oráculo era consultado por todo el mundo pa­ gano. Se hizo célebre su pitonisa, la sacerdotisa que lanzaba sus vatici­ nios entre los vapores que salían de la boca de un antro que había en el templo.


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blica contestó, según dicen, con un verso griego de este tenor: «E xtraord in ario es el N e g ro , bueno el A frican o, pésim o el B lan co .» D e acuerdo con el verso , se in terpretó que el vaticinio llam aba N e g ro a N ig ro , A frican o a Severo y B lanco a A lb in o. Y h u b o quienes, m ovidos p o r otra extraña cu rio sid ad , p regun tab an quién sería el que alcanzaría el im perio. A estas preguntas el o rá ­ culo resp on d ió con o tro verso com o el que sigu e:

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«Se derram ará la sangre de un anim al blanco [y negro y regirá el im p erio del orb e un descendiente [cartaginés.» Igualm ente, cuando p regu n taro n quién sería el que sucedería a éste, dicen que resp on d ió tam bién con un verso griego:

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«A quien concedan los dioses ostentar el [nom bre de P ío » verso que no se com prendió hasta que Basiano tom ó el nom bre de A n ton in o 13, que fue la verdadera m arca de identidad de Pío. Igualm en te, cuando se preguntó durante cuánto tiem po iba a ser em pera­ dor, dicen que resp o n d ió en griego: «Se em barcará d o s veces en el m ar de Italia [con cien naves 14 siem pre que un a sola nave logre atravesar el [m ar», de donde se d edu jo que Severo iba a estar en el p o ­ der durante veinte años. 9 E sta s son , ¡oh , D ioclecian o, el m ás exim io de los

13 Cf. Severo, 10,3. 14 Adaptación del verso 1,386 de la Eneida.

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A u g u sto s!, las co sas que h em os llegado a saber so ­ bre Pescenio, m erced a la lectura de m uchos libros. E n efecto, com o d ijim os al com ien zo de este v o lu ­ m en, n o es fácil q ue h aya alguien que se dedique a escribir las biografías de aquéllos que no fu eron príncipes de la rep ú blica, o no fu eron p roclam a­ d o s em peradores p o r el sen ado, o no p u dieron lle­ gar a la cim a de la fam a p o r haber recibido m u y p ro n to la m uerte. É sta es la razón p o r la que V in- 2 dex 15 perm anece ig n o rad o , P isón es d escon oci­ d o y son d esco n o cid o s tam bién to d o s aquéllos que solam ente lo graro n ser ad o p tad o s, o fueron acla­ m ad os em peradores p o r lo s so ld ad o s, com o A n to ­ nio 17 en ép oca de D o m ic ian o , o fueron rápidam en­ te asesin ad os perd ien d o su vid a y la p o sesión ilícita del trono. R éstam e ahora hab lar sob re C lo d io A l- 3 bino, al que se le con sid era casi com o un aliado de Pescenio, p ues se rebelaron a un m ism o tiem po contra Severo y fu eron d erro tad o s y m uertos p o r este m ism o em perador. Sob re él tam p oco existen 4 d ato s su ficien tem en te claros, p o rq u e su suerte corrió p areja a la de P escenio, aunque su vid a d i­ fiere bastante de la de aquél. Y p ara que no dé la im p resió n de que he p asad o 5 p o r alto algunos detalles que atañen a Pescenio, aunque éstos se p ueden leer en o tro s libro s, diré que lo s adivinos p red ijero n a Septim io Severo que Pescenio no caería ni vivo ni m uerto en süs m anos,

15 C. Julio Vindex, gobernador de la Galla Lugdunense que persua­ dió a secuanos, eduos y arvernos para rebelarse contra Nerón. Las le­ giones germanas, incitadas por la posibilidad de saquear las ciudades re­ beldes, lucharon contra él, que al fin se suicidó, cf. Suetonio, Nero, 60. 16 C. Calpurnio Pisón, cabecilla de una conspiración contra Nerón en el año 65, cf. Tácito, Ann., XV, 48-52. 17 L. Antonio Saturnino, gobernador de la Germania superior que consiguió que en el año 88 le nombraran emperador dos legiones de Ma­ guncia; pero Lucio Norbano, el gobernador de la Germania inferior, acabó con sus pretensiones.


P E SC E N IO N IG R O

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sino que perecería ju n to a las aguas, p re^ ició n ,(^ue 6 algunos autores atribu yen al m ism o Severo, que era m u y perito en el arte adivin atorio. Y la verdad no faltó a las resp uestas de los adivin os, p u esto que los so ld ad o s de Severo en con traron a Pescenio m o ri­ bundo junto a la lagu na 18. 10 E ste fue de una severidad tan grande que, cu an ­ do vio que algunos so ld ad o s bebían en una copa de p lata durante las m archas, dio la orden de que ale­ jaran tod o s los utensilios de p lata del alcance de los expedicionarios, con una cláusula adicional que perm itía la u tilización de vaso s de m adera, d isp o ­ sición que su scitó realm ente el od io del ejército contra él. A rgu m en taba, en efecto, que p od ía d arse 2 el caso de que los b agajes de los so ld ad o s cayeran en p od er de los enem igos y q ue no se debía p e r­ m itir que las naciones extranjeras se pudieran vanagloriar de utilizar nu estro s v a so s de plata, siendo los de m adera, al parecer, m en os a p ro p ó sito p ara inflam ar la jactan cia de los enem igos. O rd en ó q ue 3 los so ld ad o s n o bebieran vino en cam paña, sino que to d o s se contentaran con vinagre. P ro h ibió tam bién 4 que los confiteros siguieran tras las expediciones, ordenando que los so ld ad o s y tod os los dem ás se contentaran con la galleta 19. M andó cortar la ca- 5 beza a diez so ld ad o s de una m ism a com pañía p o r haberse com id o un p o llo que había ro b ad o uno de ellos, y h ubiera hecho ejecutar la orden, si no le h u ­ biera ro gad o tod o el ejército h asta el p u n to casi de infundirle m iedo de que se originara un a sedición. Y , a pesar de que p erd o n ó la acción,' condenó a lo s 6 diez so ld ad o s a p agar al provinciano d iez veces el valo r que tenían los p o llo s, añadiendo que durante tod a la expedición nadie encendiera fu ego en las

18 Cf. 5,8: 19 El buccellatum, galleta dura que se distribuía en las raciones que se repartían para las marchas.


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acam padas q ue hacían lo s m an íp u los, para que los so ld ad o s no p udieran com er ningún alim ento re­ cién cocid o, sino só lo p an y viandas frías, asignán­ doles vigilantes q u e les hicieron cum plir estas ó r­ denes. O rd en ó igualm ente que los so ld ad o s que iban a ir a la gu erra no llevaran m on ed as de o ro ni de p lata en el cinto, sino q ue las confiaran a una caja pública, p ara recup erarlas d espués de la guerra, asegurándoles que los d ep o sitario s a quienes se las habían con fiad o se las devolverían con to d a segu ­ ridad a sus h ijos y esp o sas, com o legítim os herede­ ro s, p ara que n o llegara a m an os de los enem igos ningún botín, si p o r az ar la fortu n a les era adversa. P ero tod as estas d isp o sicio n es, a causa de la d iso lución general que rein aba en tiem po de C ó m o d o , le fueron d esfavorables. E n fin, aunque en su tiem p o no se con sid eró a ningún general m ás severo que a él, esta severidad fue c au sa de su ruina m ás que < d e su g lo r ia > 19 hn\ sin em bargo, d espués de m uerto, una vez q ue d esap arecieron la envidia y el od io, se adm iraron aq u ellos ejem plos. E n tod as las expedicion es que hacían, com ía el 11 rancho del ejército delante de su tienda a la vista de tod o s. Y nunca b u scó lugares cubiertos p ara guarecerse del so l o de la lluvia si lo s so ld ad o s tam ­ p o c o disponían já^teljos, E n fin, tras haber m o stra­ do la lista de los yagajes a los so ld ad o s, consideró que él y sus esclavos debían llevar en tiem po de uerra la m ism a cantidad que se llevaba p o r aquéos, aunque a sus esclavos lo s cargaba tam bién con las p rovisio n es, p a ra que n o hicieran ellos las m ar­ chas d esp reo cu p ad o s y lo s so ld ad o s cargad os, lo que p od ría ser visto p o r el ejército con desagrado. Ju r ó tam bién en el curso de una asam blea que, d u ­ rante to d o el tiem po que había perm anecido en cam paña y el que aún perm anecería después, ni ha-

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19 k" Recojo en la traducción la idea que se sugiere con la conjetura de Peter: < g loriam attu lerunt>.


PESCENIO NIGRO

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bía actuado ni actuaría de d istin ta m anera que un sold ad o, p ues tenía ante sus o jo s a M ario y o tros generales sim ilares. Y n o trab ó jam ás otras conver- 4 saciones que no versaran sob re A n íb a l 20 y genera­ les com o él. Finalmente, un día que un individuo qui- 5 so recitar un panegírico en su h on or, cuando ya era em perador, le d ijo : «E scrib e las glorias de M ario, de A níbal o de cualquier otro general extraordina­ rio que haya m uerto y di cuáles fu eron sus g e s­ tas, para que n o so tro s le im item os. P o rqu e es u n a 6 m ofa cantar la gloria de los v ivos, sobre todo la de los em peradores de quienes se espera conseguir algo, a quienes se tem e, quienes p ueden p rom ocio nar a diversos cargos p ú b lico s, d ar la m uerte o en­ viar al d estierro.» Su d eseo, en cam bio, era agradar en vid a y que se le elogiara un a vez m uerto. 12 E ntre los em perado res, estim ó a A u gu sto , a V e s­ p asian o, a T ito , a T rajan o , a P ío y a M arco; a los o tros lo s llam aba h om b res de p a ja o seres veneno­ sos. Y entre los o tro s p erson ajes celebrados en las h istorias p refirió a M ario 21, C am ilo 22, Q uintio 23 y M arcio C o rio lan o 24. P ero cuan d o le pidieron su 2 opinión sob re los E scip io n es, dicen que resp on d ió que habían sid o m ás d ich oso s que fuertes, y que esto lo d em ostraban tanto su vid a de fam ilia com o su juventud, p ues ésta n o había sid o brillante en lo s d os casos durante el tiem po que vivieron en la p a ­ tria. T o d o s tienen la segu rid ad de que, si hubiera 3

20 Aníbal, famoso general cartaginés (247-138) que participó activa­ mente en la segunda guerra púnica. 21 Sobre Mario, cf. Avidio Casio, 3,8, n. 12. 22 M. Furio Camilo, cf. Severo, n. 38. 23 Quintio Cincinato, dictador en el año 458 a. de C., en el que ven­ ció a los ecuos que se habían sublevado, y en el 439, para calmar los disturbios que originó el asesinato de Espurio Malio. 24 Cn. Marcio Coriolano, que destacó en la toma de la ciudad de C a ­ rióles, por lo que adquirió este nombre. Intentó eliminar el tribunado de la plebe y fue desterrado. Desde el destierro se dirigió contra Roma, pero rompió el cerco de la Ciudad a instancias de su madre Veturia.


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alcanzado el im p erio, h ab ría corregido to d o s los excesos que Severo no p u d o o no q uiso corregir y que habría actuado no con crueldad, sino, m ás bien, con benignidad, p ero con un a benignidad al estilo m ilitar, no indolente, necia o ridicula. A ú n se p uede visitar h o y en R o m a, en el cam po de Jú p iter , su casa, que se conoce con el nom bre de Pesceniana, en la cual se em plazó un año d es­ pués de su vuelta de T e b as, en un salón con tres es­ tancias, una estatua su y a escu lp ida en m arfil tebano, que él había recib id o del rey de T eb as y que re­ p rod u cía sus faccion es. Se conserva tam bién un epigram a griego que en latín encierra esta idea:

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«Y érgu ese aq u í la estatua del corpulento N igro , terro r del sold ad o egipcio, aliado de T eb as y q ue desea la edad de oro. L e am an lo s reyes, le am an los p u eb los, le [am a la d orad a R o m a y es q u erid o de lo s A n to n in o s y del im perio. Tiene el n o m bre de N ig ro , negra hem os es­ c u lp id o su estatua, para que, oh m etal, el aspecto de su figura [coincida con el tu y o .»

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C iertam ente, Severo n o q u iso que se borraran los versos de esta in scrip ción , a p esar de que así se lo p ro p u siero n los p refectos y lo s m aestros de oficios, a los que les añ ad ió: «S i él fue así, que tod o s sepan qué clase de h om bre es el que hem os ven cid o; si no lo fue, que to d o s pien sen que n o so tro s hem os vencido a un h om bre sem ejante: p o r tanto, que se m antenga así la in scrip ción , pues éstas fueron sus características.»

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13 Lugar desconocido actualmente.

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12.

C L O D IO A L B IN O

(Julio C ap itolin o )

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D esp u és de la m uerte de P értinax, q u e fue asesi­ nado p o r in stigación de A lb in o , casi a un m ism o tiem po sim ultáneam ente fu eron proclam ado s em ­ p erad ores Ju lian o en R o m a p o r el senado, Septim io Severo p o r el ejército en Siria, P escenio N ig ro en O riente y C lo d io A lb in o en la G alia. P o r cierto, 2 H ero d ian o dice que A lb in o fue el C é sa r de Seve­ ro \ Pero, com o cad a uno de ellos consideraba in ­ dign o que reinara el o tro y lo s ejércitos de la G alia y de la G erm an ia tam p o co p o d ían tolerar que cad a cual tuviera su p ro p io em perador, su rgió una ag i­ tación general p o r to d as las partes del im perio. C lo d io A lb in o fue de fam ilia noble y natural de 3 la ciudad de H ad ru m eto , de A frica. P o r esto se atri- 4 buía a sí m ism o aquel oráculo p o r el que dijim os en la vida de P escenio que Severo había sido ala­ bado, no queriendo que se in terpretara com o «el m ás m alvado es el B lan co (A lbus)», aquella frase

1 Herodiano, historiador griego que describió en ocho libros el pe­ ríodo que media desde la muerte de Marco Aurelio hasta la elevación de Gordiano. Para más detalle, cf. la introducción de Juan J. Torres Esbarranch, Herodiano, Historia del imperio romano después de Marco Aurelio, Madrid, 1985. El pasaje paralelo es 11,15,3, donde dice: «Con el señuelo de los honores sedujo a Albino, que por otra parte era un hombre vanidoso y muy simple... Lo nombró César y con esta parti­ cipación en el poder se anticipó a la aspiración que más ilusionaba a Al­ bino.»


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que figuraba en el m ism o verso en el que se con ­ tenía el elogio de Severo y la alabanza de Pescenio N ig ro . P ero, antes de que y o diserte sob re su vid a 5 y sob re su m uerte, será p reciso decir qué es lo que le h izo ilustre. E n una ocasión en que C ó m o d o quería nom brar un candidato p ara que suced iera a A lb in o , le rem i­ tió a este m ism o un a carta en la que le ord en aba que asum iera la dign id ad de C ésar. H e in sertado 2 aqu í un extracto: « E l em perad o r C ó m o d o a C lo ­ dio A lb in o. E n otra ocasión te envié una carta o fi­ cial para hablarte de tu su ceso r y de tu nuevo car­ g o ; p ero ahora te envío ésta de carácter fam iliar e íntim a, com o ves, escrita to d a ella de m i p u ñ o y le­ tra, p o r la que te he con ced id o autorización p ara que, si fuera p reciso , te presen tes a lo s so ld ad o s y asum as el título de C ésar, p u es tengo entendido que 3 Septim io Severo y N o n io M u rco hablan m al de m í ante los so ld ad o s, p ara p ro cu rarse la dignidad del pu esto de A u g u sto s. C u an d o h ayas hecho esto, ten- 4 drás adem ás libre facultad p ara o to rg ar una p aga de h asta tres m onedas de o ro , p o rq u e he enviado tam ­ bién y o a m is ad m in istrad ores un a carta en este sen­ tido, sellada con un a estam pilla de la A m azo n a 2, que tu recibirás p erson alm en te y que entregarás a lo s recau dadores, si es necesario, p ara que te o b e­ dezcan cuando des alguna orden relativa al erario. Y p ara que tú osten tes adem ás algún sím b olo de la 5 m ajestad im perial, d isp o n d rás de la inm ediata fa­ cultad de u tilizar el m an to de e sc a rla ta 3, tanto cuando te halles lejo s de m í com o en m i presencia, p ara después vestir tam bién la p ú rp u ra, p ero sin

2 Según Cómodo, 9,9, este emperador tenía un retrato de Marcia, ataviada de Amazona. 3 Se trata del paludamentum, que se usaba en la época republicana por los generales, cf. Marco, 14,1, n. 48.


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oro 4, p o rq u e tam bién m i ab uelo V ero, que m urió cuando era un niño, recibió esta distinción de A drian o que le ad o p tó ». 3 A un que A lb in o recibió esta carta, n o quiso h a­ cer lo que se le ord en aba en ella, p u es veía que C ó ­ m o d o estaba a p u n to de ser asesin ad o, p orq u e con sus desm anes había d estru id o la república y se h a­ bía cubierto de ign om in ia y p o rq u e tem ía que iba a recibir la m ism a suerte que aquél. E n fin, se conserva un d iscu rso su y o en el que hace m ención a esta negativa, p ron u n ciad o cuan d o recibió el p o ­ d er im perial que, según algu n os, le fue confirm ado tam bién p o r la decisión de Severo. É ste es un extracto de él: «C o m p añ e ro s de arm as, y o he sid o in ­ d u cid o a asum ir el im p erio en contra de m i v o lu n ­ tad. L o p ru eb a el hecho de q ue y o desprecié el tí­ tulo de C ésar que C ó m o d o m e o to rg ab a ; pero d ebo som eterm e a vu estra vo lu n tad y a la de Severo A u ­ gu sto, p o q u e creo q ue só lo un h om bre exim io y un varón valiente p uede g obern ar bien la república. Y n o se p uede negar lo que cuenta tam bién M ario M áx im o : que Severo tu vo al p rin cipio la intención de dejar com o su cesores su y o s a P escenio N ig ro y a C lo d io A lb in o , si le o cu rría alguna desgracia. P ero d espués, d esean d o ap o y ar a sus hijos ya m ay o rcitos y sin tién dose celoso p o r el am or que su s­ citaba A lb in o , cam bió de op in ió n y les aniquiló a am bos en un a guerra, im p u lsad o ante tod o p o r los ru egos de su esp osa. E n fin, Severo le designó tam bién cónsul, lo que n o hubiera hecho si no se h u ­ biera tratado de un h om bre excepcional, dado que era una p erso n a escru p u lo sa en la elección de lo s m agistrados. 4 P ero, p ara volver a hablar de él, A lb in o fue,

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4 Era la toga triunfal de púrpura, bordada en oro, que los empera­ dores utilizaban en actos de especial relieve.


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com o he dicho, o riu n d o de H ad ru m eto , p ero de una fam ilia d istin gu id a entre su s p aisan os y em pa­ rentada rem otam ente con las fam ilias rom anas de los P o stu m ios, A lb in o s y C e y o n io s 5. E sta fam ilia 2 sigue siendo tam bién h o y , C o n stan tin o M áxim o, n obilísim a y ha sid o enaltecida p o r ti y aún será enaltecida m ás, aunque ella y a ad q u irió gran p re s­ tigio gracias a G alien o y a lo s G o rd ian o s. N o o b s- 3 tante, éste nació en un a casa m od esta, con una he­ rencia m uy escasa. Su p ad re, C ey o n io P o stu m o , y su m adre, A u relia M esalina, eran p erson as p iad o - 4 sas y él fue su h ijo p rim o gén ito . R ecib ió el nom bre de A lb in o p o rq u e, cuan d o le extrajeron del útero, en contra efe lo que suele ocu rrir con los niños, que norm alm ente adquieren un c o lo r ro jizo cuando na- 5 cen, él era b lan q uísim o. L a veracid ad de este hecho q u eda con statad a p o r un a carta que su p ad re entre­ gó a E lio B asian o, que entonces era p ro có n su l de A frica, pariente, segú n parece, de su s p ad res. C a rta 6 de C ey o n io P o stu m o a E lio B a sian o : «M i hijo ha nacido el día siete antes de las calendas de diciem ­ bre y to d o su cuerpo ha ad q u irid o inm ediatam ente una blancura tal que su p era a la del lienzo en el que 7 ha sido envuelto. P o r ello, tras aceptarle com o hijo legítim o, le he con fiad o a la fam ilia de los A lb in o s, que tu com partes con m igo , y le he im p uesto el nom bre de A lb in o. T e ru ego que sigas velando ce­ losam ente, com o lo haces, p o r el E sta d o , p o r ti m is­ m o y p o r n o so tro s.» 5 Pues bien, A lb in o p asó to d a su in fancia en Á fri­ ca, h ab ien d o sid o m ediocrem ente in stru id o en

5 Según Magie (The scriptores, I, p. 466, n. 2), la formación de estos nombres la utilizaría el autor como un medio para asociar a los Ceyo­ nios Albinos, una famosa familia del siglo IV , con los Postumios Albi­ nos, famosos en el siglo II a. de C. Este deseo de buscar orígenes no­ bles para los Ceyonios Albinos se ha utilizado como argumento de que parte de la Historia Augusta no se escribió antes del final del siglo iv.


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las letras griegas y latinas, p o rq u e ya d esd e enton­ ces poseía un espíritu altanero y belicoso. Efectivam ente, se dice que solía cantar a m enudo en la es­ cuela con los dem ás n iñ os esto s v erso s: «E m p u ñ o , com o un loco, las arm as; y no hay [suficiente razón para ello» repitiendo: «E m p u ñ o , c o m o un lo co , las arm as...» 6. D icen que cuando nació corrieron un buen núm ero de p resagios que le anunciaban el im perio. E n efecto, nació un toro blanco con cuernos de color p ú rp ura intensísim o, lo que se con sid eró com o un m ilagro tanto p o r los cuernos com o p o r el color. Y dicen tam bién que dichos cuernos, que habían sido d epo sitad o s p o r él m ism o en el tem plo de A p o lo de C u m as siendo tribuno, perm anecieron allí m ucho tiem po y que, cuando intentó sacar de este tem plo las suertes sob re su d estin o, se le resp on d ió p or el orácu lo con estos verso s: «E ste salvó al E sta d o rom an o cuando le p er­ t u r b a b a un gran tum ulto, cual jinete, d estruirá a los cartagineses y al in ­ d o m a b le G alo » 7. Y , realm ente, con sta que él su b y u gó a m uchos pu eblos en la G alia 8. Sin em bargo, personalm ente tenía la sosp ech a de que se le había atribuido a él la expresión «d estru irá a los cartagin eses» que se re­ fería a Septim io Severo, p u esto que era africano. H u b o tam bién otro p resagio q u e le auguró el im ­ perio. E n efecto, cuan do nació este pequeñuelo, un p escad or le llevó a su p ad re c o m o regalo una to r­ tuga gigantesca, siendo así que la fam ilia de C ésar te n ía la costu m bre especial ae lavar a los niños de la casa en una concha de tortuga. El padre de A l-

6 Virgilio, Eneida, 11,314. 7 Ibid., 6, 857-858. 8 Cf. 6,3.

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bino, que era una p erso n a in struida, considerando ese hecho com o un p resag io , aceptó con gusto la tortu ga y ord en ó que cuidaran de ella y que la uti­ lizaran p ara los bañ os calientes del niño, esperando que ello p ro v o caría su fu tu ro p restigio. A p esar de 8 que raram ente se ven águilas p o r el lugar donde na­ ció A lb in o , el sép tim o d ía de su nacim iento, a la h ora del convite que se ofrecía p ara festejar el na­ cim iento del niño y en el m om en to en que se le im ­ ponían los distin tos n o m b res, siete águilas p equ e­ ñas fu eron arrancadas de sus n ido s y colocadas, com o si se tratara de un ju eg o , en torno a la cuna del niño. T a m p o c o su p ad re despreció el presagio, sino que ord en ó que las alim entaran y cuidaran con atención. S obrev in o otro p resag io m ás: aunque era 9 costu m bre envolver a los n iñ os de su fam ilia en p e­ queñas ven das de co lo r ro jo , a éste le cubrieron con una ven da ancha de co lo r p ú rp u ra p orq u e, casual­ m ente, estaban aún h úm edas las vendas pequeñas q u e había lavad o y p re p arad o su m adre antes de dar a luz. P o r ello su n o d riza en plan jo c o so , le dio tam ­ bién el nom bre de P o rfirio ®b,s. É sto s y o tros m ás 10 fu eron los sign o s de su fu tu ra soberanía. Q u ien quiera con o cerlo s que lea a E lio C o rd o 9, que narra tod as las frivolid ad es que se cuentan sob re p re sa­ gios com o éstos. T an p ro n to co m o llegó a la adolescencia, se con ­ sagró al· ejército y su s parientes L o lio Sereno, B e ­ bió M ecian o y C e y o n io P o stu m ian o le dieron a co ­ n ocer a lo s A n to n in o s. M a n d ó com o tribuno jine­ tes dálm atas. M an d ó tam bién a los so ld ad o s de la 2 cuarta y de la p rim era legión. M an tuvo con fideli-

8bls Porphyrins «Porfirio» γ purpura están relacionados, pues ambos términos devienen del griego πόρφυρη. 9 Elio Junio Cordo, historiador citado por distintos autores de la Historia Augusta, cf. Maximinos, 4,1; 6,8; Gordiano, 4,6; 5,6; Maximo y Balbino, 4,2.


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dad los ejércitos de B itin ia durante la rebelión de A vid io. P osteriorm ente, C ó m o d o le trasladó a la 3 G alia, donde hizo célebre su nom bre no sólo entré los rom anos, sino tam bién entre los b árbaros, p o r ­ que p u so en fu ga a los p u eb los que habitaban m as allá del Rin. A n im ad o p o r estas hazañas, C ó m o d o 4 le ofreció el título de C ésar y le perm itió ofrecer un donativo a los so ld ad o s y vestir el m anto de es­ carlata 10. P ero A lb in o rechazó prudentem ente to- 5 d os estos hon ores, d icien do q u e C ó m o d o buscaba algunas person as que perecieran con él o algunas a las que él m ism o p udiera enviar a la m uerte bajo al­ gún pretexto. Se le exim ió de la cuestura. Tras di- 6 cha exención, ejerció las funciones de edil solam en­ te durante diez días, p o rq u e rápidam ente le envia­ ron al ejército. D esp u és ejerció la pretura bajo el 7 gobierno de C ó m o d o , alcan zan d o gran fama. E n efecto, durante sus ju eg o s, dicen que C ó m o d o h izo representar com bates en el fo ro y en el teatro. Se- 8 vero le n o m bró cónsul en aquella época en que se había decidido a elegirle a él y a Pescenio para que le sucedieran en el p od er. A cced ió al im perio cuando y a era de edad m uy avanzada y m ás viejo que Pescenio N ig ro , com o el p ro p io Severo cuenta en su biografía . Pero, una 2 vez d errotado Pescenio, com o Severo quería rete­ ner el im perio para su s hijos y veía que el senado sentía un gran am or hacia C lo d io A lb in o, p orque pertenecía a una antigua fam ilia, le envió unos em i­ sarios con una carta, redactada con extraordinario am or y afecto, en la que le exhortaba a com partir fielm ente con él el gob iern o de la república, ya que Pescenio N ig ro había m uerto. H e aquí un fragm en­ to de ella, según C o rd o : «E l em perador Severo A u - 3

10 El pallium coccinum, igual que en 11,5 es decir, el paludamentum, Ct. n. 3. 11 Cf. Severo, 3,2.


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gu sto a C ésar C lo d io A lb in o , su herm ano queridí­ sim o y p rofu n d am en te añ o rad o, salud. D esp u és de h aber vencido a P escen io, he enviado a R o m a una carta que el sen ado, que te am a sobrem anera, ha re­ cibido con com placencia. T e ru ego que gobiernes la república con la m ism a p asió n con la que eres am ado, herm ano m ío, en el espíritu y en el poder. B asian o y G eta te saludan. N u e stra Ju lia te saluda a ti y a tu herm ana. E n v iarem o s a tu hijito, P esce­ nio Princo, un os presen tes que están de acuerdo con su p o sició n y con la tu y a p rop ia. D esearía que m antuvieras al ejército fiel a la república y a m í, tú que sin tonizas con m igo y eres m i queridísim o y am antísim o am ig o .» 8 Severo entregó esta carta a u n os guardias de su escolta, que le guard ab an p ro fu n d a fidelidad, en­ cargán doles que se la entregaran a A lb in o a la vista de to d o s, pero que le dijeran que después querían com unicarle en p riv ad o m u ch o s detalles sob re las operaciones bélicas, lo s secretos de los cam pam en­ tos y la lealtad del p erso n al de p alacio ; y que cuan­ do se encontrasen a so las con él, bajo el pretexto de que iban a exponerle su m isión , los cinco m ás fuertes de entre ellos lo m ataran con las dagas que escondían b ajo sus vestid os. L o s em isarios cum plie­ ron a la perfección su p alab ra. E n efecto, cu an do se p resen taron a A lb in o y le entregaron la carta, éste la le y ó ; p ero , cu an do le dijeron que tenían que com entarle ciertas cosas a solas y le pidieron p ara ello un lu gar al que n o p u d iera acceder ningún tes­ tigo y no consintieron de ninguna m anera que na­ die p u d iera acom p añ ar a A lb in o a aquel p ó rtico tan distante, bajo el p retexto de que el m ensaje n o d e­ bía divulgarse, A lb in o com pren d ió sus asenchazas. Finalm ente, cediendo a sus sosp ech as, h izo que les aplicaran la tortura. A l p rin cip io , ellos se negaron obstinadam ente, p ero d esp ués, ven cidos p o r la n e­ cesidad, con fesaron aquello que Severo les había o r­ denado.

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E n ton ces, una vez que se revelaron los hechos y se d escubrió la conjura, cuan d o A lb in o se dio cuen­ ta de que se habían esclarecido sus sospechas, reu ­ nió un gran ejército y m archó contra Severo y su s generales. P o r cierto, en el p rim er com bate que trabó con los generales de Severo, salió con ventaja; sin em ­ bargo, desp ués de q u e el p ro p io Severo hizo to d o lo p osib le ante el sen ado p ara que A lb in o fuera d e ­ clarado enem igo, m arch an do contra él se le enfren­ tó en la G alia con gran fu erza y coraje, aunque con distinta suerte. Fin am ente, cuan d o consultó a lo s augures, p ues se en con traba in tranquilo, éstos le respon dieron , según cuenta M ario M áxim o, que A lb in o caería con to d a segu rid ad en su poder, p ero ni vivo ni m uerto. Y así ocurrió. E n efecto, cuando se enfrentaron en el últim o com bate, después de que un in contable n úm ero de los su y o s cayeron m u ertos y de que m u ch ísim o s se dieron a la fu ga y o tro s m uchos se entregaron a sus enem igos, A l­ bino se escap ó y se atravesó con la espada, com o dicen m u ch os, o, co m o afirm an otros, después de haber sido herido p o r un esclavo su yo, fue con d u ­ cido m orib u n d o ante Severo 12 —-por lo que se co rro b ora aquel au gu rio que se le había predicho anteriorm ente— . H a y adem ás m uchos que dicen que fue asesinado p o r su s so ld ad o s que trataban de conseguir el p erd ón de Severo a cam bio de la m u er­ te de aquél. A lb in o , según algun os, tuvo sólo un hijo; p ero M ario M áxim o dice q ue tuvo d os. A éstos, Severo p rim ero les concedió el p erd ón , pero después los atravesó con la espada juntam ente con su m adre, y ordenó que se les arrojara a un río. M an d ó p asear en la punta de una lan za la cabeza de A lb in o y lue-

12 Ibid., 11,6.

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go la envió a R o m a, d esp ués de haber rem itido una carta al senado en la que se bu rlaba de los sen ad o ­ res p o rq u e habían am ad o a A lb in o hasta tal extre­ m o que habían co lm ad o de h on ores a sus parientes y en especial a su herm ano. D icen que el cuerpo de A lb in o perm aneció duran te m uch os días tirado en el suelo delante de la tienda de Severo h asta que c o ­ m enzó a d esp edir m al o lo r, y que allí los p erros desgarraron sus carnes, h asta que, al fin, le arro ja­ ron al río. 10 H a y varias version es so b re sus costum bres. E l p ro p io Severo dice lo siguiente de él: le llam a vil, m alicioso, p erverso , d esv ergo n zad o , am bicioso y lu ju rioso 13. P ero le im p u tó estos defectos durante la guerra que m antuvo co n él, o desp ués de ella, cuando y a n o se le p o d ía creer, p u es h ablaba de él com o de un enem igo, p u e sto que anteriorm ente también él le dirigió frecuentes cartas personales co­ m o a un am igo m u y íntim o, m uchos tuvieron buena opin ión sob re A lb in o y h asta el p ro p io Severo de­ seó que le n om braran su C é sa r y , cuando p en sab a en un sucesor, a él fue a quien tuvo p rim ero ante sus o jo s. A d em ás se conservan otras cartas de M arco A u relio que ofrecen un testim onio no só lo de sus virtudes, sin o tam bién de su carácter. Incluir aquí una de ellas rem itidas a sus prefectos, inform án­ doles sob re su fam a, no fu e d esatin ad o: «M arco A u relio A n ton in o a su s p refecto s, salud. Y o he dad o a A lb in o , de la fam ilia l e los C ey o n io s y y er­ no de Plautilo, n atural de Á frica, p o r cierto, aun­ que con escasos rasg o s de lo s africanos, la com an ­ dancia de d o s coh ortes de tro pas auxiliares H . E s un hom bre experim entado, austero de vida y p on -

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13 Ibid., 3,2. 14 Se trata de las llamadas cohortes alariae, cuerpos de tropas aliadas o extranjeras que se organizaban en cohortes porque no llegaban a cons­ tituir una legión.


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d erado de carácter. P ien so q u e él ha de ser útil al ejército y que no le p erju d icará con ninguna so r ­ presa. H e decretado que se le dé doble salario, un atuendo m ilitar sencillo, p ero adecuado a su rango, y un cuádruple estipen dio. E xh o rtad le a que se dé a conocer a la república, p ues recibirá el prem io m e­ recid o.» E xiste tam bién o tra carta en la que el m ism o M arco escribió sob re él p o r la ép oca en que A vid io C a sio se rebeló, de la que ésta es un a copia: « E s preciso elogiar la firm eza de A lb in o q ue retuvo a los ejércitos que com etían un a grave traición, cuan ­ do intentaban p asarse a las filas de A v id io C asio . Si no hubiera estad o él, to d o s lo hubieran hecho. C o n tam o s, p o r tan to, con un h om bre que m erece el con sulad o, a quien y o v o y a o to rgar este cargo en su stitución de C asio P ap irio , q ue m e dicen que es­ tá y a casi acabado. E n tre tan to deseo que no hagas p úblico m i p ro p ó sito , p ara que no llegue a o í­ d os del m ism o P apirio o de su s am igos y para que no dé la im p resión de que n o m b ram o s a un cónsul p ara que ocu pe el lu gar de o tro cónsul aún viv o .» 11 A sí, p u es, esta carta p ru eb a que A lb in o fue un h om bre leal; p ero su lealtad la corro bora, sob re to d o , el hecho de que envió dinero para reconstruir las ciudades que Pescenio N ig r o había destruido, con lo cual lograb a m ás fácilm ente el ap o y o de lo s que las h ab itab an ; C o rd o , q ue narra en sus lib ro s estos p orm en ores, dice que fue un glotón y que lle­ gó a d evorar una cantidad tan grande de frutas com o no tolera la natu raleza hum ana. E n efecto, dice que com ió en ayun as quinientos h igo s-p asas, a los que los griegos llam an c a llistru tb ia s 15 y cien m elocoton es de C am p an ia, d iez m elones de O stia,

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15 H igos muy apetecibles para los gorriones(στρουθοι), de donde re­ ciben el nombre.


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veinte libras de uvas de L a b ic o 16, cien p ap afigo s 17 y cuatrocientas ostras. E ste m ism o autor dice que 4 bebía p o c o vino, extrem o n egad o p o r Severo, que asegura que aquél se em b orrach ab a in cluso en tiem ­ p o de guerra. N u n c a m an tuvo buenas relaciones 5 con los su y o s, o p o r su em briagu ez, co m o dice Se­ vero, o p o r la acritud de su carácter. F u e m uy o d io - 6 so p ara su esp o sa, in justo con sus siervos y cruel con los so ld ad o s. Efectivam ente, con frecuencia m an dó colgar de la cru z tam bién a centuriones re­ gulares 18, aun cuan d o el m otiv o que se aducía no exigiera tal castigo. E n m uch ísim as ocasion es los azotó con vergas y jam ás p erd o n ó delito alguno. 7 F u e elegantísim o en el vestir, de p roverb ial ^ h ||u in d ad en los banquetes, p reo cu p án d o se solam ente de la cantidad, m ujeriego y u n o de los am antes fam o ­ sos ; no con o ció nu nca lo s p laceres del am or inver­ tido, ni p ersig ió tales vicios y fue m u y versado en 8 la agricultura h asta el p u n to que escribió unas G eó rgicas. A lg u n o s autores dicen que se conservan u n os cuentos M ilesio s 19 su y o s, cu ya fam a era n o­ toria, aunque los escribió en un estilo m ediocre. 12 Fu e am ad o p o r el sen ado com o ningún otro p rín ­ cipe, debid o especialm ente al o d io que sentían los senadores hacia Severo, al q ue aborrecían con v e ­ hem encia p o r su crueldad. P o r fin, cuando venció 2 a A lb in o , Severo d io m uerte a un gran núm ero de

16 Ciudad situada entre Roma y Preneste. 17 Pájaro que come higos. 18 Los centuriones ordinarii, que en ese preciso momento estaban al mando directo de las centurias, frente a otros con funciones adminis­ trativas en el estado mayor del gobernador, alistados en la guardia pretoriana, etc. 19 Narraciones de carácter erótico llamadas así por el título de la.obra de Aristides de Mileto, autor del siglo I I, llamada Milesiaca (M iÁ noitw á traducidas al latín con ampliaciones obscenas por C. CorneliéJiisena, cf. Ovidio, Tr. 11,443 y ss. : uertit Aristiden Sisenna, nec obfuit illi his­ toriae turpes inseruisse iocos.


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senadores que se habían alistad o realm ente en el partido de aquél, o habían d ad o la im presión de h a­ cerlo. Finalm ente, cu an d o le d io m uerte cerca de 3 L ió n , ordenó que buscaran su correspon den cia p ara averiguar a quién h ab ía escrito él o quién le había contestado, e hizo q ue el sen ado declarara enem i­ gos p ú b licos a to d o s aq u éllos de los que encontró alguna carta; y no só lo no les concedió su p erd ón , 4 sino que ord en ó que lo s ejecutaran y que expu sie­ ran su s bienes, rem itiendo al teso ro p ú blico el p r o ­ ducto de la venta. E x iste una carta rem itida p or Se- 5 vero al senado, que revela su s intenciones. H e aq u í una copia de ella: « N a d a m ás grave m e puede acae- 6 cer, padres con scrip tos, que si A lb in o se capta v u e s­ tro favor m ás que Severo. Y o he p ro cu rad o el ap ro- 7 visionam iento de la república, y o he trabado m ú l­ tiples com bates p o r la rep ública, y o he ofrecido al p u eblo rom an o m ás aceite q ue puede prod u cir la naturaleza. A l dar m uerte a P escenio N ig ro , os he liberado de los m ales de la tiranía. C iertam ente, m e 8 habéis corresp on did o m agníficam ente, m e lo habéis agradecido sob rem an era: a un africano, y adem ás de H ad ru m eto , que se fingía descendiente del tro ­ no genealógico de los C e y o n io s, le habéis exaltado hasta tal extrem o que le queréis p o r em perador, aun cuando y o so y aún v u estro príncipe. Y o p regun to, 9 ¿acaso no había en un senado tan p restigioso un se­ n ad or al que deberíais am ar y que, a su vez, os am a­ ra? H ab éis exaltado con h on ores al herm ano de éste; esperáis que éste os conceda consulados, p returas o insignias de cualquier m agistratura. V o so - 10 tros no m e habéis m o strad o la gratitud que m o s­ traron vu estros an tepasad os ante la Sedición de P i­ són, ni la que testim oniaron a T rajan o , ni el ap o y o que hace p o c o tiem po ofrecieron op on iéndose a A vid io C asio . M e habéis p o sp u esto a ese indivi­ d u o, que es un em bustero, que p o see habilidad p ara u rdir todo tipo de im p ostu ras y que ha m entido tam bién respectó a su nobleza. M ás aún, nos tuvi- 11


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m os que tragar en el sen ado las palabras de E statilio C o rfu len o p ro p o n ien d o que se decretasen cier­ to s h on ores p ara A lb in o y p ara su herm ano. Sólo le faltó a A lb in o que éste n o ble varón p rop u siera que él celebrara tam bién un triunfo sob re mí. M ay o r d o lo r p ara m í fue ver que m uch ísim os de v o ­ so tro s con sid erasteis que se le debía elogiar com o a un literato, siendo así que, ab so rb id o p o r el atrac­ tivo de ciertas cantinelas de viejas 20, se ha hecho viejo entre cuentos m ilesios p ú n ico s de su am igo A p u le y o 21 y o tro s divertim entos literario s.» E sta carta m uestra con claridad la severidad con que Se­ vero se ven gó del p artid o de Pescenio y de C lo d io , to d o lo cual y a lo h em os relatad o en su vid a 22. N o obstan te, quien desee con o cerlo con m ás p o rm en o ­ res, que lea entre lo s autores latin os, a M ario M áx i­ m o y , entre los griego s, a H ero d ian o , pues ellos han narrado la m ay o r p arte de los d atos con fideli­ dad. 13 A lb in o fue esbelto de estatura, de cabello rizad o y con bucles, de frente ancha, de un a can didez ad ­ m irable y aso m b ro sa, de tal m o d o que la m ayor p arte de los autores p ie n sa que p o r eso recibió el n om bre de A lb in o , de v o z afem inada y con el tim bre p ró x im o al de los eun ucos, de torn ad izo im ­ p u lso , de p ro fu n d a irritabilid ad y locu ra fun estísi­ m a e inconstante en sus apetencias, pues a veces susp irab a p o r el vino y con frecuencia se m antenía ab s­ tem io, y experim entado en las arm as, p o r lo que con razón le llam aban el C atilin a de su tiem po .

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20 Traducimos así la expresión neniis anilibus. Las nenias eran can­ ciones fúnebres que cantaban plañideras a sueldo durante los funerales. 21 L. Apuleyo (125-170), polígrafo conocido, sobre todo, por su no­ vela Metamorfosis o Asno de oro. 22 Severo, 3,2. 23 Albino, del adjetivo albinus, formado con el sufijo inus sobre el adjetivo albus «blanco». 24 Para expresiones como ésta, cf. Caracalla, 4,10 Avidio Casio, 3,8.


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C reem os que no está fuera de lugar señalar las causas p o r las que C lo d io A lb in o m ereció la esti­ m a del sen ado: cuan d o estaba al frente de los ejércitos de Bretaña p o r orden de C ó m o d o y se enteró de que era falsa la n oticia que corría sob re la m uer­ te de éste, d ad o que había sid o el m ism o C ó m o d o quien le había con ferid o el título de C ésar, avanzó ante los so ld ad o s y p ron u n ció el siguiente d iscu r­ so : «Si el senado del p u eb lo rom an o m antuviera aquel p o d er que antaño tuvo y si un E sta d o tan im ­ portante no estuviera con fiad o al arbitrio de un so lo in dividuo, el destin o del E sta d o no habría venido a parar a los V itelios, ni a los N ero n es, ni a los D o m icianos. Seguirían o sten tan d o el p o d er consular aquellas fam ilias nuestras, com o la de los C ey o n io s, la de los A lb in o s y la de los P o stu m io s, de los c u a­ les vuestros pad res apren d ieron m uchas cosas que, a su vez, ellos habían o íd o a sus abuelos. E s cierto que el senado anexionó A frica al im perio rom ano, el senado anexionó la G alia, el senado su byugó las provincias de H isp an ia, el sen ado im p u so sus leyes a los p u eb los del O rien te, el senado tanteó a lo s p arto s; hubiera llegado a som eterlos si la suerte de la república no hubiera d estin ad o com o jefe del ejército rom an o a un general avaro 25. C ésar su b y u g ó la B retañ a cu an do era sen ador, p ero no aún dictador. E ste m ism o C ó m o d o del que estam os h a­ blando, ¿n o habría sid o el m ejo r si hubiera tem ido al sen ado ? Y , realm ente, la autorid ad del senado tuvo p o d er hasta el rein ad o de N eró n , puesto que no tem ió condenar a un príncipe m ezq uin o, ya que los senadores dieron su s v o to s contra aquél que en ­ tonces p o seía el p o d er sob re la vida y la m uerte y

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25 Alusión, tal vez a M. Licinio Craso (114-53), que con Pompeyo y César formó en el año 60 el primer triunvirato. Com o su sobrenom­ bre indica (Crassus «el rico»), representaba los grandes poderes del di­ nero al final de la república.


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ocu p aba el trono. P o r esta razón , cam aradas, y o no 9 quiero asum ir el título de C é sa r que a m í m e o to r­ gó C ó m o d o . O ja lá los d io ses hagan que tam p oco 10 o tros le deseen. Q u e sea el sen ado quien gobierne, y quien d istrib u ya las p rovin cias; que sea el senado quien n o s haga cón sules ¿el senado, d igo y o ? V o ­ so tro s m ism os y v u estro s p ad res, p u es v o so tro s se­ réis tam bién sen ad o res.» 14 E ste discu rso fue enviado a R o m a cuando aún vi­ vía C ó m o d o . Su con ten id o irritó a C ó m o d o en contra de A lb in o y p o r ello le envip rápidam ente com o sucesor en el cargo a Ju n io S'eryero, uno de sus com pañeros de arm as 26. P o r el contrario, el dis- 2 cu rso de A lb in o com plació tanto al senado que, aunque él estaba ausente, la asam blea le hon ró con extraordinarias aclam acion es 27, tanto en vid a de C ó m o d o com o d esp ués de su m uerte, de tal m ane­ ra que algun os llegaron a acon sejar a Pértinax que le asociara al tro n o , y fue su autorid ad la que in­ flu y ó extraordinariam ente en Ju lian o p ara que p ro ­ yectara la m uerte de P értinax. Y , p ara que se vea 3 que esto es verd ad , he tran scrito a continuación una carta de C ó m o d o a sus p refectos del Pretorio en la que señala su intención de d ar la m uerte a A lb in o : «A u relio C ó m o d o a su s p refectos, salud. C reo 4 que habéis oíd o, en p rim er fugar, que se ha inven­ tado la n oticia de que y o he sid o asesinado p o r con ­ sejo de los m íos y , en segu n d o lugar, que C lo d io A lb in o ha p ron u n ciad o un d iscu rso ante m is so l­ d ad o s, p ues se encom ien da en gran m anera al se­ n ado y , p o r lo que estam os viendo, con éxito. P o r- 5 que, quien sostiene que n o debe de estar al frente del E sta d o un ún ico prín cip e y quien asegura que to d o s los asuntos del E sta d o deben estar regidos

26 Véase Suetonio, Nero, 49,2. 27 Avidio Casio 13,1 n. 29.


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p o r el senado, éste tal está p id ien d o p ara sí el im ­ p erio u tilizan do p ara ello al senado. M anteneos, p o r tanto, sum am en te p recavid o s, p u es y a sabéis que es un hom bre al q u e to d o s deben rehuir, las tro p as, el p u eb lo y v o so tro s.» C u an d o P értinax encon tró esta carta, la hizo p ú blica p ara suscitar el o d io con tra A lb in o. P or esta razón , A lb in o in stigó a Ju lia n o para que asesinara a Pértinax.

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VlAPXo A l· 13.

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(E lio E sp arcian o)

D e los d o s h ijo s que d ejó Septim io S e v e r o — de los que al uno el ejército le confirió el nom bre de A nton ino, al otro se lo con firió su padre— , G eta fue declarado enem igo p ú b lico , m ientras que Basiano, com o es sab id o , alcan zó el p o d er im perial. Sobre los antecedentes de éste, p en sam os que es inútil repetir ningún detalle, p o rq u e y a los hem os anticipado to d o s suficientem ente en la vid a de Se­ vero. Pues bien, su in fancia fue lison jera, in geniosa, am oro sa p ara su s p ad res, com placiente p ara los ^ a m ig o s de sus p ad res, b ien q uista p ara el p u eblo, grata p ara el senado y ap ta p ara granjearse el am or. N o se m o stró p e re z o so en su s estu d io s, ni apático en hacer el bien, ni tacaño en las liberalidades, ni rem iso en la clem encia, al m en os en vid a de su s p a ­ dres. E n fin, si alguna v ez veía a lo s con d en ados ex­ p u e sto s a las fieras, llo rab a o ap artaba los o jo s, p ro ced er q ue resu ltab a al p u eb lo m u y agradable. Siendo un niño de siete añ o s, cuando se enteró de que un com pañ ero su y o de ju ego s había sid o a z o ­ tado con gran crueldad p o rq u e p racticaba la reli­ gión judía, se o p u so durante m ucho tiem po a ver a su pad re y al p ad re del niño, p ues les consideraba causantes de los azotes. C o n su m ediación lo gró devolver sus an tiguos d erech os a los habitantes de A n tio q u ía y de B izan cio , con tra lo s que Severo se había irritado p o r h ab er ay u d ad o a N ig ro . C o b ró aversión a Plauciano a cau sa de su crueldad. R ega-

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ló p o r p rop ia iniciativa a su s clientes 1 o a sus m aes­ tros lo que había recibido de sus padres con o ca­ sión de fas fiestas Sigilarías 2. Pero estas cosas las realizó cuan do era aún niño. A h ora bien, desp ués que rebasó la niñez, bien p o r las advertencias de su p ad re, bien p o r la astucia de su carácter, bien p o rq u e consideraba que debía equipararse a A lejan dro el G ran d e de M acedonia, se volvió m ás reservado, m ás severo e incluso de a s­ pecto m ás atro z, hasta el p u n to de que m uchos no creían que era el m ism o que habían conocido de niño. Tenía siem pre en sus la b io s a A lejan dro M agno y las hazañas que éste había realizado. En las reuniones elogiaba a m en u do a T ib erio y a Sila. F u e m ás o rgu lloso que su pad re y despreció a su her­ m ano p o r su gran m odestia. D esp u és de la m uerte de su p ad re, se dirigió al cam pam ento de los pretorian o s y se q u ejó ante los so ld ad o s de que se veía envuelto en las asechanzas que le tendía su herm ano y, en consecuencia, h izo que le asesinaran en P alacio y dio la orden de que quem aran inm ediatam ente su cadáver. A dem ás, dijo en el cam pam ento que su herm ano había in ­ tentado envenenarle y que se había com p o rtad o irreverentem ente con su m ad re; y dio las gracias publicam ente a los asesin os. E n fin, les dio adem ás una p aga adicional, com o si le hubieran m ostrad o una fidelidad excepcional. U n a parte de lo s soldad os que acam paban ju n to a A Íba recibieron con gran indignación la n oticia de la m uerte de G eta, m anifestando to d o s ellos que habían ju rad o guar­ dar fidelidad a los d os hijos de Severo y que, p o r tanto, debían ob servarla con lo s d os y, tras haber cerrado las puertas, no se le perm itió entrar al em ­ p erad or hasta que desp ués de un buen espacio de

1 Cf. Antonino, η. 40. 2 Cf. Adriano, η. 70.

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tiem po se calm aron los ánim os, no sólo p o rq u e él expuso públicam ente su s quejas y acusaciones con ­ tra G eta, sino tam bién p o rq u e los p ro p io s so ld a­ dos se ap aciguaron , com o suele ser habitual, p o r la m agnitud de la so ld ad a que les ofreció; y, a conti­ nuación, regresó a R o m a. E n ton ces entró en el senado con una co raz a 3 b a jo su atuendo senatorial 4 escoltad o p o r so ld ad o s arm ad os. C o lo c ó a éstos en m edio entre los escaños en d oble fila y , una vez d is­ tribu id os así, p ron u n ció un d iscu rso. Se q u ejó de las celadas de su herm ano de una m anera confusa y desord en ad a, con el fin de acusarle a él y de ju s­ tificarse a sí m ism o. P ero el senado no escuchó con gu sto sus p alab ras, p u esto que afirm ó que él había p erm itid o to d o a su herm ano y le había librado de otras in sidias y que, no ob stan te, aquél había u r­ dido gravísim as asechan zas contra él y no había co rresp o n d id o a su am o r fraternal. 3 D e sp u és de esto, con ced ió la repatriación a aqué­ llos que habían sid o relegad os y d esterrados. D e s­ de allí se dirigió a visitar a los p retorian os y p er­ noctó en los cuarteles. A l d ía siguiente su bió al C ap ito lio, d irigió afablem ente la p alab ra a aquéllos a lo s que se d isp o n ía a asesinar y volvió de nuevo a P alacio, ap o y án d o se so b re Papiniano y C ilón . A l ver llo rar a la m ad re de G eta y a otras m ujeres d espués de la m uerte de su herm ano, intentó darles m uerte, p ero se ab stu vo de ello p o r no aum entar la reputación de crueldad q u e le nabía acarreado su fratricidio. O b lig ó a L e to a suicidarse, enviándole él m ism o el ven en o: en efecto, aquél había sid o el p rim ero que le había acon sejad o que asesinara a G eta, p ero tam bién fue el prim ero que pereció. Y

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La coraza (lórica) era un corselete de cuero, metal o bandas metá­ licas entrelazadas que cubría la espalda, el pecho, el vientre y los cos­ tados hasta la cintura. 4 La túnica laticlavia provista ¿ A la tu s clauus.


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el p ro p io B asian o llo ró en m uchísim as ocasiones su m uerte. H iz o perecer a m u ch o s que habían sid o cóm plices de su asesinato e in clu so a uno que h a­ bía hon rad o la im agen de su herm ano. D esp u és de esto, ordenó dar m uerte a su p rim o herm ano p a ­ terno A fro , al que había enviado el día anterior un a porció n de los m anjares de su m esa. E ste , aunque se había precip itado p o r m iedo a los s ic a r io s 5 d e s­ de una altura y se había acogid o junto a su esp o sa tras haberse ro to una pierna, n o obstante, fue cap ­ turado entre m ofas p o r aquéllos y asesinado al p u n ­ to. H iz o perecer tam bién a P o m p ey an o , nieto de M arco A u relio, h ijo de su hija y de P o m p eyan o , con quien se había casad o L u cila, d espués de la m uerte del em perado r V ero, y a quien había n o m ­ brado cón sul p o r segu n d a vez y había confiado el m an do de tod as las guerras, que en aquellos m o ­ m entos eran de extrem a gravedad. Sin em bargo, le hizo m orir de tal fo rm a que p areciera que había sido asesinado p o r u n o s ladrones. P o co d espués Papiniano fue golp ead o con un h a­ cha en presencia del m ism o príncipe p o r unos so l­ d ad o s y luego fue asesinado. Y , tras la ejecución, dijo al asesin o: «D e b ías haber cum plid o m i orden dándole m uerte con la e sp ad a». F u e ejecutado tam bién Patruino 6 ante el tem plo del divino Pío y lo s cadáveres de am bos fu eron arrastrad os p o r la p laza sin el m iram iento d eb id o a su condición hum ana. Igualm ente hizo· perecer al h ijo de Papiniano, que tres días antes había ofrecido com o cuestor un m ag-

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5 Sicario en general era el que se servía de la sica, especie de cuchillo o daga muy puntiaguda y con lámina doblada en forma de diente de jabalí. Era el arma nacional de los tracios y la empleaban también los gladiadores que tomaban su nombre de los tracios (tracii). Los roma­ nos la consideraban como arma de ladrones y asesinos, de ahí el senti­ do despectivo del término sicario. 6 Valerio Patruino, al parecer, coprefecto de la guardia pretoriana y colega de Papiniano y Leto.


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nífico espectáculo glad iato rio . P o r aquellos m ism os 3 días fue asesinada una can tid ad innum erable de ciu­ d adanos que se habían p u esto de parte de su her­ m ano. D io m uerte in cluso a los libertos 7 que ha­ bían ejercido cargos ad m in istrativos al servicio de G eta. D esp u és se ^m ultiplicaron los asesinatos p o r 4 tod as las partes. E sto s se llevaron a cabo tam bién en los bañ os p ú b lico s, e in clu so algun os perecieron cuando estaban a la m esa, entre ellos, Sam ónico Se­ vero 8, del que se conservan aún m uch os libro s eru­ ditos. T am bién estu vo a p u n to de perecer C iló n , 5 que era p refecto y cón sul p o r segunda vez, p o rq u e había acon sejado a los d o s h erm anos que llegaran a un acuerdo. E n efecto, un día que unos so ld ad o s 6 de la coh orte u rban a 9 arrastraban al p ro p io C ilón , d esp ojad o y a de su atuen do de sen ado r y con los pies d esn u d os, A n ton in o rep rim ió el tum ulto. D es- 7 p u és com etió otras m uchas m atanzas en la C iu d ad adem ás de éstas, p u es aq u í y allá fu eron ap resad os y asesinados p o r so ld ad o s d istin tos ciudadanos, ha­ ciendo com o que reprim ía un a conjura. A sesin ó a 8 H elv id io P értinax cón su l d esign ad o 10, solam ente p o rq u e era hijo de un em perador. Y no cesó hasta 9 que acabó con aquéllos que habían sid o am igos de su herm ano, ap rovech an d o distintas oportun id ad es para ello. L a n z ó arrogantes invectivas m uchas ve- 10 ces contra él y, otras m u ch as, con tra el senado en los edictos que p u b licab a o en los discu rsos que

7 Esclavos manumitidos que durante el imperio adquirieron gran prestigio y poder. Entre ellos se reclutaban médicos, arquitectos, mú­ sicos, etc., y desempeñaron importantes funciones en la administración imperial. Samónico Sereno fue autor de varios libros de carácter anticuario. 9 Los llamados urbaniaciani, soldados de las cuatro cohortes urbanas creadas por Augusto y puestas bajo las órdenes del praefectus urbis para velar por la guarda de Roma. 10 Uno de los dos cónsules (suffecti: «designados o suplentes») que reemplazaban a los cónsules normales (ordinarii).


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pronunciaba, m ostran d o que tam bién él iba a ser un Sila n . 5 D e sp u és de con su m ar estas m atan zas, se dirigió a la G alia, y, nada m ás llegar allí, dio m uerte al p r o ­ cónsul de la N arb o n en se. Irritad os después to d o s 2 los que adm inistraban esta provin cia, consiguió que le odiaran com o un tirano, aunque en alguna o c a ­ sión se fingía b o n d a d o so , a p esar de que era cruel p o r naturaleza. Y , d esp ués de que com etió m últi- 3 pies atropellos contra los ciud ad an os y contra los derechos que tenían las ciud ad es, sufrió un grave peligro, al verse atacado p or u n a enferm edad. F u e extraordinariam ente cruel con aquéllos que le cuir daban. D esp u és, cu an d o p rep arab a una expedición 4 a O riente, renunció a em pren der el cam ino y se qu edó en D acia. M ató a m u ch os bárbaros en los al­ rededores de R ecia y aren gó y gratificó a sus so l­ dad os com o si fueran so ld ad o s de Sila. P o r cierto, 5 proh ib ió que le im pusieran n om bres de dioses, a p esar de que C ó m o d o lo había p erm itid o, cuando le dieron el nom bre de H ércu les p o r haber m atado un león y otras fieras. Y , cuando som etió a los ger- 6 m an os, se d io el título de G erm an o 12, afirm ando en serio o en b ro m as, com o era tonto y sin sen ti­ do, que debería haber recib id o el título de Lucánico si hubiera vencido a los lucan os 13. F u eron con- 7 denados p o r entonces quienes se habían orinado en lugares en que se hallaban em plazadas estatuas o bu sto s del príncipe, y aq u éllos que habían quitado

11 Para esta expresión o similares, cf. Clodio Albino, 13,2. 12 Aceptamos la lectura Germanum: ΡΣ, frente a Germanicum: uulgo, pues posiblemente Elio Esparciano quiere reflejar el retruécano que supone la utilización del término germanus, susceptible de doble signi­ ficado «hermano» y «germano». El sobrenombre que asumió fue el de Germanicus Maximus. 13 Otro juego de palabras, pues Lucanicus puede significar «salchi­ cha» o «Lucánico», es decir, habitante de la región llamada Lucania, en la parte meridional de Italia.


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las coronas de flores de ésto s para colocarlas en otro lugar, enviando a la m uerte tam bién a quienes se las habían ad o sa d o al cuello com o rem edio contra las fiebres cuartanas o tercianas. H iz o una m archa a través de la T racia acom p añ ad o del prefecto del P reto rio ; y , cuan d o desd e allí iba a p asar a A sia, es­ tuvo a p u n to de n aufragar al p artirse la entena de su nave, de m o d o que tuvo que desem barcar en un bote salvavidas ju n to con su guardia. E l prefecto del P reto rio le recogió de allí en un a trirrem e y así escapó del p eligro. C a z ó con frecuencia jabalíes y tam bién h izo frente a un león. E n alguna ocasión tam bién envió cartas a su s am igo s en las que se v a­ n agloriaba y se jactab a de haberse acercado al valor que m o stró H ércu les. D esp u és de esto, vo lv ien d o su atención a la guerra contra los arm enios y contra los p arto s, eli­ gió com o general p ara d irigirla a un hom bre cuyo carácter coincidía con el su y o . D esd e allí se dirigió a A lejan dría, con v ocó al p u eb lo en el gim nasio 14 y le llenó de reproches. O rd e n ó que se hiciera una leva de h om bres fuertes p ara em puñar las arm as; p ero inm ediatam ente acabó con los elegidos, si­ guiendo el ejem plo de P to lo m eo E verguátes, el o c­ tavo que llevaba este nom bre. A dem as( tras dar la señal a los so ld ad o s p ara que asesinaran a sus h u és­ p edes, p ro v o c ó una gran m atan za en la ciudad de A lejan d ría. P o co d esp u és, adentrándose p o r el territorio de los cad u sio s y de los babilon ios, trabó com bate tum ultu osam ente con los sátrapas 15 de los p arto s, lan zan d o con tra los enem igos incluso fieras salvajes. A continuación envió una carta al senado, com o si hubiera lo grad o una victoria, oto rgán d o-

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14 Edificio público donde la juventud perfeccionaba sus ejercicios gimnásticos después de haber pasado por la palestra, donde se iniciaba en ellos. 15 Gobernadores de una provincia o región, en Persia.


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sçle el título de P ártico, p u es el de G erm ánico y a / lé había obtenido cuan do aún vivía su padre. D e s- 6 ^p u és, cuando pretendía reem prender la guerra co n ­ tra los p arto s e invernaba en E d esa, y partiendo de aquí, se había p resen tad o en C arras p ara celebrar la fiesta del d io s L u n o , el día de su cum pleaños, es decir, el día och o de lo s idus de abril y precisam en­ te durante las fiestas M egalen ses 16, en el m om ento en que se alejaba a un lu gar apartad o p ara satisfa­ cer sus necesidades naturales fue asesinado en una em boscad a que le tendió el p refecto del Pretorio M acrino, que se ap o d eró del im perio d espués de él. F u ero n cóm plices de este asesin ato N em esian o , su 7 herm ano A po lin ar y T rician o 17, com andante de la segu nda legión Pártica y jefe de la caballería de re ­ serva, y estaban al corriente del com plot tam bién M arcio A g rip a 18, que estaba al frente de la flota, y la m ay o r p arte de lo s oficiales p o r instigación de M a r c ia l19. 7 F u e asesinado a m itad del cam ino entre C arras y E d esa, cuando bajó de su caballo p ara orinar y avanzaba entre los so ld ad o s de su escolta, que se habían con jurad o tam bién p ara su asesinato. E n fin, 2 su escudero le atravesó el costad o con un puñal, en el m om en to en que le ayu d ab a a subir al caballo y to d o s gritaron que M arcial h ab ía sido el asesino. Y , 3 p u esto que hem os m en cion ad o al dios L u n o, c o n ­

16 Fiestas celebradas del 4 al 10 de abril en honor de Cibeles, la gran madre de los dioses y diosa de la naturaleza, durante las cuales las per­ sonas distinguidas se intercambiaban obsequios y en las cuales se rea­ lizaban juegos escénicos y circenses. 17 Nemesiano y Apolinar fueron tribunos de la guardia pretoriana y Elio Decio Triciano fue primero prefecto de la segunda legión y luego gobernador de Panonia nombrado por Macrino. 18 De origen esclavo, escaló distintos puestos administrativos, man­ dando en aquel momento probablemente la flota que transportaba las tropas del Asia Menor. Un soldado que, según D ión Casio L X X V III,5,3, se irritó contra Caracalla por no haberle ascendido a tribuno.


