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Aumento de feminicidios en México

¿Cuánto daño puede hacerte el amor de tu vida?

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Quizás…el amor va de eso, de abrir una herida que sangra tarde o temprano. ¿La mía?

La mía sangraría al mismo instante en que salí corriendo en su búsqueda, temerosa de que le contase todo… lamento haber hecho esto, la sangre está en mis manos. ¿Alguna vez has sentido que la vida se convirtió en algo que nunca quisiste?

La noche en que te maté Por Bihotz BE

Una víctima y un verdugo bajo el mismo techo, ambos, sucumbiendo a la locura, y ¡¡no!!, no era esquizofrenia, ni parafilia, ni un momento explosivo intermitente, ni una especie de psicosis, sólo era yo mirándome al espejo y preguntándome, ¿me amaría más si matará a alguien?

Amar duele, es como entregarse a ser degollado y saber que en cualquier momento podría irse llevándose toda tu piel. Susan Sontang lo describió muy bien para mí.

Creó que soy de esa clase de persona que está destinada a querer tanto a una persona, que casi me mata, o al menos estaba en esa brutal línea entre el amor y el dolor, esa línea en donde creía que no habría diferencia.

“El amor, sólo descansa cuando muere” Paulo Coelho, sin haber muerto ya sabía que necesitaba un descanso, y al igual que Gabriel García Márquez, lo único que me dolía en ese momento, es que moriría y no sería por amor.

Camino desnuda, con el corazón de una joven en las manos, lo que sé, es que el hecho de soñar un nombre y escribirlo en una nota, no es suficiente argumento para asesinar sin piedad. ¿Que cómo lo hice?

Tal vez se trataba sólo de un escudo mental, de una pasión imaginaria que mantendría cautivos mis sentidos, y de repente algo acciona y a partir de ahí, sabes que nada volverá a ser lo mismo.

Fueron sus malditos ojos verdes, su depravada forma de sonreirme, su cruel manía de subyugarme ante sus malditos ojos verdes, fue mi loca razón de creer que me quería; era dulce, tierna, inteligente, vanidosa, sensual, atrevida, a veces dócil, muchas más pasional, delicada, pero tan explosiva al mirarme, era paz, deseo, encanto, fantasías, un cuerpo amenazante que perturbaba mi vista de lo hermosa y bella que era, y eso aceleró todo de mí cuando por primera vez se acercó y me sonrió.

No podía embotellar mis sentimientos por ella, había una razón por la que dije que sería feliz con ella, la miré tantas veces que fue la poesía de mis ojos, mi corazón explotaba solo por ella y esas mariposas sólo aparecían gracias a ella. Mi pecho sólo se expandía al escuchar su voz, y los lóbulos de mis oídos sólo eran el pedestal donde reposaba su boca cada vez que susurraba “te quiero”. El dorso de sus manos era el mejor lugar para besarla cuando me pedía que no la soltara y aquellos ojos verdes, sin duda, fueron mi destierro al mundo donde ella sólo me podía llevar, no fue porque pensará que sería feliz con ella, fue porque yo creí que si amaba a alguien y todo se derrumbaba, quizás no sobreviviría y es más sencillo estar sola, y porque si me diera cuenta de que necesitaba amor todo se acabaría, y me pregunté si sería posible vivir con ese tipo de dolor.

¿Me va a extrañar?

Sé que nadie la querrá igual que yo. Miro fijamente mi reflejo y ya no sé quién soy.

Practiqué mi confesión en caso de que suba al estrado, diré que aprendí mi lección y que hice lo mejor.

Estoy empacando mis cosas y limpiando las paredes, estoy enjuagando mi ropa y caminando por los pasillos.

No sentí nada en absoluto, durante todo este tiempo me imaginaba que esto iba a ser mucho más aterrador y al contrario, me siento relajada en este silencio, eso sólo era una proyección de la mentira en la que vivió Charles Manson, después de todo, tenía una pequeña frase para mi consciente locura de ignorar que me dolía, que dentro de la felicidad siempre había un escalofriante e intenso miedo a perderla.

Ansiedad, pesadillas y un colapso nervioso fue todo lo que necesité para mancharme las manos de sangre.

¿Sostendrá mis manos, las mismas que usé cuando maté? ¿Me entregaría cuando digan que estoy libre? ¿Me escondería cuando mi cara esté en las noticias?

El amor es el mayor engaño de todos, y ella era mi más hermoso engaño. Su belleza era perpetuadora de mis ojos y su sonrisa la asesina de mi locura, sus caricias el dolor de mi cuerpo y su voz la trastornada frase de un “te quiero” que perforaba mi corazón como un

puñal punzante de larga longitud que llegaba al punto exacto de hacerlo revivir cuando me besaba, mi atrocidad tenía una razón exacta y los argumentos perfectos de haber asesinado por amor. Espero que la haya hecho feliz, porque no hay marcha atrás.

No hay dolor más intenso que el que transmite la mirada del amor de tu vida en los últimos segundos de una inefable sonrisa que deja por último su rostro al verme.

Escucho las sirenas viniendo, veo las luces intermitentes.

La miro a los ojos, le digo que soy yo, pero no me reconoce.

¿Podrías dejarme? ¡por favor, solo déjame!

Llega el momento con las condiciones adecuadas, al límite de la mente y aprietas el gatillo, tal vez tenga una última oportunidad de ser feliz, esta vez no lucharé por sobrevivir, moriré aquí dentro y ella seguirá quebrando sueños, destrozando futuros, eliminando aspiraciones, dilapidando amores...

ANSIEDAD. ENOJO. NEGACIÓN. AMARLA.

No necesitaba ser una psicópata con trastorno mental altamente peligrosa, no necesite un arma, solo necesité una pesadilla, un colapso nervioso que desconectó mi cuerpo de mis sentidos pero la razón doliente se asomaba al espejo, el amor ya se había llevado mi piel, y los huesos del pecho estaban totalmente rotos. Mis venas no las pude cortar nunca, solo tomé mi corazón.

Voy por la calle con las manos llenas de sangre repitiendo mi confesión para no olvidarla, sintiendo que vivía algo que nunca quise, descansando pero muriendo sin haber sido por amor, temerosa de que mi herida contase todo con la nota del nombre que escribí y que asesiné sin piedad alguna, con el miedo a perderla, con su última mirada que dolió tanto como su última sonrisa y con ese simple beso que cambiaría todo para siempre pero que ella posó en labios de otro.

Hay un silencio escalofriante, todo da vueltas, las luces manchan mi visión, mis ojos lloran, mis manos han dejado caer mi corazón. Ella no regresó, mi confesión fue la nota con aquel nombre escrito y mi cuerpo desnudo sólo lo cubre una sábana blanca mientras alguien pregunta...

¿Cómo murió?

Se miró a sí misma al espejo. ¿Cómo? ¡Si! La nota decía su nombre….

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