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Arte El Hiperrealismo de Feuerman
EL HIPERREALISMO DE
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Carole Feuerman
LAS ESCULTURAS de la estadounidense Carole Feuerman parecen tan reales que hasta consiguen poner celosas a las fans del cantante colombiano Maluma, uno de los propietarios de obras de esta reconocida escultora hiperrealista. “Kendall”, una de las esculturas de nadadoras de Feuerman, a las que no les faltan ni las gotas que quedan en la piel al salir del agua, los cabellos que escapan de la gorra de baño o las uñas de los pies con manicura francesa, fue presentada por Maluma como su novia en las redes sociales en plena cuarentena. La Kendall de verdad existe y posó hace tiempo para Feuerman, quien durante una entrevista con motivo de sus 50 años de carrera artística subraya que no le interesa imitar la realidad sino “entender a las personas” y “contar historias”.
50 AÑOS LUCIENDO BIEN
El regalo por su medio siglo de dedicación al arte es el libro, “50 años luciendo bien”, editado por el historiador de arte John Spyke y por ahora la compilación más completa del trabajo de esta artista nacida en Connecticut y residente en Nueva York. “Desde mis comienzos estuve completamente segura del tipo de arte que quería hacer”, dice Feuerman, quien en 2017 presentó en la Bienal de Venecia una exposición individual en un jardín público con distintas nadadoras y otras figuras. Entre ellas estaba “Kendall Island”, una escultura en bronce pintado a la laca y de tamaño real, que como la mayoría de las obras de Feuerman es una mujer, tiene los ojos cerrados y parece vivir un momento de placentero ensimismamiento. Además de provocar el deseo de tocarlas, estas esculturas hiperrealistas producen la curiosidad de saber qué pasa en sus cabezas de bronce o resina. Feuerman dice que a veces con los ojos cerrados se “ve más” que con los ojos abiertos. La artista, que comenzó como ilustradora, lo que en los años 70 no era considerado “bellas artes”, recuerda perfectamente cuándo tuvo la idea de esculpir nadadoras. Estaba en la playa con sus hijos y vio a una mujer que salía del mar con el agua resbalando por la cara y el cuerpo y abriéndose paso como el mascarón de proa de un barco en el mar. En ese momento, con los dedos curvados y dejando un hueco por donde mirar como si fuera un catalejo, la enfocó y supo que eso era lo que quería hacer con su arte.
17 AÑOS Y SIN ARRUGAS
Feuerman quiso que la primera nadadora fuese una mujer “universal” y real, ni joven ni vieja, con imperfecciones y manchas en la piel, muy diferente a sus actuales figuras que “tienen 17 años y ni una arruga” y representan un mundo ideal y onírico. La empezó en 1979 y la terminó en 1981 cuando la presentó en una exposición en una galería de Nueva York a la que tuvo que pagar por el espacio, pues a nadie en esa época le interesaban sus obras y recibía siempre comentarios de que el figurativismo no estaba en boga o que lo suyo era “arte comercial”. Esa exposición pagada cambió su vida cuando ya estaba “descorazonada” pero seguía luchando por abrirse camino. El coleccionista Malcom Forbes compró la nadadora y todo lo demás que estaba en exhibición y a partir de entonces todo le fue más fácil. “Echar a andar fue muy, muy difícil”, dice sobre sus comienzos esta artista única, aunque los expertos suelen encuadrarla con Duane Hanson y John DeAndrea, ambos escultores hiperrealistas. Como no se olvidó de aquellos tiempos duros, los beneficios obtenidos con la venta del libro de los 50 años de carrera son para una fundación que creó en 2011 con el fin de alentar y ayudar a jóvenes escultores sin representantes ni espacios donde exponer.
EL ÉXODO DE CUBANOS DIO A LUZ A “SERENA”
A Feuerman no solo le interesan las nadadoras, también se ha inspirado a lo largo de su carrera en bailarinas y en hechos de actualidad como el éxodo de cubanos a Florida en los años 80. De ahí surgió “Survival of Serena”, una escultura de una mujer agarrada a la llanta de una rueda de camión que descansa la cabeza sobre la goma, como haría quien ha pasado por una difícil travesía y ha llegado a su destino. La escultura original mostraba solo la llanta y unas manos de mujer sobre la goma, después hizo una versión que presentó en la Bienal de Venecia en 2007 ya con cabeza y luego llegó “Survival of Serena”. Además de hacer variaciones sobre una misma obra Feuerman fue aumentando en tamaño de sus esculturas para conquistar los espacios públicos, aunque sin dejar de lado formatos más accesibles para los amantes del arte particulares. En la Bienal de Venecia dos esculturas de nadadoras de gran formato fueron colocadas a la entrada a modo de guardianas, pero Feuerman se queja de que todavía en Estados Unidos esas figuras femeninas no son bien vistas para poner en valor espacios públicos. Quizás a quienes toman esas decisiones les parecen frívolas, pero el público no puede dejar de mirarlas incrédulo de que no respiren. Feuerman dijo en una entrevista hace años que sus nadadoras “aman la paz y a veces el placer. Están satisfechas con la vida, es más, son sobrevivientes”. Cada una tiene su personalidad y cuenta su propia historia, y todas son pintadas individualmente a mano por el equipo de 14 personas que trabaja con Feuerman. “Nada es eterno”, dice la artista cuando se le pregunta cuánto tiempo aguantarán al aire libre estas nadadoras con su ligero bronceado de un día de sol, su manicura perfecta y unos trajes de baño dignos de las mejores revistas de moda. Feuerman está segura, sin embargo, que van a seguir “luciendo bien”, como pregona su libro, incluso aunque los colores dejen de ser tan vivos como cuando salen de su taller.