Oscar Martinez Velez - La historia del hipopotamo que se creia mosca

Page 1

La historia del hipopรณtamo se creta mosca ,

EDUCACION INTEGRAL CUN CALIUAU HUMANA

NOMBRE:

MIRANDA URBAN SOLANO

GRADO: MATERIA: MAESTRO:

2o. GRUPO: MARIE CURtE ESPAร OL MARIA GUADALUPE RIVERO DOMINGUEZ


La historia del hipopótamo que se creta mosca �

.1

•• ......

1

1

• 1

J


La historia del hipopótamo que se creta mosca ,1'

/

Osear Martínez V élez

Ilustraciones de Fabricio Vanden Broeck

\

GRUPO EDITORIAL

norma http://www.norma.com Bogotá, Barcelona, Buenos Aires, Caracas, Guatemala, Lima, México, Miami, Panamá, ' Quito, San José, San Juan, San Salvador, Santiago de Chile, Santo Domingo.


Contenido © Óscar Martínez V élez,

2003

© Norma Ediciones S.A. de C.V., Av. Presidente Juárez

2004,

2003

Fracc. Industrial Puente de Vigas Tlalnepantla, Estado de México, CP

54090, México

Primera edición: marzo,

2003

2009 Segunda reimpresión: agosto, 2009 Tercera reimpresión: agosto, 2010 Primera reimpresión: agosto,

Edición: Lorenza Estandía González Luna Oiagr¡unación: Punto 5 Diseño Gráfico Ilustraciones: Fabricio Vanden Broeck

5 000 pasteles de�guayaba La gran solución La mosca Gumersinda El hipopótamo más veloz del mundo El hipopótamo volador La gran comilona El hipopótamo que desapareció en la selva

.. . . . . . .. .

. . . . . . . . . ................

. . ..............

11 19 23

. . . ....................

31 47 65

........

73

. . .. . ... . . . . . . . . . . ................

... . . . ........ .

Impreso en México - Prin ted in Mexico

978-970-09-0448-1 28011691

ISBN: CC:

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o trans­ mitida en manera alguna ni por ningún medio, conocido o por conocer, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin autorización por escrito de la editorial.


Para el tío Alfredo, pilar del cine nacional, y para la tía Emilia, su inspiración.


5 000 pasteles de guayaba

Resalía era �ñ hipopótamo muy fuera de lo com ún. Se la pasaba todo el día viendo la televisión, comien� do pasteles de guayaba y echado en su cama desde que amanecía hasta la hora de dormir. Era el hipopóta� mo más flojo que se había visto por aquel tiempo. Pero además se sentía mosca. O más bien, quería ser mosca. Le fasci� naban esos animales, con sus mara� . villosas alas, sus cuerpos diminutos, esas patas ágiles, sus ojos enormes y


el sonido que hacían al volar: "bzzzz". Y no se cansaba de observarlas, brin� cando de charco en charco, tnetién� dose entre la fruta y el hocico de otros hipopótamos, parándose aquí, parándose allá. Y cuando Rosalío se miraba en el espejo y veía su cuerpo gordo, sus colmillos grandes, sus patas gruesas y sus pequeñas orejas, se daba cuen� ta de que definitivamente estaba muy lejos de parecer una mosca, y se ponía triste. A veces hasta le brota� ban unas lágrimas grandes, como del tamaño de una u�a. Ese hipopótamo era hijo del rey de los hipopótamos, y todo eso enfu� recía mucho a su papá. No podía soportar tener un hijo que se la pasa� ba viendo la televisión, comiendo pasteles de guayaba, llorando lágri� mas del tamaño de una uva... y lo que de verdad no toleraba era que admirara a las moscas. Por eso decidió consultar al doc� . tor Chirivitas, que una mañana llegó hasta la cama de Rosalío con su por�

· . . . ,_

13


14

ta folios lleno de jeringas, n1artillos, serruchos y otras cosas que usaba para curar. -LT ú eres el hipopótamo que se siente mosca? -le preguntó. Pero él no le hizo caso porque estaba viendo un programa cómico. -Jo jo jo jo jo -así se reía el hipopótamo. El doctor apagó la televisión. -LT ú eres el hipopótamo que se siente mosca? -le volvió a preguntar. Rosalío lo miró. Pensó en recia� tnarle por haber interrumpido su programa favorito, pero mejor se con� tuvo sospechando que algo en ver� dad malo estaba por suceder. -A ver, jovencito, abre el hoci� co... mmmhhh, has comido muchos pasteles de guayaba, tienes todas las muelas picadas. Después le revisó los oídos y se dio cuenta de que estaban muy sucios, cuando vio los ojos le dijo que los tenía hinchados por ver tanta tele � visión, que quizá necesitaría lentes, y· además le recomendó bajar de

peso porque, a pesar de ser un hipo� pótamo, era un hipopótamo dema� siado gordo para su edad. -Pues no estás muy sano, n1ucha� chito -diagnosticó el doctor. Bas� tante pasado de peso para mi gusto, pero tampoco estás grave... lo que sí me preocupa es la debilidad que sien� tes por esas sucias, diminutas e insig� ni ficantes criaturas llamadas n1oscas. Cuando el hipopótamo oyó esa palabra, . moscas, se quedó como hipnotizado. -LQué es lo .que te atrae de ellas? -agregó el doctor. Y Rosalío no sabía si hablarle de esa manera tan especial que tenían para comer, de su agilidad para meter� se volando por entre las patas de los elefantes, o de las formas que había en sus alillas iguales a pequeños mapas... Pero en realidad no supo qué contestar y se quedó callado. -Mmhhhhh... -el doctor lo miró con esos lentes gruesos de fondo de . botella y pensó que el caso era más grave de lo que imaginaba. Que en

15


16

realidad ese hipopótamo no sólo era admirador de las moscas, sino que casi se creía mosca, y de seguir así no habría medicina que lo pudiera curar o un tratamiento reversible. Todo eso se lo platicó al rey de los hipopótamos. _¿y qué podemos hacer? -le preguntó el rey muy preocupado, pues ya se imaginaba a su hijo ali, mentándose de desperdicios o tra, tando de volar como los odiados animalillos. - Déjeme estudiar el caso -le contestó el doctor-, mañana traeré alg ún remedio. Y el rey se quedó muy angustiado en la puerta de su castillo, viendo cómo el doctor Chirivitas se iba arrastrando por la vereda. Sí, arras, trando, porque el doctor Chirivitas era una víbora.


