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n el sexto Domingo después de Pascua, se conmemora la sanación del hombre ciego de nacimiento (Juan 9). Y nos identificamos con aquel hombre que vino a ver y creer en Jesús como Hijo de Dios. El Señor ha ungido nuestros ojos con su propias manos divinas, y los ha lavado con las aguas de nuestro bautismo (Juan 9:6-11) Jesús usó lodo de la saliva y le dijo al hombre que se lavase en las aguas de Siloé. Y lo hizo así porque era el día del Sabbat en el que escupir, hacer lodo y lavarse estaba estrictamente prohibido. Al romper estas reglas rituales de los Judíos, Jesús mostró que en verdad él es el Señor del Sabbat, y como tal, él es igual a Dios Padre, quien únicamente, según la tradición Judía, labora en el Sabbat manejando al mundo. El Evangelio nos relata que surgió un escandalo acerca la sanación del hombre ciego en el día del Sabbat. Y que el hombre fue separado de la sinagoga por su fe en Cristo. La Iglesia entera sigue el destino de este hombre, sabiendo que aquellos que no ven a Jesús como Señor son los verdaderos ciegos y permanecen en sus pecados (Juan 9:41). Por el contrario los que confiesan a Jesús como Señor tienen la luz de la vida y pueden ver y conocer al Hijo de Dios, porque “Ya le has visto, y el que habla contigo, él es” (Juan 9:37).
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os Mártires Talaleo, Alejandro y Asterio vivieron durante el reinado de Numeriano (283-284). El prefecto de la ciudad de Egea envió soldados a buscar cristianos. Y le llevaron a Talaleo, un joven rubio de dieciocho años. Ante las preguntas del prefecto Talaleo respondió. “Soy un cristiano, nativo de Líbano. Mi Padre, Berucio, fue un comandante militar, y mi madre se llamaba Romilia. Mi hermano es un subdiácono. Yo, sin embargo, estoy estudiando medicina bajo la tutoría del médico Macario. Durante una anterior persecución en contra de los cristianos en Líbano, fui llevado ante el prefecto Tiberio, y apenas escape a la persecución. Pero ahora que estoy ante esta corte, has lo que sea tu voluntad. Deseo morir por cristo mi Salvador y Dios, y espero soportar todo tormento con su ayuda” El enfurecido prefecto ordenó a los dos torturadores Alejandro y Asterio que perforaran las rodillas del mártir, y que hicieran pasar una cuerda a través de los huesos, y lo suspendieran boca abajo. Pero los verdugos, por designio divino, perforaron un madero, el cual colgaron en lugar de al mártir. Cuando el prefecto vio que lo habían engañado, ordenó que Alejandro y Asterio fueran azotados. Ellos también confesaron ser cristianos y glorificaron a Dios. El prefecto inmediatamente dio órdenes de decapitarlos. Dos veces intento llevar a cabo la ejecución, y el perforar a través de las rodillas de los santos, pero la gracia de Dios lo previno. Entonces ordenó que San Talaleo fuera ahogado. Los siervos regresaron e informaron que habían llevado a cabo la ejecución, pero tan pronto como finalizaron su informe, San Talaleo apareció vestido de blanco. Por mucho tiempo todos quedaron entumecidos con terror, pero finalmente el prefecto dijo, “He aquí, éste hechicero ha embrujado incluso al mar.” Entonces uno de sus consejeros, el mago Urbiciano, dijo al prefecto que arrojara al mártir a las bestias salvajes. Pero ni el cruel oso, ni el hambriento león y leona, tocaron al santo, todos mansamente se acostaron junto a sus pies. Al ver que esto ocurría, la gente empezó a exclamar, “¡Grande es el Dios de los Cristianos, oh Dios de Talaleo, ten piedad de nosotros!” Entonces la multitud tomo a Urbiciano y lo arrojó a las bestias, que no dudaron en despedazar al mago. Finalmente, el prefecto dio órdenes de matar al santo mártir con la espada.
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Llevaron al mártir de Cristo al lugar de la ejecución, llamada Egea, donde oró a Dios e inclinó su cuello bajo la espalda. Esto ocurrió en el año 284. Las santas reliquias del santo mártir Talaleo se encuentran en la iglesia de San Agatonico de Constantinopla y han obrado muchos milagros. San Talaleo curaba a los enfermos sin recibir paga. Por esta razón la Iglesia lo llama Médico Anárgiro. Él es invocado en las oraciones por los enfermos en el Misterio de la Santa Unción, y durante la Bendición de las Aguas.
Después del Salmo 103, se canta Bienaventurado el varón….