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viene saber lo que nos han enseñado h om bres m uy sab ios y a m e^until|as^¿reen actualm ente de m ane­ ra especial lo s habitan tes de C arra s: que quien pien­ sa que hay que llam ar a la L u n a con nom bre fem e­ nino p o r ser ése su sexo, d eberá servir siem pre a las m ujeres, q u edan d o so m etid o a ellas; que quien crea, en cam bio, q ue es un a divinidad m asculina, ese tal dom in ará siem pre sob re la m u jer y no tole­ rará ninguna asech an za m ujeril. E sta es la razón p o r la que lo s griegos y los egip cios, aunque incluyen en el m ism o género a la m u jer y al h om bre y lla­ m an tam bién a la L u n a d io s, n o ob stan te, en las ce­ lebraciones de los m isterios le llam an L un o. Sé que m u ch o s han escrito sob re la m uerte de P a ­ piniano de tal form a, que su relato p ru eba que no conocían la causa de su asesin ato, y a que cada uno de ellos da un a versión diferen te; p ero y o he p re­ ferido d ar a con o cer la varied ad de opiniones que existen antes que gu ard ar silencio sob re la m uerte de un h om bre tan im portante. Se ha difu n dido tradicionalm ente la id ea de que P apiniano fue m uy am igo del em perado r Severo y pariente su y o p o r parte de su segu n d a esp o sa, según dicen algunos, y que Seyero le encom endó a él de m anera especial su s d os hijos y que p o r esto P apiniano con tribuyó a la .buena arm onía entre los d os herm anos A n toninos ; m ás aún, que im p id ió que se diera la m uerte a G eta, cuando y a B asian o 20 com en zaba a q u ejar­ se de su s m aquin acion es, y que p o r eso fue asesi­ nado p o r un os so ld ad o s juntam ente con aquéllos ue favorecían a G eta, n o solam ente con p erm iso e B asian o, sin o in clu so p o r orden suya. M uch os autores dicen que B a sian o , d espués de la m uerte de su herm ano, m an dó a P apiniano que refutara p or

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20 Gran error cometido por el autor al creer que Basiano era hijo de Paciana Marciana, la primera esposa de Severo, Su edad era de 29 años.


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él este crim en ante el p u eb lo y ante el senado, p ero que aquél le resp o n d ió que era m ás fácil com eter un fratricidio que ju stificarlo. C o rre tam bién esta h istorieta: que no q u iso p ro n u ciar un d iscurso con el que debería atacar a su herm ano ju stificán d ose a sí m ism o, que había sid o el asesino, y que, al n e­ garse a ello, l e resp o n d ió d icien do que el parrici­ dio era un crim en y o tro crim en acusar a un in o ­ cente asesinado. A h o ra bien, esta versión no resp onde en ab solu to a la verd ad , p o rq u e, com o p re ­ fecto, no p o d ía p ron u n ciar d iscu rso s y , adem ás, p o rq u e se sab e que fue asesin ad o bajo el pretexto de que era p artidario de G eta. Se dice tam bién qu e, cuando era con d u cid o a P alacio p o r u n o s .soldados que le habían ap resad o para asesinarle allí, P apinia­ n o p resagió su fu tu ro d icien do que sería un id io ta con su m ad o aquél que fuera elegido p ara su stitu ir­ le, si n o ven gaba una prefectu ra que había sido ata­ cada con tanta crueldad. Y el p resagio se cum plió, p u es M acrino asesinó a A n ton in o , com o expusim os m ás arriba. Y , d espués de h ab er sido p ro clam ad o em perador en los cuarteles juntam ente con su h ijo, que hasta entonces se llam aba D iad u m en o , im p u so a éste el nom bre de A n ton in o , p o rq u e un A n ton i­ no fue ardientem ente d esead o p o r los p retorian os. 9 B asian o vivió cuarenta y tres años. F u e em pera­ d o r seis años. Fue sep u ltad o con un funeral p ú b li­ co. D e jó un h ijo, que p osteriorm en te fue llam ado tam bién él M arco A n ton in o H elio gáb alo , pues el nom bre de los A n ton in o s se había arraigado de tal m anera en los espíritus de los h om bres que no p o ­ día arrancarse de ellos p o rq u e, com o el de A u g u s­ to, se había adueñado del p ecb o de tod o s. F u e de m alas costum bres y m ás cruel aún que su padre. Fu e glotón , bo rrach o, o d iad o p o r sus p a ­ rientes y aborrecido p o r tod o el ejército, salvo p o r los sold ad os p retorian o s. E n su m a, los d o s herm a­ nos no se parecían en nada. Entre las construcciones que d ejó en R om a, h ay

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ue citar unas term as 21 de gran m agnificencia que evan su nom bre, cu ya sala de form a de sandalia 22 no puede im itarse p o r o tra con strucción sim ilar a ella, según aseguran los arq u itectos. E n efecto, és­ tos dicen que está co n stru id a sob re una balaustra­ da de bronce o cobre a la que está confiado el p eso de tod a la b ó ved a y que p osee unas ^ r p o r c io n e s tan gigantescas que los enten didos en m ecánica di­ cen que es im p osible con struir una ob ra así. D ejó tam bién un p ó rtico 23 al que dio el nom bre de su padre para que testim on iara las gestas p o r él reali­ zadas, sus triun fos y sus guerras. R ecib ió el n o m ­ bre de C aracalla 24 p o r un a pren d a de vestir, caída hasta los talones, que había repartido al p u eblo y que hasta entonces no se u sab a. P o r eso tam bién hoy se llam an A n ton in ian as a las «caracallas» de esa clase, utilizadas con m ucha frecuencia p o r la plebe rom ana. C o n stru y ó una nueva vía que p asa al pie de sus term as, es decir, las A nton inianas, la vía m ás bella que posiblem ente tú encontrarás en R om a en-

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21 La Thermae Antoninianae, o de Caracalla, a las que Heliogábalo y Alejandro dotaron de un pórtico (cf. Heliogábalo, 17,8-9; Alejandro Severo, 25,6), cuyas ruinas aún subsisten a la derecha de la vía Apia, cerca de la puerta Capena. 22 N o se sabe exactamente el sentido de la expresión cella solaris, em­ pleada por Esparciano. Las habitaciones que había en los baños con las comodidades necesarias para tomar el baño frío y caliente se llamaban cellae, poïque los baños se componían de un número de recintos co­ municados unos con otros como las celdillas de una colmena. Se lla­ maba celia caldaria la que contenía recipientes de agua caliente; tepida­ ria la que se utilizaba para el baño tibio y frigidaria o frigidarium, la que se usaba para el frío. Un adjetivo distinguía los diversos tipos, como ocurría con las cellae, que servían para otros usos, como la celia uinaria, la cava para guardar vino, celia olearia, para guardar aceite, etc. En el texto soliaria parece que alude a la cella frigidaria que contendría una gran piscina ¿de forma de sandalia? que le daría el nombre. Cf. Magie, op. cit., II, p. 24, n. 2. 23 Cf. Severo, 21,12. 24 Ibid. 21,11.


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tre sus anchas vías. T ra jo a R o m a los cultos a Isis y erigió p o r tod as las partes m agn íficos tem plos en h on or de esta d io sa, celeb ran d o sus ritos incluso con m ay o r reverencia q ue con la que se celebraban h asta entonces. Y en este sen tid o, ciertam ente, m e parece extraño que se p u ed a decir que las cerem o­ nias sagradas en h on or de Isis llegaron a R om a p o r prim era vez p o r su m ediación , y a que A nton ino C ó m o d o celebró estos ritos con tanta devoción q ue cargaba en sus h o m b ro s la efigie de A n u b is y hacía las p au sas que exigía el ritual , a no ser que fuera él quien tal vez agregó la efigie a la celebración de la fiesta, n o el p rim ero que la llevó a R om a. Su cuerpo fue sep u ltad o en la tum ba de los A n ton inos, a fin de que recibiera sus restos la m ism a sede que le había d ad o el nom bre. 10 Interesa saber cóm o dicen q ue se celebró el m a ­ trim onio con su m ad rastra Ju lia. D icen que un d ía que esta bellísim a m u jer se p resen tó casi com ple­ tam ente desnuda, sim ulan d o q ue se trataba de un d escu id o, y A n ton in o la d ijo : «T e querría, si fuera lícito », ella le replicó d icien do : «S i quieres, es líci­ to. O ¿acaso no sabes q u e tú eres em perador, y q u e tú das las leyes y no las rec ib es?». A l oír esto, su p asión desord en ad a se vio az u zad a a com eter el cri­ m en y celebró unas b o d a s que él m ás que nadie d e ­ bería haber p ro h ib id o , si hubiera sido consciente de que era él a quien le com petía legislar. T o m ó , p u es, com o esp o sa a su m adre (a la que n o se la d e ­ bería llam ar con otro nom bre) y sum ó a su fratri­ cidio un in cesto, y a q ue se u n ió en m atrim on io a aquélla a cu y o hijo había asesin ad o p o c o antes. N o está fu e ra de lu g ar añ a d ir aq u í un d ich o irónico q ue lan zaro n contra él. E fectivam ente, p u esto que se dio a sí m ism o los nom bres de G er-

25 Cf. Cómodo, 9,4 y 6; Pescenio Nigro, 6,9.

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m ánico, Pártico, A ráb ig o y A lam án ico (pues había vencido al p u ebio de los alam anes), dicen que H e l­ vio Pértinax, h ijo de Pértinax, le d ijo en ton o jocaso : «A ñ ad e, si quieres, tam bién el de G ético M áx im o », p o rq u e había d ad o m uerte a su herm a­ no G eta y se d ab a el n o m bre de g o d o s G etas a aquellos p u eb lo s a los que había d errotado en com ­ bates im p ro v isad o s, cu an d o se dirigió a O riente. 11 O cu rrieron m u ch o s p ro d ig io s sob re la m uerte de G eta, com o ya ex p o n d rem o s en su vida. E n efecto, aunque él m urió antes q ue su herm ano, n o so tro s hem os seguido el m étod o de escribir p rim ero la biografía de aquél que fue el p rim ero que nació y el prim ero que gobern ó. C u an d o el ejército le con firió el título de A u gu sto en vida de su p ad re, p o rq u e éste parecía que era in capaz de gobern ar el im p erio debid o a la gota, di­ cen que Severo d io vueltas en su m ente a la idea de asesinarle tam bién a él, si no se hubieran o p u esto a ello sus p refectos, que eran h om bres pon d erad os. A lg u n o s, p o r el con trario, afirm an que los prefectos desearon que se com etiera el asesinato, pero que Septim io se negó a ello para que su severidad no se viera desh onrada con el sam benito de sem ejante crueldad y, p u esto que los auténticos autores del crim en habían sid o los so ld ad o s, p ara que un ad o­ lescente no p agara las penas de su necia tem eridad con el anuncio de un castigo tan grave com o el de que se creyera que había sid o condenado a m uerte p o r el padre. Sin em bargo, este in dividuo, el m ás cruel de tod o s los hom bres y, p ara expresarlo con una sola fra­ se, fratricida, in cestu oso y enem igo de su padre, de su m adre y de su herm ano, fue elevado a la cate­ goría de d io s p o r su asesino M acrino p or tem or a los so ld ad o s y, sob re to d o , a lo s p retorian os. Tiene un tem plo, tiene salio s, tiene una cofradía de A ntoninianos él, que d esp o jó a F au stin a de su tem plo y de su nom bre divino, sin d u da del tem plo que na-

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bía erigido en su h on or su m arid o al pie del m onte T au ro , donde su h ijo H e lio g áb alo A nton ino c o n ­ sagró d espués otro tem plo en h o n o r de sí m ism o, de Jú p ite r Sirio o del S o l — p ero esto es incierto.


14.

A N T O N IN O G E TA

(E lio E sp arcian o)

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Y o sé, C on stan tin o A u g u sto , que tu C lem encia y que m uchas p erson as p ueden preguntarm e p o r qué y o escribo tam bién la biografía de G eta A n to ­ nino. A n tes de hab lar so b re su vid a o sob re su 2 m uerte, v o y a exp on er p o r qué tam bién a él le im ­ p u so su pad re Severo el n o m bre de A nton ino. Pues no se pueden decir m uchas co sas en la biografía de una p erso n a que fue arrancada del m un do antes de que ocu p ara el trono con su herm ano. E n una ocasión en que Septim io Severo fue a 3 con su ltar a los adivin os y les p id ió que le indicaran quién sería su su ceso r d esp ués de su m uerte, vió en sueños que le sucedería A n ton in o . P o r ello, se pre- 4 sentó inm ediatam ente ante lo s so ld ad o s e im p uso a su hijo m ay o r B asian o el nom bre de M arco A u re­ lio A n ton in o. H ech o esto, siguiendo los con sejos 5 que le d ictab a su con d ición de pad re o, com o di­ cen otro s, am on estad o p o r su esp o sa Ju lia que d es­ conocía el conten ido del sueño, p o rq u e con este nom bram iento había excluido personalm ente a su h ijo m en or G eta del acceso al im perio, dio la o r­ den de que tam bién éste recibiera el nom bre de A n ­ tonino. E n consecuencia, en las cartas que escribía 6 a sus am igo s, si p o r casu alid ad se encontraba ausen­ te, siem pre decía: «S alu d ad con el nom bre de A n - 7 ton inos a m is h ijo s y su c eso res.» Pero de nada va­ lió su prudencia paternal, p u esto que só lo le suce­ dió com o em perado r el que fue prim ero en recibir


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el nom bre de A n ton in o . É sta s son las noticias s o ­ bre el nom bre d e A n ton in o. Sin em bargo, recibió el n o m b re de G eta p o rq u e se llam aba así su tío o su ab uelo p atern os, cuya vid a y carácter M ario M áxim o relató con bastante p r o ­ fu sió n en el p rim er sep ten ario 1 de la biografía de Severo. P o r otra parte, G eta fue llam ado tam bién A n ton in o, p o rq u e Severo d eseaba que todos los príncipes que le sucedieran recibieran el nom bre de A n ton in o s, lo m ism o q ue recibían el de A u gu sto s, y esto p or el am or q ue p ro fesab a a M arco, al que llam aba siem pre p ad re o h erm ano su y o y cuya fi­ lo so fía y educación literaria im itó constantem ente. O tro s dicen que se le d io a G e ta el nom bre de A n tonino no só lo en h o n o r de M arco , p u esto que éste tuvo aquel nom bre com o n o m bre adoptivo, sin o tam bién en h o n o r de aquél que había recibido el s o ­ brenom bre de Pío, a saber, del sucesor de A d ria ­ no, sin d u da p o rq u e este p rín cip e había elegido a Severo p ara form ar p arte del con sejo de ab ogad os del fisco 2 sacán dole del cargo de form ulario fo ren ­ se 3 que tenía, d ad o q u e el com ien zo del prim er c ar­ go o dignidad que le había con ced id o A n ton in o le había abierto el cam ino a tan grandes p ro greso s, y p orq u e, adem ás, ningún em perador le parecía a él m ás apto p ara im ponerle d ich o nom bre que aquél cuyo nom bre p ro p io había p asad o sucesivam ente p o r cuatro em peradores. Severo que con ocía su h o ró sco p o y que, com o m uchos africanos, era m u y entendido en h o ró sc o ­ p o s, según dicen, pron u n ció esta frase sob re el m is-

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1 El significado originario de septenarius no es claro. Puede referirse al curso de la narración de les pete primeros años de la Vida de Severo, o a un verso de siete pies pjjdícha biografía. 2 Oficio instituido por Adriano, cf. Adriano, 20, 6. 3 Debía de ser un abogado subalterno experimentado en fórmulas ju­ rídicas (formularius) o que tenía como misión redactarlas o proponerlas.


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m o G eta: «M e resu lta extrañ o, q uerid ísim o Ju v e- 7 nal, que n u estro G eta llegue a ser divinizado, pues n o veo en su h o ró sc o p o ningún rasgo p ro p io ele un em p erad o r.» — Ju v en a l era entonces su p refecto del P retorio— Y Severo n o le engañ ó, p o rq u e, d esp ués 8 de que B asian o asesinó a aquél y tem ió el estigm a de tiranía que le sob reven d ría a cau sa de su fraticidio, cuan d o o y ó decir que p o d ría verse aliviado su crim en si divin izab a a su herm ano, dicen que ex- 9 clam ó: «Q u e sea d ivino, con tal de que n o esté v iv o .» 4 A l fin, c o lo có a aquél entre los d io ses y p o r ello la opin ión p ú b lica volvió a serle favorable a p esar de ser un fraticida. 3 A u n qu e o tros autores han d ad o o tra versión, G eta nació el d ía seis de las calendas de ju n io d u ­ rante el con su lad o de Severo y V itelio en M ilán, de Ju lia su m adre, a la que Severo tom ó p o r esp osa, p o rq u e había d escu bierto en su h o ró sc o p o que ella sería esp o sa de u n rey, aunque él era aún un ciu­ dadano p articular p ero de ó p tim a p o sició n en el E s ­ tad o. N a d a m ás nacer, se anunció q ue uij-gallina ha- 2 bía p u esto un hu evo de p ú rp u ra en el p atio de un corral. C u an d o se lo llevaron a su herm ano B asia- 3 no y éste lo cogió y, com o si fuera un niño pequeño, lo rom pió estrellándolo contra el suelo, dicen que J u ­ lia exclam ó en to n o jo c o so : «M ald ito fratricida, aca­ bas de m atar a tu h erm an o .» A esta frase que, su m a- 4 dre había lan zad o p ara hacer reir, Severo lá'd io m a­ y o r im portan cia que el resto de los p resen tes; sin a o em bargo, los que le rod eab an en aquel m om en to re0 con ocieron desp ués que Ju lia había hablado im pul^ sad a p o r una fu erza divina. O c u rrió tam bién otro 5 au gu rio: una vez que en la gran ja de un hom bre de la plebe llam ado A n to n in o nació un cord ero que te­ nía un vellón de co lo r de p ú rp u ra en la frente, p re­ cisam ente en el d ía y h o ra en que había nacido

4 Juego de palabras en latín: diuus/uiuus «divo, divino»/«vivo».


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G eta, y o y ó aquel h om bre decir al arúspice que rei­ naría un A n ton in o desp ués de Severo, pensó que la p rofecía se refería a él m ism o ; sin em bargo, tem ien­ d o que sem ejante anun cio fu era el de su destino, hundió un cuchillo en el cord ero. E ste augurio fu e'* un anuncio tam bién de que G eta sería aniquilado p or A n ton in o , com o se h izo d espués notorio. O cu rrió tam bién o tro p resag io sobre este crim en, que se cum plió igualm ente, com o lo d em o stró el fin extraordinario que tuvo G e ta : en una ocasión en que Severo quería celebrar el natalicio del p e ­ queño G eta con un sacrificio, m ató a la víctim a un victim ario llam ado A n ton in o . E n ton ces pasó d esapercibida esta coincidencia y nadie preguntó nada, pero d espués se com pren dió su significado. 4 F u e un joven elegante, de carácter ru d o, pero no im pío, avaro, aficion ad o a lo s ju egos de palabras, go lo so , glotón y am ante de vin o s de distinta solera. C u en tan que de niño le ocurrió la siguiente anécdota: en una ocasió n que Severo quería a se si­ nar a unos ciud ad an os del p artid o contrario y c o ­ m entaba entre los su y o s: « O s estoy q uitan do en e­ m ig o s» y B asian o le ap o y a b a hasta el extrem o de asegurarle que debía asesinar tam bién a los hijos de aquéllos, si bu scab a su bien, dicen que G eta p re ­ guntó cuántos eran los con den ados a m uerte; y , cuando su p ad re le in form ó de ello, G eta in sistió «¿tienen ellos p ad res? ¿tienen p arien tes? Y , ante la respuesta afirm ativa de aquél, exclam ó entre llan ­ to s: «Será sup erio r el núm ero de ciudadanos que se entristezcan p o r n u estra victoria, que el que se ale­ gre p o r ella.» Y habría prevalecido su opinión si n o hubieran in sistido el p refecto P lauciano y Ju ven al esperando que se decretaran u n a serie de p ro sc rip ­ ciones, gracias a las cuales se hicieron ricos. A ellos se su m aba B asian o im p u lsad o p o r un a extrem a crueldad, al cual, com o se empeñaba en discutir con él afirm ando m edio en bro m a, m edio en serio, que h a ­ op u esto bía que acabar con tod o s

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juntam ente con su s h ijos, G eta, según dicen, repli­ có: «T ú que no perdonas a nadie, serás capaz de ase­ sin ar tam bién a tu h erm an o .» F rase que en aquel m om en to no sign ificó nada, p ero que d espués se consideró com o un p resagio. 5 F u e tenaz en el ap ren d izaje de las obras de los an­ tiguos escritores y reco rd ab a tam bién las ideas que su padre le había in cu lcad o ; fue siem pre o d io so a su herm ano, m ás am able con su m adre que con éste y p o seía una v o z m elo d io sa, aunque algo balbucíente. L e gustaban m uchísim o los vestidos elegantes h asta el p u n to de que su p ad re se reía de él. T o d o lo que sus p ad res le daban, lo em pleaba para vestir a su gusto y no h izo ningún regalo a nadie. D esp u és de la guerra con tra los p arto s, cuan do su pad re llegó al cénit de su gloria y con ced ió a B asian o el título d e copartícipe en el tro n o , G eta recibió tam bién el nom bre de C ésar y de A n ton in o , según dicen al­ gunos autores. T en ía la costu m bre de plantear a los gramáticos distintas cuestiones para que dijeran cómo em itían sus so n id o s cada u n o de los anim ales, ver­ bi gracia: los co rd eros balan, los cochinillos gruñen, las palom an arrullan, los o so s bram an airados, los leones rugen, lo s leo p ard o s chillan, los elefan­ tes barritan, las ranas croan, los caballos relinchan, los asn os rebuznan, lo s to ro s m ugen , y solía dem ostrar que emitían así sus sonidos, aportando el testimonio de autores antiguos. L e eran m u y fam iliares los libro s que Severo S am ón ico escribió a A n ton in o 5. T en ía tam bién esta costu m b re: m an d aba a esclavos expe­ rim entados que p repararan sus banquetes, y sob re to d o los alm uerzos, d istrib u y én d o lo s de acuerdo con las distintas letras: p o r ejem plo, en uno de ellos h abía ganso, jab alí y ánade; o tam bién p o llo , perd iz, p avo, p u erco, p ez, piern a y o tros tipo s de ali-

5 Cf. Caracalla, 4,4 η. 8.

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m entos que com en zaban con esta letra; o tam bién faisán, harina, higos y o tros m anjares sim ilares é. P o r eso se le con sid eraba p ró d ig o ya en su ad oles­ cencia. D esp u és de su asesin ato, u n a parte de los so ld a ­ dos que había perm anecido in sobo rn able, acogió el fratricidio con m u chísim a pena, pues to d o s afirm a­ ban que habían p ro m etid o fidelid ad a lo s dos h ijo s y a los d os debían m antenerla y , en consecuencia, cerraron las puertas del cuartel y no dejaron entrar al em perador durante m u ch o tiem po. E n fin, B a siano n o p u d o volver a R o m a hasta que no expresó públicam ente las q u ejas que tenía so b re G eta y aplacó los ánim os de lo s so ld ad o s pagándoles u n o s sueldos d esm esu rad o s. Finalm ente, tras su llegada a R om a, fueron asesin ad os Papiniano y otras m u ­ chas person as que ap oy ab an la con cordia entre los dos herm anos o que se habían p u esto de parte de G eta, de tal m anera q ue cayeron ab atid os distintos ciudadanos del estam ento senatorial y ecuestre, no só lo en el baño, sino tam bién en la m esa o en p ú ­ blico, y el p ro p io Papiniano fúe asesinado con un hacha, no sin que B asian o reproch ara q ue no se h u ­ biera llevado a cabo la acción con una espada. E n fin, la situación llegó a tal p u n to que se sublevaron los so ld ad o s de la guarnición de R o m a, a los que reprim ió B asian o con fuerte au to rid ad ordenando dar m uerte a su tribu n o, según algunos, o d e s­ terrándole, según otro s. Sin em bargo, le entró tanto tem or que acudió tam bién a la C u ria con una c o ­ raza bajo su túnica de sen ado r y, pertrechado de ese m o d o , rindió cuenta de su actuación y de la m uerte de G eta. Se dice que p o r eritonces, cuando un p retor p roclam aba lo s éxitos del em perador y le

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6 En latín anser, apruna, anas; polux, perdix, pauus, porcellus, piscis, perna; phasianus, farrata, ficus. Nótese que se considera igual fonema ph y f.


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atribuía los títulos de Sarm ático M áxim o y Pártico M áxim o, el hijo de P értinax, H elv io Pértinax, que después fue asesinado p o r el m ism o Basiano, le dijo: «A ñade tam bién el de G ético M áxim o» que es com o decir el G ó tico . E sta frase caló profundam ente en el pecho de B asian o, com o q u edó d espués d em o s­ trad o p o r el asesinato de P értinax y p o r los de otros m uchos que perecieron cruelm ente y en distintos lugares, com o y a d ijim os anteriorm ente. T am b ién consideró a H elv io so sp ec h o so de aspirar a la tira­ nía, p o rq u e to d o s le am aban y p o rq u e era hijo del em perador Pértinax, circunstancias que no ofrecen suficiente segu rid ad a nadie realm ente, si es un ciu­ dadano particular. 7 C uentan que el funeral de G eta se celebró con m ás esm ero del que co rresp o n d ía a u n a p erso n a que h abía sid o asesin ad a p o r su herm ano. F u e enterrad o en el sep ulcro de sus an tepasad os, esto es, en el de Severo, que está u b icad o en la vía A p ia, a la de­ recha según se va hacia la p u erta, con struid o a im i­ tación del septizonium que Severo había engalana­ do en vid a p ara que lu ego albergara su cadáver 7. T u v o la intención de asesinar tam bién a la m adre de G eta, su m ad rastra, p o rq u e llo raba a su herm a­ no, y a otras m ujeres a las q u e encontró llorándole cuando volvió del sen ado. A d em ás, A nton ino fue de uná crueldad tan grande, que se m ostrab a esp e­ cialmente lisonjero con aquéllos a los que había deci­ dido dar m uerte, de form a que eran más temibles sus lison jas que su ira. C iertam en te a to d o el m u n do le pareció extraño q ue irrum p iera en llantos p o r la m uerte de su herm ano cad a vez que se hacía m en­ ción de su nom bre y que veía retratos o bu sto s su ­ y o s. P o r otra parte, la versatilid ad de A n ton in o B a-

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7 El autor confunde el sepulcro de Adriano donde fueron enterrados los Antoninos y Severos (y más tarde Caracalla, cf. Severo, 19,3 y C a­ racalla, 9,12), con el septizonium construido por Severo, cf. Severo, 19,5.


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siano fue tan grande, y , m ás aún, fue tan grande su sed de sangre, que unas veces ordenaba la m uerte de los p artidarios de G eta y o tras la de sus enem i­ gos, cuando el azar los p on ía en sus m anos. P o r esta razón G eta era aún m ás añorado.


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O P IL IO M A C R IN O

(Julio C ap ito lin o )

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L a s vidas de aq u ellos p rín cip es, trátese de u su r­ p ad ores o de C ésares, q ue no ejercieron el p o d er im perial durante m uch o tiem p o, se esconden en el olvido, p o rq u e no hay detalles so b re su vida p riv a­ da que merezcan ser narrados, ya que ni se tendría co­ n ocim iento de ellos siquiera, si n o hubieran inten­ tado conseguir el tron o, y p o rq u e n o pueden con ­ tarse m uchas co sas so b re su acción de gobierno, p u es reinaron p o c o s años. N o obstan te, n o so tro s sacarem os a la lu z del día las noticias que hem os ex­ traído de d iversos h isto riad o res, p ero sólo las que m erezcan ser n arrad as, p u es no hay nadie que no 2 h aya realizado alguna que o tra acción m eritoria d u ­ rante su vida. P ero quien se p ro p o n e escribir b io ­ grafías ajenas, tiene el deber de narrar aquello que m erece la pena conocerse. Y , p o r lo que respecta a 3 Ju n io C o rd o , su afán se cen tró en p ublicar las b io ­ grafías de los em peradores que con sid eraba m ás d escon ocid o s, aunque n o o b tu v o resultad os sen sa­ cionales, p o rq u e d escu b rió p o cas co sas y tod as ellas 4 indignas de que se m antengan en el recuerdo, afir­ m ando que su intención era averiguar hasta los m í­ nim os detalles, com o si fu era p reciso saber sob re T rajan o , P ío o M arco , p o r ejem plo, cuántas veces paseaban , cuán d o cam biaban de dieta, cuándo se m u daban de ro p a y cuán do y a quiénes p ro m o v ie­ ron a algún cargo. A sí, con la exp osición de to d o s 5 estos detalles, llenó sus b iografías de recitados fa-


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h u losos describiendo co sas c o m o las referidas, sien ­ d o así que no se debe reseñar ningún d ato o m uy p o c o s sob re cosas in sign ifican tes; pero, si p or e s­ tos hechos se pueden com pren der las costum bres del biografiad o que realm ente deben conocerse < y o las consignaré p o r e s c r it o > 1, pero so lo en p a r ­ te, p ara que p o r ella se d ed u zca el resto. 2 D esp u és del asesinato de A n ton in o B asian o, el prefecto de su guardia p retorian a, O p ilio M acrino, que antes adm inistraba sus p ro p ied ad es particula­ res, se ap od eró del tro n o , a p e sar de que era de h u ­ m ilde condición y de que p o se ía un espíritu y un aspecto depravado, y se hizo llam ar unas veces S e ­ vero, otras A n ton in o lblsd ad o q ue era odiado p o r todos, ciudadanos y sold ad os; y , habiéndose dirigido 2 inm ediatam ente a luchar con tra los p a r t o s 2, evitó la p osib ilid ad de que los so ld ad o s dijeran lo que p ensaban sob re él y de que se increm entaran las crí­ ticas con las que le agobiaban. C o n to d o , el senado 3 le aceptó con agrado com o em perado r p o r odio a A nton ino B asian o, p u esto que to d o s los senadores en la asam blea dijeron a una v o z «A cualquiera m ás 4 que a un parricida, a cualquiera m ás que a un in ­ cestu oso , a cualquiera m ás que a un im puro, a cu al­ quiera m ás que a un asesino del senado y del p u e ­ b lo.» Y tal vez a tod o el m un do le parezca extraña la 5 razón de p o r qué D iad u m en o , el hijo de M acrino, q u iso que se le designara con el nom bre de A n to ­ nino, cuando se asegu ra que él fue el autor de la m uerte de un A n ton in o. 3 V oy a relatar ahora lo s hechos que sob re él se h a­ llan reseñados en los anales: durante el reinado de A ntonino, la sacerdotisa de la diosa C e le ste 2 de C ar1 Hay una laguna en el texto. Traduzco así aceptando una adición de P: conscribam, !l"’ Su nombre oficial, después de la asunción del poder, fue realmente M. Opilio Severo Macrino Augusto. 2 Para esta divinidad, cf. Pértinax, 4, 2 y n. 16.


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tagd, que p o r in spiración de esta divinidad suele va­ ticinar cosas verd ad eras, en una ocasión en que p re­ decía el porven ir a un p ro c ó n su l que, com o de c o s­ tum bre, la p regu n tab a so b re la situación del E sta ­ d o y sob re su p o d e r fu tu ro , cuando llegó a hablar de los em peradores, o rd en ó que contaran con v o z clara las veces que ella n o m b rab a a A n ton in o , y en­ tonces, ante el aso m b ro de to d o s los presentes, re­ pitió ocho veces el n o m b re de A n ton in o A u gu sto . 2 Pero, contra la o p in ió n general de que A nton ino P ío reinaría durante och o años solam ente, éste los so b rep asó , y entre los que creían en los vaticinios q u edó con statad o que lo que había in dicado la p ro ­ fetisa era algo d istin to referido a aquel m om en to o a años m ás tarde. E n definitiva, si se hace un re- 3 cuento de to d o s aq u éllos que se llam aron A n to n i­ n o s, se d escubre que es och o su núm ero. A saber, 4 el p rim ero, P ío ; el segu n d o, M a rc o ; el tercero, V ero ; el cuarto, C ó m o d o ; el q uin to, C aracalla; el sexto, G eta; el sép tim o, D iad u m en o ; y , el octavo, H elio gáb alo . Y no h ay que incluir entre los A n to- 5 ninos a los d os G o rd ian o s, p o rq u e éstos tuvieron solam ente el so b ren om b re de A n ton in o s, o recibie­ ron tam bién el n om bre de A n to n io s, n o el de A n ­ ton inos. E ste vaticinio fue la causa p o r la que Se- 6 vero se im p u so a sí m ism o tam bién el nom bre de A nton ino y p o r la que hicieron lo m ism o otros m u ­ chos príncipes com o P értinax, Ju lian o y el m ism o M acrino. Pero este n o m bre fue retenido aún m ás 7 que el su y o p ro p io p o r los m ism os A n ton in o s, que fueron los verd ad ero s su cesores de A n ton in o. E sto es lo que dicen un os autores. Pero o tro s dicen que 8 fue su p ad re M acrino quienrdio, a D iad u m en o el nom bre de A n ton in o , p ara auycntar de los so ld a­ dos la sosp ech a de que h a b ía 'iid o él el asesino de A n ton in o. O tro s, en cam bio, escriben que fue tan 9 grande la n ostalgia p o r este n o m bre, que ni el p u e­ blo ni los so ld ad o s con sid eraban em perador a na­ die, si no oían que se le d ab a este nom bre.


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Y , cuando se anunció que V ario H eliogáb alo se había erigido em perador, sien do así que y a el sen a­ do había d ad o el título de C é sa r a A lejan dro, m u ­ chos senadores exp u sieron en la asam blea aquellas acciones p o r las que p udiera m ostrarse claram ente que había sid o in noble, m ezq u in o e inm undo. E n 2 fin, éstas fueron las p alab ras de A u relio V íctor, al que se conocía con el ap o d o de P in io : «que, d u ­ rante el reinado de C ó m o d o , M acrino había sid o un liberto que se había p ro stitu id o a sí m ism o y se había d edicado a oficios serviles en la m ansión im ­ perial, fácilm ente sob orn ab le y de costum bres m e z­ quinas ; que, tras h ab er sid o apartado p o r Severo de 3 aquellos b ajísim os o ficio s que ejercía y de haber sido relegado a A frica, p ara o cu ltar la deshonra de esta condena, se había en tregado a la lectura, había defendido pequ eñ os p ro c e so s, había hecho decla­ m aciones y , finalm ente, había im p artido clases en una escuela; p ero que p osteriorm en te había sido ga- 4 lard on ado con el anillo de o ro 3 y n om brado a b o ­ gad o del fisco bajo el gobiern o de V ero A n ton in o, m erced al p atro cin io de un com pañ ero su y o de m a ­ num isión llam ado F e sto .» P ero no sólo estas n o ti- 5 cias se consideran d u d o sas, sin o que hay otros au ­ tores que ofrecen otras d istin tas, que n o so tro s tam ­ p o co callarem os. E n efecto, m u ch o s han escrito que participó en un com bate glad iatorio y q ue se retiró a A frica tras recibir la vara de h o n o r; q ue p rim ero 6 fue cazado r, luego n otario p ú b lico y finalm ente ab ogad o del fisco. D e sd e este cargo escaló las m ás 7 ilustres dignidades. D e sp u é s, cu ap d o era prefecto del P retorio, tras haber desterrad o a su colega, aca­ bó con la vid a de su em perad o r A n ton in o C aracalia con tanta astucia que no p areció que había sid o él el asesino. P o rqu e, d espués de haber com prad o 8

3 Signo del rango de los miembros del censo ecuestre.


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a su escudero y haber o frecid o una gran p ersp ecti­ va con la m uerte de C aracalla, se e sfo rz ó en que se difundiera la n oticia de q ue había sid o asesinado en un com plot m ilitar, p o rq u e y a no era grato a causa de su parricid io o de su in cesto. E n fin, asum ió ráp idam en te el p o d er im perial, in­ vitando a p articip ar en el gobiern o a su hijo D ia ­ dum eno, al que lo s so ld ad o s dieron enseguida, com o y a d ijim os, el n o m bre de A n ton in o siguien­ d o sus in dicaciones. D e sp u é s envió el cuerpo de 2 A n ton in o a R o m a p ara q ue le enterraran en el p an ­ teón de sus an tepasad os 4. M an d ó al prefecto del 3 Pretorio, colega su y o p o c o ha, que cum pliera con su deber y, sob re to d o , q u e sepultara a A nton ino con los d ebid o s h on ores, o rgan izan d o p o m p as fú ­ nebres de m unificencia regia, p u es era consciente de que había sid o am ad o profun d am en te p o r el pu eblo a causa de los v estid os y con giarios que le había d istribu ido . Se añade a esto que tem ía un al- 4 b o ro to m ilitar, p u es, en caso de que éste se su sci­ tara, no le perm itiría ejercer el im p erio, im perio que había u su rp ad o , p ero asu m ién do lo com o si no lo deseara, com o ocurre con lo s h om bres que dicen 5 que se les ob liga a determ inadas acciones que ellos proy ectan , in cluso recu rrien do a lo s crím enes. P o r otra parte, tem ió h asta a su colega, pen san d o que tam bién el desearía im perar, p ues to d o s esperaban que, si se p ro d u c ía el asentim iento de una so la u nidad m ilitar y él no se o p o n ía a ello, tod as las dem ás unidades harían lo m ism o p o r o d io a M acri­ no a causa de su vida d epravad a o de su hum ilde linaje, siendo así que to d o s los anteriores em pera- 6 d ores habían sid o nobles. A d em ás, M acrin o añadió 7 todavía a su nom bre el de Severo, a p esar de que no le unía ningún paren tesco con él. D e ahí que se conserva este juego : «M acrin o es Severo del m ism o

4 Cf. Caracalla, 9, 12. Se refiere al sepulcro de Adriano.


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m od o que D iad u m en o es A n to n in o .» Sin em bargo, para aplacar enseguida el m otín de los sold ad o s, d io a lo s legion arios y a lo s p retorian o s un estipendio m ás cuan tioso que de co stu m b re, p o rq u e d eseaba 8 atenuar al crim en que su p on ía haber asesinado a un em perador, Y , com o suele ocu rrir, a aquel indivi­ d u o al que n o p o d ía reportarle utilidad su in ocen­ cia, se la rep ortó el dinero, p u es se m antuvo en el trono durante algún tiem p o, a p e sar de ser un h o m ­ bre cargado de to d o s los vicios. D esp u és rem itió u n a carta sob re la m uerte de 9 A n tom n o en la que le llam ab a a él «d iv in o » y se ju s ­ tificaba a sí m ism o y ju rab a q u e no sabía, nada s o ­ bre su asesinato. A sí, com o es habitual en hom bres infam es, a su crim en su m ó el p erju rio en la carta que dirigió al senado, vicio co n el que era lógico que iniciara su reinado un h om b re sin escrúpulo al­ guno. Interesa saber cóm o fue el d iscu rso con el que ju stificó su crim en, p ara com pren der así la desver­ güenza de este h om bre y el sacrilegio con que c o ­ m en zó su reinado este em perado r m alvado. P árra- 2 fo s del discu rso de los em peradores M acrino y D ia ­ dum eno: «N u estro deseo hubiera sido, padres con s­ crip tos, contem plar vuestra clem encia con nuestro em perador A n ton in o a salvo y volviendo recom ­ pen sad os con el triunfo. P o rq u e entonces p o r fin seríam os to d o s felices p o r el esp len do r de nuestro país y p o d ríam o s vivir bajo el gobiern o de aquel príncipe que nos ciieran los d io ses com o sucesor de los A n ton in os. A h o ra bien, c o m o esto n o ha sid o 3 p o sib le debid o a la su blevación del ejército, en p ri- 4 m er lugar, o s in dicam os el com portam iento que esta in stitución ha tenido con n o so tro s, luego c u m ­ p lirem os con nuestra prim era ob ligación , decretan­ do hon ores divinos en h on or de aquel varón a quien ju ram os fidelidad, p u esto que el ejército pensó que nadie era m ás digno p ara ven gar el asesinato de B asiano que su prefecto al que el m ism o B asian o ha-


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b ría encargado sin d u da castigar esta sublevación, si hubiera p o d id o descu brirla cuando aún vivía.» Y 5 un p o c o m ás adelante: «M e confiaron a m i el im ­ p erio, cu ya tutela, p ad res con scrip tos, y o he reci­ bido de m om en to, y cu y o tim ón m antendré, si opináis del m ism o m o d o que lo s so ld ad o s, a los que he ab on ad o su p ag a y he d ad o tod as las ó rd e­ nes que suele d ar el em p erad o r.» Y un p o co m ás 6 ab ajo : «E l ejército ha galard on ad o a m i hijo D ia d u ­ meno, al que vosotros conocéis, con el imperio y con un n om bre, llam án dole A n ton in o , p ara que sea h on rad o tanto con este n o m bre, com o con el h o ­ n o r del tron o. O s su p licam o s, padres con scrip tos, 7 que aprobéis esta determ inación depositando vuestro v o to benévolo y fav orab le, p ara que se conserve entre v o so tro s el n o m b re de lo s A n ton in o s que tan­ tísim o a jilá is^ Y m ás adelante: « L o s so ld ad o s han 8 decretado h on ores divinos a A n ton in o y también^ nosotros los hemos decretado y o s pedimOS-^a (y c p -) (áp tros, pad res con scrip to s, que los ratifiq u elsJau n que p o d ríam o s ratificarlos haciendo u so cfetíuestra au toridad im perial, erigiéndole d os estatuas ecues­ tres, d os p edestres con u n iform e m ilitar y otras d o s que le representen sen tado y con el traje civil, e igualm ente otras d o s estatuas triunfales al divino Severo. V o so tro s, p ad res con scrip tos, o r d e n a r á ^ 9 que se cum plan to d o s esto s decretos accediendo a nuestros p ia d o so s d eseos en p ro de los que nos han p reced id o .» 7 Â s^ à u e s, desp ués de que se leyeron las cartas en el senado, la asam blea, con tra la opin ión general, acogió con alegría la n o ticia de la m uerte de A n to ­ nino y, esperan d o q ue O p ilio M acrino velaría p o r la libertad p ú b lica, prim eram ente le elevó al rango de p atricio, aunque era un h om bre «n uevo» 5 y has5 Com o se vio en el capítulo 2,1 era «de humilde condición» (humili natus loco). Para el sentido de hombre «nuevo», cf. Avidio Casio, n. 2 7 para la elevación al patriciado, cf. D idio Juliano, n. 4.


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ta p o co antes había sid o só lo ad m in istrad or del p a ­ trim onio privado del em perad o r 6. L u e g o , aunque 2 era un am anuense de lo s pontífices, de los que actualm entese llam an p on tífices m enores, le nom bró Pontífice M áxim o y le im p u so m ediante un decre­ to el nom bre de Pío. Sin em bargo, tras la lectura 3 de estas cartas, se m an tu vo el silencio durante m u ­ cho tiem po, p u esto que nadie en ab soluto creía en la m uerte de A n ton in o . A h o ra bien, cuando se 4 constató su asesinato, el senado lanzó contra él to ­ das las invectivas reservadas a lo s usurpadores. F i­ nalm ente, se apresuraron a o to rg ar a M acrino la au ­ toridad p rocon su lar y el p o d er tribunicio. D esp u és de haber asu m id o p o r su p arte el n o m - 5 bre de Feliz, p ara alejar de sí la sosp ech a del asesi­ nato de A n ton in o, a su hijo, llam ado hasta enton­ ces D iad u m en o , le concedió el nom bre de A n ton i­ no. E ste nom bre le asu m ió tam bién p osteriorm en - 6 te V ario H elio g áb alo , que se decía hijo de B asian o, h om bre de una vileza extrem a e hijo de una m ere­ triz. E n fin, se conservan unos versos de un p o eta 7 anónim o que m uestran que el nom bre de A n ton i­ no com enzó a ser usado p or Pío y, poco a poco, d es­ p u és de haberlo o sten tad o los A n ton in o s, llegó a la m ás extrem a degrad ación , p u e sto que M arco A n ­ tonino es el único que parece haber engrandecido la sacralidad de este nom bre con la integridad de su vida, m ientras que V ero lo envileció y C ó m o d o tam bién lo m ancilló. Y ¿qué se puede decir de A n - 8 tonino C aracalla? ¿qué de M acrino? ¿qué, fin al­ m ente, tam bién de H elio g áb alo el últim o de los A n ­ ton inos, del que se recuerda que vivió en la más ex ­ trem a degradación?

6 Cf. Cómodo, 10,1 y n. 48 7 Un scriba pontificius «amanuense» o «secretario de los pontífices». Eran, junto con compañeros del mismo oficio, los llamados pontifices minores que luego constituyeron una corporación de gran importancia.


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Pues bien, una vez p ro clam ad o em perador, de­ claró la guerra a los p arto s y p artió contra ellos con un p o d e ro so ejército, p u es deseaba elim inar la d es­ honra de su linaje y la m ala reputación de su vida p asad a, m ediante la con secución de una gran vic­ toria. P ero, tan p ro n to c o m o inició la lucha con tra lo s p arto s, fue an iquilad o en el curso de una su b le­ vación de sus legion es que h uyeron ju n to a V ario H e lio g áb alo . P ero su rein ad o duró m ás de un año. P o r cierto, en esta guerra que había iniciado A n tonino, M acrin o en un p rim er m om en to o p u so re­ sistencia, aunque sus fu erzas eran inferiores a las de A rtaban o, quien trataba de ven gar con au to ri­ dad la m uerte de lo s su y o s; p ero d espués envió al rey P arto una em b ajad a p id ién do le la p a z que aquél le concedió de buen grad o d espués de la m uerte de A n ton in o. H ab ién d o se retirado desde allí a A lejan dría y entregándose en esta ciudad a la vida licen­ ciosa, p ro p o rcio n ó al ejército un m otiv o justifica­ d o p ara darle m uerte y p a ra declararse p artid ario del preten d id o h ijo de B asian o , es decir, de H e lio ­ gábalo B asian o V ario, q u e posteriorm en te recibió lo s n om bres de B asian o y de A n ton in o . 9 H u b o una m ujer llam ad a M e sa o V aria 8, natural de la ciudad de E m esa 9, herm ana de Ju lia, la esp o ­ sa de Severo P értinax el A frican o , que d espués de la m uerte de A n ton in o B asian o había sid o exp u l­ sada de la m an sión im perial p o r la insolencia de M acrino, a la que éste p erm itió con servar to d o s los bienes que había reun ido d esp ués de m uch os años. E sta m ujer tenía d o s h ijas, Sim iam ira 10 y M a-

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8 Confróntese estos datos con Herodiano, V, 3, 2 ss. Julia Mesa, ca­ sada con Julio Avito, cónsul suffectus en época de Severo y procónsul de Asia. Fue aclamada Augusta y m ater castrorum en el 218. 9 En Siria central, en el Orontes. 10 Cf. Heliogábalo 2,1 y . n. 5.


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m ea 11, la m ay o r de las cuales era m adre de H e lio ­ gábalo, nom bre que dan los fenicios al so l 12. P ero H eliogáb alo era célebre p o r su belleza, p o r su estatura y p o r el sacerd ocio que ejercía, y era c o n o ­ cido p o r to d o s los fieles que acudían al tem plo, y sob re to d o p o r los so ld ad o s. A éstos M esa, o V aria, les dijo que B asian o era h ijo de A nton ino, lo que se divulgó p oco a p o c o entre todo el ejército. L a p rop ia M esa era adem ás inm ensam ente rica (gracias a lo cual tam bién H elio g áb alo vivía con gran lujo) y consiguió m ediante sus p rom esas a los so l­ d ad os que las legion es abandonaran el partido de M acrino. Pues bien, desp ués de haberle acogido p o r la noche con los su y o s en la C iu d ad , su nieto fue aclam ado con el n om bre de A n ton in o , tras haberle ofrecido las insignias del im perio. C u an d o in form aron de tod o esto a M acrino que tenía su cam pam ento en A n tio q u ía, adm irando la audacia de esta m ujer y al m ism o tiem po desp re­ ciando su proceder, envió a su p refecto Ju lian o con unas legiones para que la sitiaran con sus p artida­ rios. P ero, cuando m o straro n a A n ton in o a las legiones, im pulsadas p o r un extrañ o am or hacia él, se p u sieron to d as de su parte y dieron m uerte a J u ­ liano. D esp u és, A n to n in o reunió una parte del ejército y m archó contra M acrino que se apresuraba a cortarles el p aso . T rab aro n com bate, p ero M acrino fue d errotado enseguida, pues su s so ld ad o s le trai­ cionaron p o r am or a A n ton in o M acrino fue asesin ado con D iad u m en o en una aldea de B itin ia cuan­ d o huía con él y un os p artid ario s su yos. A rran ca­ ron su cabeza y se la llevaron a A n ton in o. C on vie­ ne saber, adem ás, que el joven D iad u m en o fue C é-

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11 Julia Mamea, la madre de Severo Alejandro, cf. Alejandro Severo, 5,1 y n. 8. 12 Cf. Heliogábalo, 1, 5 y n.


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sar, según dicen, n o A u g u sto , y que de él tran sm i­ tieron a la p o sterio rid ad m u ch o s escritores que ha­ bía tenido igual p o d e r q u e su p ad re. T am bién fue 5 asesinado el h ijo , al que el p o d er im perial só lo le d eparó la ocasión de ser asesin ad o a m ano de los sold ad os. Efectivam ente, n o se encontrará en su 6 biografía nada que m erezca ser narrad o, salvo esto: que fue agregado a los A n to n in o s com o un b as­ tardo. M acrino o b serv ó m ay o r rigidez y austeridad en sus costum bres en la etapa que fue em perador, es­ peran d o con seguir que se olvid ara to d a su actua­ ción anterior, sien do así que su m ism a severidad ofrecía una ocasió n p ro p ic ia p ara que se le rep ro ­ chara y se le denigrara. Efectivam ente, había desea- 2 do que le llam ara^Sey eroD ^P értin ax, d os nom bres que le parecían a él (que aen otabk n jseveridad. Y , a p esar efe que e ls e n a a o le con ced ió el título de Pío y de F eliz, aceptó este ú ltim o y rechazó aquél. E sta 3 es la razón p o r la que, al parecer, se conserva un epigram a, no exento de h u m or, de un p oeta anó­ nim o griego, que se exp resa en latín con estas ideas : «H istrión y a de anciano, infam e, severo, cruel [e in justo d eseó ser al m ism o tiem po im pío y feliz, de [tal form a que n o q u iso ser p ia d o so , aunque sí dich oso, algo que la n atu raleza rehúsa y la razón no [adm ite. P odía, en efecto, haberse llam ado p ia d o so y [feliz y haberlo p arecid o; p ero es im p ío y feliz y lo será siem pre.»

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E sto s verso s los escribió un p oeta anónim o latino en el fo ro al lad o de los verso s griegos que se ha­ bían fijad o allí anteriorm ente. C u an d o M acrino tuvo conocim iento de ellos, dicen que resp on d ió con estos otro s:

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«Si el destin o hubiera d o tad o al p o eta griego de las cualidades que o sten ta este granuja la[tino, el p u eb lo y el sen ado hubieran perm anecido [en la ignorancia, y ningún m ercader m e hubiera dedicado ver[sos ab om in ab les.»

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M acrino creyó que había d ad o una respuesta ade- 7 cuada con estos v erso s, aunque eran m ucho peores aún que los latin os; p ero la gente se rió m ás de él que del p oeta que recibió la ord en de traducirlos d e l griego al latín. A sí/p iies, fue so b erb io , san guinario, se p ro p u so gobernar al estilo m ilitar y llegó a censurar incluso las reglas de con d ucta de los reinados anteriores, elogiando só lo a Severo p o r encim a de lo s dem ás. 2 E n efecto, h izo crucificar a los so ld ad o s y les im ­ p u so siem pre penas que estaban reservadas a los es­ clavos y, cuando su frió alguna sedición m ilitar, la m ayor parte de las veces diezm ó a los soldados, aun­ que alguna vez también los «centesimo» — una palabra acuñada p o r él y que la em pleaba cuando se quería llamar a sí m ism o clemente— , porque «centesimaba» a aqu ellos so ld ad o s que habían m erecido m ás bien ser d iezm ad os o «v icesim ad os». E s m uy largo de ex- 3 p o n er tod as su s crueldades; sin em bargo, y o citaré una que aunque p o c o im portante, según su o p i­ nión, realm ente es m ás h orrible que tod as las b a r­ barid ad es com etidas p o r los tiranos. E n una oca- 4 sió n en que u n os so ld ad o s trataron de violar a un a sierva de su huésped, que había p erd id o ya hacía tiem po su recato, y M acrin o se enteró de ello p o r ­ que se lo com entó un m ercader de trigo, ordenó qu e los llevaran a su presencia y les p reguntó si h a­ bían sido ellos los violad ores. C u an d o constató su 5 culpabilidad, ordenó ab rir en canal dos bueyes v i­ v o s de gran corpulencia y enterrar en ellos a los d o s so ld ad o s, dejándo las cabezas fuera para que se pu-


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dieran hablar. Y de esta fo rm a les im p u so su casti­ go, aunque ni sus an tepasad os ni sus con tem p orá­ neos aplicaron su p licios com o el m encion ado ni si­ quiera a los adúlteros. N o obstan te, M acrino luch ó no con m en or coraje que éxito contra los p arto s, los arm enios y lo s árabes, a los que llam an E u d ém ones 13. H iz o atar en la p arte inferior de un carro de ruedas a un tribun o, que p erm itió que ab an d o­ naran un p u esto de guardia, y ord en ó que le arras­ traran así, prim ero vivo y luego m uerto, durante to d a un a m archa. R estab leció tam bién el su p licio de M ezencio 14, y , de acuerd o con sus n orm as, ata­ ba p erson as vivas con cadáveres y las ob ligaba a m orir con sum id as p o r el p ro lo n g a d o contagio. P o r esta raz ó n tam bién, cu an d o el p u eb lo m o stró su sim patía hacia D iad u m en o en el circo, le aclam ó así: « ¡O h joven de excepcional belleza, cu yo p ad re no d ebía ser M ezen cio !»

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O rd en ó tam bién encerrar y am ontonar h om bres vivo s entre p ared es, y a lo s reos de adulterio los q u e­ m ó siem pre v ivos y to d o s a la vez, haciendo p ara ello atar sus cu erp os. C o n d e n ó a m orir bajo la es­ p ad a de los gladiadores a lo s esclavos que se habían fu gad o de la casa de su s d u eñ os, si éstos lograban prenderlos. A lo s d elatores, si n o aportaban pruebas, les^condenaba a la p en a capital, y , si las ap o rta­ ban^'lás desp ach aba con un a n o ta infam ante, d es­ pués d é haber p ercib id o el p rem io del dinero p ro ­ m etido. 13 M acrino fue experto en derechcp, hasta el p u n to que decidió invalidar to d o s los rescrip tos de los em ­ p erad ores anteriores, p ara que en adelante la juris-

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13 Del griego εΰδαίμονες «felices». 14 Rey etrusco que combatió aliado con Turno contra Eneas. Para la descripción del castigo, cf. Virgilio, Aen., VIII, 485-488. 15 El primer verso es de la Eneida, X II, 275; el segundo del VII, 654.


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prudencia no se ap o y ara en ellos, sino en el dere­ cho, argum entando que con stitu ía un crim en co n ­ siderar com o leyes las d isp o sicio n es de C ó m o d o , de C aracalla o de o tros p rín cip es ign oran tes, siendo así que Trajano jam ás había respondido por escrito a las consultas que le hacían, p ara q ue no se aplicaran a otras causas las resp uestas del príncipe que se h a­ bían dictado p ara con ceder algún favor. F u e generosísim o en las distribuciones de trigo, p ero m uy tacaño en las donaciones de o ro , y tan cruel, pertinaz y severo cuando azo tab a a los siervos de p a ­ lacio, que éstos le llam aban M acelino 16 en lugar de M acrino, p o rq u e su casa se regab a con la sangre de los esclavos m ás jóvenes com o si fuera un a carni­ cería. L e gu stab a m ucho com er y beber, hasta el p u n to de que se em borrach aba algunas veces, pero siem pre p o r la tarde, p u es cuan do alm orzaba sin com pañía alguna era extrem adam ente so b rio , m ien­ tras que en la cena co m ía sin fren o . Invitaba a su s festines a literatos p ara ob ligarse a com er m enos, m ientras se entretenía en charlar sob re los estudios liberales. 14 P ero, cuando lo s ciu d ad an o s pen sab an en la b a­ jeza de su origen y veían la crueldad de su carácter y y a no p od ían so p o rtar m ás com o em perador a un h om bre corro m p id o, n o p u d ién d ole so p o rtar sobre tod o los so ld ad o s que record ab an m uchas de sus acciones funestísim as y a veces in dignísim as, tras p rom over una sublevación, le asesinaron ju n to con su hijo D iad u m en o que, com o se sabe, tenía el so ­ bren om bre de A n ton in o y del q u e y a se ha dicho que había sid o A n ton in o en sueñ os. P o r ello se conservan estos verso s que aluden a este hecho:

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16 El «carnicero». Apodo derivado de macellum «mercado de car­ ne», alusivo a su crueldad.


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«H e m o s visto en su eñ o s, ciud ad an os, si no [m e engañ o, tam bién esto: llevaba el n o m bre de los A n ton in o s aquel [niño que nació de p ad re esclavo, p ero de m adre [ “ v irtu o sa ” p ues resistió a cien ad últeros e h izo p ro p o si­ c io n e s a o tros cien. T am b ién este calvo fue am ante y d espués m a[rido, he aquí u n P ío, he aq u í un M arco, p u es él ja[m ás fue V e ro ;» 17 T am bién estos verso s fu eron trad u cid o s del grie­ go al latín: y , aunqu e en griego so n m u y expresi­ v o s, m e parece a m i que han sid o trad u cid os p o r al­ gún p o eta vulgar. C u an d o M acrin o se enteró de su existencia, co m p u so u n o s y am b o s que se han p er­ dido, p ero que eran m u y gracio so s, según dicen. Su p érd id a ocu rrió en el tu m u lto en el que fue asesit .nado, cuando tam bién to d o s sus bienes fu eron de\ j 9astad 0 s p o r lo s so ld ad o s. 15 C o m o y a h em os d ich o, su m uerte fue com o si­ gue: cu an d o el ejército se inclinó a fav or de A n to ­ nino H elio g áb alo , M acrin o escap ó y fue d errotado en la guerra y luego m u erto en u n arrabal de B itinia, tras haberse en tregado un a parte de su s so ld a­ d os, haber p erecid o o tra p arte y h ab er escap ad o lo s restantes. A sí a H e lio g áb alo se le consideró fam o ­ so , p ues se creía que había ven gado la m uerte de su padre, y , com o con secuen cia de ello, accedió al tro ­ no, al que d esh on ró con su s d esm esurados vicios, com o la lujuria, la in fam ia, la gloton ería, el orgullo y la fiereza. E l tam bién o b tu v o p o r suerte una miíéjp te sim ilar. ,

17 Retruécano. Verus en latín es nombre de varón, «Vero», o adjeti­ vo, «veraz».


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E sto es lo que n o so tro s sab em o s de M acrino, aunque m uch os autores discrepan en algunos p u n ­ tos, com o suele ocu rrir con la h isto ria de cualquier hom bre. L o hem os esp igad o en m últiples fuentes y se lo ofrecem os a tu serenidad, A u g u sto D iocleciano, p orq u e nos hem os p ercatad o de tu am or a los antiguos em peradores.

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A N T O N IN O D IA D U M E N O

(E lio L am p rid io )

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L a vid a del joven A n ton in o D iad u m en o , al que el ejército p ro clam ó em perad o r ju n to con su padre O p ilio M acrin o desp ués del asesinato de B asian o p o r la facción de M acrin o , no contiene ningún he­ cho dign o de m ención , excepto que recibió el n om ­ bre de A n to n in o y que le sobrevin ieron extraños p resagios anunciándole un breve reinado, tal com o ocurrió. E n efecto, tan p ro n to com o se su p o entre 2 las legiones que B asian o había sid o asesinado, una p ro fu n d a tristeza in vadió los pech os de tod o s los so ld ad o s, p o rq u e y a no tenían un A nton ino al fren­ te del E sta d o , p en san d o que con él iba a perecer el im perio rom an o . C u an d o anunciaron estas nuevas 3 a M acrino, que y a era em perador, tem iendo que el ejército se inclinase a fav o r de alguno de los A n to ­ ninos, p u esto q ue había m uch os generales p ro ce­ dentes de fam iliares de A n ton in o P ío entre los ge­ nerales del ejército o rd en ó que se convocara inm e­ diatam ente una asam blea m ilitar y confirió el n o m ­ bre de A n ton in o a su h ijo , aunque aún era un niño. 4 H e aquí su arenga: «C o m p a ñ e ro s de arm as, v o so ­ tros véis que y a so y de edad avanzada y que, en cam bio, es un joven cito aún D iad u m en o , al que, si los d io ses le so n fav orab les, tendréis com o em pe­ rad or durante m uch os años. A d em ás, com pren do 5 que aún añoráis extraordinariam ente el nom bre de A n ton in o. P o r ello, p u esto que parece que n o m e qu eda m ucha vid a, y a que la fragilidad hum ana im -


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p on e su ley, o to rg ó con v u estro p erm iso a este jo ­ ven el título de A n ton in o p ara que o s represente com o un A n ton in o durante m ucho tiem p o». En- 6 tonces aclam aron: «E m p e ra d o r M acrino, que los d ioses te con serven ; A n ton in o D iad u m en o, q ue los d ioses te conserven. T o d o s,p e d im o s un A nton ino con larga vida, ¡ oh, Jú p ite r O p tim o M áxim o ! 1, que 7 vivan M acrin o y A n ton in o . T ú lo sabes, Jú p iter, M acrino n o p uede ser d errotad o . T ú lo sabes, J ú ­ piter, A n ton in o no p u ede ser d errotado. T énem os un A n ton in o, lo tenem os to d o . L o s d io ses nos han 8 d ad o un A n ton in o. E l joven A n ton in o es digno del im p erio .» E l em perador M acrin o resp o n d ió : «R ecibid , p o r tanto, com pañ eros de arm as, tres áureos a cam bio de la p o testad im perial, cinco a cam bio del nom bre de A n ton in o y los ascen sos habituales, pero d u p li­ cados. O ja lá que lo s d io ses perm itan que se hagan estas donaciones co n m ás frecuencia. P o r lo q u e a n o so tro s respecta, rep etirem os cada cinco años las donaciones que h o y hem os o to rg ad o .» D esp u és de 2 esto, el m ism o em perado r D iad u m en o A n ton in o, que era aún un joven cito, d ijo : « O s d o y gracias, com pañ eros de arm as, p o r haberm e galardonado con un im perio y con un n om bre, p u esto que h a­ béis con siderado d ign o s tanto a m í com o a m i p a ­ dre de proclam arn os em peradores rom anos y de confiarnos la república. M i p ad re, sin duda, p rocu - 3 rará no d efraud ar al im perio y , p o r m i parte, y o m e esforzaré en no d efrau d ar el nom bre a e los A n to ­ ninos. P o rqu e so y consciente de que he recibido los títulos de P ío, M arco y V ero, p ero m e va a ser m u y difícil c o rresp o n d er a ellos. M ientras tanto, sin 4 em bargo, p o r m i acceso al tro n o y p o r este nom -

1 El Júpiter Capitolinus era el verdadero tutelar del pueblo romano, llamado Optimus Maximus, es decir, el mejor y más grande de los dio­ ses. Recibía el culto público del Estado.


