El papa aseguró que el universo no es el resultado de la casualidad

Page 1

El Papa aseguró que el Universó nó es el resultadó de la casualidad

Anotaciones sobre la Homilía del Papa en la misa de la Epifanía del Señor, enero 6 de 2011 Por Ianustone換

Echemos de nuevo un vistazo a esta foto. ¿Qué sostiene el Papa en sus manos? ¿Una Biblia, posiblemente un misal o el leccionario con las lecturas correspondientes a la liturgia de Epifanía? ¿Por qué lo sostiene en alto? ¿Una simple postura solemne dentro de la celebración? ¿Un reconocimiento de la autoridad de esos textos – denominados sagrados–? ¿Para que todos vean que se compró un libro bonito en navidad? o acaso… ¿para esconder su rostro ante la incapacidad de demostrar su extravagante afirmación sobre el origen del Universo? Digo, si yo afirmara (o asegurara, como lo hizo el Pontífice en esta ocasión) algo tan asombroso y con tal convencimiento sin poder probarlo… buscaría algo más que un libro lujoso detrás del cual esconderme (en el estricto orden de la ceremonia, la homilía donde pronunció su afirmación ocurre después de este momento que ilustra la foto). No obstante, el Papa tiene además un punto a su favor que le permite elaborar semejantes aseveraciones sin apenas sonrojarse: la autoridad como fuente de verdad. Él recurre a su autoridad como vicario de Cristo en la Tierra, a la autoridad de las Sagradas Escrituras y sus estudios exegéticos, a la autoridad de la Revelación, a la autoridad de la fe, a la autoridad de la Iglesia Católica. Sin embargo, si analizamos esas fuentes, no podemos evitar preguntarnos de dónde les viene, a su vez, tal auto-ridad. Por ejemplo ¿Por qué la Biblia debería ser tenida en cuenta para dar una explicación plausible del origen del mundo que pudiera ser puesta al nivel de la investigación científica? El Papa deja claro, como puede leerse en su homilía, que no hay contradicción entre la ciencia (o el pensamiento racional) y la fe. ¿Debería considerarse la Biblia para estos asuntos sólo porque se le asume como un libro sagrado? ¿Y qué lo hace sagrado? ¿Su natu-raleza de libro inspirado por Dios? ¿El hecho de ser un texto muy antiguo? ¿La tradición apostólica de la Iglesia? De acuerdo. Entonces un libro inspirado por Dios debería permitirnos encontrar en sus páginas información respecto del mundo y la forma cómo funciona, que fuera mucho más elaborada que las explicaciones dadas por otras culturas sin acceso a la revelación. Estamos hablando de información directa del Creador (si bien pasada


