El viaje del héroe

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Este fanzine reconstruye una serie de textos que demuestran un estado de ánimo un poco particular que viví hace unos meses, junto a la vuelta a mi hogar. Muchas cosas no son lo que parecen y otras son todo aquello que usted supone que son. Espero disfrute tanto leer esto como yo disfruté escribirlo. Y espero, también, le sirva en algún momento de su vida para algo en particular. Incluso fuese de servilleta. Este pequeño fanzine a su vez cuenta con algunos textos que estarán presentes en mi primer libro, que, espero, saque a mediados de este año (2017). Ariel Duce Bemez. 21 años. Soy y espero seguirlo siendo.



Salto desde tu ventana confiado un poco de que vencedor ya la caída no hará estragos en mí, ni en los oídos que escuchan lejos. Y ya en el pequeño patio el animal atontado y nervioso corre y se cubre como previendo el desenlace, por ese rayo de luz que entra desde tu cocina y refleja en tu pared mi figura, que me delata sin saberlo. Con las manos manchadas, como horas después descubriré, camino victorioso por el pasillo que se aleja de tu hogar y me deja ver las calles, los autos y la gente. Y desde el fondo percibo gritos,


y me río un tanto nervioso pero también perverso, de que vos, con más miedos que certezas, me mirás y me sonreís incrédula que yo aún no me he ido. Salto desde tu ventana aún perdido, sin ella, sin vos, ni conmigo. Previendo la histeria y el desorden que día después me abordarán, como siempre ha sido.



Aunque nos quitasen nuestro sexo seguiríamos tocándonos igual, porque irresistibles ambos nos encontramos siempre. Y si nos despojasen de nuestras pieles, que nos entibian y nos resguardan, aun así cuales imanes nuestras bocas se besarían. Y si nuestros labios fuesen arrancados, de una vez y para siempre, seguiríamos mirándonos atónitos, como el explorador que en las estrellas busca su camino. Y si nuestros ojos fuesen cegados seguiríamos pensándonos todo el tiempo, dibujando trazo a trazo nuestros cuerpos que tan bien conocemos. Pero si incluso esa capacidad nos fuese arrebatada, y para evitar que nos queramos querida mía, nos asesinaran, pediría que nos maten juntos. Aunque ese pequeño favor me fuese negado, por aquellos que no saben nada de amar o creen saber demasiado,


me dormirĂ­a amĂĄndote, como todas las noches hasta ese dĂ­a.




Hasta siempre Usted, creo yo, me mira y me observa, como quien se deja iluminar por la luz del sol. Encandilada, siempre, vuelve y yo lo noto. Encuadro sus ojos, como la foto en el momento perfecto, que plasmada representa la infinidad del instante, como la infinidad de nuestros desencuentros cercanos; de nuestros roces y nuestras deudas. Y ahogado y contrariado me digo que me encantaría poder olvidarla de una vez y para siempre, y no pensar en su desnudez y la desnudez ajena, que no es la mía, y en los mismos roces y las mismas cosas que a alguien más, en confianza, le dice, parafraseando citas nuestras. Creyendo yo que son mías, como creo mío el mundo. Para también poder calmar el flujo de ideas que me nublan las noches y la vida en general. Para vivir mejor. O simplemente para vivir. Quiero olvidarla para vivir por mí y no pensar en usted. Quiero olvidarla hoy, a pesar que me pierda a mí en el proceso y me reconstruya, edificándome, artificio. Quiero verla y no. Quiero tocarla y no. Quiero tenerla y no. Pero siempre su mirada, su maldita mirada. Me desbarata y me adormece. Es que simplemente no puedo concebir que mire con tan lindos ojos al mundo. De la misma forma que me mira a mí. Viviré, creo, errante un tiempo, pretendiendo olvidarla y atesorando el último crepúsculo como la despedida perfecta. Viviré pensándola un tiempo, cada vez un poco menos, hasta que de imprevisto la vuelva a cruzar y me mire una vez más. Esa noche escribiré esto otra vez.



