¡Tantos nombres para un solo amor! Por: Mary Sánchez
Sr. Alcalde del Ilustre Ayuntamiento de Teror, Sr. Presidente del Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria, Sr. Cura Párroco de Nª Sª del Pino, autoridades eclesiásticas y civiles,…señoras y señores, amigos del alma, gracias a todos por acompañarme en este día tan lleno de sentimientos entrañables para mí. Debo, por justicia y sentimiento, antes de comenzar este cometido, superar las tristes sombras que han ennegrecido este verano en nuestras islas. La isla verde y bonita, la isla de la Caldera y Las Nieves, la fértil isla de La Palma, ha visto sus tierras quemadas, arrasadas por un incendio devastador que nos trajo tristes rememoranzas y ha dejado nuevamente una estela de dolor, de ruina, de daño, que ha herido profundamente el corazón del archipiélago y el de sus habitantes. Y aquí, en Teror, junto a esta tu Casa, Madre; en estas tierras donde por siglos se te ha querido y rendido homenaje; un accidente fatal, brutal, pavoroso, ha destruido un lugar donde se desarrollaba una de las artesanías más unidas a la tradición y a las entrañas terorenses. La fuerza de lo impactante de ambos golpes no ha sido lo peor: los bosques renacen, nuevas semillas traen nuevos árboles, las ilusiones retornan y la vida comienza nuevamente cuando un sueño la anima a reemprender el camino,…lo malo, el tinte sombrío de este hecho luctuoso que ha antecedido a las Fiestas del Pino de este año, es que ha abierto dos profundas heridas que cicatrizarán muy lentamente: se ha llevado las vidas de dos seres humanos ligados desde siempre a Teror y sus fiestas, dos terorenses queridos y reconocidos, que tantas veces pusieron luz y color a las noches del Pino; y que este año ya pueden contemplar tu rostro frente a frente, Santa Virgen; pero que ya no estarán presentes junto a los que les querían, a sus vecinos, amigos y familia. Para ellos, mi pregón. ¡Tantos nombres, Madre, para un solo amor!
¡Madrita mía del Pino, Virgen canaria… bonita, Santa Madre de los canarios, entrañable corazón de Gran Canaria, Madre y Señora nuestra, Torre del Fervor, Morenita como el trigo, Patrona ensalzada de la Diócesis de Canarias, verde y luminosa esperanza del sagrado Teror, Señora de la Gran Canaria, Reina Sonriente… tantas formas de llamarte, tantas personas que dirigiéndose a Ti con diferentes nombres, han llegado a ofrendarte el alma durante generaciones. Tantas voces que te han rezado, aclamado, venerado, dirigiéndose a tu Santa Imagen, con un solo fervor, con un único amor. Y hoy es mi garganta y mi pecho, quienes cumplen el feliz compromiso; y lo cumplen acercándome también a Ti para, como otros muchos antes, llevar hasta tus pies, con un beso fugaz, leve, sutil y emotivo, mi corazón y mis palabras ceñidas en sentimiento y devoción. ¿Qué quieres, Madre, que hasta Ti me llamas? ¿Qué tiene tu Imagen serena que su sola contemplación calma mis ansias y sosiega mis penas? En agradecimiento a tanto y tanto, yo también vengo hoy hasta Ti, Señora; … con fervor a cantar tus fiestas y exaltar tus grandezas… a cumplir con ternura, orgullo y agradecimiento mi deber de hija, de mujer y de grancanaria, ante esta cita que a tus puertas me trae. Porque creo, con la emoción más íntima de mi fe, que detrás del nombramiento por parte del alcalde de esta Villa y su delegada de Cultura, que agradezco profundamente desde mi humildad; detrás del honor de estar hoy aquí representando a toda la isla de la Gran Canaria, que siento con un regocijo que me colma el alma; detrás de todos los que me han animado y me han mostrado su cercanía, a los que llevo y llevaré siempre en el rincón más reservado de mi corazón; detrás de todos los afanes terrenales, estás Tú, Madre Santísima del Pino, y es tu voz y es tu llamada las que hoy me convoca aquí, a las puertas de tu Casa. Por eso, la primera ofrenda de agradecimiento es mi propia voz que a Ti dirijo en ruego, gratitud y justa correspondencia. Mi voz y mi canto, regalos de Dios, serán hoy mi oración de saludo hacia la Santísima Patrona de la Diócesis de Canarias, que me invita a servirle y convocar a otros en su nombre a ésta, que es la Fiesta Mayor de la Gran Canaria; la fiesta acogedora, unificadora, donde se celebra, en tu honor, la vivencia recóndita, casi insondable de lo que nos simboliza como canarios.