La gran solución

Al otro día ·:1 doctor Chirivitas ,

llegó con dos soluciones: -La primera es mandarlo a estu, diar ingeniería espacial a Groenlandia -le dijo al rey hipopótamo-; cuen, tan que allá no hay moscas, y así se le van a olvidar. Pero el rey no quería mandar tan lejos a su hijo, pues sentía que lo dejaría de ver mucho tiempo, así que le preguntó por la segunda opción. -i Ah! La otra es muy interesan, te. La idea es convocar una compe,


20

tencia entre un hipopótamo, que en este caso sería Rosalío, y una mosca, que podría ser cualquiera. Se trata� ría de una serie de pruebas entre los dos participantes, en las que al final se impondría la superioridad de los hipopótamos. -Eso me parece muy bien -le dijo el rey. -Y así Rosalío se daría cuenta de que no hay nada mejor que ser un hipopótamo. El rey ordenó al doctor que comenzara con los preparativos y se fue al cuarto de Rosalío a darle la buena noticia. Pero cuando llegó no lo encontró frente al televisor, don� de solía estar todo el tiempo. Y es que el rey no se había dado cuenta de que mientras ellos hablaban, Rosalío los había estado espiando y al oír los planes que tenían para él trató de huir por una ventana, pero su cadera era tan ancha que cuando quiso saltar se quedó ahí atorado. Después trató de esconderse debajo de su cama, pero era tan gordo que

ni siquiera una pata pudo meter. De ahí se fue a cubrir con una cortina, pero la silueta de su panza se notaba tanto que tuvo que irse a otra parte. Hasta que lo encontraron en la cocina, atrás de un pastel de guaya� ba, entonces Rosalío, más que nun� ca. . . odió ser un hipopótamo.

21


La mosca Gumersinda

E1 anuncio ofi�l�l de la competen­ cia se dio en el salón más elegante del castillo. Y el doctor Chirivitas, que ya había estado trabajando, presentó a la contrincante de Rosalío. La lleva, ba en una caja de bombones forrada de papel dorado. - Damas y caballeros -dijo él-, con ustedes la mosca Gumersinda. Y en eso se abrió la caja y salió volando lo que para cualquiera sería una mosca normal, una mosca com ún


24

·

y corriente, como las que se pueden ver en todos lados. Pero en realidad era una mosca muy especial, pues aunque volaba igual que cualquier mosca, comía lo mismo que cual, quier mosca y zumbaba igual que cualquier mosca... tenía un sentido del humor bastante fuera de lo com ún, que a cada momento la des, ternillaba con unas carcajadas ape, nas perceptibles: -Ji ji ji ji ji . . . ·Cuando tocó el turno de Rosalío, el rey habló en su nombre diciendo que el hipopótamo competidor había tenido un pequeño contratiempo y por eso no pudo ir a la presentación. Pero lo que nadie sabía era que Rosalío no había querido moverse de su cuarto, donde se encerró a llo, rar esas lágrimas grandotas y gordas, que eran como una uva. Y de donde no lo pudieron sacar en todo el día ni cinco elefantes, tres víboras y un rinoceronte. Porque Rosalío, que estaba decidido a nunca salir de ese cuarto, se agarraba del marco de la

/l

r 1/

1 )

1


26

puerta con las patas, las pezuñas, los colmillos y la lengua. Por último, ya cuando anochecía y todo parecía perdido, llegó un persa� naje misterioso al castillo. Venía en� vuelto en una capa negra y traía un sombrero de ala ancha. Pidió hablar con el rey y le aseguró que él sería capaz de sacar a Rosalío de su cuar� to y, además, hacerlo ganar la com� petencia. Desde ese momento, aquel deseo� nacido se convirtió en el entrenador del hipopótamo que se creía mosca, y sin perder más tiempo se fue hasta su cuarto. "T 10c toe toe , toco, 1a puerta. Y como nadie le contestó, se qui� tó la capa y le dio tres patadas hasta qye se abrió. Y ahí, sobre la cama, tapándose la cabeza con su almoha� da, estaba el hipopótamo que se creía mosca. _¿Por qué no quieres salir? -le preguntó el misterioso personaje. -...tengo miedo. _¿Miedo? "

·

-Sí... es que en realidad nunca he visto una mosca, así, de cerca. Siempre las veo por la televisión, o de lejos, allá en la selva, pero jamás me he topado con una frente a fren� te. Sólo una vez, cuando tenía seis años, se vino una embarrada, muer� ta, en uno de los pasteles de guayaba que tne hace la cocinera. El entrenador se quedó meditan� do un minuto. Se aclaró la garganta y le contestó: -Muy sencillo, Rosalío. Sólo imagina que esá mosca es otra cosa, algo muy agradable, como un regalo de Navidad, una fiesta de cumplea� ños, una flor o una sandía... y la magia está lista. Rosalío pensó que si se encontra� ba con la mosca imaginaría que era un regalo de Navidad, una fiesta de cumpleaños, una flor o una sandía, y le pareció una maravillosa idea. Entonces se atrevió a quitarse esa almohada de la cabeza para conocer a quien le había dado tan buen con� sejo... pero no vio a nadie.