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bre, y o os p rom eto to d o aquello que o s p rom etió m i padre y otro tan to, d uplican d o el núm ero de cargos, com o p ro m etió tam bién m i venerable p a ­ dre M acrino, que se halla aq u í p resen te.» E l escri- 5 tor griego H ero d ia n o om ite estos detalles y se li­ m ita a reseñar estos d o s h ech os: la proclam ación de D iad u m en o com o C é sa r p o r lo s so ld ad o s sien­ d o aún niño y su asesinato ju n to con su padre. N a d a m ás acabar esta asam blea, se acuñaron m o - 6 nedas en A n tio q u ía con el n o m bre de A n ton in o D iad u m en o ; p ero la im p resió n de m onedas con el nom bre de M acrin o se diferió hasta que no le d e­ cretó el senado. T am b ién fue enviada a esta asam - 7 blea una carta en la que se le n otificaba la conce­ sión del nom bre de A ntonino a D iadum eno. P or ello dicen que el senado tam bién aceptó con agrado su ascenso al tron o, aunque hay o tros que piensan que lo hizo p o r el od io que tenía a C aracalla. E l em pe- 8 rad o r M acrin o había d ecid id o distribuir entre el pu eblo p ara honrar a su h ijo unas pénulas 2 de co ­ lor encarnado que deberían llam arlas A nton inianas, com o se llam aban C aracallas las distribuidas p o r B asian o 3, afirm ando que había m ás m otivos p ara llam ar a su hijo Pen uleo o P enulario 4, que C aracalla a B asian o. P rom etió tam bién un congiario A n - 9 toniniano, p o r m edio de un edicto, com o el p ro p io edicto lo p u ede d em ostrar. Palabras del ed icto: 10 «C iu d a d an o s rom an o s, desearía y a estar entre v o ­ sotros. V u estro A n ton in o o s donaría un congiario que llevaría su nom bre e in stituiría, adem ás, una co ­ fradía de jóvenes A n ton in ian o s y de doncellas A n ­ toninianas p ara que p ro p ag ara la gloria de un nom bre tan estim ad o .» Y así sucesivam ente. R ealizad as estas cosas, com o hem os dicho, orde-

2 Para esta prenda, cf. Adriano, n. 20. } Cf. Caracalla, 9,7 y n. 24. 4 Derivado de paenula.


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nó que se confeccionaran en los cuarteles enseñas y b a n d e r a s 5 A n ton in ian as e h izo unas estatuas de B asian o en oro y p lata y se celebraron rogativas p ú ­ blicas 6 durante siete días p o r el nom bre de A n to ­ nino. F u e el m ás bello de to d o s los m uchachos, bas- 2 tante alto de talla, de cabellos ru b ios, de o jo s ne­ gros, de n ariz resp in go n a, de barbilla m odelada con to d o p rim or, de b o c a ad ecuad a para los besos, ro ­ busto p o r naturaleza, p ero un tanto afem inado p o r educación. C u an d o p o r p rim era vez tom ó los ves- 3 tidos de escarlata y p ú rp u ra y las dem ás insignias castrenses im periales, resplan d eció com o si fuera un ser astral o celeste, de fo rm a que to d o s le tenían afecto a causa de su elegancia. E sto es lo que tenía que decir sob re este m ucha- 4 cho. P asem os ahora a exp on er los p resagios de su reinado, p resag io s que, si han causad o adm iración en otros caso s, en su caso han sid o aún m ás ad m ira­ bles. 4 E l día en que n ació, su p ad re, que era entonces p ro cu rad o r del gran tesoro 7, in speccionó unas r o ­ pas de p ú rp ura y ord en ó que llevaran las que cosideró m ás brillantes a la habitación donde nació D iad u m en o dos h oras d esp ués. A dem ás, los n iñ os 2

5 Los estandartes (uexilla) eran un pieza de tela cuadrada atada por su parte superior a un travesaño horizontal, frente a la enseña o ban­ dera (signa), que era un palo coronado con la imagen de un águila, de un caballo, etc. El uexillum fue en su origen la enseña única y particu­ lar de la caballería romana y luego distintivo de las tropas auxiliares, así como el signum fue el de las legiones, de forma que cuando se que­ ría hablar conjuntamente de legiones y tropas auxiliares se empleaba la frase signa et uexilla, cf. Suetonio, N ero, 13; Vit., 11. 6 Adriano, η. 58. 7 Según Magie (op. cit., II, p. 88, n. 3), este oficio de procurator ae­ rarii maioris no existía como tal. Se trataría de un error por procurator thesaurorum, ya que en los thesauri se incluía todo el atuendo imperial.


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suelen distinguirse p o r una especie de birrete 8 n a­ tural que les qu itan las co m ad ron as al nacer, p ara vendérsele d espués a lo s ab o g ad o s crédulos, p o r ­ que los pleiteantes dicen q u e les ayu d a en lo s ju i­ cios. Pero este m uchacho n o nació con dicha m em - 3 brana en form a de birrete, sin o de u n a fina diad e­ m a, aunque de una resistencia tan grande que no se od ía rom p er p o rq u e estaban entremetidas sus firas com o las fib ras que se em plean'-eñ'íos arcos. 4 D icen tam bién que cuan do era m uchacho le llam a­ ban D iad em ad o 8 p ero q u e luego, cuando y a fue un adolescente, recibió el n o m b re de D iad u m en o , el m ism o que tenía su ab uelo m aterno, aunque el n om bre de D iad u m en o n o difiere m ucho del de D iad em ad o . Se dice que en la finca de su p ad re na- 5 cieron doces ovejas de c o lo r p ú pu ra, de entre las cuales só lo un a tenía ton alid ad es diversas. Se sabe 6 que, el m ism o día en que n ació, un águila le trajo, sin que él se diera cuenta, un p alom in o real, lo dejó en su cuna m ientras d o rm ía y luego se alejó sin cau­ sarle ningún m al. L o s p an tagato s 9 anidaron en la casa de su padre. 5 P o r la fecha en que nació, lo s m atem áticos, al co ­ n ocer su h o ró sc o p o , dijeron con adm iración que él m ism o era em perado r e h ijo de em perador, com o si su m adre hubiera sid o culpable de adulterio, tal com o sosten ía la o p in ió n p ública. C u an d o jpaseaba p o r el cam po, un águila le q u itó el birrete γ, ante 2

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8 Con este nombre se alude aquí a una membrana natural que apa­ recía con esa forma al nacer y que se pensaba que tenía determinados po­ deres mágicos, cf. n. 10. 81,15 En latín, Diadematus «adornado con diadema». La diadema era una banda blanca y azul que usaban los monarcas en Asia. Se adoptó como emblema de soberanía, cf. Juvenal, X III, 105. 9 Aves de buen augurio de identidad desconocida. 10 Se trata del llamado pileus, un birrete o bonete de filtro que lle­ vaban solamente los hombres. Variaba de forma según las distintas na­ ciones, pero en todas era redondo, sin bordes y ceñido a la cabeza.


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la gritería que organ izaron su s com pañeros de in­ fancia, la co locó, según dicen, en el m onum ento real que estaba situ ad o al lad o de la villa donde re­ sidía entonces su p ad re, encim a de una estatua del rey, de tal m o d o que encajara en ella. M uchos lo consideraron com o un p resagio de m al agüero y cóm o un indicio de su m u erte; sin em bargo, los he­ chos p o sterio res p ro b a ro n q u e el p resagio anuncia­ ba algo glorio so. A d em ás, nació el m ism o d ía en que nació A n ton in o , a la m ism a hora, y casi con los m ism os sign os del zo d íac o que se dieron cu an ­ do nació aquél, p o r lo que lo s m atem áticos d ecla­ raron que él sería h ijo de em perado r y em perador, pero no p o r m ucho tiem po. Se cuenta tam bién que el día en que nació, com o coincidía con el día del natalicio de A n ton in o , una m u jer que vivía p ró x i­ m a a él exclam ó: «Q u e se llam e A n ton in o », p ero que M acrino sintió tem or y se abstuvo de darle el nom bre p ro p io de un em perador, p o rq u e ningún m iem bro de su fam ilia había sid o in vestido con este nom bre y p o rq u e ya se había d ifun d ido p ú b lica­ m ente el ru m or sob re el sign ificado de su h o ró sc o ­ p o . M uch os autores relatan en sus escritos que ocurrieron éstos y o tro s p resag io s, p ero que el m ás fam o so fue el siguiente: en un a ocasión en que se hallaba D iad u m en o en la cuna y un león, después de haber roto las cadenas q u e le sujetaban, se e sc a­ p ó sin que se le p u d iera dom inar, según algunos, se acercó luego a la cuna, acarició al niño y le dejó ileso, en tanto que su n o d riza, que se lanzó contra él, pereció extenuada p o r sus m ord iscos. Y se dio la casualidad de que se la encon tró a ella sola en el recinto en que yacía aco stad o el niño. E stas son las cosas que he con sid erad o dignas de m ención respecto a A n ton in o D iad um en o. Y h u ­ biera narrado su biografía al m ism o tiem po que la de su p ad re, si el n om bre de los A nton inos no m e h ubiera o b ligad o a p u blicar aparte la biografía de este niño. C iertam ente, el n om bre de los A n ton i-

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nos fue tan am ad o en aq u ellos tiem p os que, a aquél que no se ap o y ab a en d ich o n om bre, no se le co n ­ sideraba digno de ser em perador. E sta es la razón 3 p o r la que algunos con sid eran que Severo, Pértinax y Ju lian o deben ser h o n rad o s con los prenom bres de A n ton in o s y que p o r ello desp ués recibieron el de A n ton in o s los d o s G o rd ian o s, p ad re e hijo. P ero 4 es distinto ad op tarlo com o p ren o m b re que asum ir­ lo com o n om bre p ro p io . A sí, P ío osten tó el nom - 5 bre p ro p io de A n to n in o y el sob ren om b re de Pío, m ientras que M arco A u relio tuvo el nom bre p ro ­ p io de V erísim o, p ero , d esp u és de que se elim inó este n om bre b o rrán d o lo de entre los títulos, reci­ bió el de A n ton in o n o com o pren om bre, sino com o n om bre. V ero, a su v ez, tenía el nom bre de C ó m o - 6 d o, p ero al ser elim inado éste, recibió el de A n to ­ nino, com o n om bre p ro p io , n o com o prenom bre. 7 M arco, en cam bio, con firió a C ó m o d o el nom bre de A n ton in o y así lo dio a con o cer a los registros p ú b licos el día de su nacim iento. E s bien sab id o 8 que, a causa de un sueño p o r el que se enteró de que el destin o le reservaba a un A n ton in o com o su­ cesor, Severo dio este n o m b re a C aracalla B asian o cuando tenía y a trece años, y en la m ism a ép oca le oto rg ó tam bién, según dicen, la p o testad im perial. 9 E n cuanto a G eta, aunque m u ch o s autores niegan que recibió el nom bre de A n ton in o , se sabe con certeza que lo recibió p o r la m ism a razón que B a ­ siano, es decir, p ara que suced iera a su pad re Seve­ ro, algo que en realidad n o ocurrió. D esp u és de 10 esto, com o hay con stan cia de ello, el p ro p io D ia ­ dum eno fue llam ad o A n to n in o , p ara que le acep­ tara el ejército, el sen ado y el p u eb lo rom an o, p u e s­ to que existía una gran n o stalgia p o r B asian o C aracalla. 7 Se conserva una carta de O p ilio M acrino, padre de D iad u m en o , en la que se gloría n o tanto a e ha­ ber alcanzado el p o d er im perial, p u esto que o sten ­ taba el segun d o ran go del p o d er im perial, com o de


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haber llegado a ser el p ad re del nom bre de A n to ­ nino, y a que en aq uellos tiem p os no había nom bre m ás p restigio so que éste, ni siquiera el de los d io ­ ses. A ntes de incluir aquí esta carta citaré de grad o unos verso s co m p u esto s contra C ó m o d o , q u e se había llam ado a sí m ism o H ércu les u , para q u e to ­ d os com prendan que el n o m b re de los A nton inos fue tan ilustre que parece que no se le asocia a él dignam ente ni siq u iera el nom bre de los d ioses. V ersos recitados en contra de A n ton in o :

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« C ó m o d o desea osten tar el nom bre de H é r­ c u le s , p o rq u e cree que no es p restig io so el de A n to[nino. E s in experto en la ju risp ru d en cia y en el m an[do, y , lo que es p eo r, cree que es m ás ilustre ser [dios que ser príncipe de egregio nom bre. E ste no será d io s, ni tam p oco h om bre.» E sto s v erso s, co m p u esto s p o r un poeta griego d escon ocido , fu eron trad u cid o s al latín p or un m al poeta. H e creído que d ebía recogerlos aquí para que to d o el m u n d o sep a que los A n ton in o s fueron es­ tim ad os m ás que lo s m ism os d ioses, p ero ello a cau ­ sa del am or a tres p rín cip es, p o r el que se im m ortalizó la sab id uría, la b o n d a d y la p ied ad : ésta en A n ton in o , la bo n dad en V ero y la sabiduría en M a r­ co. V uelvo ahora a la carta de O p ilio M acrino: «O p ilio M acrino a su e sp o sa N o n ia Celsa. N o p o d em o s apreciar, e sp o sa m ía, el bien que hem os con seguido, y q u izá pienses que me esto y refirien­ do al tro n o — N o es un gran bien éste que la fo r ­ tuna concede in cluso a los in dignos— : Y o m e he

11 Cf. Cómodo, 8,5; 9,2; Caracalla, 5,5.

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convertido en p ad re de un A n ton in o y tú en m a­ dre de un A n ton in o . ¡Felices n o so tro s!, ¡afo rtu n a­ da nuestra casa!, ¡ilustre glo ria p ara el im perio, que al fin es feliz! Q u e lo s d io ses y la d io sa Ju n o 1 , a quien ad oras, hagan que él im ite los m éritos de un A n ton in o y que y o , que so y p ad re de un A nton ino, les p arezca a to d o s d ign o de serlo ». E sta carta dem uestra que M acrin o p en sab a que había ob ten i­ d o una gloria in m ensa p o rq u e su h ijo había recibi­ d o el nom bre de A n ton in o. N o obstante, a los catorce m eses de su reinado, fue asesinado juntam ente con su p ad re 13, no p o r el nom bre que osten taba, sin o p o r el gobiern o al­ tanero e in justo de éste, aunque he descubierto que tam bién él d escargó sus iras contra m uch os ciuda­ danos con m ay o r crueldad de la que corresp on día a su edad, com o lo p ru eb an las cartas que de su p u ñ o y letra rem itió a su p ad re. E fectivam ente, en cierta ocasión en q u e u n o s ciu d ad an o s se hicieron sosp ech o so s de co n ju ra y M acrin o lo s castigó severísim am ente durante un a ausencia casual de su h ijo, cuando éste se enteró de que realm ente se ha­ bía dad o m uerte a lo s p ro m o to res de la conjura, p e ro que habían q u ed ad o ab su elto s o tros cóm pli­ ces, com o el g ob ern ad or m ilitar de A rm en ia 14 y los legados de A sia y de A rab ia, en atención a su antigua am istad, se dirigió, según dicen, a su padre con esta carta, rem itiendo tam bién otra igual a su m adre, de las cuales he con sid erad o ob ligad o incluir aquí un ejem plar p o r el interés de su relato:

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12 Esposa de Júpiter. Personificación de la Luna y diosa de los alum­ bramientos. Como suprema esposa de Júpiter, recibe el nombre de re­ gina y aparece a su lado y al de Minerva en el Capitolio. 13 Cf. Macrino, 10,3. 14 Se trata de un error, pues este cargo no existía aún. Los duces fue­ ron los generales comandantes de los ejércitos estacionados en las fron­ teras. Como gobernadores fueron instituidos al final del siglo tercero, cuando se separó la autoridad civil de la militar en las provincias.


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«A u gu sto h ijo a su p ad re A u g u sto . M e parece, p a ­ dre m ío, que no has m an ten id o convenientem ente tu proced er habitual en el am o r que m e p rofesas, p u esto que has con serv ad o la vid a de los cóm plices de aquéllos que han in tentado u su rp ar el p od er im ­ perial, esperando que ellos ib an a ser m ás am igos tu y o s si los p erd o n ab as, o p o rq u e creías que debías perd on arlos, dado que te unía a ellos un a antigua am istad: n o debiste h acerlo, p ues de nad a te servirá. E n p rim er lugar, es im p o sib le que sigan am án­ dote, p o rq u e se han visto acorralad os p o r las s o s ­ pechas. E n segun do lugar, los enem igos m ás crue­ les son aquéllos que, olvid an d o su antigua am istad, se juntaron a tus enem igos m ás d estacad os. A ñade a to d o ello q ue aún tienen en su s m anos el ejército. «Si a ti no te conm ueve la gloria de tan gran[des gestas piensa en tu h ijo A scan io , que y a va crecien­ d o , y en las esp eran zas del heredero Ju lo , al cual está destin ad o el reino de Italia y la [tierra de R o m a.» 15 Si quieres vivir segu ro debes darlos m uerte, p u es a aquél que m antiene salvo s a estos enem igos no le faltarán otro s, debido a que la especie hum ana es im perfecta.» A lgunos dicen que esta carta es de D iadum eno, o tros que la escribió su m aestro C elian o, retórico en otro tiem po en A frica. P o r ella se ve con claridad cuán in icuo hubiera sido este joven, si hubiera vivido m ás años. 9 E xiste aún otra carta dirigida p o r él a su m adre en estos térm in os: «N u e stro señ o r y A u g u sto ni te am a ni se am a a sí m ism o, p u esto que m antiene con vida a sus enem igos. P rocura, p o r tanto, que a A ra ­ biano, T u sco y G elio se les reserve el suplicio del

15 Virgilio, Aen., IV, 272-276.

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p oste, no vaya a ser que, si se les presenta una nue­ va ocasión , no la dejen p a sa r.» Y , p o r lo que dice L o lio U rb ic o en la h istoria que escribió sob re su tiem po, h ay rum ores de q ue esta carta, dada a c o ­ nocer p o r un am anuense su y o , cau só un gran d es­ p restigio a aquel joven entre sus so ld ad o s. E n efecto, algunos querían m antenerle vivo después de ha­ ber dado m uerte a su p ad re, p ero se p resen tó su ayu d a de cám ara, que leyó dicha carta públicam en ­ te en una asam ble de las tro p as. A p p l ie s , un a vez que fu eron am b o s asesinados y que sus cabezas fu eron p asead as en la p un ta de u n a lanza, el ejército se d eclaró p artidario de M ar­ co A urelio A n ton in o p o r el afecto que in spirab a su nom bre. E ste p asab a p o r ser hijo de B asian o C aracalla. E ra sacerd ote del tem plo de H elio g áb alo , el m ás im puro de to d o s lo s m ortales y de tal calaña que, p o r un h ad o d esco n o cid o , envileció el im p e­ rio rom ano. P u esto que son m uchas las noticias que conservam os sob re su vida, las reseñaré en su lu gar apropiado.

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(E lio L am prid io)

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Jam ás hubiera escrito la vida de H eliogáb alo A n ­ tonino, con o cid o tam bién con el nom bre de V a­ rio ', para que nadie h ubiera tenido noticia de la existencia de este em perado r rom an o, si antes no hubieran o cu p ad o el m ism o tro n o im perial prínci­ pes com o C aligula, N e ró n o V itelio. P ero, com o la m ism a tierra p rod u ce sim ultáneam ente veneno y trigo u otros alim entos salu d ables, serpientes y ani­ m ales dom ésticos, el lector atento se procurará una cierta com pen sación al leer las vidas de A u gu sto, T rajan o , V esp asian o, A d rian o , P ío, T ito y M arco y contrastarlas con esto s tiranos m onstru osos. A l m ism o tiem po com pren derá cóm o pensaban los r o ­ m anos al ver que aq u éllos osten taron el p od er im ­ perial durante m ucho tiem po y m urieron de m uer­ te natural, m ientras que éstos, cu yo nom bre ni si-

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1 Se llamaba Vario Avito Basiano. Era hijo de Soemis (cf. n. 5) y de Sexto Vario Marcelo, un caballero sirio muy influyente durante Septimio Severo. Dión Casio (LX X V III) lo llama Avito. Cambió su nombre por el de Marco Aurelio Antonino cuando subió al trono, para lo cual su abuela Mesa declaró que era hijo natural de Caracalla (cf. Caracalla, 9,2: Macrino, 9,4). Adoptó como sobrenombre el de Eliogábalo (Heliogá­ balo), que era el nombre del dios patrono de Emesa (cf. n. 3), pero nun­ ca fue este nombre oficial. También se le llama Basiano, cf. Herodiano, V,3,3.


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q u iera es grato p ro n u n ciar, fueron asesinados, arrastrados p o r tierra y llam ad os tiranos. A /sí/p^es, tras el asesinato de M acrino y de su h ijo 'D iad u m en o 2 que había recibido tam bién el nom bre de A n ton in o con igual p o d er en el trono, se confirió el im p erio a V ario H eliogáb alo , p o rq u e se decía que era h ijo de B asian o. E ste fue sacerdote de H elio gáb alo , de Jú p ite r o del S o l 3 y se había im ­ p u esto a sí m ism o el n o m bre de A n ton in o, bien p ara d em ostrar su origen, bien p o rq u e se había dado cuenta de que era tan grande la estim a que tod o el m un do tenía p o r este n om bre, que hasta el fraticida B asian o era apreciado p o r llam arse A n to ­ nino. E ste, ciertam ente, se llam ó p rim ero V ario, después H elio g áb alo p o r h ab er desem peñado el sa ­ cerd ocio del d ios H e lio g áb alo , que im p ortó de Siria y en cuyo h on or edificó un tem plo en R om a, en aquel lugar donde estuvo em plazad o anteriorm en­ te el san tuario de O rc o 4. Finalm ente, cuando recibió el im perio, se hizo llam ar A n ton in o y así él fue el últim o de los A n to n in o s en el im perio ro m a­ no.

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2 Cf. Macrino 9,10; Herodiano, V. 4,1-2. 3 Elagábalo, nombre fenicio de un dios (ihgbl) que se veneraba en Emesa a través de un ídolo que Herodiano describe como un meteori­ to: «una enorme piedra, redonda por la base y terminada en punta por arriba, cónica y de color negro. Aseguran con orgullo que ha caído del cielo y muestra unos pequeños salientes e incisiones en su superficie; pretenden que es la imagan del sol», cf. V.3,5. En Roma fue llamado oficialemnte Deus Sol Elagabalus·, pero debido a la naturaleza solar de este dios, se relacionó con el griego «Η λιος sol», y se le llamó también Heliogabalus. Este último nombre se aplicó tanto a la divinidad como al emperador. 4 «Construyó a su dios», dice Herodiano V,5,8, «un templo grandí­ simo y bellísimo, alrededor del cual levantó muchos altaras», y en V,6,6: «construyó en las afueras de Roma un enorme y magnífico templo, adonde trasladaba el dios cada año a medio verano», cf. n. 8. El templo de Orco es desconocido.


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L a sum isión en que le tuvo su m adre Sim iam ira 5 fue tan grande q ue no realizaba ninguna g es­ tion en la adm inistración del E sta d o sin su vo lu n ­ tad, m ientras que ella, m anteniendo una vida sim i­ lar a la de las m eretrices, com etía en p alacio to d o tipo de d esh on estid ad es, habiéndose hecho fam osa p o r su adulterio con A n to n in o C aracalla, de tal m o d o que el m en cion ad o V ario, o H eligábalo, era con siderado hijo ilegítim o. Y algunos autores afirm an que sus con d iscíp u los le dieron el nom bre de V ario, p o rq u e pen sab an que había sido concebido de un sem en variad o ( uario ), com o si fuera hijo de una m eretriz. C u an d o los p artid ario s de M acrino asesinaron a A n tón in o , que se decía que era pad re su y o , H elio gáb alo , según cuentan, se refugió en el tem plo del d io s de este n o m bre com o en un lugar inviolable, p ara que n o p u d iera m atarle M acrino, que gobernó con gran crueldad junto con su h ijo , príncipe d iso lu to y san guin ario 6. Pero ya he hablado bastante sob re el n om bre, aunque él profan ó aquel sagrad o nom bre de los A n ton in o s que tú, sa ­ cratísim o C on stan tin o , has ven erado de tal m od o, que has incluido las efigies de M arco y Pío entre los áureos C o n stan cio s y C lau d io s, com o si fueran antecesores tu y o s, ad op tan d o las virtudes de los an­ tiguos que están en con so n an cia con tu carácter y que te son gratas y estim ables. P ero, volviendo a A n ton in o V ario, tan pronto com o asum ió el im perio, envió una em bajada a R o m a; y, estim ulados to d o s los estam entos y to d o el p u eblo con el n om bre de A n ton in o , que parecía que había sido restituido no só lo com o un título,

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3 Era Julia Soemis (Soemias) Basiana, hija de Julia Mesa y de Julio Avito (cf. Macrino, n. 8). Estuvo casada con Sexto Vario Marcelo (cf. n.l). N o hay una explicación satisfactoria para las formas Symiamira de aquí y de Macrino, 9,2 y Symiasera de Eutropio (VIII,22). 6 Cf. Macrino, 11-12.


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tal com o había o cu rrid o en el caso de D iad u m en o , sino en la sangre, p u esto que él se decía hijo de A n ­ tonino B asian o, se origin ó un vivo d eseo de su pre­ sencia. G o zab a, adem ás, de la rep u tació n que suele 2 tributarse a los nuevos p rín cip es que suceden a ti­ ran os, reputación q ue no se m antiene si n o se p o ­ seen virtudes exim ias y que m u ch o s príncipes m e­ d iocres perdieron . Fin alm ente, en el m om en to que 3 se leyeron las cartas de H e lio g áb alo en el senado, se expresaron p o r lo s sen adores fau sto s d eseos en fav o r de A n ton in o y crueles im p rop erio s contra M acrino y con tra su h ijo, y A n ton in o fue p ro c la­ m ad o em perador p restan d o to d o s ellos su asenti­ m iento y m ostránclose a cual m ás créd u lo, com o su ­ cede con los d eseos de los h om bres que son p r o ­ p en sos a la credulidad, cu an d o ansian que sea ver­ d ad lo que anhelan 7. P ero, tan p ro n to com o entró 4 en la C iu d ad , d esp reo cu p án d o se de lo que ocurría en las provin cias, co n sagró a H e lio g áb alo sob re el m onte Palatino, al lad o de su m an sión im perial y le erigió un tem plo 8, con el deseo de traslad ar a él la im agen de la M ad re de lo s d io ses 9, el fu ego de V esta , el P aladión y los escu d o s sagrad o s 11 y to ­ d os los ob jeto s de culto q ue los ro m an o s venera­ ban, procu ran d o que en R o m a n o se ad orara a nin-

7 Según Herodiano, V ,5,l-2, le proclamó el ejército, pero las reac­ ciones no fueron tan espontáneas: «Cuando el ejército y el senado fue­ ron informados de lo sucedido, todos escucharon las noticias a disgus­ to, pero se sometieron por la fuerza a la decisión del senado». 8 Fueron dos : uno en el Palatino, cerca del palacio imperial, llamado Eliogabalium y otro en el suburbio conocido como A d Spem Veterem, al Este de la Ciudad. 9 Divinidad de origen frigio, cuyas fiestas, junto con las de su aman^ te Atis, se celebraban con danzas jubilosas por sus sacerdotes, dando aullidos frenéticos y entregándose a los mayores excesos. 10 Diosa del fuego y del hogar. En su templo, levantado por Numa, el fuego que la representaba ardía permanentemente mantenido por las vírgenes llamadas Vestales.


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gún otro d io s que H elio g áb alo . D ecía, adem ás, q ue Rabia que trasp asar a aquel tem plo el culto de los ju d ío s y de los sam aritanos y el culto cristiano, p ara que los sacerdotes de H e lio g áb alo p oseyeran los se ­ cretos de tod as las religiones. D esp u és, el p rim er día q u e el sen ado celebró asam blea 12, ordenó q u e convocaran a su m adre. C u an to ésta se p resen tó , la llam aron p ara que o c u ­ p ara un lu gar junto al escaño de los cónsules y a sis­ tió a la firm a, es decir, actuó com o testigo en la re ­ dacción del decreto del sen ado, siendo así el único de tod o s los em peradores b ajo cuyo gobierno fue adm itida en el sen ado una m u jer, ocup an d o el ra n ­ go p ro p io de un h om bre, com o si fuera preclarísi­ m a 13. In stitu yó un senaculum 14, es decir, un senado de m ujeres, em p lazán d o lo en la colina del Q u irinal, d on d e antes se celebraban las reuniones de m a tr o n a s15, al m en os en d ías solem nes y cuan ­ do alguna de ellas era galard on ad a con los o rn a­ m entos corresp on dien tes al m atrim on io consular,

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11 Estatua de madera que representaba a Palas o Minerva y que la tradición suponía caída del cielo cuando lio edificaba Ilion. Según una tradición, fue salvada por Eneas que la rescató de un escondite que le reveló Héctor y en cuyo honor levantó luego un templo en Lavinium donde se depositó para pasar después al templo de Vesta. 12 O ancilia, que el rey N um a mandó fabricar a un forjador llamado Veturio Mamurio para evitar que fuera robado un escudo que apareció en su palacio caído del cielo y que tuvo efectos benéficos, como otros meteoritos, para la Ciudad. Para custodiarlos, además, creó la corpora­ ción de los 12 salios. 13 Lampridio la da el título de clarissima, propia del orden senato­ rial. Agripina asistió a una sesión del senado, pero ésta se celebró en Palacio y ella se mantuvo aislada detrás de una cortina (cf. Tácito, Ann., 13,3). 14 Estas reuniones de matronas datan de época republicana y sus de­ cisiones parece que recibían cierto reconocimiento oficial. 15 Se llamaba senaculum propiamente el recinto o lugar donde tenía costumbre de reunirse el senado. H ubo tres lugares en Roma: uno en­ tre el Capitolio y el Foro, donde se elevó luego el templo de la Con­ cordia, otro en la puerta Capena y otro cerca del templo de Beíona.


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distinción que los an tigu os em peradores oto rgaron a sus parientes y especialm ente a aquéllas cuyos m a­ ridos no habían sid o n obles, para que no perm ane­ cieran sin aquella dignidad . B ajo la presidencia de Simiamira se prom ovieron senados consultos ridí­ culos sob re leyes concernientes a las m atron as p re s­ cribiendo, p o r ejem plo, quién de ellas p o d ía apare­ cer en p ú b lico y con qué vestid o, quién debía ce­ d er el p aso a quien, quién debía adelantarse a es­ tam par un beso, quién de entre ellas debía ir en co ­ che, quién a caballo, quién en m ulo de carga, quién en asno, quién en coche tirado p o r m u lo s; quién en coche de bueyes, quién en litera guarnecida de pieles, m arfil u oro y quiénes de entre ellas podrían adorn ar sus zap ato s con o ro o p ied ras preciosas, 5 A ^ p jlie s, al ver que había p asad o el invierno en N ic o m ed ia com etien do to d o tipo de ruindades, de­ ján d ose in cluso co p u lar y p o n ién d o se celoso com o las m ujeres, los so ld ad o s se arrepintieron rápida­ m ente de haber co n sp irad o con tra M acrino, para nom brar em perado r a H elio g áb alo , y cam biaron sus deseos en fav or de su p rim o A lejan dro , a quien el senado había n o m b rad o C é sa r d espués del ase­ sinato de M acrino. Pues ¿quién p o d ía sop ortar a un em perador que ab sorb ía p lacer p o r tod as las cavi­ dades de su cuerpo, cuando nadie toleraría un co m ­ portam ien to sim ilar ni siq u iera en una bestia? E n fin, se lim itaba en R o m a, com o única actividad, a procu rarse em isarios que le buscaran individuos con buenos cojones y se los llevaran a su m ansión, a fin de p o d er d isfru tar de sus cualidades. R epresentaba en la corte la leyenda de Paris 17, haciendo

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16 Ocurría esto si la mujer se casaba con un hombre de categoría in­ ferior a la suya, a no ser que se mantuviera su rango anterior por un decreto imperial. 17 Es decir, el famoso «juicio de Paris», hijo de Príamo y de Helena, que dirimió la mítica disputa entre Juno, Minerva y Venus por ver quién se llevaba la palma de la belleza.


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él m ism o el pap el de V e n u s 18, de tal m anera que, inesperadam ente, dejaba caer su s vestid os hasta los pies y se p on ía de rod illas, d esn u d o, con una m ano en su pecho y la otra en sus vergüen zas, echando hacia atrás su s nalgas y presen tán do selas a su am an­ te. D ep ilab a to d o su cu erp o y co n figu rab a adem ás su ro stro con la m ism a figu ra co n la que se suele pin tar a V enus, p u es con sid erab a que la recom pen­ sa m ás im portante de su vid a sería que le creyeran digno y cap az de satisfacer la p asió n de m uchísi­ m as personas. V endió, tanto personalm ente com o p o r m edio de cualquiera de sus esclavos o de lo s m in istros de sus placeres, hon ores, dign id ad es y o tro s p o d eres. Eligió senadores sin tener en cuenta la edad, ni la fo r­ tuna, ni el origen de los can d id atos, sino atendien­ d o al dinero, vendiendo tam bién las com andancias m ilitares, los trib u n ad os, los cargos de legado, de general, e in clu so las intendencias y oficios palati­ n os. A los aurigas P ro togen es y C o rd io los tuvo p rim ero com o socios en las com peticion es circen­ ses y posteriorm ente com o com pañ eros de las ac­ ciones que realizó durante su vida. T raslad ó a la corte a m uchos in dividuos cu ya com plexión co r­ p o ral le había agradado, haciéndoles abandonar el teatro, el circo o el anfiteatro. P ero am ó a H ierocíes hasta tal p u n to, que besab a su s partes sexuales, lo cual es v erg o n zo so in cluso decirlo, y afirm aba que, actuando así, celebraba las festividades de F lo ­ ra 19. C o m etió un in cesto con u n a virgen v e sta l20.

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18 En principio, diosa de la naturaleza. Luego, debido a su identidad con Afrodita, se convirtió en divinidad del amor y de la belleza. 19 D iosa de las flores y los trigos. En su honor se celebraban las fies­ tas de las flores llamadas Floralia (sacra Floralia) con danzas ligeras y juegos rústicos y gran licenciosidad. 2° Aquilia Severa con la que se casó en el año 221, después de divor­ ciarse de su esposa. Pretendía con este matrimonio simbolizar la unión de su dios Heliogábalo y Vesta, que representaba el Estado romano.


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P ro fan ó la religión del p u eb lo rom an o destru yen ­ d o sus san tuarios. P reten dió extinguir el fuego per- 7 p etu o. D e se ó ab olir n o só lo los diferentes cultos que se celebraban en R o m a, sino tam bién lo s que se celebraban en to d o el o rb e de la tierra, m ovido p o r la única ilusión de que H e lio g áb alo fuera ad orado com o un d io s en to d o el m u n do , y , m ancillado con to d o tipo de in m o ralid ad es ju n to con o tros h o m ­ bres que se habían d esh on rad o a sí m ism os, p ene­ tró violentam ente en el san tuario de V esta, al que só lo pueden acceder las vírgenes vestales y los p o n ­ tífices. Inten tó ro b ar tam bién el P aladión del inte- 8 rior del tem plo, p ero , h ab ién d ose ap od erad o de una vasija que la V estal M áxim a le había m o strad o fal­ sam ente, p en san d o él q ue se trataba de la vasija au­ téntica, y no hab ien d o en con trad o nad a en ella, la rom p ió estrellándola con tra el suelo. N o obstante, n o p erju dicó en n ad a el culto p o rq u e dicen que se habían fab ricad o m uch as vasijas sem ejantes para que nadie p u d iera ro b ar la verdadera. A p esar de 9 haber suced id o esto así, se llevó un a estatua que creía que era el P alad ión y la c o lo có en el tem plo de su d io s, desp ués de h ab er sid o bañ ad a en oro. 7 A d m itió tam bién los cu ltos de la M adre de los d ioses y recibió el tau ro b o lio 21, con el fin de ap o ­ derarse de su im agen y de o tros o b jeto s sagrado s que se m antienen esco n d id o s en el santuario. P o r 2 otra parte, agitó su cabeza entre lo s sacerdotes cas­ trad os de C ib eles y se ató los genitales e h izo tod o lo que suelen hacer los galos 2 y , tras ro b ar el b u s­ to sagrado de esta d iosa, lo tran spo rtó al tem plo de su dios. P racticó tam bién los ritos de Salam bo 23, 3

21 Sacrificio de un toro en honor de Ceres y de otras divinidades, que se realizaba sobre una plataforma con orificios, bajo la que el fiel reci­ bía la sangre purificadora que se derramaba de la víctima. 22 Los sacerdotes-eunucos de Cibeles. 23 Diosa semita emparentada con Afrodita y Celeste.


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con to d o s ios, gritos y sacu d id as con que se celebra este culto sirio, labrán do se así el p resagio de su in ­ m inente m uerte 24. D ec ía que to a o s los d io ses eran m inistros de su dios, llam án d o lo s a unos cubicula­ rios su y o s, a o tros siervos y a o tro s m in istros de d i­ versos asuntos. T u v o la intención de trasladar las p ied ras que la gente llam a divinas del m ism o tem ­ p lo de aquél y la estatua de D ia n a 25 de su santua­ rio de L ao d icea 26, en el que O re ste s la había colo­ cado. Y , p o r cierto, dicen que O restes 27 n o se lim itó a erigir una sola estatua de D ian a en un único lugar, sino que con sagró m uchas en m uch os sitios : y , d espués de que se p u rificó ju n to a los tres ríos cerca del E b ro cum plien d o la resp u esta del orácu­ lo, fu ndó tam bién la ciu d ad de O resta 28, a la que es preciso rociar frecuentem ente con san gre de sa ­ crificios hum anos. — Y fue precisam ente a esta ciudad de O resta a la que A d rian o ord en ó im poner su p ro p io nom bre en aquella ép oca en la que había c o ­ m en zad o a tener accesos de lo cu ra, ateniéndose a la resp u esta divina, p u esto que recibió la orden de ap rop iarse de la casa o del n o m b re de algún otro loco. E n efecto, dicen q ue esta m edida su avizó la locu ra que le había m o v id o a ord en ar la m uerte de m uchos senadores, p o r cuya salvación A n ton in o se h izo acreedor del n o m bre de P ío , pues presentó

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24 Ritos orgiásticos que incluían el acto de castración en conexión con distintos cultos orientales y, sobre todo, con el de Cibeles que pa­ rece que el emperador incluyó en el de Heliogábalo. 25 Diana era la diosa de los bosques y de la fecundidad. Según M a­ gie (op. cit., II, p. 120. η. 1), aquí no se trata propiamente de Diana, sino de la diosa tutelar de Laodicea asimilada a Artemisa ταυροπόλος. 26 Ciudad de la costa de Siria, entre Trípoli y Sidón. 27 Hijo del Agamenón y de Clitemnestra que vengó la muerte de su padre matando a Egisto, asesino de éste y amante de su madre. 28 Ciudad antigua de Tracia, a la que Adriano impuso el nombre de Hadrianopolis, como indica a continuación el texto, Cf. también A d ria­ no, 24,4 y Antonino, 2,4.


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posteriorm en te en el sen ado a to d o s aquéllos a quienes se creía y a m u erto s p o r orden-del prínci-

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pe — ‘ Sacrificó tam bién víctim as hum anas, eligiendo para ello p o r to d a Italia a niños nobles y h erm o­ sos, cu yos pad res y m ad res vivieran aún, creo que con el fin ae que la m uerte les resultara m ás d oloro sa a am bos. E n fin, m ago s de tod as las clases le asistían y celebraban diariam ente sacrificios, exhor­ tándoles él p erson alm en te y dando gracias a los d io ­ ses, p o rq u e había d escu bierto que les eran p ro p icio s cuando exam inaba las entrañas de los niños y to r­ turaba a las víctim as sigu ien d o el rito de su país na­ tal. C u an d o tom ó p o se sió n del con su lad o, ofreció al p u eblo, n o m on ed as de p lata o de oro , ni g o lo si­ nas, ni anim ales p eq u eñ o s, sin o bu eyes lucidísim os, cam ellos, asn os y ciervos, p ara que el pueblo se los disputara, aseguran d o que ésta era una acción que estaba en con son an cia con la dignidad im perial . P ersiguió cruelm ente la m em oria de M acrino, pero m ucho m ás la de D iad u m en o p o rq u e h abía re­ cibido el n om bre de A n ton in o , a quien él llam aba P se u d o-A n ton in o, igual q ue a F ilip o se le llam aba P se u d o -F ilip o , y p o rq u e, según decían, de fau stu o sísim o que era, se había vu elto m u y decidido, b o n ­ d ad o so , p on d erad o y austero. E n fin, ob ligó a algu n os escritores a d iscu tir asp ectos abom inables y hasta sacrilegos so b re sus com id as y su lujo, com o en su vida... C o n stru y ó un os baños p ú b licos en la m ansión im perial y, al m ism o tiem p o, abrió al p ueblo los de

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29 Herodiano pone estas donaciones en relación con el traslado del dios que el emperador hacía cada año al templo de las afueras de Roma (cf. n. 4). Al acabar la ceremonia, se subía a unas altísimas torres y des­ de allí arrojaba a la muchedumbre distintos regalos, cf. Herodiano, 5,6,9.


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Plauciano, para poder descubrir así las cualidades de los hom bres m ejor d o tad o s sexualm ente. Y p u so un particular em peño en que buscaran a los «onobelos» 30 p o r los lugares m ás escon d ido s de toda la C iu d ad y entre los m arin eros. A sí llam aban a aque­ llos individuos que parecían m ás viriles. C u an d o p roy ectab a atacar a lo s m arcom anos, com o A n ton in o había luch ado contra ellos con gran éxito, algunos le dijeron que este príncipe ha­ bía con segu ido que los m arcom an os fueran siem ­ pre leales y am igos del p u eb lo rom an o m erced a la intervención de los C ald eo s y m ag o s y que lo ha­ bía lograd o p o r m edio de cantos m ágicos y de un am uleto. C u an d o pregu n tó en qué consistía aquel am uleto y dónde se hallaba, le ocultaron estos ex­ trem os. E n efecto, existía la persu asión de que buscaba el am uleto para d estruirlo, con la esperanza de que iba a suscitar una nueva guerra, sob re todo p o rq u e había éido/qne se había p ro fetizad o que la guerra M arcom ánica sería acabada p or un A n ton i­ no, m ientras que él era llam ado V ario, H eliogáb alo y escarnio p ú b lico y había desh on rado el nom bre de A nton ino que había u su rp ad o . Sin em bargo, com enzaron a traicionarle sob re to d o aquéllos que se dolían de verse p o stergad o s p o r o tro s hom bres m e­ jo r capacitados sexualm ente p ara practicar la luju­ ria y que disponían de m ás dinero. Por esta razón com en zó a planearse su m uerte. E sta s noticias se re­ fieren a su vida privada. P ero los so ld ad o s no p u dieron sop o rtar que una peste com o aquella osten tara el título de em pera­ d or y com enzaron a dar p áb u lo a las habladurías, p rim ero entre sí y luego en las asam bleas, m ostran ­ do tod o s su sim patía p o r A lejan d ro que y a había sid o p roclam ado C ésar en aquella época p o r el se-

30 Del griego όνόβελος «de pene de asno»

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nado y que era p rim o herm ano de este A n ton in o, p u es V aria era abuela de am bos y p or esto H e lio ­ gábalo recibió tam bién el n om bre de V ario. D uran te su gob iern o , Z ótico 31 g o z ó de tanto 2 p od er, que los jefes de las distintas cancillerías le respetaban com o si fuera el m arid o de su em pera­ dor. A d em ás, este Z ó tico era un in dividuo tal que, 3 ab usan d o de la in tim id ad especial de que gozaba, era cap az de traficar con to d o s los dichos y hechos de H elio g áb alo a cam bio de falsas p rom esas y am asaba así in calculables riqu ezas, dado que am e­ nazaba a u n o s, hacía p ro m esas a o tros y engañaba a to d o s, y cuan do salía de ver al príncipe, se acerca­ ba a cad a uno de ellos individualm ente y les co ­ m entaba: «D e tí he dicho tal c o sa; sobre tí he oído esta otra; a tí te va a ocu rrir aquella otra». A sí sue- 4 len ser lo s h om bres de esta calaña, p ues si son ad ­ m itidos a una excesiva in tim id ad con los príncipes, venden la reputación de éstos, tanto la de los m a­ los com o la de lo s bu en o s, y m edran lanzando ca­ lum nias y habladurías, p o r la necedad o inocencia de los p ro p io s em perado res, que n o se dan cuenta de su p roced er. H e lio g áb alo se casó con Z ótico y 5 con sum ó el acto sexual con él, de form a que tenía a su d isp o sició n una pronuba 32 a la que gritaba: «g o lp ea cocin ero» 33 y esto in cluso cuando Z ótico se encontraba enferm o. D esp u és p regu n tab a a los 6 filó so fo s y a los ciu d ad an o s m ás circunspectos, si tam bién ellos durante su adolescencia habían su fri­ do las m ism as experiencias que él, y , p o r cierto, lo

31 Aurelio Zotico, un atleta de Esmirna llevado a Roma por orden de Heliogábalo. 32 La prónuba era una matrona que no había estado casada más que una vez y que acompañaba a la novia el día de la boda a todas las par­ tes, aunque su misión fundamental era llevarla al lecho nupcial (lectus genialis) y darle instrucciones sobre la nueva vida que iniciaba. 33 Traducción de la expresión latina concide Magire (de μάγειρος «cocinero»), que tiene sentido obsceno.


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hacía con gran d esvergü en za; en efecto, jam ás se ab stu vo de las expresiones b ajas, llegando a m o s­ trar su d esh onestidad in cluso con lo s d ed o s, sin o b ­ servar recato alguno ni en las reuniones ni cuando el p u eb lo rom an o le escuchaba. N o m b ró a lo s libertos gob ern ad ores, legados, cónsules y generales, y desh on ró tod as las dignida­ des p rom ovien d o a ellas a h om bres infam es y des­ con o cid os. H ab ien d o in vitado en cierta ocasión a u n os am igos su y o s n o bles a hacer la vendim ia, cuando descansaban sen tado s ju n to a los canastos, com en zó a p regun tar a lo s m ás p o n d erad o s de ellos si aún p od ían hacer el am o r y , ante el ru b o r de los ancianos, con sid eran d o que asentían con su silen­ ció y ru b o r exclam ó: «Se avergüen zan ; es buena se­ ñal 34». A continuación añadió a estas b ro m as el relato de sus experiencias p erson ales sin m ostrar re­ cato alguno. C u an d o vio que lo s ancianos se sonrojaban y guardaban silencio p o rq u e su edad o su dignidad no perm itía tales conversaciones, se diri­ gió a los jóvenes y com en zó a in dagar tod as sus co ­ sas. A l escuchar sus relatos, que eran congruentes con su edad, com en zó a alegrarse diciendo que una vendim ia que se celebraba así era realm ente licen­ ciosa. M uch os dicen que fue el p rim ero que tuvo la idea de que durante la fiesta de las vendim ias se dijeran contra los am os, in cluso si se hallaban pre­ sentes, m uchas chanzas com pu estas p o r él m ism o, sob re tod o en lengua griega. M ario M áxim o cita un gran núm ero de ellas en su b iografía. T enía am igos lascivos, algunos de ellos ancianos y con aspecto de filó so fo s, que arreglaban su cabeza utilizan do una redecilla, que adm itían h ab er su frid o algunas o b s­ cenidades y que se jactab an de tener m arido. Según algu nos autores, éstos fingieron tales vicios p arah a-

34 Terencio, Adelph., 643.

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cerse m ás gratos al príncipe im itando sus aberracio­ nes. 12 L lam ó p ara o cu p ar la p refectura 35 del Pretorio a un bailarín que había actuado en R o m a com o ac­ tor, n o m bró p refecto de las g u a r d ia s 36 al auriga C o rd io y p refecto de los víveres al barbero C lau ­ dio. P ro m o v ió a o tro s cargo s a individuos que le 2 habían recom en d ad o p o rq u e p oseían descom unales penes. O rd en ó recaud ar el im p u esto de la vigésim a p arte de las herencias a un m ulatero, a un corre­ dor, a un cocin ero y a un cerrajero. C u an d o entra- 3 ba en los cuarteles o en el senado, llevaba con sigo a su abuela V aria, de la q u e y a h em os hablado an­ teriorm en te, p a ra c o n se g u ir m ás consideración m erced a su au to rid ad , y a que no p o d ía con segu ir­ la p o r sí m ism o. Y , com o y a hem os dicho, antes de su acceso al p o d er, ninguna m ujer entró en el sena­ do recibiendo adem ás la p etición de redactar un de­ creto o de dar su op in ión . E n los banquetes colo- 4 caba a su lad o preferentem ente a viejos degenera­ d os y d isfru tab a so b re to d o con sus m an oseo s y es­ trujon es, y solam ente ellos le ofrecían la cop a cuan­ do bebía. 13 E n m edio de estos m ales que p rovo cab an sus costum bres desh on estas, ord en ó que alejaran de su lad o a A lejan d ro , al que había ad op tad o com o su ­ cesor, afirm ando que se arrepentía de su adopción , y encargó al sen ado que le quitara el título de C é ­ sar. Pero en el sen ado se p ro d u jo un gran silencio 2

35 El prefecto de las guardias (praefectus uigilum) era uno de los co­ mandantes de las siete cohortes creadas por Augusto, y reclutadas en­ tre esclavos y libertos, para luchar contra los incendios y asegurar el or­ den por la noche. 36 Es decir, praefectus annonae, cargo creado por Augusto, y con­ fiado a un miembro del orden ecuestre, para aprovisionar la Ciudad, fun­ ción encomendada antiguamente a los ediles. Probablemente se trata de Valerio Comazón Eutiquiano, un liberto miembro de una familia de danzantes y actores (cf. Herodiano, V,7,6).


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cuando se hizo p ú b lico su p ro p ó sito , y a que A le ­ jan d ro era un joven excelente, com o lo confirm ó después su form a de gobern ar, aunque precisam en­ te no era del agrado de su p ad re p o rq u e no era un joven im p údico, y, según (ficen algu n os, era p rim o 3 herm ano su y o 37; y entonces y a era am ad o p o r los so ld ad o s y estim ado p o r el sen ad o y p o r el esta­ m ento ecuestre. N o ob stan te, H e lio g áb alo no se v io 4 libre de locu ra, h asta el p u n to de que cayó en el p ro p ó sito m ás fun esto. E n efecto, envió a ynos in ­ dividu os para que le asesinaran 38, com o a co n ti­ nuación ex p o n go : se retiró a lo s jardin es de la A n - 5 tigua E sp eran za, h aciendo creer que ib a a hacer v o to s contra un joven in ocente y, después de haber dejado en el P alacio a su m adre, a su abuela y a su p rim o, y ord en ó que fuera asesinado este jo ­ ven extraordinario e in disp en sable y a p ara la rep ú ­ blica. E n v ió tam bién un a carta a los so ld ad o s en la 6 que les ord en aba p rivar del n o m bre de C ésar a A le ­ jan d ro. E n v ió a alguien p ara q ue cubriera tam bién 7 de lo d o las in scripcion es de su s estatuas em plaza­ das en los cuarteles, com o suele hacerse con las estatuas de los tiranos. Y tran sm itió las órdenes 8 op ortu n as a sus cuid ad ores, con la p rom esa de d is­ tintos p rem ios y h on ores, p ara q ue le dieran m u er­ te com o m ejo r les p areciera: en el baño, con la es­ p ad a o envenenándole. 14 P ero los m alvad os nad a p u eden contra los v ir­ tu o so s. E fectivam ente, n o h u b o fuerza capaz de in ­ ducir a nadie a com eter tan gran crim en, y a que las arm as que H elio g áb alo p rep arab a con tra otros se volvieron m ás bien con tra él, p ues fue asesinado

37 Según Herodiano V,3,3, Mesa tenía dos hijas, Soemis y Mamea. Ba­ siano era hijo de la primera y Alejandro hijo de la segunda. Herodiano llama a éste Alexiano, que era un nombre de la familia, y Dión Casio le llama Basiano. cf. Alejandro Severo 1, n. 2. 38 Cf. 3,2, n. 8.


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p o r las m ism as arm as con las que intentaba asesi­ nar a otros. P ero, tan p ro n to com o se cubrieron de lo d o las in scripcion es de las estatuas de A lejan dro, to d o s los so ld ad o s se encolerizaron, y una parte se dirigió a P alacio, otra a los jardin es d on d e estaba V ario, para vengar a A lejan d ro y apartar p o r fin del trono a un h om bre im puro y de intenciones fratricidas. Y , cuando llegaron a Palacio, cu stod iaron a A lejan dro ju n to con su m adre y su ab uelo, conducién dole d es­ pués con sum a p recaución a lo s cuarteles. Sim iam ira, m adre de H elio g áb alo , les siguió a pie, p reo c u ­ pad a p o r su hijo. D e sd e allí se dirigieron a los jardiñes d onde se en con traba V ario p rep aran d o un con curso de aurigas y esp eran d o con gran tensión el m om en to en que le anunciaran la m uerte de su sobrin o. A terrad o p o r un in esperad o griterío de lo s so ld ad o s, se ocultó en un rincón y se cubrió tras una cortina que había a la entrada de su d o rm ito ­ rio, d espués ae haber enviado a uno de sus prefectos p ara que detuviera a lo s so ld ad o s en los cuar­ teles y al o tro p ara que aplacara a los que y a se ha­ bían in trod u cid o en los jardin es. Pues bien, uno de los prefectos llam ado A n tio q u ian o que había llega­ d o a los jardin es, con sigu ió de éstos ú ltim os, a fu er­ za de súplicas y record án do les el juram ento que h a­ bían hecho, la p ro m esa de q ue no le darían m uerte, pu esto que eran p o c o s los q u e habían acudido y la m ay o r parte se había q u ed ad o con el estandarte que había retenido el tribuno A ristó m aco . E sto ocurrió en los jardines. 15 E n cam bio, en los cuarteles, ante las súplicas del prefecto, los so ld ad o s le resp on d ieron que estaban d isp u estos a p erd o n ar a H elio g áb alo , si alejaba de su presencia a las person as d esh on estas, a los auri­ gas e histriones y si volvía al cam ino del bien, ap ar­ tando sob re to d o de su lad o a aquéllos que tenían m uchísim a influencia sob re él, con p esar general, y a aquéllos que vendían tod as sus acciones, bien

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d iciendo la verd ad , bien lan zan d o falsas p rom esas. 2 A l fin fueron ap artad os de su lad o H ierocles 39, C o rd io 40, M irism o 41 y d o s am igos íntim os p e r­ verso s que le convertían en m ás ton to de lo que era. 3 L o s so ld ad o s ord en aron adem ás a los prefectos que no toleraran p o r m ás tiem p o su vida licenciosa y que protegieran a A lejan d ro p a ra que n o sufriera n inguna violencia y p ara que im pidieran al m ism o tiem po tam bién que el C é sa r viera a ninguno de los amigos del A ugusto a fin de que no pudiera imitar sus vicios. P ero H elio g áb alo no só lo reclam aba con in- 4 sistentes súplicas la p resen cia de H ierocles, indivi­ du o de extraordinaria desvergüen za, sino que tam ­ bién m ultiplicaba de d ía en d ía su s m aquinaciones contra el C ésar. Fin alm ente, n o consintió presen- 5 tarse en p ú blico con su so b rin o el día de las calen­ das de enero, a p esar de que los d o s habían sido d e ­ sign ad os cónsules al m ism o tiem po. A l fin, com o 6 su abuela y su m adre le repetían que el ejército e s­ taba al acecho para darle la m uerte, si veía que lo s dos p rim os no vivían en arm onía, tom ó la p retexta y se dirigió al senado alred ed or del m ediodía, c o n ­ vocan d o a su abuela a la asam blea y colocán d ola ju n to a su escaño. D e sp u é s de la sesión del senado, 7 no q u iso su b ir al C ap ito lio p ara p ron un ciar los v o ­ tos y llevar a cabo las cerem onias tradicionales, de m o d o que to d o s estos actos los realizó el pretor u r­ bano , com o si no hubiera cónsules en R om a. 16 N o ap lazó la ejecución de su p rim o, pero, te­ m iendo que el sen ado se p u siera de parte de otro candidato si le asesinaba, ord en ó que saliera inme-

39 Cf. 4,5. 40 Cf. 6,3. 41 Personaje desconocido. 42 Magistrado ordinario e independiente, encargado casi exclusiva­ mente de la administración de la justicia. Extendía su jurisdicción sobre Roma frente al pretor peregrinus y otros pretores para las provincias.


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diatam ente de la C iu d ad . In clu so dio la orden de que salieran in m ediatam ente de la C iu d ad to d o s aquellos senadores que no d isp on ían de carruajes o esclavos, de m o d o que u n o s fu eron tran spo rtad os p o r esportilleros y o tros p o r anim ales cap turad os al azar o alq uilad os m ediante un estipendio. L la m ó a un centurión 43 y le d ijo quedam ente al oíd o que asesinara al excón su l Sabin o 44, al que U lpian o 45 había d edicado un os lib ro s p o r haberse quedado en la C iu d ad . P ero el centurión, de o íd o bastante sordo, creyó que m andaba que le expulsara de la Ciudad, y así lo hizo. D e esta m anera, el defecto del centu­ rión salvó a Sabino. R em o v ió de sus cargos al jurisco n su lto U lp ian o , p o rq u e era un h om bre ím p ro ­ bo, y al retórico Sabino, al que había n om brado p ro feso r del C ésar. P o r cierto, éste fue asesinado, m ientras que U lp ian o q u edó a salvo. Pero los soldad os, particularm ente un p retorian o , o p o rq u e sa­ bían que H elio g áb alo m aq u in ab a ciertos m ales con ­ tra A lejan dro, o p o rq u e veían que les iba a coger antipatía p o r su afecto hacia éste, se reunieron en­ tre sí y , con ju rán do se p ara devolver la libertad a la república, p rim ero dieron m uerte a los cóm plices de las liviandades de H elio g áb alo de distintas m a­ neras, p u esto que a u n os les hacían perecer después de arrancarles las partes vitales y a o tro s les acribi­ llaban a heridas co m en zan d o p o r su s partes bajas, para que su m uerte estuviera en consonancia con la vida que habían llev ad o; desp ués de esto se dirigie­

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13 Oficial subalterno que mandaba una centuria, unidad táctica que varió su composición (100 hombres en principio) según los efectivos de la legión. 44 Tal vez Fabio Sabino, miembro del consilium de Alejandro, cf. Alejandro Severo, 68,1. 45 Domicio Ulpiano, famoso jurisconsulto, prefecto del pretorio en el año 222 y amigo de Septimio Severo, del cual los Digesta conservan numerosos fragmentos.


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ron contra él y le asesinaron en una letrina en que se había refugiado. 17 A continuación le arrastraro n públicam ente. L o s so ld ad o s sum aron una afrenta m ás a su cadáver, p ues le lanzaron a una cloaca. P ero, com o se dio la casualidad de que no cabía en ella, le arrojaron al T ib er p o r el puente E m ilio 46, d espués de atarle un p eso para que no flotara, con el fin de que jam ás pudieran darle sepultura. A d em ás habían arrastrado y a su cadáver p o r la arena del circo antes de arro ­ jarlo al T iber. Su n om bre, es decir, el de A nton ino, fue b o rrad o p or orden del sen ado , pero se m antu­ vo el de V ario H elio gáb alo , y a que había con ser­ vado cuidadosam ente aquél, p o rq u e deseaba ser te­ nido por hijo de A n ton in o . L e llam aro n después de su m uerte T ib erin o, A rrastrad o , Im pu ro y otros m uchos m otes, cuando querían aludir a los hechos que p ensaban q u e'se habían ejecutado b ajo su g o ­ bierno. E ntre tod o s los príncipes, sólo él fue arrastrado, arro jad o a una cloaca y p recip itado al T iber. E llo se debió a que se ganó el o d io universal, od io que los em peradores deben evitar particularm ente, pu esto que quienes no m erecen el am or del senado ni del p u eblo ni de lo s so ld ad o s tam poco m erecen recibir sepultura. N o se conserva ninguna de las obras públicas que p ro m o v ió , salvo el tem plo del d io s H eliogáb alo , al que unos llam an Sol y o tros Jú p iter, el anfiteatro 47 restaurado tras su incendio y lo s baños em plazados

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46 El primer puente de piedra sobre el Tiber, entre el puente Subli­ cio y la isla del Tiber. Iniciaron su construcción M. Emilio Lépido v M. Fulvio Nobilior en el 187 a. C. 47 El Coliseo. Se incendió como consecuencia del impacto de un rayo durante el reinado de Macrínú. cf. Dión Casio, LX X V II, 25,2-3.


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en el barrio Su lp icio 48, que había iniciado y a A n ­ tonino, el hijo efe Severo. P o r cierto, A n ton in o C a- 9 racalla había in au gu rad o y a estos bañ os para su u so particular y p ara su u so p ú b lico , p ero carecían de p ó rticos, que fu eron d esp ués con struid os p o r este falso A n ton in o y con clu id os totalm ente p o r A le­ jandro. 18 É ste fue el ú ltim o de lo s A n ton in o s (aunque m u ­ chos creen que m ás tarde lo s G o rd ian o s recibieron el conom bre de A n to n in o s, quienes p o r el contra­ rio fueron llam ad os A n to n io s, no A n ton in o s), tan od iad o p o r su vida, su s costu m b res y su p erversi­ dad que el senado h izo que desapareciera de él in­ cluso el nom bre. T a m p o c o y o le habría d ad o el 2 nom bre de A n ton in o , salvo p ara lograr su identifi­ cación, la cual o b lig a m uch as veces a em plear hasta aquellos n o m bres que han sid o ab olid os. F u e asesinada con él tam bién su m adre Sim iam ira, m ujer viciosísim a y d ign a de tal hijo. U n a vez 3 m uerto A n ton in o , se p ro c u ró ante to d o que jam ás entrara ninguna m u jer en el senado y que se con ­ sagrara y se d edicara a lo s in fiern os la cabeza de quien lo hiciera. Se han escrito y a m uchas co sas obscen as sob re la 4 vida de este em perador. P ero, com o éstas no son dignas de ser m en cion ad as, y o he con siderado que debía narrar aq u ellos actos que atañen a su fastu o ­ sidad, algunos de los cuales, según cuentan, los rea­ lizó cuando era un sim ple particular, otros cuando y a era em perador, p u es él m ism o decía que com o

48 Se trata de las Thermae Antoninianae o baños de Caracalla (cf. C a­ racalla, 9,4). El Vicus Sulpicius era el barrio o calle de este nombre que daba acceso a dichas termas. En efecto, el término uicus indica, en su sentido originario, «un cierto número de casas que se tocan», por con­ siguiente, una calle bordeada de casas en una villa o en una ciudad, y un barrio de ciudad. La alusión a la calle es clara en Caracalla, 9,9: idem uiam nouam muniuit, quae est sub thermis eius.