por el cedazo de las mentalidad y costumbres de la época), imposible de obtener por el simple raciocinio humano. Pero no es así. Todo el “conocimiento sobre el mundo” que aparece en la Biblia es bastante común al que ya poseían los demás pueblos de las regiones aledañas. Sus narraciones incluyen elementos descriptivos del paisaje, personajes, historias, normas de comportamiento, géneros y figuras literarias que ya aparecían en otras tradiciones más antiguas1; y en general sus relatos no son más sofisticados que los de los pueblos “salvajes”. La Biblia simplemente recopila las costumbres, cosmogonías y teologías que asumió y adaptó el pueblo hebreo en su contexto, tras las sucesivas invasiones y cautiverios a los que estuvo sometido. La antigüedad tampoco es el mejor soporte para lo que de sagrado pueda tener la Biblia. La falta de comprensión de la naturaleza en aquel entonces, los mitos, las explicaciones sin pruebas, las razones equivocadas y las mentiras no se validan con el tiempo. Si eran falsas dos o tres mil años atrás siguen siendo falsas hoy. Dicho sea de paso, está en duda la ocurrencia histórica de una enorme cantidad de sucesos narrados en las Escrituras, o por lo menos con la magnitud con que allí aparecen; los cuentos bien adobados siempre suenan mejor. Podemos concederle a la Biblia (y en general a los demás libros sagrados de las distintas religiones) un cierto valor, toda vez que recoge parte del proceso cultural e intelectual de una porción de la humanidad y nos permite algún acercamiento a épocas remotas, pero esto solo no es garantía de la veracidad de sus relatos. Algo similar ocurre con el contenido de carácter moral, el mismo que con tanto empeño citan los fundamentalistas. El que ciertas normas hubieran funcionado entonces (¿?) no obliga que funcionen ahora. Y menos mal es así; hay cientos de pasajes en la Biblia que si se aplicaran hoy harían imposible la vida en sociedad2. ¿Entonces qué legitima su atributo sagrado? Revisemos la homilía del Papa en la pasada celebración de la Epifanía (6 de enero de 2011)3 para tratar de entender las razones (o las excusas) de su “curiosa afirmación”. Extraigo algunos apartes que, personalmente, me llamaron la atención. En la solemnidad de la Epifanía la Iglesia continúa contemplando y celebrando el misterio del nacimiento de Jesús salvador. […] Y es precisamente sobre los Magos y sobre su camino en búsqueda del Mesías (cf. Mt 2,1-12) sobre lo que la Iglesia nos invita hoy a meditar y a rezar. Meditar y rezar. Era de esperarse. ¿A qué más nos invitaría la Iglesia? Nunca anhelemos de ella una invitación a pensar –mucho menos a cuestionar–, acto que, si se mira bien, podría llegar a resultarle muy beneficioso. Cuestionar aviva el intelecto, reanima los sentidos, rejuvenece el cerebro hasta niveles que hoy asombran a los neurólogos. Cuestionar su fe posiblemente ayudaría a algunos creyentes a redescubrir el valor de lo que creen y confrontarlo con su día a día, es decir, estamos hablando de coherencia vida–fe, algo que los curas “pulpitean” cada vez que tienen ocasión. A lo mejor inspiraría a muchos a conocer más sobre sus profetas y los lugares donde El pueblo de Israel vivió en medio de tres grandes corrientes culturales: la egipcia, la cananea y la mesopotámica, con tradiciones históricas y literarias más antiguas y sustanciales. En 1872, el asiriólogo George Smith dio a conocer la llamada Tableta XI, procedente de la biblioteca asiría del rey Asurbanipal, del siglo VII a.C., que contenía el poema épico de Gilgamesh, escrito en acadio, una lengua semítica más antigua que el hebreo y cuya narración del diluvio presentaba paralelos con el relato bíblico. Éste es uno entre cientos de ejemplos que ilustran cómo la Biblia se “construyó” mezclando lo propio con lo foráneo, de ahí que sea más un producto de la recopilación que de la revelación. En “101 mitos de la Biblia” de Gary Greenberg se amplían todos estos aspectos. 2 ¿Algún ejemplo? ¡Seguro! Ex 21,15-17 y 18-27. Lv 18,22 y 29. Lv 27,28-29. Nm 5,11-31. Nm 31,17-18. Dt 20,15-16. Dt 21,18-21. Dt 23,2-3. Dt 23,20. Dt 25,11-12. Jue 5,24-31. 3 El texto completo de esta homilía puede ser leído en http://www.zenit.org/article-37784?l=spanish 1


tuvieron lugar las Escrituras y por qué son zonas en permanente conflicto. Reflexionar sobre la vida de los santos y sus enseñanzas a lo mejor serviría para que algunas personas, un poco tacañas y desentendidas, se comprometieran más con alguna causa caritativa, a imitación de su santo patrón. Un cristiano que cuestione su fe y aún así decida continuar profesándola, está bien, al menos hizo el ejercicio de pensar y preguntarse por qué y para qué cree. No se trata de juzgarlo si se quedó a mitad del camino o no, ya que hay ideas tan arraigadas en la mente y en la cultura que eliminarlas no necesariamente ayuda a alguien a sentirse más libre y más feliz (hablo de los adultos mayores, porque los jóvenes siempre tendrán más chance de zafarse de la Enredadera). Una invitación a pensar y cuestionar por parte de la Iglesia sería incluso bien vista por los escépticos, ateos y organizaciones no confesionales, para quienes está muy claro que “rezar” es hacer nada mientras se da la impresión de estar ayudando en algo. “¿Dónde está el rey de los Judíos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella al oriente y venimos a adorarle”. ¿Qué tipo de personas eran, y que especie de estrella era aquella? Ellos eran probablemente sabios que escrutaban el cielo, pero no para buscar “leer” en los astros el futuro, eventualmente para recaudar un dinero; eran más bien hombres “en búsqueda” de algo más, en búsqueda de la verdadera luz, capaz de indicar el camino que recorrer en la vida. Eran personas seguras de que en la creación existe lo que podemos definir como la “firma” de Dios, una firma que el hombre puede y debe intentar descubrir y descifrar. El Papa toca el asunto de los reyes magos y la estrella, con la clara intención de introducir sus ideas sobre el cosmos. Pero hoy ¿por qué habríamos de tomar más en serio a estos magos, y su peculiar forma de “leer” los astros, que a nuestros astrónomos y sus telescopios? No olvidemos que tenemos varios de estos “ojos” sofisticados allá arriba oteando el universo, ofreciéndonos imágenes nunca antes vistas. No olvidemos tampoco que decenas de sondas espaciales, a velocidades de hasta 17 Km/s, se alejan cada vez más de casa para ayudarnos también a comprender el Cosmos y nuestro lugar en él, sirviendo a la vez como emisarios de nuestra presencia en el Infinito, siempre alertas a alguna señal de respuesta, que a la fecha no ha sido recibida. ¿Cómo sabe el Papa si aquellos “sabios que escrutaban el cielo” buscaban o no leer en los astros el futuro? ¿También otra primicia de “Radio-Autoridad-del-Papa? ¿De dónde saca –como conclusión– que estos tipos “eran más bien hombres “en búsqueda” de algo más, en búsqueda de la verdadera luz, capaz de indicar el camino que recorrer en la vida”? Se le olvida al Heredero de Pedro que ese “asuntito” de buscar respuestas para recorrer la vida mirando las estrellas se denomina Astrología. Se le olvida también que, en su momento, la Iglesia, cuando ya no quiso o se aburrió de ellos, mandó a la hoguera a miles de astrólogos –y astrónomos– por sus labores paganas y por tener la desfachatez de sacar a la Tierra del centro del Universo. Este podría ser un muy buen ejemplo de un Papa desmemoriado o de un Papa hipócrita. A lo primero ya nos habíamos acostumbrado con el Wojtyla, por su enfermedad. A lo segundo nos estamos empezando a acostumbrar con este Ratzinger y sus salidas en falso sobre Mahoma, los judíos, los sacerdotes pedófilos, la ciencia y otras perlas, que bastarían para “poner colorado” a cualquier monaguillo medianamente leído. Yo fui monaguillo, y también recuerdo las boberías a las que recurrían los amigos de sotana cuando insistían en explicar lo que no conocían. Animar a descubrir y descifrar la “firma” de Dios en la creación denota un pensamiento infantil sobre la percepción