A Señor, a Ti he clamado…, 10 estiquios: 7 de la resurrección, en el Tono 5: Con tu noble Cruz, oh Cristo, has avergonzado al diablo, y con tu Resurrección has aniquilado el aguijón de la muerte. Nos has salvado de las puertas de la muerte, y te glorificamos a ti, oh Unigénito. El Dador de la Resurrección a la humanidad fue conducido como oveja al matadero. Y los príncipes del infierno fueron atemorizados a causa de Él, y sus portales de agonía fueron levantados, pues Cristo el Rey de gloria ha entrado en él, diciendo a los presos: Salid, y a los que estaban en las tinieblas: manifestaos. Es grande la maravilla, porque el Creador de las criaturas invisibles ha sufrido en la carne por su amor a los hombres, y el Inmortal se ha levantado. Venid, pues, oh familias de las gentes, adorémosle, porque por su compasión hemos sido libertados de la desobediencia y hemos aprendido a alabar a Dios Uno en tres personas. Oh Luz que no tiene ocaso, te ofrecemos culto vespertino porque has brillado sobre el mundo en la carne como en un espejo, tú que eres hasta el fin de los siglos; al infierno descendiste y libraste a los que estaban en las tinieblas, revelando la Luz de tu Resurrección a las naciones , Dador de vida, gloria a ti.
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Glorifiquemos a Cristo, al Autor de nuestra salvación, porque habiéndose levantado de entre los muertos, ha salvado al mundo del engaño, y los coros de los ángeles se alegraron y la falsedad ha desaparecido y el caído Adán se levantó y el Diablo está vencido. Los soldados fueron instruidos por los transgresores de la ley a ocultar la Resurrección de Cristo, pues les dijeron, tomad la plata y decid: he aquí que mientras dormíamos el cuerpo fue robado del sepulcro. Mas ¿quién ha sabido o ha visto que un cuerpo fuera robado, desnudo y embalsamado, dejando su mortaja en el sepulcro? No seáis engañados, oh judíos, mas aprended lo dicho de los profetas y sabed que éste es en verdad del Redentor del mundo, el Omnipotente. Oh Señor, Salvador nuestro, que te despojaste del infierno y a la muerte hollaste, iluminando al mundo con tu preciosa Cruz: ten piedad de nosotros. Y 3 estiquios en honor al Hombre Ciego: Idiomelos en el Tono 2:
El hombre que nació ciego se preguntaba a sí mismo: “¿Acaso pude haber nacido ciego por los pecados de mis padres? ¿O nací ciego como reproche a la incredulidad de la gente? No me complace el seguir preguntando si es de día o de noche. No puedo soportar más el tropezarme con las piedras, porque no he visto nada: ni al sol brillar, ni la imagen de mi Creador. Mas te ruego, oh Cristo Dios: ¡mírame y ten piedad de mí! Dos veces. Jesús, caminando por el Templo, encontró a un hombre ciego de nacimiento. Y teniendo piedad de él, puso lodo de saliva sobre sus ojos, diciéndole: “Ve, y lávate en el estanque de Siloé!” Y cuando se lavo, comenzó a ver y glorificó a Dios. Y sus vecinos le preguntaron: “¿Quien abrió tus ojos, lo cuales nadie pudo curar antes?” y él exclamó: “Un hombre llamado Jesús me dijo: ‘Lávate en Siloé’ y ahora veo. “Él es verdaderamente Aquel de quien habló Moisés en la Ley. ¡Él es el salvador de nuestras almas!” Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. En el Tono 5:
Pasando por el camino, oh Señor, encontraste al hombre ciego de nacimiento. Y tus discípulos se asombraron y te preguntaron: "Maestro, ¿quién pecó, este, o sus padres, para que naciera ciego?” Y Jesús les respondió: “Ni éste pecó, ni sus padres: sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. Es necesario que yo haga las obras del que me envió, y Página 4
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que nadie más puede hacer” Y diciendo esto, escupió al suelo e hizo lodo con la saliva, y ungiste los ojos del hombre con ese lodo, diciéndole: “¡Ve, y lávate en el estanque de Siloé!.” Y fue y se lavó, y se hizo entero, y te exclamó: “¡Creo, Señor, y te adoro!” por lo tanto, nosotros también exclamamos: ¡Ten piedad de nosotros! Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén Teotoquio Dogmático En el Tono 5:
La señal de la Esposa que no conoció varón fue una vez revelada en el Mar Bermejo, porque allí Moisés abrió las aguas, y allí fue Gabriel ministro del milagro. Entonces Israel cruzó el abismo a pie enjuto, y ahora la Virgen ha dado a luz a Cristo sin simiente. El mar permaneció intransitable después del paso de Israel, y la Purísima permaneció incorruptible después de dar a luz a Emmanuel. Oh Dios, que desde la eternidad fuiste, y como hombre apareciste, ten piedad de nosotros. La entrada, el proquímeno del día y las letanias.
Estiquio de la resurrección, en el Tono 5: Oh Cristo Salvador, que sin dejar los cielos te encarnaste, te engrandecemos con voces de canto porque recibiste la Cruz y la muerte por causa de nuestra raza humana, porque eres Señor que amas a los hombres. Destruiste las puertas del infierno levantándote al tercer día y salvando nuestras almas. Después, las estiqueras Pascuales, con sus refranes en el Tono 5: Verso: Levántese Dios, sean esparcido sus enemigos, y huyan de su presencia los que le aborrecen. Hoy una Pascua sagrada se nos ha revelado: una nueva y santa Pascua, una mística Pascua, una venerabilísima Pascua, una Pascua que es Cristo el Redentor, una inmaculada Pascua, una gran Pascua, una Pascua de los fieles, una Pascua que nos abrió las puertas del paraíso, una Pascua que santifica a todos los fieles. Verso: Como se desvanece el humo así se desvanezcan.
