Washington Irving
El jinete sin cabeza y
otros cuentos
ELJINETE SIN CABEZA Y OTROS CUENTOS
Washingt?n lrving
Traducciรณn y adaptaciรณn Sir lbrahim Wallace
li:. editores mexicanos unidos, s. a. EMU
Biblioteca Escolar
El jinete sin cabeza
D. R. © Editores Mexicanos Unidos, S. A. Luis González Obregón 5, CoL Centro, Cuauhtémoc, 06020, D. F. Tels. 55 21 88 70 al 74 Fax: 55 12 85 16 editmusa@prodigy.net.mx
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Coordinación editorial.· Mabel Laclau Miró Portada: Carlos Varela Formacióny corrección: Equipo de producción de Editores Mexicanos Unidos, S. A. Miembro de la Cámara Nacional de la Industria Editorial. Reg. Núm. 115. Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático, sin permiso escrito de los editores. la. reimpresión: 2015 ISBN (título)
978-607-14-1545-5
ISBN (serie)
978-607-14-1012-2
Impreso en México
Printed in Mexico
···¡ li!ili�'lil�lll·' 9 786071 415455
En las profundidades de un conjunto de playas sobre las que el río Hudson derrama sus aguas, se encuentra un pequeño pueblo con su puerto, al que algunos llaman Greensbrurg, pero que popular mente se conoce como Tarry Town.1 Lo llaman así desde hace muchos años; se dice que fueron las mujeres de un pueblo vecino las que le pusieron ese nombre, y también se rumora que se lo pusie ron porque sus maridos siempre se quedaban a emborracharse en la cantina cuando lo visitaban durante los días de mercado. Eso di cen, yo no lo sé de cierto, pero se lo digo a ustedes para que no duden de la autenticidad de lo que me dispongo a contarles. Cerca de ese pueblo, a unos cuantos kilómetros, aparece un pe queño valle al que sencillamente nombraremos como "una pincela da de tierra entre los cerros"; en ese lugar se respira la mayor tran quilidad del mundo. Un arroyu.,elo· cruza el valle, el trino de los ruiseñores acaricia el oído, cientos de árboles dan sombra; lo único ,¡ que se puede hacer al llegar ahí, es recostarse y descansar. Recuerdo que, cuando era niño, mi primera cacería de ardillas la hice en un bosque de nogales que se alza majestuosamente a uno de los costados de ese hermoso valle. Paseaba por allí al mediodía, en esas horas en que todo es calma, por eso me asustó sobremanera el escándalo que hizo mi propia escopeta al disparar. Rompió aquel silencio con un estruendo largo que me fue devuelto en ttn eco furioso. Si algún día decidiera salirme de la ciudad y de sus tentaciones para retirarme a buscar la paz de mi alma, sin duda elegiría aquel lugar. Ese lugar, desde hace siglos, casi desde que llegaron los primeros colonos holandeses, se conoce como Sleepy Hollow;2 seguramente por el carácter propio de sus h.flbitantes, personas tranquilas, sose gadas, quizá indiferentes ... A los jóvenes del lugar les llaman los 1 Pueblo de los tardados. 2 Valle soñoliento.
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chicos del valle soñoliento; y en verdad es como si el lugar formara parte de �n sueño o de una fantasía. Por ahí se cuenta que el valle �ue .hechizado por un doctor alemán, otros dicen que fue un jefe mdw, pero también hay quien asegura que fue un viejo bruj� el que lo �ncantó. Y yo puedo asegurarles que es verdad que el lugar está baJO un en�anta:men to; un hechizo que hace que todas las personas . que lo ha? Itan Imagmen cosas fantásticas, terribles, y que además se encammen con una especie de ensoñación constante ... Por su puesto que todos en ese pueblo creen en los poderes extrasensoriales· muchos de ellos incluso caen en trance y tienen visiones; y casi todo� escuchan voces y una música extraña que surge de las montañas ... Todos los vecinos tienen alguna historia fantástica que contar, y no hay uno que no sepa de algún sitio encantado en donde habite un fantasma terrible; constantemente se ven estrellas fugaces y meteori tos de fuego, y algunos hasta dicen que han visto a seres de otros planetas ... Incluso podría decirles que éste es el sitio que Lucifer y sus secuaces utilizan para divertirse. Sin embargo, por encima de todas las historias que se cuentan, hay una que es la más famosa y de la que todos se espantan: la leyenda de "El jinete sin cabeza" ... Trata de un fantasma decapita do que se aparece cabalgando en su furioso corcel; se dice que es el espectro de un soldado que sirvió en la caballería durante la Guerra de Independencia y a quien, en �na batalla, una bala de cañón le arrancó la cabeza; se dice que a partir de entonces, el soldado ca balga durante las noches oscuras buscando su cabeza, y que corta la cabeza de todo aquel con que se topa, sólo para probar si es la suya. Sus dominios no solamente abarcan el valle, pues algunos aseguran que lo han visto por los caminos más alejados, principal mente por aquellos que pasan cerca de la iglesia. Los historiadores de la región testifican que el jinete sin cabeza fue. enterrado en el camposa? to de la iglesia, pues es ahí donde.generalmente se apare ce� también aseveran que de ahí baja al lugar en donde ahtaño se libró la batalla, en busca de su.cabeza, pero que antes del amane cer regresa a su tumba ... Por eso siempre se le ve galopar por el valle
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poco antes de que salga el sol. Eso es lo que se dicen unos a otros en Sleepy Hollow. Sin embargo, debo advertirles que la propensión a tener visiones fantasmagóricas no es exclusivamente asunto de las buenas personas que habitan el valle; les aseguro que cualquiera de ustedes que pase una corta temporada ahí, también las tendrá . No importa qué tan racional sea, una vez que entre en las sombras de esta provincia le será imposible permanecer ajeno a su influjo; la ensoñación, la magia, el ambiente, se apoderarán de usted inmediatamente; si alguna vez visi tan Sleepy Hollm r, no demorarán en tener visiones y en soñar con los ojos abiertos. Por mi parte guardo un afecto especial por este pacífico lugar, pues fue ahí, y en los valles próximos, donde los holandeses que buscaban refugio en el estado de Nueva York dejaron sus costum bres y sus tradiciones, que aún hoy en día se conservan. Sleepy Hollow es de los pocos lugares que ·se lÍan mantenido intactos al avance migratorio que ha asolado el pais. Hace ya mucho�t iempo que logré quitarme el velo fantasmagórico de Sleepy Hollow, sin embargo, a menudo me pregunto si en el valle seguirán los mismos árboles y si continúan habitando ese remanso de paz las mismas familias de antaño. En ese lugar, hace ya muchos años, habitó un gran hoinbr� lla mado lchabod Crane. Se amodorraba -prefería emplear esta pa labra a cualquier otra- en Sleepy Hollow, enseñando las materias como es debido a los niños del pueblo. l chabod nació en Connecticut, uno de los estados que proporciona más aventureros, leñadores y maestros para que trabajen en el resto de la Unión. Crane era alto, muy flaco, con los brazos largos, las piernas no menos largas, los hombros':enjutos, las manos que parecían salirle medio kilómetro de las mangas, y con un par de pies que podrían usarse como palas; en fin,}odo su cuerpo pareéía unido por unos hilos largos e invisibles ó como por arte de magia. Su cabeza era pequeña y alargada, de la que surgían dos orejas gigantes con las
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que parecía que intentaba detener el viento; bajo su frente aplanada relucía un par de ojos verdes, como tro�s de cristal, que segura mente fueron arrojados ahí por casualidad; su larga nariz parecía diseñada para alcanzar el queso del vecino, por lejano que éste estu viera; y dig-amos que, de perfil, su cabeza parecía un pararrayos con forma de gallo colocado sobre un cuello no más gordo que una varilla. Quien lo viera dando zancadas por las faldas de un cerro, con las ropas que parecían nadarle en el cuerpo, seguramente pensaría que era el mismísimo espíritu del hambre que había llegado ... O que un espantapájaros abandonó su campo de maíz para salir a pasear... Su escuela era una casa de un solo piso con un solo cuarto, hecha con maderos y leña podrida. La única ventana que tenía se encontraba cubierta con hojas de cuaderno y con algunos trozos de lo que quedaba del vidrio. Pero al contrario de lo que podría pensarse , lchabod la protegía muy bien, o al menos eso es lo que él creía. En sus ratos de ocio hizo un picaport e con ramas de mimbre que casi era imposibl e de mover desde el interior de la casa; también solía poner unas estacas apuntaladas contra la ven tana de manera que, siempre según sus suposicio nes, al ladrón que llegara a entrar en la casa le resultaría increíblemente compli cado salir de ella ... Pero no nos desviemo s; la escuela estaba en medio de un pequeño bosque a las afueras del pueblo; un abedul enorme le daba sombra y por ahí cerca pasaba un riachuelo ... El cuchich eo de las voces de sus alumnos junto con el zumbido de las abejas de una colmena, adormecían a lchabQd en los días de verano; sin embargo, cuando el cuchicheo era demasiado escan daloso, levantaba su voz con tonos de amenaza y reprobac ión e incluso, si era necesario, golpeaba con su varita las palmas· de aquel flojo que se atrevía a desviarse de los caminos del conoci miento ... Para ser sinceros , Ichabod era un maestro meticulo so que siempre tenía en mente la sentencia que reza: "Con dol,or se comprende mejor". De más está decir que el viejo lchabod rÍo era muy dulce con sus pupilos ... '
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No me gustaría que pensaran que lchabod era uno de esos maes tros aprovechados y crueles que lo pasan bien haciendo sufrir a sus alumnos; todo lo contrario, lchabod administraba sus golpes con un claro discernimiento entre lo que está bien y lo que está mal; era condescendiente con el débil, con el que se retorcía fácilmente bajo . el peso de su vara, pero con el que lo miraba altanero y seguía terco a pesar de sus golpes, nunca tenía piedad. Ejercía lo que él llamaba "cumplir con mi obligación", aquella que le otorgaban los padres de los alumnos al llevar a sus hij os a su escuela. Hay que aclarar que nunca castigó a nadie sin antes advertirle que lo hacía por su bien, y a continuación añadía la frase: "Me estarás agradecido de por vida". Sin embargo, cuando acababan las clases, lchabod era un ex celente compañero de juegos para los niños; cuando era día de fies ta, acompañaba a los más chiquitos a sus casas; en especial a los que tenían una hermana guapá o una mamá reconocida por su buena cocina. Con este truculento objetivo se esforzaba porque sus aprendices lo quisieran. Cobraba poco en la escuela, sólo lo sufi . ciente para comprar el pan de cada día, y debo decirles que era un comelón de primera clase, similar a una anaconda; por eso, con la intención de dar a su estómago lo que requería, seguía al pie de la letra la costumbre que en aquel tiempo tenían los maestros, que consistía en comer y alojarse en las casas de los padres de sus alum nos. Vivía una semana en cada granja y al final de ésta se le podía ver cargando sus pocas pertenencias en un pañuelo de algodón. Para que sus visitas no fueran una carg-a molesta procuraba siempre ayudar en los quehaceres menores de la casa en la que estaba. Así, algunas veces apilaba el heno, otras recogía las vacas qu� past�ban y unas más cortaba la leña ..,Siempre se mostraba obseqmo�o, sm la . arrogancia con que andaba por la escuela, su pequeño Impeno. Todas las madres lo admiraban por el cariño eón que trataba a sus hijos, c;uanto más si eran niños peqpeños .... Como el lobo que aca ricia a la oveja que se va a comer, así lchabod se montaba sobre sus rodillas a cualquier niño yjugaba al caballo con él.
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Pero no crean que ésos eran sus únicos atributos; Ichabod, ade más de ser el profesor de la escuela, era también el maestro de canto del pueblo; y bastantes monedas recibía por enseñar a cantaF sal mos a los jóvenes vecinos. Había que ver cómo se pavoneaba los domingos en la misa, en donde su canto, con un susurro nasal, siempre se escuchaba por encima del de los demás feligreses, e in cluso por encima de los del viejo sacerdote. Algunas gentes dicen que todavía hoy se escucha su susurro nasal los domingos en la misa. . . Así, unos días aquí y otros días allá, de un lado para otro, Ichabod hacía su vida más llevadera; aunque debo advertirles que había algunas personas, de esas que no aprecian el trabajo intelec tual., que decían que llevaba una vida demasiado fácil a cambio de ningún esfuerzo. Afortunadamente para lchabod, a un maestro de escuela siem pre lo admiran las mujeres del pueblo, pues lo tienen por intelec tual, como alguien que no se tiene que manchar las manos como los bestias de sus maridos; e incluso llegan a considerarlo poco menos conocedor que el párroco de la iglesia ... Imaginen cómo nuestro querido profesor se mostraba siempre feliz y atento con las damas del pueblo, les explicaba lo que decían las inscripciones de las tumbas cuando paseaban por el camposanto luego de misa, les cortaba racimos de uvas silvestres, o se iba a pasear con todas aquellas mujeres a las orillas de la presa del molino . . . De más está decir que los hombres del pueblo lo miraban con rencor, y un poco de envidia por su elegancia y sus conocimientos, sin atrever se nunca a acercarse. Merced a su constante vagabundeo, lchabod se convirtió en una especie de periódico ambulante, porque llevaba los chismes a las puertas de la casa en la que le tocaba hospedarse, razón por la cual su llegada siempre era harto esperada por toda:s las mujeres, a quienes además entretenía contando historias cl� bn�evía que había memorizado de los_libr.os, leyendas ert las qu,e él creía . fervientemente.
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Cada tarde, después de cerrar la escuela, le gustaba tumbarse sobre los tréboles cerca del arroyo a leer historias de espantos, pues el tema de los encantamientos lo tenía obsesionado. Leía hasta que la luz del sol se perdía tras la montaña y las letras del libro se borra ban ante sus ojos. Era en ese momento cuando se rr:archaba ru�bo a la casa de aquel con quien le tocara hospedarse. EVItaba los camm�s y realizaba sus trayect� s por ent�e los árb?�es del bosque. La oscun _ y su 1magmacwn, _ dad reinaba en estos sitiOs alterada por la lectura, se exaltaba cada vez que escuchaba el canto d� una lechuza, el rumor del viento entre los árboles e incluso el cruJir de alguna rama bajo sus pies. Caminaba así con el miedo hecho un nudo en el estómago, y éste sólo amainaba si entonaba alguno de los salmos. Lo lamentable de este clerical remedio era que su susurro nasal se trasportaba por el viento hasta las casas de la �ente de Sleep! Hollow, quienes se espantaban de escuc�ar un somd� tan extrano prove niente de más allá de donde termman los cammos. Otra cosa que le gustaba hacer a lchabod era escucha� las histo rias de espantos que contaban las �buelas cerca de �a chimenea en _ las noches de invierno· relataban h1stonas de apareodos, de fantas mas, de bosques mágicos y hasta de hechizados ... Pero la historia que más lo espantaba era sin duda la deljinete; la de aquel soldado que galopaba por las noches oscuras ert busca de s� c�beza... A cambi? él contaba historias de brujería, de profecías s1mestras o de apan ciones espeluznantes; y se divertía asustando a las viejas � on falsas predicciones sobre estrellas fug,a.ces que en un futuro chocanan contra la faz de la Tierra. Pero aquel placer de contar se tornaba en horr�r c�ando �guno de los presentes salía a la estancia en busca �e s� abnSo. S �mbras amenazantes, rayos de luz de dudosa provem�nci�, algun bnllo _ ex traño en la nieve un arbusto seco con apanenc1a de demomo ... iCuántas veces e;tuvo a punto de sufrir un paro-�ardiac�, nuestro querido profesor cuand� crey? qu� el rull_lor del·viento er l�s árbol� � era la respiración del mismísim o Jlllete sm cabeza que ve�Ia tras el.