del mundo por parte de los creyentes, ya por ignorancia, ya por simple pereza intelectual. Para Sigmund Freud (1856–1949), era evidente que la religión nos generaba la idea de un dios personal, que no era otra cosa que la figura ensalzada del padre, uno poderoso y protector4, y alimentaba la idea de que los seres humanos vivimos en un permanente desvalimiento. El cristianismo alienta este pensamiento, es su lenguaje: Somos hijos y herederos de Dios (Juan 1,12–13. Gálatas 3,26. Gálatas 4,1–7); Dios nos escucha y atiende nuestros requerimientos (Mateo 7,7–11); Dios nos cuenta sus secretos (Mateo 11,25–27); Dios tiene preparada una casa para nosotros (Juan 14,1–3). Lo mismo ocurre con la obra maestra del catolicismo: la figura de María, como madre de Dios, madre de la Iglesia y de todos los humanos. No se puede esperar mucho de unos cerebros adormecidos entre misas y rosarios. Igualmente, la idea de que el Mundo, dadas sus maravillas naturales y la complejidad de muchos fenómenos, no puede ser menos que el fruto de un Dios–Creador–Todopoderoso, ya dice bastante sobre la manera de explicarlo todo dentro de la religión. Qué oportuna la cita de Douglas Adams “¿es que no hay suficiente con ver que un jardín es hermoso, sin tener también que creer que está habitado por hadas?”5 Herodes es un hombre de poder, que sólo logra ver en el otro a un rival a combatir. […] ¿Quizás también nosotros, a veces, vemos a Dios como una especie de rival? ¿Quizás también nosotros somos ciegos ante sus signos, sordos a sus palabras, porque pensamos que pone límites a nuestra vida y no nos permite disponer de la existencia a nuestro gusto? Pero ¿Cuáles signos, cuáles palabras? ¿Las que trasmiten aquellos que se denominan así mismos intérpretes de la revelación, escogidos para ser mensajeros del Señor? Hemos leído y escuchado al Papa hablar de política, de economía, de justicia social, de derechos humanos, de ecología, de sexualidad, de condones, de historia y otras tantas materias. Ahora anda empecinado con el asunto de reconciliar la fe con la razón; de eso hablaremos más adelante. Parece que en todo siempre tiene algo que decir, aunque por lo general su mensaje (como el de cualquier teólogo) resulta o demasiado obvio (es decir, nada que no pudiera concluirse sin apelar a lo religioso) o abiertamente falso. El tipo de ceguera y sordera del que habla el Papa no es, ni de lejos, tan grave como la ceguera y sordera de las personas en ésta, la era de la información. Aquella, implica no ver ni oír al amigo imaginario favorito. Ésta, comprende cerrar los ojos a la razón, al conocimiento de la realidad; una condición que hoy amenaza con regresarnos a los tiempos de la ignorancia medieval. Esto puede sonar exagerado, pero basta mirar alrededor: Librerías atestadas de volúmenes sobre profecías mayas y el fin del mundo, reediciones de los textos de Nostradamus (¿quién verifica las adiciones?), libros sobre medicina holística, homeopatía, curación cuántica (me imagino a Schrödinger, Heisenberg, Einstein, Dirac, Bohr y Von Neumann, sacudiéndose en sus tumbas), astrología y viajes astrales, tratados sobre el lenguaje de los ángeles, interpretación de las runas, meditación asistida por hadas, creacionismo y diseño inteligente, salmos para la buena suerte, biblias ilustradas para niños, etc. Cualquier purista dirá: – ¡Pero si en la edad media la gente ni tenía acceso a los libros! – Es verdad, hoy pululan, y también tenemos acceso a Internet, a los shows pseudocientíficos de TV y a las bases de datos, y por estos mismos canales las estupideces se pueden colar más fácil a nuestro cerebro, si arrojamos el escepticismo por la 4 5