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particular im itaba a A p ic io 49, p ero com o em pera­ d or im itaba a N e ró n , O tó n y V itelio. 19 E n efecto, fue el p rim ero de tod o s los ciudada­ nos p riv ad os que cu b rió su s lechos con colchas de oro, p o rq u e entonces estaba p erm itid o hacerlo p o r autorización de M arco A n ton in o , que había ven di­ do en su basta p ú b lica los m uebles im periales. D e s- 2 p u és ofreció durante el verano festines, engalana­ d os con d istin tos colores, de m anera que un día ex­ h ibía el verde, otro día el verdem ar, otro dia el a z u ­ lad o, y así sucesivam ente, cam biando continuam en­ te de color durante to d o s lo s días de verano. F u e 3 el p rim ero que tuvo m arm itas de cocción autónom a y el p rim ero tam bién que tu vo m arm itas s im p le s50, vaso s de cien libras de p lata grab ad o s y algunos de ellos d esh on rados con figuras m u y libidinosas. F u e 4 el,prim ero que inventó el vino arom atizado con al­ m aciga y con p oleo y tod o s los com bin ados que m antiene nuestro b o a to actual. E n cuanto al vin o 5 ro sad o , utilizad o y a p o r otro s, le volvió m ás o lo ro ­ so añadiéndole tro zo s de p in as. E n fin, no se en­ cuentran noticias so b re estos tipo s de brebajes en las biografías anteriores a H elio gáb alo . Para él la vida se reducía a la b ú sq u ed a de nuevos placeres. 6 F u e el p rim ero que h izo m orcillas de p escad o, de ostras norm ales, de ostras lisas y de otras conchas m arinas sim ilares, de lan gosta, cangrejos y esqui-

49 M. Gavio Apicio fue el más célebre de los gastrónomos latinos. Es­ cribió un tratado de recetas sobre salsas (De condituris) recompuesto ha­ cia el año 400 en un tratado de arte de cocina (De re coquinaria). 50 Traducimos así los dos términos latinos autepsas y caccabos. Autepsa, del griego άυθέψης, significa en su sentido original algo que «hierve por sí mismo», de donde se infiere que era un aparato que con­ tenía en un recinto fuego y combustible para cocer el agua o los ali­ mentos, que se albergaban en otro, de forma que con ella se podía co­ cinar en cualquier parte. En Pompeya se han encontrado algunos ejem­ plares de este tipo. El caccabus, también del griego κακκάβη, era un pote para hervir en él carne o legumbre, colocándolo sobre el fuego o un trípode.


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lias. C u b rió de ro sas los triclinios, los lechos y los 7 p ó rtico s y, una vez que estaban ad orn ad os así, ca­ m inaba sob re ello s; y los cubrió tam bién con tod o tipo de flores, con lirios, violetas, jacin tos y narci­ sos. Solam ente n ad ab a en p iscin as rociadas con n o- 8 bles perfum es o con azafrán . T am p o c o le gustab a 9 acostarse en lechos que n o tuvieran pelo de liebre o p lum as de p e rd iz, de d eb ajo de las alas; y cam ­ biaba con m ucha frecuencia los colchones. A veces d esp reció al sen ado h asta tal pun to, que llam aba a los sen adores esclavos to g a d o s y al p u e­ blo rom an o lab rad o r de u n a sola p rop ied ad , no o b ­ servando ninguna con sid eración hacia el orden ecuestre. Invitaba con m uch a frecuencia al p refecto 2 de la C iu d ad a beber un trago ju n to s d espués de c o ­ m er, invitación que c u rsab a tam bién a los p refec­ tos del P reto rio de tal fo rm a que, si la rehusaban, los obligaban a aceptarla lo s jefes de las cancille­ rías 51. T u v o tam bién la intención de n o m brar un 3 prefecto p o r cad a uno de los distritos de la C iu d ad para que h u b iera catorce en R o m a 52. Y hubiera lle­ vado a cabo su p ro p ó sito , si hubiera vivido, para p rom ocio n ar a lo s h om bres m ás degenerados y de las m ás bajas p ro fesio n es, sin excepción. T enía lechos de p lata m aciza en sus com edores 4 y d orm ito rios. C o m ía con m uch a frecuencia, a im i- 5 tación de A picio, pezuñas de cam ellos, crestas de p o ­ llos recién cortadas y lenguas de p avo y de ruise­ ñor, p o rq u e decían que quien com iera estos, m an ­ jares se vería libre de la p este. O freció al person al

51 Los magistri officiorum, es decir, los jefes de las distintas seccio­ nes administrativas. 52 El proyecto de Heliogábalo lo llevó a cabo Alejandro, encomen­ dando las 14 regiones a 14 curatores de rango consular, cf. Alejandro Se­ vero, 33,1. Augusto, cuando dividió los 14 distritos, los encomendó a un pretor, edil o tribuno de la plebe, y Adriano posteriormente a per­ sonas que no tenían rango senatorial.


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de la corte d esm esuradas tarteras repletas de entra­ ñas de b arb o s, de seso s de flam enco, de huevos de p erd iz, de seso s de to rd o s y de cabezas de lo ro s, de faisanes y de p avo s. O rd en ab a que sirvieran bar- 7 bas de salm onetes tan descom un ales, p o r cierto, que las p resentaba en p latos y vasijas de cocer h a ­ bas com pletam ente llen os, en su sticu ión de los m a s­ tu erzos, adorm ideras, ju d ías verdes con vinagre y heno griego, lo cual es extraordinariam ente aso m ­ bro so. A lim en taba a su s p erro s con tro zo s de hígado de ganso. Sentía un p asió n especial p o r lo s leones y leop ard os p riv ad os de su s garras, a los que, una vez que les habían ad octrin ad o y a sus d om ad ores, al servir el segun do y tercer p la to , hacía recostarse inesperadam ente a los pies de su s invitados para lle­ narlos de espanto y suscitar c a r c a fa v puesto que to d o s ellos ign oraban que estab an d om ad os. E nvia- 2 ba a las caballerizas uvas de A pam en a 53 para a li­ m entar a sus caballos y daba de com er a sus leones y o tro s anim ales lo ro s y faisan es. H iz o servir tam - 3 bién durante diez días consecutivos treinta tetinas de jabalinas diarias con sus m atrices, guisantes con _ p iezas de o ro , lentejas con ceraunias, habas con troz o s de ám bar y arro z con p erlas blancas. R o ciab a 4 adem ás los peces y las setas con perlas blancas en lu gar de pim ienta. E n su s triclinios de artesonado 5 giratorio cubría a su s in vitad os de violetas y flores, hasta el p u n to de que algu nos de ellos m urieron al no p o d er salir al exterior. M ezclab a el agu a de su s 6 piscin as y bañ os con vin o aro m atizado y con vin o de rosas y ajenjo. In vitó a beber a la plebe con él y engulló tal cantidad de vino con el p u eblo que, cuando se p ercataron de lo que él sólo había traga­ do, pensaban que había estad o bebiendo en u n ap is-

53 Ciudad siria, junto al río Orontes.


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ciña. C o m o ofren das a los com ensales 54, distribuy ó eunucos, cuadrigas, caballos enjaezados, m u los, literas cerradas, carruajes, m il áureos y cien libras de plata. 22 E n los banquetes escribía sob re las cucharas unas suertes tan m agníficas, que uno salía de ellos con «d iez cam ellos», otro con «d iez m o sc as», aquél con «d iez libras de o ro » , éste con «d iez libras de p lo ­ m o », otro con «d iez av estruces» y otro con «diez huevos de gallin a», de tal m anera que constituían unos auténticos so rteo s, en los que lo s com ensales prob ab an sus resp ectivos sinos. L a m ism a costum bre exhibió en los ju egos, distribu yendo lotes de diez o so s, de d iez lo ro s, de diez lechugas o de d iez libras de oro. Y él fue el prim ero que in stitu yó estos so rtero s, tal com o los con ­ servam os actualm ente. P ero invitó a un auténtico sorteo a los actores de teatro, ofreciendo los si­ guientes lo tes: p erro s m u ertos, una libra de carne de buey, cien m on ed as de oro , m il de plata, cien bolsas a e piezas de bronce y otro s sim ilares. E l pueblo aceptó estos d on ativo s con tanto agrado que tras estos sorteos se alegraba de que fuera él quien im perara. 23 Se dice que ofreció espectácu los navales y circences en canales llenos de vin o, que roció los m antos con esencia de viñas silvestres, que con d u jo cuatro cuadrigas de elefantes en el V aticano, tras derruir los sepulcros que estorbaban , y que unció tam bién cuatro cam ellos a un carro en un circo particular para ofrecer un espectáculo. Se dice que reunió serpientes valiéndose de la ay u d a de los sacerdotes del

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54 Se trata de los apophoreta (de άποφόρητα «tributo»), nombre que daban los romanos a los regalos con que se obsequiaban en ciertas so­ lemnidades en las comidas, juegos, etc.


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pu eblo m arso 55 y que, antes del am anecer, cuando suele el p u eblo reunirse para celebrar los ju egos, las dejó sueltas y que m u ch o s concurrentes fueron h e­ rido s p o r su s m o rd ed u ras, o a consecuencia de la huida. U tilizab a una túnica to d a de oro , pero tam - 3 bién u tilizab a otra de p ú rp u ra y otra Pérsica, reca­ m ada de piedras p recio sas, d icien do q ue se sentía ago biado p o r el p eso del placer. L lev aba ad orn ad os 4 sus calzad os con p ied ras p recio sas, que estaban ad e­ m ás grab ad as, lo q ue p ro v o c ó la bu rla general, com o si los g rab ad os de los artistas ilustres p u d ie ­ ran ser adm irad os en la p ied ras preciosas que van sujetas a los pies. D e seab a utilizar una diadem a cua- 5 jad a de p ied ras p recio sas, p ara adquirir m ayor h er­ m osu ra y un sem blante m ás p arecid o al de una m u ­ jer. E sta diadem a la u tilizó tam bién en casa. Se dice 6 tam bién que p rom etió a sus con v id ad os un ave fé ­ nix o, en su lugar, m il libras de oro , p ara d esp edir­ los com o cu ad raba a un em perador. C o n stru y ó es- 7 tanques con agua de m ar, sob re tod o en lugares del interior y lu ego se lo s rem itió a cada uno de su s am igos para que nadaran en ello s, llenándolos p o s ­ teriorm ente de peces. H iz o acarrear nieve y erigió 8 con ella una m ontañ a en veran o en el jardín de su palacio. Ja m á s com ía peces en la costa pero, si se hallaba en las regiones lejanas al m ar, ofrecía to d o tipo de p ro d u cto s m arin os. O frecía com o alim ento a los cam pesinos de las regiones del interior leche de m urenas y de lo b o s m arin os. 24 C o m ía siem pre lo s p eces con condim entos a z u ­ lad os, com o si se hubieran cocid o en agua de m ar conservando su co lo r natural. C o n stru y ó piscinas que llenaba m om entáneam ente con vino rosado y ro sas y se bañaba en ellas con to d o s los su yos, p ro -

55 Pueblo que vivía en el actual Abruzzo.


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p orcion án d oles a con tin u ación caldarios 56 p erfu ­ m ad os con nardo. E m p leab a bálsam o en las lám p a­ ras. N u n ca g o z ó d o s veces de una m ujer, excepto de su esp osa. A b rió lupan ares en su m ansión para sus am igos, sus clientes, y su s esclavos. N u n ca com ía p o r m enos de cien sestercios, esto es, p o r trein­ ta libras de p lata; sin em b argo, en alguna ocasión su com ida co stó tres m il sestercios, calculando to ­ d o s los gastos en con jun to. Sob rep asó en su s com idas a V itelio y a A p icio . A carreaba con bueyes los peces de su s viveros. U n día, al p asar p o r el m er­ cado, se lam entó de la m en d icid ad del pueblo. A tab a a sus p a r á s it o s 57 a u n a rueda acuática y , hacién­ d ola girar, los sum ergía b a jo las aguas o los lan za­ ba de nuevo a la superficie, llam ándoles p o r ello sus «am igos I x ió n io s 58». Pavim entó con rocas de L aced em o n ia 59 y con otras de color p ú rp ura los p atios del Palacio, a lo s q u e dio el nom bre de A ntoninianos. E sta s losas se han conservado hasta nuestro tiem po, p ero hace p o c o las han arrancado y las han hecho p ed a zo s. H a b ía ord en ado erigir una gigantesca colum n a en fo rm a de caracol, a la que se p u diera subir p o r d en tro, p ara em plazar en lo m ás alto de ella al d io s H elio g áb alo , p ero no en-

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56 El caldarium era la habitación destinada al baño caliente, grande y luminosa. En un extremo estaba situado el baño (alueum) circular, en el otro el laconicum o assa sudatio, especie de alcoba semicircular con un recipiente de agua con la que el bañista se rociaba de vez en cuando si la temperatura era excesiva. 57 Entre los griegos, el ayudante del sacerdote. Entre los romanos, antiguamente, los ayudantes de los oficiales civiles que eran manteni­ dos por el Estado. Luego, el término adquirió un sentido despectivo in­ dicando el bufón o gorrón que divertía a los comensales para comer a costa de otros. 58 Por el castigo que sufrió Ixión, rey de los Lapitas, porque sedujo a Juno. La pena consistía en dar vueltas atado mediante unas serpientes a una rueda en perpetuo movimiento. 59 Territorio de Laconia, en el Peloponeso. Eran famosas las piedras de esta región por su parecido al mármol.


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contró una ro ca de las d im en sio n es deseadas en T e ­ bas 60, de donde había p en sad o traerla. 25 A m enudo encerraba en un d o rm ito rio a sus am i­ gos, d espués de haberles em borrach ado , e in espe­ radam ente in trod u cía p o r la noche leones, leo p ar­ dos y o so s d esp ro v isto s de garras para que, al d e s­ pertarse con la luz del d ía o , lo que es m ás grave aún, durante la noche, se encontraran con estas fie­ ras en la m ism a estancia, y c o m o consecuencia, la m ay o r parte de ellos m urieron . A m u ch os de su s 2 am igos de condición hum ilde les hacía sentar en c o ­ jines hinchados en lu g ar de lo s asientos norm ales y , cuando estaban com ien d o, ord en aba desinflarlos de tal m anera que, a m en u do , se encontraban de p ro n to comiencfo b ajo la m esa. E n fin, él fue el p ri- 3 m ero que in trod u jo la costu m bre de tender en tierra, no so b re los lech os, un recostadero de fo r ­ m a circular 61, con el fin de que los esclavos p u d ie­ ran desatar p o r los p ies los cojin es p ara quitarlos el aire. O rd en ó que en lo s ad ulterios que representa- 4 ban los m im os se realizaran de verdad aquellas e s­ cenas que sólo suelen ejecutarse de form a fingida. So- 5 lía com prar m eretrices a to d o s lo s m ercaderes de e s­ clavos y luego las m anum itía. H ab ien d o surgido un 6 día, en el tran scurso d e una charla privad a, el tem a del núm ero de herniados que p o d ría haber en R o m a, ord en ó que lo s hicieran a tod o s una señal y que los exhibieran en su s bañ os, y a continuación se bañó con ellos, aunque algun os pertenecían a la nobleza. A m enudo exhibió gladiacfores que lucha- 7 ban en su h on or antes de sus banquetes y tam bién púgiles. Se instaló en lo m ás alto de un anfiteatro 8 un triclinio y , m ientras com ía, hacía que le exhi­ bieran ejecuciones de delincuentes y cacerías de fie-

60 Ciudad de Grecia antigua, en la Beocia, Para la afición del empe­ rador por las torres, véase Herodiano, V,6,9. 61 Un triclinio llamado sigma, cf. Adriano, 17,4.


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ras salvajes. A l segu n d o p la to , ofrecía a sus parási- 9 tos com ida, unas veces rep resen tada en cera, otras en m adera, otras en m arfil, en alguna ocasión en barro y algunas veces in clu so en m árm ol o piedra, con el fin de que p u dieran contem plar, en distinta m ateria, to d o s lo s alim entos que él com ía, aunque solam ente bebían en cad a u n o de lo s servicios y se lavaban las m an os, com o si hubieran com ido. 26 Se dice que fue el p rim ero de los rom an o s que u só vestid os co n feccio n ad o s totalm ente en seda, cuando se u sab an y a los que contenían este p ro ­ d ucto al cincuenta p o r ciento. N o em pleaba jam ás telas de lino lavadas y llam ab a m en d igos a los que las utilizaban desp ués de h aberlas lavado. D esp u és 2 de com er se p resen tó siem pre en p ú blico vestido con dalm ática 62, llam án do se a sí m ism o F ab io G u rges 63 y E scip ió n , p o rq u e F ab io y C orn elio fueron p resen tad o s p o r su s p ad res en p ú blico con dicho atuen do cu an d o eran jóvenes, con el fin de corregir sus costum bres. R eunió en unos edificios públicos a todas las mere- 3 trices que p u lu lab an p o r el circo, p o r el estadio, p o r los baños y p or otros lugares, y pronunció una aren­ ga ante ellas com o si se trata de una arenga m ilitar, llam án dolas «com p añ eras de arm as», y discutió con ellas sob re las distintas clases de p o stu ras y p lace­ res. A d m itió desp ués en un a asam blea com o ésta a 4 alcahuetes y libertinos, q ue h izo buscar p o r todas p artes, y a los m u ch ach itos y jóvenes m ás d iso lu ­ tos. Y , hab ién d ose p resen tad o ante las m eretrices 5 con atuendo afem in ado y las tetillas al aire, y , ante aquellos degenerados con el atuen do exterior que utilizan los jóvenes que se p rostitu y en , después de arengarlos, les p ro m etió un don ativo de tres áu-

62 Cf. Cómodo, 8,8, n. 22. 63 Probablemente Quinto Fabio Máximo Gurges, cónsul en el 292, 276 y 265 a. C.


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reos com o si fueran so ld ad o s y les p id ió que su p li­ caran a los d ioses la p o sib ilid ad de disponer de otras p erson as que m erecieran su recom endación. B ro m eab a con su s esclavos hasta el punto de m andarles que le llevaran m il libras de telarañas, ofreciéndoles un p rem io, y se dice que llegó a re u ­ nir diez m il libras de este tejid o , asegurando que tam bién p o r esto p o d ría com pren derse cuán gran ­ de era R om a. E n v iab a a sus p arásito s com o salario anual, en lugar de p ro v isio n es, vasijas llenas de ra ­ nas, escorpion es, serpien tes y otros m o strao s se­ m ejantes. E n cerraba tam bién en otras vasijas sim ilares una infinidad de m o scas a las que llam aba ab e­ jas dom ésticas. 27 H iz o exhibir perm anentem ente para sí en sus c o ­ m edores o en sus p ó rtic o s, cuando d esayun aba y com ía, cuadrigas de las que actuaban en el circo, obligan d o a que las guiaran lo s ancianos a los que invitaba, aunque algu n os de ellos desem peñaran cargos p ú b licos. Sien d o y a em perador, ordenaba que le p rocuraran diez m il ratones, m il com adrejas y m il lirones. T uv o a su servicio confiteros y lecheros tan hábiles q u e im itaban con dulces o con leche los distintos alim entos que representaban sus cocineros, m aestresalas y frutero s. O freció a sus parásitos com id as p rep arad as in cluso con vidrio y , a veces, enviaba para engalanar las m esas tantos m an ­ teles p in tad os con los m anjares que le iban a servir com o p latos iba a com er, de tal form a que éstos se ofrecían solam ente en figuras hechas con la aguja o con el telar. N o obstan te, a veces les eran ofrecidos incluso cu ad ros p in tad o s, d an d o la im presión de que se les servía to d o tipo de m anjares y, a p esar de ello, se consum ían de ham bre. M ezcló p ied ras preciosas con frutas y flores. L a n z ó tam bién p o r la ventana la m ism a cantidad de alim entos que servía a sus am igos. H ab ía d ad o órdenes de que entregaran lo equivalente a la con tribución de un año a p o r­ tada p o r el pueblo rom an o a las m eretrices, alca-

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huetes y. degenerados que habitaban dentro de la C iu d ad , p rom etien do otro tanto a los que vivían fuera, ya que en aquella ép oca R o m a contaba con reservas de trigo equivalentes al tributo de siete años, gracias a la p rev isió n de Severo y B asian o. 28 U n ció cuatro p erros gigan tescos a un carro y se p aseó en él p o r el in terior de su m an sión im p e­ rial, repitiendo así el m ism o espectáculo que había ofrecido en sus p o sesio n es cuando él era aún ciu­ dadano “particular. Se p resen tó tam bién en p úblico 2 guiando un carro al que h ab ía enganchado cuatro grandes ciervos. U n c ió tam bién leones a su carro, d án dose a sí m ism o el título de «gran M ad re» 64 e h izo lo m ism o con tigres, llam án dose en este caso B aco 65 y p resen tán d o se con el vestid o típico con el que suelen presen tarse lo s d ioses a los que im i­ taba. P o seía en R o m a un as pequ eñ as serpientes de 3 E g ip to a las que los habitantes de este país llam an «b u en os gen ios» 66. T u v o tam bién h ipo pó tam os, u n cocod rilo, un rin oceron te y to d o s los anim ales de E g ip to que eran ap to s, d ad a su naturaleza, para ser exhibidos. O freció algunas veces en sus festines 4 avestruces, afirm ando que a los ju d ío s se les había p receptuado com er tales aves. R esu lta realm ente sorprendente el siguiente he- 5 cho que cuentan del él: habiendo invitado a d esa­ yu n ar a ciud ad an os del m ás alto ran go social, hizo que cubrieran los lechos con azafrán, diciendo que les ofrecía heno en atención a su dignidad. R eali- 6 zab a p o r las noches las actividades diurnas y d u ­ rante el día las nocturn as, p o rq u e con sid eraba com o un recurso m ás de su m olicie levantarse de dorm ir

64 La M ater magna o Cibeles, cf. n. 9 y Clodio Albino, n. 16. 65 Dios del vino. 66 «Buen genio», agathodaemon, es traducción del término griego άγαθοδαίμων con el que se designa al buen espíritu, algo así como nuestro ángel de la guarda.


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e iniciar tarde las au d ien d a s y , viceversa, acostarse a dorm ir de m añana. Se m o strab a a d iario genero­ so con su s am igos y era difícil que despidiera a a l­ guno de ellos sin un regalo, salvo a lo s que había averiguado que eran ah o rrad ores, pues los conside­ raba unos in fortu n ado s. 29 D isp o n ía de carruajes cu biertos de piedras p re ­ ciosas y de o ro y desp reciaba lo s que estaban h e­ chos de plata, m arfil o bronce. U n cía a un p ábilo 67 dos o cuatro m ujeres bellísim as, o bien a tres o m ás, y así era p asead o ; sin em bargo, la m ayor p a r­ te de las veces le p aseab an d esn u d o, yen d o d esn u ­ das tam bién las m ujeres que tiraban del carro. T uvo tam bién la co stu m b re d e invitar a com er a ocho hom bres calvos, y tam bién a och o tuertos, a och o go to so s, a och o so rd o s, a och o n egros, a och o in dividuos esp igad o s o a och o o b eso s, con el fin de suscitar la risa general, p u esto q ue tales com ensales no p od ían em plazarse en un só lo lecho. R egalaba a su s in vitados to d o s lo s u ten silios de p lata de sus banquetes y , m ás frecuentem ente, tod as las cop as en que había bebido. F u e el p rim er general rom an o que ofreció públicam ente garó m ezclado con agua, que h asta entonces era un a com id a m ilitar y cu yo u so restableció p o c o desp ués A lejandro. P ro p on ía adem ás a su s in vitad os, a m o d o de tesis, cóm o inventar nuevas salsas p ara condim entar los m anjares y concedía el p rem io m ás alto al que h u ­ biera dado con uno de su gu sto, otorgándole com o regalo un vestid o de seda, p ren d a que se con sid e­ raba entonces rara y d istin g u id a; si, p o r el contrario, alguien p rep arab a un con dim en to que n o le gustaba, recibía la ord en de com er constantem ente de él hasta que inventara otro m ejor. Se sentaba siem pre en m edio de flores o de esencias de gran valor. L e gu stab a que dijeran que el precio de lo s

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m anjares que servían a su m esa era m u y alto, pues afirm aba que ésta no era m ás que un aperitivo p ara lo s convites. 30 Se p in tó com o con fitero, p erfum ero , tabernero, tendero y alcahuete, e in clu so desem peñó sin cesar tod o s estos oficios en su casa. H iz o servir en m últiples m eses en un a sóla co m id a las cabezas de seis­ cientos avestruces, p ara q ue se com ieran los sesos. O freció una vez un b an quete tan esplén dido que sirvieron veintidós p lato s con gran des cantidades de m anjares, p ero tan to él c o m o su s am igos se bañ a­ ban d espués de cad a p lato y hacían el am or, ju ran ­ d o y p erju ran d o que habían satisfecho su deseo. C elebró tam bién otro b an quete con las siguientes características : se p rep arab a en casa de cada uno de sus am igos un p lato d istin to y , aunque uno habi­ taba en el C ap ito lio , o tro en la P alatino, otro al lad o de la m uralla de R o m a, otro en el C elio y otro en la ribera de m ás allá del T iber, com ían dichos p latos de uno en u n o y p o r turno en los distintos dom icilios, prescin d ien do del lu gar d onde h ab ita­ ban, y de este m o d o recorrieron tod as las casas. A sí, apenas dio tiem po a acab arse en el tran scurso de to d o el día un so lo banquete, p o rq u e to d o s se b a­ ñaban d espués de cada servicio y lu ego gozaban de m ujeres. O freció constantem ente un p lato Sibarítico aderezado con aceite y garó é8, p lato inventado p o r los sibaritas el m ism o año en que m urieron. Se dice que m andó con struir bañ os en m uchos lu ga­ res distintos y que ord en ó d estruirlos d espués de h aberlos u tilizad o una so la vez, a fin de n o tener baños u sad os. E l m ism o p roced er ob servó, según dicen, con sus casas, con su s p alacio s provinciales

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68 Especie de salsa para mezclarla con las legumbres, carne, vinagre, aceite, etc., con el fin de dar más sabor a la comida. Se preparaba con los menudillos y otras partes de los peces, poniéndolo en salmuera y de­ jándolo al sol durante algún tiempo.


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y con sus d orm ito rios. A h o ra bien, yo creo que es- 8 tos detalles, y algunos o tros que sobrepasan la cre­ dibilidad, son fruto de la invención de aquéllos que han preten d id o d esh on rar a H elio g áb alo para fa v o ­ recer a A lejan dro. 31 Se dice que alquiló p o r seis m il sestercios a una cortesana m uy con o cid a y m u y herm osa y que la respetó sin tocarla, com o si fuera virgen. En una 2 ocasión en que un in dividuo le preguntaba, cuando aún no era em perador: « ¿ N o temes em pobrecerte?», dicen que le con testó: «¿P u ed e ocurrir algo m ejo r que y o sea m i p ro p io heredero y el heredero de m i esp o sa?». A dem ás, se había adueñado de los recur- 3 sos d ejad os en testam ento p o r m uchas personas en atención a su padre. A firm ab a que no quería tener hijos, pues temía que alguno le saliera austero. O rde- 4 naba que quemaran aromas de las Indias para calentar sus habitaciones, p ero que no em plearan carbón. C u an d o era un sim ple ciu d ad an o jam ás em prendió un viaje con m enos de sesenta carruajes, a pesar de que su abuela V aria p ro testab a diciéndole que se 5 iba a arruinar. E n cam bio, siendo ya em perador, se dice que hacía que le siguieran hasta seiscientos carruajes, alegando que el rey de los p ersas viajaba con diez m il cam ellos y que N e r ó n había em pren­ dido una m archa con quinientas carrozas. L a causa 6 que justificaba tal cantidad de vehículos era que fi­ guraba en su séq uito un gran núm ero de alcahue­ tes, alcahuetas, cortesanas, degenerados y seductores d otad o s adem ás de buen os cojones. Se bañaba 7 siem pre acom pañ ad o de m ujeres, de tal suerte que las depilaba él personalm ente con p silotro 69, cui-

69 El psilothrum, de griego ψίλωθρον, era un preparado medicinal o ungüento hecho a base de arsénico calentado y de cal viva. Lo utiliza­ ban las personas de costumbres afeminadas para eliminar los pelos de la piel, cf. Marcial, 111,74; V I,93.


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dan d o tam bién su barba, vergüen za da decirlo, con el m ism o p silo tro con el que depilaba a las m u je­ res, y a la m ism a hora. T am b ién rasuró los m iem ­ bros viriles de sus ín cubos u san d o la m ism a navaja con la que él se hacía la barba. C u b rió el pórtico con lim aduras de o ro y p lata y se lam entaba de no p o d er hacerlo con ám bar, y realizó esta m ism a o p e­ ración frecuentem ente en el trecho de cam ino que hacía a pie hasta su caballo o carroza, igual que se hace h oy con arena dorada. 32 N u n ca utilizó d o s veces su calzad o, p ero incluso sus anillos tam poco se los p u so d os veces, según d i­ cen. Frecuentem ente rasgó vestid os de elevado p re­ cio. C ap tu ró una ballena y la p esó haciendo servir a sus am igos una cantidad de p escad o porp orcion al al del p eso de aquélla. H iz o hundir en el p uerto navíos ya cargad os, d icien do que esta acción era una m uestra de su m agnanim idad. D escargab a el p eso de su vientre en recipientes de oro y orinaba en pie­ zas de m urra o de ónice. Se le atribuye la siguiente frase: «E n caso de que tenga un heredero, le nom braré un tutor que le ob ligu e a hacer lo que y o he hecho y estoy d isp u esto a hacer». T u v o tam bién la costum bre de p rocu rarse las com id as, de tal guisa que un día com ía únicam ente faisán, y p o r tanto arreglaba tod o s los p latos solam ente con carne de faisanes, y otro día com ía p o llo , otro peces de d is­ tintas clases, otro carn e'd e cerdo, otro avestruces, otro verduras, otro fru tas, otro dulces y otro lacti­ cinios. M uchas veces encerró a sus am igos por la noche en d orm ito rios con viejas etíopes y los retenía allí hasta el am anecer, d icién doles que les había d is­ p u esto m ujeres h erm osísim as. U tilizó la m ism a estratagem a con m uchachos, ab uso que estuvo p er­ m itido antes del reinado de Filip o . A lgun as veces se reía de tal m anera que entre tod o el p úblico del teatro sólo se le oía a él. C an tab a, recitaba al son de la flauta, tocaba la trom peta, p unteaba la pan-

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du ra 70 y recitaba verso s acom p añ ad o del órgano. Se dice tam bién que en un só lo día, tap ad o con un capuchón de m ulero p ara que n o le reconocieran, visitó a tod as las m eretrices del circo, del teatro, del anfiteatro y de to d o s lo s p arajes de la C iu d ad y, sin haber satisfecho su sen su alidad, las regaló a tod as algunas m onedas de o ro d icien d o : «Q u e nadie lo sepa. A n ton in o o s hace este reg alo ». Inventó ciertas clases de placeres de tal refina­ m iento que su p eró a lo s spintrias de los antiguos em peradores y se con o cía to d o s lo s d isp ositivos de T ib erio, C aligu la y N e r ó n 71. 33 T am bién le había sid o vaticin ad o p o r u n os sacerdotes de Siria que m oriría de m uerte violenta. P o r ello, había p rep arad o cuerdas tren zad as con hilo de seda y de p ú rp ura o scu ra y escarlata p ara hacer con ellas un lazo si era p reciso y p o n e r fin así a su vida. H ab ía p rep arad o igualm ente esp ad as de oro p ara su icidarse, si le aprem iaba alguna fuerza im previs­ ta. H ab ía p rep arad o tam bién veneno en piedras p reciosas, jacin tos y esm eraldas p ara d arse m uerte, si le am enazaba algún p eligro grave. Y había hecho levantar una torre m u y alta, con struid a b ajo su in s­ pección con tab lados in cru stad o s en o ro y pedre­ ría, p ara precipitarse desde ella, p o rq u e decía que tam bién su m uerte d *b ía ser v a lio sa y com o una e s­ pecie de lu jo , hasta el p u n to q ue no se pudiera d e­ cir que nadie había m u erto com o él. P ero de nada le sirvieron estas m edidas. E n efecto, com o dijim os, fue asesinado p o r un os so ld ad o s de su guardia, arrastrado p o r las calles, tran spo rtad o v ergo n zo sa­ m ente p o r las cloacas y su m ergid o p or fin en el T i­ ber.

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70 Un instrumento musical con dos o tres cuerdas. La acción de to­ carle se llamaba pandurizare, como atestigua Lampridio. 71 Cf. Suetonio, Tib., 43,1 y Tácito., Ann., V I,1. Spintrias era el nom­ bre de ciertos individuos que, según Suetonio, inventaban monstruosas cópulas: monstrosique concubitus repertores.


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A sí acabó el n om bre de lo s A n ton in o s en la re- 8 pública, p u es de to d o s es sab id o que éste fue un fal­ so A nton ino tanto p o r su v id a com o p o r el nom bre. 34 T al vez a alguien le p arezca aso m b ro so , oh res­ petable C on stan tin o , que esta p laga que he descri­ to h aya o cu p ad o un p u e sto de em perador, y ad e­ m ás, casi durante tres añ o s: ciertam ente, no hubo entonces nadie en la rep ú blica cap az de separarle del tim ón del E sta d o ro m an o , m ientras que nunca faltó un tiranicida p ara acab ar con N eró n , V itelio, C aligu la 72 y o tros m o n stru o s sim ilares. P ero, an- 2 tes que nada, p id o p erd ó n p o r haber reseñado aquí estos detalles que he encon trado en distintos au to ­ res, h abiendo callado, en cam bio, m uchas acciones im pías y que no se p ueden narrar sin experim entar m u ch ísim a vergü en za; ah o ra bien, to d o lo que he 3 exp u esto, lo he encubierte, en la m edid a de lo p o ­ sible Utilizando distintos' m fe m ism o s. E n definiti- 4 va, estoy convencido de que hay que tener p resen­ te aquéllo que suele repetir tu C lem encia: «Q u e es co sa de la fortu n a ser em p erad o r». E n efecto, ha ha- 5 bido reyes que n o han sid o buenos y los ha habido m u y m alvados. A h o ra bien, creo tam bién que hay ue intentar con seguir lo que suele repetir tu Piead, que sean d ign o s del tro n o aquéllos a los que la fu erza del hado les ha d estin ad o necesariam ente a él. Y , p u esto que éste fue el últim o de los A n to- 6 ninos y después de él este nom bre n o le han osten ­ tado frecuentem ente en la república lo s em perado­ res, p ara que nadie se eq u ivo qu e cuando com ience la narracción de la b iografía de los G o rd ian o s, p a ­ dre e h ijo, que pretendían pertenecer a la fam ilia de los A n ton in o s, h aré estas d o s ob servacion es: en p ri­ m er lugar, que tuvieron el título de A n ton in o no

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72 Nerón se anticipó a su asesinato suicidándose, Vitelio fue asesi­ nado por los soldados y Caligula por un tribuno de la guardia pretoriana.


A N TO N IN O H ELIOGÁBALO

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com o n om bre, sino com o p ren om b re; en segundo 7 lu gar que, com o veo en m u ch os libros, recibieron el nom bre de «A n to n io s» no el de «A n to n in os». 35 E sto es lo que se sab e sob re H eliogáb alo , cuya vida, a p esar de m i o p o sic ió n y renuncia, m e decidí a escribir, tras espigar sus d ato s en distintos au to ­ res griegos y latinos, y a ofrecértela a tí, una vez p u blicad a la de los em peradores que le precedieron. V o y a com enzar ahora a escribir la de los em pera­ dores siguientes. D e ellos el m ejo r fue A lejan dro, 2 cuya biografía debe ser expu esta con detalle, p ues fue príncipe durante trece añ os, m ientras que los otros gobern aron seis m eses y u n o o d o s años in ­ com pletos, siendo A u relian o el m ás im portante y C lau d io , el fu n d ad or de la fam ilia, la h on ra de to ­ dos ellos. A l escribir a tu C lem encia, tem o decir la 3 verdad sob re él, no vayan a p en sar los m alévolos que so y ad u lad o r; p ero y o quedaré absuelto frente a la envidia de los h om bres p erverso s, cuando se re­ con o zca que tam bién otro s escritores le con side­ ran ilustre. A estos príncipes h ay que agregar D io - 4 cleciano, p ad re de la edad de oro , M axim iano, a quien el vulgo llam a p ad re de la edad de hierro, y lo s restantes príncipes h asta llegar a tu Piedad. P o r 5 lo que a tí respecta, A u g u sto venerable, tu b io gra­ fía la narrarán en m uchas y m u y elocuentes p á g i­ nas aquellos escritores a los q ue su ingenio fecun­ d ísim o les concedió tal don. A estos em peradores, 6 se deben sum ar aún L icin io , Severo, A lejan dro y M ajencio 73, p u es el p o d e r de to d o s ellos ha ven i­ do a parar a tu au to rid ad ; p ero debe hacerse de tal m anera que no se les quite un ápice a su valor. E n 7 efecto, no v o y a segu ir el proced im ien to de la m a-

73 Ma^eijcio fue derrotado por Constantino junto al puente Milvio en el kñ£<3l2, Licinio cerca ae Calcedonia en Bitinia en el 324. Los otros dos son Flavio Severo y Domicio Alejandro, según Hohl, Scrip­ tores, I, p. 250.


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y o ría de los escritores consistente en denigrar a aquéllos que han caíd o d erro tad o s, p o rq u e co m ­ p ren d o que v o y a acrecentar tu gloria en caso de que diga to d a la verd ad so b re las buenas cualidades que aquéllos p osey ero n .


18.

A L E JA N D R O SE V E R O

(E lio L am prid io).

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D e sp u é s del asesin ato de V ario H elio gáb alo (pues hem os preferido darle este nom bre al de A n ­ ton ino, p o rq u e aquella peste n o m ostró ninguna de las características que p o sey ero n los A n ton in os y 2 p o rq u e este nom bre fue b o rrad o de los anales p o r orden del se n a d o ) 1, o b tu v o el p o d er im perial p ara dicha del género h um ano A u relio A lejan dro, n aci­ do en la ciudad de A rca, hijo de V ario, nieto de V a ­ ria y p rim o herm ano del m ism o G áb alo 2, después de que había sido n o m b rad o C é sa r con anteriori­ dad tras la m uerte de M acrin o , y recibió el nom bre 3 de A u gu sto , adem ás de asum ir tam bién p o r conce­ sión del senado en un m ism o día el título de Padre de la patria, el derecho del p ro co n su lad o , la p o te s­ tad tribunicia y el derecho de presen tar cinco p r o ­ pu estas en el senado. Y , p ara q ue esta acum ulación 4 de h on ores no p arezca precipitada, expon d rem os las causas p o r las que el senado se vio obligad o à concedérsëlos y él a acep tarlos. P o rqu e, efectiva- 5 m ente, no convenía a la dign id ad del senado oto r-

1 Cf. Heliogábalo, 17,4. 2 Hijo de Julia Avita Mamea. Al nacer debió de llevar el gentilicio Gesio. Según Herodiano V,3,3, se llamaba Alexiano y luego pasó a lla­ marse Alejandro (V,7,3). Dión le llama Basiano (LXVIII,303). Para las versiones de su adopción y nombramiento, Cf. I. Moreno Ferrero, «La adopción de Alejandro Severo y su nombramiento como César», Stu­ dia H istórica, H .a Antígüa, I, n.° 1. Univ. de Salamanca, 1983, pp. 99-103. El nombre siendo ya emperador fue Marco Aurelio Severo Alejandro.


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gar al m ism o tiem po to d o s los h on ores, ni a un príncipe bueno asum ir a la vez tantas dignidades. 6 L o s so ld ad o s se habían aco stu m b rad o y a a elegir a sus p ro p io s em peradores con una decisión tum ul­ tuaria y a cam biarlos igualm ente con facilidad, d i­ ciendo a veces p ara defenderse que habían actuado así p o rq u e no se habían enterado de que el senado había n o m brado y a a un príncipe. E fectivam ente, 7 el ejército eligió com o em peradores a Pescenio N i ­ gro, C lo d io A lb in o , A vid io C a sio y anteriorm ente a L u cio V index, L . A n to n io y al p ro p io Severo, cuando el senado había p ro clam ad o y a príncipe a Ju lian o , y esta circunstancia había encadenado co n ­ tiendas civiles en las que fue preciso que perecieran luchando fratricidam ente u n o s so ld ad o s que habían sid o equipados p ara luchar con tra o tro s enem igos. A M /M es, p o r esta razón se p ro c u ró a to d a p risa que A lejan dro asum iera sim ultánem ente to d o s los h on ores, com o si se tratara de un em perador y a an­ ciano. A esto se añade que la inclinación del pue- 2 blo y del senado hacia él era extrem a, al suceder a aquél ser fu n esto, que n o só lo d esh on ró el n o m ­ bre de los A n ton in o s, sino que d egrad ó tam bién el im perio rom an o. E n fin, se decretaron a p o rfía to- 3 d os los títulos y to d o s los p od eres. Y , en conse- 4 cuencia, fue el prim ero que recibió al m ism o tiem ­ p o tod o s lo s em blem as y to d as las clases de h o n o ­ res que habían osten tad o los dem ás príncipes, ab o ­ gando p o r esta con cesión el título de C ésar que y a había recibido años atrás y , sob re to d o , su vid a y su conducta, h abiendo p ro v o c ad o una inm ensa sim patía hacia su p erso n a el hecho de que H e lio ­ gábalo intentó asesinarle, aunque n o p u d o p o r la op o sició n del ejército y p o r la votación en contra del senado. Pero estas con sid eracion es son pequ e- 5 ñas ante su s m éritos, p o r lo s que se h izo digno de que el senado le protegiera, los so ld ad o s le d esea­ ran incólum e y el sentim iento de to d o s los buenos ciudadanos le designara em perador.


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A ^ j^ u e s , A lejan dro , que fue hijo de M am ea, — pues así lo afirm a tam bién la m ayoría de los es­ critores— , in struido d esd e los p rim eros años de su infancia en los con ocim ien tos útiles p ara la vida c i­ vil y m ilitar, no dejó p asar voluntariam ente ni un so lo día sin ejercitarse en la literatura y en las artes m ilitares. E n efecto, durante eso s años tuvo co m o 2 p ro feso res de gram ática a V alerio C o rd o , T ito V e ­ turio y A urelio F ilip o , liberto de su padre, que d e s­ p u és escribió su biografía, co m o p ro fe so r de lite- 3 ratura en su p atria natal al griego N ehóri, com o p ro fe so r de retórica a Serap ión , com o p ro feso r de filoso fía a E stilión y , en R o m a, com o p ro feso r de gram ática a E scau rin o, h ijo de E scau rin o, m aestro ilustrísim o, y de retórica a Ju lio F ron tin o , B eb ió M acrian o y Ju lio G ran ian o, cu y o s discu rsos decla­ m atorios se recitan tod avía h oy. Pero A lejan dro n o 4 h izo grandes p ro g reso s en la len gua latina, com o se deduce de los d iscu rso s que pron u n ció en el sen a­ d o y de las arengas que lan zó a los so ld ad o s o al pu eblo. N o sintió d em asiad o g u sto p o r la elocuen­ cia latina, p ero estim ó m ucho a los nom bres letra­ d os, tem iendo tam bién que ellos pudieran escribir algo d esagradable de él. E n fin, d eseaba que aque- 5 lias person as a las que con sid erab a con p rep aració n suficiente p ara in form arse tom aran n o ta de tod as las cosas que hacía en p ú b lico y en p riv ad o, aseso ­ rán d o lo s él m ism o, si p o r casualid ad no habían e s­ tado ellos personalm ente p resen tes, y les pedía q ue las p ublicaran en sus o b ras, si respon d ían a la v e r­ dad 4 P roh ibió que le llam aran señ o r 3. O rd en ó que le escribieran las cartas com o si fuera un sim ple p a r ­ ticular y que m antuvieran solam ente el título de 3 El título de Dominus «Señor» lo aceptó Domiciano, por lo cual la forma de gobierno iniciada con él se llama Dominado, frente a la an­ terior llamada Principado que inició Augusto, quien rechazó el título de Dominus en sucesivas ocasiones, Cf. Suetonio, Aug., 53 y Tib., 57,8.


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em perador. E lim in ó de lo s calzad os y de los v esti­ dos im periales las p ied ras p recio sas que había u ti­ lizad o H e lio gáb alo 4. U tilizab a un vestido blanco 2 sin ad orn os de oro , tal co m o aparece en sus retra­ tos, y pénulas y togas norm ales. V ivió con tanta in- 3 tim idad con sus am igo s que se sentaba al lad o de ellos en sus reuniones, acud ía a sus banquetes, m an­ tenía a algunos de ellos co m o com ensales h ab itua­ les a p esar de n o h aberlos in vitado, les recibía en visita com o si fuera un sen ad o r cualquiera con la cortina corrida, tras haber sid o retirados los ujieres o con la sola p resen cia de aqu éllos que estaban p u estos com o guardianes en las p u ertas, m ientras que a los ladrones no les era p erm itid o presentarse a salud ar al príncipe, p o rq u e él no p o d ía so p o rtar su vista. A lejan dro p o seía una con stitu ció n corp oral tal 4 que, adem ás de la belleza y atractivo varonil que contem plam os tod av ía h o y en sus p inturas y esta­ tuas, tenía la resistencia característica de un so ld a­ d o corpulento y la salud de un h om bre que conoce el vigor de su p ro p io cuerpo y trata de conservarlo constantem ente. E ra adem ás estim ado p o r tod o s lo s 5 hom bres y algunos le llam ab an P ío, p ero to d o s le consideraban realm ente venerable y útil para el E s ­ tado. C u an d o H e lio g áb alo m aquin ab a contra él, le 6 salió el siguiente oráculo en el tem plo de la F o rtu ­ na de Preneste 5 : «Si vences algunos h ad o s crueles, tú serás un M arcelo » 6. 5

R ecibió el nom bre de A lejan d ro p o rq u e nació en el tem plo dedicado a A lejan d ro M agn o, junto a la ciudad de A rca, a donde p o r casualidad habían acu­ d id o su padre y su m adre en la festividad de A le4 Cf. Heliogábalo, 23,3-4. 5 El de Fortuna Primigenia, famoso por su oráculo. 6 Virgilio, Eneida, VI, 882-883.


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jan d ro para celebrar aquella solem nidad. L a prue- 2 ba de este hecho es que este A lejan d ro , h ijo de M am ea, celebra su aniversario el m ism o día en que m u ­ rió aquél, llam ado el M agn o 7. E l senado le ofreció 3 el título de A n ton in o , p ero él lo rehusó, a pesar de que tenía con C aracalla m ay o r p aren tesco que aquel falso A n ton in o , p u esto que, com o d ijo M ario 4 M áxim o en la biografía de Severo, éste se d esp osó, cuando aún era un p articular y de una posición s o ­ cial no dem asiado elevada, con un a m ujer noble de O riente de la que sab ía que, según su h o ró sco p o , estaba llam ada a ser esp o sa de un em perador y de la cual fue pariente este A lejan d ro , que era real­ m ente p rim o herm ano de V ario H eliogáb alo , p o r parte ele m adre 8. R eh u só tam bién el nom bre de 5 M agn o que le fue ofrecido p o r un decreto del se­ n ado, com o si se tratara de A lejan dro. Interesa releer el d iscu rso con que rechazó lo s nom bres de A n ton in o y M agn o que le fueron o to r­ gados p o r el senado. Pero, antes de ofrecerle, inclui­ ré tam bién las aclam aciones del senado con las que se v o tó la concesión de estos n om bres. D e las ac­ tas de R o m a: la v ísp era de las nonas .de m arzo , 2 cuando acudieron los sen ado res en gran núm ero a la C u ria fes decir, al san tuario y tem plo de la C o n co rd ia d espués de haber sid o inaugurado) y p i­ d ieron a A u relio A lejan d ro C ésar A u gu sto que fu era a la sesión , éste rehusó en prim era instancia, p o rq u e sabía que se iba a tratar sob re su s hon ores; p ero, d espués, cuando se p resentó a la sesión, lo s 3 senadores aclam aron 9: « O h A u g u sto virtu oso , que

7 Este relato es una ficción. Alejandro nació el 1 de octubre del año 208, mientras que Alejandro Magno murió en Junio. 8 N o es así. Soemis o Symiamira, madre de Heliogábalo, y Mamea, madre de Alejandro eran hermanas y primas hermanas de Caracalla. He­ liogábalo y Alejandro eran sobrinos segundos los dos de Caracalla. 9 Para aclamaciones similares, Cf. 59,9 y 10; Avidio Casio, 13,1-5; Cómodo, 18-19, Maximinos, 16,3-7 y 26; Gordianos, 11,9-10; M aximi­ no y Balbino, 2,9-12.


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los d ioses te p rotejan . A lejan d ro , em perador, que los d ioses te p rotejan . L o s d io ses nos han regalado a tu p erson a, que los d io ses nos la conserven. L o s dioses te han arrancado de las m an os del vicioso , que ellos perpetúen tu existencia. T ú has su frid o a un tirano v icioso y has d ep lo rad o tam bién la exis­ tencia de un v icio so y desh on esto . L o s d ioses lo han arrancado de raíz, y a ti te han p rotegid o . J u s ­ tam ente ha sid o con d en ado este infam e em perador. V ivim os d ich oso s con tu reino, d ich osa vive la re­ pública. E l infam e em perado r ha sid o arrastrado con un garfio p ara que sirva de ejem plo a tem er. C o n raz ó n ha sid o castigad o el v o lu p tu o so em pe­ rad or, el m ancillador de to d o s los hon ores. D io se s inm ortales, p ro lo n g a d la vid a de A lejan dro. L o s ju icios de los d io ses se m u estran en casos así». C u an d o A lejan dro dio las gracias, los senadores p rorru m p ieron : «A n to n in o A lejan dro , que los d io ­ ses te protejan . A n to n in o A u relio, que los d ioses te protejan . A n to n in o P iad o so , que los d ioses te protejan . T e su p licam o s aceptes el nom bre de A n ­ tonino. A ven taja a los bu en o s em peradores aceptando el nom bre de A n ton in o . P urifica el nom bre de los A n ton in o s. P urifica tú lo que aquél m anci­ lló. R establece a su in tegridad el n om bre de los A n ­ ton inos. Q u e la sangre de los A n ton in o s se recon o zca a sí m ism a. V enga tú el ultraje hecho a M ar­ co. V enga el ultraje hecho a V ero. V enga el ultraje hecho a B asian o. Só lo C ó m o d o su p eró en m aldad a H eliogáb alo , q ue no fue ni em perador, ni A n to ­ nino, ni ciud ad an o, ni sen ador, ni noble, ni rom a­ no. E n ti está la salvación, en ti está la vida. P ara que tengam os ilusión p o r vivir, que A lejan dro al­ cance la vida de lo s A n ton in o s. P ara que la vid a ten­ ga aliciente, que se llam e A n ton in o . Q u e un A n to ­ nino consagre los tem plos de los A n ton in o s. Q u e un A nton ino triunfe de lo s p arto s y de los persas. Q u e sea un h om bre sagrad o quien lleve un n o m ­ bre sagrado. Q u e sea un h om b re casto quien lleve

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un nom bre casto. Q u e los d io ses reconozcan el nom bre de A n ton in o , que ellos m antengan el h o ­ nor de los A n ton in o s. E n ti to d o y p o r ti todo, A n ­ tonino, ¡salu d !» 8 D esp u és de estas aclam acion es, A urelio A lejan ­ dro C ésar A u g u sto d ijo : «Y a o s he d ad o otras ve­ ces las gracias, p ad res con scrip tos, p ero ahora os las d oy tam bién p o r el nom bre de C ésar, p o r la sa l­ vaguardia de m i vida* y p o r haberm e oto rgad o ad e­ m ás el nom bre de A u g u sto , el p on tificad o m áxim o, la potestad tribunicia y el p o d er proconsular, d ig ­ nidades que, ofreciendo un ejem p lo singular, m e las habéis concedido tod as en un so lo día.» Y , cuando seguía hablan do, aclam aron: «A cep taste estos h o ­ n ores, acepta tam bién el nom bre de A ntonino. Q u e el senado se haga m erecedor de ello y tam bién los A n ton in os. A n ton in o A u g u sto , que lo s dioses te protejan . Q u e los d io ses te conserven, A ntonino. Q u e se devuelva a las m onedas el nom bre de A n ­ tonino. Q u e un A n ton in o consagre los tem plos de los A n to n in o s.» A u relio A lejan dro A u gu sto d ijo : « O s ruego, p ad res con scrip to s, que no m e im p u l­ séis a la necesidad de esforzarm e para que me sien ­ ta ob ligad o a cum plir m is deberes para con un n o m ­ bre tan im portante, sien do así q ue in cluso este m is­ m o nom bre que osten to parece y a grav oso p or sí m ism o, a p esar de que es extranjero. E n efecto, e s­ tos nom bres célebres so n o n ero so s, p o rq u e ¿quién llam aría C iceró n a un m u d o ? ¿Q u ién llam aría a un ignorante V arrón ? 10 ¿Q u ién llam aría a un m alva­ do M etelo? 11 Y , ojalá los d io ses lo im pidan, ¿h a­ brá alguien que so p o rte a un ser que vive p artici­ p an d o de las dignidades m ás esp len dorosas, si no

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10 Marco Terencio Varrón (116-27 a. de C). Un gran enciclopedista. Escribió alrededor de 74 obras. 11 Q. Cecilio Metelo, que recibió el título de Pío por sus esfuerzos para obtener la vuelta de su hermano Metelo Numidico, desterrado en el año 100 a. de C. por oponerse a Mario y a su partido.


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vive en consonancia con su s n o m b res?» Igual que antes, se repitieron las m ism as aclam aciones. D el m ism o m o d o , el em perad o r volvió a decir: «V u es­ tra C lem encia recu erd a cuán grande fue el nom bre, o m ejor dicho el numen de los A n ton in o s: si se tie­ ne en cuenta la p ied ad , ¿q uién fue m ás irreprocha­ ble que P ío ? Si se atiende a la form ación, ¿quién m ás clarividente que M a rc o ? Si se tiene en cuenta la integridad, ¿quién m ás p u ro que V ero? Si se tie­ ne en cuenta el v alo r, ¿quién m ás decidido que Basian o? P o rqu e no quiero record ar a C ó m o d o , y a que fue m ás m alvado precisam ente p o r haber m an­ tenido, a p esar de su vid a licenciosa, el nom bre de A n ton in o. P o r lo que resp ecta a D iad u m en o , ni tuvo tiem po ni ed aa suficiente y asu m ió este n o m ­ bre valiéndose de una artim aña de su p ad re.» P ro rru m p ieron en aclam aciones igual que antes y el em perador con tin u ó: «P ad res con scriptos, cuan­ d o hace p o c o tiem p o el m ás in m undo de tod o s los b íp ed os y de to d o s los cu ad rú p ed o s se im pon ía el p ren om bre de A n ton in o y su p eraba en torpezas y liviandades a los N e ro n e s, V itelios y C ó m o d o s, re­ cordáis cuáles fu ero n las lam entaciones de todas las gentes, extendiéndose p o r las reuniones del p u eblo y de los h om bres d istin g u id o s una v o z unánim e que decía que a éste se le llam ab a im propiam ente A n ­ tonino y que estab a siendo vilipen diado p o r sem e­ jante p este este n om bre tan p re stig io so .» Y , m ientras seguía hab lan do, p ro rru m p iero n en aclam acio­ nes: «Q u e los d io ses alejen estos m ales. Si tú rei­ nas, no les tem em os. Si tú eres n uestro jefe, nos ve­ rem os libres de ellos. H a s triun fad o sob re los vi­ cios, has triu nfado sob re lo s crím enes. H as triun­ fad o sob re la ignom inia. T ú has h on rad o ya el n o m ­ bre de A n ton in o . E sta m o s segu ros. L o creem os con razón . T e hem os ap reciado desd e lo s p rim eros años y ahora te ap reciam o s.» Y el em perador con tin uó: « N o es que y o tem a, p ad res con scriptos, asum ir este nom bre venerable p ara to d o s, p o rq u e tengo

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m iedo de que m i vida p u ed a hundirse en estos v i­ cios, o p o rq u e m e avergüence de este nom bre, sino que, en p rim er lugar, no m e place asum ir el n o m ­ bre de una fam ilia que n o es la m ía y, en segundo lugar, p ien so que su p eso m e va a resultar grav oso.» Y , cuando decía estas p alabras, fue aclam ado igual que antes. E igualm ente con tin u ó: «E n efec- 2 to, si yo asum o el n o m b re de A n ton in o , pu edo asu ­ m ir tam bién el de T rajan o , el de T ito y el de V es­ p asian o .» Y , a sus p alabras, irrum pieron en acia- 3 m acion es: «C o m o tenéis el n om bre de A u gu sto, asum id tam bién el de A n to n in o ,» E l em perador resp o n d ió : «Y a veo, p ad res con scrip tos, la razón que os m ueve a ofrecerm e tam bién este nom bre. E l 4 prim er A u g u sto fue el p rim er fu n d ad o r de este im ­ perio y, com o p o r una especie de ad op ción o p o r un derecho hereditario, tod o s le sucedem os con su nom bre. L o s p ro p io s A n to n in o s han recibido el tí­ tulo de A u g u sto s. E l m ism o A n ton in o con m ucha 5 frecuencia llam ó A u g u sto s a M arco y a V ero p o r derecho de adopción . P ara C ó m o d o , en cam bio, este nom bre fue hereditario, p ara D iad um en o im ­ p u esto, en B asian o resu ltó p edante, y en V ario, ri­ d ícu lo .» Y , a sus p alabras, aclam aron: «A lejan d ro 6 A u g u sto , que los d io ses te p rotejan . Q u e los d io ­ ses acojan benevolentes tu m od estia, tu inteligen­ cia, tu integridad y tu castidad. P o r esto nos dam os cuenta cuál va a ser tu com po rtam ien to, por esto te apreciam os. T ú con seguirás que el senado acier- 7 te en la elección de los prín cipes. T ú conseguirás ue la decisión del sen ado resulte la m ejor. A lejanro A u gu sto , que los d io ses te guarden. Q u e A le­ jan d ro A u g u sto consagre lo s tem plos de los A n to ­ ninos. C é sa r nuestro, A u g u sto nuestro, em perador 8 nu estro, que los d io ses te guarden. Q u e vivas, que tengas salud, que reines m u ch o s añ os.» E l em perador A lejan d ro rep licó : «Y a me d o y cuenta, p ad res con scrip tos, de que he obtenido lo que deseaba y lo con sid ero com o un regalo, por lo

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que os d o y m uchísim as gracias, p rom etien do esfo r­ zarm e p o r que este n o m b re que y o ap orto al im ­ p erio sea tal que lo deseen o tro s príncipes después de m í y vuestra p ied ad lo ju zg u e digno de atribuír­ selo a los príncipes b u en o s.» A estas palabras si- 2 guieron las aclam acion es: «A lejan d ro M agn o, que lo s d ioses te protejan . Si has rechazado el nom bre de A n ton in o, acepta el p ren om bre de M agno. A le­ jan d ro M agn o, que los d io ses te p ro tejan .» Y , com o 3 repitieran estas aclam acion es una y otra vez, A le­ jan d ro A u g u sto d ijo : «M e habría sid o m ás fácil, p a­ dres con scriptos, aceptar el nom bre de los A n to n i­ nos, p ues con ello habría con trib u id o en alguna m e­ dida a em parentarm e o a asociarm e con un nom bre p ro p io de un em perador. P ero ¿p o r qué vo y a acep- 4 tar el nom bre de M ag n o ? Pues ¿qu é he hecho y o h asta ahora que sea gran de?, siendo así que A lejan ­ dro aceptó este n om bre desp ués de grandes h aza­ ñas y P o m p ey o d esp ués de grandes triunfos. G u a r­ dad silencio, p o r tan to, venerables senadores, y v o ­ so tros, que sois lo s auténticam ente m agníficos, consideradm e solam ente com o uno m ás de v o sotros y no m e im p on gáis el título de M agn o. C u an ­ do dijo esto, volvieron a aclam arle: «A u relio A le­ jan d ro A u g u sto , que los d ioses te p rotejan .» Y abord aron los restantes tem as según la n orm a habi­ tual. D e sp u és de que se trataron o tros m uchos asun- 2 tos en la sesión de ese m ism o día, A lejan dro d iso l­ vió la asam blea y se vo lv ió a su casa com o si hu­ biera ob ten id o los h on ores del triunfo. Se conside- 3 ró que había ob ten id o m ás p restigio al rehusar n o m bres ajenos que si los h ubiera aceptado. Y p o r su actitud o b tu vo la fam a de hom bre firm e y ex­ traordinariam ente p o n d erad o , ya que el senado en plen o no p u d o p ersuad irle a él só lo , que era aún joven, o m ás bien adolescente. P ero, aunque el se- 4 n ad o con sus ru egos no logró convencerle para que asum iera el nom bre de A n ton in o o el de M ag-


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no, no obstante los so ld ad o s le im p usieron el n om ­ bre de Severo p o r el extrao rd in ario v igor de esp í­ ritu 12 y la adm irable y sin gular firm eza que m o s­ tró contra la in solencia de las tropas. E sta actitud 5 le granjeó un inm enso respeto entre sus con tem p o­ ráneos y gran p restigio de la p o sterid ad , p uesto que se sum ó a ello la idea de que se le había im puesto el nom bre p o r la energía de su espíritu, p ues fue el único em perador co n o cid o que licenció a las legio­ nes levantadas en arm as, com o en su lu gar indica­ rem os, y que castigó con gran d u reza a los sold a­ d os que p o r casualidad in currieron en alguna ac­ ción que se con sid erara ilícita, com o tam bién ex­ p on d rem os en sus lu gares respectivos 13. 13 T u v o los siguientes p resag io s que le anunciaban el p o d er: prim eram ente, nació en el m ism o día en que se dice que m urió A lejan d ro M agn o ; en segun­ d o lugar, su m adre le dio a lu z en un tem plo; en tercer lugar, recibió el n om bre de aquél; adem ás, una viejecilla ofreció a su m adre un huevo de p a ­ lom a de color p ú rp u ra p u esto el m ism o día en que A lejan dro había n acid o ; p o r esto lo s arúspices afir- 2 m arón que él llegaría a ser em perador, p ero no p o r m ucho tiem po, y que accedería p ro n to al trono. A dem ás, un cuadro del em perado r T rajan o que e s­ taba colgad o sob re el lecho nupcial de su padre cayó sobre su p ro p io lecho, m ientras su m adre le daba a luz en el tem plo m encion ado. A estos p ro - 3 digios se añadió la circunstancia de que le dieron p o r n o d riza a una m u jer llam ada O lim p ias, n o m ­ bre con el que fue llam ada la m adre de A lejan dro. O cu rrió casualm ente que su pad re nutritivo era un 4 12 Una explicación inventada, igual que'en el capítulo X XV,2. R es­ ponde a la tendencia de los escritores de la H .‘ Augusta a fantasear so­ bre el nombre de los emperadores, Cf. Pértinax, 1,1; Severo, 16,13; Macrino, 11,2. Adoptó este nombre realmente para asimilarse a Septi­ mio Severo. 13 Su rigurosidad en la disciplina es un tópico que se repite a lo lar­ go de la biografía, Cf. 25,2; 51,6; 52-54; 59,5; 64,3.


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cam pesino llam ad o F ilip o , com o el pad re de A le­ jan d ro M agn o. Se cuenta que, el p rim er día de su nacim iento, durante to d a la jorn ada, se vió una es­ trella de extraordinaria m agn itu d ju n to a A rca C e ­ sárea 14 y que el S o l q u ed ó c o ro n ad o p o r un círcu­ lo refulgente en to rn o a la casa de su padre. C u an d o explicaban su h o ró sc o p o , los arúspices dijeron que él osten taría el su p rem o p o d er p o rq u e habían sid o rob ad as de la alquería que p o se ía Severo unas víctim as, las m ism as que habían p rep arad o unos gran jeros p ara h on rar al em perador. U n laurel nacido en su casa al lad o de un m elo co ton ero su peró la altura de éste antes de q ue tran scurriera un año, detalle p o r el que los ad ivin os vaticin aron que él lle­ garía a d errotar a los p ersas. 14 Su m adre, la v ísp era del p arto , soñ ó que estaba dando a la luz un a p equ eñ a serpiente de color p ú r­ p u ra. E sa m ism a noche, su pad re vió en un sueño que era tran sp o rtad o h asta el cielo sob re las alas de la V ictoria R o m an a 15 que se halla em plazad a en el senado. C u an d o de niño acu d ió p o r p ro p ia iniciativa a con sultar a un ad ivin o so o re su fu tu ro , se dice que ob tu vo com o resp u esta los siguientes ver­ sos escritos en unas tab lillas:

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«T e está reservada la autorid ad sob re el cielo [y tierra», - l o que se entendió en el sentido de que tam[bién sería elevado al ran go de los dioses. «T e está reserv ad a la au to rid ad p ara gobernar [un im p erio »,

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de lo que se d ed u jo que llegaría a ser príncipe del im perio ro m an o ; p u es ¿d ó n d e hay una autoridad que gobierne un im p erio sin o entre lo s rom aiírf?Tín realidad, estos m ism o s p resagio s se extrajerotLtam 14 Cf. 1,2. Ciudad de Siria cerca de Trípoli. 15 Parece que se trata de una estatua de la Victoria consagrada por Augusto el año 29 a. de C ., después de su victoria en Actium.


