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Pánico y el Rey Lagarto
Carlo Yaguna I
Le dicen que fue con unas pepas y se lo imagina cayendo en medio de un espectáculo de luces, demorando horas para tocar el suelo. Se lo imagina sin ruido, Jota en el piso, rodeado de un montón de gente y la gente como si no lo viera.
Esa noticia llega en diciembre.
A los dos años se entera de que no fue en una rumba, que el man se tragó completo un tarro de algo estando en su casa. No le dicen de qué.
Ese diciembre a Rojo lo atropella un Sobusa. Iba trabado en bicicleta y lo revuelca el bus pero no muere de eso. A la semana de que el bus lo deja tirado le da un infarto. Estaba en Puerto Colombia, como que llevaba soplando todo el fin de semana.
Con menos de quince días de diferencia encierran a Kike otra vez. Le escribe desde el teléfono de la mamá el día que lo internan. Dice que no tiene más nada que hacer mientras los enfermeros vienen a buscarlo, están haciendo el papeleo o algo.
Pánico está en el pueblo cuando recibe los mensajes, todo lo siente lejos.
Sigue en lo mismo. La guitarra, unas canastas de cerveza, los sancochos de gallinas robadas por la noche. A finales de enero vuelve a Barranquilla.
No es hasta que se sienta en la cama y se pone a pensar qué va a hacer más tarde que se da cuenta que la cosa cambió. No la piensa mucho. Deja las maletas sin abrir, sale y camina un par de cuadras.
Llega a una tienda por el parque Venezuela, compra una Águila de esas de litro, se sienta, se la acaba y sigue caminando. Se acuerda de Jota, un flaco negro, bello. Jota caminaba rápido, mirando el suelo y las manos le temblaban cuando hacía vainas como prender un cigarrillo. Piensa en Rojo, en el asco que le daba a veces. En verlo acabarse una bolsa en dos minutos, así al calor del mediodía, y luego chuparse lo que quedaba de perico como lamiendo una tapa de yogurt. Sigue caminando, parando en tiendas y tomando cerveza, cuando llega a la que está frente a la iglesia Torcoroma ya está borracho. Compra unos cigarrillos Pielroja y se queda bebiendo en el bordillo. A las siete y algo de la noche sale una gente del parqueadero de la iglesia, distingue unas caras. Hay una pelada que estuvo en una clase con él, un par de manes que ha pillado en alguna fiesta, el resto son unos viejos. La mayoría está fumando. Se le hace raro el grupo, se acuerda de que la pelada estudió con unos amigos de él del Hebreo. Se termina la cerveza y le pregunta a uno de los tipos que esa vuelta qué es, que en qué andan ahí y el tipo le dice que nada, que reunión de iglesia. Ya, dice él mirando a la gente mientras se va.
Llega al Carulla de la 82, saluda a Rosa, la señora que vende lotería afuera, y la vieja le pide que le regale una Coca Cola. Le dice que si no quiere otra vaina que tanta azúcar es mala, Rosa responde que no. Entra al supermercado, compra un six pack y la Coca Cola, sale, le da a Rosa lo que pidió y se sienta de nuevo en un bordillo. Saca el teléfono para ver si sale algún plan. Quiere marcarle a Victoria pero le da vaina verla así de una. Llama a Margarita, hace rato que no hablan, dice que está en Bogotá. Prueba con unos amigos, uno está con la novia, van a salir a comer, el otro no contesta. Se resigna y sigue tomando, escuchando música en los audífonos. Ve a los domiciliarios fumar y mamar gallo en la esquina. Pasan un par de manes que conoce y saluda de lejos. Como a las diez se va para su casa. Llega, se tira en la cama y se queda dormido con la ropa puesta. Al día siguiente vuelve a la tienda a comprar más Pielroja, seis de la tarde, quiere ver qué tal esas reuniones. Entra al sitio, se sienta y al rato escucha. Protocolo, oración de la serenidad, hace tanto no consumo, etc, etc. Está esta vieja del Hebreo, está un man que estudia también derecho, está otro tipo que ha visto en parches. Se acaba la reunión y se va. Vuelve al día siguiente, domingo, once de la mañana, dan arroz con pollo.