27


28

"¿Sería un animal invisible?", se preguntó Rosalío. -Acá... acá, abajo. Volteó al suelo y se encontró con la criatura más fea que había visto en su vida. Tenía unos dientes gran, des, con unos pelos como de escobe, ta, una cola muy larga y unas orejas similares a las hojas del árbol de aguacate. -Me llamo Casimiro... Casimiro el tlacuache. Desde hoy soy tu entre, nador y el encargado de que ganes la competencia.


El hipopótamo más veloz del mundo

Todo el rein � animal asistió a la primera prueba. Ahí estaban los elefantes, las jira fas, los cocodrilos, las cebras, los rinocerontes, las aves� truces y muchos otros habitantes de la selva. Pero lo que más había era changos, que se la pasaban gritando y aplaudiendo. El rey de los hipopótamos cortó un listón para inaugurar la campe� tencia. Después el doctor Chirivitas, que era el maestro de ceremonias, se


32

·

limpió los lentes, se aclaró la gar� ganta y anunció: -Esta competencia, entre dos de los más apreciados integrantes de nues� tra comunidad, constará de tres pruebas. La primera será de veloci� dad. Para eso voy a presentarles a la competidora que viene representan� do a las moscas. Se oyó un redoble de tambores, una trompeta, un platillazo, y la cortina que estaba a su lado derecho se abrió. Ahí, sobre un cojín de terciopelo rojo, �apareció la mosca Gumersinda. Hubo aplausos. Quienes podían ver bien a la mos� ca, o sea los animales más pequeños, se impresionaron de lo elegante que venía: pantaloncillo azul, playera blanca y una banda en la cabeza. Los demás animales la pudieron apreciar después con una lente de aumento. -Y a mi izquierda -continuó el anunciador-, representando a los hipopótamos, tenemos al príncipe Rosalío.

·

Hubo más aplausos. De nuevo se oyó el redoble de tambores, la trompeta, el estruendo de los platillos al chocar entre sí, se abrió la cortina que estaba del lado izquierdo y apareció un sillón grande, fuerte, como de roble... pero vacío. -iRosalío a ún no llega! -gritó uno de los changos. Y cuando el rey oyó eso se le hin� charon las orejas, se le pusieron los ojos colorados, apretó los colmillos y gritó: -iVayan por 'ese gordinflón! -se imaginaba a su hijo viendo alguna telenovela o algún programa míen� tras se atragantaba de pasteles de guayaba. -Ji ji ji ji . . . -se rió la mosca. Comisionaron a un grupo de rino� cerontes para que lo fueran a buscar, y no lo encontraron ni en su cuarto ni en la sala ni en la cocina; y cuan� do pensaban que había huido y se preparaban para darle la mala noti� cia al rey, otro chango gritó: -iAhí viene, ahí viene!

33


34

Y todos los animales se asomaron por una vereda y lo vieron, primero como un puntito gris que se acerca� ba, después ya pudieron distinguir su cabeza y su cuerpo redondo. Traía un pantaloncillo amarillo, una pla� yera verde y unos zapatos tenis. Sudaba mucho porque venía corrien� do, quizá no tan rápido como las gacelas o los conejos; puede que has� ta una tortuga, a buen paso, lo reba� sara; pero lo que sí era cierto es que ese hipopótamo corría con1o nunca en su vida lo había hecho. "Brom... brom... brom...". A cada paso que daba el suelo se estremecía. Atrás, muy de cerca, lo seguía Casimiro montado en una bicicleta. Se les había hecho tarde porque esa semana había sido tan dura como jamás tuvo Rosalío, sin pasteles de guayaba, sin televisión, sin siesta y sin los apapachos de su mamá. Fueron días de ir todo el tiempo al gimnasio, de practicar en el estan� que, de saltar la cuerda y de una


36

rigurosa dieta de líquidos, coli flor y lechuga. Y los changos seguían gritando. -iAhí viene el gordo, ahí viene el gordo, ahí viene el gordo! En realidad no habían dejado de gritar desde que lo distinguieron como un puntito gris. Y el rey hipopótamo sonreía orgu� lioso hasta que los changos empeza� ron a gritar otra cosa. -Ahí va, ahí va, iqué ya se va el gordo! iDeténganlo! iSe está yendo! Todos los animales lo habían vis� to venir, pasar por en frente de ellos y seguir sin detenerse con dirección al río. -iLo había olvidado! -gritó el ·tlacuache- iPara! iQue pares! iTe lo ordeno! -...pero ¿por qué? -le contestó Rosalío. _¿ya se te olvidó? _¿Qué? -Que además de ser un hipopó� tamo gordo, el más gordo que he conocido, de ver televisión todo el

día, de comer esos est úpidos paste� les de guayaba en vez de plantitas, como cualquier herbívoro, y de sen� tirte mosca... además de eso ... eres un hipopótamo miope, estás ciego, no ves nada -el entrenador le dio un pequeño estuche--. iPóntelos! Rosalío abrió el estuche, sacó los lentes, se los llevó a los ojos y vio tan� to verde, tanto sol que se metía por todas partes y tres cosas que lo deja� ron pasmado: esas trompas con forma de saxo fón de los elefantes, esos cue� llos largos de las' jirafas y esos horri� bles pelos de los changos. -iGuauuuu! -dijo Rosalío. -No te distraigas, ya ves lo que te pasó en los ojos por mirar tanta televisión, ahora vamos a la línea de salida. Rosalío y el tlacuache se acercaron a donde estaban todos los animales. -Camina seguro, como si ya hubie� ras ganado -le dijo el tlacuache. Y Rosalío sacó la panza y empezó a caminar moviendo la cadera de manera rítmica.