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Pero digamos que estos temores no eran otros sino los que tendría cualquier hombre que vuelve a su casa por un camino de sombras; aquellos gemidos escabrosos y aquellas imágenes infernales eran solamente los fantasmas que lchabod tenía en su mente, los que se desvanecían con las primeras luces del alba . . . Ah, nuestro buen profesor hubiera llevado una vida alegre y plá cida, únicamente alterada por estas caminatas nocturnas de no haberse topado con la criatura más temible de todas, con ese ser capaz de producirle al hombre mayores turbaciones que el mismísimo Satanás: una mujer. Entre los alumnos de canto a los que impartía clases una vez por semana estaba Catarina van Tassel, la hij a única de un rico granje ro holandés. Catarina era bellísima, en la flor de sus dieciocho años, tenía sus mejillas sonrosadas y la piel suave y tersa, verdaderamente apetecible, como los durazno� qu� cosechaba su padre. Era famosa y deseada no sólo por su belleza, sino también porque era la única heredera de toda la fortuna que tenía su padre. Como toda mucha cha rica y bonita, era muy coqueta; se vestía con las mejores ropas y se adornaba con las joyas más finas ... De vez en cuando utilizaba un hermoso vestido corto que dejaba al descubierto las pantorrillas más anheladas de toda la región. lchabod tenía el corazón bien abierto hacia las mujeres, por lo que no debe sorprender si les digo que pronto quedó seducido por los encantos de la muchacha; lo que le vino como anillo al dedo, porque unos días después el padre de Catarina le mandó una invi tación para comer en su granja. Baltasar van Tassel, era un granjero rico y alegre; además de muy liberal. No le gustaba entrometerse en los asuntos del pueblo ni presumir de su riqueza; SL!- ;granja estaba a las· orillas del río, en un terreno verde y fértil. Mientras caminaba hac�¡la granja de Baltasar, lchabod se ima ginaba $obre una charola de plata y con una: manzana en la boca a todos los cerdos que veía, y se le escurría la baba cuando miraba a los
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patos, porque ya los veía retozando en un platón entre naranjas recién cocidas. Conforme se acercaba a la casa y observaba mejor los campos de trigo, de cebada y de centeno, su corazón latía más fuerte, sobre todo porque pensaba en la muchacha que heredaría todo aquello. Claro que, como es natural, también pensaba en el dinero que de bía de dar esa enorme hacienda. Inmediatamente imaginaba las cosas que podría comprar con ese dinero; podría hacer palacios de madera, comprar tierras vírgenes, recorrer parajes insólitos. Pero su imaginación llegaba más lejos que esto e incluso veía a Catarina rodeada de chamacos, en una carreta cargada con ollas y sartenes que chocaban entre sí, y él a su lado en una yegua amansada, diri giéndose a Tennessee, o a Kentucky o a sólo dios sabe dónde ... En cuanto llegó a la casa su corazón quedó definitivamente cau tivo. Era una de esas granjas espaciosas construidas para benepláci to de sus habitantes, con techo de dos aguas y enormes terrazas; además, su interior estaba decorado con piezas de un magnífico gusto, muebles de roble, vajilla de plata, piezas de porcelana china; le sorprendió ver incluso un huevo de avestruz colgando encima de la chim�nea. Cuando lchabod vio todas las delicias que proporcionaba la granja, su paz interior quedó profundamente turbada; a partir de ese momen to se dedicó a estudiar minuciosamente a ese diamante en bruto que era la hija de Van Tassel, con el único objetivo de descubrir cómo ganarse sus favores. Empresa nada sencilla si recordamos que la seño rita Catarina poseía todos los atributos de una muchacha coqueta, entre los que destacaban los de ser caprichosa y extravagante. 'Catarina deseaba fervientemente alguna cosa ahora y un poco más tarde ansia ba lo contrario, asunto que sin duda provocaba ter�ibles quebraderos de cabeza a todo aquel que aspirara a conquistar sus besos., . . Y ya que tocamos el tema de los pretendientes, debo deci.rles·que esté asunto era lo que podríamos denominar el mayor obstáculo; nÓ sólo porque la mitad de los jóvenes del pueblo, más la mitad de los jóvenes de las
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comarcas vecinas, querían poseer la herencia, sino porque, además de ellos, el temibl � B room van B runt, apodado Brunt Quebrantahue sos, era el pretendiente número uno en la lista. Brunt Quebrantahuesos era el hombre más temido de la comar ca; era un pícaro con los atributos de todo un caballero, alto, con un cuerpo hercúleo, sensato cuando no bebía, firme en sus decisio nes y siempre ganaba en las carreras de caballos y en las peleas de gallo�. Co �o en los pueblos !a fuerza física se tiene en muy alta . consider�cwn, a �enudo mediaba entre las disputas ajenas, en las . . . �ue �m.Itla susJUICIOS con un tono de voz tan potente que no permi tla rephca alguna... De todos era bien conocida la cola de castor que llevaba Brunt atada a su sombrero, pues si en las noches de . baile se la ;eía venir a lo lejos, todos sabían que Brunt cabalgaba con �us amigos, lo que en otras palabras quería decir que esa noche habna pelea. El pueblo estaba t¡m acostumbrado a estas trifulcas nocturnas que ya nadie decía h�da, los viejos se limitaban a sonreír y a mover la cabeza de un lado para otro, y los jóvenes a huir de aquella cola de castor. Hacía ti�mpo que �1 rudo héroe había escogido a la bella Catarina como la mu}er de su VIda, com� aquella hacia quien dirigir sus gárru . l�s galantenas, muy parecidas estas a las que un oso realizaría en una . Situación de cortejo similar. Sin embargo aquellas galanterías, por lo que se rumoraba en el pueblo, no hacían gran mella en el corazón de la m uchacha; pero en cualquier caso, eso no representaba ningún , l para que Brunt es antara a cualquier obstac otro pretendiente que �? p osara VISitar a la bella Catanna. Aquel que estuviera en la casa de los Van Tassel sabía que debía huir a buscar amores a otro sitio en cuanto veía el caballo de Brunt acercarse por la colina. Tal era el formidable rival con quien tendría que vérselas el buen lchabo? Crane. B �en visto el . �sunto, deber?os te.,ner en cuenta que cualquier o �ro aspirante al.amor de la damita, jóvenes mucho más fuertes y valientes que l �habod, habtían ren{m"ciado pronto por te mor a Brunt, huyendo sm oponer resistencia. Pero eso no sucedería
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con nuestro maestro, pues su carácter era una mezcla de tozudez con una increíble capacidad de adaptación; cabe decir que era un hombre bien templado, flexible como una delgada hoja de acero; podía ceder, incluso doblarse, pero nunca llegaba a doblegarse o a rom perse; y cada nueva ocasión en que se levantaba, lo hacía con la cabeza más firme que la vez anterior. N uestro profesor sabía que enfrentarse abiertamente a su rival era una estupidez, más que una locura, pues tendría que batirse en duelo con un hombre mucho más joven y más fogoso que él. Ichabod, como quien no quiere la cosa, se insinuaba galantemente a la bella y rica heredera; las clases de canto eran el pretexto perfec to para que Ichabod visitara cada vez más a menudo la casa de los Van Tassel. Sus padres, que no eran ignorantes en los asuntos del amor, se daban entera cuenta de lo que sucedía, pero el padre con fiaba plenamente en el sano juicio de su hija, y la madre creí� que los patos y los gansos eran criaturas sorprendentemente estúpidas a las que tenía que cuidar, en tanto que una jovencita casadera se sabe cuidar ella misma. Me es imposible presumir de cómo se conquista un corazón fe menino. Eso es algo que siempre ha representado un misterio para mí; algunas de ellas parecen tener 1!-n único punto vulnerable, mien tras que a otras se los puede ganar de mil maneras distintas. Esto presupone que deben ponerse en práctica miles de artimañas para obtener el amor de una damisela, algo así como estar al acecho de un castillo del que no se puede descuidar ni. una puerta, ni una ventana, porque por ese pequeño resquicio podría huir la dueña de nuestro corazón . Por extraño que parezca, conforme aumentaba el asedio de Ichabod, parecía que el de Brunt disminuía, y así, .ya eran pocas las veces que se veía su caballo cabalgando un domingo por la colina. Lo que no quiere decir que .la enemistad entr� Br.unt y d'�rofesor cediera; muy por el contrano; cada día que. pasaba, d odw entre ambos ri":ales era mayor.
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Brunt, quien adoraba los golpes y era muy poco cortés, hubiera preferido librar la contienda en campo abierto, ante los ojos de to dos, en un duelo cuerpo a cuerpo a la usanza de los caballeros de antaño. M as I chabod, consciente de su inferioridad en asuntos de pelea y en cual 9uier asunto �elacionado con la fuerza física, pre . fena evitar cualqmer enfrentamiento frontal con su adversario. Para colmo de males llegó hasta los oídos del buen lchabod el rumor de . que Brunt Quebrantahwsos decía que "iba a romper en dos al pro fesor para encerrarlo así en el armario de la escuela". Obvia decir que nuestro lchabod no iba a dar oportunidad de que esto sucedie ra, por lo que ante los embates de Brunt, sólo movía la cabeza hacia el otro lado como quien no se da por aludido. Esta supuesta actitud pacífica sacaba de sus casillas a Brunt, quien al poco tiempo hizo de lchabod la víctima favorita de sus tretas. Brunt y su banda empezaron a hacer incursiones destructivas a · la escuela del maestro; unas v� ces taponaban la chimenea, con lo cual la escuela se llenaba de humo; otras, ya de noche, entraban en la escuela y volcaban los pupitres y tiraban los libros por todos la dos ... Demost��dol e al pobre maestro que �u trampa de mimbre y . estacas no servma m para atrapar una angmla dentro de la escue la ... Por otro lado, Brunt no perdía la oportunidad de ridiculizar al pobre maestro ante los ojos de la bella Catarina. As� es�uvieron las c?sas por un tiempo, sin que hubiera algún cambiO digno de mención en las estrategias de nuestros contendien tes hasta que ... Una tarde de otoño estaba Ichabod sumido en "lS reflexiones' sentado en el alto taburete desde el que controlaba a sus alumnos cuando de súbito entró un negro en la desvencijada escuela; vestí� chaqueta y pantalones de estopa y cubría su anciana cabeza con un viejo sombrero de fieltro. De manera harto elocuente declamó un mensaje en el que se invitaba ál profesor Ichaboct Crane a una re cepción que se llevaría a cabo en casa del matrimonio Van Tassel aquella misma noche, se esperaba contar con su presencia. Dicho esto salió, montó en su viejo jamelgo y se perdió en el bosque. ·
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Los alumnos dieron cuenta de las lecciones a toda prisa, aprove chándose que por la emoción, el maestro no los revisaba tan minu ciosamente como solía hacerlo en un día normal. Incluso los dejó salir una hora antes y, para sorpresa de todos, no regañó ni apaleó a ninguno cuando en su estampida tiraron los escritorios. El galante lchabod tardó más de media hora en arre�larse; cepi lló con cariño su mejor traje, uno negro como de velono que era el único que tenía menos de dos agujeros, se peinó sus rizos y lue�o fue a pedirle prestado un caballo al viejo granjero Hans van R1pper. Ripper le prestó un caballo que en sus tiempos de juventud llamaba Pólvora, pero al que ahora no se le acercaba ni el nombre de iJ!echa. Igual que su dueño, era viejo y gruñón; en una carrera perdió una _ con el cue retina por lo que estaba tuerto, era flaco, peludo, sucw, llo grueso y las crines amarillentas, además tenía la cola llena de nudos. Se habrá visto galán tan poco agraciado como lchabod. Monta ba con estribos cortos, por lo que llevaba las rodillas casi a la altura de las orejas; sus codos, vistos desde atrás, parecían las patas de un saltamontes; llevaba la fusta en perpendicular, como si fuera el cetro de algún rey; y para finalizar adornaba su cab:za con u� pequeño sombrero inglés que casi le caía hasta la prommente nanz; cuando el caballo trotaba sus brazos aleteaban como si fueran las alas de un insecto gigante posado en las espaldas del pobre jamelgo, que esta ba a punto de morir. Estaba por anochecer cuando Ichabod llegó a los dominios de los Van Tassel. La casa estaba atiborrada con la flor y la nata de los habitantes de la región. Granjeros acaudalados acompañados de sus esposas emperifolladas y de sus hijas no menos emperifolladas. Brunt Quebrantahuesos no podía faltar en la escena, llegó -�ontando su ca ballo Temerario, ese que nadie más en la comarca se atrevía� montar; cuando vio llegar a lchabod dijo, como al desliz, •'montar caballos dóciles es digno sólo de cobardes" y sus amigos rier?n; p�ro lchabod se siguió de largo, amarró su caballo y se encammó drrectamente
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hacia la mesa en donde estaba la comida, frente a la chimenea y el enorme huevo de avestruz que tanto lo había impresionado al llegar la vez anterior que comiera en casa de los Van Tassel. iQué cantidad de placeres se mostraron a los ojos de nuestro héroe! Había charolas repletas con pasteles, tartas y biscochos, en otras abun daban las pastas y, un poco más allá, el plato fuerte: jamón horneado cortado en lonchas, carne ahumada, pollos asados por docenas, enor mes panillas de pescado ... Y para beber, icuencos rebosantes con leche bronca! Y, al centro de la mesa, una enorme tetera que continuamente silbaba anunciando que ya estaba lista la infusión. Ichabod se deleitó con todas aquellas delicias, por momentos pausado y hasta ceremonioso, pero no dejó ningún bocado sin pro bar. Comía a dos carrillos, con los ojos bien abiertos, acariciando la ilusión de que algún día todo aquello podría ser suyo. En esas elucubraciones andaba nuestro querido profesor cuando se dejó sentir una música de bail� proveniente del ��.lón contiguo. El músico era un negro viejo con el cabello blanco, toda una or questa él solo. Durante más de medio siglo había recorrido villas, pueblos y aldeas únicamente con su viejo violín como acompañan te. Tocaba alegres melodías que invitaban al baile a todos los que las escucharan. En cuanto a lchabod, baste decir que se consideraba tan buen bailarín como cantante de salmos ... Ni uno solo de sus músculos se mantenía quieto cuando se lanzaba a la pista de baile, su figura tan poco grácil se trasformaba en un trompo de ritmo. Tan bueno era que los negros de las granjas vecinas se apiñaban en las ventanas del salón para verlo bailar... Su pareja de baile, y quién más podía ser, era la bellísima Catarina, quien resRondía con sonrisas a todos los guiños de ojos que él le hacía. Pero todo este despilfarro de movimientos, a un espectador musculoso que estaba sentado en una esquina, con la cara larga y que en el pueblo ape>daban Brunt Qu¡;brantahuesos, no le hacía ninguna gracia; la sangre le hervía en las venas y se mordía los puños por culpa de los celos.
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Cuando terminó el baile, lchabod se interesó por la conversa . CiÓn que mantenían el señor Van Tassel y un grupo de hombres maduros. Fumaban en el porche mientras hablaban de viejas histo rias de la guerra. Todos se presentaban a sí mismos como los protagonistas de al guna batalla que determinó el buen trascurso de la historia, gracias a la cual ahora ellos podían sentirse seguros en sus casas. Pero ninguna de aquellas historias estuvo a la altura de las histo rias de aparecidos que se contaron apenas se hubo desgastado el tema de la guerra. Los que conversaban en el porche empezaron a competir por ver quién se sabía la leyenda más terrorífica, quién había presenciado el acontecimiento más espantoso o quién había . entrado y sahdo con vida de la situación más espeluznante ... Natu ralmente se escucharon cuentos de fantasmas horripilantes, como las de esos que sin mover los labios lanzaban gemidos y llantos tan espantosos que helaban la sangre de quien los escuchaba; o de los otros que se pasan toda la noche vagando por un alma caritativa que les rece un rosario; y no faltó quien relató que en tal o cual árbol había visto una asamblea de·fantasmas en las que unos a otros se arrancaban las ropas y se abrazaban enardecidos. Tampoco faltaron las leyendí¡is de mujeres, como la de aquella dama cubierta por un velo blanco que se pasaba la noche lamen tándose con un llanto espantoso y que se dejaba ver por la Cañada de la Roca del Cuervo. Pero ni todas estas historias juntas emocio naron tanto a los comensales como la leyenda del jinete sin cabeza; aquel a quien, según decían varios, se había visto recientemente cabalgando los senderos de Sleepy Hollow; induso alguno afirmó que lo había visto amarrando su caballo a una de las tumbas del camposanto de la iglesia. .Qu�zá por precaución, quizá por azares del destino, el c,aso es que la 1gles1a de Sleepy Hollow la construyeron en urr sitio apartado del pueblo, e hicieron bien con esa acción porque con el paso de los años el camposanto se convirtió en el recinto preferido de los espectros y de
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los espíritus que rondaban l a región. L a iglesia se levanta sobre una loma rodeada de olmos, a un lado de la cual se abre un hondo ba rranco por el que, en días lluviosos, arrastra la corriente árboles, pe druscos y ramas arrancadas de cuajo; en el punto más negro y hondo del torrente, no lejos de la iglesia, hay un puente de madera. Tanto el sendero que lleva al puente, como el mismo puente, estaban cubiertos por el denso follaje de los árboles frondosos, cuyas ramas no era que no dejaran pasar el aire, sino que más bien lo estrangulaban; por eso, aun de día, aquél era un lugar donde vivían las sombras; y de noche era peor que una boca de lobo. Ése era, según decían, uno de los caminos que frecuentaba el jinete sin cabeza. Y una de las historias que se contaron fue la de que cierta noche el viejo Bower, un tipo que decía no creer en fan tasmas, cuando volvía a Sleepy Hollow del pueblo vecino, se topó de golpe .con el jinete, y dicen .que Jo único que se le ocurrió hacer fue segmrlo ... Así que a galope'tendido fueron ambos a través del bosque, entre la maleza, por las� ciénegas, hasta llegur al puente; allí, de repente, el jinete se convirtió en un esqueleto luminoso que s� abalanzó sobre el viejo Bower, golpeándolo con tal fu�rza que lo htzo caer al torrente mortal que se lo tragó inmediatamente, sin que nadie volviera a verlo jamás . Esta historia, que se tomaba por verdadera, se vio reforzada por la aventura que a continuación contó el mismísimo Brunt Quebran tahuesos. Brunt dijo que él era mejor jinete que el propio jinete sin cabeza, y que para demostrarlo relataría una anécdota en la que esto se veía claro. Sucedió que un día cuando regresaba al pueblo se le plantó en el camino el legendariojinete sin cabeza; queríajugarse una apuesta con él: "Una carrera por un tarro de cerveza", le dijo. Brunt aceptó sin vacilar e inmediatamente espoleó a su caballo el Temerario. La montura del decapitado nunca superó, por más que se esforzaba, la cabeza del vaLie nte Temerario, y Btunt hubiera ga nado la carrera de no ser porque al llegar al-puente, el jinete sin cabeza dio un salto para salvarlo e inmediatamente después se con virtió en una llamarada que se extinguió a lo lejos.
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Todas estas historias, contadas con la voz con que suelen contar se en noches oscuras, con los rostros de los viejos únicamente ilumi nados por el tabaco encendido de la pipa, impresionaron profunda mente el espíritu de nuestro sensible lchabod, abriéndole su cora zón tanto al amor como al temor... La fiesta llegaba a su fin, los gra1�eros con sus esposas comenza ban a montar sus carretas para irse; algunas muchachas se escabu llían de sus padres montadas en las grupas del caballo en el que algún amante se las llevaba... Empero lchabod seguía ahí, como hubiera hecho cualquier enamorado, esperando el momento de con versar a solas con su amada. Tenía el rostro iluminado, pues estaba seguro de encontrarse a las puertas del cielo ... Me es imposible de cirles qué sucedió durante la entrevista, pues a decir verdad, no lo sé ... Algo debió de salir mal, porque a los pocos minutos de conver sación, el rostro alegre del profesor se trasformó en un amargo y desolado rictus. iüh, las mujeres! iAh qué terribles! ¿sería posible que sólo hubiera coqueteado con el profesor para divertirse un rato? ¿o es que quería poner celoso a Brunt? La verdad es que yo no lo sé, sólo dios ... Lo que sí sé es. que lchabod salió de la granja más que como un pretendiente, como un ladrón que hubiera ido allí a robarse un par de pollos. Fue a la hora de las brujas, en lo más negro de la noche, cuando Ichabod, con el corazón amargado, tomó el camino de regreso por las laderas de los cerros desde donde se veía Tarry Town. La noche se mostraba tan triste como él, acaso igual de dolorida. A las doce de la noche oyó el ladrido de un perro, largo y agudo, pero muy débil, como desde lejos; y sintió que ya ni l<?s perros querían acercársele. No veía nada vivo por donde pasaba, lo único que es cuchaba era el canto monocorde y melancólico d� los grillos. En su cabeza comenzaron a girar todas las historias de fantas mas que había escuchado aquella noche, como .si,un torbellino de imágenes se le hubiera metid0 entre los sesos: .. Además, la noche era cada vez más negra.
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El buen lchabod jamás se había sentido tan solo ni tan desdi chado como aquella noche. Llegaba a uno de esos sitios considera dos como malditos en todas las leyendas, uno de esos sitios donde acostumbran a reunirse los espectros, cuando de pronto se topó con un árbol enorme, un ciruelo con tantas ramas como si fueran las espinas de un nopal... Aquellas ramas eran tantas que en sus retor cimientos ofrecían figuras fantásticas de seres extraordinarios; lchabod recordó que era ahí donde había desaparecido un tal ma yor André, y que desde entonces se referían al árbol como el árbol del mayor André. Mientras avanzaba hacia el árbol y para quitarse el miedo, lchabod comenzó a silbar. Pero para su sorpresa escuchó que le respondía un silbido idéntico ... "No es más que una ráfaga de viento", se dij o; no obstante, cuando estuvo debajo del árbol, dejó de silbar y detuvo su caballo. Ante sus ojos se movía una mancha blanca, algo así como el velo de una mujer. Se acercó temeroso, con el corazón latiéndole a gran velocidad... Para su fortuna aquello era solamente una herida en la corteza del árbol que con el reflejo de la luna se veía como un trapo. Sólo respiró un poco cuando escuchó un gemido largo y profundo ... Empezó a temblar, apenas controlaba la mandíbula y las piernas, así y todo, se armó de valor y siguió avanzando ... Aliviado comprobó que el sonido lo producían dos ramas que entrechocaban merced a la brisa... Salió por fin de los dominios del árbol, pero aún no había escapado del peligro que se cernía sobre él. . A doscientos metros del árbol, cruzaba el camino un arroyo que se precipitaba hacia el pantano. Para cruzar el arroyo había dis puestos unos troncos a manera de puente, detrás las ramas de los árboles formaban una gruta oscura que parecía no tener fi n . Para desgracia de Ichabod, ese puente también era c.onsiderado como un lugar maldito ... Además, el rumor decía que s0lo debía cruzarse de noche y acompañado . . Y él iba solo. Cuanto más se acercaba al riachuelo, más fuerte le latía el cora zón, como si le fuera a reventar en el pecho. Respirapa hondo y .