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bién de algunos verso s griegos. Y , cuan do por con sejo de su padre cam bió su inclinación hacia otras artes, ab andonando la filo so fía y la m úsica, su p e r­ son alidad fue desvelada p o r los oráculos de V irgi­ lio de la m anera siguiente:

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«O tro s forjarán con m ás delicadeza p ed azos [de bronce in fundiéndoles vida, creo y o , y lograrán m oldear ro stro s vivientes [del m árm ol, defenderán m ejo r las causas y las órbitas del [cielo trazarán a com p ás y cantarán la aparición de [los astros: T ú, rom an o, acuérdate de regir las naciones [con tu autoridad. E stas serán tus artes: in fun d ir el gu sto p o r la [paz, p erd on ar a los ven cidos y derrotar a los [so b erb io s» 16. O currieron otros m u ch o s p resagio s p o r los que se sabía que sería el p rín cip e del género hum ano. E l brillo de sus o jo s era excesivo y m olesto p ara los que le m iraban fijam ente, frecuentísim os los p resentim ientos de su espíritu, su m em oria sobre los hechos acon tecidos extraordinaria, y la ayuda­ ba, según A co lio , con recu rsos nem otécnicos. Y , com o llegó al im perio cuan d o aún era un niño, des­ p ach ó tod o s los asuntos con su m adre de m anera que d ab a la im p resión de que ella, m u jer íntegra p ero avara y ap asion ada p o r el o ro y la plata, rei­ naba tam bién a la p ar q ue é l 17.

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16 Virgilio, Aen., VI, 847-853. 17 Este aspecto le desarrolla Herodiano con amplios detalles en VI, 5,10: «Mamea», comienza diciendo, «al quedar sola con su hijo, se es­ forzó en dirigirle y dominarlo, de la misma manera que Mesa», y cierra el capítulo con estas palabras: «la madre le dominaba sobremanera y él hacía lo que ella le ordenaba».


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C u an d o em pezó a gob ern ar en calidad de A u ­ gu sto, com o p rim era p rovisió n , retiró de la activi­ dad pública, priván doles de su s p u esto s adm inistra­ tivos y de su s cargos, a lo s ju eces que aquel v icioso H elio gáb alo había p ro m o v id o eligiéndoles entre los hom bres m ás ab yectos. D e sp u é s d epuró el senado y el estam ento ecuestre. A con tin uación depuró las p ro p ias t r i b u s 18, elim inó a aq u éllos que d isfru ta­ ban de p rerrogativas m ilitares y d ep u ró el Palacio y to d o su séq uito , apartan d o de la servidum bre p a ­ laciega a tod as las p erso n as de vid a d esh on esta y de m ala n o ta y no p erm itió q u e p erm aneciera en las es­ tancias de Palacio ningún h om bre que no fuera im ­ prescindible. Se co m p ro m etió b ajo ju ram en to a n o m antener ningún cargo su p lem en tario, es decir, de supernum erarios, con el fin de n o aum entar las car­ gas de la república, d icien do que resu ltaba una ca­ lam idad p ú blica aqu el em perado r que alim entaba con las entrañas de lo s habitan tes de las p rovin cias a hom bres que no eran necesarios ni útiles al E sta ­ d o. D io órdenes p a ra q ue jam ás aparecieran p o r ninguna de las provin cias jueces con cu sion arios y p ara que, si llegaban a verlos lo s gobern ad ores, los deportaran. In sp eccion ó con atención los víveres de las tropas. C astig ó con la p en a de m uerte a lo s tri­ bunos que habían o frecid o alguna exención a los so ld ad o s en recom pen sa de las ganancias frau d u ­ lentas 19 ob ten id as en la d istrib u ció n de lo s su m i­ nistros. D io in strucciones p ara que lo s asu n tos es-

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18 Agrupaciones de ciudadanos romanos que pasaron de las tres de época más arcaica (Ramnes, Luceres, Titii) a cuatro, correspondientes a las cuatro regiones establecidas por Servio Tulio en el s. v (Subura, Es­ quilma, Colina y Palatina) y treinta y cinco en el año 241 a. de C. En ellas inscribían los censores a los ciudadanos para así votar en los co­ micios por tribus (comitia tributa) donde se sancionaban leyes, se ele­ gían a los magistrados menores, etc. Las funciones de estos comicios luego las absorvió el senado. Se trata de los beneficios o ganancias ilícitas, llamados stellaturae, que conseguían los tribunos y jefes del ejército traficando con los ali­ mentos que se suministraban a los soldados.


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tatales y las causas fueran analizadas y ordenadas prim ero p o r los jefes de las respectivas secretarias y p o r los ju riscon su lto s enten didos y fieles a su p e r­ sona, de los cuales U lp ian o era entonces el p rin ci­ pal, y que d espués se los rem itieran a él. 16 R atificó num erosas y p rud en tes leyes sobre los derechos que afectaban al p u eb lo y al fisco, y no san cionó ninguna d isp o sició n legal sin haber c o n ­ sultado previam ente con veinte ju riscon sultos y con no m enos de cincuenta ciu d ad an o s eruditísim os, sa ­ bios, y tod o s ellos gran des orad o res, con el fin de que su con sejo no d isp u siera de m enos v o tos de los que p recisaba el sen ado para ap rob ar sus decretos, 2 y p rocu rab a que se recogiera la opinión de cada uno de ellos y se redactara lo que había dicho, dándoles sin em bargo tiem po p ara in vestigar diligentem ente y pensar antes de pron u n ciarse, a fin ae no o b li­ garlos a m anifestar su opin ión sobre asuntos de transcendencia sin haber reflexionado sobre ellos. 3 T enía tam bién la costum bre de servirse exclusiva­ m ente de hom bres enten didos y elocuentes, cu an ­ do ab ord aba p rob lem as sob re el derecho o sob re o tros asuntos p ú b lic o s; pero, si ab ord aba algún p rob lem a m ilitar, con sultab a a antiguos m ilitares, a ancianos con buena h oja de servicios y que co n o ­ cían los terrenos, las tácticas bélicas y las caracte­ rísticas de los cam pam entos, a tod os los hom bres de letras y, sob re to d o , a aq u éllos que sabían h isto ­ ria, a los que p regu n tab a qué es lo que habían h e­ cho los antiguos generales del ejército rom ano o de o tras n acion es extran jeras en cuestiones com o aquéllas que se p rop on ían a debate. 17 E n co lp io , con el que A lejan d ro m antuvo una gran am istad, contaba que cuan d o éste se encontra­ ba con algún juez estafador, tenía disp u esto el dedo p ara sacarle un o jo : tan gran o d io le em bargaba h a­ cia aquéllos que habían q u ed ad o convictos de e s­ tafadores. Septim ino, que escribió la biografía de 2 A lejan dro con cierto estilo, añade que este em pe-


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rad o r se irritaba tanto con tra los jueces que se h a­ bían ganado la fam a de estafado res, aunque no h u ­ bieran sid o con d en ado s, que, si p o r casualidad los veía, se con turb aba en su espíritu h asta arrojar bilis y se encendía su ro stro h asta el p u n to de que no p o d ía p ron un ciar p alabra. E n efecto, en u n a oca- 3 sión en que Septim io A rab ian o , fam o so p o r los ro ­ bo s que se le im putaban p ero ab su elto de esta acu­ sación y a bajo H e lio g áb alo , se p resentó a saludar al príncipe entre un gru p o de senadores, A lejan dro 4 exclam ó: « ¡O h M arn a! 20, ¡oh Jú p ite r!, ¡oh dioses in m ortales! N o solam ente está vivo A rabian o, sino que in cluso acude al sen ado y tal vez espera alguna recom pensa de m i p arte: p ero ¿tan fatuo y necio m e cree?» 18 Se le salud aba d icien do solam ente el nom bre, p or ejem p lo: «S alu d , A le jan d ro ». Si alguien en algu­ na ocasión había in clin ad o la cabeza o había he­ cho un com entario excesivam ente lison jero, o bien A lejan d ro le hacía alejar de su presencia com o ad u ­ lad or, si la índole de su clase social lo perm itía, o bien se reía a gran des carcajad as de él, si la d ign i­ d ad que osten tab a no adm itía la p osib ilid ad de ver­ se som etid a a una in juria tan grave. O freció asien- 2 to a to d o s los senadores cuan do venían a saludarle, p ero só lo adm itió a la salutación a aquellos ciuda­ danos que eran h on orables y tenían buena fam a y ord en ó que se p roclam ara p o r m edio de un p re g o ­ nero (de la m ism a m anera que se p roclam a (durante la celebración de los m isterios E leu sin os que nadie entre a particip ar en ellos, salvo quien se considere inocente) que nadie que se reconociera ladrón acu­ diera a visitar al prín cipe, p ara no verse expuesto a la pena capital si se le descu bría alguna vez. P rohi- 3 bió tam bién que se le ad orara, aun cuando y a H e ­ liogábalo había co m en zad o a ser ad orad o com o los

20 D ios patrono de Gaza, en Palestina, al que se identificó con Zeus.


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reyes persas. A d em ás, de él era la siguiente m áxi- 4 m a: que los ladrones son lo s únicos que se quejan de ser p o b res d esean d o ocu ltar así los crím enes de su vida. Y añadía un a m áxim a conocida en griego 5 sob re los ladrones que en latín significa lo siguien­ te: «quien rob a m uch o y da p o c o a los jueces que se venden estará a salv o ». D ich a frase en griego es a s í : 20bls; «E l que rob a m uch o y da p o c o , será ab suelto». 19 N o m b ró al p refecto del P reto rio ateniéndose a la voluntad del senado y aceptó el p refecto de la C iu ­ dad elegido p o r esta asam blea. N o m b ró com o se ­ gu n d o p refecto del P reto rio a un in dividuo que in ­ cluso había in tentado escap arse, para no recibir el nom bram iento, p ues decía que había que colocar en los cargos p ú b lico s, n o a lo s que los solicitaban sino a los que los rehusaban. N u n c a n o m bró a nin- 2 gún sen ador sin tener en cuenta el con sejo de to ­ d o s lo s senadores que se hallaban presentes, de tal m anera que su n om bram ien to se efectuaba en c o n ­ sonancia con la op in ió n general y presentaban su testim onio ilustres p e rso n alid ad es; p ero si los te s­ tigos o aquéllos que habían exp resad o su opinión habían com etid o algún engaño, eran relegados en­ segu ida h asta la últim a clase de ciud ad an os, aplicán­ d oles la pena com o falsificad ores de un hecho p r o ­ bado, sin intención de ofrecerles in dulto alguno. T am p oco n o m b ró a sen adores sino de acuerdo con 3 la opinión de los m ás ilustres ciudadanos que resi­ dían en P alacio, p ues decía que era preciso ser h o m ­ bre ilustre p ara n o m b rar a un senador. T am p o c o 4 h izo pasar a los libertos al estam ento ecuestre p o r ­ que decía que este estam ento era el sem illero del se ­ nado. 20 Su com edim iento fue tan gran de que jam ás ap ar­ tó a nadie de su lad o ; se m o stró cariñoso y afable 20 hs La frase en griego dice: Ό πολλά κλέψας ολίγα δούς έκφεΰξε[ν]ται.


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con tod o el m u n d o ; acudió frecuentem ente a visi­ tar a sus am igos 21 cuando estaban enferm os, tanto si su rango era de p rim era o segunda categoría, com o si era de una con d ición social in ferior; ansia­ ba que to d o s los ciu d ad an o s le expusieran libre­ m ente lo que sentían y los escuchaba cuando lo ex­ ponían y, una vez oíd o , hacía las correcciones y rec­ tificaciones que cad a caso pedía, m ientras que, al 2 contrario, si algo n o se había hecho bien, él m ism o d em ostraba el error, aunque sin sob erb ia y sin tris­ teza de espíritu; ofrecía siem pre a to d o s audiencia, salvo a aquéllos q ue se veían em barazad os p o r n u ­ m erosísim os rum ores sob re sus m alversaciones, y se in form aba siem pre sob re los que se hallaban au­ sentes. E n fin, com o su m ad re M am ea y su esp o sa 3 M em ia 22, hija del excón su l Sulpicio y nieta de C átulo, le decían a m en udo a causa de su excesiva afa­ bilidad: «T ú has hecho tu p od er excesivamente blan­ d o y el del im p erio p o c o resp etab le», él las resp o n ­ d ió : «P ero le hecho m ás segu ro y d u rad ero». F i- 4 nalm ente, no tran scurrió un só lo día en el que no realizara alguna acción benévola, afable o p iad o sa, p ero p ro cu ran d o no arruinar al tesoro público. 21 P ro h ib ió que se m ultiplicaran las condenas y no fue indulgente con aquéllas que se habían dictam i­ n ado. A sign ó a las ciudades rentas estatales p ara la con strucción de sus p ro p io s edificios. E x igió el 4 2 p o r ciento de interés al m es de los fo n d o s p ú blicos y , m erced a ello, con ced ió dinero sin intereses a m u ch os p o b res p ara que com praran cam pos, exi­ gien do su devolución en especie. A los p refectos 3 del P reto rio que él n o m b ró , les confirió adem ás la 21 Recibían este título las personas que formaban el consilium prin­ cipis y otras allegadas al emperador por distintas razones. Como el tex­ to indica, los había de diversas clases: los de primera categoría eran ge­ neralmente senadores y los de segunda, caballeros. 22 Su esposa oficialmente conocida fue Gnea Seya Hernia Salustia Barbia Orbiana, de una familia aristocrática antonina, hija de Lucio Seyo. El relato de Herodiano VI, 1,9, se refiere tal vez a esta Memia.


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dignidad se n a to ria l23 p ara que obtuvieran el ran go y el título de ilu strísim o s, concesión que antes de su reinado fue excepcional o q u e estuvo totalm ente en d esu so, hasta tal p u n to que, si algún em perador qu ería nom brar un su cesor d el prefecto del P re to ­ rio, le enviaba la laticlavia 24 p o r m edio de un li­ berto, com o dice M ario M áxim o en la vid a de m u ­ chos em peradores. A lejan d ro deseaba q u e los p refectos del P reto rio fueran senadores p ara que nadie que no fuera sen ado r ju zg ara a los senadores r o ­ m anos. E n tod as las partes reconocía la identidad de sus so ld ad o s, d isp on ien d o en su aposen to de lis­ tas que registraban el núm ero y los añ o s de servi­ cio de los que se hallaban en activo y , cuando se encontraba só lo , se d ed icab a a repasar las listas de ellos, su núm ero, sus grados y sus cam pañas, de m a­ nera que estaba plenam ente in form ad o de todo. E n fin, cuando ocurría algo entre los sold ad o s, sab ía d ecir tam bién el n o m b re de m u ch o s de ellos. T o m aba anotaciones p erson ales so b re la prom oció n de los candidatos y rep asab a to d as las listas y repetía esta m ism a op eración an o tan d o tam bién al m ism o tiem po el día, el n o m b re del can didato ascendido y el de quien había hecho la p rop u esta. Se p reo cu p ó del aprovision am ien to del p u eb lo rom an o de tal m anera que, m ientras H elio gáb alo h abía acabado con to d o el trigo, él lo rep u so en lo s 22 gran eros, co m p rán d olo con su p ro p io dinero. P er­ m itió las m áxim as exenciones a los com erciantes p ara que acudieran con g u sto a los m ercados de R om a. R estab leció en su in tegrid ad las d istribuciones de aceite que h ab ía hecho Severo al p u eblo y que H elio g áb alo había red u cid o, confiando la p re ­ fectura de lo s ap rov ision am ien tos a lo s hom bres

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23 Es decir, Viri clarissimi. Era el tratamiento dado a los miembros del orden senatorial. Hasta entonces los prefectos nc/tó ostentaban, pues pertenecían al orden ecuestre. , V__ y 24 Toga con la banda ancha o latus clauus.


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m ás infam es. D ev o lv ió a to d o s los ciudadanos el derecho de confarreación q u e aquél im p u ro em pe­ rad o r les había arreb atad o. E m p ren d ió en R o m a un gran núm ero de ob ras de ingeniería. M antuvo a los ju d ío s su s p rivilegios. P erm itió que hubiera cristia­ nos. F u e tan deferente con lo s p on tífices, los quindecenviros 25 y los augu res, que les perm itía revi­ sar y cam biar el vered icto de determ inadas causas relativas al culto que él y a había sentenciado. A aquellos gobern ad ores de las provincias que d escu ­ brió que eran elogiado s sinceram ente, no con p a ­ labras am bigüas, los llevaba con él siem pre en su ve­ hículo durante los viajes y les ayu d ab a con regalos, d iciendo que los lad ron es debían ser apartados de la p olítica y d e sp o jad o s de su s riqu ezas, m ientras que a los h om bres sin tacha había que m antenerlos en sus cargos y enriquecerlos. C u an d o el p u eblo rom ano le p id ió que lo s p recio s se abarataran, A le­ jan d ro p regu n tó p o r m edio de un heraldo qué gé­ neros eran los que con sid eraban caros. A l p u n to elp u eblo gritó: «la carne de vaca y la de cerd o». E n tonces él n o solam ente p ro p u so el abaratam iento en los p recios, sino que dio órdenes p ara que nadie m atase cerd os, ni lechones, ni vacas, ni terneros y, com o consecuencia, en el intervalo de dos años o en m enos de uno, se p ro d u jo un rem anente tan grande de carne de cerdo y de vaca, que el precio de una libra de estas carnes se red u jo , de och o m inú tu los de p lata 26, a d o s e in cluso a uno. 23 E scu ch ab a las alegaciones de lo s so ld ad o s contra sus tribunos con tanta escru p u lo sid ad que, si en­ contraba cu lp ab ilid ad en algu n os de éstos, les cas­

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25 Colegio de dos, diez, y finalmente, quince miembros encargados de conservar los libros sibilinos, interpretar los prodigios y asegurar el culto de Apolo, Ceres y Cibeles. 26 Se trata del argenteus minutulus (Cf. Aureliano, IX ,7; X II,1), una pequeña moneda de plata del s. ni equivalente al denario de época an­ terior pero muy depreciado en su valor.


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tigaba en p ro p o rció n con la im p ortan cia del hecho y sin intención de m o strarse indulgente. Se in form aba constantem ente sob re to d o s los ciudadanos valiéndose de h om bres de su con fian za y de in d i­ viduos que nadie sab ía que desarrollaban esta la ­ bor, p orq u e afirm aba que to d o s los hom bres p u e ­ den dejarse so b o rn ar si m edia el lucro. V istió siem 2 a sus esclavos con v estid os de esclavos y a su s ertos con el de h om bres libres. D estitu y ó de su s servicios a los eunucos y les ord en o q ue sirvieran a su esp osa en calidad de esclavos. Y , m ientras q ue H elio gáb alo fue un esclavo de lo s eunucos, A lejan ­ dro los redujo a un n úm ero lim itado y d isp u so que no se preocup aran de n ad a en P alacio, salvo de lo s baños de las m ujeres. H ab ie n d o p u esto H elio gáb alo a m uchos de los eun ucos al frente de los cargos adm inistrativos y de con tabilidad, éste los d esp o ­ sey ó in clu so de o tros em pleos que ejercían desde antiguo. A lejan dro decía que ellos form aban u n a tercera clase de h om bres a la que no debían m irar ni em plear p ara su servicio los varones ni casi tam oco las m ujeres de la n o bleza. A uno de ellos q u e abía su scitado falsas esp eran zas sob re su liberali­ dad, y que p o r este acto había recibido cien áureos de un sold ad o, A lejan dro o rd en ó que le colgaran en una cruz en los alrededores del cam ino p o r d o n ­ de sus siervos iban constantem ente a las quintas q u e p o seía cerca de la ciudad. 24 A sig n ó un g o b ern ad o r ecuestre a m uchas p r o ­ vincias regidas hasta entonces p o r legad os y o rg a ­ n izó las p rocon su lares aten iéndose a los deseos del senado .

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27 Pasaje difícil. Se trata de la distinción entre las provincias impe­ riales gobernadas por un lugarteniente del emperador, el legatus Au­ gusti pro praetore o legatus praetorius (provincias legatoriae) y las se­ natoriales (o proconsulares), Cf. Adriano, 3,9. Hemos traducido como «gobernador ecuestre» el término praesidiales, pues praeses de­ signa un gobernador provincial, de carácter civil cuando se nombraron


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P rohibió que se exhibieran baños m ixtos en R om a, p roh ibición que ya había sid o hecha real­ mente antes, p ero que había levantado H elio g áb a­ lo. N o perm itió que se em bolsara en el tesoro sagrad o el im puesto de los alcahuetes, ram eras y li­ bertinos, sino que destin ó su im porte a los gastos p ú blicos para la restauración del teatro, del circo, del anfiteatro y del estad io 28. T u v o la intención de detener a los libertinos, m edid a que ad op tó años después F ilip o 29, p ero le aterró la posibilid ad de que su p roh ibición torn ara esta deshonra pública en un desenfreno de las pasion es individuales., p u es­ to que los h om bres, sacu d id o s p or el d|e'§o desen­ frenado, exigen co sas que so n ilícitas, y más si es­ tán proh ibidas. Im p u so un vectigal elevadísim o 30 a los p an talon eros, lenceros, cristaleros, peleteros, cerrajeros, p lateros, orfeb res y o tros artistas, y o r­ denó que con el dinero recau d ad o se abrieran al uso p ú blico los baños que él había con struid o y otros antiguos. A sign ó tam bién un os bo squ ecillos a los baños. H iz o adem ás una donación de aceite para ilum inar las term as, siendo así que hasta entonces no se abrían antes de la au ro ra y se cerraban antes de la p u esta del sol. 25 A lg u n o s autores han tran sm itid o en sus escritos que su gobierno fue in cruento, lo que es falso. E n efecto, no solam ente los so ld ad o s le llam aban Se­ vero a causa de su severidad, sino que realm ente fue m uy severo en los castig o s con que castigó a al­ gunos.

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dos gobernadores, el civil y militar, y como en este caso, de rango ecuestre. 28 Se refiere al teatro de Marcelo (Cf. 44,7), al Circo Máximo (Cf. Adriano, 19,7), al anfiteatro Flavio o Coliseo (Cf. Heliogábalo 17,8) y al estadio construido por Domiciano en el Campo de Marte, la actual Piazza Nabona. 29 Cf. 39,2; Heliogábalo, 32,6. 30 Impuesto indirecto, frente al stipendium y tributum que gravaban directamente las personas físicas y propiedades.


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R estau ró las con struccion es que habían levantado los em peradores anteriores y él m ism o con stru­ y ó nu m erosos edificios n uevos, entre ellos, las te r­ m as que llevan su n o m b re 31 al lado de donde h a­ bían estado ubicadas las de N e ró n , poniendo en u so el acueducto que tod av ía en n uestros días se llam a A lejan drino. D o tó a sus term as de un b osque, tras d erribar los edificios que ocu p aban unas viviendas que él había ad q u irido destin ándolas a su uso p ri­ vado. F u e el prim er em perad o r que dio el nom bre de O céan o a una bañera su y a, p u esto que T rajano no h izo tal co sa sino que im p u so a sus bañeras los nom bres de los distin tos días. A cab ó las term as de A nton ino C aracalla, con struy en d o en ellas u n o s p órticos y engalan ándolas con otros adornos. F u e el prim ero que im p u so la con strucción en m árm ol llam ada A lejan drina en la que se com binaban d os m árm oles, el de P ó rfid o y el de L acedem onia, o r ­ nam entando los p atio s de P alacio con incrustacioó un gran núm ero de esbu scan d o escultores p o r o q u elar su figu ra con lo s vestidos de A lejan d ro en m uchísim as m onedas, al­ gunas de ellas de ám bar, p ero la m ay o r parte de oro . P ro h ib ió que las m ujeres de m ala reputación acudieran a visitar a su m adre o a su esposa. P ro nuncio m últiples arengas en la C iu d ad , siguiendo la costum bre de los tribu n os y de los cónsules. 26 D istrib u y ó tres veces un con giario al pueblo, un donativo otras tres veces a lo s so ld ad o s, pero al p u eb lo le dio carne, adem ás de congiario. R ed u jo al tres p o r ciento de intereses lo s préstam os de lo s u su reros, p reo cu p án d o se tam bién p o r los p o b res. A l p rin cipio (pSóMbió a lo s senadores que aceptaran intereses si hacían algún p réstam o , perm itién doles que aceptaran algunas cosas com o regalo s; p ero

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31 Las llamadas Thermae Alexandrinae, en el Campo de Marte al N o ­ reste del Panteón.


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después dio in struccion es p ara que pudieran cobrar el seis p o r ciento, aunque su p rim ió los o b seq u io s que les ofrecían co m o p resen tes. E m p laz ó en el 4 foro de T rajan o las estatuas de los m ás ilustres p er­ son ajes, traslad án dolas de lo s distin tos lugares p o r donde estaban d isem inadas. T u v o en gran h o n o r a 5 Pau lo y a U lp ian o quienes, según la versión de d is­ tintos autores, fu eron n o m b rad o s p refectos p o r H eliogáb alo o p o r el p ro p io A lejan dro — pues h ay 6 quienes dicen que U lp ian o fue consejero de éste y jefe de una cancillería im perial— . N o ob stan te, los d os, según dicen, fueron asesores de P apiniano. Se 7 había p ro p u esto con struir la basílica A lejan drina entre el. cam po de M arte y las vallas de A grip in a, con unas dim ensiones de cien pies de ancho p o r m il de larga y de fo rm a que d escan sara to d a ella en una colum nata. N o la p u d o con cluir p o rq u e le so rp ren ­ dió antes la m uerte. O rn am en tó lo s tem plos de Isis 8 y de Serapis 32 con el d eco ro conveniente, d otán ­ doles adem ás de estatuas, de esclavos de la isla de D élo s y de tod o el in strum en tal utilizad o en lo s ri­ tos m ísticos. F u e singularm ente p ia d o so con su m adre M am ea 9 h asta tal p u n to que con stru y ó en R o m a en el P a­ lacio u n os p abellon es con el n om bre de Salas de M am ea a los que el vu lgo ign oran te llam a h o y a d M am m am y un p alacio en B a y as al que d o tó de un estanque que tod avía h oy se llam a M am eo. L evan - 10 tó adem ás en B a y as o tro s edificios m agníficos en h on or de sus parientes y u n o s estan ques que cau­ saban adm iración p o rq u e se proveían de agua del m ar. R estau ró en casi to d o s los lugares los p uen- 11 tes que T rajan o había levantado y co n stru y ó algu ­ nos de nueva p lan ta; p ero m an tuvo el nom bre de

32 En el Cam po de Marte, entre el Panteón y los Saepta (Cf. H a ­ driano, 19,3, η. 83), al Este de donde está actualmente la iglesia de San­ ta María.


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T rajan o en aquéllos que solam ente había restaura­ do. 27 T u v o el p ro y ecto de asignar a tod os los cargos y a tod as las dignidades una clase especial de v e sti­ d os, p ara que se distinguieran p o r ellos, y de hacer lo m ism o con tod o s los esclavos, p ara que éstos p u ­ dieran ser recon o cid os entre el pueblo a fin de que no surgiera ningún c o n sp irad o r y de que los escla­ vos no se m ezclaran con los h om bres libres. P ero a U lpian o y a P aulo n o les pareció bien este p r o ­ yecto, asegurando que se m ultiplicarían las d isp u ­ tas, p u esto que los h om bres se volverían proclives a las injurias. E n ton ces decidió que era suficiente que los caballeros rom an o s se distinguieran de los senadores p o r la calidad de la franja de púrpura. Perm itió que los ancianos usaran capote dentro de la C iu d ad , si hacía frío , pues este tipo de vestido se h abía u sad o siem pre para los viajes o cuando llo ­ vía. N o obstan te, p ro h ib ió a las m atron as usar este vestido dentro de la C iu d ad , p ero perm itió que lo u tilizaran en los viajes. P oseía m ay o r facilidad p ara expresarse en griego que en latín y no carecía de gracia com ponien do versos. E ra p ro p en so a la m ú sica y entendido en a s­ trologia, hasta tal el punto que p o r orden suya los m a­ tem áticos se establecieron oficialm ente en R o m a y practicaron públicam ente su arte para darle a c o ­ nocer. F u e tam bién m u y entendido en el arte de la adivinación y m uy versad o en la ornitom ancia, h a s­ ta el extrem o de que su p eró en esta ciencia a los vascones y a los augures de los españoles y de los de Panonia. Practicó la geom etría. Pintó adm irablem ente, cantó de m anera n otoria pero nunca d elan ­ te de testigos, a no ser que se tratara de sus escla­ vos. E scrib ió en verso las biografías de los em peradores buenos. T o c ab a la lira, la flauta, el órgan o e in cluso la trom peta, aunque cuando llegó a em ­ p erad o r nunca hizo estas exhibiciones. Fue un luch ad or de prim era y en el ejercicio de las armas fue

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ilustre, hasta el p u n to de que llevó a cabo m uchas guerras. 28 A su m ió solam ente tres veces el con su lad o o rd i­ nario y el p rim er día del ejercicio de su cargo 33 n om bró siem pre o tro s cón sules p ara que le su sti­ tuyeran. F u e ju ez severísim o contra los ladrones a los que llam aba reos de crim ines diarios y con d e­ n ab a con gran energía, y a ellos só lo les daba el nom bre de ad versarios y enem igos p ú blicos del E s ­ tado. A un am anuense que en una reunión del consejo im perial había exp u esto un in form e falso de un p ro ceso , A lejan d ro le envió al exilio, tras haber o r­ denado que le cortaran los nervios de los dedos para que no p udiera volver a escribir. E n una ocasión que un in dividuo que h ab ía d esem peñado y a car­ gos p ú blicos p ed ía la con cesión de un p u esto m ili­ tar m ovid o p o r la excesiva am bición, a p esar de su conducta rastrera y de h ab er estad o p rocesad o y a alguna vez, com o lo p ed ía p o r m ediación de unos reyes am igos su y o s, se le aceptó su petición, p ero fue sorp ren d ido inm ediatam ente en un ro b o que realizó en presencia de su s p ro p io s p atro n o s, y, ob ligad o a ser ju z g a d o p o r los reyes, tras haberse con statad o el hecho, fue con d en ado. Y , cuando se p regu n tó a los reyes cuál era el sup licio que en su reino sufrían los lad ron es, aquéllos contestaron: «el de la cru z». Y , ante su respuesta, el reo fue cru ­ cificado. D e esta m anera, n o só lo fue condenado el intrigante p o r la decisión de sus protecto res, sino que adem ás se vio salvagu ard ad a la clem encia de A lejan dro , que él defendía de m o d o singular.. E rigió a los em peradores d ivin izad os en el fo ro del divino N erv a, llam ad o T ran sito rio , gigantescas estatuas que les representaban a pie y d esnudos o

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33 Traducción de la expresión primo mundinio, ya que nundinium y nundinia, que se usó al principio para indicar el día del mercado (de nouem-dies), luego significó la porción del año durante la cual los dos cónsules ejercían su oficio.


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a caballo, tod as ellas con sus in scripcion es y em ­ plazad as sob re colum nas de bronce que contenían el relato cron o ló gico de su s acciones, im itando con ello a A u g u sto que em plazó en el foro que lleva su nom bre las estatuas de los m ás exim ios varones ta­ lladas en m árm o l y con las in scripcion es de sus h a­ zañas, D eseab a que se creyera que era descendien- 7 te de una fam ilia de ro m an o s, p o r lo cual le aver­ g on zab a que le llam aran Sirio , sob re todo p o r ue en el tran scu rso de una festividad unos indiviu os de A n tio qu ía, E g ip to y A lejan dría, com o su e ­ le ser habitual entre ellos, le habían h ostigad o con pequeñas invectivas llam án dole archisinagogo Sirio y su m o sacerdote 35. 29 A ntes de hablar de su s guerras, de sus expedicio­ nes y de sus victorias, exp on d ré unos p o c o s d eta­ lles sobre la vid a que llevaba a diario en casa. E ste fue su plan de vid a: p rim ero, si le era lícito, es de- 2 cir, si no se había aco stad o con su esp osa, hacía un sacrificio p o r la m añana en su larario en el que te­ nía las estatuillas de los em peradores divinizados, aunque solam ente u n a selección de los m ejores, y las ae seres de gran h on orabilid ad , entre los que se hallaban A p o lo n io 36 y , según el testim onio de un escritor de su época, C risto , A brah án, O rfeo 37 y otros personajes p arecid os a ello s, y las estatuas de sus antepasados. Si no pod ía hacer esto, según las ca- 3

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34 Cf. 44,3 y 64,3. 35 Alusión al sacerdocio del dios Eliogábalo de Emesa que era here­ ditario en la familia de su madre. Las dos denominaciones son calcos del griego: archisynagogus (άρχισυνάγωγος) y archiereus (άρχιερεΰς), en este caso un hapax. 36 Apolonio de Tiana, filósofo neopitagórico del siglo I d. de C. Su personalidad fue contrapuesta a la de Jesucristo en una biografía escrita por Filóstrato. Llevó una vida austera y tuvo muchos adeptos a sus pre­ dicaciones. 37 Personaje mitológico, natural de Tracia, poeta, músico y adivino. Tañía la cítara con tal maestría que las fieras se amansaban al oírle y los pájaros suspendían su vuelo.


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racterísticas del lugar, d ab a un p aseo en coche, p e s­ caba, cam inaba o cazaba. A continuación, si el tiem po lo perm itía y desp ués de realizar otro s m e­ nesteres, se dedicaba, aunque no con m ucha intensi­ dad, a resolver los asun tos p ú b lico s, p o rq u e tanto los problem as relativos al ejército com o los de la vida civil, según h em os d ich o anteriorm ente, eran tram itados p o r am igo s, p ero si eran irreprochables, fieles e in soborn ables y , una vez tram itad os, los fir­ m aba, salvo si quería in trod u cir alguna novedad. A h ora bien, si la necesidad lo im ponía, se co n sa­ graba al trabajo antes de am anecer y lo p ro lo n gab a h asta h oras avanzadas y jam ás le venció el hastío, ni cesó en el trab ajo ren d ido p o r el m al h um or o la ira, m anteniéndose siem pre con frente im p ertu r­ bable y alegre en to d o . E ra , p o r otra parte, de tal sagacidad que nadie le p o d ía engañar y , si alguien trató de seducirle con liso n jas, p ag ó la pena m ere­ cida al descubrirse su intento. 30 D e sp u és de las actividades p ú blicas, bien m ilita­ res, bien civiles, dedicaba m ay o r atención a la lec­ tura de ob ras griegas, p refirien d o los libro s de P la­ tón de su tratado sob re la república. C u an d o leía obras latinas, leía sobre todo las de C icerón tituladas «Sobre los D eberes» y «Sob re la R epública», alguna vez también discursos y obras de poetas, com o las de Sereno Sam ónico 38, al que había conocido per­ sonalm ente y había apreciado, y las de H oracio. L ey ó también la biografía de A lejandro M agno, al que im itó m ás que a nadie, si bien reprochaba en él su ebriedad y la crueldad que m ostró con sus am i­ gos, aunque am bos vicios eran rechazados p or los buenos escritores cuyas opiniones casi siem pre acep­ taba A lejandro. D esp ués de la lectura, dedicaba un tiem po a los ejercicios gim n ásticos, al ju ego de p e ­ lota, a las carreras o a luchas m ás suaves, y a con ­

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38 Un hijo de Sammónico Sereno el anticuario, Cf. Caracalla. 4,4.

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film ación, tras darse una friega de aceite, se bañ a­ ba, p ero nunca o casi nunca u tilizab a el caldario, sino siem pre una piscin a, d on d e perm anecía casi p o r espacio de una h o ra y , cuan d o aún estaba en ayunas, se bebía casi un sextario 39 de agu a fría del acueducto llam ado C lau d io 40. T ras salir del bañ o , 5 tom aba una buena cantidad de leche y p an , huevos y después vino m ezclado con m iel y , una vez re­ constitu ido con estos alim entos, algunas veces al­ m orzab a, otras veces n o to m ab a nada h asta la c o ­ m ida, aunque lo m ás frecuente era que alm orzara. 6 T am bién tom ó frecuentem ente el tetrafárm aco 41 que utilizó A d rian o , del que h ab la M ario M áxim o en la biografía de este em perador. 31 L as horas de d esp ués del m ed io d ía las dedicó siem pre a la firm a y a la lectura de cartas, de tal m o d o que se colocaban siem pre a su lad o de pie los p rocu rad ores de la corresp on den cia, de las p eticio­ nes y de los m em oriales, aunque algunas veces tam ­ bién se sentaban, si n o p o d ían perm anecer de pie p o r alguna enferm edad, m ientras que los copistas y los que regían su archivo rep asab an to d o s los d o ­ cum entos, de tal m anera que, si había que añadir algo, A lejan dro lo añadía d esp ués con su p ro p ia m ano, pero teniendo en cuenta el p arecer de aquél al que se le con sid eraba m ás entendido. D esp u és de 2 leer las cartas, hacía entrar al m ism o tiem po a to ­ d os sus am igos y hab lab a con to d o s ellos indistin­ tam ente y nunca adm itió en audiencia a ninguno a solas, salvo a su p refecto U lp ian o , que había sid o siem pre su aseso r p o r su extraordinario sentido de la justicia. Y , cuando d ab a audiencia al otro p re- 3 fecto, ord en aba que se llam ara tam bién a U lp ian o . 4 L lam ab a a V irgilio el P latón de los p o etas y tenía 39 Medida de capacidad equivalente a 0,54 litros. 40 El acueducto Aqua Claudia que comenzó Caligula y acabó Clau­ dio en el año 52 a. de C. 41 Cf. Adriano, 21,4 Elio, 5,4-5.


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(M /su b u sto ju n to con el de C iceró n en su segundo /la ra rio 42, d on d e tenía tam bién los bu sto s de A quiles y de o tros ilustres p erso n ajes. E n cam bio deificó 5 a A lejan dro colocán d ole en un larario m ay o r entre 32 lo s m ás exim io s y lo s «d iv in o s». Jam ás infli­ gió una afrenta a nin gun o de su s am igos o de sus acom pañantes, ni a lo s jefes o directores de sus can­ cillerías. F u e siem pre deferente con sus prefectos 2 diciendo que quien m erecía su frir alguna afrenta del em perador d ebía ser castigad o , n o destituido. Si al- 3 guna vez n o m b ró u n su ceso r p ara su stitu ir a algu­ n o de los p resen tes, siem pre le d ijo esta frase: «E l E sta d o te lo agradece», y lé rem uneraba con los si­ guientes regalos, p ara que p u d iera vivir h on esta­ m ente com o un ciu d ad an o particular, de acuerdo con su categoría social: con fincas, bueyes, caba­ llo s, trigo, herram ientas, dinero p ara construir su casa, m árm o l p ara orn am en tarla y cuantos jorn ale­ ros exigía la naturaleza de su construcción. R ara- 4 m ente repartió o ro o p lata a nadie, salvo a los so l­ d ad o s, p u es decía que era un crim en que un ad m i­ n istrad or p ú b lico tran sfo rm ara en un instrum ento p ara sus p ro p io s deleites o de los su y o s el dinero recaudado a los habitantes de las p rovincias. R em i- 5 tió a R o m a el o ro proced en te del com ercio y del im puesto coron ario. 33 N o m b ró en R o m a catorce adm inistradores de la C iu d ad 43, p ero elegidos entre los excónsules, a los que confirió la m isión de actuar com o jueces ju n ­ tam ente con los p refectos en lo s litigios urban os, con la condición a e que to d o s ellos o la m ay o r p a r­ te de ellos estuvieran p resen tes cuando se hicieran lo s expedientes. In stitu y ó corp oracion es de to d o s 2 lo s vinateros, m ercaderes de altram uces, zap ate­ ro s y de to d o s lo s oficios y /lo s concedió ab ogad os i

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42 Distinto del larario principal, Cf. 29,2. 43 La novedad es que Alejandro elige a estos catorce curatores del estamento senatorial, de ex cónsules, Cf. Heliogábalo, 20,3·


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defensores de su p ro p io ram o, y p ro p u so los ju e ­ ces que les debían corresp o n d er a cada u n o de ellos. C asi nunca h izo don acion es de dinero a los ac- 3 tores, y nunca, oro ni plata. E lim in ó los c o sto so s vestid os que H elio g áb alo les h ab ía regalado y eq u i­ p ab a a los so ld ad o s que llam an «o sten sio n ales», n o con vestid os de valo r, sino v isto so s y elegan­ tes, y no asign aba gran des cantidades de oro o de seda p ara los em blem as o p ara aum entar la m agni­ ficencia real, p ues decía que el p o d e r im perial resi­ día en el valor, no en el atractivo exterior. V olvió 4 a u tilizar las clám ides de largo s pelo s 44 que vistió Severo y túnicas sin ban d a de p ú rp ura, o de largas m angas 45 y m an tos co rto s de escarlata y de p ú rp u ­ ra. 34 N o conocía el o ro en sus banquetes, en los que u só cop as p equeñ as, aunque elegantes. L o s servi­ cios de su m esa nunca so b rep asaro n el p eso de d o s­ cientas libras de plata. R egaló al p u eblo enanos y 2 enanas, bufon es, viejos cantores y tod a clase de m ú ­ sicos y p an to m im o s; p ero asign ó a aquéllos que y a no servían p ara nada a distintas ciudades cada u n o , p ara que éstas les p rovey eran de alim entos, con el fin de que n o se vieran in co m o d ad as con la apari­ ción de nuevos m en d igos. R egaló a sus am igos lo s 3 eunucos que H elio g áb alo m antenía en su s vergon­ zo so s conciliábulos y a los que p ro m o v ía a cargos su periores, p ero con un a cláu su la p o r la que les p e r­ m itía castigarlos con la m uerte sin la garantía de un juicio, si no volvían a las buenas costum bres. O r - 4 denó que un núm ero incalculable de m ujeres de m ala nota, a las que h ab ía p ren d id o, fueran puestas

44 Se trata de las clámides llamada^ hirtae porque eran de lana tosca. 45 Sobre la túnica, Cf. Pértihéxyñ, 22. Los dos tipos que cita Iampridio son la que se llama asemdxáe άσημος «sin marca», «sencilla» por­ que estaba confeccionada sin adornos, sin la franja de púrpura y la lla­ mada macrochera (Μαχροχειρ «largos brazos»), porque poseía grandes mangas. El nombre es un sinónimo de chiridota.


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a d isp osición del p ú b lico y d ep o rtó a tod o s los li­ bertinos con los que aquella calam idad de H eliogábalo había tenido relaciones sin iestras, llegando in­ cluso a hacer que perecieran algunos en un naufra­ gio. N in gu n o de su s servid ores u tilizó vestid os bo rd ad os con oro , ni siq u iera en los banquetes p ú b li­ cos. C u an d o com ía entre lo s su y o s, invitaba a U lpiano o a h om bres ilu strad o s, p ara p o d er m antener con ellos conversaciones so b re tem as literarios con los que decía que se nutría y recreaba. C u an d o com ía en p rivad o, tenía en la m esa un libro y leía en él sob re to d o en griego. L e ía tam bién frecuente­ m ente a los p oetas latin os. C eleb rab a los banquetes p ú blicos con la m ism a sencillez qúe los p riva­ d os, salvo que en aq u éllos aum entaba el núm ero de lechos y la m uchedum bre de in vitados, p o r la que él se sentía m olesto, alegando que com ía en un cir­ co o en un teatro. 35 E scu ch ó gustosam ente, n o a los orado res y p o e ­ tas que pron un ciaban p an egíricos en su h on or, lo que con sid eraba un a necedad com o Pescenio, sino a los que recitaban d iscu rso s o celebraban las ha­ zañas de los an tepasad os, p ero m ás gustosam ente aún, a los que recitaban las lo as de A lejan d ro M a g ­ no o de los príncipes bu en o s del p asad o o de las grandes p erson alid ad es de la ciudad de R om a. A cu día con frecuencia al A ten eo p ara escuchar a los oradores o p oetas griegos y latinos. Sin em bargo, tam bién escuchó a lo s orad o res del fo ro cuando d a­ ban lectura a las cau sas que habían d efen dido antes delante de él o de los p refectos de la C iu d ad . Presidió la lucha en lo s ju eg o s p ú b lico s, principalm en­ te el certám en de H ércu les 46, celebrado en h on or de A lejan dro M agn o . N u n c a recibía a nadie a solas d espués del m ediod ía o durante las prim eras horas

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46 Un certamen al estilo griego ιά γφ ν), pero que debía de consistir en competiciones atléticas exclusivïmWhte.


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de la m añana, p orq u e se había enterado de que ha­ bían p rop alad o m uchas m entiras sobre él, pero si­ guió esta costum bre de m anera especial con V erconio T urino. E ste in dividuo, a p esar de que él le ha- 6 bía tratado com o a un am igo íntim o, había vendi­ do incluso con mentiras toda clase de prom esas, has­ ta tal extrem o que d esacreditó el gobierno de A le ­ jandro, com o si éste fuera un necio o una persona a la que él tenía som etid o a su influencia y a la que había convencido en m últiples asp ecto s; y de esta m anera había p ersu ad id o a to d o s de que el em pe­ rad or lo hacía tod o siguien d o su s órdenes. 36 P o r fin, A lejan dro le p ren d ió m ediante la si­ guiente estratagem a: so b o rn ó a un desconocido para que le pidiera a él m ism o algún favor en p ú ­ blico y para que, en cam bio, le rogara a T urino a ocultas, com o si tratara de ayudarle, que hiciera p or él alguna sugerencia en secreto a A lejan d ro ; se lle - 2 vó a cabo lo planeado y T u rin o le prom etió su ay u ­ da y, aunque realm ente no había dicho nada, le ase­ guró que h ab ía dicho a lp u ia s co sas al em perador, pero que de él dependía (|jírp la p osib ilid acfd e co n ­ seguir algo, p on ien d o así a p recio su éxito; y, h a­ biendo orden ado A lejan dro que se hiciera la peti­ ción de nuevo, tam bién T u rin o , sim ulando que h a­ cía otra cosa, asintió con m ovim ientos de cabeza, aunque tam poco dijo nada en la audiencia. Y, tras h aber alcanzado, en efecto, lo que se solicitaba, T u ­ rino recibió grandes prem ios del solicitante, a p e ­ sar de que se había lim itado a vender vanas p ro m e­ sas. Entonces A lejan dro hizo que le acusaran y, d espués de que m erced a distin tos testigos q ueda­ ran p ro b a d o s to d o s los cargos, a saber, la cantidad que nabía co b rad o y quiénes lo habían presenciado y las prom esas que había hecho y quiénes las h a­ bían oído, ord en ó que le ataran a un tronco de un árb ol en el fo ro T ran sitorio y le hizo dar m uerte, sofo cán d ole con el hum o de una h oguera que se prendió, según sus órden es, con pajas de rastrojo


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y leños h úm edos, m ientras un p regon ero decía: «A q u él que ha ven did o h u m o, sea castigad o con h u m o .» Y , p ara que no pareciera que había sid o dem asiado cruel ap o y án d o se exclusivam ente en una so la causa, h izo m in u cio sísim as in vestigaciones an­ tes de condenarle y d escu b rió que con m ucha fre­ cuencia no solam ente había recib id o gratificaciones en los p ro c eso s de las d o s partes en litigio, y a que d aba a conocer el resu ltad o a cam bio de dinero, sino tam bién de to d o s aq uéllos que habían ob ten i­ do intendencias o provin cias. 37 A sistió frecuentem ente a lo s espectáculos y fue m u y rem iso en las d on acion es, pues decía que lo s actores, m on tero s y au rigas, debían ser alim enta­ dos com o los esclavos de n u estra p rop ied ad , sean m on tero s, palafren eros o in strum en to de placer. Sus convites n o fu ero n ni o p íp aro s ni dem asiado frugales, p ero sí de extraordinaria brillantez, de tal m anera, n o obstan te, que hacía que presentaran ser­ villetas blancas, m ás frecuentem ente con rayas de escarlata, p ero n unca de o ro , aunque H elio g áb alo h abía y a com en zado a utilizarlas, y anteriorm ente, según dicen, las había u tilizad o y a A drian o . É sta fue la dieta diaria de sus festin es: treinta sextarios de vino p ara to d o el día, treinta libras de p an se­ lecto y cincuenta de pan de segun d a clase p ara re­ galar. E n efecto, entregaba siem pre con sus p ro p ias m anos el pan y las raciones de verdura, carne o le­ gum bres a los que servían en sus banquetes, actuan­ do com o un p ad re de fam ilia, con un co m p o rta­ m iento casi senil. Se había d ecid id o d istribuir treinta libras de carne v ariad a y d o s de carne de p o llo . E n los días de fiesta se servía un gan so , p ero en las calendas de enero, en las fiestas a e C ib eles 47, m a­ dre de los d io ses, en los ju e g o s en h on or de A p o -

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47 Fiestas en las que el regocijo popular era inmenso, como apunta su etimología en conexión con el griego ιλαρός «alegre». Se celebraban el 25 de marzo.


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lo 4S, en el banquete sag rad o en h on or de Jú p iter 49, en las saturnales y en otras solem n id ad es sim ilares ofrecían en su m esa un faisán, p ero en alguna o c a ­ sión la invitación incluía d os faisanes, a los que se añadían d os p ollo s. C o m ía to d o s los días liebre, y 7 con frecuencia carne de caza, p ero la com partía con sus am igos, sob re to d o con aq u éllos que sabía que n o disponían de ella p o r sus p ro p io s m edios. N o 8 ofreció ninguno de estos p resentes a los ricos, p ero siem pre recibió los que ellos le ofrecían. Tenía to - 9 dos los días a su disposición cuatro sextarios de vino m ezclado con m iel sin pim ienta, d o s con ella y, p ara no alargarm e in cluyen d o to d o s los detalles que ha exp u esto G arg ilio , escrito r de su tiem po, diré que to d o s los m anjares se los ofrecieron con m e­ sura y racionalmente. C o m ía aspasionadam ente dis- 10 tintas frutas, de tal m anera que se las debían servir casi siem pre com o p o stre. P o r eso existe un ju ego de p alab ras que dice que A lejan d ro no com ía se ­ gundo p lato , sino que lo com ía p o r segu nda vez 51. 11 Se atib orrab a de alim entos, p ero no bebía ni p o c o ni m ucho vino, sino lo suficiente. B eb ía s ie m p r e '12 agua fría p u ra y, en el veran o, vino aro m atizado con ro sa s; p o r cierto, éste era el único vino que h a­

48 H ijo de Zeus y Latona. L os griegos eligieron en su honor un tem­ plo en Delfos. Su culto se introdujo en R om a después de la segunda guerra púnica y, bajo Augusto, ocupó un puesto al lado de Júpiter Ca­ pitolino. En su honor se instituyeron los ludi Apollinares en el año 211 a. de C. que, según Livio, se celebraban del 6 al 13 de julio. 49 En Roma se solían ofrecer, desde épocas antiguas, banquetes lla­ mados épula a las divinidades del Capitolio, que se distinguían del lec­ tisternium, en el que los dioses estaban instalados en los lechos (lecti), Cf. Marco, X III,2 n. 47. Los banquetes de Júpiter, epula Iouis, fue­ ron dos: el 13 de septiembre y el 1 de noviembre, en conexión respec­ tivamente con los ludi Romani (4-19 de septiembre) y con los ludi Ple­ bei (4-17 de noviembre). 50 Probablemente Q. Gargilio Marcial, que escribió un tratado de agricultura, incluyendo también nociones de medicina y veterinaria. 51 Juego de palabras.


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bía m antenido en u so de entre las diversas clases de vino aro m atizado in ventadas p o r H eliogáb alo . 38 Y p u esto que se ha hecho m ención de los lebratillos, com o él tenía p ara com er liebre a diario, se origin ó una chanza p o ética basad a en la afirm ación de que dicen que las p erso n as que com en liebre se vuelven herm osas durante siete días, com o lo in di­ ca tam bién un epigram a de M arcial, que el poeta com pu so contra un a tal G elia, a este tenor: «C u a n d o m e envías una liebre, G elia, siem - 2 [pré m e m andas esta m isiva» ¡O h M arco, serás h erm o so durante siete días! si dices la verd ad , si tu m isiva es verídica, G e[lia> tu G elia, jam ás has com id o liebre 52». P ero M arcial c o m p u so estos verso s contra dicha m u jer p o rq u e era con trah ech a; en cam bio, el poeta de la época de A lejan d ro escribió contra éste lo que sigu e:

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« T ú ves que n u estro rey es bello, y que la raza... nos ofreció un Sirio, eso lo lo gró la liebre (lepus) que él caza y [com e de la que saca él su perenne encanto (le[pos).» 52 bis

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C u an d o uno de sus am igos le refirió estos versos, se dice que A lejan d ro resp on d ió con unos ver­ sos griegos cuyo conten ido era el siguiente:

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«P o rq u e, ateniéndote a una vu lgar historieta, [pienses que tu rey es h erm oso, d esgraciado poeta, y o no m e irrito con tigo, si crees que ello es [verdad.

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52 Cf. Marcial, V,29 con alguna variación. Para esta superstición, Cf. Plinio, N . H ., X X V III, 260. 32 hí Nótese el juego de palabras lepus-lepos que se da en latín.


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M i deseo sería que tú só lo com ieras lebrastas, p ara que tu alm a, tras alejar de sí los m ales, [se vuelva herm osa, y para que no sientas envidia im pulsado p o r [el o d io de tu espíritu.» 39

C u an d o recibía com o in vitad os a sus am igos m i­ litares, p ara conservar algo de la costum bre que h a­ bía in stituido T rajan o de beber después de los p o s­ tres hasta cinco cop as de vino, él les ofrecía so la­ m ente una en h on or de A lejan d ro M agn o, y ésta m ás pequeñ a, a no ser que algun o pidiese esp on tá­ neam ente una m ayor, lo cual estaba perm itido. P racticó el am or de m anera razon able y se m antuvo tan ajeno al trato con h om bres degenerados que, incluso, com o y a d ijim os anteriorm ente, tuvo la in ­ tención de proponer una ley para echarlos de la C iu ­ dad. C o n stru y ó gran eros p ú b lic o s en los distintos d istritos de la C iu d ad p ara que pudieran d epositar en ellos sus p rovisio n es quienes n o dispusieran de cen­ tinelas p ro p io s. D istrib u y ó bañ os p ú blicos en lo s b arrios de la C iu d ad que aún no contaban con ellos. E n efecto, tod avía h o y m uchos de ellos se llam an baños de A lejan dro. C o n stru y ó tam bién viviendas m uy bellas y las repartió com o regalo entre sus am igos, especialm ente entre los que d esta­ caban p o r su in tegridad. R e d u jo los ingresos p ú blicos en los siguientes extrem os: los que habían p agad o diez áureos durante el gobierno de H e lio ­ gábalo tenían que p agar solam ente el tercio de una a e estas m on ed as, es decir, la trigésim a parte del im ­ p u esto. Se am onedaron entonces p or prim era vez áureos de m edio as y, com o el im puesto se había redu cido al tercio de un áureo, tam bién de un ter­ cio de as, asegurando A lejan d ro que llegaría a h a­ ber áureos de un cuarto de as, p o rq u e y a no p o ­ dían acuñarse m ás pequeñ as. C u an d o y a los tenía acuñados, los retuvo en la casa de la m oneda, es-

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p eran d o p ara p o n erlo s en circulación que se h ubie­ ra p o d id o reducir m ás el im p u esto , p ero, al n o ser p o sib le p o r las necesidades que tenía el E sta d o , o r­ denó que los volvieran a fu n d ir y que acuñaran so ­ lam ente m onedas de un tercio de un áureo y só li­ d os 53. M an d ó fu n d ir y retirar de la circulación las m onedas1de d o s áureos, de tres, de cuatro, de diez, e incluso las de m ás v alo r aún, h asta los de un a li­ bra y de cien áureos, que había m an d ad o troquelar p o r prim era v ez H e lio g áb alo . Y p o r eso a estas m onedas se las d esign ó co n el nom bre del m etal con el que estaban hechas, p u es A lejan dro aseguraba que la causa de la excesiva largu eza del em perador se debía a que se veía o b lig ad o a d ar treinta, cin­ cuenta o cien p iezas, al d ar diez o m ás en un a sola m oneda, cuando tenía la p o sib ilid ad de repartir m u ­ chas m onedas de o ro de m en os valor. 40 T enía p o c o s vestid os de sed a; los que estaban con feccion ad os únicam ente con sed a nunca los u ti­ lizó y jam ás regaló los que la contenían al cincuen­ ta p o r ciento. N o envidiaba las riqu ezas de nadie. A y u d ó a los p o b res. E n riq u eció en to d o m om en to con m últiples p resentes consistentes en tierras, es­ clavos, anim ales, rebañ os e in strum en tos de labran ­ za, a las p erson as que habían d esem peñado cargos p ú blicos que veía que su p o b re z a era real, n o si­ m u lada o d ebid a al b o a to q ue llevaban. N o perm itió nunca que sus v estid o s estuvieran m ás de un año entre su s teso ro s, ord en an d o que los valoraran una vez p asad o ese tiem po. L o s que d estin aba a regalos los in speccion ab a personalm ente. H ac ía p esar tod o su o ro y su p lata, ord en an d o que se re­ pitiera con frecuencia la operación. R egalab a tam bien, adem ás de uniform es m ilitares, grebas, p an ­ talones y zapatos. E x ig ía enérgicam ente p ú rp u ra de

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53 Estas monedas de un tercio de áureo se llamaban semisses y los áu­ reos recibieron el nombre de sólidos (solidi) de Constantino en adelante.


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la m ás alta calidad p a ra destin arla no a su uso p ri­ vado, sino al de las m atron as q u e quisieran o p u ­ dieran llevarla, sin d u d a con el fin ae p od erla ven ­ der, de tal m anera q ue se llam a todavía hoy A le ­ jandrina la p ú rp u ra q ue el v u lg o llam a Probiana, p o rq u e fue A u relio P ro b o , el jefe de las tintorerías, quien d escubrió esa clase de m úrices de la que se elabora. É l m ism o u tilizó m uch as veces una clám i­ de de escarlata. Sin em b argo, vestía siem pre to g a en la ciudad de R o m a y en las ciudades ae Italia. S ólo utilizó la toga p retexta y la to g a b o r d a d a 54 d u ­ rante el tiem po que ejerció el co n su lad o, y p reci­ sam ente aquélla que vestían tam bién o tro s m ag is­ trados, com o los cón sules o lo s p retores después de haberla tom ad o del tem plo de Jú p iter. U tiliz ó tam bién la pretexta cu an d o h acía sacrificios, p ero si actuaba com o P on tífice M áxim o , n o com o em ­ perador. E ra p artidario del buen lienzo, y sin d u da, del p u ro , p o r lo que d ecía: « ¿ S i los vestid os se h a­ cen de lino p ara que n o tengan aspereza, qué nece­ sid ad hay de que el lin o tenga p ú rp u ra?» C on sid eraba tam bién una lo cu ra recam ar los vestid os con oro , p o rq u e entonces a la asp ereza se su m aba la r i­ gidez. Siem pre u tilizó ven das de tela p a ra el calza­ do. V estía bragas b la n c a s 55, n o de escarlata, com o las que se u sab an anteriorm ente. 41 V endió tod as las p ied ras p recio sas que tenía y el o ro de la venta lo in gresó en el tesoro p ú blico, d i­ ciendo que los h om bres n o debían hacer uso de ellas y que las m atron as reales debían contentarse con una redecilla, u n o s pendientes, un collar ad o r­

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54 Antiguamente la llevaba el cónsul con la túnica adornada de pal­ mas (palmata) cuando celebraba su triunfo. Los cónsules y pretores la utilizaban cuando celebraban los juegos en el circo, y muchos empera­ dores la adoptaron como una prenda oficial. 55 Las bracae eran unos calzones cortos que utilizaron los pueblos del Norte. En el siglo I aún se considera prenda bárbara, como testimo­ nia Tácito (Hist., 11,2: bracas barbarum tegmen indutus). Se prohibió su uso en el siglo IV.


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nado con perlas y una co ro n a p ara utilizarla cuan­ do ofrecieran sacrificios, un solo m anto salpicado de oro y una ciclada 56 que no tuviera m ás de seis on zas de oro. C o n sus costu m bres ejerció el p ap el de un auténtico cen sor en su tiem po. L o s hom bres im portantes le im itaron a él y las m atron as de la m ás alta n obleza im itaron a su esposa. R estringió la servidum bre de la corte haciendo que en cada uno de los cargos adm inistrativos se m antuvieran solam ente el núm ero de p erso n as que la necesidad exigiera, de tal fo rm a que los bataneros, sastres, p a­ n aderos, c o p eras y to a o s lo s siervos de la corte re­ cibieron p o r sus servicios un a cantidad de víveres y no dignidades, co m o aquella peste de H elio g áb a­ lo había establecido, aunque dichos víveres debían ser individuales, o a lo su m o para d os personas. Y , com o no tenía entre los útiles de su servicio m ás de doscien tas libras de p lata ni un gran núm ero de criados, cuando ofrecía alguna com id a aceptaba de sus am igos vajillas de p lata, criados y servilletas, costu m bre que se o b serv a tod av ía actualm ente p or los prefectos, si ofrecen algún festín cuando el em ­ p erad or está ausente. N u n c a adm itió rep resen tad o nes escénicas durante su s ban quetes, sino que sus m ayores deleites con sistían en contem plar las lu ­ chas de cachorrillos con cochin illos, las peleas de perdices o los vuelos de p equ eñ os grajillos, eleván­ d ose a las alturas o d escendiendo al suelo. P o r cierto, m antuvo en P alacio solam ente un p asatiem p o con el que obtenía un gran deleite y con el que ali­ viaba las p reocu p acio n es de E sta d o . E n efecto, había m an d ad o con struir p ajareras de p avo s, faisanes, p ollo s, ánades y perdices con los que se divertía ex-

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56 Ropaje largo y amplio, de tejido muy fino, que se echaba alrede­ dor del cuerpo como el pallium y que tenía la suficiente amplitud para cubrir toda la figura. Tenía a lo largo de los bordes una banda de color púrpura o un bordado de oro lo que dio lugar, según parece, al nom-, bre cyclas, del griego κυκλάβ «circular».


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traordinariam ente, p ero , sob re tod o , de palom as torcaces de las que, según cuentan, llegó a tener h asta un núm ero de veinte m il y , para q ue su m an ­ tenim iento no incidiera sob re lo s aprovisionam ien­ tos de grano, contrató a esclavos de alquiler que las alim entaran con el p ro d u cto de los huevos y de los p o llito s y pichones. 42 Se bañaba frecuentem ente con el p u eb lo en sus term as y en las de los anteriores em peradores, s o ­ bre to d o en verano, y vo lv ía a Palacio en traje de baño, m anteniendo únicam ente com o distintivo im perial la utilización de la lacerna de escarlata 57. 2 N u n c a tuvo ningún co rred o r q ue no fuera esclavo su y o , pues decía que lo s h om bres libres sólo d e­ bían correr en los ju eg o s sag rad o s y só lo adm itió a los esclavos de su p ro p ied ad co m o cocineros, p a ­ naderos, bataneros y bañ eros, de tal m anera que, si no tenía bastantes, lo s com praba. D uran te su g o- 3 bierno, uno sólo de los m édicos de palacio recibió salario, m ientras que lo s restantes, que llegaron a ser seis, recibían dos o tres raciones de alim entos, p ero lograron que una de ellas fuera de alim entos de prim era calidad y las otras de otra clase. C u an - 4 d o n om braba jueces, a ejem plo de los em peradores anteriores, com o enseña tam bién C iceró n , les p r o ­ veía de plata y de to d o lo que precisaran, de suerte que los gobernadores de p rovin cias recibieran vein­ te libras de plata, seis m u ías, d o s m u los, d os caba­ llos, vestid os de calle, d o s v estid os p ara casa, uno p ara el baño, cien áureos, un cocin ero, un m ulate­ ro y, si no tenían esp o sas, con cubin as, p u es p en sa­ ba que no p od ían vivir sin é stas; p ero les obligaba a devolver al dejar la adm inistración de la provin ­ cia las m uías, los m u lo s, los caballos, los m ulateros y cocineros, p u dien d o con serv ar para sí el resto, si 57 Capa provista de capuchón de tejido grueso que se utilizaba nor­ malmente para los viajes. Había otra de tejido más puro que se usaba en las fiestas y espectáculos.