37


38

Entonces, con esos lentes nuevos, volteó a ver al p úblico que guardaba silencio, a su papá que lo miraba con orgullo, al doctor Chirivitas que lo miraba como a un caso grave . . . y cuando descubrió ahí, sobre un cojín rojo ... a la mosca... se detuvo. Y Casimiro, que venía atrás, cho� có con él. _¿Qué sucede? -le preguntó. -iAhí está! -¿Quién? - La mosca. - Recuerda lo que te dije, piensa que esa mosca no es una mosca. -Si no es una mosca... ¿qué es? -Pues no lo sé, lo que tú más quieras... una televisión... un pastel de guayaba... o quizás una hipopóta� ma muy bonita. Pero Rosalío no pudo imaginarse que esa criatura era una televisión, un pastel de guayaba o una hipopó� tama muy bonita. -Tengo miedo... -Vamos, camina que todos los animales nos están viendo, camina

- Casimiro lo empujó-. Si no pue� des ünaginar eso, entonces sólo trata de no verla. Rosalío empezó a caminar muy lentamente, volteando a ver los árboles, el cielo, las montañas, todo lo demás menos esa mosca. Cuando llegó junto a ella el p úblico aplau� dió. Después guardó silencio. Y el tlacuache dijo en voz alta: -iRosalío, saca el arma secreta! En ese momento todos los animales guardaron silencio y voltearon a ver cuál sería el anria secreta. El rey dejó escapar una ligera' sonrisa y hasta la mosca se sintió un poco preocupada. Y de una bolsa que le pasó el tlacuache, Rosalío sacó un par de brillantes y hermosos patines color guayaba. -iÉse es mi hijo! -gritó el rey. Un "iohhhh!" de admiración se escapó del p úblico. Y un "ji ji ji ji" , seg ún dicen algu� nos que le oyeron, a la mosca. ·Rosalío había estado los últimos dos días de la semana practicando

39


40

con esos patines en uno de los salones del castillo. Primero se cayó treinta y dos veces, se descalabró y casi se rom� pe una pata. Pero después empezó a dar unos pasitos cortos él solo, se aventuró a dejar que la inercia jalara el peso de su cuerpo y se dio cuenta de que no era tan mal patinador, incluso le gustaba. Hizo círculos, ochos, pati� nó en reversa y también realizó figuras artísticas sosteniéndose en una pata y las otras tres suspendidas en el aire, subiéndose el tlacuache a la cabeza, y llevando el ritmo de un vals de Strauss. Y cuando el hipopótamo se puso los patines todos los animales volvieron a soltar otro "iohhh!" de respeto. Y es que en realidad nadie había visto en la selva a un hipopótamo con patines. Y nadie creía que hubiera animal capaz de sostenerse sobre esas rueditas, ni siquiera su entrenador, que había esta� do toda la semana analizando cómo lograría hacer que esa mole de más de una tonelada se desplazara a toda velocidad de un punto de la selva al


42

otro. Primero se le ocurrió montarlo en una bicicleta, pero estaba tan pesa� do Rosalío que nada más de sentarse le ponchó las llantas; después probó con un patín del diablo, pero el nuevo atle� ta no pudo guardar el equilibrio; con una tnotocicleta, pero el motor se que� mó; y hasta lo tnontó en un caballo que despanzurró. Rosalío se puso el casco, las rodi� lleras y unos guantes de piel. Y otro "iohhh!" se escapó del p úblico. El doctor Chirivitas se aclaró la garganta y gritó: -En sus marcas... listos... fuera.. Y al mismo tiempo que decía esto últüno, dio un balazo al aire: " bang", que estremeció a Rosalío (nadie le había dicho lo del balazo). - Deja de estar volteando a todas partes y ponte a patinar -le gritó su entrenador. Entonces Rosalío volteó para acle� lante y vio el puntito azul de la mosca (recuerden que de ese color eran sus pantaloncillos) que ya le llevaba una buena delantera. .

-iVamos! iPatina! iPatina! -le seguía gritando el tlacuache. Rosalío empezó a mover las patas, se agachó para cortar el aire, y poco a poco fue tomando vuelo; primero co� mo una tortuga, después como un conejo y finalmente iba tan rápido que a su paso deja ba una ventisca y un chiflido sin que se le pudiera ver. En las rectas aumentaba la velo� ciclad, en las curvas echaba todo su cuerpo al lado contrario y en las pendientes se dejaba deslizar con su puro peso. ' Entonces, cuando todos estaban seguros de que él sería el ganador y . gritaban su nombre en una porra, Rosalío llegó hasta una cuesta don� de ya no fue tan fácil avanzar, donde parecía que el cuerpo le pesaba el doble, donde el corazón casi le re� vienta, y donde todo le comenzó a dar vueltas y se sintió tan agotado que se dejó caer al suelo. Se hizo el sílencio, ya no se oye� ron los gritos de las cotorras ni los aplausos de los changos.

43


44

-iArriba! iArriba! -le volvió a gritar el tlacuache. Mientras tanto la mosca seguía su carrera sin distraerse: -Ji ji ji ji ji ... El hipopótamo se paró, sacudió la cabeza, y volvió a mover las patas para subir esa colina. Al principio lo hizo con ritmo, después con furia; pero por más que se esforzaba sólo podía avanzar unos cuantos centíme� tros hasta que se dio por vencido y otra vez se dejó caer al suelo como un costal de papas. Ahí oyó el silbato que anunciaba la llegada de la mos� . ca... y cómo añoró en ese momento estar frente a su televisión, disfrutan� do de algún programa de risa, con un delicioso pastel de guayaba. Le brotó una lágrima del tamaño de una uva. -iArriba! -le ordenó el tlacuache. Rosalío no quería volverlo a oír, cerró los ojos y se empezó a quedar dormido. -iBuuuuu! -gritaban· a coro algunos changos mientras que otros se atacaban de hi risa.