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hacía acopio de todo el valor y toda la fuerza de voluntad que tenía; fustigó al caballo y le clavó los tacones de sus botas en las costillas, con la esperanza de que el penco saliera en carrera y cruzara aquel sitio escabroso cuanto antes; pero el mal bicho en lugar de irse de frente, dio un giro repentino hacia su derecha, logrando que el jine te se golpeara contra un árbol. lchabod, enojado y presa del pánico, sintió más miedo que aumentaba a cada segundo, tiró de las rien das hacia el lado contrario, tratando de obligar al caballo a ir por donde él quería; pero fue inútil. El penco se echó al galope, sí, pero no para cruzar el puente, sino para tumbarse de costado sobre unas zarzas llenas de espinas que había a la izquierda del camino. Mal trecho, lchabod se levantó, montó el jamelgo y lo castigó con dure za; le clavó las botas en las costillas con más fuerza y lo golpeó con la fusta en la cabeza. El viejo Pólvora relinchó y salió al galope... Mas justo cuando llegaba a la embocadura del puente se paró en seco, como las mulas. lchabod estuvo a punto de salir volando, pero se agarró con fuerza del cuello del animal. Ap'enas iba a castigarlO; cuando escuchó pisadas en el agua...splish, splash, splish ... En la oscuridad de la bóve da formada por los árboles vio una sombra informe, erguida, alargada y ancha; quieta, como a la espera de una víctima. El vello de nuestro pobre maestro se le erizó en todo el cuerpo. . c.Qué podía hacer o decir? Demasiado tarde para girar la grupa de su caballo y escapar; además podía tratarse de un fantasma o de un espectro, seres de aire capaces de atravesarlo incluso de cara al vien to. Hizo acopio de sus últimas reservas de valor y con la voz en un hilo preguntó: "¿Quién eres?" Pero no hubo respuesta. Volvió a pre guntar y de nuevo hubo silencio. Intentando pasar desapercibido, clavó los tacones en el también tembloroso Pólvora, empezó a can tar con voz trémula y agud<;�; uno de sus salmos, , y galopó por donde había llegado ... Mas justo entonces la sombra se interpuso en su camino para cerrarle el pas�. Así, a corta distanc.ia, podía distinguir mejor a la sombra: era un-jinete corpulento. qye montaba un enor me caballo negro. No parecía enojado pero tampoco amigable. lchabod hizo que su caballo siguiera andando; cuando llegó a la
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altura del jinete, éste se apartó y lo dejó pasar, y luego siguió junto al maestro, del lado que el penco tenía el ojo tuerto. Cuando lchabod terminó su salmo decidió mirar a su compañero nocturno, recordando de golpe la apuesta que narrara Brunt Quebran tahuesos. . Ese recuerdo le hizo fustigar de nuevo a su penco, con la esperanza de dejar al fantasma atrás... Mas el jinete maldito también picó espuelas y lo alcanzó de inmediato. El maestro tiró de las bridas para frenar un poco a su montura, pero el jinete hizo lo mismo. El corazón de lchabod latía tan fuerte que le pareció que se escuchaba más que el retumbar de cascos de los caballos. Intentó empezar otro salmo, pero tenía la boca seca por el miedo; la lengua se le pegaba al paladar y no le salía ni una nota, ni una palabra. Su compañero noc turno parecía obstinado con el silencio, asunto que le resultaba aún más temible al maestro ... Pronto, el viejo lchabod sabría la causa... Descendían por la ladera de una colina, la ausencia de árboles en aquella zona del bosque permitía el paso libre a los rayos de la luna; lchabod aprovechó la claridad para mirar de reojo a su perse guidor. OF: cerca le pareció aún más corpulento y más temible; fue subiendo 1a mirada del abdomen al pecho, del pecho a los hombros y de los hombros a ... Si antes sentía miedo e incluso hasta coquetea ba con el pánico, ahora su corazón pareció reventarle dentro del pecho trasformándose en una serie d� Ja�idos tan rápidos que pare cían uno solo. Ya ni uno de sus miembros le pertenecía; sus pier nas temblaban entrechocándose sus rodillas por encima de la gru pa del penco, sus dedos no paraban de presionarse unos a otros como si se quisieran tronchar, su boca se secó y el aire casi no le llegaba a los pulmones; el rostro se le volvió trasparente y lo_s ojos casi se le salieron de sus cuencas; el jinete corpulento que lo perse guía iera el mismísimo jinete sin cabeza! Al instante Ichabod com prendió por qué no había recibido respuestas � su� preguntas. En una segunda mirada observó que el jinete sin c:ab9a llevaba apo yada sobre el arzón de la silla de su caballo, nada meno� qtte ... i su propia cabeza! .
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En un extraño momento de lucidez, de esos que siempre surgen cu�ndo uno se enfrenta con sus peores miedos, el cuerpo de lchabod, cast por sí solo, comenzó a golpear al penco con pies y manos. Pól vora, que aparte de su propio temor debía soportar el de su jinete, se lanzó a galope tendido ... Pero fue en vano porque inmediatamente tuvo de nuevo a su lado al jinete sin cabeza. Galopaban en una carrera enloquecida, sacando chispas de las piedras que se atrave saban en su camino; inclinado sobre el cuello de su penco, Ichabod sentía que su tr�e flotaba con el aire, sensación que le otorgaba la esperanza de dejar atrás a su perseguidor. . . Pero llegaron juntos al � ruce de caminos en el que se toma el que va a Sleepy Hollow; mesper�damen te Pólvora, que parecía que estaba poseído por el . de�omo, desviÓ su � ta y en vez de girar hacia la derecha para baJar al pueblo, se metió en un sendero arenoso que iba a dar direc tamente �l puente. Sí, hombre, sí, el mismo puente maldito que . lleva a la Iglesia y al camposant>O de la iglesia. Ha� ta ese mo �ento el pánicO' que también sen,tía el penco les daba cierta vent�a en la carrera ... Pero cuando iban a la mitad del sendero lchabod empezó a sentir que se le aflojaban las cinchas de la silla de montar; parecía que el penco se le escurría por las pier ? as . . Trató de equili�rarse y de presionar con fuerza la silla, pero mevitablemente las cmchas reventaron. Apenas se salvó de caer. La � illa se. deslizó por entre sus piernas y cayó sobre el camino, casi I � mediatamente fue destrozada por los cascos del caballo del jinete �m cabeza. Lo escuch? como si hubiera ocurrido en su propia ore Ja. Así y todo, por un mstante pensó en el cor�e que le iba a dar al viejo Ripper cuando le dijera que había destrozado su silla de mon tar preferida, aquella que usaba para pasearse los domingos ... Pero sólo fue por un instante, po�que ahora tenía que concentrarse en montar como si fuera un indio, y maldita la idea que tenía el de montar como indio; por más qu� se a,hrazaba al cuello del jamelgo, inevi tablemente sus nalgas bnncaban hacia un lado o hacia el otro' o se deslizaban hacia atrás; a cada galope su estó�ago se contraía por que estaba seguro de que caería del caballo.
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, Un claro que se abría en las cercanías del puente le dio confianza. Ese era el puente donde el fantasma se había esfumado según la histo ria de Brunt Q;lebrantahuesos. "Si llego con mi cabeza al puente, estaré salvado", pensó; pero justo en ese momento sintió el resoplido del caballo fantasma quemándole las espaldas. Fustigó a �ólvora con fuerza, ag-achó la cabeza y entró al puente a toda velocidad, levantan do un estrépito de tablas bajo su galope. Una vez del otro lado, no pudo evitar detenerse y voltear con la esperanza de que, al igual que en el relato del fanfarrón, su perseguidor se hubiera trasformado en una llamarada... Pero lo que vio fue mucho más aterrador; el jinete se paró sobre los estribos de su montura, tomó su cabeza con una mano y la lanzó contra la cabeza del profesor... Ichabod se quedó pasmado mirando los ojos que lo miraban mientras se acercaban más y más ... Se escuchó un sonido como el de dos piedras que chocan ... lchabod cayó a tierra. Pólvora, el jinete sin cabeza y el caballo negro pasaron por encima de aquel cuerpo tendido como un soplo de mar. A la mañana siguiente el viejo Ripper encontró a su penco a las puertas de su casa; sin montura y arrastrando la brida. En vano espe ró toda la mañana e incluso hasta entrada la tarde, pero el profesor nunca volvió. Después alguien le dijo que encontraron su silla destro zada y semienterrada a un lado del camino que va hacia la iglesia. También le dijeron que encontraron las huellas del penco y que las huellas conducían hacia el puente; allí vieron el sombrero del pobre lchabod flotando en donde las aguas eran más turbias y profundas; no lejos, cerca de la orilla, encontraron una calabaza partida. Pronto se org-anizó un grupo de rescate, pero fue en vano; al final no les quedó duda de que Ichabod ya no estaba por ahí, ni vivo ni muerto. El caso de la desaparición del profesor de la escuela fue la comidi lla de todos el domingo en la iglesia. Se formaban grupos de chismo sos aquí y allá, y entre todos compartían sus Opimones y presentaban sus hipótesis. Después de sopesar éstas y aq1;1ellas posibilidades y de recordar las historias dé Brówer y de Brunt Q;lebrantahuesos, mien tras fumaban plácidamente su tabaco aromático, los hombres de Sleepy
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, Hollow concluyeron que la única respuesta et� que a. lchabod Crane el profesor del pueblo, lo había secuestrado el Jmete sm cabez�. Como suele suceder en estos casos, repartieron sus pocas pertenenctas entre los alumnos, habilitaron una nueva escuela y contrataron a un nuevo profesor. . . . Pasado un tiempo me enteré de que por ahí hay un VIeJO granJero que viajó a Nueva York y que dice que _se enco� tró a � chabod Crane allá, en un bufete de abogados. Asegura que stgue VIVO, pues�o que a lo vio, y dice que le escuchó relatar que huyó d�� valle por mtedo que el fantasma se le volviera a aparecer y tarnbien. por el dolor que le provocó el rechazo de Catarina van Tassel. Sm embargo, hay quien dice que ese viejo está loco. . En lo que respecta a Brunt Quebrantahues�s, en cuanto se �o na liberado de quien fuera su rival de amores, conduJO a la bella Catan al altar. Y cada vez que escuchaba decir algo ac�rca de la calabaza partida que encontraron junto a� río, no podía evttar que una extra ña sonrisa se formara en sus labws.
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El espectro del novio En la cima de una de las montañas de Odenwald, país salvaje y romántico, hace muchos años existió el castillo del barón Von Landshort. Por la época en que trascurre la historia que me dispon go a contarles, el castillo se encontraba casi en ruinas, sepultado a medias por un bosque de hayas y abetos gigantes; sin embargo, la vieja torre que servía de punto de observación, se elevaba majestuosamente por encima de los árboles, y desde ella, el barón de nuestra historia se esforzaba por mantener aplacados a los cam pesinos de la comarca. El barón Landshort era un heredero venido a menos que insistía en continuar dando muestras de la antigua opulencia de sus ante pasados, los Katzenellenbogen. Eran tiempos de paz y todos los ba rones de Alemania, todos salvo el nuestro, habían abandonado sus torreones defensivos para bajar á vivir en los valles, que de común resultan más placenteros y proporcionan una vida1rnás cómoda. El barón tenía un único descendiente, una hij a. Pero la natura leza compensó esta falta de descendencia haciendo de su hija un dechado de virtudes, un prodigio, digamos. Tanto sus primas como sus nodrizas e incluso las comadres de la comarca, aseguraban al barón que no había en toda Alemania mujer que pudiera rivalizar con su belleza; ¿y quién mejor que las propias mujeres para aseve rado? La hija recibió la educación más esmerada tle manos de sus dos tías solteronas, quienes habiendo pasado sujuventud en uno de los principados de Alemania, estaban más que versadas en las reglas de la decencia y las buenas costumbres. Por la virtud de los consejos de sus tías, la hij a del barón alcanzó el grado de excelencia espiritual cuando apenas cumplía' sus dieciocho años; hacía bordados en cantadores, representaba escenas de santos en los tejidos y además era capaz de leer tanto libros religiosos como hi torias de caballe ros andantes, de esas que a:bundabap por aquella época. También
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había hecho progresos en la escritura y ya era capaz de escribir su propio nombre sin olvidarse de una sola letra. Las tías, que en sus años mozos fueron coquetas y de una reputa ción dudosa, eran las mejores personas para ocuparse del cuidado de la virtud de su sobrina, pues no hay dueña de una virtud tan rigurosa y de un decoro tan sobrio como una coqueta que se quedó soltera ... Rara vez dejaban que la bella se alejara de su vista y mu cho menos le permitían salir deJas estancias del castillo sin arrojar sobre su espalda una mirada fulminante que podría dejar helado a cualquiera. Siempre le leían en voz alta tratados de conveniencia social y de obediencia pasiva. Y en cuanto a los hombres, iah, ca ramba!, le decían que jamás debía mirarlos, y que si lo hacía debía ser a gran distancia y con suma precaución y desconfianza. La po bre niña se sentía tan asustada de los hombres que estaba segura de que el atrevimiento de verlos sin el consentimiento de sus tías le provocaría la muerte inmediata. Como ha de suponerse, aquella educación dio fruto y la joven era un ejemplo perfecto de mojigatería y discreción. Mientras las jóvenes de sus edad, cual flores mundanas que cualquiera puede acariciar y tirar después, marchitaban su hermosura en los torbelli nos del mundo y de la vida, nues�ra modesta y encantadora virgen florecía como el botón de una rosa solitaria entre las espinas. De sobra está decir que sus tías la miraban más orgullosas de sí mismas que de la sobrina, seguras de que, gracias a su -represión, aunque las demás jóvenes se alejaran del recto camino, la hermosa hija del barón jamás se extraviaría. El barón, a pesar de ser un hombre más bien ehaparro, tenía un alma elevada, por decirlo así.. . Incluso se tenía por el hombre más grande del pequeño mundo en el que vivía; tal idea acerca de su superioridad sobre los demás lo colmaba de dicha. Por eso disfruta ba de narrar historias sobre las virtudes y el valo_r: de sus antepasados a todos aquellos de sus parientes sin fortuna que de ·continuo se presentaban a comer de sus bolsillos. El barón era además muy
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dado a lo maravilloso y creía a pies juntillas en todas esas historias fantásticas y hasta sobrenaturales que siempre se cuentan en las montañas y en los valles de Alemania. Por el tiempo al que se refiere mi historia se celebró en el castillo una gran reurlÍóp. familiar para tratar un asunto de suma importan _ buscar un cia: buen marido para la hija del barón. A tales efectos se celebró una reun ión entre el barón de Landshort y un viej o y noble _ caballero de BaVIera, para negociar acerca de la un<Sn de los casti llos de am?os m �diante el matrimonio de sus hijos; llegaron a un acuerdo e mmediatamente se iniciaron los preparativos de la boda, aun a pesar d� que los futuros esposos ni siquiera se conocían ... Incluso s� designó el día de la ceremonia, por lo que se le envió un rec��o �] j �ven c�nde Von Altenburg, el futuro esposo, que servía en el eJercito Impenal, para que se pusiera en camino para recibir la blanca y pura mano de la hija del barón. Desde Wützburg, donde _ el VIVÍa COnde, llegaron cartas anunciando el día y la hora aproximada en que llegaría al castillo. � 1 Todo el castillo se dispuso para darle la bienvenida adecuada. La novia se vistió con �special cui�a?o; cabe aclarar que cada prenda de su toca�o fue estnctamente VIgilada por sus tías, a pesar de lo cual la � ovia se veía todo lo hermosa que podría desear cualquier prometido; ade � ás, la emoción hacía que le brillasen los ojos y que _ su c�erpo madiara un fulgor fresco. El rubor de sus mejillas, las palpitaciones de su seno, sus ojos un tanto soñadores- todo en fin de�ostraba el cúmulo de emociones que se habían d�spertado e � su JOven y ti_ �rno corazón. Las tías, sin despegarse de su lado, le daban conseJOS y recomendaciones para que diera un recibimiento honroso a su futuro esposo. �or su parte el barón se pa'Seaba de un lado a otro por todo el castillo, gntando órdenes aquí y allá .aunque ya todos los criados sabían l ? que les corr�spondf� ; lo que lo hacía parecer como esas moscas m �lementes e mop<:>rtunas que.no hacen otra cosa sino in comodarnos en los calurosos días del verano.