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Oh mujeres proclamadoras de las buenas nuevas, vengan después de ver la escena y digan a Sión: “¡Recibe de nosotras las buenas nuevas de alegría de la resurrección de Cristo! Deléitate, danza y regocíjate, oh Jerusalén, viendo a Cristo el Rey, que surge del sepulcro como esposo. Verso: Los pecadores perecerán delante de Dios, mas los justos se alegrarán. Al amanecer, las miróforas se acercaron a la tumba del Dador de Vida y encontraron a un ángel sentado sobre una piedra, y él las saludó con estas palabras: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? ¿Por qué lloráis al incorrupto en medio de la corrupción? ¡Id y proclamen la buenas nuevas a los discípulos! Verso: Este es el día que hizo el Señor; regocijémonos y alegrémonos en Él. Pascua hermosa, la Pascua del Señor, la Pascua venerabilísima ha brillado para nosotros. Pascua: abracémonos los unos a los otros alegremente; oh Pascua, rescate de la aflicción, porque en este día Cristo ha surgido de la tumba como de la cámara nupcial, llenando a las mujeres de alegría al decirles: “Proclamen las buenas nuevas a los Apóstoles” Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. En el Tono 8: Oh Cristo Dios, Tú el Sol de justicia, que con Tu purísimo toque iluminaste ambos ojos de aquel que desde el seno había sido privado de la luz, y has iluminado los ojos de nuestros ojos espirituales, muéstranos como hijos del día, para que te clamemos con fe: ¡Grande e inefable es tu compasión por nosotros! ¡Oh amante de la humanidad, gloria a Ti! Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. En el Tono 5: ¡Este es el día de la resurrección! Alborocémonos con la fiesta, abracémonos los unos con los otros, Y digamos, hermanos, aun a los que nos odian: “Perdonémonos en todo por la Resurrección” y exclamemos: ¡Cristo resucitó de entre los muertos, y hollando la muerte por la muerte, dio vida a los que yacían en los sepulcros! Y, una vez más Cristo resucitó. Y, Ahora Señor, dejas partir en paz a tu Siervo…
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El tropario de la resurrección, en el Tono 5: Al Verbo co-eterno con el Padre y el Espíritu, nacido por nuestra salvación de una Virgen, oh fieles, adoremos y alabemos, porque él quiso ser levantado en la Cruz en la carne, y padecer la muerte, y levantar a los muertos por su gloriosa Resurrección. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. Y el Teotoquio en el mismo tono: Salve, oh Puerta inviolable. Salve, oh Muro y Protección de los que a ti se apresuran. Salve, oh Refugio quieto que no has conocido varón, oh tú que has dado a luz en la carne a tu Creador y Dios, seguirás intercediendo por los que te alaban y adoran tu alumbramiento.
En las Bienaventuranzas, 8 troparios: 4 de la resurrección, en el Tono 5:
El malhechor en la Cruz creyendo oh Cristo, que Tú eres Dios, te confesó de todo corazón clamando: acuérdate de mí, Señor, en tu Reino. Alabemos unánimes como al Salvador y Creador al que hizo florecer la vida por causa de nuestra Raza, por el madero de la Cruz, he hizo marchitar la maldición causada por el árbol. Por tu muerte, oh Cristo, has destruido el dominio de la muerte y has levantado contigo a los que estaban muertos desde antaño, alabándote ellos como Dios verdadero y Salvador nuestro. Las venerables mujeres llegando a tu tumba, oh Cristo, te buscaban, oh Dador de Vida, para ungirte, y un ángel les apareció exclamando: el Señor ha resucitado. Y 4 de la Oda VI del Canon del Hombre Ciego:
Oh Maestro que fuiste crucificado junto a ladrones, nos has librado de las pasiones corruptas, que son malvadas ladronas, a los que alabamos Tu crucifixión y resurrección.
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En el sepulcro te pusieron muerto, sin aliento, oh Cristo que soplas el aliento de vida sobre los muertos; y te levantaste, Señor, vaciando todas las tumbas con Tu divino poder. Después de Tu resurrección, oh Cristo, le dijiste a Tus amigos: “Quédense en Jerusalén, hasta que sean investidos con el invencible poder y esperanza segura de lo alto.” Haciendo lodo, ungiste los ojos del hombre ciego de nacimiento, y le concediste la vista, y cantó Tu inefable poder, porque Tú, oh Verbo, has salvado al mundo. Después de la entrada:
El tropario de la resurrección, en el Tono 5: Al Verbo co-eterno con el Padre y el Espíritu, nacido por nuestra salvación de una Virgen, oh fieles, adoremos y alabemos, porque él quiso ser levantado en la Cruz en la carne, y padecer la muerte, y levantar a los muertos por su gloriosa Resurrección. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Contaquio del Hombre Ciego, En el Tono 4: Melodía especial: Te apareciste este día Vengo a Ti, ciego de nacimiento de los ojos de mi alma, y te clamo con arrepentimiento: ¡Tú eres la radiantisima Luz de aquellos en la oscuridad! Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. De la Pascua en el Tono 8:
Descendiste al Sepulcro, oh Inmortal, destruiste el poder de la muerte, y te levantaste victorioso, oh Cristo Dios, proclamando a las miróforas “Alégrense” concediendo paz a Tus Apóstoles, y concediendo la resurrección a los caídos.: El Próquimeno, en el Tono 8: Haced votos, y cumplidlos al Señor Dios nuestro. Verso: En Judá es conocido Dios, y en Israel es grande su nombre.