La denominación de Dios como Padre aparece 170 veces en los 4 evangelios. Douglas Noël Adams (1952 – 2001), escritor y guionista británico, autor de la serie “La guía del autoestopista galáctico”.


ventana y rendimos nuestra razón. No digo que la gente sólo deba leer tratados de física o matemática, de ningún modo; pero sí insisto en que a los libros de los “gurús” y sus filosofías no se les debería prestar más atención de la que le damos a cualquier novelita para leer en el aeropuerto o la playa, que por lo general no regresa a casa. Y a aquellos programas del Discovery, NatGeo y History Channel que se vendieron al sensacionalismo científico y pseudocientífico bien se les puede poner en la misma categoría de entretenimiento ligero que el Show de Cristina, el Show del Padre Chucho (“Cura para el alma”), los documentales de Jaime Maussán o Los Archivos X. La visión naturalista del mundo o visión Bright6, nos descubre un horizonte más asombroso (aunque no necesariamente más sencillo de entender) de la realidad, con la posibilidad de ver las relaciones entre los elementos que conforman esa realidad y la manera en que la percibimos a través de nuestros sentidos. Ésta es una perspectiva tan maravillosamente vinculante que ya la quisiera cualquier religión. Debemos eliminar de nuestra mente y de nuestro corazón la idea de la rivalidad, la idea de que dar espacio a Dios es un límite para nosotros mismos; debemos abrirnos a la certeza de que Dios es el amor omnipotente que no quita nada, no amenaza, sino que es el Único capaz de ofrecernos la posibilidad de vivir en plenitud, de experimentar la verdadera alegría. Tal vez sería más lógico y más sano eliminar la idea o hipótesis de Dios de nuestra cabeza, a fin de no “quemarnos el coco” tratando de conciliar el concepto de un Ser amoroso omnipotente “que no quita nada”, y el problema del sufrimiento humano. Éste siempre será (o tal vez no) un punto de conflicto, sobre todo para aquellos que tienen enraizada la imagen de un Dios antropomorfo, de barba blanca y gesto bonachón, que nos mira desde arriba, como miraría un padre a su hijo pequeño mientras lo conduce seguro, que escucha y atiende nuestras oraciones y peticiones, que tiene superpoderes y de vez en cuando se brinca alguna ley natural para regalarnos un vistoso milagro. Algo así como una versión de Papá Noel en bata de dormir. No es broma, en verdad hay adultos (incluso bien educados) que responden cosas similares cuando se les pregunta – ¿Cómo se imagina usted a Dios? –. Esa idea de un Dios personal y antropomorfo pudo haber inspirado en los autores de las Escrituras citas como “Tú pusiste la tierra sobre sus cimientos, y de allí jamás se moverá”. (Salmo 104:5 5). La verdad es que queda un poco dislocada cuando se recuerdan algunos casos –por lo menos de la historia reciente– de la actividad geológica del planeta: 1976, terremoto en China, 760 mil muertos; 1980, terremoto en Irán, 25.000 mil muertos; 1999, terremoto en Colombia, 1.200 a 5.600 muertos; 2001, terremoto en India, 24.000 muertos; 2003, otro terremoto en Irán, 30.000 muertos; 2004, tsunami en el océano Índico, aprox. 230.000 muertos, 2005, terremoto en Pakistán, 126.000 muertos; 2008, otro terremoto en China, 100.000 muertos; 2010, terremoto en Haití, 430.000 muertos. En esa misma línea de pensamiento infantil, el Papa apunta otra frase: “[Dios] es el Único capaz de ofrecernos la posibilidad de vivir en plenitud, de experimentar la verdadera alegría”. No debe ser muy difícil recordar para este ex–nazi (desde 1941 hasta 1945. Hitlerjugend y Reichsarbeitsdienst) que un conflicto como la Segunda Guerra Mundial le imposibilitó “vivir en plenitud y experimentar la verdadera alegría” a más de 6 millones de judíos. Es claro que aquí Dios no fue capaz. Bueno, el Papa podrá agregar que al menos ellos, los judíos, junto con los otros 60 millones de muertos que dejó la guerra, ya no sufren de las penurias de este valle de lágrimas.