“¡Viva la Fiesta Mayor de Gran Canaria, de Gran Canaria! ¡Viva la Fiesta Mayor, la fiesta de Teror!”
Desde la costa hacia los campos, como en vuelo de alcaraván; así se alzaba mi amor hacia la Virgen del Pino desde mi infancia en El Refugio, en la calle con olor a salitre y puerto, vecindad de costeros y cambulloneros, y horizontes infinitos que me hablaban de otros mundos, pero que siempre por estas fechas elevaban mi mirada hacia Teror. Los vientos marinos me encumbraban hacia arriba, elevando mi sensibilidad sobre riscos, barranqueras y campos de cultivo hacia la Flor más preciosa de la isla. Y con este espíritu hice, hace muchos años, el camino de Teror por primera vez, hacia allí donde me esperaba mi Madre, la celestial Madre canaria: risas, canciones, llantos,… Quien no lo haya hecho, quien no haya venido caminando a este pueblo en esas tardes de principios de septiembre, con el corazón constreñido de emociones y la garganta presta tanto a la oración como al canto, no ha sentido plenamente el valor, la esencia íntima y profunda que anima el Pino terorense. El silencio susurrante de la plegaria tantas veces repetida; el descanso en un lindón a la sombra de una vieja higuera; la isa que anima al rancho que sube y sube, sin prisa ni tregua; el sol que se va ocultando lentamente, mostrando otros perfiles de la isla; la frescura, por fin, del barranco y el agua de la Fuente Agria, bendita por la mano de Dios y que sabe a gloria; el ánimo del último trecho, inclinado y pendiente, como obligando al caminante a una última penitencia, a un esfuerzo que es a la vez satisfacción y ofrenda; y la Calle Real abriéndonos, en vereda limpia y despejada, los últimos pasos. Esta calle, que luce ahora sin igual después de la excelente restauración llevada a cabo este año recibe, acoge y dirige al caminante hacia el mayor joyero de la Gran Canaria: la Basílica de Nuestra Señora del Pino.
Su espléndida fachada, la esbelta silueta de la Torre Amarilla que, desde 1708, vigila como un faro que ilumina el paso, como una señal que indica el lugar preciso, todo lo que aquí ocurre; el lugar que hasta 1683, año de su caída, ocupara el Pino
venerable, que fuera primera hornacina de la Efigie Santa; las magníficas construcciones de los siglos XVIII y XIX que la circundan, son, cual terciopelo, cedro y metal bruñido, el cofre que guarda la Imagen más venerada, más sentida, más reverenciada. Ni amatista, ópalo o zafiro, ni las perlas del más puro oriente, ni aretes, anillos o broches diamantinos merecen mejor guarda, sino Tú, Madre del alma, mi Madrita de Teror.
Y, por eso, el camino es necesario, reconforta el espíritu y nos lleva hacia lo que queremos, nos hace avanzar unidos como pueblo. Y la visión de todas esas veredas, carreteras, servidumbres, llenas de personas anhelantes de llegar, son una perfecta imagen de esa vía interior que como creyentes y como canarios, debemos emprender cuando afloja nuestra fe o dejamos de confiar en nuestra esencia de pueblo con un único fin, con un solo camino, con un mismo destino por el que debemos luchar. “Vamos, ven y no me dejes, caminito de Teror, vamos que allí nos espera, linda la Madre de Dios… Virgen Canaria y Bonita La Virgen que quiero yo Tu nombre me llena el alma Caminito de Teror”
Y llega la Víspera, la antesala del Día Grande, la celebración de lo nuestro, el reencuentro con raíces y tradiciones, el suave degustar de olores y sabores que reviven los más profundos valores. Esa víspera, en la que, tal como dijera el sacerdote don José Rodríguez y Rodríguez en su pregón de 1950 “el camino se torna más ancho…las familias organizan el viaje peregrino… todo el que puede ir, va, …cuantos enfermos que no pudiendo enviar su cuerpo doliente, envían su alma suplicante,…cuántos puestos vacíos en el hogar de aquel o aquella que se fue más lejos,…” Esa víspera, en la que tantos siguen haciendo el camino y creando cultura, como un día lo hiciera mi querida amiga y compositora Herminia Naranjo. “Por la carretera el Día del Pino van los peregrinos camino a Teror. Riscos y barrancos, valles y laderas, Gran Canaria entera canta su fervor.”