Quito uno a uno tus dibujos, para dejar limpia la pared, como limpia mi consciencia que no se reprocha, esta vez, la cobardía, sino el quererte como siempre te he querido. Porque decidí pensar en los resquicios de la puerta de madera de mi habitación, por donde la luz nos encontraba amaneciendo y reinventándonos una y otra vez, como siempre habíamos hecho. Y así limpio tus restos de los restos


de mi vida, que atormentada asumió la presión de saber que me amás pero que de nada me sirve, porque cobarde vos, esta vez, decidiste ceder en los errores que vos y yo sabemos podemos perdonar. Ojalá encuentres refugio en la avidez de novedades y en la banalidad de los encuentros casuales. Que yo seguiré, romántico, siempre, matándome a versos.




Día de la primavera Cerca ya del alba vos ya despierta y yo por dormirme, consideré infundado y cobarde, sí, lo admito, que la tristeza de los kilómetros prometía más dolor que los pequeños lugares por donde pasa la luz. Aquellos que se crean cuando los cuerpos aún pegados por la noche reciben el día y se desprenden, por acto casi intuitivo, de su otro igual. Esa pequeña distancia es en la que me encuentro encerrado hoy acá: tan perdido


entre varias respuestas y entre tantos ojos que me observan, pero que no brillan al mirar. Tan temerario como para abordar la vida solo pero tan miserable para no darme cuenta de que en realidad lo que de verdad me hace tolerar la pena son las noches infranqueables que me encuentran tan despierto y a vos tan dormida. Escribiendo tantas páginas como aguante mi pecho; porque es el único escape honesto que todavía me queda. Así que me iré ya


aunque no me mueva de mi hogar. Ahora mismo, y no en unas horas. Antes de que alumbre el sol y me encuentre tan despierto yo y vos por dormirte. Tan atenta y tan valiente. Y yo tan cobarde, como siempre.



Aun en cámara lenta Crujieron los pisos y se curvó el árbol que solo daba frutos cada cien años. Chascaron también sus huesos y sus vicios. Respiró y se arqueó como aquél tronco. Casi en cámara lenta, observóse en perspectiva, destacó la quietud que aún existía en ese infinito punto fijo. Y sucedió: el gran momento de bonanza en su última tragedia. Alcanzando la cámara lenta desdibujó sus ojos y soltó sus dedos. Se desvaneció tras el breve relato de sus hazañas.


Crujiรณ con el รกrbol, y se curvรณ junto al piso. Perdiรณ el sentido del tiempo y el lugar. Al fin y al cabo, ahora ya no los necesitaba.




Los más brillantes colores En la amalgama del recelo y el hastío descubriste que el día necesitaba más colores que los que veías, hiciste alarde de los espejos en los cuales escribiste doscientas y un poesías: sobre los conflictos y el terciopelo de tus manos ofuscando sueños. Invitándolos a los refugios de las más armoniosas melodías, para reabrir los ojos y deslumbrarte con las ideas que alguna vez dijiste, consumiendo los ensueños que plasmaste tras tres pinturas tristes. ¿Dónde quedaron aquellos alegres incendios, sino en el entresuelo de tus miradas? que sepultaron de blanco los cantos y callaron tus llegadas. Declarándote como el salvador de los que no buscaban ser salvados, para poder pintar con los más brillantes colores los segundos que lograron ser contados.




hasta que las cierran a las 9 y media -a las 11 los fines de semana-. No tengo miedo a morir, tengo miedo que muera él. Lo llamaba Claudio, aunque descubrí, en los pocos momentos que salgo del departamento, que se llama Adrián Florencio Vigneaux por un vecino. Es tetrapléjico, víctima de un accidente de auto hace ocho años, cuando todavía tenía 54. Entra y sale gente constantemente. Conocí a su mujer, a sus hijos, a sus –pocos también– amigos, a su médico y a su abogado, que no suele traer, por lo visto, buenas noticias. No sé, y creo que no puedo saber, cuánto más va a durar esto. Lo que escribo es un intento desesperado por desahogar mi mente. Estoy enfermo y necesito seguir estándolo. Lo único que le encontré de interesante a mi vida es la triste y lenta muerte de alguien más. Que ya empiezo a desconfiar si acaso no es la mía. Mi nombre es Carlos Enstenstein y probablemente muera pronto.


Ariel Duce Bemez myafterme.tumblr.com * Agustina Sentana agustinasentana.tumblr.com * Mayo 2017 issuu.com/nomeacuerdoquesonie




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