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habían gobern ad o con rectitud, m ientras que, si ha­ bían actuado m al, deberían devolver el cruáduple, adem ás de p agar la pena de p eculad o o de con cu­ sión 58. 43 Sancionó un gran núm ero de leyes. Perm itió a to ­ d os los senadores d isp o n er en R o m a de carrozas y carros guarnecidos de p lata, pues con sid eraba que era im portante p ara la dign id ad rom ana que los se­ nadores de un C iu d ad tan grande pudieran utilizar tales vehículos. A to d o s los cónsules que n o m bró , fueran d esign ados u ord in arios, los n om bró de acuerdo con el p arecer del sen ado, reduciendo sus gasto s, y estableció el p la z o p ara asum ir el cargo ateniéndose a las n o rm as antiguas. O rd en ó que los cuestores n o m b rad o s p o r el em perador ofrecieran espectáculos al p u eb lo a sus e x p e n sa s59, pero con el acuerdo de que, d espués de la cuestura, recibi­ rían el título de p retores y lu ego el de gobern ad o­ res de provincia. P ero in stitu y ó los interventores del fisco p ara que ofrecieran ju egos con dinero de la caja de éste, aunque m ás econ óm icos. T uv o la in­ tención de d isem inar los espectácu los de glad iad o­ res durante treinta días, p ero no se sabe p o r qué de­ sistió de ello. C u an d o se h allaba en R om a, su bía al C ap ito lio tam bién cada siete días y frecuentaba los otros tem plos. T u v o la intención de erigir un tem p ío en h on or de C risto y de incluirle entre los d io ­ ses. P ro y e c to q u e, según dicen, tuvo tam bién A d rian o , quien había o rd en ad o que se con struy e­ ran en tod as las ciudades tem plos sin im ágenes, los cuales todavía h oy se llam an tem plos de A drian o , precisam ente p o r no p o seer divinidades, pues se de­ cía que los había erigido a este efecto; pero A lejandro fue apartado de su p ro p ó sito p o r aquéllos que

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58 Es decir, las penas establecidas por malversación de fondos públi­ cos, Cf. infra Aureliano, η. 42. 59 Se trata de los quaestores candidati principis a los que nombraba el emperador sin formalidad alguna.


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habían descubierto, m ediante su s consultas a los orácu los sag rad o s, q u e to d o s lo s h om bres se iban a convertir al cristian ism o, si llevaba a cabo su p r o ­ yecto, y que to d o s los dem ás tem plos iban a q u e ­ dar abandonados. 44 F u e m u y fino en su s b ro m as, am able en la c o n ­ versación y tan afable en los banquetes que cad a uno de los com ensales p o d ía p e d ir lo que quería. A ten to para acum ular dinero, p recavido para co n ­ servarlo, solícito en b u scarlo, p ero sin causar daño a nadie. N o quería que le llam aran Sirio, sino q ue le consideraran rom an o d esd e su s rem otos antepa­ sad os, y había hecho p in tar el árb o l genealógico de su linaje en el que se d em o strab a que su fam ilia d e s­ cendía de los M etelos. E stableció un salario p ara lo s retó ricos, gram átieos, m édicos, arúspices, astró lo g o s, ingenieros y ar­ quitectos, in stitu yó au d itorio s y ord en ó que se les confiara com o d iscíp u lo s a lo s h ijo s de ciudadanos p o b res, con tal de q u e fueran de condición libre, p ero con las corresp on dien tes raciones alim enticias. T am bién en las provin cias m o stró gran deferencia con los oradores foren ses y entregó víveres a m u ­ chos de ellos que sab ía que actuaban gratis. C o n solid ó las leyes p ara m u ch o s añ os y las ob servó p e r­ sonalm ente con gran escru p u lo sid ad . A sistía co n frecuencia a lo s esp ectáculos teatrales. T u v o la intención de restaurar el teatro de M arcelo. A m u ­ chas ciudades, que estaban d esfigu radas a con se­ cuencia de los terrem oto s, las entregó dinero de los im p u estos p ara reparar lo s ed ificios p ú b licos y p r i­ vados. N u n c a d ep o sitó com o ofren das en los tem p ío s m ás de cuatro o cinco libras de p lata y ni siquera una go ta ni una uúryiina eje oro , m usitan do el verso de P ersio Flaco «¿ Q u é hace el o ro ë r l los lugares sag ra d o s?» 60 Persio, Sat., 11,69.

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R ealizó distintas cam pañas bélicas, sobre las que v o y a hablar siguien d o su orden cron o ló gico. Sin em bargo, vo y a expon er antes su m o d o de p ro ce­ der respecto a las co sas que p en sab a que debía ca­ llar o anunciar. Se silenciaban los secretos sob re las 2 tácticas bélicas, aunque se anunciaban públicam en­ te los días de m archa, de tal m anera que, dos m eses antes de la cam paña, hacía colgar un edicto en el que se decía: «Sald ré de la C iu d ad tal día y a tal h ora y , si es d eseo de los d io ses, pernoctaré en la prim era p o sad a de la etap a.» D esp u és se enum era­ ban las otras p o sad as, a continuación los lugares de acam pada, luego los p u n to s de aprovisionam iento, y esto hasta cuan d o se llegaba a las fronteras de los bárbaros. Y ya, a p artir de allí, se observaba silen- 3 cio y to d o s cam inaban sin rum bo fijo para que los bárbaros no con ocieran la d isp o sició n de las tropas rom anas. P o r otra parte, es segu ro que jam ás dejó 4 de cum plir aquello que h ab ía p ro m etid o , afirm an­ do que no deseaba que su s d isp osicion es se p u sie­ ran en venta p o r sus cortesan os, co sa que había ocu rrido bajo el gob iern o de H elio g áb alo en el que los eunucos lo vendían to d o . E sta clase de indivi- 5 d u os desean que to d as las co sas sean secretas en la corte, con la finalidad de que parezca que son ellos los únicos que saben algo p ara, valiéndose de ello, conseguir influencia o dinero. Y p u esto que se ha hecho m ención sob re su eos- 6 tum bre de hacer p ú blicas su s d isp osicion es, añadi­ ré que cuan d o q u ería n o m b rar gobernadores para las p rovincias, elegir com andantes m ilitares o crear p ro cu rad o res, es decir, aduan eros, hacía p ú blicos su s n o m bres, exh ortando al p u eb lo p ara que, si al­ guien con ocía algún crim en com etid o p o r ellos, p rob ara su cu lp ab ilid ad con hechos in cuestion a­ bles, p ues, si no lo p ro b a b a, sufriría la pena capi­ tal. Y decía que era grave q ue no se hiciera esta in- 7 vestigación entre los gobern ad ores de provincias a los que se confía la fo rtu n a y las vidas de los h om ­


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bres, siendo así que los cristian os y los ju d ío s la exi­ gían p ara p roclam ar públicam en te a los sacerdotes que se querían ordenar. 46 E stableció un salario p ara lo s asesores, aunque solía repetir que había que con fiar los cargos so la ­ m ente a aquéllos que p udieran gestionar p o r sí m is­ m os n egocios p ú b lico s, no p o r m edio de asesores, agregando que los m ilitares tenían sus p rop ias ta ­ reas y los letrados las su yas y que p o r esa razón cada cual debía hacer aquello que sabía. D ab a lo s tesoros a los que los habían descubierto y, en caso de que fueran abun dantes, su m ab a tam bién para el reparto a los fu n cio n arios que tenían sus cancille­ rías. D a b a vueltas en su m ente y m antenía grabado en ella los favores q u e había con cedido y a quién se los había con ced id o y , si se enteraba que algu ­ nos no le habían hecho alguna petición o que le h a­ bían p ed id o p o cas co sas p ara aum entar sus recur­ so s, les llam aba y les decía: « ¿ C u á l es la razón p o r que no m e p id es nada? ¿tal vez deseas que y o m e convierta en d eu d o r tu y o ? Pide, no te vayas a q u e­ jar de m í cuando sea un p articu lar.» E n tre otras recom pen sas que daba, con tal de que n o lesionaran su reputación, están las sigu ien tes: repartía los bie­ nes de los con d en ado s a m uerte, p ero nunca con el oro, p lata o p ied ras p reciosas que poseían — p u es tod o esto lo restituía al erario— , repartía las je fa ­ turas de cargos civiles, n o de lo s m ilitares, y d istri­ buía aquellos p u esto s directivos que form aban p a r ­ te de la adm inistración. C am b iab a rápidam ente a los recaud ad ores, de m o d o que ninguno perm ane­ ciera en este cargo m ás de un año, y a estos agen­ tes, aunque fueran ím p ro b o s, les od iaba llam án do­ los un m al necesario. Pero nunca n om bró g o b e r­ n ad ores, p rocón su les o legados pen san d o en el fa ­ v or que hacía, sino d eján d ose guiar p o r su p rop ia op in ió n o p o r la del senado. 47 C u an d o hacía alguna expedición, distribuía a los so ld ad o s de m anera que pudieran recibir las provi-

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siones en sus alojam ien tos y no tuvieran que car­ ear con los víveres durante diecisiete días, com o era lo habitual, a n o ser que se encontraran en terreno enem igo, aunque, in clu so aquí, les p restaba ayu d a utilizan do m u los y cam ellos, diciendo que protegía m ás a lo s so ld ad o s que a su p ro p ia persona, p o r ­ que en ellos residía la salvación del E stad o . V isitaba de tienda en tienda a lo s que se encontraban en­ ferm os, aunque fueran so ld ad o s raso s, les tran sp o r­ taba en carros m ilitares y les ayu d ab a con to d o lo que precisaran. Y , si p o r casualid ad sufrían una enferm edad m uy grave, les d istribu ía p o r las ciud a­ des y los cam pos con fián d oles al cu id ad o de los p a ­ dres de fam ilia m ás d istin gu id os y de las m atron as m ás hon estas, su fragan d o los gasto s que habían o casion ad o tanto si habían m u erto, com o si se ha­ bían restablecido. 48 E n una ocasión que un sen ador de una antigua fam ilia llam ado O v in io C am ilo , extrem adam ente afem inado, intentó rebelarse para u su rp ar el trono y le dieron inm ediatam ente a A lejan d ro la n oticia aportando diversas p ru eb as del hecho, A lejan dro le llam ó a Palacio y le dio gracias p o r intentar asum ir espontáneam ente la dirección del E sta d o , que se h a­ bía im p uesto a los buen os em peradores a pesar de sus renuencias. A continuación se dirigió al senado, n o m bró copartícipe del tro n o a O v in io, que tem ­ blaba y se sentía co rro íd o p o r el fastid io de tan gran culpa, le concedió una audiencia en P alacio, le con ­ vidó a un festín y le revistió con orn am en tos im ­ periales, in cluso m ás elegantes que los que llevaba él m ism o. D esp u és, cu an d o se anunció una expedición contra los b árb aro s, le exhortó a que m ar­ chara él p o r su cuenta, si quería, o a que hiciera la expedición con él. Y p u esto que él m ism o realizaba la m archa a pie, le invitó a afrontar este esfuer­ zo, p ero com o andaba vacilante tras haber recorri­ do cinco m illas, le ord en ó que se m on tara en un ca­ ballo y d espués le subió a un carruaje m ilitar, pues-

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to que tras d o s jo rn ad as de cam ino se había fatig a­ do de ir a caballo. A l d esd eñ ar tam bién esta deferencia sinceram ente o m ovid o p o r el m ied o, renun­ ciando incluso al p o d er y m ostrán d o se d ispuesto a m orir, A lejan dro le d esp id ió del ejército y , después de haberle encom endado a u n o s so ld ad o s que ap re­ ciaban al em perador de form a singular, ordenó que se retirara a su finca donde vivió durante m ucho tiem po. P ero p osteriorm en te O v in io fue asesinado o r orden del em perador, quien alegaba que deseaa la guerra y su ejecución la llevaron a cabo un os sold ad os. Y a sé que el vu lgo im p u ta este hecho que he in sertado aquí al em perad o r T rajan o , pero M a ­ rio no lo narra en la b iografía de este em perador, ni F ab io M arcelino, ni A u relio V eno, ni E stacio V alente, que escribieron su biografía com pleta. A l contrario, los b ió g rafo s Septim in o, A co lio , En colp io y el resto de los escritores atribu yeron estos h e­ chos a A lejan dro. P o r eso y o he añadido aquí esta apostilla, a fin de que nadie h ag a m ás caso a los ru ­ m ores del vu lgo que a la h istoria, pues ésta es m ás verídica sin d u d a que aquéllos. 49 N o toleró jam ás que se vendieran lo s hon ores que su pon ía el derecho de llevar espada 61 dicien­ d o : «E s necesario que el que com pra venda tam ­ bién a su vez. Y o no tolero a m ercaderes de p o te s­ tades ni a aquellos in dividuos a los que n o pudiera castigar, si las adquirieran. Pues m e avergüenza c a s­ tigar a un hom bre que com pra y ven de.» H iz o q u e las funciones de pontífice, de quindecinviro y de augur fueran concedidas m ediante un codicilo del em perador, a condición de que lo s candidatos fu e­ ron elegidos en el senado. D ex ip o 62 escribió que A lejan d ro tom ó p or es-

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61 El ius gladii, o derecho de imponer la pena capital, que pertenecía al emperador y que éste concedió a algunos gobernadores provinciales. 62 P. Herenio Dexipo de Atenas. Su crónica abarcaba desde la época legendaria hasta el 268 a. de C. Repelió la invasión de los godos hacia el año 267 s. de G. Cf. Gállenos, 13,8.


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p o sa a la hija de un in d ivid u o llam ad o M acrian o, y que este m ism o fue n o m b rad o C ésar p o r él. P ero, com o M acrian o pretendía darle m uerte a traición, tras d escubrirse la con sp iració n , se lo quitó de en m edio y rep ud ió a su esp o sa. E l m ism o autor dice que A nton ino H elio g áb alo fue tío paterno de A le­ jan d ro, no hijo de la herm ana de la m adre de éste é3. U n a vez que los cristian os ocu p aro n un local que había sid o p úblico y u n os taberneros se op usieron diciendo que les pertenecía, A lejan d ro resp on d ió a éstos p o r escrito d icien do que era m ejo r que allí se adorase a un d io s, sin im p o rtar cóm o se hacía, que entregar el local a taberneros. 50 A sí, p u es, cuando se había destacad o y a com o un em perador tan grande y exim io tanto en su p atria com o fuera, em pren dió u n a expedición contra los p arto s que dirigió con tan ta disciplin a y suscitan d o tanto respeto hacia su p erso n a, que se p o d ía asegu ­ rar que no eran so ld ad o s lo s que m archaban, sino senadores. P o r to d o s los lugares que pasaban las legiones, los tribun os se m antenían callados, los cen­ turiones se m ostrab an d iscreto s y los so ld ad o s am a­ bles, y, p o r tantos y tan gran des bienes, los h ab i­ tantes de las provincias le m iraban com o a un dios. P o r otra parte, h asta los p ro p io s so ld ad o s am aban al joven em perador com o a un herm ano, com o a un h ijo o com o a un p ad re. Iban eq u ip ad os con dignidad, calzad os tam bién con d ecoro, arm ados con distinción y d o tad o s de caballos aparejados con m antas y frenos ad ecu ad os, de tal fo rm a que cual­ q uiera que contem plara el ejército de A lejan dro p o ­ dría descubrir lo que era el E sta d o rom ano. E n sum a, se esfo rzab a p o r m ostrarse dign o del n o m ­ bre que llevaba, m ás aún, de sup erar al M acedonio, y decía que d ebía m ediar un a gran diferencia entre el A lejan dro M aced o n io y el A lejan dro rom an o.

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63 N o es así. Fueron primos carnales, pues eran hijos respectivamen­ te de Soemis y Mamea, hijos a su vez de Mesa.


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H ab ía creado para su servicio un batallón de «argiro asp id as» y «c riso asp id a s» 64 y tam bién un a fa­ lange de treinta m il h om b res, a los que había o r­ denado que llam aran «fa la n g ian o s» 65 y con los que realizó grandes p ro e z as en Persia, falange que, p or cierto, estaba fo rm ad a p o r seis legiones equipadas con arm as sim ilares, p ero cuyas sold ad as fu eíán m ás altas d espués de la guerra con los persas. 51 D e p o sitó en los tem plos los dones efe los reyes; vendió las p ied ras p reciosas que le habían ofrecido, considerando que p o seer p ied ras p reciosas era algo m ujeril, p ues no p o d ían regalarse a un sold ad o ni las p o d ía llevar un h om bre. C u an d o un legado ofreció a su m ujer, p o r su p ro p ia m ediación, dos perlas de un p eso enorm e y de unas dim ensiones in usita­ das, ordenó que las vendieran. Y , com o no encontraban un precio ad ecuad o, p a ra que la reina no die­ ra un m al ejem plo u san d o algo que n o había p o si­ bilidad de com p rarlo , las con sagró a las orejas de V enus. T u v o com o tu to r a U lp ian o , a quien su madre rech azaba al p rin cipio, p ero al que luego agra­ deció sus servicios. L e defen d ió a m enudo contra la ira de los so ld ad o s cubriéndole incluso con su p ro p ia p ú rp ura, y fue tan extraordinario em pera­ dor, precisam ente p o rq u e rigió la república atenién­ dose sob re to d o a su s con sejo s. C u an d o se hallaba p resto al com bate, y durante las m archas m ilitares, alm orzaba y com ía con la tienda abierta, tom ando el rancho de los so ld ad o s ante la vista y el regocijo de to d o s, visitaba casi tod as las tiendas y no p er­ m itía que nadie se alejara de las banderas. Si alguien se desviaba de la ru ta a una p rop ied ad ajena, se le

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64 Se llamaban así los soldados de infantería que, por un honor es­ pecial, iban equipados con escudos (ασπις) de plata (άργυγος) u oro (χριισόβ) y que utilizó Alejandro Magno durante la campaña que llevó a cabo en la India. 65 Porque formaban una falange (φάλαγξ), cuerpo de tropas de in­ fantería pesada.


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som etía en su presencia, de acuerdo con su clase so ­ cial, a una d escarga de p alos, a golpes de látigos o a la pena de m uerte, o, si la d ig n id ad del hom bre ex­ cedía la calidad de to d o s esto s castigos, a durísim os reproches, pues él le decía: «¿Q u ie re s acaso que se haga en tu cam po lo que tú haces a o tro ?» Y repetía con frecuencia en alta v o z una frase que había oído a algunos ju d ío s o a algun os cristianos y que retenía en su m em oria, y cuando castigaba a al­ guien, ordenaba que el heraldo la pronun ciara diciendo: « N o hagas a otro lo que no quieres que te h agan.» A m ab a esta m áxim a hasta tal p unto que h izo que la grabaran en P alacio y en los m onum en­ tos p ú blicos. 52 C u an d o se enteró de que un a viejecilla había sido cubierta de injurias p o r un so ld ad o , licenció a éste y se lo entregó a la anciana com o esclavo, para que la m antuviera, p ues era m aestro de carruajes. Y , al ver que los so ld ad o s se lam entaban de esta acción, A lejan dro p ersu ad ió a to d o s p ara que la aceptaran sum isam ente y los llenó de terror. Su reinado, aunque fue rígido y severo, recibió el nom bre de «in ­ cruento» , p o rq u e no dio m uerte a ningún se­ nador, com o el escritor griego H ero d ian o refiere en los libros que narran los hechos de su época. Fue de tanta severidad con los so ld ad o s, que m u ­ chas veces licenció legiones enteras, llam ando a los so ld ad o s Quirites 67, en lu gar de so ld ad o s, y no tem ío nunca al ejército, p u esto que no se p o d ía ale­ gar, para reprender su con ducta, que los tribunos u oficiales hubieran escam otead o jam ás alguna can­

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66 El texto dice άναίματον «sin sangre». 67 El texto latino dice Quirites, nombre con el que se designaba a los «ciudadanos» romanos primitivos. El origen del término se hace deri­ var de quirinus, apellido de Rómulo, el fundador de la Ciudad, o de quiris que indica lanza en el dialecto sabino. Se dirigía a los soldados en plan de reproche Cf, Suetonio, Caes., 70,1. En los casos en que se dirige a ciudadanos realmente lo hemos traducido por «ciudadanos», cf Tácito, 7,3; Firmo, 5,4-6.


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tidad de los estipen dios de su s sold ad o s, siendo és­ tas sus p alab ras: « N o hay que tem er al sold ad o si está vestido, arm ad o, calzad o y bien com ido, y si lleva algo en su p equ eñ o ceñ id o r», p o rq u e a su ju i­ cio la m endicidad del so ld ad o , si se halla arm ado, le im p ulsa a la total d esesperación . N o perm itió que los tribunos o los generales tuvieran a ningún so l­ dado com o ord en an za y ord en ó que cuatro so ld a ­ dos precedieran com o escolta a los tribunos, seis a los generales, diez a lo s legad os, y que éstos los aco ­ gieran en sus casas. 53 Y p ara que se p u e d a con o cer su severidad he co n ­ siderado que debía in sertar aq u í una arenga m ilitar que puede m o strarn o s los criterios que siguió en el tem a del ejército. E n efecto, cuando le anunciaron, al llegar a A n tio q u ía, que lo s so ld ad o s se entrega­ ban a lo s b añ os, a las m u jeres y a la m olicie, o rd e ­ nó que los prendieran a to d o s y los arrojaran al ca­ lab o zo . C u an d o cu n d ió la n oticia de este hecho, la legión de aquellos so ld ad o s cu y o s com pañeros ha­ bían sid o arrestad os p ro m o v ió una sedición. E n tonces, A lejan dro su b ió al tribunal, h izo que lleva­ ran ante él a to d o s lo s arrestad os y dirigió el si­ guiente d iscu rso a lo s so ld ad o s que le rodeaban, con las arm as en las m an o s: «C a m ara d as, la discip lina de n uestros an tepasad os aún gobierna nuestra república, si, a p esar de este castigo, seguís re p ro ­ bando estos actos de v u estro s com pañ eros. Si la d is­ ciplina se disipa, p erd erem o s el nom bre y el im p e­ rio ro m an o ; bajo n u estro reinado, p u es, no se deben hacer las cosas q u e se hicieron p o c o tiem po ha, bajo aquella im p u ra bestia. S old ad o s rom an os, vu estros aliados y m is cam aradas y com pañ eros de arm as am an, beben y se bañan com o lo s griegos y se entregan a la lujuria. ¿ L o toleraré durante m ás tiem p o?, ¿n o los v o y a castigar con la pena de m uerte? A n te estas palabras se origin ó un m otín. Y él volvió a decir: «P o r qué n o reprim ís vuestros gritos, necesarios en la guerra contra el enem igo,

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p ero innecesarios con tra vu estro em perador? Sin du da, vuestros in stru ctores m ilitares os enseñaron estos gritos para que los lanzarais con tra los sárm atas, los germ anos y los p ersas, n o contra aquél que o s p ro p o rcio n a las vituallas recib id as de lo s ha­ bitantes de las p rovin cias, que os p ro p o rc io n a un u niform e y una sold ad a. R ep rim id , p ues, ese grito am enazador y necesario só lo en el cam po de b ata­ lla y durante la lucha, p ara que y o n o os d esp id a h o y a tod o s haciendo salir de m i b o ca un único g ri­ to, llam án doos Quirites, e in clu so d u do si d aros este nom bre, pues no sois d ign o s tam p oco de p er­ tenecer a la plebe rom an a si n o reconocéis el d ere­ cho rom an o .» 54 Y , com o entonces gritaban con m ás fu erza y lan­ zaban adem ás am enazas blan d ien d o su s espad as, continu ó: «B ajad vuestras diestras, q ue só lo debéis levantar contra el enem igo, si sois valientes, p u es a m í no m e aterran tales am enazas. P u es si m e asesináis a m í, que esto y so lo , vendrían a vengar m i m uerte la república, el sen ado y el p u eblo ro m a­ n o .» Y viendo que, a p esar de to d o , seguían gritand o después de decir esto, exclam ó : «Quirites, alejáo s y dejad las arm as.» D esp u és de ofrecer un ejem plo adm irable d epo sitan d o las arm as y d e sp o ­ ján d ose de sus say o s m ilitares, to d o s se retiraban no a los cuarteles, sin o a distintas p o sad as. Y entonces se advirtió p o r p rim era vez el p o d e r que te­ nía su severidad. Fin alm ente, los que form ab an su cortejo y los que estaban en torn o a él llevaron las banderas a los cuarteles y el p u eb lo recogió las ar­ m as y las tran sportó al P alacio. N o obstante, desp u é s de treinta días, y antes de p artir a la expedi­ ción con tra los p ersas, atendiendo a su s ru ego s, re s­ titu yó en su lugar a aquella legión que h ab ía licen­ ciado y con siguió la victoria, especialm ente p o r la colaboración que ésta p restó en la pelea, a p e sa r de lo cual castigó a su s tribun os con la p en a de m uer­ te, p orq u e los so ld ad o s se habían entregado a los

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placeres en la ciudad de D afn e p or su negligencia y el ejército se había sublevado con su connivencia. 55 A sí, p ues, A lejan dro se d irigió con un gran ap a­ rato bélico con tra los p ersas y venció al p o d ero sí­ sim o rey A rtajerjes en un com bate en el que él p e r­ sonalm ente r e c o m a las alas del ejército, estim ulaba a los sold ad o s, iba aq u í y allá som etid o al im pacto de los d ard o s, sosten ía m últiples ataques con su p ro p ia m ano y anim aba a la gloria con sus palabras a cada uno de los so ld ad o s 6S. Finalm ente, tan p ron to com o d errotó y p u so en fuga a un rey tan p o d e ro so que había acu d id o a luchar contra él con setecientos elefantes, m il och ocien tos carros p r o ­ vistos de hoces y m u ch o s m illares de caballos, A le ­ jandro se volvió a A n tio q u ía y enriqueció a su ejér­ cito con el botín arrebatado a lo s persas, habiendo dad o las órdenes o p ortu n as p ara que los tribunos, los generales y los so ld ad o s se quedaran con los o b ­ jetos que habían ro b ad o en lo s saqu eos de las al­ deas. E n ton ces fue la p rim era vez que hubo entre los rom an o s esclavos p ersas, a los que p o r cierto d ejó libres tras aceptar algun os din eros, puesto que a los reyes de los p ersas Ies resultaba difícil so p o r­ tar que algunos de su s sú b d ito s estuvieran al servi­ cio de o tros com o esclavos, y el precio del rescate o se lo dio a aquéllos que habían capturado con su p ro p ia m an o a los esclavos, o lo entregó al tesoro 56 p ú blico. D esp u és de esto se volvió a R o m a y, tras haber celebrado un h erm osísim o triunfo, p ro n u n ­ ció en p rim er lugar estas palabras en el senado. D e las actas del sen ado del d ía 7 de las calendas de o ctu bre: «P adres con scrip to s, hem os vencido a los persas. N o es necesario un gran d iscu rso: ú n i­ cam ente debéis saber cuáles fu eron sus arm as, cu á­ les sus in strum en tos bélicos. E n prim er lugar, te-

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68 Veáse el relato detallado de Herodiano, VI, 5-6, que narra sólo las derrotas de Alejandro, no la victoria, como Lampridio aquí, y Aurelio Victor (Caes., X X IV ) ν Eutropio (Bren. V III,23).


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nían setecientos elefantes que estaban p rovistos de torres arm adas con arq u eros y cargadas de flechas. L e s c a p tu ra m o s tre sc ie n to s, d o sc ie n to s yacen m u ertos, y hem os traído aq u í d ieciocho. T enían m il ochocientos carros arm ad os con hoces. P u d im os 4 traernos d oscien tos carros q u e iban tirad os p o r ani­ m ales a lo s que d im o s m uerte, p ero n o s ab stu vi­ m os de hacerlo p o rq u e p o d ía fingirse fácilm ente este hecho. H ic im o s h uir a ciento veinte m il jine- 5 tes, dim os m uerte durante la guerra a diez m il cata fr a c ta rio s69 a lo s que ellos llam an clibanarios y con sus arm as arm am os a lo s n uestros. C ap tu ram o s un gran núm ero de p ersas y los h em os vendido d es­ pués. H e m o s vu elto a recon q u istar las tierras com - 6 p ren d id as entre los d os río s que había perd id o aquella in m unda bestia. H e m o s d errotado y p ues- 7 to en fu ga a A rtajerjes, rey p o d ero sísim o p o r su p restigio y p o r su s d o m in io s, de tal m od o que la tierra de los p ersas con tem p ló su huida y el p ro p io rey tras abandonar sus enseñas se escapó de aquel lu gar p o r donde en otro tiem p o fueron pasead as en triunfo las enseñas de lo s nuestros. Padres con s- 8 criptos, éstas son nu estras hazañas. N o es preciso hacer d iscu rso s: los so ld ad o s vuelven ricos, nadie siente el esfu erzo en la victoria. V o so tro s debéis de- 9 cretar su plicacion es p ara que nadie piense que so ­ m os d esagrad ecid os con lo s d io se s.» E stas fueron las aclam aciones del sen ad o : «A lejan d ro A u g u sto , los d ioses te p ro tejan P érsico M áxim o, que los d io ­ ses te protejan . C o n razó n te llam an Pérsico, con 69 Los cataphracti (χαταφράχτου) eran soldados que formaban parte de la caballería pesada y que iban cubiertos, así como el caballo sobre el que cabalgaban, de un armadura o cota de malla que imitaba las esca­ mas del cocodrilo (Cf. Servio ad Aen., X I, 770 y Amiano Marcelino X X II, 15-16). Esta armadura la utilizaban, sobre todo, los partos, los persas y los sármatas. Se llamaba clibanarii a los soldados que iban cu­ biertos, como los catafractarios persas, con una armadura defensiva pa­ recida a un clibanus, vaso de hierro bajo y ancho con pequeñas poro­ sidades (Cf. Columela, V, 10,4), del cual recibieron el nombre.


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razón , Pártico. C o n tem p lam o s vu estros trofeos. Y tam bién vuestras victorias. L o o r al joven em pera­ dor, al P adre de la p atria, al P on tífice M áxim o. C o n tu ay ud a esp eram os alcanzar la victoria sobre los germ anos y p o r tu m ediació n hem os salido v ic to ­ rio so s en to d o el m u n d o . E l q ue guía bien a sus so l­ d ad o s resulta ven cedor. R ic o es el senado, ricos son los so ld ad o s, rico es el p u eblo ro m an o .» 57 U n a vez disuelta la sesión del Senado, subió al C a ­ pitolio y , después de que ofreció un sacrificio y d e ­ p o sitó en el tem plo las túnicas de los persas, p r o ­ nunció el siguiente d isc u rso : «C iu d a d an o s, hem os vencido a lo s persas. H e m o s devuelto a casa a los so ld ad o s con un gran botín. O s p rom etem os un congiario y m añana o s ofrecerem os un os juegos cir­ censes p é rsic o s.» E sta s noticias las hem os hallado en los anales y en o tro s m u ch o s autores. Pero al­ gunos dicen que A lejan d ro n o só lo no venció al rey p o r haber sid o traicio n ad o p o r un esclavo su y o , sino que se d io a la fu g a p o r n o salir derrotado. L o que p ara aquéllos q ue han leíd o a un m ay o r núm e­ ro de escritores no hay d u d a de que contradice a otros m uch os autores. E n efecto, tam bién dicen que él p erd ió su ejército p o r el ham bre, el frío y la en ­ ferm edad, com o lo asegu ra H ero d ia n o , contradi­ ciendo la opin ión de un buen núm ero de escrito­ res. D esp u és de esto, A lejan d ro acom pañ ad o del senado, del estam ento ecuestre y de tod o el p u eblo con gran m ajestu o sid ad y cortejad o aq u í y allá p o r m ujeres y niños y, especialm ente, p o r las esp osas de los so ld ad o s, su b ió a pie al P alacio, m ientras su carro triunfal era arrastrad o detrás de él p o r cu a­ tro elefantes. A lejan d ro era alzad o p o r los b ra zo s de la gente, y a d u ras p en as le fue p o sib le dar un p aso durante cuatro h oras, m ientras p o r todas las partes tod o el m un do gritaba: «R o m a está salvada, la república está salvada, pues está a salvo A lejan ­ d ro .» A l día siguiente, desp ués que acabaron las carre-

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ras en el circo y las representaciones teatrales, hizo que distribuyeran un con giario entre el p u eblo r o ­ m ano. In stituyó u n a agru p ación de niños llam ad os M am eanos y de niñas llam adas M am eanas, de la m ism a m anera q ue A n to n in o había in stituido las Faustinianas 70. 58 Se llevaron a cabo con éxito otras cam pañas bé­ licas, en la M au ritan ia T in gitan a p o r m edio de Furio C elso , en el U írico p o r m edio de V ario M acri­ no, pariente su y o , en A rm en ia p o r m edio de Ju n io P alm ato y desde to d as las partes le llegaron tabli­ llas laureadas 71. U n a vez q ue se las dio lectura en el senado y ante el p u eb lo en diferentes ocasiones, cuando llegaron tam bién d esd e Isau ria otras que se esperaban, fue h on rad o con la concesión de tod o s los nom bres de esas regiones. Se decretaron lo s ornam entos consulares p ara aqu éllos que habían g o ­ bernado con acierto el E sta d o , galardonando tam ­ bién con cargos sacerd otales y con distintas p ro ­ p iedades rústicas a las que eran p o b res y se veían ago b iad o s y a p o r la edad. R egaló prision ero s de distintas naciones a sus am igo s, si su edad infantil o juvenil lo perm itía; no ob stan te, a aquéllos que eran de fam ilia n oble o de estirpe regia lo s destinó a la carrera m ilitar, p ero n o a la de alta gradación. A los generales y a los so ld ad o s acan tonados en las fronteras les dio únicam ente aquellas tierras que ha­ bían sido arrebatadas a los enem igos para que se apropiaran de ellas, a con d ición de que sus herede­ ros se alistaran en el ejército, y nunca pasaran~ya a m anos privadas, alegando que ellos m ilitarían con m ayor interés, si tuvieran q u e defender tam bién sus cam pos. L es entregó adem ás bestias de carga y esclavos p ara que pudieran cultivar el cam po que les había asignado a fin de q ue la falta de h om bres o

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70 Cf. Antonino, 8.1; Marco, 16,6. 71 Tablillas que iban rodeadas con ramas de laurel {laureata), como signo de victoria.


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la vejez de los p rop ietario s no obligaran a dejar abandonadas las tierras de labranza que lindan con los bárbaros, lo que él consideraba m uy desh on ro­ so. 59 D esp u és de esto, cu an d o go z ab a ya de un inm en­ so am or entre el p u eb lo y los senadores, partió a la guerra contra los germ an os, y aunque todos e s­ peraban su victoria y le d espedían de m ala gana, le acom pañaron p o r esp acio de cien o ciento cincuen­ ta mil p aso s. E ra p ara la repú blica y para él p ersonalm ente un gravísim o p rob lem a que la G alia fu e­ ra asolada p o r las in cursion es devastadoras de los germ anos. Y aum entaba este b o ch orn o el hecho de que, d espués de haber ven cido a los p arto s, la n a­ ción que am enazaba lo s h o m b ro s de la república era aquélla que siem pre había estado som etida, in­ cluso a los m ás débiles em peradores. A van zó, p u es, haciendo largas m archas y entre la alegría de sus sold ad os. Pero cu an do d escu b rió que allí tam bién había unas legiones am otin ad as, ordenó que las d is­ persaran. Pero los espíritus galos, com o son ásperos, astu tos y m uchas veces in có m o d o s para los em ­ peradores, no toleraron la excesiva severidadrde este h om bre, que les resultaba m ucho m ás grakjosp aún después de H elio g áb alo . Finalm ente, cuando se encontraba en B retaña con μ η -deducido séquito o, com o o tros autores p reten d eren una aldea de la G a ­ lia llam ada Sicilia, algunosvsm dados, entre los que se encontraban principalm ente aquéllos que habían nadado en la abun dancia m erced a las recom pensas o trogad as p o r H elio g áb alo , co m o no p od ían so p o r­ tar su severidad, le asesinaron com o si fueran unos p iratas, y sin contar con el parecer de la totalidad. M uchos escritores dicen que le asesinaron unos re­ clutas in filtrados p o r M axim in o 72, que le habían sido con fiad os para su adiestram iento, y otros m u-

72 Maximino el Tracio, Cf. Maximinos VII.

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chos dicen que ocu rrió de o tro m o d o ; no obstante, 8 se sabe con certeza que le asesinaron sold ad o s, p u esto que éstos lan zaron m uchas injurias contra él tachándole de niño y co n tra su m adre tachándo­ la de avara y am biciosa. 60 G o b ern ó durante trece años y och o días. V ivió veintinueve años, tres m eses y siete días. Siguió en 2 to d o s sus actos los co n sejo s de su m adre, ju n to con la cual fue asesinado. É sto s fueron lo s p resagio s de su m uerte: cuan d o 3 encom endaba su aniversario a los d io ses, la víctim a se escapó chorreando san gre y , com o A lejan dro iba vestido con la in dum entaria de un ciudadano n o r­ m al y se hallaba m ezclad o con el p u eb lo, el anim al salpicó de sangre el vestid o blanco que llevaba p u esto. U n antiguo y gigantesco laurel que había 4 en el palacio de aquella ciu d ad de d on d e iba a p a r­ tir p ara la guerra se p recip itó , cuan largo era, sú b i­ tam ente al suelo. T res higueras de las que p ro d u - 5 cen u n os higos llam ad os A lejan d rin o s cayeron sú ­ bitam ente delante de su tienda, d án d ose la circuns­ tancia de que los p abellon es im periales estaban ata­ d os a aquéllas. C u an d o ib a a p artir a la guerra, una 6 D ru id a le dijo en la len gua de los g alos: «M a r­ cha, p ero n o esperes la victoria, ni confíes en tus so ld ad o s.» C u an d o su bió a la tribuna p ara p ron un - 7 ciar una arenga y d ar alguna fau sta noticia, com en ­ zó así: «U n a vez asesin ad o el em perador H e lio g á ­ b alo .» Pero se con sid eró co m o un p resagio el que, 8 cuando iba a salir a cam paña, com en zó a arengar a los so ld ad o s con palabras p o c o favorables. 61 Pero despreció to d o s estos p resag io s con gran energía y , h abiendo m arch ad o a la guerra, fue ase­ sin ado en el lugar que antes reseñ am os, com o si73 Los druidas eran sacerdotes galos que formaban una corporación que, aunque vivía alejada del pueblo, le dirigía espiritualmente con sus consejos. Sus doctrinas teológicas eran secretas y practicaban la adivi­ nación. Aquí se trata de una profetisa.


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gue: había com id o casualm ente, com o solía hacerlo, en un banquete p o p u lar, es decir, en una tienda abierta y tom an d o el rancho de los sold ad os, p ues no fue hallado p o r éstos en ella al sacudirla ningún otro alim ento. Y cu an d o descansaba después de la com ida, aproxim adam ente a la h ora séptim a del día, al in troducirse en su tienda m ientras to d o s estaban durm iendo, uno de los germ an os, que desem peña­ ba el cargo de escud ero, fue visto p o r el em pera­ dor, que se m antenía so lo despierto. A lejan dro le preguntó: «¿Q u é es esto, cam arada?, ¿m e traes acaso alguna n oticia sob re el en em ig o ?». Pero él, sobrecogido p o r el m iedo y tem iendo que no p o d ría eludir el castigo p o r haber p en etrad o en la tienda del em ­ perad or, corrió hacia su s cam aradas y los exhortó a acabar con un p rín cip e tan severo. Inm ediatam ente, un gran núm ero de ellos entraron en la tienda con las arm as en las m an os y cortaron la cabeza a aquéllos que p on ían resistencia, aun estando d esar­ m ad os, y atravesaron al em perador con m últiples golpes. A lgu n o s escritores dicen que nadie pronun ció una sola p alabra, sin o que solam ente los so ld a ­ d o s grietaron : «Sal, vete de aq u í». Y así fue d ecap i­ tado eiSte joven y extrao rd in ario... Pero tod o el aparato bélico, que desp ués M axim in o d esp lazó a G e r ­ m ania, fue o b ra de A lejan d ro , y fue realm ente p o ­ d erosísim o , p ues estab a com pu esto p o r arm enios, o sd ro en o s, p arto s y p o r h om bres de tod as las razas. 62 L a arrogancia de espíritu con la que siem pre su b ­ y u gó a los so ld ad o s y los detalles siguientes so n una p ru eb a de que A lejan d ro despreció la m uerte: el astró lo g o T rasíb u lo fue m u y am igo su y o . C u an d o le anunció que su destin o fatal era q u e perecería asesinado p o r una esp ad a b árbara, p rim ero reaccio­ nó con alegría p o rq u e creía q ue se cernía sob re él una m uerte digna de un em perador y de un guerre­ ro ; d espués com en zó a discutir y a intentar p ro b a r que los h om bres m ás gran des habían acabado an i­ qu ilados p o r una m uerte violenta, m encionando al

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m ism o A lejan dro, cu yo n o m bre osten taba, a P o m ­ pey o, a C ésar, a D em ó sten es, a T u lio y a o tros p restigio so s varones que habían afro n tad o una m uerte p o c o apacible. Y fue tal su audacia que pen- 4 saba que debían equipararle a lo s d io ses si perecía en la guerra. P ero la realidad le engañó, pues pere- 5 ció efectivam ente a m an os de un escudero b árbaro y de una espada tam bién bárbara, y n o en el co m ­ bate, aunque sí durante la guerra. 63 L o s sold ad o s, in clu so aq uéllos a los que había li­ cenciado tiem po atrás, aceptaron su m uerte con in­ m ensa p esad um b re y m asacraro n a los que habían com etido el asesinato. Y el p u eb lo rom an o y el se- 2 n ado entero, ju n to con la totalid ad de los h ab itan ­ tes de las p rovin cias, jam ás sufrieron nada tan d o ­ lo ro so ni tan triste. A l m ism o tiem po, la b ru sq u e­ dad y ru d eza de su su ceso r M axim in o, com o es ha­ bitual en un h om bre experim entado en la m ilicia, al que se le había o to rg ad o el im perio con su h ijo después de la m uerte a e A lejan d ro , parecía p resa­ giar un destin o fatal m ás cruel. E l senado in clu yó 3 a A lejan dro entre los dio ses. Se h izo acreedor de un cenotafio en la G alia y de un sep ulcro de gran ­ des dim ensiones en R o m a. Se n o m braron tam bién 4 cofrades de una co rp o ració n que recibieron el n o m ­ bre de A lejan d rin o s; se in stitu y ó adem ás una fiesta b ajo su ad vocación y la de su m adre, que se cele­ bra todavía h oy en R o m a con gran p ied ra en el aniversario de su nacim iento. O tro s autores dicen que la causa de su m uerte 5 fue ésta: que su m adre d eseaba que, tras abandonar la guerra gérm anica, volviera a O rien te p ara d ar p á ­ bulo a su vanidad y que p o r ello el ejército se llenó de enojo. Pero estas son in venciones de los parti- 6 d iarios de M axim ino, los cuales n o deseaban que se conociera que un em perado r tan extraordinario había sido asesinado p o r u n am igo su y o , en contra de las leyes divinas y hum anas. 64 E l p u eblo rom an o no tuvo h asta entonces a nin-


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gún em perador que reinara durante m ás tiem po pues, después de la m uerte de A lejan dro , se p reci­ pitaron a p o rfía sob re el im p erio diversos candida­ tos, de m od o que u n o s gobern aron durante seis m e ­ ses, o tros durante un año, la m ay o r parte durante dos o a lo sum o tres años, h asta los em peradores que extendieron m ás lejo s los territorios im peria­ les, m e refiero a A u relian o y sus sucesores. Sob re éstos, si aún m e q u eda vida, publicaré los datos que h aya averiguado 74. A lejan dro recibió lo s siguientes reproches: q ue no quería ser Sirio, que le g u stab a el o ro , que era excesivam ente su sp icaz, que se inventaba nuevos im p u estos, que quería im itar a A lejan dro M agno, que era dem asiado severo con su s so ld ad o s y que se p reo cu p ab a de los p ro b lem as de los particulares, defectos to d o s que h abía in stitucion alizad o en su gobierno. Y a sé que la m ay o r parte de los escritores dicen que no fue el senado, sino los so ld ad o s quienes d ie­ ron a éste el título de C ésar — pero ignoran p o r com pleto la verdad— , y que, adem ás, éste no fue p rim o herm ano de H elio g áb alo . Q u e lean ellos, para aceptar nuestra versión , a lo s h istoriadores de su tiem po y sob re to d o a A co lio , que ha descrito incluso los viajes de este em perador. 65 Sueles preguntar, C o n stan tin o M áxim o, qué es lo que ha hecho que sea tan buen em perado r un h o m ­ bre de raza siria y n acido en tierra extranjera, m ien­ tras que tantos príncipes de estirpe rom ana y tan ­ tos de otras p rovin cias del im perio han sido m al­ vados, im p u ros, crueles, despreciables, injustos y li­ bidinosos. E n prim er lugar, y o te pu edo resp on d er que, según la opinión de h om bres distinguidos, la aparición de un buen príncipe ha sido posible gra-

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74 Nótese, sin embargo, que las biografías de la Historia Augusta de Alejandro y sus sucesores se atribuyen a Vopisco, no a Lampridio.


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cías a la n aturaleza que en tod as las partes es m a­ dre excepcional y , en segu n d o lugar, que éste se ha vuelto el m ejor ae los p rín cip es p o r tem or, al p en ­ sar que el m ás m alvado 74bls ha m uerto asesinado. 3 P ero, p u esto que p ara h o n rar a tu C lem encia y a tu Piedad se exige decir la verdad, te revelaré las co ­ sas que he leído. A tu P ied ad le es con o cid o lo que 4 leiste en M ario M áx im o : que es m ejo r y casi m ás segu ro aquel E sta d o en el que gobierna un m al príncipe que aquél en el q ue los am igos del p rín ci­ p e son m alos, p u esto que un so lo hom bre m alo p uede ser corregido p o r m u ch o s, si son bu enos, en cam bio, m uch os h om bres m alo s n o pueden ser corregidos p o r u n o só lo , aunque sea bueno. Y esto 5 es lo que le dijo H ó m u lo 75 al m ism o T rajan o , al asegurarle que D o m ician o había sid o un p ésim o em perador, p ero había tenido am igos rectos, y que p o r esta razón C lau d io había su scitado aún m ás o d io que él, p o rq u e confió el gobierno de la repú­ blica a libertos m u y vicio so s, y a que es preferible so p o rtar la m ald ad de u n o só lo que la de m u ­ chos 75 66 P ero, p ara volver al tem a, sin d u da A lejan dro fue personalm ente un extraord in ario em perador... — en efecto, nadie sino el buen o desea ésto— y siguió los con sejo s de su m adre que era una m ujer exce­ lente. N o obstan te, tuvo tam bién am igos p ia d o so s 2 y respetables, no m alicio so s, ni rapaces, ni in trigan­ tes, ni taim ados, ni p artid ario s del m al, ni enem i­ gos de los buen os, ni d iso lu to s, ni crueles, ni zala­ m eros, ni satíricos con él, y que no trataban de en­ gañarle com o si fuera un to n to ; y, adem ás de p ia­ d o so s y respetables, eran so b rio s, religiosos, am an­ '4bis Es decir, Heliogábalo. Cf. Heliogábalo, 17,1. 75 Tal vez el hermano de Valerio Hómulo, mencionado en Antoni­ no, 11,8 y Marco, 6,9. 73 b“ Traducimos el pasaje muy corrompido, de acuerdo con la re­ construcción que hace Holh.


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tes de su em perado r e in capaces de reírse de él ni de desear que otros lo hicieran, h om bres que n o traficaban con nada, q u e no m entían en nacía, que no inventaban nada y nunca decepcionaban la esti­ m a que su em perador les m ostrab a, sino que le o b ­ servaban afecto. H a y q ue añadir, adem ás, que él n o 3 adm itió ni en su con sejo ni entre su servid um bre a los eunucos, los cuáles p o r sí so lo s causan la ruin a de los príncipes, p o rq u e desean que éstos vivan com o los extranjeros o com o lo s reyes p ersas, y lo s apartan de su p u eblo y de su s am igo s; ellos actúan efe interm ediarios refiriendo frecuentem ente co sas distintas de las que se les ha d ich o realm ente, en ­ claustrando a su príncipe y p ro cu ran d o sobre to d o que no sepa nada. P u es, en definitiva, ¿q u é pueden sab er ellos de lo recto, si no so n m ás que o b jetos com prado s y esclavos? E n fin, su frase favorita era 4 la siguiente: «Y o n o tolero q u e esclavos co m p ra­ d o s con unas m on ed as ju zgu en sob re las vidas de p refectos, cónsules y sen ad o res.» 67 Y o se, em perador, el p eligro que su p on e e x p o ­ ner estas co sas a un príncipe q ue es esclavo de tales in dividuos, p ero, un a vez que ha q u edado a salvo la república, d espués de que tú has com pren did o cuánta m ald ad p oseen estas calam idades y c ó m o acechan a los em peradores, tam bién tú les m antie­ nes en una p o sició n tal, que n unca les has invitado a que vistan la clám ide , sin o que perm ites úñicam ente que se ocupen de los m enesteres de tu casa. 2 Y es realm ente sin gular la circunstancia de que A le ­ jan d ro no recibió en audiencia a nadie den tro de P a ­ lacio, excepto a su p refecto y a U lp ian o , con lo q ue no dio a nadie la p o sib ilid ad de vender hum os s o ­ bre lo que él decía, ni de hablarle m al sob re otras p erson as, m áxim e desp ués de la ejecución de T u r i­ no, que había ven did o m uchas veces las p rom esas

76 Cf. Adriano, 3,5 n. 20.


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del em perador, com o si fuera un necio e insensato. 3 A to d o esto hay que añadir que A lejan dro castigó a los que d escu b rió que eran m alos parientes o m a­ los am igos o, si algún lazo antiguo de am istad o de parentesco lo im pedía, lo s alejó de su lado dicien­ d o : «M e es m ás estim able el E sta d o en su conjunto que éstos». 68 Y p ara que sep as quiénes fueron las p erson as que form aron p arte de su con sejo , hélas aquí: F ab io Sa­ bino 77, el C ató n de su tiem po, hijo de Sabino, h om bre de gran p re stig io ; el gran ju riscon su lto D o m inicio U lp ian o ; E lio G o rd ian o ... (padre del) em ­ p erad or G o rd ian o , quien tam bién fue un ciu d ad a­ no ilustre; Ju lio P aulo, gran con o ced o r del dere­ ch o; C lau d io V enaco, o ra d o r de sum a gran dilo­ cuencia; C atilio Severo, pariente su y o y el m ás sa­ bio de tod o s ello s; E lio Severiano, el ciudadano m ás respetable de to d o s; Q u in tilio M arcelo, que supera en perfección a to d o s los h om bres que m enciona la h istoria: ¿qué m al se p o d ía hacer o pensar con una 2 pléyade tan grande de con sejero s com o éstos o de otros sim ilares, siendo así que se ponían de acuer­ do para planear el bien? E n realidad, a éstos les ha- 3 bía exp ulsado de su lad o una banda de m alvados que había ro d ead o a A lejan d ro durante los p rim e­ ros años de su reinado, p ero , cu an d o estos indivi­ d u os fueron ejecutados o desterrad os gracias a la prudencia de este joven, se fortaleció tam bién esta am istad sagrada. E sto s son los que hicieron bueno a 4 un príncipe Sirio y, de un m o d o sim ilar, fueron los m alos am igos lo s que, m old eán d o lo s con sus vi­ cios, entregaron tam bién a sus descendientes p ési­ m os em peradores rom an os.

77 Tal vez la persona citada en Heliogábalo, 16,2. Los demás conse­ jeros mencionados son desconocidos, salvo Ulpiano y Paulo.


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L O S D O S M A X IM IN O S

(Ju lio C ap itolin o )

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P ara que n o resuite m olesto a tu C lem encia, p o ­ d eroso C on stan tin o, leer en lib ro s sep arad os la vid a de cada uno de los p rín cip es y de sus respectivos h ijos, he ad o p tad o la p ru d en te m edid a de reunir en un único volum en a lo s d os M áxim in o s, al padre y al h ijo ; a p artir de aquí, he m antenido esa a isp o si- 2 ción que tu P ied ad q u iso que fu era conservada p o r T acio C ir il o l , varón « c la r ísim o 2» q ue tradu jo obras griegas al latín. E sta n o rm a no la observaré 3 sólo en un libro, sino tam bién en otros m uchos q ue vendrán a continuación, exceptuando a los grandes em peradores, cuyas m uchas e ilustres hazañas re ­ quieren un texto m ás extenso. M axim ino el V iejo so b resalió bajo el im perio de A lejan dro. E m p ezó su carrera m ilitar con Severo. 4 5 N a c ió en una aldea de T racia p ró x im a a la fro n te­ ra, de m adre y padre b á rb aro s; se dice que uno era de origen alano y el o tro de p roced en cia god a, y 6 que su p ad re se llam ab a M ica y su m adre H ab ab a. 7 A l principio el m ism o M axim in o declaró esto s nom bres, p ero d esp ués, cuan d o llegó al im perio, ordenó que se ocultasen para que no se d escubrie­ se que los pad res del em perado r eran de origen b á r­ baro.

1 Autor desconocido. 2 Perteneciente al orden senatorial, Cf. Heliogábalo, n. 13 y Alejan­ dro Severo, n. 23.


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F u e en su ad olescen cia p asto r, cabecilla de los jó ­ venes, que se enfrentaba a los ladrones y defendía a los su y o s de los asalto s. Sus p rim eros años en el ejército los cum plió en la caballería. Se distinguía p o r el tam año de su cu erp o, sob resalía entre to d o s los so ld ad o s p o r su valor, era agradable p o r su as­ p ecto viril, bravo en sus costu m bres, duro, so b er­ b io , despreciativo, p ero casi siem pre ju sto. E sta fue la causa p o r la que, b ajo el im perio de Severo, se dio a conocer p o r p rim era vez: el día del nacim iento de G eta, su h ijo m enor, Severo dio u n os ju egos m ilitares en los q ue o frecía prem ios de p lata: b ra­ zaletes, collares y cinturones. M axim ino, aún ad olescente, sem ibárbaro y p o c o con o ced o r del latín, p id ió al em perador, casi en lengua tracia, que le die­ ra perm iso para luchar con aqu éllos, que y a no ser­ vían en un lu gar m ediocre. Severo, adm irado del tam año de su cuerp o, le alineó p rim ero entre los vi­ van d eros, p ero entre los m ás fuertes, p ara no ro m ­ p e r la disciplin a m ilitar. E n ton ces M axim ino, en un so lo com bate, abatió a dieciséis vivanderos y, tras conseguir dieciséis p rem io s de escasa im portan cia e im p ro p io s del ejército, recibió la orden de servir 3 com o sold ad o. D o s días d esp ués, p asean do casual­ mente Severo p o r el cam po de lucha, vio a M ax i­ m ino p ro v o can d o un alb o ro to en m edio de la m u ­ chedum bre a la m anera b árbara, y al p unto ordenó a un tribuno que le detuviese y le inculcase la d is­ ciplina rom ana. E n ton ces aquél, cuando com prendió que el em preador h ab ía h ab lad o de él y que a p e sar de ser con sid erad o un b árbaro era recon o ci­ do p o r el príncipe y so b resalía entre m uch os, se acercó al estribo del em perador, que estaba m o n ­ tando a caballo. L u e g o Severo, queriendo co m p ro bar cuánto p o d ía correr, lan zó a su caballo con grandes ro d eo s y, aunque él se e sfo rzó , M axim ino no dejó de correr durante un largo espacio de tiem ­ p o ; entonces el viejo em perad o r le d ijo : «¿ Q u é d e­ seas, pequeñ o tracio?, ¿acaso te agrada luchar des-

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pués de la carrera?» A q u é l resp o n d ió : « C o m o g u s­ tes, em perado r». D e sp u é s de esto , Severo bajó del caballo y ord en ó que se le enfrentaran los m ás aguerridos y fuertes so ld ad o s. E n ton ces, com o era norm al en él, venció a los siete m ás fuertes en un so lo com bate, y só lo a él le fue con cedido por Se­ vero, adem ás de los p rem io s de plata, un collar de o ro ; luego se le ord en ó situarse siem pre en el séuito im perial, entre los com ponentes de su g u ar­ ía personal. A p artir de entonces fue alguien d istinguido, fam o so entre los so ld a d o s: era am ado p o r los tribun os, bien acogid o p o r su s com pañeros, o b ­ tenía lo que quería del em perado r y, aunque era m u y joven , Severo co ad y u v ó a sus ascensos en el ejército. Sobresalía entre to d o s p o r la altura, tam a­ ño y h erm osu ra de su cu erp o y p o r la m agnitud de sus o jo s y la fran qu eza que ésto s desprendían. 4 E s sab id o que frecuentem ente se bebió en un so lo día un ánfora capitolina 3 de vin o, que com ía cu a­ renta libras de carne o, según dice C o rd o , incluso sesenta. E s tam bién suficientem ente conocido q ue se ab stu vo siem pre de las verduras y casi siem pre de co sas frías, salvo cuan do tenía necesidad de b e ­ ber. Frecuentem ente recogía su p ro p io su d or y lo echaba en cálices o en una jarra p equeñ a y así lle ­ gaba a m o strar d os o tres sextarios . B a jo A n ton in o C aracalla o c u p ó durante m ucho tiem po el cargo de centurión y a m en udo d esem ­ peñó otras dignidades m ilitares. E n tiem pos de M a ­ crino, p u esto que o d iab a vehem entem ente a quien había m atad o al h ijo de su em perador, se apartó del ejército, com pró tierras en la aldea de T racia en la que había nacido y m antuvo siem pre relaciones co-

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3 Con capacidad para 26,2 litros. Servía como unidad de medida y recibía el nombre de capitolina porque una vasija modelo se guardaba en el Capitolio. 4 El sextarius era la sexta parte de un congius, aproximadamente me­ dio litro.


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m erciales con lo s g o d o s. F u e am ad o de m anera sin­ gular p o r los g e t a s 5, c o m o si fuera uno de los su ­ y o s. C u alq u ier alano 6 que llegaba a la ribera 7 le con sid eraba un am igo e in tercam biaba.regalos con él. Pero cuando, tras m o rir M acrin o y su h ijo, su p o que H elio gáb alo , com o h ijo de A n ton in o , ocu p aba el p o d er, se p resen tó ante éste, a una edad y a m a­ dura, y le pid ió que tuviese acerca de él la m ism a opin ión que tuvo su abuelo Severo. Pero nada p u d o con segu ir de este h om b re desh on esto , pues se dice que H elio g áb alo b ro m eó vergon zosam en te con él: «Se com enta, M axim in o , q ue tú a veces agotaste a dieciséis, veinte e in clu so treinta so ld ad o s; ¿puedes “ h acerlo” treinta veces co n una m u jer?» E n ton ces M axim ino, cu an do vio que aquel infam e príncipe tuvo tal com ien zo, se sep aró del ejército. Sin em bargo, fue retenido p o r los am igos de H elio gáb alo , p ara que no se dijese, aum entan do su d esafortu n a­ d o renom bre, que el h om b re m ás fuerte de su tiem ­ p o , al que unos llam ab an H ércu les, o tros A qu iles, o tros H é cto r y-afeu nos A y an te se había alejado de 5 sus tropas. M L p ú e s, b a jo el gobiern o de este d es­ h on estísim o in dividuo, o c u p ó só lo el cargo de tri­ bu no, p ero nunca se acercó p ara tocar su m ano, nunca le salud ó, yen d o de aquí p ara allá durante tod o el trienio; o cu p ad o a veces en los cam pos, a veces en el ocio, a veces p retextan do fingidas en­ ferm edades. M u erto H elio g áb alo , tan pron to com o se enteró de que A lejan d ro había siclo n om brado em perador, m archó a R o m a. A lejan d ro le recibió con tan adm irada alegría y sincero agradecim iento, que pron u n ció estas p alab ras en el sen ado: « E l tri­ buno M axim ino, p ad res c o n scrip to s, a quien he o to rg ad o el “ laticlav o ” 8, ha b uscad o refugio junto

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5 Pueblo escita situado a orillas del Danubio, al Este de la Dacia. 6 Pueblo sármata que a principios del siglo v habría de invadir H is­ pania. 7 Naturalmente, del Danubio. 8 Cf. Severo, n. 2.


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a m í; él no p u d o servir bajo aquella bestia tan d es­ honesta, y fue tan im portante ju n to a Severo, mi d i­ vino ancestro, com o v o so tro s p od éis descubrir p o r la fam a». Inm ediatam ente le concedió el tribunado 5 de la Legión IV 9, que él m ism o había form ado con reclutas, y le dirigió estas p alab ras: «M i queridísi- 6 m o y am adísim o M axim in o, no te he confiado so l­ dad os veteranos p o rq u e tem ía que no pudieras corregir en ellos defectos que arraigaron cuando es­ taban al m ando de otro s. T ien es reclutas: haz que 7 ellos aprendan la m ilicia con tus costu m bres, tu v a­ lor y tu trabajo, para que yo tenga m uchos M axi­ m inos. Sólo tú harás que ellos sean m ás valiosos para el E sta d o ». T ras hacerse cargo de la legión , em pezó a ejerci­ tarla. O rd en ab a correr a los so ld ad o s cada cinco 2 días y realizar entre ellos enfrentam ientos sim ula­ d o s; y, adem ás, exam inar diariam ente las espadas, lanzas, corazas, cascos, escu d os, túnicas y toaas sus arm as; incluso él m ism o revisaba el calzado, m os- 3 trándose com o un pad re para los sold ad o s. C uan- 4 do en cierta ocasión algunos tribunos le am onesta­ ron dicien do: «¿P o r qué te esfu erzas tan to, cuando ocu pas ya un lugar que te perm ite aspirar a ser g e­ neral?», se cuenta que él con testó: «Y o trabajaré 5 más cuanto m ás alto m e encuentre». T am bién él se ejercitaba en los com bates con los sold ad o s, derri­ bán dolos de cinco en cinco, de seis en seis, de siete en siete y de quince en quince. E n fin, com o tod os 6 le envidiaban, una vez un tribuno m uy altanero, de gran corpulencia, recon ocid o valo r y p o r ello m uy bravo, le d ijo: « N o haces gran co sa venciendo a los so ld ad o s tú que eres un trib u n o». El resp on d ió: 1 «¿Quieres acaso que luchemos?». Y, como su contrin­ cante respondiese afirm ativam ente, cuando venía contra él, golpeándole en el pecho con la palm a de

9 Según Magie (op. at. II, pág. 323 y η. 2) puede tratarse de la L î·gn> IV Flavia, acuartelada en la Mesia Superior.


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la m ano, le tu m b ó de espaldas y dijo a continua­ ción: «D a d m e o tro , p ero que sea tribuno de ver­ d ad ». E ra adem ás, según refiere C o rd o , de tal corpulencia que, al parecer, su p erab a los ocho pies y seis d ed o s 10 de altura, con un p u lgar tan grande que utilizaba el brazalete de su m u jer com o anillo. Y en boca del p u eb lo circu laron inm ediatam ente las h istorias co n sab id as: que arrastraba un carro con sus m an os, que él so lo m ovía una carreta cargada, ue si daba un p u ñ e tazo a un caballo le saltaba los ientes, que si le d aba una p atad a le rom pía las p a ­ tas, que trituraba las p ied ras tob as, que abatía los árboles m ás resistentes, en fin, u n o s le llam aban M ilón de C ro to n a u , o tro s, H ércu les; otros, A n teo 12. 7 A este h om bre, ad m irab le p o r tales hechos, A le ­ jan d ro, ju ez de grandes m erecim ientos, le p u so , para su p ro p ia p erd ició n , al frente del ejército, con la alegría de to d o s, trib u n o s, generales y so ld ad o s, en tod as partes. Som etió a su acostum brada disciplina m ilitar a to d o el ejército, q u e bajo H eliogáoalo en su m ay o r p arte se había ablan dado. E sto , com o hem os d ich o, fue m u y grave p ara A lejan dro, un óp tim o em perador, p e ro que desde el principio p u d o ser m en osp reciado p o r su edad. E n efecto, encon trán d ose en la G alia, y tras establecer el cam ­ pam ento no lejo s de cierta ciudad 13, repentinam en­ te un gru p o de so ld ad o s que, según unos, fueron enviados p o r el m ism o M axim in o y , según otros, p o r ciertos trib u n os b árb aro s, m ataron a A lejan dro cu an d o huía hacia su m ad re y n o m braron a M axi­

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10 Preferimos aquí la lectura digitis sex videretur de Salmasius a la del manuscrito P, aigito videretur, que Hohl incluye en su edición. La altura de Maximino, según esta referencia, estaría próxima a los dos me­ tros y medio, pues un pie equivalía a 29,6 cms y un digitus era la die­ ciseisava parte de un pie. 11 Renombrado atleta de la antigüedad. 12 Anteo, hijo de la Tierra y Poseidón, era un enorme gigante que fue vencido por Hércules. 13 Tal vez, Mainz (Cf. Magie, op. cit. III, pág. 326 y η. 3).