6

http://the-brights.net/


A continuación, el Papa se muestra un poco incómodo frente al análisis no religioso de los textos bíblicos. Para ellos las Escrituras se convierten en una especie de atlas que leer con curiosidad, un conjunto de palabras y de conceptos por examinar y sobre los que discutir doctamente. Pero nuevamente podemos preguntarnos: ¿no está también en nosotros la tentación de considerar las Sagradas Escrituras, […], más como un objeto para el estudio y la discusión de los especialistas que como el Libro que nos indica el camino para llegar a la vida? Pienso que, como he indicado en la Exhortación apostólica Verbum Domini, debería nacer siempre de nuevo en nosotros la disposición profunda a ver la palabra de la Biblia, leída en la Tradición viva de la Iglesia como la verdad que nos dice lo que es el hombre y cómo puede realizarse plenamente, la verdad que es el camino por recorrer cotidianamente, junto a los demás, si queremos construir nuestra existencia sobre roca y no sobre arena. Es decir, está mal que las personas accedan a las escrituras con espíritu crítico y con un ánimo de búsqueda de los reales fundamentos de sus creencias, y en cambio está bien tomar cualquier fábula, digamos en este caso la de los tres reyes magos siguiendo la estrella, y elaborar a su alrededor toda una exhortación cuya conclusión principal es “Crea. No se pregunte, sólo crea. No pida pruebas, sólo crea.” La alusión a “construir nuestra existencia sobre roca y no sobre arena” tal vez se remonte al famoso “Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella”, lo que nos está mostrando que sólo es válido lo que se ajuste al pensamiento de la Iglesia, eso en cualquier campo del saber. Es obvio que hoy el Papa nos pida ver la Biblia a través de los ojos de la “Tradición viva de la Iglesia”; quiero decir, antes los sacerdotes no tenían ni que mencionarlo, ya que la religión lo absorbía todo. En la Edad Media y buena parte del Renacimiento la Iglesia Católica tuvo el absoluto control de la mente y los sentimientos de las personas, desde los campesinos hasta la nobleza, y ni se diga los reyes. Simplemente no se concebía otra forma de pensar. Nos parecen tiempos ya lejanos, pero también ahora, sobre todo en las zonas rurales de los pueblos pobres y en cualquier lugar donde el acceso a la educación es, así de simple, un lujo, la ignorancia –como maleza en terreno abandonado–, crece sin límite, y la gente no tiene más recurso intelectual que la instintiva explicación mágico–religiosa del mundo, la cual casi siempre es la misma de sus padres. No por nada son estas zonas las preferidas de las misiones evangelizadoras. Los cerebros de sus pobladores son maleables, y la Palabra los sume en un estupor del que tal vez nunca salgan. Lo mismo ocurre con la mente de los niños, de ahí la preocupación de la Iglesia por hacerse cargo de su educación desde la temprana edad. No faltará quien afirme: –Ah, pero también hay científicos que creen y practican su religión–. Es cierto. Grandes personajes como Leonardo da Vinci, Copérnico, Miguel Servet, Tycho Brahe, Galileo Galilei, Kepler, Torricelli, Pascal, Pasteur, se declararon creyentes. Varios de los galardonados con el Premio Nobel en física, química y medicina se reconocen a sí mismos como personas religiosas7. Se esperaría que su mente inquisidora no fuera En muchas ocasiones las afirmaciones de los científicos han sido convenientemente malinterpretadas y tergiversadas. Tal es el caso de Albert Einstein o Stephen Hawking, en cuyos trabajos aparece con frecuencia la palabra “Dios”. Aunque ellos siempre dejaron en claro que lo hacían con un sentido metafórico, para referirse a la suma de leyes físicas que explican el funcionamiento del universo y la vida, los despistados medios de comunicación y la comunidad creyente se ha servido de tales declaraciones para “arrimar a su orilla” a estos reconocidos hombres de ciencia, dándoles un cariz religioso y confesional. En la entrevista concedida el 7 de junio de 2010 a Diane Sawyer, de ABC News, Hawking dejó claro su pensamiento sobre Dios: “Uno podría definir a Dios como la encarnación de las