Teror, ese día nos convoca a todos, nos hace su llamada anual, a hacer parranda, a hacer sendero, a hacer ofrenda. Y gracias a la intervención en 1952 de muchas personas que querían mejorar las fiestas, recuperar, después de los horrores de la Guerra y las penurias de los años 40, la fiesta terorense como el lugar común de la canariedad, un día importante para la isla, para nuestra tierra, para todos los que, desde muchos lugares lejanos, desean ese día estar cerca de donde vieron la luz primera.
Pretendían convertir la Víspera del Pino en la Noche de Gran Canaria, y se consiguió con creces. Desde el Cabildo intervinieron su presidente, don Matías Vega, y don Néstor Álamo; desde Teror, su alcalde, don José Hernández y Monseñor Socorro y, vigilante y consejero, el obispo Pildain. Aquel año comenzó un nuevo evento de las fiestas, la plasmación de la ofrenda de toda la isla ante la Virgen. Desde aquel año, la Víspera, el día de la espera se adorna con las músicas de la tierra, los productos del mar y el campo, las ropas de la tradición, y las parrandas para pasarlo bien en torno a la Patrona. Don Néstor Álamo, mi querido, mi recordado don Néstor, sintió la inspiración, se dejó llevar por las musas, y alumbró para la Villa Mariana una de sus más geniales creaciones: la canción que hoy por hoy es su himno y enseña: ¡Ay, Teror, que lindo eres”. Néstor me trajo a aquellas fiestas. Néstor me regaló la oportunidad de participar en todo aquello que se estaba creando, y puedo presumir, con verdadero orgullo, de que viví los inicios del resurgimiento de la fiesta del Pino. El viernes 5 de septiembre de 1952, en un acto musical que llamaron Festival de Arte, estrené la canción Telarito e interpreté otras más para dar comienzo a aquellas fiestas ya lejanas. La Voz de Gran Canaria me llamaron y yo, toda aquella maravilla que me estaba aconteciendo, la dediqué y ofrendé a la Virgen del Pino. Aquella misma noche, un rancho de terorenses lanzó por primera vez al aire los sones del “Ay Teror…” que, desde entonces, año tras año, son como la indicación del inicio de la ofrenda, la plegaria, la fiesta, el camino y la diversión…
“ESTA ES LA PARRANDA QUE VA PA´ LA FIESTA EN LA VIDA HE VISTO PARRANDA COMO ESTA “ESTA ES LA PARRANDA QUE VA PA´ LA FIESTA EN LA VIDA HE VISTO PARRANDA COMO ESTA “ESTA ES LA PARRANDA QUE VA PA´ TEROR EN LA VIDA HE VISTO PARRANDA MEJOR. ¡AY TEROR! TEROR, TEROR, ¡AY TEROR! QUE LINDO ESTÁS QUE BONITA ESTÁ LA VIRGEN EN LO ALTO DE SU ALTAR” Y por si todo ello fuera poco, por si nuestros sentidos no estuvieran ya saciados de tantas emociones, por si el Pino no estuviera ya marcado en nuestro interior de una forma absoluta e inquebrantable, llega, sin sentir, entre fulgores de amanecida y brillos de plata pulida, el Día de Nuestra Señora del Pino. Con honores reales, desde 1929, desde que Alfonso XIII así lo decidiera en honor a la relación tan importante que la Virgen tenía con el pueblo de Gran Canaria y de toda su Diócesis. El 8 de septiembre debe dejarse todo lo que nos incomoda a un lado, deben arrinconarse vanos enfrentamientos, deben, amorosamente, unirse las familias en torno a la Basílica, pisar sus baldosas, sentir el calor, aspirar el humo del incienso, orar hasta la saciedad, recordar, sentir, amar, vivir las sensaciones íntimas, la suave querencia amorosa que rodea la mañana del Pino. La Virgen sale, después de la Solemne Misa, a las calles, se muestra al pueblo que, ahora como hace siglos, la reverencia y la quiere a su lado. Brilla el Trono, pero brilla aún más la Virgen, envuelta en esas muestras de magnífica artesanía textil de sus mantos. Seda, oro y plata se aúnan para intentar rodearla de lo más valioso que podamos ofrecerle, Lo más valioso, materialmente y lo más precioso también de nuestro interior, de nuestro espíritu, de nuestro afecto más guardado.
