El siervo despiadado en clave hospitalaria (perdonar)

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Mt. 18, 21-35
















El perdón En el antes y el después de la propia parábola, Jesús insiste sobre la absoluta necesidad del perdón: primero cuantitativamente (“Setenta veces siete”) y luego cualitativamente (“A partir del corazón”). Las dimensiones del perdón quedan diseñadas: es sin límites, recíproco y desde el corazón.


¡Perdonar setenta veces siete! Jesús había hablado de la importancia del perdón y

sobre la necesidad de saber acoger a los hermanos y a las hermanas para ayudarlos a reconciliarse con la comunidad. Elimina todo y cualquier límite posible para el perdón: "No te digo siete, sino setenta veces siete.” O sea, ¡setenta veces siempre! Pues no hay proporción entre el perdón que recibimos de Dios y el perdón que debemos ofrecer a los hermanos, como nos enseña la parábola del perdón sin límites.


Por eso el Reino de los Cielos es semejante a… Es importante esta mención del “Reino”: el concederle el perdón al hermano es condición para ser admitido en el “Reino de los cielos”, es en este punto que debe verificarse un cambio radical en la vida de un discípulo.


El rey “ ” y le “perdona” la deuda completamente. El primer verbo pertenece al vocabulario de la “misericordia” y es literalmente “conmoverse las entrañas” (en griego: “splanchnizomai”; el mismo verbo que describe la reacción del buen samaritano frente al herido, en Lc 10,33; o la del papá misericordioso frente al hijo pródigo, en Lc 15,20). El rey hace un acto de “gracia” desde lo más profundo de su ser.


Enseguida lo trata con agresión y violencia (“lo agarró y ahogándole…”) para obligarlo a pagar la deuda; es un momento fuerte de tensión emotiva: el siervo, el primero, a quien se le había perdonado la deuda, no perdona a su compañero, sino que lo manda a la cárcel hasta que pague toda la deuda. No se escucha la súplica del siervo humillado: “ ”. Se hace notar el contraste dramático entre el perdón generoso por parte del patrón y la despiadada condena por parte del primer siervo.


Aparece otro verbo del vocabulario de la “misericordia”: “ ” (griego: “eléomai”), el mismo que se escucha en la quinta bienaventuranza: “Bienaventurados los misericordiosos…” Si al principio se ofreció –inmerecidamente- un perdón generoso frente una deuda impagable, después el rey aplica una dura condena. El rey le retira al primer siervo la concesión. Esta vez la condena es para siempre, ya que este siervo nunca estará en capacidad de restituir los diez mil talentos que debe.


La conclusión que Jesús saca de la parábola señala el , frente a él no hay excepciones ni concesiones. A pesar del tono de aviso amenazante, la intención es positiva: una invitación enérgica a perdonar a fondo. Vale subrayar la expresión cualitativa del perdón: “de corazón”, más exactamente “ ”, desde lo hondo, sin guardar resentimientos, con un corazón puro. Esto quiere decir que no bastan las palabras, el hermano perdonado –aquel que habíamos expulsado de nuestros mejores sentimientos- debe ser readmitido con todo el ser y en lo más profundo de nosotros mismos. No hay perdón si no se ejerce la “misericordia”. Tampoco si de el corazón no aquél que a lo mejor no se lo merece.


El siervo despiadado PERDONAR


Norka C. Risso Espinoza Centro San Juan de Dios – Ciempozuelos http: http://pastoralsanitaria. //pastoralsanitaria.blogspot. blogspot.com. com.es/ Imágenes: Imágenes: Internet


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