La vieja se llama Alejandra, a Pánico no se le olvida porque un día, tomando con unos amigos, la vio vuelta mierda comiéndole la cara a otra vieja en el boulevard del Buenavista. Cuando comenzaron las clases se dieron cuenta de que tenían una electiva juntos, empezaron a hablar y como los dos necesitaban un parche nuevo se hicieron llaves.
A la semana de estar yendo a las reuniones a Pánico le da por compartir. Mi nombre es Nicolás Cohen, me dicen Nico o Pá-nico, supongo que soy un adicto. Cuando se acaba la reunión se queda tomando tinto con los viejos.
Después de dos semanas y de escuchar mucha mierda, Pánico se hizo a la idea de que lo de él no era un problema y que solo le gustaba beber, sentir el cuerpo flojito después de un par de cervezas y los domingos, estar enguayabado y sentirse todo zen en el chinchorro haciendo sonar bajito la guitarra.
Kike Saumet, de Valledupar. Se conocieron un día en que en un cineclub, hablando mierda, Kike dijo que su abuela era nihilista. El cuento era que mataron a un vecino, Kike le dijo a la vieja, abuela mataron al vecino, y la abuela respondió: ah, bueno ¿qué quieres de almuerzo?
Los dos estudiaban derecho. Kike hablaba mucha paja y Pánico era de las dos personas que se lo tomaba medio en serio. El otro era Lafaurie, un man de Santa Marta que estudiaba lo mismo. Pánico y Lafaurie jugaban ajedrez todo el día. En dos años Pánico llevaba como mil seiscientas partidas perdidas y trescientas y pico ganadas. El man no le veía sentido a estudiar aperturas, táctica o cualquier vaina. Lafaurie sí estudiaba de vez en cuando. Su estrategia contra Pánico era sencilla, ganaba el centro, intercambiaba piezas y esperaba a que al man le atacara el fastidio que siempre le daba en los finales, cuando ya no había mucho en el tablero.
Casi siempre prendían juntos al medio día antes de almorzar, después de comer tomaban tinto y jugaban. Su dealer al principio era La negra, después que La negra se fue a Francia le compraban a un monito de negocios internacionales. Cuando el mono se quedó sano Pánico y Lafaurie empezaron a comprar por San Salvador y a vender mientras jugaban. Ninguno necesitaba la plata pero con el negocio se les hacía más fácil los viajes a Palomino. Pánico estaba feliz porque se sentía en The Wire, él recogía la plata y Lafaurie entregaba los tabacos. Kike no fumaba mucho pero siempre parecía trabado, principalmente porque trataba de copiarle la pinta a Jim Morrison, si Jim Morrison hubiera nacido en Baranoa y comprara ropa en las pacas.
En uno de esos primeros semestres, en abril, los tres se fueron a la casa de Lafaurie en Santa Marta, con ellos estaba La negra y Margarita, una vieja que estudiaba medicina. El plan era estar allá unos días y luego llegar a Playa Stereo o ir y volver. En la casa de Santa Marta también estaba la mamá de Lafaurie, sus papás eran separados como los de Pánico.
El primer día llegan, bajan las cosas y después de eso trago, música. Unos amigos de Lafaurie pasan por allá a parchar con ellos, siguen tomando, la gente se va. Al final de la noche Lafaurie termina volteado y la mamá lo acuesta, Catalina, La negra, también se guarda. Queda Pánico, Kike y Margarita sentados al lado de la piscina.
Pánico está en el borde con los pies en el agua tocando los mismos tres acordes en la guitarra desde hace un rato, le pregunta a Margarita si quedan cigarrillos. Ella dice que uno, lo compartimos entonces, responde Pánico. Kike le saca los últimos tragos a la botella. Margarita cuenta que hace un par de días unos tombos la pararon a ella y a Catalina. Estaban fumando en el Santo Cachón al medio día y llegaron a joder, pero como en plan caerles, los zafaron dándoles un número falso. Pánico dice que si no habrá sido el hermano de Kike que es tombo, Kike queda medio ido cuando le dicen eso, corrige que su hermano mayor no es tombo, que está en el ejército, que además es marica. Pánico y Margarita se ríen pensando que es chiste. Kike sigue hablando, dice que el tipo le chupó el pene cuando tenía como siete años. Nadie responde. Dice que igual no recuerda bien, ni si estaba duro, ni nada. Solo que estaba medio dormido y se despertó con el pene en la boca de su hermano.
