Juan Fierro Hubo una vez hace mucho tiempo un rey que tenía un gran bosque cerca de su palacio, lleno de todas las clases de animales salvajes. Un día envió a un cazador para que le cazara una cierva, pero no volvió. -"Quizás algún accidente le ha acontecido,"- pensó el Rey. Al día siguiente envió a dos cazadores más para buscarlo, pero ellos tampoco volvieron. Entonces al tercer día, llamó a todos sus cazadores, y les dijo, -"Rastreen el bosque entero, y no paren hasta que hayan encontrado a los tres."Pero de todos ellos, nadie vino a casa otra vez, y del grupo de sabuesos que habían llevado, ninguno fue visto más. A partir de ese día en adelante, nadie se arriesgó a internarse más en el bosque, y allí sólo había calma profunda y soledad, y ningún movimiento se observaba, excepto a veces un águila o un halcón volando sobre él. Y así continuó durante muchos años, hasta que un cazador forastero se presentó ante el rey como investigador de la situación, y le ofreció entrar en el bosque peligroso. El rey, sin embargo, no daría su consentimiento, y dijo, -"No es seguro entrar allí; temo que no te irá mejor que con los demás, y nunca saldrás otra vez."El cazador contestó, -"Señor, me aventuraré a mi propio riesgo, el miedo no lo conozco."El cazador por lo tanto se encaminó con su perro al bosque. Al poco rato el perro percibió algo por el camino, y quiso perseguirlo; pero apenas habia avanzado el