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n aquellos días, yendo los apóstoles a la oración, les encontró una muchacha que tenía un espíritu pitónico; la cual daba gran ganancia a sus amos adivinando. Esta, seguía a Pablo, y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, los cuales nos enseñan el camino de salvación. Y esto hizo por muchos días, mas desagradado Pablo, se volvió, y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en la misma hora. Y viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas; y los trajeron a la plaza, a las autoridades. Y presentándolos a los magistrados, dijeron: Estos hombres alborotan nuestra ciudad, siendo Judíos. Y enseñan costumbres, las cuales no nos es lícito recibir ni guardar, pues somos Romanos. Y concurrió la multitud contra ellos; y los magistrados rompiéndoles sus ropas los mandaron azotar con varas. Y después que los hubieron herido de muchos azotes, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con diligencia. El cual, recibido este mandamiento, los metió en el calabozo, y les sujetó bien los pies en el cepo. Mas a media noche orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los que estaban presos los oían. Entonces de repente se produjo un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se movían; y luego todas las puertas se abrieron; y las prisiones de todos se soltaron. Y despertado el carcelero, y viendo abiertas las puertas de la cárcel, sacando la espada se quería matar, pensando que los presos habían huido. Mas Pablo clamó con gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal: que todos estamos aquí. Él entonces pidiendo una luz, se precipitó dentro, y temblando se arrojó a los pies de Pablo y de Silas. Y sacándolos fuera, les dijo: Señores, ¿Qué debo yo hacer para ser salvo? Y ellos le dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú, y tu casa. Y le hablaron la palabra del Señor, y a todos los que estaban en su casa. Y tomándolos él en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y fue bautizado luego él, y todos los suyos. Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó, creyendo en Dios junto toda su casa. Aleluya, en el Tono 8: Verso: Mírame y ten misericordia de mi. Verso: Endereza mis pasos según Tu palabra.
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n aquel tiempo, pasando Jesús, vio a un hombre ciego desde su nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: ¿Rabí, quién pecó, éste o sus padres, para que naciese ciego? Respondió Jesús: Ni éste pecó, ni sus padres: sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. Es necesario que haga las obras de aquel que me envió, entre tanto que el día es: la noche viene, cuando nadie puede obrar. Entre tanto que estuviere en el mundo, la luz soy del mundo. Dicho esto, escupió en la tierra; e hizo lodo de la saliva, y untó con el lodo sobre los ojos del ciego, Y le dijo: Ve, lávate en el estanque de Siloé, que interpretado, significa Enviado. Se fue pues, y se lavó, y volvió con vista. Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿No es éste el que se sentaba, y mendigaba? Otros decían: Este es; y otros: Se le parece; mas él decía: Yo soy. Por esto le decían: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos? Respondió él, y dijo: Aquel hombre que se llama Jesús, hizo lodo, y me untó los ojos, y me dijo: Ve al estanque de Siloé, y lávate; y yo fui, y me lavé, y recibí la vista. Entonces le dijeron: ¿Dónde está aquel? Dice él: No sé. Llévenlo a los Fariseos, al que antes había sido ciego. Y era sábado cuando Jesús había hecho el lodo, y le había abierto los ojos. Y le volvieron a preguntar también los Fariseos, de qué manera había recibido la vista. Él les dijo: Me puso lodo sobre los ojos, y me lavé, y veo. Entonces unos de los Fariseos le decían: Este hombre no es de Dios, porque no guarda el sábado. Y otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer tales milagros? Y había disensión entre ellos. Y le volvieron a decir al ciego: ¿Tú, qué dices de aquel que te abrió los ojos? Y él dijo: Qué es un profeta. Mas los Judíos no creían de él, que había sido él ciego, y hubiese recibido la vista, hasta que llamaron a los padres aquel que había recibido la vista. Y les preguntaron, diciendo: ¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís, que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora? Les respondieron sus padres, y dijeron: Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego: Mas como vea ahora, no lo sabemos; o quien le haya abierto los ojos, nosotros no lo sabemos: él tiene edad, preguntadle a él, él hablará por sí mismo. Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los Judíos; porque ya los Judíos habían concluido que si alguno le confesaba Mesías, que fuese echado fuera de la sinagoga. Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle a él. Así que volvieron a llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron: Da gloria a Dios: Página 10
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nosotros sabemos que este hombre es pecador. Entonces él respondió, y dijo: Si es pecador o no, yo no lo sé: una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo. Y le volvieron a decir: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos? Y les respondió: Ya os lo he dicho, y no lo habéis escuchado: ¿por qué lo queréis otra vez oír? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos? Entonces le vilipendiaron, y dijeron: Tú eres su discípulo; mas nosotros discípulos de Moisés somos. Nosotros sabemos que a Moisés habló Dios; mas éste no sabemos de donde es. Y les respondió el hombre, y les dijo: Cierto que es cosa maravillosa, que vosotros no sabéis de donde sea, y con todo a mí me abrió los ojos. Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; mas si alguno es adorador de Dios, y hace su voluntad, a éste oye. Desde el principio del mundo no fue oído, que abriese alguno los ojos de uno que nació ciego. Si este hombre no fuera de Dios, no pudiera hacer nada. Respondieron y le dijeron: En pecados eres nacido todo; ¿y tú nos enseñas? Y le echaron fuera. Oyó Jesús que le habían echado fuera; y hallándole, le dijo: ¿Tú crees en el Hijo de Dios? Respondió él, y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? Y le dijo Jesús: Ya le has visto, y el que habla contigo, él es. Y él dijo: Creo, Señor. Y le adoró.