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a y se dispuso Se sacrificó a la mejo r ternera que había en la granj s de alerta y para los pucheros; por los bosques resonaron los grito rrada de �andas '�ctoria de los cazadores; ya estaba la cocina atibo Rin ... En fin, para preparar y las bodegas rebosaban de vino del do al disti nguido todo estaba dispuesto para recibir com o era debi huésped. ar señales Cuando atardecía, el barón subió a la torre para busc nte largas ho del conde y su séquito, pero fue en vano; esperó dura o, prolonga ras. En algún momento escuchó el sonido de un cuern un vuelco y sus do en el aire por los ecos del valle ; su corazón le dio bres de a caballo ojos se aguzaron. A lo lejos observó a muchos hom , apenas llegó que avanzaban por el cam ino; pero, para su desgracia que para nada el cortejo al pie de la montaña tomó una dirección conducía a su castillo. los murciéla El sol se ocultó finalmente. A la luz del crepúsculo za del barón, no gos empezaron a revolotear por encima de la cabe ientos. Todos los haciendo otra cosa sino augurar malos acontecim absoluta, cuan- . que estaban en el castillo mostraban una perplejidad do no una gran inquietud .-. en el mismo Mien tras, en otro luga.r de Odenwald, acontecía momento una escena un tanto curiosa. ente, con la El joven conde Von Altenburg galopaba tranquilam rá con una jo satisfacción propia del hombre que en breve se casa ro de armas pañe ven y bella dama, cuando se encontró con un com era. Herman von con el que había servido tiempo atrás en la front reros más fuertes, Starkenfaust era su nombre, y era uno de los guer enfaust, licen intrépidos y temidos �e la caballería alemana. Stark del de Landshort. ciado, volvía al castillo de su padre, no muy alejado aún existía una Pero hay que mencionar que por aquel entonces Starkenfaust, de la vieja querella entre la fami lia de Landshort y' e y e.l caballero, 'Sin embargo . . enemistad a la que eran ajenos el cond eH hacer junt os el Com o iban en la misma dirección convinieron odidad, el conde resto del viaje . A fin de hacerlo con mayor com
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Altenburg ? rdenó a su séquito que aguardase en un pueblo cercano y que les dieran alcance en un par de horas. urante el camino intercam�iar�n historias de combates y de . � d1stmtas aventuras, con las que d1smmuyeron el tedio del viaje. En un m? ment? dado el con?e habló de su próximo matrimoni; y sólo a�erto a dec1 : 9ue su novia era la mujer más hermosa del mundo ... Sm qu: se hiciera un solo silencio entre ellos, se adentraron en las montanas de Odenwald y se dirigieron hacia uno de los desfiladeros n:�s sombríos y peligrosos del viaje. Nadie ha de sorprenderse si les d1go que nuestros d?s caballeros fueron atacados por una banda de ladrones cuando deJaban atrás el desfiladero y se adentraban en el . bosque. Se defendieron con furia, luch � ron por largo tiempo y esta_ . han � punto de su�umbir cuando acudió el séquito del conde en su . a�noho. Los bandidos huyeron inmediatamente, pero antes infrin . gieron una henda mortal en el conde y éste no tardaría en fallecer. Lo llevaron a un pueblo cercano,'.con un monje sabio que lo mismo cura� a las almas 9ue los cuerpos.�. Pero fue en van<;� en ese lugar habnan de concluir los días del conde. �n su le�ho de muerte el conde suplic� a su amigo que se diri . giera al �a�tdlo de Landshort para comumcar el motivo de su au . se�Cia. , S1 no se h ��e de est� �anera -le dijo-, no reposaré tran . qmlo en mi tumba . Lo repitw dos veces más y luego expiró. Stark� n �aust exhaló un suspiro y se echó a llorar; lamentándose de tan tragi �a como prematura muerte. Sentía una opresión en el pecho '! tema la cabeza atormentada por la inquietud y la prisa de cm� phr cuanto antes aquella última voluntad del conde; le perecía t� rnble te �er que presentarse en la casa de sus enemigos históricos . sm s:r Invitado � ader�1ás para dar una noticia que acabaría con la alegna de los alh reumdos ... P�ro, al momento, la curiosidad de ver de c�rca � la b:lla Katzenellenbogen, cuya fama de hermosa se ex tendia mas alla de la comarc;;:t1 le infundía valor; HO en vano era s �arkenfa�st un devoto admirador del se �o beJlq. Antes de partir . . . . necesanos hizo los aueglos para que su amigo fuera enterrado junto con los restos de sus antepasados en la catedral de Wütsburg.
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... Todos espe Pero volvamos a la familia de los Katzenellenbogen para que se cum raban impacientemente la llegada del no,�o, no sólo no se servía... El pliera con el matrimonio, sino porque la comida aún pues la noche se baró n, que ya comenzaba a arrancarse los cabellos no podía esperar cerraba, decidió al fin bajar de su torre . El banquete mostraban un más, las viandas comenzaban a secarse y los parientes días sin probar hambre semejante a la de un batallón que lleva tres entir a que diera bocado. No le quedó más remedio al barón que cons r. inicio la fiesta sin la presencia del invitado de hono los deliciosos Todos tomaron asiento y se disponían a dar cuenta de ado de un cuer manjares cuando se dejó sentir a poca distancia el llam que llegaron a las no ... Sonaron más toques, cada vez más cerca, hasta os de la guardia puertas del castillo y fueron respondidos por los cuern El barón salió . para indicar al viajero que se le franqueaba el paso su futuro yerno. apresuradamente a dar la bienvenida a quien creía ron con una Los guardias bajaron el puente levadizo y se topa e. Al centro del imagen si no aterradora, por lo menos desconcertant s de un poderoso camino apareció un caballero alto y fuerte, a lomo antes y su rostro caballo negro; estaba pálido pero con los ojos brill el notable as mos traba una profunda melancolía, lo que le daba ntó de verlo llegar pecto de un héroe romántico ... El barón se lame nte la ansiedad solo y sin equipaje , pero se dijo luego que segurame ponerse en cami por conocer a su hija fue la que lo había llevado a larse. no sin esperar a su servidumbre y sin siquiera arreg llegar a vuestra -Lo siento -dij o el caballero-; no. quería casa a hora tan intempestiva... plidos que Pero el barón lo interrumpió con una serie de cum primeras palabras acompañaba con cientos de salutaciones; esas el barón percibie pronunciadas por el caballero bastaron para ql:le su resentimiento . ra su elocuencia y diplomacia, y con ello olvidara alzando un par de . El extraño intentó detener el torrente de el_ogieJs r al barón decidió veces la mano, pero al ver que era imposible calla esperar a que terminara por sí solo.
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Así llegaron al último patio del castillo. Al fin hizo una pausa �l barón, pero en cuanto el caballero intentó abrir la boca para expli carse, llegaron las mujeres de la familia con nada menos que la hermosa novia. La doncella intentaba esconderse detrás de sus tías, ruborizada dulcemente en su sonrisa ... El caballero no pudo más que contemplarla arrebatado, como en éxtasis; tal parecía que su alma se hubiera enajenado al contemplar a tan bella damita. Una de las tías solteronas murmuró entonces unas palabras al oído de la hermosa y virginal muchacha, quien hizo un gran esfuerzo por ha blar, alzando tímidamente los ojos de un azul profundo, húmedos por las alegres lágrimas que intentaba reprimir. Miró al cab.allero sólo un segundo y de inmediato bajó los ojos. No pudo articular una sola palabra pero en cambio de sus labios brotó una hermosa sonrisa que le decía al caballero lo complacida que estaba con su presencia. El caballero se presentaba muy noche, por lo que no había tiem po para más preámbulos, ni mucho menos para seguir hablando. El barón, que se distinguía por tomar decisiones intempestivas, dejó las explicaciones para el dí_a siguiente e hizo que todos tomaran asiento para dar inicio, de una vez por todas, al tan esperado ban quete de bienvenida. La mesa estaba servida en el gran salón del castillo. Los muros estaban cubiertos con retratos de la familia Katzenellenbogen y to dos los presentes hacían gala de sus mejores ropas. Pero aquel a quien tenían por el novio prestó poca atención a la sociedad qu.e lo rodeaba y al festín que se le ofrecía, a pesar de ser éste extraordma rio; y se limitó a mirar a la hermosa novia con l_os ojos embelesados. Hablaba tan bajo que los convidados no podía·n escucharlo, pues téngase en cuenta que los enamorados apenas si tienen voz; el amor murmura delicadamente su lenguaje. Sólo esperaba el caballero .alguna palabra de la novia. • La ternura y la gravedad que se daban en el recién-lkg;ado, la exqui sitez de sus modales en contraste con su aspecto fiero, impresionaron ·
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profundamente a la virginal damita, quien le prestaba toda su atención mientras su rostro cambiaba de la suave decoloración al rubor intenso. De vez en cuando balbucía alguna respuesta y, cuando los ojos del caballero dejaban de mirarla, le lanzaba ella una mirada de reojo para saciar su romántica apostura ... Naturalmente exhalaba entonces un suspiro encantador. Era evidente que ambos sucumbieron a la más ardorosa pasión. Las tías solteronas, harto versadas en los asuntos del corazón, se congratulaban del enamoramiento a primera vista. El festín trascurría alegremente, escuchándose algunas historias jocosas por aquí )' 1lgunas risas comprometedoras por allá; sin em bargo, el recién llegado mantenía una extraña gravedad que con trastaba con la alegría que mostraban los ojos de la doncella. A medida que avanzaba la noche su rostro se fue poniendo aún más triste y más pensativo, al punto de que las historias narradas por el barón en vez de divertirle, como a los demás, lo hacían ver más melancólico y evocador. Por rri0méntos conversaba con la novia, mas sus palabras eran tan misteriosas que al pocq ¡rato la antes serena frente de la doncella comenzó a oscurecerse con negras nu bes de pena. La inexplicable y súbita tristeza de la novia, y la rigidez del ca ballero, llenó de inquietud a quienes los observaban, al punto que, al poco tiempo, todos hablaban en voz bqja, se miraban acongoja dos y dejaron de cantar y bromear.. . Donde antes hubo fiesta, can tos y relatos jocosos, comenzaron a producirse narraciones trágicas, de aventuras sobrenaturales las más ... A un cuento realmente pavo roso le sucedía otro aún más terrible, al punto de que más de una dama estuvo al borde del desmayo. El caballero al que todos tenían por el prometido de la novia, escuchó atentamente una historia que narraba el barón; fue que dando tan impresionado que hubo de levantarse de su silla antes de que su anfitrión concluyera eL relato. Oyó el final dé la narración de pie, exhaló entonces un hol}dÓ suspiro ,y se despicl.ió de los allí pre sentes con educación y mucha solemnidad, dejándolos perpleios.
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Miraron todos al barón, que además de atónito parecía haber sido atravesado por un rayo. -iNo puede abandonar el castillo a estas horas! -le dijo el barón, recomponiéndose-. Es la recepción que le brindamos ... Y además ya le preparamos una habitación para que descanse ... Pero el caballero movió la cabeza triste y misteriosamente. -Debo -dijo por fin- pasar �sta noche en otros aposentos, bien distintos de los que me ofrece usted. Algo en su tono hizo que el barón se conmoviera, pero, como era hombre orgulloso, repitió su ofrecimiento. El caballero se limitó a negar con la cabeza mirando al suelo. Al fin alzó la mano, en señal de despedida, y abandonó el salón. Las tías solteronas se quedaron heladas; la hermosa virgen escondió sus ojos de las miradas de los demás para que no vieran que lloraba. El barón, no obstante, se levantó para ir detrás del caballero, alcanzándolo cuando llegaba al patio donde su poderoso caballo negro golpeaba impacientemente el suelo de piedra con sus cascos. Entonces el caballero se volyió y d\jo con voz sepulcral: -Ahora que nadie nos escucha puedo decirle el secreto de mi huida... Hice una promesa y debo cumplirla ... _¿Cómo? -dijo el barón-. ¿y no le puede remplazar al guien de su confianza para cumplir con el compromiso? -Nadie puede remplazarme. Estoy obligado por mi palabra a ir a la catedral de Würtzburg. -Está bien, de acuerdo -aceptó el barón-. Ve pronto, pero tendrás que volver mañana en busca de mi hij a. -No -dijo muy lúgubre el caballero-; no he dado mi pala bra de llevar a su hija al altar de la cate�ral 9e Würtzburg. Me esperan los gusanos de la sepultura ... Estoy muerto ... M� asesinaron -unos salteadores de caminos ... Mi cuerpo yace ihora en la catedral de Würtzburg y seré enterrado a medianoche ... Mi tumba me aguar da abierta; es preciso que cumpla con mi palabra.
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Dicho esto montó rápidamente en su caballo, cruzó como una flecha el puente levadizo y pronto se perdió el eco de los cascos de su montura, barridos por un viento feroz que surgía de la oscura no che. El barón, con las piernas temblándole, volvió al salón del castillo donde se celebraba la reunión y contó lo que acababa de suceder le ... Dos damas cayeron desmayadas al instante, otras se pusieron enfermas y algunos parientes del barón relacionaron el suceso con las apariciones de duendes y demonios que según ellos tenían lugar en algunos de los bosques que rodeaban el castillo. Cualesquiera que hubieran sido las dudas respecto a la apari ción, quedaron disipadas a la mañana siguiente, cuando llegaron al castillo los heraldos con la mala nueva de la muerte del conde y de su entierro en la catedral de Würtzburg... Imaginen la conster nación que aquellas noticias causaron en el castillo. El barón se encerró en su cuarto para llorar s� h sé r visto, mientras que los convi dados al festín continuaron su comilona, probablemente con la in tención de afrontar el miedo con el estómago contento, pero eso no lo sé de cierto. La pobre y virginal doncella, viuda antes de casarse, era quien más lástima daba. . i Perdió a sus esposo sin abrazarlo siquiera! iY qué esposo! Si era así de agraciado e imponente como espectro, ¿cómo sería de vivo? Lloraba y se lamentaba llenando todas las estancias del castillo con su dolor, salvo el comedor donde se harta ban los parientes. Pasó la segunda noche de su viudez en su cuarto, acompañada de una de sus tías, que tenía el decidido empeño de dormir junto a ella. Aquella habitación estaba bastante alejada de las demás y daba a un pequeño jardín; l i hija del barón, dormida ya su tía, sumida en sus recuerdos y en las expectativas frustradas, contem plaba la pálida claridad de la �,uria en cuarto creciente. El reloj del castillo ha�ía dado las doce cúando se dejó sentir una dulce música de guitarra. La joven se levantó de la cama inmediatamente y corrió .
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a asomarse a la ventana. Oculto entre las sombras de los árboles vislumbró la sombra de un fantasma; la luna se movió en lo alto y su luz dio de lleno en el cuerpo del visitante . . . i Era el espectro de su novio! Más que por la visión del espectro, se asustó entonces la don cella por el grito de terror que escuchó justo tras de sí. . . Era su tía, a quien la música había despertado también; acudió a la ventana, gritó al ver al fantasma y se desmayó. Cuando recobró el conoci miento, la visión ya se había desvanecido. De las dos, la tía fue quien requirió de más atenciones, pues el terror de experimentar aquella visión la trastornó por un tiempo. Por el contrario, la muchacha encontraba dulzura y encantamiento hasta en el espectro de su novio. Para beneplácito de la muchacha, la tía declaró que no volvería a dormir jamás en aquella habitación. Por lo que la doncella, aprovechándose del estado de shock en el que se encontraba su tía, le hizo jurar que guardaría en secreto la aparición, e incluso la convenció de que le permitiera dormir sola en aquella habitación encantada. Para fortuna de la tía, a quien las ganas de chismorrear el secreto le quemaban la lengua, sólq tuvo que guardar silencio durante una semana; pues pasados siete días la joven hija del barón desapareció. No estaba en su cuarto, ni había dormido en su lecho, y tenía abier ta la ventana de su habitación. La tierna palomita, pues, parecía haber volado. Al enterarse de la desaparición de su sobrina, la tía solterona se llevó las manos a la cabeza y recorrió las estancias del castillo di ciendo con un hilo de voz: "El fantasma, el fantasma ... Se la ha llevado el fantasma". Con palabras confusas y acongojadas relató la pavorosa escena del jardín, mientras repetía una y otra vez que el fantasma había raptado a su sobrina. Su opinión fue respaldada por dos jóvenes criadas que aseguraron haber escuchado el trote de ur_1Jcaballo hacia la medianoche. · ·
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Todos en el castillo se sumieron en la más horrible estupefac ción, pues no cabía la menor duda de que la hija del barón había sido secuestrada por el brioso caballero del corcel negro. iCuán lamentable se volvió el estado del barón ! Una de dos; o su hija fue arrastrada a la tumba, o tenía por yerno a un espectro . Y hasta podría darse el caso, se decía a sí mismo, de que tuviera por nietos a una horda de duendecillos, y se echaba a llorar. En su inmenso dolor dio la orden de que su guardia personal recorriera a caballo todos los rincones, senderos y grutas de Odenwald, y hasta él mismo llegó a ceñir su espada y capitanear alguna partida; pero la búsqueda fue en vano. En esas andaba cuando una visión lo dejó petrificado a las puer tas de su castillo: era una dama montada en una yegua, que se dirigía al castillo acompañada por un caballero . . . La dama hizo galopar su yegua hasta las puert�s del castillo, desmontó, se arrodi lló y abrazó las piernas del baróh. B astó sólo un par de segundos para que el barón se diera cuenta"de que la dama era la hija que creían desaparecida para siempre; el caballero, claro está, era el espectro del novio. Confundido, el barón miraba alternativamente a su hija y al es pectro. Digamos que muy pronto se aclaró el misterio . . . El caballe ro en cuestión era Herman von Starkenfaust, quien inmediatamen te refirió al barón la trágica aventura que vivió corí el malogrado conde Von Altenburg. Confesó que fue él quien se presentó aquella noche en el castillo, cuando todos aguardaban al novio; que intentó dar la mala noticia, pero que el barón no le permitió hablar; y que cuando por fin pudo hacerlo ya había visto a la bella novia, y fue entonces que su corazón le impidió pronunciar palabra alguna. Añadió que fueron las historia&de aparecidos que contó el barón las 1 que le sugirieron la idea que puso en práctica. El caballero, por lo demá�; siguió visitando a Ia muchacha a escondidas, presentándose �ri el jardín .como si fuera un fantasma, ..
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pues temía no ser aceptado como quien en realidad era a causa del histórico enfrentamiento entre las familias. El caballero y la dama aseguraron que ya se habían desposado. El barón, que había llorado amargamente la ausencia de su hij a, y que ahora la veía incluso más hermosa, perdonó la fuga de los amantes y organizó fiestas y grandes banquetes para homenajeados. Una de las tías solteronas, ya sabemos cuál, hizo el mayor ridícu lo de su vida, pues para ese entonces ya había difundido por todos los alrededores el chisme de que a su sobrina la había secuestrado un espectro. Pero así y todo se sintió contenta de que su sobrina tuviera por marido a un hombre de carne y hueso y no a una sombra vana y fugaz.
El diablo y Tom Walker A unos cuantos kilómetros de Boston, en Massachusetts, desde la bahía se adentra el mar varios kilómetros para formar un pantano, tierra adentro, rodeado de árboles y frondosa vegetación; una autén tica ciénega. A un costado de esta lengua de mar hay un bosque pequeño y al otro se ve la costa abrupta que se alza en una colina sobre la que también crecen árboles. Cuenta la leyenda que al pie de uno de esos árboles está enterrada un� parte del tesoro del pirata Kidd; según las viejas historias es el mismísimo diablo quien se en carga de cuidarlo. Por el año 1727 vivía en la región un hombre miserable llamado Tom Walket� acompañado de su esposa que era una mujer tan po bre como él. Para que se tenga una idea más o menos clara de su miseria, baste decir que de continuo intentaban estafarse entre sí. Su casa era sórdida, se caíi- a pedazos, y de la chimenea apenas se levantaba un hilillo de humo casi invisible. Tenían un pobre pen co lleno de mataduras en el que las costillas parecían las rejas de una ventana, que se pasaba los días mirando a la lejanía, como a la espera de que alguien viniera por él y lo librase de aquella maldita tierra de hambruna. Ni qué decir tiene que la casa y sus moradores no gozaban de eso que en l a comarca se conoce como " un buen nomb re" , pues pasaban la mayor parte del día insultándose y peleando, y nadie hubiera sido capaz de interponerse entre ambos para calmarlos. Quien los veía discutiendo no sólo temía por Tom sino también por sí mismo, pues la mujer de Tom era alta y malencarada; de temperamento fiero y lengua larga, y cualquiera pensaría que era ella la fiera más difícil de domar. .t. Un día en que Tom volvía a su triste morada, decidió tomar un atajo y se metió por las vereda·s del pantano; como suele ocurrir en estos casos, hacerlo fue una grave equivocaGión. Los árboles esta-
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ban muy próximos entre sí, la vegetación crecía salvaje y, en suma, resultaba harto dificil dar un paso. Además, de tan altos y tupidos, los árboles apenas dejaban pasar la luz, de manera que parecía que siempre era de noche. Para colmo, el camino estaba salpicado de zanjas y hoyos difíciles de ver en la oscuridad, por lo que tan pronto salía nuestro hombre de una charca fétida cuando ya había caído en un hoyo con el seno de légamo. Tom trataba de ir con cautela para no sufrir mayores males en aquel bosque que era en sí una trampa; saltaba de tronco en tronco, saltaba sobre las zartias y la maleza, siempre tratando de pisar en un lugar firme y seguro; sus pasos, de tan precavidos, eran muy silen ciosos, como los de un g-ato. Por fin llegó a tierra firme, hasta una suerte de lengua de tierra que se adentraba en el pantano; era un lugar oscuro que tiempo atrás utilizaron los indios para emboscarse en los días de las guerras contra los primeros colonos. Avanzaba la tarde hacia el crepúsculo cuando Tom llegó hasta lo que quedaba del antiguo fuerte indio; decidió reposar ahí un momento para recuperar sus fuerzas. Cualquier persona normal hubiera hecho todo lo contrario, es decir, hubiera intentado salir de aquel lúgubre sitio cuanto antes, pero Tom no era una persona que se asustara fácilmente. Se echó a reposar contra el tronco de un árbol caído, incluso se deleitó C<'ln los trinos de un pájaro y, mientras recuperaba las fuerzas, comenzó a apilar barro con su bastón. En esas andaba, removiendo el barro sin pensar en nada, cuan do tropezó su bastón con algo que le ofreció dura resistencia. Se levantó, removió un poco más de barro y sacó aquello contra lo que había chocado su bastón; era una calavera que tenía clavado un tomahawk indio. No le dio mucha importancia a su descubrimien to pensando que no era más que un viejo recuerdo de aquella época de lucha feroz entre los indios y los colonos. . "iToma!", dijo al tiempo que descargaba un,puntapié a la cala vera para sacudirle el barro ..
