Adviento 2015. Ciclo C. Abre tu corazon y acogelo

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INDICE Pág Introducción

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Adviento

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El Señor viene y pide paso

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I Domingo de Adviento

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II Domingo de Adviento

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Inmaculada Concepción

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III Domingo de Adviento

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IV Domingo de Adviento

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Un alto en el camino

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Sentido del Adviento

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Nuestra preparación

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TIEMPO DE ADVIENTO 2015 CICLO C

INTRODUCCION INTRODUCCION Nos vamos a adentrar en el tiempo de Adviento, y este año es especial, porque este año vamos a intentar vivir este tiempo en clave de misericordia, ya que para el 8 de diciembre, prácticamente a mitad del tiempo de Adviento, el papa Francisco ha convocado el inicio del Año Santo. En la fiesta de la Inmaculada Concepción el Papa tendrá la alegría de abrir la Puerta Santa, que en esta ocasión será una ‘Puerta de la Misericordia’, a través de la cual cualquiera que entre podrá experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza; sabiendo que contemplar el misterio de la misericordia es fuente de alegría. En esta misma clave y con estas actitudes nosotros vamos a abrir las puertas del corazón para acoger a Dios que viene, nos preparamos a su llegada abriendo el corazón al consuelo, al perdón, a la alegría, a la esperanza y al amor, para poder acoger a Dios; no lo queremos dejar fuera, sin sitio en la construcción de nuestra vida.

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¡Ojalá podamos cada uno de nosotros presentarnos ante él con el grito de júbilo del maranatha de los primitivos cristianos! ¡Ojala podamos abrir el corazón al consuelo, al perdón, a la alegría, a la esperanza y al amor para acogerlo a Él!

ADVIENTO La palabra Adviento, «venida», nos habla de un principio, la llegada en la carne de nuestro Salvador, y de un final, la segunda venida del Señor para concluir la historia de la salvación y comenzar esa época definitiva, más allá de nuestra medida del tiempo, en que Dios será todo en todos. Entre estas dos venidas se desarrolla el tiempo de la Iglesia como un constante Adviento de Jesucristo por medio de la acción del Espíritu Santo: llega el Señor a sus fieles a través de su Palabra, se hace presente a su Iglesia para actuar en sus sacramentos, toca a nuestras puertas como hermano necesitado que invoca nuestra solidaridad. El Señor, pues, vino, viene y vendrá; y la Iglesia, para cultivar las dimensiones morales de vigilancia y acogida ante estas ocasiones de encuentro con Jesucristo, ha ido desarrollando este tiempo litúrgico que en su primera parte corona el Tiempo Ordinarios al anunciar la última y definitiva aparición de Cristo al final de los tiempos, y en su segunda parte prepara la conmemoración del nacimiento del Señor.

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Las expresiones de esperanza que repetimos continuamente, como «Venga a nosotros tu reino» o «Ven, Señor Jesús», han de ser dichas con mayor énfasis y conciencia en este tiempo de gozosa expectación, de modo que el recuerdo de esta vivencia impregne el resto del año y estimule las actitudes de vigilancia y atención hacia el Señor y el prójimo que son esenciales para la vida cristiana.