-Si no te vas a parar tendré que cargarte - Casimiro se acomodó al hipopótamo en el lomo y haciendo equilibrio, sintiendo que se iba a partir en dos, se lo llevó. Esto fue lo que pintó en una pizarra el gusano encargado del marcador: Primera

Segunda

Tercera

prueba

prueba

prueba

Gumersinda Rosalío

O

45


El hipopótamo volador

El tlacuache puso la misma cara de horror cuando una vez se encon� tró en su madriguera con el hocico, lleno de colmillos filosos, de un tigre que estuvo a punto de comérselo. -l Qué pasa, Casi? -le preguntó el hipopótamo. Y todavía no podía quitar esa cara de horror cuando le enseñó el pape� lito donde les anunciaban cuál sería la siguiente prueba.


Rosalío lo leyó: Prueba núm. 2 Vuelo de altura

48

Casimiro no lograba imaginar cómo podría hacer para que ese hipopóta� mo, que pesaba lo mismo que cua� trocientos veinticinco pasteles de guayaba, volara. Esa misma mañana fueron a com� prar unos globos y después se aden� traron en la selva hasta un lugar donde nadie los pudiera ver. _¿Para qué son todos esos glo� bos, Casi? -Para convertirte en el único hipopótamo más ligero que el aire. i'E n e 1 un1co que�....7 � - Espera un poco y lo vas a ver. Primero le amarró un globo en la cintura, se alejó de él, esperó... y no pasó nada. Después le amarró otro en el cuello, se alejó, esperó... y tam� poco pasó nada. Entonces le puso otro en la cintura, uno en cada pata y dos pequeños en las orejas, se ale� jó... y no pasó nada. -

.


50

-iYa sé qué sucede! -gritó Casi, miro- iQuítate esos zapatos tenis! Rosalío se desamarró los zapatos, y al principio se sintió un poco más ligero, después como que el suelo se le quería n1over. Se le escapó un: -1·uyyy....'

Y entonces, como si fuera una bola de algodón o una enorme bur, buja, se empezó a elevar. _¿Qué sucede, Casi, qué suce, de. .? Estoy volando. -iPer fecto! -Ayúdame, Casi, tengo mucho miedo. -No pasa nada, agárrate bien. Rosalío pasó junto a las copas de 1os árboles, observó cómo el tlacua, che permanecía en el suelo, cómo se iba alejando. Después alcanzó a ver dos montañas, las cabezas de unas jira fas por arriba de la vegeta, ción de la selva y, más allá, un lago donde se bañaba un grupo de ele, fantes. Se encontró con unos patos que pasaban volando por ahí, con dos .

mariposas. Y comenzó a sentir que eso de volar le gustaba. -i Es muy bonito esto! -gritó Rosalío. El tlacuache lo miró con cierta descon fianza y se hizo a un lado, sospechó ,que si esos globos se reven, taban le podía suceder algo nada agradable. Entonces una ventisca cambió el rumbo del hipopótamo volador y lo dirigió hacia unos árboles donde había un panal de abejas. -i Casi, voy.· hacia un panal! -gritó Rosalío, q�e veía cómo poco a poco se iba acercando a la casa de las abejas... y lo único que pudo hacer fue cerrar los ojos. "Prammm", así se escuchó la coli, sión; "pas pas pas pas pas", así los globos al reventarse, y enseguida un "bzzzzzz", que era el sonido de las abejas enfurecidas. Dos rinocerontes, cinco ardillas, una cebra y tres arañas fueron los encargados de bajar a Rosalío; que no sólo había sufrido las picaduras de

51


52

las abejas, también se rasguñó todo el cuerpo con las ramas de los árboles y se quedó enredado en los hilos de los globos. -iBájenlo rápido! -gritaba Casi� miro- iBájenlo rápido que se me está ocurriendo otra maravillosa idea! -No, yo ya no quiero nada -dijo Rosalío. El tlacuache desapareció mientras las gacelas�doctores le ponían una pomada por todo el cuerpo a Rosa� lío, y cuando pudo caminar otra vez casi se le salen los ojos del susto: Casimiro estaba de regreso y traía un costal lleno de cohetes. -iEsto no fallará! Le amarró en el lomo dos proyec� ti:les que tenían rayas rojas y amari� Has como un caramelo. Encendió un cerillo. Rosalío cerró los ojos. El tlacuache prendió la mecha y... "iPuuumm!" Hubo una gran explosión que lo cubrió todo con una nube de humo y polvo. ·


54

Casitniro soplaba para abrir una ventana y poder mirar al cielo; prime� ro vio un puntito junto a una nube y pensó que era Rosalío. . . pero después se dio cuenta de que era una cigüeña; enseguida descubrió otra silueta en el aire, casi junto al sol... pero era uno de esos astros extraños que se ven por el día; por último vio algo de mayor tamaño saltando de un árbol a otro, le aventó una piedra al descubrir que era un chango mirón. -Aquí estoy, Casimiro... -esa voz era igual a la del hipopótamo volador. Y cuando las nubes termina� ron de disiparse, ahí junto a él, donde lo había visto la última vez, se lo encontró, no se había movido ni un centímetro. Pero era un hipopótamo de aspecto en verdad lamentable. Lleno de hollín y con el lomo, las patas y la panza chamuscados. De la cabeza le salía un hilito de humo. - Disc úlpame, Rosalío -le dijo el tlacuache-. Disc úlpame... o si quieres no me disculpes, pero déja� me intentarlo de nuevo.

