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Aprendiendo a amar

«Modern Love» ensalza el amor sin negar sus sombras. Se trata de una serie antología amable, aunque irregular.

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TEXTO Alberto N. García [Com 00 PhD 05] es profesor titular de Comunicación Audiovisual y crítico cultural

Que el amor mueve el mundo lo sabemos desde que Paris raptó a Helena. De batallas míticas a guerras de sofá, de renuncias dinásticas a besos que sellan un compromiso para toda la vida, el amor de pareja ha sido, es y será tan decisivo como el aire. Sobre ese sentimiento compone «Modern Love» una colección de estampas contemporáneas, muy neoyorquinas, que acentúan lo positivo. Ocho capítulos de media hora que entran con la frescura de un buen vinito blanco. Porque es una serie feliz.

Ahí descansa la mayor primicia de este producto de la cada vez más interesante Amazon Prime, una plataforma que ha estrenado títulos tan potentes como «Jack Ryan», «Fleabag» o «Carnival Row». «Modern Love» es un relato que reivindica el amor sin negar sus dificultades, sus tragedias, incluso. Frente al prestigio intelectual del dramón de alcoba y el despelleje íntimo, la serie apuesta por un relato que, simplemente, es capaz de hacer que sus personajes se sobrepongan a los obstáculos. No hay mejor metáfora que ese matrimonio maduro que, tras las sesiones de terapia conjunta, sigue jugando al tenis. Pasando bolas. Corriendo. Respetando unas reglas que ambos han aceptado antes del partido. Eso es el amor como dedicación, como voluntad, como empeño colectivo por hacer funcionar un compromiso. Ya lo advertía Chesterton: «Lo que mantiene la vida romántica llena de ardientes posibilidades es la existencia de esas grandes limitaciones vulgares que nos obligan a todos a enfrentarnos a las cosas que no nos gustan o que no esperamos».

La otra novedad de «Modern Love» es su formato. Hace ya casi una década que «Black Mirror» resucitó la antología: esas series que ofrecen capítulos totalmente independientes, con nueva trama y actores en cada episodio. Un reset en toda regla donde la continuidad serial proviene del género —la ciencia ficción en «Love, Death & Robots»—, el tema —descendientes de la realeza rusa en «The Romanoffs»— o el escenario —una habitación de motel en «Room 104»—. En el caso de «Modern Love», la flexibilidad del formato le venía casi dada por el material del que proviene: una célebre y celebrada columna homónima del «New York Times».

Con ese material periodístico, John Carney —el director de la entrañable película «Once»— escoge para sus ocho capítulos historias que, como anticipan los hermosos títulos de crédito, exhiben flechazos de todo tipo: casados, solteros, platónicos, recurrentes, imposibles, interraciales, intergeneracionales… El amor, como la muerte en las coplas, se erige en un estupendo igualador: afecta radicalmente a todos. La marca de la casa en Modern Love es que siempre, a pesar de las tempestades, prevalece el aroma amable, la sensación humanista de que el viaje merece la pena.

Hay episodios deliciosos, como el del portero con códigos samuráis y sentimientos puros («When the Doorman is Your Main Man»). Otros resultan visualmente sorprendentes, como el protagonizado por una bipolar Anne Hathaway («Take Me as I Am, Whoever I Am»). Y los de más allá cierran con una elipsis brillante, como el protagonizado por los fantásticos Tina Fey y John Slattery («Rallying to Keep the Game Alive»). No obstante, lo mejor y peor del formato de la antología es la individualidad, lo que implica irregularidad. En general, en Modern Love el nivel medio es bueno, a ratos estupendo, pero el espectador no puede sacudirse la impresión de que las buenas intenciones han predominado sobre la efectividad dramática en episodios como «When Cupid Is a Prying Journalist» o «The Race Grows Sweeter Near Its Final Lap» (¡ay, esa coda tan innecesaria!).

No es más que un pequeño borrón en una serie intimista que deja al espectador con un buen sabor de boca, que le anima a apostar por una mirada que hoy resulta casi contracultural. La que resumía Sam Keen: «Aprendemos a amar no cuando encontramos a la persona perfecta, sino cuando llegamos a ver de manera perfecta a una persona imperfecta». Eso: aprender a amar. Una lección que tratamos de asimilar desde que el mundo es mundo. Nt

APUNTES

«HALO», DE LA XBOX A LA TELEVISIÓN. Tras varios retrasos, la adaptación del famoso videojuego futurista —una guerra intergaláctica en el siglo XXVI— ya se está rodando. Llegará a Showtime en 2021 y promete entrar por la puerta grande en el panteón de los superespectáculos televisivos. Expectación.

EL IMPEACHMENT DE BILL CLINTON. «American Crime Story» sigue dramatizando los eventos más mediáticos de la vida estadounidense. Tras la fantástica recreación del caso O. J. Simpson y la más discreta temporada sobre el asesinato de Gianni Versace, le toca el turno a los Clinton. El estreno en la FX estaba previsto en época electoral. Polémico.

«LOS ESPABILADOS» EN MOVISTAR. La producción española continúa viento en popa, con una repercusión internacional cada vez mayor. Movistar se atreve ahora con «Los espabilados», un relato que cuenta la historia de siete adolescentes que escapan de un centro psiquiátrico. Albert Espinosa, uno de los creadores, ya dio la campanada con «Pulseras rojas». Atrevida.

NÚMEROS

2,2

millones de minutos de series hay disponibles en Netflix. Para verlo todo se necesitarían más de cuatro años de visionado ininterrumpido.

300

series, 500 películas y 25 contenidos de Disney Plus Originals pone Disney+ a disposición de sus suscriptores.

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