EL Señor viene y pide paso El Adviento es el viaje, a contrapelo del turismo predominante, desde nuestra Jerusalén -capital y poderío- hacia la Belén de lo humilde y minúsculo. Allí nos espera la Encarnación para hacernos humanos. Adviento es preguntarse por qué no podrá venir Dios a nuestros palacios y sí a las cuevas de animales y pastores. Adviento es confrontarse con el Magnificat revolucionario de la doncella sencilla, en el que lo todo nuevo se anuncia acabando con algo, se exaltan los pobres tras caer tronos poderosos. Adviento es dejar la tierra de lo cómodo para seguir a la estrella que convierte la propia vida en Buena Nueva para los pobres, inquietando al Herodes de dentro y fuera de nosotros (Mt 2,16), a ese Herodes que se lava las manos, que se desentiende y olvida a los demás, que no se compromete con nada. Adviento es ir de la mano de San Juan Crisóstomo a visitar los verdaderos belenes: "¿Deseas honrar el Cuerpo de Cristo? No lo desprecies cuando lo contemples desnudo en los pobres, ni lo honres en el templo con lienzos de seda, si al salir lo abandonas en su frío y desnudez... El templo no necesita vestidos y lienzos, sino pureza de alma; los pobres necesitan en cambio que con sumo cuidado nos preocupemos de ellos". Es el anuncio de que Belén ya no está donde estaba, que lo han cambiado de sitio y hoy Belén está en los hombres, sobre todo en los pobres. Adviento es pensar si mis fiestas y viajes de descanso, no serán un cambiar un par de cenas por un desvalido y un pobre (cfr. Am 8,6). Adviento es aceptar la invitación a hacerse humano haciéndonos "auténticos en el amor y creciendo en todo aspecto hacia aquel que es la cabeza, Cristo" (Ef 4,15)... ¡El primer Belén se instaló y se sigue instalando allí donde, haciéndonos humanos, acojamos en nuestra estrecha posada a esos emigrantes que, apurados (me dicen que llegaron en pateras) y con mala catadura ("ni aspecto humano" Is 52,14),

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llaman cada día a nuestra puerta! (Lc 2,7). ¡Eso es Adviento. Eso es Navidad! ¿Qué quiere decir para nosotros hoy eso de preparar la venida de Jesucristo que la Iglesia celebra? Desde el principio tenemos que afirmar que no se trata de simular que Jesús no ha venido a nuestro mundo. Jesús ya ha venido. Dios ya se ha hecho hombre y ha transformado nuestra historia. Sucedió en Galilea, un lugar concreto, hace ya dos mil años, entonces Él abrió nuevos caminos, caminos inimaginables e inesperados... Anunciaba que el amor de Dios era ya una realidad y que para participar de él bastaba con vivir el amor, cambiar el corazón, vivir la justicia, la sencillez... Entonces todos se sentían atraídos por Jesús, porque en aquel predicador se sentía a Dios muy cerca. Pero aquel hombre terminó en una cruz, porque la novedad que anunciaba era molesta a los entendidos en religión y a los gobernantes. Cuando nosotros hoy celebramos el Adviento y centramos nuestra mirada en la espera y la preparación de la venida de Jesús, quiere decir que miramos hacia atrás, hacia aquel acontecimiento transcendental y lo queremos revivir con toda la intensidad. En Adviento nos preparamos para celebrar este hecho decisivo: Dios se ha hecho hombre, Dios ha venido a vivir nuestra misma vida, Dios ha entrado en nuestra historia y ha abierto un camino de liberación, Dios ha hecho suya nuestra debilidad. Para poder celebrar intensamente este hecho decisivo, lo que la Navidad significa, tenemos que despertar en nosotros una actitud de espera, de deseo de la venida del Señor. A veces tenemos la tentación de explicar los misterios haciendo grandes discursos, pero para entender lo misterioso, no necesitamos tratados, sino trato con hombres y mujeres llenos de Dios. Necesitamos renacer de nuevo, necesitamos saborear la vida nueva y abrir nuestros ojos a la esperanza, embarcarnos en la aventura de la caridad. Necesitamos quitarnos el impermeable, para que las cosas que pasan me afecten, me toquen el corazón. Necesito abrir los ojos, porque Dios desde el principio quiso poner un belén, y creó el universo para adornar la cuna. Dios pensó en todo, pensó en su Madre; desde toda la eternidad soñó con ella, añoraba sus

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caricias; María es su obra maestra. Es Dios el que inventó la primera Navidad, el primer belén viviente, y colocó al Niño, y a la Madre. El tema de la espera es vivido en la Iglesia con el 'Ven, Señor'. La palabra del Antiguo Testamento invita a repetir en la vida la espera de los justos que aguardan al Mesías. El Adviento es una intensa y concentrada celebración de la larga espera en la historia de la salvación, como el descubrimiento del misterio de Cristo. Hoy en la Iglesia es como un redescubrir la centralidad de Cristo en la historia de la salvación. Adviento es tiempo del Espíritu Santo, Él ha hablado por medio de los profetas, ha inspirado los oráculos mesiánicos, ha anticipado con sus primicias de alegría la venida de Cristo en sus protagonistas como Zacarías, Isabel, Juan, María.

