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HISTORIA
Cuando Einstein renegĂł de las ondas gravitacionales En 1936, el fĂsico alemĂĄn enviĂł un artĂculo sobre ondas gravitacionales para su publicaciĂłn en una revista estadounidense. AllĂ, otro fĂsico le seĂąalĂł varios errores que ĂŠl no quiso admitir DANIEL MEDIAVILLA 11 FEB 2016 - 21:55 CET
Imagen del Albert Einstein Memorial, in Washington, D.C., tomada ayer. /CARLOS BARRIA REUTERS
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Las ondas gravitacionales eran una de las consecuencias lĂłgicas de la TeorĂa de la Relatividad General. En 1916, Albert Einstein le hablĂł a Karl Schwarzschild, el fĂsico que habĂa utilizado su teorĂa para predecir la existencia de los agujeros negros, de la posible existencia de estas ondulaciones del tejido espaciotemporal provocadas por objetos supermasivos. Sin embargo, aĂąos despuĂŠs, cuando ya habĂa abandonado Alemania para refugiarse en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton (EE UU), escribiĂł un artĂculo en el que junto a su asistente Nathan Rosen desmontaba la idea de que esas ondas pudiesen existir en la realidad.
Einstein titulĂł su trabajo con un sugerente ÂżExisten las ondas gravitacionales? y lo enviĂł a la revista Physical Review, una publicaciĂłn en la que ya habĂan aparecido varios artĂculos suyos. Aquellos trabajos se habĂan publicado con celeridad y sin mayores quebraderos de cabeza para el fĂsico alemĂĄn, pero no sucediĂł lo mismo en esta ocasiĂłn. John Tate, editor de la revista, enviĂł el artĂculo sobre las ondas gravitacionales a un revisor que encontrĂł errores en los cĂĄlculos de Einstein y Rosen, y escribiĂł un documento de diez pĂĄginas en el que seĂąalaba los errores del genio y su socio.
El fĂsico alemĂĄn, que en 1936 ya era una instituciĂłn cientĂfica de dimensiones cĂłsmicas, no se tomĂł bien la enmienda. En parte, quizĂĄ, por una cuestiĂłn de orgullo, pero tambiĂŠn porque la prĂĄctica de que cientĂficos anĂłnimos ajenos al estudio examinasen los artĂculos antes de su publicaciĂłn, ahora imprescindible, no se habĂa implantado aĂşn en Europa.
En lugar de analizar las correcciones del revisor, que resultaron ser  correctas, Einstein respondió al editor con  una carta airada en la que mostraba su disconformidad con su forma de actuar:
El fĂsico alemĂĄn, que en 1936 ya era una instituciĂłn cientĂfica de dimensiones cĂłsmicas, no se tomĂł bien la enmienda KWWS HOSDLV FRP HOSDLV FLHQFLD B KWPO
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Estimado SeĂąor,
Nosotros (el Sr. Rosen y yo) le habĂamos enviado nuestro manuscrito para su publicaciĂłn y no le habĂamos autorizado a que se lo mostrase a especialistas antes de su impresiĂłn. No veo razĂłn para responder a los en cualquier caso errĂłneos comentarios de su experto anĂłnimo. Debido a este incidente, prefiero publicar el artĂculo en otro lugar.
Respetuosamente,
P.D. El Sr. Rosen, que ha partido hacia la UniĂłn SoviĂŠtica, me ha autorizado a que lo represente en este asunto
DespuĂŠs de este altercado, Einstein no volviĂł a publicar nada en Physical Review, pero sĂ que replanteĂł su postura. Leopold Infield, asistente de Einstein, trabĂł amistad con el autor de la revisiĂłn, el cosmĂłlogo Howard Percy Robertson, que le mostrĂł su visiĂłn sobre el trabajo de su jefe respecto a las ondas gravitacionales. DespuĂŠs, Infield le transmitiĂł la informaciĂłn a Einstein que, despuĂŠs de afirmar que ya habĂa encontrado un error en el borrador que habĂa mandado, escribiĂł a la Revista del Instituto Franklin, donde su artĂculo ya habĂa sido aceptado para su publicaciĂłn, y explicĂł que se debĂan realizar una serie de correcciones. El sistema autocorrector de la ciencia pudo incluso con el orgullo del mayor cientĂfico del siglo XX.
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