7


terreno fértil a la superstición. Pero ¿El hecho de que un científico renombrado crea en Dios resuelve el asunto de la existencia de Dios? No, resuelve el asunto de su “crisis” de fe. Algunos lo tomarán como un “espaldarazo al viejo conflicto Ciencia vs. Religión, pero realmente no sirve como verificador de nada. Podría pensarse que tal vez el científico creyente tenga sólidos fundamentos para sustentar sus creencias o simplemente encontró una alternativa para conciliar la ciencia con la impronta cultural y tradicional que haya en él, lo cual se parece más a una cuestión de “comodidad”, y en todo caso es un asunto meramente subjetivo. De otro lado, nadie puede conocer a fondo, digamos a nivel inconsciente, el marco cognitivo de otra persona; a veces uno ni conoce el propio. Y hay marcos indudablemente rígidos: no necesariamente una fuerte formación científica garantiza una estructura mental madura y racional. Con toda seguridad, si es un científico estricto y honesto, nunca intentará acomodar la evidencia empírica para justificar sus creencias, en tanto que como creyente siempre podrá leer la misma evidencia como una manifestación de la Divina Providencia y prueba irrefutable de la existencia de Dios8. Ahora bien, si la religión y la fe son capaces de hacerle eso a un científico bien formado, o sea, constituirse con sus dogmas en una alternativa válida para entender el mundo ¿qué se puede esperar de sus influencias sobre la mente de alguien que escasamente tiene los conceptos mínimos en ciencias naturales, o que apenas conoce su oficio, o que sólo sabe leer y escribir o que ni siquiera puede firmarse? ¿Qué porcentaje de la población mundial pertenece a cada uno de esos cuatro niveles de suficiencia intelectual? Y comparativamente ¿cómo estamos en nuestro país, de corte agrícola, donde la injerencia de la Iglesia Católica y las demás sectas es tan sentida, y la cobertura educativa de calidad, junto a la inversión en ciencia y tecnología son tan mediocres? Bueno, el hecho de que aquí los astrólogos y mentalistas ayuden a los políticos a tomar decisiones ya nos da una idea. Es claro: la religión, o sea la superstición con base política y corporativa, se nutre de la ignorancia, la alienta y permanece gracias a ella. ¿Qué tipo de estrella era aquella que los Magos vieron y siguieron? A lo largo de los siglos esta pregunta ha sido objeto de discusiones entre los astrónomos, [...]. Sí, cosas interesantes, pero que no nos guían a lo que es esencial para entender esa estrella. Debemos volver al hecho de que esos hombres buscaban las huellas de Dios; […] estaban seguros, de que Dios puede vislumbrarse en lo creado. Claro, muchas de esas discusiones les costaron la vida o el encierro a varios “preguntones” impertinentes, para los cuales el fenómeno tenía tanto valor como el significado detrás de él (si acaso lo hubiera). El argumento del diseño no pasa de moda: “Si examino un reloj puedo imaginar a un relojero detrás de su diseño, entonces si reconozco la complejidad de un órgano humano o la majestuosidad de un fenómeno celeste no puedo menos que suponer una mente maravillosa detrás de todo eso, afinando cada variable en todo momento (visión teísta) o dejando que las cosas sigan su marcha según un plan preestablecido (visión deísta)”. Pero entonces Dios mismo, a su vez, podría ser la “huella” de un diseñador todavía más glorioso, capaz de “crear creadores”, quien también podría ser la obra de otro Gran Creador, y así Ad infinitum. leyes de la naturaleza. Sin embargo, esto no es lo que la mayoría de las personas piensan de Dios. Ellas crearon un ser con apariencia humana, con el que uno puede tener una relación personal. Cuando usted mira el enorme tamaño del Universo y cuán insignificante y accidental es la vida humana dentro de él, eso resulta más inverosímil” http://abcnews.go.com/WN/Technology/stephen-hawkingreligion-science-win/story?id=10830164 8 Tenemos, por ejemplo, el caso de Francis S. Collins, jefe del proyecto Genoma, autor del libro “The Language of God: A Scientist Presents Evidence for Belief”, Free Press. New York (2006). Traducción al español “¿Cómo habla Dios? La evidencia científica de la fe”. Ediciones Temas de Hoy (2007).


Pero, como hombres sabios, sabían sin embargo que no es con un telescopio cualquiera, sino con los ojos profundos de la razón en búsqueda del sentido último de la realidad y con el deseo de Dios movido por la fe, como es posible encontrarlo, incluso se hace posible que Dios se acerque a nosotros. El universo no es el resultado de la casualidad, como algunos quieren hacernos creer. […].9 No debemos dejarnos limitar la mente por teorías que llegan siempre sólo hasta un cierto punto y que -si miramos bien- no están de hecho en contradicción con la fe, pero no logran explicar el sentido último de la realidad. En la belleza del mundo, en su misterio, en su grandeza y en su racionalidad no podemos dejar de leer la racionalidad eterna, […]. Éste es el punto central de toda esta cháchara papal y de la mía propia. Benedicto XVI pone en la misma oración dos elementos que la desvirtúan por completo: “los ojos profundos de la razón”, y “el deseo movido por la fe”. La razón, como sabrá usted, apreciado lector, es una facultad de la mente para tomar la información recibida a través de los sentidos, compararla, en una especie de “juego de completación” con la experiencia previa, y enfrentarla con otros elementos físicos y dialógicos que permitan validarla o suprimirla. Razonar implica pensar, abstraer, cuestionar, contradecir, descartar, concluir. Razonar implica reformularse la pregunta, modificarla o cambiarla por otra. La fe, por otra parte, consiste en aceptar una proposición como cierta en ausencia de evidencia o incluso en contra de la evidencia. La fe implica asumir sin lugar a duda, pues la idea aceptada viene dada como una revelación, es decir, su fuente es sobrenatural y, viniendo de Dios, se considera perfecta y verdadera. Podría pensarse que el Papa está desvariando ¿A quién le reza el Papa para que le inspire semejante desfachatez? ¿A San Alzheimer? ¿Benedicto XVI dice que juntando ambos ingredientes podremos encontrar a Dios y él se acercará a nosotros? ¿Está enfermo el Papa? ¿Es esto una especie de suicidio intelectual? Para nada. Las palabras del Pontífice están medidas y puestas con clara intencionalidad. Él pretende lograr lo que otros no han podido, meter en el mismo saco dos aspectos diametralmente opuestos, pero no para mantener una postura neutral, sino para establecer una nueva posición en detrimento de otra y donde todo se defina a favor de la religión. Es una cuestión de poder, no se olvide que el Papa es también un político, Jefe de un Estado con embajadas en cada parroquia, en cada barrio, en cada altar, en cada mesita de noche. Por esa misma vía la Iglesia se ha creído con la potestad para opinar y decidir sobre la forma de vida y el futuro de la civilización humana. Pretender descubrir una intención racional detrás del origen del universo y decir que procede de Dios, en realidad no resuelve nada. Los creacionistas dicen: “la propia ciencia reconoce que las probabilidades de que el Universo reuniera todas las condiciones necesarias para que apareciera la vida tal como la conocemos son asombrosamente bajas”, y entonces ellos concluyen: “por lo tanto sólo puede explicarse “este milagro” por la intencionada y deliberada intervención de un Creador”. Pero pregunta la razón ¿Cuáles son las probabilidades de que un Creador así exista? Dice el Papa: “El universo no es el resultado de la casualidad, como algunos quieren hacernos creer… No debemos dejarnos limitar la mente por teorías que llegan siempre sólo hasta un cierto punto…” Pero resulta que en el libro de Hawking–Mlodinow (ver nota 9) no se intenta hacer creer nada a nadie ni se asumen posturas fijas. En cambio se deja abierta la discusión a eventuales descubrimientos y observaciones que puedan dan más luces Referencia directa al libro “The grand design”, de Stephen Hawking y Leonard Mlodinow. Edición en español “El gran diseño” por la editorial Crítica (2010)