Loco, ¿estás bien?, pregunta Margarita. Kike sonríe, sí, todo bien, estaba mamando gallo. Ya se acabó el trago. Marica, con esas vainas no se juegan. Kike sigue sonriendo, ¿te vas a delicar ahora?, le dice mientras se levanta para irse a dormir.
Después que se va hay un silencio corto hasta que Pánico dice: pasa, señalando el cigarrillo en la mano de Margarita. Mañana compremos un cartón.
Al día siguiente se levantan, hacen un asado de almuerzo y compran cigarrillos y chucherías antes de salir para el festival. Van en la camioneta de Lafaurie, Margarita va adelante, Kike, La negra y Pánico atrás. Lafaurie dice que eso allá es tranquilo, que hay vía libre para volverse loco, pero que sin abusar, que el que abusa termina como Barrilete Cósmico. Les pregunta si ya se saben el cuento de Barrilete. La negra se ríe, dice que no, que si pillaron a Maradona soplando por estos lados.
No, bueno, no sé. Así es como le decimos a un man que desaparecieron por acá, dice Lafaurie. A mí el cuento me lo echó un primo. La cosa es que había una fiesta en una de estas fincas por Palomino, y tú sabes que esto entre Guajira y Magdalena es, como dice Poncho, tierra paramilitar. Y bueno estaba este man en una de estas rumbas, pero la fiesta era puro gringo, europeo, y ellos tenían su recocha ahí con un cóctel al que le echaron ácido, pastillas y tal.
Algo así bien Gaspar Noe, dice Pánico.
Sí. Bueno, los gringos se estaban tomando su vaina y Barrilete decide meterse también a la guachafita y se echa sus tragos. Creo que el man era cachaco, puede que paisa, no sé. En resumen el tipo se toma su cóctel y al rato ya está listo. Brincaba encima de la fogata, le bailaba, se ponía intenso con las viejas, agresivo. En general se pasó. Entonces como que lo tienen que controlar y para inmovilizarlo lo enrollan con lona de una carpa que había por ahí. Arman como un baretico humano. Al rato llegan un par de camionetas, se baja el dueño de la finca, un Guajiro, habla con la gente y dice que carguen al man en la camioneta. No lo vuelven a ver.
Está bueno el cuento, dice La negra, como pa ponernos a punto pa la rumba.
Lafaurie se ríe. Igual eso allá en Stereo es tranquilo, después que no armemos tanto show, nos podemos comer los papeles y estar pendejos sin problema. Más bien ponte un temita que nos dé moral, le dice Lafaurie a Margarita.
Joda sí, pon una salsita ahí, Acid de Ray Barreto o algo, dice Pánico.
Dos de la tarde. Parquean y se ponen a dar vueltas, ven a unas tipas haciendo yoga debajo de las palmeras, a otra gente con bodypainting. Compran unas frías. Se encuentran con Jota que anda con Adriana, la novia, y con Rojo, el primo. Dan más vueltas, ven los puestos de manillas y eso y deciden irse a buscar una sombrita por la playa. Se sientan, La negra saca el grinder y empieza a armar.
¿Qué tal la banda?, pregunta Rojo. Nada, la banda soy yo ahora mismo, responde Pánico. El man no quiere dejarme hacer de vocalista, dice Kike, seríamos tremendo grupo, nos podriamos llamar Pánico y el Rey Lagarto o algo así. Man pero si tu de cantante solo tienes la pinta, ponte serio, le responde Rojo riéndose. Pero el nombre no está tan mal, dice Margarita.
Igual, Nico, man, tú sabes que yo ando en la juega, me dices si arman algo firme y ahí los manejo. Les consigo unos toques de una, eso es un par de llamadas y ya.