Esos mantos son una pequeña muestra de todo el arte que encierra esta Basílica. Algunos, como el de Los Pinos, confeccionado en Valencia en 1778, o el del Corregidor Núñez de 1758 (el manto colorado que cantara Néstor) son ya, delicados y gastados por el paso de los años, un recuerdo refinado de la veneración del XVIII. Otros, como el de la Coronación Canónica de 1905 (esmeralda y oro) vivencia de eventos importantes en la historia del Pino, cuando las mujeres canarias se desprendieron de sus joyas para fabricar las coronas. Otros, como el que regalara el Cabildo con motivo de su cincuentenario (un trozo de cielo bordado), necesitados de urgente restauración. Y otros, como los que los últimos años ha realizado mi buen amigo y compadre el artesano sutil Francisco Herrera, la prueba de que el pueblo quiere seguir manteniendo antiguas tradiciones, con vigencia plena, como prueba de su fervor a la Santa Patrona de la Diócesis de Canarias. Y termina el Día Grande, “esa asamblea popular de toda la isla que viene a proclamar su devoción y su fe ante un pueblo”, tal como la describiera Ignacio Quintana, en su pregón de 1964. Este poeta terorense del que en este año celebramos el centenario de su nacimiento, tuvo también el honor de pronunciar el primer pregón anunciador de las fiestas en 1948, y en 1955 escribió la letra del Himno Popular que en estos días tanto, entre emoción y lágrimas, se cantará a la Virgen: “Reina sonriente, Madre del Amor, eres, OH dulce, OH pía, OH clemente, de la canaria gente, la torre del fervor…” Han sido los pregoneros y pregoneras desde entonces (y permítaseme la licencia) verdaderos cantores a Gran Canaria y desde el primero que acabo de mencionar hasta la excelente pieza de doña Yolanda Arencibia el pasado año, con su trabajo sobre la canción Caminito de Néstor, unos y otras han servido de perfectos introductores a la Virgen, a las fiestas, al encuentro de los canarios estos días. Así, el escritor Francisco Rodríguez Batllori nos decía en 1961 que “…a Teror se llega sin prejuicios, intacta la capacidad de sorpresa. El santuario de la Virgen se apodera de nosotros, nos aisla del mundo cercano, nos hunde en el espacio donde palpitan los místicos anhelos…”o el poeta Cipriano Acosta en 1968 declamaba “Señora, tú que has bajado a este valle de pastores, a extender con tus fulgores este bosque y este prado. No te apartes de mi lado, ¡quédate aquí en mis pinares! Y pon tu brazo en mis lares y tu luz en mi camino y tu paz, Virgen del Pino, en el sudor de mis manos”.