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-i Deja tranquilo ese cráneo! -escuchó que le decía una voz cavernosa. Tom alzó los ojos y vio a un negro alto y corpulento, sentado sobre un tronco, algunos metros más allá. Su sorpresa fue grande pues no había escuchado ni un solo paso, pero mayor fue su extrañeza cuan do, al mirar con detenimiento, descubrió que el hombre que le habla ba no era ni un negro ni un indio, '!-unque su manera de vestir recor dase la de estos últimos. El color de su piel no era negro ni cobrizo, sino más bien mugriento, como de hollín, propio de quien se desem peña usualmente entre braseros y llamas. Lucía además una cabelle ra negra y reseca que se agitaba a uno y otro lado de su cabeza. Aquel extraño ser estuvo mirando un rato a Tom con sus ojos grandes y rojos. _¿Qué estás haciendo en mis dominios? -le preguntó por fin con su voz de ultratumba. -iTus dominios! -exclamó Tom con tono burlón-. Estas tierras son tan tuyas como mías; al fin y al cabo pertenecen al sacer dote de Peabody. . . -iQue se muera el maldito sacerdote! -dijo con violencia el extraño-. Y te aseguro que morirá si no se preocupa más de sus pecados en vez de hacerlo tai?tO por los de sus vecinos ... Mira hacia allá y verás cómo le van las cosas al diácono ... Tom miró en la dirección que le señalaba el desconocido y se encon tró con un gran árbol, tnuy frondoso, pero con el tronco enfermo, hue co... El primer viento fuerte lo derribaría irremediablemente. También observó que en lo poco de corteza sana que le quedaba estaba grabado . a navaja el nombre del diácono, un hombre respetado, prominente y rico por los muchos negocios ventajosos que había hecho con los in dios... Miró después en derredor y comprobó que en ca.Si todos los otros árboles también había un nombre inscrito; siempre de los hombres más respetables de la región y siempre en los árbol!=s que pareCÍan a punto de caerse. Pero aún vio más; en el tronco del árbol contra el que se había
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echado estaba esetito el nombre de Crowninshield, un colono muy rico, famoso por hacer ostentación de su riqueza, que le venía, según los chismes, de sus tratos con piratas. -Ya está listo para arder -dijo aquel ser, con aire triunfal-. Como verás, no me falta leña para calentarme en invierno ... _¿Con qué derecho cortas árboles en una tierra que no es tuya sino del sacerdote de Peabody? -lo regañó Tom. -Con el derecho de ser el primero que habitó en este lugar -respondió el otro-. Esta tierra me pertenece desde mucho antes de que cualquiera de los rostros pálidos de tu raza la pisara ... -Dime, te lo ruego, quién eres . . : ¿Me lo puedes decir? -le preguntó Tom un poco angustiado. -iüh! Tengo muchos nombres ... En algunos lugares soy el ca zador furtivo, en otros me llaman el minero negro... Aquí, por ejem plo, me dicen el leñador negro; l�s indios me consagraron este lugar y es cierto que, para honrarme, asaron alguno que ot�o rostro pálido ... Admito que me encanta el olor de la carne quemada en sacrificio ... Desde que los pieles rojas fueron exterminados por ustedes, me lo paso muy bien persiguiendo a los cuatreros y a los anabaptistas ... Digamos que soy el gran patrón y protector de los esclavos negros y el maestro supremo de las brujas de Salem ... -Lo que quiere decir, si no me equivoco -refirió Tom- que eres ése al que usualmente llaman el demonio. -El mismo, a tu servicio ... -dijo el hombre oscuro con una cortés inclinación de cabeza. Así, según lo refiere la leyenda, se produjo la conversación entre Tom Walker y el diablo, aunque puede que de tan calmada resulte poco creíble ... Cualquiera pensaría que en un encuentro semejante, con tal personaje y en un lugar lúgubre y apartado, lo normal hu biera sido que Tom perdiera- los nervios y la com¡Jostura, pero lo cierto es que se trataba de un nombre cqn buen ·temple, de esos que no se asustan así por las buenas ... Además, al fin y al cabo llevaba
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varios años viviendo con una auténtica furia, su esposa, por lo que ya ni el diablo le daba miedo. Se dice que después hizo Tom el regreso a su casa acompañado por el siniestro personaje, lo que propició una conversación más pro funda. El hombre oscuro le habló de los tesoros enterrados por el pirata Kidd en aquella colina próxima al pantano; unos tesoros, le dijo, de cuya custodia se encargaba él mismo, y que ponía a su entera disposición si así lo deseaba... Además, dijo el demonio que se lo ofrecía por nada, o bueno, por casi nada, solamente establecer algu nas condiciones previas... Y no es difícil imaginar cuáles eran estas condiciones ... Tom, empero, jamás se las dijo a nadie; probablemen te se trataba de condiciones muy exigentes, pues Tom le pidió un poco de tiempo para pensarlo con calma antes de darle una respuesta definitiva, y eso que Tom no era un hombre de los que se entretienen pensando cuando hay dinero de por medio... Llegaban a las lindes del pantano cuando el demonio se detuvo en seco para despedirse. _¿Cómo me aseguras que lo que me dij iste es verdad? -le preguntó entonces Tom. -Aquí tienes mi sello �dij o el hombre oscuro mientras tocaba con un dedo la frente de Tom. Tras esto dio media vuelta y se perdió en lo más espeso de la ciénega; pareció, según lo contaba el propio Tom, que al irse se fue hundiendo poco a poco en el barro, hasta que no pudo verse más que los hombros y la cabeza... En cuanto llegó a su casa comprobó que el sello que le había dejado en la frente el demonio era una especie de quemadura imposible de borrar. La primera noticia que le dio su mujer .fue que Absalom Crowninshield, el rico bucanero, había muerto repentinamente ... Tom recordó que había visto ese nombre grabado en el tronco del . árbol sobre el que descansaba, aquel árbol listo para alimentar un -buen fuego. "Pues que se achicharre ese baqdiclo . . . � quién le im porta?", se dijo Tom, tomando aquel suceso comó ·una prueba de que el hombre oscuro no le había mentido.
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Como podrán supo� er, Tom no era dado a confiar en su esposa, pero como e � es ta ocasiÓn se trataba de algo tan importante como _ , malefico, dectdw/ contárselo. Apenas aludió al oro enterrado se des pertó �� ella t�da la avaricia de que era capaz; inmediatamente aconseJO al mando que aceptara las condiciones, segura de que con aquel tesoro sus problemas terminarían. Sin embargo, Tom no esta ba tan convencido de querer vender su alma, y lo estuvo menos al darse cuenta de q�e con su negativa podía molestar a su mujer. Así, un asunto tan de! icado terminó por iniciar el peor pleito que los _ esposos tuvieron Jamás; se a�enazaron, se insultaron y St1 echaron _ _ en cara Cientos de cosas mdectbles ... Cuanto más discutían, más se aferraba Tom a la �egativa de vender su alma. Y no es que le impor tar� condenarse, smo que se complacía al negarle ese placer a su muJer. Al fin�l ella decidió tomar cartas en el asunto y negociar directa mente. �i le salía bien el negocío, podría quedarse con todo sin compartir con Tom, pensó; no se ol�ide que ella poseÍ<J. un tempera _ _ mento vahente, muy parectdo al de su marido. Así, una tarde de verano fue a la ciénega en busca del horqbre oscuro. Estuvo fuera d� casa durante varias horas y cuando regresó casi no dijo nada; solo algo referente a un hombre muy oscuro que se entretenía tiran do árboles con un hacha ... Y nada más, bueno, añadió que debía volver al otro día para hacer una oferta más convinctmte. Al día siguiente volvió a la ciénega llevando en su d€lantal varios útiles de cocina. Tom la esperó durante horas pero no volvió, se hizo <le noche y la esposa no aparecía; amaneció y nada, pasó todo el día y cayó la noche y su mujer no dio señales de vida; entonces comenzó a pr cuparse. Pasó el día y la noche del día siguiente y la mujer no �? volvw... La verdad es que en to_da la comarca nadie . volvió a verla. Se d !j eron muchas historias sobre �u desaparición, pero la más verosímil es la que rel�t��a el :� mismo Tom. Cuenta" que luego de . 1 1 na serna�� Tom dectdw sahr. a busq.r a m esposa; recorrió la _ t'lénega gntando su nombre una y otra vez, sin recibir respuesta
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alguna, sólo el croar de las ranas. Ya atardecía cuando lo sobresaltó la aparición de cientos de murciélagos que revoloteaban haciendo círculos en el aire. Se acercó a mirar y descubrió el delantal de su mujer colgado de las ramas de un ciprés. "Recuperaré lo que es mío, y ya me las arreglaré en caso de que no aparezca mi mujer", se dijo. Trepó las ramas del árbol y tomó el delantal, pero al deshacer el hati llo descubrió dentro un hígado y un corazón. Según cuenta el relato aquello fue lo único que se encontró de la pobre esposa de Tom. Tom supo consolarse de la pérdida de su esposa y de aquellas pertenencias, pues tenía los nervios templados. Incluso, poco des pués, hasta sintió gratitud hacia el hombre oscuro, toda vez que pensó que le había hecho un favor; por eso lo buscó nuevamente. El diablo lo evitó entonces, pues al contrario de lo que la gente cree, no acude inmediatamente al llamado de los pecadores... El viejo patas de cabra sabe muy bien jugar sus cartas cuando tiene ganada la partida. Cuando Tom estaba cansado de buscarlo, y por tanto dispuesto a dar lo que le pidiera, el diablo apareció caminando por una vere da. Silbaba una vieja melodía y llevaba su hacha al hombro. Tom se le acercó corriendo y luego del saludo inicial condujo la plática al tema del tesoro del pirata. El diablo, además de la condición que todos imaginamos, exigió algunos otros favores, entre los que se en contraba el que Tom utilizara el dinero para hacer obras al servicio del mal. Tardaron en ponerse de acuerdo, pues el diablo le reco mendaba que se convirtiera en político mientras que Tom argüía que era mejor, o más malvado, ser banquero prestamista. Al final se decidieron por esta última profesión. -Abrirás tus oficinas en Boston antes de un mes -le dij o el hombre oscuro. · repuso Tom. -Si quieres, mañana mismo las abro -Prestarás el dinero con un interés del cinco por ciento mensual... · -iNo, hombre, no! M �jor al diez por ciento -replicó Tom.
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-Extenderás pagarés que no puedan cobrarse, liquidarás hipo tecas, prestarás sobre empeños1 llevarás a los comerciantes a la rui na ... -i Sí, sí! , los mandaré ... ilos mandaré al demonio! -gritó Tom excitado. -Excelente -respondió el demonio aplaudiendo-, ¿cuándo . qmeres que te entregue el tesoro? -Esta noche. -Hecho -exclamó el diablo. -i Hecho! -gritó Tom y se estrecharon las manos para cerrar el trato. A los pocos días Tom ya estaba sentado detrás de un escritorio en su propio banco en Boston. Pronto se hizo de buena reputación y la gente hablaba de él como de un usurero que prestaba más por bue na voluntad que por ga�as de haC'er negocio... Eran los tiempos de . . las graves cnsis económicas y, por fortuna para Tom (ytpara el dia blo, debo admitirlo), su negocio fue un éxito. La gente se amonto naba a las puertas de sus oficinas y al poco tiempo tuvo que abrir sucursales en otras ciudades del país. Así Tom fue aumentando su riqueza, sentado en su despacho con u�a mano sobr� l a otra, sin hacer nada más que esperar. Al _ en uno de los hombres más ricos del país, poco tiempo se convirtiÓ entró en los círculos de la alta sociedad, se construyó una casa y compró un carruaje. Sin embargo, Tom seguía siendo miserable. Por tacañ �ría no terminó de construir su casa, ni de amueblada, y a su car�aJe nunca le en��só las ruedas. Cuando salía de paseo, el carruaJe producía un chirndo espeluznante, del que la gente empe zó a deCir entre burlas que era el lamento de los dyudores. A medida que Tom envejecía, empezaba a inquietarle la prome sa hecha al diablo y al poco tienipo la angustia se ápoderó de él. Arrepentid� quiso engañarlo,, ém pezó a: ir a la iglesia. Su temor era tanto que al poco tiempo Tom se convirtió en uno de los fieles más
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devotos; parecía que con sus rezos dominicales quería borrar todos los pecados que cometía durante la semana. Cuentan que ya de viejo perdió un poco la cordura y comenzó a hacer cosas demasiado excéntricas, como enterrar un caballo con las patas para arriba para huir montado en él el día deljuicio Final. Pero lo cierto es que sucedió lo siguiente: U na bochornosa tarde de verano estaba Tom sentado ante su escritorio, discutía con un pobre infeliz al que los negocios le fueron mal y que ahora estaba por perder su hipoteca. El hombre le pedía unos meses más de plazo, pero Tom se negaba rotundamente. -Pero eso supone la ruina para mi familia, su total desamparo -gimió el hombre con una mueca de temor. -Lo siento, pero la caridad empieza por uno mismo -le respondió Tom fríamente-. Son tiempos difíciles y debo velar por mi negoc10 ... -Yo le he hecho ganar mucho dinero -interrumpió el hombre. Entonces Tom perdió la calma y hasta el mínimo de piedad que le quedaba y gritó: -iQue me lleve el diablo si me he enriquecido con usted! Y justo cuando acabó de pronunciar estas palabras sonaron tres aldabazos en la puerta de entrada. Pum, pum, pum . . . Tom "e le vantó a ver de quién se trataba. En el dintel se encontró con un hombre oscuro que llevaba un caballo negro sostenido por la brida. -Sígueme Tom -le düo aquel hombre. Tom lo miró aterrado, quiso dar un paso atr�s y cerrar la puerta, pero ya era demasiado tarde. El hombre oscuro lo subió de un tirón, lo sentó en la grupa de su caballo, como si fuera un niño, y salió a galope mientras el cielo comenzaba a llover. Alguien que vivía cerca del pantano contaría , pasaqo el tiempo, - que cuando comenzó a sentirse aquella' tormehta escúchó un terri ble ruido de herraduras y unos gritos de pánico espantosos ...
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Las buenas gentes de Boston movieron las cabezas hacia los la dos, se encogieron de hombros y se dirigieron a las arcas de Tom. Pero para su sorpresa cuando abrieron el cofre donde se suponía que estaría todo el dinero, sólo encontraron un montón de pagarés hechos cenizas, y el oro y la plata convertidos en piedras de río ... Por lo demás, en las caballerizas encontraron los esqueletos de cuatro pencos atados a un carruaje desvencijado ... Y al día siguiente la casa entera ardió. Espero que ustedes entiendan la moraleja de este cuento, y el que no, pues que se cuide de no pudrirse en el infierno ...
La leyenda del astrólogo árabe En tiempos de la Antigüedad, hace cientos de años, vivió un rey moro llamado Aben Habuz, que tomó asiento en el trono de Grana da. De joven fue un gran guerrero que tuvo aventuras y realizó con quistas, y ya de viejo, todo lo que deseaba era vivir en paz con el mundo y gozar de las posesiones que había tomado a sus vecinos. Pero ocurrió que al pobre anciano le salieron rivalesjóvenes, prín cipes vigorosos que ansiaban la guerra, la gloria y la venganza. En sus tierras más prósperas siempre había rebeliones y aquellos que antes se sometían a él sin chistar, ahora lo abucheaban. El asunto es que Aben Habuz tenía, en su vejez, enemigos por todas partes, dispuestos a destron�rlo a cualquier costo y sin piedad alguna. Como Granada está rodeaóa de altas montañas que impi den observar los movimientos de alguna tropa que s� acerca a la ciudad, el rey se vio obligado a sostener un incesante estado de alar ma y vigilancia, no sabiendo por dónde podría llegar el ataque que lo amenazaba. Erigió torres y plantó centinelas en todos los accesos, pero fue en vano, sus enemigos estaban dispuestos a cruzar por los desfiladeros más peligrosos con tal de arrasar las tierras de Aben Habuz. El rey, cansado de vivir en constante tensión, mandó llamar a un viejo médico y astrólogo árabe. La barba blanca como la nieve le llegaba a la cintura, era difícil calcularle la edad, mas por su aspec to parecía que tenía varios siglos de existencia; vino a pie desde Egipto sin más ayuda que un bastón tallado CO!l jeroglíficos. Su nombre era Ibrahim Ebn Abu Ayud y atesoraba gian fama, dicién dose de él que vivía desde la época del mismísimo Mahoma y que era hijo de uno de los fieles qu� siempre estuvoju� to al profeta.