Rosalío caminaba rumbo al casti� llo con su cuerpo tiznado que Casi� miro trataba de limpiar con un trapito. Lloraba esas lágrimas del ta tnaño de una uva. -Por favor, discúlpame -le seguía diciendo el tlacuache, y cuando vio que ya no había otra manera de con� vencerlo sacó algo que tenía escondi� do detrás de un árbol: un pastel de guayaba. El hipopótamo lo vio, se aba� lanzó sobre él y mientras se lo comía, el tlacuache siguió hablando. - Esa nueva idea que tengo es maravillosa y se puede comprobar que sí funciona. Rosalío terminó de masticar un bocado de pastel de guayaba y le preguntó: _¿De verdad? -iClaro!, a ver, dime ¿qué nece� sitan los pájaros para volar? -Plumas... -Sí, pero hay otra cosa muy importante. , _¿La cabeza... las patas... el . ptco ....7

55


56

-No... ¿en qué se parecen los pája� ros a las mariposas y las libélulas? Rosalío se quedó pensando. Sacó la lengua y cerró los ojos para pensar meJor. -...esa pregunta está muy di fícil, Casi. -i Claro que no! -el tlacuache pensó que ese hipopótamo, además de sentirse mosca, era medio tonto­ ¡Se parecen en que tienen alas! Con las ramas de un árbol, las plumas de un zopilote y una telara� ña fabricaron dos grandes alas que eran muy sitnilares a las de una mos� ca, y que con unas lianas se las ama� rraron al lomo. -Parezco el ángel de los hipopó� tamos -dijo Rosalío cuando se vio en un espeJO. _¿ya le hiciste un buen nudo? -le preguntó el tlacuache. -Sí. -Bueno, pues vamos a probarlas. Y Rosalío, que ya no confiaba en nadie, sintió más miedo que nunca y

se agarró al tronco de un árbol con las patas, las pezuñas y el hocico. -iNo, por favor, no! Pero el tlacuache ya estaba prepa� rado para eso, y de entre los árboles salieron cinco changos y un elefante. Los changos se encargaron de hacer� le cosquillas hasta que se soltó, y en el elefante se lo llevaron cargando hasta el borde de un precipicio. -Hay un maravilloso viento -dijo Casimiro, que sentía cómo le chi flaba en las orejas. -Yo no voy a saltar por ahí -dijo ' Rosalío. -Pero si ni te has asomado, si ni está tan alto, ¿verdad que no, mucha� chos? -le preguntó a los changos. -iNooooo! -contestaron a coro los changos. _¿ De verdad? -preguntó Rosalío. -iDe verdaaaaad! -volvieron a contestar a coro los changos. Rosalío caminó hasta la orilla, se asomó y sintió -un escalo frío al ver los árboles que estaban allá en el fondo, muy abajo: y que se veían

57


58

tan chiquitos como el arbusto de una zanahoria; el río que parecía la baba de un tigre; y una cebra que era idéntica a una hormiga. Y ya estaba seguro de que jamás saltaría, y que esa misma noche huiría de la selva para no volver nunca más a encontrarse con alguno de esos ani� males, no le importaba ir a parar a un zoológico o a un circo, cuando oyó: "P ramm ... pramm ... pramp1..." Volteó para atrás y vio al elefante que ·venía corriendo directo a él para embestirlo y lanzarlo al abismo, se acercaba a toda velocidad como una locomotora. Y lo que pasó des� pués fue tan rápido que, en cosa de segundos, Rosalío tuvo la trompa y los colmillos . del elefante enfrente de él y no pudo esconderse atrás de una piedra o saltar a un lado. "·,pooom.,, -iAjuuu! iAhí va nuestro hipo� pótamo volador! -gritó el tlacua� che- i...y también el elefante! Sí, el elefante había tomado tanto vuelo que después de chocar con

Rosalío no se pudo parar y allá iba, cayendo por los aires junto al hipo� pótamo. El tlacuache y los changos se aso� maron al abismo y vieron cómo los monumentales animales se iban haciendo más pequeños hasta casi desaparecer, y hasta oír un "ipum!", que provocó una nube de polvo, allá en el fondo. El día de la segunda prueba todos los changos estaban gritando y hacien� do ruido con palos, ramas y piedras; la competencia todavía ·no empezaba y llevaba una hora de� retraso. -Ji ji ji ji ... -la mosca estaba muy contenta porque se ünaginaba que Rosalío ya se había dado por vencido. Y el rey se encontraba tan triste que casi le brotó una de esas lágrimas del tamaño de una uva que tanto odiaba. Entonces los changos dejaron de golpear palos y piedras, el murmullo se fue apagando; y la mosca se calló. Hubo un silencio general. Después un "iohhhh!"

59


Y una multitud rodeó al hipopó� tamo, que acababa de llegar. -Con permiso, con permiso -el tlacuache venía con él-. Oéjenos pasar, no estorben. Y el rey, que no podía soportar la curiosidad de toda aquella trans for� mación que había su frido su hijo, se acercó al entrenador y le preguntó: -Pero, Casi, ¿qué es esto? -Una maravillosa idea que tuve, si no funcionaron ninguno de los experimentos que hicimos ¿por qué no juntarlos? Y así Rosalío ten{a globos en todos lados, unas alas enonnes que lo hacían parecer un murciélago, y, amarrado en el lomo, un cohete tan gordo como la pata de un elefante y tan largo como una víbora de cascabel. Las changas, las hipopótamas, las cocodrilas y todas las demás hembras de la selva se fueron a tomar una foto junto a él. Firmó unos autógrafos y un ratón muy pequ8ño le regaló una flor. , Cuando se puso el casco provocó otro "iohhh!" entre el p úblico.