9


sobre los modelos que explican cómo funciona el universo o por qué existe. Las teorías llegan hasta un cierto punto, por definición son provisionales, y cuando logran explicar el fenómeno natural que describen empieza un largo camino para encontrarles algún punto flaco, a fin de que sean lo más cercanas posibles a la realidad. Siempre animan a seguir buscando, a seguir pensando. ¿No se entera el Papa de que con sus afirmaciones está dándose bofetadas a sí mismo? La religión y la fe son las que hacen creer a las personas cosas improbables, cuando no imposibles. El alma, la vida eterna, los milagros, las apariciones, los estigmas, el sudario, los ángeles, la virginidad post–parto, la resurrección,… sólo pueden entenderse si se cree en estas cosas. Y cuando se requiere la fe para entender razones es porque esas razones son tan débiles que no soportan ninguna prueba10 ¿Qué problema, qué cuestión práctica ha resuelto la fe? ¿Qué aspecto de la realidad –aparte de cambiar calendarios y fijar el punto exacto a partir del cual el dolor infligido saca confesiones– ha sido modificado gracias a la fe? ¿Por qué entonces deberíamos escuchar a este vocero del oscurantismo, que pretende tener las respuestas a todas las cuestiones fundamentales de la vida? Dice que las teorías científicas sólo llegan hasta un cierto punto y no logran explicar el sentido último de la realidad. Tal vez sea así. Hasta ahora ningún investigador y ninguna academia de ciencias reconocida se han planteado como desafío descubrir el sentido último de la realidad. Eso es algo que los creyentes de mente estrecha le han atribuido a la ciencia, pretendiendo deslegitimar su propósito. Es probable que muchos científicos sueñen con esto o encuentren en esta utopía el motor de su trabajo. La ciencia sigue trabajando para dar mejores respuestas cada vez. La ciencia progresa para que podamos apreciar mejor la abrumadora belleza de la Naturaleza, la elegante sincronía de sus leyes, la simpleza multiplicada detrás de cada pequeño proceso de la vida. La ciencia es la manifestación más clara de la razón y del dinamismo del cerebro humano. Pero también, si nos descuidamos y tomamos la vía del fanatismo, la ciencia puede dar al traste con la vida misma. La fe, en cambio es un cómodo estado estático auto satisfecho.11 Tal vez la Pregunta Última “¿Por qué hay algo en lugar de nada?” no pueda ser contestada con plena satisfacción. Tal vez no sea esa la forma de preguntar; pero en cambio, ¿Tiene la religión algo mejor que simplemente cerrar los ojos y decir “la respuesta es Dios, la respuesta es Dios, la respuesta es Dios”? Esto suena a las nanas que se les canta a los niños para hacerlos dormir. ¿Cuál es la respuesta de la religión a la pregunta por el fin último? ¿Dios? ¿La racionalidad eterna? (¡Y qué diantres significa eso!). Y… ¿Tiene la religión algo mejor que simplemente dar falsas esperanzas acerca de lo que ocurrirá al término de nuestros días? ¿Qué ofrece el cristianismo y su militancia a este mundo, que haga de él un lugar mejor, y en cuya ausencia todo estuviera perdido? Los propios cristianos bien poco saben de su religión. Es apenas natural. Se les ha enseñado a sentirse satisfechos con lo que escuchan en la misa o en el culto. No por nada se llaman así. Cristo viene del griego Christós (ungido), traducción de la palabra hebrea mashiah (mesías). Cristiano es el seguidor de Cristo, según la primitiva comunidad de Antioquía (Hch 11,26). Posteriormente, en Europa, durante la difusión del cristianismo por los reformistas en el siglo XVI en lo que correspondería a la Suiza francesa, el Evangelio fue enseñado a los más Viene como anillo al dedo la frase de Dan Barker (1949– ), ex evangelista cristiano estadounidense, quien renunció a su religión y se declaró abiertamente ateo: “La verdad no demanda creencias. Los científicos no unen sus manos cada domingo, cantando –¡Sí, la gravedad es real! ¡Tendré fe! ¡Seré fuerte! Creo en mi corazón que lo que sube tiene que bajar. ¡Amén! –. Si lo hicieran, pensaríamos que están bastante inseguros de ello.” 11 En la misma entrevista hecha por Diane Sawyer, de ABC News, y sobre la posibilidad de conciliar la ciencia y la religión, Hawking responde: “Hay una diferencia fundamental entre la religión, la cual está basada en la autoridad; y la ciencia, que está basada en la observación y la razón. La ciencia ganará porque funciona.” 10