“Porque no solamente formó los ojos, ni solamente los abrió, sino que además les dio la facultad de ver; lo que es una prueba que de que Él también inspiró el alma. Puesto que si ella no entra en acción, el ojo, aunque este sano e íntegro, nada puede ver jamás. “ San Juan Crisóstomo, Homilía LVI sobre el Evangelio de San Juan
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sta semana, el 25 de Mayo, también se celebra la gran fiesta de la Ascensión del Señor, que marca el final de la temporada Pascual, y que precede al glorioso Pentecostés. Así que este boletín les ofrece la siguiente homilía de San Gregorio Palamás para dicha ocasión. Esta homilía es un perfecto ejemplo acerca de la habilidad de predicar de este santo maestro de la Fe Ortodoxia, y esperamos les sea de provecho espiritual.
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¿Ven ustedes esta celebración compartida y alegría nuestra, que el Señor concedió a aquellos que creen en Él junto con su Resurrección y Ascensión? Pues, Provino de la aflicción. ¿Ven ustedes esta vida, o más bien, esta inmortalidad? Pues, brilló para nosotros a través de la muerte. ¿Ven ustedes la altura celestial a la que Cristo ascendió cuando fue tomado, y la sublime gloria con la que Él fue glorificado según la carne? Obtuvo esto a través de la humildad y la infamia de otros. Como el apóstol nos dice acerca de Él, “Se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Y por lo cual Dios también le ensalzó soberanamente, y le dio nombre que es sobre todo nombre; Para que al nombre de Jesús toda rodilla de lo celestial, de lo terrenal, y de lo infernal se doble; Y que toda lengua confiese, que Jesucristo es Señor para la gloria de Dios el Padre.” (Filipenses 2:8-11) Si entonces, Dios ensalzó a su Cristo porque se humillo a sí mismo, sufrió infamias, fue tentado y soportó una vergonzosa Cruz y muerte por nosotros, ¿como entonces Él ha de salvarnos, glorificarnos y levantarnos, si no elegimos la humildad, ni mostramos amor a nuestro prójimo, ni ganamos nuestras almas al soportar las tentaciones (cf. Lucas 21:19), ni seguimos la Guía salvadora a través de la “puerta estrecha” y a lo largo del “camino angosto” que llevan a la vida eterna (Mateo 7:14)? A esto hemos sido llamados, nos dice Pedro adalid de los apóstoles, “Porque Cristo padeció por nosotros, dejándonos un modelo, para que vosotros sigáis sus pisadas.” (cf. I Pedro 2:21).
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¿Pero porque es que el Cristo de Dios tuvo que soportar tales sufrimientos? ¿Porque Dios le ensalzó a causa de ello, y porque nos llama a compartir los mismos sufrimientos? Solo Dios es el mismo siempre, desde antes de los siglos y por los siglos de los siglos, y permanece siempre sin cambio. Él no tiene un principio ni un final. El no viene a ésta existencia, ni sufre corrupción, ni aumenta, ni decrece. No es alterado de ninguna forma, ni se mueve de lugar. Él no tiene origen y es increado, inmutable, inconfundible e incircunscrito. Él lleva todas las cosas hacia lo bueno como es su voluntad, y permite que cualquier cosa que quiera sufrir cambio hacia lo peor lo haga. Todo lo que tiene un principio está necesariamente sujeto al cambio, porque el tener principio es un tipo de cambio. Toda la creación, entonces, está sujeta a cambiar: las creaturas visibles e invisibles, con o sin sentidos y razón. Sólo las naturalezas racionales tienen libre albedrio, y pueden volverse hacia lo bueno o hacia lo malo voluntariamente por sí mismos. Se pueden adherir a sí mismos a la voluntad de Dios, que resulta en su continuo progreso, mejoramiento y avance, o se oponen a la voluntad de Dios, sometiéndose justamente a lo que Él les permite, y se hunden miserablemente de mal en peor. Dos tipos de seres racionales fueron creados por Dios: primeramente los ángeles incorpóreos, después los seres humanos. Sin embargo, ninguno de los dos mantuvo la obediencia a su Creador y Soberano natural. Las huestes celestiales de los ángeles incorpóreos, que fueron creados primero también fueron los primeros en sufrir de la enfermedad de la apostasía hacia Dios. Aquellos ángeles que se mantuvieron ajenos a esta enfermedad son luz, y siempre están llenos de luz, haciéndose siempre más brillantes y haciendo un uso bendito de su habilidad natural para cambiar. Y danzan de alegría alrededor de Él quien es la primera luz, lo admiran continuamente y son iluminados directamente por Él, mientras cantan incesantes alabanzas a la fuente de luz y, siendo ministros de la luz, transmiten gracia iluminadora a aquellos seres inferiores que están siendo iluminados. Cuando Satanás, quien se separó de Dios y rechazó obedecerle, cayó de la luz, abrazó la oscuridad y fue condenado a las penumbras eternas, haciéndose un recipiente, creador, autor y ministro de la oscuridad, inicialmente para él mismo y los ángeles que cayeron con él, después, por desgracia, también para nosotros en el paraíso de Dios, cuando nos revelamos en contra de Dios y le creímos al demonio. Sin embargo, todos los ángeles malvados son oscuridad en sí mismos y no se hicieron malvados tan solo por compartir la oscuridad del demonio. Ellos son el origen y la perfección de la desobediencia, la amarga raíz y fuente de todo pecado, y particularmente, son la causa de nuestra propia transgresión. Por lo tanto su pecado es imperdonable, creciendo siempre más en una oscuridad incontrolable, progresando hacia su propia destrucción, y ya no regresarán al Iluminador de los ángeles y los hombres. Mientras que