Ya vas a empezar a hablar carreta, dice Lafaurie, mejor prendamos y cuadremos lo que es, ¿todos van pa esa?
¿Qué cosa?, pregunta Adriana. Nada, que traje unos papeles como para compartir, responde La negra sonriendo, ¿les suena? Anda, estás botada hoy, dice Adriana. Pa que veas, dice La negra. Chévere, pero hoy no les copiamos, estamos como, en un plan más tranquilo, dice Adriana mirando al novio. Sí, responde Jota, hoy no, pero les podemos echar un ojo de vez en cuando, como para aterrizarlos si andan mal.
¿Tú qué?, le pregunta Kike a Rojo. Mmm te diría que aguanta pero por ahí hay una nena que posiblemente me coma y prefiero concretar eso sin andar viendo visajes raros.
Listo, saquemos lo que es entonces, dice Lafaurie. Espérate, mejor nos lo comemos como a las cinco, dice Margarita. ¿Por qué?, pregunta Lafaurie. Bueno, primero, porque se te van a dilatar los ojos y este sol te puede joder, y segundo, porque si nos lo comemos a las cinco, nos empieza a hacer como a las y media, entonces más bacano, ver el atardecer y eso, dice Margarita.
Hacen caso. Fuman un poquito ahí, se levantan, dan más vueltas y llegan un rato al escenario. A las cinco se vuelven a sentar frente al mar, hay un par de perros yendo y viniendo en la playa. Se comen los papeles y como dijo Margarita les pegan cuando se están viendo los arreboles en el cielo.
La negra dice algo sobre el atardecer, sobre nubes coloreadas de candela. Rojo le pregunta que si ya está ida y Kike aprovecha el comentario para mamar gallo. Fuego, ¿sí pillas?, le dice a Rojo antes de soltar unos versos de los que medio se acuerda. Que se corre, o que corre, en llamas en el monte o algo así, que por lo que sabía del deseo el mundo terminaba quemado. Nadie entiende lo que dice el man pero se ríen cuando le tira un besito a Rojo.
Estoy perdido, dice Pánico.
Adriana sigue riéndose. A mí me parece que ustedes ya van de subida, dice señalando a Pánico con los ojos. La gente lo detalla y La negra dice, oye como que los papeles también te pusieron contento, cuidao te levantas porque me puyas el ojo.
Pánico, se mira la pantaloneta, se ríe y no dice nada, Margarita lo mira y dice cómo mamando gallo que si no serán pura anfetamina esos papeles. No creo, dice La negra, este man con que los conseguí es firme, pilla que estos dos están normales, dice señalando a Kike y a Lafaurie, bueno “normales”. Más bien vamos al escenario y nos empaquitamos con la música.
Adriana dice que sí, que aguanta, que quiere escuchar a la banda que viene. Margarita y Pánico dicen que se quieren quedar otro rato ahí sentados y Jota le responde a la novia que se queda con ellos y más tardecito la alcanza.
Cuando se va Adriana con La negra y Lafaurie, Rojo aprovecha para pegarse los meques. La novia de Jota a veces se pone pesada, dice Rojo, entonces si me ve soplando empieza a azarar al man, que tu primo es culé vago periquero. Ella me tiene en la mala porque me comí a dos de sus amigas y esas viejas me odian ahora, pero son culé coyas así que equis.
Loco delante de mí no digas esas vainas, respeta, le dice Margarita.
Sí, bajale, Adriana no te tiene en la mala mala pero si sigues hablando mierda de las amigas nada que hacer, le dice Jota.
Sí, ya, todo bien. ¿Quieres un pase?
Kike está ido, no quita los ojos del cielo, como intentando oler las últimas luces de sol o algo así. Se despega cuando Jota le rota el tabaco. La vaina con los ácidos, dice Jota, es la intensidad, te mueven la teja enseguida. Pero esta vaina también la mueve, dice señalando el tabaco, de a poquito.
Ya vas a salir con la carreta de todos los burros, dice Pánico riéndose, expandir la conciencia, trastocar la mente, pa eso pon una canción de Cultura.