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO (29/nov/15) El Señor viene Abre tu corazón al CONSUELO y ACOGELO † 1ª lectura: † Salmo: † 2ª lectura: † Evangelio:

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Jeremías 33, 14-16 Suscitaré a David un vástago legítimo Sal. 24 A ti, Señor, levanto mi alma 1ª Tesalonicenses 3, 12—4, 2 Que el Señor os fortalezca interiormente, para cuando Jesús vuelva Lucas 21, 25-28.34-36 Se acerca vuestra liberación Adviento 2015 ‘Abre tu corazón y acógelo’ Centro San Juan de Dios - Ciempozuelos


EVANGELIO En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y del oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad, ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros temblarán. Entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación. Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir, y manteneos en pie ante el Hijo del Hombre. Palabra del Señor ABRE EL CORAZÓN AL CONSUELO La escena de hecatombe que Lucas describe se parece a lo que les pasa a los hombres y mujeres de hoy que viven acontecimientos que los derrumban, los hunden, les producen depresión. La Palabra de Dios nos invita a mirar nuestros cimientos, a saber esperar y estar atentos, a poner nuestra consistencia en el Dios que viene. “Estar en el aire” nos lleva a vivir las cosas con miedo. “Estar con los pies en la roca que es Dios” no da el consuelo, la tranquilidad, para afrontar todo de otra manera: con el corazón abierto al consuelo, confiando y esperando que Dios no falla.

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO (06/dic/15) Juan el Precursor Abre tu corazón al PERDON y ACOGELO

† 1ª lectura: † Salmo: † 2ª lectura: † Evangelio:

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Baruc 5, 1-9 Dios mostrará su esplendor sobre ti Sal. 125 El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres Filipenses 1, 4-6.8-11 Manteneos limpios e irreprochables para el Día de Cristo Lucas 3, 1-6 Todos verán la salvación de Dios

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EVANGELIO En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la Palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del Profeta Isaías: «Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios.» Palabra del Señor ABRE EL CORAZÓN AL PERDÓN Juan es un profeta, un hombre habitado por Dios. La Palabra de Dios vino a su corazón y él la guarda y la proclama. Dios viene ordinariamente a nosotros a través de alguien. Y Dios viene para que nos convirtamos, para que cambiemos por dentro, por eso queremos estar abiertos al perdón. Dios no quiere ser un “añadido” más, una “cosa” más en nuestra vida. Dios quiere ser parte esencial en nuestra vida. Dios es “interesante” para los que están hartos de muchas cosas, y buscan sinceridad y novedad en sus vidas.

INMACULADA CONCEPCION DE SANTA MARIA VIRGEN (8/dic/15) Solemnidad Abre tu corazón a la ALEGRIA y ACOGELO

† 1ª lectura: † Salmo: † 2ª lectura: † Evangelio:

Génesis 3, 9-15.20 Establezco hostilidades entre tu estirpe y la de la mujer Sal. 97 Cantad al Señor un cántico nuevo, porque he hecho maravillas Efesios 1, 3-6.11-12 Nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo Lucas 1, 26-38 Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo

EVANGELIO En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su

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presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracias, el Señor está contigo.» Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: «No temas, María, porque el has encontrado gracia ante Dios. Concebirá en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?» El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios no hay nada imposible.» María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y la dejó el ángel. Palabra del Señor ABRE EL CORAZÓN A LA ALEGRÍA El primer plan de Dios sobre la humanidad se rompió con la desobediencia porque Adán y Eva querían saber más y ser como dioses. Ese fue su pecado, que lo llevó a la tristeza. Al celebrar la Inmaculada nos adentramos en una manera de relacionarnos con Dios basada en la alegría de la obediencia a Dios. Lo contrario de “querer ser como Dios” es mantenerse en obediencia a Dios. Libre, por excepción, de la culpa original, María es el modelo de mujer alegre, de creyente obediente a Dios.