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nosotros, en contraste, no nos hicimos malvados por iniciativa propia, la reprensión de Dios vino a nosotros con misericordia desde el principio. A pesar de que habíamos sido condenados a muerte, ésta vino después de un periodo de muchos años destinados para arrepentimiento, la cual Adán sobrevivió después de la transgresión y que cada uno de nosotros debe de experimentar. De esto podemos ver claramente que no estamos sin esperanza y salvación, y no es de ninguna forma el tiempo para que desesperemos. Toda nuestra vida es una temporada de arrepentimiento, porque Dios “no quiere la muerte del pecador” como esta escrito, “sino que se torne el impío de su camino y que viva” (cf. Ezequiel 33:11). Porque, si no hubiera esperanza de volver, ¿Por qué la muerte no ocurrió inmediatamente después de la desobediencia, y porque no se nos privo de la vida inmediatamente después de haber pecado? Porque cuando hay esperanza de volver, no hay cabida para la desesperación. Se ha dado testimonio que Abel el hijo de Adán pareció complacer y ser aceptable a Dios desde el principio (cf. Génesis 4:4). Entonces, no mucho después de nuestra caída, Enós “esperó que se invocara el nombre del Señor” (cf. Génesis 4:26). Y Enoc, no solo complació a Dios sino que también fue tomado por Él. (Génesis 5:24), siendo esto una clara señal de su compasión hacia nosotros hombres caídos. Sin embargo una vez más el pecado obtuvo un momentum, y una vez más se apartó la humanidad de Dios y se nos fue dada justamente la inundación universal. Pero de nuevo su ira no era inmitigable, ni su juicio inmisericorde. Dios encontró a Noé justo en su generación (Génesis 6:9), y milagrosamente lo preservó como la segunda raíz de la humanidad, como si Él providencialmente podara a la humanidad que se había descarriado, pero no destruyéndola al cortarla o desarraigarla. Más tarde Abraham fue claramente fiel y complaciente a Dios, como el mismo dio testimonio (cf. Génesis 22:16-18). Después vino su hijo Isaac, Jacob el hijo de Isaac, y los patriarcas hijos de Jacob, quienes recibieron las promesas y profecías de la excelentísima misericordia y amor divino que habría de poderosamente vencer nuestros pecados, y que el gran Pastor mismo habría de venir del santo cielo a buscar a la oveja perdida. Subsecuentemente aparecieron legisladores, jueces, y una dinastía real de la que se había prometido que Cristo habría de venir manifiestamente en la carne. Ahora Cristo ha venido y se ha manifestado, el Verbo pre-eterno de Dios que nos creo en el principio. Él se hizo como nosotros por nuestra causa para renovar y re-crear a aquellos que se habían envejecido y habían sido aplastados por el pecado. Ya que nuestra ruina fue voluntaria y por nuestros actos, en su sabiduría y amor nos trajo la renovación en la humanidad que Él asumió del seno de la Virgen por nuestra causa. Él completó el misterioso plan de salvación, permitiéndonos el regresar a través de su propia unión con nosotros, abriendo un camino al cielo para nosotros a través del modo en que Él vivió, y nos enseñó este camino ascendente con sus enseñanzas. Ya que la enfermedad es curada por remedios opuestos a ésta, y como habíamos muerto por el malvado consejo del maligno, fuimos revivificados por el buen consejo del buen Señor. El mortal consejero tuvo a su disposición el placer, la gloria, y la comodidad, que hechizó a la humanidad y la acarreó a lo bajo. De tal modo el Consejero mismo de la verdadera vida nos conduce a través del camino angosto y estrecho que nos lleva a la vida en lo alto, y nos guía en él. “Esforzaos”, nos dice, “a entrar por la puerta estrecha” (Lucas 13:24), y “estrecho, y angosto el camino que lleva a la vida; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a
