Esta Navidad, cruzada por múltiples movimientos de cuerpos, conciencias y voluntades, nos recuerda a esa otra, distante en el tiempo y en la geografía, en la que una joven mujer con un hijo en su vientre y su compañero de vida, huía de las violencias, soñando para su hijo un destino feliz. Siguen vigentes sus sueños en los de millones de mujeres que sueñan que el fruto de sus vientres no alimente las guerras y los odios, que las maternidades puedan ser deseadas, libres y gozadas, que las niñas y niños no mueran de hambre, sed, bombardeos y violencias sexuales, que haya muchos hombres que como José asuman con amor y responsabilidad sus paternidades, que las masculinidades llenen el mundo de ternura y complicidad.
A las familias diversas y sus vecindarios, que hoy celebran con villancicos y cacerolas, compartiendo reflexiones y anhelos de justicia, abrazos, natilla y risas, va este sencillo regalo, para inspirar otras celebraciones.