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m ino em perador. A lgu n o s nos han trasm itido u n a 5 causa de la m uerte de A lejan d ro y o tros señalan otra. U n o s afirm an que M am ea fue la causante, p u es hizo que su hijo m archase a O riente, tras abandonar la guerra con los p u eb lo s germ ám icos, y que p o r ello los so ld ad o s llevaron a cabo la re­ vuelta; otros, sin em bargo, dicen que A lejan dro era 6 dem asiado estricto y que pretendía realizar licén­ ciam ientos en las legiones de la G alia com o los h a­ bía hecho en O riente 14. 8 M u erto A lejan dro , M axim in o , fue el prim er h om bre que, p rocedente del estam ento m ilitar, y sin ser aún senador, recibió el título de A u gu sto de m an os del ejército sin que m ediara un decreto del sen ado ; enseguida h izo copartícipe del p od er im ­ perial a su p ro p io h ijo, de quien a continuación d i­ rem os las p o cas cosas que n o s son c o n o c id a s15. 2 M axim in o tuvo siem pre tanta habilidad que no sólo d irigió a los so ld ad o s con valor, sino tam bién los v o lv ió m u y afectos a su p erso n a con p rem ios y re­ com pen sas. N u n c a p rivó a nadie de su ración. N u n - 3 4 ca toleró que algún so ld ad o estuviese en el ejército en calidad de ob rero o artesano, lo que so n la m a­ y oría, sino que entrenaba a las legion es únicam ente con cacerías. Sin em bargo, a estas virtudes unió tal 5 crueldad que u n o s le llam aban C íclo p e, o tros B u ­ siris 16, otro s E sciron 17, algunos F alaris 18, m uchos T ifón 19 o G igan te 20. E l senado le tem ía de tal ma- 6 ñera que en lo s tem plos, p ú blica y privadam ente, se hacían v o tos — las m ujeres con sus h ijos tam ­ bién— p ara que M axim in o nunca viese la ciudad 14 Cf. Alejandro Severo 59, 7-8 y Herodiano VI,9. 15 Cf. infra 27-33. 16 Mítico rey de Egipto que ofrecía a Zeus víctimas humanas. 17 Ladrón, famoso por su crueldad, que murió a manos de Teseo. 18 Tirano de Agrigento del siglo VI a. de C. que tenía por costumbre quemar a los condenados. 19 Titán, hijo de Gaya y Tártaro, que fue abatido por el rayo de Zeus. 20 Cyges era un gigante de cien brazos, hijo de Gaya y Urano.


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de R om a. Pues continuam ente oían que unos eran crucificados, o tro s encerrados en el vientre de ani­ m ales m uertos recientem ente, o tros arrojad os a las fieras, o tros q u eb ran tad o s a golpes, y todas estas cosas sin distinción de dignidad, pues parecía p re­ tender que im perase la disciplin a m ilitar. E n ese sentido inm ediatam ente q u iso reform ar los p o d e ­ res civiles del sen ado, lo que no es conveniente a un príncipe que quiere ser am ado. E stab a convencido de que el p o d er se m antenía só lo con la cruel­ d ad ; al m ism o tiem po tem ía ser despreciado p o r la n obleza a causa de su hum ilde origen bárbaro. Se acord aba adem ás de que él había sid o m enosprecia­ do en R o m a in cluso p o r los siervos de los nobles, hasta el p u n to de que ni siquiera los ad m in istrad o­ res toleraban su p resen cia; y — com o suele ocurrir con las opin ion es necias— esperaba que tod o s ellos habían de estar en su contra desde el m om en to en ue fuese em perador. T an to p o d er tiene el discurrir e un espíritu innoble. P ara ocultar su falta de ab o ­ lengo, m ató a to d o s los que conocían su origen, in­ cluso a algunos am igos q u e cuando era pobre le ha­ bían d ad o m uch os d on ativos p o r com pasión . Y no h ubo un anim al m ás cruel en la tierra, cifrándolo tod o en sus fu erzas, com o si así no pudiera ser ase­ sinado. E n fin, com o se con sid eraba casi inm ortal p or el tam año de su cuerpo y p o r su valor, se dice que cierto actor, cu an d o él se encontraba presente en el teatro, recitó un os versos griegos, cuyo sen ­ tido en latín era el siguiente: «Q u ien no puede ser asesinado p o r uno solo, es asesinado p or m uchos. El elefante es grande y sin em bargo m uere, el león es fuerte pero m uere, el tigre es fuerte y m uere tam ­ bién: si no tem es a los in dividuos protégete al m e­ nos de la m u ltitu d ». Y esto se.d ijo cuando el p ro ­ pio em perador estaba presente. C o m o pregun tase a sus am igos qué quería decir aquel bufón, le res­ pondieron que recitaba antiguos versos escritos contra hom bres violen tos, y él, com o era tracio y

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bárbaro, se lo creyó. N u n c a so p o rtó a su lado a ningún noble, intentando gob ern ar según el ejem plo de E sp artaco 21 o A ten ión 22. A d em ás, m ató de m añeras diferentes a to d o s lo s m in istros de A lejan dro y abolió las d isp osicion es que éste había tom ado. Y a m edida que concebía sosp ech as hacia los am i­ gos y colab o rad ores de A lejan d ro se volvía m ás cruel. 10 A u n que se había aco stu m b rad o al m o d o de vid a de los anim ales salvajes, se h izo m ás severo e inhu­ m ano, con ocasión de una con ju ra p reparada c o n ­ tra él p o r un tal M ag n o , h om bre consular, quien en com pañía de m uch os so ld ad o s y centuriones h a­ bía iniciado un plan p ara asesinarle, p ues deseaba obtener el im perio p ara sí. T al fue el plan de la con ju ra: M axim ino pretendía cru zar hacia lo s germ a­ nos tras construir un p u en te; entonces, pareció bien que los con sp irad ores cru zaran con él y que, d e s­ pu és de rom p er el puente, M axim in o fuese asesina­ d o, y a en suelo bárb aro , y M ag n o se hiciese con el im perio. Pues M axim in o había em pren dido to d as las guerras de form a enérgica d esd e que se con vir­ tió en em perador, y a q u e era experto en cuestiones m ilitares y quería m antener la estim a que de él se tenía superando ante to d o s la gloria de A lejan dro, a quien él había m atado. P o r esta razón , aunque era em perador, entrenaba a lo s so ld ad o s con ejercicios diarios y se m antenía en arm as, m ostran d o siem pre m uchos ejercicios a las tropas con sus m anos y su

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21 Espartaco fue el líder de la más importante revolución de esclavos de la antigüedad que tuvo lugar en el año 73 a. de C. y se extendió por toda Italia; a pesar de las numerosas victorias de Espartaco, la revolu­ ción fracasó ante el esfuerzo supremo del Estado romano, que man­ dó contra él a las tuerzas conjuntas de Pompeyo, Lúculo y C raso; se atribuye a este último el mérito de la victoria final. 22 Atenión acaudilló la revuelta de esclavos que tuvo lugar en Sicilia en el año 104 a. de C. Llegó a formar un estado independiente y orga­ nizado — incluso con acuñación de moneda— que duró hasta el año 100, cuando fue derrotado por Mario Aquilio.


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cuerpo. Se dice q ue esta con jura fue u rd id a p o r el p ro p io M axim in o p ara aum entar las razon es de su crueldad. Finalm ente, sin ju icio, sin previa acusación, sin fiscal ni d efen sor, m ató a tod o s y co n fis­ có sus bienes y , aunque ejecutó a m ás de cuatro m il 11 hom bres, no se sin tió satisfech o. H u b o tam bién b ajo su m andato una co n ju ra de los arq u eros osroen os 23, quienes se rebelaron con tra él p o r am or y añoranza de A lejan d ro , a quien, según p ro p ia convicción, había d ad o m uerte M axim in o , sin que fuera p o sib le p ersu ad irles de otra cosa. E llo s m ism os n o m braron su jefe y em perado r a T ito , uno de los su y o s, a quien M axim in o había licenciado. L e agasajaron con la p ú rp ura, le ad orn aron con to d o el b o ato regio y le rod earon com o si fueran su gu ardia p erson al, to d o ello, sin duda, en contra de su voluntad. P ero m ientas d orm ía en su casa fue asesinado p o r u n o de sus p ro p io s am igos, de n o m ­ bre M acedon io, quien estab a resentido p o rq u e T ito fuera su jefe; le traicionó y llevó su cabeza al em ­ p erad o r M axim in o 24. E ste , sin em bargo, aunque en principio le dio las gracias, desp ués le ab orréció com o a un traid or y lo m ató. P o r to d o esto se hacía cada día m ás in hum ano, com o les ocurre a las fieras, que se irritan m ás cuando so n heridas. D esp u és, cru zó a G erm an ia con to d o el ejército, m o ro s, o sro en os, p arto s y to d o s los que A lejan dro llevaba con sigo p ara esta guerra. C o n d u cía, so b re to d o , tropas auxiliares de O riente, p o rq u e nadie es m ás p o d ero so con tra los germ anos que los arq u e­ ros libres de bagajes. A lejan dro p rep aró esta adm irabie m áquina a e guerra a la que M axim ino — se 12 dice— añadió otro s m u ch o s elem entos. E n ton ces

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23 Aceptamos aquí la lectura de Magie Osrhoenis que parece aludir a los arqueros procedentes de Osroene, región al norte ae Mesopotamia. 24 Esta revuelta contra Maximino se cuenta también en Herodiano (VII 1,9-10). La biografía del tal Tito se incluye entre las de los Treinta Usurpadores, 32.


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penetró en la G erm an ia T ransrenana y se adentró en suelo b árbaro treinta o cuarenta m illas, incen­ dió aldeas, se ap od eró del gan ado , consiguió b o ti­ nes, m ató a m uchos h om bres, enriqueció a su ejér­ cito, capturó a n u m erosos prision ero s y, si los ger­ m anos no hubiesen h uid o d esd e los cam pos hacia los bo squ es y los p an tan os, hubiera som etido tod a la G erm an ia a la au to rid ad rom ana. M axim ino en p erson a llevaba a cabo m uchas acciones y en cierta ocasión en que estaba ro d ead o p o r los germ anos, después de haberse in ternado en un pantano, h u ­ biera sido cap turad o si sus so ld ad o s no le hubiesen liberado cuando se encon traba atrapado con su ca­ ballo en las aguas fan gosas. P u es, ciertam ente, tenía algo que es p ro p io de la tem eridad bárbara: pen ­ sar que el em perador ha de servirse siem pre ae su p ro p io brazo. Finalm ente llevó a cabo algo parecído a un com bate naval en un p an taq o xy allí causó la m uerte de m uchos enem igos. A p^p u es, vencida G erm ania, envió cartas a R o m a, al senádo y al p u e ­ blo, escritas a su d ictad o, cuyo texto decía: «N o p o dem os decir, p ad res con scrip to s, todo lo que n e­ m os hecho. A lo largo de cuarenta o cincuenta m i­ llas en territorio germ ano, incendiam os aldeas, r o ­ bam os ganado, cap turam os prision ero s, m atam os so ld ad o s y realizam os un com bate naval en un p a n ­ tano. H ab ríam o s llegado hasta los b o squ es, pero la p rofu n d idad de los p an tan os no nos perm itió cru ­ zar». E lio C o rd o dice que estas palabras son enteram ente su yas, y es dign o de créd ito ; ¿qué hay, en efecto, en esta carta de lo que n o sea cap az un s o l­ dad o bárbaro ? T am bién escribió al p u eblo con el m ism o conten ido p ero con m ay o r respeto, ya que o d iaba al senado p o rq u e p en sab a que éste le d e s­ p reciaba en gran m anera. M an d ó adem ás que se realizasen unas pinturas en las que quedara reflejado cóm o había sido la guerra, y que éstas fueran c o ­ locadas delante de la C u ria para que la pintura co n ­ tase sus hazañas. El senado desp ués ae su m uerte

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13 ordenó retirar esto s cu ad ros y quem arlos. H u b o otras m uchas guerras b a jo su im perio, de las que siem pre volvió triunfante, con nu m erosos cautivos e inm ensos botines. Se conserva un d iscurso su y o 2 enviado el sen ado del q ue a continuación interca­ lam os una m u estra: «E n p o c o tiem po, padres con s­ criptos, he realizad o tantas guerras com o ninguno de los antiguos llevó a cabo. H e traído al suelo ro ­ m ano un botín m ás gran de del que nadie p u d o es­ perar. C o n d u je tan gran núm ero de cautivos, que los territorios rom an o s casi no bastan para con te­ n erlos». E l resto del d iscu rso no concierne al asun ­ to que ahora tratam o s. T ra s p acificar G erm ania, lie- 3 gó a Sirm io 25 con idea de llevar la guerra contra los sárm atas y con el d eseo de som eter al dom inio rom an o las regiones m ás septentrionales que b o r­ dean el O céan o, lo que hubiera lo g rad o si hubiera 4 vivido, com o dice H ero d ian o 26, escritor griego que, com o fácilm ente p u ede verse, favoreció a M axim i­ n o en gran m anera, a causa de su od io hacia A lejan ­ dro. P ero com o lo s ro m an o s no p u d ieron sop o rtar su 5 crueldad, u rd iero n una con ju ra en su contra, pues M axim in o in citaba a lo s delatores, prem iaba a los acu sad ores, in ventaba falso s d elitos, m ataba a los inocentes, con d en aba a to d o s los que acudían ante los tribunales, convertía en p o b res a hom bres m uy ricos y n o b u scab a dinero en otro lugar que no fue­ ra la ruina ajena; adem ás, ejecutó, sin que hubieran com etid o ningún delito, a h om bres consulares y a m u ch o s gen erales; a u n o s los tran spo rtaba en carros 27 sin b eb id a ni alim ento y a otros los hizo

25 Ciudad de Panonia, próxima al Danubio, actual Mitrowitz. 26 Cf. Herodiano VII 2,9. 27 Cf. Herodiano VII, 3,4: «... y ordenó que, puestos ellos solos so­ bre los carros, sin ningún servicio, viajando de noche y de día desde oriente o desde occidente, según el caso, o desde el Sur, los condujeran a Panonia, donde él se encontraba».


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prision ero s y , en fin, n o d ejó p asar ninguna o c a ­ sión para ejercitar su cru eldad. Y no só lo fueron 6 los rom an o s, p ues tam bién el ejército de A frica se am otinó p o r su d esp ó tica actitud hacia los so ld a­ d os, y , en una rebelión repentina y p o d erosa, h izo e m p e rad o r al anciano G o rd ian o , hom bre m u y enérgico que o cu p ab a allí el p ro c o n su lad o . E l de14 sarro llo de los acon tecim ientos fu e así: había en L i­ bia un p ro cu rad o r de la H acien d a im perial que, se ­ gún los d eseos de M axim in o, había exp oliad o a to ­ d o s; éste fue asesinado a m an os de la plebe cam pe­ sina y de algunos so ld ad o s, tras rechazar á los q ue defendían al agente im p e r ia l28 p o r fid elid ad a M axim ino. P ero com o los autores de esta m uerte 2 pensasen que debían aliviar su situación con rem e­ d io s m ás enérgicos, se dirigieron al p ro có n su l G o r ­ diano — h om bre venerable, co m o d ijim os, m u y ilustre p o r su nacim iento, d istin gu id o p o r tod o tip o de virtudes, que fue enviado a A frica p o r A lejan ­ d ro m ediante un decreto del senado— y , aunque re ­ sistía arroján d ose al su elo, los so ld ad o s, am enazán­ d ole con espadas y to d o tipo de arm as, le ob liga­ ron a tom ar el p o d er cu brién d ole con la pú rp ura 29. 3 A l prin cipio, G o rd ian o había aceptad o esto s hechos de m ala gana, p ero d esp ués, cu an d o vio que la si­ tuación no era segura p ara su h ijo y p ara su fam i­ lia, asum ió el p o d er de buen g rad o y en com pañía de su h ijo fue p roclam ad o A u g u sto p o r tod o s lo s africanos en la ciudad de T u sd ro 30. D e sd e allí lie- 4 gó rápidam ente a C arta g o con la p o m p a regia, la gu ardia person al y los fasces lau read os, d esd e d o n ­ de envió una m isiva al sen ado ro m an o ; la carta, des28 Rationalis. El término era empleado en los siglos III y IV para de­ signar a cualquier procurador de provincias, aunque en principio se apli­ caba únicamente al procurator a rationibus. 29 Claudio fue el primer emperador romano nombrado por los sol­ dados contra su voluntad (Cf. Suetonio, Claud. X ), pero después este hecho se repitió con regular frecuencia. 30 Ciudad situada a 175 km s.de Cartago, en dirección Sureste.


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pués de que m uriese V italian o 31, com andante de la guardia p retorian a, fue recibida con regocijo a cau­ sa del o d io que se p ro fe sa b a a M axim ino. E n ton - 5 ces, am bos G o rd ian o s, el viejo y el joven, fueron 15 p roclam ad o s A u g u sto s p o r el senado. A continua­ ción se ejecutó a to d o s los delatores, a to d o s los acusadores y a to d o s los am igo s de M axim ino. M u ­ rió tam bién S abin o, p refecto de la C iu d ad , abatido a golpes p o r la m ultitud. M ientras se llevan a cabo 2 estos hechos, el sen ado, q ue tem ía en gran m anera a M axim ino, abierta y librem ente declaró enem igos del E sta d o a él y a su h ijo. D esp u és envió cartas a 3 tod as las provin cias p ara que contribuyesen a la li­ bertad y a la com ún salvación, y el llam am iento fue bien acogid o p o r tod o s. E n fin, en cada una de ellas 4 se dio m uerte a los am igo s, adm inistradores, tribu­ nos generales y so ld ad o s de M axim in o ; p o cas ciu- 5 dades con servaron su fidelid ad hacia el enem igo p ú ­ blico, p ero éstas traicion aron a quienes habían sido enviados y los entregaron a M axim ino p o r m edio de delatores. E ste es un ejem plo de las cartas que el senado en- 6 vió; «E l sen ado y el p u eb lo rom an o , que gracias a los príncipes G o rd ian o s ha em pezad o a verse libre de tan funesta fiera, a lo s p rocón su les, gobern ad o­ res 32, legad os, generales, tribu n os, m agistrados y a cada un a de las ciu d ad es, m u n icip ios, p u eb los, al­ deas y fo rtalezas 33, les desea la p ro sp erid ad que él m ism o ha em p ezad o a d isfrutar. C o n la ayud a de 7

31 La muerte de Vitaliano se cuenta con más detalle en Gordianos 10,5-8. Cf. también Herodiano VII 6,5-9. 32 Praesides, Sobre este término, Cf. Alejandro Severo, n. 27. 33 Establece en este pasaje el autor una reveladora distinción jerár­ quica en los términos empleados para designar las distintas localidades: avitas o ciudad regida por las leyes del derecho romano; municipium, generalmente, ciudad regida por el derecho latino; oppidum, ciudad for­ tificada, sin tener en cuenta por qué derecho se regía; vicus, aldea; y castellum que era un campamento fortificado de reducidas proporcio­ nes.


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los d ioses hem os co n segu id o tener c o m o príncipe al p ro có n su l G o rd ian o , h o m b re m uy venerable y sérenísim o senador, al que h em os proclam ado A u ­ gu sto, y no só lo a él, sino tam bién, com o salv a­ gu ardia p ara el E sta d o , a su joven y noble hijo G o r ­ d iano. A h o ra sois v o so tro s quienes tenéis que dar vuestro consen tim iento p a ra con seguir la salvación del E sta d o , p ara alejar lo s crím enes y p ara p e rse ­ guir a aquella fiera y a sus am igo s donde quiera que se encuentren. H e m o s con sid erad o a M axim ino y a su hijo enem igos p ú b lico s». 16 E l decreto del sen ado fue a s í 34 : D esp u és de ce­ lebrarse u n a reunión en el tem plo de C á sto r y P ólux 35, el d ía sexto antes de las calendas de julio, el cón su l Ju n io Silano leyó un carta, recibida desde A frica, del p ro có n su l, pad re de la patria y em pera­ d o r G o rd ia n o : « L o s jóven es, p ad res con scriptos, a quienes se encargó la p ro tecció n de Á frica, m e lla­ m aron al im perio p ara que ocu p ase el p od er au n ­ que y o n o lo deseaba. Sin em bargo, p o r respeto h a­ cia v o so tro s, m antengo de buen grad o esta situ a­ ción. E s a v o so tro s a quienes co rresp on d e determ i­ nar qué deseáis, p u es estaré in deciso y titubeante h asta que se p ro d u zc a la d ecisión del sen ado». D e sp u és efe que esta carta fuera leída, el senado excla­ m ó inm ediatam ente: «A u g u sto G o rd ian o , ¡los d io ­ ses te guarden! ¡Q u é gobiernes feliz y a salvo! T ú nos has liberado. G racias a ti el E sta d o está a sa l­ v o ; to d o s te dam os gracias». D e nuevo el cónsul se dirigió al sen ado : «P ad res con scrip tos, ¿qué d eci­ d im os sob re los M a x im in o s?». E llo s resp on d ieron : «E n em igo s, enem igos. Q u ien p u ed a m atarlos m e ­ recerá una recom p en sa». Y o tra vez h ab ló el cón su l: «E n cuanto a los am igos de M axim ino, ¿qué se

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34 N os separamos de Hohl al no admitir la palabra exemplum, omi­ tida en P y que aparece en Σ 35 Aún se mantienen en pie tres columnas de este templo, que se en­ cuentran en la parte sur del foro romano.


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determ ina?» Y ellos gritaron : «E n em igo s, enem i­ gos. Q u ien sea cap az de m atarlos m erecerá una recom pen sa». D e nuevo dijeron al u n íso n o: « E l ene­ m igo del senado sea llevado a la cruz, el adversario del senado sea castig ad o en cualquier parte. L o s enem igos del sen ado sean q u em ad os vivos. ¡A u g u s­ tos G o rd ian o s, los d io ses o s guarden! ¡O ja lá lo s d os viváis felices! ¡O ja lá gobernéis felizm ente! A sign a­ m os la pretu ra al nieto de G o rd ian o , p rom etem os el con sulad o al nieto de G o rd ian o . Q u e el nieto de G o rd ian o sea d esign ad o C ésar. Q u e el tercer G o r ­ diano reciba la p retu ra.» 17 C u an d o M axim in o , h om bre ap asion ado p o r na­ turaleza, recibió este decreto del senado, se enco­ lerizó de tal m anera que si lo hubieras visto no cree­ rías que era un h om bre, sin o una fiera. Se arrojaba contra las p ared es, se tiraba al suelo, gritaba de m a­ nera inconexa, desenvainaba su esp ad a com o si p u ­ diera m atar al sen ado, d esgarrab a su vestido regio, golp eaba a los sirvientes con el látigo y, según re­ fieren algunos autores, h ubiese arrancado los ojos a su hijo, aún adolescente, si no se hubiese aparta­ do. Se había en colerizad o contra él p orq u e, al iniciar su reinado le había ord en ado ir a R o m a y , a causa del excesivo am or que p ro fesab a a su padre, había d escu id ad o la o rd en ; p en sab a que si su hijo hubiera id o a R o m a el senado no se hubiese atre­ vid o a hacer nada. E n tales condiciones, m ientras ardía de ira, le recluyeron sus am igos en el d orm i­ torio. Sin em bargo, com o no p udiese sop ortar su p ro p io fu ror, se dice que, p ara olvidar sus p ro p io s pensam ien tos, el día en que con o ció la noticia se em borrachó de tal m anera que p erd ió la conciencia de lo que había ocu rrido . O tro día, con m ás cordura, tras con vocar a sus am igos, que, aunque no toleraban su presencia, guardaban- silencio y tácita­ m ente alababan la acción del senado, celebró un con sejo para determ inar qué convenía hacer. D espués del con sejo con vocó una asam blea en la que

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dijo m uchas cosas con tra los africanos, m uchas contra G o rd ian o y m uchas contra el senado, in s­ tando a los so ld ad o s a vengar las com unes injurias. 18 T o d a la arenga fue p ro p ia de un so ld ad o ; lo que sigue es su rep ro d u ció n : «C am arad as, dam os a c o ­ nocer algo que os es co n o cid o : los africanos ro m ­ pieron su fid e lid a d 36, ¿cu án d o la han tenido? E l anciano G o rd ian o , débil y p ró x im o a la m uerte, ha asu m id o el poder. A q u ello s ven eradísim os p ad res con scriptos que m ataron no só lo a R óm u lo 37 sino tam bién a C ésar, m e ju zgaro n enem igo público, cuando y o he lu ch ado en su lugar y he obtenido triunfos p ara ellos; y no só lo a m í, sino tam bién a vo so tro s y a tod os lo s que están de acuerdo c o n ­ m igo. A ios G o rd ian o s, p ad re e hijo, los han lla­ m ado A u g u sto s. A sí, M e s, si sois hom bres, si tenéis fuerzas, vayam os' contra el senado y los afri­ canos, cuyos bienes, to d o s, v o so tro s habréis de p o ­ seer». _ i^síjV ues, tras conceder una soldada, sin d u d a m agnifica, em pren dió el cam ino hacia R om a al frente de su ejército. 19 Gordiano., p o r su parte, enseguida em pezó a ser atacado en Á frica, p o r un tal C ap elian o, a quien el nuevo em perador h ab ía d epu esto de su gobierno entre los m o ro s, n o m b ran d o un sucesor. E n v ió contra éste a su hijo, y com o el joven G o rdian o m u ­ riese tras una durísim a batalla, el anciano, ahorcán­ d ose, p u so fin a su vida, consciente de que M ax i­ m ino tenía m uchos recu rsos y de que entre los afri­ canos, adem ás de no ab un dar las fuerzas, existía u n a gran p red isp osición p ara la traición. Entonces C a -

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36 Las alusiones a la fidelidad púnica, puesta en entredicho por los romanos desde los tiempos de las guerras con los Barca, constituyen casi un tópico literario entre los historiadores y biógrafos. Cf. Livio, X X I 4,9, referido a Aníbal, perfidia plus quam Punica. 37 Desde luego ésta no es la versión más extendida de la muerte de Rómulo, pero Livio la confirma: Fuisse credo tum quoque aliquos qui discerptum regem patrum manibus taciti arguerent (I 16,4).


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peliano, victo rio so , m ató y p ro scrib ió en Á frica en nom bre de M axim in o, a to d o s los partidario s de los G o rd ian o s, sin p erd o n ar a n in gu n o; parecía co m ­ p ortarse con el espíritu p ro p io de M axim in o: des- 4 truyó ciudades, saq u eó lo s tem plos, rep artió d o n a­ tivos entre los so ld ad o s y en las ciudades m ató tan­ to a los n obles com o al p u eb lo llano. A l m ism o 5 tiem po, se gran jeaba p ara sí las sim patías de los so l­ d ad os, prep arán d ose p ara el p o d er si M axim ino m oría. 20 C u an d o la n oticia de esto s hechos se con o ció en R om a, el senado, que tras la m uerte de los G o rd ia ­ nos tem ía la crueldad n atural y en este caso ob li­ gada de M axim in o, n o m b ró em pèradores a M áxi­ m o — antiguo p refecto de la C iu d ad , de linaje o s­ curo p ero ilustre p o r sus virtud es, que había de­ sem peñ ado n u m ero so s cargos de im portancia— y a B alb in o, de costu m b res m ás refinadas. E l p u eb lo 2 o to rg ó a am bos el título de A u g u sto s y d espués, en unión de los so ld ad o s, aclam ó^com o C ésar al p e­ queño nieto de G o rd ian o 38. A s^ n ú es, con tres em - 3 p erad ores, el E sta d o se p u so en gu ard ia contra M axim ino. Sin em bargo, M áxim o era el m ás enér- 4 gico de ellos p o r su experiencia, el m ás firm e p o r su valor y el m ás sereno p o r su sabiduría. P o r ello, 5 tanto el senado com o B alb in o le confiaron a él la guerra contra M axim in o. D esp u és de que M áxim o 6 m archara a la guerra con tra M axim ino, B alb in o tuvo que hacer frente en R o m a a conflictos inter­ nos que d erivaron en una guerra c iv il39, sob re tod o d espués de que ciertos so ld ad o s del p retorio fue­ ran asesinados b ajo la in stigación de G alican o y

38 Más tarde sería Gordiano III, Cf. Gordianos 22 y ss. 39 Existe una laguna en el texto que dificulta la comprensión del pa­ saje. De todos modos, los hechos ocurridos se narran confusamente en Máximo y Balbino 9-10, Gordianos 22, 7 y 28,1 y especialmente en H e­ rodiano VII 10,5-12,4, quien narra una versión diferente de los acon­ tecimientos a la de la H istoria Augusta.


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M ecenas. E l p u eb lo , entonces, fue m asacrado p o r los p retorian os al ser in capaz B alb in o de contener las revueltas con eficacia. Finalm ente, una gran p a r­ te de la ciu dad fue incendiada. Sin duda, el em perado r M axim in o había recobrad o su ánim o al con o cer la m uerte de G o rd ian o y la victoria de C ap elian o sob re su h ijo ; p ero cuando recibió o tro decreto del sen ado en el que se d ecían rab a em peradores a M áxim o , B alb in o y Gomík&? com pren dió que el o d io del sen ado era duradero y que realm ente él era co n sid erad o un enem igo pú21 blico en opin ión de to d o s. E n ton ces se adentró en Italia con m ás violencia que n unca y , cuando se en­ teró de que M áxim o había sid o enviado contra él, irritándose aún m ás, llegó a E m o n a 40 en form ación c u a d ra d a 41. P ero los habitan tes de la provincia concibieron la idea de encerrarse dentro de sus c iu ­ dades, llevando c o n sigo to d o lo que pudiese p r o ­ p orcio n ar alim ento con ob jeto de que M axim ino y su ejército sufriesen el ago b io del ham bre. C u an d o p o r p rim era vez acam p ó en terreno llano y no p u d o encontrar com ida, su p ro p io ejécito irritado contra él p o rq u e sufría h am bre en Italia, d onde después del p aso de los A lp es con fiaba en reanim arse, em ­ p e zó p rim ero a m urm u rar y d espués a hablar lib re­ m ente elevando la v o z. C u an d o M axim ino intentó reprim ir el d escon ten to, el ejército se encolerizó en gran m anera, p ero gu ard ó en silencio su odio y en el m om en to o p o rtu n o lo dio a conocer con firm e­ za. M u ch o s dicen que M axim in o , cuando encontró E m o n a vacía, se alegró estúpidam ente com o si tod a la ciudad se le hubiese entregado. D esp u és llegó a A qu ileya, que cerró las p u ertas contra él, tras d isp on er a los so ld ad o s alrededor de la m u ralla; y no fracasó la defensa que fue condu-

40 Ciudad de la Panonia, hoy Laibach. 41 Es decir, dispuesto, organizado y preparado para el combate.

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22 cida p o r los consulares M en ófilo y C risp in o 42. f is í, p u es, com o el asedio de A q u iley a resultase in û tilf' M axim ino envió em b ajad o res a la ciudad, con quie­ nes el p u eblo estuvo a p u n to de llegar à un acuer­ d o si no se hubieran o p u esto M en ófilo y su colega, diciendo in cluso que el d io s B eleño 4Í había res­ p o n d id o a través de los arúspices que M axim ino se­ ría vencido. P or esto, después los soldados de M axim ino, según se dice, repetían que A p o lo había lucha­ do contra ellos y que aquella victoria no pertenecía a M áxim o o al sen ado, sin o a los dio ses. Pero algunos afirm an que esto fue in ventado p o r ellos, pues es­ tos guerreros se avergon zaban de haber sid o venci­ dos d e ja l m o d o p o r gente prácticam ente desarm a­ da. ^ w e s , M axim in o , tras con struir un puente con cubás de vin o, cru zó el río 44 y em pezó a sitiar de cerca A qu ileya. Se p ro d u jo entonces, coincidiendo con un gran asalto, el m om en to decisivo; los ciu d ad an os rech azaron a lo s so ld ad o s con azufre, fuego y o tros m ed ios de defensa sim ilares. D e los hom bres de M axim in o, u n o s fueron d esp o jad o s de sus arm as, o tro s veían arder sus rop as y algunos q u edaron ciegos, in cluso las m áquinas de asalto fueron d estruidas. E n tretan to , M axim ino, en com pañía de su joven hijo, a quien había n o m brado C é ­ sar, daba vueltas a la m uralla y , desde una distancia que le perm itía estar suficientem ente lejos de los dardos que le arrojaban , dirigía ru egos unas veces a los su y o s y otras a los p ro p io s ciudadanos. N o ob tu vo, sin em bargo, ningún resultado, pues a cau-

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42 En Máximo y Balbino (12,2) se cuenta cómo ambos consulares ha­ bían sido enviados a Aquileya por orden del senado. 43 Divinidad que recibía culto en el N orte de Italia y la Nórica, Cf. Herodiano VII 3,8: «También se habían divulgado algunos oráculos se­ gún los cuales el dios de la ciudad había prometido la victoria. Este dios, conocido con el nombre de Beleño, es objeto de un extraordina­ rio culto y le identifican con A polo». 44 Se refiere al lso n zo (antiguo Sentius) que, según Herodia­ no VIII 4,1, distaba dieciséis millas de Aquileya.


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sa de su crueldad, se había acum ulad o m ucho ren ­ c o r n o só lo contra él, sin o tam bién contra su hijo, 23 qué era de una belleza extraordinaria. E ntonces M axim ino, creyendo que la guerra se prolon gaba p o r la p ereza de los su y o s, m ató a sus p ro p io s o fi­ ciales en el m om en to m ás in op ortu n o . C on ello p ro v o có q ue los so ld ad o s se encolerizaran m ás c o n ­ tra él. Se añadía a esto la in suficien cia de víveres, p u es el senado había m an d ad o cartas a todas las provincias y a lo s vigilantes p o rtu ario s para que ningún alim ento llegase a m an o s de M axim ino. H a bía enviado, adem ás, p o r todas las ciudades pretores y cuestores p ara que vigilaran p o r tod as partes y d e ­ fendieran tod as las co sas con tra M axim ino. Fin alm ente, se con sigu ió q ue él, m ientras sitiaba, su frie­ ra las penurias de u n sitiado. E n tales condiciones se anunció que to d o el m u n d o era unánim e en su od io contra M axim in o. P o r esta razón , algunos soldad os, tem erosos p o rq u e sus seres m ás queridos e s­ taban en el m onte A lb an o 45, ap rovecharon que p o r casualidad se hizo un descan so en m edio de la Datalla y m ataron a m ed iod ía a M axim in o y a su hijo cuando se hallaban en su tienda de cam paña; d e s­ p u és m o straro n sus cab ezas, clavadas en picas, a los aquilenses. E n ton ces, m ientras en la ciudad vecina se retiraron las estatuas e im ágenes de M axim ino, se ejecutó al p refecto del P reto rio con sus am igos m ás con ocid os. S u s cabezas fueron enviadas a R om a. 24 E ste fue el fin de los M axim in o s, digno de la crueldad del padre, in dign o de la bo n dad del h ijo. T ras la m uerte de am b o s, h u b o una inm ensa ale­ gría entre los habitantes de las provincias y un enor-

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45 Severo había situado allí la segunda legión, llamada Pártica; su proximidad respecto a Roma exponía a sus halitantes a la ira de los se­ nadores en el caso de que — como acertadamente interpreta Balbino García (op. cit. pág. 892 y n. 15)— éstos quisieran vengarse de los sol­ dados de Maximino en sus familiares.


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m e p esar entre los bárb aro s. C o n to d o , una vez que 2 m urieron los enem igos p ú b lic o s, los so ld ad o s, que así lo solicitaban, fu eron recib id os p o r lo s ciud ad a­ n os, y enseguida se p o stra ro n ante las im ágenes de M áxim o, B alb in o y G o rd ian o , d icien do que lo s an­ teriores G o rd ian o s habían sid o in cluidos entre los dioses. D esp u és de esto, u n a gran cantidad de vi- 3 veres, a la que se había fija d o un p recio, fue llevada desde A quileya al cam pam ento, que sufría p or la es­ casez; al d ía siguiente, cu an d o los so ld ad o s estaban restablecidos, se llegó a la asam blea y tod o s hicie­ ron el juram ento de fidelid ad a M áxim o y B alb in o , llam an do divinos a los d o s anteriores G o rd ian o s. A pen as p uede decirse cuán ta alegría h u bo cuan4 do la cabeza de M axim in o fue llevada a R o m a a tra­ vés de Italia; la gente acud ía desd e tod as partes p ara participar en el regocijo p ú b lico . M áxim o, al que 5 m uchos llam an P up ien o , p rep arab a la guerra en R ávena con tro pas auxiliares de los p u eb los germ a­ n o s; sin em bargo, cuan do su p o que el ejército es­ taba de acuerdo con él y con sus colegas y que los M axim inos habían m u erto, licenció a las tro pas ger- 6 m anas que había p rep arad o con tra el enem igo y en­ vió una carta lauread a a R om a,, que causó un a enor­ m e alegría en la C iu d a d ; entonces to d o s daban gra­ cias en los tem plos, altares, san tuarios y lugares re­ ligiosos. B alb in o , un in dividu o cobarde, h asta tal 7 p u n to que tem blaba cuan d o oía el n o m b re de M ax i­ m ino, h izo una h ecatom be 47 y ord en ó que en to ­ das las ciudades se diesen gracias a los d io ses con idéntico sacrificio. D e sp u é s, M áxim o llegó a R o m a, 8 entró en el sen ado, d on d e se le dieron gracias, y con v ocó una asam blea; d esd e allí, él, B alb in o y G o rd ian o se retiraron al P alacio c o m o vencedores. 46 Cf. 33,4 y Máximo y Balbino, 11,1. 47 En sentido originario, la hecatombe era el sacrificio de cien vícti­ mas, aunque luego se aplicó el nombre a cualquier sacrificio solemne en el que las víctimas fueran abundantes.


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E s interesante sab er cuál fue la decisión del se­ n ado o qué ocurrió en la C iu d a d ese día, cuando se anunció que M axim in o había sido asesinado. E n 2 prim er lugar, el m en sajero que fue enviado a R o m a desde A quileya, im prim ió a su galopar tal velocidad, cam biando de caballo de vez en cuando, que llegó a R o m a al tercer día de haber dejado a M áxim o en R ávena. E ra casualm ente un día de ju egos, cuando 3 el m ensajero entró en el teatro y encontró sentado tanto a B alb in o com o a G o rd ian o , y, antes, de que se indicase nada, to d o el p u eb lo exclam ó: «M ax i­ m ino ha m u erto». D e esta fo rm a tom aron la delan- 4 tera al m ensajero, y lo s em peradores, que se encon­ traban presentes, refrendaron la satisfacción p ú b li­ ca m ostran do su acuerdo con el pueblo. Entonces, 5 in terrum pido el espectáculo, tod os corrieron al pu n to a cum plim entar sus prácticas religiosas y, desde allí, los príncipes m archaron al senado, y el 26 pueblo, a la asam blea. E l decreto del senado 48 fue com o sigu e: después de que el em perador Balbino A u g u sto leyera en el sen ado la carta, los senadores dijeron al u n íso n o: « L o s d io ses persiguen a los ene- 2 m igos del senado, a lo s enem igos del p u eblo ro m a ­ no. G racias à ti, Jú p ite r, el m ay o r a e los dioses. G racias a ti, venerable A p o lo . G racias a ti, A u g u s­ to M áxim o. G racias a ti, A u g u sto Balbino. D eere- 3 tam os tem plos para los divinos G o rd ian o s. El n o m ­ bre de M axim ino, que fue b o rrad o recientem ente, debe desaparecer ahora de n uestro s espíritus ¡Q u e la cabeza del enem igo p ú b lic o sea arrojad a al río! ¡Q u e su cuerpo no reciba sep u ltura! Q u ien am ena­ zó de m uerte al sen ado ha m uerto com o m erecía. Q u ien am enazó con las cadenas al senado, tuvo la m uerte que debía. V en erabilísim os em peradores, os 4 dam os gracias. ¡M áxim o, B alb in o , G o rdian o , que los d ioses o s guarden! T o d o s anhelam os la presen48 sulta.

Se trata de aclamaciones muy impropiamente llamadas senatus con­


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cia de los que han ven cido a los enem igos. T o d o s deseam os la presencia de M áxim o. A u g u sto B alb i­ no, ¡q u e los d io ses velen p o r ti! V o so tro s h on ra­ réis este año al ser su s cón su les ¡Q u e en el p u esto de M axim ino sea elegido G o rd ia n o !». D esp u és, com o se inquiriese su op in ió n , C u sp id io Celerino 49 tuvo estas p alab ra s: «P ad res con scrip tos, una vez desaparecido el n o m b re de lo s M axim in os, y tras haber divin izad o a los G o rd ian o s a causa de la victoria, decretam os p ara nu estro s príncipes, M áx i­ m o, B alb in o y G o rd ian o , estatuas con elefantes; de­ cretam os p ara ellos carros triunfales, estatuas ecues­ tres y tro feo s». A continuación, antes de disolverse el senado, se decretaron su p lic a c io n e s50 en to d a la C iu d ad . L o s príncipes v icto rio so s se retiraron al Palacio, p ero de su vid a h ab larem os d espués, en otro libro.

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MAXIMINO EL JOVEN 27(1) Sobre su origen se ha h ab lad o m ás arriba; era tan­ ta su herm osura, que en to d as partes fue am ado p o r las m ujeres m ás atrevid as; algunas in cluso habrían deseado concebir de él. A l parecer, era m uy alto, tanto que parecía p o d er alcan zar la estatura del p a ­ dre si n o hubiera m uerto a los veintiún años, en la flo r de la juventud, aunque algun os dicen que fa­ lleció a los d ieciocho. F u e educado en las letras griegas y latinas desde la p rim era enseñanza, pues tuvo com o m aestro de griego al erudito F ab ilo 51, de quien aún se conservan m uch os apigram as grie­ gos, sobre to d o en las im ágenes del joven M axim i-

49 Desconocido en otras fuentes. 50 Cf. Adriano, n. 58. 51 Desconocido en otras fuentes.

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no. A dem ás, para d escribir a éste, h izo una versión en griego de los verso s latinos de V irgilio 52 : « C o m o cuando el L u cero del alba, rociad o p o r el agua del O céan o, saca su ro stro sagrad o en el cie­ lo y aparta las tinieblas, tal era el joven, ilustre p o r el nom bre de su p ad re». Para el latín tuvo com o m aestro al gram ático F ilem ón, al ju risco n su lto M o d estin o , al o rad o r T iciano hijo de T iciano el V iejo, quien escribió h erm o­ sísim o s libro s sob re las p rovin cias y fue la m ona de su ép oca p o rq u é im itó tod as las cosas. E stu d ió tam ­ bién con el retórico griego E u g am io 53, fam oso en aquel tiem po. Su p ro m etid a era Ju n ia Fadila, b isnieta de A n ton in o , que m ás tarde se casó con T o x o cio, un sen ador de la m ism a fam ilia que pereció d e s­ pués de la p retu ra y del que aún se conservan ob ras en verso. E lla guard ó las arras reales, que, según cuenta Ju n io C o rd o — in vestigad or de tales h e­ chos— , dicen que fu eron éstas: un collar de nueve perlas, una redecilla 54 con once esm eraldas, un b ra ­ zalete con un engarce de cu atro zafiro s, adem ás de los vestid os, tod o s regios y b o rd ad o s en oro, y los dem ás ad orn os p ro p io s de los esponsales. 28(2) E l joven M axim in o tenía un orgullo d esm esu ra­ d o ; tanto que, cuando su p ro p io padre, hom bre ti­ ránico, se levantaba p ara recibir a m uchas person as distinguidas él perm anecía sen tado ; de vida m u y alegre, m od erad o en lo que al vino se refiere p ero

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52 Cf. Eneida, VIII 589 y 591. En tales versos Virgilio se refiere a Pallas, hijo de Evandro. Sin embargo, el último verso, talis erat iuvenis patris sub nomine clarus, no se encuentra en la Eneida. 53 D e Filemón y Eugamio nada sabemos; acerca de los demás, Ma­ gie (op. cit. II, pág. 366 y ns. 2 y 3) nos da alguna noticia: Modestino tal vez sea un discípulo de Ulpiano mencionado en Digesta X L VII 2, 52, 20; Ticiano el Viejo probablemente sea el Julius Titianus autor de las Chorographia; Ticiano el Joven es mencionado por Ausonio (Grat. Actio VII 31) en una lista de tutores imperiales. 54 La redecilla era una prenda de malla muy utilizada por las muje­ res de la época, que recogía el pelo y servía de adorno para la cabeza.


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am ante de la com id a, sob re to d o de la caza, de m a­ nera que só lo com ía carne de jabalí, p ato s, grullas y to d o aquello q u e p u ede ser cazado. L o s am igos 3 de M áxim o, B alb in o y G o rd ian o le difam aban p o r su excesiva h erm osu ra, en especial los senadores, 4 que no deseaban que su belleza, casi divina, care­ ciera de to d o reproche. P o r eso, en aquel tiem po en que rod ean do las m urallas de A q u iley a solicitaba en com pañía de su p ad re la rendición de la ciudad, no le arrojaron n ad a, lim itán dose a cubrirle de su ­ cios in su lto s, que en ab so lu to correspon dían a la vida que llevaba. E sta b a tan p reo cu p ad o p o r su ves- 5 tim enta que no h u b o en el m u n do una m ujer m ás elegante que él. E ra aso m b ro so cóm o los am igos 6 de su p ad re le p erseguían con la esperanza de reci­ bir regalos y dinero. E n lo s salu d os era m uy altivo, 7 extendía la m an o y tolerab a que le besasen las r o ­ dillas, alguna vez in clu so lo s pies, lo que nunca to ­ leró M axim in o el V iejo, quien decía: « L o s dioses roh íban que algún h om bre libre bese m is rodias». Y p u esto que h em os alu d id o a M axim ino el Vie- 8 jo, n o d ebem os p a sa r p o r alto un hecho divertido: com o, según d ijim os, M axim in o tenía casi ocho pies y m edio de altura, ciertos in dividuos coloca­ ron en un b o sq u e que está entre A q u iley a y A rcia 55 su calzad o; es decir, una de las sandalias reales, pues era evidente que su pie su p erab a el tam año de cual­ quier pie hum ano. D e aquí el vu lgo ha tom ad o la 9 expresión «san d alia de M axim in o » cuando habla de h om bres altos y estú p id os. Y o he in trud ucid o esto 10 aqu í p ara que, quien lea a C o rd o , no piense que he om itid o algo relativo al tem a que esto y tratando. P ero he de volver al hijo. 29(3) A lejan dro A u relio , q ue d eseaba entregarle en

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55 Ciudad desconocida. 56 Es decir, Alejandro Severo. Su nombre completo era Marco A u­ relio Severo Alejandro.


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m atrim on io a su herm ana T eo clia, escribió a su m a­ dre M am ea estas p alab ras acerca del joven : «M ad re 2 m ía, si M axim ino el V iejo , q u e es nuestro general y sin d uda uno de lo s m ejo res, n o tuviese en su ca­ rácter rasgo s b árb aro s, y o y a habría entregado tu T eoclia a M axim in o el Jo v en . Pero tem o que m i 3 herm ana, in struida en lo s refinam ientos griegos, no p u ed a so p o rtar a un su egro b árb aro , aunque, según parece, el Jo v e n , adem ás de h erm oso y erudito, ha sid o educado en la in stru cción griega. E sto es lo 4 que y o p ien so ; sin em b argo, q u isiera saber tu o p i­ nión. R esp ón d em e si quieres com o y ern o a M a x i­ m in o, el hijo de M axim in o, o a M ésala, de noble fa­ m ilia, o ra d o r m uy relevante y de gran sabiduría, quien, si n o m e engaño, llegará a ser diestro en los asu ntos bélicos, cu an d o q u iera dedicarse a ello ». 5 E sto dijo A lejan dro acerca de M axim ino. Sobre él n o so tro s no tenem os nad a m ás que añadir. Y p ara que no p arezc a que se om ite algún deta- 6 lie, he in trod ucid o tam bién u n a carta de M axim ino el padre, cuando y a era em perador, en la que dice que él ha n o m b rad o em perad o r a su h ijo con el fin de que la C iu d ad viese, en retratos o en persona, cóm o estaba el joven M axim in o vestid o de p ú rp u ­ ra. L a carta decía así: «A u n q u e y o he ordenado que 7 m i M axim ino sea n o m b rad o em perado r p or causa del afecto que el p ad re debe al hijo, sin em bargo, lo he hecho tam bién p ara q ue el p u eb lo rom ano y aqu el antiguo senado p u edan ju rar que nunca tu ­ vieron un em perado r m ás h erm o so ». Siguiendo el 8 ejem plo de los P to lo m eo s, u só tam bién este joven urna coraza de oro o de p la ta; llevaba adem ás un escu do de oro , ad orn ad o de piedras, y una lan za del m ism o m etal. T am b ién m an d ó hacer para él es- 9 p ad as de p lata y de o ro , y to d o lo que pudiese c o ­ lab o rar a su elegancia, u tilizan do adem ás cascos y carrilleras con in cru staciones de piedras preciosas. E sto es lo que conviene con o cer y narrar sob re 10 este joven. Q u ien q u iera sab er el resto, es decir, los


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asuntos am ato rios y sexuales con los cuales C o rd o le salpica, que lea a éste. N o so tr o s en este asunto vam os a poner fin al libro, ab ord an d o otros tem as, pues así lo ord en a el deber público. 30(4) L o s p resagios que in dicaron que sería em perador fueron ésto s: una serpiente le rod eó la cabeza m ien­ tras dorm ía. U n a viña p lan tad a p o r él, dio, dentro del año, uvas rojas de gran tam año y creció de m a­ nera adm irable. Su escudo ardió bajo el sol. Su lanza fue atravesada p o r un ray o , dividiéndola lon gi­ tudinalm ente en d o s p artes, in cluso en la punta de hierro. A p artir de entonces los augurios vaticina­ ron que habría d o s em perado r de una m ism a fam i­ lia y con estos m ism os n o m bres, que no durarían m ucho tiem po. M uch os vieron que la coraza de su p ad re al oxidarse no tenía el color de la herrum be, sino que estaba teñida p o r com pleto de color p ú r­ p ura. Pero el hijo tuvo, adem ás, estos otros presag io s: cuando inició sus estu d io s con un gram ático, una pariente su y a le entregó unos libro s hom éricos que tenían tod o s el co lo r de la p ú rp u ra y estaban escritos en letras de oro. Siendo niño, com o A lejan d ro le invitó a una cena p ara hon rar a su padre y carecía del vestid o ap ro p iad o p ara el banquete. L levó p uesto uno del p ro p io A lejan dro. Y cuando era m ás p equ eñ o, in esperadam en te subió al coche de A nton ino C aracalla, que circulaba vacío entre la m ultitud, y, tras sentarse en su interior, sólo con grandes dificultades p u d o ser apeado p o r los co ­ cheros im periales. N o faltaron entonces quienes dijeron a C aracalla que d ebía guardarse de aquel niño, p ero éste resp o n d ió : « E stá m u y lejo s el día en que éste p u e d a su ced erm e». C iertam ente, en aquel tiem po se encon traba entre las gentes de escaso abolengo y era d em asiad o pequeño. 31(5) L o s p resagios de su m uerte fueron éstos: cierta m u jer se presen tó con una lúgu bre vestim enta y con los cabellos su eltos ante M axim in o, cuando en com pañía de su hijo m archaba contra M áxim o y

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B a lb in o , y ex c la m ó : «M ax im in o s, M axim in o s, M ax im in o s», y sin decir m ás se m urió; parece que qu iso añadir: «S o c o rred m e». Y en la siguiente p arada unos p erros, m ás de doce, aullaron alrededor de su tienda de cam paña y, d esp ués de sollozar d u ­ rante toda la noche, se les encon tró m uertos al am a­ necer. Q uin ien tos lo b o s entraron a la vez en un a ciudad a la que M axim in o se d irigía; m uchos dicen que era E m o n a, otro s que A rqu im ea, el caso es que, aban don ada p o r sus ciu d ad an o s, M axim ino la en ­ con tró abierta a su llegada. E s largo p ro seg u ir; quien quiera con ocer algún detalle, si así lo desea, que lea, com o frecuentem ente he dicho, a C o rd o , quien escribió to d o s estos hechos contando hasta las m ás nim ias anécdotas. N o se conservan sus sep ulcros. Sus cadáveres fu eron arro jad os a un río y su s cabezas ardieron, ante la bu rla del p u eb lo , en el C am p o de M arte. 32(6) E lio Sabino escribe, y no debe om itirse, que h a­ bía tanta herm osu ra en el ro stro del hijo que, cuan­ do y a estaba m uerto, su cabeza ennegrecida, sucia, golp ead a y em papada en san gre, aún dejaba ver la som b ra de un h erm oso rostro. Y ciertam ente, si el contem plar la cabeza de M axim in o p ro d u jo un a gran alegría, casi h u b o u n a tristeza sem ejante cuan­ do se vio que la cabeza del h ijo había sid o enviada con la del padre. D e x ip o 57 dice que había tanto o d io hacia M axim in o, que, cuan d o los G o rd ian o s m urieron, el senado d esign ó veinte hom bres p a ra que se enfrentaran a él; entre ellos estaban Balbino y M áxim o, a quienes con virtieron en em peradores c o n trafÑ ix im in o . E ste m ism o autor añade que su prefecto del P reto rio y su h ijo fueron ejecutados en presencia de M axim in o, cuan do y a había sid o ab an d on ado p o r los so ld ad o s. Y no faltan historiadores que dicen que el m ism o M axim in o, cuando

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57 P. Herennius Dexippus, ateniense autor de una historia que co­ menzaba en el período mítico y se prolongaba hasta el 268 d. de C.


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fue ab an d on ado y vio que su hijo había m uerto ante sus o jo s, se m ató con su p ro p ia m an o para que no le fuese atribuido ningún com po rtam ien to afem ina­ do. 33(7) T am p o co debe om itirse que los aquilenses m o s­ traron tanta fidelid ad en fav o r del senado y en con ­ tra de M axim ino, que hicieron cuerdas para los ar­ cos con lo s cabellos de su s m ujeres, pues no había otro m edio de lan zar las flechas. Se dice que este 2 hecho ocurrió tam bién en R o m a en cierta ocasión p o r lo que el sen ado in au gu ró el T em p lo de V enus C alva en h on or de las m atron as. D ig am o s, p o r últim o, algo que de ningún m o d o 3 debe perm anecer en silen cio: m ientras D exip o , A rrian o 59 y m u ch o s o tro s griegos escribieron que M áxim o y B alb in o fu eron hechos em peradores en con tra de M axim in o y que M áxim o, enviado con el ejército, p rep aró la gu erra en R ávena y no vio A q u iley a sino com o ven ced or, los escritores latinos dijeron que P u p ien o, no M áxim o , había luchado en A q u iley a con tra M axim in o y que había ven cido a éste. D e d ón d e h ay a su rg id o la equivocacón, no 4 p u ed o sab erlo, a n o ser q ue P up ien o, sea tal vez, el m ism o M áxim o 60. H e p u esto esto aquí, com o 5 co sa y a sab id a, p ara que ninguno p ien se que y o d es­ co n o zco algo que, en verd ad , p rod u ce gran aso m ­ bro y extrañeza.

58 También Lactancio menciona la existencia de este templo (Inst. I, 20,27). Sobre el origen de su nombre existen varias leyendas que Servio recuerda en su nota a Eneida I 720. 59 También en otros pasajes se llama así a Herodiano, Cf. Gordia­ nos 2,1 y Máximo y Balbino 1,2. 60 Com o señala Magie [op. cit. II 379 y η. 4) en la propia biografía de Máximo, el autor sigue sin estar seguro de si se trata o no de la mis­ ma persona. En Aurelio Victor (Caes. X X V I) y Eutropio (IX 2) siem­ pre se le llama Pupieno.


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L O S T R E S G O R D IA N O S

(Ju lio C ap itolin o )

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M i determ inación había sid o , venerable A u g u s­ to, presentar a vu estra C lem encia, siguiendo el ejem plo de otro s, un lib ro p ara cad a uno de los em ­ p erad ores, p u es y o m ism o he v isto que m uchos es- 2 critores han hecho esto y así lo he recogido en m is lecturas. Sin em bargo, m e p areció inadecuado n o 3 só lo distraer a vuestra P ied ad con tal cantidad de lib ro s, sino tam bién m o strar m i trabajo en un sin ­ fín de volúm enes. P o r esta raz ó n he reunido a lo s 4 tres G o rd ian o s en este libro, in tentan do, tanto en fav o r de m i trabajo co m o de vu estra lectura, q ue no o s esforzaseis en leer una m ism a h istoria desen­ rollan d o n u m erosos cód ices. P ero , para q ue y o, q ue 5 evito la extensión excesiva de los libros y la s muchas palabras, no piarezca in currir en ese error que m e esfu erzo delicadam ente en esquivar, abordaré y a el tem a que v o y a tratar. 2 L o s G o rd ian o s no fu eron d o s, com o han dicho algunos autores d esafortu n ad os, sino tres; y esto lo enseñan tanto A rrian o \ escrito r de h istoria grie­ ga, com o D ex ip o 2, au to r griego tam bién, quienes, aunque brevem ente, contaron to d as las cosas con fidelidad. D e éstos, G o rd ian o el V iejo, es decir, el 2 p rim ero, nació de M eció M aru lo y U lp ia G o rd ia­ n a; p o r su p ad re tenía el linaje de los G ra c o s y, p o r 1 Cf. Maximinos, n 59. 2 Cf. Maximinos, n 57.


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su m adre, el del em p erad o r T rajan o ; su padre, su abuelo y su bisabuelo fu ero n cón su les; su suegro, los d os abuelos de su m u jer y d o s de sus b isab u e­ los tam bién. E l m ism o fue un cón su l m uy rico y 3 m u y p o d e ro so ; era dueñ o en R o m a de la casa de P o m p ey o 3 y tenía en las provin cias m ás tierras que ningún otro in dividuo. D e sp u é s del con sulad o que 4 había ejercido con A lejan d ro , fue enviado a Á frica com o p ro có n su l p o r decreto del senado. 3 Pero antes de hab lar de su m andato diré algunas cosas sob re su carácter: sien do aún un adolescente, 2 este G o rd ian o del que estam os h ablan do escribió com po sicio n es p oéticas q u e tod avía se conservan con lo s m ism os argum en tos que u tilizab a C ic eró n ; es decir, sob re M ario , A rato , A lcion as, U x o rio y N ilo 4. Sin duda, trató so b re estos tem as p o rq u e las com po sicio n es de C ic eró n se veían com o algo m u y anticuado. E sc rib ió adem ás — igual que V irgilio 3 una Eneida , que E sta cio un a A quileida; y q u e m u ­ chos o tros una A lejandríada — una A ntoniníada so ­ bre A n ton in o P ío y M arco A n ton in o , describiendo con detalle, en treinta lib ro s de verso s m u y elo­ cuentes, la vida, las h azañ as y los hechos tanto p ú ­ blicos com o p riv ad o s de aq u éllos, y to d o ello, sien- 4 d o un niño. D e sp u és, cu an d o fue adulto, declam ó su s d iscu rsos en el A ten eo 5, en presencia in cluso de sus p ro p io s em peradores. D esem peñ ó la cuestura de m anera espléndida. 5 D u ran te su edilidad ofreció al p u eb lo rom an o, de su p ro p io dinero, d oce esp ectáculos — es decir, uno p o r cada m es— , tan brillantes que en ocasion es se m ostraro n quinientos p ares de glad iad ores y nunca 3 Situada en las Carinas, barrio romano emplazado en la ladera sur del Esquilmo, perteneció, después de la muerte de Pompeyo, a Marco Antonio y Tiberio (cf. Suetonio, Tib. XV). Más adelante, se la llama domus rostrata (3, 6). 4 Magie (op. cit. II, p. 383 y n. 5) revela otras fuentes en las que se atestigua que algunos cíe estos temas fueron tratados por Cicerón. 5 Cf. Pértinax, n. 30.


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m enos de ciento cincuenta. U n a vez ofreció en un 6 só lo día cien leones, y otra, m il oso s. E n la casa de los E sp o lo n es 6 de G n eo P o m p ey o , que perteneció a su abuelo, a su p ad re y a él antes de ser con fis­ cada p o r vuestra hacienda en tiem pos de Filipo 7, se conserva pin tad a una m em orable cacería de fie­ ras que él ofreció. E n esta p in tu ra aún h oy pueden 7 verse d oscien tos ciervos «p alm ad o s» 8 m ezclados con otros de raza británica, treinta caballos salva­ jes, cien ovejas m ontaraces, d iez alces, cien toros de C h ip re, trescientos avestruces de M auritania de co lo r ro jizo , treinta on ag ro s, ciento cincuenta ja b a ­ líes, doscien tos íbices y d oscien tos gam os. Perm i- 8 tió, adem ás, que tod as estas fieras fueran entrega­ das al p u eblo el día en que ofreció el espectáculo 4 p o r sexta vez. E jerció una pretu ra insigne. D esp u és de adm inistrar justicia, asum ió el consulado, p ri­ m ero con A n ton in o C aracalla, d espués con A lejan ­ dro. T uv o d o s hijos, uno que tras alcanzar el con- 2 su lad o fue n o m brado A u g u sto con é l 9 y m urió d u ­ rante la guerra en A frica ju n to a C artag o 10, y una hija, M ecia F austin a, que se casó con Ju n io B alb o, hom bre de rango consular. E jerc ió sus con su lad aos 3 con m ás brillantez que ningún o tro hom bre de su tiem po, hasta tal p u n to que A n to n in o le envidiaba, adm irando sus togas, su «laticlavo» 11 y sus espec­ táculos circenses, que superaban in cluso los p r o ­ p io s ju egos im periales. F u e el p rim er individuo ro- 4 m ano que tuvo en p rop ied ad una túnica palm ada y

6 Domus rostrata. Era costumbre romana adornar los templos y edi­ ficios con los espolones (rostra) arrebatados al enemigo. Tal vez, Pom ­ peyo adornó su casa con los trofeos obtenidos en su victoriosa guerra contra los piratas (67 a. de C.). 7 Filipo el Arabe fue emperador entre los años 244 y 249. C f infra 28-32. 8 Cerui palmati. Ciervos de cornamenta en forma de palma. 9 Cf. infra 17-22. 10 Cf. infra 15-16. 11 Cf. Severo, η. 2.


