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Poe: El príncipe de la oscuridad

VIDAS

Os vengo a contar, del que a ojos de este febril y novicio lector, es el mejor cuentista de todos. ¡Edgar Allan Poe! Sin duda, él odiaría tal nombramiento, pero es un tema meramente sentimental el que me atañe a él, el primer libro que llegó a mis perennes pensamientos fue: Cuentos de la selva de Horacio Quiroga, entre la sangre de avechuchos y minúsculos seres habitando una tersa y fiel almohada, años después me encontré con el Decálogo del perfecto cuentista, la primera regla versaba sobre mi cabeza: leí a los cuatro autores mencionados, pero quedé totalmente hechizado por uno sólo, como si se tratase de una pócima vertida en mi corazón por la misma Circe.

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Poe:

El príncipe de la oscuridad

Por Lars Flores

Edgar Allan Poe, fue tragedia antes que humano, las Moiras anhelan este tipo de seres productos de las entrañas del mismo Prometeo, las hermanas se regocijaron con el pequeño Edgar, su pesado y lento caminar siempre fue bajo ese lánguido hilo confinado por la rueca de Cloto, su futuro siempre incierto y trémulo fue forjado por Láquesis, y no obstante las desafiladas tijeras de Átropos, arrojaron a Edgar al enervante y agotador destino de Dionisio. Los dioses en verdad son inmisericordes e infaustos, tan sólo la alquimia le proveyó de cierta paz ante tanta desesperanza, pero sin esa tintura homogénea al que los desesperados llaman: láudano, Edgar era arrojado por los dioses a ese abismo provisto de olvido y dolor, del que todos buscan escapar emulando a Ciacco, Poe lo intentó, sin duda lo hizo, pero en el abismo, se encontró arropado por el manto estelar de Nix, y fue allí bajo su cobijo cósmico que su corazón delató la mentira de la razón como explicación del mundo. La vida de Poe siempre deambulo entre la tristeza y la tragedia, hijo de padres actores, quiénes representaban obras de Shakespeare tales como: Macbeth y el Rey Lear, jamás atisbaron que darían a luz a un ser sofocliano, Edgar quedó huérfano a muy temprana edad, su padre huyó un buen día, y su madre fue presa de ese ínfimo ser que corroe los pulmones, y que se convirtió en la Parca misma en los Estados Unidos en aquel tiempo, -la tuberculosis-. Un alma alicaída vino a su rescate, se trataba de Francine Allan esposa del adinerado comerciante John Allan, quién fue un veneno mortal en la vida de Edgar. Situado en Virginia, Edgar se situó en una triste encrucijada, entre tenerlo todo y a la vez nada, tenía confort pero siempre sería visto como un bastardo.

El que Edgar terminará en un sitio tan místico y que bien produciría repelús a cualquier incauto, es algo que sin duda emergió de un caldero humeante; Virginia es un estado al sur de los Estados Unidos, y a principios del siglo XIX se encontraba provisto de miles de esclavos y servidumbre negra, Poe se alimentó de ese folclor, impregnó su imaginación de esas historias y leyendas que evocaban espíritus y demás seres provenientes de alguna dimensión desconocida, el oficio de su padre le hizo leer los diarios y periódicos ingleses; Byron, Shelley, Wordsworth le señalaron el camino a seguir.

Lleno de ese clamor juvenil y extasiado por la inmaculada belleza femenina, su pasión desembocó en lo que para él constituye la primera forma literaria: la poesía. El primer poema fue hacia Helen, una mujer mayor que él. Las mujeres constituyeron en la vida de Poe su mayor anhelo pero también fueron el último clavo de su ataúd.

Las incontables reyertas con su padre en torno a las decisiones de Edgar en la universidad –él quería ser poeta-, terminaron mancillando una relación que siempre fue hipócrita, Edgar usaba a su padre por meros intereses económicos y para su padre no significaba nada, era un simple y llano capricho de su esposa. Antes de partir de Virginia

y empezar una senda meramente idílica –algunos sostienen este periodo de su vida, como una senda bohemia-, se despide de aquel dicotómico periodo pues si bien fue siempre desdeñado; halló en la soledad y la prematura pérdida de sus musas –su madre adoptiva y Helen-, un estilo único: el gótico sureño. Una estela de esperanza yacía en la ciudad de Baltimore, su tía materna le brinda asilo y en esa peculiar, numerosa y poca afortunada familia encontrará en el seno de Virginia Clemm, un lenitivo ante incontables heridas. Son años calmos, Poe se sitúa en la mitad del abismo y el paraíso justo como aquel icónico paisaje producto del pincel de David Friederich.

Hay algo: un pérfido aroma, un desaliñado vestuario, un insípido sabor, una visión grotesca, un perverso mal que deambula en lentos e insondables pasos por la vida del auténtico y genuino artista. ¡La muerte del ser amado! Virginia Clemm enferma de ese minúsculo pero devastador mal; todas las mujeres en la literatura de Poe tienen reminiscencias en Virginia. La pasmosa marea que arrojaba manuscritos en botellas de todo tipo a la mente de Poe, pronto se convirtieron en una tempestuosa marea, que erigía inclementes olas que arrastraban a aquel errante barco a la locura.

El buen Edgar se convirtió en un nómada moderno entre New York, Filadelfia, Virginia y por último Baltimore, todas ellas vieron arrastrar esa alma penitente, ese espíritu alicaído, ese hombre que traspasó las sombras en la búsqueda de vivir siendo escritor. El resultado fue funesto, trágico, cruel y en cierto punto injusto. Entre delirios y atmósferas lóbregas causadas por una desvanecida mente falleció un 7 de octubre de 1849, tan sólo tenía 40 años.

Lo anterior fue una brevísima descripción de su vida, hay detalles perspicaces, soeces, lindos e inspiradores en su vida. Por ello, la biografía realizada por Cortázar en: Cuentos1 publicada por la editorial Alianza; es imperdible. Los cuentos de Poe son una evocación plena del alma, son los sueños no alcanzados, las frustraciones escritas con el tintero carmesí, el dolor aullante que se posa sobre la cornisa de nuestra ventana, los pasajes oníricos que forman esa vorágine de terror, las calamitosas experiencias que permean los horrores más humanos, es el efecto psicótico producto de opiáceos que desnudan los defectos, las indagatorias que se propagan en la almohada noche tras noche formando el misterio.

No hablaré de sus cuentos más famosos que son los de terror y horror, me gustaría recomendar tres cuentos en particular: El doble asesinato en la calle Morgue, La carta robada y El misterio de Marie Roget. Tales cuentos son los fundadores de un nuevo género literario: el género detectivesco o policíaco. Estos cuentos hacen gala de un excelso uso del análisis y la lógica, características inherentes a cualquier detective, y es que en estos cuentos seremos testigos del precursor de tal profesión; Auguste Dupin. El molde dado por Poe será tomado por otros grandiosos escritores, siendo el más famoso de ellos un tal: Sir Arthur Conan Doyle creador del detective por excelencia; Sherlock Holmes.

La invitación está hecha, se puede tomar un whisky o algún otro brebaje que enaltezca los sentidos, tomar su gabardina y no olvidar la lupa y el monóculo, quizá algún antifaz para pasar desapercibidos, llenar de tabaco la pipa, realizar hipótesis y, contrastarlas o refutarlas a cada párrafo, el mayor crimen que pueda cometer es no adentrarse a las sombras y misterios escritos por Edgar Allan Poe.

1 Poe, E. A. & Cortázar, J. (2010, 13 septiembre). Cuentos, 1 . Edición en español Alianza Editorial. nm

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