¡Qué hermosas son las palabras cuando el que habla es el corazón! ¡Y que hermoso poder pregonar cosa tan bella! Y Teror siempre en medio de todo ello, pujante por custodiar y guardar, entre música y tradición, valores importantes de nuestra tierra. “Si conmigo te vienes al Pino Te convido a carajaca y vino. Si conmigo vienes a Teror, A las viejas compramos turrón”
Vuelven, al fin, las familias a casa, extenuadas de sentimientos; cierran ventorrillos, agotadas las existencias; se recogen pertrechos e improvisados mobiliarios (cada rincón es un hogar ese día); y Teror queda, como agotado y dichoso. Se ha repetido el milagro, la convocatoria ha surtido efecto, las calles de la Villa han resistido nuevamente el embate feliz de un pueblo que quiere vivir y venerar; y como por arte de magia, en la tarde silenciosa, cae muchas veces una llovizna sutil. Dicen los terorenses que la bandera del Pino, se moja todos los años. Eso es bueno. En una tierra siempre anhelante de agua como es la nuestra, es buena señal el que la Virgen del Pino no nos olvida si sabemos acudir a ella. Por eso, Nuestra Señora no ha estado nunca quieta. Ansiando lluvias y rogando por ellas y por otras peticiones, ha bajado muchas veces a Las Palmas desde 1604; y cada Bajada hasta la última del año 2000, ha sido una renovada y masiva muestra de que cada canario la lleva siempre consigo, se encuentre donde se encuentre. Por eso tampoco se queda quieta, viajando siempre en el corazón de los que no la olvidan. Y esto lo sé por sentimiento y experiencia personal. En 1956, me alejé de esta tierra hacia América, a trabajar y llevar a tantos canarios los recuerdos y las músicas del lugar donde nacieron. Y allí experimenté el dolor del desarraigo. “Adiós Canaria querida, me voy a tierras extrañas llevando en el alma herida, las voces de tus montañas.”
Y es verdad, Madre… el alma llega herida lejos del hogar natal. Cuánto amor he visto en los que te recuerdan en la lejanía; cuánto duelo en la separación; cuánto sentimiento hay en la cubierta de un barco cuando te aleja de lo que quieres; ¡cuánto duelen las heridas siempre abiertas de los emigrantes, las raíces desentrañadas, otros vientos, otra luna, otro olor, otro suelo que, aunque amigo y redentor,… es otro suelo!, ¡que amargas son, Madre, las lágrimas que se derraman lejos de ti!
Cuando en esos años viajé tanto llevando las canciones canarias a tantos emigrantes que se encontraban en muchos de esos países pude comprobarlo. Una de las veces que más sentidamente lo experimenté fue en mi debut en La Habana, un 7 de septiembre, en el que, a petición de los que allí estaban, interpreté entre ahogados sollozos las canciones de Teror y la Virgen del Pino. También, con el presidente del Cabildo de entonces, don Fernando Jiménez Navarro, tuve el honor de llevar hasta los emigrantes canarios en Venezuela, la Imagen de Nª Sª del Pino. Los sentimientos afloran fuertemente en esas circunstancias; paradójicamente, la tierra natal nos turba, nos aflora más pujante, cuanto más alejados estamos de ella. Baste como ejemplo, que una canción tan canaria, tan parrandera como “Viva la Fiesta Mayor” fue compuesta por mi amigo y compañero de fatigas de esos años, Emilio Gómez, conmigo y con mi querido esposo Maso, en un descanso del trabajo en un restaurante en Miami, en la noche, cuando el dolor de la lejanía te ataca más. Debo, en justicia, aprovechar esta noche para pedir ayuda a Dios, intercesión a la Santa Virgen y humanidad cercana a los políticos, para con todos los canarios, aquí nacidos o llegados desde otros lugares, que están sufriendo las consecuencias de esta crisis que afecta al mundo entero. No entiendo, ni quiero, de economías internacionales, ni de globalización, ni de tasas crecientes de inflación. Sí entiendo de dolor por la familia necesitada, del parado que pierde su hogar, del que ve desmoronarse los proyectos de toda una vida. Por ellos pido a la Virgen del Pino, y a todos los que, movidos por Ella, sepan luchar contra todo lo que ocurre a nuestro alrededor y puedan poco a poco modificar muchas injusticias y proteger a los necesitados, los hijos más queridos de la Virgen. También quiero hacer este año una llamada por los emigrantes que constantemente llegan a nuestras costas. ¡Acógelos, Madre, y protégelos! ¡Que puedan conseguir lo que muchos de nosotros (yo misma) fuimos a buscar a otras tierras! O que, al menos aquí encuentren, solidaridad, acogida y una voz de esperanza.