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Hombre así de maravilloso fue recibido con la mayor solemni dad por parte del rey. Le ofreció los mejores aposentos del palacio, pero el médico y astrólogo prefirió vivir en una cueva en las faldas de una montaña que se alzaba frente a la ciudad de Granada, ahí donde más delante se erigiría la Alhambra. Pidió que se ampliara la cueva hasta convertirla en una sala espaciosa de techo alto y al cen tro mandó hacer un agtüero que le permitiera observar el curso de los astros. Escribió jeroglíficos egipcios en las paredes de la cueva y los cubrió con signos cabalísticós y con reproducciones de las constelaciones, pero a nadie reveló sus significados. En poco tiempo el sabio lbrahim se com�rtió en el consejero más querido del rey, quien le pedía su opinión ante cualquier dificultad o duda que tenía. Un día el rey se quejaba de la injusta enemistad con sus jóvenes vecinos, y se lamentaba de verse obligado a mantener una vigilancia constante de su reino cuando, al cesar sus lamentos, el astrólogo le dijo: -Sabe, i oh!, rey, que cuando estaba en Egipto presencié una maravilla sublime, ideada por una sacerdotisa pagana de la Anti güe(hc l ... En la cumbre de una montaña que se eleva sobre la ciu da(· Je Borsa, y que mira al gran valle del Nilo, había una figura de un carnero que tenía encima la de un gallo, ambas fundidas en bronce, que giraban sobre un eje ... Cuando había peligro de inva sión, la figura del carnero se volvía hacia donde venL:t el enemigo y el gallo comenzaba a cantar... Los moradores de Borsa sabían así, no sólo que acechaba el peligro, sino el lugar exacto por donde se aproximaba la tropa, y podían prepararse para la defensa de su tiena con antelación suficiente. -i Dios es grande! -exclamó el pacífico Aben Habuz-. iQué preciado tesoro sería para mí poseer un carnero como ése, alerta sobre las montañas que rodean mi reino, y otro gallo igual que lan zara su canto ante la amenaza ... ! iAlá Akbar! iQué a gusto podría descansar en mi palacio con esos centi nelas! _ El astrólogo y médico dejó que cediera el entusiasmo del rey antes de decir lo siguiente:
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-Cuando el victorioso Amru, a quien tenga dios en el paraíso, concluyó la conquista de Egipto, me uní a los sacerdotes para estu diar los ritos y las ceremonias de la fe idolátrica, pues tenía la espe ranza de convertirme en maestro de los conocimientos ocultos ... Un día estaba sentado a orillas del río Nilo, sosteniendo una conversa ción con un venerable anciano, un sabio sacerdote, cuando señaló las poderosas pirámides y me dijo: -Todo cuanto pudiéramos enseñarte es nada comparado con la sabiduría que se encierra en esas moles enormes ... En medio de la _ del pirámide central hay una cámara sepulcral que guarda la momia sacerdote supremo que ayudó a erigir tan imponente oh�, y con él está enterrado un maravilloso libro de sabiduría que contiene todos los secretos de la magia y de las artes ... Ese libro le fue entregado a Adán después de su caída, y llegó, generación tras generación, a ma nos del rey Salomón, el más sabio, con cuya ayuda edificó el !e�plo de jerusalén... i Sólo el que conoce todas las cosas, sólo el Misencor dioso, sabe cómo poseyó ese libro el arquitecto de las pirámides! Con los ojos fijos en Aben Habuz, lbrahim hizo una pausa y luego prosiguió de esta maoera: -Mi corazón ardió en anhelos de convertirme, lo antes posible, en el dueño de aquel libro mágico. Podía disponer de muchos sol dados de nuestro ejército conquistador, puestos bajo mis órdenes, y de las manos de muchos egipcios; y utilizándolos a todos me dedi qué a mi empeño ... Con esfuerzo conseguimos horadar la sólida construcción de la pirámide hasta acceder a una estrecha galería que parecía un paso interior y secreto. Lo recorrí hasta llegar a un intrincado laberinto que me condujo al fin hast� el mismo corazón de la pirámide, y de inmediato a la cámara sepulcral do�de y�cía des de hacía varios siglos la momia del gran sacerdqte. Fehz y dispuesto, abrí las arcas de la momia, desdoblé muchas fajas y vendas, y al fin . hallé en su pecho el preciado tesoro qu� era aquel libr9··· Lo tomé · Con manos temblorQsas, y l;msqué a tientas ·la salida de la pirámide, . dejando a la momia en su tenebroso sepulcro, en la s�lenciosa espe ra del día del Juicio Final.
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-iüh, sabio hijo de Abu Ayub! -dijo entonces el rey Aben Habuz-. Gran viajero has sido y son muchas las maravillas que has contemplado con tus ojos ... Mas, ¿de qué me sirve a mí el secreto de la pirámide, de qué ese libro de los conocimientos del sabio rey Salomón? -i üh, rey! -dijo entonces el astrólogo-, estudiando ese libro he aprendido todas las artes mágicas y por ello puedo conjurar los genios que me ayuden a llevar adelante mis plaqes, sean los que sean ... Mi saber domina el misterio del talismán de Borsa, y puedo crear un talismán que esté a vuestro servicio. -iüh, sabio hijo de Abu Ayub! -le respondió el rey entusias mado-. Ese talismán vale para mí más que todas las torres y todos los centinelas del mundo ... Dame, i oh, sabio hijo de Abu Ayub ! , esa salvaguardia, y dispón d e todas las riquezas de m i reino. lbrahim, para satisfacer los deseos del monarca, se entregó in mediatamente a sus artes. Ordenó ,que se erigiera una gran torre sobre el palacio del rey, la cual �e levantó con piedras de Egipto . tomadas de una pirámide, y en su parte superior se 1dispuso una glorieta con cuatro ventanas que miraban a los cuatro puntos cardi nales. Ante cada ventana había unas mesas con tableros similares al del juego de ajedrez, y sobre cada tablero estaba dispuesto un ejérci to de figuritas de madera, con sus jinetes y sus infantes; además, cada tablero tenía la efigie del príncipe que gobernaba en el territo rio hacia donde miraba la ventana correspondiente.' En cada mesa había una pequeña lanza, no mayor que el tamaño de una daga, en la que aparecían labrados caracteres egipcios. La glorieta perma necía cerrada con una gran puerta de bronce y sólo el rey tenía la llave de acceso. En el techo de la torre había una figura de bronce que representaba a un lancero moro a caballo, ftia a un eje, con el escudo en un brazo y la lanza en alto; si se acercaba algún enemigo, el lancero se volvía hacia el sitio por donde venía éste y preparaba la lanza cual si estuviera dispuesto para el combate. .. Cuando estuvo terminado el artificio, todo era impaciencia en Aben Habuz, quien estaba ansioso por comprobar las virtudes del •
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talismán. Ahora el rey suspiraba por ser invadido, tan ardientemel�te _ como antes había deseado la paz. Pronto sus anhelos se v1eron satis fechos. U na mañana el guardián destinado a la vigilancia d? la torre llegó corriendo a las puertas �e los aposentos del rey, ?my Im presionado dijo que el rostro del Jmete de bronce se �abm vuelto hacia las montañas de Elvira y que su lanza apuntaba directamente al Paso de Lope. -iA las armas! Que toquen las cornetas. Den alerta. i Que toda Granada esté dispuesta para el combate! -ordenó Aben Habuz emocionado . -i Oh, rey! -interrumpió entonces el astrólogo-, que no se altere la paz de tu ciudad, ni se llame a las armas a tus guerr?ros, _ pues no necesitamos de la fuerza para hbrarnos de los enem1gos. _ Pide que se retiren los sirvientes y acompáñame a la gloneta secreta. El anciano rey y el aún más anciano sabio subieron a la torre, sosteniéndose uno en el otro. Abrieron la puerta y entraron ... la ven tana que miraba al Paso de Lope estaba abierta. -De ahí -dijo el sabio- viene el peligro. Acércate, i oh, rey!, y observa el misterio de la mesa. . El monarca se acercó al tablero donde estaban las figuntas de madera y, con gran sorpresa y gozo, contempló que se movían. Los caballos se alborotaban y los guerreros blandían sus armas; como un zumbido de abejas se escuchaba confuso el clamor d� los tam bores y de las cornetas, el entrechocar de las armas y l�s � 1erros y el relincho de los corceles... Toda aquella batalla se pewb1a como un juego de niños extraviado entre los recuerdos. -Aquí, ioh, rey! , tienes la prueba de que tus enemigos se hallan en movimiento, avanzando por las montañas . ._. Creo que y� se en cuentran en el Paso de Lope ... Producirás erí ellos el p�mco y �a . _ confusión y los obligáras a batirse en r�tirada_, sin p�,rd1da de vi das, con sólo golpear l.as figuras del tabler0 co'n l� parte trasera de esta lanza mágica... Pero si quieres que sea derramada su sangre Y
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causarles muchas muertes, tocad las figurillas con la punta de la lanza . . . Aben Habuz empalideció, estaba tembloroso y mortificado por la duda de si aquel invento en verdad funcionaría. -Hijo de Abu Ayub -dijo tomando la lanza entre sus dedos, con una chispa de odio en sus ojos-, quiero que se derrame sangre. Apenas pronunció estas palabras, atacó con la lanza mágica a las figurillas que se movían en la primera fila de la mesa, y luego con la parte trasera golpeó a las otras, al instante las primeras caye ron sobre las segundas como si estuvieran muertas. Al astrólogo le costó mucho esfuerzo detener la furia de la mano del rey (tan pacífico hasta ese día) , para evitar que exterminara por completo a sus enemigos. Pasado un rato consiguió que el monarca abandonara la torre para enviar una avanzada al Paso de Lope con el fin de que explorasen el lugar.. Al volver sus hombres le dijeron que un ejército cristiano casi había llegado a Granada, {ltravesando el corazón de la sierra, mas que estando en el Paso de Lope había estallado entre aquellas huestes una gran confusión que los llevó a volverse las armas unos contra los otros, y que pocos salieron vivos de aquella carnicería entre hermanos. Aben Habuz no cabía en sí del gusto que lo invadía tras haber comprobado que las bondades del talismán eran ciertas. -Al fin -exclamó- podré disfrutar de una vida tranquila con todos mis enemigos sometidos ... iüh, sabio hijo de Abu Ayub! ¿Qué puedo darte para pagar la bendición que has derramado sobre mí y sobre mi reino? -Las necesidades de un anciano filósofo son pocas -respon dió el astrólogo-; sólo te pido los medios necesari9s para hacer de mi cueva una ermita. Con eso me daré por bien pagado . -i Cuán noble y digna de reconocimiento es la húmildad de un hombre verdaderamente sabio·! .::_dijo Aben Habuz·tranquilo y con tento por lo poco que le pedía el astrólogo.
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Entonces el rey llamó a su tesorero y le ordenó que pusiera a disposición del astrólogo cuanto fuera necesario para construir una ermita bien adornada. El sabio mandó ampliar los huecos de su cueva y adornar sus aposentos, y constantemente pedía oro al tesor�ro para nuevos arre glos, hasta que el tesorero se cansó y fue a queJarse con el rey. Aben Habuz se encogió de hombros y le dijo: "Seamos pacientes. Este hombre se inspira en las pirámides de Egipto para construir su reti ro y filosofar tranquilo. Todas las cosas llegan a su fin y pronto los arreglos de su cueva serán suficientes y no tendrás que entregarle " ' mas oro . El rey habló con sabiduría pues al poco tiempo concluyeron los arreglos de la cueva, la cual se vio trasformada en un suntuo so pala cio subterráneo. El sabio se mostró muy satisfecho y se encerró du se rante tres días seguidos. Pero cuando volvió a dar señales de vida, presentó ante el tesorero del rey para pedirle una cosa más: -Quiero -le dijo- algo que me es indisp� nsable; algo que me relajará en esos momentos en que me vea obligado a descansar mi mente de sus arduos esfuerzos mentales. -iüh, gran lbrahim ! -respondió el tesorero-. Pide que te daré cuanto tu soledad apetezc;a... ¿cuáles son tus deseos? -Deseo un grupo de bailarinas que me entretengan ... -i Unas bailarinas! -exclamó el tesorero impresionado. -Sí, unas bailarinas -dijo el anciano con severidad-. Y además que sean jóve�es y bell�s, para que mis ojos se r��reen �n. ellas, porque la presencra de la JUventud hermo�a; me ahvra, e� ammo . _. . No es necesario que sean muchas ... Soy un hlosofo de hábrtos senCIllos y me sé conformar con poco .. . Mientras lbrahim gastaba su tiempo filosofando y descansando · - en su cueva, el antes pacífico Aben Habuz se l<t pasaba.• capitanean ·do sus figuritas de madera,. derramando sangre aquí y allá sin nece sidad siquiera de mantener un ejército de verdad. Gq�aba tanto con
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su poder que incluso urgía a sus vecinos a que vinieran a atacarlo ... Mas fueron tantos y tan continuos los desastres bélicos que sufrieron que al fin, desesperados, no volvieron siquiera a asomarse a las tie rras que gobernaba el anciano monarca. Hubo entonces largos periodos de tranquilidad en los que la estatu� de bronce se mantuvo quieta. Pero Aben Habuz terminó por aburnrse de la monotonía que le provocaba la paz. Al fin � n día la figura de bronce giró violentamente y apuntó su lanza hacra las montañas de Guadix. El rey se apresuró a subir a su glorieta, ansioso de capitanear una nueva ofensiva pero, para su sorpresa, las figuritas del tablero mágico permanecían inmóviles. Confundido, con una extraña sensación de desencanto, dio la or den de que sus mejores tropas explorasen la montaña. A los tres días volvieron con pocas noticias. -Hicimos -le dijo el capitán pe la partida- un reconoci miento exhau� tivo del terreno y n� bemos visto ni un solo casco, ni una espada, m una sola lanza... Sólo encontramos uná 'hermosísi ma doncella cristiana que dormía junto a un manantial... La tene mos presa y a su merced, i oh, nuestro gran señor y soberano! -i Hum, una exquisita doncella cristiana! -exclamó Aben Habuz con un brillo especial en los ojos-. iTráiganla aquí inme diatamente! En verdad era hermosa. Tenía el pelo negro entretejido con per las formando un par de trenzas que le llegaban hasta los hombros; adornaba su cuello con una cadena de plata de la que pendía una pequeña lira de oro que reposaba sobre su seno; sus ojos refulgían de tal manera que competían con el brillo de las esmeraldas que colgaban de sus finísimas orejas.. El corazón que estaba a p �nto de apagarse �n Aben Habuz, . expenmentó un dulce mareo ante la voluptuosidad que envolvía a la cautiva. -Mujer, la más hermosa entre todas las muje;es, ¿quién eres? -preguntó el rey mirándola extasiado. .� '
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-Soy la hija de un príncipe godo que hace algunos años reina ba en estas tierras ... Las tropas de mi padre fueron derrotadas como por arte de magia en estas mismas montañas. Mi padre está en el destierro y yo, su hija, ahora soy su prisionera. lbrahim, el sabio, se acercó entonces al rey y le dij o en voz baja: -Cuidado, ioh, rey! Esta mujer puede ser una hechicera del Norte, una de esas de las que dicen·que sabe adoptar formas seduc toras para engañar a los incautos ... Puedo leer en su mirada la bru jería y adivino el arte de sus conjuros sólo por la manera en que habla y se mueve... Ella era, mi rey, el enemigo al que apuntó con su lanza el talismán. -Hij o de Abu Ayub -le respondió el soberano-, eres sabio, puedo dar fe de ello, y además un gran mago ... Pero me parece que poco o nada sabes acerca ele las mujeres ... En eso tan grato ele la vida, te advierto que no cederé en mis conocimientos y gustos ante hombre alguno... i Ni ante el mismísimo sabio Salomón lo haría, a pesar ele que tuvo tantas esposas y concubinas! Esta doncella, pue do asegurártelo, no me hará ningún daño; su hermosura merece ser admirada y gustada. Con sólo mirarla se deleitan ya mis ojos ... -Escúchame, señor -rogó el astrólogo-. Te he procurado grandes triunfos con mi talismán y no os he pedido más ele cuanto me era necesario ... Otorgarme como premio, pues, esta prisionera para que su lira ele plata me sirva de esparcimiento en nii soledad ... Si en verdad se trata ele una hechicera poseo suficientes conjuros como para que sus malignos esfuerzos sean en vano. _¿Quieres más mujeres? ¿y cómo es eso? -se opuso el monar ca exaltado y casi fiero- �caso no tienes a todas las bailarinas que deseas para recrearte la vista? -Son bailarinas, señor, sólo bailarinas -elij o el astrólogo mas ninguna canta . . . Y te aseguro que me pl acería rJ�ucho escu , char una dulce voz durante mis horas cleclicadas .a }a meditación y al estudio.
