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Un conflicto innecesario
Hay malestar en la cadena láctea y se han vuelto a agitar las aguas en un momento donde reina la imprevisibilidad. El gobierno, una vez más, apretó el botón de la torpeza y quien está siendo duramente cuestionado es el Secretario de Comercio Interior, Matías Tombolini. ¿Es una orden del ministro Sergio Massa? Ante las consultas todos callan.
Por estos días se habían anunciado algunas asistencias crediticias para el sector tambero, tanto a nivel nacional como provincial debido al difícil trance de la sequía, si bien una ayuda escasa era bienvenida. Sin reservas forrajeras propias para el resto del año los productores tendrán que pagar un precio altísimo para alimentar sus rodeos. Ni rollos se consiguen, manifiestan muchos.
La cuestión es que la industria había anunciado un incremento de la materia prima para enero que oscilaba en el 7% y resulta que se retrotajo imprevistamente y sólo se aumentó el 4%, aunque hubo algunas excepciones según información obtenida por Nuestro Agro Y ahí se prendió la mecha, la reacción crítica de los productores no se demoró y varias entidades salieron a rechazar este comportamiento de la industria. Y una vez más aparece el enfrentamiento en estas dos partes de la cadena. Pero detrás de este planteo, hay un tema aún más grave que está originado en el seno del mismo Gobierno. Aunque nadie confirma y además lo niegan, se cree que desde la Secretaría de Comercio hubo llamados puntuales hacia algunas industrias líderes para que el aumento del 7% no se concrete y con la amenaza de suspenderle las exportaciones a aquellas industrias que desobedezcan. Claramente una extorsión. Nos preguntamos: ¿le conviene al Gobierno reavivar un histórico conflicto entre los productores y la industria? Las relaciones no venían tan mal y cabe recordar cuando en mayo de 2021 se firmó el primer “acuerdo” entre el Gobierno y la cadena láctea. Todos los empresarios lácteos festejaron. Se trató de un compromiso asumido por la industria para volcar al mercado el equivalente a 27,5 millones de litros de leche cruda al mes, en ese momento era un aumento del 60% de lo que se ofrecía en “Precios cuidados” a tal punto que de 14 empresas pasaron a ser 25. Evitar la injerencia del área de comercio en las discusiones y el freno a las exportaciones fue celebrado. La producción venía creciendo con buen clima. Cabe recordar que se venía de un 2020 donde los lácteos habían sufrido el programa de “Precios cuidados” durante la pandemia con un retraso apreciable de los precios en góndola (la industria hablaba de un desfasaje del 30%) y ahora con el mencionado acuerdo se comenzaba a normalizar la comercialización interna. La situación ahora vuelve a repetirse.
Pero han sonado los celulares (antes se llamaban teléfonos) como para hacer crispar la paciencia de los productores con sus entidades. La llegada de Massa creó algún optimismo -por decir algo- en la industria, pero en poco tiempo se frustró el supuesto romance. Por un lado el Gobierno anuncia el programa “Impulso Tambero” para ayudar a paliar los efectos de la sequía, pero por otro ángulo aparecen los “Precios Justos” que golpea las dársenas de la industria. De inmediato el CIL -Centro de la Industria Láctea- cuyo presidente es el empresario Ércole Felippa, solicitó al secretario de Comercio Matías Tombolini, autorización para subir los precios de sus productos por encima de la pauta fijada en Precios Justos. Según trascendió, la misiva del CIL pide una suba “superior al 3,2% que propone esa Secretaría. A los efectos de mejorar la cobertura de los costos en los que seguramente incurrirá nuestra industria en esta primera etapa del año”. Sobre llovido mojado, dice el dicho. Le tiran algunas migajas a los productores (mini créditos) mientras deben afrontar mayores costos y la sequía continúa y no se podrán realizar reservas forrajeras. Alimentar a las vacas ya es costoso y la rentabilidad en algunos tambos dejó de existir.
La cuestión es que se ha enturbiado el clima en el sector lácteo. Lo mismo de siempre, está ausente una política lechera nacional. Y ahora confluyen los efectos de la histórica sequía que contribuirá a producir menos leche en 2023 y será el momento en que las industrias salgan a buscar ese bien escaso (la leche) y pagar mayores precios para que los productores puedan cubrir sus mayores costos y no bajen la producción, que “no es soplar y hacer botellas”. Las vacas están estresadas por el agobiante calor, comen menos, pero cuando desde marzo y durante tres o cuatro meses, donde se registran las mayores pariciones hay que sostener la producción individual, estará faltando el forraje necesario y se tendrá que comprar la alimentación al precio del dólar blue. El Gobierno no lo entiende, es torpe y desconoce la realidad. Mientras tanto en Argentina se continúa produciendo los mismos volúmenes que hace 22 años atrás, aunque se pretenda desvirtuar esta mirada. Estamos apabullados de los contrastes que se producen. Sin estabilidad y sin políticas serias, es imposible crecer como lechería competitiva en el mundo. Seguimos repitiendo esta misma frase desde hace 40 años.