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perdición” (cf. Mateo 7:13-14). En muchas otras partes nos advierte más claramente en contra de tal camino, diciendo, “¡Ay de vosotros los ricos! ¡Ay de vosotros, los que estáis hartos! ¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres dijeren bien de vosotros!” (cf. Lucas 6:24-26), declarando así, miserables a todos los amantes de gloria, placer y dinero. Y dice de nuevo: “No hagáis tesoros en la tierra” (Mateo 6:19), y “Y mirad por vosotros, que vuestros corazones no sean cargados de glotonería y embriaguez, y de los cuidados de esta vida” (Lucas 21:34) y “¿Cómo podéis vosotros creer, los que tomáis gloria los unos de los otros? y no buscáis la gloria que de solo Dios viene.” (Juan 5:44). Con palabras como estas Él nos arrebata del camino que lleva a la muerte, mientras que en otras partes de las Escrituras nos demuestra cuan bendito es el camino que lleva a la vida: “Bienaventurados los pobres. Bienaventurados los misericordiosos. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia” (cf. Mateo 5:3-10), y “vende lo que tienes, y dalo a los pobres; y tendrás tesoro en el cielo. (Mateo 19:21), y, “cualquiera que dejare casa, o tierras, o heredades por causa de mí y del evangelio, recibirá cien veces tanto, y la vida eterna tendrá por herencia. (cf. Marcos 10:29-30, Mateo 19:29). Él fue tan enfático acerca de la ira al grado de declararla igual al asesinato y por tanto sujeta a la misma condena, y dijo que si alguno se enojare e insultare a alguien estaba en peligro del fuego del gehena (cf. Mateo 5:22). Por otro lado, Él, no solo pronunció la mansedumbre como bendita, sino que la honro con la más grande recompensa (Mateo 5:5). Condenó el libertinaje tan severamente que llamo adulterio a una mirada apasionada e inquisitiva hacia la esposa de otro hombre. (cf. Mateo 5:28), Mientras que enfatizó que cualquiera que actuare con pureza sería bienaventurado, y vería a Dios. (Mateo 5:8). ¿Acaso no nos enseñó que tan inaceptable es el perjurio al condenar incluso juramentos que eran guardados fielmente, y refiriendo a todo, excepto “si” y “no” como del maligno? Diciéndonos “Mas sea vuestro hablar, Sí, sí: No, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.” (Mateo 5:37). ¿Porque repitió las palabras “si” y “no”? El “si” o el “no” que pronunciemos tiene que ser de acuerdo a los hechos. Así “si” será “si” y “no”, “no”. De otra manera, “si” será “no” y “no” será “si”, lo que obviamente viene del demonio. Porque “Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso” y “no permaneció en la verdad” (Juan 8:44). De esta forma el Señor restringió y freno nuestras palabras y acciones, y cercó nuestras vidas en la verdad, justicia, pureza y libertad de ira. ¿Cómo entonces nos aconseja, comportarnos hacia los que están enojados con nosotros y se nos oponen en palabras y obras, y nos oprimen? “vence”, dice la Escritura, “con bien el mal” y “dad lugar a la ira” (Romanos 12:21,19). “No resistáis al mal” (Mateo 5:39) y “No paguéis a nadie mal por mal” (Romanos 12:17), o insulto por insulto, mas “Amad a vuestros enemigos: bendecid a los que os maldicen: haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os calumnian y os persiguen” (Mateo 5:44) ¿Cuál será el resultado de esta vida de restricción y la recompensa por estos esfuerzos? “Que seáis”, nos dice, “hijos de vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:45), “Herederos de Dios, y coherederos con Cristo” (Romanos 8:17); que puedan tener una vida inmortal y reciban un inefable, inamovible, interminable reino, viviendo y reinando con Dios por la eternidad. ¿Ven entonces cual es el camino estrecho y angosto, y porque se nos pide que lo sigamos, y a que gloria, alegría y recompensa lleva a cualquiera que elija seguirlo? Si alguien les prometiera el darles una larga vida si tan solo le obedecieran, ¿acaso no se someterían
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afanosamente a él, ya que él no les ha pedido nada imposible? Si, además, les prometiera salud, gloria y gozo mientras vivan, ¿Habría algo que no hicieren por él? Y si te ofreciera un reino libre de guerras, sin problemas así como una vida sana, ¿No estarían emocionados y pensando fácilmente de toda pena que nos llevo a ese fin, sosteniéndose a sí mismos con las expectaciones y disfrutando el objetivo de su esperanza como si estuviera ya presente, mientras consideren que él les ha dicho la verdad? Dado que deseamos una larga vida, ¿acaso no deberías tomar también la vida eterna en cuenta? Si deseamos un reino que, tan duradero como sea, tiene un final, y gloria y gozo, que tan grandes como sean, se desvanecerán, y riqueza que perecerá en esta vida presente, y trabajamos por causa de estas cosas; ¿No deberíamos entonces buscar el reino, la gloria, el gozo y las riquezas que, bien siendo valiosísimas, son también inmarcesibles e interminables, y no deberíamos acaso soportar un poco de restricción para poder heredarlas? Además, presuponemos un reino libre de guerra, que es imposible en la tierra, y una vida sin sufrimiento, que solo puede ser encontrada en el cielo. Así que todo aquel que desee estas cosas corra hacia el cielo y, ya sea que el camino sea fácil o difícil, que viaje a lo largo de él, “Gozosos en