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a tus insaciables _ peti -Harás mej or concediendo una tregua molesto el rey-. Qu1ero a ciones de ermitaño solitario -l e contestó brindará tantos p,laceres y esta doncella para mí, y adivino qu� me padre de Salo man , en su alegrías como los que encontró Dav1d, el ami stad con Abishag la Bienamada ... ones pero no hizo más El astrólogo siguió alegando nuev�s ra� del m onarca. Al ca?o que acrecentar el disgusto y la impacrenoa _ gesto agno y con los OJOS de un rato ambos ancianos callaron con er arse a su �ueva con la furiosos. El astrólogo fue entonces a enc � c1era una d1scul�a. promesa de no salir hasta que el rey le ofre jos de la pas 1ón, y al Por su parte el rey se dejó vencer por los influ el de h �cerse grato a los poc o tiem po ya no pers�guía otr� afán que sar la JUven �ud q�e no ojos de la hermosa cristiana. Qm so compen a en abundancia y as1 em poseía con las riquezas y tesoros que tení a , espectáculos '! fiestas; pezó a gastar la fortuna de su reino en joy � 1ana le conced1era algo pero con nada logró que la hermosa cns� mno rey le expresaba, su más que una sonrisa. Cada vez que _el anc plata, d� �a que su�gmn pas ión, ella comenzaba a tañer su hra de ento la mus1ca adorm1laba encantadoras y místicas melodías; al mom profundo, �el que desper al rey y al poco rato lo sumía en un �ueño s encend1da ahora esfu taba vigorizado aunque con la pas1ón ante su ceguera y le reproc�aba mada. La gente del reino se burlaba de s cuantos acorde� �e hra. que perdiera su fortuna tan sólo por uno ar la tranqmhda? ?el Al final un claro peligro acabó por amenaz pe igro del 9ue n? aviso el monarca y la seguridad de su rei �o, un � o estallo una msurrec talismán de la glorieta: En la capital del rem Habuz con la fuerza del ción . Entonces latió el corazón de Aben pos , se colocó al frente de espíritu guerrero que lo guió en otros tiem uso en fuga a la turba en un grupo de fieles y leal�s guerreros y p , na l�amo, al astr� cal: la a ecid tabl Res o. rem su iaba ased . armas que , z;del r�senti a argo cah _ -logo, quien en su encierro alimentaba el � tono conc1hador y en lo hab le uz Hab n Abe ; argo emb Sin miento ... amistoso:
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-iüh, sabio hijo de Abu Ayub! Hiciste bien al predecirme los peligros que me acarrearía mi amor por la bella cristiana ... Ahora dime, tú que tan certeramente adivinas las corntrariedades que nos depara el destino, qué debo hacer para evitadas. -Aleja de tu lado a esa infiel que es la causante de todos tus males -respondió el astrólogo. -iAntes prefiero perder mi reino! -declaró el monarca con soberbia. -Estás, señor, en situación de perder tu reino y a la cautiva -le dijo el sabio. -No te muestres así de rígido y colérico conmigo -rogó el rey al astrólogo-; tú, el más sabio de los filósofos, compadécete de mi doble angustia de rey y de enamorado, y dispón, te lo ruego, los medios necesarios para librarme de los males que me amenazan .. . Ya no me importa la gloria ni el poder; sólo ansío un dulce reposo .. . i Cuánto me gustaría encontrar un. sitio en el cual pudiera dedicar me al reposo y al amor, lejos de las inmundicias del �undo! El astrólogo lo miró con los ojos muy abiertos y luego dijo: _¿Qué recibiré a cambio si te doy ese retiro al que aspiras, majestad? -Pide tú mismo la recompensa que consideres más justa; ten por seguro que si está al alcance de mi mano, será tuyo lo que de sees ... Tenlo tan cierto como que está viva mi alma. _¿Conoces, ioh, rey!, la historia deljardín de lrem, uno de los mayores portentos de la feliz Arabia? -preguntó el astrólogo al rey. -Algo he escuchado-contestó el rey-. El Corán le dedica algunas páginas que intitula "El amanecer" . . . Pero, debo confesar lo, siempre he tenido eso p01: fábulas imaginarias� -Pues sabe, ioh, rey!, que c¡1si todo lo qué vulg¡:trmente se dice y se habla del palacio y delja�dín de lrem es verdad ... Yo mismo he tenido el goce de contemplarlo con mis propios-ojos. Escucha mi aventura, pues encontrarás, m� estad, algo que tiene que ver con lo
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que me has solicitado ... Señor, cuando era joven, sólo un mucha- ' cho árabe de los desiertos, me dedicaba a cuidar los camellos de mi padre. U na vez, mientras atravesaba el desierto de Ade, se descarrió uno de ellos y no lo encontré ... Lo busqué durante días y días, hasta que al final, sin fuerzas para seguir, me eché a descansar bajo una palmera, junto a un manantial, y me quedé dormido a la hora del meridiano. Cuando desperté me en�ootraba a las puertas de una ciudad; entré, recorrí sus calles, sus mercados y sus plazas, pero no encontré a nadie, todo estaba en silencio. Vagué por la ciudad hasta que llegué a un palacio suntuoso que tenía el jardín adornado con fuentes magníficas; un jardín lleno de flores hermosas y de prodigio sos árboles frutales. Pero seguí sin ver a nadie; angustiado por tanta soledad me apresté a salir del lugar. Cuando estaba a las puertas de la ciudad volví los ojos para mirarla por última vez... Pero la ciu dad, señor, se había esfumado. Frente a mí sólo había desierto. Ca miné un poco, meditando en lo que había ocurrido, cuando me crucé con un viejo monje que conocía bien las tradiciones y los secretos ocultos de aquellos extraños parajes; naturalmente le conté lo que acababa de ver. . " -Eso que viste -me dijo el monje- es el jardín de lrem, una de las maravillas del desierto. Sólo se aparece de vez en cuando a algún vagabundo o a un viajero como tú, para hacer que en su camino goce de su esplendor. Pero se desvanece pronto y no queda de él más que desierto. Hace muchos años, cuando los aditas mora ban este país, el rey Sheddad, hijo de Ad y bisnieto de Noé, decidió edificar un palacio que rivalizara en belleza con lo que dice el Co rán que hay en el paraíso ... Naturalmente no tardó en caer sobre su obra la maldición de los cielos y Sheddad y todos sus súbditos fue ron barridos de la faz de la Tierra y su espléndido p�lacio y sus jardines y, en fin, toda su ciudad, cayeron bajo urí hechizo perpetuo que los oculta a la vista de los humanos, salvo en contadas, ocasiones como la que tú has tenido la suerte de gozar.. Así castigó' el cielo la : soberbia de aquel rey." ·
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�l ve,nerable lbrahim hizo una pausa en su relato, tomó aire y contmuo: -Así, i oh, rey! , esta historia y las maravillas que me fue dado contem�lar están siempr� en mi recuerdo. Años después y con la _ . sabid:rna del libro del sabio Salomón, pude develar los secretos que . de Sheddad. Para mi rey puedo hacer mantiene� oculto el palaciO . otro palaciO y otro Jardín, iguales en belleza, aquí mismo, en las montañas que dominan la ciudad. -i Oh, sabio hijo de Abu Ayub! -exclamó Aben Habuz con la v�z palpitante de �¡ noción-. Eres un gran viajero y has visto y apren dido cosas maravillosas. Te ruego que con tu sabiduría me crees un paraíso igual al que h �s descrit� , y pídeme en premio yjusto pago lo , q�e mas desees, no Importa si se trata de la mitad de mi propio remo ... -iExc�lente! -clamó satisfe.cho el astrólogo-. Bien sabes que . soy �n anCiano filósofo que se con'forma y satisface con poco ... Sólo te p1do que me s�a entregada la pri �era bestia, junto .con su carg-a, , que cruce el mag1co portal del palaciO que te construiré ... �l monarca �ceptó �nmediatamente, sorprendido por lo que pa r�Cia ser tan baJO preciO. El astrólogo puso manos a la obra. En la cima de la montaña donde se encontraba su cueva, erigió lbrahim un pórtico exterior de elevado arco y un umbral guardado por puer t�s tan hermosas como pesadas. Además esculpió una llave en el d! ntel y en la clave del pórtico exterior, aún más alto, una mano gi�ante . La llave y la mano eran poderosos talismanes ante los que . . diJ O conJuros en una lengua desconocida. Cuando terminó el vestíbulo fue a encerrarse en su cueva estuvo ahí durante tres días y al atardecer del cuarto se dirigió a los �posen� tos del rey. -He terminado, ioh, rey! , m� tarea. Sobre la cima de la monta ña se alza uno de. los palacios j:Dás hermosos que ja�ás haya imagi . que sólo con verlo hará latir el corazón nado el hombre; un palaciO de contento. Hay salones, galerías, fuentes, hermosos jardines; en
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fin, toda la montaña es un paraíso ... Y, al igual que el jardín de lrem, lo protege un poderoso encantamiento, un hechizo que lo esconde de la ambiciosa contemplación de los mortales. -iGenial ! -exclamó contento Aben Habuz-. Mañana, a primera hora, subiremos para tomar posesión de semejante belleza. Aún no asomaban los rayos del sol cuando el rey, acompañado de su séquito, iniciaba la subida por la estrecha pendiente que con ducía a la cumbre. A su derecha, sobre un hermoso caballo blanco, iba la princesa cristiana, engalanada con las más ricas joyas y con su lira de plata al cuello. El astrólogo marchaba a la izquierda del rey, a pie, porque nunca le gustó cabalgar. Al llegar a la cima Aben Habuz se inquietó pues no veía el reful gente palacio. -Tal es precisamente el misterio -le dijo el astrólogo-, y tal es también su protección. No se verá el palacio hasta que, cruzada su puerta encantada, nos encontremos en el lugar ideal. Llegaron al pórtico y se detuvo lbrahim para mostrar al rey la llave y la mano esculpidas en el arco. -Ahí los tienes, señor, l¿s talismanes que guardan la entrada a vuestro paraíso; hasta que la mano alcance la llave y se apodere de ella, no habrá poder terrenal ni artificio mágico que prevalezca contra el señor de esta montaña ... Aben Habuz contemplaba maravillado los talismanes cuando lo adelantó el caballo de la princesa cristiana, cruzando el pórtico y el umbral de la puerta. Entonces exclamó el astrólogo lleno de júbiJo: -iAhí está la recompensa que me prometiste, oh, mi rey! Ahí está la primera bestia que cruza la mági.ca puerta �on su carga. . . . Aben Habuz sonrió ante l o que suponía una broma del astrólo go, pero al mo�e�to sufo que lo decía en serio: S� le é'rizaron las barbas y lo dommo la colera·. ·
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-Hijo de Abu Ayub, ¿qué te propones? -le dijo con dureza-. Bie� sabes el significado de mi promesa; te será otorgada la primera bestia de carga que cruce ese umbral, así que si quieres hazte dueño de la mula más grande y más fuerte de mis establos, cárgala ·con lo más caro de mi tesoro y oblígala a cruzar ese pórtico ... Pero no �e atrevas a reclamar a la mujer que es la más deliciosa alegría de mi viejo corazón. _¿y para qué quiero yo riquezas? -dij o el astrólogo con des dén-. 4caso no poseo el libro de la sabiduría de Salomón que me puede proporcionar cuanto me venga en gana? Me has dado tu palabra, señor, y por eso me pertenece la princesa cristiana, que te reclamo como mía... La princesa los miraba altiva desde su montura, burlándose de ambos viejos que se peleaban por ella. -iEres el hij o más vil de los desiertos! -gritó el rey-. Podrás dominar muchos trucos, pero ja�ás disputarme el poder. iY no intentes burlar a tu rey y señor! , -iMi señor y mi rey! -contestó con aire burlón el �strólogo-. No eres más que el soberano de una montaña y reclamas poder sobre mí, sobre mí que poseo los talismanes del sabio Salomón ... Pues bien, Aben Habuz, manda en tu despreciable reino y sigue engañándote con el paraíso de tus montañas ... Yo seguiré filosofando en mi retiro, burlándome de tu necedad. Entonces golpeó tres veces el suelo con su bastón, tomó las bridas del caballo de la princesa y la hizo pasar por el centro de un pozo que se abrió a sus pies. Al instante, y para asombro de todos, el pozo se cerró tras ellos y no se vio más ni a la princesa ni al caballo ni al astrólogo sabio. Aben Habuz quedó mudo d,e asombro y de ira. Ordenó que un ejército de hombres cavara en la roca donde habíán desaparecido, pero todos sus esfuerzos fueron. en balde: tan pronto. cavaban unos metros, al punto se cubría el hoyo nuevamente: También buscaron la cueva en donde meditaba· el astrólogo, pero en �u lugar sólo encontraron dura roca. ·
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Con la desaparición de lbrahim se fue también el beneficio de los talismanes; y el guerrero de bronce se quedó fuo con la lanza apuntando hacia el lugar por el que había descendido el astrólogo, como anunciando que ahí se encontraba emboscado el enemigo más peligroso del rey. Mas no pararon ahí las desgracias de Aben Habuz; aquellos a quienes despreció y contra quienes peleó de forma tan sangrienta, apenas supieron que el anciano monarca ya no contaba con su mág;i co encantamiento, no hicieron sino invadir una y otra vez su reino, hasta que un día dieron muerte al rey. Según la leyenda, en las noches de estío aún puede escucharse la melodía de la princesa cristiana quien le canta al sabio para adormecerlo y evitar con ello sus seniles accesos de pasión.
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La leyenda del soldado encantado Todos ustedes habrán escuchado alguna vez hablar de la cueva de san Cipriano, en Salamanca, donde hace muchos años enseñaba astronomía, nigromancia, quiromancia y muchas otras artes del ocultismo, un viejo sacerdote que se dice era el mismísimo diablo en persona ... Hace tiempo que cerraron la cueva, tanto que ya se olvi dó en dónde estaba; mas, según la tradición, se dice que la entrada está por donde hoy se alza una cruz de piedra, justo enfrente de la plazoleta del Seminario de Carv<tial. La historia que les contaré quizá corrobore esta suposición, pero dejo al juicio de ustedes las conjeturas que de ella puedan sacarse. Hubo una vez un estudiante 9-e �alamanca, de esos que abun dan (alegres pero pobres) , que se 'v�ía obligado a recorrer los cami nos de aquí para allá mendigando por algunas monedis que le per mitieran continuar sus estudios. Se preparaba, pues, nuestro estu diante para uno de sus viajes cuando tuvo la ocurrencia de colgarse la guitarra al hombro; con ella podría divertir honestamente a la gente y obtener mayores ganancias, quizá no sólo techo y comida, sino hasta algunas monedas. Antes de partir pasó ante la cruz de la plazoleta del seminario, se hincó respetuosamente y le rezó a san Cipriano para pedirle suerte. Sucedió que al b<riar los ojos vio algo que brillaba a los pies de la cruz. Se inclinó a recogerlo y, para su agrado, resultó que era un anillo de oro y plata mezclados, con un sello de dos triángulos formando una estrella grabada en el interior... Se dice que ése es un emblema cabalístico creado por el rey Salomón, un talismán que posee virtudes en contra de los encantamientos y la brujería en general, pero quién sabe si sea cierto. El caso es que el estudiante nr era mago ni era brujo, por lo que tomó el anillo y lo colocó in,rri�diataméute en ·su dedo, pensando
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que era un premio que le daba san Cipriano como una muestra de gratitud por sus oraciones ... Contento de lo que consideró un buen agüero inició su viaje. La vida de un estudiante en España no es tan miserable como en otras partes del mundo, mucho menos si se es una persona agrada ble que demuestra un poco de ritmo con la guitarra. Puede dirigirse hacia donde se le antoje, los curas lo reciben por las noches y le dan de cenar, y cuando llama a la puerta de alguna casa nadie lo despi de ni le da muestras de indiferencia; al contrario, lo atienden, por que todo el mundo piensa que quizá algún día ese muchacho llega rá a ser alguien, como tantos otros que empezaron su carrera men digando de puerta en puerta. Nuestro estudiante, además, era parti cularmente alegre, simpático y, por si fuera poco, sabía arrancar notas muy agradables a su guitarra. Así vagó el estudiante de nuestra historia por medio reino, con la firme intención de llegar hasta Granada, para conocerla, y luego volver a sus estudios en Salamanca. Pasaba una noche con un pas tor, otra con algún labriego ... a donde fuese la suerte le sonreía y él siempre tenía una melodía con la cual agradar a sus anfitriones. . Al fin llegó al sitio soñado en su peregrinaje musical, la tantas veces renombrada ciudad de Granada. Maravillado saludó sus torres moriscas, sus maravillosos cultivos y sus montañas con nieve en las cumbres aun en pleno verano. Entusiasmado se paseó por las calles de la ciudad admirándose de sus muchos y hermosos monumentos orientales. Cada mujer que salía a un balcón o que se dejaba ver tras alguna cortina de su ventana, era para nuestro estudiante alguna princesa árabe que espe raba su llegada. Como su disposición para la música era excelente, tanto como su buen humor e incluso su talante, pronto supo granjearse buenas amistades y, sin que nadie tomara en cuenta sus ropas raídas, fue recibido como todo un personaje de importancia, lo que le valió . _para encontrar un alojamiento magnífico y �er atendido regaladamente. .Frecuentaba la Fuente de los Avellanos, en el valle qel Darro, porque ahí acudía, desde tiempos de la dominación musulmana, una gran
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muchedumbre para pasearse y, naturalmente, un gran porcentaje de esa muchedumbre eran mujeres hermosas. Ahí sacaba su guitarra, se ponía a tocar y a cantar, y al momento se ganaba la admiración de los chicos y las chicas que comenzaban a bailar entusiasmados. A tan honesto y divertido entretenimiento se daba una tarde cuando vio llegar a un cura ante quien todos se levan taban y se santiguaban ... Aquel reverendo parecía la figura perfecta que imponen los hábitos; las mejillas coloradas, robusto, sudoroso ... Y no cesaba en repartir limosnas entre los mendigos, con un aire de superioridad místico. Los pordioseros, agradecidos, excla.maban: -i Bendito sea el padre! iQue dios lo guarde muchos años y ojalá que lo veamos de obispo! Para ayudarse en sus tareas el sacerdote se apoyaba en unajoven, la que limpiaba sus aposentos y salía con él de paseo; inútil es decir que aquella doncella era la ovej � fayorita del rebaño del pastor... iAh! Pero qué hermosa era aquella�damita. Andaluza de los pies a la cabeza, siempre con una rosa fresca en el moño, pequeños zapa tos y medias caladas hasta las rodillas ... Andaluza en todos sus mo vimientos, en la menor ondulación de su cuerpo a cada paso ... An daluza en lo apetitoso de su ser carnal todo, en lo vivo y grácil de su persona... Más aún, parecía modesta e incluso vergonzosa... Siem pre atenta a las palabras del padre, con los ojos bajos ... Y si por casualidad alzaba la vista un segundo, o miraba disimuladamente a uno u otro lado, inmediatamente los volvía a bajar para seguir en su estado modesto y recatado. El cura miró condescendientemente la reunión que se hacía al rededor del estudiante y decidió sentarse en un asiento de piedra frente a ellos, mientras su doncella se apresuraba a llevarle un vaso de agua fresca. Al tomar el vaso el sacerdote le dio una palmadita en la mejilla, en señal de amoroso agradecimiento� " iAh ! , nuestro buen pastor.::_se dijo el estudiante al contemplar la escena-. i Cuán dichoso sería yo en un redil con semejante ovejita por compañía! " •
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Pero semejante dicha no le parecía destinada... En vano desplegó sus mejores encantos, pero por más ruido que hacía, no parecía llamar la atención ni del cura ni de su doncella ... Nunca antes tocó la guitarra tan bien como ese día, ni jamás puso tal sentimiento en la interpreta ción de sus coplas... Pero al cura parecía no importarle la música, y la muchacha no levantaba los ojos del suelo ni una sola vez ... No se quedaron mucho tiempo frente a la fuente, tan pronto estuvo re puesto el padre de la caminata, urgió a la doncella para regresar a Granada... Y entonces, cuando ya se mar�haban, la hermosa don cella dirigió al estudiante una mirada a hurtadillas, a medias entre el descaro y la vergüenza, que naturalmente hizo que latiera brioso el corazón del estudiante. En cuanto se marcharon, el estudiante preguntó por ellos. Re sultó que el padre Tomás era uno de los hombres más santos de toda Granada; metódico, reservado y siempre puntual en el cumplimiento de sus obligaciones. Un mulo manso y castrado lo llevaba cuando daba largos paseos, una cocinera ya entrada en años le preparaba los almuerzos y la mocita andaluza le hacía la cama y le llevaba el chocolate por las mañanas . . iAdiós a la alegría del pobre estudiante! La mirada que le echó la doncella andaluza no hizo sino desconcertarlo ... Ya no pudo, ni de día ni de noche, alejar de sí su recuerdo ... Busc;ó la casa del cura, pero al encontrarla le pareció fuera del alcance de un pobretón como él. Además, aquel cura no sentiría la menor simpatía por él, pues seguramente le reprocharía sus cantos y sus fiestas. Se dedicó pues a pasearse por la calle donde estaba la casa del cura y a contemplar de lejos a la muchacha... Aquello, empero, no hizo sino aumentar sus " ansias de ella. Decidió darle serenatas por las noches, pero lo más qw� alcanzó a ver fue... ial cura con su camisón y_su gorro de dormir! Nunca hubo enamorado más ferviente y nuhca hubo damisela · más esquiva... El pobre estudiante se desespera�a: .. Llegó la víspera de la festividad de san Juao., cuando la gente de ,Granada sale de romería y canta y baila toda la tarde, y por la noche v� a las riberas .