61


62

Un gorila que se encargaba de cui, dar el orden le pidió a las admiradoras de Rosalío que despejaran el área. -iÉse es mi hijo! -gritó lleno de entusiasmo el rey. -Bzzzz -la mosca se acomodó en la línea de salida sin reírse, estaba molesta. El doctor Chirivitas se aclaró la garganta y gritó: - En sus marcas... Rosalío se puso los googles. -...listos... Sacudió su cuello para probar el movimiento de las alas. -...fuera... "iBang!" Otra vez el balazo, que otra vez asustó a Rosalío y lo hizo voltear a todos lados. -iLos zapatos tenis, Rosalío! -le gritaba Casimiro-i Quítate los zapa, tos tenis! Rosalío volteó a ver el puntito ver, de que era la mosca (en esa ocasión llevaba un pantaloncillo verde), iba desapareciendo en el cielo, cada vez

alejándose más y más. Y se dio cuen, ta de que estaba perdiendo el tiempo. Se desamarró los zapatos, se quedó quieto y pensó "tengo que estar lige, ro". Pero nada sucedía, dio unos sal, titos a ver si empezaba a volar, se imaginó que era una pompa de jabón o una nube... y nada pasó. Mientras tanto, Casimiro buscaba unos cerillos, había olvidado los suyos, para prender la mecha del cohete y gritó: -iListo! Rosalío se ajustó los googles, otro "i ohhhh!" salió del p úblico. Miró hacia el cielo tratando de encontrar a la mosca, pero ya·se había perdido, y hubo un fuerte: ,, 1 uuuummmmm. " 'B Junto con llamas y chispas, Rosa, lío salió disparado a toda velocidad con ese cohete loco; primero en dirección del rey, que se ocultó atrás del trono; después hacia el doctor Chirivitas- y por último se fue contra las gradas, donde en su carrera se llevó a varios animales del p úblico,

63


64

para enseguida tomar rumbo hacia el cielo. Rebasó a la mosca, pasó junto a una nube y se fue a estrellar contra un cerro que estaba a diez kiló1netros de distancia. Esa tarde el gusano escribió lo siguiente en el marcador, junto con una nota de aclaración: Primera

Segunda

Tercera

prueba

prueba

prueba

La gran comilona

o

Gumersinda Rosalío

--·-- -------------- - - - · -------·---- ------

o

1/2

Aunque el hipopótamo fue el competidor que ganó más altura y en menos tiempo; se le dio medio punto por ha� berse salido de la ruta y llevar en su cohete a una tortuga, dos avestruces y cinco ratones. NOTA ACLARATORIA:

Para la tercera � última pruebaa,

la de la gran comilona, se mandó traer un mandril que había vivido en Francia y que era chef; él sería el en� cargado de preparar los platillos. Se le dieron sartenes, peroles, ollas, leña y todos los ingredientes que necesitaba para cocinar. El aro� ma de los manjares que preparó recorrió la selva, atravesó árboles, cañadas y ríos hasta llegar a la nariz de Rosalío ... lo hizo enloquecer.


66

-Mmmmhhhh...mm tnmhhhh ... mmmmhhhhhh -así trataba de gri� tar desde hacía una semana el pobre hipopótamo que se creía mosca. -Calma, Rosalío, calma que ésta sí la vamos a ganar -y así le contestaba Casimiro, que le había puesto un ta� pón en el hocico y lo mantenía ama� rrado dentro de una jaula para que no comiera nada-, la idea es que ten� gas tanta hambre que te lo acabes todo antes que esa condenada mos� ca. Recuerda que si le ganas en esta prueba te llevas el trofeo. -M m m m h h h ... m m h h h h h ... mmmmmmmhh -Rosalío se le que� dó viendo al tlacuache y le pareció que su cara era un pastel de guayaba. .Esa tarde todos los animales se reunieron alrededor de dos largas mesas, una para la mosca y otra para el hipopótamo. En cada una se pusieron seis humeantes platones que estaban cubiertos. El primero de los equipos en lle � gar a la cita fue el del hipopótamo, el tlacuache venía jalando una jaula

con ruedas que estaba tapada con una lona. -i Grrrrrrrrrr! -ése era el sonido que salía de la jaula, todos los ani� males pensaban que traía un tigre o alguna otra criatura poco sociable. Casimiro se subió al techo de la jaula, y en voz alta dijo: -Amigos, tengo el gusto de pre� sentarles a quien ganará esta última prueba. Saltó de la jaula, quitó la lona. Y lo que todos vieron fue a Rosalío enfu� l y que babe.abá de hambre. recico -i Graaauuuu! ·-a Rosalío le pareció que todos esos animales eran pasteles de guayaba. La mosca llegó con una servilleta amarrada al cuello y se acomodó en una ditninuta silla frente al primer platón. El doctor Chirivitas se aclaró la garganta y dijo: -Esta última prueba, la de la gran comilona, -está compuesta por seis deliciosos platillos que cada par� ticipante se tendrá que comer, de los

67


68

cuales, tres sugirió la mosca, y tres sugirió el hipopótamo. El que termi, ne primero será el ganador. Dicen los animales más pequeños que en ese momento la mosca se sabo, reó tanto, que hasta sacó la lengua. Rosalío, que ya veía pasteles de guayaba por todas partes, estaba empezando a morder los barrotes de su jaula. -En sus marcas... listos... fuera... " '¡Bang.,, El chef destapó el primer platillo de cada concursante. Y apareció la suge, rencia de Rosalío: pastel de guayaba. El vapor de ese pan recién hornea, do se fue hasta la nariz del hipopóta, mo, le provocó un escalofrío, se le pusieron los cachetes morados, la len, gua verde, de las orejas le salió humo. "iGrrauu!", rugió como cinco leones juntos y empezó a golpear con su cabeza los barrotes de la jaula. Y la mosca, que no enloquecía con los pasteles de guayaba, pero que tampoco le n1olestaban, se comió su primer bocado.