la esperanza” y “pacientes en la tribulación” (Romanos 12:12) Todos ustedes saben por qué tipo de razones la gente se somete a si misma a la penuria y muerte. ¿Acaso un soldado no esta preparado para el peligro mortal y para asesinar por su modesta paga? ¿Acaso no por una pequeña ganancia el mercader se arriesga al naufragio, temporal y a los hombres violentos que causan daño en el mar y la tierra? ¿Acaso no pasa a veces que la gente se hace esclavos de amos inhumanos por obtener un poco de pan? ¿No deberíamos entonces servir al Señor quien por naturaleza ama a la humanidad, arriesgar nuestra vida y deshacernos de toda posesión superflua para poder adquirir las riquezas celestiales? ¿No deberíamos entonces tener hambre y sed con moderación, para que podamos comer el pan vivo que descendió de los cielos (Juan 6:51) y beber la verdadera agua viva, porque cualquiera que fuere digno de comer y beber de ellos, nuca estará hambriento o sediento (Juan 4:10, 14)? ¿No deberíamos entonces limpiar el ojo de nuestra alma, absteniéndonos de “de toda mancha de carne y espíritu” (2 Corintios 7:1) para poder ver esa luz que precedió al sol, o más bien, para que nos hagamos hijos de esa luz (Efesios 5:8), y ser nosotros mismos otras luminarias, al compartir su luz, reteniendo la palabra de vida (cf. Filipenses 2:15-16)? Hermanos, les imploro que, no prefiramos la oscuridad en lugar de la luz, al demonio en lugar de Dios, aquel placer que es siervo de la muerte y el infierno en lugar del divino gozo eterno. Nos escojamos las abundantes posesiones de la destrucción, que, como el Señor nos mostró con la parábola del Hombre Rico (Lucas 16:19), son combustible para la flama que eternamente quema a aquellos que adquirieron riqueza de manera malvada, en lugar del amor que enriquece. En lugar de esto, vivamos como Él vivió, y como nos mostró y nos instruyó cuando se hizo hombre. Tomemos nuestra cruz y sigámoslo (Mateo 16:24), habiendo crucificado la carne con sus pasiones y deseos (Gálatas 5:24), para poder ser glorificados juntamente con Él (Romanos 8:17), y nos levantemos con Él, y después de nuestra resurrección ser llevados a Él, así como Él fue llevado este día al Padre. Como dice Lucas, Él estaba en medio de sus discípulos (Lucas 24: 36), o más bien, Él se les apareció, como Marcos relata (Marcos 16:14) – Porque Él no llegó en el momento en que se les apareció, sino que estuvo siempre con ellos y se mostraba a sí mismo visiblemente cuando lo deseaba. Así que, mientras estaba en medio de sus discípulos les
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ordenó predicar (Marcos 16:15), les dio la promesa del Espíritu Santo (Lucas 24:49) y declaró que Él habría de estar con ellos hasta el final (Mateo 28:20). Después de estas palabras, levantó sus manos y los bendijo, y fue llevado arriba mientras ellos veían (Lucas 24:50-51). De esta forma Él mostró que aquellos que le obedecieran serían también llevados hacia Dios después de levantarse de nuevo. Él se separó de ellos corporalmente (aunque siendo Dios Él estaba con ellos) y, como se los prometió, fue llevado arriba y con nuestra carne humana se sentó a la diestra del Padre. Así como Él vivió, murió, resucitó y ascendió, así también todos vivimos, morimos y seremos resucitados. Sin embargo, no todos nosotros alcanzaremos la ascensión, sino solo los que el vivir es Cristo, y el morir por Él es ganancia (Filipenses 1:21), aquellos que, antes de morir, crucificaron el pecado a través del arrepentimiento y llevaron un estilo de vida de acuerdo al evangelio. Después de la resurrección de todos, solo ellos serán llevados arriba en las nubes para recibir al Señor en el aire (cf. 1 Tesalonicenses). Una nube también recibió al Señor mientras ascendía, como Lucas lo relata en los Hechos de los Apóstoles (Hechos 1:9). Después de la ascensión los discípulos no le vieron ya con sus ojos corporales sino con los ojos de sus almas, y le adoraron (Lucas 24:52). Entonces, hagamos lo mismo que ellos, estando en paz (porque Jerusalén significa paz) manteniendo la paz con nosotros mismos y con los unos a los otros. Que cada uno de nosotros vaya al aposento superior (Hechos 1:13), nuestra mente, y quédese allí orando, y purifiquemos a nosotros mismos de pensamientos apasionados y viles. De esta forma no nos perderemos la llegada del Consolador, y adoraremos en espíritu y verdad al Padre, Hijo, y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
El 24 de Mayo, se celebrará la fiesta Patronal de la Catedral de las Ascensión del Señor, todos lo fieles de la Diócesis quedan atentamente invitados a compartir las festividades. Vigilia: Miércoles 23 de Mayo a las 7:00 PM Divina Liturgia: Jueves 24 de Mayo a las 10:00 AM © México - 2012 Ediciones del Exarcado de México de la Iglesia Ortodoxa en América OCA http://ocamexico.org
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