LEYENDAS

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3ยบ de PRIMARIA C.E.I.P RIBERA DEL VENA


Leyenda tradicional mexicana-Oaxaca Cuenta la leyenda que el murciélago hace mucho tiempo fue el ave más bella de la Creación. El murciélago al principio era tal y como lo conocemos hoy, y se llamaba biguidibela (biguidi = mariposa y bela = carne; el nombre venía a significar algo así como “mariposa desnuda”). Un día de mucho frío subió al cielo y le pidió plumas al Creador, como había visto en otros animales que volaban. Pero el Creador no tenía plumas, así que le recomendó bajar de nuevo a la tierra y pedir una pluma a cada ave. Y así lo hizo el murciélago, eso sí, recurriendo solamente a las aves con plumas más vistosas y de más colores. Cuando acabó su recorrido, el murciélago se había hecho con un gran número de plumas que envolvían su cuerpo. Consciente de su belleza, volaba y volaba mostrándola orgulloso a todos los pájaros, que paraban su vuelo para admirarle. Agitaba sus alas ahora emplumadas, aleteando feliz y con cierto aire de prepotencia. Una vez, como un eco de su vuelo, creó el arco iris. Era todo belleza. Pero era tanto su orgullo que la soberbia lo transformó en un ser cada vez más ofensivo para con las aves. Con su continuo pavoneo, hacía sentirse chiquitos a cuantos estaban a su lado, sin importarle las cualidades que ellos tuvieran. Hasta al colibrí le reprochaba no llegar a ser dueño de una décima parte de su belleza. Cuando el Creador vio que el murciélago no se contentaba con disfrutar de sus nuevas plumas, sino que las usaba para humillar a los demás, le pidió que subiera al cielo, donde también se pavoneó y aleteó feliz. Aleteó y aleteó mientras sus plumas se desprendían una a una, descubriéndose de nuevo desnudo como al principio. Durante todo el día llovieron plumas del cielo, y desde entonces nuestro murciélago ha permanecido desnudo, retirándose a vivir en cuevas y olvidando su sentido de la vista para no tener que recordar todos los colores que una vez tuvo y perdió.


Siete mariposas vivían hace muchos siglos en el corazón de la selva amazónica, cada una tenía un color distinto. Despertaban la admiración de los habitantes del monte y al volar ¡qué hermoso efecto producían sobre el verde follaje!. Cierto día, una de ellas se hirió con una larga espina, la herida era fatal y, al comprenderlo, las mariposas restantes ofrecieron cualquier sacrificio para evitar que la muerte separase a su compañera. Entonces oyeron una voz que les dijo: "¿Están ustedes dispuestas a dar la vida con tal de permanecer juntas?". - Todas contestaron que sí. De inmediato negros nubarrones oscurecieron el cielo y se desató una fuerte tormenta de viento y lluvia, un remolino envolvió a las siete mariposas amigas elevándolas hacia el infinito. Una vez restablecida la calma, el sol volvió a brillar con más fulgor que nunca, y al mismo tiempo aparecía en el firmamento un extraño arco luminoso, formado por los siete colores. Los mismos que tengan las mariposas del monte. Eran sus almas que continuaban unidas para siempre en el cielo. Ese es el origen del Arco Iris, en cuya deslumbrante belleza debemos ver y admirar el símbolo de la más pura amistad.


Leyenda australiana En tiempos muy antiguos, el Sol no existía. En el cielo solamente estaban las estrellas y la Luna. No había hombres en la tierra, sino solamente animales y pájaros que eran mucho más grandes que los de ahora. Cierto día, el avestruz Dinewan y la grulla Brelagh se paseaban por la gran llanura de Murrumbijee y empezaron a discutir y a pelear. Brelagh, encolerizada, corrió al nido de Dinewan, cogió uno de los enormes huevos y lo arrojó con todas sus fuerzas al cielo. Allí fue a caer sobre un montón de leña, rompiéndose de tal manera, que la yema amarilla se derramó sobre la leña y alumbró un fuego claro de modo que, para asombro de todos, el mundo entero quedó iluminado. Hasta entonces se vivía en una dulce penumbra, y ahora estaban todos casi cegados por tanta claridad. En el cielo habitaba un espíritu benévolo que vio la magnificencia y la maravillosa belleza del mundo cuando estaba iluminado por aquella resplandeciente claridad, y pensó que estaría bien encender cada día un fuego similar. Y desde entonces no deja de hacerlo.


En las lejanas y mágicas tierras del Perú, habita la tribu de los chamas. Al igual que otros pueblos primitivos, los chamas tienen antiguas y maravillosas leyendas para explicar los fenómenos de la Naturaleza y la razón del Universo. Una de esas leyendas explica el origen del día y de la noche. Según los chamas, el dios Habi tuvo dos hijos: Bari, dios del Sol, y Use, diosa de la Luna. Bari era un joven fuerte, de rubios cabellos rizados y piel dorada como la miel. Era alegre y alborotador y poseía una desbordante vitalidad. Siempre andaba inventando travesuras y disfrutaba como un niño haciendo de rabiar a su hermana. Por el contrario, Use era una muchacha frágil, lánguida, de una extraordinaria palidez, y bella y delicada como una hermosa rosa blanca. Un caluroso día de verano, la bella Use fue a bañarse a un lago de aguas tranquilas y transparentes. Al atardecer, la diosa blanca se sentó a la orilla del lago y se entretuvo contemplando la divina imagen de su rostro que reflejaban las cristalinas aguas. Use disfrutaba, por fin, de unos momentos de paz en el día mas abrasador de aquel implacable verano. Bari, que mientras tanto estaba paseando por los alrededores, descubrió a su querida hermana mirándose en las aguas del lago y, en ese preciso momento, decidió gastarle una de sus frecuentes bromas. Se unto las manos con la oscura resina de un árbol y se fue acercando sigilosamente a Use, que, de espaldas a Bari, continuaba absorta ante las aguas. Cuando llego hasta ella, Bari froto las negras palmas de sus manos en el blanquísimo rostro de Use. La cara de la diosa quedó como tiznada por hollín y, a orillas del lago, entre las divertidas carcajadas de su hermano, las aguas devolvían una imagen fea y deslucida de la cara de Use. Al verse así, la bella diosa rompió a llorar desconsoladamente. El dios Bari se arrepintió inmediatamente de lo que había hecho. - Perdóname, querida Use. Yo mismo lavaré tu precioso rostro -balbucía apenado Bari.


- ¡Apártate! ¡Me has ofendido como nadie lo ha hecho jamas! ¡Déjame! -decía Use mientras rechazaba todos los ofrecimientos de su hermano. - Deja de llorar. Te suplico que me perdones -insistía Bari. -¡No volverás a verme nunca! -gritó Use. Y la diosa, en un vuelo fugaz, ascendió a los cielos ante el estupor de su afligido hermano. Desde entonces, Use, la diosa de la Luna, sale siempre de noche, cuando Bari, el dios del Sol, ya se ha ocultado. Cuenta también la leyenda que Use siente a veces deseos de ver a su hermano y, por eso, algunos días muy claros, podemos ver la Luna y el Sol juntos en el cielo, aunque solo sea durante unos instantes. FIN


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