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una to ga p in tad a 12, p u es h asta entonces in cluso los em peradores recibían las que se guardaban en el C ap ito lio o en el Palatino. C o n el perm iso de los 5 em peradores d istrib u y ó entre las facciones 13 cien caballos sicilianos y o tro s cien cap ad ocio s, y p or esta razón fue bastante ap reciado p o r el pueblo, sensible siem pre ante tales hechos. C o rd o dice que 6 dio espectáculos escénicos y unas iuvenalia H, de su p ro p io dinero y durante cuatro días, en tod as las ciudades de C am p an ia, E tru ria, U m b ría, de F lam i­ nia y del Piceno. E sc rib ió en p ro sa la alabanza de 7 to d o s los A n to n in o s que h u b o antes de él. T an ta devoción tuvo p o r los A n to n in o s, que se o to rg ó a sí m ism o el n om bre de A n ton in o , según dicen u n o s; de A n to n io , según o tro s que son m ayoría. 8 E s suficientem ente co n o cid o que a su h ijo, que se llam aba G o rd ian o , le ennobleció con el nom bre de A n ton in o cu an d o, según costu m bre rom ana, le recon oció ante el p refecto del E ra rio e in scribió su 5 n om bre en las actas p ú b licas 15. D esp u és del con ­ su lad o, fue n o m b rad o p ro c ó n su l de A frica con el ap o y o de to d o s lo s que querían que el m andato de A lejan dro se con sid erase, gracias a la dignidad de tal p rocón su l, tam bién ilustre en aquella región. 2 A ú n se conserva un a carta del p ro p io A lejan dro en la que da gracias al sen ado p o r haber destin ado a A frica, com o p ro có n su l, a G o rd ian o . Su reprodu ción es ésta: « N a d a m ás g rato p ara m í, pad res cons- 3 criptos, ni m ás agradable p u d isteis llevar a cabo que 12 Ambas prendas constituían adornos triunfales. La túnica palmata iba debajo de la toga picta (Clodio Albino, n. 40). 13 Cf. Vero, n. 14. 14 Estas fiestas en honor de la diosa Iuuentas, protectora de la ju­ ventud, tenían lugar el 18 de octubre y fueron iniciadas por Nerón. 15 Alusión a la professio natalis, que regulada por una constitución de Marco Aurelio obligaba a los ciudadanos romanos a declarar el nom­ bre y fecha de nacimiento del hijo durante los treinta días siguientes al alumbramiento. Esta declaración se hacía en Roma ante el prefecto del erario y en las provincias ante los tabularii, encargados de las acta pu­ blica.


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enviar a A n ton in o G o rd ian o a A frica com o p r o ­ cónsul, hom bre n oble, m agnánim o, hábil, ju sto , m od erad o y b u en o », y con tin u aba con otras afir­ m aciones de este tipo. A través de ella p uede com - 4 prenderse qué gran h om bre fue G o rd ian o en este tiem po. F u e tan q u erid o p o r lo s africanos com o 5 ninguno de los p rocón su les anteriores, hasta tal p u n to que u n o s le llam aron E scip ió n 16, otros C a ­ tón 17, m uch os M u cio 18, R u tilio 19 o L elio 20. E s- 6 tos le o to rgaro n una aclam ación que conservam os escrita p o r Ju n io 21. C ierto día en que leía un acta 7 im perial, com o al em pezar m encion ase a los E scipiones que fu eron p ro có n su les, se le aclam ó: «A l nuevo E scip ió n , al verd ad ero E scip ió n , al p ro có n ­ sul G o rd ian o ». E sta s y otras aclam aciones sim ila­ res escuchó con frecuencia. 6 T en ía la estatura p ro p ia de un rom an o, una ca­ nicie elegante y un ro stro m ajestu o so ; ro jizo m ás que blanco y de cara m u y ancha, sus o jo s, su b o ca y su frente im ponían resp eto ; ligeram ente g o rd o ; 2 tan m o d erad o en sus costu m b res que n o podrías decir que él h aya realizad o algo anhelosa, excesiva o in opinadam en te. A m ó a sus descendientes de m a- 3 ñera excepcional, a su hijo y a su nieto m ás de lo que es n orm al, a su hija y a su nieta fervorosam en­ te. T u v o tanto resp eto p o r su su egro A n io Severo, 4 que se creía que él se había u n ido a su fam ilia com o un h ijo m ás; nunca se bañó con él; nunca, antes de 16 Parece aludir a Escipión Africano, vencedor de Aníbal en Zama (202 a. de. C.). 17 Sin duda, Catón el Viejo, cuya intervención fue decisiva para la destrucción de Cartago. 18 Q. M udo Escévola, maestro de Cicerón, famoso entre otras razo­ nes jjor la proverbial rectitud que demostró en su administración de la provincia de Asia: 19 P. Rutilio Rufo, orador, jurista e historiador que acompañó a su amigo Mucio Escévola en la administración de Asia. 2 C. Lelio Sapiens (el Sabio), amigo y consejero de Escipión Emi­ liano, fue cónsul en el año 140 a. de C. 21 Junio Cordo.


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la pretura, se sentó en p resen cia de aquél. Y cuando fue consul, o bien perm an eció en la casa de Se­ vero o, si se encon traba en la casa de P o m p ey o, p o r la m añana o p o r la tarde le visitaba. Sob rio con el vino y m uy m o d erad o en la co m id a; vestía con gran elegancia; era tan aficion ad o al bañ o que en el ve­ rano se b añ aba cuatro y cinco veces al día, en in­ vierno dos. Y le gu stab a tanto d orm ir que a veces, com iendo entre am igo s, se d orm ía sin p u d o r en los triclinios, lo que n o p arecía hacer p o r em briaguez o m olicie, sin o p o r una n ecesidad natural. 7 Pero estas buenas cu alid ad es de nada le sirvieron, p u es G o rd ian o , que llevó una vid a venerable en contacto siem pre con P lató n , con A ristó teles, con C iceró n y con V irgilio y lo s dem ás antiguos, su ­ frió una m uerte que n o m erecía. C u an d o en tiem p os de M axim in o , hom bre cruel y san guinario, g o b ern ab a el A frica en calidad de p rocón su l, el sen ado, entre tod o s los in dividuos de ran go consular, le envió co m o legad o a su p ro p io h ijo. E n ton ces un agente im perial 22 p ersigu ió a m uchos africanos m ás de lo que hubiera tolerado el p ro p io M axim in o : p ro scrib ía a algunos, m ataba a m uchos y se to m ab a m ás atribuciones que las que h ubieran corresp o n d id o a un p ro c u rad o r; y , cuan­ do fue refrenado p o r el p ro c ó n su l y su legad o, lle­ gó a am enazar a estos h om bres n o bles y con su la­ res. L o s africanos no p u d iero n so p o rtar tan in so ­ lentes in jurias y, tras unirse a algunos sold ad o s, le m ataro n ; luego, p u esto que d espués de su m uerte tod o el m un do ardía en o d io hacia M axim in o, em ­ p ezaro n a p en sar de qué m o d o p o d ían aplacar el conflicto su rgid o entre lo s m axim inianos y los cam ­ p esin o s o, p o r m ejo r d ecir,'lo s africanos. E n ton ces, un in dividuo llam ado M au ricio, decurión 23 con

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22 Rationalis. Cf. Maximinos, n. 28. 23 Decurio o curiales. Uno de los miembros de la Curia que en los municipia dirigía la administración local.


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cierto p o d er entre los africanos, com o quien está acostum brado a las arengas, h ab ló en las p roxim i­ d ades de T u sd ro , tan to a la p leb e urbana com o a los cam pesinos, con el n o bilísim o d iscurso que a 8 continuación escrib im os: «G rac ia s a los dioses in ­ m ortales p o rq u e nos dieron, ciud ad an os, la o p o r­ tunidad, sin ciuda necesaria, de precavern os contra un h om bre tan dem ente com o es M axim ino. Pues n o so tro s, tras haber d ad o m uerte a su recaudador, que era igual a él en su m o d o de vida y en su ca­ rácter, no p o d em o s estar a salvo si no nom bram os un em perador. P o r consiguiente, p u esto que no lejo s de aquí se encuentra un n obilísim o varón, p r o ­ cónsul, en com pañía de su h ijo, un legado con su ­ lar, am bos am en azad os de m uerte p o r aquella p e s­ te, si os parece bien, les n om brarem os em perado­ res llevando la p ú rp u ra de los estandartes, y cuan­ d o h ayam os reunido los em blem as, les darem os n u estro ap o y o con el juram en to rom an o ». Inm ediatam ente se aclam ó: «E s ju sto , es conveniente. G o rd ian o A u g u sto , ¡q u e los d io ses te guarden! F e ­ lizm ente eres em perador, gobiern a con tu h ijo ». D esp u és de esto, m arch aron con rap idez a la ciudad de T u sd ro , d on d e encon traron a este anciano venerable recostado en un lecho tras haber cum pli­ d o con sus o b ligacion es; cu an d o se vio rodeado p o r la p ú rp ura, se arro jó al suelo n egán dose a aceptar­ la, p ero enseguida le levantaron . Y , al no p o d er hacer nad a p o r evitar un p eligro que, si dudosam ente se acercaba de la p arte de Tos partidario s de M axi­ m ino, inevitablem ente habría de venir de la m ano de su s p ro p io s favorecedores, el anciano toleró que 9 se le llam ase em perador. E ra y a octogenario y, com o hem os dicho, antes había estado al frente de varias provincias. P o r su con d u cta era recom enda­ ble h asta tal p u n to p ara el p u eb lo rom ano que p a ­ recía digno de obtener el p o d er suprem o. En aquel m om en to G o rd ian o no tenía conocim iento de la m uerte del recaudador, pero cuando descubrió lo

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ocu rrido , p ró x im o y a a la m uerte y tem iendo en eran m anera p o r su h ijo , p refirió tener una causa h onesta p ara m orir que ser llevado b ajo cu stod ia a la cárcel de M axim ino. T ras n o m brar em p erad o r a G o rd ian o , los jóvenes que habían llevado a cabo tal acción derribaron las estatuas de M axim in o , d estru yeron sus im áge­ nes, bo rraron públicam ente su n om bre y dieron a G o rd ian o el n o m b re de A frican o. A lg u n o s afirm an que el sob ren om bre de A frican o le fue im p uesto a G o rd ian o , n o p o rq u e em pezase a gobern ar en Á fri­ ca, sino p o rq u e p ro ced ía de la fam ilia de los Escipiones. E n algunos lib ro s encuentro que G o rd ian o y su hijo fu eron n o m b rad o s em peradpres con el m ism o ran go y que am b o s recibieron (e^nom bre 24 de A n to n in o s; en o tro s lib ro s, sin em bargo, se dice ue les fue d ad o el de A n to n io s. D esp u és de esto, egó a C artago con p o m p a im perial y con lo s fa s­ ces lauread os, y su h ijo, legad o del padre, fue ce­ ñ ido con igual p o testad , sigu ien d o el ejem plo de los E scipion es 25, com o escribió D ex ip o , autor de una h istoria en griego. E n se gu id a se envió una em bajada a R o m a con cartas a e los G o rd ian o s relatando los hechos que se habían p ro d u c id o en Á frica; és­ tas fueron recibidas con regocijo p o r V aleriano 26, príncipe del sen ado, que fue em perado r d espués de estos hechos 27. E sta s cartas fueron enviadas a los

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24 Aunque traducimos por «nombre», el texto dice cognominatos, es decir, al praenomen y al nomen gentilicio añadieron el cognomen An­ tonino. Era frecuente entre los emperadores romanos la asunción de va­ rios sobrenombres o cognomina. 25 Puede tratarse, como indica Magie (op. cit. II, p. 396 y n. 4) de una alusión a la campaña de los Escipiones contra el sirio Antioco III (190 a. de C.), donde Escipión Africano actuó como legado de su her­ mano L. Escipión Asiático. 26 Recibía el título de princeps senatus el primer senador inscrito en la lista de los censores y que votaba el primero después de los magis­ trados. En determinados momentos el cargo gozó de gran prestigio e influencia. 27 Entre los años 253 y 260, cf. Valeriano.


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am igos nobles para que los h om bres p o d ero so s aprobasen esta acción y p ara q ue los am igo s p u d ie­ ran convertirse tod av ía en m ay o res am igos. 10 Sin em bargo, el sen ado recib ió con tanta alegría a los em peradores n o m b rad o s en con tra de M axi­ m ino que no só lo estu vo de acuerdo con tales he­ chos, sino que adem ás eligió a veinte hom bres, en­ tre los que estaban M axim o — o Pupieno— 28 y C lo d io B alb in o , quienes fu eron d esign ados em pe­ radores d espués de q ue los G o rd ian o s m urieron en A frica. E l senado había n o m b rad o a aqu ellos veinte p ara dividir las regiones de Italia entre ellos a fin de que éstas fueran d efendidas en fav or de los G o r ­ dian os y en contra de M axim in o . E n ton ces llegaron a R o m a em bajadas de M axim in o q ue p ro m e­ tían corregir su com po rtam ien to anterior. C o n to d o , venció la em bajada de los G o rd ian o s que p r o ­ m etía tod o lo buen o; se tuvo m ás con fian za en ellos p o rq u e ofrecía un enorm e estipen dio a los so ld a­ dos y cam pos y d on ativos p ara el puéblo. H asta tal p u n to se con fió m ás en los G o rd ian o s q u e en lo s partidarios de M axim in o, que un tal V italiano, q u e se encon traba al frente de los so ld ad o s pretorian os, fue asesinado, p o r orden del senado, a m anos de un audaz cuestor y sus so ld ad o s. E ste individuo antes se había co m p o rtad o cruelm ente y en aque­ llos m om en tos se tem ía su crueldad, afín y acorde con la con d ucta de M axim ino. A cerca de su m uerte se ha tran sm itido la siguiente h istoria: una falsa carta de M axim ino, sellada con un a im itación de su anillo, fue llevada a V italian o p o r los so ld ad o s c o ­ m andados p o r el cu esto r; éstos dijeron q u e adem ás de las cartas- debían referirle algunas co sas en lugar secreto. A sí/P Jíes, se retiraron p ara la entrevista a un p ó rtico alejado y , cuan d o aquél in dagó qué era lo que debían decirle ocultam ente, éstos le aconse-

28 Cf. Maximinos 33, 3 y n. 60.

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jaro n que previam ente exam inase el sello de la car­ ta, y m ientras hacía esto lo asesinaron. D esp u és se convenció a los so ld ad o s de que V italiano había m uerto p o r orden de M axim in o. T ras llevar a cabo tales acciones, se exhibieron en el cam pam ento la carta y las im ágenes de lo s d os G o rd ian o s. 11 Interesa dar a con o cer en m is escritos el decreto del senado p o r el cual los G o rd ian o s fueron decla­ rados em peradores y M axim in o enem igo público. N o en un día regular, sin o en una sesión extraor­ dinaria del senado, el cón sul, tras reunirse en su casa con los p retores, los ediles y los tribunos de la plebe, llegó a la C u ria. E l p refecto de la C iu dad, 29, que se resentía de no sé qué dolencia y no había recibido la co n v o cato ria pública, no p artici­ p ó en la reunión. P ero fue m ejor, pues el cónsul, antes de que se dijese algo agradable en relación con M axim ino, d ijo : «P ad res con scriptos, los dos G o rd ian o s, p ad re e h ijo, am b os de ran go consular, uno vuestro p ro có n su l y o tro vuestro legado, han sido n o m b rad o s em peradores en una gran asam blea de los africanos. P o r consiguiente, dem os las gracías a la ju ventud tusdritana, gracias al siem pre leal pu eblo cartaginés: ellos n o s han librado de la b es­ tia cruel, de aquella fiera salvaje; ¿p o r qué escucháis c o n cobardía?, ¿p o r qué volvéis la m irada a otras partes?, ¿p o r qué d u dáis? E sto es lo que siem pre deseasteis. M axim in o es un enem igo público. L o s dioses se ocup arán ahora de que él deje de existir y de que n o so tro s d isfru tem os, alegres, de la feli­ cidad y la sab id u ría del anciano G o rd ian o , del va­ lor y la firm eza de su joven h ijo ». D esp u és leyó las cartas de los G o rd ian o s enviadas a él y al senado. E n ton ces, el senado aclam ó: «D io se s, os d am os gracias. E sta m o s libres de los enem igos; ¡ojalá nos veam os com pletam ente libres d é ellos! T o d o s con-

29 Cf. Adriano, n. 31.

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sideram os a M axim in o un enem igo público. C o n ­ fiam os a M axim ino y su hijo a los d ioses inferna­ les. N o m b ram o s A u g u sto s a lo s G o rd ian o s. R econ ocem os com o príncipes a los G o rd ian o s. L o s d io ­ ses guarden a los em peradores p artid ario s del sen a­ d o, ¡ojalá veam os com o ven cedores a los nobles em peradores!, ¡ojalá R o m a vea a n uestros em pera­ d ores! Q u ien ejecute a los enem igos p úblicos m e ­ recerá una recom pen sa». 12 Ju n io C o rd o dice que este decreto del senado fue secreto. E xp o n d ré brevem ente en qué consiste o a qué debe tal nom bre: hoy, el equivalente a un senado consulto secreto no es m ás que esa acción m edian­ te la que vuestra Clemencia, tras convocar a los ancia­ nos en un lugar confidencial, decide aquello que no de­ be ser con o cid o p o r to d o s; so b re ello soléis incluso p edir juram ento p ara que nadie oiga o sepa algo antes de que el asunto esté totalm ente decidido. E n tre los antiguos esta costu m bre fue in troducida p o r necesidades públicas, de tal m anera que se prom ulga­ ba un decreto del senado secreto si por un desgracia­ d o azar las tropas enem igas estaban p róxim as y era necesario tom ar decisiones d rásticas o establecer algo que no convenía que fuese dicho antes de ser ejecu tad o; tam bién se p ro m u lg ab an cuando no q u e­ rían que determ inados hechos llegaran a oídos de sus p ro p io s am igos. E n tales casos no estaban p re ­ sentes ni los escribientes, ni lo s siervos p úblicos 30, ni los oficiales del censo 31 ; los senadores tom aban al dictado y llevaban a cabo las obligacion es de e s­ tos adm inistrativos y escribientes para que nada, p or azar, saliese a la luz. E n aquella ocasión se h izo

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30 Los esclavos públicos (seniipublici) gozaban de una condición de vida superior a la de los particulares; estaban ocupados generalmente en labores administrativas y podían disponer hasta cierto punto de su patrimonio. 31 No sabemos con exactitud cuáles eran las funciones en una sesión del senado de los censuales, administrativos que trabajaban a las órde­ nes del magister censum.


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un decreto del sen ado con carácter secreto p ara que 13 el asunto no llegase a o íd o s de M axim ino. Pero éste se enteró inm ediatam ente de to d o , pues así es el ca­ rácter de los h om bres, al m en os el de ésto s: unos enrojecen p o r sí so lo s si n o es con o cid o lo que ellos saben y o tros con sid eran q ue son innobles si no sa­ can a la luz lo que se les ha con fiad o. M axim ino re­ cibió in cluso una co p ia del sen ado co n sulto secreto, lo que nunca antes había ocu rrid o . E n fin, aún se 2 conserva una carta su y a d irigid a al prefecto de la C iu d ad en tales térm in o s: « H e leído un sen ado co n ­ su lto secreto de aq u ellos nu estro s ilustres p ad res, cuya existencia tú, que eres p refecto de la C iu d ad , q u izá d escon ozcas, p u esto que no estuviste presen ­ te en aquella sesión. T e envío una cop ia de él para que sepas de qué m o d o diriges la adm inistración de R om a. N o se p u ede d escrib ir la con m oción que su- 3 frió M axim ino cuan d o escuchó que A frica se había sep arad o p ara enfrentarse a él. T ras recibir el de- 4 creto del senado, parecía que iba a volverse loco, se golp eaba con tra las pared es, se rasgaba las ves­ tiduras y cogía la esp ad a pen san d o que pod ía m a­ tar a tod o s. E l prefecto ae la C iu d ad , después de 5 recibir cartas m ás enérgicas, se dirigió al p ueblo y a los so ld ad o s d icien do que M axim in o y a había m uerto. C o n ello la alegría aum entó e inm ediata- 6 m ente se derrib aron las estatuas e im ágenes de quien había sid o d eclarad o enem igo público. E l se- 7 nado u tilizó entonces los p o d eres de los que está re­ vestid o en caso de guerra inm inente. M andó ejecu­ tar a lo s d elatores, falso s acusad ores, funcionarios y a to d a aquella hez que había su rgid o con la tira­ nía de M axim ino. Y la d ecisión del senado fue te- 8 nue com parad a con la actitud del p u eb lo ; pues, d es­ p u és de ser ejecutad os, su s cadáveres fueron arras­ trad o s y arro jad os a las cloacas. L u ego , tam bién Sa- 9 bino, prefecto de la C iu d a d y varón de rango con ­ sular, fue fu stigad o y ejecutado y su cadáver quedó expuesto públicam ente.


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C u an d o M axim ino d escu b rió estos hechos, al p u n to exhortó a los so ld ad o s con esta arenga: « S a ­ grad os conm ilitones, o m ejo r aún, p artidarios de m i consagración 32 que, en m ayoría, habéis hecho la guerra a m i lad o ; m ientras n o so tro s defendem os la gran deza de la h ostil G erm an ia, m ientras n o so ­ tros p rotegem os el Ilírico de lo s b árb aro s, los afri­ canos prefirieron-'çonservar la fidelidad púnica 33. Pues nos han áaadjÁ co m o em peradores a los d os G o rd ian o s, de ios cuales, uno está abatido p or la vejez hasta tal p unto q ue no p u ed e levantarse, y el otro se ha sum ergid o tan to en lo s placeres que tie­ ne la debilidad p ro p ia de la senectud. Y p o r si esto fuera p o co , aquel ilustre sen ado reconoció la n o ­ ble acción de los africanos y, aunque n o so tro s lle­ vam os las arm as que deberían em puñar su s hijos, éstos n o m braron veinte h om b res contra n o so tro s y p rom u lgaron decretos en con tra nuestra, com o si m esem os enem igos. P o r to d o ello, co m p o rtao s com o conviene a los h o m b res: hem os de m archar hacia la C iu d ad , p ues d ebem os hacer frente a lo s veinte hom bres de ran go co n su lar que han sido ele­ gid os contra n o so tro s, con m i fuerte lid erazgo y vu estra lucha ten az.» E L m ism o M axim ino p u d o ver después de esta aren ga que la m oral de sus so l­ d ad os desfallecía y que su s án im os carecían de en­ tusiasm o. A l p u n to escribió a su hijo, quien le seguía desde lejo s, p ara que se apresurara con el fin a e que los so ld ad o s n o m aquin asen algo contra él aprovechando su ausencia. Ju lio C o rd o ha dado a conocer una cop ia de tal carta: «T in can io , m i asis­ tente, te referirá las co sas que sab em os se han p r o ­ ducido en A frica y en R o m a, y te contará en qué d isp osición se hallan los so ld ad o s. T e pido que

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32 Consecranei son aquéllos que participan de un mismo culto; aquí parece referirse al juramento que obligaba a los soldados a defender la autoridad de Maximino frente a cualquier ataque. 33 Cf. Maximinos, n. 36.


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avances to d o lo que p u ed as p ara que la turba de so l­ d ad os n o p u ed a tram ar n ad a de lo que acostum bra. L o que tem o lo oirás de éste a quien te he enviado». 15 M ientras se p ro d u cían estos hechos, los G o rd ia ­ nos fueron atacados en A frica p o r un tal C apelian o 34. E ra éste, in cluso en su vid a privada, enem i­ go person al de G o rd ian o , quien, al ser n om brado em perador, le ap artó del gobiern o de M auritania, cargo que o cu p aba, co m o sold ad o veterano, p o r o r­ den de M axim in o ; tan p ro n to com o fue destituido, reunió a los m o ro s en torn o a él y con una tropa tum ultuaria se dirigió a C arta g o , donde el pu eblo, con su aco stu m b rad a lealtad púnica, se inclinó ha­ cia él. G o rd ian o , d esean d o experim entar la fortuna 2 de la guerra, envió co n tra lo s m axim inianos de C apeliano a su p ro p io h ijo, quien era y a de edad m a­ dura — tenía cuarenta y seis años— y , com o hem os dicho, o cu p ab a el p u esto de legad o (sobre sus ca­ racterísticas p erson ales hab larem os en su lu g a r ) 35. 3 P ero com o C ap elian o era m u y audaz en las cues­ tiones m ilitares y el joven G o rd ian o no era tan ex­ p erto, pues se había entretenido en los placeres p ro ­ p io s de la n o b leza, cuan d o se llegó a la lucha fue 16 vencido y m u rió en el m ism o cam po de batalla. Se dice que la m ultitud de los partidario s de G o rd ia ­ no que m u rió en el com bate fue tan grande, que el cuerpo de G o rd ian o el Jo v e n , aun cuando se buscó durante m ucho tiem po, no p u d o ser encontrado. 2 H u b o adem ás, co sa rara en A frica, una enorm e tem pestad que fu stigó antes de la batalla al ejército de G o rd ian o h asta tal p u n to que los so ld ad o s q u e­ daron in capacitad os p ara la lucha, y así fue fácil la v ictoria de C ap elian o. C u an d o el viejo G o rd ian o 3 d escubrió estos hechos, al darse cuenta de que en 34 Estos hechos se cuentan también en Maximinos 19 y Herodiano VII 9, quien refiere que Capeliano, gobernador de Numidia, era un se­ nador enfrentado a Gordiano desde hacía tiempo por una cuestión legal. 35 Cf. 18-19.


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Á frica no p o d ía esperar ninguna ayuda, de que el terror a M axim ino era m u y gran de, de que no p o ­ día confiar en la lealtad p ú n ica y de que el ataque de C ap elian o era inm inente, y , en fin, com o el d o ­ lor hubiese abatido su m ente y su ánim o, decidió p o n er fin a su vid a ah o rcán d ose él m ism o. E ste fue el fin de lo s G o rd ia n o s; a am bos el sen ad o les llam ó A u g u sto s, situ án d olos después en­ tre los em peradores d iv in izad os.

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E ste h om bre era h ijo de G o rd ian o el V iejo, el p ro có n su l de Á frica, y fue n o m b rad o A u g u sto en com pañ ía de su padre p o r los africanos y p o r el se­ n ad o ; ilustre p o r sus escrito s y su s costu m bres ade­ m ás de p o r su n o bleza, p roced ía, según unos, de los A n to n in o s; según otro s, de lo s A n ton ios. A l- 2 gu n os escritores, p ara p ro b a r la categoría de su li­ naje, aducen com o p ru ebas que G o rd ian o el V iejo era llam ado A frican o, so b ren om b re de los Escip io n es, que éste p o seía en la C iu d a d la casa de P o m ­ p e y o , que siem pre se le d io el so b ren om b re de los A n ton in o s y q u iso que en el sen ado se llam ase A n ­ ton io a su hijo. T o d as estas versiones parecen apun­ tar a fam ilias diferentes, p ero y o sigo a Ju n io C o r- 3 do, quien dice q u e ja n o b lez a de lo s G o rd ian o s d e­ riva de todas esta^ a m ilias. G o rd ian o el Jo v en era 4 el h ijo p rim ogén ito de G o rd ian o y F ab ia O restila, biznieta de A n ton in o , a través de quien parecía em ­ parentar tam bién con la fam iliá de los C ésares. E n 5 los días p o sterio res a su nacim iento se le llam ó A n ­ tonino, p ero d espués se le O torgó en el senado el nom bre de A n to n io ; p o r ú ltim o, em pezó a ser co ­ n o cid o entre el p u eblo com o G o rd ian o . 18 Se entregó a los estu d io s con gran em peñ o; era d istin guid o en su asp ec to ; tenía un a m em oria sin ­ gular y tan buen co raz ó n que n o pod ía contener


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sus lágrim as cuan d o en la escuela algún niño era golp ead o 36. E n Sereno Sam ón ico 37, que fue m u y 2 am igo de su p ad re, tuvo un p recep to r m u y q ueri­ do y estim ad o ; tanto q u e cuan d o éste m urió legó to d o s los lib ro s de su p ad re — llam ad o tam bién Se­ reno Sam ónico— , que alcan zaban la cifra de sesen­ ta y d os m il, a G o rd ian o el Jo v en . E sto le llevó a 3 los cielos, p ues, gracias al p restig io de las letras, tras entrar en p o sesió n de un a biblioteca de tal m agn i­ tud y esplen dor, alcanzó la fam a entre los h om bres. D esem p eñ ó la cu estu ra gracias a la recom enda- 4 ción de H e lio gáb alo p u es su incontinencia juvenil — que, sin em bargo, n o fue depravada o infam e— fue alabada delante del lu ju rio so em perador. D e ­ tentó la p retu ra u rban a con A lejan dro , cargo en el 5 que m o stró tal actitud p a ra la adm inistración de justicia que inm ediatam ente m ereció el con su lad o, al que el pad re había accedido tardíam ente. E n 6 tiem pos de M axim in o , o q u izá del m ism o A lejan ­ dro, fue enviado p o r el sen ado al p ro co n su lad o de su pad re en calidad de legad o , y allí sucedieron esos hechos que m ás arriba h em os narrad o. 19 L e gu stab a m ucho el vino, p ero aro m atizado siem pre de alguna m anera, unas veces con rosas, otras con alm áciga, o tras con ajenjo y o tro s tipos de hierbas que resultan m u y agradables p ara el p a­ ladar. So b rio en la com id a, hasta tal j>unto que aca- 2 baba su alm u erzo — cu an d o alin ározaba— o su cena en un instante. M u y aficion ado i las m u jeres; 3 se dice que tenía asignadas p ara él veintidós con cu­ binas y que de cad a un a de ellas tuvo tres o cuatro h ijos. F u e llam ad o el P ríam o 38 de su tiem po, aun- 4 que el p u eb lo , en so n de burla, le llam ó frecuente­ m ente P ríap o 39 en lu gar de P ríam o, lo que resulta 36 Es relativamente frecuente en grabados y pinturas la imagen del maestro de escuela romano castigando con la palmeta a sus discípulos. 37 Cf. Alejandro Severo, 30, 2 y n. 38. 38 Rey de Troya, padre de 50 hijos. 39 Hijo de Baco y Venus, símbolo de la energía generadora.


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m ás adecuado a su naturaleza. V ivió en la m olicie: en los jardin es, en lo s baños y en los m ás placen­ teros b o sq u e s; su p ad re no se lo reprochó, p u es decía m u y a m en udo que h ab ría de m orir m u y p ro n to con la m ás alta gloria. Su vida, en lo que a valentía se refiere, estu vo a la altura de los m e jo ­ res; se m antuvo siem pre entre los ciudadanos m ás ilustres y nunca dejó de lad o las cuestiones de E stado. E n fin, el sen ado le llam ó A u g u sto de m u y buen grado y p u so en él la esp eran za del E stad o . E ra m uy elegante en su m o d o de vestir. Fue q u e ­ rido p o r sus siervos y p o r to d o s los su y o s. C o rd o dice que él nunca q u iso tener esp osa, p ero D ex ip o p ien sa que es hijo su y o el tercer G o rd ian o , quien después de él, aun sien do un niño, alcanzó el p o ­ der im perial con B alb in o y P upien o, al que tam ­ bién llam an M áxim o. 20 G o rd ian o el V iejo con su ltó en cierta ocasión a un astró lo go sob re el h o ró sc o p o de su h ijo , y el a s­ tró lo g o resp on d ió, según se dice, que éste sería h ijo y padre de un em perado r y que él m ism o alcanza­ ría el im perio. C o m o el viejo G o rd ian o se riera de tal predicción , dicen que el astró lo g o m ostró la constelación y leyó en alta v o z lo s lib ro s antiguos h asta p ro b ar que decía la verd ad . P red ijo tam bién el día y el tip o de m uerte del p ad re y del hijo, así com o lo s lugares en los que habrían de m orir, con firm eza y veracidad. T am b ién se cuenta que, andan d o el tiem po, G o rd ian o el V iejo relató todo esto en A frica y que, in clu so cuan d o y a era em perador y nada tenía que tem er, d escribió su m uerte y la de su hijo y la m anera en q ue éstas habrían de p ro d u ­ cirse. A dem ás, el anciano, cuan do veía a su hijo, recitaba frecuentem ente estos verso s 40 :

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40 Estos versos virgilianos están dedicados a Marcelo, el nieto de A u­ gusto que, como se sabe, murió en edad temprana (cf. Eneida, VI 869-871).


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«L o s h ad os únicam ente le m ostrarán a la [tierra y no perm itirán que esté p o r m ás tiem po. D io se s, la raza rom an a o s habría parecido de­ m a sia d o p o d ero sa si le hubieseis o to rg a d o tal d on ». A ún se conservan los escritos, tanto en p ro sa com o en verso, de G o rd ian o el Jo v en , que hoy en día son frecuentem ente citados p o r sus parientes. N o son de una calidad excelente, p ero tam poco son m alo s; tienen valo r m ediano y m uestran que su talento, en tod o caso, era el de un hom bre ingenio21 so p ero am ante del p lacer y d esp reocupado. L e g u s­ taban m ucho las frutas y las verduras y , aunque era m u y frugal en el resto de su alim entación, siem pre com ía con deleite las fru tas recién cortadas. M u y aficion ado a las bebidas frías, difícilm ente so p o rta­ ba el verano si n o bebía éstas en gran cantidad. E ra, adem ás, de gran corpulencia, lo que p rovo caba, en m ayor m edida, su apetencia p o r las bebidas frescas. E sto es lo que h em os encon trado sob re G o rd iano el Jo v en que m erezca ser m encionado. Pues no debem os repetir lo que Ju n io C o rd o ha escrito ri­ dicula y estúpidam ente sob re los placeres d om ésti­ cos y sob re o tro s asu n tos sin im portancia. Q uien quiera conocer estas c o sas que lea al p rop io C o rdo, quien describe no só lo qué siervos y qué am i­ gos ha tenido cada uno de los príncipes, sino ade­ m ás cuántas casacas y cuántas clám ides tuvo, cosas cuyo conocim iento a nadie aprovecha pero que, sin duda, deben ser con tadas p o r los h istoriad ores en su s ob ras, bien para h acer caso de ellas, bien para ignorarlas. N o pensé que debiera om itir, pues m e pareció m aravilloso, algo recogido en V ulcacio T erenciano 41, que escribió tam bién la historia de su tiem41 Autor desconocido.

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p o ; p o r eso lo he escrito aq uí: G o rd ian o el V iejo tenía gran sem ejanza en su ro stro con A u g u sto y arecía tener su v o z, su carácter y su tam año; su ijo se asem ejaba a P o m p ey o , si bien es cierto que P o m p eyo no era g ru e so ; en cuanto a su nieto, de quien aún ahora vem os retratos, se parecía a E sc i­ p ió n el A siático. H e con sid erad o que esto, p o r lo extraño que resulta, n o debía p asarlo en silencio.

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D esp u és de la m uerte de los d os G o rd ian o s, el senado, alarm ado y con gran tem or hacia M axim i­ no, n o m bró em peradores, de entre los veinte h o m ­ bre que había elegido p ara p ro teg er el E sta d o , a P u ­ pieno (o M áxim o) y a C lo d io B alb in o , am bos de rango consular. E n ton ces el p u eb lo y lo s so ld ad o s 2 pidieron que se n om brase C é sa r 42 al p equeñ o G o r ­ diano, quien, según dicen m u ch o s, tenía once a ñ o s; según otro s, trece y , si hacem os caso a Ju n io C o rd o , dieciséis (pues este autor asegu ra q ue m urió a lo s vein tidó s); a continuación fu e llevado al sen ado 3 y desde allí a la asam blea, d on d e tras ser investido con la indum entaria im perial, fue n o m brado C ésar. 4 M uchos autores afirm an que nació de una hija de G o rd ian o 43, p ero u n o o d os (pues no p u d e encon­ trar m ás) dicen que su pad re era el hijo de G o rd ia ­ no que m urió en A frica. D esp u és de ser n o m brado 5 C ésar, se educó junto a su m adre, y com o M áxim o y Balbino — que ocu p aro n el p o d e r d o s años, tras la desaparición de los M ax im in o s— m urieron víc-

42 Según Herodiano (VII 10 5-9) este nombramiento se produjo tras un motín popular, instigado, al parecer, por los amigos de Gordiano. Sin embargo, en Máximo y Balbino, 3, 2-5 y 8, 3 se describe como algo realizado pacíficamente y con el acuerdo de Máximo y Balbino. 43 Entre ellos Herodiano: «H abía un niño de corta edad, hijo de una hija de Gordiano, que se llamaba como su abuelo» (VII 10 7). U na ins­ cripción corrobora tal opinión (cf. Dessau, I. L. S. 498).


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tim as de una sedición m ilitar, el joven G o rdian o , que hasta ese m om en to había sid o C ésar, fue de­ sign ado A u g u sto p o r el fav or, la gran adm iración y el ingente am or que d esp ertab a no sólo entre los so ld ad o s y la p ob lació n , sin o tam bién en el senado y entre tod o s los p u eb lo s. E ra m uy querido p o r los m éritos de su ab uelo y su tío (o su padre), quienes tom aron las arm as con tra M axim in o, en fav or del senado y del p u eb lo rom an o , y perecieron uno con una m uerte p ro p ia de un so ld ad o y otro por la fu er­ za del destino. D esp u és de esto 44, un escuadrón de veteranos acu d ió a la C u ria p ara saber qué se es­ taba tratando. D o s de ellos entraron al C ap ito lio — donde estaba reunido el senado— y delante del ara fueron ejecutad os p o r el consular G alicano y p o r M ecenas, un an tigu o general. Entonces se p rod u jo una guerra civil, en la que in cluso los sen ado­ res estaban arm ad os, p u es los veteranos ign oraban que sólo el joven G o rd ian o detentaba el p od er im 23 perial (D ex ip o asegu ra q ue el tercer G o rd ian o na­ ció del hijo de G o rd ian o ) 45. L u e g o , cuando quedó aclarado tam bién p ara lo s veteranos que G o rd ian o era el único em perador, se con so lid ó la p az entre la p ob lació n , de un lad o , y los so ld ad o s y vetera­ n os, del otro, y con la d esign ación p ara el con su ­ lado del joven G o rd ian o se p u so fin a la guerra ci­ vil. P ero un p resagio de que G o rd ian o no había de reinar durante m u ch o tiem p o fue la aparición de un eclipse de sol tan in tenso que, com o si la noche hu-

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44 N o hay conexión con el párrafo anterior; lo que ha hecho pensar a Magie (op. cit. II, p. 421 y n. 4) que ha habido una interpolación. El sentido y los testimonios de Herodiano VII 10 y Maximinos 20, 6 in­ dican que este pasaje debería ir inmediatamente detrás del parágrafo 3; pero el problema es, a nuestro juicio, más complicado, pues las lí­ neas que siguen parecen señalar que la revuelta se produjo antes del nombramiento imperial de Gordiano y después de la muerte de Máxi­ mo y Balbino. 45 Algunos editores han rechazado esta frase porque su inclusión en este pasaje resulta claramente intempestiva.


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biese llegado, ningún asunto p o d ía resolverse sin la ayuda de las lám paras. D esp u és de estos sucesos, el 3 p u eblo rom an o se entregó a los placeres y d iver­ siones para olvidar los hechos que tan violentam en­ te se habían p ro d u cid o . Siendo cónsules V en usto y Sabino, surgió en 4 A frica una conjuración con tra G o rd ian o tercero com an d ad a p o r Sabiniano. G o rd ian o , p o r m edia­ ción del gobern ad or de M auritania, que había sid o asediado p o r los con ju rad o s, ap lastó de tal m anera la revuelta que to d o s venían a C artag o p ara entre­ gar a Sabiniano, con fesan do su s delitos y solicitan­ d o el perdón de sus crím enes. Sin em bargo, cuan- 5 do se calm aron los d istu rb io s en A frica, en el c o n ­ su lad o de P o m p eyan o y G o rd ian o — éste p or se ­ gu nda vez— , estalló un a guerra contra lo s p ersas. 6 A u n que todavía era joven , G o rd ian o , antes ae m ar­ char, tom ó p o r esp o sa a la h ija de T im esiteo 46, h om bre sab io, a quien p o r cau sa de su elocuencia ju zg ó digno de su p aren tesco y a quien inm ediata­ m ente convirtió en su p refecto. D esp u és de esto, 7 su im perio no pareció p ueril ni despreciable, p ues adem ás de ser ay u d ad o p o r los con sejo s de un buen su egro, él, gracias a su am or filial, em pezó a d e ­ sarrollar cierta sab id u ría y no p erm itió que sus fa ­ vores fueran ven didos p o r los eunucos y fun cion a­ rios cortesan os p o r m edio del desconocim iento o la connivencia de su m adre. 24 E n fin, se conserva una carta de su suegro d iri­ gida a él y otra del p ro p io G o rd ian o a su suegro, a través ele las cuales p u ede entenderse que el g o ­ bierno de su época se ejerció con m ás diligencia y eficacia gracias a la ay u d a de su suegro. E sta es la copia de am bas cartas: « A m i sob eran o hijo y A u - 2 gu sto de T im esiteo, su prefecto y suegro. E s una sa46 Aunque el autor de la Historia Augusta le llama Misitheus, sabe­ mos por una inscripción (Dessau, I. L. S. 1330) que la forma correcta de su nombre era C. Furius Sabinus Aquila Timesitbeus.


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tisfación que n o so tro s h ayam o s alejado de nuestra época una p en osa c o rru p ció n ; la que perm itía a los eunucos y a aq u éllos que parecían am igos tuyos (aunque eran, sin em b argo, p elig ro so s enem igos) com erciar con los asu n tos oficiales. Y ello resulta tanto m ás agradable p o rq u e la desaparición de esta lacra es m uy grata p ara ti, ya que si hubo algunas faltas, consta suficientem ente, m i venerable hijo, que no han sid o tu yas. P u es nadie p o d ía so p o rtar 3 que las jefaturas m ilitares fueran o to rgad as según la decisión de los eun u cos, que los trabajos carecie­ sen de recom pen sa, que se ejecutase o se diese la li­ bertad p o r capricho o so b o rn o a quien no co rres­ p on d ía, que el erario fuera d esp o jad o , que se fo r­ m aran con sp iracion es a través de quienes te visita­ ban diariam ente con o b jeto de engañarte, dado que los m ás m alvad os se ponían de acuerdo previam en­ te sob re lo que d ebía serte su gerid o acerca de los h om bres h on rad os, expulsaban a lo s ju sto s y ad m i­ tían a los m ás detestábles y , en fin, tod as tus d eci­ siones estaban en venta. A p pues, dam os gracias a 4 los d ioses p o rq u e, según cu-'aeseo, hem os alejado estas desgracias. D eleita ser suegro de un buen prín- 5 cipe, de alguien que in daga tod o , quiere saber todo y rechaza a los h om bres que antes le vendían com o en una su basta p ú b lica». 25 Y la carta de G o rd ian o a su su egro : «E l em pera­ dor G o rd ian o A u g u sto a T im esiteo , su padre y p re­ fecto. Si los d ioses to d o p o d e ro so s no hubieran p ro ­ tegido el im p erio rom an o , todavía hoy seríam os ven did os com o en una su b asta 47 p o r esos co m p ra­ d os eunucos. S ólo ahora com pren do que no debía 2 haber p u esto al frente de las cohortes pretorianas a

47 In hasta positi. La venta pública se realizaba iunto a una lanza (sub hasta) clavada en tierra; de ahí el castellano «subasta». Su empleo al­ terna con el de la palabra auctio que el autor ha utilizado más arriba (cf. in auctione positus).


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Felición 4S, ni debía haber con fiad o la legión cu ar­ ta a Serapam ón, ni —-para evitar la enum eración de tod o s m is errores— debía h ab er hecho m uchas c o ­ sas de las que hice; p ero , ¡gracias a los d io ses!, p o r ­ que tú, que nada m aqu in as, con tus consejos me en ­ señaste lo que en m is circunstancias no hubiera p o ­ d ido conocer. Pues, ¿q u é hacer, si tam bién mi m adre nos vendía cuando, tras celebrar un conciliábu­ lo con G au dian o , R everen do y M o n tan o, en salza­ ba o censuraba a determ inados h om bres, y y o a p ro ­ baba lo que ella había dicho con el consenso de aquéllos que parecían testigos in soborn ables? P a ­ dre m ío, quisiera que escucharas esta verd ad : es desagraciado aquel em perado r al que se le oculta la realidad, quien, no p u d ien d o andar entre el p u eblo, se ve necesitado de escuchar y de confirm ar lo que oye con la co rro b o ració n de la m ayoría». A través de estas cartas se com pren de que el joven em ­ p erad or se enm endó y corrigió con lo s consejos de su suegro. A lgu n o s dicen que la carta de T im esiteo estaba escrita en griego, pero en cualquier caso su contenido era el que hem os expuesto 49. Su probidad y virtud tuvo tal in flujo que con siguió hacer de G o rd ian o , d esco n o cid o excepto p o r su nobleza, un príncipe ilustre tam bién p o r su s hazañas. 26 E n el reinado de G o rd ian o hubo un terrem oto de tal m agnitud que las ciudades se hundieron con tod o s sus habitantes p o r las aberturas de la tierra. P o r ello, se celebraron grandes sacrificios en tod a la C iu d ad y en el m u n do entero. G o rd o dice q ue esta catástrofe natural se apaciguó tras exam inar los libros Sibilinos 50 y realizar lo s m andatos que en ellos se prescribían.

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48 Este nombre y los que siguen son desconocidos por otras fuentes, muy propios de eunucos y, tal vez, ficticios. 49 Una prueba más de la libertad con que el autor compone estas car­ tas, a todas luces espurias. Cf. Adriano, n. 13.


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U n a vez que el terrem oto se h u b o calm ado, sien- 3 do cónsules P retextato y A tico , G o rd ian o ab rió las puertas gem elas del tem plo de Ja n o 51, que era la se­ ñal de que se había d eclarad o la guerra, y m archó contra los p ersas con un gran ejército y la cantidad de oro suficiente p ara vencer fácilm ente a lo s p er­ sas o con su s soletados o con sus tropas auxiliares. 4 Se encam inó hacia M esia y , durante la expedición, d estru yó, p u so en fuga, desbarató y alejó a algunas tropas enem igas q ue hab ia en T racia 52. D esd e aquí, 5 a través de Siria llegó a A n tio q u ía, que y a estaba en p o d er de lo s p ersas. A llí realizó nu m erosos com ­ bates, ob tu vo la victoria tras rechazar al rey Sap or, 6 que reinaba desp ués de A rtajerjes, y tom ó A n tio ­ quía, C arras y N isib is, ciudades que estaban, todas 27 ellas, b ajo d om in io p ersa. E l rey de los p ersas te­ m ió tanto al príncipe G o rd ian o que, aunque tenía en su p o d e r a sus p ro p ias tro pas y a las de n u estro territorio, p o r p ro p ia iniciativa retiró las defensas de la ciudades y entregó éstas intactas a su s h ab i­ tantes, sin ap od erarse de nad a que fuera de su p er­ tenencia. Pero to d o esto se llevó a cabo gracias a la 2 intervención de T im esiteo , su egro y prefecto de G o rdian o . Fin alm ente se con sigu ió con los ataques 3 de G o rd ian o que los p ersas, tem idos y a en Italia, regresasen a su reino y q u e el E sta d o rom an o m an­ tuviese bajo su p o d e r to d o el O riente. Se conserva un d iscu rso de G o rd ian o al sen ado, 4 en el que, al escribir sob re sus hazañas, da m uchas gracias a su su egro y p refecto T im esiteo. H e in­ trodu cid o aquí un fragm en to de él p ara que co n o z­ cas sus p ro p ias p alab ras: «P ad res con scrip tos, des- 5 p u és de estos hechos, que se llevaron a cabo m ien­ tras hacíam os el tray ecto y que en aquel m om en to 51 Cf. Cómodo, n. 39. El templo de Jano se encontraba al Noreste del foro romano, próximo a la Curia senatorial. 52 Carpos, godos y,tal vez, alanos, cf. 34, 4 y Máximo y Balbino 16,

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se revelaron m erecedores de cerem onias triunfales in dividualizadas, tam bién a lo s p ersas — para enla­ zar m uchas cosas con rap idez— , tanto a sus reyes com o a sus fueros, lo s alejam os de las colinas de A n tioquía, que estaban y a som etid as al yu go p é r­ sico. D esp u és restitu im os C arra s y las dem ás ciud ades al im perio rom an o . L legam o s h asta N isib is y, si los d ioses nos favorecen, llegarem os a C tesifonte. O ja lá nuestro p ad re y p refecto T im esiteo goce siem pre de buena salu d : con su condu cción y m ediante su estrategia con segu im o s llevar a cab o estos hechos y con segu irem o s realizar los dem ás. P o r tanto, vuestro com etid o es d ecretar las su p licaciones 53, encom endarnos a lo s d ioses y dar g ra ­ cias a T im esiteo ». T ras ser leídas estas palabras en el senado, se decretaron cuádrigas de elefantes, p ara que G o rd ian o celebrase una cerem onia triunfal al estilo persa, y a que era a ellos a quienes se h ab ía vencido. P ara T im esiteo decretó una cuádriga de seis caballos, un carro triunfal y la siguiente in scripción : « E l senado y el p u eb lo rom an o, en ju sta correspon den cia, a T im esiteo , hom bre em inente, pad re de príncipes, p refecto del P reto rio , d efen sor del m un do entero y guardián del E sta d o ». 28 Sin em bargo, esta felicidad n o p u d o ser m uy d u ­ radera, p ues T im esiteo m urió, según dicen m uchos, p o r las m alas artes de F ilip o 54, quien después de él fue prefecto del P reto rio ; segú n otro s, a causa de una enferm edad. D e jó com o heredero al E stad o rom ad o y to d o lo que le había p ertenecido se añadió a las rentas de la C iu d ad . L a habilidad de este h om bre para los asuntos p ú b lico s fue tal que nunca h ubo una ciudad fron teriza de im portancia, en la que se p udiera cu sto d iar al ejército del pueblo ro-

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53 Cf. Adriano, n. 58. 54 Fue emperador tras la muerte de Gordiano (244-249). Su nombre completo era M. Iulius Philippus Arabs, probablemente nacido en Filipópolis, la actual Shehba, en el N orte de Arabia.


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ano y a su em perador, q u e no tuviera sum inistro íHe vinagre 55, trigo, tocin o, cebada, y heno para do un año; in cluso otras ciudades m enores tuvie­ ron abastecim iento p ara treinta días, algunas para cuarenta, otras p ara d os m eses y las que m enos para quince días. C u an d o era p refecto, siem pre inspec- 3 cionó personalm ente las arm as de su s sold ad o s. N o toleró que ningún anciano sirviera en el ejército, ni que un joven se encargase de los víveres. R evisaba tod os los cam pam entos y sus atrincheram ientos, y p o r las noches visitaba frecuentem ente las guardias. 4 E ra am ado p o r to d o s p o rq u e tam bién él am aba al E m p erad o r y al E sta d o . Sus tribun os y generales le tem ieron y am aron tanto que ni querían causar p er­ juicio ni lo causaron en ninguna parte. Se dice que 5 F ilip o le tem ía vehem entem ente p o r m uchas ra z o ­ nes, y p o r ello atentó con tra su vid a con la ayu d a de los m édicos. Su plan fue el siguiente: aq u ejad o 6 T im esiteo de disentería, ord en ó a lo s m édicos p re­ parar una p o ció n p ara asen tar el vientre; entonces, según se dice, ellos cam biaron el m edicam en to que hab ía sid o p rep arad o y le dieron otro que p ro v o ­ caba m ás d esco m p o sició n ; así m urió. 29 D esp u és de que éste m uriera en el con sulad o de A rriano y P ap o , fue n o m b rad o en su lugar p refec­ to del P reto rio F ilip o el A rab e,u n individuo de o ri­ gen hum ilde p ero arrogante, que no se contentó con su nueva y enorm e fortu n a, p u es enseguida se conju ró p o r m edio de los so ld ad o s contra G o rd ia ­ no, quien le había llam ad o p ara que ocupase el pu esto de su padre. É sta s fu eron su s asechanzas: T im esiteo, com o d ijim os, había alm acenado tantos 2 víveres que las reservas rom an as no p od ían debili­ tarse; sin em bargo, a cau sa de las intrigas de F ili­ po, p rim ero las naves frum entarias fueron desvia55 Además de vinagre, en ocasiones, el término acetum significa vino de mala calidad, como el que acostumbraban a beber los legionarios ro­ manos.


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das y d espués se co n d u jo a los so ld ad o s a aquellos lugares en los que no p odían ser abastecidos. E n tonces, los so ld ad o s se volvieron inm ediatam ente hostiles a G o rd ian o , sin com pren der que el joven había sid o engañ ado p or las m alas artes de F ilipo . Pero adem ás de esto, extendió entre los ejércitos el rum or de que G o rd ian o era joven y no podía regir el im perio, añadiendo que era m ejor que reinase al­ guien que supiera dirigir al ejército y conociera los asuntos de E stad o . C o rro m p ió adem ás a los m ás notables y con sigu ió ser llam ad o al p o d er p ú blica­ mente. L o s am igos de G o rd ian o al principio se opu sieron con vehem encia, p ero cuando los so ld a ­ dos fueron ven cidos p o r el ham bre, se entregó el p o d e r im perial a F ilip o y se cum plió la orden del ejército: F ilip o debía gobern ar junto a G o rdian o con idéntico poder, com o si fuese su tutor. 30 C o m o F ilipo , tras asum ir el p od er, se co m p o r­ tase de m anera altiva con G o rd ian o , éste se dio cuenta de que él, un em perad o r descendiente de em peradores y h om bre de una nobilísim a fam ilia, no pod ía sop ortar la insolencia de un hom bre tan in noble; entonces, en com pañ ía del prefecto M eció G o rd ian o , que era pariente su y o , se q u ejó ante un tribunal com pu esto p o r so ld ad o s y generales, esp e­ rando p od er arrebatar el p o d er a Filipo. Pero nada consiguió con esta denuncia, en la que acusó a F i­ lipo de no acordarse de los antiguos favores que le había p restad o y ser p o c o agredecido. Y aunque im p lo ró a los so ld ad o s e intentó ganarse a los gene­ rales, el bando de F ilip o se im puso. Finalm ente, después de ver que se le tenía en m enor rango, p i­ dió que al m enos entre ellos hubiera el m ism o p o ­ der, pero no lo consiguió. L u e g o , p id ió que se le tuviese en el lugar de un C ésar, y tam poco ob tuvo esto. In clu so solicitó ser el prefecto de Filipo, lo que tam bién le fue denegado. Sus últim os ruegos fueron que F ilip o le con siderase un general y que le perm itiese seguir vivien d o.A esto casi había dado

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su ap rob ación F ilip o , siem p re silencioso y realizan­ do to d o con m ovim ien tois de cabeza y órdenes se­ cretas que ejecutaban su s am igos. Pero m editando con sigo m ism o en el am or del p u eb lo rom ano, del senado, de tod a A frica, de Siria y de tod o el orbe rom an o hacía G o rd ian o p o rq u e era noble y nieto e hijo de em peradores y p o rq u e había liberado todo el E sta d o con durísim as guerras, con cluyó que p o ­ día ocurrir que alguna vez cam biase la vo lu n tad de los so ld ad o s y el im p erio fuera devuelto a G o rd ia ­ no, y com o en ese m om ento. J a s iras de los so ld a­ d o s con tra G o rd ian o e s t ^ e r ^ n desenfrenadas p o r causa del ham bre, m an d ó 'q iíe aquél, a p esar de sus ru egos, fuera ap artad o de su presencia, d esp ojad o de sus bienes y ejecutado. A u n q u e esto al princiio fue d iferid o, desp ués se llevó a cabo tal y com o abía orden ado. A sí, F ilip o , de m anera sacrilega y p o r m edios ilegales, co n sigu ió el p o d er im perial. 31 G o rd ian o reinó seis años. M ientras estos hechos tenían lu gar en A sia, A rg u n te 56, rey de los escitas, d evastaba los reinos fro n terizo s, envalentonado, sob re to d o , p o rq u e había d escubierto que T im esi­ teo, b ajo cuya dirección se había gobernado el E s ­ tad o, había m uerto. F ilip o , p ara que no pareciese q u e había alcanzado el p o d e r im perial p o r m edios cru entos, m an d ó una carta a R o m a, en la que n o ­ tificaba que G o rd ian o había m uerto p o r enferm e­ d ad y que él había sid o elegido p o r tod o s los so l­ d ad os. Y , com o es ló g ic o , el senado, que no con o­ cía lo ocu rrido , fue engañ ado. P o r tanto, F ilip o se convirtió en em perado r y fue n o m b rad o A u gu sto , m ientras el joven G o rd ian o era colocad o entre los dioses. F u e un príncipe alegre, h erm oso, am able, grato para to d o s, jovial en su vid a y sobresaliente en las

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56 Magie (op. at. II, p. 436 y η. 2) identifica a este Argunte con el lider gótico, llamado Argaithus en otras fuentes, que bajo Filipo llegó a sitiar la ciudad de Marcianópolis.


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letras; nada le faltaba p ara ejercer el p o d er excepto la edad. A n tes de que F ilip o conspirase contra él, fue querido p o r el p u eb lo , p o r el senado y p o r el ejército com o no lo fue ningún em perador. C o rd o dice que to d o s los so ld ad o s le llam aban su hijo, que tod o s en el senado le daban tal nom bre y que el p u eblo entero decía que G o rd ian o era su alegría. F ilip o , cuando le asesinó, no se atrevió a retirar sus im ágenes, ni a derrib ar sus estatuas ni a borrar su nom bre, sino que llam án dole siem pre «d ivin o», in ­ cluso entre los m ism os so ld ad o s con los que había con sp irad o, le veneró con ánim o sereno, pero tam ­ bién con cínica astucia. 32 T o d av ía h oy perm anece en pie la casa de los G o r ­ dian os, que fue esplén didam en te d ecorad a p or este. T am bién existe una villa de su p rop ied ad , situada en la via Prenestina 57, que tiene en el tetrástilo 58 doscientas colum nas, de ellas cincuenta so n de m ár­ m ol de C a r i s t o s 59, cincuenta del tipo claudiano 60, cincuenta del de Sin ada 61 y cincuenta de m árm ol de N u m id ia, todas de igual tam año. E n ella hay tres basílicas de cien pies de largo y otras co sas acordes con esta ob ra, y unas term as, que, si exceptuam os las de la C iu d ad tal com o estaban entonces, care­ cían de paran gón en el m u n do entero. E n fav or de la fam ilia de lo s G o rd ian o s, el senado decretó que sus descendientes estuvieran siem ­ p re exentos de las guard ias, las em bajadas y las o b li­ gaciones p úblicas, a n o ser que quisieran afrontar­ las. N o se conservan las obras realizadas en R om a p o r G ordiano, excepto algunas fuentes y los baños. Pero

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57 Unía Roma con Preneste, la actual Palestrina, al sur de Roma. 58 Tetrastylus era aquel lugar en el que había cuatro columnas o cua­ tro filas de columnas. 59 Ciudad al Sur de la isla de Eubea. 60 Probablemente se refiere al mármol de color rojo del monte Clau­ diano, en la costa este de Egipto. 61 Ciudad de Frigia.


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JU LIO CAPITOLINO

los baños habían sid o co n stru id o s p ara los p articu ­ lares sin ran go y sus ad o rn o s eran los que corres­ ponden a este tipo de construcciones. H abía empren- 6 dido la erección de un pórtico en el C am p o de M arte, al pie de la colina 62, de m il pies de largo, con idea de que se con struy ese otro p ó rtic o del m ism o tam a­ ño frente al anterior, de manera que entre ambos que­ dase un espacio de quinientos p ie s ; en dicho esp a­ cio pen saba colocar a los d o s lad o s jardines en los que abun dara el laurel, el m irto y el b o j, y en m edio un m osaico de m il pies de lon gitu d, flanqueado p o r pequeñ as colum nas y estatuillas, es decir, una galería que estaría co ro n ad a p o r un a b asílica de q u i­ nientos pies de lon gitud. A d em ás, había p royecta- 7 d o con T im esiteo la p o sib ilid ad de construir de­ trás de la basílica, unas term as estivales que llevaran su nom bre y colocar las de invierno al com ienzo de los p ó rtic o s, bien dentro de éstos, bien en los jar­ dines. P ero ahora to d o s esto s terrenos son p rop ie- 8 33 dad particular, fincas, jardin es o viviendas. H u b o en R om a, durante el p rin cip ad o de G o rd ian o , trein­ ta y d os elefantes (de los que él m ism o había en­ viado d oce y A lejan dro d iez), diez alces, d iez ti­ gres, sesenta leones d o m esticad os, treinta leo p ar­ d os d om esticad os, diez belbi o hienas, m il parejas de gladiadores de p ro p ied ad im perial, seis h ip o p ó ­ tam os, un rinoceronte, d iez leones salvajes, diez ji­ rafas, veinte asn os salvajes, cuarenta caballos salva­ jes y o tros anim ales de este tip o , innum erables y v a­ riop in to s, que F ilip o , en los ju eg o s seculares, o re­ galó o m ató. G o rd ian o , p rep arab a tod as estas fie- 2 ras, las dom ésticas y las salvajes, p ara el triunfo so ­ bre los p e rsas; p ero su im perial deseo no prevale­ ció, p ues F ilip o exhibió tod as ellas en los espectá- 3 cu los, en lo s ju egos seculares y en el circo, cuando

62 Parece referirse al Quirinal.


LOS TRES GORDIANOS

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celebró el m ilenario de la fun d ación de la C iu d ad 63 en el consu lado que co m p artió con su hijo. Según C o rd o , tam bién en el caso de G o rd ian o se 4 p ro d u jo aquello que la tradición nos cuenta de G a y o C ésar 64. E n efecto, desp ués de la m uerte de los F ilip o s, to d o s lo s que atacaron a G o rdian o con la espada (se dice que eran nueve) fallecieron, al p a ­ recer, víctim as de su p ro p ia m an o y sus p ro p ias,es^ Q padas, las m ism as con las que le habían agredidora é l.^ 34 E sta fue la vida de los tres G o rd ia n o s; todos'BHós recibieron el título de A u g u sto s. L o s so ld ad o s levantaron u n a tum ba a G o rd ian o 2 en el cam pam ento de C ircesio , en la frontera p e r­ sa, con la siguiente in scrip ción , en griego, latín, p e r­ sa, hebreo y egipcio, p ara que fuese leída p o r t o ­ d o s: «A l divino G o rd ian o , ven cedor de los p ersas, 3 vencedor de los g o d o s, ven cedor de lo s sárm atas, que alejó de R o m a las sed icion es, ven cedor de los germ anos p ero no de lo s F ilip o s». E sto últim o ve4 rosím ilm ente ha sid o añadido p o rq u e se había re ­ tirado vencido de los cam pos de F ilipo s en un c o m ­ bate tum ultuario con los alanos, y al m ism o tiem ­ p o p orq u e, según parece, fue asesinado p o r los d o s F ilip o s. D icen que L icin io 65 d estru y ó esta inscrip- 5 ción en el tiem po en que alcanzó el p o d e r im perial, p u es pretendía aparentar que descendía del linaje de F ilipo . Y o he in dagad o to d o esto, G ran C o n s6 tantino, para que tu con ocim ien to no fuera p riv a­ do de nada que p arezca digno de saberse.

63 En abril del 248. 64 Julio César. Cf. Suetonio, Caes. L X X X IX : «Casi ninguno de sus asesinos murió de muerte natural ni le sobrevivió más de tres años. Fue­ ron todos condenados, pereciendo cada cual de diferente manera; unos en naufragios, otros en combate y algunos clavándose el mismo puñal con que hirieron a César». 65 Compartió el imperio durante algún tiempo con Constantino y fue derrotado por éste en Bitinia en el 324.


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