_¿Alguien vio la llave de la jau, la? -gritaba el tlacuache, que había olvidado en alg ún lugar el llavero. Pero Rosalío no se hizo esperar: "Bom... bom... bom...". Y al tercer gol, pe que dio con su cabeza, venció la chapa de la jaula y se abrió la puerta. Y él, que creía que todos los animales eran pasteles de guayaba, mordió a un perico, a una cebra y a dos tortugas, hasta que el tlacuache lo jaló con una cuerda y lo llevó al pastel de guayaba que le correspondía. Se lo comió de una mordida con todo y plato. Ya para entonces la mosca se había terminado el suyo y también estaba lista para el siguiente. -iVamos, Rosalío! -gritaba el rey- i T ú puedes! El chef destapó los otros platones y apareció lo que la mosca había pedido. La tnosca sonrió. Era algo que al principio le pare, ció a Rosalío una sopa o un caldo. Algo de color verde que tenía un olor extraño.

69


70

La mosca ya llevaba una buena parte del plato. Y cuando Rosalío se acercó, pudo observar mejor de qué se trataba eso, encontró la cosa más horrible que había visto en su vida: la superficie era una densa nata con cadáveres de gusa� nos, pedazos de cucaracha, pelos de chango; y abajo, en un fondo pastoso, de vez en cuando se podía ver el moví� miento de algún indescriptible bicho. _¿Qué es esto? -se preguntó Rosalío mirando el plato. -Sigue comiendo -le dijo el tlacuache. -i Esto es agua puerca! -gritó el hipopótamo. -No es agua puerca -le contes� tó ·el chef-, es la receta que nos proporcionó la mosca. -Ji ji ji ji ... -ustedes ya saben quién se volvió a reír. Y Rosalío no sólo no quiso tocar eso. Ta tnpoco quiso volverlo a ver. Ni quiso ver los otros dos platillos que había escogido la mosca. -iBuuuu! -gritaban los changos.

\f0 (2


Entonces se paró de la mesa y se fue corriendo hasta perderse en la selva, sintiéndose como el peor de los hipo, pótamos que había existido, llorando esas lágrimas del tamaño de una uva. 72

El hipopótamo que desapareció en la selva

Esa noche Ro �alío estuvo sollo, zando bajo un árbol hasta quedarse dormido ... De lo que sucedió después hay vanas vers10nes: Los changos dicen que al otro día se fue caminando sin rumbo y que se encontró con un cazador, quien no lo mató, pero se lo llevó a un zoológico de la ciudad donde lo encerró en una jaula. Ahí los .,1-liños lo molestaban lanzándole piedras, le daban de comer desperdicios y po; fa noche las {nos, .

.


74

cas no lo dejaban dormir burlándose de él. Después se puso tan flaco que hasta las costillas se le notaban y, como se convirtió en un animal feo, lo escondieron en una bodega donde todavía permanece. El doctor Chirivitas asegura que al siguiente día se fue caminando hacia el norte con la intención de llegar a Groenlandia para estudiar ingeniería espacial, pero que en el camino se perdió y se lo comieron unos osos. Algunas cotorras han inventado el chisme de que se fue a la capital y se hizo bailarín de ballet. Pero les voy a decir una cosa; más allá de las leyendas, los chismes y las ·habladurías, yo sé la verdad: esa mañana, cuando Rosalío se desper� tó; sí, caminó sin rumbo, y sí, estaba decidido a entregarse a cualquier cazador con el propósito de que lo llevara al zoológico y nunca más regresar a la selva; entonces fue que se encontró con un circo, pero con un circo muy fuera de lo com ún, no


76

como los que había antes, donde maltrataban a los animales y casi ni les daban de comer. El dueño de este circo era un cocodrilo que sabía muy bien cómo se debe tratar a los animales. En ese lugar empezó a trabajar Rosalío, se dio cuenta de su vocación de artista, y al poco tiempo ya era la estrella del espec� táculo; realizaba malabares con pelotas, se columpiaba en los trape� cios y, no lo van a creer, también imitaba a las moscas. Hasta ahí lo siguió el tlacuache Casimiro que, además de convertirse en su repre� sentante, puso un negocio de palo� mitas y malvaviscos cubiertos de chocolate. Rosalío se hizo famoso, recorrió todo el mundo en tren, avión y bar� co. Y ahora el rey hipopótamo se siente muy contento cada vez que su hijo le envía una postal de Tokio, Tampico, Estambul o de algún otro lugar lejano. Por esos días todos en la selva vol� v1eron a ser felices hasta que una

mañana una mosca descubrió que le encantaban los hipopótamos, que eran unos animales maravillosos, y que además le gustaría ser un... 77


\

El hipopótamo que se creía mosca se terminó de imprimir en el mes de agosto de

2010

en los talleres de Cargraphics, S.A. de C.V.

Av. Presidente Juárez

2004, fracc.

Industrial Puente de Vigas,

Tlalnepanda, Estado de México, C.P

54090, México.


La historia del hipopótamo que se creía mosca T·-�- J� papel GRUPO EDITORIAL

norma

Rosalío es un hipopótamo fuera de lo común: se la pasa todo el día viendo la televisión, comiendo pasteles de guayaba y tirado en su cama ... pero eso no es lo peor, además le fascinan esos bichos de cuerpos diminutos, patas ágiles, ojos enormes y que al volar hacen "bzzzz". Es algo que no tolera su papá, el rey de los hipopótamos; lo enfurece y él buscará todos los medios para cambiar a su hijo ...

Q,

�·

-

_

' ' r . lt!Z

Véle::

(México, 1967) Fue un niño que se la pasaba jugando a los piratas; ha escrito para programas de radio y televisión, también es titiritero y ha diseñado juegos para Internet. Actualmente colabora con la Universidad de la Ciudad de México en· la organización de la licenciatura de creación literaria. Otros libros que ha publicado son Hilario y la cucaracha maravillosa,

ce 280II69I ISBN 978-970-09-0448-1

9 789700

904481

www.librerianorma.com

Guácala y Los inventos de Gelasio.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.