Bueno, eso es alucinar, responde Jota sonriendo. Es como en Mad Men, ¿te la has visto no?
Bueno, está este capítulo que es, joda, Far Away Places se llama. Son tres partes, como de quince minutos cada una, la mejor es la de Roger.
El man de pelo blanco que todo le vale culo, dice Pánico.
Sí, ese. En esa parte él man, Roger, se va con su esposa a una cena que hace la terapeuta de ella. Resulta que la terapeuta está casada con Timotty Leary, tu sabes el médico que hablaba de terapia con ácidos, peyote y eso. Bueno, después de la cena Roger y su esposa se derriten ahí unos cubos de azúcar con LSD en la lengua, alucinan un poco, bailan, lloran. Se van a su casa, en su casa están contentos, se bañan juntos en la bañera, alucinan más y en algún momento uno dice que lo de ellos se acabó, que están esperando que el otro lo diga, que están dando largas a donde no hay nada. Y hacen una toma bella de ellos dos, que ya saben que se van a separar, con las cabezas juntas tirados sobre el piso. Pero uno siente el cariño o algo así. Se ve como… la honestidad, no sé.
Man no te pongas poeta que estos maricas están quizás donde, dice Rojo que se levanta y empieza a jugar con uno de los perros de la playa. Jota ve a Kike de nuevo mirando lejos con los ojos como aguados y a Pánico viendo el perro. Rojo corre con el animal, se persiguen, le toca la cabeza, se gruñen en la cara, parece que estuvieran a punto de revolcarse en el piso.
Margarita, se fastidia. Se imagina el olor del hocico del perro si le rasgara la cara a Rojo. Se levanta para caminar, le dice a Pánico que la acompañe.
Pánico no puede estar más ido. La última vez que se metió un ácido se sentía en The Game o en El Show de Truman, en una conspiración de camarógrafos. Imagina que así se debe sentir ser Kanye sin ser Kanye. Se acuerda de cómo caminaba por las calles, viéndose desde arriba, con todos los semáforos en verde y con rabia porque no encontraba ninguno en rojo. Sentía que siempre había vivido así, como con un narrador que lo tenía en la mala, caminando con rabia, sintiendo que los semáforos le susurraban que se metiera en una Olímpica a hacer fila. Esa noche casi se soya pero se compró un Gatorade en una esquina y escuchó una canción de los Zuleta que le dijo como llegar a la casa.
Margarita camina por la playa viendo los colores del escenario y los que casi dejan el cielo. Quiere entrar al mar, así que se quita la ropa. Pánico se quita la ropa también. No le da rabia caminar por la playa y está feliz porque no hay semáforos. Se ve desde arriba mientras nadan y se adentran en el agua. Se ve cortando el mar con los brazos. Dejan de nadar. ¿Qué tal? pregunta Margarita. A Pánico todo le huele a azul y sal.
Ya es de noche y se están escurriendo. Se van donde los demás a escuchar mejor la música, la noche pasa.
Al final quedan Pánico, Kike y Margarita en la playa esperando que amanezca. Kike le saca los últimos tragos a una botella, dice algo sobre la repetición y quiere echar un paco sobre el budismo. Pánico lo interrumpe, le dice que después de un papel uno siempre se siente con la verdad revelada, que dejen que se les pase, que nada fastidia más que la verdad revelada.
Iii
Kike es un marihuanero de pelo largo que se va tirando la carrera, un día empieza a hablar con una vieja por Twitter, salen, se cuadran, todo bien. La vieja se llama Victoria y estudia en Bellas Artes, ya están juntos cuando lo meten a la clínica. La primera vez que deciden verse van, como a las tres, a tomar cerveza en una tienda. Después de las cervezas se van a un motel. En el motel creen que van a perder el viaje porque al man no se le para. Kike está preocupado, ya le había pasado con otra vieja que vió que no le estaba funcionando y dijo: no. Así, lo miró a la cara, dijo no, se puso la ropa y se fue. Victoria le dice que tranquilo y se quedan acostados mamando gallo. Después de un rato le fluye todo bien y hace lo que va a hacer por cinco minutos.