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO (13/dic/15) Han llegado los tiempos mesiánicos Abre tu corazón a la ESPERANZA y ACOGELO

† 1ª lectura: † Salmo: † 2ª lectura: † Evangelio:

Sofonías 3, 14-18a El Señor se alegrará en ti Is 12, 2-3.4bcd.5-6 Gritad jubilosos: «Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel» Filipenses 4, 4-7 El Señor está cerca Lucas 3, 10-18 ¿Qué hemos de hacer?

EVANGELIO En aquel tiempo, la gente preguntó a Juan: «¿Entonces, qué hacemos?» Él contestó: «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.» Vinieron también a bautizarse unos

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publicanos, y le preguntaron: «Maestro, ¿qué hacemos nosotros?» Él les contestó: «No exijáis más de lo establecido.» Unos militares le preguntaron: «¿Qué hacemos nosotros?» él les contesto: «No hagáis extorsión a nadie, ni os aprovechéis con denuncias, sino contentaos con la paga.» El pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego: tiene en la mano la horca para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.» Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia. Palabra del Señor ABRE EL CORAZÓN A LA ESPERANZA ¿Qué tenemos que hacer? Es una pregunta práctica. La gente se dirige a Juan y le pregunta por lo práctico. Es una pregunta sincera. Pero tiene sus complicaciones: lo ordinario es que hagas lo que el corazón te dicte, lo que eres y llevas dentro. Otras veces comienzas haciendo cosas y te das cuenta de que para seguir haciéndolas es necesario tocar el corazón y cambiarlos, y es aquí donde radica la esperanza. De lo contrario, se hace irresistible hacer lo que no llevas dentro del corazón. Posiblemente esta sea una experiencia vital de la que muchos pueden dar fe. Esta es precisamente nuestra esperanza. Más adelante Jesús mismo dirá: “Todo árbol sano da frutos sanos”

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO (20/dic/15) La encarnación del Hijo de Dios Abre tu corazón al AMOR y ACOGELO

† 1ª lectura: † Salmo: † 2ª lectura: † Evangelio:

Miqueas 5, 1-4a De ti saldrá el jefe de Israel Sal. 79 Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve. Hebreos 10, 5-10 Aquí estoy para hacer tu voluntad Lucas 1, 39-45 ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

EVANGELIO En aquellos días, María se puso de camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo, y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que

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me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú, que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.» Palabra del Señor ABRE EL CORAZÓN AL AMOR Ambiente de Navidad por todas partes. En este clima, la Palabra de Dios llega a nuestro corazón y nos presenta a María de visita a su prima Isabel. Es una visita de amor, de servicio, de ayuda; pero, también es una visita de fe. María ha creído que su prima espera un hijo porque el ángel así se lo ha dicho. Lo que le ha pasado a su prima es señal de lo que ella misma vivirá: para Dios nada es imposible. En María, en Isabel, Dios actúa contra toda lógica. Dios viene a abrir nuestro corazón y nuestra vida a alago más grande que la lógica humano, Dios bien a abrir el corazón a su amor, ¿estamos dispuestos?