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del Darro y del Genil. Gente alegre que se refresca la cara cuando las campanas de la catedral dan las doce, pues según la tradición, en ese preciso momento, las aguas de ambos ríos poseen la virtud de embellecer a quien se lava con ellas. El estudiante, como no tenía nada mejor que hacer, se dejó llevar por la alegría de la muchedum bre hasta el estrecho valle del Darro, bajo las montañas y las purpú reas torres de la Alhambra. Caminaba meditabundo, pues todas las parejas que veía le re cordaban su condición de amante solitario, cuando un hombre, solo como él, que parecía hacer guardia junto a un granado de piedra, llamó su atención ... Era un soldado alto, de barba gris, ros tro curtido y bronceado, de aspecto rudo, con armadura española, escudo y lanza, que parecía una estatua... Lo que sorprendió más al estudiante fue que con semejante aspecto nada parecía importarle, ni la muchedumbre, ni que tropezaran con él, ni siquiera que no se ., dignaran a pedirle disculpas. " Esta ciudad está llena de viejos ;�cuerdos -se dijo�el estudian te-. Sin duda ese hombre es uno más de esos monumentos con los que están tan familiarizados los habitantes de este lugar." Pero su curiosidad natural lo llevó a acercarse al soldado. -iQué rara y antigua es la armadura que llevas, amigo! -le dijo como en broma el estudiante-. ¿En qué cuerpo sirves? El soldado respondió con la voz como enmohecida: -Sirvo en la guardia real de Isabel y Fernando. -i Santa María! -dijo el estudiante atónito-. Ese cuerpo sirvió hace más de trescientos años ... '
-Los tres siglos que llevo montando guardia en éste lugar. Pero precisamente ahora se acaba mi.turno de centinela,... ¿Quieres ga nar una fortuna? -le preguntó el soldado. El estudiante, por única resp uésta, alzó su capa. -Te comprendo -dijo é( soldado-+-. Todo c:tepende de ti; si tienes fe y valor, sígueme. Encontrarás la fortuna que necesitas. �
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-Un momento, amigo, no tan deprisa... Para seguirte no creo que necesite mucho valor, pues poco coraje necesita quien nada tiene que perder; sólo la vida y una vieja guitarra... Pero la fe es distinta... No la ponga.mos a los pies de la tentación ... Si debo cometer un crimen para encontrar la fortuna, no creas que estoy dispuesto a ha cerlo, aunque mis harapos puedan hacerte pensar lo contrario. El soldado lo miró altivo y con cierto disgusto. -iNunca desenvainé mi espada salvo para defender mi fe y mi trono! -gritó el soldado-. Soy un cristiano viejo; confía en mí y no le temas al demonio. Entonces marchó el estudiante tras los pasos del guerrero. Ob servó el joven que nadie había prestado la menor atención a lo que hablaron, y que el soldado se abría camino entre los grupos de ocio sos sin que nadie se volviera a mirarlo, como si fuera invisible. Cru zaron el puente y el soldado se metió por una senda pedregosa que conduce a la hondonada que separa la Alhambra del Generalife. Atardecía. Anduvieron un trecho más y por fin se detuvo el soldado al pie de una torre en ruinas. Golpeó entonces los cimientos con el regatón de su lanza y se dejó sentir un ruido; como una boca que bosteza se abrieron las piedras dejando suficiente paso para ambos. -En el nombre de la Santísima Trinidad, entra y nada temas · -dijo el soldado. Al estudiante se le estremeció el corazón, pero no se echó para atrás; se santiguó, balbuceó un Ave María y siguió a su misterioso guía a través de una bóveda tajada bajo la torre. El soldado lo llevó hasta un banco de piedta., a un lado de la bóveda; las paredes esta ban preñadas de inscripciones árabes. -Aquí, en tan duro lecho, reposo desde hace trescientos años -dijo el soldado. . El estudiante quiso hacer una broma para espantarsti el miedo: -i Por san Antonio! Seguro que tienes el sueñ¿ muy- p�sado como para soportar este duro jergón... ·
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Pero recibió una respuesta seria: -Al contrario, mis ojos jamás reposan, mi castigo es una vigilia constante . . . Pero escúchame con atención . . . Fui guardia real de Isa bel y Fernando, como ya te había dicho, pero los moros me tomaron prisionero y me encerraron en esta torre. Cuando se preparaba la rendición de la fortaleza ante los reyes cristianos, un sabio árabe me pidió que le ayudara a esconder los tesoros de Boadbil en esta bóve da. Lo ayudé y desde entonces mi �lma está en pena por haber ayudado a ese robo . . . El sabio era un nigromante africano que con jurando sus infernales artes me hechizó para hacerme el vigilante del tesoro. Pero algo malo debió de sucederle porque nunca volvió ... Yo me quedé aquí, enterrado de por vida... Pero cada cien años, en la festividad de san Juan, cesa el encantamiento y se me permite salir; me dirijo entonces al puente del Darro a esperar que pase ese alguien que es capaz de romper el hechizo del nigromante africa no . . . Ha sido inútil hasta ahora ... Ningún mortal puede verme por que me encuentro envuelto por una nube mágica; tú eres el primero que me ve . . . ¿y sabes por qué?, porque llevas en uno de tus dedos el anillo del sabio Salomón, el anillo que tiene la virtud de romper los malos encantamientos. De ti· depende que me libere al fin de este horrible encierro, o que siga guardando el tesoro durante cientos de años más. El estudiante se quedó mudo por el asombro, con cientos de ideas dándole vueltas en la cabeza; como pudo balbuceó que podía confiar en él, y le ofreció su amistad para hacer cuanto dependiera de él para liberarlo. -Confío en un motivo mucho más poderoso que la amistad -le dijo el soldado mientras señalaba un arcón de hierro que tenía unas inscripciones árabes-. Ahí hay cientos de monedas de oro y piedras preciosas. La mitad de esa riqueza será tuya si rompes el conjuro que Il!e mantiene preso. . ; .. _¿y qué debo hacer? -preguntó ansioso el estu<iiante.
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-Necesitamos la ayuda de un sacerdote católico y de una donce lla virgen. El sacerdote tendrá que exorcizar los poderes de las tinie blas, y la doncella deberá tocar el arcón con la sortija que llevas en tu mano ... Todo debe hacerse a medianoche, pero ten cuidado, es nece sario que a ninguno de los presentes lo dominen los apetitos cama les ... de ningún tipo. El sacerdote deberá ser un cristiano viejo, un modelo de santidad, un hombre acostumbrado a lacerar su cuerpo, y deberá ayunar un día entero antes del exorcismo. La doncella, como ya dij e antes, debe ser virgen y libre de reproche. Tienes tres días antes de que se pierda la oportunidad, si no llegas antes de la media noche del tercero volverá sobre mí el hechizo y tendré que seguir la guardia por lo menos un siglo más, y con ello perderás el tesoro. -No temas -dijo el estudiante-, mientras hablabas ya pensé en el sacerdote ideal, y por la doncella preocúpate menos, que vie nen en pareja. ¿Cómo hago para entrar de nuevo? -El sello de Salomón te ind'icai-á el camino. El estudiante dio media vuelta y salió de aquella ó cura bóveda con el corazón palpitándole aceleradamente ... Por fin tenía un buen pretexto para presentarse ante su amada. A la mañana siguiente, cuando apenas amanecía, se presentó con total descaro en la mansión del cura; ya no como el pobre estu diante que intenta abrirse camino con su guitarra a un lado, sino como el heraldo del mundo de las sombras que guarda maravillosos tesoros para repartir. No hablaré del acuerdo al que llegó con el cura; baste decir que a éste se le iluminaron los ojos y hasta se vio convertido en arzobispo, cenando con el papa en una de las mansiones que construiría con el rescate. La inmaculada doncella tam poco tuvo queja ánte obra tan pia dosa como la de rescatar a un soldado de las garras de las tinieblas; mucho menos si en el trabajo-se incluía pasar un. rato con el estudiante que le pareció tan amable.
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La única dificultad era el ayuno. El sacerdote lo intentó dos veces, los dos primeros días, y en ambas ocasiones su apetencia mundana lo venció. No es que no pueda, se decía, lo que pasa es que cocinan muy bien. Para el tercer intento tuvieron que amarrarle la boca y prometer le, en contadas ocasiones durante el día, que llevarían una gran ca nasta llena de comida para que pudiera comer en cuanto se rompiera el hechizo. Así, con la cesta bajo el brazo, salieron al tercer día. El anillo de Salomón les franqueó la entrada. Encontraron al soldado sentado en el arcón de hierro. Se hizo el exorcismo, tal como debe hacerse, y la doncella tocó la cerradura del arcón con el sello. La tapa de metal se abrió y descubrieron que había más oro y joyas de las que se imaginaron. -i Llenemos nuestros bolsillos! -gritó el estudiante, al tiempo que metía sus manos en el arcón. -Será mejor cargar con el arcón y repartir los tesoros en otro lugar, algo lejos de aquí -opinó el soldado. Entre los tres lo cargaron y lo fueron llevando poco a poco. Pero en un descanso, cuando apenas iban a la mitad de la bóveda, al sacerdote se le ocurrió la mala idea de meter la mano en la cesta y sacar un buen trozo de pollo para calmar el hambre. Devoró casi medio pollo, bebió vino, y para terminar otorgó un inocente beso en la boca a su mocita para agradecerle el agasajo; fue un beso silen cioso, allá, en un rincón de la bóveda, pero no pasó inadvertido a las paredes ... jamás ha habido beso que trajera consigo consecuen cias tan funestas ... El soldado lanzó un grito desesperado, el arcón de hierro cerró su tapa con un golpe espantoso y al instante, el cura, el estudiante y la doncella se vieron afuera de la.torre, entre los ar bustos. El buen sacerdote rompió el ayuno antes de tiempo ... U na vez repuesto el estudiante quiso entrar de nuevo, p·ero la don cella lo detuvo para decirle que, con la impresión y luego el susto, había dejado caer el anillo dentro de la bóveda, d�:mcle seguramente se quedaría para siempre. Mientras la doncella le decía esto 8e escucha ba la campana de la iglesia anunciar la medianoche.
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-iAy padre! -se lamentó el estudiante-, mucho me temo que ese beso fue más de pecador que el de un santo ... Avanzaban ya hacia la casa del sacerdote cuando el estudiante metió las manos en sus bolsillos, no por buscar nada, sólo para reposar. Imagínense su sorpresa cuando descubrió que el oro que había tomado del arcón aún estaba ahí. Al instante le propuso ma trimonio a la doncella y como el padre se sentía culpable, pues los casó ahí mismo. Dice la leyenda que vivieron muy felices y que tuvieron muchos hij os, y que el sacerdote lavó su culpa con diez aves marías y con una pierna de pavo que le esperaba en casa.
GUIA DE TRABA] O COMPRENSIÓN DE LECTURA De acuerdo con el texto leído responde a las siguientes preguntas: l.
¿Quién es el autor del libro que leíste?
2.
Explica de manera sintética la historia de
3.
¿Quiénes son los personajes principales d e éste cuento?
4.
Si te pidieran representar a algún personaj e de
5.
cabeza)
¿cuál escogerías y por qué?
Eljinete sin cabeza:
Eljinete sin
Según las descripciones del autor, ¿cómo era el lugar don de se aparecía el jinete sin cabeza?
6.
¿Crees que existan histox;ias en l a vida real que sean pare' cidas a la que leíste? ,JI
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7.
¿Qué l e sucedió a lchabod cuando transitó por aquél lugar
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maldito donde según la gente del pueblo se aparecían es
2.
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pectros?
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Eljinete sin cabezay otros cuentos
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Parentesco existente entre la doncella y las dos mujeres que vivían en el castillo.
3 . Nombre completo del padre de l a novia. 5. Nombre del lugar de donde provenía el novio fallecido. 7. Característica de la joven doncella, por la cual ninguna mujer la pudo
8.
Imagina que te encuentras en ·una situación parecida a la de lchabod. Explica, ¿qué harías en su lugar?
igualar. 9. Sentimiento que experimentaron los habitantes del castillo cuando se enteraron de la prematura muerte del novio. ¡r-.-----
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9.
3
¿Cuál fue el destino final de los protagonistas de la historia?
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l
1 0. ¿Te gustó el final del libro? ¿Si ó no y por qué?
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CRUCIGRAMA Lee con atención las descripcim;¡es de los personajes y sucesos de El espectro del novio y coloca la respuesta en el crucigrama: Recuer�a colocarla en la posidón correcta, ya sea de manera vertical u hon zontal.
l . País en el que se desarrolla la hisforia.
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3 . Nombre completo del conde que se iba a casar con ajóve'n doncella. 4 • Título nobiliario del heredero de la familia Katzenell(';nbogen. f
G. Apellido del personaje que s� hizo pasar por el-cab�lle_r� m�erto. 8. Según el papá de la doncella, había visto el
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Chispas de sabiduría
Horizontales
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del novio.
No debo buscar mi dignidad en el espacio, sino en el gobierno de mi pensamie,nto. No tendré más aunque posea mundos. Si fuera por el espacio, el universo me rodearía y me tragaría cor:no un átomo; pero po¡;,el pen samiento yo abrazo el �undo. BLAISE PASCAL
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OPCIÓN MÚLTIPLE
Con base en la lectura que hiciste del cuento titulado El diablo y Tom Walker, elige la opción que responda a cada una de las pre guntas que se presentan. 1 . ¿En qué siglo se desarrolla la hist�ria de El diabloy
Tom Walker?
a) XVIII
)
Se fue con otro hombre
7 . ¿Qué hizo Tom Walker al tener el te<Joro y las riquezas pro metidas por el diablo?
Se convirtió en un banquero usurero
8. ¿ Cuál es la ciudad donde el protagonista pone su banco? e
)
donde se sentó a descansar?
California
9. En determinado momento Tmn sintió mucho m\edo y cam bió su estilo de vida, ¿qué era lo que hacía para limpiar sus culpas?
a) Dios b1 El diablo
a) Iba a la iglesia continuamente
El fantasma de su esposa
b) Ayunaba todas las mañanas
4. ¿Qué fue lo que le puso aq�él hombre extraño a Tom Walker en la frente?
e
)
Compartía su dinero con los pobres
1 O. Después de que el diablo finalmente se llevó al protag onis
a) Una cruz
ta de la historia ¿Qué fue lo que encontraron las person as en las arcas donde se suponía estaba el dinero de Tom?
b) Un sello imborrable
e)
e)
b) Boston
Excesivamente desagradable
3 . ¿Qué se le apareció a Tom Walker en aquél extraño lugar
)
a) Desapareció y nunca se supo que pasó con ella b) Se suicidó
a) Indianapolis
b) Muy agradable y simpático.
e
6 . ¿Cuál fue el destino final de la esposa de Tom?
e)
a) Melancólico.
)
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b) Compró grandes casas y las alquiló
XVII
2 . ¿Cómo era el carácter de la esposa de Tom Walker?
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a) Viajó a muchas partes del mundo
b) XX e
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Un diamante
a) Oro y diamantes b) Cenizas y piedras de río
5 . La esposa de Tom lo quería obligar a . . .
e) Billetes y monedas de oro y plata
a) Irse de ese lugar y jamás regresar b) Comprarle una casa en otro lugar e
)
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Vender su alma al diablo a cambio de un tesoro ,
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Guía de trabajo
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Lee con atención el siguiente párrafo extraído de La leyenda del sol�do en_cantado y subraya con tu color favorito las palabras que . esten escntas mcorrectamente.
A continuación se presenta una lista de palabras que no son muy conocidas y que vienen en el texto de La leyenda del astrólogo árabe, busca su significado en el diccionario y escríbelo en las líneas en blanco.
Aposento : Artificio :
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Astrólogo:
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Cabalístico: Clamor: Chistar: D intel:
Fa z :
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E rmita: Efigie :
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C oncubina:
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Incauto :
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Incesante:
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Insurrección : Nigromante : Pórtico: Turba:
_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ ....:.:_ _ _ _ _ _ _ _ _
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_ _ _ _ _ _ _ _ _ ___:._ ::__ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _
Suntuoso :
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Umbral :
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¿Sabías que. . . Washington Irving fue un escritor estado�nidense1 que
nació en 1 783, murió, en 1 859 y que ·entre sus múlti
ples habilidades se encontraba la fabricación de vinos?
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MEJORANDO TU ORTOGRAFÍA
VOCABULARIO
Antelación :
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Antes de partir pasó ante la crus de la plasoleta del semi . se meó respetuosamente y le resó a san Cipriano nano, para pedirle suerte. Susedio que al b<Üar los ojos vio algo que brillava a los pies de la cruz. Se inclinó a recojerlo y, para su agrado, resultó que ra un anillo de oro y plata mesclados, con un sello de dos triangulos formando una estrella gravada en su interior... Se dice que ése es un emblema cavalístico creado por el Rey saloman, un talismán que posee virtudes en contra de los �ncan�amientos y la br,ugería en general, pero quién sabe SI sea s1erto. � El cazo es que el e�tudiante ni era mago ni era brujo, por lo que tomo el amllo y lo colocó inmediatamente en su d� d� , pensando que era un premio que le clava san S1p �Iano como una muestra de su gratitud por sus oraswnes ... Así bagó el est�diant� de nuestra istoria por medio reyno, con la firme mtenCión de llegar hasta granada, para conoserla, y luego volber a sus estudios en Salamanca. Pasava una noche con un pastor, otra con algún labrie go... a donde fuece la suerte le sonreía y él ciempre tenía una melodía con la cual agradar a sus anfitriones.
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CRUCIGRAMA
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6.- a 7.-
3.- b
8.- b
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Respuestas
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Guía de trabajo Comprensión de lectura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Crucigrama . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Chispas de sabiduría . . Opción múltiple :, . . . .' . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Vocabulario .,. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ¿Sabías que ? . �........... Mejorando tu ortografia .. . . .
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OPCIÓN MÚLTIPLE l .- a
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El jinete sin cabeza . .. . El espectro del novio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El diablo y Tom Walker . . .. . La leyenda del astrólogo árabe . . La leyenda del soldado encantado . . . .
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MEJORANDO TÚ ORTOGRAFÍA Cruz, plazoleta, hincó, rezó, sucedió, brillaba, ré�ogerlo, mezcla d()s, triángulo s, grabada, cabalístico, Salomón) brujería, cierto, caso, tomó, daba, Cipriano, oraci'ünes, vagó, historia, reino, Granada, conocerla, volver, pasaba, fuese, siempre.
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Esta obra fue impresa en el 2014 en los talleres de: Grupo R.E., Cerrada de Amado Nervo M�. 23' Lt. 44 Col. Palmitas G .P. 09670, Delegación, Iztapalap·a -
,
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En el pueblo Sleepy Hollow, todas las noches aparece un jinete sin cabeza que monta su caballo a toda
prisa. Se cuenta que, durante la guerra, una bala de
cañón le arrancó la cabeza. Desde entonces, persigue
a los jinetes que encuentra en su camino y les corta la
cabeza para probar si es la suya. Descubre el desenlace de esta historia y de otros cuentos, como ''El espectro del novio", ''El diablo y Tom Walker", "La leyenda del astrólogo árabe" y "La leyenda del soldado encantado".
estudió derecho y redactó artículos satíricos en diversos periódicos. En 1 842, fue diplomático de Estados Unidos en España. Escribió HISTORIA DE NUEVA YORK, así como relatos históricos, entre los que destaca una biografía de Cristóbal Colón. Su obra, LA LEYENDA DEL JINETE SIN CABEZA, es un clásico de la literatura estadounidense. WASHINGTON IRVING
,
(1 783-1 859)
.