Andar con Victoria le había dado el poquito de certeza que necesitaba para dejar todo botado. Se la pasaba con ella en la facultad de artes y allá no le veía sentido a seguir leyendo códigos. Quería dedicarse a hablar carreta, estudiar una cosa, salir, hacer otra y así. Sin preocuparse por nada que diera plata. Por eso fue la pelea con la mamá.
Cuando Kike le cuenta a Pánico lo de la clínica le dice que cayó encima de un florero. En su casa siempre han tenido tendencia al drama, esa vez, discutiendo, se tropieza y se corta la mano.
Cuando ve la sangre, se la pasa por la cara, se arranca la camisa y va gritando hasta la calle. En la calle se quita los pantalones y sigue caminando y gritando en calzoncillos. Eso fue en Valledupar. La mamá pasa plata para que no salga en el Pilón, estuvo de buenas de que nadie grabara, pero igual, todo el mundo supo que el hijo de Enrique Saumeth y Mercedes Maya se soyó. Eso era lo único que tenía contento a Kike.
Mercedes quería que su hijo fuera abogado como su marido muerto, no tenía que ser buen abogado, solo graduarse y aparentar no ser tan inútil. Pero no, Kike le salió inútil, drogadicto y, según muchos, maricón.
Recién salido de la clínica se dedica a mirar el techo y a encerrarse en el baño hasta que le quieren tumbar la puerta, tanta miradera lo deja cansado. Empieza a ir al gimnasio para que lo dejen salir de la casa, en un par de meses está piña y ya la mamá no le pone tanto problema.
Pánico lo ve de nuevo cuando vuelve a la universidad, seis meses después de la primera vez que lo internan, cuatro meses y algo después que le dan de alta. Lafaurie le organiza como una bienvenida, Jota pone la casa. Llegan quince personas incluyendo a Margarita, Rojo y Victoria. Se ven contentos.
En la clínica había una vieja que decía que estaba endemoniada, el marido la mandó a internar, la conocí un día que nos movieron para la parte de mujeres porque la de hombres estaba llena. Me llevaron a mí y a otros cuatro manes, uno se llamaba Sebastián. Esa noche que estábamos allá el man me pregunta que si me puede chupar la verga, yo dije que sí, ¿por qué no?, le cuenta Kike a Pánico como riéndose. Pánico sigue tomándose su trago, le da flojera preguntarle si es verdad. Kike llega a Barranquilla medio piña, medicado, sintiéndose de plástico. Va a las clases que tiene que ir, pasa los exámenes que tiene que pasar, y todo más o menos bien, más o menos funcional. El problema es que ahora sí, de verdad, se le murió la verga. Ya ha pasado un tiempo y son contadas las veces que se la ha podido meter a Victoria, y menos en las que se había podido venir en un polvo.
Un día le dice a Pánico que la novia le está metiendo cacho, pero que todo bien, que él es cacho contento. Que es más, si quiere pueden hacer algo los tres, que seguro la novia va pa esa. Pánico dice que gracias por la invitación, pero que no le trama mucho tener otro pene cerca, que mucho enredo además.
Kike se dice que no está celoso pero la verdad no le hace show a la novia porque tiene miedo que lo terminen. Por eso deja las pastillas más o menos en octubre, tres meses y algo después de volver a Barranquilla, para poder tirar tranquilo.
Victoria sí se come a otros manes, uno de esos es su profesor, un mono cuarentón de pelo largo. Kike sospecha de ellos desde hace rato y lo confirma cuando le revisa el correo, Twitter, Whatsapp, todo, a la novia. Le preocupa no que se coman sino que se traten de mi amor. Victoria piensa en cortar con Kike desde hace rato, pero no sabe cómo terminarlo sin que él se intente matar o algo así, por eso trata de hacer sus vueltas callada. Eso sale en los mensajes.