Un alto en el camino en medio del Adviento Con muy poquito puedes encender el fuego de tu hogar y esperar, así, la llegada de Jesús. En el corazón del Adviento puedes entrar en el silencio de tu corazón para recordar algunas verdades esenciales, que alimenten tu esperanza. El Adviento e un tiempo de gracia en el que puedes recuperar tu identidad para evangelizar la nueva cultura que respiras. Cualquiera de estos pensamientos puede ayudarte para alimentar los deseos de tu corazón: Dios te ama tal cual eres. Dios te conoce. Frente a la dictadura del relativismo, en la que todo da igual, ésta es la verdad que puedes llevar siempre en tu memoria. Tu biografía ha comenzado en el corazón de Dios. De Él parte la iniciativa de llamarte, suya es la capacidad que te ha dado de responderle. Estás envuelto en la gracia. Dios viene a decirte su amor, un amor cariñoso, cercano. Aunque te sorprenda y te parezca increíble, Dios está prendado de tu belleza y comparte contigo sus riquezas. Tiene para ti designios de salvación. ¿Dónde podrás escuchar una declaración de amor tan fascinante? A pesar de tus infidelidades, Dios mantiene su promesa de amarte. Jesús es el rostro de la misericordia. Si te dejas atraer por Él, te llevará al desierto y te hablará al corazón. Tu vida puede encontrarse con la buena nueva del Evangelio. Hoy tienes la oportunidad de experimentar su amor y de dejarte amar. Solo el amor es digno de fe. Lo mejor del ser humano es el amor. El que no ama no tiene ni idea de Dios. Hoy puedes aportar tu granito de arena a la nueva civilización del amor.

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Si te preguntas por qué se ha fijado en ti, no encontrarás otra respuesta que la de la gratuidad. Uno por uno, todos hemos nacido de esa fuente. “Mil gracias derramando, pasó por estos sotos con presura y yéndolos mirando, con sola su figura, vestidos los dejó de hermosura”. Si te parecen difíciles estas cosas, el Espíritu vendrá en tu ayuda. Te susurrará en la intimidad, te guiará hacia la plenitud de la verdad, te convertirá en cantor de amor en medio de la vida. Ora en las encrucijadas del camino, para que no te dejes abatir por el mal, ora en un diálogo amoroso con quien tanto te ama. Intercede por otros. Y si brota en tu interior el deseo de estar en la presencia del Amigo, ya estás orando, ya estás amando. Y Dios se goza en tu amor. Estrena una mirada de bondad hacia todo lo creado, perdona de corazón a quienes te han hecho mal, ponte en medio para servir desde tus dones, colabora con todos los que quieren tender puentes entre las orillas alejadas. Vive el gozo de tener hermanos y hermanas con quienes puedas indignarte ante la injusticia, con quienes enciendas la lámpara para esperar a Jesús, con quienes prepares los manteles y las cítaras para celebrar su llegada.

Sentido del Adviento 1. Aprender a esperar El tiempo del Adviento nos quiere ejercitar en una virtud cristiana básica: la esperanza. Cada año la Iglesia entra en este santo tiempo y aprende a esperar al Señor: Con la misma ilusión con que un estudiante espera sus vacaciones Con la misma íntima emoción con que una madre espera a su hijo Con la misma urgencia con que el surco abierto y reseco espera la lluvia, así la Iglesia espera la venida de su Señor Cada año cobra actualidad el Aviento porque siempre necesitamos la venida de Dios a nosotros y nos hace falta a aprender a esperarle. Sería señal de debilidad o de muerte si nos encontráramos satisfechos con lo que ya tenemos. Como también nosotros los cristianos podemos ir perdiendo a lo largo del año la sensibilidad por lo divino, nos conviene que el Adviento nos despierte el apetito de los bienes que verdaderamente valen la pena. Nos hace bien matricularnos en la escuela de la esperanza, poniéndonos por delante la meta del encuentro salvador con nuestro Dios.