No puedo, por memoria y respeto, dejar de mencionar a la persona quemás marcó mi vida y me acercó a Teror: don Néstor Álamo. Comenzando los 50 encontré en él a un protector, a un consejero, a un amigo. Por él pude ver las bellezas de la isla, la sublime hermosura del Roque Nublo o la elegante prestancia del Camarín de la Virgen que él me mostró como si abriese unjoyero de nácar. Él me hizo ver los dos perfiles de la Santa Imagen: uno más delicado y sonriente; otro más sereno, sin llegar a la seriedad o a la tristeza. Con él aprecié un sentido más vitalista y tradicional de la fiesta y participé, como ya dije, de la experiencia de comenzar la andadura de renovación de las mismas. Y, además, por si fuera poco, estaban sus canciones: fui, y lo digo con verdadero orgullo, la primera que grabó las tres que dedicó a Teror; “Ay, Teror, que lindo eres” de 1952, “P’al pino” de 1953 y “Caminito de Teror” de 1954, y gracias a ello, he podido llevarlas a todos los lugares del mundo donde me he desplazado a actuar. Néstor sentía como uno de sus distintivos más personales, el fervor a la Virgen y el aprecio a Teror. Con él tuve la oportunidad de aprenderlo y apreciar todo lo que rodea a estas fiestas desde un cariz diferente de afecto y estima. También tuve la ocasión de vivir a su lado un momento de mi vida que habla de ello. En 1952, tras terminar mi actuación en el Cine de la Villa, decidí con él y otros más (entre ellos, Maso, mi esposo) acercarme a este templo y ofrendar a la Virgen el ramo de flores que me habían regalado al finalizar el acto. Cuando llegamos a la Plaza, dejamos, tras una oración, el ramo de flores ante las puertas cerradas de la Basílica. Pero llegaron donde yo quería, y unos días más tarde, recibí una nota de agradecimiento de don Antonio Socorro Lantigua por el gesto que había tenido. Aquellas flores fueron mi primera ofrenda como cantante a la Virgen. Hoy, para terminar, quiero coger todas las flores que Néstor Álamo mencionó en sus creaciones y traerlas aquí, para, ante las puertas cerradas de la Basílica dejarlas nuevamente en ofrenda, gratitud y petición de esperanza para nuestro pueblo.
“¡Ay Teror, Teror, Teror! ¡Ay Teror!, qué lindo eres, claveles, rosas y jazmines, jazmines, rosas y claveles! ¡Ay Virgen! del Pino sos, morenita como el trigo, encarnadas como peros, tu carita y la del niño.”
Quiero hoy, Santa Madre, hacerte un ramo para darte las gracias por este Pregón, por mi vida y mi familia, pedirte por los canarios y canarias y sus anhelos y afanes, por los hermanos y hermanas de nuestra tierra dispersos por el mundo, solicitar tu intercesión para que acaben guerras y atentados, y que todos podamos afrontar el futuro en paz, concordia y esperanza. Y que este ramo, por ensalmo y magia se desprenda a tu alrededor y te brinde olores y colores que engrandezcan aún más tu ya graciosa belleza. Que tiemblen alrededor de tus manos, cubriéndolas como gemas refulgentes, las flores del embeleso, azules topacios imperiales de tu jardín celestial. Que un ramo de blanca retama te corone, se enrede en las estrellas y quede prendido por siempre en torno a Ti. Que tuberosas y magnolias se eleven llevadas por el viento y cubiertas de relente mañanero, para llevar hasta el cielo los ruegos de tus hijos. Que un orfebre celestial te borde un manto de clavellinitas encarnadas y amarillos topetes (seda y oro, oro y seda) que te cubra amoroso en tu lenta, apacible y etérea bajada desde el Camarín. Que los querubines te mantengan perpetuamente envuelta en lluvia de marimoñas dobles, fastuoso y eterno rocío en honor a tus grandezas. Que tu paso por las calles de Teror se alfombre entre oraciones y salvas, de claveles, rosas y jazmines, tapizando de amor tu andar entre el pueblo que te venera.
Que tu trono se enrede de verdes hojas y amarillas flores de calabaza que atraigan mariposas a libar en torno a Ti. Que, por años y años, para toda la eternidad, Santísima Patrona, el pueblo canario te mantenga entre muros de claveles, prisionerita entre flores, y que toda la naturaleza de Gran Canaria, se rinda por siempre a tus pies, en agradecimiento por estar ahí. Por seguir estando ahí, después de siglos, Madre, Señora, Celestial bastión contra la maldad, Madrita del Pino, para que los canarios podamos seguir llamándote con tantos nombres pero siempre, por siempre, para siempre, con un solo y único amor. María Dolores Sánchez Ramírez