En vacaciones Victoria se va a Valledupar con Kike. Cuando Mercedes ve a esa muchacha con la cabeza rapada como un macho y el pelo pintado de rosado lo primero que piensa es: a esa drogadicta no la quiero. Solo aguanta allá cuatro días. El día antes de que Victoria se fuera, cansados de tanta escondedera, se encierran en el cuarto a tirar. Mercedes se da cuenta y empieza a tocar la puerta, Kike le dice que estan ocupados que más tarde salen. Mercedes dice que su casa la respetan, que va por la llave. Kike y Victoria ponen uno de los muebles del cuarto contra la puerta. Como en La Pianista, dice Pánico cuando Victoria le echa el cuento. Tal cual, dice ella. La mamá tocaba la puerta así como loca, que qué falta de decencia, que qué hacía él encerrado con esa drogadicta sin vergüenza, que eso nunca le había pasado con su hijo mayor. Pusimos música y nos hicimos los locos hasta que se cansara, le dijo Victoria a Pánico, al día siguiente me fui tempranito.
Dos semanas después, a mitad de diciembre en otra pelea con Mercedes, Kike se intenta matar.
De nuevo el drama, no me traes más a esa vagabunda acá, etc, etc. Pero mientras Mercedes le dice eso y están los dos gritando Kike piensa, que si no trae más a la vagubanda, no tiran, si no tiran lo dejan. Entonces el man, en ese razonamiento medio escaso, para mostrarle a la mamá que es serio se raja el antebrazo con un cuchillo. En seguida se da cuenta que la cagó. Lo llevan a urgencias, se recupera y a los dos días un médico escribe: Paciente de 21 años, intento de suicidio hace 48 horas. Continúa con ideas de muerte y suicidas. Hospitalizar, salud mental.
Pánico está en el pueblo cuando recibe los mensajes que le manda Kike cuando lo internan, todo lo siente lejos.
Pasan cuatro años.
Nico está trabajando y le llega el link de una noticia al teléfono. Huelga de hambre en la facultad de artes, dice el titular. En la foto frente al edificio Obregon está Kike, gordo, con barba y sin camisa. El link se lo había mandado Lafaurie diciéndo que pase por allá. Nicolás le responde que ellos no quedaron en buenos términos pero que va a estar pendiente. Pasan varios días, le hacen entrevistas a Kike, sale en fotos leyendo la biblia, en otras meditando, cuatro dias sin comer. O arreglan el edificio de artes o me muero, cualquiera de las dos me sirve, le dice a los de los periódicos. Había pensado en coserse la boca, como el man de Bogotá que salió en otra protesta hace poquito, pero a Kike le gusta hablar, además de que eso seguro duele mucho.
En Twitter insultan al alcalde, que educación pública gratuita, que hay plata solo pa los antimotines y el carnaval. El alcalde dice que no tiene que ver con eso, que eso es con la gobernación. La gobernación dice que ellos tienen todo listo, que están esperando que el consejo directivo de la universidad mande los planos aprobados. La universidad dice que sí que ya va. Ya va significa que en las próximas elecciones alguien de pronto hace algo.
En la noche del octavo día Kike ya está mamado. Armaron un campamento; los de la Juventud Comunista y otros grupos de esa universidad lo están apoyando ahora. Margarita pasa por ahí un par de veces, cuando sale de los turnos del hospital, para ver cómo va el man. Otra gente que lo conoce anda pendiente para llamar una ambulancia por si pasa algo. Kike ya está mamado. Ya quieren vender la vaina, piensa. Le arman reuniones alrededor, quieren decirle cómo hacer las cosas. En algún momento mareado por el hambre patea y grita. Yo soy el que se va a morir aquí malparidos. Yo, Yo. Traidores. Traidores.
Nadie le aguanta la pataleta, el show de Jesus con los mercaderes, desarman todo y todo el mundo pa su casa. Al día siguiente, al medio día, Nicolás pasa por el apartamento de Margarita, Kike se quedó a dormir en el sofá. Cuando llega lo ve sentado con un caldero de arroz. ¿Cuantos dias duraste sin comer?, pregunta. Ocho días marica. ¿Y el edificio de artes qué? ¿Qué?, yo dejé eso así, por mí que tumben esa vaina.