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San Pablo hace sonar la “diana” para todos: sabed que ya es hora de que despertéis del sueño. Por si también nosotros nos hemos dormido en los horizontes de la tierra, nos invita a elevar la mirada de nuestras aspiraciones. 2. Testigos de la esperanza En un mundo que progresa sin cesar, que se supera así mismo en las conquistas del confort y de la ciencia; en un mundo que, a pesar de todo ello, no puede quitarse de encima la angustia y la inquietud, los cristianos somos invitados en el Adviento a practicar la espera de los bienes divinos, y a dar testimonio de nuestra esperanza ante los ojos de la sociedad. Cuantas cosas ansían los hombres. Cuantos “mesianismos” ilusionan los corazones humanos. Nosotros, sin embargo, queremos superar delicadamente el plan material y alimentar nuestra esperanza con lo único que puede satisfacerla: la venida de Dios. El salmo 24 resuena desde el primer día del Adviento: A ti, Señor he levantado mi alma; por encima de los afanes de cada día y de las aspiraciones meramente terrenales, nosotros esperamos a Dios mismo. No es que con ello tratemos de desertar de nuestra tarea en el mundo. Al contrario, queremos orientar los íntimos anhelos de la humanidad, aún más, de toda la creación, hacia su único objetivo definitivo: Dios; seguros de que “todos los que esperan en el Señor no quedaran defraudados”. 3. Pero, Pero, ¿Qué es lo que esperamos? La pregunta brota espontánea al intentar vivir concretamente el espíritu del Adviento: ¿Qué objeto tiene nuestra espera? Sí, la venida del Señor. Pero, ¿de qué venida se trata el Adviento de este año? El pueblo de Israel estuvo durante siglos y siglos esperando al Mesías. Los textos de Isaías que durante estas semanas leeremos tienen como objetivo directo el gran acontecimiento: la llegada del Salvador. Pero nosotros vivimos en el nuevo testamento, y no lo podemos olvidar ni siquiera en el tiempo de Adviento. Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Cristo nació de María Virgen y apareció entre nosotros. Desde que Él llegó todo ha cambiado en la historia: Vivimos el tiempo de Cristo. Sería simplemente una ficción inútil o una comedia El rezar y cantar como si Cristo no hubiera venido ya. El pedir a Dios que nos envíe al Mesías como si no hubiéramos sido ya salvados por Él, Ponernos en la misma actitud de Israel, copiando sus palabras en el mismo sentido inmediato que tuvieron en sus labios...

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Eso no lo pretende ciertamente el Adviento. El nacimiento de Jesús en Belén lo recordamos gozosamente, celebraremos su aniversario, aprenderemos las entrañables lecciones que sus protagonistas nos dieron... ¿Por qué recordar, pues, en nuestras oraciones esa espera secular del pueblo de Israel? ¿Qué es lo que debemos esperar los cristianos en este Adviento del año 2015? Quisiera responder en dos tiempos a esta pregunta, tratando de describir en los textos de la misa del Adviento el contenido de esta esperanza cristiana en la actualidad. 4. La vuelta de Cristo Una primera respuesta: la Iglesia espera la Venida gloriosa de Cristo, al fin de los tiempos, para establecer definitivamente su Reino. Ya desde el primer domingo del Adviento nuestra atención es dirigida a ese Día Ultimo en que aparecerá Cristo triunfador para juzgar al mundo “El día se acerca”, “no sabéis cuándo vendrá el dueño”, “entonces verán al Hijo del hombre que viene”, “cuando venga nuestro Señor Jesús con todos sus santos”. Y en la noche de Navidad volverá San Pablo colocarnos en la misma perspectiva: Aguardando la dicha que esperamos, La Aparición gloriosa Del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo. Sí, la Parusía, la Vuelta de Cristo, es como un foco de luz que ilumina toda la espera de la Iglesia: “He aquí que viene el Señor, y con El todos sus Santos, y en aquel Día brillará una gran Luz.” No es sólo Israel el que suplica durante siglos: Ven, Señor. También la Iglesia lleva dos mil años repitiendo las palabras conclusivas del Nuevo Testamento: Ven, Señor Jesús. Y no nos extrañamos de que resuene en nuestro Adviento la expectación gozosa de las generaciones primitivas: Alegraos, el Señor está cerca. Con la mirada puesta en esa Vuelta de Cristo rezaremos en la Vigilia de Navidad: “Oh Dios, que todos los años nos alegras con la esperanza de nuestra redención, haz que así como recibimos gozosos a tu Unigénito como Redentor, podamos ver con confianza venir como Juez a nuestro Señor Jesucristo...” Los nuevos prefacios de Adviento enfocan también así la espera cristiana: “para que cuando venga de nuevo en la majestad de su gloria...”. 5. Vivimos ya en los últimos tiempos Sin embargo también esta espera del Ultimo Día nos puede parecer algo ficticia. ¿Creemos de veras en la proximidad de la Vuelta de Cristo cuando decimos: He aquí que viene el Señor; el Señor está cerca?