pobres y sencillos con palabras más campechanas, por lo que el término “cristiano” empezó a asociarse con estos pobladores, siendo casi sinónimo de persona inculta y vulgar. La palabra francesa chrétien (cristiano) produjo por similitud fonética la forma local crétin (cretino), usada como eufemismo compasivo y prejuicioso para referirse a los que padecían ciertas alteraciones mentales, producto del hipotiroidismo crónico, y cuyo gesto y actitud corporal eran semejantes a la de aquellos absortos en los asuntos celestiales12. La simple decencia ya sería una buena razón para abandonar la Iglesia y la fe. Eso de estar vinculado a una institución que sistemáticamente se ha dedicado a poner zancadillas al desarrollo del pensamiento humano a lo largo de la historia…, y que se cree –de nuevo– con la autoridad para determinar una estructura moral y calificar en consecuencia cada acto de las personas…; que opina sobre cada asunto de la experiencia vital humana, desde lo que uno piensa hasta lo que no piensa… O acaso ¿qué orgullo puede haber en saberse miembro de una organización, o abrazar el credo de una institución, que resuelve sus delitos de violación de los derechos humanos – cometidos por sus propios miembros– mediante la oración, la negación y el anonimato o traslado de los implicados? Los casos van desde los atropellos y torturas a los infieles en la antigüedad, pasando por los vínculos del Vaticano con el fascismo, el nazismo, el franquismo, el resto de regímenes totalitarios y la protección de criminales de guerra, hasta los recientes escándalos de abusos sexuales cometidos (y falta demostrar que no se siguen cometiendo) por algunos de esta casta de ungidos en todo el mundo. ¿Qué orgullo y satisfacción puede residir en pertenecer a una religión que presenta a un dios tan poderoso como para crear con su sola palabra todo el Universo pero que se ofende (según la definición de “pecado”), por ejemplo, si alguien se masturba o se “autocomplace”? ¿Cómo puede en realidad un católico sentirse pleno con esa idea de un Dios Todopoderoso y Misericordioso y, al mismo tiempo, tan mezquino? En fin, creo que este análisis va de la mano con la declaración de James Randi13: “Para asegurarme de que mi blasfemia ha sido expresada completamente, por este medio afirmo mi opinión de que la noción de Dios es una superstición básica, que no hay evidencia de la existencia de ningún dios o dioses, que los demonios, diablos, ángeles y santos son mitos, que no hay vida después de la muerte, ni cielo ni infierno, que el Papa es un dinosaurio peligroso, fanático y medieval, y que el Espíritu Santo es un personaje caricaturesco merecedor de risa y de ridículo. Acuso al dios cristiano de asesinato por permitir que ocurriera el Holocausto, por no mencionar la 'limpieza étnica' que está siendo llevada a cabo por cristianos en nuestro mundo, y condeno y vilifico a esta deidad mítica por alentar el prejuicio racial y comandar la degradación de la mujer”14. ¿El Universo no es el resultado de la casualidad? De acuerdo, entonces la estupidez de Benedicto XVI tampoco es producto de la casualidad. Amén.

12 Según Pianigiani, en la definición aparecida en la Enciclopedia, 1754. Citado por Piergiorgio Odifreddi en “Por qué no podemos ser cristianos”. 4a Edición en español, 2010, RBA Libros. 13 http://www.randi.org/site/ 14 Skeptic Magazine, 1995 (Volume 3, No. 4) Desafiando las leyes contra la blasfemia en varios estados de EEUU. Tomada de http://www.sindioses.org/frasesracionalistas.html#r


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.