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Lo más probable es que nuestra generación no conocerá el fin del mundo. Que tal vez se demore éste todavía por muchos siglos. En todo caso, casi podemos estar seguros que no será este año... Para entender el sentido de esta espera escatológica que ya lleva ejercitado la Iglesia un largo Adviento de veinte siglos, tenemos que pensar en la conexión que la primera Venida de Cristo, la de Belén, tiene con la última. El Nacimiento de Cristo inauguró ya la última era de la historia: estamos viviendo los tiempos definitivos (1Cor 10, 11). Y se puede decir que avanzamos decididamente hacia la meta. Desde que llegó Cristo a nuestra historia, la plenitud de los tiempos está ya comenzada. Después de Cristo no esperamos a nadie más. Él inauguró ya su Reino: éste irá creciendo y madurando a lo largo de los siglos, hacia la plenitud final. Es lógico que miremos espontáneamente al futuro: porque en cierta manera el futuro ya está presente en nuestro tiempo, que es el último. Y es lógico también que demos la consumación perfecta de nuestra historia: la madurez plena de la Iglesia y de nuestra salvación. En este sentido, se entiende el que se deje oír en la liturgia del Adviento cada año: El Día está ya encima; el Señor está cerca. Como advertía San Pedro a los cristianos impacientes de su tiempo: un día, ante el Señor, es como mil años, y mil años como un día. Nosotros somos ya “Contemporáneos” de la Parusía de Cristo, vivimos la Hora de Cristo, que es la última Hora. 6. Las profecías todavía no se han cumplido Este enfoque hace posible que leamos con un sentido plenamente actual las lecturas proféticas del Adviento, porque la esperanza del pueblo hebreo, tan oportunamente alimentada por la voz de los Profetas, no apuntaba sólo a la llegada del Mesías. Israel vivió en su historia una serie magnífica de intervenciones salvadoras de Dios: ⇒ ⇒ ⇒ ⇒ ⇒

La elección de Abraham y la promesa, La convocación de Israel como Pueblo Elegido, La liberación de Egipto, La Alianza del Sinaí, La vuelta de la cautividad de Babilonia...

Todas estas intervenciones las entendía Israel como auténticas “venidas” de Dios. Pero por encima de eso, era invitado constantemente a esperar el día de Yahvé, el gran día de su Encuentro con Dios: que unas veces venía señalado con caracteres mesiánicos, pero otras tenía horizontes todavía más lejanos, claramente escatológicos. Por ejemplo, la mayoría de las profecías que leemos en la lectura continuada de Isaías se refiere a las circunstancias concretas de la cautividad en Babilonia: por encima de esa situación histórica, apunta Isaías al Mesías Salvador, y más aún, al Día de Yahvé, Día de la salvación total.

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Nuestra preparaciO preparaciOn Nuestra preparación no tiene que ser sólo litúrgica, sino también espiritual y moral. Llama a la conversión del corazón y a la renovación de vida. El Adviento es el tiempo favorable para emprender un cambio del corazón y para dar un nuevo y decisivo paso en nuestro caminar espiritual, es conversión como preparación por la espera de Jesús. En Cristo, el Hijo eterno, Dios ha aparecido entre nosotros en forma humana, e intenta entrar en lo más íntimo de nuestras vidas, a fin de compartir su vida con nosotros y compartir la alegría. Él está a la puerta y llama, pero jamás forzará la entrada. La puerta que da acceso a nuestros corazones sólo puede ser abierta desde dentro por nosotros mismos.

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Norka C. Risso Espinoza Centro San Juan de Dios – Ciempozuelos http://pastoralsanitaria.blogspot.com.es/ Imágenes: Internet Textos: varios autores

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